el discernimiento etico

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TOf
EL DISCERNIMIENTO ETICO
Responsabilidad urgente del cristiano
TONY MIFSUD, SJ.
El avance científico-técnico lia provocado
proftitulas transformaciones de la realidad y con ello
se nos plantean agudos y nuevos interrogan!es
éticos ¿Cómo podemos los creyentes en Jesucristo
responder adecuadamente a ellos? No basta
con recurrir a las normas establecidas, que juegan
ciertamente un importante rol pedagógico,
sino que es necesario recorrer creativamente
el camino del discernimiento. El autor, doctor
en teología moral y profesor en la Facultad
de Teología de la Universidad Católica de Chile,
señala que para realizar ese discernimiento
es indispensable una conversión liberadora
y una búsqueda comunitaria que hagan posible
la relación entre la fe y la acción transformadora
del hombre.
El discernimiento cristiano
es la búsqueda constante de
la voluntad de Dios y no puede reducirse a un mero ejercicio intelectual-espiritual. Es
preciso rescatar su aspecto de
proceso dinámico y práctico
que lleva a la conversión y a
la apertura confiada al plan
de Dios sobre la historia humana.1 E! discernimiento es
una relación dialéctica entre
la intimidad con la Persona
de Jesús y la fidelidad a su
praxis transformadora como
dos aspectos de una misma
experiencia.
Moral y discernimiento
Desafortunadamente, el discernimiento se ha considerado como un momento de la
espiritualidad sin subrayar suficientemente su lugar privilegiado en la ética cristiana.
Con toda propiedad se puede
afirmar que el discernimiento
MENSAJE NO 338. MAYO 1985
constituye un "elemento esencial del procedimiento ético"'.2
El discernimiento es un clenento clave para la ética cristiana,
O. Cullmann comenta cómo
la acción del Espíritu Santo
se manifiesta en primer lu
en el proceso del discernimiento, es decir, "en la capacidad de tomar, en toda situación duda, la decisión moral
conforme al Evangelio". Mas,
e! "discernimiento es la clave
de toda moral neotestamentaria". Dentro del contexto de
[a historia de salvación, el fruto principal del Espíritu Santo es el don de un juicio moral certero en cada caso concreto porque "Dios obra en
nosotros su voluntad" (Flp. 2,
13). "Este discernimiento reposa sobre la asociación del
juicio razonado y de la inspii ai ion espontánea: 'No apaguéis el Espíritu; no despreciéis las profecías; nías, examinad todas las cosas, rete-
oed lo bueno' (1 Tes. S, 19 21)".
Cullmann concluye que esta
invitación divina da lugar a
un "principio de aplicación":
"El principio de amor, el
amor de Dios que solamente
se puede expresar en el amor
al prójimo". En los escritos
¡uaninos se hace resaltar que
el amor de Dios por nosotros
debe traducirse en el umor al
prójimo 3
El discernimiento es uno de
los lazos vitales entre la espiritualidad, entendida como
apertura a la gracia del Espíritu Santo que nos permite
reconocer en Jesús de Nazaret al mismo Dios hecho Hombre,4 y la praxis cristiana co
mo un estilo de vida según
las opciones de Jesús el Cristo. Descubrir la voluntad de
Dios en el hoy de la historia
y llevarla a cabo son dos mo
mentos cK' una misma vocación: el ser cristiano.
"Entendemos por discernimiento
cristiano l¿i búsqueda constante de
la voluntad di Dio.s, tío sólo para
ser captada, sino para ser reHlizada. Entendemos el discenimicnto,
por tanto, no sólo puntualmente.
siim como un proceso en el cual la
voluntad de Dir>s realiz¡ula verifica
también la voluntad de Dius pensada". 1. SOBRINO. Jesiis en Anímica Latina, Suniajjder Sal Terrae,
1982, p. 203.
R. SIMÓN "Ley Moral y
micntti" en Concilliun 139 (19781
p. 5S4.
O CULLMANN Cdsto v el Ticmno
í Barcelona: Estela, 1967) pp. 202203.
"Nad'e puede decir: '¡Jesús ct Señor!' sino ñor ¡nfíuio del Espíritu
Sanio" íl Cor. 12, .1).
129
IGLESIA
¿Moral Legalista o
mora! relativista?
Al hablar del discernimiento dentro del contexto de la
ética cristiana, puede surgir
el interrogante de si no se va
hacia una moral relativista.
Detrás de esta pregunta yace
un concepto legalista de la
moral que tiende a plantear
la disyuntiva: ley o anarquía.
Si no existen normas claras y
precisas sobre el comportamiento cristiano —se dice—,
entonces se corre el peligro
de una anarquía ética, donde
cada uno juzga según su propia escala de valores.
Esta preocupación tiene dos
fallas: desconoce el aspecto
comunitario del discernimiento y otorga a la norma moral '
un lugar desmesurado en la
vida del cristiano.
"El discernimiento cristiano
debe permanecer creativamente abierto —por encima de
las estabilidades normativas
necesarias para una existencia
sensata de los hombres en sociedad— a lo que hay de incodificable en lo que podríamos llamar la ley del prójimo, anterior a todas las leyes, de la que Jesús trazó en
su vida y en su muerte una
imagen ejemplar, que nos
ofrece no tanto para que nos
limitemos a repetirla e imitarla, cuanto para estimularnos a tomar responsabilidades inventivas."5
La ética cristiana es el intento constante de humanizar
la persona y fomentar aquellas condiciones ambientales,
estructurales, institucionales y
culturales que permitan la
creación de una sociedad mejor, porque el peligro permanente es la idolatría personal
y social que destruye al ser
humano.
En esta tarea existe un polo de referencia: la obra, las
opciones, las actitudes, el estilo de vida, las palabras y
los gestos de Jesús de Nazaret, porque reconocemos en
El a nuestro Salvador. La
"norma" para el cristiano es
Jesús, y la práctica que Jesús
130
nos exige es: "Ámense los
unos a los olios como yo les
he amado" (Jn. 15, 12). "Les
doy un mandamiento nuevo:
que se amen los unos a los
otros. En esto conocerán todos que son discípulos míos:
si se tienen amor los unos a
los otros" (Jn. 13, 34-35). Es
decir, la norma del cristiano
es "el sacramento del otro".
Y esto implica, en primer lugar, conversión y discernimiento: convertirse a la invitación que Jesús nos hace en
el otro, y discernimiento constante para descubrir y llevar
a cabo este amor en las situaciones concretas de la vida
diaria.
El discurso de las normas
y leyes es secundario, sin dejar de tener su importancia.
La norma concreta es siempre el resultado de un proceso histórico que intenta codificar en palabras un valor
que trasciende el tiempo. El
valor no cambia, pero la norma es su expresión histórica,
que. ateniéndose a las circunstancias traduce en orientaciones concretas la vivencia de
un valor.
El verdadero papel de la
norma es pedagógico, en cuanto orienta al cristiano en su
praxis. "Y así, antes de que
llegara la fe, estábamos encerrados bajo la vigilancia de
la ley, en espera de la fe que
debía manifestarse. De manera que la ley ha sido nuestro
pedagogo hasta Cristo, para
ser justificados por la fe. Mas,
una vez llegada la fe, ya no
estamos bajo el pedagogo.
Pues todos sois hijos de Dios
por la fe en Cristo Jesús" (Gal.
3, 23-25).
La norma es también una expresión comunitaria de nuestro quehacer cristiano. Justamente apunta a la dimensión
social de la persona humana
y a la necesidad de un discurso objetivo normativo que
haga posible una vivencia social según una escala de valores. Es un deber comunitario ir construyendo un proveció ético para formar una
sociedad que se puede llamar
humana y que sea humanizante.
Pero no podemos hacer un
ídolo ele la norma moral. Jesús advierte contra la falsa
seguridad, producto de un mero cumplimiento exterior de
leyes. "El fariseo, de pie, oraba en su interior de esta manera: '¡Oh Dios! Te doy gracias porque no soy como los
demás hombres, rapaces, injustos, adúlteros ni tampoco
como ese publicano. Ayuno
dos veces por semana, doy el
diezmo de todas mis ganancias'" (Le. 18. 11-12). Mientras
que el publicano, guardando
distancia y sin alzar los ojos
al cielo, se golpeaba el pecho diciendo: "¡Ten compasión de mí, que soy pecador!"
(Le. 18, 13). En ningún momento se nos dice que las
afirmaciones del fariseo eran
falsas: él cumplía la ley. Pero el juicio de Jesús es sorprendente. Nos dice que el
publicano volvió a su casa
justificado y no el fariseo.
Poique "todo el que se en
ce. será humillado; y el quu
se humille, será ensalzado"
(Le. 18. 14). La humildad no
es falsa modestia, sino el re
conocimiento auténtico de
uno y de sus acciones. La humildad del publicano consiste en saberse y en reconocer
se pecador; la falta de humil
dad del fariseo es justificarse fronte a Dios por medio de
la ley. Esta es la trampa del
legalismo: exigir algo a Dios
en nombre de la ley cumplí
da. De esta manera, el cum
plimiento de la ley puede He
gar a ser una idolatría dcshurnanizante, como en el caso de la curación del hom
de la mano paralizada, cuando Jesús tiene que afirmar:
"¿Es lícito en sábado hacer
el bien en vez del mal, salvar
una vida en vez de destruirla?" (Me. 3, 4).
Para el cristiano la disyuntiva no es ley o anarquía
sino ley o Espíritu: una ley
esclavizante o una conversión
!
R. SIMÓN, o. c , 595.
MENSAJE N9 3iS. MAYO I9SÍ
IGLESIA
liberadora. "Mas, al presente,
hemos quedado emancipados
de la ley, muertos a aquello
que nos tenía aprisionados,
de modo que sirvamos con
un espíritu nuevo y no con
la letra vieja" (Rom. 7, 6). "Sí,
ya sabemos que la ley es
buena, con ial que se tome
como ley, teniendo bien presente que la ley 00 ha sido
instituida para el justo, sino
para los prevaricadores y rebeldes, para los impíos y pecadores, para los ineügiosos
v profanadores, para los parricidas y matricidas, para los
asesinos, adúlteros, sodomitas,
traficantes de seres humanos, mentirosos, perjuros y
para todo lo que se opone a
la sana doctrina que está conforme con el Evangelio de la
gloria de Dios bienaventurado, que se me ha confiado"
(1 Tim. 1, 8-1 O.
Así, pues, para el compromiso ético del crisLiano lo
primordial es el disiernimiento y dentro de este proceso
de discernimiento la norma
juega un papel pedagógico. Es
difícil sostener lo contrario,
que la norma está sobre el
discernimiento, sin caer en un
legalismo anticristiano.
Sobre aquel que se cierra
a la conversión y al "sacramento del prójimo" (el amor
de Dios que se traduce -en el
amor al otro), prende la ley
con toda su fuerza; pero sobre aquel que ha entrado y
aceptado el proceso de la conversión, la ley es orientación
liberadora hasta que so hace
innecesaria. "Para ser libres
nos libertó Cristo (...1. Poique, hermanos, habéis sido llamados a la libertad, sólo que
no loméis di? esa libertad pretexto para la carne; antes al
contrario, servios por amor
los unos a los otros. Pues loda la lev alcanza su plenitud
en este solo precepto: Amarás a tu prójimo como a ti
mismo" (Gal. S, 1.13-14).
En este texto encontramos
la clave de una preocupación
que puede surgir: ¿no se puede abusar de la libertad, ya
que somos pecadores y aseMENSAJE
338. MAYO 1985
diados por intereses, egoísmo,
ideologías, etc.?
que uno se va entregando
amorosamente al proceso de
conversión, en esta misma medida crece su libertad para
entregarse al proyecto ético
de Jesús: construir un mundo
de hermanos. Aun más, la verificación de esta libertad cristiana es el amor al otro, fruto
de la conversión a la Persona
de Jesús, el hombre-para-losdemás. En esta entrega, el
cristiano llega a ser "imagen
y semejanza" de la divinidad.
Este misterio comunitario de
autodonaeión resalta la originalidad de cada persona, pero
también la unión profunda de
una misma Divinidad.11
La libertad del
cristiano
¿En qué sentido está el cristiano llamado a la libertad?
¿La "libertad" es aquí tan sólo un concepto formal?
"La libertad de la ley no es
un concepto secundario en la
teología paulina, sino ocupa
un puesto en ella al mismo
nivel que otras expresiones de
la condición cristiana. Aporta
el matiz de independencia de
lo humano, pero no es una
experiencia accidental o subordinada".* "El cristiano es
y ha de seguir siendo y estando libre de todo. Sólo depende de Cristo"; aún más, "tal
actitud de libertad se ha de
mostrar en la práctica, procediendo con libertad, como hijo y no como esclavo".7 El especialista en los escritos paulinos, profesor Federico Pastor,
plantea el "objeto" de esta
libertad cristiana: "El amor
mutuo y el servicio acompañan a la libertad cristiana. En
la recta inteligencia de ella
no hay lugar para el libertinismo, egoísmo o autarquía,
sino la preocupación total y
amorosa por los hermanos".
Por eso, "obrando de esta manera el cristiano cumple libre y espontáneamente los
contenidos éticos de 'la ley'.
Por ello se puede hablar de
una 'ley interna', que no es
como la ley ordinaria, sino el
amor y, en último término,
el Espíritu que obra e impulsa a obrar en el cristianismo".8
La libertad es una situación
fundamental del cristiano.
No estamos llamados a la esclavitud, sino a la libertad de
los hijos de Dios. Es una libertad que implica dos momentos complementarios: libertad del pecado y libertad
para construir hermandad.
Justamente por eso el concepto cristiano de libertad está
íntimamente ligado con la
conversión. En la medida en
Libertad y
discernimiento
1.a libertad y la conversión
conducen al discernimiento;
o, también, el discernimiento
presupone la libertad, fruto
de la conversión.
Siendo el discernimiento la
búsqueda de la voluntad del
Padre, sólo se puede realizar
en la libertad de hijos. Es decir, desde nuestra libertad
buscamos cómo construir este plan de Dios para la humanidad.
Concretamente, se pueden
señalar algunos presupuestos
para que haya un discernimiento desde la libertad:
— Profunda libertad interior, en un afán de buscar la
voluntad del Padre más allá
de intereses velados.
— Libertad activa y crealiva, que no se contenta con
soluciones superficiales, sino
'
F. PASTOR RAMOS. La Libertad en
la Carta a los (ululas (Vaitrncia:
Edic. Institución San Jerónimo,
1977) p. 327. (Lo subrayado es del
autor.)
7 Ebid.. p. 327.
8 Ihíd., pp. 327-328. (U> subrayado es
ild autor.)
* Ver la saicdenlf elaboración de este tema en P. Pedro Arrape S.J..
"Inspiración Trinitaria del Carisma
Ignaciano" (conffri?ncia dictada et
8 de Febrero de 1980), reproducida
BE La Iglesia de Hoy y del Futuro
(Bilbao v Santander: Mensajero y
Sal Terrac. 1982).
131
IGLESIA
busca siempre el mayor bien
del otro.
— Libertad afectiva, capaz
de tener profundos sentimientos de cariño hacia el otro, es
decir, una profunda capacidad
de compasión, que no es conrfescendencia, sino el sentir
can y por ti otro
— Libertad frente a las
ideologías, reconociendo su
presencia, pero siendo capaces de ser críticos frente a la
propia y cualquiera que se
presente.
— Libertad del instinto individualista, que impide un
ejercicio comunitario del discernimiento (la tentación del
mesianismo es descartar la
posibilidad de que Dios hable
por medio tic los demás,
mientras que la calidad del
profeta es su apertura a escuchar el mensaje de Dios
donde él lo concede).
— Libertad Frente a uno
mismo, porque se tiene confianza en que el plan de Dios
para uno es el mejor posible.
Obviamente, el concepto
cristiano de libertad no tiene
nada que ver con un libertinaje irresponsable e individualista. El libertinaje asume
la libertad como un fin en sí
mismo y entonces se torna
egoísta y manipuladora del
otro; la libertad cristiana nace del amor al Dios de la Libertad y se torna un medio
para la construcción del proyecto ético de Jesús en uno
mismo y se traduce en una
vida de servicio al otro. El
amor al otro, el hacer del otro
un prójimo, llega a ser la verificación de la profunda libertad del cristiano. Eticamente hablando, se puede decir que la ética cristiana procede del amor de Dios por la
humanidad y se verifica en
el amor del cristiano por el
otro.
tual, fruto de una objetividad
y de un compromiso, sino, y
en primer lugar, una cierta
connaturalidad con la volun
tad de Dios, fruto de una conversión y de una aceptación
profunda del amor de Dius
hacia uno y hacia los demás.
"Examinaos a vosotros mismos si estáis en la fe. Probaos a vosotros mismos. ¿No
reconocéis que Jesucristo está en vosotros?" (2 Cor. 13, 5).
Esta cercanía con Jesús y
la comunión profunda con su
proyecto otorgan al cristiano
un sentido de connaturalidad
espontánea para descifrar los
signos de los tiempos. "Decía
también a la gen le; 'Cuando
veía una nube que se levanta
en el occidente, al momento
decía: 'Va a llover', y así sucede. ¡Hipócritas! Sabéis explorar el aspecto de la tierra
y del cielo, ¿cómo no exploráis, pues, este tiempo?'".
(Le. 12, 54-56).
Una moral de
discernimiento
Si la conversión es el aspecto personal del discernimiento, la comunidad es el
aspecto eclesial de este, "El
problema está en ver clara-
El discernimiento ético no
es un mero ejercicio intelec132
Esta connaturalidad en el
discernimiento, fruto de una
conversión que otorga una libertad profunda, tiene una
meta: el amor al otro. "Ayudaos mutuamente a llevar
vuestras cargas y cumplid así
la ley de Cristo" (Gal. 6, 2).
¿Por qué hemos complicado
lauto la vivencia cristiana y
buscamos refugio en un legalismo justificante? La clave
de la vocación cristiana no es
un código, sino una conversión constante al amor profundo de Dios que se traduce
en un amor tierno y comprometido por los demás. Es esta conversión sencilla y profunda la que nos dará el sentido de discernimiento. Es esta
sencillez que admiramos en la
figura de Simeón (Le. 2, 2235) que, siendo "justo y piadoso", fue capaz de reconocer
en el hijo de una familia modesta al propio Salvador,
mientras otros buscaban en
otro lugar.
mente, de una vez para todas, si el mensaje de Jesús
es un mensaje dirigido esencialmente a individuos (que
tuego han de añadir la dimensión comunitaria) o, por
el contrario, está esencialmente dirigido a la comunidad (dentro de la cual los
individuos no pueden eludir
sus propias responsabilidades
personales). En otras palabras, la cuestión está en saber si el hecho cristiano es
esencialmente un hecho individual y privado, en el que
luego se debe integrar la dimensión pública y comunitaria, o, por el contrario, consiste esencialmente en un
acontecimiento comunitario y
público, que debe ser vivido
desde la necesaria responsabilidad de cada uno. ¿Qué se debe decir a este respecto?". Y
es el mismo profesor J. M.
Castillo que presenta su respuesta: "Según el Nuevo Testamento, el mensaje de Jesús
es esencialmente comunitario.
Por supuesto, la fe es la respuesta personal del hombre a
Dios. Desde este punto de vista, la fe es necesariamente
asunto de cada individuo. Pero eso no quiere decir que la
fe sea un asunto 'individual'
y, menos aún. que sea un
asunto 'privado'. El proyecto
de Jesús es esencialmente comunitario (...). La fe cristiana es un proyecto esencialmente comunitario en un sentido concreto: el creyente está llamado no simplemente
a 'hacer el bien", sino ante todo a 'hacer comunidad', compartiendo con los demás lo
que es y lo que tiene, en el
servicio incondicional a los
otros, sobre todo a los más
miserables, los más desgraciados y los más perseguidos.
Dicho de otra manera: el proyecto de Jesús no consiste en
un proyecto de perfeccionamiento de individuos, .sino en
un programa de comunidades,
en las que el orden presente
se invierte y en las que los
hombres se ponen a vivir de
tal manera que el 'orden preMF.KSAFn N° ,T!8. MAYO I9S5
IGLESIA
senté' se ve radicalmente Irastornado".10
Hemos llegado al segundo
criterio del discernimiento. La
conversión personal tiene su
complementariedad en la dimensión comunitaria do! discernimiento: crear comunidad. El discernimiento ético
nace en comunidad y, a la
vez, crea comunidad. Al crear
comunidad busca constantemente la real ¡/.ación humana
de la comunidad. Es decir, el
ejercicio del discernimiento
transforma al grupo en una
comunidad y la proyecta hacia la construcción de una comunidad más grande.
Cuando una persona entra
en un proceso de discernimiento no lo hace en abstracto sino en un proceso que está situado en el tiempo \
condicionado por la vivencia
concreta de la persona. De
modo que el "yo discierno" no
implica tan sólo una liberación de una complejidad de
intereses, estados de ánimo,
traumas, egoísmo, y un largo
etcétera, sino también significa un "yo discierno con los
demás". Ahora bien, si el "yo
discierno" tiene una experiencia fundante en el sentirse
profundamente querido por el
Padre, el "yo discierno con las
demás" tiene una opción previa: los marginados. El Dios
"universal" (de todos) es un
Dios "parcial" {a favor de
unos) porque es a través de
esta parcialidad por aquellos
que no se les trata como hijos y hermanos, que Dios nos
invita a crear la comunidad
de hijos y de hermanos. La
universalidad de la llamada
pasa por la parcialidad de la
opción. Todos estamos invitados a convertirnos a la presencia de Jesús en el marginado (ver Mt. 25, 3146) para
que desde ellos construyamos
el proyecto ético de jesús.11
No se trata de una exclusión,
sino de una inclusión desde
los excluidos.12 Es una parcialidad incluyente ya que
desde ella se crea una universalidad. Plantear la universalidad de otra manera es conMENSAJK \ ° 33Í. MAYO 198S
denar a la exclusión a los ya
marginados. Es decir, la calidad de una familia se mide
por su capacidad de integrar
al miembro enfermo y la universalidad de la familia se
construye a partir de la opción que se hace por el enfermo; pero si la familia cons11 u> c sus planes en abstraclo, entonces no tendrá cabida
el enfermo.
Concluyendo
El discernimiento ético es
un tema central en la teología
moral católica, porque supone
una vivencia cristiana alerta
a la presencia de Dios en la
historia, y se acepta la invitación de ser testigo y misionero de esta Presencia.
La superación de una tenlación legalista o relativista es
fruto de un triple proceso
inherente a la vida del crislia no:
— a nivel personal: la conversión constante a Dios y a
su presencia en la histuria
concreta;
— a nivel intei personal:
una ética que procede del
amor al otro y se verifica en
el amor al otro ("el sacramento del prójimo");
— a nivel social: una ética
que asume la opción divina
por- los excluidos para construir, desde ellos, la hermandad.
El discernimiento es un proceso personal (sin ser jamás
individualista) y, a la vez, comunitario. El discernimiento
tiene una dimensión eclesial
que no se limita a la instancia
de fidelidad a la jerarquía, sino que también implica una
búsqueda constante dentro de
la comunidad que se enfrenta
con situaciones coyunturales
determinadas.
El discernimiento es el momento contemplativo-práxico
de la vida cristiana, donde se
trasluce el nexo vital entre la
oración (la apertura confiada
y amorosa a Dios en una actitud de escucha) y la acción
(un quehacer testimonial del
amor de Dios por la humanidad desde aquellos que sufren
su ausencia por parte de la
humanidad).
"Pues debiendo ser ya maestros en razón de tiempo, volvéis a tener necesidad de ser
instruidos en los primeros ru
dimentos de los oráculos divinos, y os habéis hecho tales
que tenéis necesidad de leche
en lugar de manjar sólido.
Pues lodo el que se nutre de
leche desconoce la doctrina
de la justicia, porque es niño.
En cambio, el manjar solido
es de adultos; tic aquellos que,
por la costumbre, tienen las
facultades ejercitadas en el
discernimiento del bien y del
mal (Heb. 5, 1M4)."D
111
J. M. CASTILLO, "La 'Imitación
de Cristo' v 'Camino': del disur
nimiciitu prlvatizada a la anulación
dül dUocniimienlu" en Cuncltlum
1.39 (1978) pp. 543-545.
11
Ver el Interesante capitulo de J.
SOBRINO. "El seguimiento de Jesús como discernimiento cristiano", en Jesús en América Latina
(Santander: Sal Terrac 1982) pp.
209-221.
11
"Esa opción por los pohres, como
lo dice Puehla en diversas ocasiunes, es prefcrencial y no exclusiva.
El papa lu había subrayado ya en
diferentes discursos pronunciados
durante su vi-sila a México. Seamos
daros sobre esta punto. (...) Esta
pretendida exclusividad sería evidentemente una mutilación del
rTK:nsaie evangélico que se dirige a
t[>cli) ser liumano, amado por Dios
y redimido por su Hijo. No somos
propietarios privados del evangelio, no es posible disponer de él a
nucido gusto. Pero la preferencia
por el pobre está inscrita en el
mensaje mismo. Y la 'exclusividad'
le quitaría, paradójicamente, a la
opción preferencia!, su murdiL'nic
histórico. Justamente lo que ha
hecho insoportable para muchos ta
opción por los pobres es la pretensión de anunciar el evangelio
en la dialéctica da
una universalidad que pasa [v>r un& particularidad, por una preferencia Desde
esta última, el evangelio resulta
palabra duna v exigente para los
privilegiados do un orden social
injusto. í.a 'exclusividad' las deiaria más bien al margen de este
anuncio que se reviste de una denuncia do lodo aquello que despoja v oprime al pobre. No. el evangelio se t i l t i l .i Indo ser humano
poro hay en él una predilección
por f-l pobre, v es por ello que se
1c proclama desde la solidaridad
con los oprimidos". G. GUTIÉRREZ, La Fuerza Histórica de lo»
Ponre« (Salamanca: Sípiemc. 1982)
pp. 172 173.
133
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