Número 3 - Ministerio de Asuntos Exteriores y de Cooperación

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JULIO-OCTUBRE
03/2015
Las opiniones contenidas en los siguientes artículos sólo
compromenten a sus autores y no constituyen posiciones oficiales
del Ministerio de Asuntos Exteriores y de Cooperación
La presidencia
española del Consejo
de Seguridad
en octubre de 2015
Ignacio Ybáñez Rubio
SECRETARIO DE ESTADO DE ASUNTOS EXTERIORES
España en el Consejo de Seguridad
A la entrada de la sala donde se reúne habitualmente el Consejo de Seguridad de las
Naciones Unidas, en Nueva York, los delegados se encuentran con un tapiz de tres
metros de altura y siete de longitud que
reproduce el “Guernica” de Pablo Picasso,
uno de nuestros pintores más universales.
Resulta paradójico que sea precisamente
una obra que nos previene de los horrores
de la guerra, la que dé la bienvenida a una
sala donde los quince Estados miembros
del Consejo trabajan por la paz y la seguridad. Un recordatorio sutil de la importante
tarea que pesa sobre ellos.
Y es que, de acuerdo con la Carta de las
Naciones Unidas, al Consejo de Seguridad le
corresponde la responsabilidad primordial
OFICINA
DE INFORMACIÓ
DIPLOMÁTICA
de mantener la paz y seguridad mundial. En
octubre de 2014, tras una esforzada campaña que contó con el apoyo de todos los poderes del Estado, de las principales fuerzas
políticas y de la sociedad española, España
fue elegida por la Asamblea General, que
agrupa en pie de igualdad a todos los miembros de Naciones Unidas, como miembro no
permanente del Consejo de Seguridad para
el bienio 2015-2016, siendo la quinta vez que
nuestro país asume esta responsabilidad.
A lo largo de la campaña al Consejo de
Seguridad, España se presentó como un
país con una clara vocación europea, pero
muy consciente también de sus vertientes
atlántica, mediterránea e iberoamericana. Somos, al fin y al cabo, una nación que
es crisol de culturas, y por ello propensa a
tender puentes y labrar consensos que permitan afrontar las amenazas a la paz y la seguridad.
Desde este prisma, España desarrolló
un ambicioso programa de trabajo para
su mandato en el Consejo. En un ejercicio
de transparencia sin precedentes, nuestro
ARTÍCULO | ANÁLISIS | JULIO-OCTUBRE 2015
país se fijó y anunció públicamente una
serie de compromisos en torno a ocho líneas de acción temáticas: diplomacia preventiva; mantenimiento y consolidación de
la paz; protección de civiles y respeto del
derecho internacional humanitario; derechos humanos; no proliferación de armas
de destrucción masiva y desarme; lucha
contra el terrorismo; nuevos desafíos globales a la paz y la seguridad internacionales; y, finalmente, la mejora de los métodos
de trabajo del Consejo de Seguridad. El
ejercicio de la presidencia del Consejo este
pasado mes de octubre, nos ha permitido
hacer realidad una buena parte de estos
compromisos.
La presidencia española del Consejo de
Seguridad: cumpliendo con nuestros
compromisos
El Consejo de Seguridad cuenta con una
presidencia rotatoria mensual, encargada
de dirigir los trabajos, moderar los debates y convocar las reuniones. Es una tarea
importante, que permite al Estado que la
ostenta dar un impulso a las cuestiones que
considera prioritarias.
La presidencia española del Consejo de
Seguridad de Naciones Unidas, ejercida
este pasado mes de octubre, ha buscado
2
precisamente eso, cumplir los compromisos que asumimos al principio de esta
andadura. Siendo plenamente conscientes
de las limitaciones marcadas por el tiempo
y el grado de dificultad que entraña sacar
adelante cualquier iniciativa en el Consejo
de Seguridad, especialmente en tiempos
difíciles como los que vivimos, centramos
nuestra acción en torno a cinco prioridades: garantizar la revisión de la Resolución
1325 sobre mujeres, paz y seguridad en
su 15º aniversario; dotar de mayor transparencia los métodos de trabajo del Consejo; presentar propuestas sustantivas en
el debate trimestral sobre la situación en
Oriente Medio; llevar la voz de las víctimas
del terrorismo al Consejo de Seguridad; y,
finalmente, prestar especial atención a las
crisis humanitarias en el mundo y, en particular, en Siria y Yemen. Todas estas cuestiones responden a nuestros compromisos,
lo que muestra que España sigue una hoja
de ruta previa, que sabe lo que hace, por
qué lo hace y cómo lo hace.
Ha sido ésta una presidencia especialmente intensa. En tan sólo cuatro semanas,
hemos convocado 32 veces al Consejo; así,
hemos mantenido 20 reuniones abiertas
(de las cuales 4 de emergencia para responder a crisis puntuales, además de 3 de-
bates abiertos, dos de ellos a nivel Ministerial), 10 consultas del pleno restringidas
a los miembros del Consejo, 2 reuniones
informales con participación de miembros
de la sociedad civil. Al tiempo, el Consejo
de Seguridad ha adoptado 5 Resoluciones,
algunas especialmente significativas, como
la Resolución 2240 sobre Libia y tráfico de
migrantes (dirigida a frenar el tráfico de
personas en el Mediterráneo), 5 comunicados de prensa y 3 declaraciones presidenciales.
Nuestra presidencia ha constituido una
ocasión única para impulsar nuestras prioridades y la hemos aprovechado. Se ha
convocado el máximo número posible de
debates previsto para el mes de una presidencia. Nunca antes el Consejo había asistido a un debate con 113 oradores, récord
histórico que hizo que la sesión tuviera
que extenderse dos días. Toda esta actividad no habría sido posible sin un esfuerzo
extraordinario y la máxima implicación de
todos.
Nueva Resolución Mujeres, Paz y Seguridad (2242/2015)
Nuestro primer compromiso era contribuir sustancialmente a la revisión de la
Resolución 1325 sobre Mujeres, Paz y Se-
ARTÍCULO | ANÁLISIS | JULIO-OCTUBRE 2015
guridad cuando se cumplía el 15º aniversario de su adopción. Así, el 13 de octubre organizamos un debate abierto de alto nivel
sobre este tema, que fue inaugurado por
el Secretario General de Naciones Unidas,
Ban Ki-moon, conducido por el Presidente
del Gobierno. La vigencia de la cuestión y
el impulso dado por nuestro país permitió
adoptar, por unanimidad, algo especialmente llamativo en un momento internacional convulso como el actual, la nueva
Resolución 2242, que contó con 72 copatrocinios, siendo 11 de ellos de miembros
del Consejo. Son cifras sin precedentes en
resoluciones de esta agenda.
El texto adoptado toma el testigo de la
Resolución 1325, incluyendo lenguaje novedoso sobre terrorismo, extremismo violento y abusos sexuales por parte del personal de NNUU. El documento profundiza
en otras cuestiones, como la práctica del
Consejo de Seguridad en esta materia, el
papel de la sociedad civil, el despliegue de
asesores de género sénior en las misiones
de paz o la creación de un grupo informal
de expertos, el que España espera estar
adecuadamente representada. Además,
algunos Estados, como España, anuncia-
3
ron compromisos concretos de aplicación
de la Resolución. En concreto nuestro país
realizará en 2016 una contribución de un
millón de euros al nuevo instrumento de
Aceleración Global y al Fondo ONU Mujeres contra la violencia sexual en conflicto.
Mayor transparencia en los métodos de
trabajo del Consejo de Seguridad
El debate anual sobre métodos de trabajo fue una ocasión idónea para promover
la segunda de nuestras prioridades: una
mayor transparencia y una mejor dinámica
de trabajo entre el Consejo y otros órganos
de Naciones Unidas, en particular la Asamblea General, ECOSOC y la Secretaría.
El consenso recogido llevó a la adopción
de una declaración presidencial el día 30
de octubre. El debate sirvió además para
abordar el proceso de selección del próximo Secretario General, que sustituirá a Ban
Ki-moon a partir del 1 de enero de 2017. En
esta cuestión, España abogó por un procedimiento más transparente e inclusivo, con
un mayor papel para la Asamblea General,
y en el que preferiblemente resulte elegida
para el puesto una mujer, después de ocho
Secretarios Generales varones.
Por otro lado, para dar cumplimiento a
nuestro compromiso de transparencia en
el ejercicio de nuestra presidencia, al finalizar la misma, España convocó una reunión de recapitulación abierta a toda la
membresía de Naciones Unidas, iniciativa
muy apreciada por aquellos Estados miembros que no se sientan en el Consejo.
Conseguimos la aprobación de una Declaración Presidencial, la primera de esta
índole, con elementos para mejorar el uso
eficiente del tiempo en los debates del
Consejo.
Situación en Oriente Medio: el Consejo
ante un gran desafío
La tercera de las prioridades, la situación en Oriente Medio, se puso de relieve
con ocasión del debate abierto trimestral
sobre esta cuestión, celebrado el día 22 de
octubre, bajo presidencia del ministro García-Margallo. El aumento de la tensión y
de la violencia en Palestina e Israel, coincidiendo además con el último viaje del
Secretario General a la región, justificó que
España convocara la reunión a nivel ministerial, lo que elevó mucho el interés por el
debate ordinario trimestral sobre Orien-
ARTÍCULO | ANÁLISIS | JULIO-OCTUBRE 2015
4
El ministro de Asuntos Exteriores y de Cooperación, junto al ministro del Interior y la presidente de la Fundación Víctimas del Terrorismo, durante su visita
a la exposición “La mirada de la víctima” en la sede central de Naciones Unidas, en Nueva York, el 21 de octubre de 2015. FOTO EFE.
te Medio. Participaron 9 ministros, entre
ellos, de Estados Unidos, Jordania, Palestina, Noruega, Suecia y el Secretario General
de la Liga de Estados Árabes.
Ante el bloqueo del proceso de paz entre
israelíes y palestinos y la frustración resultante, el debate puso de manifiesto que
corresponde al Consejo de Seguridad asumir sus responsabilidades, auspiciando un
relanzamiento de las negociaciones entre
las partes, algo en lo que España quiso contribuir con el ofrecimiento para acoger una
nueva Conferencia de paz, “Madrid II”. El
objetivo es recuperar el espíritu de la Conferencia de Madrid de 1991, combinando el
diálogo directo entre las partes con la vía
multilateral, con una arquitectura internacional aceptable para todas las partes y
que implique a los países de la región con
el objetivo final de una solución basada en
la convivencia en paz y seguridad de dos
Estados.
También surgieron en el debate otras
crisis como la Siria que ya dura demasiado
y que tanto daño ha causado, el conflicto en
Yemen o la situación de Líbano y otros países de la region.
Las víctimas del terrorismo, por primera
vez en el Consejo de Seguridad
Además de estos tres debates abiertos,
España cumplió con su cuarta prioridad
mediante la convocatoria de una reunión
sobre víctimas del terrorismo y su papel en
el combate del extremismo violento el día
21 de octubre, bajo el formato de fórmula
“Arria”. Este encuentro fue coorganizado
con Estados Unidos y presidido por el ministro de Asuntos Exteriores y de Cooperación, José Manuel García-Margallo Marfil
y el ministro de Interior, Jorge Fernández
Díaz, junto con la Representante Permanente de EEUU, Embajadora Samantha
Power, que ostenta rango ministerial.
España ha cumplido así con uno de los
principales compromisos inscritos en sus
líneas de acción del programa en el Consejo: llevar la voz de las víctimas del terrorismo al Consejo de Seguridad por primera vez en los 70 años de existencia de las
Naciones Unidas. Ante este órgano dieron
testimonio víctimas y representantes de
víctimas españolas –María del Mar Blanco,
Jana Gallardo y Tomás Fraga– así como de
diferentes regiones y contextos, entre ellos,
víctimas de Daesh o Boko Haram, poniendo en valor el importante papel que las
víctimas pueden desempeñar a la hora de
construir una narrativa contraria al terrorismo y capaz de deslegitimar la propaganda terrorista y el discurso del extremismo
violento, especialmente activo a través de
las nuevas tecnologías.
Reacción ante las graves crisis humanitarias
La última de las prioridades de España
en el Consejo durante el mes de presidencia ha sido volcar la atención hacia las preocupantes crisis humanitarias que se sufren en distintos rincones del mundo. Por
un lado, no podíamos dejar de ocuparnos
de la situación extraordinariamente grave
que se vive en Siria, ya que España es “relatora” (“penholder”), junto con Jordania y
ARTÍCULO | ANÁLISIS | JULIO-OCTUBRE 2015
Nueva Zelanda, en el segmento humanitario, presidiendo una reunión específica al
respecto. Asimismo, en el debate abierto
trimestral sobre Oriente Medio, España
está trabajando, junto con Francia y Reino
Unido, para promover que el Consejo de
Seguridad dirija su atención hacia los intolerables ataques indiscriminados de los
que es objeto la población civil siria.
Por otra parte, el agravamiento del sufrimiento de la población en Yemen no
podía quedar desatendido por el Consejo
de Seguridad. A instancias de países como
España, que viene reclamando una mayor
implicación en la vertiente humanitaria de
la crisis yemení, Jordania convocó reunión
informal al respecto.
Apostando por la vigencia de NNUU en
su 70º Aniversario
Además de nuestra actividad en el Consejo, en este mes de octubre, España ha
impulsado una iniciativa para reafirmar
el compromiso de los Estados miembros
de la Organización con los valores contenidos en la Carta de Naciones Unidas, hoy
más necesarios que nunca en un contexto
internacional convulso y difícil. El pasado
día 23 de octubre, en el marco de los actos
conmemorativos del 70º Aniversario de las
NNUU, la Asamblea General aprobó por
consenso una Declaración Política de reafirmación del compromiso de los Estados
miembros con los propósitos, los principios y los valores derivados del preámbulo
de la Carta de las NNUU. Entre esos principios se inscriben pilares del derecho internacional contemporáneo como la prohibición del uso de la fuerza, el arreglo pacífico
de las controversias o la integridad territorial de los Estados.
El día a día en el Consejo de Seguridad
Sin embargo, el trabajo de España en el
Consejo no se limita a nuestra presidencia. Desde enero hemos ejercido nuestro
cometido como miembro no permanente
con responsabilidad y transparencia, tal
y como rezaba uno de nuestros lemas de
campaña. Durante todo 2015 y en línea con
nuestras prioridades, venimos dando cumplimiento a nuestro programa activamente
en diferentes áreas.
En primer lugar, la lucha contra el terrorismo tiene un lugar destacado. España
acogió en Madrid, los días 27 y 28 de julio,
una reunión especial del Comité contra el
Terrorismo del Consejo de Seguridad cen-
5
trada en detener el flujo de combatientes
terroristas extranjeros. Acto seguido, tuvo
lugar un encuentro de ministros de Exteriores y de Interior, dirigido por el Presidente del Gobierno, en el que participaron
más de 80 delegaciones y se adoptó una
Declaración Ministerial de apoyo.
En segundo lugar, destaca nuestra
apuesta por la diplomacia preventiva y la
mediación, que ya es una de las señas de
identidad de nuestra política exterior en
los últimos años. En el mes de marzo celebramos en Madrid una reunión de la Iniciativa hispano-marroquí de Mediación en
el Mediterráneo, sobre el Papel de las Organizaciones Regionales en Mediación en
el Mediterráneo cuyas conclusiones fueron trasladadas al Consejo de Seguridad y
a la Asamblea General. Asimismo, los días
23 y 24 de junio tuvo lugar en Madrid la 5ª
Reunión de puntos focales de la Red Global de Responsabilidad de Proteger, que
organizó España junto con Chile, el Global
Center for the RtP y la Stanley Foundation.
En relación con el mantenimiento y consolidación de la paz, nuestra tercera línea
de acción, hemos participado activamente
en los tres procesos paralelos de revisión
de las operaciones de paz, la arquitectura
de consolidación de la paz y la revisión de
la Resolución 1325 sobre Mujeres, Paz y Seguridad. Para garantizar una mayor coherencia entre los tres procesos España organizó, el 21 de mayo, una reunión informal
con la presidenta el Estudio Global de revisión de la resolución 1325 y representantes
de los paneles de revisión de operaciones
de paz y de la arquitectura de consolidación de la paz.
Finalmente, España se comprometió en
su programa a prestar especial atención a
las nuevas amenazas de nuestro tiempo.
Así, el pasado 30 de junio, organizamos,
junto con Malasia, una reunión informal
del Consejo centrada en el cambio climático como multiplicador de las amenazas a
la paz y seguridad internacionales. En ella
participaron ministros y representantes
de la sociedad civil de países especialmente afectados por los efectos negativos del
cambio climático.
Los próximos retos en el Consejo de Seguridad
Durante los próximos meses y a lo largo
de 2016 seguirán nuestras responsabilidades derivadas de ser presidentes de 3 comités y relatores en dos cuestiones impor-
tantes, respondiendo así a la percepción de
nuestro país como socio fiable, responsable
y constructivo.
Como presidencia del Comité 1540, relativo a la no proliferación de armas de
destrucción masiva, nuclear, química y
biológica, España promueve la aplicación
plena, efectiva y universal de la Resolución
1540 entre los Estados, industria y sociedad civil. Esta cuestión centrará nuestros
esfuerzos y será, sin duda, uno de los temas
centrales de nuestra próxima presidencia, en diciembre 2016, cuando culmine
el proceso de revisión que se inicia ahora.
España preside asimismo el Comité 1737,
relativo a sanciones a Irán. Esta tarea es de
extraordinaria importancia en el momento
actual, tras la conclusión del acuerdo sobre
el programa nuclear iraní. Entre nuestras
responsabilidades también destaca la de
presidir el Comité 1718, concerniente a
sanciones a República Popular Democrática de Corea.
Por último, España ejerce el papel de
relator en el dosier de Afganistán, donde
el pasado mes de abril se logró un difícil
consenso para la renovación de la misión
UNAMA. Fieles a nuestro compromiso,
tratamos de ejercer el liderazgo en estas
cinco cuestiones con responsabilidad, espíritu constructivo y neutralidad.
Como ya he apuntado, en diciembre de
2016 tendremos la oportunidad de volver
a ejercer la presidencia, culminando así
nuestro bienio en el Consejo. Ese honor
conllevará un altísimo grado de responsabilidad, para estar a la altura de la confianza depositada en nosotros por la comunidad internacional cuando nos eligió para
formar parte de dicho órgano.
Dag Hammarskjöld, el segundo secretario general de las Naciones Unidas y para
muchos el mejor de todos los que han ocupado el cargo hasta el día de hoy, escribió:
“¿Saben cuándo todo funcionará correctamente? Cuando la gente deje de pensar
en las Naciones Unidas como en un difícil cuadro de Picasso y empiecen a verlas
como un dibujo hecho por ellos mismos”.
Otra vez Picasso, probablemente uno de
nuestros pintores más universales. España
quiere contribuir a la gran obra de las Naciones Unidas con cosas tangibles, hechos
concretos que nos permitan avanzar, paso
a paso, hacia un mundo más seguro, más
justo y más digno.
REVISTA DE REVISTAS1 | ANÁLISIS | JULIO-OCTUBRE 2015
6
La nueva política
de defensa de Japón
La derrota de Japón en la Segunda Guerra Mundial dio lugar a la
imposición en 1947 de una constitución de marcado carácter pacifista en
la cual se establecía que el pueblo japonés renunciaba para siempre a la
guerra y a la amenaza o al uso de la fuerza, así como al mantenimiento de
fuerzas militares o potencial bélico.
A
pesar de estas limitaciones, Japón
desarrolló con el apoyo de Estados
Unidos unas Fuerzas de Autodefensa (JSDF por sus siglas en inglés) destinadas a preservar la paz, el orden público y
la independencia y seguridad del país.
El 17 de septiembre de 2015, la Cámara
Alta del Congreso japonés adoptó un paquete legislativo que introduce cambios
sustanciales en la política de defensa japonesa gracias a la “reinterpretación” cons-
1
titucional que tuvo lugar el pasado mes de
julio y que permite a Japón transformar
su derecho de legítima defensa en un derecho a la autodefensa colectiva2. Las nuevas medidas tienen un doble objetivo. Por
un lado, permitir que las JSDF puedan
usar la fuerza en el caso de un ataque contra un aliado si éste estuviera desarrollando tareas consideradas esenciales para
la propia supervivencia de Japón3 y por
otro, la capacidad de ofrecer apoyo logísti-
co en misiones para el mantenimiento de
la paz, aunque este compromiso continuará estando supeditado a la aprobación de
la ONU y en ningún caso preverá la participación en tareas de combate3. Estas
propuestas responden a los propósitos del
primer ministro Shinzo Abe de convertir
a Japón en un país más “normal” en términos de su política de defensa5.
El cambio de paradigma en el modelo de
seguridad está profundamente vinculado a
Con la colaboración de Ana Iborra
2. Ruiz González, Francisco J. Japón: un dilema de seguridad ¿irresoluble?. Documento de Opinión 93/2015, Instituto Español de Estudios Estratégicos, 1 septiembre 2015, p. 15.
3. Simón, Luis. La política de defensa de Japón: ¿una nueva normalidad?. Comentario FRIDE nº 25, septiembre 2015.
4. Ibidem
5. Simón, Luis. La política… op. cit.
REVISTA DE REVISTAS | ANÁLISIS | JULIO-OCTUBRE 2015
las importantes transformaciones del marco regional Asia-Pacífico6 y al aumento de
las tensiones estratégicas en la zona, lo que
la convierte en un área esencial en la agenda
de seguridad global actualmente. Esta necesidad de redefinir el papel de Japón en materia de seguridad y proyección estratégica
responde a dos preocupaciones principales.
De una parte, el surgimiento de China como
potencia militar y las pretensiones de reclamación territorial que ejerce en los llamados
Mares del Este y Sur de China (recordemos
que la disputa por las islas Diaoyu, como las
denomina China, o Senkaku, como las denomina Japón, enfrentan a ambos países en la
actualidad). Estas disputas territoriales que
caracterizan a Asia Oriental corresponden,
según Ruiz González, a una mezcla de agravios históricos y políticas internas que han
generado un fuerte nacionalismo que se ha
convertido en un elemento característico de
la cultura estratégica de los países de la región. De otra parte, la amenaza que supone
la República Democrática Popular de Corea
(RDPC) en materia nuclear y de misiles.
Otro de los factores que ha rediseñado el balance estratégico asiático ha sido
la política de acercamiento hacia China
llevada a cabo por Corea del Sur desde la
llegada al poder en 2013 de la presidenta
Park Geun-hye. Esta aproximación al gigante asiático pretendería por un lado fortalecer los vínculos económicos de ambos
países y, por otro, debilitar el apoyo de Pekín a la RDPC, fijando la vista a largo plazo en la posibilidad de una reunificación
pacífica de la península coreana7.
La reinterpretación de la política de
defensa japonesa responde a la petición
americana de que Japón asuma mayor carga en el marco de su alianza estratégica8,
una relación que se remonta a las Guías de
Defensa suscritas por ambos países y que
han sido revisadas por primera vez el pasado abril desde 1997. Estas nuevas guías
tienen como objetivo reflejar los cambios
en el panorama de seguridad global y regional, reforzar la disuasión, garantizar la
paz y la seguridad de Japón en distintas
7
circunstancias estratégicas y promover la
paz y la estabilidad tanto en la región de
Asia-Pacífico como a nivel global9.
Si algo ha generado esta nueva política defensiva es controversia. Para los
críticos, las reformas constituyen el inicio
del fin del pacifismo japonés que se estableció tras la Segunda Guerra Mundial y
crean una situación en la que las probabilidades de que Japón participe en guerras
exteriores aumenta. Algunos han llegado al punto de acusar al primer ministro
Shinzo Abe de ejercer una política de expansionismo e incluso de perseguir aspiraciones militaristas10. Sin embargo, para
los defensores de esta reinterpretación,
las reformas son esenciales para que Japón pueda afrontar un entorno de seguridad cada vez más complejo y no tendrían
necesariamente un impacto negativo en la
seguridad regional; al contrario, un ejército japonés más capacitado para hacer
frente a las amenazas tendría el potencial
de incrementar la seguridad de la región11.
Respecto al grado de transformación
de las reformas, según Adam Liff, las medidas adoptadas bajo el mandato de Abe
continúan una tendencia a largo plazo que
ya había sido iniciada por gobiernos anteriores, tanto por el Partido Liberal Democrático como por el Partido Democrático
de Japón. Así, el reformismo, aunque es
significativo, tiene un carácter esencialmente evolutivo y racionaliza una política
defensiva que pretende responder a las
crecientes preocupaciones sobre la seguridad regional a causa de las principales
amenazas citadas anteriormente12. Martín
Cubel coincide en que Japón ha readaptado paulatinamente tanto su posición
estratégica como su política exterior, demostrando así un verdadero compromiso
doméstico por generar una nueva imagen
acorde a las necesidades de una mayor
profundidad en las relaciones internacionales13.
Uno de los grandes retos que se plantea al haber introducido estos cambios es
la gestión de las percepciones del resto de
6. Martín Cubel, Fernando. Japón no permanece impasible a las transformaciones de Asia-Pacífico. Documento de
Opinión 77/2015, Instituto Español de Estudios Estratégicos, 21 julio 2015, p. 8.
7. Ruiz González, op. cit, p. 9. .
8. Choong, William. Defence and Japan’s Constitutional Debate. Survival 57:2, 173-192, marzo 2015, p.173.
9. Liff, Adam P. Japan’s Defence Policy: Abe the Evolutionary. The Washington Quarterly, 38:2, 79-99, 30 julio 2015,
p. 88.
10. Ibidem, p. 90.
11. Choong, op. cit, p. 185.
12. Liff, op. cit, p. 80.
13. Martín Cubel, op. cit, p. 9-10.
REVISTA DE REVISTAS | ANÁLISIS | JULIO-OCTUBRE 2015
países asiáticos: Japón debe convencer a
sus vecinos (especialmente a China y Corea del Sur) de que su adopción del principio de la autodefensa colectiva será beneficioso, y no perjudicial o amenazador,
para la seguridad regional. La respuesta
de los Estados circundantes ha variado
desde aquellos que han demostrado su
apoyo, como Australia o Singapur, hasta
otros que desconfían de las intenciones
japonesas, como Malasia o Indonesia. A
pesar de todo, según Green y Hornung,
aunque muchos de estos países han tenido un “pasado difícil” con Japón a lo largo
del siglo XX, la mayoría de ellos están más
preocupados por la emergencia de China14. Por otra parte, las percepciones internas de la reinterpretación constitucional constituyen otro desafío, puesto que
la opinión pública japonesa sigue siendo
“fundamentalmente hostil” hacia la política exterior activista y recela del papel
del ejército15.
Japón aparentemente conserva los
principios básicos que han caracterizado
su contención durante décadas y es la potencia económica mundial que mayores
limitaciones mantiene en su política de
defensa. Según Liff, por tanto, esta reinterpretación es moderada y responde a
una situación coyuntural en la que Japón
se ha visto obligado a adoptar una política de seguridad más racional y “normal”
en el ámbito militar. Ruiz González señala, sin embargo, que este cambio en la
política exterior y de seguridad de Japón
no se presenta como la única alternativa
para Tokio y el refuerzo de la alianza militar con Estados Unidos responde básicamente a dos principios: la identificación
de China como una potencia revisionista
y hostil y la propia ideología nacionalista japonesa, representada en la figura de
Shinzo Abe.
En cuanto a las perspectivas que plantea esta revisión de la política de defensa,
éstas deben ser analizadas teniendo en
cuenta el ámbito geográfico. Por un lado,
la redefinición de la alianza estratégica
EEUU-Japón permitirá una mayor flexibilidad operativa, así como la adopción de
un enfoque global16. En palabras del propio Shinzo Abe, “one plus one will finally
become two”17, las nuevas Guías de Defen-
8
sa permitirán que Japón se convierta en
un socio más comprometido e igualitario18
en el ámbito de la cooperación defensiva
bilateral. Pero esta mayor autonomía estratégica japonesa no está exenta de riesgos. Tal y como advierte Liff, Washington
debe reconocer las importantes restricciones que aun limitan a las JSDF con el
fin de no abrigar expectativas demasiado
altas que pudieran minar este progreso
recientemente conseguido19.
La eliminación de determinadas restricciones en las JSDF conducirían a una
relación estratégica más significativa con
Australia e India, dos Estados con los que
el primer ministro Shinzo Abe ha declarado que querría fortalecer sus vínculos. La
relación podría desarrollarse tanto a nivel
bilateral como a nivel multilateral gracias
al Diálogo de Seguridad Cuatripartito
(QSD por sus siglas en inglés)20, integrado
los países mencionados más Estados Unidos y creado con el objetivo de adaptarse
a la nueva situación de Asia-Pacífico en la
que China destaca como potencia emergente. Esto demuestra que Abe aspira a
ampliar el entorno geoestratégico japonés
14. Green, Michael, Hornung, Jeffrey W. Ten Myths About Japan’s Collective Self-Defense Change. The Diplomat, 10 julio 2014.
15. Choong, op. cit., p. 185.
16. Simón, Luis. La política de defensa… op. cit.
17. Baker, Gerard, Schlesinger, Jacob M. How History Haunts Shinzo Abe’s Vision for Japan. Wall Street Journal, abril 2015.
18. Liff, op. cit., p. 92.
19. Liff, op. cit., pág. 94
20. Simón, Luis. La política de defensa… op. cit.
REVISTA DE REVISTAS | ANÁLISIS | JULIO-OCTUBRE 2015
El primer ministro de Japón, Shinzo Abe, durante su visita a la Casa Blanca, en Washington, en abril
de 2015. FOTO EFE.
desde el marco Asia-Pacífico a uno más
extenso en el Indo-Pacífico21, un espacio
que es clave tanto para el potencial energético como para la prosperidad económica japonesa22.
El Océano Índico es también el punto
en el que confluyen los intereses económicos y estratégicos de Japón y la Unión
Europea, y ambos países comparten dos
intereses fundamentales en la región: mantener la seguridad en las rutas marítimas
del Océano Índico, de vital importancia,
puesto que es la vía fundamental del comercio entre Europa y el Sudeste Asiático,
y la existencia de un equilibrio de poder
en la cuenca del Índico, especialmente en
el Golfo Pérsico23. Así, la nueva política de
defensa japonesa abre un buen número de
oportunidades en el marco de la cooperación entre ambos, tal y como demuestra la
negociación de un acuerdo de asociación
estratégica que permitiría la participación
de las JSDF misiones de gestión de crisis24
en el marco de operaciones de la Unión
Europea. Tal y como apunta Luis Simón,
la UE podría ser un socio conveniente para
Japón en el ámbito de las operaciones de
mantenimiento de la paz dado el énfasis de
la Unión en las amenazas transnacionales,
en tareas de baja intensidad y operaciones
de índole policial, y mayoritariamente bajo
el amparo de las Naciones Unidas25.
El refuerzo de la alianza estratégica entre Estados Unidos y Japón y la nueva política defensiva además plantea importantes cuestiones en el escenario ruso-nipón.
Recientemente, la presión ejercida por
Occidente sobre Rusia como consecuencia
del conflicto en Ucrania ha provocado un
acercamiento de Rusia hacia China con el
objetivo primordial de poner en cuestión
la posición global dominante de Estados
Unidos. Esta relación, aunque compleja
y no exenta de retos, podría según Ruiz
González plantear un escenario de guerra
fría en Extremo Oriente entre los bloques
nipón-estadounidense y sino-ruso26. En
sentido inverso, una relación más firme en-
9
tre Japón y Rusia sería conveniente puesto
que existen muchas sinergias entre ambos
países, tanto el ámbito económico como
en el de la seguridad (una posible alianza
ruso-nipona supondría un importante reto
a la emergencia de China). Sin embargo,
aún existen importantes diferencias entre
ambos, tanto la antigua disputa territorial
por las islas meridionales del archipiélago
de las Kuriles como el reciente conflicto en
Ucrania ante el cual Tokio se ha unido a las
sanciones impuestas por Estados Unidos,
lo que pone en duda la credibilidad de esta
segunda opción estratégica para Japón.
Finalmente cabe preguntarse cuál es
el riesgo de una posible carrera nuclear y
armamentística. El aumento de fuerzas
nucleares asimétricas (India-Pakistán, India-China, República Democrática de Corea-Estados Unidos), así como la existencia
de una potencia nuclear virtual27 (Japón) y
dos potenciales Estados nucleares28 (Corea
del Sur y Taiwán) han creado un arco de
disuasión inestable29. Japón por su parte,
aunque ha incrementado el presupuesto
destinado a fines militares, ha permanecido fiel a sus firmes principios anti-nucleares, considerados como una política nacional fundamental. Así, su auto-imposición
de la prohibición de poseer, producir o introducir en el territorio japonés armas nucleares permanece en pie30. En cuanto a la
posibilidad de una carrera armamentística,
aunque Japón haya ampliado el ámbito de
actuación de las JSDF, aún no se constituye completamente como una nación “normal” en términos militares. Prueba de ello
es que sigue respetando el umbral del 1%
de su PIB destinado a la financiación militar que se estableció en 1976.
En definitiva, y como Choong advierte,
la futura situación de Asia-Pacífico estará
determinada por la capacidad japonesa de
gestionar de manera efectiva las viejas tensiones ancladas en la región y las percepciones erróneas que podrían albergar sus
vecinos.
21. Shiraishi, Takashi. Japan’s security and foreign policy under Abe. The 2015 Australia-Japan Foundation address delivered at the National Security College, the Australian
National University, 7 julio 2015, p. 2.
22. Simón, Luis. La política de defensa… op. cit.
23. Simón, Luis. Europe and Japan: Toward a “Trans-Eurasian” partnership?. Policy brief by the German Marshall Fund of the United States, abril 2015.
24. Consejo Europeo. Cumbre UE-Japón, Tokio, 29 mayo 2015. (http://www.consilium.europa.eu/es/meetings/international-summit/2015/05/29/)
25. Simón, Luis. La política de defensa… op. cit.
26. Ruiz González, op. cit., p. 18.
27. Mohamed ElBaradei, antiguo director general de la AIEA define una potencia nuclear virtual como aquellos países que, por poseer una cantidad significativa de material
fisible, tienen la capacidad de desarrollar armas nucleares de la noche a la mañana.
28. Un potencial Estado nuclear hace referencia al país que posee la tecnología necesaria para construir con rapidez armas nucleares, aunque aún no lo ha hecho.
29. Godement, François. Divided Asia: The Implications for Europe. European Council on Foreign Relations Policy Brief, noviembre 2013, p. 3.
30. Liff, op. cit., p. 91
REVISTA DE REVISTAS | ANÁLISIS | JULIO-OCTUBRE 2015
10
Otra visión
del sueño americano
Reseña bibliográfica de Nuestra América: Una historia hispana de Estados Unidos,
por Felipe Fernández-Armesto. Galaxia Gutenberg – Círculo de Lectores, 2014.
Luis Zaballa
[email protected]
S
ería difícil encontrar a alguien
mejor cualificado que el autor
para acometer esta tarea; un
reconocido historiador anglo-español
dispuesto a rescatar la perspectiva
hispana en una historia nacional
tradicionalmente contada sólo desde la
perspectiva cultural anglosajona. Según
reconoce, su propósito no es presentar
una historia alternativa de EEUU, sino
sencillamente ofrecer una perspectiva
complementaria, generalmente olvidada
por la historiografía estadounidense.
A modo de ejemplo, y como punto de
partida, cuenta su experiencia en la selección de un profesor ayudante en el departamento de historia contemporánea
de una universidad estadounidense entre
un grupo de candidatos postdoctorales
con las más altas calificaciones. A la pregunta de cuál fue el primer asentamiento
colonial en el actual territorio de EEUU,
la mayoría de los candidatos mencionó Jamestown, fundado por un destacamento
inglés en 1607. Pese a que algunos, mejor
encaminados, se refirieron a las colonias
españolas de Florida, como San Agustín,
ninguno de ellos mencionó Puerto Rico,
colonizado cien años antes de la fundación de Jamestown. Aquello parecía un
indicador fiable de que la historia que
se estaba enseñando e investigando en
EEUU respondía a una única perspectiva angloamericana, e inclinó a Fernández-Armesto a escribir el libro.
La base de su tesis es que la nación
estadounidense se ha venido explicando
únicamente como resultado de una expansión histórica anglo-protestante en
dirección este-oeste a partir de Jamestown, olvidándose de la existencia de una
expansión concurrente hispano-católica
que avanzó en dirección sur-norte desde
Puerto Rico. Fernández-Armesto sostiene
que la mejor forma de comprender EEUU
es como el resultado de la urdimbre cultural resultante del entrecruzamiento histórico de ambas líneas de avance.
El libro contiene una narración de la
secuencia de hechos históricos que vendrían a ilustrar esta tesis. Lo hace dividiendo el proceso de formación de EEUU
en cuatro grandes periodos históricos:
un periodo inicial de colonización española (1), un periodo de choque colonial
anglo-hispánico (2), un periodo de hegemonía angloamericana (3), y un periodo
reciente de rehispanización de EEUU por
vía migratoria (4).
1. La colonización española tuvo como
pioneros a unos cuantos cerdos y cabras soltados en Puerto Rico en 1505, de
acuerdo a la costumbre de la época, de
poblar la tierra de animales domésticos
antes de iniciar la colonización humana.
Ésta se produjo finalmente en 1508 de la
mano de Juan Ponce de León, que desde
el principio estableció relaciones de cooperación con diversos pueblos indígenas, aprovechándose del fenómeno que
Fernández-Armesto denomina ‘efecto
extranjero’. Se refiere a la inicial predisposición favorable de los pueblos nativos
hacia los visitantes, con el fin de evitar el
posible conflicto y establecer relaciones
de cooperación con ellos, especialmente
en el ámbito estratégico-militar contra los
pueblos vecinos con los que mantienen
relaciones de rivalidad territorial, y muy
especialmente si los visitantes extranjeros
disponen de capacidades militares que
pueden conferir a los anfitriones una ventaja estratégica sobre los vecinos.
Esta fue, según Fernández-Armesto,
la vía principal de penetración de los colonos españoles, no sólo en Puerto Rico,
sino también en Florida y en otras tierras
continentales. ‘Es—según escribe—una de
las paradojas de la conquista española del
Nuevo Mundo: en muchos lugares no fue
realmente una conquista sino un proceso
negociado, en que las comunidades indígenas, por razones propias, admitirían a
los españoles en puestos de privilegio y,
en ocasiones, de mando… por cada episodio serio de armas, hubo decenas, quizá
cientos, de casos en los que llegaron a algún acuerdo con los recién llegados’.
Por esta vía fueron abriéndose paso
hacia el norte, impulsados en gran medida
por leyendas indígenas, como la de la Cíbola, una ciudad suntuaria supuestamente del tamaño de Tenochtitlán. Jamás encontraron aquella megalópolis, ni ninguno
de los grandes reinos legendarios de Norteamérica, pero por el camino, fundaron
numerosas ciudades de planta española
(en los actuales estados de Texas, Arizona y Nuevo México), destacando entre
ellas la ciudad de Santa Fe, que adquirió
un valor estratégico en la expansión norteamericana, y que actualmente es la más
antigua de todas las capitales de estado de
EEUU (Nuevo México). Medio en broma,
escribe Fernández-Armesto: ‘Cuando dos
ingleses se encuentran en una frontera
inexplorada, fundan un club. Cuando dos
españoles se encuentran en similares circunstancias, fundan una ciudad’.
2. El periodo de confrontación anglo-hispánica se extendió a lo largo del
siglo XVIII, y tuvo como foco original las
tierras de la actual Florida. Ahí se enfrentaron no sólo dos potencias europeas, sino
también dos culturas europeas, y, en particular, dos estrategias netamente distintas
en la conquista americana.
REVISTA DE REVISTAS | ANÁLISIS | JULIO-OCTUBRE 2015
Los conquistadores y misioneros españoles, por una parte, dirigían su atención hacia los núcleos
de población indígena con el fin de
incorporar al Imperio su fuerza de
trabajo, así como incorporar nuevos
fieles a la Iglesia. La institución legal
con que se inició este proceso fue la
encomienda, que fácilmente degeneraba en una forma de esclavitud. La
posterior legislación protectora de
los indígenas fue restringiendo estas
prácticas, de modo que los colonizadores con menos escrúpulos tuvieron
que recurrir a subterfugios (como acusar a los indígenas de caníbales, o convertirlos en prisioneros de guerra) para
preservar su servidumbre. Las misiones
católicas, por su parte, mantenían a los
indígenas en un régimen que Fernández-Armesto califica como paternalismo
severo. Las autoridades de Madrid, finalmente, intentaban preservar todo este
orden, enfureciéndose al recibir noticias
de la reducción de la población indígena
(por efecto de las epidemias), estando
movidos no sólo por razones humanitarias, sino también—y, quizás, sobre todo—
porque con ello se frustraban los planteamientos estratégicos de la colonización.
En cambio, los conquistadores ingleses ansiaban fundamentalmente la conquista de territorios, siendo las poblaciones indígenas un grave impedimento para
la consecución de sus fines. Así se explican las actuaciones públicas que Fernández-Armesto no duda en calificar como
de ‘exterminio’ de los nativos norteamericanos. Describe, por ejemplo, cómo en las
colonias inglesas se organizaban suscripciones populares, amparadas por la Ley,
con el fin de ofrecer recompensas monetarias por cada cabellera india conseguida—ya fuera de hombre, mujer, o niño—lo
que constituye prueba fehaciente de una
política genocida. Jamás en Europa se
había practicado esta medida, a pesar de
que las guerras de conquista eran la norma habitual desde tiempos inmemoriales.
Tampoco se adoptó en la colonización española, lo que explica fácilmente que los
pueblos indígenas norteamericanos mostrasen sistemáticamente su preferencia
por los colonizadores españoles.
Para dar cuenta de este contraste en
las formas de actuación, Fernández-Armesto recurre a una explicación ambientalista, muy común en la historiografía
anglosajona, consistente en señalar las
diferencias de tierra y clima que predominaron en una y otra operación de conquista. Así describe lo que considera ‘la mayor
diferencia entre la experiencia española y
la posterior experiencia inglesa, en la colonización del Nuevo Mundo’: ‘Con contadas excepciones, España ocupó zonas
de población relativamente densa en zonas tropicales o semitropicales, donde la
contribución de los indios al grado de supervivencia y prosperidad fue fundamental. Los ingleses adquirieron algunas islas
y enclaves poco poblados donde el trabajo
lo hacían los esclavos importados, pero
centraron sus colonias en zonas relativamente templadas, donde podían practicar
su propio estilo tradicional de agricultura, y donde, una vez hubieron llegado los
agricultores coloniales, los indígenas, que
eran más obstáculo que ayuda, pudieron
ser exterminados o expulsados.’
3. El periodo de hegemonía angloamericana transcurrió básicamente a lo largo
del siglo XIX, impulsado, en gran medida,
por la independencia de EEUU y la formación de un gobierno federal—un desarrollo histórico en el que, irónicamente,
España jugaría un papel clave.
Durante este periodo se produjo la
11
gran expansión hacia el oeste, que tuvo
que superar la resistencia de una diversidad de naciones indígenas. La principal vía que encontró el expansionismo
angloamericano para despejar el camino fue atacar los rebaños de búfalos, de
los que los pueblos de las llanuras vivían, tanto para obtener comida como
vestido, techo, o combustible. Fernández-Armesto cita, en este sentido,
al General Sherman, que defendía la
política de ‘destruir el abastecimiento
de los indios… Que maten, desuellen,
y vendan hasta que exterminen a los
búfalos’. Y, en efecto, como señala el
autor, ‘de los quizá 60 millones de
cabezas que habitaban las llanuras a
principios del siglo XIX, quedaban
menos de mil cuando se rindieron
los últimos cheyennes, comanches,
y kiowas independientes en 1875’,
produciéndose la esperada reducción paralela en el número de nativos norteamericanos.
Tras superar este obstáculo, la
expansión se dirigió a derribar las
fronteras de una nación mejicana
ya independiente, asentada en la zona
meridional y occidental del actual territorio estadounidense. Entre los principales
choques figuran aquellos derivados de la
secesión de Texas y California respecto
de México, que, según Fernández-Armesto, estuvo motivada por la determinación
de las élites locales angloamericanas de
aplicar en sus territorios las políticas de
exterminio indígena desplegadas en las
llanuras, y que eran de imposible aplicación bajo la legislación mejicana. A ello
contribuyó, según el autor, la ideología del
darwinismo social que se encontraba en
auge en el mundo anglosajón en aquella
época, y que contemplaba como ‘inevitable’ la desaparición de las razas supuestamente débiles.
Una vez lograda la hegemonía angloamericana en los territorios que actualmente forman EEUU, se desplegó
una dura política de asimilación cultural,
dirigida no sólo hacia la población indígena norteamericana, sino también hacia
una población que, por primera vez, empezaba a llamarse ‘hispana’, y que estaba
integrada por hispanohablantes de ascendencia española, indígena, y mestiza. Fernández-Armesto explica que, como parte
de esa política, se prohibió, por ejemplo,
la enseñanza del español en las todas es-
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cuelas, incluso en aquellos estados recién
anexionados, como Nuevo México, donde
la práctica totalidad de la población—autóctona, no inmigrante—tenía el español
como única lengua materna.
4. Finalmente, el periodo de rehispanización transcurre desde principios del
siglo XX hasta nuestros días. Arranca en
1918, con el levantamiento de las restricciones migratorias en la frontera mexicana, dirigido a suplir la repentina carencia
de mano de obra por la participación de
EEUU en la 1ª Guerra Mundial. Esta política se vería frenada, sin embargo, en años
posteriores; e incluso revertida, con el
estallido de la Gran Depresión, que propició una operación de deportación masiva.
Según estima Fernández-Armesto, unos
dos millones de inmigrantes mexicanos
fueron deportados entre 1929 y 1939.
La 2ª Guerra Mundial generó una nueva crisis de mano de obra en EEUU, lo que
condujo a abrir parcialmente la frontera con México, e incluso a organizar un
gran programa ‘bracero’ (en español) para
labrar las tierras de los estados del sur y
del oeste. Aun así, hasta 1960 la política
migratoria de EEUU consistió en limitar
la inmigración hispana para favorecer la
inmigración europea, considerada más
fácil de integrar en la sociedad estadounidense, hasta el punto de representar el
75% de la inmigración total. Sólo entonces
se suprimieron las cuotas raciales, y se revirtieron los términos numéricos del flujo
migratorio.
Fue en aquellos años cuando surgió,
en los estados del sudoeste, el autodenominado movimiento ‘chicano’, dirigido
por líderes campesinos como César Chávez, y movilizados por las duras y precarias condiciones laborales de los braceros, así como por la sospecha de que el
otorgamiento masivo de la nacionalidad
estadounidense a su población obedecía
únicamente al designio de engrosar las
filas del ejército de EEUU para la Guerra
de Vietnam. Fue, en todo caso, el primer
movimiento que creaba una identidad hispana dentro de la población inmigrante en
EEUU.
Fernández-Armesto dedica los capítulos finales del libro a hacer un examen
pormenorizado de la evolución de las
diferentes comunidades en EEUU, tales
como la comunidad puertorriqueña, dominicana, cubana, centroamericana y, por
encima de todo, mexicana, que representa
el 60% de la población hispana del país.
Como tendencia general, constata el constante aumento de la comunidad hispana
en EEUU, que ya alcanza los 50 millones
de personas, y que representa la mayor
de todas las minorías étnicas de EEUU.
Desde el punto de vista socioeconómico,
destaca su nivel aún relativamente bajo,
aunque con grandes diferencias entre comunidades—estando muy bien situada la
cubana, y muy mal la mexicana—al tiempo
que resalta algunos indicadores excepcionalmente positivos, como el de la salud,
impropios de una minoría desfavorecida.
En cuanto a las posibilidades de que
la población hispana acabe formando una
comunidad cohesionada, con capacidad
de actuar e identidad propia, Fernández-Armesto advierte que en las últimas
décadas se ha producido una notable dispersión de la población hispana por todo
el territorio estadounidense, a diferencia
de periodos anteriores, en que se encontraba concentrada en unos pocos núcleos
del sur y oeste del país. Entiende que este
factor tenderá a diluir la conciencia hispana en la sociedad estadounidense, como
ha ocurrido con otras poblaciones inmigrantes dispersas. La lengua seguirá siendo el principal factor de cohesión, pero no
será suficiente, piensa el autor, para articular una comunidad diferenciada y consciente en el conjunto de EEUU.
A modo de conclusión, Fernández-Armesto hace una reflexión sobre la identidad cultural de EEUU como nación.
Constata que la tradicional autodefinición
del país como nación angloamericana carece de sustento sociológico—ya que la
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población anglosajona no es ni ha sido
nunca numéricamente mayoritaria—así
como de fundamento histórico—ya que en
su formación ha confluido una variedad
de sociedades y culturas. A la luz de esta
realidad, y de las tendencias demográficas
en curso, el autor anima a los estadounidenses en general a asumir la identidad
latinoamericana de su país, aunque no se
trate de una identidad excluyente, sino
capaz de convivir con otros sentimientos
de identidad cultural.
¿Y qué crítica se puede hacer al libro?
Al margen de consideraciones de orden
menor, cabría señalar un aspecto, y es el
hecho de que haga suya la explicación
ambientalista, habitual en el mundo académico anglosajón, de la diferente posición de la conquista española e inglesa en
relación con los indígenas americanos. Si
se revisa el párrafo en que ofrece esa explicación (reproducida al final del punto
2), se observa que los conquistadores ingleses llegaron, desde el principio, con ‘esclavos importados’ de África, lo cual constituye una decisión económica y ética—no
un factor ambiental—que iba a condicionar decisivamente el curso de expansión
angloamericana.
Era ya sabido que los nativos americanos eran extremadamente vulnerables a
las enfermedades (traídas del Viejo Mundo), por lo que se consideró más eficiente
importar mano de obra africana, reconocida ya entonces como más robusta (precisamente por su inmunidad frente a las
enfermedades del Viejo Mundo), y que sería complementada por la fuerza de trabajo de los propios colonos europeos. De un
modo u otro, los nativos norteamericanos
fueron remplazados, tanto en las tierras
templadas (Massachussets, p.e.) como en
las tierras semitropicales (Florida), por lo
que resulta difícil mantener una explicación estrictamente ambiental de esta diferencia.
Cuando se observa con detenimiento
ambas estrategias de conquista, surge una
explicación alternativa más satisfactoria,
aunque no de carácter ambiental, sino
ideológica e institucional, que sitúa el origen de esta disparidad en la divergencia
histórica introducida por la reforma protestante, y en particular por la fundación
de la Iglesia de Inglaterra.
La identificación de España con los
fines de la Iglesia Católica condicionó su
concepción del Imperio hasta el punto de
REVISTA DE REVISTAS | ANÁLISIS | JULIO-OCTUBRE 2015
configurarlo como un imperio universal
católico tendente a la integración de todos
los pueblos de la Tierra. En cambio, la separación de Inglaterra respecto a la Iglesia Católica, y la consiguiente creación de
una iglesia nacional propia, propició el
progresivo abandono de una visión universal, y la gradual identificación de los
fines de la nueva iglesia con los intereses
de la comunidad étnica a la que está circunscrita. De este modo se allanó el camino para el surgimiento de una moralidad
dual (‘ingroup/outgroup’) que dispensa
un tratamiento sustancialmente diferente
para los que pertenecen a la comunidad
étnica de referencia y los que no.
Pero esto es sólo una parte de la explicación, ya que la identificación ideológica
de España con la Iglesia Católica no desterró completamente la pretensión de erigir
un imperio sobre la base de una moralidad
dual. No pocos conquistadores españoles
tuvieron la misma tentación que los ingleses, de prescindir de la población local
mediante acciones de guerra o desplazamiento, tácita o potencialmente genocidas. Y no faltaron ideologías tendentes a
justificar ese resultado. La cuestión, por
tanto, es determinar qué fuerza institucional se interpuso entre esa tentación y
su realización, y la respuesta es bien evidente: el clero español.
Fue Antonio de Montesinos, y Pedro
de Córdoba, y Francisco de Vitoria, y Bartolomé de las Casas, y otros muchos eclesiásticos—acompañados de muy pocos
seglares—quienes reclamaron a la Corona
la supresión de unos métodos de conquista que, a su entender, estaban provocando
la extinción de la población indígena. El
hecho de pertenecer a la Iglesia Católica,
no supeditada al poder del rey, les proporcionó un amparo efectivo, que a su vez les
permitió criticar libremente unas acciones que hasta entonces habían sido consentidas por la Corona. Fue, por tanto, una
suerte de separación de poderes de facto, la
que abrió el sistema a la disensión, y facilitó el cambio en la política de conquista.
Es un factor institucional clave que
distingue visiblemente la conquista española de la inglesa. Cabe suponer que
entre los colonos ingleses surgieron también voces críticas, con conciencia moral, que rechazaban los ataques y abusos
cometidos contra la población indígena,
especialmente entre los pastores anglicanos, que ostentaban la autoridad moral en
la comunidad cristiana. Pero si es lógico
pensar que existieron esas voces—y es un
hecho que existieron—resulta igualmente
lógico pensar que fueron acalladas por el
poder estatal, no pudiendo disfrutar del
amparo de su iglesia, ya que esa iglesia
estaba jerárquicamente sometida al rey.
Sorprende que un católico inglés como
Fernández-Armesto no advierta esta divergencia ideológica e institucional, originada en tiempos de la Reforma, como el
principal factor explicativo de la diferencia entre ambas políticas expansionistas.
Por lo demás, el libro tiene el valor
indiscutible de recoger y documentar un
amplio periodo histórico en el devenir
de una gran nación, y con ese material
logra demostrar su tesis principal de que
EEUU, y la cultura estadounidense en general, es en gran medida el resultado de
una urdimbre de vectores culturales de
dirección sur-norte y este-oeste. Desde
este punto de vista, que es el esencial, Fernández-Armesto puede dar por cumplida
la misión de su libro.
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