1 JULIO-OCTUBRE 03/2015 Las opiniones contenidas en los siguientes artículos sólo compromenten a sus autores y no constituyen posiciones oficiales del Ministerio de Asuntos Exteriores y de Cooperación La presidencia española del Consejo de Seguridad en octubre de 2015 Ignacio Ybáñez Rubio SECRETARIO DE ESTADO DE ASUNTOS EXTERIORES España en el Consejo de Seguridad A la entrada de la sala donde se reúne habitualmente el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, en Nueva York, los delegados se encuentran con un tapiz de tres metros de altura y siete de longitud que reproduce el “Guernica” de Pablo Picasso, uno de nuestros pintores más universales. Resulta paradójico que sea precisamente una obra que nos previene de los horrores de la guerra, la que dé la bienvenida a una sala donde los quince Estados miembros del Consejo trabajan por la paz y la seguridad. Un recordatorio sutil de la importante tarea que pesa sobre ellos. Y es que, de acuerdo con la Carta de las Naciones Unidas, al Consejo de Seguridad le corresponde la responsabilidad primordial OFICINA DE INFORMACIÓ DIPLOMÁTICA de mantener la paz y seguridad mundial. En octubre de 2014, tras una esforzada campaña que contó con el apoyo de todos los poderes del Estado, de las principales fuerzas políticas y de la sociedad española, España fue elegida por la Asamblea General, que agrupa en pie de igualdad a todos los miembros de Naciones Unidas, como miembro no permanente del Consejo de Seguridad para el bienio 2015-2016, siendo la quinta vez que nuestro país asume esta responsabilidad. A lo largo de la campaña al Consejo de Seguridad, España se presentó como un país con una clara vocación europea, pero muy consciente también de sus vertientes atlántica, mediterránea e iberoamericana. Somos, al fin y al cabo, una nación que es crisol de culturas, y por ello propensa a tender puentes y labrar consensos que permitan afrontar las amenazas a la paz y la seguridad. Desde este prisma, España desarrolló un ambicioso programa de trabajo para su mandato en el Consejo. En un ejercicio de transparencia sin precedentes, nuestro ARTÍCULO | ANÁLISIS | JULIO-OCTUBRE 2015 país se fijó y anunció públicamente una serie de compromisos en torno a ocho líneas de acción temáticas: diplomacia preventiva; mantenimiento y consolidación de la paz; protección de civiles y respeto del derecho internacional humanitario; derechos humanos; no proliferación de armas de destrucción masiva y desarme; lucha contra el terrorismo; nuevos desafíos globales a la paz y la seguridad internacionales; y, finalmente, la mejora de los métodos de trabajo del Consejo de Seguridad. El ejercicio de la presidencia del Consejo este pasado mes de octubre, nos ha permitido hacer realidad una buena parte de estos compromisos. La presidencia española del Consejo de Seguridad: cumpliendo con nuestros compromisos El Consejo de Seguridad cuenta con una presidencia rotatoria mensual, encargada de dirigir los trabajos, moderar los debates y convocar las reuniones. Es una tarea importante, que permite al Estado que la ostenta dar un impulso a las cuestiones que considera prioritarias. La presidencia española del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, ejercida este pasado mes de octubre, ha buscado 2 precisamente eso, cumplir los compromisos que asumimos al principio de esta andadura. Siendo plenamente conscientes de las limitaciones marcadas por el tiempo y el grado de dificultad que entraña sacar adelante cualquier iniciativa en el Consejo de Seguridad, especialmente en tiempos difíciles como los que vivimos, centramos nuestra acción en torno a cinco prioridades: garantizar la revisión de la Resolución 1325 sobre mujeres, paz y seguridad en su 15º aniversario; dotar de mayor transparencia los métodos de trabajo del Consejo; presentar propuestas sustantivas en el debate trimestral sobre la situación en Oriente Medio; llevar la voz de las víctimas del terrorismo al Consejo de Seguridad; y, finalmente, prestar especial atención a las crisis humanitarias en el mundo y, en particular, en Siria y Yemen. Todas estas cuestiones responden a nuestros compromisos, lo que muestra que España sigue una hoja de ruta previa, que sabe lo que hace, por qué lo hace y cómo lo hace. Ha sido ésta una presidencia especialmente intensa. En tan sólo cuatro semanas, hemos convocado 32 veces al Consejo; así, hemos mantenido 20 reuniones abiertas (de las cuales 4 de emergencia para responder a crisis puntuales, además de 3 de- bates abiertos, dos de ellos a nivel Ministerial), 10 consultas del pleno restringidas a los miembros del Consejo, 2 reuniones informales con participación de miembros de la sociedad civil. Al tiempo, el Consejo de Seguridad ha adoptado 5 Resoluciones, algunas especialmente significativas, como la Resolución 2240 sobre Libia y tráfico de migrantes (dirigida a frenar el tráfico de personas en el Mediterráneo), 5 comunicados de prensa y 3 declaraciones presidenciales. Nuestra presidencia ha constituido una ocasión única para impulsar nuestras prioridades y la hemos aprovechado. Se ha convocado el máximo número posible de debates previsto para el mes de una presidencia. Nunca antes el Consejo había asistido a un debate con 113 oradores, récord histórico que hizo que la sesión tuviera que extenderse dos días. Toda esta actividad no habría sido posible sin un esfuerzo extraordinario y la máxima implicación de todos. Nueva Resolución Mujeres, Paz y Seguridad (2242/2015) Nuestro primer compromiso era contribuir sustancialmente a la revisión de la Resolución 1325 sobre Mujeres, Paz y Se- ARTÍCULO | ANÁLISIS | JULIO-OCTUBRE 2015 guridad cuando se cumplía el 15º aniversario de su adopción. Así, el 13 de octubre organizamos un debate abierto de alto nivel sobre este tema, que fue inaugurado por el Secretario General de Naciones Unidas, Ban Ki-moon, conducido por el Presidente del Gobierno. La vigencia de la cuestión y el impulso dado por nuestro país permitió adoptar, por unanimidad, algo especialmente llamativo en un momento internacional convulso como el actual, la nueva Resolución 2242, que contó con 72 copatrocinios, siendo 11 de ellos de miembros del Consejo. Son cifras sin precedentes en resoluciones de esta agenda. El texto adoptado toma el testigo de la Resolución 1325, incluyendo lenguaje novedoso sobre terrorismo, extremismo violento y abusos sexuales por parte del personal de NNUU. El documento profundiza en otras cuestiones, como la práctica del Consejo de Seguridad en esta materia, el papel de la sociedad civil, el despliegue de asesores de género sénior en las misiones de paz o la creación de un grupo informal de expertos, el que España espera estar adecuadamente representada. Además, algunos Estados, como España, anuncia- 3 ron compromisos concretos de aplicación de la Resolución. En concreto nuestro país realizará en 2016 una contribución de un millón de euros al nuevo instrumento de Aceleración Global y al Fondo ONU Mujeres contra la violencia sexual en conflicto. Mayor transparencia en los métodos de trabajo del Consejo de Seguridad El debate anual sobre métodos de trabajo fue una ocasión idónea para promover la segunda de nuestras prioridades: una mayor transparencia y una mejor dinámica de trabajo entre el Consejo y otros órganos de Naciones Unidas, en particular la Asamblea General, ECOSOC y la Secretaría. El consenso recogido llevó a la adopción de una declaración presidencial el día 30 de octubre. El debate sirvió además para abordar el proceso de selección del próximo Secretario General, que sustituirá a Ban Ki-moon a partir del 1 de enero de 2017. En esta cuestión, España abogó por un procedimiento más transparente e inclusivo, con un mayor papel para la Asamblea General, y en el que preferiblemente resulte elegida para el puesto una mujer, después de ocho Secretarios Generales varones. Por otro lado, para dar cumplimiento a nuestro compromiso de transparencia en el ejercicio de nuestra presidencia, al finalizar la misma, España convocó una reunión de recapitulación abierta a toda la membresía de Naciones Unidas, iniciativa muy apreciada por aquellos Estados miembros que no se sientan en el Consejo. Conseguimos la aprobación de una Declaración Presidencial, la primera de esta índole, con elementos para mejorar el uso eficiente del tiempo en los debates del Consejo. Situación en Oriente Medio: el Consejo ante un gran desafío La tercera de las prioridades, la situación en Oriente Medio, se puso de relieve con ocasión del debate abierto trimestral sobre esta cuestión, celebrado el día 22 de octubre, bajo presidencia del ministro García-Margallo. El aumento de la tensión y de la violencia en Palestina e Israel, coincidiendo además con el último viaje del Secretario General a la región, justificó que España convocara la reunión a nivel ministerial, lo que elevó mucho el interés por el debate ordinario trimestral sobre Orien- ARTÍCULO | ANÁLISIS | JULIO-OCTUBRE 2015 4 El ministro de Asuntos Exteriores y de Cooperación, junto al ministro del Interior y la presidente de la Fundación Víctimas del Terrorismo, durante su visita a la exposición “La mirada de la víctima” en la sede central de Naciones Unidas, en Nueva York, el 21 de octubre de 2015. FOTO EFE. te Medio. Participaron 9 ministros, entre ellos, de Estados Unidos, Jordania, Palestina, Noruega, Suecia y el Secretario General de la Liga de Estados Árabes. Ante el bloqueo del proceso de paz entre israelíes y palestinos y la frustración resultante, el debate puso de manifiesto que corresponde al Consejo de Seguridad asumir sus responsabilidades, auspiciando un relanzamiento de las negociaciones entre las partes, algo en lo que España quiso contribuir con el ofrecimiento para acoger una nueva Conferencia de paz, “Madrid II”. El objetivo es recuperar el espíritu de la Conferencia de Madrid de 1991, combinando el diálogo directo entre las partes con la vía multilateral, con una arquitectura internacional aceptable para todas las partes y que implique a los países de la región con el objetivo final de una solución basada en la convivencia en paz y seguridad de dos Estados. También surgieron en el debate otras crisis como la Siria que ya dura demasiado y que tanto daño ha causado, el conflicto en Yemen o la situación de Líbano y otros países de la region. Las víctimas del terrorismo, por primera vez en el Consejo de Seguridad Además de estos tres debates abiertos, España cumplió con su cuarta prioridad mediante la convocatoria de una reunión sobre víctimas del terrorismo y su papel en el combate del extremismo violento el día 21 de octubre, bajo el formato de fórmula “Arria”. Este encuentro fue coorganizado con Estados Unidos y presidido por el ministro de Asuntos Exteriores y de Cooperación, José Manuel García-Margallo Marfil y el ministro de Interior, Jorge Fernández Díaz, junto con la Representante Permanente de EEUU, Embajadora Samantha Power, que ostenta rango ministerial. España ha cumplido así con uno de los principales compromisos inscritos en sus líneas de acción del programa en el Consejo: llevar la voz de las víctimas del terrorismo al Consejo de Seguridad por primera vez en los 70 años de existencia de las Naciones Unidas. Ante este órgano dieron testimonio víctimas y representantes de víctimas españolas –María del Mar Blanco, Jana Gallardo y Tomás Fraga– así como de diferentes regiones y contextos, entre ellos, víctimas de Daesh o Boko Haram, poniendo en valor el importante papel que las víctimas pueden desempeñar a la hora de construir una narrativa contraria al terrorismo y capaz de deslegitimar la propaganda terrorista y el discurso del extremismo violento, especialmente activo a través de las nuevas tecnologías. Reacción ante las graves crisis humanitarias La última de las prioridades de España en el Consejo durante el mes de presidencia ha sido volcar la atención hacia las preocupantes crisis humanitarias que se sufren en distintos rincones del mundo. Por un lado, no podíamos dejar de ocuparnos de la situación extraordinariamente grave que se vive en Siria, ya que España es “relatora” (“penholder”), junto con Jordania y ARTÍCULO | ANÁLISIS | JULIO-OCTUBRE 2015 Nueva Zelanda, en el segmento humanitario, presidiendo una reunión específica al respecto. Asimismo, en el debate abierto trimestral sobre Oriente Medio, España está trabajando, junto con Francia y Reino Unido, para promover que el Consejo de Seguridad dirija su atención hacia los intolerables ataques indiscriminados de los que es objeto la población civil siria. Por otra parte, el agravamiento del sufrimiento de la población en Yemen no podía quedar desatendido por el Consejo de Seguridad. A instancias de países como España, que viene reclamando una mayor implicación en la vertiente humanitaria de la crisis yemení, Jordania convocó reunión informal al respecto. Apostando por la vigencia de NNUU en su 70º Aniversario Además de nuestra actividad en el Consejo, en este mes de octubre, España ha impulsado una iniciativa para reafirmar el compromiso de los Estados miembros de la Organización con los valores contenidos en la Carta de Naciones Unidas, hoy más necesarios que nunca en un contexto internacional convulso y difícil. El pasado día 23 de octubre, en el marco de los actos conmemorativos del 70º Aniversario de las NNUU, la Asamblea General aprobó por consenso una Declaración Política de reafirmación del compromiso de los Estados miembros con los propósitos, los principios y los valores derivados del preámbulo de la Carta de las NNUU. Entre esos principios se inscriben pilares del derecho internacional contemporáneo como la prohibición del uso de la fuerza, el arreglo pacífico de las controversias o la integridad territorial de los Estados. El día a día en el Consejo de Seguridad Sin embargo, el trabajo de España en el Consejo no se limita a nuestra presidencia. Desde enero hemos ejercido nuestro cometido como miembro no permanente con responsabilidad y transparencia, tal y como rezaba uno de nuestros lemas de campaña. Durante todo 2015 y en línea con nuestras prioridades, venimos dando cumplimiento a nuestro programa activamente en diferentes áreas. En primer lugar, la lucha contra el terrorismo tiene un lugar destacado. España acogió en Madrid, los días 27 y 28 de julio, una reunión especial del Comité contra el Terrorismo del Consejo de Seguridad cen- 5 trada en detener el flujo de combatientes terroristas extranjeros. Acto seguido, tuvo lugar un encuentro de ministros de Exteriores y de Interior, dirigido por el Presidente del Gobierno, en el que participaron más de 80 delegaciones y se adoptó una Declaración Ministerial de apoyo. En segundo lugar, destaca nuestra apuesta por la diplomacia preventiva y la mediación, que ya es una de las señas de identidad de nuestra política exterior en los últimos años. En el mes de marzo celebramos en Madrid una reunión de la Iniciativa hispano-marroquí de Mediación en el Mediterráneo, sobre el Papel de las Organizaciones Regionales en Mediación en el Mediterráneo cuyas conclusiones fueron trasladadas al Consejo de Seguridad y a la Asamblea General. Asimismo, los días 23 y 24 de junio tuvo lugar en Madrid la 5ª Reunión de puntos focales de la Red Global de Responsabilidad de Proteger, que organizó España junto con Chile, el Global Center for the RtP y la Stanley Foundation. En relación con el mantenimiento y consolidación de la paz, nuestra tercera línea de acción, hemos participado activamente en los tres procesos paralelos de revisión de las operaciones de paz, la arquitectura de consolidación de la paz y la revisión de la Resolución 1325 sobre Mujeres, Paz y Seguridad. Para garantizar una mayor coherencia entre los tres procesos España organizó, el 21 de mayo, una reunión informal con la presidenta el Estudio Global de revisión de la resolución 1325 y representantes de los paneles de revisión de operaciones de paz y de la arquitectura de consolidación de la paz. Finalmente, España se comprometió en su programa a prestar especial atención a las nuevas amenazas de nuestro tiempo. Así, el pasado 30 de junio, organizamos, junto con Malasia, una reunión informal del Consejo centrada en el cambio climático como multiplicador de las amenazas a la paz y seguridad internacionales. En ella participaron ministros y representantes de la sociedad civil de países especialmente afectados por los efectos negativos del cambio climático. Los próximos retos en el Consejo de Seguridad Durante los próximos meses y a lo largo de 2016 seguirán nuestras responsabilidades derivadas de ser presidentes de 3 comités y relatores en dos cuestiones impor- tantes, respondiendo así a la percepción de nuestro país como socio fiable, responsable y constructivo. Como presidencia del Comité 1540, relativo a la no proliferación de armas de destrucción masiva, nuclear, química y biológica, España promueve la aplicación plena, efectiva y universal de la Resolución 1540 entre los Estados, industria y sociedad civil. Esta cuestión centrará nuestros esfuerzos y será, sin duda, uno de los temas centrales de nuestra próxima presidencia, en diciembre 2016, cuando culmine el proceso de revisión que se inicia ahora. España preside asimismo el Comité 1737, relativo a sanciones a Irán. Esta tarea es de extraordinaria importancia en el momento actual, tras la conclusión del acuerdo sobre el programa nuclear iraní. Entre nuestras responsabilidades también destaca la de presidir el Comité 1718, concerniente a sanciones a República Popular Democrática de Corea. Por último, España ejerce el papel de relator en el dosier de Afganistán, donde el pasado mes de abril se logró un difícil consenso para la renovación de la misión UNAMA. Fieles a nuestro compromiso, tratamos de ejercer el liderazgo en estas cinco cuestiones con responsabilidad, espíritu constructivo y neutralidad. Como ya he apuntado, en diciembre de 2016 tendremos la oportunidad de volver a ejercer la presidencia, culminando así nuestro bienio en el Consejo. Ese honor conllevará un altísimo grado de responsabilidad, para estar a la altura de la confianza depositada en nosotros por la comunidad internacional cuando nos eligió para formar parte de dicho órgano. Dag Hammarskjöld, el segundo secretario general de las Naciones Unidas y para muchos el mejor de todos los que han ocupado el cargo hasta el día de hoy, escribió: “¿Saben cuándo todo funcionará correctamente? Cuando la gente deje de pensar en las Naciones Unidas como en un difícil cuadro de Picasso y empiecen a verlas como un dibujo hecho por ellos mismos”. Otra vez Picasso, probablemente uno de nuestros pintores más universales. España quiere contribuir a la gran obra de las Naciones Unidas con cosas tangibles, hechos concretos que nos permitan avanzar, paso a paso, hacia un mundo más seguro, más justo y más digno. REVISTA DE REVISTAS1 | ANÁLISIS | JULIO-OCTUBRE 2015 6 La nueva política de defensa de Japón La derrota de Japón en la Segunda Guerra Mundial dio lugar a la imposición en 1947 de una constitución de marcado carácter pacifista en la cual se establecía que el pueblo japonés renunciaba para siempre a la guerra y a la amenaza o al uso de la fuerza, así como al mantenimiento de fuerzas militares o potencial bélico. A pesar de estas limitaciones, Japón desarrolló con el apoyo de Estados Unidos unas Fuerzas de Autodefensa (JSDF por sus siglas en inglés) destinadas a preservar la paz, el orden público y la independencia y seguridad del país. El 17 de septiembre de 2015, la Cámara Alta del Congreso japonés adoptó un paquete legislativo que introduce cambios sustanciales en la política de defensa japonesa gracias a la “reinterpretación” cons- 1 titucional que tuvo lugar el pasado mes de julio y que permite a Japón transformar su derecho de legítima defensa en un derecho a la autodefensa colectiva2. Las nuevas medidas tienen un doble objetivo. Por un lado, permitir que las JSDF puedan usar la fuerza en el caso de un ataque contra un aliado si éste estuviera desarrollando tareas consideradas esenciales para la propia supervivencia de Japón3 y por otro, la capacidad de ofrecer apoyo logísti- co en misiones para el mantenimiento de la paz, aunque este compromiso continuará estando supeditado a la aprobación de la ONU y en ningún caso preverá la participación en tareas de combate3. Estas propuestas responden a los propósitos del primer ministro Shinzo Abe de convertir a Japón en un país más “normal” en términos de su política de defensa5. El cambio de paradigma en el modelo de seguridad está profundamente vinculado a Con la colaboración de Ana Iborra 2. Ruiz González, Francisco J. Japón: un dilema de seguridad ¿irresoluble?. Documento de Opinión 93/2015, Instituto Español de Estudios Estratégicos, 1 septiembre 2015, p. 15. 3. Simón, Luis. La política de defensa de Japón: ¿una nueva normalidad?. Comentario FRIDE nº 25, septiembre 2015. 4. Ibidem 5. Simón, Luis. La política… op. cit. REVISTA DE REVISTAS | ANÁLISIS | JULIO-OCTUBRE 2015 las importantes transformaciones del marco regional Asia-Pacífico6 y al aumento de las tensiones estratégicas en la zona, lo que la convierte en un área esencial en la agenda de seguridad global actualmente. Esta necesidad de redefinir el papel de Japón en materia de seguridad y proyección estratégica responde a dos preocupaciones principales. De una parte, el surgimiento de China como potencia militar y las pretensiones de reclamación territorial que ejerce en los llamados Mares del Este y Sur de China (recordemos que la disputa por las islas Diaoyu, como las denomina China, o Senkaku, como las denomina Japón, enfrentan a ambos países en la actualidad). Estas disputas territoriales que caracterizan a Asia Oriental corresponden, según Ruiz González, a una mezcla de agravios históricos y políticas internas que han generado un fuerte nacionalismo que se ha convertido en un elemento característico de la cultura estratégica de los países de la región. De otra parte, la amenaza que supone la República Democrática Popular de Corea (RDPC) en materia nuclear y de misiles. Otro de los factores que ha rediseñado el balance estratégico asiático ha sido la política de acercamiento hacia China llevada a cabo por Corea del Sur desde la llegada al poder en 2013 de la presidenta Park Geun-hye. Esta aproximación al gigante asiático pretendería por un lado fortalecer los vínculos económicos de ambos países y, por otro, debilitar el apoyo de Pekín a la RDPC, fijando la vista a largo plazo en la posibilidad de una reunificación pacífica de la península coreana7. La reinterpretación de la política de defensa japonesa responde a la petición americana de que Japón asuma mayor carga en el marco de su alianza estratégica8, una relación que se remonta a las Guías de Defensa suscritas por ambos países y que han sido revisadas por primera vez el pasado abril desde 1997. Estas nuevas guías tienen como objetivo reflejar los cambios en el panorama de seguridad global y regional, reforzar la disuasión, garantizar la paz y la seguridad de Japón en distintas 7 circunstancias estratégicas y promover la paz y la estabilidad tanto en la región de Asia-Pacífico como a nivel global9. Si algo ha generado esta nueva política defensiva es controversia. Para los críticos, las reformas constituyen el inicio del fin del pacifismo japonés que se estableció tras la Segunda Guerra Mundial y crean una situación en la que las probabilidades de que Japón participe en guerras exteriores aumenta. Algunos han llegado al punto de acusar al primer ministro Shinzo Abe de ejercer una política de expansionismo e incluso de perseguir aspiraciones militaristas10. Sin embargo, para los defensores de esta reinterpretación, las reformas son esenciales para que Japón pueda afrontar un entorno de seguridad cada vez más complejo y no tendrían necesariamente un impacto negativo en la seguridad regional; al contrario, un ejército japonés más capacitado para hacer frente a las amenazas tendría el potencial de incrementar la seguridad de la región11. Respecto al grado de transformación de las reformas, según Adam Liff, las medidas adoptadas bajo el mandato de Abe continúan una tendencia a largo plazo que ya había sido iniciada por gobiernos anteriores, tanto por el Partido Liberal Democrático como por el Partido Democrático de Japón. Así, el reformismo, aunque es significativo, tiene un carácter esencialmente evolutivo y racionaliza una política defensiva que pretende responder a las crecientes preocupaciones sobre la seguridad regional a causa de las principales amenazas citadas anteriormente12. Martín Cubel coincide en que Japón ha readaptado paulatinamente tanto su posición estratégica como su política exterior, demostrando así un verdadero compromiso doméstico por generar una nueva imagen acorde a las necesidades de una mayor profundidad en las relaciones internacionales13. Uno de los grandes retos que se plantea al haber introducido estos cambios es la gestión de las percepciones del resto de 6. Martín Cubel, Fernando. Japón no permanece impasible a las transformaciones de Asia-Pacífico. Documento de Opinión 77/2015, Instituto Español de Estudios Estratégicos, 21 julio 2015, p. 8. 7. Ruiz González, op. cit, p. 9. . 8. Choong, William. Defence and Japan’s Constitutional Debate. Survival 57:2, 173-192, marzo 2015, p.173. 9. Liff, Adam P. Japan’s Defence Policy: Abe the Evolutionary. The Washington Quarterly, 38:2, 79-99, 30 julio 2015, p. 88. 10. Ibidem, p. 90. 11. Choong, op. cit, p. 185. 12. Liff, op. cit, p. 80. 13. Martín Cubel, op. cit, p. 9-10. REVISTA DE REVISTAS | ANÁLISIS | JULIO-OCTUBRE 2015 países asiáticos: Japón debe convencer a sus vecinos (especialmente a China y Corea del Sur) de que su adopción del principio de la autodefensa colectiva será beneficioso, y no perjudicial o amenazador, para la seguridad regional. La respuesta de los Estados circundantes ha variado desde aquellos que han demostrado su apoyo, como Australia o Singapur, hasta otros que desconfían de las intenciones japonesas, como Malasia o Indonesia. A pesar de todo, según Green y Hornung, aunque muchos de estos países han tenido un “pasado difícil” con Japón a lo largo del siglo XX, la mayoría de ellos están más preocupados por la emergencia de China14. Por otra parte, las percepciones internas de la reinterpretación constitucional constituyen otro desafío, puesto que la opinión pública japonesa sigue siendo “fundamentalmente hostil” hacia la política exterior activista y recela del papel del ejército15. Japón aparentemente conserva los principios básicos que han caracterizado su contención durante décadas y es la potencia económica mundial que mayores limitaciones mantiene en su política de defensa. Según Liff, por tanto, esta reinterpretación es moderada y responde a una situación coyuntural en la que Japón se ha visto obligado a adoptar una política de seguridad más racional y “normal” en el ámbito militar. Ruiz González señala, sin embargo, que este cambio en la política exterior y de seguridad de Japón no se presenta como la única alternativa para Tokio y el refuerzo de la alianza militar con Estados Unidos responde básicamente a dos principios: la identificación de China como una potencia revisionista y hostil y la propia ideología nacionalista japonesa, representada en la figura de Shinzo Abe. En cuanto a las perspectivas que plantea esta revisión de la política de defensa, éstas deben ser analizadas teniendo en cuenta el ámbito geográfico. Por un lado, la redefinición de la alianza estratégica EEUU-Japón permitirá una mayor flexibilidad operativa, así como la adopción de un enfoque global16. En palabras del propio Shinzo Abe, “one plus one will finally become two”17, las nuevas Guías de Defen- 8 sa permitirán que Japón se convierta en un socio más comprometido e igualitario18 en el ámbito de la cooperación defensiva bilateral. Pero esta mayor autonomía estratégica japonesa no está exenta de riesgos. Tal y como advierte Liff, Washington debe reconocer las importantes restricciones que aun limitan a las JSDF con el fin de no abrigar expectativas demasiado altas que pudieran minar este progreso recientemente conseguido19. La eliminación de determinadas restricciones en las JSDF conducirían a una relación estratégica más significativa con Australia e India, dos Estados con los que el primer ministro Shinzo Abe ha declarado que querría fortalecer sus vínculos. La relación podría desarrollarse tanto a nivel bilateral como a nivel multilateral gracias al Diálogo de Seguridad Cuatripartito (QSD por sus siglas en inglés)20, integrado los países mencionados más Estados Unidos y creado con el objetivo de adaptarse a la nueva situación de Asia-Pacífico en la que China destaca como potencia emergente. Esto demuestra que Abe aspira a ampliar el entorno geoestratégico japonés 14. Green, Michael, Hornung, Jeffrey W. Ten Myths About Japan’s Collective Self-Defense Change. The Diplomat, 10 julio 2014. 15. Choong, op. cit., p. 185. 16. Simón, Luis. La política de defensa… op. cit. 17. Baker, Gerard, Schlesinger, Jacob M. How History Haunts Shinzo Abe’s Vision for Japan. Wall Street Journal, abril 2015. 18. Liff, op. cit., p. 92. 19. Liff, op. cit., pág. 94 20. Simón, Luis. La política de defensa… op. cit. REVISTA DE REVISTAS | ANÁLISIS | JULIO-OCTUBRE 2015 El primer ministro de Japón, Shinzo Abe, durante su visita a la Casa Blanca, en Washington, en abril de 2015. FOTO EFE. desde el marco Asia-Pacífico a uno más extenso en el Indo-Pacífico21, un espacio que es clave tanto para el potencial energético como para la prosperidad económica japonesa22. El Océano Índico es también el punto en el que confluyen los intereses económicos y estratégicos de Japón y la Unión Europea, y ambos países comparten dos intereses fundamentales en la región: mantener la seguridad en las rutas marítimas del Océano Índico, de vital importancia, puesto que es la vía fundamental del comercio entre Europa y el Sudeste Asiático, y la existencia de un equilibrio de poder en la cuenca del Índico, especialmente en el Golfo Pérsico23. Así, la nueva política de defensa japonesa abre un buen número de oportunidades en el marco de la cooperación entre ambos, tal y como demuestra la negociación de un acuerdo de asociación estratégica que permitiría la participación de las JSDF misiones de gestión de crisis24 en el marco de operaciones de la Unión Europea. Tal y como apunta Luis Simón, la UE podría ser un socio conveniente para Japón en el ámbito de las operaciones de mantenimiento de la paz dado el énfasis de la Unión en las amenazas transnacionales, en tareas de baja intensidad y operaciones de índole policial, y mayoritariamente bajo el amparo de las Naciones Unidas25. El refuerzo de la alianza estratégica entre Estados Unidos y Japón y la nueva política defensiva además plantea importantes cuestiones en el escenario ruso-nipón. Recientemente, la presión ejercida por Occidente sobre Rusia como consecuencia del conflicto en Ucrania ha provocado un acercamiento de Rusia hacia China con el objetivo primordial de poner en cuestión la posición global dominante de Estados Unidos. Esta relación, aunque compleja y no exenta de retos, podría según Ruiz González plantear un escenario de guerra fría en Extremo Oriente entre los bloques nipón-estadounidense y sino-ruso26. En sentido inverso, una relación más firme en- 9 tre Japón y Rusia sería conveniente puesto que existen muchas sinergias entre ambos países, tanto el ámbito económico como en el de la seguridad (una posible alianza ruso-nipona supondría un importante reto a la emergencia de China). Sin embargo, aún existen importantes diferencias entre ambos, tanto la antigua disputa territorial por las islas meridionales del archipiélago de las Kuriles como el reciente conflicto en Ucrania ante el cual Tokio se ha unido a las sanciones impuestas por Estados Unidos, lo que pone en duda la credibilidad de esta segunda opción estratégica para Japón. Finalmente cabe preguntarse cuál es el riesgo de una posible carrera nuclear y armamentística. El aumento de fuerzas nucleares asimétricas (India-Pakistán, India-China, República Democrática de Corea-Estados Unidos), así como la existencia de una potencia nuclear virtual27 (Japón) y dos potenciales Estados nucleares28 (Corea del Sur y Taiwán) han creado un arco de disuasión inestable29. Japón por su parte, aunque ha incrementado el presupuesto destinado a fines militares, ha permanecido fiel a sus firmes principios anti-nucleares, considerados como una política nacional fundamental. Así, su auto-imposición de la prohibición de poseer, producir o introducir en el territorio japonés armas nucleares permanece en pie30. En cuanto a la posibilidad de una carrera armamentística, aunque Japón haya ampliado el ámbito de actuación de las JSDF, aún no se constituye completamente como una nación “normal” en términos militares. Prueba de ello es que sigue respetando el umbral del 1% de su PIB destinado a la financiación militar que se estableció en 1976. En definitiva, y como Choong advierte, la futura situación de Asia-Pacífico estará determinada por la capacidad japonesa de gestionar de manera efectiva las viejas tensiones ancladas en la región y las percepciones erróneas que podrían albergar sus vecinos. 21. Shiraishi, Takashi. Japan’s security and foreign policy under Abe. The 2015 Australia-Japan Foundation address delivered at the National Security College, the Australian National University, 7 julio 2015, p. 2. 22. Simón, Luis. La política de defensa… op. cit. 23. Simón, Luis. Europe and Japan: Toward a “Trans-Eurasian” partnership?. Policy brief by the German Marshall Fund of the United States, abril 2015. 24. Consejo Europeo. Cumbre UE-Japón, Tokio, 29 mayo 2015. (http://www.consilium.europa.eu/es/meetings/international-summit/2015/05/29/) 25. Simón, Luis. La política de defensa… op. cit. 26. Ruiz González, op. cit., p. 18. 27. Mohamed ElBaradei, antiguo director general de la AIEA define una potencia nuclear virtual como aquellos países que, por poseer una cantidad significativa de material fisible, tienen la capacidad de desarrollar armas nucleares de la noche a la mañana. 28. Un potencial Estado nuclear hace referencia al país que posee la tecnología necesaria para construir con rapidez armas nucleares, aunque aún no lo ha hecho. 29. Godement, François. Divided Asia: The Implications for Europe. European Council on Foreign Relations Policy Brief, noviembre 2013, p. 3. 30. Liff, op. cit., p. 91 REVISTA DE REVISTAS | ANÁLISIS | JULIO-OCTUBRE 2015 10 Otra visión del sueño americano Reseña bibliográfica de Nuestra América: Una historia hispana de Estados Unidos, por Felipe Fernández-Armesto. Galaxia Gutenberg – Círculo de Lectores, 2014. Luis Zaballa [email protected] S ería difícil encontrar a alguien mejor cualificado que el autor para acometer esta tarea; un reconocido historiador anglo-español dispuesto a rescatar la perspectiva hispana en una historia nacional tradicionalmente contada sólo desde la perspectiva cultural anglosajona. Según reconoce, su propósito no es presentar una historia alternativa de EEUU, sino sencillamente ofrecer una perspectiva complementaria, generalmente olvidada por la historiografía estadounidense. A modo de ejemplo, y como punto de partida, cuenta su experiencia en la selección de un profesor ayudante en el departamento de historia contemporánea de una universidad estadounidense entre un grupo de candidatos postdoctorales con las más altas calificaciones. A la pregunta de cuál fue el primer asentamiento colonial en el actual territorio de EEUU, la mayoría de los candidatos mencionó Jamestown, fundado por un destacamento inglés en 1607. Pese a que algunos, mejor encaminados, se refirieron a las colonias españolas de Florida, como San Agustín, ninguno de ellos mencionó Puerto Rico, colonizado cien años antes de la fundación de Jamestown. Aquello parecía un indicador fiable de que la historia que se estaba enseñando e investigando en EEUU respondía a una única perspectiva angloamericana, e inclinó a Fernández-Armesto a escribir el libro. La base de su tesis es que la nación estadounidense se ha venido explicando únicamente como resultado de una expansión histórica anglo-protestante en dirección este-oeste a partir de Jamestown, olvidándose de la existencia de una expansión concurrente hispano-católica que avanzó en dirección sur-norte desde Puerto Rico. Fernández-Armesto sostiene que la mejor forma de comprender EEUU es como el resultado de la urdimbre cultural resultante del entrecruzamiento histórico de ambas líneas de avance. El libro contiene una narración de la secuencia de hechos históricos que vendrían a ilustrar esta tesis. Lo hace dividiendo el proceso de formación de EEUU en cuatro grandes periodos históricos: un periodo inicial de colonización española (1), un periodo de choque colonial anglo-hispánico (2), un periodo de hegemonía angloamericana (3), y un periodo reciente de rehispanización de EEUU por vía migratoria (4). 1. La colonización española tuvo como pioneros a unos cuantos cerdos y cabras soltados en Puerto Rico en 1505, de acuerdo a la costumbre de la época, de poblar la tierra de animales domésticos antes de iniciar la colonización humana. Ésta se produjo finalmente en 1508 de la mano de Juan Ponce de León, que desde el principio estableció relaciones de cooperación con diversos pueblos indígenas, aprovechándose del fenómeno que Fernández-Armesto denomina ‘efecto extranjero’. Se refiere a la inicial predisposición favorable de los pueblos nativos hacia los visitantes, con el fin de evitar el posible conflicto y establecer relaciones de cooperación con ellos, especialmente en el ámbito estratégico-militar contra los pueblos vecinos con los que mantienen relaciones de rivalidad territorial, y muy especialmente si los visitantes extranjeros disponen de capacidades militares que pueden conferir a los anfitriones una ventaja estratégica sobre los vecinos. Esta fue, según Fernández-Armesto, la vía principal de penetración de los colonos españoles, no sólo en Puerto Rico, sino también en Florida y en otras tierras continentales. ‘Es—según escribe—una de las paradojas de la conquista española del Nuevo Mundo: en muchos lugares no fue realmente una conquista sino un proceso negociado, en que las comunidades indígenas, por razones propias, admitirían a los españoles en puestos de privilegio y, en ocasiones, de mando… por cada episodio serio de armas, hubo decenas, quizá cientos, de casos en los que llegaron a algún acuerdo con los recién llegados’. Por esta vía fueron abriéndose paso hacia el norte, impulsados en gran medida por leyendas indígenas, como la de la Cíbola, una ciudad suntuaria supuestamente del tamaño de Tenochtitlán. Jamás encontraron aquella megalópolis, ni ninguno de los grandes reinos legendarios de Norteamérica, pero por el camino, fundaron numerosas ciudades de planta española (en los actuales estados de Texas, Arizona y Nuevo México), destacando entre ellas la ciudad de Santa Fe, que adquirió un valor estratégico en la expansión norteamericana, y que actualmente es la más antigua de todas las capitales de estado de EEUU (Nuevo México). Medio en broma, escribe Fernández-Armesto: ‘Cuando dos ingleses se encuentran en una frontera inexplorada, fundan un club. Cuando dos españoles se encuentran en similares circunstancias, fundan una ciudad’. 2. El periodo de confrontación anglo-hispánica se extendió a lo largo del siglo XVIII, y tuvo como foco original las tierras de la actual Florida. Ahí se enfrentaron no sólo dos potencias europeas, sino también dos culturas europeas, y, en particular, dos estrategias netamente distintas en la conquista americana. REVISTA DE REVISTAS | ANÁLISIS | JULIO-OCTUBRE 2015 Los conquistadores y misioneros españoles, por una parte, dirigían su atención hacia los núcleos de población indígena con el fin de incorporar al Imperio su fuerza de trabajo, así como incorporar nuevos fieles a la Iglesia. La institución legal con que se inició este proceso fue la encomienda, que fácilmente degeneraba en una forma de esclavitud. La posterior legislación protectora de los indígenas fue restringiendo estas prácticas, de modo que los colonizadores con menos escrúpulos tuvieron que recurrir a subterfugios (como acusar a los indígenas de caníbales, o convertirlos en prisioneros de guerra) para preservar su servidumbre. Las misiones católicas, por su parte, mantenían a los indígenas en un régimen que Fernández-Armesto califica como paternalismo severo. Las autoridades de Madrid, finalmente, intentaban preservar todo este orden, enfureciéndose al recibir noticias de la reducción de la población indígena (por efecto de las epidemias), estando movidos no sólo por razones humanitarias, sino también—y, quizás, sobre todo— porque con ello se frustraban los planteamientos estratégicos de la colonización. En cambio, los conquistadores ingleses ansiaban fundamentalmente la conquista de territorios, siendo las poblaciones indígenas un grave impedimento para la consecución de sus fines. Así se explican las actuaciones públicas que Fernández-Armesto no duda en calificar como de ‘exterminio’ de los nativos norteamericanos. Describe, por ejemplo, cómo en las colonias inglesas se organizaban suscripciones populares, amparadas por la Ley, con el fin de ofrecer recompensas monetarias por cada cabellera india conseguida—ya fuera de hombre, mujer, o niño—lo que constituye prueba fehaciente de una política genocida. Jamás en Europa se había practicado esta medida, a pesar de que las guerras de conquista eran la norma habitual desde tiempos inmemoriales. Tampoco se adoptó en la colonización española, lo que explica fácilmente que los pueblos indígenas norteamericanos mostrasen sistemáticamente su preferencia por los colonizadores españoles. Para dar cuenta de este contraste en las formas de actuación, Fernández-Armesto recurre a una explicación ambientalista, muy común en la historiografía anglosajona, consistente en señalar las diferencias de tierra y clima que predominaron en una y otra operación de conquista. Así describe lo que considera ‘la mayor diferencia entre la experiencia española y la posterior experiencia inglesa, en la colonización del Nuevo Mundo’: ‘Con contadas excepciones, España ocupó zonas de población relativamente densa en zonas tropicales o semitropicales, donde la contribución de los indios al grado de supervivencia y prosperidad fue fundamental. Los ingleses adquirieron algunas islas y enclaves poco poblados donde el trabajo lo hacían los esclavos importados, pero centraron sus colonias en zonas relativamente templadas, donde podían practicar su propio estilo tradicional de agricultura, y donde, una vez hubieron llegado los agricultores coloniales, los indígenas, que eran más obstáculo que ayuda, pudieron ser exterminados o expulsados.’ 3. El periodo de hegemonía angloamericana transcurrió básicamente a lo largo del siglo XIX, impulsado, en gran medida, por la independencia de EEUU y la formación de un gobierno federal—un desarrollo histórico en el que, irónicamente, España jugaría un papel clave. Durante este periodo se produjo la 11 gran expansión hacia el oeste, que tuvo que superar la resistencia de una diversidad de naciones indígenas. La principal vía que encontró el expansionismo angloamericano para despejar el camino fue atacar los rebaños de búfalos, de los que los pueblos de las llanuras vivían, tanto para obtener comida como vestido, techo, o combustible. Fernández-Armesto cita, en este sentido, al General Sherman, que defendía la política de ‘destruir el abastecimiento de los indios… Que maten, desuellen, y vendan hasta que exterminen a los búfalos’. Y, en efecto, como señala el autor, ‘de los quizá 60 millones de cabezas que habitaban las llanuras a principios del siglo XIX, quedaban menos de mil cuando se rindieron los últimos cheyennes, comanches, y kiowas independientes en 1875’, produciéndose la esperada reducción paralela en el número de nativos norteamericanos. Tras superar este obstáculo, la expansión se dirigió a derribar las fronteras de una nación mejicana ya independiente, asentada en la zona meridional y occidental del actual territorio estadounidense. Entre los principales choques figuran aquellos derivados de la secesión de Texas y California respecto de México, que, según Fernández-Armesto, estuvo motivada por la determinación de las élites locales angloamericanas de aplicar en sus territorios las políticas de exterminio indígena desplegadas en las llanuras, y que eran de imposible aplicación bajo la legislación mejicana. A ello contribuyó, según el autor, la ideología del darwinismo social que se encontraba en auge en el mundo anglosajón en aquella época, y que contemplaba como ‘inevitable’ la desaparición de las razas supuestamente débiles. Una vez lograda la hegemonía angloamericana en los territorios que actualmente forman EEUU, se desplegó una dura política de asimilación cultural, dirigida no sólo hacia la población indígena norteamericana, sino también hacia una población que, por primera vez, empezaba a llamarse ‘hispana’, y que estaba integrada por hispanohablantes de ascendencia española, indígena, y mestiza. Fernández-Armesto explica que, como parte de esa política, se prohibió, por ejemplo, la enseñanza del español en las todas es- REVISTA DE REVISTAS | ANÁLISIS | JULIO-OCTUBRE 2015 cuelas, incluso en aquellos estados recién anexionados, como Nuevo México, donde la práctica totalidad de la población—autóctona, no inmigrante—tenía el español como única lengua materna. 4. Finalmente, el periodo de rehispanización transcurre desde principios del siglo XX hasta nuestros días. Arranca en 1918, con el levantamiento de las restricciones migratorias en la frontera mexicana, dirigido a suplir la repentina carencia de mano de obra por la participación de EEUU en la 1ª Guerra Mundial. Esta política se vería frenada, sin embargo, en años posteriores; e incluso revertida, con el estallido de la Gran Depresión, que propició una operación de deportación masiva. Según estima Fernández-Armesto, unos dos millones de inmigrantes mexicanos fueron deportados entre 1929 y 1939. La 2ª Guerra Mundial generó una nueva crisis de mano de obra en EEUU, lo que condujo a abrir parcialmente la frontera con México, e incluso a organizar un gran programa ‘bracero’ (en español) para labrar las tierras de los estados del sur y del oeste. Aun así, hasta 1960 la política migratoria de EEUU consistió en limitar la inmigración hispana para favorecer la inmigración europea, considerada más fácil de integrar en la sociedad estadounidense, hasta el punto de representar el 75% de la inmigración total. Sólo entonces se suprimieron las cuotas raciales, y se revirtieron los términos numéricos del flujo migratorio. Fue en aquellos años cuando surgió, en los estados del sudoeste, el autodenominado movimiento ‘chicano’, dirigido por líderes campesinos como César Chávez, y movilizados por las duras y precarias condiciones laborales de los braceros, así como por la sospecha de que el otorgamiento masivo de la nacionalidad estadounidense a su población obedecía únicamente al designio de engrosar las filas del ejército de EEUU para la Guerra de Vietnam. Fue, en todo caso, el primer movimiento que creaba una identidad hispana dentro de la población inmigrante en EEUU. Fernández-Armesto dedica los capítulos finales del libro a hacer un examen pormenorizado de la evolución de las diferentes comunidades en EEUU, tales como la comunidad puertorriqueña, dominicana, cubana, centroamericana y, por encima de todo, mexicana, que representa el 60% de la población hispana del país. Como tendencia general, constata el constante aumento de la comunidad hispana en EEUU, que ya alcanza los 50 millones de personas, y que representa la mayor de todas las minorías étnicas de EEUU. Desde el punto de vista socioeconómico, destaca su nivel aún relativamente bajo, aunque con grandes diferencias entre comunidades—estando muy bien situada la cubana, y muy mal la mexicana—al tiempo que resalta algunos indicadores excepcionalmente positivos, como el de la salud, impropios de una minoría desfavorecida. En cuanto a las posibilidades de que la población hispana acabe formando una comunidad cohesionada, con capacidad de actuar e identidad propia, Fernández-Armesto advierte que en las últimas décadas se ha producido una notable dispersión de la población hispana por todo el territorio estadounidense, a diferencia de periodos anteriores, en que se encontraba concentrada en unos pocos núcleos del sur y oeste del país. Entiende que este factor tenderá a diluir la conciencia hispana en la sociedad estadounidense, como ha ocurrido con otras poblaciones inmigrantes dispersas. La lengua seguirá siendo el principal factor de cohesión, pero no será suficiente, piensa el autor, para articular una comunidad diferenciada y consciente en el conjunto de EEUU. A modo de conclusión, Fernández-Armesto hace una reflexión sobre la identidad cultural de EEUU como nación. Constata que la tradicional autodefinición del país como nación angloamericana carece de sustento sociológico—ya que la 12 población anglosajona no es ni ha sido nunca numéricamente mayoritaria—así como de fundamento histórico—ya que en su formación ha confluido una variedad de sociedades y culturas. A la luz de esta realidad, y de las tendencias demográficas en curso, el autor anima a los estadounidenses en general a asumir la identidad latinoamericana de su país, aunque no se trate de una identidad excluyente, sino capaz de convivir con otros sentimientos de identidad cultural. ¿Y qué crítica se puede hacer al libro? Al margen de consideraciones de orden menor, cabría señalar un aspecto, y es el hecho de que haga suya la explicación ambientalista, habitual en el mundo académico anglosajón, de la diferente posición de la conquista española e inglesa en relación con los indígenas americanos. Si se revisa el párrafo en que ofrece esa explicación (reproducida al final del punto 2), se observa que los conquistadores ingleses llegaron, desde el principio, con ‘esclavos importados’ de África, lo cual constituye una decisión económica y ética—no un factor ambiental—que iba a condicionar decisivamente el curso de expansión angloamericana. Era ya sabido que los nativos americanos eran extremadamente vulnerables a las enfermedades (traídas del Viejo Mundo), por lo que se consideró más eficiente importar mano de obra africana, reconocida ya entonces como más robusta (precisamente por su inmunidad frente a las enfermedades del Viejo Mundo), y que sería complementada por la fuerza de trabajo de los propios colonos europeos. De un modo u otro, los nativos norteamericanos fueron remplazados, tanto en las tierras templadas (Massachussets, p.e.) como en las tierras semitropicales (Florida), por lo que resulta difícil mantener una explicación estrictamente ambiental de esta diferencia. Cuando se observa con detenimiento ambas estrategias de conquista, surge una explicación alternativa más satisfactoria, aunque no de carácter ambiental, sino ideológica e institucional, que sitúa el origen de esta disparidad en la divergencia histórica introducida por la reforma protestante, y en particular por la fundación de la Iglesia de Inglaterra. La identificación de España con los fines de la Iglesia Católica condicionó su concepción del Imperio hasta el punto de REVISTA DE REVISTAS | ANÁLISIS | JULIO-OCTUBRE 2015 configurarlo como un imperio universal católico tendente a la integración de todos los pueblos de la Tierra. En cambio, la separación de Inglaterra respecto a la Iglesia Católica, y la consiguiente creación de una iglesia nacional propia, propició el progresivo abandono de una visión universal, y la gradual identificación de los fines de la nueva iglesia con los intereses de la comunidad étnica a la que está circunscrita. De este modo se allanó el camino para el surgimiento de una moralidad dual (‘ingroup/outgroup’) que dispensa un tratamiento sustancialmente diferente para los que pertenecen a la comunidad étnica de referencia y los que no. Pero esto es sólo una parte de la explicación, ya que la identificación ideológica de España con la Iglesia Católica no desterró completamente la pretensión de erigir un imperio sobre la base de una moralidad dual. No pocos conquistadores españoles tuvieron la misma tentación que los ingleses, de prescindir de la población local mediante acciones de guerra o desplazamiento, tácita o potencialmente genocidas. Y no faltaron ideologías tendentes a justificar ese resultado. La cuestión, por tanto, es determinar qué fuerza institucional se interpuso entre esa tentación y su realización, y la respuesta es bien evidente: el clero español. Fue Antonio de Montesinos, y Pedro de Córdoba, y Francisco de Vitoria, y Bartolomé de las Casas, y otros muchos eclesiásticos—acompañados de muy pocos seglares—quienes reclamaron a la Corona la supresión de unos métodos de conquista que, a su entender, estaban provocando la extinción de la población indígena. El hecho de pertenecer a la Iglesia Católica, no supeditada al poder del rey, les proporcionó un amparo efectivo, que a su vez les permitió criticar libremente unas acciones que hasta entonces habían sido consentidas por la Corona. Fue, por tanto, una suerte de separación de poderes de facto, la que abrió el sistema a la disensión, y facilitó el cambio en la política de conquista. Es un factor institucional clave que distingue visiblemente la conquista española de la inglesa. Cabe suponer que entre los colonos ingleses surgieron también voces críticas, con conciencia moral, que rechazaban los ataques y abusos cometidos contra la población indígena, especialmente entre los pastores anglicanos, que ostentaban la autoridad moral en la comunidad cristiana. Pero si es lógico pensar que existieron esas voces—y es un hecho que existieron—resulta igualmente lógico pensar que fueron acalladas por el poder estatal, no pudiendo disfrutar del amparo de su iglesia, ya que esa iglesia estaba jerárquicamente sometida al rey. Sorprende que un católico inglés como Fernández-Armesto no advierta esta divergencia ideológica e institucional, originada en tiempos de la Reforma, como el principal factor explicativo de la diferencia entre ambas políticas expansionistas. Por lo demás, el libro tiene el valor indiscutible de recoger y documentar un amplio periodo histórico en el devenir de una gran nación, y con ese material logra demostrar su tesis principal de que EEUU, y la cultura estadounidense en general, es en gran medida el resultado de una urdimbre de vectores culturales de dirección sur-norte y este-oeste. Desde este punto de vista, que es el esencial, Fernández-Armesto puede dar por cumplida la misión de su libro. 13