TEMA 6 ECONOMÍA Y LA JUSTICIA SOCIAL

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Economía: La justicia social
Economía:
La justicia social y la distribución de la riqueza.
1. El utilitarismo
Hemos visto hasta ahora la propuesta moral del utilitarismo (Bentham y Mill), y
observábamos que su perspectiva ética (lo que una persona considera que es bueno) se convertía
en político (entendido como lo bueno no para una persona sino para una sociedad entera). En este
caso, hablamos de la justicia social o la obtención y distribución de la riqueza en una sociedad. Y
recordemos lo que decían dos formulaciones clásicas del utilitarismo:
a)
Utilitarismo social o altruísta: lo bueno es el máximo de felicidad (entendido en
bienes, riqueza etc...) alcanzable en una sociedad repartido entre el mayor número de personas
posible. Aquí prima el principio de distribución.
b)
Utilitarismo económico: lo bueno es alcanzar la máxima riqueza posible, sin
involucrarnos en lo bien o mal repartida que esté. Aquí prima un principio de eficacia.
La aplicación de estos dos principios éticos se han traducido en dos programas económicos
bien delimitados: el estado del bienestar y el neoliberalismo económico.
Ejemplo: Pensemos en una isla eprdida a la que llegan tres náufragos: Josan, Miriam y Raquel.
Tienen que estar allí un tiempo y tienen de recursos limitados 20 bananas. Pueden llegar a los siguientes
repartos:
Reparto de los recursos
A
B
C
Josan Miriam Raquel
14
5
2
9
6
6
7
6
6
(1 perdido)
El utilitarismo económco, basado en el principio de eficacia, nos diría que A y B son igual de buenos.
En cambio C, existe una banana que no es utilizada para nada, se ha estropeado o Josan y compañía no se
han organizado bien para alcanzarla. Es decir, la distribución no es eficaz. El utilitarismo social, sin embargo,
evaluaría B y C de forma más positiva que A, puesto que en A la pobre Raquel se está muriendo de hambre.
Ojo, el utilitarista no es un comunista: que defienda a ultranza una igualdad radical. B y C son aceptables, en
cuanto que todos tienen la subsistencia asegurada.
2. El estado del Bienestar.
Definición: El llamado “estado del bienestar” es un término genérico para las políticas
sociales aplicadas en Europa y en menor medida EEUU tras la crisis de 1929 y la II Guerra Mundial.
En esa época, se hizo evidente que el capitalismo tiene crisis cíclicas muy duras y que afectaba a
mucha gente de forma indiscriminada (pensemos que en 1932, una cuarta parte de EEUU había
quedado desempleada y prácticamente no tenía medios para sobrevivir). Mucha gente que había
trabajado toda su vida fueron a la ruina o jóvenes recién llegados al mercado laboral se encontraron
completamente indefensos. El sistema capitalista tenía que ser regulado de alguna manera para
que los peores efectos sociales fueran limados y al mismo tiempo se siguiera creciendo
económicamente. Así, tras la II Guerra Mundial (1945), se construyó este estado del bienestar, en
el que el estado garantizaba a todos los integrantes de un país determinado una serie de derechos
universales (es decir, para todos los individuos) basados en una sanidad, educación y pensiones
públicas y mantener en la sociedad una tasa de desempleo muy baja.
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Economía: La justicia social
Criterios éticos: el estado del bienestar desea un mínimo de igualdad social entre los
ciudadanos de un país y actualmente, se centra en alcanzar una igualdad de oportunidades:
intentar lograr que, independientemente de si tú naces en una familia pobre o rica, hombre o
mujer, se te dé al menos la oportunidad de prosperar con tu esfuerzo.
En principio lo que se pretendía también era ofrecer al individuo una mínima seguridad ante
cualquier crisis económica e intentar alcanzar el pleno empleo. Naturalmente, las políticas sociales
no se quedaron ahí, también fueron importantes prestaciones de desempleo (cobrar el paro), becas
de estudio, ayudas a la vivienda, protección a minorías más marginadas etc... En la expresión de
uno de sus fundadores, lo deseable era “proteger al individuo desde la cuna hasta la tumba” (algo
que hoy en día se considera inalcanzable y negativo, como veremos).
Medios:
A nivel macroeconómico, la irrupción del estado del bienestar fue apoyado
decisivamente por la aparición de un nuevo economista, keynes. Keynes planteaba que existían
desequilibrios periódicos entre las fuerzas de oferta y demanda capitalista (es decir, lo que se
produce y lo que se consume). Cuando ocurre este desequilibrio y multitud de empresas no
encuentran dónde colocar sus productos aparece lo que se conoce como “crisis de consumo o de
demanda”. Esto es lo que ocurrió en la crisis de 1929 y provocó desequilibrios sociales ya conocidos
y un estancamiento económico que duró casi una década. Ante estas crisis, lo que defendía Keynes
era la intervención decisiva del estado para corregir esos desequilibrios coyunturales, en lo que se
denominó la teoría de la demanda agregada. Ante una crisis, el estado gasta más dinero, y ese
gasto estimula el resto de las fuerzas económicas, que generan más empleo y a su vez más
consumo, reiniciándose el ciclo económico positivo. Es cierto que el estado se endeuda, pero como
tiene capacidad para financiarse a largo plazo y una vez que se inicia una etapa de mejora
económica obtiene ingresos mayores, estas circunstancias le permiten pagar el déficit anterior.
El estado del bienestar sin embargo, necesita una actividad del estado mucho más
considerable de lo que pretendía Keynes. Los derechos universales (es decir, derechos para toda la
población) debían ser amortizados de alguna manera: el estado necesitaba de dinero y recursos
para pagar todos los gastos que supone mantener hospitales y escuelas. Aquí entraría entonces la
actividad fiscal del estado (la Hacienda pública).
a)
Europa se encargó de hacer una fiscalidad de carácter progresivo (quien gane
más, ha de pagar más al estado, y al contrario, quien gane menos, ha de no pagar o incluso recibir
dinero del estado).
b)
Pero además, los estados percibían impuestos de otras muchas formas (a través de
impuestos de lujo: si te compras una bebida alcohólica, pagas al estado una cantidad). O también a
través de impuestos a cualquier actividad económica (si montas una empresa por ejemplo). O
también existirían ingresos derivados de los aranceles (si quieres traer bananas de Sudamérica,
pagas un impuesto en la frontera).
c)
Por otro lado, en esta época (entre los años 30 y los 70), se confiaba que la
intervención del estado en la economía era positiva. El estado tenía empresas a su cargo y eran más
eficaces o rentables que las de capital privado. Por tanto, el llamado “sector público” (compañías
dependientes del dinero del estado, y todo el funcionariado) creció mucho en esas décadas y llegó a
más del 40% del PIB nacional en casi todos los países desarrollados.
Logros y carencias: El estado del bienestar permitió, junto con el crecimiento
económico, la llamada “edad dorada” de la economía capitalista (desde la postguerra hasta la
crisis de 1973). Hoy en día, Europa vive todavía bajo este “paraguas” del estado del bienestar,
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y estos derechos han sido la garantía para que exista una amplia clase media acomodada en
nuestros países y una forma exitosa de solucionar la conflictividad social. Pero a partir de los
ochenta, las nubes se acumulan sobre este sistema, que en principio era mucho más justa y
solidaria que la sociedad existente antes. La imposibilidad por parte del estado de hacer frente
por sí solo a la crisis económicas actuales y otros adicionales han hecho que este “estado del
bienestar” sea cuestionado desde muchos lugares y perspectivas diferentes.
3. El neoliberalismo.
Definición: Esta es una corriente económica fundada por Milton Friedman y F. Hayek,
aunque en realidad lo único que supone es una revisión al alza de las viejas ideas de Adam
Smith, en los comienzos de la Revolución Industrial. En desuso desde 1929, históricamente
recobra fuerza a partir de 1970 y la crisis del petróleo hasta la actual economía de la
globalización. Entre otras muchas ideas, la que aquí nos importa más es la crítica a la actividad
del estado en la economía capitalista desde unos argumentos éticos y económicas.
Criterios éticos. El neoliberalismo trabaja esencialmente con dos: un criterio de eficacia
(propio de ese utilitarismo económico) y también un criterio de libertad individual.
a)
El criterio de eficacia. El neoliberalismo sostiene que el estado del bienestar es
ineficiente. Su actividad económica entorpece el crecimiento a largo plazo y hace que la
economía en general arrastre unas pérdidas que finalmente acaben socavando la economía de un
país. Este es el planteamiento sostenido por los países anglosajones (Gran Bretaña y Estados
Unidos) frente a otros europeos (Francia y Alemania).
En definitiva, lo que estos teóricos sostienen es que la redistribución de la riqueza por
parte de un elemento ajeno al libre mercado como es el estado es demasiado costosa y no puede
ser mantenida a largo plazo. Como diría un economista: “La igualdad es algo hermoso, pero solo
a costa de empobrecemos todos”. Los liberales piensan que el mercado es efectivo regulándose
por sí mismo: el egoísmo de los individuos genera un bien común (“mano invisible” de Adam
Smith). Esta creencia, sin embargo está siendo cuestionada seriamente por la crisis actual: el
egoísmo individual no genera bienestar general sino todo lo contrario.
b) El criterio de libertad individual. El estado, potencialmente, se puede convertir en
un elemento autoritario dentro de un sistema económico: puede controlar los precios, los
productos que se pueden consumir y los que no, los salarios, etc... En definitiva, el estado
interfiere en el libre mercado y por lo tanto en la libertad de los individuos. Los neoliberales se
centran especialmente en un punto: el estado obliga al pago de un impuesto (que los individuos
den su dinero) para financiar bienes considerados públicos. Y por otro lado, fruto de la actividiad
estatal, también pueden aparecer “freeriders” o “gorrones” del sistema económico.
Aquí nos encontramos con el criterio de una persona rica: el señor Oswaldo podría pensar
por ejemplo, que el estado no utiliza bien esos impuestos y que no tiene derecho a que le quiten
unos bienes que a lo mejor ha tenido que sudar para conseguirlos. Por otro lado, puede también
ocurrir que el estado esté financiando gente poco productiva. Imaginemos que al tío Tiburcio, poco
beneficiado por el reparto de la riqueza, el estado le asigna una paga o subsidio (a través del dinero
que el señor Oswaldo ha pagado con los impuestos) y se habitúa a esa paga, sin hacer nada más.
Este argumento suele ser muy utilizado por las ideologías conservadoras, especialmente en EEUU.
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Medios: El neoliberalismo defiende lo contrario a lo anterior. El estado debe dejar de
intervenir en la economía y no gastar más de lo que recauda (un equilibrio presupuestario).
Así la economía se hace más eficiente y competitiva. La razón de esto es que el estado puede
financiar empresas no abiertas a la competitividad del mercado: Pensemos por ejemplo en una
fábrica de acero estatal que da pérdidas. En manos privadas, como por ejemplo “Aceros
Gaitán”, el empresario tiene que enfrentarse contra otros competidores, como “Cortés Irons &
Steels” y luchar por ser competitivo y eficiente. En el caso del acero estatal, el estado siempre
le va a costear las pérdidas que pueda tener. Es por esto que en nuestros días existe una
amplia campaña de privatizaciones del sector público (o “liberalizaciones”, que suena menos
agresivo). El mercado y la libre competencia debe regir todo el sistema económico para que el
crecimiento sea mayor.
A nivel internacional, el liberalismo defiende una mayor integración económica y la
reducción del proteccionismo de unos países frente a otros (pagar menos impuestos por
comerciar de un país a otro). Eso permite mayor competitividad y a largo plazo, más
crecimiento económico.
Carencias y logros: Este neoliberalismo ha dado luces y sombras. En un ámbito
económico ha sido aceptado hasta hace bien poco por todos los países europeos, aunque eso
no quiera decir que todo el estado del bienestar sea desmantelado ni que la actividad estatal
deje de ser importante (más bien lo contrario, en esta crisis). Hay críticas y objeciones muy
serias a esta política económica, entendida en su sentido más radical:
a) Una creciente desigualdad. El neoliberalismo parece obtener un crecimiento a largo
plazo, pero hay serias dudas que ese crecimiento y esa riqueza llegue en realidad a
todos los sectores de la población. Lo que está ocurriendo en realidad es que la
riqueza se está polarizando, separándose cada vez más el grupo de los más ricos del
de los más pobres.
b) Una crítica que se formula actualmente es que las “reglas del juego liberales”
supuestamente mundiales, no cuentan a todos por igual, y por lo tanto los países
desarrollados deciden qué sector económico les conviene abrir o liberalizar y cual no,
como por ejemplo defender el proteccionismo agrícola y el liberalismo en el sector
tecnológico (así Europa o EEUU protege su agricultura pero es capaz de exportar sus
productos manufacturados a los países pobres) o China, que es acusada de “dumping”
(competencia desleal) y proteccionismo industrial.
c) El neoliberalismo no resuelve problemas internacionales como la crisis ecológica.
Parece que hay problemas en los que el mercado no es eficaz, y necesitamos de un
elemento externo (un tratado entre todos los países, por ejemplo) para controlar esas
carencias. Se prevee que la regulación del estado crezca en este sentido en las
próximas décadas.
d) La creencia de que el mercado se equilibra por sí mismo (que el egoísmo
individual conduce al bien de todos porque hace la economía más dinámica), ha
saltado por los aires. La mala gestión en el ámbito financiera, basada en
direcciones que buscaban el enriquecimiento rápido a costa de una elevadísima dosis
de riesgo (subprimes y activos tóxicos) ha llevado a un replanteamiento de todo el
sistema capitalista., La crisis financiera y económica ha vuelto a reforzar la
importancia del estado como regulador del sistema.
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