Arnau Puig - Associació Sant Lluc per l`Art

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LA NECESIDAD DE PINTAR
En nuestros ámbitos culturales occidentales siguen siendo totalmente vigentes
los principios estéticos que se desarrollaron durante todo el siglo XX y que vienen
caracterizados por el gusto de la pintura como acción expresiva y representativa,
tomada también como estricto elemento de la construcción plástica y/o por la
inflexión de la subjetividad, bien manifiesta a través del surrealismo. En síntesis
tenemos expresionismo, constructivismo, geometrismo y surrealismo, con alguna
variante de todo ello como el espacialismo, con más o menos incidencia gestual
fuertemente informalista o retenida por una lejana reminiscencia cubista, cuya
esencia se ha incorporado de tal manera a la forma de pintar occidental que casi
ha desaparecido como forma autónoma y única de construir un cuadro. Lo que se
ha desvanecido son las atmósferas orientalizantes que son sustituidas, a
consecuencia de los colores sintéticos electrónicos, por máculas brillantes,
fuertemente contrastadas, creadoras por si mismas de ambientes y de
interiorismo, resultados que propician un arte de estricta ambición decorativa
que reencontraría, por contraste identitario, el viejo florilegio cromático del
impresionismo.
Todo esto vendría a indicar que la pintura está todavía muy viva, que mucha
gente tiene la necesidad de servirse de la gestualidad del color y de la línea para
sentirse realizado tanto en la acción como en la recepción o percepción del
mundo y del medio ambiente o para poner de manifiesto las inquietudes del
alma. Lo que ha disminuido es el entendimiento de la pintura como la simple
reproducción del entorno.
Así podemos decir que las casi 250 obras recibidas para optar al Premio de
Pintura Torres García, organizado por la Associació Sant Lluc de Mataró, serían el
síntoma perfecto de las necesidades que ya en su momento expresó el pintor
uruguayo, que tenía sus raíces en la ciudad: un arte con horizontes hacia la
subjetividad, el mantenimiento de la cual es el gran reto de nuestro tiempo.
De entre tanta cantidad, y en general, calidad de los artistas, por su procedencia
geográfica, aunque no residencial, de todas las partes del mundo, había que
elegir, por las condiciones del espacio expositivo y por las necesarias limitaciones
de toda exposición, máxime en un ámbito demográfico y social reducido como es
el de Mataró, sólo exactamente 40. Son los que se muestran ahora, donde
encontraremos representados todos los elementos estéticos señalados antes,
garantía de que el Premio está bien vivo y que el esfuerzo en estas especiales
circunstancias políticas y económicas merece la pena.
Aquí sólo se hace especial mención del económicamente galardonado, Martín
Carral, que presenta una obra de extraordinaria creatividad en la que la
construcción, la cromaticidad y la intencionalidad subjetiva se encuentran
perfectamente cruzadas, logrado todo ello con una originalidad que convierte su
trabajo en inconfundible respecto de tendencias y procedimientos, si bien están
todos presentes. Un buen ejemplo para persistir en esta tarea de promoción y
expansión de las artes pictóricas, objetivo esencial de toda la trayectoria vital de
Joaquín Torres García.
Arnau Puig
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