Una carrera científica entre Prusia y Argentina

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Sandra Carreras*
➲ Una carrera científica entre Prusia y Argentina:
el itinerario de Hermann Burmeister
En 1861 Hermann Burmeister, quien por entonces tenía 55 años de edad y ya había
desarrollado una importante carrera científica en su país, renunció a su cargo de catedrático de Zoología de la Universidad de Halle para hacerse cargo de la dirección del Museo
Público de Buenos Aires, posición en la que permaneció hasta su muerte, ocurrida en
1892. A su funeral, que fue costeado por el Estado, asistieron el presidente de la nación,
Carlos Pellegrini, varios miembros de su gabinete y representantes de las principales instituciones científicas del país. Pocos años después se aprobó una ley que ordenaba la
construcción de un monumento en su honor, el cual fue inaugurado en 1900.
Semejantes honores dedicados a un científico extranjero no eran habituales en la
vida pública de la Argentina de aquellos años. ¿Cómo se explica entonces que Burmeister recibiera tanto reconocimiento? Un primer indicio para responder esta pregunta puede
hallarse en las reflexiones que Ángel Gallardo, uno de los sucesores de Burmeister en la
dirección del museo, expuso en 1916 en el prólogo de la traducción al castellano de una
de las obras de éste:
La muerte sella y consagra la nacionalidad adoptiva y en cierto modo se muere por la
nueva patria, en la cual se ha formado un hogar y a la que pertenecen los hijos y la obra. Los
últimos treinta años de la fecunda vida del doctor Burmeister pueden considerarse pues los de
un sabio argentino (Gallardo 1916: 10).
Vistas así las cosas, las honras y los reconocimientos no estuvieron dedicados a un
científico extranjero sino a uno argentino. Cabe preguntarse, sin embargo, si esta visión
de la vida y la obra de Hermann o Germán Burmeister, como suele aparecer su nombre
en las publicaciones y documentos argentinos, es adecuada para dar cuenta de su situación en la intersección de diferentes sistemas de referencia.
Con el objetivo de comprender mejor las particularidades de la situación de Burmeister se ofrecerá primero una breve descripción de su vida antes de su llegada a la
Argentina. A continuación se tratarán su viaje a este país y las actividades que desarrolló
en él al frente de la Academia de Córdoba y del Museo Público de Buenos Aires. Final-
*
Sandra Carreras es historiadora y se desempeña como investigadora en el Instituto Ibero-Americano,
Berlín. Entre sus publicaciones se destacan: Preußen und Lateinamerika. Im Spannungsfeld von Kommerz, Macht und Kultur (coed., 2004) y Los socialistas alemanes y la formación del movimiento obrero
argentino. Antología del Vorwärts, 1886-1901 (coed. 2008). Contacto: [email protected].
Iberoamericana, IX, 33 (2009), 89-101
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mente se presentará un testimonio de su autodefinición para discutirlo en referencia a su
situación real en relación con su país de origen y su país de residencia.
Vida y obra de Hermann Burmeister en Prusia
Carl Hermann Conrad Burmeister nació en Stralsund en 1807.1 Su padre, Christian
H. Burmeister, era segundo jefe de aduana bajo la administración sueca, cargo que conservó luego del traspaso de la ciudad a la administración prusiana en 1815. Su madre,
Wilhelmine Freund, y su abuelo materno le proporcionaron una temprana educación literaria y conocimientos de los autores clásicos, de modo que pronto desarrolló facilidad
para los idiomas.
En 1814 ingresó en el Gymnasium de su ciudad, donde sus cualidades recibieron el
apoyo de profesores destacados en ese medio. A raíz de un conflicto con el rector tuvo
que abandonar el colegio y rindió su examen final como alumno externo en Greifswald,
en cuya universidad inició sus estudios de Medicina. En 1827 se trasladó a Halle, que
durante el siglo XVIII había sido la universidad más importante de Prusia y cuya pérdida
temporaria durante las guerras napoleónicas precipitó la fundación de la Universidad de
Berlín en 1810.2 Allí obtuvo dos años después un título de doctorado de las Facultad de
Medicina y uno de la Facultad de Filosofía. Luego prestó servicio militar en Berlín como
cirujano de un regimiento de granaderos. Poco después, convencido de sus aptitudes
científicas, decidió abandonar la práctica médica y buscar ocupación en una institución
de educación superior. Ejerció entonces la docencia en el Joachimsthaler Gymnasium y
en el Köllnischen Realgymnasium, a la vez que desarrollaba sus investigaciones entomológicas y sobre la historia natural, por las cuales ganó el reconocimiento de Alexander
von Humboldt, entre otros. En 1836 contrajo matrimonio con Maria Elisabeth Sommer,
con quien tuvo dos hijos.
En 1837 fue designado profesor extraordinario de Zoología en la Universidad de
Halle y catedrático en 1842. Allí se encargó también de la dirección del museo de la universidad y organizó y amplió sus colecciones zoológicas. En 1843 publicó su gran obra
Geschichte der Schöpfung (Historia de la creación), de la que en poco tiempo se imprimieron varias ediciones y traducciones a diferentes idiomas.
Burmeister tuvo participación política en los sucesos de 1848, definiéndose entonces
como miembro de la “extrema izquierda” (Burmeister 1880: 30). Fue elegido representante en la primera cámara del Parlamento prusiano por la circunscripción urbana de
Liegnitz, pero pronto renunció a su mandato por motivos de salud y también desilusionado por la marcha que tomaban los sucesos.
En esas circunstancias, el apoyo de Alexander von Humboldt y del ministro von Landenberg le permitieron obtener la licencia correspondiente y los medios necesarios para
emprender un viaje de investigación a Sudamérica. De acuerdo con la idea original, el
viaje que se iniciaría en el Río de La Plata tenía por principal objetivo la recolección de
1
2
Con respecto a la biografía de Burmeister véanse sobre todo Berg (1895) y Burmeister/Burmeister
(1943).
Sobre la evolución de las universidades alemanas durante la primera mitad del siglo XIX, véase Turner
(1987).
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muestras zoológicas y paleontológicas. Sin embargo, en vistas de la situación política
argentina, Burmeister decidió finalmente iniciar su recorrido en Brasil, hacia donde se
embarcó el 12 de septiembre de 1850. Durante una excursión a Lagoa Santa tuvo un
accidente que le impidió continuar el viaje según lo previsto, por lo que se vio obligado a
emprender el regreso sin haber podido cumplir completamente sus objetivos. Pese a
todas estas dificultades logró llevar a su museo de Halle una colección de 800 pájaros,
200 huevos de aves, 90 anfibios, 70 mamíferos y 8.000 insectos (Schulze 1993a: 20-24).
El viaje al Plata
En 1856 inició su segundo viaje, el cual también fue posibilitado por la mediación de
Humboldt y el apoyo económico del rey de Prusia. Esta vez recorrió los países del Plata,
donde permaneció un total de cuatro años. Luego de pasar los primeros dos meses en la
República Oriental del Uruguay y de una breve estadía en Buenos Aires, Burmeister se
dirigió a Rosario y realizó una breve visita a Paraná, donde residía el gobierno de la Confederación, el cual puso a su disposición un carro y la correspondiente caballada para
transportar sus materiales y las colecciones que pensaba reunir en su recorrido. En Mendoza pasó un año ocupado en investigaciones climatológicas y recolectando muestras
animales y minerales. También pasó una segunda estadía de nueve meses en Paraná,
estudiando la zoología y la geología de la región, luego de lo cual continuó su viaje hacia
Córdoba, Tucumán y Catamarca. De allí cruzó los Andes y llegó al Pacífico, donde se
embarcó para iniciar su retorno a Europa. Como resultado de este viaje llegó a Halle una
colección de 852 mamíferos, 4.600 aves, 796 reptiles, 260 anfibios, 400 equinodermos,
2.500 moluscos, 55 cangrejos y unos 100.000 insectos (Burmeister 1861; Schulze 1993a:
21-31).
Esta breve descripción del recorrido y el resultado de los viajes sugiere que los mismos estuvieron orientados exclusivamente a la investigación científica y a la formación
de colecciones destinadas a Halle. En ese sentido no sorprende que Burmeister viajara
acompañado por un preparador. Por otro lado, hay testimonios que sugieren que ya
durante su viaje al Plata Burmeister también prestó atención a otras cuestiones, como
indica el hecho de que su hijo menor, Heinrich Adolph, lo acompañó durante parte del
viaje. La larga estadía en Paraná no estuvo dedicada exclusivamente a la investigación,
sino que también representó un intento de labrarse allí una existencia por medio de la
compra de una chacra. Para eso, Heinrich, quien primero había reunido cierta experiencia trabajando en una estancia de Buenos Aires, viajó a Paraná para hacerse cargo de la
administración del establecimiento, en tanto que el preparador que hasta entonces había
acompañado a Burmeister fue enviado de vuelta a Halle con las colecciones. En su relación de viaje Burmeister (1943: 449-489) describió detalladamente la experiencia de la
chacra y sus dificultades en un capítulo que también da cuenta de las condiciones de realización de sus trabajos científicos:
Mi hijo ahora lo pasó mal varios días, tenía que cabalgar diariamente a la ciudad en procura de gente para el servicio y más tarde cuidando en el campo el resto de los animales que
nos habían quedado; durante su ausencia, me ocupaba yo en atender a las vacas, ambulando
por el campo con una red de cazar insectos, atrapando al mismo tiempo coleópteros y mariposas (Burmeister 1943: 476).
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El episodio terminó con la venta del terreno y la continuación del viaje de estudios.
Durante su estadía en Tucumán, Burmeister conoció a Petrona de Tejeda, quien luego se
convertiría en su segunda esposa. Probablemente sería ésa la razón por la cual más tarde
ya en Halle consideraría el tiempo que pasó en esa ciudad “como uno de los más agradables y útiles de todo mi viaje”, agregando “me deleito a menudo con los afectuosos
recuerdos que me ligan a Tucumán” (Burmeister 1944: 128).
La frase procede de la relación de viaje que Burmeister publicó en 1861, en cuyo
prólogo además se lee:
Con este segundo y último tomo de mi Viaje por la República Argentina, me despido primeramente del público alemán; un especial encadenamiento de circunstancias me ha decidido a solicitar mi retiro del servicio oficial del reino de Prusia, el que después de 30 años de
actividad pedagógica me ha sido concedido ‘de gracia’. Antes de fenecer este mes dejaré a
Europa, para dedicarme por completo, en el resto de mi vida, a la investigación científica de
la región del Plata (cit. según Burmeister 1944: V).
La instalación en Argentina
¿Cómo se explica esta decisión de abandonar por propia voluntad una prestigiosa
universidad europea para instalarse en una república sudamericana que apenas tenía cincuenta años de existencia independiente y muy escasa tradición científica? En Prusia, un
decreto del Ministro de Instrucción había dispensado a los estudiantes de Medicina de la
obligación de asistir a los cursos de Zoología, con lo cual las clases dictadas por Burmeister se quedaron prácticamente sin oyentes. Además, durante su estadía en Argentina,
éste había tomado conocimiento de que la dirección del Museo Público de Buenos Aires
estaba vacante y, una vez vuelto a Halle, ofreció sus servicios al gobierno de la provincia
por intermedio del representante de la Confederación Germánica en el Plata, el barón
Von Gülich. El ministro Sarmiento se mostró muy interesado por el ofrecimiento y fue
así como Burmeister partió de Halle en el mes de julio de 1861, luego de haberse divorciado de su esposa.
Cuando llegó al Plata, Sarmiento había renunciado a su cargo y el gobierno de la provincia de Buenos Aires encabezado por Mitre estaba en guerra con la Confederación. En
tales circunstancias, Burmeister tuvo que esperar seis meses hasta que la situación política
se estabilizara y en febrero del año siguiente el ministro Costa lo pusiera finalmente en
posesión de su cargo en el Museo. Esta institución, que había sido fundada por Bernardino
Rivadavia en 1823, había padecido las consecuencias de los conflictos políticos transcurridos desde entonces y, como había observado Burmeister, durante su muy breve estadía en
Buenos Aires en 1857, era “aún bastante insignificante”, pero “una dirección hábil podría
en pocos años hacer de esto un establecimiento de primer orden” (Burmeister 1943: 94).
La creación de la Academia de Ciencias de Córdoba
Domingo F. Sarmiento fue elegido presidente de la república en 1868 y asumió el
cargo el 12 de octubre del mismo año. Unos días antes, Burmeister le envió un memorándum expresando sus ideas sobre la instrucción científica en el país y, concretamente, sobre
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la necesidad de reformar la Universidad Nacional de San Carlos en Córdoba agregándole
una Facultad de Ciencias Matemáticas y Físicas. Esta casa de altos estudios, cuyos orígenes se remontan a un colegio jesuítico establecido en el siglo XVII, era la única que por
entonces se encontraba bajo jurisdicción nacional. La constitución que se había sancionado en 1857 para su reordenamiento establecía que el rector sería elegido por el claustro, el
cual también tendría competencia para resolver los asuntos de mayor importancia y estaría
integrado por los egresados de la casa, el obispo, el gobernador de la provincia y el presidente de la nación. Además se eliminó el fuero académico y se dispuso que los catedráticos serían designados por concursos de oposición (Buchbinder 2005: 33-36).
El principal argumento del memorándum de Burmeister se refería a la necesidad de
contar con una institución que se hiciera cargo de dos tareas: formar docentes capacitados para enseñar Ciencias Exactas en los colegios nacionales y reunir un grupo de catedráticos dedicados a la investigación científica en el país. Para que el proyecto pudiera
ser llevado a la práctica, Burmeister ofrecía al gobierno nacional sus servicios como
comisario científico (Burmeister 1868).
La propuesta encontró buena acogida por parte del gobierno de Sarmiento, uno de
cuyos objetivos principales era impulsar una política de progreso educativo y científico.
Luego de haber obtenido del Congreso Nacional la autorización correspondiente y los
medios necesarios, el gobierno le encargó a Burmeister ocuparse de la contratación de
siete profesores (dos de Matemáticas, uno de Física, uno de Química, uno de Mineralogía y Geología, uno de Botánica y uno de Zoología), que “se harán venir de Alemania”
para constituir la nueva facultad (Burmeister 1874a: 11-12). La octava cátedra, es decir
la de Astronomía, quedaba reservada para la persona que iba a dirigir el Observatorio, es
decir, el astrónomo norteamericano Benjamin Gould interesado en realizar el relevamiento del cielo austral, con quien Sarmiento había entrado en contacto durante su viaje
a Estados Unidos.
Para cumplir el encargo del gobierno, Burmeister se puso en contacto con sus antiguos colegas en Halle pidiéndoles que buscaran candidatos competentes, pero no resultó
fácil encontrar a científicos interesados. Pasaron meses hasta que pudo informar al
gobierno del interés de Max Siewert (1843-1890) y Paul Lorentz (1835-1881), quienes
fueron designados catedráticos de Química y Botánica, respectivamente, por un decreto
firmado por Sarmiento en mayo de 1870, el cual también incluía la designación de Burmeister como comisario extraordinario “para dirigir e inspeccionar la Facultad de Ciencias Matemáticas y Físicas en la Universidad de Córdoba”. El mismo documento estipulaba que “procediendo de acuerdo con los catedráticos nombrados, ó que se nombren en
adelante”, el Comisario habría de someter el plan de estudios y los reglamentos de la
nueva facultad a las aprobación del Ministerio de Instrucción Pública (cit. según Burmeister 1874a: 13). Unos meses después Alfred Stelzner (1840-1895) fue designado profesor de Mineralogía y Hendrik Weyenbergh (1842-1885), de Zoología. De esa manera,
Burmeister logró ocupar cuatro cátedras con candidatos idóneos: todos eran científicos
relativamente jóvenes provenientes de universidades alemanas,3 contaban con título de
doctorado, experiencia en investigación y trabajos publicados.
3
Weyenbergh había nacido en Holanda, pero había realizado sus estudios de posgrado en la Universidad
de Göttingen. Para más informaciones sobre las biografías de estos científicos véanse Vera de Flachs
(2002) y Tognetti (2004: 21-30).
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Sin embargo, el proyecto de reforma de la universidad cordobesa no se desarrolló de
acuerdo con lo esperado. Luego de dos años de gestiones, tres de las cátedras seguían sin
ocuparse y la facultad no llegaba a constituirse. El modo de acción adoptado por el
gobierno, es decir una intervención directa del Poder Ejecutivo a través de un comisario
ajeno a la universidad, quien además residía en Buenos Aires y no llevó a cabo ninguna
negociación con el claustro cordobés, no podía menos que provocar el rechazo de esa
corporación, la cual se negó a aceptar la incorporación de los catedráticos extranjeros,
argumentando que los estatutos estipulaban que sólo podrían pertenecerle quienes hubieran obtenido su título de la propia universidad de Córdoba (Tognetti/Page 2000: 24).
En tales circunstancias, Burmeister presentó su renuncia en 1871. Por su parte, los
profesores contratados iniciaron el dictado de los cursos y llevaron a cabo varios viajes
de investigación, pero los planes de estudio no se habían fijado en forma adecuada y la
constitución de la facultad no se formalizaba. Según el testimonio de uno de los involucrados, Burmeister estaba retirado oficialmente de la cuestión pero desde Buenos Aires
continuaba haciendo valer su influencia ante el gobierno con la intención de obstaculizar
las gestiones que se llevaban a cabo en Córdoba, pues los progresos de los colegas que él
había traído al país podrían opacar su propia posición (Schultz Sellack 1874: 5).
Con la intención de resolver la cuestión, el gobierno presentó un proyecto para la
creación de una Academia de Ciencias Físico-Matemáticas, dependiente directamente
del Ministerio de Justicia, Culto e Instrucción Pública, la cual estaría formada por los
profesores extranjeros ya contratados y sus ayudantes, e incorporaría además los museos
de mineralogía y zoología, el herbario y jardín botánico, y el laboratorio de química
(Tognetti 2000: 350 s.). Este último aspecto estaba en correlación con el proyecto original, pues ya el decreto de nombramiento de Weyenbergh estipulaba que éste tomaría a su
cargo la colección que el gobierno nacional había comprado a August Bravard y que por
entonces se hallaba al cuidado de Burmeister (Burmeister 1874a: 16). En 1873 se expidieron dos nuevos nombramientos: el de Carl Schultz Sellack para ocupar la cátedra de
Física y el de Christian August Vogler para ocupar la de Matemáticas, con lo que la planta había quedado prácticamente completa.
A fines de ese año Burmeister fue nombrado “director científico” de la ahora denominada Academia de Ciencias Exactas, por un decreto que le otorgaba amplios poderes para formular “de acuerdo con el Ministro de Instrucción Pública, los reglamentos y programas que
han de regir los estudios, la disciplina y la colación de grados” (cit. según Burmeister 1874a:
19). Poco después, el mismo gobierno decretaba la aprobación del reglamento propuesto por
el director, el cual no hacía sino reforzar aún más sus competencias e imponer a los catedráticos una serie de obligaciones y prohibiciones hasta entonces no especificadas en sus designaciones: dar una hora de lección diaria entre el 1° de marzo y el 30 de noviembre; presentar
un programa detallado del curso para su aprobación por parte del director; someter a la consideración de éste todo pedido de instrumentos, aparatos y colecciones; dar gratuitamente
informes sobre temas de su materia científica a los jefes de los departamentos de la administración pública; escribir cada año una memoria científica fundada en investigaciones propias
para que fuera publicada por la Academia; informar por adelantado al director sobre sus
temas de investigación; aumentar, conservar y clasificar las colecciones de los museos y la
biblioteca; no publicar en el exterior trabajos relativos a los estudios realizados en el país
antes de que sus resultados fueran publicados por la Academia; y no intercambiar objetos de
las colecciones sin la autorización del Director (cit. según Burmeister 1874a: 21-26).
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A comienzos de 1874, Schultz Sellack, quien originalmente había llegado al país
contratado para colaborar con Gould en los trabajos del Observatorio, fue destituido de
su cargo en la Academia por no haber cumplido esas obligaciones. Adolf Doering, quien
se desempeñaba como ayudante de la cátedra de Química, fue designado “substituto”,
esto es, representante del director con “la obligación de estar presente diariamente en la
Secretaría de la Universidad de las once a la una [...] para aceptar las comunicaciones de
los Catedráticos de la Academia y comunicarles mis notas y las resoluciones del Exmo.
Gobierno” (cit. según Burmeister 1874a: 29). Varios de los catedráticos se opusieron al
nuevo reglamento y Burmeister obtuvo que el gobierno destituyera a Lorentz, Siewert,
Weyenbergh y Vogler, en tanto que Stelzner optó por renunciar. Para cubrir los cargos
vacantes fueron designados Georg Hieronymus (Botánica), Oscar Doering (Matemática), Adolf Doering (Química), Karl Ludwig Brackebusch (Mineralogía) y Hermann von
Ihering (Zoología), quien finalmente no se hizo cargo del puesto. Los nuevos docentes
no contaban con los mismos antecedentes que los que habían sido nombrados primero.
Los ecos de la disputa llegaron hasta Alemania, desde donde el catedrático de Göttingen
Johann Wappäus intercedió ante Sarmiento en favor de sus colegas destituidos (Burmeister 1874b: 503-508; Wappäus 1877; Tognetti/Page 2000: 31).
A comienzos de 1875, Burmeister presentó su renuncia. De acuerdo con su versión
de los hechos, la conducta de los seis catedráticos destituidos mostraba “muy claramente, que ellos no aceptaron sus cátedras para ser útiles al país y a la juventud estudiosa,
sino solo para su bien propio y a sus estudios personales” (Burmeister 1874b: 506).
A partir de entonces, la situación se encaminó por medio de las negociaciones entabladas entre los profesores alemanes y el rector Manuel Lucero. Por un lado, se creó la Facultad de Ciencias Físico-Matemáticas de la Universidad de Córdoba, que se dedicaría a la
formación de profesores para los distintos niveles del sistema educativo y también de
investigadores, con lo cual se avanzaba hacia la modernización de la universidad. Por otro,
se constituyó una institución denominada Academia Nacional de Ciencias, dependiente del
Ministerio de Justicia, Culto e Instrucción Pública, con la función de actuar como un consejo consultivo del gobierno y tomar a su cargo la exploración del territorio y la difusión de
los resultados de esos estudios. Los titulares de las cátedras conservaron la dirección de los
museos, laboratorios y gabinetes respectivos, y los miembros de la Comisión Directiva de
la Academia tenían que ser catedráticos de la Facultad (Tognetti/Page 2000: 35-36).
Antes de retirarse, Burmeister había iniciado la publicación del Boletín de la Academia afirmando:
Con esta publicación, y con la de algunos ensayos científicos de Miembros de la Academia que preparo para hacerlos aparecer dentro de algunos meses, dejo la Academia. Otras
obras, que he principiado, y sobre todo la descripción física del país, ocupan de tal modo mi
tiempo, tan necesario a la ejecución exacta, que no puedo dedicarme a funciones administrativas [...] (Burmeister 1874b: 508).
La reorganización del Museo Público
De acuerdo con Carlos Berg, fue durante la dirección de Burmeister que el Museo
pasó de ser un gabinete de curiosidades a convertirse en una institución científica que
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“puede rivalizar ventajosamente con los museos nacionales de otros países” (1895: 321).
Las primeras acciones del nuevo director estuvieron destinadas a reorganizar las colecciones, como el mismo se encargó de destacar:
Desde que tomé posesión del cargo, he organizado el establecimiento casi de nuevo,
removiendo de las salas muchos objetos tan insignificantes, que no debían figurar en ningún
Museo público y científico, y colocando otros en un orden más natural y más en relación con
sus cualidades específicas. Ya no se ven en el mismo estante los minerales confundidos con
las conchillas, los trofeos con los mamíferos, no los pájaros en una verdadera confusión, arreglados al parecer por el primer colocador, según el orden de los tamaños y colores de los individuos. Hoy se hallan los objetos de cada ramo en el mismo estante, y los pájaros como los
mamíferos clasificados científicamente [...] (Burmeister cit. según Birabén 1968: 30).
De acuerdo con el criterio de Burmeister, el Museo sería estructurado en tres secciones: artística, histórica y científica. Como era de esperar, Burmeister se concentró en la
organización y ampliación de la sección científica, específicamente de las colecciones
zoológicas y paleontológicas, por medio de donaciones, compras, intercambio y caza
(Mantegari 2003: 105 ss.). Esto provocó necesidad de más espacio e inversiones en atención a los requerimientos de la exposición de las colecciones:
Los pedestales de los objetos, antes tan malos que parecían hechos para desfigurar su elegancia, se hallan en gran parte cambiados y colocados sobre los nuevos, con el nombre científico al pie. Estos pedestales están muy hábilmente construidos según los modelos que traje
conmigo, pertenecientes a la colección que tenía a mi cargo en la Universidad Real prusiana
de Halle. Estas diferentes obras, como también algunos nuevos estantes prolijamente trabajados, han sido ejecutados con la cantidad de 20.000 $ decretada extraordinariamente por el
Superior gobierno a solicitud mía, cuando entré en el empleo, para emprender la nueva organización del museo (Burmeister cit. según Birabén 1968: 30).
En 1864 Burmeister dio inicio a la publicación de los Anales del Museo Público de
Buenos Aires con el objetivo de introducir a su museo “en la sociedad de sus rivales”,
dando difusión a los objetos de historia natural nuevos o poco conocidos conservados en
el establecimiento. Para apoyar estas actividades y con el decidido apoyo del rector de la
Universidad de Buenos Aires, Juan María Gutiérrez, Burmeister impulsó la fundación de
la Sociedad Paleontológica, cuyos socios se comprometieron a colaborar para acrecentar
las colecciones y apoyar financieramente la publicación de los Anales (Auzá 1996).
Los Anales aparecieron en un tiraje de entre 200 y 500 ejemplares para poder ser
remitidos a “todos los sabios distinguidos y establecimientos científicos de igual clase,
europeos como americanos” (Actas de la Sociedad Paleontológica, 1866, cit. en Auza
1996: 146). De esa manera, Burmeister pudo ampliar también la biblioteca del museo.
La publicación no se realizó sin dificultades tanto económicas como técnicas. El director
decidió enviar las láminas y litografías a París porque no confiaba en los talleres existentes en Buenos Aires, pero tuvo que constatar que también en París se cometían errores
por falta de vigilancia o de conocimiento. Simultáneamente, Burmeister continuó publicando sus trabajos científicos en el exterior.
Cerrada la experiencia de Córdoba, Burmeister concentró definitivamente sus actividades en el Museo de Buenos Aires. Los testimonios propios y ajenos coinciden en destacar su enorme capacidad de trabajo. Los Anales fueron íntegramente su obra personal;
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él escribía los trabajos y los ilustraba como eximio dibujante. Suyos eran también los
informes y memorias. Su alto prestigio científico facilitaba el acceso de obras de los centros científicos más importantes y acrecentaba la biblioteca imponiendo un progresivo
trabajo de catalogación que también fue obra personal suya.
A partir de 1875 comenzó a editar dos trabajos científicos destinados a representar a
la República Argentina en las exposiciones internacionales de Filadelfia (1876) y París
(1878 y 1889). La primera, Los caballos fósiles de la Pampa Argentina, se editó en castellano y alemán, y de la segunda, la Descripción Física de la República Argentina apareció un primer volumen en alemán, pero se continuó en francés. Del Atlas de la description physique de la République Argentine aparecieron varios volúmenes, pero el plan de
publicación no llegó a completarse.4
Si la fama de Burmeister iba en aumento, no por eso éste conseguía todos sus objetivos ni estaba libre de crítica. Además de los conflictos ya mencionados con sus colegas
de Córdoba, pronto tendría que enfrentarse también a las críticas de una nueva generación de naturalistas comprometidos tanto con las teorías evolucionistas como con la
divulgación científica. Eduardo Holmberg, Florentino Ameghino y Francisco Moreno
lograron rivalizar con Burmeister en el espacio público y hacer oír sus críticas a una conducción cada vez más encerrada en sí misma.
En este contexto, la federalización de la ciudad de Buenos Aires, que fue separada
definitivamente de la provincia del mismo nombre, tuvo repercusiones también en el
ámbito científico. En la recién fundada ciudad de La Plata, la nueva capital provincial, se
creó en 1882 un nuevo museo dirigido por Moreno, quien donó a ese fin sus propias
colecciones, en tanto que el Museo Público pasó a depender del gobierno nacional bajo
el nombre de Museo Nacional de Buenos Aires. Burmeister dirigió entonces sus intereses a tres cuestiones centrales: profundizar el reconocimiento oficial de los servicios que
había prestado al país, fortalecer el museo en su calidad de institución “nacional” y
defender su autoridad de sabio naturalista ante el avance de nuevas posturas y personalidades científicas (Mantegari 2003: 170 ss.). Una carta que en el año crítico de 1890
elevó al Ministro de Instrucción Pública solicitando aumento de sueldo y sobre todo de
personal pone en evidencia tanto su estrategia argumentativa como la situación en la que
para entonces se encontraba la institución en comparación con sus rivales:
Ruego a V.E. que cuando sea presentada mi solicitud a las HH. Cámaras, no olvide recordar que el número de empleados del Museo Provincial de la Plata pasa de treinta, contando
los empleados extraordinarios y que el Museo Nacional del Brasil, en Río de Janeiro, tiene
también más de veinte personas empleadas en la conservación y aumento de los objetos.
Nuestro Museo Nacional no tiene más que tres... Si el Superior Gobierno considera que ya he
cumplido 83 años de edad, de los cuales 28 he servido al país y sin descanso por su fama
científica, creo no exagerar solicitando un vicedirector, como tienen la Biblioteca Pública y
otras reparticiones de la administración (cit. según Birabén 1968: 38).
Burmeister continuó trabajando en su museo hasta que en febrero de 1892, a los 85
años de edad, se cayó de una escalera al intentar abrir una ventana, sufriendo un acciden4
Una lista por orden cronológico de las publicaciones de Burmeister puede verse en Berg (1895: 325357).
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te de cuyos efectos nunca se recuperó. Pocos meses después falleció luego de haber
logrado que el gobierno aceptara a Carlos Berg como su sucesor.
Autopercepción y realidades
En 1880, la prestigiosa Imprenta Coni de Buenos Aires publicó en alemán un documento que resulta muy revelador en cuanto a la autopercepción de Burmeister y su representación pública. Se trata de un texto proveniente de su propia pluma y contiene el relato detallado de una ceremonia bastante particular, que se llevó a cabo el 19 de diciembre
de 1879 para celebrar el 50° aniversario de su doble doctorado. La descripción indica
que la ceremonia fue preparada con sumo cuidado. Por la mañana temprano se abrieron
las salas del Museo para recibir a quienes venían a saludar al director. En primer lugar se
presentó el representante diplomático del Imperio Alemán, el barón de Holleben, quien
condecoró a Burmeister con las insignias de la Orden de la Corona de tercera clase. También se hicieron presentes el cónsul alemán Nordenholz y el profesor Carlos Berg, quien
hizo entrega de un ejemplar de su obra Hemiptera Argentina al homenajeado, a quien
estaba dedicada. Burmeister recibió además dos diplomas, uno de la Facultad de Medicina y otro de la Facultad de Filosofía, que le fueron enviados por la Universidad de Halle
a través de comerciantes hanseáticos. Alrededor del mediodía llegaron varios telegramas
de felicitación, entre ellos el del ex-presidente Domingo F. Sarmiento. También se hizo
presente una delegación de la Sociedad Científica Argentina, cuyo titular entregó al
director un busto de su figura, incluida la autorización del gobierno para colocarlo en el
museo. Algo más tarde llegaron representantes del Deutscher Turnverein (Asociación
Alemana de Gimnasia), del cual Burmeister era miembro honorario. Los últimos participantes se retiraron a las 16 horas (Burmeister 1880: 1-7).
Pero los festejos no acabaron allí. Algo más tarde, en el elegante Café de París se realizó un banquete para cuarenta y cuatro participantes, cuyos invitados eran todos alemanes o germanoparlantes. Burmeister mismo lo inauguró con un brindis en honor al emperador alemán considerando que la fiesta era “puramente alemana y que para todos los
alemanes es sagrado dedicar la primera copa a la salud del jefe del Estado” (Burmeister
1880: 9, traducción de la autora). En medio de la animada conversación que se desarrolló
en la reunión, el homenajeado tomó varias veces la palabra e hizo la descripción “de
algunas propiedades características de la organización de la Argentina, destacando que
daba que pensar que el animal más grande del país, el Megaterio -que por cierto ya estaba extinguido-, perteneciera a la clase de los perezosos” (10). La última alocución de
Burmeister se refirió a la condición del sabio, es decir a la propia, para afirmar que éste
se cuenta entre los seres más felices, pues su trabajo y profesión constituyen también su
placer.
Esta autodescripción contrasta fuertemente con la valoración de Ángel Gallardo,
quien en 1916 veía en Burmeister a “un sabio argentino”, y se acerca más a una expresión frecuentemente utilizada, aunque no profundizada, en la interesante investigación
de Cristina Mantegari (2003) para designar a Burmeister: “el sabio prusiano”. La autodescripción es además en buena parte coincidente con los testimonios de sus contemporáneos, ya sea amigos o adversarios, que siempre subrayan su carácter irreductible y su
enorme capacidad de trabajo.
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Pero contra lo que podría pensarse, lejos de reducirse a un rasgo personal, esas dos
características tan acordes a los códigos prusianos y la ética protestante, reflejan el canon
de valores del estrato social del que Burmeister provenía: la Bildungsbürgertum. Esta
expresión, que no tiene traducción adecuada en las lenguas románicas, designa en alemán a los sectores profesionales burgueses que, a partir de mediados del siglo XVIII fueron ganando en tamaño, importancia e influencia en estrecha vinculación con el fortalecimiento del Estado y la expansión del sistema educativo. El concepto abarca tanto a los
funcionarios públicos como a los representantes de las llamadas profesiones liberales.5
Dado que, a diferencia de la nobleza, su posición y prestigio social no dependían de
su origen sino de sus méritos y capacidad de rendimiento individuales así como de su
relación con el Estado, este grupo desarrolló formas de representación y legitimación
particulares. El hecho de compartir una formación académica, de haber recorrido procesos de socialización comunes y continuar la vida profesional como miembros de instituciones a las que sólo se accedía si se habían cumplido esos requisitos promovía un comportamiento de grupo cerrado que permitía a sus miembros diferenciarse de otros
estratos, primero de la nobleza y más tarde de la clase trabajadora. En la escala de valores de la Bildungsbürgertum predominaba el prestigio social por sobre la prosperidad
económica. Sus integrantes eran mayoritariamente protestantes y constituían una elite
cultural, en la medida en que ocupaban profesiones y posiciones en instituciones capaces
de transportar los modelos burgueses imponiéndolos como dominantes. Este estrato tuvo
un papel decisivo en las aspiraciones de unión de la nación alemana que se manifestaron
en la Revolución del 48. Pero el fracaso de ésta y la posterior constitución del Imperio
bajo la hegemonía de Prusia recortó sus posibilidades de participación política y la obligó a aceptar los parámetros del Estado bismarckiano (Vondung 1976).
En la Argentina de mediados del siglo XIX no existía un estrato social comparable, si
bien la revitalización de la esfera pública y la política de consolidación del Estado y
fomento de la educación y la ciencia que promovieron Sarmiento y sus sucesores permitían entrever un desarrollo en esa dirección. Burmeister, que llegó al país después de
haberse labrado un alto prestigio científico internacional, no se mostró dispuesto a reconocer la legitimidad de las tradiciones académicas locales, por entonces menos desarrolladas y formalizadas que en su medio de origen, ni a tratar a las personas que actuaban
en los círculos ilustrados del país como sus pares. Durante un tiempo, su contacto directo con el Poder Ejecutivo le permitió creer que tendría una posición dominante en el
diseño de la política científica del país al punto de llegar a afirmar: “En todas estas cuestiones soy como un ministro, y todo lo que le escribo tiene validez, pues conmigo aquí
no se hacen bromas. Todo lo que exijo se cumple”.6 Pero lo cierto es que, en ese sentido,
su capacidad de influencia en Argentina no sería mucho mayor de lo que había sido en
Prusia. En la república sudamericana, la política general quedaba reservaba a los hijos
del país y el rol que ésta le adjudicaba a Burmeister era muy distinto del de un ministro.
5
6
Respecto de la relación entre el concepto alemán Bildungsbürgertum y las teorías sociológicas norteamericanas sobre la profesionalización véanse Conze/Kocka (1985) y McClelland (1985). Sobre la relación entre la constitución de la Bildungsbürgertum y la formalización del sistema educativo en Prusia y
otros estados alemanes durante los siglos XVIII y XIX véase Lundgreen (1985).
Carta de Burmeister a Siewert en mayo de 1870, cit. según Schultz Sellack (1874: 2). Traducción de la
autora.
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No por casualidad el telegrama de felicitación que le envió Sarmiento se refería al aniversario del “día que la Universidad lo preparó para enriquecer a su país, ensanchando
los dominios de la ciencias, é ilustrando los anales de la República Argentina con sus
labores”,7 casi las mismas palabras con que años más tarde el presidente Carlos Pellegrini reconocía que Burmeister era digno de honores oficiales “por parte de la Nación en
que pasó la época más fecunda de su vida, ilustrándola con obras de universal renombre”.8
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— (1943): Viaje por los Estados del Plata con referencia especial a la constitución física y al
estado de cultura de la República Argentina. Tomo primero que comprende las Provincias
del Sur, con un plano de la parte central de la República compilado por el autor en 1860. Buenos Aires: Unión Germánica en la Argentina.
— (1944): Viaje por los Estados del Plata con referencia especial a la constitución física y al
estado de cultura de la República Argentina. Tomo segundo que comprende las Provincias
del Noroeste y las cordilleras entre Catamarca y Copiapó y un apéndice: Sinopsis sistemática
de los vertebrados de las comarcas del Río de la Plata. Buenos Aires: Unión Germánica en la
Argentina.
Burmeister, Carlos/Burmeister, Federico (1943): “Prólogo de los traductores Carlos y Federico,
hijos sobrevivientes del Dr. Burmeister”. En: Burmeister, Hermann: Viaje por los Estados del
7
8
Cit. según Burmeister (1880: 16); destacado de la autora.
“Decreto del Poder Ejecutivo ordenando honores al Dr. Burmeister”, cit. según Burmeister/Burmeister
(1943: XVIII); destacado de la autora.
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