LA DIVERSIDAD SOCIAL Y CULTURAL COMO FUENTE DE ENRIQUECIMIENTO Y DESARROLLO: ASPECTOS CONCEPTUALES Elena Hernandez De La Torre Universidad De Sevilla Fac. Ciencias De La Educación Dpto. Didáctica y O. Escolar RESUMEN La fundamentación y el razonamiento del principio de la diversidad humana es una cuestión ineludible a la hora de plantearnos el respeto a las diferencias individuales. Más allá de compromisos éticos y morales, entender la diversidad, la multiculturalidad y la interculturalidad supone la puesta en marcha de un modo de vida personal y de reflexión siempre basado en principios éticos de carácter moral, por supuesto, pero de también de carácter ético, los cuales viven en simbiosis como si de otra forma de entender el mundo se tratara. Más allá de histerias sociales y colectivas también acerca de la benevolencia de pensar en el respeto a las diferencias, en esta comunicación nos planteamos por qué debemos aproximarnos conceptualmente a ese valor de la “diferencia” como fuente de enriquecimiento y desarrollo más que como una fuente de racismo y xenofobia que en nuestra sociedad afloran con demasiada frecuencia. LA DIVERSIDAD HUMANA El conocimiento de nuestro origen y de nuestra evolución acerca de la diversidad humana nos lleva a situarnos en el grupo de los seres vivos como una especie única e irrepetible. Podemos decir que nuestro grupo zoológico, es decir, los homínidos, abarca, según las tesis actuales (Francás Portí ,1992), dos géneros: uno, el Australopitecus; otro, que es el antecesor de los representantes actuales, el Homo. El “Homo habilis”, por tanto, es el representante de nuestro género más directo (Tobías, 1985) y ya en ese momento podemos decir que presentaba una “cultura”, siendo muy probable que dispusiera incluso de un medio de comunicación. Posteriormente apareció el “Homo erectus”, el cual descubrió el fuego y que con ello dio paso al “Homo sapiens”, predecesor de nuestra especie. Sin embargo la especie humana no ha permanecido invariable a lo largo del tiempo, sino que un órgano denominado “cerebro” y la constitución de una “cultura” son los determinantes del desarrollo de esta misma cultura y de la educación que hoy en día poseemos. Podemos hablar, por tanto, de dos formas de “hominización”. Una de ellas es la que se denomina “biológica” y que posibilita la cultura, con la adquisición de los rasgos propios de cada especie y el desarrollo del psiquismo, la conciencia reflexiva y la inteligencia individual. Esta hominización es fruto de la herencia genética, supone comportamientos innatos y constituye la base de la hominización cultural. La otra es la que se denomina hominización “cultural” y conlleva comportamientos adquiridos, quedando el paso de una a otra sin límites precisos. Fue impulsada por el descubrimiento del fuego y la aparición de la conciencia reflexiva, posibilitadora del lenguaje formal, el cual permitió la organización de la sociedad humana y la aparición de la capacidad de imaginación, precediendo a la revolución neolítica que dio lugar a la ganadería y a la agricultura. Posteriormente fue la aparición de la escritura la que marcó un salto en la evolución cultural, ya que se transmite a la siguiente generación un cerebro funcional y potencialmente capaz de realizar aprendizajes (herencia genética), así como aquellas cosas que tendrá que aprender (herencia cultural). En este sentido Francás Portí manifiesta que “la cultura no se hereda a través de los genes, se adquiere mediante el aprendizaje a partir de otros seres humanos” (1992). A pesar de que desde el punto de vista de la sociología puede parecer que las personas responden a muy pocos patrones determinados, sin embargo la realidad es muy compleja, heterogénea y diversa, siendo una característica fundamental de la antropología actual en su discurso el considerar los conceptos de “diferencia” y “diversidad”. La Diversidad Humana supone la adaptación del hombre a los distintos medios, y de ahí proviene la definición de “cosmopolita”. Las poblaciones son distintas y cada raza se adapta a su medio ambiente, tanto física como culturalmente. Es obvio, por tanto, señalar, que actualmente la situación es de “diversidad total”, en palabras de Levontin (1984): “Las diferencias entre seres humanos se desvanecen ante el inmenso abismo que nos separa de los demás animales, incluidos nuestros parientes más cercanos, los primates”. La diversidad, por otra parte, es considerada como “una fuente de enriquecimiento y de desarrollo” (Etxeberría, 1996), así donde hay variación y diversidad existe la riqueza; mientras que donde no hay nada más que uniformidad o igualdad, la vida se empobrece. La diversidad humana es muy amplia y se concreta, por tanto, en infinidad de aspectos de tipo social y cultural (Alvarez Pérez y otros, 1998). Esta diversidad es la que se observa en el campo educativo, y así descubrimos en la escuela variables como el sexo, edad, clase social, raza, dotación, etnia, religión, cultura, etc. La aceptación de estas variables para la integración de todos en la escuela es fundamental si se tiene en cuenta esta “diversidad humana”, la cual considera que la realidad la constituyen infinidad de grupos y sistemas que poseen características diversas y se diferencian sustancialmente unos de otros. Lo que se denomina “diversidad humana” se manifiesta en tres órdenes, esto es, el orden biológico, el orden psicológico y el orden sociocultural y educativo. En cada uno de estos tres órdenes, la diversidad humana adopta una serie de variables (Pulido & Carrión, 1998): a. Las variables de la diversidad humana biológica son variables naturales b. Las variables de la diversidad humana psicológica son variables pseudonaturales c. Las variables de la diversidad humana sociocultural son variables construidas históricamente Al hablar de diversidad biológica estamos hablando de un hecho natural, es decir, es un hecho ajeno a la actividad humana. Esta diversidad habría existido y existiría aunque no hubiese una inteligencia capaz de captarla. En el mundo de los seres vivos, la diversidad biológica es el producto y el instrumento de la evolución. En este sentido, señalan Pulido & Carrión (1995) que “la expresión 'diversidad' designa una realidad de la naturaleza, mientras que la expresión 'diferencia' designa una realidad del pensamiento. Esto no debe entenderse como que el pensamiento no forma parte de la naturaleza, sino que la realidad natural existe independientemente del pensamiento”. La diversidad en educación descansa sobre dos elementos básicos, esto es, la “multiplicidad de inteligencias” y la “multiplicidad de aprendizajes” (Alvarez-Pérez y otros, 1998). A la “multiplicidad de inteligencias” se accede a lo largo de un proceso que fue evolucionando desde posiciones clásicas hasta las actuales, las cuales señalan que cada persona posee unas características diferentes, y que el ser humano posee una inteligencia factorial constituida por un conjunto de factores muy relacionados entre sí que conforman el nivel intelectual del sujeto. Estos factores serían los clásicos referidos a la memoria, razonamiento, comprensión, atención, etc. En la actualidad se impone el concepto de la multiplicidad cualitativa de la inteligencia (Beltrán, 1995), en donde se concibe a la inteligencia como un entramado complejo de tareas cognitivas que trabajan con cierto grado de independencia entre si para abordar la resolución de un problema o tarea. Esta tendencia se desarrolla desde un modelo factorial de la inteligencia cuyo representante es Gardner (1995) con su planteamiento de inteligencias múltiples, las cuales concreta en siete áreas: lingüística, lógico-matemática, espacial, musical, cinética corporal, interpersonal e intrapersonal. Otro autor que estudia la composición factorial de la inteligencia es Sternberg (1993), con la “teoría triárquica” de la inteligencia, la cual hace referencia a la existencia de tres inteligencias en el ser humano, esto es, la componencial, la experiencial y la práctica. Todas ellas tendrían un desarrollo independiente y al mismo tiempo interrelacionado para el desarrollo del aprendizaje. Realizar un análisis de la diferencia y hablar de ella es hablar, por tanto, de una construcción cognitiva y de un aprendizaje acerca de y para la diversidad. Por lo que “diferenciar consiste en percibir, reconocer y nombrar la diversidad. La diferencia es la representación mental de la diversidad” (Pulido & Carrión, 1995). DESARROLLO DEL CONCEPTO DE “DIVERSIDAD” SOCIAL Y CULTURAL: UNIFORMIDAD VERSUS DIVERSIDAD Para hablar de diversidad es necesario hacer una diferencia entre lo que significa la uniformidad y la diversidad. En la vida cotidiana cuando hablamos de uniformidad estamos refiriéndonos actualmente a un concepto negativo o peyorativo, el cual anula, por ende, la personalidad y la identidad de quienes “padecen” esta etiqueta, refiriéndose tanto a individuos aislados como a comunidades. Sin embargo, cuando hablamos utilizando el término diversidad nos estamos refiriendo a una forma de enriquecimiento con un fuerte componente positivo por el contrario, lo que viene dado por razón del pensamiento democrático en el que nos encontramos inmersos en la actualidad. Siguiendo a Bobbio (1995) podemos decir que la diversidad y la uniformidad pueden ser identificadas de distinto modo. Por un lado la diversidad significa la diferencia y la desigualdad, esto es así porque podemos contemplar que existe diversidad de personas en lo que se refiere a las distintas variables que se manejan normalmente en el contexto social, esto es, la raza, el género, la cultura, la edad, etc. Y esto es así también cuando nos referimos a la diversidad teniendo en cuenta los grupos minoritarios de la sociedad, los cuales se diferencian por el mismo tipo de variables, esto es, raza, edad, economía, lengua, etc. Cuando existen estas variables como una diferencia abismal entre los sujetos se está hablando asimismo de “desigualdad”, no interviniendo siempre las mismas variables como causa de la desigualdad y la diversidad. Cuando hablamos de “uniformidad” nos referimos al igualitarismo, la repetición y la falta de identidad propia; aunque cuando hablamos de igualdad estamos hablando a veces de la “igualdad de derechos para todos”, esto es, los derechos de las personas deben ser iguales para todos, sin discriminación de colectivos humanos. Estos derechos deben considerarse iguales en los ámbitos de la educación, la salud y el trabajo. Esto es algo evidente en nuestros días. Por otra parte, Perez de Lara (1996) señala que el “discurso humanista de la igualdad” es aquel que propone los valores de “libertad, igualdad y fraternidad”, lo que implica ofrecer a toda la población escolar, evidentemente plural dadas las variables de raza, sexo, origen social y características individuales, los valores propios de la cultura occidental. Este logro supondría la consecución del respeto a la diversidad en la igualdad. Asimismo para Gimeno (1996) la “diversidad” alude a la “circunstancia de ser distinto y diferente, pero también a la de ser desigual, lo que no sólo se manifiesta en una forma de ser variada, sino de poder ser, de tener posibilidades de ser y de participar en los bienes sociales, económicos y culturales ... Lo diverso lo contraponemos a lo homogéneo ... lo desigual lo confrontamos con la nivelación y ésta es una aspiración básica de la educación que es, capacitación para poder ser”. En realidad, una actitud de respeto hacia la diversidad en la sociedad democrática actual se entiende como la aceptación del pluralismo existente (Gimeno, 1996). La “búsqueda de la igualdad es la lucha por que algunas de las diferencias entre los seres humanos ... no se conviertan en murallas para el imposible ejercicio de la libertad de los menos dotados en esa sociedad democrática”. La conclusión evidente es que los términos “uniformidad” y “diversidad” tienen en nuestros días sus aspectos positivos y negativos, dependiendo de las personas o comunidades a las que nos estemos refiriendo. Para Etxeberría (1996) “la uniformidad es deseable cuando se trata de garantizar los derechos mínimos, combatir los estados de inferioridad, situaciones de injusticia o la consolidación de una serie de pautas de convivencia que permitan el desarrollo de una comunidad. La uniformidad se convierte en una situación discutible cuando, una vez garantizados los derechos humanos básicos, pretende abarcar todos los derechos de la persona, con sus hábitos, gustos, creatividad, etc.” Pero, ¿cómo podemos pensar en la uniformidad y en la diversidad al mismo tiempo?, ¿cómo se pueden compaginar ambas?. Si pensamos, por una parte, como acabamos de señalar, en los derechos humanos como uniformidad y en las características propias de cada comunidad como diversidad, se pueden considerar, por tanto, positivas ambas y con un significado agradable. En este sentido Camps (1993) señala lo siguiente: “No se trata, pues, de negar la cultura homogénea para salvar la diversificación cultural, sino de ver las ventajas indiscutibles de uno y otro fenómeno, la necesidad de que ambos convivan pacíficamente ... la homogeneización hace posible el diálogo, porque supone el valor básico de la educación ... pero es preciso también que no todo sea homogéneo pues, en tal caso, la capacidad de juzgar y discernir carecería de objeto. Sólo cuando existe la discrepancia y la disparidad en el gusto son interesantes la discusión y el diálogo”. LA DIFERENCIA INDIVIDUAL Y COLECTIVA: DIVERSIDAD Y DESIGUALDAD Hablar de las diferencias individuales es un tema de actualidad desde hace tiempo, sobre todo en nuestro país a raíz de la aparición de la Ley de Ordenación General del Sistema Educativo. La diferencia tiene relación normalmente con unas características individuales o grupales distintas y es lo que distingue a unos sujetos o colectivos de otros. Las diferencias individuales están relacionadas con el ritmo de aprendizaje, el color del pelo, las capacidades, el color de ojos, la maduración psicomotriz, etc. Las diferencias grupales están relacionadas con aspectos tales como la lengua, el origen social, la cultura, etc. Las diferencias individuales las representa Braga (1996; véase Figura 1.) en forma de árbol ordenado alrededor del sujeto que pertenece a la sociedad aquí y ahora y por tanto influenciado por una serie de microculturas tales como la región a la que pertenece, el género, la clase social y la raza, así como la religión, el grupo étnico o la pertenencia a algún grupo con handicap. Género Clase social Región Raza El individuo Religión Grupo con Handicap Grupo Étnico Figura 1. Pertenencia del individuo a diferentes grupos microculturales. Braga (1996:561) Para esta autora existen una serie de diferencias o aspectos diferentes que pueden ser identificados en cada individuo debido a que en cada uno de ellos coexisten un gran número de microculturas que afectan a las características de cada uno, siendo esto lo que Hallahan & Kauffman denominan el “dilema de la diferencia” (1991; en Braga, 1996), entendida ésta a nivel intragrupal y extragrupal. De esta forma si hacemos caso omiso de las diferencias inherentes a cada alumno, probablemente no les estaremos ofreciendo a nivel educativo aquello que necesite en particular cada uno de ellos. Los profesores deben planificar atendiendo a las diferencias, tanto individuales como grupales para ofrecer a cada alumno aquellas experiencias basadas en la diversidad social y cultural y, en definitiva, en las diferencias individuales. La complejidad, la heterogeneidad y la diversidad pertenecen, por tanto, igualmente al discurso humanista de la diferencia. Esta diferencia puede ser genérica, cultural o de capacidades y su fin es hacer reales las posibilidades de desarrollo valorando la propia diferencia “como única vía de acceso y creación de cultura, en igualdad de condiciones” (Pérez de Lara, 1996). Las diferencias individuales entre las personas se presentan en numerosas facetas siempre intraindividuales e interindividuales, tanto en sus rasgos físicos como en sus características psicológicas. Estas diferencias entre los sujetos existen de hecho y están condicionando el futuro de cada uno de los alumnos, además de influir la familia, la escuela y la sociedad en su conjunto. Para Etxeberría (1996), tradicionalmente, las diferencias individuales han estado originadas fundamentalmente por tres factores: 1. Factores hereditarios, fundamentalmente la herencia genética y las circunstancias habidas antes y durante el parto. 2. Factores ambientales, tanto desde el punto de vista físico, como sociocultural (lengua, cultura, etc.) 3. Combinaciones de diferentes elementos (escuela, familia, sociedad, etc.) Estos factores son los que se han utilizado para situar a los sujetos dentro de una visión tradicional, centrada en el análisis de los resultados de los tests o los resultados de las pruebas de rendimiento. Actualmente y desde el punto de vista de la psicología cognitiva y la investigación de los procesos que se producen en el aula han hecho cambiar estos “factores” mencionados anteriormente y, por tanto, han cambiado “el punto de vista respecto al papel que juegan en el sujeto las diferencias individuales” . El planteamiento moderno sobre las diferencias individuales se centra más en el análisis del proceso interno propio del aprendizaje de cada sujeto, en lo que ocurre y de qué manera se puede variar dicho proceso. Desde este punto de vista, las diferencias se analizan actualmente en la forma de procesar la información, las estrategias para la resolución de problemas. Es decir, actualmente ya no interesan las capacidades generales que posee un sujeto y en qué cantidad. En este momento se piensa que las capacidades de un sujeto son variables, cambiantes a lo largo de su desarrollo, siendo la escuela la que debe potenciarlas a través del aprendizaje cuando surja algún problema en el aprendizaje. Estas diferencias individuales dan lugar a los llamados distintos “ritmos de aprendizaje” de los alumnos, a los distintos “estilos de aprendizaje”, aunque también existe otro tipo de diferencias que se dan tanto a nivel individual como colectivo, estas son las diferencias que se consideran grupales o colectivas, como son la clase social, la lengua y la cultura, la religión, etc. Etxeberría (1996; véase Figura 2.) desarrolla el siguiente esquema para explicar las diferencias colectivas y grupales partiendo de los conceptos de diversidad y desigualdad y enlazando , por tanto con la educación en la diversidad y la compensación de las desigualdades: LAS DIFERENCIAS INDIVIDUALES Y COLECTIVAS GENERAN DIVERSIDAD DESIGUALDAD EDUCACIÓN EN LA DIVERSIDAD Estimular Compartir Respetar COMPENSACIÓN DE LAS DESIGUALDADES Compensar y suprimir Figura 2. Las diferencias individuales y colectivas. Etxeberría (1996) Para Etxeberría las diferencias colectivas e individuales generan, o pueden generar, tanto diversidad como desigualdad. La “educación en la diversidad” deberá atender las siguientes funciones : estimular, compartir y respetar. Así, los profesores deben estimular a los alumnos a construir su propio proceso interno de aprendizaje; asimismo deben compartir todos los recursos, materiales y estrategias disponibles para todos los alumnos con la fínalidad de que todos dispongan del mismo nivel de oportunidades; por último, deben respetar a todos los alumnos en sus circunstancias y características personales. En la escuela el término “diversidad” tiene que ver con las diferencias que anteriormente hemos analizado, esto es, las individuales y las colectivas. Las individuales tienen que ver con las diferencias físicas, personales, sociales, dando lugar a un estilo o ritmo de aprendizaje distinto, a unas diferencias físicas distintas, a unas capacidades personales distintas, etc. Si la diversidad, en estos casos, va unida a la desigualdad en el trato y en la consideración por parte de los demás, estaríamos hablando de la “desigualdad” propiamente dicha y no de “diversidad”. De esta forma, la desigualdad que generan las diferencias individuales y colectivas se deben atender en la escuela para compensar a largo plazo las desigualdades, apoyando las dificultades tanto educativas como sociales a que pueden dar lugar esas desigualdades, esto es, dar una respuesta a la variación cultural existente en el aula, donde las diferencias de origen, de lengua, etc., dan lugar al planteamiento de una respuesta educativa adecuada. Por otra parte, al analizar el término “diversidad” nos planteamos que, como dice Etxeberría (1996), la “diversidad social y educativa tienen una connotación positiva, significando una variación, un pluralismo o una manera distinta y al mismo tiempo enriquecedora de vivir la realidad, sin que ello lleve consigo algún tipo de desventaja o dificultad”. La desigualdad social y educativa llevaría a una situación de “desfavorecimiento, de inferioridad, de menor estatus, poder o prestigio ... La desigualdad es todo aquello que establece jerarquías entre las personas o los colectivos ... La desigualdad hace referencia a factores sociales, económicos y políticos” . En este sentido señala Muñoz (1995) que entendemos por diversidad “todo aquello que hace a las personas y a los colectivos diferentes”, y por desigualdad “todo aquello que establece jerarquías en el saber, el poder o la riqueza de las personas o colectivos ... La diversidad se referirá a factores físicos, genéticos, personales y culturales ... La desigualdad se referirá sobre todo a factores sociales, económicos, políticos ... En educación hablaremos de personas diferentes en cuanto a capacidades, estilos, ritmos, motivaciones, valores culturales ... y hablaremos de desigualdad en situaciones que habremos definido convencionalmente que son desventaja o de carencia en relación a otras personas o colectivos ... Así pues, todos y todas somos diferentes (diversos) y todos y todas padecemos de alguna situación de desventaja o carencia, independientemente de que decidamos compensarla o no”. La acción educativa desde una opción democrática se regirá por dos líneas estratégicas: respetar/compartir las diferencias y compensar/superar las desigualdades. La educación en la diversidad se basa, por tanto, en unos fundamentos socioculturales y psicopedagógicos y se propone la finalidad de desarrollar al ser humano en su diversidad personal y grupal. Las estrategias que se utilizan para tales fines deben servir para compensar/suprimir, así como compartir/estimular/respetar las diferencias y las desigualdades que se generan en la escuela. Todo ello propicia la implicación de/en todos los ámbitos de la acción educativa a nivel de centro, de equipo docente y de aula. Maruny & Muñoz (1993) señalan que el principal problema para desarrollar una pedagogía de la diversidad no se centra tanto en instrumentos teóricos tales como las convicciones sociales, culturales y pedagógicas del profesorado, del alumnado y de los mismos padres y madres. La verdadera pedagogía de la diversidad deberá bsarse en el clima del centro y por tanto en el reconocimiento y respeto de esta diversidad y no “perseguir” la jerarquización y selección de los sujetos, sino el desarrollo y la promoción de todos los alumnos dentro de la escuela. En ocasiones, por tanto, la desigualdad va unida a la diversidad y viceversa, de forma que los distintos ritmos de aprendizaje, las distintas capacidades, los distintos estilos, etc., llevan a diferentes niveles en la consecución de las tareas y a diferentes niveles de éxito social. Muñoz (1995) señala, en este sentido, que en estos últimos años se está desarrollando más la estrategia de respetar y compartir la diferencia. La orientación que se ha desarrollado hasta este momento es la concepción de la diversidad basada en considerar cualquier diferencia como un problema y orientada a identificar necesidades educativas especiales, no reconociéndose en positivo sus posibilidades, capacidades, habilidades e intereses. Por ello, es necesario señalar junto con García Carrasco (1992) que hay que trabajar desde la perspectiva de la “antropología de la diferencia”, ya que esto no es ninguna panacea. Esta nueva perspectiva tiene que resolver el límite difuso entre la insolidaridad y la diferencia; como también la medida en la que las diferencias de los unos se encuentran en el origen de las diferencias de los otros. Estos hechos manifiestan la necesidad de replantear para la educación en la diversidad su auténtico espacio, no solamente el espacio de la individualidad, sino el espacio público y para todos. BIBLIOGRAFÍA AGUADO, T. y otros (1999). Diversidad cultural e igualdad escolar. Madrid. CIDEMEC. ALVAREZ-PÉREZ, L. y otros (1998). Las dificultades de aprendizaje y las necesidades educativas especiales en un contexto de atención a la diversidad. En R. Pérez y otros (Coords.). Educación y Diversidad. XIII Actas de Universidades y Educación Especial. Universidad de Oviedo. pp. 617-631. BELTRÁN, J. (1995). Estrategias de Aprendizaje. En J. Beltrán & J. Bueno (Eds.). Psicología de la Educación. Barcelona. Boixareu Universitaria. pp. 307-331. BOBBIO, N. (1995). Derecha e izquierda. 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