rEVISIÓN Manejo de la disfunción autonómica en la enfermedad de Parkinson José A. Crespo-Burillo, Raquel Alarcia-Alejos Resumen. La disfunción autonómica es una manifestación frecuente en los pacientes con enfermedad de Parkinson que, en ocasiones, puede preceder a la afectación motora. Se manifiesta en forma de hipotensión ortostática y posprandial, hipertensión supina, sialorrea, estreñimiento, retraso del vaciamiento gástrico, dishidrosis y disfunción vesical y sexual. Repercute significativamente en la calidad de vida de los pacientes, complicando el manejo de los síntomas motores. La evidencia disponible para el tratamiento de la mayoría de las complicaciones es escasa. Nuestro objetivo es revisar las características fisiopatológicas y clínicas de la disfunción autonómica en la enfermedad de Parkinson y aportar un enfoque práctico en su manejo según la evidencia disponible. Palabras clave. Disautonomía. Disfunción gastrointestinal. Disfunción sexual. Disfunción vesical. Dishidrosis. Enfermedad de Parkinson. Hipotensión ortostática. Servicio de Neurología. Unidad de Trastornos del Movimiento. Hospital Universitario Miguel Servet. Zaragoza, España. Correspondencia: Dr. José Antonio Crespo Burillo. Servicio de Neurología. Unidad de Trastornos del Movimiento. Hospital Universitario Miguel Servet. P.º Isabel la Católica, 1-3. E-50009 Zaragoza. E-mail: [email protected] Introducción El temblor, la rigidez, la bradicinesia y la pérdida de reflejos posturales son los signos cardinales de la enfermedad de Parkinson (EP) [1]. Sin embargo, pueden presentarse síntomas tan diversos como hiposmia, trastornos del sueño REM, deterioro cognitivo, depresión, ansiedad y apatía [2], y trastornos secundarios a la disfunción del sistema autónomo, como estreñimiento, incontinencia urinaria, disfagia, sialorrea, disfunción eréctil, hipotensión ortostática y posprandial, hipertensión supina, dishidrosis y alteraciones en la termorregulación [3,4]. Hasta un 21% de los pacientes con EP presenta como primera manifestación un síntoma no motor [5]. La prevalencia de la disfunción autonómica es variable según el estudio (14-80%) [6], con un impacto negativo en la calidad de vida ya desde el inicio de la enfermedad [7]. Los tratamientos para muchos de estos problemas carecen de suficiente evidencia científica como para poder recomendarse [8]. Nuestro objetivo es revisar las características fisiopatológicas y clínicas de la disfunción autonómica en la EP y aportar un enfoque práctico de su manejo según la evidencia disponible (Tabla I) [9]. Fisiopatología del sistema nervioso autónomo El sistema nervioso autónomo se divide en simpático y parasimpático, aunque, de una forma más compleja, se distinguen hasta cinco sistemas: entérico, www.neurologia.com Rev Neurol 2015; 60 (8): 355-364 parasimpático colinérgico, simpático colinérgico, simpático noradrenérgico y adrenomedular [3]. La alteración del sistema parasimpático colinérgico produce estreñimiento, sequedad de la boca, retención urinaria y disfunción eréctil. La sudoración disminuye cuando no funciona correctamente el sistema simpático colinérgico, y aparece hipotensión ortostática cuando se altera el noradrenérgico [3]. Aunque en la descripción inicial del sistema nervioso autónomo se creyó erróneamente que su función era independiente del sistema nervioso central, hoy en día está bien documentado que áreas como la corteza insular, la corteza cingulada anterior, la amígdala, el hipotálamo, diferentes áreas del tronco cerebral y de la médula están implicadas en su funcionamiento [10]. Según los estudios anatomopatológicos de Braak et al, que dividen la EP en seis estadios, la α-sinucleí­ na inicialmente se deposita en los bulbos olfatorios y el bulbo raquídeo (estadio 1). Posteriormente se produce una progresión caudorrostral hacia la protuberancia (estadio 2), para extenderse al mesencéfalo y la sustancia negra compacta (estadio 3), prosencéfalo y mesocórtex (estadio 4), y finalmente neocórtex (estadios 5-6) [11,12]. En los primeros estadios de la enfermedad ya se afectan zonas relacionadas con el sistema nervioso autónomo, como el núcleo dorsal del vago, la cadena ganglionar simpática y sus núcleos medulares [12]. La presencia de α-sinucleína en el sistema nervioso entérico se ha demostrado en fases subclínicas de la EP [13]. Según Braak et al, la enfermedad Aceptado tras revisión externa: 09.01.15. Cómo citar este artículo: Crespo-Burillo JA, Alarcia-Alejos R. Manejo de la disfunción autonómica en la enfermedad de Parkinson. Rev Neurol 2015; 60: 355-64. © 2015 Revista de Neurología 355 J.A. Crespo-Burillo, et al Tabla I. Niveles de evidencia y grados de recomendación para los diferentes tratamientos en la enfermedad de Parkinson (adaptado de [9]). Grado de recomendación Nivel de evidencia 1a Revisión sistemática de ensayos clínicos aleatorizados (con homogeneidad) 1b Ensayo clínico aleatorizado con intervalo de confianza estrecho 2a Revisión sistemática de estudios de cohortes (con homogeneidad) 2b Estudio de cohortes (incluyendo ensayo clínico aleatorizado de baja calidad) 3a Revisiones sistemáticas de estudios de casos y controles (con homogeneidad) 3b Estudio de casos y controles C 4 Series de casos o estudios de cohorte o casos y controles de baja calidad D 5 Opinión de expertos sin valoración crítica explícita o basada en la fisiología o fisiopatología A B podría comportarse como una enfermedad priónica, que se inicia en el sistema nervioso entérico y progresa a través de las proyecciones amielínicas del nervio vago hasta el bulbo raquídeo [12]. Un reciente estudio observó un gradiente de carga lesional rostrocaudal sobre el sistema nervioso autónomo, de forma que en el ganglio estrellado y la cadena ganglionar cervical simpática hubo una mayor densidad de α-sinucleína que en los ganglios simpáticos torácicos y lumbares, sobre el nervio vago predominó la afectación troncoencefálica, y en el sistema gastrointestinal, la del esófago distal y del estómago. Hubo una mayor carga lesional sobre las fibras autonómicas epicárdicas, y en los casos con afectación de las glándulas adrenales se encontraron con más frecuencia depósitos en los ganglios autonómicos perirrenales que en la propia médula adrenal [14]. Este gradiente de distribución rostrocaudal también lo han observado otros autores sobre terminaciones nerviosas cutáneas de fibra fina, con mayor presencia de depósitos anómalos de α-si­nucleína en muestras cervicales que en las piernas y muslos [15]. Disfunción autónoma cardiovascular Hipotensión ortostática y posprandial La hipotensión ortostática es el síntoma más frecuente de disfunción autónoma cardiovascular en 356 la EP, consecuencia de la desnervación simpática noradrenérgica cardíaca, así como de la disminución del barorreflejo vasosimpático y, en menor medida, de una pérdida de inervación simpática a nivel vascular [16]. La desnervación cardíaca se ha objetivado en estudios anatomopatológicos [17]. Puede estudiarse de forma no invasiva mediante diversas técnicas de imagen. La más estudiada es la gammagrafía con 123Imetayodobencilguanidina, en la que se observa una disminución de la captación en los receptores posgangliónicos noradrenérgicos cardíacos [18]. La frecuencia de hipotensión ortostática en la EP es variable según el estudio, en torno a un 30% según un reciente metaanálisis, y es más frecuente a mayor edad, duración y gravedad de la enfermedad [19]. Se define como el descenso de la tensión arterial sistólica en 20 mmHg o bien de la diastólica en 10 mmHg dentro de los tres minutos después de iniciar el ortostatismo [20]. Su aparición influye de forma significativa en la calidad de vida del paciente y es causa de morbimortalidad por caídas [21]. La hipotensión posprandial suele aparecer a los 30-50 minutos de la ingesta [22]. Se define como la caí­ da de la tensión arterial sistólica en más de 20 mmHg en las dos horas siguientes a la ingesta [23]. Puede ocurrir en decúbito supino, incluso en pacientes que no presentan hipotensión ortostática. En ocasiones se manifiesta como un empeoramiento de la sintomatología parkinsoniana, simulando períodos off [3], y otras, produciendo síncopes, caídas, mareos, astenia, angor e ictus [24]. Tratamiento de la hipotensión ortostática y posprandial En primer lugar, debe descartarse la iatrogenia medicamentosa, puesto que fármacos hipotensores, medicaciones psiquiátricas, la amantadina, la propia levodopa y los agonistas dopaminérgicos pueden favorecer la hipotensión ortostática [25]. Parte de la levodopa se metaboliza a dopamina fuera del sistema nervioso central, produciendo vasodilatación, aumentando la diuresis y ejerciendo un efecto inotrópico negativo [26]. Los efectos secundarios de la levodopa y de los agonistas pueden minimizarse con el ajuste progresivo de la dosis. El tratamiento farmacológico sólo debe emplearse cuando el paciente sea sintomático y las medidas higiénico-dietéticas sean insuficientes (Tabla II), puesto que la tasa de efectos adversos es elevada [27]. La evidencia actual es insuficiente en cuanto a eficacia y seguridad para recomendar cualquiera de los fármacos que hoy en día se utilizan para la hipotensión ortostática en la EP [8]. Debe identificarse el www.neurologia.com Rev Neurol 2015; 60 (8): 355-364 Manejo de la disfunción autonómica en la enfermedad de Parkinson momento del día en el que se producen los síntomas antes de iniciar un tratamiento. Si el paciente está sintomático sólo por la mañana, se usarán fármacos de vida media corta antes de levantarse [3]. Los fármacos utilizados son los siguientes: – Midodrina. Se trata de un α1-agonista que origina vasoconstricción arteriolar sin producir efectos excitatorios al no atravesar la barrera hematoencefálica. Su efecto se inicia en una hora, por lo que la posología recomendable es antes de ca­ da comida. No debe administrarse justo antes de que el paciente se acueste para evitar hipertensión arterial con el decúbito. Puede producir piloerección, prurito y parestesias en el cuero cabelludo, y retenciones urinarias [4,27]. Aunque algunos autores lo consideran como tratamiento de primera línea en la hipotensión ortostática [4], su evidencia en pacientes con EP es escasa (nivel 5, grado D) [28] y no se encuentra financiado por el sistema sanitario en nuestro país. – Fludrocortisona. Se utiliza por su efecto antidiurético. Se debe tener especial precaución en aquellos pacientes con insuficiencia cardíaca. Para aumentar su efectividad, el paciente debe tomar una dieta rica en sal. Hay que monitorizar los niveles de potasio y tomar suplementos (nivel 2b, grado B) [4,29]. – Domperidona. Es un antagonista dopaminérgico. Ha demostrado mejorar la hipotensión ortostática en un estudio controlado aleatorizado en pacientes con EP, obteniendo mejores resultados que la propia fludrocortisona (nivel 2b, grado B) [29]. Por sus efectos secundarios cardíacos, su uso se encuentra limitado al tratamiento de las náuseas y vómitos [30]. – Desmopresina nasal. Es un análogo sintético de la vasopresina que actúa sobre los receptores V2 en los túbulos renales distales, alterando su permeabilidad, con efecto antidiurético. Dado que puede producir hiponatremia, debe monitorizarse diariamente los 4-5 primeros días, y con posterioridad de forma mensual (nivel 5, grado D) [4,31]. En la ficha técnica no se emplea en el tratamiento de la hipotensión ortostática, aunque sí podría emplearse en casos de nicturia (nivel 2b, grado B) [32]. – Piridostigmina. Aumenta la acetilcolina ganglionar en la vía eferente simpática. Su evidencia para el tratamiento de la hipotensión ortostática en pacientes con EP es escasa (nivel 5, grado D) [33]. – Eritropoyetina. Aumenta la producción de hematíes y la viscosidad sanguínea. Además, inhibe la producción de óxido nítrico e incrementa la reabsorción renal de sodio. En un reciente es- www.neurologia.com Rev Neurol 2015; 60 (8): 355-364 Tabla II. Medidas preventivas en caso de hipotensión ortostática [3,4,21]. Evitar la exposición a temperaturas elevadas (especial atención a los baños con agua caliente) No permanecer levantado durante períodos prolongados Utilizar medias de compresión elásticas hasta la cintura o bien usar fajas abdominales Disminuir la ingesta de alcohol y de alimentos ricos en hidratos de carbono Incrementar la frecuencia de las comidas y disminuir la cantidad Tomar café puede ser recomendable; sin embargo, no hay ensayos que avalen su uso Extremar la precaución con la actividad física, que debe ser moderada según la tolerancia del paciente, evitando ejercicios isométricos En casos de encamamientos prolongados, iniciar la sedestación de forma progresiva, aumentando la frecuencia diaria de los períodos mejor que su propia duración Instruir al paciente para que no se siente o se levante rápidamente Aumentar la ingesta de agua y sodio Dormir en decúbito supino con el cabecero incorporado unos 15-20 cm tudio, se observó una mejoría de otros síntomas no motores, como la apatía, la fatiga y la cognición tras su administración (nivel 2b, grado B) [34]. En la ficha técnica no se encuentra recogida para esta indicación. – Droxidopa. Es un fármaco precursor de la norepinefrina. Un estudio reciente, aleatorizado frente a placebo, en 162 pacientes con hipotensión ortostática de origen neurogénico, demostró la eficacia de este fármaco, con una escasa tasa de efectos adversos, consistentes en cefalea (7,4%) e inestabilidad (3,7%), y que produce hipertensión supina en un 4,9% frente a un 2,5% en el grupo placebo. Podría ser, en un futuro, tratamiento de elección, aunque actualmente no se comercializa en nuestro país (nivel 1b, grado A) [35]. Para la hipotensión posprandial grave podría utilizarse acarbosa, un inhibidor de la α-glucosidasa usado con éxito en un estudio sobre 12 pacientes con fallo autonómico puro, y uno con EP e hipotensión posprandial (nivel 5, grado D) [36]. Hipertensión supina Los pacientes con EP e hipotensión ortostática presentan una tensión arterial media más elevada en decúbito supino, con episodios de hipertensión arterial [37]. El principal mecanismo fisiopatológico 357 J.A. Crespo-Burillo, et al es la alteración del barorreflejo cardiovagal [38]. La hipertensión supina se asocia a daño en diferentes órganos diana y empeora la hipotensión ortostática, al aumentar la diuresis nocturna [4]. Tratamiento de la hipertensión supina Se deben adoptar medidas higiénico-dietéticas, que pueden llegar a ser suficientes para evitar su aparición, como elevar el cabecero de la cama 15-20 cm, evitar la ropa ajustada para dormir, no tomar la medicación para la hipotensión ortostática varias horas antes de acostarse y no ingerir excesivos líquidos antes de dormir, aunque la mayoría de los pacientes requerirá tratamiento farmacológico [4,24]. En caso necesario, utilizaremos fármacos hipotensores de acción periférica. Los parches de nitroglicerina podrían considerarse de primera elección, en dosis de 0,1-0,2 mg/h, ya que producen una mayor reducción de la tensión arterial que otras alternativas, como el minoxidilo y la hidralacina, sin aumentar la diuresis nocturna por dilatación de las arterias renales, como el nifedipino (nivel 5, grado D) [39]. Disfunción gastrointestinal En la EP se afectan tanto la inervación intrínseca como la extrínseca. Se han encontrado cuerpos de Lewy en los plexos de Auerbach y Meissner a lo largo de todo el tracto gastrointestinal [40]. La actividad vagal incrementa la motilidad gastrointestinal, facilita la relajación de esfínteres y estimula la secreción de glándulas exocrinas y endocrinas a lo largo del sistema digestivo [3]. Su deterioro es el responsable de la mayoría de las complicaciones gastrointestinales. Sialorrea Los pacientes con EP presentan una reducción en la producción de saliva [41]. La sialorrea se debe a la disminución en la frecuencia de la deglución, lo que produce que se acumule saliva en la cavidad oral [42]. El tratamiento oral con anticolinérgicos suele ser inefectivo, puede producir sequedad bucal y dificultar la deglución al aumentar la viscosidad de la saliva [43], y otros efectos no deseados, como estreñimiento, retenciones urinarias, deterioro cognitivo y alucinaciones [4]. Si se usan, se recomiendan los de acción periférica. El que mayor evidencia presenta es el glucopirrolato, en dosis de 1 mg tres veces al día (nivel 1b, grado A) [44], si bien sólo ha demostrado eficacia a corto plazo y no se comercializa en España. 358 El tratamiento de elección es la infiltración con toxina botulínica en las glándulas parótidas y submandibulares [45]. La infiltración aislada de ambas glándulas parótidas ha demostrado ser suficiente para controlar la sialorrea en la mayoría de los pacientes. La toxina botulínica ha demostrado su eficacia para el tratamiento de la sialorrea en pacientes con EP en ensayos aleatorizados, doble ciego, comparados con placebo (nivel 1b, grado A) [46]. Como efectos secundarios puede producir sequedad de la boca y debilidad muscular en las zonas adyacentes a la infiltración, y favorecer el desarrollo de caries [45]. Disfagia La disfagia puede llegar a afectar al 90% de los pacientes con EP en fases avanzadas [47]. Cuando se presenta, debe ser evaluada por expertos en disfagia para descartar la presencia de aspiraciones silentes. Entre un 4-30% de pacientes con EP fallecerá por neumonía, y las aspiraciones son una de sus principales causas [48]. La disfagia puede afectar a la calidad de vida de los pacientes, producir ansiedad, aislamiento social, fatiga y pérdida del placer que supone la alimentación [49]. Las tres fases de la disfagia (oral, faríngea y esofágica) se ven afectadas en la EP. Los factores fisiopatológicos exactos de la disfagia aún no se han determinado. – La situación motora del paciente influye en su aparición. Tanto en fases on con discinesias co­ mo en fases off se producen mayores problemas para la deglución. En estas situaciones se produce un control anormal lingual y de la musculatura estriada de la faringe [3]. Sin embargo, no se ha objetivado un aumento del tiempo de tránsito oral en pacientes con discinesias [50], y actualmente no existe consenso sobre si el tratamiento dopaminérgico mejora la disfagia [48]. – La propia EP se ha relacionado con la afectación de diferentes estructuras que facilitarían el desarrollo de la disfagia. En la faringe se han observado signos de degeneración axonal y depósitos fosforilados de α-sinucleína sobre los nervios motores faríngeos [51], que explicarían la presencia de fibras musculares atróficas con signos de desnervación en otros estudios [52]. Asimismo, se ha observado una mayor presencia de estos depósitos sobre los nervios sensitivos faríngeos [53]. Estos hallazgos podrían explicar la alteración del reflejo faríngeo en la EP [54]. El núcleo motor dorsal del vago es el responsable de generar el peristaltismo primario del esófago distal. www.neurologia.com Rev Neurol 2015; 60 (8): 355-364 Manejo de la disfunción autonómica en la enfermedad de Parkinson Cuando no es efectivo en el transporte del bolo alimenticio, se producen ondas peristálticas secundarias reflejas a través de los plexos mientéricos del esófago que ayudan en el avance del bolo [55]. Ambas estructuras se han visto afectadas en la EP por depósitos anómalos de α-sinu­ cleína [12,14]. Como resultado, se produce un peristaltismo inadecuado, con un aumento del tiempo de tránsito y espasmos segmentarios que, en ocasiones, pueden comportarse co­mo una verdadera acalasia [55]. En caso de disfagia se deberá adoptar una serie de medidas (Tabla III). El tratamiento logopédico tradicional ha demostrado ser eficaz; sin embargo, su contenido exacto, frecuencia y duración siguen sin determinarse (nivel 1b, grado A). La potenciación de la fuerza muscular espiratoria y el tratamiento videoasistido de la deglución podrían ser beneficiosos en pacientes con EP (nivel 1b, grado A); sin embargo, son necesarios estudios aleatorizados controlados con seguimiento a largo plazo para determinar la eficacia de estos tratamientos [48]. En fases avanzadas, cuando las medidas anteriores no sean eficaces, debe indicarse la alimentación mediante gastrostomía [56]. Retraso del vaciamiento gástrico El retraso del vaciamiento gástrico es un problema que afecta al 70-100% de los pacientes con EP, en muchos casos asintomática [57]. Se manifiesta en forma de saciedad temprana, anorexia, dolor abdominal, náuseas, vómitos y fluctuaciones motoras por disminución de la biodisponibilidad de levodopa [57,58]. La etiología es multifactorial, y puede presentarse en cualquier estadio de la enfermedad [58]. La edad es un factor independiente [59]. Existen evidencias de que los agentes dopaminérgicos aumentan el tiempo de vaciamiento. Robertson et al observaron en ocho ancianos sanos que, tras administrar 125 mg de levodopa, el tiempo medio para conseguir un 90% del vaciamiento gástrico pasaba de 40 a 65 minutos [60]. La propia disfunción autonómica de la EP influye en esta complicación, puesto que se ha observado que el tiempo de tránsito gástrico está ya significativamente aumentado en pacientes con EP en fases iniciales que todavía no han recibido tratamiento con levodopa con respecto a sus controles sanos [61]. Las presentaciones comerciales de levodopa se asocian a inhibidores de la dopa-descarboxilasa que disminuyen la conversión periférica de levodopa a dopamina, disminuyendo así las náuseas y vómitos www.neurologia.com Rev Neurol 2015; 60 (8): 355-364 Tabla III. Medidas preventivas en caso de disfagia [41,45]. Evaluar por unidad especializada en disfagia: recomendable el tratamiento logopédico y otras medidas rehabilitadoras Comer siempre sentado, deglutir con maniobra de flexión cervical, tomar cucharadas pequeñas, no vaciar el vaso para no elevar la cabeza Evitar texturas mixtas e iniciar dietas blandas Evitar harinas o féculas que se peguen al paladar Valorar el uso de espesantes Evitar comer durante las fases off [62]. El tratamiento con entacapona, a pesar de aumentar la biodisponibilidad central de levodopa, no ha demostrado mejorar el vaciamiento gástrico [63]. En un reciente estudio, la estimulación cerebral profunda subtalámica disminuyó el tiempo de vaciamiento gástrico en 16 pacientes, lo que pudo deberse a la activación de áreas autónomas centrales, pero también a mecanismos indirectos, como la disminución de dosis de levodopa y la mejoría de los síntomas motores [64]. Las comidas ricas en grasas y carbohidratos retrasan el vaciamiento gástrico. Se recomendará disminuir la cantidad de comida en cada ingesta y aumentar la frecuencia. Los fármacos anticolinérgicos deben suspenderse si es posible [4,43]. Como tratamiento farmacológico, se pueden utilizar los siguientes: – Domperidona. A diferencia de la metoclopramida, no atraviesa la barrera hematoencefálica y no exacerba la sintomatología extrapiramidal (nivel 2b, grado B) [57]. Se considera de primera elección; sin embargo, su uso acaba de ser restringido por la Agencia Española del Medicamento, por producir arritmias ventriculares secundarias a la prolongación del intervalo QT: para el tratamiento de las náuseas y vómitos, el menor tiempo posible en dosis máxima de 10 mg tres veces al día vía oral o en forma de supositorios de 30 mg, dos veces al día, evitando su uso en pacientes que tomen otros medicamentos que prolonguen el intervalo QT o que sean inhibidores potentes del citocromo CYP3A4, y en aquellos que presenten alteraciones del ritmo o de la conducción cardíaca [30]. – Ondansetrón. Antagonista 5-HT3, disponible en forma oral e intravenosa; sin embargo, parece ser menos efectivo que la domperidona en el tratamiento de las náuseas por apomorfina [65], no 359 J.A. Crespo-Burillo, et al tiene efecto procinético [66] y también posee efectos arritmógenos (nivel 5, grado D) [67]. Su indicación actual es para el tratamiento y prevención de náuseas y vómitos en postoperatorios y para los inducidos por quimio y radioterapia. – Eritromicina intravenosa. Es el agente procinético más potente. Podría indicarse en pacientes hospitalizados con gastroparesia grave [68]. Como efectos adversos, puede producir dolor abdominal, náuseas y retrasar el tránsito intestinal, además de ejercer su acción antibiótica (nivel 5, grado D). Actualmente no existe evidencia suficiente como para recomendar el cribado y la erradicación de la bacteria Helicobacter pylori [69] ni para realizar infiltraciones del esfínter pilórico con toxina botulínica [70]. La estimulación eléctrica gástrica se ha empleado en gastroparesias de etiologías idiopáticas y diabéticas, sin evidencia en pacientes con EP [57]. Estreñimiento La degeneración de las neuronas de los plexos mientéricos y de los núcleos centrales autónomos produce un aumento del tiempo de tránsito intestinal por disminución del peristaltismo intestinal incluso antes de que se manifiesten los síntomas motores [12,40]. Estudios de defecografía han objetivado una disinergia en la musculatura del suelo pélvico, con la consiguiente contracción de los esfínteres anales durante el intento de defecación, lo que ocasiona sensación de tenesmo y dolor [71]. Se ha observado una respuesta favorable al tratamiento con apomorfina (nivel 2b, grado B) [72] y con infiltración de toxina botulínica en el músculo puborrectal o del esfínter anal externo (nivel 2b, grado B) [73]. Para evitar el estreñimiento, se debe aumentar el volumen de las heces y disminuir su consistencia. Como medidas preventivas, se recomienda aumentar la ingesta hídrica, tomar una dieta rica en fibra e incrementar la actividad física [3]. En caso de que las medidas anteriores no sean eficaces, pueden emplearse laxantes osmóticos. El macrogol ha demostrado su eficacia y seguridad en estudios doble ciego, aleatorizado frente a placebo (nivel 1b, grado A) [74]. Se emplearán enemas cuando el tratamiento por vía oral no sea eficaz [4]. Disfunción urológica El plexo sacro parasimpático (S2-S4) facilita la micción, promoviendo la contracción del músculo de- 360 trusor y la relajación del esfínter interno. El sistema somático motor, a través de los nervios pudendos, permite el control voluntario de la micción y produce la contracción del esfínter externo, evitando así la incontinencia urinaria. El plexo lumbar simpático (T11-L2) relaja el músculo detrusor por vía β-adre­ nérgica y contrae el esfínter interno por vía α-adrenér­ gica [3,75]. En la regulación central de la micción se ven implicadas diferentes estructuras, entre ellas la propia sustancia negra, que ejerce un efecto inhibitorio sobre este mecanismo [3,75]. Con su deterioro se produce un aumento del reflejo miccional e hiperactividad del músculo detrusor [76]. La disfunción vesical es frecuente en pacientes con EP. En un estudio urodinámico, se observó que un 79% de los pacientes presentaba hiperreflexia en el músculo detrusor frente a un 16% que presentaba hiporreflexia. La disfunción vesical y el volumen residual posmiccional aumentaban con la gravedad de la enfermedad [76]. En casos de nicturia, debe limitarse la ingesta hídrica en la cena. Los pacientes con hipertensión supina, en los que la diuresis nocturna está aumentada, pueden mejorar durmiendo con el cabecero elevado [4]. En casos de hiperreflexia del detrusor, pueden emplearse distintos fármacos: – Anticolinérgicos no selectivos sobre los receptores muscarínicos M3: oxibutinina, tolteridona y trospio. Pueden presentar efectos secundarios significativos, como sequedad de la boca, estreñimiento, retraso del vaciamiento gástrico, dificultad pa­­ra la acomodación visual y agravamiento del glaucoma. El trospio es el que tiene mejor perfil de seguridad, al no atravesar la barrera hematoencefálica (nivel 2b, grado B) [3,75,77]. – Anticolinérgicos selectivos sobre los receptores muscarínicos M3: solifenacina. Tienen una menor ta­ sa de efectos adversos, por actuar principalmente sobre estos receptores, que son responsables directos de la contracción del detrusor, por lo que podrían considerarse de elección (nivel 5, grado d) [75]. – Agonistas β3-adrenérgicos: mirabegrón. Presentan un mecanismo alternativo, relajando el detrusor en la fase de llenado vesical, sin producir las complicaciones propias de los anticolinérgicos. Podrían ser una alternativa en pacientes con EP (nivel 5, grado D) [78]. Cuando estas medicaciones no son eficaces, puede utilizarse la toxina botulínica A intradetrusor cada 6-12 meses (nivel 5, grado D) [79]. www.neurologia.com Rev Neurol 2015; 60 (8): 355-364 Manejo de la disfunción autonómica en la enfermedad de Parkinson La arreflexia del detrusor suele ser un efecto secundario del uso de medicaciones anticolinérgicas, por lo que, antes de iniciarlas, debe valorarse la presencia de residuo posmiccional. En caso de que el residuo sea menor de 100 mL, podrían indicarse. El tratamiento con α1-antagonistas relaja el cuello ve­ sical y facilita la micción. Cuando el residuo posmiccional sea mayor de 100 mL, debería valorarse la realización de autosondajes, sondajes permanentes o medidas quirúrgicas urológicas [80]. La obstrucción de la salida del flujo urinario en varones con hiperplasia benigna de próstata facilita la hiperactividad del detrusor. Desafortunadamente, la cirugía de próstata puede favorecer la incontinencia urinaria en pacientes con EP. En un estudio urodinámico se observó que el umbral de volumen vesical para presentar hiperactividad del detrusor era más bajo en los pacientes con EP que en aquellos en los que ésta era secundaria a obstrucción del flujo urinario [81]. La cirugía prostática no está contraindicada en pacientes con EP, pero debe intentarse previamente un tratamiento más conservador. En ocasiones puede producirse bradicinesia del esfínter estriado uretral, produciendo una clínica similar a la de una hiperplasia benigna de próstata. El tratamiento con apomorfina podría mejorar esta complicación (nivel 2b, grado B) [3,82]. Otros fármacos útiles para la impotencia son las inyecciones intracavernosas o en forma de supositorios de alprostadilo [3], así como dispositivos de vacío o prótesis penianas (nivel 5, grado D) [75]. Anomalías de la termorregulación y la sudoración El sistema nervioso simpático colinérgico es el encargado de la termorregulación. La evaluación de la función colinérgica simpática cutánea, basada en mediciones de la humedad de la piel o la conductancia eléctrica como índices de producción de sudor, han dado resultados variables y puede estar normal, aumentada o disminuida [3]. Pueden producirse episodios paroxísticos de hipersudoración desencadenados por los off motores y asociados, períodos on con discinesias. Rara vez se observan en períodos on sin discinesias. Estos episodios pueden llegar a afectar de forma considerable la calidad de vida de los pacientes [88]. Su tratamiento se basará en evitar ambas situaciones, ajustando el tratamiento dopaminérgico. En casos de hiperhidrosis focal, pueden utilizarse sales de aluminio e inyecciones de toxina botulínica (nivel 5, grado D) [89]. Disfunción sexual Bibliografía La disfunción eréctil es el doble de frecuente en la EP que en sus controles sanos [83]. Otros problemas observados en estos pacientes son la eyaculación precoz, la insatisfacción sexual, la disminución de la libido y la dificultad para alcanzar el orgasmo [75]. Para su tratamiento, se debe valorar la suspensión de algunos fármacos, como β-bloqueantes, bloqueantes α1-adrenérgicos, tiacidas, ansiolíticos, digoxina y algunos antidepresivos [3,75]. El citrato de sildenafilo, en dosis de 50 mg, mejoró la disfunción eréctil en 10 pacientes con EP y se considera de elección [84]. Se ha probado en pacientes con EP, deprimidos y con disfunción eréctil, con una mejoría de ambos problemas en un 75% y un 85% de ellos, respectivamente (nivel 2b, grado B) [85]. Se debe descartar la presencia de hipotensión ortostática antes de iniciar este tratamiento [4]. La apomorfina sublingual ha demostrado ser útil y segura para el tratamiento de la disfunción eréctil, aunque con resultados menos satisfactorios que el sildenafilo [86]. Podría considerarse en casos de intolerancia a inhibidores de la 5-fosfodiesterasa (nivel 5, grado D) [87]. 1. Hughes AJ, Daniel SE, Kilford L, Lees AJ. Accuracy of clinical diagnosis of idiopathic Parkinson’s disease: a clinico-pathological study of 100 cases. J Neurol Neurosurg Psychiatry 1992; 55: 181-4. 2. Ziemssen T, Reichmann H. Non-motor dysfunction in Parkinson’s disease. Parkinsonism Relat Disord 2007; 13: 323-32. 3. Kaufmann H, Goldstein DS. Autonomic dysfunction in Parkinson disease. Handb Clin Neurol 2013; 117: 259-78. 4. Ziemssen T, Reichmann H. Treatment of dysautonomia in extrapyramidal disorders. Ther Adv Neurol Disord 2010; 3: 53-67. 5. O’Sullivan SS, Williams DR, Gallagher DA, Massey LA, Silveira-Moriyama L, Lees AJ. Nonmotor symptoms as presenting complaints in Parkinson’s disease: a clinicopathological study. Mov Disord 2008; 23: 101-6. 6. Ziemssen T, Fuchs G, Greulich W, Reichmann H, Schwarz M, Herting B. Treatment of dysautonomia in extrapyramidal disorders. J Neurol 2011; 258 (Suppl 2): S339-45. 7. Khoo TK, Yarnall AJ, Duncan GW, Coleman S, O’Brien JT, Brooks DJ, et al. The spectrum of nonmotor symptoms in early Parkinson disease. Neurology 2013; 80: 276-81. 8. Seppi K, Weintraub D, Coelho M, Perez-Lloret S, Fox SH, Katzenschlager R, et al. The Movement Disorder Society evidence-based medicine review update: treatments for the non-motor symptoms of Parkinson’s disease. Mov Disord 2011; 26 (Suppl 3): S42-80. 9. Oxford Centre for Evidence-Based Medicine (CEBM). Levels of evidence. URL: http://www.cebm.net/oxford-centre-evidencebased-medicine-levels-evidence-march-2009/. [10.11.2014]. 10. Cersosimo MG, Benarroch EE. Central control of autonomic function and involvement in neurodegenerative disorders. Handb Clin Neurol 2013; 117: 45-57. www.neurologia.com Rev Neurol 2015; 60 (8): 355-364 361 J.A. Crespo-Burillo, et al 11. Braak H, Del Tredici K, Rub U, De Vos RA, Jansen Steur EN, Braak E. Staging of brain pathology related to sporadic Parkinson’s disease. Neurobiol Aging 2003; 24: 197-211. 12. Braak H, Del Tredici K. Invited article: nervous system pathology in sporadic Parkinson disease. Neurology 2008; 70: 1916-25. 13. Hilton D, Stephens M, Kirk L, Edwards P, Potter R, Zajicek J, et al. Accumulation of α-synuclein in the bowel of patients in the pre-clinical phase of Parkinson’s disease. Acta Neuropathol 2014; 127: 235-41. 14. Gelpi E, Navarro-Otano J, Tolosa E, Gaig C, Compta Y, Rey MJ, et al. Multiple organ involvement by alpha-synuclein pathology in Lewy body disorders. Mov Disord 2014; 29: 1010-8. 15. Donadio V, Incensi A, Leta V, Giannoccaro MP, Scaglione C, Martinelli P, et al. Skin nerve α-synuclein deposits: a biomarker for idiopathic Parkinson disease. Neurology 2014; 82: 1362-9. 16. Goldstein DS, Eldadah BA, Holmes C, Pechnik S, Moak J, Saleem A, et al. Neurocirculatory abnormalities in Parkinson disease with orthostatic hypotension: independence from levodopa treatment. Hypertension 2005; 46: 1333-9. 17. Amino T, Orimo S, Itoh Y, Takahashi A, Uchihara T, Mizusawa H. Profound cardiac sympathetic denervation occurs in Parkinson disease. Brain Pathol 2005; 15: 29-34. 18. Kimpinski K, Iodice V, Burton DD, Camilleri M, Mullan BP, Lipp A, et al. The role of autonomic testing in the differentiation of Parkinson’s disease from multiple system atrophy. J Neurol Sci 2012; 317: 92-6. 19. Velseboer DC, De Haan RJ, Wieling W, Goldstein DS, De Bie RM. Prevalence of orthostatic hypotension in Parkinson’s disease: a systematic review and meta-analysis. Parkinsonism Relat Disord 2011; 17: 724-9. 20. Kaufmann H. Consensus statement on the definition of orthostatic hypotension, pure autonomic failure and multiple system atrophy. Clin Auton Res 1996; 6: 125-6. 21. Martignoni E, Tassorelli C, Nappi G. Cardiovascular dysautonomia as a cause of falls in Parkinson’s disease. Parkinsonism Relat Disord 2006; 12: 195-204. 22. Chaudhuri KR, Ellis C, Love-Jones S, Thomaides T, Clift S, Mathias CJ, et al. Postprandial hypotension and parkinsonian state in Parkinson’s disease. Mov Disord 1997; 12: 877-84. 23. Jansen RW, Lipsitz LA. Postprandial hypotension: epidemiology, pathophysiology, and clinical management. Ann Intern Med 1995; 122: 286-95. 24. Suárez-Moro R, Castaño-García B. Trastornos cardiovasculares en la enfermedad de Parkinson. Rev Neurol 2010; 50 (Supl 2): S59-63. 25. Poon IO, Braun U. High prevalence of orthostatic hypotension and its correlation with potentially causative medications among elderly veterans. J Clin Pharm Ther 2005; 30: 173-8. 26. Noack C, Schroeder C, Heusser K, Lipp A. Cardiovascular effects of levodopa in Parkinson’s disease. Parkinsonism Relat Disord 2014; Apr 30. [Epub ahead of print]. 27. Pathak A, Raoul V, Montastru, JL, Senard, JM. Adverse drug reactions related to drugs used in orthostatic hypotension: a prospective and systematic pharmacovigilance study in France. Eur J Clin Pharmacol 2005; 61: 471-4. 28. Wright RA, Kaufmann HC, Perera R, Opfer-Gehrking TL, McElligott MA, Sheng KN, et al. A double-blind, dose-response study of midodrine in neurogenic orthostatic hypotension. Neurology 1998; 51: 120-4. 29. Schoffer KL, Henderson RD, O’Maley K, O’Sullivan JD. Nonpharmacological treatment, fludrocortisone, and domperidone for orthostatic hypotension in Parkinson’s disease. Mov Disord 2007; 22: 1543-9. 30. Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios. Domperidona y riesgo cardíaco: restricciones en las condiciones de autorización. Madrid: AEMPS; 2014. URL: http://www.aemps.gob.es/informa/notasInformativas/ medicamentosUsoHumano/seguridad/2014/docs/NI-MUH_ FV_04-2014-domperidona.pdf. [15.05.2014]. 31. Mathias CJ, Fosbraey P, Da Costa DF, Thornley A, Bannister R. The effect of desmopressin on nocturnal polyuria overnight weight loss and morning postural hypotension in patients with autonomic failure. Br Med J (Clin Res Ed) 1986; 293: 353-4. 362 32. Suchowersky O, Furtado S, Rohs G. Beneficial effect of intranasal desmopressin for nocturnal polyuria in Parkinson’s disease. Mov Disord 1995; 10: 337-40. 33. Singer W, Opfer-Gehrking TL, McPhee BR, Hilz MJ, Bharucha AE, Low PA. Acetylcholinesterase inhibition: a novel approach in the treatment of neurogenic orthostatic hypotension. J Neurol Neurosurg Psychiatry 2003; 74: 1294-8. 34. Jang W, Park J, Shin KJ, Kim JS, Kim JS, Youn J, et al. Safety and efficacy of recombinant human erythropoietin treatment of non-motor symptoms in Parkinson’s disease. J Neurol Sci 2014; 337: 47-54. 35. Kaufmann H, Freeman R, Biaggioni I, Low P, Pedder S, Hewitt LA, et al. Droxidopa for neurogenic orthostatic hypotension: a randomized, placebo-controlled, phase 3 trial. Neurology 2014; Jun 18. [Epub ahead of print]. 36. Shibao C, Gamboa A, Diedrich A, Dossett C, Choi L, Farley G, et al. Acarbose, an alpha-glucosidase inhibitor, attenuates postprandial hypotension in autonomic failure. Hypertension 2007; 50: 54-61. 37. Goldstein DS, Pechnik S, Holmes C, Eldadah B, Sharabi Y. Association between supine hypertension and orthostatic hypotension in autonomic failure. Hypertension 2003; 42: 136-42. 38. Friedrich C, Ruediger H, Schmidt C, Herting B, Prieur S, Junghanns S, et al. Baroreflex sensitivity and power spectral analysis during autonomic testing in different extrapyramidal syndromes. Mov Disord 2010; 25: 315-24. 39. Shibao C, Gamboa A, Diedrich A, Biaggioni I. Management of hypertension in the setting of autonomic failure: a patho­physiological approach. Hypertension 2005; 45: 469-76. 40. Wakabayashi K, Takahashi H, Takeda S, Ohama E, Ikuta F. Parkinson’s disease: the presence of Lewy bodies in Auerbach’s and Meissner’s plexuses. Acta Neuropathol 1988; 76: 217-21. 41. Tumilasci OR, Cersósimo MG, Belforte JE, Micheli FE, Benarroch EE, Pazo JH. Quantitative study of salivary secretion in Parkinson’s disease. Mov Disord 2006; 21: 660-7. 42. Nicaretta DH, Rosso AL, Mattos JP, Maliska C, Costa MM. Dysphagia and sialorrhea: the relationship to Parkinson’s disease. Arq Gastroenterol 2013; 50: 42-9. 43. Pérez-Macho L, Borja-Andrés S. Trastornos digestivos en la enfermedad de Parkinson: atonía gástrica, malabsorción y estreñimiento. Rev Neurol 2010; 50 (Supl 2): S55-8. 44. Arbouw ME, Movig KL, Koopmann M, Poels PJ, Guchelaar HJ, Egberts TC. Glycopyrrolate for sialorrhea in Parkinson disease: a randomized, double-blind, crossover trial. Neurology 2010; 74: 1203-7. 45. González-Fernández J, Prieto-Tedejo R, Velasco-Palacios L, Jorge-Roldán S, Cubo-Delgado E. Trastornos digestivos en la enfermedad de Parkinson: disfagia y sialorrea. Rev Neurol 2010; 50 (Supl 2): S51-4. 46. Lagalla G, Millevolte M, Capecci M, Provinciali L, Ceravolo M. Botulinum toxin type A fordrooling in Parkinson’s disease: a double-blind, randomized, placebo-controlled study. Mov Disord 2006; 21: 704-7. 47. Schindler JS, Kelly JH. Swallowing disorders in the elderly. Laringoscope 2002; 112; 589-602. 48. Van Hooren MR, Baijens LW, Voskuilen S, Oosterloo M, Kremer B. Treatment effects for dysphagia in Parkinson’s disease: a systematic review. Parkinsonism Relat Disord 2014; 20: 800-7. 49. Manor Y, Mootanah R, Freud D, Giladi N, Cohen JT. Video-assisted swallowing therapy for patients with Parkinson’s disease. Parkinsonism Relat Disord 2013; 19: 207-11. 50. Lim A, Leow L, Huckabee ML, Frampton C, Anderson T. A pilot study of respiration and swallowing integration in Parkinson’s disease: ‘on’ and ‘off ’ levodopa. Dysphagia 2008; 23: 76-81. 51. Mu L, Sobotka S, Chen J, Su H, Sanders I, Adler CH, et al. Alpha-synuclein pathology and axonal degeneration of the peripheral motor nerves innervating pharyngeal muscles in Parkinson disease. J Neuropathol Exp Neurol 2013; 72: 119-29. 52. Mu L, Sobotka S, Chen J, Su H, Sanders I, Adler CH, et al. Altered pharyngeal muscles in Parkinson disease. J Neuropathol Exp Neurol 2012; 71: 520-30. www.neurologia.com Rev Neurol 2015; 60 (8): 355-364 Manejo de la disfunción autonómica en la enfermedad de Parkinson 53. Mu L, Sobotka S, Chen J, Su H, Sanders I, Nyirenda T, et al. Parkinson disease affects peripheral sensory nerves in the pharynx. J Neuropathol Exp Neurol 2013; 72: 614-23. 54. Ertekin C, Tarlaci S, Aydogdu I, Kiylioglu N, Yuceyar N, Turman AB, et al. Electrophysiological evaluation of pharyngeal phase of swallowing in patients with Parkinson’s disease. Mov Disord 2002; 17: 942-9. 55. Cersosimo MG, Benarroch EE. Neural control of the gastrointestinal tract: implications for Parkinson disease. Mov Disord 2008; 23: 1065-75. 56. Ehler E, Geier P, Vyhnálek P, Hájek J, Sákra L. Dysphagia in patients with disorders of the nervous system –comparison of a nasogastric tube with percutaneous endoscopic gastrostomy. Rozhl Chir 2002; 81: 316-9. 57. Heetun ZS, Quigley EM. Gastroparesis and Parkinson’s disease: a systematic review. Parkinsonism Relat Disord 2012; 18: 433-40. 58. Marrinan S, Emmanuel AV, Burn DJ. Delayed gastric emptying in Parkinson’s disease. Mov Disord 2014; 29: 23-32. 59. Goetze O, Nikodem AB, Wiezcorek J, Banasch M, Przuntek H, Mueller T, et al. Predictors of gastric emptying in Parkinson’s disease. Neurogastroenterol Motil 2006; 18: 369-75. 60. Robertson DR, Renwick AG, Macklin B, Jones S, Waller DG, George CF, et al. The influence of levodopa on gastric emptying in healthy elderly volunteers. Eur J Clin Pharmacol 1992; 42: 409-12. 61. Tanaka Y, Kato T, Nishida H, Yamada M, Koumura A, Sakurai T, et al. Is there a delayed gastric emptying of patients with early-stage, untreated Parkinson’s disease? An analysis using the 13C-acetate breath test. J Neurol 2011; 258: 421-6. 62. Langdon N, Malcolm PN, Parkes JD. Comparison of levodopa with carbidopa, and levodopa with domperidone in Parkinson’s disease. Clin Neuropharmacol 1986; 9: 440-7. 63. Muller T, Erdmann C, Bremen D, Schmidt WE, Muhlack S, Woitalla D, et al. Impact of gastric emptying on levodopa pharmacokinetics in Parkinson disease patients. Clin Neuropharmacol 2006; 29: 61-7. 64. Arai E, Arai M, Uchiyama T, Higuchi Y, Aoyagi K, Yamanaka Y, et al. Subthalamic deep brain stimulation can improve gastric emptying in Parkinson’s disease. Brain 2012; 135: 1478-85. 65. Arnol G, Schwarz J, Macher V, Oertel WH. Domperidone is superior to ondasetron in acute apomorphine challenge in previously untreated parkinsonian patients –a doubled blind study. Parkinonism Relat Disord 1997; 3: 191-3. 66. Gaia C, Lourens ST, Reber P, Wildi S, Noelpp U, Ritter EP, et al. Does intravenous ondansetron affect gastric emptying of a solid meal, gastric electrical activity or blood hormone levels in healthy volunteers? Aliment Pharmacol Ther 2002; 16: 119-27. 67. Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios. Ondansetrón: prolongación del intervalo QT del electrocardiograma y nuevas recomendaciones de uso. Madrid: AEMPS; 2012. URL: http://www.aemps.gob.es/informa/ notasInformativas/medicamentosUsoHumano/seguridad/ 2012/docs/NI-MUH_FV_14-2012.pdf. [15.05.2014]. 68. DiBaise JK, Quigley EM. Efficacy of prolonged administration of intravenous erythromycin in an ambulatory setting as treatment of severe gastroparesis: one center’s experience. J Clin Gastroenterol 1999; 28: 131-4. 69. Rees K, Stowe R, Patel S, Ives N, Breen K, Clarke CE, et al. Helicobacter pylori eradication for Parkinson’s disease. Cochrane Database Syst Rev 2011; 11: CD008453. 70. Bai Y, Xu MJ, Yang X, Xu C, Gao J, Zou DW, et al. A systematic review on intrapyloric botulinum toxin injection for gastroparesis. Digestion 2010; 81: 27-34. www.neurologia.com Rev Neurol 2015; 60 (8): 355-364 71. Linder J, Libelius R, Nordh E, Holmberg B, Stenlund H, Forsgren L. Anal sphincter electromyography in patients with newly diagnosed idiopathic parkinsonism. Acta Neurol Scand 2012; 126: 248-55. 72. Edwards LL, Quigley EM, Harned RK, Hofman R, Pfeiffer RF. Defecatory function in Parkinson’s disease: response to apomorphine. Ann Neurol 1993; 33: 490-3. 73. Albanese A, Brisinda G, Bentivoglio AR, Maria G. Treatment of outlet obstruction constipation in Parkinson’s disease with botulinum neurotoxin A. Am J Gastroenterol 2003; 98: 1439-40. 74 Zangaglia R, Martignoni E, Glorioso M, Ossola M, Riboldazzi G, Calandrella D, et al. Macrogol for the treatment of constipation in Parkinson’s disease. A randomized placebo-controlled study. Mov Disord 2007; 22: 1239-44. 75. Vázquez-Sánchez F, Rodríguez-Martínez E, Arés-Luque A. Trastornos urinarios, disfunción sexual e hipersexualidad en la enfermedad de Parkinson. Rev Neurol 2010; 50 (Supl 2): S27-31. 76. Araki I, Kitahara M, Oida T, Kuno S. Voiding dysfunction and Parkinson’s disease: urodynamic abnormalities and urinary symptoms. J Urol 2000; 164: 1640-3. 77. Loran OB, Fedorova NV, Mazurenko DA, Khitarishvili EV. Comparative assessment of combined therapy of neurogenic hyperactivity of detrusor in patients with Parkinson’s disease. Urologia 2006; 2: 37-9. 78. Imran M, Najmi AK, Tabrez S. Mirabegron for overactive bladder: a novel, first-in-class β3-agonist therapy. Urol J 2013; 10: 935-40. 79. Karsenty G, Corcos J, Schurch B, Ruffion A, Chartier-Kastler E. Pharmacological treatment of neurogenic detrusor hyperactivity: intradetrusor botulinum toxin a injections. Prog Urol 2007; 17: 568-75. 80. Fowler CJ. Investigation of the neurogenic bladder. J Neurol Neurosurg Psychiatry 1996; 60: 6-13. 81. Defreitas GA, Lemack GE, Zimmern PE, Dewey RB, Roehrborn CG, O’Suilleabhain PE. Distinguishing neurogenic from non-neurogenic detrusor overactivity: an urodynamic assessment of lower urinary tract symptoms in patients with and without Parkinson’s disease. Urology 2003; 62: 651-5. 82. Aranda B, Cramer P. Effects of apomorphine and L-dopa on the parkinsonian bladder. Neurourol Urodyn 1993; 12: 203-9. 83. Hobson P, Islam W, Roberts S, Adhiyman V, Meara J. The risk of bladder and autonomic dysfunction in a community cohort of Parkinson’s disease patients and normal controls. Parkinsonism Relat Disord 2003; 10: 67-71. 84. Zesiewicz TA, Helal M, Hauser RA. Sildenafil citrate (viagra) for the treatment of erectile dysfunction in men with Parkinson’s disease. Mov Disord 2000; 15: 305-8. 85. Raffaele R, Vecchio I, Giammusso B, Morgia G, Brunetto MB, Rampello L. Efficacy and safety of fixed-dose oral sildenafil in the treatment of sexual dysfunction in depressed patients with idiopathic Parkinson’s disease. Eur Urol 2002; 41: 382-6. 86. Afif-Abdo J, Teloken C, Damião R, Koff W, Wroclawski E, Yamasaki R, et al. Comparative cross-over study of sildenafil and apomorphine for treating erectile dysfunction. BJU Int 2008; 102: 829-34. 87. Mohee A, Bretsztajn L, Eardley I. The evaluation of apomorphine for the treatment of erectile dysfunction. Expert Opin Drug Metab Toxicol 2012; 8: 1447-53. 88. Swinn L, Schrag A, Viswanathan R, Bloem BR, Lees A, Quinn N. Sweating dysfunction in Parkinson’s disease. Mov Disord 2003; 18: 1459-63. 89. Naumann M, Jost W. Botulinum toxin treatment of secretory disorders. Mov Disord 2004; 19 (Suppl 8): S137-41. 363 J.A. Crespo-Burillo, et al Management of autonomic dysfunction in Parkinson’s disease Summary. Autonomic dysfunction is a common manifestation in patients with in Parkinson’s disease, which can sometimes precede motor impairment. It can be expressed as orthostatic and postprandial hypotension, supine hypertension, hypersalivation, constipation, delayed gastric emptying, dyshidrosis, bladder and sexual dysfunction. It impairs the quality of life of patients and complicates the management of motor symptoms. Evidence available to treat complications is low. Our aim is to review the pathophysiology and clinical features of autonomic dysfunction in Parkinson’s disease and provide a practical approach to handling the available evidence. Key words. Bladder dysfunction. Dysautonomia. Dyshidrosis. Gastrointestinal dysfunction. Orthostatic hypotension. Parkinson’s disease. Sexual dysfunction. 364 www.neurologia.com Rev Neurol 2015; 60 (8): 355-364