FRIEDRICH NIETZSCHE 1. INTRODUCCIÓN 1844 – 1900. Nació en Röcken (Alemania); hijo de un pastor luterano que falleció cuando tenía 5 años, creció rodeado de su madre y hermanas, en un ambiente de profunda religiosidad luterana. Fue formado en lengua y cultura clásicas, y estudió Filología Clásica en Bonn. Se trasladó a la universidad de Leipzig, donde conoció la obra de Schopenhauer, y en 1868 conoció a Richard Wagner, quien ejercerá una notable influencia en las primeras etapas de su pensamiento. En 1869 se le concedió la cátedra de Filología Clásica en Basilea y publica su primera obra, “El origen de la tragedia en el espíritu de la música”. En 1879 debe abandonar su actividad universitaria por problemas de salud, y vivió entre Italia, Francia, Suiza y Alemania (en esta etapa escribe sus obras más importantes). A partir de 1889 su estado mental se va deteriorando con rapidez, hasta su muerte en 1900. La filosofía de Nietzsche es una crítica radical a los fundamentos de la cultura y la filosofía occidental, basadas en una metafísica, moral y religión que han destruido los valores vitales y son producto del resentimiento del hombre contra la vida. En la obra de Nietzsche podemos distinguir tres periodos: a) Hasta 1883 podemos distinguir dos etapas: -1871-1878: Etapa de profesor universitario en Basilea; su interés se centra en la cultura griega clásica. En este periodo se refleja la influencia de Schopenhauer. El estudio de la tragedia griega será el punto de partida para analizar los rasgos de la cultura occidental (“lo apolíneo y lo dionisiaco”). -1878-1883: Periodo de crítica al cientifismo, aliado de la metafísica, la moral y la religión (“Aurora”, “La Gaya Ciencia”, “Humano, demasiado humano”, etc.) b) 1883-1888: Periodo marcado por la aparición de su obra “Así habló Zaratustra”, donde formula sus grandes tesis: la trasmutación de los valores, el superhombre, el nihilismo, la voluntad de poder, etc. como propuesta de superación de la filosofía occidental. Publica “Más allá del bien y del mal”, “Genealogía de la moral”, etc. c) Último periodo hasta su muerte en 1900, donde acentúa su crítica a la moral y la religión; publican “El Crepúsculo de los Ídolos, o cómo se filosofa a martillazos”, “El Anticristo” y “Ecce Homo”. El pensamiento nietzscheano no es precisamente sistemático ni está en su intención serlo. Sus ideas van apareciendo diseminadas a lo largo de sus obras, unas veces incluso contradiciéndose entre sí. Esta forma fragmentaria de escribir guarda mucha relación con su forma de ser y de vivir, pues su enfermedad no le permitía permanecer trabajando mucho tiempo y poco a poco fue sumiéndose en un hundimiento mental (su última etapa la pasa en parte ingresado en psiquiátricos). Su obra está escrita en forma de aforismos no siempre fáciles de entender (sentencias cortas y lapidarias), o con un lenguaje críptico, enigmático y provocador. 1 2. LA CRISIS DE LA CULTURA OCCIDENTAL: LO APOLÍNEO Y LO DIONISIACO. En su primera obra “El nacimiento de la tragedia”, Nietzsche investiga el origen corrupto de la cultura occidental a partir del origen de la tragedia griega. Nietzsche consideraba que los antiguos pensadores presocráticos valoraban la vida como algo cambiante y, por este motivo, como algo trágico, inexplicable, pero no cayeron en el pesimismo ni lo rechazaron, y esta aceptación la reflejaron en sus representaciones artísticas. En el nacimiento de la tragedia, en la cultura griega pre-filosófica (anterior a Sócrates), encontramos dos elementos que coexisten: -Lo Apolíneo: Representa la luz, la belleza, el orden, el canon, la medida, la armonía… la Razón. Es la limitación racional de las emociones salvajes. Trataba de esconder la realidad tras un velo estético, creando un mundo ideal en su forma y su belleza, que se expresaba en la perfección de los dioses del Olimpo, en las epopeyas homéricas y en las artes plásticas. -Lo Dionisiaco: Representa el auténtico carácter de la Grecia pre-filosófica, los instintos, lo oscuro, tenebroso e irracional de la vida. El hombre griego no necesitaba del orden ni la armonía para hacer soportable la vida, por lo que lo Dionisiaco encarnaba los verdaderos valores vitales (que para Nietzsche se veía reflejado en la obra de Wagner). La realidad contiene dolor, sufrimiento e imperfección, y la tragedia era capaz de contener la manifestación de la vida en todas sus dimensiones. En la tragedia de la cultura pre-filosófica conviven los dos elementos: lo escénico y figurativo (apolíneo) y el coro y la música (dionisíaco). La cultura griega también mostraba estos dos elementos en equilibrio, pero a partir del origen de la filosofía esta unidad se rompe: en la filosofía socrática y platónica encontramos los orígenes de la cultura occidental. El origen de la cultura occidental: el sometimiento de Dioniso a Apolo. En el origen de la filosofía, lo dionisiaco se somete a lo apolíneo, la vida se somete a la razón. La base de la cultura y la filosofía occidental está degradada, pues ha traicionado la fidelidad a la vida y a la Tierra. Sócrates y Platón fueron los grandes corruptores de la filosofía, pues al introducir la razón como el único camino hacia la virtud rechazan todo lo instintivo. Lo apolíneo (la contención, el orden, la racionalidad) es el ideal de los seres humanos, mientras que lo dionisiaco (los instintos, el cambio, la desmesura) debía ser rechazado. La realidad queda falseada pues se reduce a una sola de sus dimensiones: la verdadera realidad es considerada ideal (las Ideas, las Esencias), perfecta e inmutable. Toda una dimensión de la realidad (el cambio, la imperfección, la irracionalidad…) es rechazada, degradada, ocultada y olvidada durante toda la historia de la filosofía. En la filosofía platónica, el mundo y la vida reales quedan degradados en función de un falso mundo estático y suprasensible, que convierte lo real en mera copia de la auténtica realidad. Parménides inicia esta concepción y Heráclito fue el único que se opuso a esta falsa filosofía. Platón creó el mayor y más peligroso error: existe una realidad en sí, una justicia en sí, un mundo puro y verdadero más allá del mundo sensible de las apariencias y la falsedad. Este error estará presente ya en toda la historia de la filosofía: el ser y el no ser, la realidad y las apariencias, la razón y los sentidos… 2 En su obra “La Genealogía de la moral” utiliza también el análisis de la cultura clásica para comprobar el origen del “error” en la cultura occidental. En este caso, parte del análisis filológico del origen de los términos morales, para descubrir el valor que se ha pretendido imponer con ellos. Por ejemplo, en su origen, en término “bueno” se asimilaba a lo excelente, noble y distinguido, pero la tradición judía y cristiana lo identifican con lo inferior, con los que ayudan a los pobres y desvalidos y se identifican con ellos. El sentido de este término queda pervertido por el resentimiento de unos pocos inferiores hacia los hombres superiores a ellos. A partir del origen de estas palabras rastrea el origen de los prejuicios morales, para cobrar conciencia de cómo surgieron, se desarrollaron y modificaron. Para Nietzsche, en el origen de la cultura occidental está un pensamiento o filosofía que falsea la realidad y una moral que invierte los valores: Platón y el Cristianismo son la causa y el origen de la decadencia de la cultura occidental. LA FILOSOFÍA CRÍTICA 3. CRÍTICA A LA METAFÍSICA. La metafísica tradicional es estática, considera el ser como algo fijo e inmóvil, inmutable, como sustancia o esencia, como lo permanente que subyace a los cambios, mientras que la realidad en constante movimiento es una apariencia, pero no verdadero ser. Esta falsa concepción dualista de la realidad recorre toda la metafísica occidental, desde Platón hasta el idealismo alemán iniciado por Kant. Para Nietzsche, la metafísica tradicional siente horror por el cambio y es incapaz de aceptar la verdadera naturaleza de nuestra realidad: que todo aparece y desaparece, que nada permanece, que la realidad es un caos incomprensible e imposible de atrapar en conceptos estáticos. La teoría de los dos mundos surge del temor, del miedo a la incertidumbre, al azar, la fugacidad de la vida, el cambio, las pasiones incontrolables… todo esto desaparece en el mundo “verdadero”, que es una huida del hombre que desprecia la vida porque la teme. Las categorías metafísicas (sustancia, esencia, existencia, realidad…) proporcionan seguridad, orden, estabilidad… ante el devenir constante del mundo, pero su origen está en el miedo y el recelo ante la vida, en el temor al caos y a la muerte: se invierten un falso ser estable, dividen el mundo y degradan la verdadera realidad a apariencias. ¿Cuál es el origen de esta concepción errónea? Del mismo lenguaje, que pretende fijar y captar la realidad mediante conceptos, cuando tan solo hay un devenir inestable, en constante cambio, y multiplicidad no unificable. Mediante los conceptos, la realidad se hace estática, pero los conceptos no sirven para expresar la verdadera realidad. Los conceptos son ideas fijas, como las ideas platónicas, y pensamos que se corresponden con la realidad, pero esta es un caos que no se puede atrapar en un concepto. Ejemplo: cuando percibo un objeto, está formado por multitud de partículas que percibo unidas, pero su unión es circunstancial, pues desaparecerá dentro de poco. En la realidad, todo aparece y desaparece, por mucho que intente momificar los objetos en conceptos. 3 No existe la sustancia, ni el sujeto, ni los objetos, no existe el ente ni la esencia, solo existe la corriente del devenir, no hay nada permanente, duradero o estable: ni sujetos, ni objetos, ni ser en sí, todo es movimiento y caos irracional. No hay un sujeto que piensa porque nada es idéntico a sí mismo, el sujeto es una máscara sin identidad de fondo, ni hay un objeto o realidad inmóvil que conocer: en la realidad todo es y no es al mismo tiempo, es una cosa y su contraria, no existe nada fijo ni estable. La realidad es esencialmente contradicción y no puede someterse a conceptos fijos, y esto sólo Heráclito lo intuyó. La realidad, tal y como la postula la metafísica, es un invento del lenguaje. 4. CRÍTICA A LA RELIGIÓN. Dios es un concepto ficticio e inútil, no necesario para explicar ni el mundo ni el hombre; no responde a ninguna exigencia intelectual o emotiva de un hombre en plena posesión de sí mismo. Toda necesidad de dios denuncia la situación de un hombre enfermo, y su existencia es fruto de la ignorancia y el resentimiento contra la vida. El hombre no debe ni siquiera pensar en dios, ni desearle: dios ha muerto y no le echamos de menos, pues el vacío que deja tras su muerte abre paso a las energías creadoras del hombre. Es el mayor crítico de la religión de toda la historia de la filosofía. En su obra subraya lo que considera es el acontecimiento más importante de la época actual: la muerte de dios. “Ya empiezan a disiparse las primeras nubes por Europa y al fin el horizonte se presenta libre ante nosotros, a pesar de no ser brillante. Al fin el mar, nuestro mar, se abre. Quizá jamás se haya abierto así un mar”. En otras palabras, el declive de la creencia en dios abre por fin el camino a las energías creadoras del hombre, a su desarrollo total. El dios cristiano, con sus mandatos y prohibiciones, impide el pleno desarrollo de la humanidad, y debe desaparecer. Los ojos del hombre no deben estar más vueltos a un mundo ajeno e ideal, sino a este mundo, el único real. El cristianismo, basado en el platonismo que le precede, se basa en la existencia de un falso mundo ideal y perfecto, que niega la plenitud de la realidad que nos rodea. El concepto de dios es hostil a la vida, es una traición a la vida humana y es la mayor objeción contra la existencia: con dios se declara la guerra a la vida y a la naturaleza. Dios es el nombre de toda calumnia contra este mundo y de toda mentira respecto a un más allá. “Permaneced fieles a la tierra y no creáis a quienes os mientan con esperanzas sobrenaturales; solo son despreciadores de la vida”. La verdadera vida supone la aceptación de todo lo que el hombre es: imperfección, maldad, egoísmo, muerte… y no hay nada más. Una falsa esperanza de perfección, vida eterna o bondad absoluta tan solo es una mentira creada para despreciar la verdadera vida. Es necesario negar a dios en nombre de la vida, rechazar cualquier trascendencia más allá de lo mortal y finito. Es necesario recuperar la finitud, la mortalidad, la imperfección, los instintos, lo corpóreo… afirmar la vida pues es lo único que existe. La fe en dios es un signo de debilidad y de cobardía, de decadencia: el hombre religioso tiene miedo y es incapaz de aceptar la vida tal y como es que se refugia atemorizado en un falso mundo de esperanzas. En la vida está implícito el dolor, la muerte, la desaparición de todo lo que conocemos y queremos, el desorden caótico que no somos capaces de comprender…; el hombre religioso es un cobarde incapaz de aceptar la realidad. 4 Dios no es necesario para la felicidad del ser humano, que surgirá cuando acepte la vida tal y como es y deje de renegar de ella; dios tampoco es necesario para fundamentar nuestro comportamiento ni nuestro sistema de valores (como decía Kant), pues los hombres pueden ocupar el lugar de dios como legisladores y creadores de valores. El cristianismo vuelve a los hombres débiles, sumisos, resignados y tortura su conciencia con culpa y pecado, con el temor a no merecer la salvación, de modo que los incapacita para actuar libremente y viven constantemente con miedo. El ateísmo de Nietzsche es radical, pues considera que dios es un invento de los débiles para someter al hombre; es necesario erradicar la idea de dios de la humanidad y que surja el ateísmo perfecto: el hombre que jamás ha oído hablar de dios, que no lo conoce ni lo necesita; el hombre por fin libre. 5. CRÍTICA AL CONOCIMIENTO Y A LA CIENCIA. La ciencia había tratado de organizar el mundo a través de una serie de explicaciones, llamadas “verdades científicas”, que parecían explicarlo todo. La ciencia había reducido la realidad a matemática, cuantificando todos los fenómenos, midiendo y reduciendo todo a relaciones numéricas. Los científicos, que se creían en posesión de la verdad absoluta, rechazaban cualquier otro tipo de conocimiento: el arte, la literatura, la intuición, no eran consideradas más que imaginaciones sin valor. Y la filosofía (Descartes, Kant…) defendía que este tipo de ciencia era el reflejo del conocimiento perfecto (universal, necesario y cierto). Pero la ciencia, como la metafísica, es un reflejo más del falseamiento de la vida, y es en el arte (en la música, en la tragedia, en la poesía…) donde se encuentra la verdad mejor reflejada que en la ciencia, pues la ciencia no es capaz de conocer lo irracional, que refleja más fielmente lo que es la vida. La ciencia pretende describir la realidad mediante leyes universales, que sean válidas para todos los fenómenos, pero esta pretensión es absurda. El lenguaje metafórico de la poesía, que exige una interpretación creadora y cambiante, es más adecuado para describir la realidad que la ciencia. Para el positivismo (Comte), la ciencia debe atenerse a los hechos, debe describir y cuantificar. Pero Nietzsche considera que no hay hechos y que todo hecho es siempre fruto de la interpretación. Los hechos se dan siempre dentro de una concepción previa del mundo, de una teoría, o de una manera afectiva de relacionarse con el mundo. La verdad depende de la interpretación y no existe una verdad absoluta, un sentido único y fundamental que recoja todas las posibles significaciones del ser. La ciencia se alienta en la pretensión ilusoria de escapar a este perspectivismo y reflejar como un espejo la realidad inestable. Para Nietzsche, la ciencia, la lógica… son útiles para asegurar la supervivencia de la especie humana, pero debemos abandonar la pretensión de que con nuestro conocimiento seamos capaces de describir la realidad. Para alcanzar el conocimiento el hombre posee la razón, y esta elabora conceptos capa comprender la realidad. Estos conceptos falsean la realidad pues no captan su carácter contradictorio y dinámico. 5 La razón es un método poco productivo para conocer la realidad: la realidad es esencialmente contradictoria, y la razón está sometida a principios, como el de no contradicción, que impiden captar estas contradicciones. Son más útiles los instintos o las emociones que la racionalidad; es mejor la poesía o la música que la ciencia. Además, la razón es el resultado de un proceso evolutivo y adaptativo: apareció y desaparecerá, y no merece la pena darle tanta importancia. 6. CRÍTICA A LA MORAL: LA MORAL DE SEÑORES Y LA MORAL DE ESCLAVOS. ¿Qué es la moral? Para Nietzsche, es un saber desde el que se juzga lo que está bien y está mal. Pero, ¿qué es el bien y el mal? El problema de la moral aparece al intentar rastrear el origen de los términos “bien” y “mal” (como vimos al analizar el origen de la cultura occidental en la “Genealogía de la moral”, Nietzsche rastrea el origen de nuestros prejuicios morales a partir del uso de las palabras bueno - malo, Nietzsche es filólogo-. Para poner en entredicho la moral occidental es necesaria una investigación genealógica de las circunstancias históricas y sociales en las que se formó). En el origen histórico de los términos, cuando el ser humano comenzó a vivir en una organización social, llamaba “bueno” al poderoso y “malo” al subordinado y débil. En todas las lenguas, si se rastrea su origen etimológico, “bueno” equivalía a “noble”, “fuerte”… y “malo” a “vulgar”, “cobarde”. En cambio, estos conceptos han llegado a la actualidad con su significado invertido. La perversión de los conceptos “bueno” y “malo”, y el origen de la moral vigente en la cultura occidental, provienen de la tradición judeocristiana, y fue creada por los débiles para defenderse de los hombres superiores, a los que temen. Nietzsche considera que su origen proviene de la oposición entre la moral de señores y la moral de esclavos. -En la moral de señores, priman los valores de los hombres que son superiores al resto: es la moral de una élite, de los héroes y los guerreros. El concepto de bien está relacionado con todo aquello que contribuye a engrandecer la vida, mientras que el mal es lo que la envilece. Para los señores, el binomio «bien-mal» equivale a «noble-despreciable». Desprecian como malo todo aquello que es fruto de la cobardía, el temor, la compasión, todo lo que es débil y disminuye el impulso vital. Aprecian como bueno, en cambio, todo lo superior y altivo, fuerte y dominador. La moral de los señores se basa en la fe en sí mismo, el orgullo propio. -Pero la moral de esclavos es propia de la masa, del rebaño. No hay aspiraciones por encima de la muchedumbre, por eso se defiende la igualdad de todos los hombres y la solidaridad con los débiles. Hay en esta moral instinto de venganza y resentimiento contra los fuertes. Su única fuerza está en la unión de muchos mediocres, que se unen para atacar a los mejores. Para Nietzsche, el origen de la moral de esclavos se inició con Sócrates y Platón (colocando el Bien en sí por encima de los hombres) y se consolida por obra del cristianismo, que se enfrentó al ideal de nobleza de Roma. Esta moral se difunde con el cristianismo y la filosofía, en autores como Kant (Nietzsche lo califica de “cristiano alevoso” por su ética del deber), y culmina en las revoluciones de los siglos XVIII y XIX, donde la masa social mediocre quiere imponerse. 6 La moral de los esclavos nace de los oprimidos y débiles, y comienza por condenar los valores y las cualidades de los poderosos. Una vez denigrado el poderío, el dominio, la gloria de los señores, el esclavo procede a decretar como «buenas» las cualidades de los débiles: la compasión, el servicio —propios del cristianismo—, la paciencia, la humildad. Los esclavos inventan una moral que haga más llevadera su condición de esclavos. Como tienen que obedecer a los señores, los esclavos dicen que la obediencia es buena y que el orgullo es malo. Como los esclavos son débiles promueven valores como la mansedumbre y la misericordia. Critican el egoísmo y la fuerza. Nietzsche sostuvo que la distinción entre el bien y el mal fue originalmente descriptiva, o sea, una referencia amoral a aquéllos que eran privilegiados (los amos), en contraste con los que eran inferiores (los esclavos). El contraste bueno/malvado surge cuando los esclavos se vengan convirtiendo los atributos de la supremacía en vicios. Si los favorecidos (los «buenos») eran poderosos, se decía que los sumisos heredarían la Tierra. El orgullo se volvió pecado. Caridad, humildad y obediencia reemplazaron competencia, orgullo y autonomía. La clave para el triunfo de la moral de esclavo fue su presunción de ser la única verdadera moral y absolutamente objetiva: la existencia de conductas objetivamente buenas en sí o malas en sí. Pero para Nietzsche no existen los fenómenos morales, sino una interpretación moral de los fenómenos. No existen acciones buenas o malas en sí misma sino que son los hombres los que atribuyen valoraciones morales a las acciones. Pero estas valoraciones no son universalmente válidas sino que dependen de quien valore. Es necesario destruir la falsa moral cristiana con pretensiones de universalidad y disolver el sistema de valores vigentes antes de que termine con la capacidad creadora del hombre. El hombre debe ser creador de valores y debe comenzar destruyendo los valores tradicionales. Nietzsche no niega la moral sino su carácter: es necesaria una nueva y verdadera moral basada en valores vitales. LA SUPERACIÓN DE LA CRISIS La filosofía de Nietzsche es evidentemente destructiva, pero también tiene una parte productiva con la que pretende superar la crisis de la cultura occidental mediante nuevos conceptos: el superhombre, el nihilismo, la voluntad de poder… Estos nuevos conceptos aparecen en su obra “Así habló Zaratustra”, obra escrita como parodia de los escritos religiosos. Zaratustra, también llamado Zoroastro, fue una figura legendaria de la antigua Persia, que vivió en torno al siglo VI a. C. y fundó una religión que persistió en la zona hasta que fue conquistada por los árabes. Considera que existen dos principios ontológicos que luchan entre sí, el bien y el mal. Para Nietzsche, fue el primero en advertir que la auténtica rueda que mueve las cosas es la contradicción. Sin embargo, Zaratustra, monoteísta y moralista, es totalmente contrapuesto a la filosofía nietzscheana. El argumento de “así habló Zaratustra” es sencillo: a los 30 años, Zaratustra se retira a la soledad de la montaña, donde aprende sabiduría hasta que decide bajar para trasmitir a todos su revelación: que dios a muerto y la próxima venida del superhombre. 7 7. LA MUERTE DE DIOS Y LA TRANSVALORACIÓN DE TODOS LOS VALORES. Esta frase, utilizada por primera vez por Hegel, es empleada por Nietzsche como metáfora de la decadencia total de los valores morales occidentales, basados en el cristianismo. Con la muerte de dios comienza la hora del nihilismo, la hora de la subversión de todos los valores: la transvaloración. Ya en “La Gaya Ciencia” aparece el tema de la muerte de dios, que representa la negación de todos los valores transmundanos inventados por la religión: otra vida verdadera, la inmortalidad, la bondad absoluta… la gran mentira que convierte a la vida en mera sombra. Matar a dios es destruir el falso mundo ideal inventado por la religión. También destruimos la moral que la sustenta: en primer lugar, una moral basada en el sometimiento de los impulsos del hombre, temeroso de dios y de cometer un pecado que le aleje de la vida perfecta que la religión le ha prometido. En segundo lugar, una moral que pervierte los valores y convierte a los débiles en amos del mundo. Toda la filosofía ha recurrido a la idea de dios como fundamento de sus aspiraciones: un conocimiento verdadero, una verdadera realidad, unos valores universales… La muerte de dios implica el fin de todas estas mentiras. Pero la muerte de dios, condición para la aparición del superhombre, trae consigo al “ultimo hombre”, el más despreciable y verdadero: el que se contenta con el mero pragmatismo, cientificismo o tecnocracia, el que ha sustituido a dios por la comodidad. Es la culminación de la decadencia occidental. El último hombre no cree en nada, ha consumido toda la potencia creadora, es incapaz de plantear verdaderos valores vitales. El último hombre ha matado a dios porque le observaba, y no quiere testigos: dios lo asfixiaba con su piedad, pero el último hombre no quiere piedad sino la fuerza y el poder. Carece de valores y no soporta la imposición divina: es el gran destructor. Dios ha muerto, el mundo suprasensible se acabó, el hombre es mortal, la única realidad es la que vemos y percibimos por los sentidos. Pero en el lugar de dios, no colocamos al hombre: la muerte de dios supone la muerte del hombre. El superhombre necesita la muerte de toda verdad y valor previo: la negación absoluta. La destrucción de todos los valores (nihilismo negativo) es la condición para que desaparezca la decadente cultura occidental, pues la creación de nuevos vos valores requiere un nuevo principio. Pero la verdadera superación llegará con el superhombre (nihilismo positivo), pues es capaz de crear nuevos valores de la nada. 8. EL NIHILISMO. Nietzsche es el más claro exponente de esta doctrina, que considera que no hay ningún valor trascendente en la vida del hombre, ni sentido, ni más allá: Nihilismo es la ausencia de valores y la necesidad de establecer unos nuevos. El reconocimiento pleno de la ausencia de sentido es la condición para que pueda surgir un verdadero sentido. En Nietzsche, la destrucción de todos los valores de la cultura occidental es la condición necesaria para que pueda surgir el superhombre, el que asume la vida plenamente y no precisa de los falsos valores de la metafísica ni del cristianismo. Por este motivo, el superhombre realizará la transvaloración, la inversión del sentido de los actuales valores de modo que resulten otros nuevos y verdaderos. 8 Podemos distinguir dos fases en el nihilismo: a) Nihilismo negativo: Designa el largo proceso de decadencia de la cultura occidental, fruto del sometimiento de la vida por el platonismo y el cristianismo. El último hombre será el destructor de estos valores, pero no es capaz de sustituirlos por otros verdaderos, por eso su nihilismo, puramente destructor, es negativo. La muerte de dios significa que todos los valores del mundo occidental se desmoronan, al ser falsos y enemigos de la vida, y aparece la vida tal cual, finita, mortal e irracional. El nihilismo es la pérdida de la fe y del sentido de la vida y la existencia, es el gran desprecio que precede a toda voluntad de vida: destruye a dios y al hombre. El nihilismo dice no, afirma que el no ser es mejor que el ser, que la voluntad de nada está por encima de la voluntad de vida. “Yo amo a los grandes despreciadores pues ellos son los grandes veneradores y flechas del anhelo hacia la otra orilla” Son ellos los que se sacrifican para que llegue alguna vez el superhombre: es el último hombre, el más despreciable de los hombres, el gran destructor. b) Nihilismo positivo: En la negación absoluta está el camino hacia la afirmación de la vida. El nihilismo también es el estado de los espíritus fuertes que niega activamente los falsos valores y prepara el camino para el advenimiento del superhombre. El nihilismo positivo es una actitud activa y positiva, que se propone destruir de raíz la cultura occidental pues es necesario para la aparición de los nuevos valores. El nihilismo positivo inaugura el proceso de transvaloración, el cambio de sentido de los valores, la inversión del proceso que se inició en la antigüedad y que devolverá el verdadero sentido a nuestra moral, religión, ciencia y filosofía. 9. EL ÚLTIMO HOMBRE Y EL SUPERHOMBRE. El hombre es algo que debe ser superado. La libertad creadora, la afirmación de la vida, una nueva forma de sentir y valorar, no le corresponden al hombre sino al superhombre. Las tres transformaciones del espíritu: “Tres transformaciones del espíritu os menciono: cómo el espíritu se convierte en camello, el camello en león y el león, por fin, en niño. Hay muchas cosas pesadas para el espíritu, para el espíritu fuerte, de carga, en el que habita la veneración: su formaleza demanda las cosas más pesadas de todas. ¿Qué es pesado?, pregunta el espíritu de carga, y se arrodilla, igual que un camello, y quiere que lo carguen bien. ¿Acaso no es humillarse para hacer daño a la propia soberbia? ... ¿Acaso no es amar a quienes nos desprecian y tender la mano al fantasma cuando quiere causarnos miedo? Con todas estas cosas, las más pesadas de todas, carga el espíritu de carga: semejante al camello que corre al desierto con su carga, así corre él a su desierto. Pero en lo más solitario del desierto tiene lugar la segunda transformación: en león se transforma, que quiere conquistar su libertad como se conquista una presa y ser señor de su propio desierto. Aquí busca a su último señor, quiere convertirse en enemigo de él y de su último dios, con el gran dragó quiere pelear para conseguir la victoria. ¿Quién es el gran dragón, al que el espíritu no quiere seguir llamando señor ni dios? “Tú debes” se llama el gran dragón. Pero el espíritu del león dice “Yo quiero”. “Tú debes” le cierra el paso, brilla como el oro, es un animal escamoso, y en casa una de sus escamas brilla áureamente “¡Tú debes!”. Valores milenarios brillan en esas escamas, y el más poderoso de todos los dragones habla así: “todos los valores de las cosas 9 brillan en mí... no debe seguir habiendo ningún “yo quiero”. Hermanos míos, ¿para qué se precisa que haya el león en el espíritu? ¿Por qué no basta la bestia de carga, que renuncia a todo y es respetuosa? Pero crear valores nuevos, tampoco el león es capaz aún de hacerlo... Crearse libertad y no un santo incluso frente al deber: para ello, hermanos míos, es preciso el león. (…) Pero decidme, hermanos míos, ¿qué es capaz de hacer el niño que ni siquiera el león ha podido hacer? Inocencia es el niño, y olvido, un nuevo comienzo, un juego, una rueda que se mueve por sí misma, un primer movimiento, un decir sí… El espíritu quiere ahora su voluntad, el retirado del mundo conquista ahora su mundo.” Para Nietzsche, el hombre debe pasar por estas transformaciones: de un camello que soporta estoicamente la moral y las prohibiciones a un león destructor de la cultura occidental, para ser al final como un niño, capaz de darse a sí mismo los valores, creándolos como en un juego. El último hombre, el que ha matado a dios, es el león. “Yo amo a los grandes despreciadores, pero el hombre es algo que debe ser superado”. La muerte de dios debe suponer también la muerte del hombre. “No existen hombres superiores, todos somos iguales, el hombre no es más que un hombre –dice la plebe en el mercado-. Ante Dios todos somos iguales. ¡Ante Dios! Más ahora, ese Dios ha muerto.” (…) Ahora adelante, vosotros, hombres superiores! Ahora es cuando gira la montaña del futuro humano. Dios ha muerto: ahora nosotros queremos que viva el superhombre.” Superhombre o ultra-hombre (Übermensch) es el término que Nietzsche emplea para referirse a la superación del hombre. El superhombre es capaz de superar y transvalorar, crear nuevos valores y recuperar el sentido verdadero de la vida. El hombre es un intermedio entre la bestia y el superhombre (influencia evolucionismo). El superhombre está tan solo anunciado, aún no existe, aunque empieza la etapa del último hombre: la destrucción de la cultura occidental, que Nietzsche encarna con su filosofía del “martillo”: la crítica aniquiladora es el amargo camino hacia el futuro. El superhombre es la meta hacia dónde camina la historia de la humanidad, de la que el hombre solo es un eslabón intermedio entre los animales y el superhombre que está por llegar. El nazismo pretendió interpretar este concepto para justificar su ensalzamiento de la raza aria como ese hombre superior al que Nietzsche se refería, pero el superhombre no es una raza concreta (Nietzsche las critica a todas por igual). El superhombre es una nueva forma de sentir y valorar que se guía por la voluntad de poder: dice sí a la vida y crea sus propios valores. 10. LA VOLUNTAD DE PODER. Se trata de un concepto que aparece desde los primeros escritos de Nietzsche, pero que nunca llegó a precisar completamente, razón por la que se ha interpretado con diferentes sentidos. Tras la negación de Dios, Nietzsche buscaba un principio que fuera capaz de explicar la realidad y la vida: la voluntad de poder, inmanente al mundo, nos permite comprenderlo. La voluntad de poder es capaz de explicar, a partir de los instintos, de lo primitivo e irracional, el constante cambio y caos presente en la realidad. 10 La vida es voluntad de poder y gracias a ella el hombre se desarrolla y se supera: es la capacidad de crear nuevos valores y dar un nuevo sentido a la vida. Conlleva querer y poder: la voluntad que quiere se adueña del poder. Es voluntad de crear, de superarse, de ser más. Voluntad de poder se refiere a todo lo que existe y lucha por ser más, es la fuerza que reside en la vida y la impulsa a avanzar. Con este término, Nietzsche pretende explicar el carácter en constante movimiento de la realidad, por lo que la voluntad de poder es una categoría ontológica: la realidad es constante cambio y movimiento porque nunca se conforma, porque siempre avanza y quiere más, pues posee una fuerza interna que la impulsa, la vida no se para porque siempre quiere más. El superhombre ha entendido esta fuerza y la ha hecho suya: quiere el poder y superarse. La voluntad de poder ataca a todos los que predican la igualdad y pretenden vengarse así de las fuerzas creadoras del superhombre: la búsqueda de igualdad es símbolo de decadencia, pero los individuos que destacan por su grandeza están armados de voluntad de poder. La voluntad de poder es aceptar la vida tal y como es, con toda su carga trágica, como riesgo y como apuesta, como “un juego de dados con la muerte”. Nietzsche diferenció entre la voluntad de existir, propuesta por Schopenhauer (la “voluntad” es el concepto fundamental de la filosofía de este autor) y la voluntad de poder. La voluntad de existir es mero instinto de conservación, una fuerza inferior que se conforma con mantenerse en la existencia. La voluntad de poder es un impulso para superar todo obstáculo y para afirmar una vida en la que desea expandirse y satisfacer todos sus deseos. La voluntad de poder debe ser creadora, afán de superación mediante la creación de la vida y los propios valores, por eso, es el rasgo propio del superhombre. Para Nietzsche, la voluntad no es libre, sino fuerte o débil. El concepto de libertad debe ser evitado porque es propio de los esclavos y de sus reivindicaciones. La voluntad de poder no reivindica la libertad, obtiene la libertad, la toma porque es suya, al igual que toma la vida, y rechaza todo lo que se interpone, el pecado, la culpa o la compasión. 11. EL ETERNO RETORNO. Quizás este sea el concepto más complejo de la filosofía nietzscheana. La idea de eterno retorno está presente en el pensamiento griego y su concepción cíclica del tiempo: la cultura griega no concibe el tiempo de forma lineal, con un principio y un final, como ocurre con la cultura judeocristiana, sino un mundo que ha existido siempre y en el que todo se repite una y otra vez en un ciclo sin principio ni final. Pero para Nietzsche, eterno retorno no significa aceptar sin más que las cosas ocurran una y otra vez, sino desear que vuelvan a ocurrir una y otra vez. El eterno retorno es el mayor compromiso con la vida y con la tierra: quiero esta vida de tal forma que quiero que sea por siempre, que exista por siempre, y aceptar todo lo que esto implica, aunque sea volver a morir y a sufrir, pues aceptar la vida es aceptar la felicidad y el horror del sufrimiento. El hombre que acepta la vida quiere vivirla por siempre, que vuelva y se repita por toda la eternidad, que mi realidad terrenal sea la única verdad ahora y siempre. Quien renuncia a lo trascendente da un sí a la vida terrenal y no la vive como una pesada carga ni como un simple tránsito degradado, sino como la totalidad, tan completa y absoluta que abarca toda la realidad: el eterno retorno supone que lo terrenal ocupa todos los ámbitos posibles de la realidad. El eterno retorno es un sí a la vida y a la tierra. 11