que en muchas localidades no tienen un solo árbol que encuentre comprador. Prueba de ello son las enajenaciones hechas en los últimos tiempos. Citaré alguna c o m o ejemplo, por juzgar de especial interés cuanto se refiera á este importante punto. En las laderas N O . del Gran Banajao, colosal volcan extinguido de la provincia de la Laguna, se concedieron provisionalmente á mi buen amigo D . Gustavo Tobler, modelo de laboriosidad y constancia y en quien las ciencias naturales tienen un apasionado, modesto é inteligente colector, unos terrenos e m boscados con destino á plantaciones de café. Crió los primeros cafetos á la sombra del arbolado existente, después de aclarado convenientemente, y luego ha ido practicando otras claras sucesivas á medida que lo exigia el cultivo, pues ni aún para construir su casa, establecida en el pueblo de Majaijai á la falda del monte, abierta siempre al viajero, y permítaseme consignarlo así para expresar mi gratitud por la generosa hospitalidad y cariñosa acogida que en ella he hallado cuantas veces he visitado aquel pueblo, ni aun para construir su casa, repito, ha podido aprovechar uno solo de los árboles que arrancaba penosamente de su naciente hacienda, procediendo los empleados de bosques distantes más de tres leguas del Banajao, como son los de Luisiana y Mauban. En todo el Banajao, en el Sungay, en gran parte del Maquilin y en muchas montañas de las islas sobran terrenos forestales, que no representan hoy ninguna riqueza si nos fijarnos sólo para determinarla en el valor en venta de las maderas. Respecto á los peligros que del descuaje pueden resultar á los pueblos, preverlos y precaverlos, en casos especiales, debe ser objeto del estu-