LA SOCIEDAD ROMANA

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LA SOCIEDAD ROMANA
(Latín I, Anaya)
1. Introducción
La nota distintiva de la sociedad romana era la desigualdad.
En los comienzos, la sociedad romana se dividía entre hombres libres y no libres. A su vez, los
primeros se escindían en patricios y plebeyos. Dentro de los no libres se encontraban los esclavos y los
libertos.
Más tarde, en épocas republicana e imperial, la sociedad romana se escindió en dos bloques:
los no ciudadanos (libertos y esclavos) y los ciudadanos (patricios, plebeyos, ...).
Los ciudadanos (cives) eran los habitantes con derecho de ciudadanía. Se consideraba ciudadano a todo
hombre libre –patricio o plebeyo– nacido de un padre en posesión del derecho de ciudadanía. A partir
del año 149 aC, se consideró ciudadano a todo hombre libre que vivía en Italia. Ahora bien, se distinguía
entre ciudadano de Roma, que gozaba sin restricción de todos sus derechos, y el ciudadano de Italia, no
de Roma, que tenía ciertas limitaciones en sus derechos.
2. Derechos y deberes del ciudadano romano
El ciudadano tenía dos tipos de derechos: políticos y civiles, y también, unos deberes.
Los derechos políticos eran cuatro: ius sufragii, o derecho al voto; ius honorum, o derecho a
presentarse a las elecciones y ser elegido para desempeñar cargos públicos; ius sacrorum, o derecho a
participar en el sacerdocio, y, por último, el ius provocationis, o derecho de apelar, ante la asamblea del
pueblo, contra una sentencia dictada por un magistrado.
Los derechos civiles eran tres: ius commercii o derecho a la propiedad privada, ius connubii o
derecho a contraer matrimonio y ius legis actionis o derecho a entablar un proceso judicial.
Los deberes eran tres: presentarse al censo, prestar el servicio militar y cotizar a las arcas del
estado.
3. La situación de los no ciudadanos
La situación de esclavos y libertos varió muy poco en el tiempo.
El esclavo no era considerado como una persona. Un individuo podía llegar a la esclavitud por
tres vías: por nacimiento, cuando provenía de una familia de esclavos; por una guerra, si, de los
vencidos, era vendido en calidad de esclavo; o por una sentencia judicial, si un ciudadano había
cometido un delito muy grave.
El trato que recibía el esclavo variaba en función del carácter de su amo; era frecuente que este
le permitiera ahorrar una cantidad de dinero (peculium) con la que poder comprar su libertad. La
obtención de esa libertad se conocía como manumisión (manumissio), y el esclavo que había llegado a
conseguirla se llamaba liberto.
Un esclavo podía adquirir la condición de liberto por diferentes procedimientos: mediante la
volutad del amo: en vida o en el testamento de este; a menudo la compraba el propio esclavo; mediante
inscripción en el censo; o por medio de una sentencia judicial, que podía determinar, en algunas
ocasiones, la libertad del esclavo. Pero el esclavo no quedaba totalmente libre al obtener su nueva
condición de liberto, sino que mantenía unos lazos de dependencia con su antiguo amo. Y no obstante,
alcanzar la libertad no significaba obtener el derecho de ciudadanía.
4. Los ciudadanos romanos
A partir de la República, dentro del grupo de los ciudadanos se distinguían tres distintos grupos sociales:
los caballeros (equites), los nobles (nobiles) y los clientes (clientes).
Los equites, en sus orígenes, podían costearse un caballo sobre el que prestaban su servicio
militar. Pronto fueron reemplazados por otros ciudadanos para esta tarea y, entonces, pasaron a ser
una especie de burguesía de gente acaudalada, que dedicaba su tiempo al comercio y a los negocios.
El grupo de los nobles (nobilitas) estaba integrado por aristócratras, que se dedicaban más a las
actividades políticas que a las operaciones financieras o comerciales. Estos estuvieron enfrentados con
los equites a partir del siglo II aC: este pulso acabaría por decantarse en favor de los equites.
Tanto equites como nobililitas aparecían rodeados de uin amplio número de clientes. Al
principio los clientes eran extranjeros sin oficio ni beneficio que llegaron a Roma y se vincularon a un
patronus, generalmente un patricio que los protegía y al que ellos profesaban sumisión. Después,
cuando muchos ciudadanos perdieron todas sus pertenencias por las guerras y las deudas, pasaron a ser
clientes de la clase dirigente, a la que debían obediencia. Este vínculo se plasmaba en rituales y
ceremonias; la salutatio matutina, una especie de presentación por la mañana temprano ante el patrón
para darle los buenos días y preparar el programa del día, era la más representativa de esas ceremonias.
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