Documento 44320

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ISAAC NEWTON es el más grande de los astrónomos ingleses. Fue en realidad un genio al cual debemos el
descubrimiento de la ley de gravitación universal, que es una de las piedras angulares de la ciencia moderna.
Estableció las leyes de la mecánica clásica, y partiendo de la ley de gravitación universal dedujo las leyes de
Kepler en forma más general. Construyó el primer telescopio de reflexión. Contribuyó al estudio de la luz. Sus
obras más importantes publicadas son la Optica, en la que explica sus teorías sobre la luz, y la obra
monumental, comúnmente conocida como Principia.
Desde el momento de su nacimiento prematuro la vida de Newton estuvo presidida por la agitación. Su padre,
que era granjero, había muerto unos meses antes, y su madre luchó por sacar adelante la granja de su familia.
Eran tiempos difíciles en el país. Una sangrienta guerra civil que trastornaría Inglaterra durante seis años
había empezado en 1642 en Nottingham. Los ejércitos contendientes del rebelde parlamentario Oliver
Cromwell y los realistas de Carlos I avanzaban y se retiraban regularmente.
Cuando Isaac tenía tres años su madre volvió a casarse, dejando a su hijo al cuidado de sus abuelos. Su
primera educación la recibió en las escuelas de los pueblos cercanos. A los doce años fue inscrito en la escuela
primaria de Grantham, una ciudad a diez kilómetros de su hogar. Allá estudió latín −el idioma de la gente
instruida en Europa− y la Biblia. El joven Newton vivía en la casa de un tal William Clarke, que tenía una de
las mejores bibliotecas del lugar y una hermosa hijastra, con la que más tarde Newton tuvo un romance
adolescente. Se llevaba mal con los demás muchachos de la escuela, que al parecer lo encontraban extraño.
La rápida mente que alienaba a los compañeros de clase de Newton halló muchas salidas durante sus años en
Grantham. Años más tarde, los residentes de la ciudad recordarían los inventos mecánicos que realizaba
mientras los demás muchachos se dedicaban a jugar. Hizo un carrito que podía propulsar haciendo girar un
torno mientras se sentaba en él. Incluso diseñó una linterna plegable de papel que utilizaba para iluminar su
camino a la escuela las mañanas oscuras. Cautivado por el principio de los relojes de sol, aprendió a calcular
no sólo la hora sino también el día del mes, y a predecir acontecimientos como los solsticios y los
equinoccios. Un día, cuando Newton tenía dieciséis años, se alzó una gran tormenta. Mientras la gente
prudente buscaba refugio del viento, el joven realizó lo que más tarde recordaría como su primer experimento
científico. Primero saltó con el viento, luego contra él. Comparando las distancias de los dos saltos, fue capaz
de estimar la fuerza del ventarrón.
Newton fue llamado de la escuela para ocuparse de la granja de la familia. Un viejo sirviente de confianza
recibió la tarea de enseñarle todas las habilidades necesarias, pero Newton nunca puso su corazón en el
trabajo. Construía un molino de agua en el arroyo −completo con presas y compuertas− mientras sus ovejas
sin vigilar invadían los campos de maíz del vecino. Los días de mercado sobornaba a un sirviente para que se
ocupara de las compras y las ventas a fin de poder pasar el tiempo trasteando con nuevos artilugios o leyendo.
Su curiosidad, virtualmente ilimitada en asuntos de ciencias e invenciones, tenía evidentemente un límite: no
se extendía hasta la agricultura.
Después de sólo nueve meses, la familia decidió que tal vez estuviera mejor en la escuela. El maestro de
Grantham, se ofreció a alejarlo en su propia casa. Así, en otoño de 1660, Newton regresó a Grantham a fin de
prepararse para la universidad. En junio del año siguiente estaba listo para ir a Cambridge.
Newton se pagó su estancia en Cambridge realizando trabajos para los estudiantes más ricos. También puede
que sacara algunos beneficios prestando la pequeña cantidad que recibía de su madre. Ninguna de estas
actividades le reportó muchos amigos. Como en Grantham, era incapaz de ocultar su inteligencia. Newton
inició incluso una lista codificada de sus propios pecados, que incluían ofensas. En Cambridge, Newton llenó
su soledad con el estudio de una amplia variedad de temas. Al final de su etapa de no graduado en 1664, había
descubierto también las matemáticas y la filosofía natural.
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Newton se estaba preparando para empezar el trabajo de posgraduado cuando su vida dio otro brusco giro.
Inglaterra fue golpeada por la peste bubónica, que se llevó consigo miles de vidas, sobre todo en ciudades
como Londres y Cambridge. La universidad cerró temporalmente mientras sus estudiantes huían a regiones
rurales menos afectadas. Newton regresó a Woolsthorpe, visitando Cambridge de tanto en tanto para usar su
biblioteca. Tranquilo al calor de Lincolnshire, puso a trabajar su poderoso intelecto en una amplia gama de
problemas científicos y matemáticos. Construyó un telescopio de reflexión, que usaba un espejo curvo en vez
de lentes para enfocar la luz. El relato popular del origen de esa teoría −que Newton la concibió en el verano
de 1666 tras ver caer una manzana de un árbol− es imposible de confirmar, pero la tradición ha señalado un
árbol de la granja familiar como aquel del que cayó la manzana. Cuando el árbol murió en 1820, fue cortado a
trozos, que fueron cuidadosamente conservados. En cualquier caso, algo durante este período dirigió los
pensamientos de Newton hacia la idea de la ley universal de la gravitación.
Su gran tratado Principios Matemáticos de Filosofía Natural, publicado en 1687 presenta los estudios de
Newton durante más de veinte años en relación a la mecánica terrestre y celeste. Allí enuncia la ley de
gravitación: dos cuerpos se atraen con una fuerza proporcional a sus masas e inversamente proporcional al
cuadrado de la distancia que las separa.
Después de Newton los grandes matemáticos pudieron extender los dominios de la razón a todos los rincones
del sistema solar. La importancia filosófica de la obra de Newton es extraordinaria; la forma en que el ser
humano enfrentó la naturaleza el siglo XVIII y XIX es una consecuencia de los descubrimientos del gran
sabio inglés.
Gracias al rigor analítico extraordinario de Newton y a su nueva y poderosa arma matemática, Newton logró
resultados donde muchos intelectuales de su época caminaban en las tinieblas.
Además Newton construyó un telescopio reflector.
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