Lo que resulta evidente es que el término estrés hace referencia a un proceso adaptativo que se desarrolla en tres fases, de reacción ante un agente estresor (Tache, Tache y Selye, 1977, 48, 67) denominado “síndrome general de adaptación”: 1. Fase de alarma: Se da una disminución por debajo del nivel de resistencia, más allá de lo que es habitual para el individuo expuesto al estímulo. Esta reacción de alarma permite al sujeto estar más alerta para afrontar la situación inesperada. No obstante, el individuo puede reaccionar con perplejidad, hasta llegar a la indefensión (Peterson, 1992) y puede generar las siguientes respuestas principales: • Aumenta la frecuencia cardíaca • Aumentan la capacidad y el ritmo respiratorio • Se eleva el nivel de glucosa en la sangre • Se incrementa la transpiración • Aumenta la capacidad de coagulación de la sangre • Se dilatan las pupilas • Se contrae el bazo liberando gran cantidad de hematíes • Se redistribuye la circulación abandonando piel (palidez cutánea) y el tubo digestivo (corte de digestión) y acudiendo a cerebro, corazón y músculos. 2. Fase de resistencia o adaptación: Se genera cuando la presencia y la intensidad del elemento perturbador se mantiene. Se caracteriza por la puesta en marcha de mecanismos defensivos que aumentan la capacidad de resistencia por encima de lo que es normal para ese individuo. Representa un período de reorganización, que intenta compensar los desequilibrios; como un mecanismo de defensa que le permite superar dificultades y realizar tareas no habituales. No es negativo, pero, si el requerimiento de sobreesfuerzo es muy prolongado, entonces se puede convertir en un peligro potencial para la salud. Actualmente tiende a denominarse a esta fase como “fase de afrontamiento”. 3. Fase de agotamiento: Se da cuando el organismo es incapaz de seguir manteniendo las respuestas adaptativas, que le permitían restablecer el equilibrio perdido, y continúa la presencia del estímulo. Aquí es donde se darían los aspectos negativos del estrés (distrés), y que puede dar lugar a desórdenes tanto de tipo somático como psicológico (Vera, 1988).