Napoleón, don Quijote, Esaú… Lentejas

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 Pissarres
Clos
2007: 13 €
Cypres 2008: 21 €
Sorpresas en el Priorat
Clos Cypres
www.costersdelpriorat.com
A finales de los años  hubo un pequeño grupo de
visionarios (José Luis Pérez, Carles Pastrana, Álvaro
Palacios, René Barbier y Daphne Glorian) que creyeron en la potencialidad de una tierra olvidada y seca,
con unas cepas de garnacha y de cariñena retorcidas
de puro viejas, vestigio del esplendor enológico que los
monjes cartujos dieron con anterioridad a la comarca
del Priorat, en Tarragona, durante la Edad Media.
Veinte años después son casi un centenar las bodegas
adscritas a su consejo regulador. Hablar del Priorat actual es evocar magníficos vinos, poderosos, balsámicos, minerales y densos, algunos de ellos dotados de
una personalidad extraordinaria que se manifiesta de
manera principal en el paso de boca. Una de las em-
presas más destacadas de los últimos tiempos es el Celler Costers del Priorat, donde elaboran vinos de gama
media que compiten con sus buenas puntuaciones en
las guías especializadas con los de gama superior. Este
es el caso del Pissarres, un vino corpulento, profundo,
con recuerdos a frutos negros bien maduros y notas licorosas, a grafito y a tostados, con un paladar estructurado, bien equilibrado, con unos taninos bien redondeados. Quizá su éxito esté en la poca producción, en
la selección de racimos, o en el haber acertado con el
clon adecuado de las varietales foráneas plantadas durante estos últimos años. Pero lo que marca la diferencia que sitúa a los mejores vinos de esta pequeña zona
vinícola al nivel de fama mundial es el suelo pizarroso
La cata
Luis Moreno Buj
de los viñedos, esa «llicorella», fragmentos descompuestos de pizarra de color pardo, y las viñas viejas,
que funden sus raíces en el subsuelo en busca de nutrientes, para transmitir a los vinos la esencia irrepetible de este terruño. De entre las  hectáreas de viñedo
de la finca que Costers del Priorat posee en el término
municipal de Bellmunt destaca la parcela del ciprés
por la calidad de sus uvas, con las que elaboran su vino
más destacado, el Clos Cypres. Hecho con garnacha,
cariñena y cabernet sauvignon, es de color negro, con
tonos azulados, intenso de aromas, especiado, mineral, frutoso, envolvente. En boca es sabroso, carnoso,
expresivo, magníficamente equilibrado, con una acidez tan agradable como sorprendente.
LA SELECCIÓN DE LA SEMANA
Por Vicente Morcillo
LAGAR DE LAR
GRACIANO
BOCA NEGRA
FINCA ARDAL
HERETAT DE TAVERNERS
BODEGAS FRANCISCO GÓMEZ
Coupage de autor
Un vino de sobresaliente
Un monastrell de premio
La tipología del terreno donde se cultivan
las vides, el bajo rendimiento de las cepas y
un estudiado coupage son fundamentales
para la elaboración de un vino como este
Lagar de Lar, construido con una sabia mezcla de cabernet sauvignon, merlot y syrah,
que se vinifican y realizan la crianza por separado (entre doce
y catorce meses en barricas de roble) antes de su embotellado
final.
El crítico americano Robert Parker acaba
de otorgar un sobresaliente (90 puntos) a
este caldo valenciano elaborado con una casta poco extendida, la Graciano. Se trata del
vino más original de la bodega, con sede en
Fontanars dels Alforins. Tras una maceración
en frío para optimizar la extracción de aromas, el vino soporta
una larga crianza (con parte sobre finas lías) de catorce meses en
barricas de roble.
Varios premios internacionales avalan la
calidad de este crianza elaborado por la joven
bodega de Francisco Gómez, en Alicante. Elaborado exclusivamente con uvas de la varietal monastrell y vinificado siguiendo
las pautas tradicionales, el vino
descansa durante catorce meses en barricas de roble
americano y francés, terminando su afinado en botella por un periodo de seis meses.
dente
Napoleón, don Quijote, Esaú… Lentejas AlCaius
Apicius
«Hoy podemos hacer con las lentejas cosas mucho más ricas que las que comían antaño los egipcios, los
griegos, don Quijote y, seguro, Esaú, personaje que, después de un buen plato de lentejas, acaba cayendo mucho
más simpático que el aprovechado de su hermanito Jacob, que le estafó dos veces.»
C
uentan que el entonces general
Napoleón Bonaparte, antes de la
batalla llamada «de las Pirámides», cerró su arenga a sus tropas pronunciando la famosa frase de «¡Soldados! ¡Pensad que desde lo alto de estos monumentos, cuarenta siglos os contemplan!».
Si Bonaparte hubiese conocido la dieta de los
trabajadores que edificaron las pirámides de
Gizeh, hubiera podido remontarse mucho
más atrás en el tiempo.
Pan, cebollas, cerveza y... lentejas, según
explicó el historiador griego Herodoto, eran
las bases de la dieta de estos obreros. Lentejas. Los egipcios las conocían bien, lo mismo
que los israelitas de más o menos aquella
época (a mediados del siglo XXVI antes de
Cristo, lo que indica que Napoleón se quedó
algo corto en su cálculo, ya que esa batalla se
libró a finales del siglo XVIII de nuestra era).
Y es que las lentejas pueden ser, según muchos indicios, la legumbre cultivada antes
por el hombre: se cree que ese cultivo puede
datar... de . años antes de Cristo. O sea:
que si el luego emperador de los franceses
hubiese hecho su arenga a la hora del rancho, y éste incluyese lentejas, podría haberles dicho a sus soldados que les contemplaban... casi noventa siglos, para redondear.
Lenteja viene del latín «lens, lentis», que
vale por lente... aunque no falta quien opine
que es «lente» lo que deriva de «lenteja»;
cuestión de antigüedad, porque el hombre
lleva mucho más tiempo comiendo lentejas
que usando gafas.
Se consumen desde tiempos remotísimos; eso sí, nunca se las consideró una comida digna de las clases dirigentes o adineradas. Los operarios de la Gran Pirámide,
bueno; pero el faraón o los sacerdotes egipcios seguro que no comían muchas lentejas.
Siglos después, este carácter de comida
popular se mantenía: Aristófanes, en una de
«La imagen de la abuela escogiendo
las lentejas sobre el mantel de hule
está aún en el recuerdo de muchos
ciudadanos ya veteranos»
sus obras, al referirse a un ciudadano recién
enriquecido, un nuevo rico o «parvenu» de
la época, dice: «ahora ya no le gustan las lentejas».
Incluso hay lentejas en la modesta dieta
de don Alonso Quijano, según nos cuenta
Cervantes en las primeras líneas del Quijote: «lentejas los viernes...». Viernes, día de
abstinencia, así que nada de lentejas con
chorizo o con tocino: viudas, que están muy
ricas.
Pero la mala fama de las lentejas viene de
lejos. De tiempos de los patriarcas bíblicos,
concretamente de Isaac.
El Génesis nos cuenta que Esaú vendió a
su hermano Jacob su primogenitura por un
plato de lentejas; están claras varias cosas,
como que Esaú estaba hambriento, que era
un primo y que Jacob era un pájaro de cuenta. También que las lentejas no eran manjar
de grandes mesas.
Porque cuando Esaú va a recibir la bendición de su padre, Isaac, éste le pide que le
presente un plato suculento, y Esaú se va de
caza. Pero el otro elemento, conchabado
con su madre, suplanta a su hermano y le
da a su padre un guiso de cabrito, obteniendo una bendición que el pobre Esaú,
cuando llegó con su guisado de caza, no
pudo recibir. Así que no es extraño que las
lentejas no tengan muy buena fama... como
ocurría en tiempos medievales con todas
las legumbres secas, que el pueblo asociaba a épocas de hambre.
El propio Covarrubias, en , nos deja
dicho que las lentejas simbolizan «la virtud
de la templanza, por cuanto los pobres se
contentaban antiguamente con el puchero de las lentejas». Así que Covarrubias estima que las lentejas son un eficaz antídoto contra la gula, porque ya se sabe que
la Iglesia receta «contra gula, templanza».
Pues miren ustedes, yo creo que hay
platos de lentejas capaces de excitar el apetito hasta caer
en la gula, que es
algo que nadie sabe
bien cómo definir...
salvo que hagamos caso
a aquel mitrado que, consultado
sobre cuándo se peca de
gula, contestó: «cuando se pierde
el sentido, hijo mío».
Unas buenas lentejas con chorizo, a la
española; un plato de lentejas con zampone, en plan fin de año romano; una royale de foie-gras con lentejas; un muslo de
pato con escolta de lentejas no caldosas...
No me dirán que no son cosas que apetecen.
Encima ahora hay lentejas de todos
los colores, y ya no pasa como antes, que
había que escogerlas bien para evitar
que fuesen acompañadas de piedrecitas o de elementos indeseables; la imagen de la abuela escogiendo las lentejas
sobre el mantel de hule está aún en el recuerdo de muchos ciudadanos ya veteranos.
Hoy podemos hacer con las lentejas cosas mucho más ricas que las que comían
los egipcios, los griegos, don Quijote y, seguro, Esaú, personaje que, después de un
buen plato de lentejas, acaba cayendo
mucho más simpático que el aprovechado de su hermanito, que le estafó dos veces. Diga lo que quiera Covarrubias, a
Esaú las lentejas le salieron... carísimas.
FOTOMONTAJE HÉCTOR G.
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