enfados, ¡no gracias!

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ENFADOS, ¡NO GRACIAS!
El enfado es una de las emociones más presentes en el futbolista profesional. El enfado representa
uno de los mayores enemigos del rendimiento individual y colectivo. Muchos pensarán que la
ansiedad y el estrés son las emociones negativas más habituales en los vestuarios profesionales
pero no es así. Sin duda, el enfado es líder en el ranking de emociones negativas de los futbolistas
profesionales.
Cuando surgen dificultades, cuando las expectativas no se cumplen, la frustración suele dar paso
al enfado. ¿Quién no se enfada nunca? ¡Imposible! El enfado es una reacción muy “humana” y
muy comprensible desde la lógica emocional. El enfado no entiende de niveles educativos ni de
clases sociales. Todo el mundo se enfada con mayor o menor frecuencia aunque cada persona lo
expresa de manera diferente. Cualquiera se enfada por una contrariedad, ofensa, injusticia…
Surge la ira, una ira que uno necesita exteriorizar o expresar y que le lleva a desahogarse. Algunas
personas viven enfurruñadas por su carácter irascible, parecen permanentemente enfadadas, todo
les contraría, son quejicas, oscos, huraños, agrios. Otras viven sus enfados como una explosión de
ira, son iracundas, muestran mucha agresividad que provoca que sean temidas por sus prontos
bruscos y desproporcionados.
El enfado está más presente en personas temperamentales, competitivas, egocéntricas,
impulsivas, coléricas, carentes de valores relacionados con el respeto y la tolerancia, inmediatas,
impacientes, poco tolerantes con la frustración...
En el plano individual el enfado es autodestructivo pues genera malestar emocional, complica las
relaciones personales, resta eficacia, limita el rendimiento y es fuente de nuevos conflictos. A la
larga las personas irascibles pueden llegar a sufrir problemas de salud, de tipo psicosomático, en
los deportistas el carácter irascible puede estar detrás de la explicación de lesiones musculares.
Cuando al futbolista temperamental le explota el enfado en sus manos durante el partido se va
mentalmente del mismo dejando a su equipo con uno menos, cometiendo errores en el juego y
pudiendo manifestar conductas agresivas contra los rivales, árbitro, aficionados...
El enfado engaña porque puede ser efectivo a corto plazo ya que los receptores del enfado en
ocasiones se rinden y ceden en sus pretensiones. Pero en realidad el enfado atropella, es una
forma de conquista por la fuerza. La factura que se paga a medio y largo plazo por los enfados es
muy cara, tremendamente cara. Los enfados recortan la comunicación, alejan o distancian a las
personas, generan mecanismos de adaptación como ponerse a la defensiva y pasar al
contraataque o justificarse mediante engaños y mentiras, también provocan rencor, odio… Los
enfados no caben en un trabajo colectivo porque dinamitan la cohesión interna y bloquean el
rendimiento del equipo. Las personas que se enfadan se convierten en miembros tóxicos del
equipo a los que hay que reeducar o extirpar por el bien de éste.
Si el enfado es mal compañero de viaje para cualquier persona y/o equipo en el líder se convierte
en un obstáculo que le distancia de sus subordinados. El enfado es más propio del “jefe” que del
“líder”. Cuando el líder proyecta enfados sobre sus colaboradores no puede esperar a cambio nada
más que inhibición, escasa comunicación, poco compromiso y bajo rendimiento. Un líder no puede
aspirar a tal condición si se suele enfadar, nunca será revestido por los suyos como la “autoridad”
del equipo.
En las personas o profesionales que viven de su imagen pública no tiene cabida el enfado. Los
enfados desacreditan y dilapidan la propia imagen, son la peor inversión en la construcción de una
imagen pública positiva. Un futbolista o un entrenador construyen su propia imagen a través de su
comportamiento dentro y fuera del terreno de juego. Enfadarse resta valor a la imagen pública.
El enfado forma parte de la parte más irracional o primaria de las personas. Desde el principio de
eficacia enfadarse es absurdo, trae malísimas consecuencias. Las personas inteligentes deben
aprender a gestionar las situaciones de conflicto desde alternativas que no contemplen el enfado o
la ira.
El futbolista colérico vive en una contradicción interna. Por un lado su carácter le ayuda a ser más
competitivo pero a la vez es fuente para él de muchos problemas, dentro y fuera del terreno de
juego. En una primera fase, durante un tiempo, considera que él es así y que los demás le deben
aceptar como es, con su carácter y sus enfados. Pero esto no ocurre, poco a poco sus
compañeros se van hartando de los enfados diarios y acaban plantándole cara o reprochándoselo,
sobre todo cuando sus enfados acaban pasando factura al equipo durante los partidos en forma de
tarjetas y expulsiones. Entonces, es cuando ese futbolista colérico toma conciencia de lo nocivo
que es su carácter y de la necesidad de ponerle límites. Cuando la persona quiere cambiar y se
pone manos a la obra acaba lográndolo.
No es difícil aprender a controlar la conducta agresiva. Pasa por una renovación en los valores
personales, controlar el acceso de ira, cambiar el diálogo interno, disponer de conductas eficaces
alternativas al enfado, de refuerzo positivo por parte del entrenador y compañeros… Además, es
muy importante aprender a expresar el enfado de forma asertiva, es decir un de forma serena,
gesto serio, expresando la emoción (“estoy enfadado”), señalando el motivo e indicando cómo
resolverlo. No se trata de reprimir el enfado sino de aprender a expresarlo de forma que no sea
agresiva ni hiriente.
En mi experiencia profesional me he encontrado con bastantes demandas de aprender a controlar
el enfado tanto por parte de deportistas como de no deportistas. Es una petición bastante habitual
entre las que recibimos los psicólogos. Me trasladan que no se sienten satisfechos como
profesionales ni se gustan como personas. Es muy gratificante trabajar esta competencia, resolver
los conflictos de forma serena y eficaz, cuando el cliente tiene interés en hacerlo. Forma parte del
aprendizaje emocional básico, enfadarse mucho menos y hacerlo de forma asertiva las pocas
veces que suceda.
José Carrascosa (Psicólogo / www.sabercompetir.com)
www.futbolsesion.com
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