Las diferencias en el matrimonio.

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¿CELEBRANDO LAS DIFERENCIAS EN LA PAREJA?
INTRODUCCIÓN.He puesto interrogante al título de esta charla porque en ocasiones las diferencias entre la manera
de pensar y actuar del esposo y la esposa pueden ser tan grandes que no sé si realmente se pueden
celebrar. No sé si sólo nos pasa a Paqui a mí o también os ha pasado a vosotros alguna vez; pero en
ocasiones uno queda patidifuso, estupefacto, desconcertado, casi sin palabras, comprobando lo
abultado de esas diferencias por medio de algo que acaba de decir o hacer tu pareja. Cuando por fin
te rehaces, lo más que puedes es decirle: “¡Es que no logro entenderte!, ¿cómo puedes ver normal
decir o hacer eso?” Y el otro te dice: “Claro claro, es que es así”
A mí me trae mucho consuelo Paul Tournier cuando dice: ‘Creo que un hombre nunca puede
comprender del todo a una mujer, ni una mujer a un hombre’. Amigo Paul Tournier has dado en el
clavo y llevas muchísima razón.
Veamos un ejemplo que lo confirma. A mi esposa y a mí nos gusta caminar por el paseo marítimo y
tenemos el privilegio de poderlo hacer frecuentemente. A veces caminamos desde casa, pero otras
nos acercamos con el coche, aparcamos por allí y paseamos. Pues bien, hace no más de dos meses
íbamos a dar nuestro paseo e iba Paqui conduciendo. Había un espacio que cabían dos ó tres coches
para aparcar y estacionó justo en el centro, no dejando prácticamente sitio para colocar otros
vehículos por delante y por detrás del suyo. Yo me enfadé muchísimo porque no podía entender
cómo ella no le daba importancia a eso. Así que le dije: ‘suponte que otro hace eso mismo y llegas tú
y no encuentras sitio para aparcar y tienes que ir al quinto pino, ¿cómo te sentaría a ti?’ Y me
contesta: ‘pues me daría igual, y seguiría para adelante hasta encontrar un nuevo aparcamiento’…
Y aquí viene ahora lo de estupefacto, patidifuso y desconcertado que yo decía antes. Yo organizado,
razonador, administrador del esfuerzo… ella dispuesta a encontrar aparcamiento en otro sitio, sin
darle a eso la más mínima importancia. Desconcertante. Por eso, ¿celebrar las diferencias...?
Aunque pensando después, yo comprendía que esa actitud de Paqui es la misma que le hace tan
dispuesta y capaz para ayudar a cualquiera, incluido a mí mismo, sin medir el esfuerzo y sin darle la
más mínima importancia.
La verdad es que hay notables diferencias no sólo entre hombre y mujer, sino también entre las
distintas formas de ser, o temperamentos, de cada uno. C. G. Jung ha descrito ampliamente estas
diferencias fundamentales entre los tipos humanos: Según él están en un lado los extravertidos que
aman la vida social, la alegría, el movimiento y en el otro extremo los introvertidos que buscan la
tranquilidad y la seriedad. En otros predomina la razón, siendo su polo opuesto en quienes
predomina el sentimiento. Y también los hay quienes funcionan sobre todo por intuición, mientras
que en otros es el sentido de la realidad lo que les dirige.
En fin, esta complementariedad es la que en un principio nos atrae hacia el otro polo, pero que con
el tiempo estas diferencias pueden traernos en el matrimonio muchos dolores de cabeza si no
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sabemos bien qué hacer con ellas. Y lo curioso es que, el hombre y la mujer, tan diferentes entre sí,
están hechos para completarse, para descubrir el uno del otro lo que todavía no conocen; este es
desde luego uno de los sentidos del matrimonio. Yo como hombre voy creciendo en las cualidades de
mi esposa, aquel carácter que me atrajo de ella porque yo no lo tenía; y ella va adquiriendo
cualidades mías, que tampoco las tenía en principio y por las cuales yo le atraía.
I.- CUANTO MÁS COINCIDENCIAS MEJOR.El noviazgo, y desde luego el matrimonio, debería ser un tiempo para ir pasando de las diferencias a
las coincidencias. Es lo mismo que pasa con los miembros del cuerpo, para que se asocien bien deben
ser diferentes pero que tengan muchas coincidencias. Por ejemplo, los dedos de la mano se asocian
bien para hacer su trabajo; y aunque sean diferentes cada uno de ellos, coinciden en muchas de sus
funciones. Todos ellos tienen la funcionalidad de agarrar cosas. Coinciden en ello. Asociar, por
ejemplo, los dedos de la mano con la rodilla supondrían diferencias difíciles de sobrellevar.
Por eso es conveniente tener el mayor número de aspectos en común para que el matrimonio
funcione bien. Y esto en las siguientes áreas:
1.- Físicas. Es positivo que no haya grandes divergencias físicas del hombre con la mujer (edad,
estatura, etc) Y a cada uno debe de agradarle el aspecto físico del otro. No se trata de que pongamos
como único elemento de unión el atractivo físico, pues eso sería un error. Pero es importante que a
cada uno le agrade el otro físicamente.
2.- Personales. Me debe gustar como es la otra persona. Su carácter, su manera de ser. Debo valorar
eso del otro. Debo poder decir: esta persona tiene características de dulzura, o de fuerza, o de
alegría, o de amabilidad, etc., que me gustan, que me atraen. Debe haber la mayor coincidencia
posible en madurez, cultura, intereses, etc. Esto tiene gran importancia.
3.- Espirituales. Debemos tener valores y creencias en las que coincidimos. Los valores son aquellas
cosas por las que uno estaría dispuesto a jugársela. Tener creencias y valores similares es
fundamental para que un matrimonio funcione. A veces una buena coincidencia en esto es poderosa
para suplir la falta de coincidencia en las otras áreas.
El noviazgo, y desde luego el matrimonio debería servir para conocerse lo mejor posible y para ir
comprobando las coincidencias en las áreas que acabamos de citar. Eso lleva su tiempo y supone
pasar por distintas situaciones, conflictos, y tener la experiencia de superarlos. Conocer las historias
de cada uno, su infancia, cómo funcionaba su familia, qué heridas emocionales ha sufrido esa
persona en su infancia. La mayor parte de las cosas por las que tenemos problemas en la relación con
nuestro cónyuge y con otros, tienen su origen en el efecto que tuvo en nosotros el ambiente de
nuestra infancia. Así que es importante dialogar en el matrimonio sobre eso para así llegar a
descubrirlo.
Paqui y yo procedemos de familias muy diferentes. La mía era muy directa y un poco bruta, la suya
cuidaba mucho las formas. Y eso nos dio en el principio un carácter atractivo del uno al otro. Sin
embargo con el tiempo también nos dio conflictos. Porque yo empecé a ver hipocresía en aquel
énfasis en cuidar las formas, y ella empezó a ver mi comunicación directa como una falta grave de
sensibilidad.
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Bien, todo lo que hemos dicho hasta aquí tiene importancia, pero la solución en profundidad de los
conflictos no la conseguimos por la simple comprensión de todas esas diferencias, sino que exige una
transformación más radical que es de orden espiritual.
II.- LA CAUSA PROFUNDA DEL CONFLICTO DE LAS DIFERENCIAS.Según la Biblia, Dios creó el matrimonio para que sea unidad y complementariedad armónica. Que se
complementen y actúen como uno.
Pero como se ve en Gen. 3, la Caída supuso una severa distorsión en lo más profundo de los seres
humanos. Y ello terminó afectando a todas las áreas de la vida, y desde luego también al matrimonio.
El egocentrismo se instaló en el corazón humano en mayor o menor medida. Y, a la preciosa unidad y
complementariedad se le incorporó el conflicto entre deseos y poder. “Tu voluntad será sujeta a tu
marido, y él se enseñoreará de ti” (Gen. 3:16b).
La historia, y podríamos decir la experiencia cotidiana, nos atestigua estas luchas de deseo y poder
en la vida matrimonial con consecuencias tan nefastas muchas de las veces. El origen profundo de los
conflictos matrimoniales se haya justamente en la Caída, aunque haya otras causas próximas de las
que hemos hablado al principio. El origen es el egocentrismo que en mayor o menor medida está
instalado en el corazón humano. Y no hay habilidad, esfuerzo o metodología capaz de quitar esa
condición caída del ser humano.
La Biblia nos dice que sólo el evangelio de la gracia de Dios tiene poder para producir cambios de la
misma o mayor profundidad en el corazón humano. De hecho el evangelio es el poder de Dios para
recrear al hombre y a la mujer y por tanto al matrimonio. Por eso no tendría sentido hablar aquí del
matrimonio sin hacerlo del evangelio.
III.- EL EVANGELIO: APRENDIENDO A VIVIR CON LAS DIFERENCIAS.Pero ¿qué nos dice el evangelio? ¿Por qué tiene ese efecto recreador de la vida, y en este caso del
matrimonio? Una de las cosas que el evangelio nos dice es que somos mucho peor de lo que
pensamos. Por eso, erosiona el egocentrismo normal del corazón humano, que es la razón última de
todo conflicto. Ese es uno de los primeros mensajes del evangelio. Nos dice que nosotros, por
nosotros mismos, nunca podremos limpiar nuestra vida. Ninguna cantidad de esfuerzo propio lo
hará. Solamente la muerte del Hijo de Dios lo puede hacer en ti y en mí. Así que eres bastante peor
de lo que piensas.
La segunda cosa que el evangelio nos dice, es que eres mucho más amado de lo que ni siquiera
podrías imaginar. Porque el Hijo de Dios estuvo dispuesto a morir en aquella cruz por ti, o sea, en el
lugar tuyo. Eres su tesoro. Y cuando esa verdad pasa de ser una simple teoría a explotar en tu
corazón por la iluminación del Espíritu Santo, te faltan palabras para agradecer a Dios lo que ha
hecho por ti.
Así que el evangelio produce, en quien lo recibe, una gran humillación pero al mismo tiempo la más
grande afirmación. Elimina en nosotros el egoísmo, porque nos humilla al enseñarnos que no está en
nuestra mano salvarnos, pero también elimina la necesidad de auto afirmarnos a nosotros mismos,
puesto que Él nos ha amado y afirmado más de lo que podríamos imaginar o necesitar.
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Eso te hace una persona que no necesitas que te estén dando continuamente palmaditas en la
espalda para sentirte afirmada. Cuando el evangelio pasa de ser una idea abstracta y se convierte en
algo que crea una enorme alegría y asombro en el centro de tu corazón, eso es lo que la Biblia llama
estar llenos del Espíritu Santo. Entonces te convertirás en una persona muy contenta, que está más
dispuesta a dar que a recibir. Y pondrás las necesidades de tu pareja por delante, o al menos al
mismo nivel que las tuyas. Servirle será normal entonces.
Y esto es especialmente importante en el matrimonio. Porque no nos casamos con una mujer o un
hombre que son ya un producto terminado, perfecto. Por el contrario, cada uno traemos nuestro
bagaje, nuestras heridas, nuestras desconfianzas, imperfecciones, etc. Unos de un tipo y otros de
otro. Y es labor de uno hacia el otro ayudarle a crecer a madurar y a desarrollarse en todos los
sentidos. Y sin esa condición de humildad y afirmación que el evangelio crea en nosotros, no será
posible.
La persona llena del Espíritu Santo, es aquella que está gozosa y asombrada en su corazón por causa
del evangelio de Cristo, sea hombre o mujer, se sujetará y amará al otro. Sin esa llenura del Espíritu
Santo quedamos esclavos de nuestras tendencias personales, de nuestras historias, de nuestras
heridas. Entonces los conflictos por las diferencias se vuelven un círculo vicioso de quejas y críticas
del uno al otro. Sin esa presencia y llenura del Espíritu en nosotros, no hay razones para pensar que
nuestro matrimonio no vaya a ser un fracaso. En cambio en Cristo hay segura esperanza para nuestro
matrimonio, sea cual sea nuestro trasfondo y nuestras diferencias.
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