Félix Alberto Pertile Etica del Juez y del Funcionario Judicial Comentarios al Código de Etica para Magistrados y Funcionarios del Poder Judicial de Córdoba Prólogo del Dr. Armando S. Andruet (h) A los magistrados y funcionarios de la Provincia de Córdoba. A la Asociación de Magistrados y Funcionarios Judiciales de la Provincia de Córdoba PROLOGO Siempre que se nos ha pedido realizar algún prólogo, nos ha llevado a pensar: cuanta generosidad, hombría de bien y sinceridad intelectual de aquel que requiere dicho acto, en el cual –en definitiva- otro cumplirá la difícil tarea de ponderar el trabajo intelectual ajeno. Y en esa línea de reflexión hemos indagado también, acerca de la justa ubicuidad de los prólogos inicialmente a las obras, cuando en realidad, si bien prologar tal como se conoce es una palabra compuesta del griego en la cual el logo –“yo digo, hablo”con el pro –“antes”- es necesariamente inicial; ello sin haber concluido la lectura y poder entonces efectuar la crítica del estudio en cuestión. ¿Por qué entonces, arrebatarle dicho privilegio de ser examinador ex novo al lector sin más? Todo ello se agrava, cuando la obra que es prologada tiene las características especiales que acompañan a la que nos ocupa. Huelga destacar que en la ocasión estamos frente a la realización más o menos exegética de un Código y ello como es obvio, limita en gran medida lo que se puede apuntar a los comentarios, aclaraciones y potencialidades de cada una de las reglas del corpus que es, en definitiva, la matriz del estudio en consideración. Más lo que no se puede dejar de apuntar, es que el Dr. Félix Alberto Pertile a tenido una indiscutida visión acerca de la función que los Códigos deontológicos tienen inicialmente en la vida profesional concreta y secundariamente, en el mismo agregado colectivo social. Como resulta bien sabido, los Códigos Eticos no tienen por objetivo reglar la totalidad de conductas profesionales que resultan estimables para un determinado ethos, pues intentan sólo potenciar ciertas y sólo algunas conductas que resultan más estimables, para de esa manera, tratar de lograr comportamientos emulados de igual naturaleza en otros. De tal manera, que los códigos deontológicos no se convierten en un conjunto de recomendaciones acerca de comportamientos profesionales que puedan ser considerados de “máxima”, pues lo único que hacen, es proveer una brújula – siguiendo la metáfora kantiana- para recorrer el camino de la vida profesional en cuestión, acorde a parámetros de una ética de “mínimos” y que por ser tal, no resulta dispensable o disculpable en una sociedad políticamente democrática e ideológicamente plural. Ese es sin duda el marco social sobre el cual los Códigos de Etica profesionales han nacido, y por ello no escapa a dicha génesis el que nos ocupa de los magistrados. Aunque corresponda destacar que en el ámbito de la República, no ha sido una cuestión corriente dicha prescriptiva deontológica, motivo por el cual, no se puede dejar de anotar tampoco, que nos encontramos frente a instrumentos que habrán de ayudar a la autentica modificación del cambio de paradigma de la magistratura local. Magistratura que también hay que decirlo –puesto que así nos consta- no se ha escandalizado ni atemorizado por la irrupción del nombrado código y por lo que pone en grado de evidencia la misma naturalidad con la cual se ha tomado dicho código; como que a la vez delata ello también, de la ya natural estatura moral de los jueces de la Provincia de Córdoba. Más lo que está fuera de toda discusión, es que los códigos éticos, con independencia de que sustancialmente respondan a la causa ejemplar que se nos representa a la hora de pensar un código, lo cierto es que describen conductas que no resultan en todo caso recomendables de ejercitar y que en algunas ocasiones, cometerlas, no es fruto de malignidad o descuido sino de mera falta de discernimiento. Para potenciar el discernimiento moral los códigos también existen. En ese orden de cuestiones, comentarios que se puedan realizar a las reglas del código no son sino nuevas reflexiones que ayudan a un mejor discernimiento de las que se encuentran anotadas y que como son reglas no normas, es que permiten y necesitan siempre de nuevas lecturas, porque los tiempos inexorablemente hacen cambiar los perfiles idiosincráticos de las mismas sociedades civiles. Felicitamos al Dr. Pertile por el esfuerzo que ha hecho en formular las glosas y comentarios a las diferentes reglas del Código de Etica para los magistrados, celebramos desde ya el esfuerzo logrado en esta empresa y ojalá sea éste, un primer signo de ulteriores estudios que en la materia se puedan ir realizando. Finalmente queremos apuntar un dato que no puede ser desatendido: el autor no se ha conformado con hacer una mera puridad exegética de las reglas en cuestión, sino que como persona erudita que es y así nos consta, ha mirado en su análisis más allá de la mera palabra escrita, con lo cual ya ha puesto en marcha, el segundo momento que todo proceso de codificación como tal tiene, esto es: que la doctrina se ocupe de las reglas no como fueran escritas por el legislador, sino en rigor como la interpretación dinámica, multiconfesional y transdisciplinar requiere para este tipo de cuerpos deontológicos. El tiempo juzgará por igual a la obra comentada y al comentario realizado, no dudamos de la solvencia y seriedad que se hallará en el segundo; hacemos votos porque también lo sea favorable en el primero de los supuestos. Córdoba, octubre de 2004 Armando S. Andruet (h) Universidad Católica de Córdoba PREFACIO De conformidad con Acuerdo Reglamentario N 693, Serie “A”, del 27 de noviembre de 2003, el Tribunal Superior de Justicia de la Provincia de Córdoba, a través del Anexo “A”, sancionó el Código de Etica para Magistrados y Funcionarios del Poder Judicial de la Provincia de Córdoba. Este cuerpo de normas éticas, es sancionado en un momento histórico propicio, pues nunca como ahora, existe en la sociedad en general, el reclamo de conductas ejemplares por parte de quienes ejercen cargos públicos. En sintonía con esa demanda generalizada, el máximo tribunal realiza su aporte para con la sociedad a la cual sirve. Así lo hace saber en los fundamentos del Acuerdo N 652/2002, por el cual dispone la conformación de la Comisión para la elaboración del proyecto del Código de Etica para Magistrados y Funcionarios del Poder Judicial. El Código que comentaremos no sólo es el fruto maduro del amplio consenso obtenido por los diversos sectores que interactúan en el Foro, como el Colegio de Abogados, la Asociación de Magistrados, la Federación de Colegios de Abogados de la Provincia y del propio Poder Judicial, sino también como lo señala el Anexo B del Acuerdo Reglamentario Nº 693 Serie “A” del 23/11/2003, MEMORIA DESCRIPTIVA, a los anteproyectos de los Dres. Domingo J. Sesin y Armando S. Andruet (h), que por sus contenidos son fuente inmediata, pasando a ser fuente mediata o incluso remota, las codificaciones que en tal sentido se dieron las provincias de Santa Fe, Santiago del Estero, Formosa, Corrientes, también el Código de Etica de la Función Pública (ley nacional Nº 25.188) y los más representativos códigos extranjeros: República de Italia, de los Estados Unidos de Norteamérica y el Estatuto del Juez Iberoamericano. Nos proponemos realizar el análisis respectivo, con un enfoque filosófico y semántico, ya que la finalidad del trabajo es dar nuestro punto de vista desde la Filosofía del ser y la semántica realista. Partimos de la idea que la Ética dignifica, pero la idea de dignidad humana, tal como enseña R. Spaemann1 en “Lo natural y lo racional”, y en “Etica: cuestiones fundamentales”, encuentra su fundamento teórico y su inviolabilidad, en una ontología metafísica, es decir sobre la base de principios éticos objetivos, que no dependen de los contenidos de conciencia de los demás hombres. Carlos Massini Correas 2 nos recuerda que el carácter ontológico –no meramente fenomenológico, ni experiencial- y todas las cualidades empíricas, son formas de aparición externa de una “sustancia” por su carácter metafísico, no depende de las propiedades de las cuales está revestido el sujeto, sino de su consistencia óntica, y de allí su dignidad. Y esa mencionada “sustancia” por ser esencial-estructural, no puede quedar sujeta, en su atribución, a la determinación de nadie. 1 SPAEMANN, R., Lo natural y lo racional, Rialp, Madrid, 1989 y Ética: cuestiones fundamentales, Pamplona, 1987. 2 MASSINI CORREAS, Carlos, Filosofía del derecho, Abeledo-Perrot, Bs. As., 2001. INTRODUCCION Desde que la sociedad necesita de un tercero imparcial para resolver las diversas situaciones que se suscitan en una comunidad humana, fue necesario que dicho tercero llamado JUEZ, fuese confiable y justo. Con mayor razón la sociedad humana moderna y compleja, requiere de sus jueces comportamientos virtuosos y la conducta que les demanda necesariamente deberá transitar por un camino ético. Serán hombres de vida recta que dirán el derecho con “sindéresis”, apoyados fundamentalmente en las virtudes cardinales. No podría ser de otra manera frente a crisis globales de sociedades en transición, con vastos interrogantes para el futuro, en donde han perdido vigencia determinados cartabones culturales y aparece el fantasma de la anomia por el colapso estructural, debilitando o quebrando el sentido de cohesión social del individuo y el origen de su moralidad y su derecho, tal como lo señala Fernando Martínez Paz 3. Es que la justicia, encarnada en los jueces, es la necesaria esperanza del hombre contemporáneo, necesitado del triunfo del derecho en su lucha contra la arbitrariedad. La conducta adecuada del juez a la finalidad de su función, será la exteriorización de un carácter maduro, fruto de la intelección y de la voluntad, sin lo cual no podría alcanzar su cometido. La sociedad pretende un arquetipo de juzgador que encarne la serenidad, la prudencia, la sabiduría, porque ese juzgador es necesario que hable frente a la norma silente, corrija la ley cuando sea necesario y la vivifique en todo momento. Al juez de los nuevos tiempos no le deberán ser indiferentes las perspectivas éticas, antropológicas y socioculturales. Asumirlas será el modo de comprender los procesos de transición del mundo. Será un juez con humanismo integral, respetuoso del concepto intelectual y advertido de las apariencias de la civilización de la imagen televisiva, ya que tal dimensión formal no tiene entidad en sí misma, y solamente significa un aspecto más a considerar. Aunque el Estado garantice la jerarquía funcional de la judicatura como imprescindible para el sistema político, ello no alcanzará si la conducta del juez no se inscribe dentro de pautas éticas inequívocas. Preservando la Etica como razón inspiradora de la conducta, los jueces resguardarán la República, porque sostendrán su independencia sin mengua de su probidad, sin exiliar el honor y evitando que la seriedad de la sabiduría quede desvanecida por el espectáculo del sarcasmo. A través de la Etica se tiene la posibilidad de conducir la vida con una finalidad de obrar el bien, lo cual supone libertad y racionalidad. 3 MARTINEX PAZ, Fernando, El mundo jurídico multidimensional, Advocatus, Cba., 1996. EL CODIGO DE ETICA PARA MAGISTRADOS Y FUNCIONARIOS DEL PODER JUDICIAL DE LA PROVINCIA DE CORDOBA El cuerpo normativo que será objeto de comentario está estructuralmente conformado de la siguiente manera: por una enumeración de principios, una norma que instituye el ámbito de aplicación personal, le siguen diversas reglas funcionales, otras tantas reglas sociales, la determinación de las medidas correctivas y los órganos de aplicación. La gran mayoría de las reglas, sobre todo las que informan los “principios”, como así también las denominadas “funcionales” y “sociales”, tienen como referencias, estructuras deónticas de la realidad, existentes de modo objetivo, lo cual evidencia que la semántica de sus enunciados, hacen gala de un realismo que lo acercan al concepto que sobre el tema tiene George Kalinowski, según la interpretación de Carlos Massini Correas4, pues sostiene que el “debe” existe sin haber sido explícitamente formulado. Esto es así porque la existencia de la norma es la que corresponde a un objeto de pensamiento; la de un significado que no se confunde con el acto psicológico de su origen, en donde tal norma cumple la función semántica de designación y la realiza designando relaciones deónticas existentes en la realidad, aunque sea de modo posible. Dichas relaciones quedan establecidas entre el sujeto de la acción y las clases de acciones (en el caso de las normas generales) y obtienen su deonticidad de dos maneras: en algunos casos de la adecuación o no entre la modalidad de ser del juez y el valor o disvalor de sus acciones y en otros supuestos por la decision entre alternativas de acción en situaciones en la que resulta necesario reglar un tipo de conducta humana. Y digo que esta parece ser la situación en el Código en comentario, porque lo que designa como correcto no depende de la inmanencia del juez, sino que enraíza en estructuras reales, objetivas, que trascienden al magistrado o funcionario y por tanto, independientes de sus decisiones. Esas relaciones existen en la realidad sólo en cuanto vinculan disconveniencia con la existencia del sujeto, en este caso el juez o funcionario, y se transforman a través de la razón que las aprehende y ordena en norma conveniente. Corrobora lo que decimos la previsión del Código cuando expresa que se reserva su modificación al ser un sistema normológico dinámico y flexible, es decir, para cuando resulte necesario y razonable regular un tipo de conducta (regla 1.5), nunca por capricho o arbitrio. 4 MASSINI CORREAS, Carlos, La falacia de la falacia naturalista, Abeledo-Perrot, Mendoza, 1995. PRIMERA PARTE PRINCIPIOS Comenzaremos diciendo que esta parte luce como lo que es: una propedéutica, una introducción necesaria para dar fundamento a las normas particulares que luego se estructuran. Tiene el destino de ser la viga maestra que sostendrá el resto de la obra normativa. Puede inferirse de su lectura que tales principios, como las reglas funcionales y sociales, ofrecen al magistrado el conocimiento de una realidad que le permitirá desarrollar mejor su opción de servicio, para que el camino de actualización de sus potencias se constituya en infinitas llegadas, hacia un ideal o dechado de conducta. Regla 1.1.- Los ciudadanos merecen someter sus controversias a jueces confiables, entendiéndose por tales aquellos conocidos por su dedicación a la magistratura como servicio, su contracción a la labor judicial, el criterio propio en las apreciaciones, su diligencia, prudencia, sensibilidad tanto en las decisiones y acciones, la moderación en las pasiones, un trato mesurado y afable con los justiciables, su honorabilidad en la vida pública y privada, y una acentuada vocación por el estudio, la actualización y el perfeccionamiento profesional. Comienza la regla 1.1 sosteniendo que lo ciudadanos “merecen someter sus controversias a jueces confiables…” e inmediatamente enumera el perfil de la confiabilidad: a) dedicación a la magistratura; b) contracción a la labor judicial; c) el criterio propio en las apreciaciones; d) su diligencia, prudencia, sensibilidad y probidad, tanto en las decisiones como en las acciones; e) la moderación en las pasiones; f) un trato mesurado y afable con los justiciables; g) su honorabilidad en la vida pública y privada; h) una acentuada vocación por el estudio, la actualización y el perfeccionamiento profesional. En definitiva el precedente catálogo sintetiza la necesidad de contar con un “hombre-juez” que sea un “hombre justo” dispuesto a ejercer las virtudes cardinales: Prudencia (virtud de la inteligencia), Justicia (virtud de la voluntad), Fortaleza (virtud heroica porque permite enfrentar el riesgo para alcanzar la plenitud) y Templanza (para lograr el orden en el interior del hombre). La regla que comentamos nos está anticipando lo que en verdad conocemos: la Etica es fundamentalmente la verdadera posibilidad que tiene el hombre, en este caso el juez o funcionario judicial de conducir virtuosamente su vida, sabiendo que es un ser libre y perfectible, feliz de estar cautivo del deber, y por tanto, un ser ético. Su perfectibilidad deviene como consecuencia del deber de actualizar sus potencias, precio indispensable a pagar por un trabajo de desarrollo personal y también de su libertad, en donde está ínsita su racionalidad, por la posibilidad de concretar diversas formas de lo universal. Recordemos la precisa y bella expresión de Lugones 5 cuando decía que toda soberanía, que no reconozca una dirección moral de carácter permanente y fundamento cierto, habrá de volverse despotismo un día u otro, porque teniendo en si misma su finalidad, tenderá a totalizarse, aboliendo las disidencias y equiparando acierto y error, al ser juez y parte su inapelable autor. Esta primera regla que comentamos es una joya, porque ya sea en forma directa o indirecta se mencionan las virtudes como categorías, las cuales permiten realizar el bien haciendo al hombre más verdadero, y obedeciendo a las inclinaciones más íntimas a fin de realizar sus posibilidades. Regla 1.2.- La Republica en general, y el Poder Judicial en particular, deben auspiciar un ejercicio de la magistratura que desarrolle virtudes de servicio confiable a la ciudadanía. De allí la necesidad de enunciar reglas éticas que expresen cuánto la sociedad espera de sus magistrados, lo que les es exigible al respecto, y las advertencias y censuras que sus inobservaciones puedan acarrear. Regla 1.2. Esta norma habilita la realización de la anterior ya que reconoce el deber de la Republica y del Poder Judicial en particular, de auspiciar el ejercicio de la Magistratura a través del desarrollo de virtudes de servicio, confiable a la ciudadanía. Esta primera parte de la regla insiste en la utilización del vocablo “virtudes”, palabra en desuso por la literatura moderna a pesar del concepto que encierra: elevación del ser en la persona humana. Advierte que dichas virtudes no le serán extrañas al magistrado o funcionario. Por la “prudencia” tendrá camino de sabiduría porque “las cosas le parecerán tal como realmente son”; sin esa percepción no accedería a la objetividad, miraría sólo hacia sí, perdería la posibilidad de ser justo. Si es objetivo, en la justicia encontrará la más elevada de las virtudes, tal como dijo Aristóteles “… Ni el lucero de la mañana ni el vespertino pueden ser comparados en belleza”. Y si sólo el hombre fuerte puede ser justo, la virtud de la fortaleza no debe estar ausente. Como enseñaba Santo Tomas: “la gloria de la fortaleza depende de la justicia”. El juez temeroso (un mutilado espiritual) dictará sentencias que serán sarcásticas mascaradas de justicia, siendo su último término la consagración de la iniquidad. Se levanta al fin la templanza como la virtud más personal entre las cuatro cardinales; llevará al 5 BARCIA, Pedro Luis, Leopoldo Lugones – La misión del escritor. El ideal caballeresco, Edigraf, Bs. As., 1999. magistrado o funcionario “tranquilidad de espíritu” (quies animi), en cuanto satura los estratos más íntimos de su persona con el fruto del orden. La Regla 1.2. que comentamos habla de “virtudes de servicio” incorporando así el “servicio eficiente” como objetivo de la conducta del magistrado o funcionario. Cabe elogiar la sabiduría de la redacción porque coloca implícitamente, como éxito del juez, el servicio. Es que lo importante en la vida del hombre (varón o mujer) es servir, no tener éxito, salvo que el éxito esté en el servicio. Pedro J. Frías en “Los Breviarios del siglo XXI”6, al hablar del humanismo posible, nos recuerda a Tagore: “Me dormí y vi que la vida era alegría. Me desperté y vi que la vida era servicio. Serví y vi que el servicio era alegría”. El éxito sin servicio puede transformarse en vanidad, amor de sí con ausencia de plena entrega. Descubrir la felicidad en el plano ético, como nos ilustra Soren Kierkegaard, es pensar y cumplir con el deber, en primer lugar. La segunda parte de la Regla 1.2., a través de la conectiva apropiada, dice el medio o instrumento que se utilizará: “De allí la necesidad de enunciar reglas éticas…” y prosigue: “… que expresen cuanto la sociedad espera de sus magistrados, lo que le es exigible al respecto y las advertencias y censuras que sus inobservancias pueden acarrear”. Regla 1.3.- Las reglas éticas deben propiciar una magistratura que se desenvuelva con independencia e imparcialidad, en el marco del respeto irrestricto a la dignidad humana y a sus derechos fundamentales, y emita sus pronunciamientos con sujeción a las normas constitucionales, asidero lógico y legal, y propósito de justicia en lo concreto y singular de cada caso sin descuidar los efectos que puedan tener en lo general y social. Regla 1.3.- El propósito de las reglas éticas, está manifestado aquí para propiciar una magistratura que se desenvuelva con independencia e imparcialidad, respetando la dignidad humana y los derechos fundamentales a fin de que emita pronunciamientos sujetos a la Constitución y a fundamentos lógicos y legales, y añade: “y propósito de justicia en lo concreto y singular de cada caso, sin descuidar los efectos que puedan tener en lo general y social”. En la deliberación que tiene el juez consigo mismo, su conciencia en soledad queda animada por el conocimiento fundado y la voluntad constante de dar a quien le corresponda lo suyo, teniendo siempre presente la “equidad” como negación del absolutismo. Me detengo y hablo de la equidad (última puerta de acceso a la plenitud de la justicia, según Tomas Casares), porque ella no podría existir si la única fuente del derecho fuera la ley escrita. La 6 FRIAS, Pedro J., Los breviarios del siglo XXI, Ed. del autor, Cba., 1999. equidad conquista su linaje sobre la base de criterios objetivos de justicia a los cuales accede el intelecto y sirven de medida al comportamiento humano. Corresponde ahora decir que así como no hay derecho sin jueces, tampoco hay jueces sin independencia, y habida cuenta que la responsabilidad constituye “la honra de la libertad”, no hay independencia sin responsabilidad, pero además, como bien lo dice Pedro Baquero Lazcano7, no hay responsabilidad sin garantías. Siguiendo esta secuencia lógica, cabe expresar que si la sociedad exige el ejercicio independiente de la magistratura, dicha sociedad, a través del Estado, deberá mantener vigente e incólume lo que yo denomino las garantías objetivas del sistema, para diferenciarlas de las garantías subjetivas del Capítulo Primero, Primera Parte de la Constitución Nacional. Esas garantías objetivas son la inamovilidad del cargo y la intangibilidad de la remuneración. Si el juez fuera móvil, sería presionable y el sometimiento resultaría ineludible; quedaría sospechada su imparcialidad y la falta de credibilidad en la justicia llegaría a límites impensables. Si fuera reductible su remuneración, la venalidad abriría surcos, pero además, la baja compensación no diría correspondencia con la excelencia que se requiere. Si se pide lo máximo no se debe como contrapartida, dar lo mínimo o lo medio. A igual grado de exigencia, igual grado de compensación. Esta es una actitud ética que compromete fundamentalmente a los jueces de Cortes y Tribunales Superiores de Justicia, ya que son los intérpretes finales del texto constitucional. No respetar ni hacer respetar tales garantías, como acabado cumplimiento de un deber jurídico y ético de todos y cada uno de los integrantes del Poder Judicial, sin exclusión, transformaría a magistrados y funcionarios en perjuros, indignidad que conmueve y deturpa la conciencia de la fe jurada. Tengo para mí que el perjurio es falta de probidad que hace al decoro de la función, decoro que en este Código está contemplado en la Regla 3.16, como exigencia del servicio de justicia. El Estatuto del Juez Iberoamericano, fuente mediata del Código que comentamos, surgido de la VI Cumbre Iberoamericana de Presidentes de Cortes Supremas y Tribunales Supremos de Justicia, celebrada en Santa Cruz de Tenerife, Canarias, España, los días 23, 24 y 25 de Mayo del año 2001, prescribe, al respecto, en su art. 32 la siguiente norma: “Los jueces deben recibir una remuneración suficiente”, irreductible y acorde con la importancia de la función que desempeñan “y con las exigencias y responsabilidades que conlleva”, mientras que en su art. 14 sostiene que “Como garantía de su independencia, los jueces deben ser inamovibles desde el momento en que adquieren tal categoría…”. Dicho Estatuto le dedica cinco artículos al tema de la inamovilidad, lo cual evidencia la importancia que el tema tiene. Todo lo anterior ha sido dicho sin perjuicio de lo señalado en la Regla Funcional 3.3. de este cuerpo en comentario, en donde se establece la conducta s seguir a través de la comunicación o denuncia frente a intromisiones, presiones, amenazas o influencias de cualquier origen, capaces de alterar el desenvolvimiento institucional o funcional del Poder Judicial. La Corte Suprema de los Estados Unidos de Norteamérica reiterando su posición ya conocida en el caso “Evans v. Gore” (1920), expresó en “O’Donoghue v. United States” (1933), lo siguiente: “Pesa sobre cada juez nacional el deber de oponerse a todo intento de disminución de sueldos, no en su ventaja privada –que si todo fuera eso bien podría renunciarse- sino en el interés de mantener intacta una 7 BAQUERO LAZCANO, Pedro, Elogios de la abogacía, Lerner, Cba., 1998. salvaguarda esencial, adoptada como la mejor garantía de una independiente administración de justicia para el beneficio de todo el pueblo”. Ese criterio jurisprudencial se mantiene actualmente en la referida Corte, y dicho texto merece la reflexión de todos. La mía es la siguiente: “Un juez, son todos los jueces”. Con esto significo que en el concepto universal “Poder Judicial”, dicho “Poder” está representado totalmente en cada uno de los jueces frente al pronunciamiento que dicta. Del mismo modo parece entenderlo el Dr. Armando Andruet (h) en su Código de Ética Modelo para las magistraturas provinciales, cuando comenta la REM 301: “Cada magistrado debe reconocer que el Poder Judicial es él”. Pero si además, la ética gobierna el fin del derecho desde que la justicia es una de sus virtudes, advertiremos la necesidad de afianzar la figura del juez independiente e imparcial, como uno de los modos de afianzar la justicia en cuanto postulado del Preámbulo constitucional, en un mundo que sustituye los valores de la civilización. Digo esto porque actualmente la imagen ocupa el lugar del concepto, la sensación llena el espacio de la verdad y el bien es sustituido por el afán de poder y de riqueza material. Tales desviaciones o extravíos desordenan los apetitos y son generadoras de conflictos permanentes, distintos y más graves que los ya conocidos. Cuidar de la justicia y de los jueces respetando su autoridad y las mencionadas garantías de inamovilidad en el cargo de intangibilidad de sus remuneraciones, es también, un imperativo de estos tiempos en los cuales el relativismo de los valores intenta abrir espacios hasta en los pronunciamientos jurisdiccionales. Quienes primero deben cuidar de la Constitución, de la justicia y de los jueces, son los propios magistrados. Siempre se deberá tener presente que en una democracia constitucional, ninguna norma es superior a la Constitución del Estado. Regla 1.4.- El ciudadano que opte por el ejercicio de la magistratura debe asumir que, junto a las prerrogativas que la Constitución le otorga y asegura en su función, la sociedad espera de él un comportamiento ejemplar. Cuando el magistrado omita tal extremo y la magistratura sólo sirva para sus propios o ajenos proyectos, se impone un severo examen de conciencia y reflexión acerca de su misma continuidad en el Poder Judicial. Regla 1.4.- Reconoce que la sociedad espera del juez un comportamiento ejemplar, y que cuando el magistrado omita tal extremo y el cargo sirva para su propio o ajeno proyecto, se impondrá un severo examen de conciencia acerca de su continuidad en el Poder Judicial. La estructura óntica de la norma en comentario convoca al juez o funcionario a explorar en su interioridad; descubrir si su vocación se orienta hacia el servicio de justicia o persigue otro tipo de objetivo. La regla deja abierta la puerta para la salida voluntaria, decorosa: la renuncia al cargo. Es una alternativa que está establecida para ser utilizada cuando la oportunidad se presenta. Regla 1.5.- El presente cuerpo de reglas se coloca en un plano distinto de los ilícitos disciplinarios, cuya esfera de aplicación reside exclusivamente en el Tribunal Superior de Justicia de la Provincia de Córdoba. Asimismo, y tratándose de un sistema normológico dinámico y flexible, puede ser modificado por el Tribunal Superior de Justicia conforme a las facultades que le son propias. Regla 1.5.- Comienza aclarando que el presente cuerpo está en un plano distinto de los ilícitos disciplinarios, cuya esfera de aplicación reside exclusivamente en el Tribunal Superior de Justicia de la Provincia de Córdoba. La distinción no es ociosa, por cuanto la actividad disciplinaria, que no es penal aunque en último término es represiva, tiene por finalidad la custodia y el buen orden de la función y la organización de la Administración Pública, respecto de sus empleados, mientras que las normas éticas procuran entregar a la persona el conocimiento de la realidad para desarrollar, a nivel óptimo, sus potencias. Por eso el derecho disciplinario es dique de contención, evita el desborde, mientras la Ética es fuerza liberadora y realizadora de plenitud personal. ALCANCE Regla 2.1.- Las reglas éticas para la magistratura judicial establecen un cartabón de comportamiento funcional y social que conciernen al Poder Judicial como servicio, y que son exigibles para quienes se desempeñan como magistrados y funcionarios judiciales en la medida de su concurrencia a la prestación del mismo servicio de justicia. Regla 2.1.- Sostiene que ese modelo de conducta o cartabón de comportamiento funcional y social que concierne al Poder Judicial como servicio, sólo es exigible al magistrado o funcionario en actividad y por razones del servicio. Quedan por tanto excluidos los jubilados. Obviamente, si una ley estableciera el “estado judicial”, es decir de “disponibilidad” para el servicio después de la jubilación, a fin de cubrir accidentalmente la función, el reintegro seria razón suficiente para la aplicación. REGLAS FUNCIONALES Este conjunto de normas abarca temas tales como independencia, imparcialidad, dedicación, diligencia, prudencia y equilibrio, reserva y probidad, que determinan el perfil del magistrado o funcionario que la sociedad requiere. Regla 3.1. Independencia.- La función judicial debe ejercerse con firme salvaguarda de la independencia propia para el ejercicio de las competencias y funciones que le asignan las normas constitucionales y legales en vigencia, respetando los ámbitos reservados a los demás poderes del Estado. La Regla 3.1. confirma la independencia como necesaria para el ejercicio de las competencias y funciones asignadas por Constitución y por ley, pero exigiendo a la vez el debido respeto a los ámbitos reservados a los otros “Poderes del Estado”. Esta Regla tiene la polivalencia de salvaguardar la independencia propia y proclamar la ajena al “Poder Judicial”. Está diciendo: el juez no es administrador ni legislador. Como magistrado no debe opinar sobre la oportunidad de la decisión política que tiene bajo juzgamiento (salvo el caso de arbitrariedad manifiesta), sólo se circunscribe al aspecto de la legitimidad del acto jurídico público y a los supuestos de inconstitucionalidad. Hace años, reflexionando sobre el tema dije8 que los pronunciamientos jurisdiccionales deben sujetarse a su “zona de reserva” siendo necesario recordar, en primer lugar, que el fundamento del régimen republicano está en la división de las funciones del Estado. Que ese principio integra la juridicidad en grado eminente. En segundo lugar, expresé, teniendo en cuenta la distinción entre razonabilidad objetiva y subjetiva, que la primera, la objetiva, la que dice relación entre la norma y el hecho, está sujeta al control judicial, por pertenecer a la legitimidad del acto, la segunda, la subjetiva, la ponderativa de la eficacia política, es inherente a la esencia del administrar y por tanto no expuesta a la revisión judicial; lo contrario significaría la invasión de la zona de reserva de la Administración. Regla 3.2.- afectan dicha independencia las gestiones funcionales que se cumplen ante otros poderes provinciales y nacionales, o ante cualquiera de sus dependencias, y que exceden la comunicación indispensable para obtener aquellos cometidos de 8 PERTILE, Félix, Alberto, Estudios de derecho administrativo, Advocatus, Cba., 1998. coordinación que las normas contemplan para un mejor ejercicio de la función. Regla 3.2.- Aquí la estipulación es clarísimo: si se excede la comunicación indispensable para lograr cometidos de coordinación, en el cumplimiento de la función, queda afectada la independencia en cuanto categoría ética, cuando dichas gestiones se cumplen ante departamentos de gobierno del Poder Provincial o Nacional. La norma cuida que el juez tenga un andarivel acotado o puente angosto en sus vinculaciones con el resto del Poder del Estado. Que sea lo “indispensable” el marco de actuación del funcionario. Se trata de desvanecer el tráfico de influencias o cualquier otra corruptela que amenace la investidura. Regla 3.3.- Frente a las intromisiones, presiones, amenazas o influencias de cualquier origen, que expresa o implícitamente se realicen y sean susceptibles de alterar el desenvolvimiento del Poder Judicial en lo institucional o en lo funcional, corresponde a magistrados y funcionarios la comunicación o denuncia ante la autoridad competente, sin perjuicio de las medidas a su alcance para evitarlas o repetirlas. La Regla 3.3.- En alguna medida ya nos referimos a esta redacción precedentemente. De todas maneras la obligación de comunicar o denunciar intromisiones, presiones, amenazas o influencias de cualquier origen que se realicen y sean susceptibles de alterar el desenvolvimiento del Poder Judicial en lo institucional y funcional, pesa sobre magistrados y funcionarios como una carga del cargo. La norma no distingue el origen de la amenaza, de la presión, etc. Lo cual lleva a pensar que cuando éstas lleguen desde el sector político de igual modo se impone tal conducta. Ahora bien, la intromisión o la presión será tal porque así lo siente el magistrado o funcionario o porque en si misma tiene entidad suficiente para serlo. Aquí puede jugar un papel importante la consulta que se haga al Tribunal de Ética, institucionalizado en la Regla 6.1. Entiendo que siempre debería realizarse dicha consulta porque la prudencia exige que además de la deliberación consigo mismo, el magistrado se encuentre en estado de apertura a la opinión diversa y calificada. Lo digo convencido que la “docilitas” es la virtud aneja a la prudencia en cuanto aptitud o capacidad para escuchar consejo. Regla 3.4.- Igualmente atentan contra la independencia funcional, y contra la rectitud en la administración de justicia, las sugerencias, solicitudes o exigencias que se puedan formular ante magistrados o funcionarios en los procesos en que intervienen propios o de terceros y se aparten de las vías admitidas para las partes por la legislación vigente. Termina este acápite integrativo de la “Independencia” con la Regla 3.4.señalando que también atentan contra dicho atributo, las sugerencias, solicitudes o exigencias que se puedan formular ante magistrados y funcionarios en los procesos en que intervienen cuando pretenden incidir en la actuación o resolución. Si bien aquí no se habla de denuncia o comunicación, estos supuestos también merecerían tal suerte. Regla 3.5.- Imparcialidad. Corresponde que, en cada una de las manifestaciones funcionales y sociales, se asuma una actitud de imparcialidad, trasuntando en todo momento una efectiva equidistancia respecto de las partes en los procesos. Regla 3.6.- El trato equidistante exige que, cuando el magistrado o el funcionario conceda alguna audiencia a una de las partes en el proceso, ofrezca a la otra igual posibilidad de hacerse oír, invitándola al efecto. Con respecto a la “imparcialidad” o la “impartialidad” como dice Peyrano, el texto normativo trata el tema en cinco normas. Las Reglas 3.5 y 3.6 hablan de la equidistancia del juez y funcionario en los procesos y en el trato con las partes. Coloca como exigencia que si una de las partes es recibida por el juez, la otra parte tenga igual posibilidad. Los que tenemos más de treinta años como operadores jurídicos y nos hemos desempeñado como abogados y jueces, sabemos que no es necesario entrevistar frecuentemente al juez por razones profesionales, aunque siempre lo mejor es que el magistrado reciba conjuntamente a los litigantes. Si sólo concurre una parte a la entrevista, lo conveniente es la conversación frente al actuario, quien por cualquier episodio que suceda, dejará constancia. Asimismo, la presencia del secretario alerta para desvanecer cualquier imprudencia e impone el estilo del juez: solícito en la medida de sus posibilidades para escuchar a los contendientes, pero cauto porque toma las previsiones conducente no sólo a ser imparcial, sino a parecer imparcial. Regla 3.7.- Cualquier interés propio en un proceso, como cualquier vínculo condicionante con alguna de las partes, exige la inmediata excusación con arreglo a las normas procesales vigentes. Regla 3.8.- Hace a la imparcialidad rechazar cualquier trato discriminatorio en los procesos, y oponerse con firmeza a cualquier prejuicio que lo estimule por razones ideológicas, culturales, políticas, sexuales, regionales, raciales o religiosas. La Regla 3.7.- recuerda que cualquier vínculo condicionante hace operativo el deber del apartamiento de la causa, a tenor de lo que establecen las leyes procesales. La Regla 3.8. impone rechazar cualquier trato discriminatorio en los procesos y oponerse con firmeza a cualquier prejuicio que lo estimule por razones ideológicas, culturales, políticas, sexuales, regionales, raciales o religiosas. Trátase aquí de consolidar el principio de igualdad ante la ley y respaldar un derecho humano fundamental. La discriminación ideológica siempre proviene del sectarismo, la cultural de la insensibilidad o irrespetuosidad a la exteriorización del otro; la política se origina en la parcialidad cívica, la sexual en la ignorancia y por tanto en la arrogancia y la soberbia; la regional, por sentimientos deturpados que exacerban las preferencias comarcanas. Pero la discriminación racial y la religiosa son las más vituperables, las más peligrosas. En tal sentido cabe reflexionar que la condición racial y religiosa de cada persona sólo deberá constituirse en la posibilidad propicia para el respeto de la diversa naturaleza humana. Regla 3.9.- El ejercicio de la administración de justicia es incompatible con las actividades político-partidarias y con la emisión pública de opiniones que trasluzcan una filiación partidaria. También lo es con la actuación profesional o con la dedicación comercial, industrial, agropecuaria y financiera, salvo la que concierne a la mera administración de su propio patrimonio. No es incompatible con las funciones o actividades directivas relacionadas con la propia magistratura o vinculada a la actividad científica, académica y cultural. Tampoco con investigación o docencia superior. Todas ellas son compatibles en la medida que no afecten ni comprometan el ejercicio de la función de la magistratura. Por su parte, la Regla 3.9.- que sostiene la incompatibilidad en el ejercicio de la administración de justicia con las actividades político-partidaria. Amplía dicha norma la incompatibilidad a la actuación profesional y a la dedicación comercial, industrial, agropecuaria y financiera, exceptuando la mera administración de su propio patrimonio. Hasta aquí la primera parte de la estipulación normativa, estableciendo claros contornos de incompatibilidad, en donde el consenso es prácticamente unánime, tanto en la doctrina como en la jurisprudencia y en los textos normativos. La prohibición del ejercicio político-partidiario le impide al magistrado o funcionario suscribir solicitadas apoyando o no a determinado candidato en elecciones. A su vez las leyes de fondo contienen prescripciones que limitan la actividad del juez. Por ejemplo, ejercer el comercio (art. 22 del código de Comercio), o de ser gerente en empresas mercantiles (art. 23 del mismo Código) o de comprar en remate público (art. 1361 del Código Civil); de permutar (art. 1942 C.C.), o de ser cesionario (art. 1441 C.C.), o locatario de bienes que estuviesen en litigio en su tribunal o donde hubiesen ejercido anteriormente su ministerio (art. 1361, inc. 6º C.C.), también tiene la prohibición de ser cesionario de acciones judiciales de cualquier naturaleza que fueran de la competencia del tribunal en donde se desempeñan (art. 1442 C.C.). Asimismo, existen situaciones que se deben evitar como por ejemplo, ser miembro del directorio de una sociedad anónima o cualquier otra circunstancia que lo subordinen a otro interés que no sea el de su pública gestión. La doble finalidad que se persigue es evidente; que el funcionario no distraiga su tiempo en preocupaciones ajenas a la función judicial o jurisdiccional y también el preservar su independencia. Quisiera a continuación diferenciar algunas situaciones. La mera administración de su propio patrimonio le permite al juez ser accionista en una sociedad anónima, nunca administrador societario. Puede ser socio de un club pero no directivo de esa entidad. Puede tener cuentas bancarias de diversas índole, si tales cuentas son medios instrumentales para la administración de su patrimonio el que a veces se incrementa por herencia recibida. En tal caso quien pasa a ser titular de un nuevo derecho deberá realizar lo concerniente a preservar la integridad patrimonial. La segunda parte de la regla manifiesta la compatibilidad con las actividades científicas, académicas y culturales, la investigación y la docencia superior, siempre y cuando no comprometan el ejercicio de la función. Las antes descriptas son actividades excelsas que se complementan con la magistratura. También aquí la prudencia jugará un papel importante para que desde la cátedra, el libro o la conferencia, no se anticipe opinión singularizada y concreta. El tacto será indispensable en la dirección de tal afán. Se trata de evitar que los jueces anticipen opinión aunque sea meramente teórica sobre materiales en las que deben eventualmente pronunciarse y también con relación a la participación en reuniones científicas de ateneos institutos, congresos, jornadas, etc. en las que deban alternar con abogados litigantes, todo con el fin de evitar desequilibrios en los litigios. El magistrado o funcionario deberá ser cuidadoso en las publicaciones específicas para no anticipar opinión, aunque sea teóricamente ya que dicha actitud no encuadra en las causas de recusación del art. 16 inc. 11 del C.P.C., o del inc. 8º del art. 60 del C.P.P. o del inc. 4º del art. 12 del C.P.T. (ley 7987). Es también una tendencia, desde hace algún tiempo, la especialización de los tribunales, pero sin perder de vista la necesaria visión de conjunto, en donde otras disciplinas no estrictamente jurídicas, participen en la formación e información del magistrado. Regla 3.10.- Dedicación. La naturaleza y la importancia del servicio de justicia exigen una plena dedicación funcional. La misma se configura cuando se brinda al servicio judicial el tiempo suficiente para el estudio y la resolución en cada proceso. Regla 3.11.- la dedicación también requiere preparación, actualización y perfeccionamiento profesional en quien tiene responsabilidades en el servicio de justicia y que debe reflejarse en la calidad de sus resoluciones. Ello comprende tanto lo que concierne al saber profesional, en lo general como en lo especial del fuero a que se pertenece, como lo referente a las disciplinas auxiliares y a otros saberes que acrecientan el conocimiento de la realidad que suscitan los casos, contribuyen a una mayor sensibilidad social, predisponen a nuevas y mejores soluciones conforme a derecho, sugieren reformas positivas en las normas vigentes, y permiten prever los efectos concretos que los pronunciamientos pueden alcanzar. Las Reglas 3.10 y 3.11 regulan este aspecto. La primera de ellas se refiere al tiempo y la segunda a la preparación actualización y perfeccionamiento profesional. Indudablemente que el conocimiento adecuado permite la prestación de un servicio más eficiente. El Tribunal Superior de la Provincia de Córdoba tiene en este tema meritos suficientes, por cuanto la oportuna creación del Centro de Perfeccionamiento “Ricardo Nuñez”, que depende de dicho Alto Cuerpo, ha brindado en la última década la posibilidad permanente de actualizar y perfeccionar a todos los magistrados y funcionarios de la justicia de Córdoba, sin olvidarnos de nombrar los esfuerzos en tal sentido de otras Asociaciones intermedias, como son la Asociación de Magistrados, El Colegio de Abogados y la Federación de Colegios de Abogados. La norma que comentamos es auspiciosa porque “dedicación” no es sólo disposición al trabajo, sino capacitación para la actividad judicial. Obviamente que no es ético permanecer en la función sin preparación adecuada, sin actualización permanente y sin perfeccionamiento constante. En ese sentido, el magistrado debe realizar esfuerzo silencioso, intelección diligente y ciencia responsable. La preparación para el cargo y en el rango tiene sentido ético, porque al impulsar la instancia de transformación del conocimiento teórico al práctico, transfigura la verdad teórica en utilidad concreta para servir lo bueno y para servirlo bien. Todo lo verdadero es bueno y por ser verdadero sirve. Nunca hay que olvidar que en toda Etica su propia finalidad es la verdad, porque ilumina la inteligencia y modela la libertad del hombre9. Regla 3.12.- Diligencia. La función judicial demanda la adquisición de habilidades técnicas que posibiliten una mejor atención en las peculiaridades que presenta cada caso, como asimismo un mejor rendimiento del tiempo disponible al efecto. El magistrado cumple actuación en los tiempos y formas que las normas establecen, y debe evitar su apartamiento del caso cuando no existen razones serias que comprometan su imparcialidad. Falta a la diligencia quien se reitera, en apartamientos que respondan a artificiosas razones de competencia y acarrean dilaciones procesales que pueden perjudicar al justiciable. En los tribunales colegiados, cada juez contribuye a una actuación coordinada y armónica con lo demás, de manera que la pluralidad de aportes no atente contra la celeridad en las actuaciones y decisiones que les competen. A su turno, la Regla 3.12.- que habla de la “diligencia”, en su parte primera, parece una conclusión de la anterior regla, porque nuevamente señala que la función judicial demanda la adquisición de habilidades y técnicas que posibiliten una mejor atención en las peculiaridades que presenta cada caso, como asimismo un mejor rendimiento del tiempo disponible al efecto. Este bloque normativo está exigiendo seriedad en la prestación del servicio. La ética, como señala Baquero Lazcano 10, requiere esfuerzo para tener información, intencionalidad virtuosa en su pureza, comprensión de la materia con que se trabaja y responsabilidad en las fundamentaciones y resultados. Sostiene la segunda parte que el magistrado cumple su actuación en los tiempos y formas que las normas establecen, evitando su apartamiento del caso cuando no existan razones serias que comprometan su imparcialidad. Entiendo que tampoco debe aferrarse en forma irrazonable a la causa judicial cuando existe razón de apartamiento, 9 Confr. La Encíclica Veritatis Splendor del Papa Juan Pablo II, 06/08/1993 BAQUERO LAZCANO, Pedro y otros, Etica de la investigación científica, Ed. Análisis, Córdoba, 2003. 10 tal como lo entiende el artículo 4.7 del Código para Magistrados del Poder Judicial de la Provincia de Santa Fe. Expresa después, esta segunda parte, que falta a la diligencia quien se reitera en apartamientos que responden a artificiosas razones de competencia y acarrean dilaciones procesales que pueden perjudicar al justiciable. Establece la última parte que, en los tribunales colegiados, cada juez contribuye a una actuación coordinada y armónica con los demás, de manera que la pluralidad de aportes no atente contra la celeridad en las actuaciones y decisiones que les competen. Quienes por más de una década hemos sido jueces de Cámara, sabemos que esta regla es acertadísima ya que su respeto trae beneficios múltiples. Nada peor para un tribunal, sus empleados y justiciables que la actuación inarmónica de los miembros que integran el cuerpo colegiado. Regla 3.13.- Prudencia y equilibrio. El magistrado en el ejercicio de su función efectúa la deliberación prudente y equilibrada, valorando argumentos y contraargumentos dirigidos a la consecución de la justicia aplicable al caso concreto. Evita en todo momento adelantar opinión sobre controversia, o referirse a ésta en circunstancias que amenacen la reserva correspondiente, muevan a suspicacias o lo expongan a recomendaciones o solicitudes indebidas. Prudencia y equilibrio es el subtítulo de la Regla 3.13. y habla de esa deliberación consigo mismo del magistrado frente a los argumentos y contraargumentos desarrollados por las partes en el litigio. Cabe aquí recordar que en su condición de “recta disposición” de la razón práctica, la virtud de la prudencia se presenta como bifronte. En efecto, es cognoscitiva e imperativa. Toma la realidad para ordenar el querer y el obrar. Por consiguiente, el conocer es el elemento anterior, “mensurativo”, mientras que el “imperio” que mide al querer y al obrar, toma la medida del conocimiento, al cual sigue y se somete. El imperio de la prudencia da operatividad al conocimiento previo de la verdad. Como señala Pieper, esta dimensión cognoscitiva previa de la prudencia, destácase como conciencia. Por eso, conciencia y prudencia terminan significando la misma cosa. Al pedir entonces la norma en comentario una deliberación prudente está requiriendo su realización conscientemente. El procedimiento transformador del conocimiento de la verdad en imperio o decisión prudente, reconoce tres fases: deliberación, juicio y resolución. La índole perceptiva de los dos primeros grados dicen relación con el carácter cognoscitivo de dicha virtud, mientras que la “decisión” identifica su aspecto preceptivo. Pero si esa transformación adquiere modos de imperfección diversa, terminará mostrando en forma paralela los diversos tipos de imprudencia. Los ejemplos siguientes ilustran lo anterior: a) quien se precipita y resuelve sin deliberar; b) quien delibera y no resuelve; c) quien resuelve tardíamente y d) quien lo hace sin tener en consideración lo deliberado. Desde la Psicología se dice que son patologías de la voluntad, sin desconocer que la prudencia es virtud de la inteligencia. No olvidemos que si bien es cierto que en la realidad suele haber concurrencia simultánea de inteligencia y voluntad, ontológicamente la inteligencia es primera, por aquello que “la inteligencia ilumina los que la voluntad apetece”. Y así como la luz es condición para la acción, la inteligencia es supuesto previo para la volición. Pero como en las cosas relacionadas a la prudencia nadie se abastece por si, además de la previsión, la intelección y la experiencia, deberá el magistrado, contar con las otras virtudes anejas a la prudencia denominadas docilitas y solercia. Por docilitas debe entenderse el “saber dejarse decir algo”, lo cual implica autentica humildad para recibir consejo. La inteligencia fruto de la necedad o del interés en negar la verdad. Es necesario que el magistrado realice el estudio de otras opiniones autorizadas, incluso debe escuchar a sus propios colegas, demostrando así espíritu de apertura y vocación por deliberar. El razonamiento jurídico, en cuanto razonamiento práctico, no es dialéctico, ni retórico, sino deliberativo. La conveniencia de recurrir a la opinión diferente tiene su fundamento en la realidad, la cual se presenta con modalidad diversa, inestable y contingente. A su turno, la solercia se presenta como facultad perfectiva, ayudará a tratar con lo súbito y permitirá al juez o funcionario, hallarse dispuesto a enfrentar objetivamente la realidad, con mirada amplia y decisión por el bien, venciendo la tentación de cobardía y de la injusticia. Permitirá el aprestamiento avizor para arrostrar lo inesperado. También diré que el equilibrio que solicita la disposición en comentario, es a los efectos de considerar del mismo modo las razones de los contendientes; es un llamado para que la igualdad de trato se haga siempre presente en la conciencia del juzgador. También exige la norma no adelantar opinión, ni referirse a la controversia en estudio, arriesgando la reserva correspondiente, pues de ese modo se desvanecen las suspicacias y se evitan las recomendaciones indebidas. La finalidad que se persigue no puede ser mejor: preservar la independencia frente a pedidos que no merecen atención. Regla 3.14.- Reserva. Los magistrados y funcionarios guardan reserva de los asuntos en que intervienen, en la medida en que lo impone el secreto profesional. Resueltos los mismos, el conocimiento puede utilizarse con fines científicos, profesionales u otros de bien público, salvaguardando en lo posible los derechos de terceros. Por la Regla 3.14. se estipula que debe guardar reserva de los asuntos en la medida del secreto profesional. Habilita a usar el conocimiento una vez resuelta la causa y con fines científicos, profesionales o de bien público. Pide reserva no como secreto íntimo, sino como espacio acotado a quienes han intervenido en el trámite de la resolución; en su redacción para el juez unipersonal, en su discusión y solución para el tribunal colegiado. Termina indicando que la utilización permitida del conocimiento, será salvaguardando los derechos de terceros. Regla 3.15.- el magistrado no confronta públicamente su resolución con opiniones ajenas, favorables o adversas. Puede hacerlo cuando se afecte el prestigio del Poder Judicial, o la credibilidad pública en la independencia, imparcialidad o equidad de sus decisiones. Corresponde ahora el análisis de la Regla 3.15, en la cual se establece para el magistrado la no confrontación pública de su resolución con opiniones ajenas, favorables o adversas. Seguidamente sostiene, como excepción, que puede hacerlo cuando se afecte el prestigio del Poder Judicial, o la credibilidad pública en la independencia, imparcialidad o equidad de sus decisiones. Una norma similar contiene el Código de Etica para Magistrados de la Provincia de Santa Fe. En efecto, el acápite a) segunda parte del art. 6.13 de dicho cuerpo normativo, establece que el juez evita intervenir en polémicas en las que aparezca defendiendo los criterios jurídicos de su decisión. Se reitera esta prescripción en el acápite c) cuando al magistrado le prohíbe participar en controversias públicas sobre casos en trámite, aunque radiquen en otros tribunales. En diversas oportunidades, la Corte Suprema de Justicia de la Nación, en diversos pronunciamientos, entre otros en Fallos 244:244; 262:443, ha prevenido a jueces y funcionarios por episodios imprudentes, encareciéndoles el control de sus expresiones públicas en pro del decoro y la mesura que deben rodear sus actos, lo cual demuestra que la norma en comentario ha sido de necesaria inclusión, porque ese recato no siempre fue observado. Lo que ocurre es que la misión del juez es difícil y augusta. Por consiguiente, no prestarse a la polémica es lo correcto ya que, eventualmente, puede quedar atrapado en los intereses momentáneos del caso o en la sospecha de una vanidad intelectual. La segunda parte de esta regla 3.15 y que ya adelantáramos constituye la excepción a la norma, entiendo que encierra diversos supuestos que siempre por razones de prudencia convendría consultar con el Tribunal de Ética Judicial instituido en la regla 6.1. Regla 3.16.- Probidad. El servicio de justicia exige rectitud y decoro. Hace a la rectitud que se apliquen a la consideración del caso los conocimientos de hecho y de derecho que sirvan a una justa resolución; y al decoro, que la actuación del magistrado guarde en todo momento un estilo que trasunte la seriedad y honestidad que hacen confiable la labor judicial. Regla 3.17.- los magistrados y funcionarios judiciales no reciben otras retribuciones por sus servicios que las que establecen las normas vigentes. Les está vedado recibir cualquier dádiva, obsequio o atención con motivo del desempeño de sus cargos. Se excluyen las atenciones de mera cortesía. Regla 3.18.- el patrimonio personal de magistrados y funcionarios se mantiene resguardado de la curiosidad pública. Sin embargo, el cumplimiento de la declaración jurada al acceder al cargo posibilita al necesario control. Regla 3.19.- Los magistrados y funcionarios no se endeudan más allá de lo razonable, teniendo en cuenta la naturaleza y cuantía de sus necesidades, los montos de sus ingresos, y los porcentajes de retención que autorizan las disposiciones vigentes. A continuación, seguiremos nuestro análisis con las reglas que hablan de la “probidad”, es decir de la 3.16 a la 3.19. La primera de ellas recuerda que el servicio de justicia exige rectitud y decoro. Luego explica que hace la “rectitud” que se apliquen a la consideración del caso los conocimientos de hecho y de derecho que sirvan a una justa resolución. Mientras que al “decoro” lo satisface el magistrado guardando, en todo momento, un estilo que demuestre la seriedad y honestidad que hacen confiable la labor judicial. La redacción de la 3.16 es de un alto contenido conceptual clásico. Hablar de rectitud es una invitación cordial a reflexionar sobre la sindéresis, es decir, el juicio recto. La primacía de la virtud de la prudencia sobre las restantes virtudes cardinales nos muestra que de manera alguna basta la denominada “buena intención” o “buena voluntad”. Esto es así porque la realización del bien supone previamente estar en una atenta consideración a las realidades concretas que rodea operación humana. Siempre el prudente necesita conocer tales realidades, pero también los primeros principios universales. Los principios universales de la razón práctica se revelan a la persona a través de la sindéresis, con la cual se funda todo acto de imperio o resolución particular. La sindéresis es “conciencia de principios” y la razón práctica, perfeccionada por la virtud de la prudencia es “conciencia de situación”. La unidad compuesta de prudencia y sindéresis es “conciencia de rectitud”. La anterior reflexión fue guiada por las enseñanzas de Josef Pieper11 en su obra Las virtudes fundamentales. La regla 3.16 exige que a la resolución del caso concreto, se apliquen los conocimientos de hecho y de derecho pertinentes, entre otros, los relacionados al proceso justo, que como bien recuerda Pedro J. Frías 12, parafraseando al jurista Mariano Arbonés, son los siguientes: bilateralidad y equilibrio; credibilidad pública; substractum ético, tempestividad: formalidad y economicidad. Agregaría de mi coleto que no pueden quedar excluidos los conocimientos lógicos necesarios, a fin de cumplimentar la manda constitucional del art. 155. de la Constitución de la Provincia de Córdoba. El jurista y filósofo Olsen A. Ghirardi13 recordaba al Dr. Alfredo Fragueiro a través de un voto como vocal del Tribunal Superior de Justicia, en donde sostenía que por encima de la ley y de la doctrina de eximios juristas, rige la lógica jurídica, señalando que este raciocinio lógico que es preexistente a las fuentes del derecho, debe observarse necesariamente, a fin de evitar el error, la verdad aparente o el sofisma. En cuanto al decoro, es acertadísima la exigencia de un estilo que distinga al magistrado. Entiendo por estilo magistral, ese modo o manera que exterioriza la persona, para repetir constantemente el quehacer de una conducta vertebrada por su coherencia y fidelidad a la vida virtuosa; confiable por su seriedad, y el respeto por su palabra, la cual brotará “de manantial sereno” con la finalidad de tener la seguridad y el acento de la amable firmeza, logrando diariamente que el carácter contenga al temperamento. La regla 3.17. dispone que los magistrados y funcionarios judiciales no reciben otras retribuciones por sus servicios que las que establecen las normas vigentes. Prosigue la norma advirtiendo que les está vedado recibir cualquier dádiva, obsequio o atención con motivo del desempeño de sus cargos. Hace excepción a las atenciones de mera cortesía. La finalidad de la regla es alertar sobre la corruptela que significaría su violación. Los jueces y funcionarios no deberán aceptar invitaciones en donde se hagan agasajos de ningún tipo, ni permitir que a su tribunal o a su domicilio, lleguen envíos de ninguna índole realizados por “Estudios Jurídicos”. Quien hace el regalo, tiende a sentirse con derecho preferencial frente a otros en las peticiones que formula, y el funcionario que recibe se somete a un compromiso tácito que provoca violencia o incomodidad en su conciencia o en su entorno, lo cual repercute negativamente en la prestación del servicio de justicia. No dar ocasión al comentario es no dar fundamento de hecho a lo que se dirá, es conducir el rumor al cadalso para ser sacrificado por la realidad, es en definitiva, hacer coherente estas tres dimensiones: el ser, el deber ser y el parecer. La regla 3.18. Además de establecer que el patrimonio de jueces y funcionarios se mantienen a resguardo de la curiosidad pública; reconoce que el cumplimiento de la declaración jurada, al acceder al cargo, posibilita el necesario control. Entiendo que la 11 PIEPER, Josef, Las virtudes fundamentales, Rialp, Madrid, 1976. FRIAS, Pedro J., Conductas Públicas, Ediciones de Copista, Cba., 1998. 13 GHIRARDI, Olsen A., El razonamiento forense, Ediciones del copista, Cba., 1998. 12 norma ética, en este caso, consiste en cumplir con la declaración jurada de acuerdo a la reglamentación vigente. Avanzando en el análisis, nos encontramos con la regla 3.19. que prescribe el no endeudamiento de los magistrados y funcionarios, más allá de lo razonable. Como se apreciará, se utiliza una formula indeterminada en su ejecución, pero precisada en su orientación. En efecto, “más allá de lo razonable” es un concepto indeterminado, pero como la regla en comentario continúa expresando que se tendrán en cuenta la naturaleza y cuantía de sus necesidades, los montos de sus “ingresos, y los porcentajes de retención que autorizan las disposiciones vigentes”, está indicando parámetros objetivos de valoración, lo cual me permite asegurar que hay precisiones para la orientación interpretativa, con lo cual lo justo concreto del “caso” podrá lograrse sin lugar a dudas. Estamos frente a una norma de impecable redacción, entre otras cosas porque no reprocha el “estar endeudado” (mera situación potencial de incumplimiento), sino cuando es “más allá de lo razonable”, y además porque involucra todos los ingresos del juez o funcionario, lo cual comprende no sólo su compensación. Es una regla de parecido linaje que la “intangibilidad de la remuneración”, atento que ambas se orientan a proteger la independencia del juez. Quien se endeuda “más allá de lo razonable” ha violado “la intangibilidad de la remuneración” por su propio acto, y tal indignidad, es falta de probidad. Además, se mostrará indefenso frente a la sociedad, la cual sospechará de quién está sometido a una esclavitud material, intelectual y anímica. No es independiente un juez cercado por las deudas, como tampoco lo es cuando tiene una compensación exigua. No ingresar en la primera hipótesis es un deber del juez, no hacerlo en la segunda es un deber de la autoridad estatal. Se deberá tener presente siempre un criterio de racionalidad que permita investigar y decidir si el endeudamiento tuvo o tiene algún justificativo grave. El juez que debe responder por un error judicial, o asumir la irresponsabilidad por un hecho dañoso perpetrado por un hijo o un dependiente, o atender urgentes necesidades de salud, de sí mismo o de los suyos, que no admiten dilatación, etc., son circunstancias que deben tenerse en cuenta al momento de considerar qué debe entenderse por endeudamiento “más allá de lo razonable”. El antecedente de esta variable, lo tenemos en la prescripción del art. 67 de la ley de la Provincia de Córdoba Nº 8226, sobre morigeración de las costas en relación a la situación socioeconómica de la familia. Por último, deseo consignar que tratándose de una deuda de juego, por ejemplo, debe considerarse si el infractor es o no es un “jugador compulsivo”, en cuyo caso está afectado psicopatológicamente y no puede continuar en el ejercicio de su función. Esto último ya no cabe en la fórmula “más allá de lo razonable”. REGLAS SOCIALES Regla 4.1.- Buen trato. El servicio judicial exige que los magistrados y funcionarios se traten con respeto, cortesía, y afabilidad, y que del mismo modo se comuniquen con los letrados, demás auxiliares de la justicia y los justiciables, ante los que han de mostrase solícitos cuando reclaman explicaciones y aclaraciones que no contravengan las normas vigentes. El buen trato alcanza a la relación con los dependientes, y a la de éstos con los demás. Regla 4.2.- Asistencia. Los magistrados y funcionarios judiciales deben asistir a sus despachos oficiales, y cuidar que éstos se mantengan en condiciones que salvaguardan su dignidad y decoro. Regla 4.3.- dignidad. Los magistrados y funcionarios cultivan sus virtudes personales y velan por su buen nombre y honor en todos los ámbitos de su desenvolvimiento personal. Muestran en su actuación pública y privada con trascendencia pública, prudencia y sobriedad en sus palabras, actitudes y comportamientos, firme compromiso con la justicia y la República, y constante defensa de las normas constitucionales que dan sustento a la convivencia. Regla 4.4.- Recato. Guardan prudencia respecto a los lugares y las personas que frecuentan, rehusando aquellos que puedan despertar suspicacia sobre su imparcialidad, dedicación o probidad, así como implicarlos en disputas violentas, o exponerlos a situaciones que vayan en desmedro de su dignidad funcional o del prestigio que cabe al Poder Judicial. Regla 4.5.- Publicidad. Hace al régimen republicano que el servicio de justicia se proyecte a los medios de comunicación social. Los magistrados y funcionarios se refieren a los casos cuando tengan repercusión pública y no comprometan su deber de reserva, manteniéndose en los límites de lo indispensable para satisfacer el interés público que despierta la labor judicial. De la 4.1 a la 4.5 discurren las reglas sociales. Comienza la 4.1 exigiendo el buen trato entre pares, letrados auxiliares y justiciables, y también mostrarse solícitos cuando se reclamen explicaciones y aclaraciones que no contravengan las normas vigentes. Se consolida en esta norma el buen gusto por las buenas maneras, que hacen a la calidad de la vida en relación. Se trata de volver a la sabiduría de los buenos modales en donde “la razón no quiere fuerza”. La investidura del juez o funcionario no lo habilita para exhibir su mal carácter, o para enfermarse “de importancia”, volviéndose lejano e intratable. La vulgaridad de la arrogancia es hija de la vanidad y de la soberbia, actitudes que deben estar desterradas de la conciencia y de la conducta del juez, porque su misión de ha hecho para servir con la humildad de la inteligencia. Ser juez implica tener para consigo, autoexigencia y no autocondescendencia. Un juez ensimismado es su orgullo o en su vanidad, se torna estéril para el servicio. En esa torre de aislamiento se despoja de armonía estética, de la equidad que perfecciona la justicia; del deber que da cimiento a la ética y de la conformidad o adecuación del intelecto con las cosas que le priva de la verdad lógica, lo cual permite reconocer en el raciocinio y la moral, el orden y la libertad como estados de belleza. El deber de asistencia de magistrados y funcionarios judiciales a sus despachos oficiales, es consagrada en la regla 4.2, sin desconocer lo establecido al respecto por la Constitución de la Provincia de Córdoba, en su art. 155. No se trata de hacerle cumplir horarios al juez, como bien lo dice el Dr. Armando Andruet (h) al dar el fundamento de la REM 401, en su anteproyecto de Código de Etica. La actividad del juez es de tiempo completo y se mide por resultados. De este modo también lo entiende el Dr. Domingo Sesin en su anteproyecto de Código de Etica (estándar 19). La importancia del cargo significa para quien lo desempeña que lo haga con responsabilidad y conciencia de servicio. Cuidar que los despachos se mantengan en condiciones que salvaguardan su dignidad y decoro, como lo dispone la segunda parte de la norma, será compromiso del juez, pero será también deber de la Superintendencia realizar las provisiones necesarias. La regla 4.3 insiste en el cultivo de las virtudes personales de magistrados y funcionarios y en consecuencia expresa que ellos velan por su buen nombre y honor en todos los ámbitos de su desenvolvimiento. Como es de advertir, la disposición requiere la atención permanente del iudex sobre su propia conducta. Prescribe lo anterior a titulo general, y en especial, la segunda parte de esta Regla, dispone mostrar en toda actuación pública o privada con trascendencia pública, prudencia y sobriedad en las palabras, actitudes y comportamientos; firme compromiso con la Justicia y la República y constante defensa de las normas constitucionales y legales que dan sustento a la convivencia. Se desprende de la norma en comentario que el juez es y parece lo que es. No tolera dicotomías. Se es juez con todo lo que se tiene de humano. Se propone un hombre-juez impregnado de intenciones virtuosas, realizaciones del mismo orden y manifestaciones de igual tenor. Si bien es cierto que una persona equilibrada no desprecia el cultivo de la sonrisa y del humor, en modo alguno se deben tolerar expresiones jocosas en actos de servicio o en comunicaciones con la prensa, en donde el funcionario parece un personaje de la “pipirijaina”, un cómico de la legua que extravió su escenario. Frente a las tentaciones y para desvanecer la arbitrariedad, se deberá asumir la conciencia de la limitación personal, conjuntamente con el ejercicio de las virtudes cardinales y del sentido común. Frente al desafío de la sumisión, la actitud que corresponde es el testimonio del servicio fiel a la ley y la verdad, para que así lo reconozcan tanto el gobernante de turno como el poder envolvente de los medios de comunicación. La regla 4.4 se extiende sobre la prudencia que deberán guardar los magistrados y funcionarios respecto a los lugares y a las personas que frecuentan, rehusando aquellas que puedan despertar suspicacia sobre su imparcialidad, dedicación o probidad o quienes puedan implicarlos en disputas violentas o exponerlos a situaciones que vayan en desmedro de su situación funcional o del prestigio que cabe al Poder Judicial. No se trata de tener la cautela de llegar tarde a los momentos de peligro, sino de una invitación cordial a la observación y proyección constante de escenarios, para evitar situaciones que comprometan la dignidad del juez o funcionario judicial. Se insiste en mantener una conducta de observación permanente respecto de personas y lugares que frecuenta el magistrado que lo mantenga alejado de sospechas y eventuales violentas, porque como ya dijimos, cada juez es el Poder Judicial. Esta regla 4.5 reconoce que hace al régimen republicano que el servicio de justicia se proyecte a los medios de comunicación social. Continúa expresando que los magistrados y funcionarios se refieren a los “casos” cuando tengan repercusión pública y no comprometan su deber de reserva, manteniéndose en los límites de lo indispensable para satisfacer el interés público que despierta la labor judicial. Observara método y estilo adecuados para enfrentar el requerimiento periodístico 14. La norma está orientada a dar satisfacción al interés general, para lo cual entiende suficiente mantener la exposición y comunicación en los límites de lo indispensable. Prohija una conducta medida, austera, evitando que el magistrado o funcionario sea llevado al espectáculo periodístico. Otra invitación a la prudencia, a la actuación consciente, al estilo mesurado, como corresponde al magistrado o funcionario judicial por su delicada función y la seriedad de los asuntos que resuelve. MEDIDAS CORRECTIVAS Regla 5.1.- Recomendaciones. Los magistrados y funcionarios que incurran en actos de inobservancia a algunas de las reglas precedentes, se hacen pasibles de algunas de las siguientes medidas: 1) Simple recomendaciones, 14 Confr. PERTILE, Damian Alberto, Prensa y justicia, Advocatus, Cba., 2004. 2) Recomendación con elevación al Tribunal Superior de Justicia, a los efectos de su ponderación y resolución en el marco de las facultades constitucionalmente asignadas. La regla 5.1 instituye como medidas correctivas: a) la simple recomendación; y b) la recomendación con elevación al Tribunal Superior de Justicia para la resolución final. A pesar de que algunos comentarios, fundamentalmente periodísticos, digan que tales medidas correctivas son intrascendentes, desde mi perspectiva entiendo que no es así pues no cabe implementar ninguna otra. No se trata aquí de un tribunal administrativo o judicial que resuelve sobre la imposición de una falta disciplinaria, sino de un tribunal deontológico que cuando dicta una simple recomendación está frente a un caso que no adquiere gravedad, ya que se tratará de observar la evolución de una conducta. Si la recomendación es con elevación al Tribunal Superior de Justicia, el tema es más complejo y sólo la cabeza del Poder es autoridad competente para resolver el tema. Por último, deseo tener presente lo que sostiene Rodolfo Luis Vigo en su prólogo al Código de Etica Judicial de la Provincia de Santa Fe: a la ética, más que la reparación o la pena, le importa facilitar a los jueces que lleguen a ser los mejores jueces, pudiendo ocurrir que la falta ética resulte efectivamente poco significativa, pero que sin embargo ella no se pueda dejar pasar de alto desde aquella perspectiva perfeccionista. Termina Vigo diciendo que esa especificidad y variedad impone que los márgenes para la sanción ética sean muy variados, partiendo desde el llamado de atención y llegando hasta la promoción del juicio de destitución. ORGANOS DE APLICACION Regla 6.1.- Tribunal de Etica Judicial. Amicus curiae. A efectos de responder consultas éticas de los magistrados y funcionarios, como también de aplicar las recomendaciones deontológica previstas, se conforma el Tribunal de Etica Judicial, que funciona en el ámbito del Poder Judicial de la Provincia de Córdoba. El Tribunal de Etica Judicial, podrá solicitar la colaboración ad hoc para su mejor ilustración de los amicus curiae. El Tribunal Superior de Justicia de la Provincia de Córdoba, tal como se desprende de la redacción de la norma, no ha reservado para sí el tratamiento integral con relación a las denuncias éticas. Ha previsto la conformación de un Tribunal de Etica otorgándole credibilidad al sistema. Y si bien es cierto que el Tribunal Superior de Justicia conserva la potestad sancionadora y sancionatoria, los criterios y recomendaciones del Tribunal de Etica serán de altísimo valor. Elogio aparte merece la posibilidad que se le otorga a dicho Tribunal de Etica Judicial, para solicitar la colaboración de los amicus curiae. La faz reglamentaria determinara el procedimiento para su implementación. Regla 6.2.- Miembros. El Tribunal de Etica Judicial está integrado por cinco (5) miembros, designados por el Tribunal Superior de Justicia, a propuesta de las instituciones que los representan, a saber: Un (1) magistrado propuesto por el Tribunal Superior de Justicia, dos (2) magistrados y dos (2) abogados de matrícula. Se designará igual número de miembros suplentes. Todos los miembros deben estar jubilados de la función a la época de la designación. El magistrado propuesto por el Tribunal Superior de Justicia podrá haber pertenecido a cualquier jurisdicción. Los otros serán, uno de la primera circunscripción judicial y el restante, de cualquier de las otras, a propuesta de la Asociación de Magistrados y Funcionarios Judiciales de la Provincia. Los abogados de la matrícula, será uno propuesto por el Colegio de Abogados de Córdoba y otro, por la Federación de Colegios de Abogados de la Provincia de Córdoba, quien a la vez no pertenecerá al Colegio de Abogados de la Provincia de Córdoba. En igual manera los suplentes. La simple lectura de la regla nos permite apreciar una composición del Tribunal diversa, pero con gran sentido de unidad, ya que quienes lo integran, por ser todos jubilados de la función a la época de la designación, tienen conocimiento acabado y experiencia aquilatada, contando con el aporte de los abogados de la matricula que desde su perspectiva como auxiliares de la justicia, aportarán sus criterios para la valoración de la conducta de los jueces. Regla 6.3.- Duración. Los miembros del Tribunal de Etica Judicial duran tres años en sus funciones y pueden ser designados nuevamente por un período más. Sus funciones son ad honorem. Los plazos de duración en las funciones lucen razonables, también lo es la designación por un nuevo periodo. Siendo el cargo ad honorem la vocación de servicio estará siempre presente. Serán cargos para servir y no para servirse. Regla 6.4.- Funciones. El Tribunal de Etica Judicial tiene por funciones, además de las medidas correctivas: 1) Evacuar consultas escritas de magistrados y funcionarios que así requieran o del Propio Tribunal de Justicia; 2) Interesarse reservadamente de oficio, en comportamiento de magistrados y funcionarios que considere prima facie, que constituye conductas previstas en el presente Código de Ética Judicial; 3) Intervenir en las denuncias que al mismo se le presenten o en la de comportamientos que resultaron advertidos luego de una información oficiosa por presuntas incorrecciones deontológicas; 4) Proponer al Tribunal Superior de Justicia la actualización y/o revisión de las reglas que constituyen el presente Código, como así también, efectuar los aportes que en la materia puedan hacer a la mejor realización del mismo. Las cuatro funciones descriptas en los incisos precedentes son un acabado abanico de posibilidades que ejercerá el Tribunal de Ética para cumplir con su misión. Transcurrido un tiempo razonable se podrá apreciar la modalidad de trabajo que se implemente y la capacidad de respuesta desde el punto de vista institucional. De lo que si estoy seguro es que le paso del tiempo y la calidad de los integrantes, enriquecerán criterios. El Tribunal Superior de Justicia por Acuerdo Reglamentario Nº 722, Serie “A”, de fecha 30 de julio del 2004 aprobó el reglamento de organización y funcionamiento del Tribunal de Etica para Magistrados y Funcionarios del Poder Judicial de la Provincia de Córdoba, en 11 artículos a través de los cuales regula el lugar de funcionamiento; días y horas de sesiones ordinarias; presidencia –reemplazo-, atribuciones del presidente; excusaciones, recusaciones, sesiones plenarias ordinarias y especiales; estructura del orden del día; actas, difusión y notificación; presentación de denuncias, consultas y notas; órgano de asistencia –formalidades-; asistencia de las áreas administrativas; normas supletorias; publicidad y difusión. Regla 6.5.- Trámite. La denuncia por escrito, salvo que el Tribunal la rechace in limine, se substancia con la vista al afectado, a los fines que ejerza su defensa por un plazo de diez días hábiles, prorrogable de oficio o a pedido de parte, acorde a la naturaleza de la cuestión. El Tribunal de Ética Judicial, determinará el procedimiento posterior a seguir en el caso concreto. El denunciante no es parte, sin perjuicio de su derecho a conocer la resolución definitiva. En aquellos casos que resulte conexidad a otros procedimientos que estén ventilando con vinculación al contenido de la denuncia, el Tribunal de Etica podrá de oficio, suspender el trámite hasta tanto se dicte aquella resolución a los efectos de la mejor ponderación de la causa deontológica sub examine. En primer lugar cabe destacar que la regla hace gala del respeto por el derecho de defensa pues deja a salvo el debido proceso con la vista correspondiente al afectado. El Acuerdo Reglamentario Nº 722, del 30 de Julio de 2004 establece en su art. 8º que las denuncias, consultas y notas deben presentarse con copias en la Secretaría de Sumarios Administrativos del Tribunal Superior de Justicia, en donde se registrarán. La segunda parte de la regla habla de la conexidad con otros procedimientos vinculados al contenido de la denuncia. En ese caso el Tribunal de Ética podrá de oficio suspender el trámite hasta que se dicte aquella resolución a fin de ponderar la causa deontológica. Regla 6.6.- Resolución. La resolución fundada es irrecurrible. Para su pronunciamiento basta la simple mayoría. Con el dictado de la resolución el Tribunal de Etica Judicial agota su competencia deontológica. Siendo irrecurrible la resolución, trascendente será la responsabilidad que tiene el Tribunal, lo cual lo obligará a una deliberación previa exhaustiva del caso en consideración, a fin de lograr un pronunciamiento de consistente fundamentación. La regla es clarísima al hablar de resolución fundada. No estamos aquí frente a una norma como la del art. 85 de la ley 5805, que autoriza al tribunal de disciplina de abogados a fallar por “íntima convicción”. Es importantísimo que se halla normatizado la “racionalidad critica”, desplazando así la posibilidad del “veredicto” en donde siempre está presente la “intima convicción”. Por último diré que es entendible que no se haya instituido la “alzada”, atento que se trata de cuestiones éticas que no integran la “unidad del orden represivo en toda la República”, como dice Aftalión en su Derecho penal administrativo. COLOFON Se realizó el anterior comentario al Código de Etica para Magistrados y Funcionarios del Poder Judicial de la Provincia de Córdoba, el cual acredita su génesis en los proyectos de los Dres. Domingo Juan Sesin y Armando S. Andruet (h). El Poder Judicial de la Provincia de Córdoba, sancionó un plexo deontológico de inestimable valor, destinado a la mejor prestación del servicio de justicia, ya que será punto de referencia y fuente de inspiración para la conducta de jueces y funcionarios. Nuestro elogio no se hace esperar, pues se plasmaron en Código, pautas deontológicas orientadas a la realización plena de sus destinatarios, por efecto de la fuerza liberadora que es la Ética. La Argentina está necesitada de cultura institucional pública. Acercar el pueblo en cuanto comunidad, a la justicia y al derecho, es la meta que se alcanzará sabiendo comunicar el respeto por el pronunciamiento jurisdiccional, como así también la verdadera imagen del juzgador. Esto se hará en honor del orden y la libertad: las dos caras de un anhelo llamado “convivencia armónica y republicana”. Para ello el magistrado y funcionario debe ser y parecer. Debe saber hacer y debe saber comunicar lo que hace. Que nos conozcan por lo que somos, parecemos, decimos y hacemos; no por lo que se diga. Frente a cualquier circunstancia, la ética. La violación a un deber ético siempre nos deja al borde de lo ilícito. Tener conciencia de ello es el primer acto de preservación. Preparar las conciencias es sembrar con la esperanza puesta en las nuevas generaciones, merecedoras de recibir no sólo una patria para ser pensada, sino también para ser vivida, con la honesta pretensión de hacer lo bueno, haciéndolo bien.