equilibrios y desequilibrios territoriales, el perfil de las disparidades

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I Congreso de Ciencia Regional de Andalucía: Andalucía en el umbral del siglo XXI
PONENCIA
EQUILIBRIOS Y DESEQUILIBRIOS TERRITORIALES, EL PERFIL DE
LAS DISPARIDADES TERRITORIALES.
Juan A. Márquez Domínguez
Universidad de Huelva
"Está ampliamente admitido que las diferencias de infraestructuras y capital humano contribuyen
considerablemente a la existencia de diversos grados de competitividad regional. Las regiones
comunitarias más prósperas y con una economía más desarrollada cuentan en general con mejores
infraestructuras y un capital humano más abundante que las regiones retrasadas, que normalmente
presentan grandes deficiencias... En una Comunidad que avanza gradualmente hacia una mayor unión,
resulta cada vez menos aceptable la existencia de diferencias tan grandes. Así lo reconoce el Tratado de
Maastricht, que incluye entre sus objetivos centrales el fomento de un desarrollo armonioso y
equilibrado y el impulso de la cohesión económica y social" (Comisión, 1994; 65)
1.En torno a las Comunidades y el Estado
El estado de las autonomías puede ser valorado desde diferentes puntos de vista, el que aquí abordamos
hace referencia a las disparidades existentes entre las Comunidades Autónomas desde un punto de vista
territorial. Y no es un ejercicio baldío porque, a través de ellas, se pueden establecer diagnósticos que
ayuden a comprender la proyección futura de las Comunidades espa olas. Ante el mundo que llega, con
el cambio de una sociedad fordista a flexible, es oportuno preguntarse si los contenidos de las escalas de
legitimación territorial en las autonomías es la adecuada para hacer frente a los retos y desafíos del siglo
XXI.
Es más, quizás este camino pueda llevar por otros derroteros que se planteen el hecho, como lo hacía
Francisco Tomás y Valiente, sobre la igualdad de las autonomías: "El Estado y las Comunidades no son,
pues, diciocho organizaciones situadas a un mismo nivel, en el que cada una de las diecisite comunidades
disputan con el estado sus respectivos poderes, arrancando de éstas lo que aquel se resiste a ceder"
(1992; 34). La proliferación de conflictos entre el Estado y las CCAA vela el papel de la organización
como un sistema coherente y un modelo de distribución territorial del poder, porque el desarrollo de las
mismas se centró esencialmente en "el debate sobre las competencias respectivas del Estado o de las
CCAA y nada, o casi nada, en el nuevo modelo de Estado que permite la Constitución. Tanto los éxitos
como los fracasos del Estado central se han cifrado en la legislación sobre competencias de las CCAA y
en la realización de los traspasos de servicios. Y también los éxitos y fracasos de las CCAA se han
medido por la posibilidad de arrancar una nueva competencia al Estado que, a su vez, ha planteado cada
reconocimiento competencial como una batalla de la supervivencia..." (Aja, E. 1992;58)
La coyuntura de las últimas elecciones ha originado que el estado de las autonomías esté en el centro del
debate político (Aizpeolea, 1997), sobre todo por actuación de los hombres del nuevo gobierno que
fueron más lejos que anteriores. Se propone renovar el modelo con la profundización autonómica y en la
corresponsabilidad fiscal, con la cesión de un tramo a negociar de la recaudación del IRPF y de cierta
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capacidad normativa. Sin embargo los avances son lentos porque la Ley Orgánica de Financiación de las
Comunidades Autónomas no cuenta, hasta ahora, con el visto bueno de Andalucía, Castilla-La Mancha y
Extremadura
El dise o autonómico del gobierno actual ha estimulado un avance y reactivación de las comunidades con
menores competencias, que se relaciona con una reflexión sobre las relaciones y el papel del Estado con
respecto a las Autonomías. Efectivamente, Jürgen Habermas recuerda que el Estado tiene funciones de
acumulación y legitimación (Boisier, 1990; 26) y en este sentido, dependiendo de la etapa de desarrollo,
los procesos de acumulación del capital puede llevar al Estado a diferentes formas en el sistema social,
económico y territorial. Así por ejemplo, el Estado tiene una fuerte presencia durante la industrialización
primaria y pierde peso en el momento actual porque, para garantizar la acumulación "debe desprenderse
de una serie de tareas, dando paso a un Estado cuantita y cualitativamente diferente que requiere
autolegitimarse en su nueva forma, lo que hace a través de la descentralización" (Biosier, 1990, 26).
Por ello, el Estado de las autonomías no responde a un hecho del azar, sino a los cambios en los procesos
de acumulación del capital. Las Comunidades Autónomas se fundamentan y afianzan en un discurso que
tiene como paradigma y meta el desarrollo regional al servicio del hombre en cuatro niveles escalares:
-El global, en la que difícilmente puede intervenir el individuo.
-El nacional, en la que los ciudadanos pueden influir indirectamente a través de mecanismos políticos
electorales.
-El regional, escala intermedia entre lo macro y lo micro, donde los individuos tienen amplias
posibilidades de intervención, pero aparece ciertamente complejo por su bajo grado de cerramiento.
-El local, ámbito adecuado para el desarrollo del hombre, pero insuficiente para solucionar cuestiones de
índole colectiva, con eficiencia escalar.
En este contexto, el estado de las autonomías espa ola se encuentra en la etapa donde las regiones están
pasando, frente al Estado de ser objetos a sujetos y en torno a ellas se crean tensiones que se habran de
resolver en los próximos a os.
Ahora bien, las Comunidades Autónomas presentan situaciones diversas y dispares y podrán crecer en
ser más sujetos, en la medida en que su desarrollo endógeno sea viable, con dimensiones sociales,
culturales territoriales y económicas que la hagan eficientes. De lo contrario deberán requerir
constatemente la presencia de un Estado benefactor o de la solidaridad de otras Comunidades, no
siempre dispuestas a hacerlo. En este sentido, si se plantea los mismos techos competenciales para todas
las CCAA, podría ser muy interesante trazar la frontera entre las CCAA viables o de viabilidad difícil,
atendiendo a las masas críticas que requieren ciertos indicadores económicos y sociales para ser
competitivas y rentables. Lógicamente, los actuales desequilibrios son resultado de una geometría
variable, de un pasado y un territorio diverso que, a priori, no debe confundirse como desigual, sino
como diferente y con potencialidades para llegar a la convergencia.
Por tanto, puede considerarse la vía de iguales competencias como un objetivo vano, sino se tiene en
cuenta la singularidad regional y las posibilidades internas de cada Comunidad, porque no están
trazados los caminos para alcanzar el desarrollo, aunque sí la meta, que no es otra cosa que ofrecer
las mismas oportunidades y niveles de vida a todos los ciudadanos, independientemente de la
Comunidad en que se viva.
Indudablemente, los modelos de organización territorial de Lösch, Chirstaller, Haggett... suponen sólo
propuestas teóricas para escenarios de equilibrio territorial que distan mucho de la realidad geográfica
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cambiante y diferente. Más acertados, con todas las críticas que se quieran, los trabajos de Myrdal, con la
causación acumulativa, Bodeville y Perroux con los Polos de Desarrollo, etc. desvelan un espacio
desigual que ofrece distintas oportunidades y por tanto, diferentes equilibrios y diferencias con respecto a
otros espacios. La misma dinámica social, tras los recientes períodos de recesión económica y los
avances tecnológicos, ha encontrado caminos inusitados en la industrialización difusa y desarrollo local,
que rompen todos los esquemas de "la planificación" y hacen muy peligroso las generalizaciones. En este
sentido, equilibrio y desequilibrios pueden ser términos polívocos, si no se parte de conceptos comunes
que hagan comprensible el discurso. En principio el equilibrio o desequilibrio son las caras de una misma
moneda y pueden entenderse como estado óptimo o perverso de indicadores con respecto a unos
valores medios que, generalmente, coinciden con los nacionales o comunitarios.
Existen numerosos indicadores de equilibrio-desequilibrio para aproximarnos a la realidad territorial del
estado de las CCAA. Entre ellos vienen siendo usuales, la extensión superficical, la población, la
distribución de la población activa, la estructura por edades, la población marginada del mercado laboral,
la dinámica demográfica y la renta per capita. Sin embargo, estos indicadores, dado las diferentes
dimensiones de las CCAA, deben ser relativizados, porque lo que se busca con estos análisis es ver el
grado de convergencia de los mismos como situación óptima e hipotética del equilibrio
interautonómico, aunque queden velados numerosos desequilibrios intraautonómicos.
De todas formas, como quedó bastante claro en el IV Informe sobre el Desarrollo de las Regiones
Europeas, el desarrollo y la convergencia no se plantea como una meta a corto plazo, ni siquiera en
coyunturas económicas sociales alcista pués una región con un PIB per cápita igual al 70% de la media
comunitaria necesita, para ganar el 20% y alcanzar el 90% de la media comunitaria (Comisión, 1991;
41):
-Superar el índice medio de crecimiento de la Comunidad expresado en PIB per capita en el 1,25% anual
por espacio de 20 a os.
-O superar el índice medio de crecimiento de la Comunidad, expresado en PIB per capita en el 1,75%
anual por espacio de 15 a os.
Teniendo en cuenta estas puntualizaciones, en esta ponencia se plantea un discurso que pasa por analizar
ciertos indicadores estratégicos que ayuden a comprender mejor las disparidades territoriales.
2.Los hombres y el sustento
Las tendencias relativas de la producción a nivel regional tienden a reducirse, aunque las diparidades
persistan y el desfase de las CCAA más ricas y más pobres sigue siendo considerable.
En numerosas ocasiones la población y el espacio se convierten en indicadores pivotes, alrededor de los
cuales giran las evaluaciones de equilibrios o desequilibrios territoriales. Efectivamente, en modelos
hipotéticos, cada hombre debe generar la misma producción, siendo la cantidad de individuos que
habitan una región los responsables de su riqueza. Sin embargo, la realidad desmiente continuamente
esta afirmación, porque los hombres en unos sitios producen más y son más competitivos que en otros.
Las razones de esta desigualdad son muy complejas, pero podrían resumirse en la cualificación de los
recursos humanos, el grado de desarrollo de las infraestructuras económicas y sociales, las
posibilidades que ofrece el medio natural, la acumulación histórica de capitales, la capacidad
tecnológica y el dinamismo de las organizaciones sociales.
Lo cierto es que comparando cuanto supone, de forma relativa, la población, el territorio y la
producción de cada CCAA con respecto a Espa a, se detectan fuertes desequibrios territoriales. Estas
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desigualdades, marginando el territorio y toda suerte de determinismos, presentan una distribución
perversa de la riqueza. Por ejemplo, Catalu a con el 6,3% del territorio sustenta el 15,4% de la
población espa ola y el 19,2% de la producción nacional y Madrid con el 1,58% del territorio posee el
12,8% de la población y el 16,3% de la riqueza. Frente a estas comunidades ricas, existen otras pobres,
que necesitan un gran esfuerzo para alcanzar niveles de riqueza medios, así Andalucía sobre el 17,3% del
territorio tiene al 18,1% de la población y sólo el 12,6% de la producción nacional y Extremadura sólo
alcanza para el 8,2% del territorio nacional, el 2,7 de la población y 1,8% de la producción...
El Producto Interior Bruto por habitante suele ser un buen estimador del consumo y/o ahorro que puede
practicar cada ciudadano medio en su comunidad. Este análisis vuelve a plantear, lógicamente, grandes
diferencias que son casi estructurales porque son precisamente las comunidades con mayor PIB por
habitante, las que más lo incrementan, generándose desequilibrios que colocan en una situación de
ventaja a los pobladores de Baleares, Catalu a, Comunidad Valencia, Madrid, Navarra, Pais Vasco y
Rioja, con rentas superiores a las del resto de las comunidades. La diferencia del PIB por habitante entre
las comunidades más opulentas y las más pobres superan el millón de pesetas.
Consecuentemente, unas comunidades son más ricas que otras y sus ciudadanos no tienen las mismas
oportunidades para acceder al mercado de consumo, de la formación y de la tecnología. Como se
decía, estas grandes desigualdades, que se traducen en desequilibrios territoriales, se deben a diferencias
del tejido social y productivo, algunas de las cuales, las más interesantes, se analizarán a continuación.
3.Causas de las disparidades
Sería prolijo enumerar todos los factores que intervienen en los desequilibrios territoriales porque, una
vez superado el paradigma determinista, en las sociedades evolucionadas, las infraestructuras
productivas, económicas y sociales, junto con la labor emprendedora de sus recursos humanos, la
organización social, las posibilidades financieras, la capacidad de procesar y utilizar la información y el
patrimonio natural y social (Márquez, J.A, 1977) se convierten en los pilares básicos sobre los que
apoyar discursos que expliquen las causas de los citados desequilibrios.
Es abundante la literatura que ha analizado los fundamentos del desarrollo regional (Cutanda,A. 1992;
Comision 1991, 1994) atendiendo a las infraestructuras económicas. Estas han sido abordadas a través
de estudios de redes de transportes, comunicaciones, energía... mientras que los equipamientos sociales
han hecho referencia a la educación, salud, centros culturales etc.
En esta ponencia se ha considerado relevante analizar como causas de las disparidades
infraestructuras económicas y la estructura de fuerza de trabajo.
las
3.1.Infraestructuras económicas
Las infraestructuras conectan y articulan interna y externamente un tejido productivo definido por
polígonos industriales, mercado de trabajo, areas productoras y de consumo... Para perfilar las
infraestructuras económicas de las CCAA se han elaborado indicadores claves para conocer las
diferentes dotaciones, a partir de la red de carreteras públicas y las líneas de servicios telefónicos
La red de carreteras públicas constituye un excelente varemo porque "en general se reconoce que un
buen sistema de transporte es un requisito previo del desarrollo económico nacional o regional... El
transporte por carretera representa la mayor parte del transporte comunitario de pasajeros y mercancías...
La amplitud y calidad de las infraestructuras viarias existente en un momento concreto son el resultado
de un esfuerzo inversosr acumulativo realizado durante un período largo" (Comisión, 1994; 67-69).
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Para conocer el grado de articulación territorial se ha caudido a la relación Km lineales/100 km2.
Efectivamente a partir de él se aprecia las desigualdades existentes entre las comunidades más dotadas,
Pais Vasco y las menos como Aragón y Andalucía. Acompa a a esta evaluación la densidad de habitantes
por Km2, de cuya relación es posible deducir el grado de utilización de las citada infraestructura.
Lógicamente, las altas densidades demográficas de Madrid, Catalu a, Valencia o el País Vasco,
presuponen un uso más frecuente y amortizaciones rápidas de las infraestructuras viarias.
De otra parte, los servicios telefónicos vienen siendo un indicador frecuentado para observar las
potencialidades de cohesión interregional o intrarregional. En este momento nos interesa evaluar la
primera, observándose nuevamente una distribución que favorece a las comunidades de Madrid, País
Vasco, Baleares, Catalu a, Comunidad Valenciana. Sin embargo, tanto las carreteras como las líneas
telefónicas no presentan una distribución perversa, porque las dotaciones mayores deben ser umbrales y
metas a los que dirigirse las CCAA peor situadas.
3.2 Estructura de la fuerza de trabajo
La distribución de la población en relación a la actividad y los sectores económicos constituye un buen
indicador de la vitalidad social y territorial. En este sentido, la modificación de la estructura de la fuerza
de trabajo, en busca de situaciones consideradas más optimas, tiene una larga trayectoria de reflexiones y
planteamientos teóricos. Así, los trabajos de Chenery y otros (Todaro, 1988) propusieron para el
progreso del mundo subdesarrollado el trasvase de la fuerza de trabajo a grícola al sector industrial y
servicios, al mismo tiempo que se combatía la lacra del paro, en un intento de aprovechar recursos
ociosos y evitar que el desempleo fuese en ascenso.
Así pues se podría asimilar las situaciones de altas tasa de paro y elevada población ocupada en el sector
agrícola como una rémora para el desarrollo y objetivos de políticas estratégicas para el avance social y
económico.
En el anexo gráfico se observa la estructura del mercado laboral en relación a la actividad y la
distribución de la población ocupada en los sectores primarios, industrial, construcción y servicios.
Dentro del mercado laboral es necesario resaltar la elevada proporción, de forma relativa y absoluta de
parados andaluces, frente a catalanes, cuyos activos y ocupados superan el segmento de población que
les corresponde de forma teórica.
En cuanto a la estructura de la población ocupada, se da una estrecha relación entre el grado de
desarrollo, o al menos de P.I.B por habitante, y la población ocupada en el sector industrial, que se
convierte en el parámetro y símbolo de la competitividad., ya que en el sector terciario no hay grandes
diferencias entre el porcentajes de población de las CCAA y la fuerza de trabajo ocupada en los servicios, como ocurre en el caso de Catalu a, Comunidad Valenciana y País Vasco. En el extemo opuesto,
Andalucía, Castilla-León y Galicia presentan un exceso de población ocupada en el sector agrario. Ello
permite confirmar la hipótesis de que las altas tasa de población ocupada en la agricultura genera
menores niveles de desarrollo. En esta línea de reflexión, uno de los retos que tienen planteado las
CCAA, entre ellas Andalucía, es una reestructuración productiva que de forma clara e imaginativa
permita trasvasar población agrícola a otros sectores, sin originar traumas innecesarios en la
productividad y sociedad primaria.
4.Los agentes del desarrollo
Se entiende por agentes del desarrollo aquellas personas, entidades, instituciones... que pueden dinamizar
una sociedad para impulsarla hasta mayores grados de bienestar. Por lógica y en sentido estricto, todo el
tejido social puede ser agente de desarrollo: universidades, sindicatos, administración pública etc. Sin
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embargo, ciertos individuos e instituciones tienen mayor reponsabilidad. Así, en los últimos a os está
cobrando importancia el papel del empresario innovador y la investigación, especialmente en el ámbito
local y en el desarrollo endógeno, que se está erigiendo como nueva escala para las políticas de
desarrollo (Márquez, J.A., 1997).
4.1.Empresarios y empresas
La figura del empresario está sufriendo una metamorfosis y, en vez de patrón, jefe o detractor de
plusvalías se le ve como un dinamizador de las sociedad, un creador muy vinculado al mundo del
trabajo. El empresario y la empresa están cobrando una importancia social creciente pues se identifica
como empleador y motor del tejido productivo (Carrasco, M. 1996).
Entre la empresas destacan las peque as y medianas, Pymes, porque se le reconocen la capacidad de crear
empleo y riqueza. En la Unión Europea representan el 99,8% de las empresas, el 66% del empleo y el
65% del volumen de negocio empresarial, siendo las únicas que en los últimos a os están creando empleo
(Comisión, 1966).
Para conocer la panorámica de las empresas frente a los desequilibrios territoriales se ha procedido a
elaborar y/o comparar las siguientes variables:
-Número de empresas en las CCAA
-Número de empresas por 100 habitantes
-Porcentaje de empresas activas sobre el total Nacional, según sectores económicos.
En cuanto a la densidad de empresas por CCAA destacan Catalu a, Navarra y Rioja con valores que
superan los 6 empresarios por 100 habitantes, frente a Andalucía y Extremadura que no llegan a 5. Esta
situación define el superavit o carencia de empresarios y, por tanto favorece o merma la capacidad de
progreso.
En cuanto a la relación empresas, territorio, población, sobresale Catalu a con el 20% de las empresas
espa olas, Valencia y el País Vasco. Esta situación polarizadorea se vuelve a dar al analizar las empresas
activas según el sector económico. Efectivamente, Catalu a reúne cerca del 24% de las empresas
industriales, el 20% de la construcción, el 18% de las comerciales y el 19 de los servicios, frente a ella,
las comunidades con menor peso empresarial elevan los porcentajes de empresas comerciales, que
perfilan actividades con escaso contenido tecnológico, atomizadas y vinculadas estructuralmente al
mercado de consumo.
4.2 La investigación
El alcance de la investigación y los investigadores como agentes responsables de las grandes mutaciones
productivas de la sociedad actual (Alburquerque, F., 1990), está alcanzado cotas insospechadas desde
finales de los a os 80, como consecuencia de la transformación de los modos de producción tayloristas en
flexibles. En este último, el trabajo colectivo y la investigación se impone al individual y la flexibilidad
laboral está rompiendo los esquemas del sindicalismo tradicional. Las economías de escala, los grandes
volúmenes de producción, los umbrales demográficos, en definitiva los requisitos para la competitividad
fordista, ya no son los mismos que los de a os atrás y se modifican de continuo.
Esto ha originado el desenclave de mercados cautivos, artesanales o regionales. De otra parte, la
primacía del parámetro tecnológico genera una relación decreciente entre la producción de utilidades y la
cantidad de hombres necesarios para producirlos. El hombre sin cualificación adquiere cada vez menos
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valor, hasta tal punto que el conocimiento y su aplicación a la realidad productiva se está convirtiendo en
el principal fundamento del desarrollo.
Un primer balance de la investigación en las CCAA se puede establecer observando el gasto que destinan
a la investigación y el número de empleados e investigadores en tareas de Investigación y desarrollo,
I+D.
Tomando como base el Valor A adido Bruto al costo de los factores, VABcf , Espa a dedicó en 1994 el
0,92% a actividades de I+D, cantidad por debajo de la media de los paises comunitarios. Pero además,
todas las CCAA quedaron por debajo de la media espa ola, a excepción de Madrid, Catalu a y País Vasco.
El elevado valor que alcanza los gastos de investigación en la CA de Madrid, superior al 2% del VABcf
puede explicarse, entre otras razones, porque la CA citada mantiene todavía un importante segmento
competencial en investigación, pero también porque en ella radican las principales empresas y centros
que practican investigación.
Como consecuencia de lo anterior y de la distribución de la riqueza, gran parte de los investigadores y
empleados en tareas de investigación se localizan en las CCAA de Madrid y Catalu a, apareciendo, por
ejemplo, Andalucía muy rezagada en gastos y personal investigador, pues con el 18% de la población
espa ola, su personal investigador representa sólo del 10,4% del Estado y sus gastos en I+D el 8,2%.
Frente a Andalucía, puede ser ya paradigmático las situaciones repetidas de ventajas de Catalu a y el País
Vasco...
Debido a todo ello, la actividad empresarial y de I+D asignan, de forma clara, potencialidades y
realidades diferentes a las CCAA, que se traducen en marcados desequilibrios territoriales que, de no
corregirse, se agrandarán en el futuro.
5.Conclusiones
Las CCAA más prósperas y ricas cuentan, en general, con mejores infraestructuras económicas, un
mercado laboral más equilibrado, mayor número de empresas e investigadores que las CCAA pobres y
atrasadas que, normalmente, presentan grandes deficiencias.
La situación heterogénea de las CCAA no depende en exlusiva de sus competencias estatutarias, si no
que es resultado de un proceso histórico que sólo es posible cambiar de forma lenta. Las disparidades en
infraestructuras y en el mercado laboral se muestran notables y aunque en el nivel de producción per
capita van disminuyendo, el tiempo que necesite cada CA para la convergencia hacia los niveles más
altos depende, en buena medida, de la capacidad que tengan sus agentes de desarrollo de remover sus
dificultades y superar las rémoras infraestructurales.
En este sentido, en la ponencia se ha trazado un perfil de las disparidades regionales más importantes,
cuyas causas y agentes habría que tener en cuenta para promover planificaciones estratégicas. En estas
no se debe tratar de lograr una distribución mejor, como si se tratase de recursos perversamente
repartidos, sino de logran un mayor grado de convergencia porque, en una sociedad que avanza,
teniendo como objetivo umbrales superiores de bienestar, cada ciudadano, independientemente de la
CCAA en que viva, debe tener igualdad de oportunidades.
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7.Anexo gráfico. Véase Directorio MAP8
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