Universidad Diego Portales Instituto de Humanidades Programa de Magíster en Pensamiento Contemporáneo Vida, voluntad de poder y desapropiación: Una lectura sobre la noción madura-tardía de vida en Nietzsche Tesis para optar al grado de Magíster en Pensamiento Contemporáneo Constanza Terra Polanco Profesor Guía: Juan Manuel Garrido Wainer Santiago, año 2012 El magíster junto con esta tesis fueron financiados por Conicyt. 2 ÍNDICE RESUMEN………………………………………………………………………..5 ABREVIACIONES……………………………………………………………….6 INTRODUCCIÓN…………………………………………………………………7 PRIMER CAPÍTULO: CONCEPTO DE VIDA EN DE ANIMA DE ARISTÓTELES……….14 1.1.- Consideraciones generales sobre De Anima………………….17 1.2.- El ser vivo como diferencia entre la vida y la muerte………….20 1.3.- La emergencia del autos en el proceso de la vida……………..22 1.4.- La órexis como causa del movimiento en el ser vivo…………..25 SEGUNDO CAPÍTULO: NIETZSCHE Y LA VIDA COMO VOLUNTAD DE PODER…………29 2.1.- Nietzsche y la vida…………………………………………………30 2.2.- Nietzsche y la voluntad de poder…………………………………36 2.3.- La vida como voluntad de poder………………………………….43 2.4.- Lucha, multiplicidad y voluntad de poder………………………...49 3 TERCER CAPÍTULO: DESAPROPIACIÓN DEL SÍ MISMO DEL SER VIVO EN LA IDEA DE VIDA COMO VOLUNTAD DE PODER………………………..55 3.1.- La distinción entre activo y reactivo en la lectura de Deleuze sobre Nietzsche………………………………………………..57 3.2.- Fuerzas reactivas y la ciencia como preservación de la vida: 3.2.1.- Las ciencias como fuerzas reactivas……………………61 3.2.2.- La escuela de Darwin como el triunfo de las fuerzas reactivas……………………………………………………………66 3.3.- Fuerza activa como expansión y crecimiento de la voluntad de poder……………………………………………………………………69 3.4.- Crítica nietzscheana a la idea de unidad estable y determinada…………………………………………………………….72 3.4.1.- Crítica nietzscheana a las nociones de sujeto, agente y entidad…………………………………………………..73 3.4.2.- La voluntad de poder como multiplicidad Irreducible…………………………………………………………..79 3.5.- Desapropiación del autos en el ser vivo en la idea de vida como voluntad de poder…………………………………………………82 CONCLUSIÓN……………………………………………………………………..89 BIBLIOGRAFÍA……………………………………………………………………92 4 RESUMEN La presente investigación tiene como propósito indagar el concepto de vida en Nietzsche presente en su obra madura-tardía y póstuma. Este concepto de vida nietzscheano fue engendrado a la par de uno de sus pensamientos más célebres, a saber, la voluntad de poder. De esta manera, esta tesis se concentrará en la lectura, análisis e interpretación de la idea de vida en Nietzsche a la luz de la voluntad de poder. Lo que se propone en esta tesis es, por un lado, determinar qué se entiende por vida en tanto voluntad de poder –o por vida a la luz de la voluntad de poder-; y, por el otro, de qué manera la vida como voluntad de poder interrumpe la pulsión de preservación y la constitución de un sí mismo en el ser vivo, para afirmar el crecimiento y la auto-expansión al interior del viviente. Sin embargo, para llegar a estas dos consideraciones se deben recorrer algunos caminos previos, tales como: reconstruir el concepto de vida presente en De Anima de Aristóteles, con el fin de proporcionar un trasfondo que haga posible sostener un análisis sobre la idea de vida en tanto voluntad de poder, pues en la noción de vida aristotélico está en juego la constitución de un sí mismo en el ser vivo tendiente a lograr la conservación de su vida, mientras que en Nietzsche este sí mismo es interrumpido por la voluntad de poder, que impele al viviente a su auto-expansión constante. Por otra parte, es necesario señalar y sistematizar qué entiende Nietzsche por vida y voluntad de poder, con el propósito de elaborar un marco teórico que permita dilucidar cómo la vida en tanto voluntad de poder desapropia el sí mismo del viviente, pues interrumpe el impulso de auto-conservación con el fin de iniciar un movimiento de auto-superación en el ser vivo. 5 ABREVIACIONES A Aurora AC El Anticristo CI Crepúsculo de los Ídolos Co I, II Consideraciones Intempestivas. Parte II: Sobre la utilidad y el perjuicio de la historia para la vida EH Ecce Homo GM La Genealogía de la Moral GS La Gaya Ciencia (Gay Saber) HH Humano, Demasiado Humano KSA Kritische Studienausgabe NT El Nacimiento de la Tragedia MBM Más allá del Bien y el Mal VP La Voluntad de Poder Z Así habló Zaratustra 6 INTRODUCCIÓN Elaborar una lectura en torno a la relación de Nietzsche con el concepto de vida es una tarea vasta, difícil, casi inabordable, porque Nietzsche, a lo largo de su extensa obra, desarrolló de diversas maneras el tema de la vida1. No obstante, es en su obra madura y tardía donde su pensamiento acerca de la vida adquiere un giro interesante y novedoso, a raíz de uno de sus conceptos célebres, a saber: la voluntad de poder. La voluntad de poder es la clave para entender el discurso maduro-tardío de Nietzsche sobre la vida y el ser viviente. En sus Fragmentos Póstumos2, Nietzsche identifica en más de una ocasión la voluntad de poder con la vida, pues sostiene que la vida misma es un crecimiento incesante de formas de poder. Como explica en uno de sus fragmentos póstumos: “la vida misma no es un medio para algo, es la expresión de formas de crecimiento del poder” (NF: KSA 1887, 9 [13]). Ahora bien, hay que destacar que la voluntad de poder es un concepto bastante amplio, que Nietzsche tiende a identificar con todo orden de cosas (el mundo como voluntad de poder, la vida como voluntad de poder, la verdad como 1 Como la vida y su relación con el arte, vida en contraposición a la moral, vida y su tensión con el cristianismo, etcétera. En El nacimiento de la tragedia, Nietzsche sostiene que la existencia tiene una justificación estética (NT, Ensayo de autocrítica 5). En la misma obra, Nietzsche establece la moral como la principal negadora de la vida, como un peligro para ella: “La moral misma, ¿no sería una «voluntad de negación de la vida», un secreto instinto de aniquilamiento, un principio de ruina, de decadencia, de denigramiento, un comienzo de un fin, y, por consiguiente, el peligro de los peligros?” (NT, Ensayo de autocrítica 5). Asimismo, Nietzsche ve en el cristianismo una profunda “hostilidad a la vida, una rabiosa y vengativa repugnancia contra la vida misma” (NT, Ensayo de autocrítica 5). En contra de la moral, Nietzsche sostiene lo siguiente: “La moral misma, ¿no sería una «voluntad de negación de la vida», un secreto instinto de aniquilamiento, un principio de ruina, de decadencia, de denigramiento, un comienzo de un fin, y, por consiguiente, el peligro de los peligros?” (NT, Ensayo de autocrítica 5). 2 Para esta investigación, se ocuparán, principalmente, los fragmentos póstumos comprendidos en los últimos años de vida activa intelectual de Nietzsche, período que va de 1885 a 1889. Se utilizará este período de tiempo porque es en donde se pueden encontrar ideas y análisis constantes en torno al tema de la vida como voluntad de poder. Además, en este lapsus de tiempo Nietzsche elaboró con mayor detención sus planteamientos críticos sobre la ciencia – principalmente, sobre la biología-, lo que ayudará a formar un transfondo más apropiado para desarrollar una lectura de la vida como voluntad de poder. Asimismo, se tendrá en cuenta la compilación de fragmentos póstumos dedicados a la voluntad de poder que editó la hermana de Nietzsche una vez que él murió, cuyo título es, justamente, La voluntad de poder. Este libro contiene, en gran medida, los aforismos y fragmentos acerca de la voluntad de poder que Nietzsche escribió durante sus últimos años de vida. Por lo tanto, La voluntad de poder permitirá cubrir aquellos vacíos dejados de lado por la selección de fragmentos póstumos antes explicada –de 1885 a 1889-, y que están completamente abocados a la voluntad de poder y, en algunos casos, a la vida como voluntad de poder. 7 voluntad de poder, el conocimiento como voluntad de poder, entre otros)3. La voluntad de poder no es una idea unitaria y entraña en sí misma una constelación de usos e interpretaciones. El sólo hecho de afirmar una unidad o una identidad en la idea de voluntad de poder es un contrasentido, pues la voluntad de poder sólo está referida a la fuerza y al incremento de ésta.4 Ahora bien, habría que preguntarse qué es la vida entendida como voluntad de poder y en qué consiste el proceso vital si se lee como voluntad de poder. Para Nietzsche, la vida es, como se expuso más arriba, una expresión del crecimiento del poder (NF: KSA 1887, 9 [13]). Es decir, la vida es un proceso en donde el crecimiento y la expansión constante de la fuerza juegan un rol preponderante. La vida es, para el Nietzsche maduro-tardío, una expresión del crecimiento y de la auto-expansión del ser vivo. Por otra parte, la idea de vida como voluntad de poder consiste en un proceso en donde se produce una desapropiación del sí mismo del ser vivo,5 pues la voluntad de poder quiere por sí misma, no hay un ego que la impulse a querer-más. Además, en la idea de vida como voluntad de poder lo que impera no es una pulsión de preservación –o auto-preservación- de la vida, sino de expansión, de crecimiento. Es decir, no hay una apropiación del sí mismo que está ocupado en la tarea de vivir bajo la forma de la primera persona o del ego, ni en general parece haber auto-apropiación bajo la forma de ningún sujeto, sino que la 3 Se volverá sobre este punto en el segundo capítulo de esta tesis. “La voluntad de acumular fuerza como específico para el fenómeno de la vida, para la nutrición, la reproducción. La herencia, para la sociedad, el Estado, las costumbres, la autoridad. ¿No deberíamos tener el derecho de admitir esta voluntad como causa motora incluso en la química? (…) el querer-llegar-a-ser-más-fuerte por parte de todo centro de fuerza es la única realidad, -no autoconservación, sino apropiación, querer-llegar-a-dominar, quererllegar-a-ser-más, querer-llegar-a-ser-más-fuerte” (NF: KSA 1888, 14 [81]). Al mismo tiempo, Nietzsche menciona en Más allá del bien y el mal, en el aforismo número 13: “algo vivo quiere, antes que nada, dar libre curso a su fuerza –la vida misma es voluntad de poder” (MBM 13) 5 Como sostiene Nietzsche en uno de sus fragmentos póstumos: “Siguiendo el hilo conductor del cuerpo. El protoplasma que se divide ½ + 1/2 no =1, sino =2. (Con ello) caduca la creencia de la mónada alma” (NF: KSA 1885, 2 [68]). Es decir, Nietzsche se opone a la unidad irreducible de un sujeto, de una mónada, de un individuo, pues ve en ello unidades ficcionales. Como dice en La voluntad de poder: “Aunque se necesitan las «unidades» para poder contar, no quiere esto decir que tales unidades «existan». El concepto de unidad está derivado del concepto de nuestro «yo», que es nuestro más antiguo artículo de fe” (VP 628). Por otra parte, Nietzsche afirma que la voluntad de poder no conserva el sí mismo del organismo vivo, sino que lo degrada, lo disemina, lo desapropia: “No se puede derivar la actividad más básica y originaria del protoplasma a partir de una voluntad de autoconservación: pues éste absorbe de una maneta absurda más de lo que exigiría su conservación: y sobre todo no «se conserva» al hacerlo, sino que se descompone… la pulsión que aquí impera ha de explicar precisamente este no-querer-conservar-se” (NF: KSA 1887, 11 [121]) 4 8 voluntad de poder interrumpe la conformación de este sí mismo singular, para afirmar el querer-más y el incremento de la fuerza. Como sostiene Nietzsche: “se desprende una voluntad de poder en el proceso orgánico, en virtud del cual fuerzas dominantes, plasmantes, imperiosas, aumentan constantemente el campo de su poder y, dentro de los límites de aquél, simplifican siempre de nuevo: el imperativo «creciente»” (VP 637). Crecer-más, aumentar el poder, expansión, todo ello remite a una afirmación de la fuerza, cuya consecuencia produce una interrupción del sí mismo del organismo que vive, en tanto interrupción del impulso de auto-conservación. Esto se debe a que en la voluntad de poder opera una multiplicidad de fuerzas que luchan entre sí y que no logran conformarse nunca como una unidad cerrada e idéntica a sí misma. No hay un sujeto en la voluntad de poder, pues en ella hay una pluralidad de fuerzas que actúan y desapropian cualquier intento de conformación de algún ego. Como sostiene Nietzsche: ¿Quizá no sea necesaria la suposición de un sujeto; quizá sea lícito admitir una pluralidad de sujetos, cuyo juego y cuya lucha sean la base de nuestra ideación y de nuestra conciencia? ¿Una aristocracia de células en la que el poder radique? ¿Algo así como «pares», acostumbrados a gobernar unidos, con buen sentido del mando? Mi hipótesis: el sujeto como pluralidad. (VP 485) La vida entendida como voluntad de poder, entonces, es una multiplicidad de fuerzas remitidas al incremento del poder y al crecimiento. La vida en tanto voluntad de poder es una fuerza que desapropia el sí mismo del viviente, pues interrumpe el impulso de auto-conservación, en pos de apropiar el crecimiento de la fuerza y la expansión. Es aquí donde se puede introducir un problema en la idea de vida en tanto voluntad de poder, pues en esta noción de vida no se constituye un sí mismo ocupado en la tarea de vivir y de proporcionarse las condiciones necesarias para lograr la auto-preservación –sí mismo que sí estaría presente en otras representaciones sobre la vida, como la de Aristóteles en De Anima, 9 por ejemplo6. Si la vida es voluntad de poder, ¿cómo, entonces, este sí mismo singular de quien vive puede conformarse como una unidad? Si la idea de voluntad de poder entraña en sí misma una desapropiación del sí mismo, ¿cómo es posible afirmar una identidad singular en el organismo vivo que lo impulse a su auto-conservación? ¿Qué es lo que se termina afirmando en la idea de vida como voluntad de poder? Sobre la base de estas preguntas se encuentra el sentido de esta investigación, cuyo objeto es revisar la idea de vida a la luz de la voluntad de poder, poniendo énfasis en esa desapropiación del sí mismo que lleva a cabo la voluntad de poder sobre el ser vivo. Es decir, con la voluntad de poder no hay una singularidad irreducible que vive y que está abocada a la tarea de vivir y de auto-preservarse, sino que es la voluntad misma la que se afirma y desapropia cualquier identidad que pretenda contenerla. De este modo, la voluntad de poder se contrapone a la idea de vida en donde se constituye en el ser vivo un sí mismo preocupado meramente de su auto-preservación, pues la voluntad de poder interrumpe este sí mismo para afirmar el crecimiento, el querer-más y el incremento de la fuerza. O, en otras palabras, para afirmar la propia voluntad de poder en tanto movimiento auto-expansivo del ser vivo. La vida como voluntad de poder, entonces, es un proceso en donde el sí mismo del viviente no está determinado y fijo, sino que está en desarrollo y expansión constante, pues el crecimiento y el incremento de la fuerza inician en el ser vivo un movimiento de auto-superación que mantiene en suspenso la pulsión de auto-conservación. El problema planteado se hace pertinente para examinar, en un primer lugar, la idea de vida a la luz de la voluntad de poder elaborada por el Nietzsche maduro-tardío. En un segundo lugar, el problema y el tema planteados en este trabajo de investigación se hacen relevantes para mostrar cómo Nietzsche pone en cuestión la forma de entender la vida que consiste en la constitución y apropiación de un sí mismo en el viviente que lo llama a su 6 Como se mostrará en este trabajo, Aristóteles elaboró un concepto de vida en De Anima en donde es posible determinar un sí mismo en el ser vivo que está absolutamente abocado en vivir y en proporcionarse las condiciones necesarias para lograr auto-preservarse y mantenerse con vida. No obstante, se volverá sobre este punto más adelante. 10 auto-conservación. Para Nietzsche, la vida como voluntad de poder no constituye en el ser vivo un sí mismo tendiente a lograr la auto-preservación, sino que interrumpe este sí mismo para afirmar la fuerza siempre creciente y auto-expansiva de la voluntad de poder. La estructura de este trabajo de investigación se compone de tres partes. La primera de ellas se desarrollará sobre la reconstrucción de la manera aristotélica de entender la vida, elaborada principalmente en el libro De Anima. Esto se hará con el fin de desarrollar un trasfondo a partir del cual se haga posible elaborar la lectura de vida como voluntad de poder que está en juego en esta tesis. El De Anima es un tratado acerca de la vida y del principio de animación del ser vivo, en donde Aristóteles intenta explicar qué cosa anima al ser vivo para que esté vivo. Aristóteles sostiene que el principio de animación del ser vivo es el alma (DA 402a 5), pues ésta es el principio y causa del cuerpo viviente (DA 415b 5). Aristóteles sostiene que la vida no es una propiedad, sino un proceso que consiste en el cumplimiento de las funciones propiamente vitales con el fin de mantener la vida. Como sostiene: “Llamamos «vida» a la autonutrición [de un ser vivo], al crecimiento y al decrecimiento” (DA 412a 15). Como señala la cita, en el proceso vital de auto-alimentarse, crecer y envejecer –en suma: de vivir-, lo que emerge es el autos o el sí mismo del organismo vivo, como aquél que es responsable de su vivir y de preservar su vida. Vale decir, es el autos –o el sí mismo- del organismo vivo el que está absolutamente abocado en esta tarea de vivir y de mantenerse con vida, pues el vivir es un proceso propio, radicado en un sí mismo. De este modo, Aristóteles elabora un concepto de la vida que consiste en un proceso en donde se constituye un sí mismo singular en el viviente, que lo impulsa a cumplir con las funciones vitales con el fin de preservar –o auto-preservar- la vida. Este concepto de vida presente en Aristóteles servirá de trasfondo para sostener los análisis sobre Nietzsche y la vida en tanto voluntad de poder, pues en la noción de vida aristotélica está en juego la constitución de un sí mismo en el ser vivo tendiente a lograr la conservación de su vida, mientras que en Nietzsche este sí mismo es interrumpido por la voluntad de poder, que impele 11 al viviente a su auto-expansión constante. El análisis del concepto de vida en De Anima, entonces, permitirá dar inicio a una concepción sobre la vida en donde lo principal es la conservación de ésta mediante la constitución de un sí mismo en el ser vivo, el cual lo llama a su auto-preservación. Este trasfondo ayudará a iluminar, en los capítulos siguientes, la manera en que Nietzsche rompe con este modo de ver la vida como mera conservación. La segunda parte de este trabajo se ocupará de desarrollar la idea de vida en tanto voluntad de poder en Nietzsche. Para esto, se reconstruirán y sistematizarán brevemente los sentidos del concepto de vida a lo largo de su obra y qué significa para Nietzsche la idea de voluntad de poder. Luego, se tematizará la idea de vida en tanto voluntad de poder, para enlazar esta idea a las nociones de multiplicidad, lucha, crecimiento y expansión, como formas constitutivas de la vida como voluntad de poder. La tercera parte de este trabajo estará enfocada en la hipótesis de esta tesis, a saber: la idea de vida como voluntad de poder desapropia el sí mismo del ser vivo, ya que interrumpe la pulsión de auto-conservación en pos de lograr el incremento y expansión de la fuerza. Para esto, se contará con la distinción entre activo y reactivo que Deleuze realiza en Nietzsche y la filosofía, como los dos tipos de fuerzas que están presentes en el cuerpo y en la idea de voluntad de poder.7 Esta distinción será útil para determinar de qué manera la fuerza activa se erige contra el impulso reactivo de la auto-conservación y a favor de la afirmación y derroche de la fuerza. Además, en este tercer capítulo se reconstruirá brevemente la discusión que Nietzsche sostuvo con la ciencia, particularmente, con el darwinismo, pues ve en ellos el triunfo de las fuerzas reactivas. Por otro lado, se expondrá la crítica que Nietzsche realizó contra las ideas de unidad, agente y entidad, con el fin de iluminar la valoración de la voluntad de poder como irreducible multiplicidad. Finalmente, se desarrollará cómo la idea de vida, en tanto voluntad de poder, es una fuerza anti-apropiante que interrumpe la pulsión de 7 Para ver más desarrollada la distinción entre la fuerza activa y reactiva, ver las páginas 61, 62, 63, 64, 81, 89, 92, 101, 142, 143 en: (Deleuze, Gilles 2008) 12 auto-conservación del ser viviente, para afirmar el crecimiento y la expansión de la fuerza como motores de la vida. 13 PRIMER CAPÍTULO: Concepto de vida en De Anima de Aristóteles Como se anunciaba en la introducción, en esta tesis se pretende someter a examen el concepto nietzscheano de vida como voluntad de poder, para determinar en qué medida esta conceptualización provoca una interrupción o una desapropiación del sí mismo del ser vivo. Por una apropiación del sí mismo en el ser vivo se entiende una afirmación del autos del viviente que lo impulsa a su auto-conservación. Es decir, aquellos seres vivos que sólo están ocupados en la preservación de su vida, valiéndose de los criterios de adaptación y utilidad para la vida, son los que estarían continuamente apropiándose de un sí mismo mediante un proceso de autopreservación. La desapropiación del sí mismo, en cambio, es aquella que se produce cuando la voluntad de poder impulsa al organismo vivo a su autoexpansión, o a una auto-superación constante, abstrayéndose de la pulsión de conservación. Por esta razón, examinar el concepto de vida en Nietzsche a la luz de la voluntad de poder e intentar señalar cómo esta noción de vida desapropia el sí mismo del ser vivo, no es una tarea sencilla. No es una tarea sencilla, en primer lugar, porque en la misma conceptualización madura-tardía de vida que dibuja Nietzsche es posible vislumbrar un movimiento doble: por un lado, una apropiación del sí mismo del ser vivo, sobre todo en aquellos seres vivientes que buscan auto-conservarse mediante los criterios de utilidad y preservación de la vida8; y, por el otro, aquel movimiento de desapropiación del sí mismo del ser vivo, debido al despliegue de la voluntad de poder, como una interrupción de la apropiación del sí mismo en vista de la afirmación del 8 Como se verá en el segundo y, principalmente, tercer capítulo de esta tesis, Nietzsche ve en el conocimiento teórico y la ciencia un intento por entregar las condiciones de posibilidad y mantenimiento de la vida, en la medida en que se facilitan criterios de utilidad y conservación de ésta. En el aforismo 110 de La gaya ciencia, Nietzsche dice: “el vigor de los conocimientos no reside en su grado de verdad, sino en su edad, en su haber sido asimilados, en su carácter como condición de la vida” (GS 110). O un poco más adelante, en el mismo aforismo: “El pensador: es ahora el ser en el que la pulsión hacia la verdad y aquellos errores conservadores de la vida luchan su primera lucha, una vez que también la pulsión hacia la verdad ha demostrado ser un poder conservador de la vida” (GS 110). Como se verá en el capítulo tercero, esta apropiación de la vida mediante el conocimiento y los criterios de utilidad, es una forma reactiva de la fuerza de la vida entendida como voluntad de poder. 14 crecimiento y aumento de la fuerza.9 En segundo lugar, no es una tarea fácil abordar la noción tardía de vida en Nietzsche porque va contra el concepto tradicional de vida. Es decir, en la noción tardía de vida nietzscheana, entendida como voluntad de poder, es posible distinguir una contraposición a la idea tradicional de comprender la vida –idea que ha sido demarcada, principalmente, por Aristóteles.10 La concepción tradicional sobre la vida es aquella que vislumbra a la vida -y al ser vivo- como una apropiación y afirmación de un sí mismo en el ser vivo que lo aboca a la tarea de vivir –o de no dejar de vivir.11 Si la voluntad de poder, o el despliegue de la fuerza de la voluntad de poder, desapropia el sí mismo del ser vivo, claramente esta idea se contrapone a la manera tradicional de comprender la vida como constante apropiación de un sí mismo en el viviente, que lo hace responsable de su vivir y de su conservación. Si uno vuelve sobre el tratado De Anima de Aristóteles -libro que, además, es uno de los fundadores del concepto de vida en la tradición filosófica occidental-, es posible determinar una contraposición palpable entre la conceptualización aristotélica y nietzscheana acerca de la vida. Sin embargo, para llegar a este contraste entre las concepciones nietzscheana y aristotélica sobre la vida, hay que realizar antes una breve caracterización del concepto de vida aristotélico fundado en De Anima. De esta manera, el presente capítulo se ocupará de una revisión general del concepto de vida trazado por Aristóteles en su libro De Anima, que puede ser considerado como el pie que da inicio a la elaboración de un concepto filosófico tradicional, dominante, sobre la vida. Este examen a la noción de vida elaborado por Aristóteles en su tratado acerca del alma, servirá como trasfondo 9 Esta última idea se desarrollará más cabalmente en el tercer capítulo de esta tesis. Es posible situar a Aristóteles como uno de los primeros en ofrecer una conceptualización de la vida que, además, coincide con la idea de vida como una constante apropiación del sí mismo en vista de la auto-preservación del ser vivo. Como se verá a lo largo del presente capítulo, Aristóteles concibe a la vida como un proceso en donde se afirma constantemente un telos en el ser vivo, que le proporciona al viviente las condiciones necesarias para que cumpla con sus funciones vitales y, por lo tanto, para que logre auto-preservarse. 11 En gran parte, esta idea sobre una manera tradicional, dominante, sobre la vida está tomada del libro de Juan Manuel Garrido On Time, Being, and Hunger. Challenging the tradicional way of thinking life (2012). 10 15 para analizar el concepto tardío de vida en Nietzsche y su idea de la vida como voluntad de poder.12 En este capítulo, entonces, se realizará una breve reconstrucción de la idea de vida elaborada por Aristóteles en De Anima, donde se partirá, en una primera sección, con una breve presentación del tratado acerca del alma. En la segunda sección, se abordará el concepto de vida en Aristóteles a la luz de la diferencia entre la vida y la muerte13 –o, más bien, en la diferencia radical entre lo animado y lo inanimado. Luego, en la tercera sección, se realizará una lectura de la noción de vida en Aristóteles como emergencia del autos o del sí mismo singular del ser vivo. Es decir, en esta sección se intentará mostrar cómo el proceso vital constituye, para la elaboración de vida realizada por Aristóteles, una afirmación del sí mismo del ser vivo, sí mismo que lo llama a una responsabilidad irrenunciable con respecto a su vida y a la tarea de mantenerla. Claramente, esta sección no busca contribuir a los estudios aristotélicos sobre el De Anima, sino que pretende elaborar un concepto de vida que sirva de trasfondo y que pueda oponerse, más tarde, a la conceptualización madura-tardía nietzscheana sobre la vida como voluntad de poder. Por esto, esta sección será clave para lograr una contraposición con Nietzsche, para señalar cómo su idea de vida, entendida como despliegue de la voluntad de poder, tensiona y se contrapone al modo tradicional, aristotélico, de comprender la vida como constante apropiación de un sí mismo.14 Y, finalmente, la cuarta sección se ocupará de examinar qué rol juega la órexis en los seres vivos para Aristóteles. Si la órexis es la que provoca que los seres vivos se pongan en movimiento, será interesante realizar un breve repaso de ella para determinar en qué medida impulsa el movimiento de los vivientes. Si en Nietzsche el movimiento es impulsado por la voluntad de poder, en Aristóteles éste es causado por la 12 Esta contraposición entre el concepto de vida aristotélico con el nietzscheano –este último como una forma de tensionar la forma tradicional de entender la vida-, se realizará en el último capítulo de esta investigación, una vez trazado el mapa conceptual de la idea de vida en Aristóteles y en Nietzsche. 13 Esta distinción entre la vida y la muerte, distinción que se hace preponderante a lo largo de la tradición filosófica para entender la vida, es de suma importancia para contrastarla con Nietzsche. Si en Aristóteles hay una diferencia radical entre lo vivo y lo no-vivo, entre la vida y la muerte, entre lo animado y lo inanimado, en Nietzsche esta diferencia se desdibuja, se diluye con la idea de la vida como voluntad de poder. La voluntad de poder se expande y crece de tal modo que incluso le es indiferente la muerte del organismo vivo donde ésta ejerce su fuerza. Se volverá sobre esto en el último capítulo de esta tesis. 14 Nuevamente, esta contraposición se efectuará en el tercer capítulo de esta tesis. 16 órexis. El presente capítulo, entonces, nos abrirá el camino para caracterizar cómo entiende Aristóteles a la vida y al ser vivo –y, en general, cómo tradicionalmente se ha entendido a la vida-, para generar un trasfondo que sirva para examinar la noción de vida en Nietzsche como voluntad de poder. 1.1.- Consideraciones generales sobre De Anima El De Anima de Aristóteles es un tratado acerca de la vida y del principio de animación del ser vivo. En este tratado, Aristóteles intenta explicar qué es lo que hace que el ser vivo esté vivo o, mejor dicho: qué cosa anima al ser vivo para que esté vivo. De esta manera, este libro constituye uno de los primeros tratamientos sistemáticos acerca de la vida y de los seres vivos. Aristóteles plantea la cuestión del alma desde una perspectiva naturalista o, más bien, desde una óptica que intente explicar el fenómeno de la vida. Como comenta Tomás Calvo Martínez en la presentación del libro Acerca del Alma, traducido por él: “El tratado ‘Acerca del Alma’ no es sino un tratado acerca de los vivientes, acerca de los seres naturales dotados de vida” (Calvo Martínez, Tomás 2010: 9). En otras palabras, Aristóteles en De Anima, con el fin de proporcionar una explicación sobre el principio de animación del ser vivo, analiza las propiedades y funciones que la vida tiene en los seres vivos. El alma es, para Aristóteles, el principio de vida –o el principio de animación- en los seres vivos. Como establece Aristóteles en el libro primero de De Anima: “[el alma] es como un principio de los seres vivos” (DA 402a 5) o como dice más adelante: “El alma es causa y principio del cuerpo viviente” (DA 415b 5). Por lo tanto, sólo puede haber alma en los seres vivos, en los entes animados. Es decir, el alma sólo está referida a los cuerpos animados y vivos, no puede haber alma en un ente natural inanimado.15 Como comenta Marcelo Boeri: “Cualquier alma (vegetativa, sensitiva o racional) se da solamente en un ser orgánico natural” (Boeri, Marcelo 2010: XXVI). 15 Como sostiene Marcelo Boeri en la introducción de su traducción de De Anima, “«alma» siempre se entiende en referencia a un cuerpo animado” (Boeri, Marcelo 2010, XXVI). Es decir, en una piedra o en un ente natural inanimado no puede haber alma, pues ésta siempre está en los entes naturales animados. 17 Ahora bien, ¿qué es el alma? ¿Qué es, para Aristóteles, el alma en cuanto principio de animación del ser vivo? Ésta es una de las primeras definiciones de alma que Aristóteles ofrece en De Anima: “Es forzoso, entonces, que el alma sea una sustancia en el sentido de forma de un cuerpo natural que en potencia tiene vida” (DA 412a 15-20). Con esta definición tenemos, en primer lugar, que el alma es una ousía16 en el sentido de una forma; en segundo lugar, que el alma sólo está referida a un ente natural con vida, a un organismo vivo, a un ser vivo.17 Que el alma sea una ousía o una sustancia en el sentido de forma, quiere decir que el alma es una actualidad primera, es decir, que dispone de una facultad o capacidad para ejercer ciertas funciones –en este caso, la facultad o capacidad de poder ejercer las funciones propias de los seres vivos-18 que pueden o no estar siendo ejercidas (DA 412a 20-25). Como nos dice Aristóteles: “El alma es prioritariamente aquello gracias a lo cual vivimos, sentimos y pensamos, de modo que sería un cierto principio explicativo, es decir, una forma, no materia, esto es, sustrato” (DA 414a 10). El alma, entonces, es aquella actualidad o capacidad que permite que los seres vivos puedan realizar sus funciones vitales. Estas funciones vitales son: la facultad nutritiva, sensitiva, desiderativa, motora y discursiva o racional. Claramente, no todos los seres vivos cumplen con todas esas funciones para poder ser llamados vivos, de hecho, las plantas sólo cumplen con la primera función, a saber: la nutritiva. Un ser vivo es llamado vivo sólo si cumple alguna 16 Aquí es necesario remitir a las tres definiciones básica de ousía que da Aristóteles en su libro De Anima: “Hablamos de «sustancia» [ousía] como de un género de lo que es, y de esta en un sentido como materia, lo que por sí mismo no es un «esto», en otro sentido la configuración o, más precisamente, la forma, en virtud de la cual ya se dice un «esto» y, en tercer lugar, lo que se compone de ambas cosas” (DA 412a 5). Es decir, la ousía es definida por Aristóteles –en De Anima- de tres maneras, a saber: en tanto materia, en tanto forma y, por último, en tanto compuesto de ambas. El alma, por lo tanto, es una sustancia en cuanto forma, porque es lo que otorga la configuración a un cuerpo vivo o, en términos aristotélicos, la actualidad primera de un cuerpo orgánico. 17 Como sostiene Jennifer Whiting en su artículo Living bodies:”Es relativamente poco controversial que Aristóteles compromete la existencia de los cuerpos orgánicos como esencialmente con alma. Para Aristóteles el alma no es solo la esencia (to ti en einai) de una cierta clase de cuerpos (DA 412b 11-12), sino que también que esos cuerpos son organikon (412a 29-b1).” (Withing, Jennifer 1992: 77). O como explica más adelante, “Un cuerpo natural está potencialmente vivo sólo si está dada la presencia de una causa eficiente interna de su ser vivo –es decir, sólo si está dada la presencia de su alma” (Withing, Jennifer 1992: 91). O sea, el alma es el principio de animación de sólo una clase de ente natural, a saber: los seres animados. Sólo ellos tienen alma y sólo ellos, además, están vivos gracias a ella. 18 Como explica Boeri en su introducción al De Anima: “el alma como forma es lo que le permite al ser vivo ser un ser vivo (i.e. vivir), lo que le permite a un cuerpo natural cumplir con sus funciones propias (crecer, desarrollarse, nutrirse, percibir y pensar)” (Boeri, Marcelo 2010, XLI). 18 de estas funciones y si posee alma. Como la nutrición es la facultad más básica de los seres vivientes, cualquier ser natural que tenga la facultad de autonutrición será un ser vivo, por lo tanto, la auto-nutrición es la que distingue a los seres animados de los inanimados. Y es el alma la que pone en movimiento o permite la facultad nutritiva –así como todas las demás funciones vitales. Como se citó más arriba, el alma es causa y principio del ser viviente (DA 415b 5). Ahora bien, ¿qué quiere decir que el alma sea causa y principio del ser viviente? Aristóteles nos dice: El alma es causa y principio del cuerpo viviente. Estos, sin embargo, se dicen de muchas maneras y, de modo similar, el alma es causa de acuerdo con tres modos determinados [de ser causa], pues el alma es causa (i) como aquello desde donde se produce este movimiento, (ii) como aquello en vista de lo cual y (iii) como la sustancia de las cosas animadas. Ahora bien, que [el alma es causa] como sustancia es evidente, pues la sustancia es causa del ser para todas las cosas, y vivir es el ser para los vivientes, y causa y principio de eso es el alma. (DA 415b 8-15) Es decir, el alma es la causa y principio del ser viviente en cuanto causa motriz, causa final y causa formal. El alma es, primeramente, quien pone en movimiento o en obra las funciones o facultades propias de los seres vivos. Por otra parte, el alma es considerada como un fin en los vivientes, pues éstos son en vistas del alma, es en virtud de ella que pueden realizar sus actividades. Y, por último, el alma es una causa formal porque es el ser de los vivientes, su sustancia, el hecho de que éstos sean seres vivos. Entonces, Aristóteles piensa el alma como principio y causa del ser viviente, como aquello que permite que el ser vivo esté vivo y pueda ejercer sus facultades propias para mantenerse con vida. El alma es, finalmente, el principio de vida para Aristóteles, aquello sin lo cual los seres vivos no podrían realizar sus funciones básicas de seres vivientes ni tampoco vivir. En otras palabras, hay una identificación en Aristóteles entre el alma y la vida, pues la vida es imposible sin el alma y ésta, a su vez, imposible sin la vida –o sin el ser vivo. Ahora bien, hay que referirse al ser viviente, a qué es un ser vivo para Aristóteles. 19 1.2.- El ser vivo como diferencia entre la vida y la muerte Si el alma es el principio de animación del ser vivo, aquello gracias a lo cual el ser vivo está vivo, entonces la principal diferencia entre un ser animado y un ser inanimado es el alma o, más precisamente, la vida. Aristóteles distingue dos clases de entes naturales: los animados y los inanimados, los vivos y los inertes. Como nos indica Aristóteles: “Entre los cuerpos naturales, algunos tienen vida, otros no la tienen” (DA 412a 10). De acuerdo con esta cita, la distinción entre entes naturales animados e inanimados está dada por la vida. Es decir, es la vida (zoe) la que marca la diferencia entre lo vivo y lo muerto, entre lo animado y lo inanimado, entre el ser vivo y el cuerpo inerte. La vida –o el vivir- es lo que constituye la diferencia radical entre lo vivo y lo muerto. Como sostiene Aristóteles: “decimos que lo animado se distingue de lo inanimado por vivir” (DA 413a 20). El fenómeno de la vida es posible sólo gracias a esta diferencia inapelable entre la vida y la muerte, entre lo animado y lo inanimado. Aquella diferencia, el vivir, sólo es posible gracias al alma, gracias a que algunos entes naturales poseen alma y, por ende, viven, y aquéllos que no poseen alma y son, por consiguiente, inanimados. En otras palabras, la vida misma se configura a partir de esta diferencia radical entre la vida y la muerte. Como comenta Calvo Martínez en la introducción de su traducción del De Anima: La perspectiva en que se sitúa [Aristóteles] es la explicación del fenómeno de la vida. El razonamiento subyacente a su planeamiento es, más o menos, el siguiente: en el ámbito de los seres naturales los hay vivientes y no-vivientes; entre aquéllos y éstos existe una diferencia radical, una barrera ontológica infranqueable; ha de haber, por tanto, algo que constituya la raíz de aquellas actividades y funciones que son exclusivas de los vivientes. Este algo –sea lo que sea- es denominado por Aristóteles alma (psyché). (Calvo Martínez, Tomás 2010: 8-9) Esta barrera infranqueable o radical que distingue al ser animado del inanimado es el vivir, el hecho de estar viviendo. Y el vivir está dado por el alma, pues, como ya se dijo, ella es el principio de animación, el principio de vida del ser vivo. Por lo tanto, es el vivir en su desmarque absoluto con la 20 muerte lo que constituye la vida del ser vivo. El ser vivo está vivo justamente porque tiene alma y porque no está muerto, vale decir: porque la vida misma se forma a partir de esta diferencia con la muerte. Sin embargo, hay que distinguir en qué consiste el vivir o el proceso de estar viviendo. Para Aristóteles, los seres animados se distinguen de los inanimados, además de vivir, por el movimiento propio –o el auto-movimiento. Como comenta David J. Furley en su artículo Self Movers: “Moverse a sí mismo [o por sí mismo] es una ‘propiedad de la vida’ y confinada a las cosas que tienen alma” (Furley, David 1994: 165). Las cosas naturales inanimadas, en cambio, son movidas por algo, no por sí mismas. Por ello, es una propiedad de la vida el auto-movimiento, la capacidad de moverse por sí mismo o de cambiar.19 Como señala Aristóteles: “Claramente parece que lo animado sobre todo se diferencia de lo inanimado por dos [características]: el movimiento y la percepción sensorial” (DA 403b 25). De esta diferencia que da Aristóteles entre lo animado y lo inanimado, hay que destacar el movimiento, pues, estrictamente hablando, sólo el auto-movimiento es compartido por todos los seres vivos, a diferencia de la percepción que sólo la tienen los animales y los seres humanos. El movimiento propio es la facultad básica que todo ser vivo tiene, y es aquello que, además de vivir, lo distingue de los seres inanimados. Aristóteles enumera una lista de funciones vitales, de las cuales la autonutrición es la única que es común a todos los vivientes.20 La auto-nutrición, por tanto, puede ser considerada como un movimiento, pues el organismo produce cambios y transformación por medio de la alimentación –como el crecimiento del ser vivo. Para Aristóteles, algo vivo es considerado vivo si cumple, al menos, alguna de estas funciones. Como señala en De Anima: “«vivir» se dice de muchas maneras, y sostenemos que algo vive únicamente si uno de estos [factores] se da [en ello]: intelecto, sensación, movimiento y reposo según el 19 Claramente, aquí hay que destacar que las plantas no pueden moverse por sí misma, pero sí tienen un movimiento propio: la auto-nutrición. La facultad o capacidad motora que todos los seres vivos comparten, entonces, es la auto-nutrición, el nutrirse por sí mismo. Como dice Aristóteles: “ «Llamamos facultad nutritiva» a la parte del alma que es de un tipo tal que también las plantas participan” (DA 413b 5). 20 Como nos señala Boeri en una nota al pie de su traducción de De Anima: “La «vida nutritiva» o «vegetativa» es condición necesaria de todas las demás formas de vida” (Boeri, Marcelo 2010: 65). 21 lugar21, y además el movimiento que se da en el proceso de alimentación, decaimiento y también crecimiento” (DA 413a 20-25). Entonces, un ser vivo es considerado como tal si cumple una, varias o todas estas funciones vitales. No obstante, sólo si cumple la facultad nutritiva es un ser vivo, pues ya poseería dos condiciones esenciales para ser un viviente: alma (alma nutritiva) y el movimiento propio -auto-nutrición, crecimiento, decrecimiento (DA 412a 15).22 De esta manera, Aristóteles demarca un límite que separa al ser natural animado del inanimado, siendo el primero un ser vivo gracias a su alma y a su vivir. Esto último es crucial para delimitar la frontera imborrable que separa a la vida y la muerte, pues la vida es el hecho, justamente, de una diferencia radical con la muerte, entre el vivir y el morir. Tal diferencia dibuja, al mismo tiempo, otra característica propia del concepto tradicional-aristotélico sobre la vida, que aquí servirá como trasfondo para el análisis del concepto maduro-tardío nietzscheano sobre ésta, a saber: la aparición de un sí mismo singular en el ser vivo, que lo impulsa a la tarea irrevocable de mantenerse con vida, de no morir. 1.3.- La emergencia del autos en el proceso de la vida Como ya se anunció en la primera sección, el alma es el principio de animación del ser vivo, aquello por lo cual un organismo vivo está vivo. La vida, para Aristóteles, se demarca a partir de su diferencia radical, inapelable, con la muerte. La vida sólo es vida a partir de su diferencia con la muerte. Ahora bien, existe una característica adicional propia del vivir en la conceptualización aristotélica sobre la vida, que consiste en comprender la vida no como una propiedad, no como una clase de determinación, sino como un proceso. La vida consiste en un proceso de estar viviendo, en un proceso de cambio y movimiento. Como señala Aristóteles en De Anima: “«Vivir» se dice de muchas 21 El movimiento y reposo según el lugar es la kinesis, que es el movimiento local. Sin embargo, lo que distingue al ser animado del inanimado es sólo el auto-movimiento y no la kinesis (pues una piedra puede tener movimiento local, algo la puede trasladar y así sufrir un movimiento o kinesis, pero no se mueve por sí misma). 22 Se volverá sobre este punto en la siguiente sección. 22 maneras, y sostenemos que algo vive únicamente si uno de estos [factores] se da [en ello]: intelecto, sensación, movimiento y reposo según el lugar, y además el movimiento que se da en el proceso de alimentación, decaimiento y también crecimiento” (DA 413a 20-25). En esta cita se desprende que si bien el vivir puede determinarse de muchas maneras, sólo si se cumple alguna de las funciones vitales ya se puede hablar de vida. Es decir, un ser vivo está vivo si cumple alguna de estas funciones vitales (auto-movimiento, sensación e intelecto). No obstante, la función o capacidad más básica vital, y que, por consecuencia, todo ser vivo comparte, es el movimiento. No solamente el movimiento locativo, el desplazamiento, sino que el auto-movimiento que se produce por la auto-nutrición, el crecimiento y el decrecimiento. El vivir, entonces, consiste en este movimiento de autoalimentación, crecimiento y envejecimiento. En otras palabras, tal como Aristóteles lo dice en su cita, vivir es un proceso, un proceso que consiste en no dejar de vivir y en mantener las condiciones adecuadas para conservar la vida. En este proceso de estar viviendo, emerge, a su vez, el sí mismo singular del ser vivo. Como sostiene Aristóteles: “Llamamos «vida» a la autonutrición [de un ser vivo], al crecimiento y al decrecimiento” (DA 412a 15). Vale decir, Aristóteles llama vida a ese proceso de auto-alimentación, autocrecimiento y auto-envejecimiento, a ese proceso donde se constituye o emerge de manera irremisible un autos. Vivir es el proceso donde emerge el sí mismo o el autos del ser vivo. Vivir es el nutrirse por sí mismo, crecer por sí mismo y decrecer por sí mismo, es el sí mismo del organismo vivo el que se afirma una y otra vez en el proceso de estar viviendo, en el proceso de mantenerse con vida. En otras palabras, la vida es un proceso absolutamente singular, la vida es un proceso que radica en un sí mismo, pues la causa y el responsable absoluto de mantenerse con vida, de vivir, es el viviente. Este proceso de mantenerse con vida está dado por el sí mismo del viviente, quien es responsable absoluto de su vivir.23 De esta manera, para el concepto 23 Claramente, el concepto de responsabilidad puede traer consigo una doble significación, a saber: por un lado, la responsabilidad en tanto una conciencia intencional (el ser humano como responsable absoluto de su actuar, por ejemplo) y, por el otro, la responsabilidad en tanto causa de algo (por ejemplo, los vivientes tienen una auto-finalidad que consiste en mantenerse con vida mediante el cumplimiento de sus funciones vitales que le son propias). En este 23 tradicional-aristotélico de la vida, el vivir es un hecho singular, que descansa en la singularidad del viviente, en su sí mismo volcado de manera irrenunciable a la tarea vivir y de mantenerse con vida. De este modo, Aristóteles conceptualiza a la vida como este proceso de estar viviendo y donde el ser viviente se constituye como una singularidad absolutamente abocada en su vivir y en preservar su vida. Aristóteles, tomando como ejemplo el auto-alimentarse, explica que el alma es la causa del alimentarse, aquello por lo cual le es permitido al ser vivo nutrirse. En este proceso de auto-nutrición, es el alma del viviente el que constituye a este último como un individuo singular y absolutamente responsable de su vivir. Como explica Aristóteles: El principio del alma es una facultad tal que conserva a lo que la tiene en cuanto tal, en tanto que el alimento le permite actuar. Es por eso que, si está privado del alimento, no puede existir. Pero puesto que hay tres factores –lo alimentado, aquello con lo que se alimenta y lo que alimenta-, lo que alimenta es el alma primera [la facultad o alma nutritiva]; lo alimentado, el cuerpo que la tiene, y aquello con lo que se alimenta, el alimento. Pero dado que es justo denominar a todas las cosas desde su fin, y su fin es generar [un individuo] como él mismo, el alma primera será generadora [de un individuo] como él mismo. (DA 416b 17-25) Es decir, a partir de esta función más básica del alma, la nutrición, es posible determinar la emergencia de un sí mismo en el ser vivo, cuyo principal objeto es hacerlo responsable de su vivir. El sí mismo del ser vivo aparece desde las formas más básicas de vida, como en las plantas, pues su facultad nutritiva lo impulsa a hacerse responsable de su nutrición, de su vida, de la mantención de su vivir. El alma primera –la nutritiva-, es la que constituye ese sí mismo absolutamente singular del viviente, pues lo impulsa a hacerse responsable de la conservación de su vida por medio de la auto-nutrición. De este modo, la conceptualización aristotélica de la vida se configura a partir de dos momentos: por un lado, desde una diferencia radical entre la vida y la muerte, entre lo animado y lo inanimado; y, por el otro, desde la emergencia de un sí mismo trabajo, el término de responsabilidad se emplea a partir de este segundo sentido –que es algo más laxo. 24 singular en el organismo vivo, que lo llama a ser absolutamente responsable de su vivir y de mantenerse con vida –o, en otras palabras, que lo llama a la autopreservación de su vida. Sin embargo, en el concepto aristotélico sobre la vida existe otro elemento fundamental que ayuda a contornear dicha conceptualización, a saber: la órexis o deseo. 1.4.- La órexis como causa del movimiento en el ser vivo Si el auto-movimiento es aquella facultad que todos los seres vivos comparten, desde las plantas a los seres humanos24, Aristóteles se pregunta qué es, entonces, lo que provoca o causa aquel movimiento. Aristóteles dirá que el deseo u órexis es lo que pone en movimiento al animal y al ser humano. Es decir, es la facultad de desear o la facultad desiderativa la que impulsa e inicia el movimiento en los animales y humanos25, los seres animados se mueven gracias a la órexis. Como dice Aristóteles: “En efecto, nada que no desee algo o lo evite se mueve, a no ser que lo haga a la fuerza” (DA 432b 15) o, como explica más adelante: “El animal puede moverse a sí mismo de esta manera en la medida en que [tiene] facultad de desear” (DA 433b 25). Entonces, lo que pone en movimiento a los animales y humanos es la órexis o deseo, esa capacidad de desear algo. Esta facultad de desear no se da, al mismo tiempo, sin la imaginación, la cual puede ser racional o sensitiva.26 Sin embargo, se debe precisar que Aristóteles distingue tres tipos distintos de deseos, que son: el apetito (epithymía), el impulso (thymós) y el anhelo o deseo 24 Claramente, las plantas no se desplazan de un lugar a otro, a diferencia de los animales y los humanos, pero sí tienen el movimiento básico que consiste en la nutrición, crecimiento y decrecimiento. Es decir, el movimiento de desplazamiento es algo que comparten ciertos animales con los humanos, pero el auto-movimiento que se da en el proceso de nutrición es compartido por todos los seres vivos, incluidas las plantas. Como señala Aristóteles: “Llamamos «facultad nutritiva» a la parte del alma que es de un tipo tal que también las plantas participan” (DA 413b 5). 25 Si bien las plantas, como ya se dijo, sí poseen cierto tipo de movimiento propio conducente a la auto-nutrición y al crecimiento, éstas no compartirían la facultad de desear, a diferencia de los humanos y los animales. Para desear, de acuerdo con Aristóteles, es necesario poseer, por un lado, la facultad sensitiva y, por el otro, la imaginativa. Sólo los animales y los humanos poseen sensación, a diferencia de las plantas que sólo poseen alma nutritiva. Ver, por ejemplo, DA 413a 30-413b. 26 Por ello es que la órexis sólo es una facultad de los animales y humanos, porque sólo ellos tienen facultad sensitiva. Los animales, sin embargo, no pueden poseer deseo racional, a diferencia de los humanos, que sí poseen intelecto. 25 racional (boúlesis). Aristóteles es claro en decir que incluso el intelecto es movido por el deseo (DA 433a 20), es decir, el deseo racional sigue siendo una clase de deseo, un desear algo. De esta manera, el motor del movimiento es el deseo, la facultad desiderativa, en la medida en que desea algo, a saber: el objeto de deseo.27 Y es el objeto de deseo lo que pone en movimiento a los seres vivos. Como señala Aristóteles: Todo deseo es también en vista de algo, pues lo que es objeto de deseo es el punto de partida del intelecto práctico, en tanto que su [fin] último es el punto de partida de la acción. Parece razonable, por tanto, que estas dos cosas –el deseo y el pensamiento práctico- sean principios de movimiento, pues lo que el objeto de deseo pone en movimiento y, en razón de ello, también mueve el pensamiento, porque su punto de partida es el objeto de deseo. Y cuando la imaginación mueve no lo hace sin deseo. El motor es, entonces, uno solo: la facultad desiderativa. (DA 433a 15-24) Entonces, es la órexis –o la facultad de desear- la que pone en movimiento tanto a los animales como a los humanos. Lo deseable siempre será lo que mueve, sin embargo, para desear algo es preciso contar con la facultad desiderativa. Por lo tanto, tanto la facultad de desear (orektikón) como el objeto de deseo (orektón) son absolutamente necesarios para poner en movimiento a los seres vivos que tienen facultad sensitiva o racional. Ahora bien, en la cita de más arriba Aristóteles realiza una diferenciación entre dos tipos de motores del movimiento: el deseo y el pensamiento práctico, vale decir, el bien. Como comenta Boeri en la introducción de su traducción de De Anima: “Aristóteles argumenta que lo que siempre mueve es lo deseable, pero lo deseable puede ser el bien real o el bien aparente” (Boeri, Marcelo 2010: CCX). Es decir, el bien real es el bien práctico, el bien entendido en vistas a una eticidad. Mientras que el bien aparente es aquél que le permite al viviente alcanzar cierta apetencia básica, como la nutrición, el crecimiento o evitar algún peligro. En otras palabras, está el deseo en cuanto persecución del 27 Como explica Henry Richardson: “Repetiré que el deseo siempre tiene un objeto. De hecho, ambos [el deseo como el objeto de deseo] están enlazados en una actualización particular” (Richardson, Henry 1992: 392). Tanto el deseo como el objeto de deseo están sumamente imbricados el uno en el otro, pues sin la capacidad desiderativa, no hay objeto de deseo que ponga en movimiento al viviente, y sin el objeto de deseo, no se activa la facultad de desear. 26 bien real o práctico, y aquel deseo que busca el bien aparente en cuanto aquel que brinda las condiciones necesarias para mantener la vida. J.B. Skemp en su artículo Orexis in De Anima III 10, comenta lo siguiente: La conclusión de esto más que ser un argumento enredado, parecería ser que existe en el hombre y en los animales una apetencia básica guiada por el razonamiento o por lo que nosotros debemos llamar no científicamente ‘instinto’ para actuar por elección o para evitar algo, basado en las causas exteriores de estimulación. Esto impulsa un determinado movimiento tendiente al desarrollo efectivo: el caso básico en los animales es buscar la comida apropiada y así conseguir su telos. Llegamos, por lo tanto, a una visión general de cómo conseguir la realización propia biológica o (en el caso del hombre) la realización moral. (Skemp, J.B. 1978: 187-188) Es decir, hay un deseo que es más básico y que es el que impele a los animales a proporcionarse las condiciones necesarias para su preservación (como el hecho de buscar la comida apropiada o de evitar algún peligro). Por otro lado, está el deseo humano, que consiste en buscar el bien práctico 28. Sin embargo, Aristóteles luego precisa que el pensamiento práctico también es una clase de deseo (DA 433a 20), a saber: un deseo racional. Por ello es que tanto el bien práctico como el deseo a secas son reducidos a la órexis, pues ambas clases de deseos permiten que el viviente sea puesto en movimiento. Entonces, es el objeto de deseo el que pone en movimiento –y el objeto de deseo es deseado, justamente, gracias a la capacidad desiderativa de los animales y los humanos. En el caso del ser humano, el objeto de deseo será el bien real o práctico, mientras que para los animales será el bien aparente (comida, abrigo, evitar algún peligro, etc.). Este bien aparente, no obstante, es lo bueno para los vivientes en relación con la realización de su telos. Es decir, para el ser vivo lo bueno será todo aquello que le proporcione las condiciones necesarias para lograr la preservación de su vida. Entonces, la causa final de todo movimiento en los animales y seres humanos es la órexis, la facultad de desear. Sin el deseo, ningún movimiento sería posible en el caso de los animales y de los humanos. En otras palabras, si la órexis causa el movimiento 28 Para ver con más profundidad el tema de la órexis en el De Anima de Aristóteles, ver los artículos Orexis in De Anima III 10 (1978) de J.B. Skemp, y Desire and the good in De Anima (1992) de Henry Richardson. 27 en los seres vivos, este deseo puede ser irracional –como en los animales-, en cuyo caso sólo operaría un deseo apetitivo o epithymía; o bien, este deseo puede ser uno racional (boúlesis), conducente a obtener el bien práctico. Por ello es que el deseo es tanto racional como irracional, y ambos son causa del movimiento en los seres vivos, pues sin la facultad desiderativa, el movimiento no podría ser puesto en obra. A lo largo de estas secciones se ha intentado contornear la conceptualización aristotélica sobre la vida, con el fin de ilustrar cómo esta concepción abre paso a la manera tradicional de entenderla, a saber: como un proceso que se determina a partir de una diferencia radical entre la vida y la muerte. Al mismo tiempo, en este proceso de estar viviendo, se constituye de manera irremisible un sí mismo singular en el viviente, el que lo hace absolutamente responsable de su vivir y de auto-conservar su vida. Estas dos características en torno a la vida ayudan a configurar el concepto aristotélico sobre ésta. Ahora bien, para tensionar esta conceptualización tradicional en torno al problema de la vida con la noción tardía de vida nietzscheana, es preciso referirse, en primer lugar, a qué es la vida para Nietzsche a la luz de la voluntad de poder. Por esta razón, el siguiente capítulo se ocupará de establecer qué es la vida en tanto voluntad de poder en el Nietzsche madurotardío. 28 SEGUNDO CAPÍTULO: Nietzsche y la vida como voluntad de poder Para sostener una lectura que aborde la noción de vida en Nietzsche a la luz de la voluntad de poder y que muestre, a su vez, cómo la idea de voluntad de poder desapropia el sí mismo del ser vivo29, es preciso definir qué es la voluntad de poder para Nietzsche y en qué sentido ésta puede ser entendida como vida. La noción de voluntad de poder es clave para entender el discurso nietzscheano maduro-tardío sobre la vida. De hecho, en más de una ocasión Nietzsche identifica la vida con la voluntad de poder.30 En todo el reino de la vida –y en la naturaleza en general- la voluntad de poder está presente. Sin embargo, la voluntad de poder no es una idea unitaria y entraña en sí misma una constelación de usos e interpretaciones. Es por esto que someter a examen la idea tardía de vida en Nietzsche a la luz de la voluntad de poder, requiere de ciertas precisiones previas en torno a tres conceptos claves en Nietzsche: la vida, la voluntad de poder y la vida entendida como voluntad de poder. La primera sección del capítulo ofrece una breve reconstrucción de los diferentes sentidos y configuraciones que Nietzsche le da a la idea de vida a lo largo de su obra.31 En la segunda sección, se intentará definir qué es la 29 Como se explicó en el capítulo anterior, por desapropiación del sí mismo del ser vivo se entiende aquel proceso de auto-expansión y crecimiento constante que la voluntad de poder realiza sobre los vivientes, en donde se produce una suspensión o interrupción del impulso de auto-conservación – entendida esta última como apropiación del sí mismo del ser vivo. 30 En sus fragmentos póstumos comprendidos entre los años 1885 a 1889, Nietzsche se refiere a la vida como voluntad de poder. Por ejemplo, “¿Pero qué es la vida? Aquí es necesaria, por lo tanto, una versión más precisa del concepto «vida»: mi fórmula para ello reza: la vida es voluntad de poder.” (NF: KSA 1885, 2 [90]). O como expresa en el aforismo 682 de La voluntad de poder: “La voluntad de acumular fuerzas es algo indispensable para el fenómeno de la vida, para la nutrición, la generación, la herencia, para la sociedad, el Estado, las costumbres, la autoridad” (VP 682). En sus escritos maduros y tardíos, Nietzsche identifica claramente a la vida con la voluntad de poder. De hecho, manifiesta en más de alguna ocasión que todo proceso orgánico puede ser reducido a la voluntad de poder. 31 En este punto es preciso aclarar que Nietzsche, a lo largo de su vasta obra, nunca abandonó el tema de la vida. De hecho, durante toda su obra la vida está presente como tema y motivo central de sus análisis filosóficos. Un repaso que intente dar cuenta de cómo Nietzsche ha entendido la vida a lo largo de su obra, es una empresa inabarcable y condenada al fracaso. Por esto, en esta tesis se tomarán algunos ejemplos puntuales para ilustrar cómo Nietzsche 29 voluntad de poder –si es posible dar una definición esencial de dicho concepto-, cómo se manifiesta la voluntad de poder y dónde ésta ejerce su influencia. En la tercera sección, se enlazará la idea de vida con la voluntad de poder, con el fin de mostrar cómo Nietzsche entiende la vida y la voluntad de poder como irremisiblemente imbricadas la una en la otra. Es decir, en esta tercera sección se intentará ofrecer una lectura de la vida en Nietzsche entendida a la luz de la voluntad de poder. Por último, la cuarta sección se enfocará en un análisis de la vida como voluntad de poder en tanto una constante lucha y multiplicidad de fuerzas. Esta cuarta sección dará el pie de inicio para abrir el último capítulo de esta tesis, que se enfoca en la tarea de mostrar cómo la voluntad de poder interrumpe constantemente la constitución del sí mismo singular del ser vivo en tanto que viviente. 2.1.- Nietzsche y la vida Gran parte del pensamiento filosófico de Nietzsche se ocupó en desentrañar el significado –o los distintos sentidos- que tiene la noción de vida. La obra filosófica nietzscheana se compone en gran medida por la idea de vida configurada a partir de los diferentes momentos por los que el pensamiento de Nietzsche va pasando. Por esto es que no hay una unidad en la idea de vida en Nietzsche, al contrario, ésta pasa por diferentes interpretaciones y asociaciones. Sin embargo, es posible distinguir algunos polos por los que la noción de vida en Nietzsche pasa a lo largo de su obra.32 Una posible distinción en torno al pensamiento nietzscheano sobre la vida puede darse de la siguiente manera: aquel pensamiento que se ocupa de la afirmación de la vida y aquel que sostiene una crítica contra los sistemas o valores que niegan la vida.33 entendió y configuró la noción de vida (aun a costa de caer en simplificaciones en la ilustración de estos ejemplos). 32 Carla Cordua, en su ensayo Nietzsche sobre la vida, distingue tres polos principales en torno al pensamiento nietzscheano sobre la vida: la descripción de la vida que se da en El nacimiento de la tragedia (la vida y la existencia justificadas estéticamente); la vida como voluntad de poder; y, por último, la vida configurada por diferencias culturales que provienen de sistemas de valores hostiles entre sí. En esta sección, se partirá sobre la base de esta distinción, sin embargo se enfatizará el primer y el tercer polo que Cordua establece, para dejar el tema de la voluntad de poder y la vida en una sección aparte. 33 Dentro de la obra nietzscheana, es posible situar los textos de El origen de la tragedia, La gaya ciencia, Así habló Zaratustra y algunos de sus fragmentos póstumos, como los 30 Dentro del primer grupo, puede incluirse la relación que existe entre vida y arte y, al mismo tiempo, la idea de vida como voluntad de poder. Dentro del segundo grupo, se puede incluir la crítica que Nietzsche establece contra la moral y el cristianismo, en cuanto estos últimos son vistos como negadores de la vida; asimismo, la idea del conocimiento teórico también para Nietzsche corresponde a una disminución del impulso vital. Como primer momento, se puede partir de las consideraciones que Nietzsche tuvo con respecto a la vida en su texto temprano El nacimiento de la tragedia. En este texto, Nietzsche tiende a justificar el mundo y la existencia estéticamente: “únicamente como «fenómeno estético» puede «justificarse» eternamente la existencia y el mundo” (NT 5). Es decir, la vida y la existencia como fenómenos estéticos son dignas de ser vividas para Nietzsche, porque en estas formas de vida se realiza una expansión –o auto-expansión- del sentimiento vital. Para Nietzsche, el sentimiento vital es aquel que va más allá de sí, que no repara en meros criterios de conservación o de utilidad, sino en el acrecentamiento de los impulsos, de la exuberancia y la fuerza34. En otras palabras, el sentimiento vital es expansivo y se contrapone a la mera conservación. En el arte dionisíaco existe un goce que provoca que haya un exceso de salud y vitalidad, y es justamente ese goce el que posibilita la justificación de la existencia y de la vida por medio del arte. La expresión de esta justificación estética de la existencia se ve consumada en la tragedia griega, pues es ahí donde el impulso apolíneo y dionisíaco logra una expresión colectiva que expande el sentimiento vital.35 Y es ese impulso de vitalidad –o especialmente dedicados a construir una noción afirmativa sobre la vida. En cambio, en La genealogía de la moral, Crepúsculos de los ídolos, Más allá del bien y el mal y parte de sus fragmentos póstumos, se puede encontrar una fuerte crítica a aquellos valores y sistemas que niegan la vida, que la disminuyen. Sin embargo, cabe destacar que la mayoría de su obra está traspasada por el concepto de vida y por mostrar cómo se puede ver aquel movimiento de negación y afirmación de la vida. 34 Nietzsche sostiene que la tragedia griega, como una de las máximas manifestaciones artísticas, surge “en medio de esta exuberancia de vida, de sufrimiento y de goce, plena de un éxtasis sublime” (NT 20). Es decir, la tragedia –como arte- se nutre, así como la vida, de la exuberancia, del exceso, de la jovialidad y, al mismo tiempo, del dolor. La vida, en tanto arte, no escatima en los meros criterios de conservación y en tratar de abolir todo aquello que pudiera ser doloroso o que implique algún riesgo, sino que su exuberancia consta, justamente, de caminar junto al riesgo, sufrimiento y goce. 35 Como sostiene Nietzsche con respecto al entrelazamiento de lo apolíneo y lo dionisíaco como justificadores de la vida: “A los ojos del apolíneo, el instinto dionisíaco se manifiesta aquí como la fuerza artística primitiva y eterna, que llama a la vida al mundo entero de la apariencia, 31 de exceso del sentimiento vital- el que da origen al arte trágico. Como sostiene Nietzsche: “¿De dónde vendría entonces la tragedia? ¿Quizás «de la alegría», de la salud exuberante, del exceso de vitalidad?” (NT, Ensayo de autocrítica 4). El arte, por lo tanto, es el gran estimulante de la vida, quien impulsa a la vida a dar más de sí y a expandirla.36 Sin embargo, Nietzsche advierte que hay tres peligros que pueden desestabilizar esta afirmación de la vida lograda por el arte trágico griego: el hombre teórico, el cristianismo y la moral.37 Para Nietzsche, Sócrates representa al hombre teórico de manera absoluta, pues éste encarna “esta inquebrantable convicción de que el pensamiento, por el hilo de Ariadna de la causalidad, puede penetrar hasta los más recónditos abismos del ser, y tiene el poder, no sólo de conocer, sino también de «reformar» la existencia” (NT 14). Este reformar la existencia tiene, para Nietzsche, claramente un significado negativo, pues en esa reformación lo que se logra es una disminución y un desgaste del sentimiento vital. El hombre teórico, por medio del conocimiento, produce una degeneración de la vida. En El nacimiento de la tragedia, Nietzsche sostiene más de una vez que el conocimiento es el enemigo del arte y de la vida.38 Sin embargo, es en otros textos de Nietzsche donde se puede ver de manera más clara el lugar que ocupa el conocimiento con relación a la vida. En La gaya ciencia, por ejemplo, Nietzsche relaciona el conocimiento con las condiciones de preservación de la vida. Es decir, el conocimiento es condición de posibilidad para el mantenimiento de la existencia, para la autoconservación de la especie y del en medio del cual es necesaria una nueva ilusión transfiguradora, para retener en la vida el mundo animado de la individuación. Si nos fuese posible imaginar la disonancia hecha carne ¿y qué es el hombre sino una disonancia hecha carne?-, para poder soportar la vida (…). Este es el verdadero fin del arte apolíneo; y el nombre de Apolo resume aquí para nosotros esas ilusiones innúmeras de la bella apariencia que hacen, en cada momento, digna de ser vivida la existencia y nos incitan a vivir el instante que sigue” (NT 24). 36 “El arte y nada más que el arte. ¡Es el que hace posible la vida, gran seductor de la vida, el gran estimulante de la vida! El arte es la única fuerza superior opuesta a toda voluntad de negar la vida, es la fuerza anticristiana, la antibudística, la antinihilista, por excelencia” (VP 848). 37 Pese a que el pensamiento nietzscheano cambió bastante luego de la publicación de esta temprana obra sobre el origen de la tragedia griega, es posible situar la crítica al hombre teórico, al cristianismo y la moral como una sostenida de manera continua a lo largo de la obra de Nietzsche. El pensamiento teórico, el cristianismo y la moral son tres elementos que disminuyen la vida, que la niegan e impiden el despliegue de ésta. Por ello es que estos tres elementos no sólo disminuirían el exceso de vitalidad logrado por el mundo trágico griego, sino también cualquier exceso de vitalidad que se de en cualquier plano más allá del arte. 38 Ver, por ejemplo, NT 7. 32 individuo.39 El conocimiento humano se erigió no con relación a los grados de verdad que pudiera alcanzar, sino en la medida en que brinda medios de utilidad para la vida y para su conservación. No obstante, Nietzsche argumenta que las formas de vida más fecundas son aquellas que caminan siempre con el acecho del peligro. El hombre teórico, cobijado en el alero del conocimiento que le brinda las condiciones de posibilidad para su conservación, no conoce del peligro. Es decir, existe una clara distinción entre la vida entendida como mera auto-conservación y la vida entendida como peligro. La vida como autoconservación es aquella vida que no se afirma a sí misma, que sólo está ocupada de los criterios de utilidad para evitar el peligro. La vida como peligro, en cambio, es aquella que se excede a sí misma, que no mide los grados de riesgo ni que vive de acuerdo a meros criterios de utilidad para la preservación. La vida como peligro, como constante riesgo, es afirmativa. Como indica Nietzsche: “Pues, ¡Creedme!, el secreto para cosechar la mayor fecundidad y la mayor fruición de la existencia es éste: ¡vivir peligrosamente!” (GS 283). Vivir peligrosamente significa, por un lado, no vivir reparando en los criterios de utilidad y de autopreservación que el conocimiento ha entregado. Y, por el otro, vivir siempre afirmando la vida en tanto riesgo, mediante la expansión40 y la exuberancia de ésta, aun a costa del peligro. El cristianismo, por su parte, se levanta no sólo contra el arte o el impulso artístico, sino también como una hostilidad hacia la vida. Nietzsche ve en el cristianismo una profunda “hostilidad a la vida, una rabiosa y vengativa repugnancia contra la vida misma” (NT, Ensayo de autocrítica 5). El cristianismo se erigió desde el comienzo, para Nietzsche, contra la vida, como un empobrecimiento de ésta. Como sostiene Nietzsche en el Crepúsculo de los ídolos: “Inventar fábulas acerca de «otro» mundo distinto de éste no tiene sentido, presuponiendo que en nosotros no domine un instinto de calumnia, de empequeñecimiento, de recelo frente a la vida: en este último caso tomamos venganza de la vida con la fantasmagoría de «otra» vida distinta de ésta, 39 En el aforismo 110 de La gaya ciencia, Nietzsche dice: “el vigor de los conocimientos no reside en su grado de verdad, sino en su edad, en su haber sido asimilados, en su carácter como condición de la vida” (GS 110). 40 El término de la expansión será crucial para el desarrollo de las dos últimas secciones de este capítulo, pues es una palabra capital para iluminar la idea de vida como voluntad de poder. 33 «mejor» que ésta” (CI, La razón en filosofía 6). El sujeto cristiano vive pensando en un más allá, en una vida posterior que condena la existencia en el mundo, pues ve en ella una expresión esencialmente inmoral. El cristianismo despotencia la existencia en la tierra porque ve en ésta una expresión y expansión de los impulsos e instintos. Como sostiene Nietzsche en El Anticristo: “¡Dios, degenerado a ser la contradicción de la vida, en lugar de ser su transfiguración y eterno sí! ¡En Dios, declarada la hostilidad a la vida, a la naturaleza, a la voluntad de vida! ¡Dios, fórmula de toda calumnia del «más acá», de toda mentira del «más allá»! ¡En Dios, divinizada la nada, canonizada la voluntad de nada!” (AC 18). El cristianismo traspasa el centro de gravedad de la vida al más allá41, lo que provoca una degeneración continua sobre la existencia del más acá. Fijar la mirada sobre la vida posterior es minar la existencia en la tierra, destruir los impulsos vitales y el instinto de expansión de la vida.42 El cristianismo combate todo el tiempo la pasión y los apetitos mediante la castración de ellos, mediante la extirpación de todos los impulsos vitales e instintivos que surgen de manera espontánea.43 De esta manera, la Iglesia y el cristianismo se erigen como una disciplina que extermina paulatinamente los apetitos vitales, lo que repercute en un deterioro de la vida entendida como la manifestación y expansión de los impulsos. Así como el cristianismo, la moral también es considerada por Nietzsche como una negación de la vida. Un fuerte instinto de decadencia rige a la moral, 41 Como dice el aforismo 43 de El Anticristo: “Cuando se coloca el centro de gravedad de la vida no en la vida, sino en el «más allá» -en la nada-, se le ha quitado a la vida como tal el centro de gravedad. La gran mentira de la inmortalidad personal destruye toda razón, toda naturaleza existente en el instinto, -a partir de ahora todo lo que en los instintos es beneficioso, favorecedor a la vida, garantizador del futuro, suscita desconfianza. Vivir de tal modo que ya no tenga sentido vivir, eso es lo que ahora se convierte en el «sentido» de la vida” (AC 43). O como sostiene en La voluntad de poder: “El otro mundo, tal y como se deduce de todo lo dicho, resulta sinónimo del no ser, de la no-vida, del deseo de no vivir” (VP 578). 42 La expansión de los impulsos y de la vida es el sentido de vida que Nietzsche parece defender en estos textos (Crepúsculo de los ídolos, Más allá del bien y el mal, La genealogía de la moral, El Anticristo), sin embargo, este concepto de vida como constante expansión Nietzsche lo adquiere de sus conceptualizaciones en torno a la idea de la voluntad de poder y, también, en torno a sus discusiones con la biología darwinista. Se volverá sobre este punto en la tercera sección de este capítulo y en el tercer capítulo de esta tesis. 43 Nietzsche sostiene en el Crepúsculo de los ídolos que la Iglesia “no pregunta jamás: ¿ «cómo espiritualizar, embellecer, divinizar un apetito»? En todo tiempo ella ha cargado el acento de la disciplina sobre el exterminio (de la sensualidad, del orgullo, del ansia de venganza). Pero atacar las pasiones en su raíz significa atacar la vida en su raíz: la praxis de la Iglesia es hostil a la vida” (CI, La moral como contranaturalaza 1) 34 como indica Nietzsche: “La moral misma, ¿no sería una «voluntad de negación de la vida», un secreto instinto de aniquilamiento, un principio de ruina, de decadencia, de denigramiento, un comienzo de un fin, y, por consiguiente, el peligro de los peligros?” (NT, Ensayo de autocrítica 5). Es decir, la moral es, para Nietzsche, perjudicial para la vida, porque juzga y condena los instintos. Los instintos tienen un valor fundamental para Nietzsche, porque son justamente ellos los que le proporcionan a la vida su carácter más propio, a saber: la expansión constante, la dimensión de la lucha, la preponderancia del cuerpo y de los impulsos.44 La moral le ha quitado el goce a la vida, así como su despliegue y embellecimiento, pues está constantemente procurando una moderación sobre los instintos e impulsos vitales. La moral condena la vida porque ve en ella un mero despliegue de inmoralidad, es decir, el mundo de la vida es, para el moralista, inmoral porque es una manifestación de instintos, impulsos y fuerzas que luchan entre sí. Por esta razón, el moralista combate los instintos e impulsos propios de la existencia, con el fin de mantenerlos dominados. Sin embargo, los valores morales descansan, según Nietzsche, en ilusiones y engaños: Yo creo siempre que la moral, la «Circe» de los filósofos, les juega siempre la mala partida de obligarles a ser en todo tiempo calumniadores. Creían en las «verdades» morales, encontraban allí valores superiores… ¿qué les quedaba por hacer sino decir «no» a la existencia, en vista de que la comprendían mejor?... pues tal existencia es inmoral… esta vida reposa en hipótesis inmorales, y toda moral niega la vida. (VP 456) La moral desprecia este mundo, porque ve en él un despliegue de inmoralidad. De esta manera, es la vida, en tanto despliegue y expansión de los impulsos, la que es degradada y rechazada por la moral, la cual traza un mundo de valores ajenos a este mundo de la vida. La moral, como la Circe de los filósofos, expande su embrujo sobre el mundo, con el fin de poner el valor no en la vida misma ni en la existencia terrena, sino en un más allá, como en el caso del cristianismo, o en un mundo de valores morales que disminuyen el impulso vital. 44 Se volverá sobre el tema de la expansión y de la lucha cuando se caracterice a la vida en tanto voluntad de poder, pues son nociones esenciales para elucidar qué significa la vida como voluntad de poder en Nietzsche. 35 De este modo, como se ha señalado a lo largo de la presente sección, se puede dibujar en Nietzsche tres aspectos que conspiran contra el despliegue de la vida y los impulsos, a saber: el hombre teórico, el cristianismo y la moral. No obstante, la vida no es vista por Nietzsche sólo en su sentido negativo y despontenciador –como conocimiento teórico, como valores morales o cristianos-, sino que hay ámbitos afirmativos de la vida que Nietzsche otorga especial atención, tales como el arte y la voluntad de poder. Este último concepto es clave para dibujar la noción tardía de vida en Nietzsche –y para bosquejar un sentido de vida de corte afirmativo-, pues Nietzsche identificará más de alguna vez a la vida con la voluntad de poder. Sin embargo, para desentrañar este enlace entre vida y voluntad de poder, es preciso referirse primero a la idea misma de voluntad de poder. 2.2.- Nietzsche y la voluntad de poder En mi concepto, la voluntad de poder es la forma primitiva de pasión, y todas las otras pasiones son solamente configuraciones de aquella (VP 680) Un discurso que pretenda abordar el tema de la voluntad de poder en Nietzsche debe tener en cuenta, en un primer lugar45, que la voluntad de poder 45 Otro aspecto que hay que tener en cuenta a la hora de abordar el tema de la voluntad de poder es su carácter provisorio y fragmentario. Si bien Nietzsche trabajó durante sus últimos años en este concepto, lo que hoy nos queda son sólo los fragmentos que fue recolectando a lo largo de esos años –más las menciones que en sus obras publicadas realizó en torno a la voluntad de poder. Por esta razón, se debe tener en cuenta que muchas veces las elaboraciones nietzscheanas sobre la voluntad de poder recaen en ciertos niveles de contradicciones, confusiones y, además, en oscuridades propias de un pensamiento en desarrollo. Como comenta Gregory Moore en su libro Nietzsche, Biology and Metaphor, se debe tener en cuenta “la naturaleza provisional de la teoría de la voluntad de poder –después de todo, su planeada magnum opus no fue nunca completada” (Moore, Gregory 2002: 28). O como sostiene Heidegger en Nietzsche: “En sus planes y proyectos, esta configuración tomó la forma de lo que él mismo llamó, de acuerdo con la tradición, obra capital Pero esta «obra capital» no llegó nunca a terminarse. No sólo no llegó nunca a terminarse sino que no llegó nunca a ser una «obra» en el sentido en que lo son las obras de la filosofía moderna, del tipo de las Meditationes de príma philosophia de Descartes, la Fenomenología del espíritu de Hegel, las Investigaciones filosóficas sobre la esencia de la liberta humana y los objetos con 36 no es una entidad ni una sustancia determinada que quiere algo –en este caso, el poder- sino que la voluntad de poder es fuerza múltiple y diversa, que no tiene una determinación entitaria.46 Como comenta Ciano Aydin en su artículo Nietzsche on Reality as Will to Power: Toward an ‘Organization-Struggle’ Model: “Tenemos que tener en cuenta aquí que la voluntad de poder no es una sustancia” (Aydin Ciano 2007:37). Es decir, el punto de partida, al hablar de la voluntad de poder, no puede ser la pregunta qué es la voluntad de poder, ni quién quiere más poder, pues la voluntad de poder no es un ente determinado que expresa un deseo ni tampoco un sujeto que desea algo.47 La voluntad de poder no es una sustancia ni tampoco una unidad simple, sino que la voluntad de poder es una multiplicidad de fuerzas que luchan entre sí y que niegan conformarse como una unidad determinada. Como expone Nietzsche en uno de sus fragmentos póstumos: “la voluntad de poder no es un ser, no es un devenir, sino un pathos, es el hecho más elemental, sólo a partir del cual resulta un devenir, un producir efectos.” (NF: KSA 1888, 14 [79]). Es decir, la voluntad de poder consiste en un afecto, en un querer ser más, en una fuerza o, más bien: una multiplicidad de fuerzas que niegan conformarse como una unidad cerrada sobre sí misma. La voluntad de poder es un sentimiento o un pathos de querer volverse más fuerte. Por ello es que la voluntad de poder no puede ser considerada como un caso particular de la voluntad, pues para Nietzsche la voluntad en cuanto tal es una abstracción, ya que lo concreto en todo querer no es el querer, sino un querer algo. Como dice Nietzsche en La voluntad de poder: “ «Querer» no es «aspirar», anhelar, desear; todo esto se eleva gracias a la pasión del mando. No hay un «querer», sino sólo un querer ella relacionados de Schelling” (Heidegger, Martin 2000: 390). Heidegger sostiene que esta no elaboración del máximo proyecto filosófico nietzscheano se debe, justamente, al rechazo que Nietzsche tuvo con la filosofía sistemática. Pese a ello, los fragmentos póstumos permiten iluminar parte del pensamiento de Nietzsche en torno a la voluntad de poder. 46 En este punto es necesario destacar el rechazo que Nietzsche tuvo hacia la idea de esencia o entidad. Para Nietzsche no hay esencia, no hay una sustancia fija y determinada, sino multiplicidad. Ahí donde se ha estimado que existe alguna esencia, Nietzsche lo atribuye a un perspectivismo y a una voluntad de poder que desea interpretar las cosas como esencia. Como sostiene Nietzsche en uno de sus fragmentos póstumos: “La «esencia», la «entidad» es algo perspectivista y presupone ya una multiplicidad.” (NF: KSA 1885, 2 [149]). Se volverá sobre la crítica a la idea de entidad y unidad en el último capítulo de esta tesis. 47 Como explica Deleuze en su libro Nietzsche y la Filosofía en torno a la voluntad de poder: “En efecto, si formulamos la pregunta ¿quién? no podemos responder que la fuerza sea quien quiera” (Deleuze, Gilles 2008: 73). Si bien es la voluntad de poder la que quiere algo, no lo quiere en tanto que sujeto determinado, sustancializado. 37 alguna cosa” (VP 661).48 Es decir, Nietzsche no piensa la voluntad de poder como un caso particular de la voluntad, de un querer. Para Nietzsche el querer siempre tiene que estar en relación con algo, siempre es un querer-algo. Si al querer-algo se le sustrae de toda determinación, el poder emergería como la base y el punto más básico del querer.49 Como sostiene Nietzsche: “los movimientos son síntomas, los pensamientos también son síntomas: detrás de ellos se nos muestran los apetitos, y el apetito fundamental es la voluntad de poder” (NF: KSA 1885, 1 [59])50. Es decir, el apetito –o la pasión o el quererfundamental es la voluntad de poder, todos los demás apetitos se derivan de la voluntad de poder. Ahora bien, cabe destacar que la voluntad de poder es un concepto bastante amplio, que Nietzsche tiende a identificar con todo orden de cosas: el mundo como voluntad de poder, la vida como voluntad de poder, la verdad como voluntad de poder, el conocimiento como voluntad de poder, la moral como voluntad de poder, entre otros. Como sostiene Heidegger en Nietzsche: Si la voluntad de poder es el carácter fundamental de todo el ente, el pensar de este pensamiento tiene que «encontrarla», por así decirlo, en cualquier región del ente: en la naturaleza, en el arte, en la historia, en la política, en la ciencia y en el conocimiento en general. Todo esto, en la medida en que es algo ente, tiene que ser voluntad de poder. La ciencia, por ejemplo, el conocimiento en general, es una figura de la voluntad de poder. (Heidegger, Martin 2000: 398) 48 Como explica Nietzsche en uno de los fragmentos póstumos: “mi tesis es: que la voluntad de la psicología que ha habido hasta ahora es una generalización injustificada, que esa voluntad no existe en absoluto, que en lugar de captar la configuración de una única voluntad que se ha determinado en muchas formas, se ha suprimido el carácter de la voluntad al substraerle el contenido, el punto hacia el que se dirige. Éste es el caso en altísimo grado en Schopenhauer: es una mera palabra vacía aquello a lo que llama «voluntad». Todavía menos se trata de una «voluntad de vivir»: pues la vida es meramente un caso particular de la voluntad de poder” (NF: KSA 1888, 14 [121]). Entonces, para Nietzsche no hay algo así como la mera voluntad, no hay voluntad sin contenido, pues la voluntad considerada por sí misma es una mera abstracción. Para Nietzsche, sólo hay un querer-algo, una voluntad de querer algo: poder. 49 En este punto es preciso remitir a una cita de Müller-Lauter: “La voluntad de poder no es un caso especial de la voluntad. Una voluntad ‘en sí misma’ o ‘como tal’ es una mera abstracción: de hecho, tal cosa no existe. Todo querer es querer-algo. Lo que esencialmente está depositado en e querer es: poder” (Müller-Lauter, Wolfgang 1999: 123). 50 Otra cita de Nietzsche que ilustra a la voluntad de poder como sustrato básico de todo querer es ésta: “La voluntad de acumular fuerza como específico para el fenómeno de la vida, para la nutrición, la reproducción, la herencia, para la sociedad, el Estado, las costumbres, la autoridad. ¿No deberíamos tener el derecho de admitir esta voluntad como causa motora incluso en la química? ¿y en el orden cósmico?” (NF: KSA 1888, 14 [81]). 38 Siguiendo la interpretación de Heidegger, la voluntad de poder, al ser la base de todo querer, puede ser identificada con un sinfín de fenómenos y operaciones. Una de las identificaciones más significativas que Nietzsche establece respecto a la voluntad de poder es la idea del mundo como voluntad de poder. Para Nietzsche, el mundo es voluntad de poder y nada más que eso.51 Que el mundo sea voluntad de poder y nada más que eso, nos señala que la voluntad de poder está referida a la realidad. En otras palabras, la realidad misma puede ser entendida como voluntad de poder. Sin embargo, la realidad como voluntad de poder o el mundo como voluntad de poder no son concebidos, al mismo tiempo, como una totalidad única y cerrada sobre sí misma, sino que este mundo, entendido como voluntad de poder, es múltiple al igual que la voluntad de poder.52 Esta multiplicidad del mundo y de la realidad está dada, en gran parte, por la multiplicidad misma que la noción de voluntad de poder tiene. El mundo como tal es, para Nietzsche, una invención o una interpretación surgida de la voluntad de poder. No hay un mundo inteligible fuera de la voluntad de poder que quiere hacer del mundo algo inteligible y cognoscible. Como indica Nietzsche: “El mundo que en algo nos concierne es falso, es decir, no es un hecho, sino una invención y un redondeo a partir de una magra suma de observaciones; está siempre «fluyendo», como algo que deviene, como una falsedad que continuamente vuelve a trasladarse, que no se acerca nunca a la verdad: porque no hay «verdad»” (NF: KSA 1885, 2 [108]). O no hay verdad, cabría precisar, fuera del grado de la voluntad de 51 En el aforismo 36 de “Más allá del bien y el mal”, Nietzsche sostiene que el mundo es voluntad de poder: “El mundo visto desde dentro, el mundo definido y designado en su «carácter inteligible», sería cabalmente «voluntad de poder» y nada más que eso.” (MBM 36). Es decir, el mundo inteligible, el mundo que puede ser conocido, es voluntad de poder, pues es una interpretación. La representación del mundo inteligible es configurada por una voluntad de poder que desea convertir el mundo en un objeto del conocimiento con el fin de hacerlo inteligible. En el deseo de hacer cognoscible el mundo opera una voluntad de poder que interpreta y fija los contornos del mundo, con el fin de aprehenderlo y conocerlo. Este fijar y conocer, nos dirá Nietzsche, es una ilusión. 52 En este punto es interesante hacer referencia a la lectura que Müller-Lauter hace de la voluntad de poder en su libro “Nietzsche, his philosophy of contradictions and the contradictions of his philosophy”. En él, Müller-Lauter se refiere a la multiplicidad existente tanto en el mundo como en la noción de voluntad de poder. Si bien, como sostiene el autor de este libro, es posible hablar de la voluntad de poder como un singular, este singular siempre estará referido a una multiplicidad tanto interna como externa. Como dice Müller-Lauter: “El mundo es uno y muchos; el mundo es voluntad de poder, y nada más. Entonces, nosotros especulamos que la voluntad de poder también es una y muchas. El resultado de nuestras reflexiones sobre este punto es: sólo hay una multiplicidad de voluntades de poder.” (Müller-Lauter, Wolfgang 1999: 138). 39 poder. Es la voluntad de poder la que establece el orden y los contornos del mundo, la que configura el mundo en tanto realidad inteligible.53 Así como Nietzsche identifica a la voluntad de poder con el mundo, también la noción de conocimiento y verdad están sujetas a la idea de voluntad de poder. Para Nietzsche, el conocimiento es sólo interpretación, un introducir sentidos en las cosas. Conocer es, para Nietzsche, fijar, poner, interpretar, y no un penetrar en cosas-en-sí o en esencias. Como sostiene Nietzsche: La mayor fabulación es la del conocimiento. Se quisiera saber cómo están constituidas las cosas en sí: ¡pero he ahí que no hay cosas en sí! Pero incluso suponiendo que hubiera un en-sí, un incondicionado, ¡precisamente por ello no podría ser conocido! Algo incondicionado no puede ser conocido: ¡de lo contrario precisamente no sería incondicionado! Pero conocer es siempre «ponerse-en-relación-condicional-con algo» (…). Conocer quiere decir «ponerse en relación condicional con algo»: sentirse condicionado por algo y entre nosotros--- es por lo tanto, en cualquier caso, un fijar, designar, hacer consciente condiciones (NO un penetrar en esencias, cosas, «en-sís»). (NF: KSA 1885, 2 [154]) El conocimiento es simplemente una voluntad de poder que interpreta e intenta fijar sentidos en las cosas con el fin de conocerlas. Para Nietzsche, el conocimiento es imposible en el devenir, salvo como error en sí mismo, como ilusión e interpretación. Conocimiento y devenir se excluyen mutuamente. Hay, entonces, una voluntad de conocimiento, impulsada por la voluntad de poder, que pretende hacer fijo aquello que en el devenir es múltiple y que está en constante cambio. Es ahí donde se puede establecer un vínculo entre la voluntad de poder con la voluntad de verdad, pues esta última desea hacer estable y verdadero lo que se da en el devenir. Como explica Nietzsche: “La voluntad de verdad es un hacer-fijo, un hacer-verdadero-permanente, un quitar- 53 Se hace necesario precisar que para Nietzsche el mundo no presenta un orden fijo y determinado, sino que el mundo está en devenir. Es el devenir la realidad última que está en el mundo. Es decir, para Nietzsche no hay un mundo del «ser» sino un mundo del «devenir». De hecho, Nietzsche sostiene que la más alta voluntad de poder se ve presente en imprimir al devenir el carácter del ser: “El hecho de que se imprima al devenir la condición del ser, supone la más alta voluntad de poder” (VP 609). El mundo está el en el devenir, el mundo es devenir y por ello no se puede conocer algo respecto del mundo que no esté trazado por la voluntad de poder que opera con una interpretación y con un fijar aquello que no es fijo. 40 de-la-vista aquel carácter falso, una reinterpretación del mismo como ente” (NF: KSA 1887, 9 [91]). Vale decir, la voluntad de poder, en tanto, también, voluntad de verdad y conocimiento, interpreta y fija aquello que en el devenir no es fijo ni cognoscible, pero que necesita ser determinado con el fin de introducir sentidos últimos en el mundo. De esta manera, el conocimiento sólo es posible bajo la suposición de un ser, pues en el devenir el conocimiento es imposible –salvo como interpretación o creencia.54 El mundo metafísico o el mundo del ser surgen de una voluntad de verdad que pretende introducir una finalidad en el devenir. Nietzsche nos advierte, además, que detrás del interpretar no hay un sujeto que interpreta, sino que es el interpretar mismo, como emergencia de la voluntad de poder, quien interpreta: “No se debe preguntar: «¿entonces quién interpreta?», sino que el interpretar mismo, en cuanto una forma de la voluntad de poder, tiene existencia (pero no como un «ser», sino como un proceso, un devenir) como un afecto” (NF: KSA 1885, 2 [151]). Esta última cita nos indica, por un lado, que no hay un sujeto detrás de la idea de voluntad de poder, sino que sólo un afecto, un pathos. Y, por el otro, que Nietzsche se opone a la idea de una sustancia, de un ente, de un ser. La voluntad de poder es parte de un proceso que está en devenir, que no es fijo ni determinado por un sujetoagente.55 Otra de las identificaciones que Nietzsche establece con la idea de voluntad de poder es la moral. Para Nietzsche, en la historia de la moral –o en la genealogía de la moral- es posible distinguir la historia de la voluntad de poder. En la moral hay una voluntad de poder operando que determina valores y categorías de lo bueno y lo malo. Nietzsche explica: “Se ve manifestarse en la historia de la moral una voluntad de poder, por lo cual, esclavos y oprimidos, fracasados y enfermos, y algunas veces los mediocres, pretenden realizar valores que le son más favorables” (VP 395). Que los oprimidos tiendan a 54 “¿Qué puede ser únicamente el conocimiento? --<<interpretación>>, no <<explicación>>” (NF 1885, 2 [86]). “Por último: suponiendo que todo es devenir, el conocimiento sólo es posible sobre la base de la creencia en el ser” (NF: KSA 1885, 2 [91]). 55 Se volverá sobre este punto en el tercer capítulo de esta tesis, donde se introducirá la crítica que Nietzsche establece contra la noción de sujeto-agente. 41 realizar los valores que le son más favorables, así como lo señala la cita, indica que la valoración moral es una interpretación. Es decir, no existen fenómenos morales, sino sólo interpretaciones de éstos.56 Al mismo tiempo, Nietzsche estima que en la valoración moral también actúa la voluntad de poder, pues los valores morales pretenden ejercer cierta hegemonía sobre el resto de los valores57. Sin embargo, los valores morales constituyen un fuerte instinto de decadencia, que contiene tanto un efecto perjudicial así como útil para la vida. Es decir, por un lado la moral ha ayudado a la preservación de la vida y de la especie humana, mediante el instinto de rebaño que busca más la conservación del individuo que la expansión de éste. Por el otro, ha conspirado contra el despliegue y el goce de la vida, pues en la conservación se restringe la formación de un ideal superior que haga posible la auto-superación de la vida.58 Estos dos efectos que la moral tiene sobre la vida son considerados, para Nietzsche, como efectos de la decadencia –o, más bien, como instintos de la decadencia-, que a su vez aparecen como voluntad de poder. Como dice Nietzsche: “¿Qué es esencialmente la moral? El instinto de «decadence», los agotados y los desheredados, que de esta manera, vengándose, se sienten señores (…). El instinto de decadencia aparece como voluntad de poder” (VP 396). La moral, entonces, es otro ámbito de la realidad que Nietzsche identifica con la voluntad de poder. Ahora bien, como se expuso al comienzo de esta sección, Nietzsche tiende a identificar todo orden de cosas con la voluntad de poder. Sin embargo, 56 Como reza la ya conocida cita de Nietzsche: “Mi principal afirmación: no existen fenómenos morales, sino meras interpretaciones morales de esos fenómenos. Esa misma interpretación resulta de origen extramoral” (VP 256). 57 “Rasgo común en la historia de la moral, desde Sócrates, es la tentativa realizada para llevar los valores morales a la hegemonía sobre todos los demás valores” (VP 272). 58 Como sostiene Nietzsche en el aforismo 264 de La voluntad de poder: “D. en qué medida es perjudicial para la vida la moral: a) Al goce de la vida, a la gratitud de la vida, etc. b) Al embellecimiento, al ennoblecimiento de la vida. c) Al conocimiento de la vida. d) Al desarrollo de la vida, en cuanto pretende divorciar de ella los más altos fenómenos de la vida. E. Contrapartida: su utilidad para la vida: 1) La moral como principio de conservación de los más grandes conjuntos como limitación de sus miembros: «el instrumento». 2) La moral como principio de conservación en relación con el peligro interior del hombre por las pasiones: «la moderación». 3) La moral como principio contrario de la terrible explosión de los poderosos: el «miserable»” (VP 264). 42 hay una esfera de la voluntad de poder que se hace ineludible para el pensamiento nietzscheano: la vida. Nietzsche equipara constantemente el ámbito de la vida con la voluntad de poder. Para Nietzsche, la vida misma es expresión de la voluntad de poder y de su expansión. 2.3.- La vida como voluntad de poder No hay nada en la vida que tenga valor fuera del grado de poder -suponiendo, precisamente, que la vida misma es la voluntad de poder (NF: KSA 1886, 5 [71]) En la obra madura y tardía de Nietzsche es común encontrarse con una identificación entre la vida y la voluntad de poder. Para Nietzsche, la vida es voluntad de poder –o una expresión más de la voluntad de poder. Por ello es que un análisis que pretenda elucidar la noción madura-tardía de vida en Nietzsche, se le hace insoslayable abordar el tema de la voluntad de poder. Más precisamente, abordar la vida como voluntad de poder. Así como reza el epígrafe que da inicio a esta sección, la vida misma es, para Nietzsche, la voluntad de poder. Todas las funciones básicas del organismo pueden ser reducidas a la voluntad de poder, a la disminución o aumento de los grados de poder.59 En todo el reino de la vida está presente la voluntad de poder60, y es este hecho el que le permite a Nietzsche realizar una identificación de la vida con la voluntad de poder. En uno de los aforismos de La voluntad de poder, Nietzsche se pregunta: “¿Qué es la vida? convirtiéndose en algo muy urgente, un joven y más exacto concepto de la vida: mi fórmula se resume en estas palabras: la vida es voluntad de poder” (VP 252). Esta cita nos deja ver la clara identificación que el Nietzsche maduro-tardío establece entre vida y voluntad de poder. Sin embargo, una vez establecida esta identificación cabría preguntarse, ¿qué significa la vida como voluntad de poder? ¿Cómo operaría la vida o un organismo vivo comprendidos a la luz de la voluntad de poder? 59 “La vida, medio siempre para alguna cosa, es la expresión de formas de aumento de poder” (VP 699). 60 “El carácter de la incondicionada voluntad de poder está presente en todo el reino de la vida” (NF: KSA 1885, 1 [54]). 43 En primer lugar, cabe destacar que para Nietzsche la capacidad de acumular fuerza es algo indispensable para el fenómeno de la vida. Como se indicó en la sección anterior, la forma más básica del querer es, para Nietzsche, el poder. De esta manera, esta forma más básica del querer también está presente en el reino de la vida, si es que éste es leído como voluntad de poder. Como sostiene Nietzsche en La voluntad de poder: “la vida, como caso particular, tiende a un sentimiento máximo de poder; el esfuerzo no es otra cosa que un esfuerzo hacia el poder; esta voluntad es la más íntima y la más inferior” (VP 682). Es decir, para Nietzsche la forma más básica de voluntad es la voluntad de poder, el querer más poder. Por lo tanto, el fenómeno más básico de la vida también se desprende de este sentimiento de querer-más, de querer-más-poder, de un querer-acumular-más-fuerza. Esta forma más básica del querer, presente dentro del fenómeno de la vida, se especializa y se vuelve cada vez más compleja, hasta que llega a los niveles más altos de interacción con la vida. Nietzsche indica: “La voluntad de poder se especializa como voluntad de nutrición, de propiedad, de instrumentos, de sentidos (obedientes) y dueños: por ejemplo, en el cuerpo. La voluntad más fuerte dirige a la más débil. No hay otra causalidad que la de voluntad a voluntad” (VP 651). En toda manifestación de la vida, entonces, está la voluntad de poder operando, desde los procesos más básicos a los más complejos.61 No obstante, el sustrato más básico de la voluntad de poder que está presente en todas las esferas de la vida es el querer-más, el crecer-más, el expandir cada vez más la fuerza. Como Nietzsche sostiene: “Se desprende una voluntad de poder en el proceso orgánico, en virtud del cual fuerzas dominantes, plasmantes, imperiosas, aumentan constantemente el campo de su poder y, dentro de los límites de aquel, simplifican siempre de nuevo: el imperativo «creciente»” (VP 637). Este imperativo creciente mencionado en la 61 De hecho, es tal el nivel de complejidad que la voluntad de poder alcanza dentro de la vida, que incluso en la sociedad y en el cosmos se ve presente cómo opera esta voluntad. Por ejemplo, nos dice Nietzsche: “La voluntad de acumular fuerzas es algo indispensable para el fenómeno de la vida, para la nutrición, la generación, la herencia, para la sociedad, el Estado, las costumbres, la autoridad. ¿No podría admitirse que esta voluntad sea la causa motriz igualmente en la química y en el plano de la ordenación cósmica?” (VP 682). 44 cita hace alusión al crecimiento como motor de la voluntad de poder. Crecermás, aumentar el poder, expansión: todo ello remite a una afirmación del crecimiento y de la fuerza como base de la voluntad de poder –y como base, también, del proceso orgánico. La vida, representada por Nietzsche como voluntad de poder, es este crecimiento constante de la fuerza y de los grados de poder, sin los cuales el proceso orgánico mismo no podría darse, pues esta expansión es constitutiva de la vida misma. Como indica Nietzsche: “Es inherente al concepto de un ser vivo su crecimiento, el ensanchamiento de su esfera de poder, para lo cual tiene que valerse de fuerzas extrañas” (VP 724). Entonces, en la vida entendida a la luz de la voluntad de poder, la capacidad de crecimiento y de acumular fuerza es su forma más básica, de la cual se desprenden todos los procesos vitales más específicos y complejos. La vida es, justamente, esta capacidad de expansión y de acumulación, de ensanchamiento y despliegue de fuerza. Nietzsche enfatiza: “La vida, como la forma del ser conocida por nosotros, es, específicamente, un voluntad de acumular fuerza; todos los procesos de la vida tienen en este caso su palanca: nada quiere conservarse, todo debe ser sumado y acumulado” (VP 682)62. Un organismo vivo quiere, ante todo, llegar a ser más. Este llegar a ser más consta de una constante expansión y crecimiento de la fuerza, aun a costa de su degeneración en el transcurso de esta operación.63 Ahora bien, ¿cómo se da esta expansión del crecimiento de la fuerza? ¿Cómo opera la voluntad de poder dentro de un organismo vivo para que éste crezca cada vez más? Ya que es inherente para el ser vivo su crecimiento, éste siempre se da a costa de algo que es exterior a él. Es decir, la voluntad de poder opera sobre el ser vivo por medio del impulso de crecimiento, del querer volverse más 62 También, nos dice Nietzsche, con respecto al proceso orgánico: “No simplemente constancia de la energía, sino economía máxima en el consumo: de manera que el querer devenir más fuerte a partir de cualquier punto de fuerza, es la única realidad: no conservación de sí mismo, sino voluntad de apropiarse, de adueñarse, de ser más, de hacerse más fuerte” (VP 682). 63 Como dice Nietzsche: “No se puede derivar la actividad más básica y originaria del protoplasma a partir de una voluntad de autoconservación: pues éste absorbe de una manera absurda más de lo que exigiría su conservación: y sobre todo no «se conserva» al hacerlo, sino que se descompone… la pulsión que aquí impera ha de explicar precisamente este no-quererconservar-se” (NF: KSA 1887, 11 [121]) Vale decir, la voluntad de poder permite el crecimiento del ser vivo aun a costa de su propia conservación. El ansia de crecer es tal que el organismo puede autodestruirse en este intento por expandirse (se volverá sobre este punto en el último capítulo de esta tesis). 45 fuerte, pero para esto el ser vivo necesita de fuerzas ajenas a él para llevar a cabo esta expansión. Sin embargo, estas fuerzas ajenas no se someten de manera llana, sino que oponen siempre algún nivel mayor o menor de resistencia. Y es precisamente esta resistencia la que permite que la operación de la voluntad de poder, en tanto expansión del ser vivo, pueda llevarse a cabo. Nietzsche explica: “La voluntad de poder sólo puede exteriorizarse ante resistencias, busca lo que se le resiste” (NF: KSA 1887, 9 [151]). Es decir, es la resistencia el estímulo mismo de la voluntad de poder, es la que gatilla este deseo de expansión. Una fuerza que opone resistencia es un estímulo irresistible para la voluntad de poder, que desea apropiarse de todo aquello que se le resiste, pues es así como puede llegar a ser más fuerte y lograr expandirse.64 El proceso vital, comprendido como despliegue de la voluntad de poder, no se limita a acumular fuerzas que emergen desde el interior, sino que busca también en el exterior para incorporar las fuerzas que se le resisten. Como explica Nietzsche: “La vida no es una adaptación de condiciones internas o externas, sino voluntad de poder que, partiendo del interior, se somete y se incorpora siempre mayor cantidad de «exterior»” (VP 674).65 En otras palabras, la vida como voluntad de poder no espera adaptarse a las condiciones de su medio, sino que hace que su medio se someta y se adapte a ella. Es por esto que Nietzsche rechaza parte de la teoría darwiniana de la selección natural, pues esta última enfatiza sobremanera las condiciones exteriores como criterios de adaptación del ser vivo. Es decir, para la teoría de la selección natural es el ser vivo quien se adapta a las condiciones externas, y 64 Nietzsche ilustra esta idea con el siguiente ejemplo: “Tomemos el caso más simple, el de la nutrición primitiva: el protoplasma extiende sus pseudópodos para buscar algo que se le resiste –no por hambre, sino por voluntad de poder. A continuación el protoplasma hace la tentativa de superarlo, de apropiárselo, de incorporárselo: --lo que se denomina «nutrición» es meramente un fenómeno ulterior, una aplicación utilitaria de esa voluntad originaria de llegar a ser más fuerte. No es posible tomar el hambre como primum Mobile: como tampoco la autoconservación: el hambre, concebida como consecuencia de la infranutrición, significa: el hambre como consecuencia de una voluntad de poder que no consigue hacerse dominante” (NF: KSA 1888, 14 [174]). 65 En este punto es interesante incluir la explicación que Heidegger realiza en su libro Nietzsche, acerca de la crítica nietzscheana a la teoría de la selección natural: “Nietzsche, a diferencia de la biología y la teoría de la vida de su tiempo, determinadas por Darwin, no considera que la esencia de la vida esté en la «autoconservación» (la «lucha por la vida») sino en el acrecentamiento más allá de sí. El valor, en cuanto condición de la vida, tiene que pensarse por lo tanto como aquello que sustenta, favorece y despierta el acrecentamiento de la vida.” (Heidegger, Martin 2000: 394). 46 aquellos que no logran adaptarse a estas condiciones, perecen en la lucha por la existencia. Como señala Darwin en El origen de las especies: La selección natural obra exclusivamente mediante la conservación y acumulación de variaciones que sean provechosas en las condiciones orgánicas e inorgánicas a las que cada ser viviente está sometido en todos los períodos de su vida. El resultado final es que todo ser tiende a perfeccionarse más y más en relación con las condiciones. Este perfeccionamiento conduce inevitablemente al progreso gradual de la organización del mayor número de seres vivientes en todo el mundo. (Darwin, Charles 2008: 211-212) De esta cita de la teoría de la selección natural darwiniana se pueden extraer dos consecuencias: primero, que la selección natural opera mediante la adaptación del individuo –o de la especie- a las condiciones externas en las que vive. Si no logra adaptarse, perece; si logra adaptarse a esas condiciones, la especie perdura en el tiempo. Segundo, la selección natural permite que haya un perfeccionamiento paulatino en las especies que logran adaptarse a las condiciones del medio.66 En Nietzsche, la teoría de la selección natural, así como estas dos consecuencias implicadas de ella, son objeto de duras críticas. Por un lado, Nietzsche desestima que, en el proceso vital, la adaptación a las condiciones externas sea lo más esencial, porque la voluntad de poder aprovecha la fuerza interior del organismo para acumular cada vez más exterior. Como indica Nietzsche: “El influjo de las «circunstancias exteriores» es sobrestimado hasta el cansancio por D «arwin»; lo esencial en el proceso vital es precisamente esa enorme fuerza configuradora que crea formas desde el interior y que aprovecha, explota las «circunstancias exteriores»” (NF: KSA 1886, 7 [25]). Por otro lado, Nietzsche pone en cuestión la teoría de la selección natural porque ésta confía en la perfección de las especies, en la medida en que sólo los individuos más aptos sobreviven. Sin embargo, Nietzsche ve en esta teoría una conservación no de los más fuertes y aptos, 66 Esta otra cita de Darwin también deja evidencia de manera clara estas dos implicancias recién señaladas: “Pero si las variaciones útiles a un ser orgánico se presentan alguna vez, los individuos caracterizados de este modo tendrán seguramente las mayores probabilidades de conservarse en la lucha por la vida, y, por el poderoso principio de la herencia, tenderán a producir descendientes con caracteres semejantes. A este principio de conservación o supervivencia de los más aptos le he llamado ‘selección natural’. Conduce este principio al perfeccionamiento de cada ser en relación con sus condiciones de vida orgánica e inorgánica, y, por consiguiente, en la mayor parte de los casos, a lo que puede considerarse como un progreso en la organización” (Darwin, Charles 2008: 221). 47 sino del rebaño y de los más débiles, quienes se valdrían de los criterios de la utilidad y la adaptación para sobrevivir. Nietzsche vindica otro tipo de vida, a saber: aquella entendida como voluntad de poder, donde la fuerza expansiva y siempre creciente tienen libre curso, aun a costa de la degradación –o perecimiento- del organismo vivo donde ésta ejerce su fuerza. Nietzsche sostiene: “ «Útil» en el sentido darwinista, es decir que se muestra ventajoso en la lucho con otros. Pero a mí me parece que el aumento del sentimiento, el sentimiento de volverse más fuerte, es ya el auténtico progreso, con total prescindencia de la utilidad en la lucha: sólo desde ese sentimiento surge la voluntad de lucha” (NF: KSA 1886, 7 [44]).67 Es decir, es el deseo de crecimiento y expansión, en cuanto principio impulsado por la voluntad de poder, el que genera individuos superiores para Nietzsche, y no la selección natural, que puede hacer que una especie inferior sea capaz de sobrevivir a costa del más fuerte.68 La vida entendida como voluntad de poder logra expandirse gracias a eso que se le resiste, pues es en la resistencia donde ella puede operar y superarse a sí misma. Sin embargo, este deseo de expansión y dominio sobre lo que se le resiste es infinito, pues la voluntad de poder nunca consigue lo que quiere, siempre quiere más y expandirse más. “La voluntad quiere avanzar y una y otra vez consigue dominar lo que se le pone por delante: el sentimiento de placer radica precisamente en la insatisfacción de la voluntad, en el hecho de que sin los límites y las resistencias no se encuentra todavía suficientemente saciada” (NF: KSA 1887, 11 [75]). Este anhelo de expansión de la voluntad de poder provoca que otra dimensión ineludible aparezca como constitutiva de la vida leída a la luz de esta voluntad, a saber: la lucha. Nietzsche ve en la lucha –no sólo en la lucha por la existencia, sino que en la 67 Otra cita que ilustra la crítica que Nietzsche hace a la selección natural en cuanto una progresión cada vez mayor de las especies, incluida la humana, se encuentra en uno de sus Fragmentos póstumos: “Primer principio: el ser humano como especie no está en progreso. Se consiguen ciertamente tipos superiores, pero no se mantienen. El nivel de la especie no se eleva. Segundo principio: el ser humano como especie no representa ningún progreso en comparación con cualquier otro animal. El mundo entero de los animales y de las plantas no se desarrolla de lo más bajo a lo más elevado… sino todo simultáneamente, tanto los unos dominando a los otros, como los unos confundidos con los otros, como los unos enfrentados a los otros” (NF: KSA 1888, 14 [133]). 68 Se volverá sobre este punto y sobre parte de la crítica nietzscheana a Darwin en el tercer capítulo de esta tesis. 48 existencia como lucha- un hecho determinante de la vida. Como explica Moore en Nietzsche, Biology, and Metaphor: “El concepto de la lucha no está, como está para Darwin, meramente confinado a la relación antagónica entre los organismos o entre los organismos con su ambiente. De acuerdo con Nietzsche, no hay sólo una lucha por la existencia; la existencia es en sí misma una lucha incesante” (Moore, Gregory 2002: 46). La vida como voluntad de poder se da inseparable del ámbito de la lucha –ya sea interna o externa-, lo que provoca que dentro de la voluntad de poder haya una multiplicidad de voluntades de poder luchando entre sí. 2.4.- Lucha, multiplicidad y voluntad de poder «Vivir» debería ser definido como una forma duradera de procesos de las fijaciones de fuerza en que los diversos combatientes crecen desigualmente (VP 635) La voluntad de poder, en cuanto una fuerza expansiva y creciente, sólo se exterioriza mediante resistencias.69 Es decir, algo vivo, en tanto comandado por la voluntad de poder, quiere expandirse más y crecer más, doblegar a otras fuerzas que se le puedan cruzar en el transcurso de su crecimiento. La vida, leída a la luz de la voluntad de poder, quiere aquello que se le resiste porque es justamente en ello donde puede desplegar su poder, su ansia de expansión. La resistencia no es una barrera que detiene el despliegue de la voluntad de poder, sino su aliciente, el estímulo que la impulsa a ir más allá de sí. Entonces, si el deseo de expansión y dominio es una parte constitutiva de la vida entendida como voluntad de poder, se desprende de esto que existe otra dimensión relevante dentro de la voluntad de poder, a saber: la lucha. La lucha es un elemento constitutivo de la voluntad de poder y de la vida, pues es a través de ella que se puede dar la expansión y el crecimiento de la fuerza. Esta lucha se da tanto en el interior del organismo vivo como en el exterior de éste. Entonces, la voluntad de poder, para poder liberar su fuerza, sostiene una lucha tanto al interior del organismo –donde múltiples voluntades de poder 69 Como señala Nietzsche: “La voluntad de poder sólo puede exteriorizarse ante resistencias, busca lo que se le resiste” (NF: KSA 1887, 9 [151]). 49 luchan entre sí- como en el exterior, contra el ambiente donde el organismo vivo se desenvuelve. El crecimiento de la voluntad de poder sólo puede darse por medio de la lucha, por medio de la dominación de aquello que se le resiste y se le opone.70 De esta manera, tenemos, por un lado, una lucha con el exterior, que consiste en incorporar cada vez más exterior, con el fin de subyugarlo y apropiárselo. Como indica Nietzsche: “La apropiación e incorporación es sobre todo un querer subyugar, un formar, configurar y reconfigurar hasta que finalmente lo sometido ha pasado totalmente al poder del atacante y lo ha acrecentado” (NF: KSA 1887, 9 [151]). Es decir, la voluntad de poder se expande hacia el exterior, hacia aquello que se le resiste, para poder incorporarlo y así extender su crecimiento. Por otra parte, está la lucha que se da al interior del organismo vivo71, en la cual las distintas partes del ser orgánico luchan entre sí para expandir su fuerza y dominio. “El individuo mismo como una lucha de las partes (por alimentación, espacio, etc.): su evolución está ligada al triunfo, el predominio de ciertas partes y a la atrofia, al «volverse órganos» de otras partes” (NF 1886, 7 [25]). Es decir, para Nietzsche la voluntad de poder se manifiesta tanto fuera como dentro del organismo vivo, y es justamente dentro de él donde se manifiesta en cuento lucha entre las distintas partes que conforman al ser vivo. Como comenta Gregory Moore en Nietzsche, Biology, and Metaphor: “el concepto [nietzscheano] del organismo es como una pluralidad de partes mutuamente hostiles” (Moore, Gregory 2002: 28). Incluso en el interior del ser humano se da esta lucha de partes y voluntades de poder, lo que provoca una multiplicidad de luchas desatadas al interior. Como dice Nietzsche al respecto: “El hombre como una multiplicidad de «voluntades de poder»: cada una con una multiplicidad de medios expresivos y formas” (NF: KSA 1885, 1 [58]). La lucha que se da al interior del ser vivo –incluido el ser humano- es crucial para lograr la expansión de la voluntad de poder, pues sólo por medio de la lucha el crecimiento es posible. Sin embargo, en la cita aparece otro elemento que se 70 Como sostiene Nietzsche, citado por Müller-Lauter: “Si dos seres orgánicos chocan, sólo hay lucha por la vida o por la comida: ¿qué? Debe haber por sí misma” (Müller-Lauter, Wolfgang 1999: 174). Nota: Müller-Lauter citando a Nietzsche (Nachlass, Summer-Fall 1884, 26 [276]; KGW VII 2, p. 220). 71 Esta idea de lucha al interior del organismo vivo está tomada, claramente, del ensayo de Müller-Lauter The organismo as inner struggle: Wilhelm Roux`s influence on Nietzsche. 50 vuelve ineludible dentro de la lucha y la vida entendida como voluntad de poder: la multiplicidad de voluntades de poder. Para Nietzsche, la vida no es sólo voluntad de poder, sino una lucha de voluntades de poder. Es decir, la vida presenta una pluralidad de voluntades de poder que luchan entre sí para aumentar cada vez más su fuerza. Como sostiene Nietzsche: “Llamamos «vida» a una multiplicidad de fuerzas unidas por un mismo proceso de nutrición” (VP 634). Esta multiplicidad de fuerzas no es sino la voluntad de poder en cuanto pluralidad de voluntades de poder, pluralidad que está encadenada dentro del proceso de la vida, que no es otra cosa que un proceso de lucha por el aumento o disminución de la fuerza. Así como comenta Müller-Lauter: “La voluntad de poder es la multiplicidad de fuerzas encerradas en pugna con otras” (Müller-Lauter, Wolfgang 1999: 131). La voluntad de poder no es una única voluntad, no es una unidad, sino una multiplicidad de voluntades de poder, cada una de ellas en una lucha por dominar a la otra.72 De esta manera, la vida, en tanto voluntad de poder, no descansa en un sí mismo único, organizado y cerrado sobre sí mismo, sino en un sí mismo que está en la lucha, que tiene una disposición al riesgo y al peligro. La lucha no implica, necesariamente, una posición victoriosa en el mundo o frente a los otros con quienes se lucha, sino que tiene un fuerte componente de riesgo. La vida como voluntad de poder, entonces, es aquella comprendida como una constante expansión y lucha, y, por esto mismo, está inmersa en el peligro y el riesgo. Si nos remontamos a la consideración de Nietzsche con respecto al mundo, es posible situar el problema de la multiplicidad tanto en la voluntad de poder como en el mundo mismo. Para Nietzsche, el mundo está en devenir73, es decir, el mundo se encuentra en un proceso de constante cambio, por lo cual es imposible fijarlo y hacer de él algo permanente. Por otra parte, que el 72 Para Nietzsche no hay estructuras estables, sino que el organismo es un conjunto de partes que luchan cada una por crecer. Como sostiene Moore: “retomemos la idea del organismo como ‘una lucha de partes’. Como Roux, Nietzsche insiste que las jerarquías en que las cuales todas las formas de vida forman parte no están compuestas de estructuras estáticas y perdurables (…). Cada parte del cuerpo lucha por crecer, para desarrollarse a expensas de sus vecinos” (Moore, Gregory 2002: 43). 73 Ver nota 54. 51 mundo esté en devenir no quiere decir que devenga de un único impulso, sino que el devenir mismo está estructurado a partir de una pluralidad. Para Nietzsche, pensar que existe un mundo único es una ilusión surgida por parte del impulso de conservación: “Los medios de expresión del lenguaje son inutilizables para expresar el devenir: forma parte de nuestra irreductible necesidad de conservación proponer constantemente un único mundo de lo permanente, de cosas, etc.” (NF: KSA 1887, 11 [73]). Es decir, el devenir produce un mundo que no proviene de un impulso único y permanente, sino que proviene de un devenir cuya constitución misma es irreduciblemente múltiple. Entonces, que el mundo esté en el devenir y en un flujo de cambio, dice Nietzsche, nos abre la posibilidad de pensar el mundo como caos: “El mundo, en vez de un organismo, es un caos” (VP 705). Vale decir, el mundo, para Nietzsche, no es pensado como un organismo en cuanto sustancia unificada, sino que es caos en la medida en que es una multiplicidad que niega conformarse como una unidad. El mundo no es un todo uniforme, sino que es múltiple y cambiante. El mundo es, como sugiere Müller-Lauter en su lectura sobre Nietzsche, “uno y muchos. El mundo es voluntad de poder. Esto indica que la voluntad de poder, también, es una y muchas” (Müller-Lauter, Wolfgang 1999: 130). Es decir, así como sostiene Müller-Lauter, si el mundo es múltiple, la voluntad de poder, en tanto mundo, también es múltiple en sus manifestaciones y operaciones. No hay una única voluntad de poder74, sino que ella misma es una multiplicidad de voluntades de poder que están en lucha. De esta manera, no es posible pensar la vida, en tanto voluntad de poder, como una unidad simple y constante, sino que es siempre una multiplicidad que está sumida en el devenir, que es, a su vez, constitutivamente múltiple. La voluntad de poder nunca llega a conformarse como una unidad única y cerrada en sí misma75, pues siempre se deriva de ella una cadena de voluntades de poder 74 Müller-Lauter llega a sostener, incluso, que hablar de la voluntad de poder es un sinsentido, pues voluntad de poder siempre es en relación con una multiplicidad, es decir, con múltiples voluntades de poder. “Sólo hay multiplicidad de voluntades de poder; la voluntad de poder no existe” (Müller-Lauter, Wolfgang 1999: 141). 75 Ciano Aydin en su artículo Nietzsche on Reality as Will to Power: Toward an ‘OrganizationStruggle’ Model, enfatiza constantemente que la voluntad de poder es una multiplicidad, la cual nunca llega conformarse como una unidad. Como sostiene: “Cualquier instancia de la voluntad de poder como tal no puede ser una unidad durable e independiente –siempre es una multiplicidad variable y relacional unida, y estas voluntades de poder existen sólo como una multiplicidad de voluntades de poderes, y así ad infinitum.” (Aydin, Ciano 2007: 30). 52 que pugnan entre sí, en una relación de sumisión y dominación, respectivamente. Esta misma multiplicidad de voluntades de poder que se da tanto en la vida como en el mundo –e, incluso, en la voluntad de poder misma-, puede verse dentro del cuerpo vivo. Para Nietzsche, dentro del cuerpo también se lleva a cabo una lucha de las partes, lo que proporciona una multiplicidad de voluntades de poder que luchan por degenerar o expandir las distintas partes del cuerpo vivo. Como indica Nietzsche: “La aristocracia en el cuerpo, la pluralidad de los dominadores (lucha de las células y de los tejidos” (VP 653). El cuerpo mismo es una multiplicidad de fuerzas que pugnan entre sí para ganar mayor o menor dominio, mayor o menor expansión, mayor o menor crecimiento. Cada parte del cuerpo, impulsada por la voluntad de poder –o por voluntades de poder- extrema al máximo sus fuerzas para intentar doblegar a las otras partes del cuerpo y apropiarse de aquello que se le resiste, y poder así comandar a las otras voluntades de poder. Sin embargo, esta lucha que se da al interior del cuerpo y que genera una multiplicidad de fuerzas y voluntades de poder, a veces es tal que se lleva a cabo un proceso de degeneración de las partes, de división y separación. Nietzsche explica: “La «generación» es la disgregación que sobreviene cuando las células dominantes son impotentes para organizar aquello de que se han adueñado” (VP 653). Nietzsche explica el tema de la generación también de la siguiente manera: “ «Generación» es sólo derivada; en su origen es esto: cuando una voluntad no es bastante para organizar todo lo que nos hemos apropiado, entra en vigor una contravoluntad, la cual se encarga de desembarazarse de lo superfluo; un nuevo centro de organización, después de una lucha con la voluntad originaria” (VP 650). Por esto es que tanto la lucha como la multiplicidad de la voluntad de poder son incesantes e inacabables, pues se pueden dar en un proceso infinito de lucha por lograr más expansión y dominación. Un centro de organización, como lo llama Nietzsche, no es más que un campo de fuerza de voluntad de poder, el cual logra comandar por un tiempo un grupo de otras fuerzas más débiles, hasta que otro grupo de fuerzas –u otro centro de organización- se alce y sostenga un nuevo dominio. Por ello es que para Nietzsche no hay unidad ni en el mundo ni en la idea de voluntad de poder, sólo puede haber unidad en 53 cuanto organización, es decir, en cuanto relación de dominio y subordinación. Sin embargo, esta relación es inestable, pues la dimensión de la lucha siempre aparecerá para desestabilizar la organización y formar otra organización, y así ad infinitum. Cuando la voluntad de poder no es capaz de dominar a las otras voluntades de poder, ésta se divide y se conforma como una nueva multiplicidad de voluntades de poder, que comienzan nuevamente el proceso de lucha y dominación sobre las otras –o sobre los otros centros de organización. Otras veces, sin embargo, la fuerza de la dominación y expansión es tal que se forma dentro del organismo vivo –o dentro del cuerpo- una degeneración por crecimiento. A veces el crecimiento es tal que se lleva a cabo una descomposición del cuerpo o del organismo vivo. Es decir, si la vida, entendida como voluntad de poder, es esta fuerza siempre expansiva y múltiple, que su impulso de lucha la lleva a un crecimiento y expansión incesante, se deriva de esto, entonces, un proceso de desapropiación del sí mismo del organismo vivo en tanto que viviente. Esto es porque muchas veces el organismo vivo no logra aglutinar dentro de sí esta fuerza múltiple y expansiva de la voluntad de poder, y se termina por interrumpir la conformación de identidad del ser vivo. Es sobre estas últimas consideraciones que se construye la base del último capítulo de esta investigación, que tiene como propósito mostrar en qué medida la voluntad de poder desapropia el sí mismo del organismo vivo, pues interrumpe constantemente, mediante el crecimiento incesante y la expansión, cualquier atisbo de identidad que se pudiera dar en el ser vivo. 54 TERCER CAPÍTULO: Desapropiación del sí mismo del ser vivo en la idea de vida como voluntad de poder En los capítulos anteriores se ha ido trazando un recorrido que permite elucidar, por un lado, cuál es la noción tardía de vida en Nietzsche entendida como voluntad de poder y, por el otro, que entregue los cimientos necesarios para mostrar cómo dicha noción pone en tensión, de alguna u otra manera, el concepto de vida según el cual se produce una apropiación del sí mismo del ser vivo, que lo impulsa a su auto-preservación. El modo en que Nietzsche tensiona esta comprensión tradicional de la vida se revela a partir de la voluntad de poder como aquella que interrumpe la constitución de un sí mismo singular en el ser vivo. El despliegue de la voluntad de poder produce una desapropiación del sí mismo singular del viviente, porque le es indiferente la auto-conservación de éste. Es decir, la auto-preservación del ser vivo tiene una relevancia secundaría en la vida como voluntad de poder, pues lo que impera es el crecimiento y el despliegue de la fuerza. Esta idea se contrapone con aquella concepción de la vida en que se produce constantemente una apropiación del sí mismo del viviente en vista de la preservación. En el primer capítulo de esta tesis se reconstruyó parte de la concepción aristotélica sobre la vida y el ser vivo presentes en De Anima, con el fin de proporcionar un trasfondo a partir del cual se haga posible un contraste entre el pensamiento nietzscheano y el aristotélico. En el segundo capítulo, en cambio, se ofreció una caracterización conceptual y teórica en torno a la idea de vida en Nietzsche entendida como voluntad de poder. Con ambos capítulos ya construidos, es posible situar la atención en la hipótesis de este trabajo, a saber: la vida, entendida como voluntad de poder, interrumpe la constitución de un sí mismo en el ser vivo, pues lo que se afirma es la propia fuerza y expansión constante de la voluntad de poder. Para exponer cómo la vida, en tanto voluntad de poder, desapropia el sí mismo del organismo vivo, para afirmarse y apropiarse, en cambio, la voluntad 55 de poder misma, el presente capítulo se construirá sobre una base doble. Por un lado, se tomará prestada la célebre distinción entre activo y reactivo que Gilles Deleuze introduce en su libro Nietzsche y la filosofía, con el fin de determinar las dos clases de fuerzas que se dan al interior de voluntad de poder. Esta distinción será útil para proporcionar una lectura que ilustre la idea de apropiación de un sí mismo en el ser vivo –en tanto triunfo de las fuerzas reactivas-, por una parte; y la idea de una desapropiación del sí mismo singular del ser viviente –en tanto despliegue de la fuerza activa y expansiva de la voluntad de poder, o de las voluntades de poder-, por otra. La utilización de la distinción entre activo y reactivo no se hará sin la mención de algunas observaciones y objeciones a la elaboración original realizada por Deleuze. Por otro lado, este capítulo se construirá a partir de una contraposición entre la idea de vida en Aristóteles –elaborada, particularmente, en De Anima- con la noción de vida como voluntad de poder nietzscheana. Esta contraposición se hará con el fin de iluminar cómo la idea de vida en Nietzsche, leída a la luz de la voluntad de poder, tensiona el concepto de vida según el cual hay una emergencia del sí mismo del viviente que lo impulsa a su auto-conservación.76 Para esto, la primera sección de esta tesis ofrecerá una breve reconstrucción de la distinción entre activo y reactivo que Deleuze utiliza en su libro Nietzsche y la filosofía. Si bien es una recomposición conceptual de dicha distinción, en esta sección se entregará una visión ampliada y con ciertas objeciones a la propuesta inicial de Deleuze, con el fin de adaptar esta distinción al servicio de esta tesis. Una vez trazada y explicada esta distinción, la segunda sección caracterizará a la fuerza reactiva en cuanto ocupada de los criterios de utilidad y conservación de la vida. En esta sección, se abordará brevemente la crítica nietzscheana a la teoría de la selección natural de Darwin, como aquella que instala, de acuerdo con Nietzsche, a la preservación como criterio cardinal de la vida. En la tercera sección, en cambio, se tomará a la fuerza activa como aquella que afirma el crecimiento y la expansión de la voluntad de poder, aun a costa de la desapropiación del sí mismo del ser vivo. En la cuarta y quinta sección se explicitará la contraposición entre Aristóteles y 76 Este modo de comprender la vida quedó ilustrado, a grandes rasgos, en el primer capítulo de esta tesis. 56 Nietzsche en relación con la vida y el sí mismo del ser vivo. En la cuarta sección, se instalará la crítica nietzscheana a la idea de unidad, sujeto y agente, pues esta crítica es capital para entender la idea de voluntad de poder como fuerza irreduciblemente múltiple y agente. Y, por último, la quinta sección se ocupará de exponer cómo la idea de vida como voluntad de poder desapropia o interrumpe el sí mismo singular del ser vivo, en pos de afirmar la expansión constante de la fuerza y el crecimiento. 3.1.- La distinción entre activo y reactivo en la lectura de Deleuze sobre Nietzsche El año 1967, Gilles Deleuze publica su libro Nietzsche y la filosofía, que consiste en una original exégesis en torno al pensamiento de Nietzsche, cuyo impacto marcó fuertemente el ámbito filosófico. Deleuze realiza una interpretación que va por fuera de las lecturas más canónicas que se habían llevado a cabo hasta entonces sobre la filosofía nietzscheana. Si bien esta interpretación que Deleuze hace acerca de Nietzsche abarca diversas dimensiones y aspectos, en este trabajo se tomará y reconstruirá un punto clave que Deleuze advierte para pensar la filosofía nietzscheana, a saber: la distinción entre activo y reactivo77, que hace alusión a los dos tipos de fuerzas que están presentes en el cuerpo y en la voluntad de poder. Esta distinción se hace crucial para comprender la idea de voluntad de poder en la exégesis deleuziana sobre Nietzsche. Deleuze explica que la voluntad de poder es el elemento diferencial de la fuerza (Deleuze, Gilles 2008: 15). La voluntad de poder siempre ejerce su influencia sobre otra voluntad de poder, vale decir, 77 Si bien en Nietzsche la distinción de activo y reactivo no está tan presente como lo quiere hacer parecer Deleuze, sí es posible encontrar el uso de esta distinción (tanto en La genealogía de la moral como en los fragmentos póstumos correspondientes a la época de redacción de la genealogía). Por ejemplo, Nietzsche sostiene: “¿Qué es «pasivo»? Resistir y reaccionar. Estar refrenado en el movimiento hacia delante: así pues, un acto de resistencia y reacción. ¿Qué es «activo»? Tender al poder” (NF: KSA 1886, 5 [64]). Entonces, si la distinción entre activo y reactivo no es constante en Nietzsche, sí estuvo presente en los escritos recién señalados. Por otra parte, la distinción es sumamente útil para comprender a la voluntad de poder como una interacción y lucha de fuerzas. 57 sobre otra fuerza. La voluntad de poder misma es el principio de la fuerza78, por ello es que “cualquier fuerza se halla pues en una relación esencial con otra fuerza” (Deleuze, Gilles 2008: 14). Deleuze nos ilustra esta idea con la figura del cuerpo: al interior del cuerpo se da una lucha incesante de fuerzas, una lucha de una multiplicidad irreducible de fuerzas. Y es en esta pluralidad de fuerzas que están al interior del cuerpo –y, en general, en el mundo enterodonde aparece la distinción entre activo y reactivo. Como señala Deleuze: “En un cuerpo, las fuerzas dominantes o superiores se llaman activas, las fuerzas inferiores o dominadas, reactivas. Activo y reactivo son precisamente las cualidades originales, que expresan la relación de la fuerza con la fuerza” (Deleuze, Gilles 2008: 61). Así como en el cuerpo, en todo orden de cosas está presente esta relación de la fuerza con otra fuerza, de la voluntad de poder con otra voluntad de poder, en cuanto fuerza. Por esto es que tanto en las fuerzas activas como en las reactivas hay voluntad de poder, es decir, tanto la reacción como la acción son impulsadas por una voluntad de poder. Es por medio de esta distinción que Deleuze explica la importancia que ocupa la noción de jerarquía en Nietzsche. De acuerdo con Deleuze, la jerarquía en el pensamiento nietzscheano tiene un sentido doble: por un lado, supone la diferenciación de las fuerzas y la dominación de las fuerzas activas sobre las reactivas y, por el otro, el triunfo de las ideas y fuerzas reactivas. Como sostiene Deleuze: Pero jerarquía designa también el triunfo de las fuerzas reactivas, el contagio de las fuerzas reactivas y la organización compleja que viene detrás, donde los débiles han vencido, donde los fuertes son contaminados, donde el esclavo que no ha dejado de ser esclavo prevalece sobre un señor que ha dejado de serlo: el reino de la ley y de la virtud. Y en este segundo sentido, la moral y la religión aún son teorías de la jerarquía. (Deleuze, Gilles 2008: 88)79 Entonces, si la jerarquía puede darse como dominación de las fuerzas activas sobre las reactivas, o como triunfo de las fuerzas reactivas sobre las activas, 78 Como sostiene Deleuze: “La voluntad de poder es: el elemento genealógico de la fuerza, diferencial y genético a la vez (…). Aquí revela su naturaleza la voluntad de poder: es el principio de la síntesis de las fuerzas” (Deleuze, Gilles 2008: 73-74). 79 Se profundizará más en este punto en la segunda sección del capítulo, donde se verá el otro modo por el cual las fuerzas reactivas triunfan en relación con la idea de vida. 58 habría que caracterizar un poco más ambos tipos de fuerzas. Como se dijo más arriba, las fuerzas reactivas son las fuerzas inferiores y dominadas, son aquellas fuerzas que no poseen un deseo expansivo y despliegue, sino que hacen todo lo posible para no perder nada de su fuerza y para conservarse. Son fuerzas que están esencialmente preocupadas de su preservación y supervivencia, por ello se valen de los criterios de la utilidad para la vida, con el fin de auto-conservarse. Deleuze explica: “Las fuerzas inferiores se definen como reactivas: no pierden nada de su fuerza, de su cantidad de fuerza, la ejercen asegurando los mecanismos y las finalidades, ocupándose de las condiciones de vida y de las funciones, las tareas de conservación, de adaptación y de utilidad” (Deleuze, Gilles 2008: 61). Por ello son fuerzas reactivas, en la medida en que sólo reaccionan para proporcionarse las condiciones de posibilidad para su auto-preservación. Las fuerzas reactivas son fuerzas negadoras, que no afirman la vida en tanto despliegue y crecimiento de la fuerza, no son donadoras, pues reservan siempre su potencia con el fin de no gastarse. Las fuerzas activas, en cambio, son aquellas que no miden su gasto, no se reservan nada al momento de desplegar su fuerza. Por esto son fuerzas esencialmente donadoras, fuerzas que se descargan constantemente en su despliegue infinito. Como señala Deleuze y Nietzsche, las fuerzas activas son aquellas que tienden al poder80. “Apropiarse, apoderarse, subyugar, dominar, son los rasgos de la fuerza activa” (Deleuze, Gilles 2008: 63). La fuerza activa es una fuerza dominante que se expande y está absolutamente ocupada de su crecimiento, por ello no escatima en recursos para lograrlo: se gasta a sí misma en su despliegue, es un derroche de potencia y no se reserva nada. De este modo, Deleuze sintetiza ambas fuerzas con la siguiente caracterización: La fuerza reactiva es: 1º fuerza utilitaria, de adaptación y de limitación parcial; 2º fuerza que separa la fuerza activa de lo que ésta puede, que niega la fuerza activa (triunfo de los débiles o de los esclavos); 3º fuerza separada de lo que puede, que se niega a sí misma o se vuelve contra sí misma (reino de los débiles o de los esclavos). Y, paralelamente, la fuerza activa es: 1º fuerza plástica, dominante y subyugante; 2º fuerza que va hasta el final de lo que 80 Ver 79. 59 puede; 3º fuerza que afirma su diferencia, que hace de su diferencia un objeto de placer y de afirmación. (Deleuze, Gilles 2008: 89) Según esta distinción, la fuerza reactiva es la fuerza subyugada, débil, que utiliza los criterios de adaptación para lograr conservarse. Además, es una fuerza que se vuelve contra la fuerza activa para debilitarla y que en este ir contra la fuerza activa, se vuelve contra sí misma. Por otra parte, la fuerza activa es aquella fuerza plástica y desbordante, que va más allá de sí misma y que afirma constantemente su diferencia.81 En este punto, es interesante una cita que Deleuze expresa en torno a la fuerza activa y su relación con el cuerpo: “Las fuerzas activas del cuerpo, he aquí lo que hace del cuerpo un «sí mismo» y lo que define a este «sí mismo» como superior y sorprendente” (Deleuze, Gilles 2008: 63). Si la fuerza activa, de acuerdo con Deleuze, afirma y constituye el sí mismo del cuerpo, entonces sería una fuerza acotada y restringida al propio sí mismo del cuerpo. Sin embargo, en esta tesis se sostiene lo contrario: la fuerza activa no constituye ni afirma el sí mismo del cuerpo –o del ser vivo-, pues en el constante desborde que la fuerza activa de la voluntad de poder ejerce sobre el cuerpo, se desapropia el sí mismo singular de éste, para afirmarse el despliegue de la fuerza. Como la fuerza activa es una fuerza desbordante y derrochadora, como no mide su desborde, como no reserva nada en su gasto, puede descomponer o desapropiar el sí mismo del cuerpo sobre el cual opera. Y esta descomposición no es por mera acción de una fuerza reactiva que la descomponga82, sino por el propio exceso de su despliegue activo. En esta desapropiación o descomposición, entonces, no se afirma ningún sí mismo singular del cuerpo viviente, sólo se afirma el 81 Aquí puede ser preciso citar el comentario que realiza Babette Babich en su artículo: «Un problema con cuernos… el problema de la ciencia misma» La crítica de Nietzsche a la razón científica, en donde también se sirve de la distinción nietzscheana-deleuziana entre activo y reactivo, ejemplificándolo con la filosofía y los dos estilos diferentes de hacer filosofía, a saber: el decadente y el ascendente. “La mayoría de la filosofía ha seguido el tipo común, reactivo o decadente o resistente. El problema es que preservar o conservar la vida, argumenta Nietzsche, siempre significa que se elimine de la vida todos sus peligros y riesgos. La conservación y la expresión de la vida son impulsos opuestos, y para Nietzsche nuestra inclinación hacia uno u otro depende de que nuestras disposiciones fisiológicas o corporales sean lo que llama activas (vida ascendente) o reactivas (vida decadente)” (Babich, Babette 2008: 49). La vida ascendente y descendente pueden, así como lo muestra Babich, enmarcarse claramente en la distinción de activo y reactivo. 82 No es, como diría Deleuze, un devenir-reactivo de la fuerza activa. (Para ver esta idea de devenir-reactivo de las fuerzas, ir a: (Deleuze, Gilles 2008: 93-95). 60 despliegue de la fuerza y el crecimiento de la voluntad de poder. No es el sí mismo del cuerpo vivo lo que se afirma con las fuerzas activas, al contrario, se desapropia dicho sí mismo, se interrumpe, para afirmarse la fuerza y su expansión.83 En cambio, la fuerza reactiva sí produce una continua apropiación de un sí mismo en el cuerpo o en el ser vivo.84 Sobre la base de esta observación y leve objeción a la distinción de Deleuze entre activo y reactivo, es que se construirán las secciones siguientes. Sin dejar de lado esta distinción, se trazará un recorrido a partir de ella, pero tomándose en cuenta la observación recién planteada, a saber: que la fuerza activa, más que constituir el sí mismo del cuerpo vivo, lo desapropia para afirmar, en cambio, el despliegue siempre creciente de la fuerza. Ahora bien, es necesario ver, primero, de qué modo la fuerza reactiva es una fuerza ocupada de la auto-preservación. 3.2.- Fuerzas reactivas y la ciencia como preservación de la vida 3.2.1.- Las ciencias como fuerzas reactivas De acuerdo con Deleuze, las fuerzas reactivas son aquellas dominadas, débiles e inferiores, que no pierden nada de su fuerza, pues se repliegan para asegurar su conservación y mantención. Las actividades ligadas a la preservación de la vida (tales como: reproducción, nutrición, adaptación, etc.) son netamente reactivas.85 En estas funciones no está en juego el riesgo y la expansión de la fuerza, sino sólo su conservación. De este modo, las fuerzas reactivas son fuerzas utilitarias en la medida que se valen de los criterios que le son útiles para conservar su fuerza, para preservar la vida. Y uno de los criterios utilitarios por antonomasia que tanto Nietzsche como Deleuze 83 Se profundizará en este punto en las tres últimas secciones del presente capítulo. Esta idea se verá desarrollada en la segunda sección. 85 Como señala Deleuze: “La conciencia es esencialmente reactiva; por eso no sabemos lo que puede un cuerpo, de qué actividad es capaz. Y lo que decimos de la conciencia debemos también decirlo de la memoria y del hábito. Aún más: debemos decirlo incluso de la nutrición, de la reproducción, de la conservación, de la adaptación. Son funciones reactivas, especializaciones reactivas” (Deleuze, Gilles 2008: 62). 84 61 distinguen es la ciencia. La ciencia es esencialmente reactiva, es una mera reacción ante las dificultades y riesgos que la vida presenta. Como sostiene Deleuze: “La ciencia, por vocación, entiende los fenómenos a partir de las fuerzas reactivas y los interpreta desde este punto de vista. La física es reactiva, como lo es también la biología; siempre las cosas vistas desde el lado pequeño, desde el lado de las reacciones” (Deleuze, Gilles 2008: 68). Ahora bien, es necesario contextualizar un poco la crítica que Nietzsche sostuvo con la ciencia y, particularmente, con Darwin, pues es un problema bastante situado que se dio con el despliegue y auge que la ciencia tuvo durante el siglo diecinueve –desarrollo y apogeo que a Nietzsche le tocó ver como un testigo directo y permeable. El siglo diecinueve fue conocido, entre otras cosas, como el siglo de las ciencias o la edad de la ciencia.86 De acuerdo con Gregory Moore en la introducción del libro Nietzsche and Science, editado por él y Thomas Brobjer, el término científico fue un invento de ese siglo, gracias al despliegue que tuvo la ciencia: “De hecho, el propio término ‘científico’ fue una invención del siglo diecinueve. La adopción de un nombre `por el cual nosotros podemos designar a los estudiantes del conocimiento del mundo material conjuntamente’ fue visto por el filósofo de Cambridge, William Whewell, como una modesta especialización del conocimiento concomitantes con la profesionalización de las ciencias” (Moore, Gregory 2004: 3). En esta época, hubo una explosión científica y un posterior auge de la ciencia, la cual se vio consolidada con dos hechos significativos que marcaron profundamente tanto al siglo decimonónico como a Nietzsche, a saber: la teoría de la evolución a través de la selección natural, de Darwin; y la segunda ley de la termodinámica, la entropía. Estos dos hechos provocaron que las ciencias tuvieran un fuerte impacto en el mundo occidental, incluso más allá de los límites científicos. Entre las ciencias, la biología fue la que cobró una relevancia inusitada, transformándose en uno de los discursos dominantes de la segunda mitad del siglo XIX. Los modelos biológicos y las metáforas biológicas se esparcieron a otros terrenos del conocimiento, como la ciencia política, la sociología, la estética, la moral, la 86 Este término es de David Knight, acuñado especialmente en su The age of science (Oxford: Blackwell, 1986). 62 epistemología, la metafísica, la literatura, entre otros.87 Por esta razón, no es raro que Nietzsche se haya visto bastante influenciado por el pensamiento científico y haya utilizado algunas de estas metáforas científicas para su propio pensamiento.88 Fue inevitable, entonces, que la filosofía de Nietzsche se tiñera de este fuerte influjo científico que se apoderó de todo el pensamiento decimonónico.89 Sin embargo, la influencia científica sobre Nietzsche tuvo una recepción ambivalente para su propio pensamiento: por un lado, le provocó un inusitado entusiasmo y, por el otro, un profundo rechazo y crítica. Nietzsche criticó a la ciencia decimonónica porque en el núcleo de ésta preponderaba tanto la teleología como el mecanicismo, dos aspectos que Nietzsche rechazó profundamente. Como comenta Christa Davis Acampora en Between mechanism and teleology: Will to power and Nietzsche’s Gay ‘Science’: La visión mecánica del mundo es potencialmente perjudicial para nuestro entendimiento de valores. Tanto la teleología como el mecanicismo imponen una explicación unívoca del posible significado de la existencia: donde la primera afirma que todos los valores se derivan del final hacia el que todos se supone que luchan, la visión mecánica se desarrolla en la búsqueda de nada más que su mera perpetuación (ver, por ejemplo, KSA 12, 7 [54]). (Davis Acampora, Christa 2008: 172). Esta explicación unívoca del mundo está entregada, en gran parte, por el mecanicismo, que reduce gran parte de los fenómenos al cálculo, con el fin de representar un mundo estable y determinado. Como sostiene Nietzsche en uno de sus fragmentos póstumos, que luego fueron editados para el libro de La 87 Para ver cuáles disciplinas utilizaron metáforas científicas a la luz del desarrollo biológico del siglo XIX, ver: (Moore, Gregory 2004: 4-6). 88 Como comenta Babich en su artículo <<Un problema con cuernos… el problema de la ciencia misma>>. La crítica de Nietzsche a la razón científica: “[La obra de Nietzsche] está llena de referencias a la física, química, biología, pero también a la medicina, y Nietzsche tenía extraordinarias esperanzas en lo que los investigadores de la fisiología podían ofrecer a la estética y al estudio especializado de la cultura, etc. Tendemos a subestimar los logros científicos y tecnológicos de la época en la que Nietzsche vivió: una edad de una tremenda productividad científica, no solamente la revolución darwiniana, sino también la teoría cosmológica y física, incluyendo todo lo que conduciría al pensamiento extraordinariamente revolucionario de principios del siglo XX” (Babich, Babette 2008: 27). 89 Como comenta Ansell Pearson, la misma Genealogía de la moral es impensable, en parte, sin el pensamiento biológico del siglo XIX: “La genealogía es un texto empinado en el pensamiento biológico y las ideas del siglo XIX, y es impensable sin esta herencia” (Ansell Pearson, Keith 2009: 85-86). Se podría agregar, además, que gran parte del pensamiento maduro tardío de Nietzsche es impensable sin este amplio despliegue que las ciencias y, particularmente, la biología tuvieron. 63 voluntad de poder: “Crítica del mecanismo. Desembaracémonos de los dos consejos populares de la <<necesidad>> y de <<ley>>: el primero crea una falsa obligación; el segundo, una falsa libertad en el mundo. Las <<cosas>> no se producen de un modo regular ni según una regla” (VP 626). Esta necesidad de concebir un mundo sometido a reglas determinadas y fijas que entrega el mecanicismo90, es en virtud de proporcionar un mundo regular, con fenómenos regulares, en donde la conservación de la vida sea más fácil. El mecanicismo exacerba la lógica del cálculo, la cual es crucial para la utilidad y el mantenimiento de la vida. Sea como sea, el siglo dorado de las ciencias no dejaron indiferente a Nietzsche y a su pensamiento, que se vio intensamente marcado por ellas.91 Si bien Nietzsche supo reconocer la importancia que la ciencia tuvo –y ha tenidopara el desarrollo de la humanidad, un fuerte halo de desconfianza sostuvo contra ella. En primer lugar, porque no vio en el desarrollo de las ciencias y el conocimiento un acercamiento a la verdad y un asentamiento de lo verdadero. Y, en segundo lugar, porque tanto el conocimiento como la ciencia se construyen en relación con los criterios de utilidad y conservación de la vida. Como sostiene Nietzsche: Todos nuestros elementos de conocimiento y nuestros sentidos solo se desarrollan en relación con ciertas condiciones de conservación y crecimiento. La confianza en la dialéctica, o lo que es lo mismo, la confianza en la razón y sus categorías, la valoración en definitiva de la lógica, acredita su utilidad para la vida, ya demostrada por la experiencia, pero de ninguna manera su «verdad». (VP 502) Es en este punto, ante la desconfianza y rechazo de Nietzsche hacia la ciencia, que se puede volver a la distinción entre activo y reactivo elaborada por Deleuze, específicamente, a la noción de fuerza reactiva con relación a la 90 Nietzsche advierte la preponderancia que el mecanicismo tuvo durante la ciencia decimonónica: “Entre las interpretaciones del mundo que se conocen hasta ahora, parece que hoy triunfa la que podría considerarse como «mecánica»” (VP 610). En contra de la teleología y de la autoconservación, Nietzsche menciona, por ejemplo: “¡Cuidado con principios teleológicos superfluos! Y entre ellos está el entero concepto de «impulso de conservación»” (NF: KSA 1885, 2 [63]). 91 Como comenta Moore: “Las ciencias naturales ejercieron una influencia poderosa sobre Nietzsche; ellas proporcionaron un importante marco sobre el cual él articuló sus ideas” (Moore, Gregory 2004: 9). 64 ciencia. Deleuze comenta lo siguiente con respecto a la ciencia como fuerza esencialmente reactiva: El balance de la ciencia es para Nietzsche un triste balance: los conceptos pasivos, reactivos, negativos predominan por doquier. Por doquier está presente el esfuerzo para interpretar los fenómenos a partir de las fuerzas reactivas. Lo hemos ya visto en el caso de la física y de la biología92. Pero ha medida que ahondamos en las ciencias del hombre, se asiste al desarrollo de la interpretación reactiva y negativa de los fenómenos: «la utilidad», «la adaptación», «la regulación», incluso «el olvido» hacen de conceptos explicativos. (Deleuze, Gilles 2008: 105)93 Deleuze, en su lectura sobre Nietzsche, caracteriza a la ciencia como una fuerza reactiva, preocupada simplemente de interpretar los fenómenos según un cierto nivel de reacción. La ciencia toma de los fenómenos todo aquello que permita asegurar las condiciones de posibilidad de la vida –aquello que le permita a la vida conservarse como tal- o para rechazar aquellos fenómenos que representen algún nivel de riesgo para la vida. Toda acción y fenómeno son juzgados, por parte de la ciencia, según su nivel de utilidad para el mantenimiento de la vida. Como sostiene Nietzsche con respecto a la ciencia y el conocimiento: “Es la utilidad de la conservación, no una necesidad teoréticoabstracta cualquiera de no ser engañado, la que se encuentra como motivo detrás de la evolución de los órganos del conocimiento… éstos se desarrollan de una manera que su observación basta para que nos conservemos” (NF: KSA 1888, 14 [122]). Entonces, la ciencia, en tanto conocimiento, se ha desarrollado siempre al alero de los criterios de utilidad que presenta para la vida. Es decir, la ciencia ha entregado las condiciones de posibilidad para la conservación de la vida, pero no para el despliegue y crecimiento de ésta. Y es 92 En el caso de la física y la biología, Nietzsche estima que ambas ciencias son reactivas o decadentes en la medida que impera en ellas un fuerte impulso de conservación. Ambas ciencias reaccionan con el fin de proveer las condiciones de utilidad y preservación de la vida, determinan cuáles criterios son más útiles para despejar de la vida el peligro y el riesgo. Como comenta Deleuze: “La física es reactiva, como lo es también la biología; siempre las cosas vistas desde el lado pequeño, desde el lado de las reacciones” (Deleuze, Gilles 2008: 68). 93 Babette Babich complementa a Deleuze sosteniendo que la ciencia es reactiva porque expresa una fuerte cultura o influjo nihilista: “Para Nietzsche, el ideal cultural occidental de la ciencia es, inevitablemente, una manifestación del ser reactivo. Por lo tanto, esto significa que la cultura de la ciencia, que Nietzsche llamará ‘la última y más noble forma del ideal ascético’, es, de hecho, la representación insidiosamente vital de una cultura organizada contra la esencia de la vida. En este sentido, la cultura de la ciencia es, a los ojos de Nietzsche, la cultura del nihilismo” (Babich, Babette 1994: 136-137). 65 justamente en este punto donde cabe la crítica nietzscheana a la ciencia y, particularmente, al darwinismo. 3.2.2.- La escuela de Darwin como el triunfo de las fuerzas reactivas Dentro de los textos maduros-tardíos de Nietzsche, especialmente en sus fragmentos póstumos, es común encontrarse con referencias a Darwin y al darwinismo. No sólo alusiones a la ciencia en general, sino que específicamente al evolucionismo darwiniano –y a la escuela darwiniana que se siguió de los planteamientos del biólogo inglés.94 En el Crepúsculo de los ídolos, Nietzsche tiene un aforismo titulado Anti-Darwin, y en sus fragmentos póstumos hay otros escritos dedicados a Darwin y, particularmente, a realizar una crítica al darwinismo, a la selección natural y a la adaptación. Pese a referirse a sí mismo como anti-darwinista, no es del todo claro su rotundo rechazo a éste. Así como con la ciencia, la recepción nietzscheana del darwinismo es ambivalente. Por un lado, acogió de buena manera algunos presupuestos básicos del evolucionismo95, y, por el otro, rechazó profundamente los criterios de adaptación que se dan en la selección natural. Nietzsche, por lo tanto, no puede ser clasificado ni como un darwinista ni como un anti-darwinista.96 Ciertamente, él proclamó ciertos valores del 94 Thomas Brobjer explica, en Nietzsche`s redding and knowledge of natural science: an overview, que la teoría de la evolución de Darwin introdujo un fuerte influjo e impacto en el pensamiento de Nietzsche: “La teoría darwiniana de la evolución por la selección natural tuvo una influencia incalculable en el clima científico, intelectual y cultural de la segunda mitad del siglo diecinueve, incluyendo el campo de la filosofía y literatura –esos campos que, en líneas generales, el propio Nietzsche trabajó. Como tal, el darwinismo –o más precisamente, el evolucionismo- representa una formación general importante para el pensamiento de Nietzsche. Algunos aspectos de la filosofía de Nietzsche – tales como su visión del desarrollo, progreso y la historia, tanto como sus conceptos de la voluntad de poder y del Übermensch –no pueden ser completamente entendidos sin tomar en cuenta su actitud frente al darwinismo” (Brobjer, Thomas 2004: 22). 95 Como comenta Gregory Moore en su libro Nietzsche, Biology and metaphor, Nietzsche sí tomó parte de los presupuestos del evolucionismo darwiniano: “No puede haber ninguna duda de que Nietzsche adopta, en general, una perspectiva evolucionista: él cree en la mutabilidad de las formas orgánicas; él ve a la moral, al arte y a la conciencia no como un atributo únicamente humano con su origen en un dominio trascendental, sino como productos del proceso evolucionario mismo” (Moore, Gregory 2002: 21). 96 Ansell Pearson incluso va más allá, y declara a Nietzsche más pro-Darwin que anti-Darwin: “Es importante apreciar que incluso cuando Nietzsche se presenta a sí mismo como ‘contra’ Darwin, él está, frecuentemente, escribiendo ‘pro’ Darwin y refutando sólo una imagen errónea de Darwin que él ha derivado de las popularizaciones de su pensamiento” (Ansell Pearson, 66 evolucionismo, sin embargo, eso no lo convierte en un pleno seguidor del evolucionismo. Lo que sí Nietzsche criticó fuertemente fue la llamada escuela de Darwin y, específicamente, a Herbet Spencer.97 Como explica Antonio Diéguez en su artículo ¿Usó Nietzsche el peor argumento del mundo? Una indagación sobre las bases evolucionistas del antirrealismo nietzscheano: La oposición a un plan teleológico, que representa uno de los puntos más fuertes y más conocidos de disenso con respecto al darwinismo, no debe, por tanto, ser considerado como una oposición genuina contra Darwin –cuyo alejamiento de toda visión teleológica conoce Nietzsche-, sino como el resultado de una radicalización de su oposición frente al modelo spenceriano, que termina por absorberlo. También el conocido parágrafo del Crepúsculo de los ídolos, «Antidarwin», con sus largos fragmentos preparatorios, pone en cuestión, en realidad, la visión socio-biológica de la lucha por la existencia, llevada a cabo por la escuela de Darwin (die Schule Darwins; Darwin mit seiner Schule). (Diéguez, Antonio 2008: 100) De esta manera, la verdadera crítica que Nietzsche realiza a Darwin no es, en realidad, al biólogo inglés mismo, sino a la escuela darwiniana y al énfasis puesto en la teoría de la selección natural como exacerbación de los criterios de la adaptación, utilidad y preservación.98 Como sostiene Nietzsche: “¿Qué quiere decir «útil»? La pregunta debe ser en realidad: «¿útil en relación a qué?». Por ejemplo: lo que es útil a la duración del individuo no puede convenirle a su esplendor y fuerza; lo que conserva al individuo podría al mismo tiempo tenerlo encerrado e inmovilizarlo en la evolución” (VP 640). La utilidad es un criterio que, a los ojos de Nietzsche, está sobreestimado en el darwinismo y en las ciencias del siglo XIX. El criterio de la utilidad es favorecedor para la preservación de la vida y para la adaptación de las especies y los individuos en el medio en que se desenvuelven, sin embargo, no es un criterio que permita la superación y expansión de la fuerza, no es un criterio que favorezca el despliegue de la voluntad de poder. La utilidad sólo Keith 2009: 86). Sin embargo, es patente en los escritos de Nietzsche que su postura es, más bien, ambivalente, y que fluctúa continuamente entre el rechazo y la aceptación parciales. Lo que sí es evidente es el profundo rechazo a la escuela de Darwin. 97 Para las críticas que Nietzsche realiza expresamente a la escuela de Darwin, ver: (VP 678). Y para las críticas a Spencer, ver el tratado primero y segundo de La genealogía de la moral. 98 Para profundizar un poco más en la crítica nietzscheana a la selección natural darwinista, ir a la tercera sección del segundo capítulo de esta tesis. 67 juega un rol en la conservación de los seres vivos, pero no los impulsa al crecimiento de la fuerza. Además, la utilidad va íntimamente enlazada a la auto-preservación, que, para Nietzsche, posee un fuerte principio teleológico (MBM 13). La preservación está marcada por un telos, mientras que la vida que defiende Nietzsche –como voluntad de poder- no posee telos, no tiene ningún fin.99 Para Nietzsche, el despliegue de la fuerza y de la voluntad de poder es el instinto cardinal de la vida, y no la preservación, que es sólo un efecto secundario del despliegue de la voluntad de poder.100 Por otra parte, Nietzsche advierte en la adaptación y en la utilidad un mero despliegue de las fuerzas reactivas. Como sostiene en La genealogía de la moral 101 : “Bajo la presión de aquella idiosincrasia se coloca en el primer plano la «adaptación», es decir, una actividad de segundo rango, una mera reactividad, más aún, se ha definido a la vida misma como una adaptación interna, cada vez apropiada, a circunstancias externas” (GM II, 12). La adaptación, que se vale de la utilidad, es una mera actividad reactiva, una reacción ante la vida y sus peligros. En la adaptación, son los componentes reactivos del ser vivo los que triunfan. Como comenta Ansell Pearson al respecto: “Nietzsche lee la selección natural como un respaldo a las fuerzas reactivas de la vida y de su triunfo en la modernidad. Nietzsche no refuta a la selección natural, sino que enfatiza en qué medida es el mecanismo en el cual las fuerzas reactivas son capaces de alcanzar una posición de dominio” (Ansell Pearson, Keith 2009: 88). Es decir, en la selección natural los seres vivos que sobreviven son aquellos que se han valido de la adaptación y de los mecanismos que le son útiles para su preservación. En otras palabras, los seres vivos que se preservan con la selección natural no lo 99 Como comenta Ciano Aydin en Nietzsche on reality as Will to Power: toward an ‘ognanization-struggle’ model: “El punto crucial es que la característica ‘teleológica’ de la voluntad de poder no sólo no tiene un fin dado y fijo, sino que, precisamente, excluye tal fin” (Aydin, Ciano 2007: 26). Es decir, la voluntad de poder es a-teleológica, no posee ningún fin predeterminado. Mientras que la auto-preservación posee un telos, está marcada por una predeterminación teleológica. 100 Como sostiene Nietzsche en Más allá del bien y el mal: “Los fisiólogos deberían pensárselo bien antes de afirmar que el instinto de autoconservación es el instinto cardinal de un ser orgánico. Algo vivo quiere, antes que nada, dar libre curso a su fuerza –la vida misma es voluntad de poder-: la autoconservación es tan sólo una de las consecuencias indirectas y más frecuentes de esto” (MBM 13). 101 Para Ansell Pearson, La genealogía de la moral es impensable, en parte, sin el gran desarrollo del pensamiento biológico del siglo XIX. (Ansell Pearson, Keith 2009: 86). Se podría decir, entonces, que gran parte de los planteamientos nietzscheanos sobre la voluntad de poder y la vida que desarrolló en los últimos cinco años de su vida activa, son impensables sin el auge y despliegue que tuvo la ciencia de su época. 68 han hecho en virtud del despliegue de su fuerza activa, de su expansión y constante lucha, sino aquellos que han reaccionado ante los peligros de la vida, evitándolos. De esta manera, para Nietzsche la adaptación –como criterio cardinal de la selección natural darwinista- es un mero reflejo de la fuerza reactiva, mientras que la expansión y el derroche de la fuerza son parte de las fuerzas activas. Nietzsche rechaza, entonces, una parte de la teoría darwiniana de la selección natural y gran parte de los planteamientos de la escuela de Darwin, por el énfasis puesto en la adaptación y en la utilidad. Este último concepto es particularmente problemático para Nietzsche, pues indica el triunfo de las fuerzas reactivas tanto en el ámbito de la vida como en el de la ciencia moderna. Para Nietzsche, la verdadera evolución –o evolucionismo- no puede estar al servicio de la selección natural y la adaptación –como despliegue de la utilidad y las fuerzas reactivas-, sino que debe darse en virtud del despliegue de la fuerza siempre activa de la voluntad de poder, de su incremento y expansión.102 3.3.- Fuerza activa como expansión y crecimiento de la voluntad de poder Si las fuerzas reactivas son débiles, dominadas y subyugadas, pero que, a pesar de su debilidad, han logrado triunfar tanto en el reino de la vida como en el de la ciencia, las fuerzas activas son aquellas fuerzas imperiosas, dominantes y superiores que, debido a su gran expansión, suelen 102 En este punto es necesario destacar que una de las críticas más frecuentes que se le han hecho a Nietzsche con respecto a la ciencia y al darwinismo es su mala lectura a Darwin. Como comenta Antonio Diéguez en su artículo ¿Usó Nietzsche el peor argumento del mundo? Una indagación sobre las bases evolucionistas del antirrealismo nietzscheano: “Nietzsche asume que «la ley de la evolución […] es la ley de la selección» (AC §7), pero no interpreta la selección natural darwiniana como la supervivencia de los más aptos, sino de los más fuertes y más dotados, entendiendo además que Darwin ve como resultado de este proceso un progreso constante de las especies biológicas. En contra de esto, Nietzsche cree que el resultado de la evolución es la homogeneización de la población en torno a los mediocres, la eliminación de las excepciones, de los individuos superiores” (Diéguez, Antonio 2008: 74). Por otro lado, Nietzsche olvida el hecho de que la selección natural sólo es posible gracias a la variación, la multiplicación y el crecimiento. Es probable que Nietzsche sí haya tenido una mala lectura de Darwin y la selección natural, sin embargo, esta mala lectura permitió que gran parte de sus planteamientos en torno a la vida como voluntad de poder cobraran un desarrollo importante. 69 descomponerse en su crecimiento. Nietzsche, en uno de sus fragmentos póstumos, se pregunta qué es lo activo y responde que lo activo es tender al poder (NF: KSA 1886, 5 [64]). Deleuze, por su parte, complementa esta definición de lo activo con la siguiente descripción: “Apropiarse, apoderarse, subyugar, dominar, son los rasgos de la fuerza activa. Apropiarse quiere decir imponer formas, crear formas explotando las circunstancias” (Deleuze, Gilles 2008: 63). Es decir, tanto para Nietzsche como para Deleuze la fuerza activa no es tan sólo el despliegue infinito de la fuerza, sino que ésta es un poder transformador, expansivo y capaz de crear nuevas formas de crecimiento. Por esta razón, la auto-preservación no puede ser una exteriorización de la fuerza activa, porque la preservación sólo es una reacción y, en tanto tal, una conservación de la fuerza. El querer llegar a ser más-fuerte, el querer-llegar-aser-más, el querer-dominar (NF: KSA 1888, 14 [81]) es parte de la exteriorización de la fuerza activa, y en esta manifestación la autopreservación no juega ningún rol determinante. De esta manera, en el proceso orgánico Nietzsche distingue, por un lado, la manifestación de una fuerza reactiva que impulsa al ser vivo a la auto-preservación y, por el otro, el despliegue de la fuerza activa, que impulsa al viviente a su crecimiento y expansión constante. Como explica Nietzsche: “Se desprende una voluntad de poder en el proceso orgánico, en virtud del cual fuerzas dominantes, imperiosas, aumentan constantemente el campo de su poder y, dentro de los límites de aquel, simplifican siempre de nuevo: el imperativo «creciente»” (VP 637). La vida es, para Nietzsche, la expresión de la fuerza activa de la voluntad de poder, en la cual nada quiere conservarse, sino que todo quiere expandirse y crecer. El ser vivo busca su auto-expansión, su crecimiento incesante, aun a costa de poner en riesgo su preservación. Por ello, en la fuerza activa de la voluntad de poder se da una constante expansión, en la cual se desencadena el ámbito de la lucha –con ella misma o con otras fuerzas- como parte de su exteriorización activa103. Como comenta Ciano Aydin: “El poder debe ser entendido como una lucha necesaria para expandirse a sí mismo. El poder es sólo poder en la medida en que se 103 Para ver con más detalle el tema de la lucha y la relevancia que ésta tiene para Nietzsche y su idea de voluntad de poder, ver la cuarta sección del segundo capítulo de esta tesis. 70 mantiene a sí mismo contra otros poderes y lucha para predominar sobre ellos” (Aydin, Ciano 2007: 26). Por esta razón, la dimensión de la lucha es indispensable para que la fuerza activa de la voluntad de poder pueda manifestarse. Por otra parte, la fuerza activa de la voluntad de poder va hasta el límite de sus fuerzas, pues su impulso de crecimiento la lleva a ir más allá de sí, la lleva a sobrepasarse constantemente. Como sostiene Deleuze: “Nietzsche llama fuerza activa a aquélla que llega hasta el límite de sus consecuencias” (Deleuze, Gilles 2008: 95)104. Por esta razón, la voluntad de poder, en tanto despliegue de la fuerza activa, no mide gasto alguno en su despliegue, es sólo derroche y expansión –a diferencia de la fuerza reactiva, que está constantemente midiéndose y reservándose para preservarse. La vida entendida como voluntad de poder y como despliegue de la fuerza activa es, entonces, aquella que se expande y crece aun a costa de degradarse en el intento. La auto-conservación le es indiferente a la vida entendida como voluntad de poder, porque sólo la expansión y el crecimiento de la fuerza es lo que la pone en movimiento. Como sostiene Nietzsche en La voluntad de poder: La más modesta y primordial actividad del protoplasma no puede derivarse de una voluntad de autoconservación, porque aquel absorbe en sí, de modo insensato, más de cuanto puede condicionar la conservación, y, sobre todo, no se conserva con ello, sino que se disgrega. El instinto que en este caso domina debe precisamente explicar esta voluntad de no conservarse. (VP 644) No es posible considerar al hambre como primum mobile, ni tampoco la conservación de sí mismo. (VP 645) En estas dos citas, es posible distinguir la indiferencia que tiene la voluntad de poder, en tanto despliegue de la fuerza activa, con respecto a la autoconservación. El interés último de la vida como voluntad de poder no es la auto-preservación, sino el crecimiento, la auto-expansión. En esta autoexpansión, no obstante, se interrumpe constantemente la constitución de un sí mismo singular en el ser vivo. Lo que emerge en la vida entendida como 104 Deleuze también caracteriza a la fuerza activa como aquella que va hasta el límite de lo que puede, que va incluso más allá de lo que puede, sin medir consecuencias y sin reservar nada. Ver, por ejemplo, (Deleuze, Gilles 2008: 89). 71 voluntad de poder activa es, en cambio, la afirmación del crecimiento de la fuerza y de la expansión, pero no la apropiación del sí mismo del viviente. A diferencia de lo que sostiene Deleuze105, la fuerza activa no constituye el sí mismo del cuerpo vivo, sino que lo desapropia, interrumpe esta constitución, para afirmar el despliegue y el incremento de la fuerza, aun a costa de disgregar el organismo o el cuerpo vivo en donde la voluntad de poder ejerce su dominio. Por esta razón, no es ni el hambre ni la conservación de sí el principio básico de la vida como voluntad de poder, sino que el crecimiento expansivo de la fuerza. La pulsión de crecimiento es, en la voluntad de poder activa, siempre mayor a la pulsión de conservación. De esta manera, la fuerza activa de la voluntad de poder no puede contenerse en los límites determinados y unificados de un ser vivo, pues se expande aun a costa de éste. La voluntad de poder no constituye un sí mismo en el ser vivo en donde ejerce su fuerza, ni tampoco ella misma se afirma como una unidad, sino como una multiplicidad de fuerzas que buscan crecer y expandirse. Sobre este último punto es posible situar la crítica que Nietzsche sostiene con respecto a la idea de una unidad estable, fija y determinada. 3.4.- Crítica nietzscheana a la idea de unidad estable y determinada Ante la idea de multiplicidad como base del concepto de la voluntad de poder, es posible desentrañar una crítica a la idea de unidad en el discurso maduro-tardío nietzscheano. Si la voluntad de poder está presente tanto en el mundo de la vida como en el orden cósmico106, es decir, está presente en todo orden de cosas, y esta voluntad es, a su vez, siempre múltiple y diversa, se desprende de ello una desvalorización de la idea de unidad. Para Nietzsche, el concepto de unidad –como sistema estable y determinado- es una ficción proveniente de una necesidad humana tendiente a establecer un mundo 105 Ir a la primera sección de este capítulo, en donde se expone una cita de Deleuze donde afirma que la fuerza activa constituye el sí mismo del cuerpo (Deleuze, Gilles 2008: 63). 106 “La voluntad de acumular fuerza como específico para el fenómeno de la vida, para la nutrición, la reproducción, la herencia, para la sociedad, el Estado, las costumbres, la autoridad. ¿No deberíamos tener el derecho de admitir esta voluntad como causa motora incluso en la química? ¿y en el orden cósmico?” (NF: KSA 1888, 14 [81]). 72 unificado y estable. Como sostiene Nietzsche: “Nosotros necesitamos unidades para poder calcular: pero no por ello se ha de admitir que tales unidades existan. El concepto de unidad lo hemos tomado prestado de nuestro concepto de «yo», -nuestro más antiguo artículo de fe” (NF: KSA 1888, 14 [79]). Tanto el yo como el concepto de unidad representan, para Nietzsche, artículos de fe, elementos ficcionales que ayudan a configurar un mundo posible para el ser humano y su conservación.107 En otras palabras, la idea de unidad es una ficción que ha sido introducida por nosotros por la utilidad que representa para la vida, para la preservación de la vida: “No hay unidades últimas duraderas, no hay átomos, no hay mónadas: también aquí «lo ente [das Seiende]» ha sido introducido primero por nosotros, (por razones prácticas, útiles según la perspectiva)” (NF: KSA 1887, 11 [73]). Sin embargo, la idea de unidad es bastante amplia y puede referirse a diferentes aspectos. En esta sección, se tomará el concepto de unidad con respecto a la noción de sujeto, agente y entidad. Estas tres nociones son indispensables para configurar una noción de sí mismo unitario y estable que Nietzsche pone en cuestión constantemente en su idea de voluntad de poder como manifestación múltiple. 3.4.1.- Crítica nietzscheana a las nociones de sujeto, agente y entidad La absurda sobrevaloración de la conciencia, que ha hecho de ella una unidad, una esencia, «el espíritu», «el alma», algo que siente, piensa, quiere (NF: KSA 1888, 14 [146]) Quizás parte de la crítica nietzscheana a la idea de unidad –ya sea en tanto sujeto, agente o entidad- se debe a la gran importancia que la conciencia tuvo durante la modernidad. Para gran parte de los filósofos modernos, la conciencia jugó un rol preponderante tanto en la constitución del sujeto como 107 Para Nietzsche, la creencia en una unidad viene dada por una costumbre humana de hacer de la pluralidad del mundo algo más estable, algo fijo. Como explica en sus fragmentos póstumos: “Estamos acostumbrados a sostener que la configuración de una enorme abundancia de formas es compatible con su procedencia a partir de una primera unidad” (NF: KSA 1888, 14 [121]). 73 en el de la racionalidad. De hecho, la razón misma llegó a estar ubicada dentro de la conciencia, dentro del sí mismo del sujeto cognoscente. Como ilustra Christian Emden en Metaphor, perception and consciousness: Nietzsche on Rhetoric and Neurophysiology: Muchos filósofos antes que Nietzsche, especialmente Descarte, Locke y Kant, no relacionan al sí mismo [self] como un problema particularmente difícil desde que fue visto como el punto principal de referencia para la acción humana. Muchas concepciones europeas tempranas modernas sobre el sí mismo y la racionalidad presentan la ratio como un componente del alma –como Psychologia rationalis de Christian Wolff (1734)- la (auto-) conciencia tuvo que ser tomada como algo dado si la racionalidad y la razón iban a tener algún sentido. Naturalmente, la razón estaba localizada en el sí mismo [self], y este último necesariamente tuvo que ser construido como unificado. (Emden, Christian 2004: 102) Durante la modernidad, entonces, hubo cierta equiparación entre la actividad racional con la constitución misma del sujeto. Este sujeto fue la conciencia, un agente activo cognoscente que participaba en todos los procesos de la razón. Es así como desde la modernidad temprana se fue construyendo un sujeto unitario y constituido por una conciencia cognoscente, activa y, al mismo tiempo, agente. La conciencia, en tanto sujeto-agente, fue constituida como si fuera una entidad determinada, estable y unificada. Y es justamente esta unidad cerrada sobre sí misma que se construye a partir de la modernidad la que Nietzsche critica. Para Nietzsche, la construcción moderna del sujeto-ente o del sujeto como una conciencia sustancializada y unificada, es una ficción surgida de una necesidad tendiente a unificar lo múltiple y diverso con que se presenta el mundo. Como sugiere en uno de sus fragmentos póstumos: “El «yo» como ente (-no afectado por el devenir y el desarrollo). El mundo ficticio del sujeto, la substancia, la «razón», etc., es necesario: hay en nosotros un poder que ordena, simplifica, falsifica, separa artificialmente. «Verdad» --voluntad de dominar la multiplicidad de las sensaciones” (NF: KSA 1887, 9 [89]). Ante la diversidad de sensaciones, ante la multiplicidad del mundo, el ser humano construye sustancias unificadas, unidades simples y estables, con el fin de 74 dominar aquello múltiple y diverso. El conocimiento, de este modo, es una ficción para Nietzsche, pues tanto el sujeto cognoscente108 así como lo conocido, el objeto, son ficciones, unidades falsas. El sujeto, considerado como una sustancia estable y unificada, no entra en el flujo del devenir, no sufre cambios, y eso, para Nietzsche, es una de las ficciones fundantes de la modernidad. Como sostiene: Solo cuando hemos introducido sujetos, «agentes» en las cosas, es cuando nace este espejismo: todo lo que sucede es la consecuencia de una acción ejercida sobre los sujetos: ¿ejercida por quién? Por un «actor». Causa y efecto: nociones peligrosas en cuanto nos obligan a pensar en una cosa que ocasiona y en una cosa sobre la cual se actúa. a) La necesidad no es un hecho, sino una interpretación. b) Cuando hemos comprendido que el «sujeto» no es algo que obra, sino solamente una ficción, de aquí se deducen muchas consecuencias. (VP 545) Y una de las consecuencias que se puede deducir al considerar al sujeto como ficción, es que el sujeto no es un agente, no es quien produce la acción, ni el movimiento, sino que es la acción la que va siempre primero, la causa primera de todo acto. El sujeto, al ser una categoría ficcional e introducida por el afán de conocer, no es el productor de acciones, no es quien provoca la acción. La acción se produce por sí misma, deviene por sí misma.109 Entonces, para Nietzsche no hay un sujeto dado que produce una determinada acción, sino que la acción es producida por sí misma. Con esto, Nietzsche deconstruye, de alguna u otra manera, la idea de un sujeto unitario, unificado y hecho sustancia.110 Como sostiene Nietzsche en el Tratado primero de La genealogía de la moral: “Pero tal sustrato no existe [sujeto, agente]; no hay ningún «ser» detrás del hacer, del actuar, del devenir; el «agente» ha sido ficticiamente añadido al hacer, el hacer es todo” (GM I, 13). El sujeto como causa de la 108 Como sostiene Nietzsche:” «Sujeto»: interpretado desde nosotros de manera tal que el yo vale como sujeto, como causa de toda acción, como agente” (NF: KSA 1887, 9 [98]). 109 En este punto, es interesante el comentario que Christoph Cox realiza en su artículo The ‘subject’ of Nietzsche’s perspectivism: “[Nietzsche] comienza por revertir nuestros hábitos comunes lingüísticos y filosóficos, argumentando que lo que es primordial son las acciones, obras, accidentes y devenires, más que sujetos, hacedores, sustancias o seres” (Cox, Christoph 1997: 280). 110 “ «Sujeto»: lo que se interpreta partiendo de nosotros mismos, de suerte que el yo pasa por ser la sustancia, la causa de toda acción, el «agente»” (VP 483). 75 acción, del hacer, es el principal rechazo que Nietzsche sostiene contra esta categoría. Para él el sujeto no produce acciones, pues la acción es generada por sí misma, ella misma es hacedora y ella misma lo es todo. La crítica que Nietzsche sostiene contra la noción de sujeto proviene de la misma crítica que realiza contra la idea de unidad y sustancia (o entidad). Como dice en La voluntad de poder: “No hay unidades últimas inmutables, ni átomos, ni mónadas; también aquí el «ser» fue precisamente introducido por nosotros (por razones prácticas, útiles, de perspectiva)” (VP 709). Es decir, para Nietzsche la idea misma de sustancia, de unidad inmutable y estable, es una ficción introducida, nuevamente, por la utilidad, por la necesidad de crear las condiciones de posibilidad necesarias para la conservación de la vida.111 En La voluntad de poder, Nietzsche sostiene que la esencia –o la sustancia- no existe sino como una pluralidad. De hecho, preguntar por el qué de una cosa es ya una pregunta perspectivista, pues no existe un tal que, no se puede preguntar por la ousía de algo, porque no existe una entidad determinada en el devenir: “El «¿qué es esto?», equivale a la atribución de un sentido derivado de otra cosa. La esencia es algo perspectivista y presupone ya una pluralidad” (VP 549). Es en este punto donde se puede contrastar la idea de ser vivo en Nietzsche con la de Aristóteles, pues para este último el ser vivo es pensado como una unidad sustancializada, en cambio para el primero como una multiplicidad irreducible. En De Anima, es posible distinguir una concepción del ser vivo como una totalidad unificada, mientras que en la idea de vida como voluntad de poder el ser vivo está constituido como una multiplicidad de fuerzas e impulsos, como una lucha de partes. Para Aristóteles, los seres vivos son organismos que logran conformar una unidad determinada, como explica Marcelo Boeri: “Para Aristóteles, (los animales) son organismos y, en cuanto tales, funcionan como una totalidad” (Boeri, Marcelo 2010: XXXI). En contraposición a Nietzsche, quien concibe al organismo vivo como una lucha 111 Como explica Nietzsche en uno de sus fragmentos póstumos: “La vida está fundada sobre el presupuesto de la creencia en lo permanente y lo que retorna regularmente; cuanto más poderosa es la vida tanto más amplio tiene que ser el mundo previsible, por así decirlo, hecho ente. Logificación, racionalización, sistematización, como medios auxiliares de la vida” (NF: KSA 1887, 9 [91]). Para Nietzsche, entonces, tanto el conocimiento como la creencia en las categorías de unidad, sustancia y sujeto son para poder facilitar la vida en la tierra, para poder brindar las condiciones útiles para el mantenimiento de la vida. 76 de partes, pero bajo ningún caso como una totalidad. Para Aristóteles, el compuesto del alma con el cuerpo conforma la unidad del ser vivo, pues tanto la materia –el cuerpo- así como la forma –el alma de ese cuerpo- se requieren mutuamente para conformar el organismo vivo. Como explica Boeri: Aunque alma y cuerpo no se identifican ni son una sola cosa, Aristóteles subraya fuertemente el hecho de que el alma no es capaz de sufrir ni producir una afección (páthos) sin el cuerpo (…). Aunque cuerpo y alma son cualitativamente diferentes –tal como lo son la forma y la materia: aquella activa, esta pasiva-, en el compuesto no puede darse el alma, por un lado y el cuerpo por el otro. (Boeri, Marcelo 2010: CXII)112 Por lo tanto, el ser vivo para Aristóteles es un compuesto y, en tanto tal, conforma una unidad. El ser vivo –en tanto organismo- es una totalidad compuesta por el cuerpo y el alma, y ninguno de estos dos elementos puede darse sin la existencia del otro.113 Por lo tanto, tenemos en la concepción aristotélica de vida la idea de un ser vivo como una totalidad, como una unidad compuesta por cuerpo y alma –materia y forma. En Nietzsche, en cambio, el ser viviente no logra conformarse como una unidad, pues lo que predomina en él es el fuerte impulso de crecimiento, que lo lleva a conformar una lucha constante al interior del organismo vivo. Como afirma en sus fragmentos póstumos: “El individuo mismo como lucha de las partes (por alimentación, espacio, etc.): su «volverse órganos» de otras partes” (NF: KSA 1886, 7 [25]). En Nietzsche, tanto el individuo como el organismo vivo es un campo de batalla en el cual se da una incansable lucha de voluntades de 112 Sobre esta misma idea, Boeri complementa más adelante: “El alma humana es el alma de un organismo y un organismo, a diferencia de los mecanismos, es un sistema que debe ser entendido como una totalidad funcional que no se define, al menos no necesariamente, como un sistema material organizado (el organismo vivo también es, claro está, material, pero no es un ser viviente por el mero hecho de ser material; las mesas también son sistemas materiales organizados, pero de eso no se sigue que sean seres vivos). (…) Lo que estoy sugiriendo es una versión, bastante elemental, de una interpretación «holista» de la psicología aristotélica, en la que la totalidad (el ser vivo) no puede entenderse como un mero agregado de partes” (Boeri, Marcelo 2010: CCVIII-CCIX). Si bien el argumento de Boeri es para determinar que un organismo vivo para serlo debe tener alma –en cuanto forma del ser vivo- y no meramente la materia organizada, se desprende de este argumento que el organismo vivo es una totalidad compuesta por materia y forma. 113 Ver, por ejemplo, DA 412b 15-20. 77 poder.114 Cada una de las distintas voluntades de poder que existen al interior del ser vivo luchan entre sí para ganar mayor o menor dominio, consiguiéndose una multiplicidad de partes en el ser vivo. “La aristocracia en el cuerpo, la pluralidad de los dominadores (lucha de las células y de los tejidos)” (VP 653), dice Nietzsche en La voluntad de poder, enfatizando esta idea de campo de batalla y luchas de dominio que se dan al interior del ser vivo. De esta forma, en Aristóteles el ser vivo está constituido por una unidad organizada y totalizada, lo que provoca la formación de un sí mismo singular en el ser viviente. En Nietzsche, en cambio, el ser vivo no logra nunca conformarse como una totalidad organizada, pues la voluntad de poder opera desde una pulsión de crecimiento incesante, que provoca un lucha al interior del ser vivo, que deriva, a su vez, en la conformación de una multiplicidad irreductible en éste. Por esta misma razón, el ser viviente que está impulsado por la voluntad de poder no logra nunca establecer un sí mismo unificado, pues está profundamente escindido por fuerzas e impulsos que luchan entre sí. Como analiza Christoph Cox en su artículo The ‘subject’ of Nietzsche`s perspectivism: Podemos resumir esto diciendo que el sí mismo (el ‘sujeto-unidad’ físicoespiritual) es un compuesto de muchas ‘almas’, cada una de ellas tiene su propia perspectiva, su propia estructura de impulsos y afectos, pros y en contras. El sí mismo es, por lo tanto, un agregado de muchas perspectivas e interpretaciones diferentes, cada una de ellas es afectiva, enraizadas en las distintas fuerzas, impulsos, deseos y pasiones del cuerpo. (Cox, Christoph 1997: 285-286) En esta cita, entonces, queda al descubierto la existencia de una multiplicidad en el sí mismo del ser vivo, una multiplicidad constituida por los diferentes impulsos, fuerzas y afectos que trae consigo la voluntad de poder. De este modo, la voluntad de poder no es una sustancia estable y unificada, sino una multiplicidad irreducible115, que nunca llega a conformarse como una unidad. Es por medio de la multiplicidad de la voluntad de poder, como causa de la 114 Como describe Nietzsche: “El hombre como una multiplicidad de «voluntades de poder»: cada una con una multiplicidad de medios expresivos y formas” (NF: KSA 1885, 1 [58]). 115 En el segundo capítulo de esta tesis, en la cuarta sección, está descrita la idea de voluntad de poder como fuerza múltiple y diversa. 78 acción, que se hace más nítida la crítica nietzscheana a las nociones de sujeto, agente y sustancia. 3.4.2.- La voluntad de poder como multiplicidad irreducible El concepto de unidad es, para Nietzsche, ficticio y un arma creada para proporcionar las condiciones necesarias para el mantenimiento de la vida. No hay unidades inmutables y estables, no existe una unidad cerrada sobre sí misma y absolutamente dada. Para Nietzsche, sólo hay unidad aparente, en cuanto organización. Como sostiene en uno de sus fragmentos póstumos: “Toda unidad es sólo unidad en cuanto organización y juego de conjunto: de manera no diferente a como es una unidad una comunidad humana: o sea, algo opuesto de la anarquía atomista; por lo tanto una formación de dominio, que significa algo uno, pero que no es uno” (NF: KSA 1885, 2 [87]). En otras palabras, las unidades son sólo unidades parciales, provisorias y en tanto organización de estructuras de lucha. Nietzsche piensa las unidades como formaciones de dominio, como estructuras provisorias que se sostienen mediante la lucha y que logran perdurar durante un cierto tiempo como unidades parciales, pero nunca estables. Como se explicó en la cuarta sección del segundo capítulo de esta tesis, las unidades son, para Nietzsche, sólo en cuanto centro de organización, donde algunas voluntades de poder logran comandar y dominar a otras por un cierto período de tiempo, hasta que otra fuerza de dominio –y otro centro de organización- se alce y establezca otra unidad provisoria e inestable. Entonces, sólo hay unidad en tanto organización y relación de dominio y subordinación.116 Por esta razón la unidad, como centro 116 Como explica Ciano Aydin en su artículo Nietzsche on reality as Will to Power: toward an ‘ognanization-struggle’ model, el tema de la unidad en tanto centro de organización puede ser comparado con lo que se da en las estructuras sociales o familiares: “Una comparación al sistema social puede clarificar esto. Un individuo puede ser parte de una familia. Una familia puede ser parte de un pueblo. Un pueblo puede ser parte de un estado. La familia entera o una parte de ella, sin embargo, puede, al mismo tiempo, ser parte de una escuela o de una iglesia. Y una iglesia puede ser parte de una institución religiosa internacional. Pero incluso el individuo en este ejemplo no puede ser considerado como una unidad final; el individuo consiste en diferentes tipos de componentes biológicos y químicos, y así sucesivamente. Esta comparación también deja translucir que los límites de una organización no son fijos sino, más bien, dependen de qué elementos y relaciones se concentran en ello” (Aydin, Ciano 2007: 34). Esta cita y ejemplo explican, además, que no hay unidades finales en el pensamiento filosófico 79 de organización, no es una, no es una unidad constante y determinada. Cada centro de organización está conformado por una multiplicidad de voluntades de poder que luchan unas con otras. Que la unidad no exista de manera estable e inmutable en el pensamiento de Nietzsche, se debe a que él piensa el mundo y, particularmente, a la voluntad de poder como un fenómeno múltiple. Esto provoca que toda unidad absolutamente dada desaparezca y sólo sea considerada como una ilusión, como algo perspectivista. Como sostiene Nietzsche: “La «esencia», la «entidad» es algo perspectivista y presupone ya una multiplicidad” (NF: KSA 1885, 2 [149]). Así como la sustancia o la entidad ya presuponen, para Nietzsche, una multiplicidad irreducible, la noción de sujeto-agente también es múltiple y no unitaria. El sujeto está traspasado por una multiplicidad, por ello es que nunca será una unidad constante y determinada de antemano. Como sugiere Nietzsche en La voluntad de poder: ¿Quizá no sea necesaria la suposición de un sujeto; quizá sea lícito admitir una pluralidad de sujetos, cuyo juego y cuya lucha sean la base de nuestra ideación y de nuestra conciencia? ¿Una aristocracia de células en la que el poder radique? ¿Algo así como «pares», acostumbrados a gobernar unidos, con buen sentido del mando? Mi hipótesis: el sujeto como pluralidad. (VP 485) En la idea misma de sujeto está dada esta idea de una lucha de partes, de ciertas unidades provisorias en tanto organizaciones de poder y comando. El sujeto es plural, está constituido por una multiplicidad que se niega a conformarse como unidad cerrada y estable. El sujeto, en tanto agente, es múltiple y fragmentado por fuerzas e impulsos que lo anteceden, que sostienen una lucha de poder anterior a él. Para Nietzsche, es imposible sostener alguna clase de unidad estable y constante en el devenir, sólo la multiplicidad es posible en el flujo del devenir.117 Lo única dado es, para Nietzsche, la realidad múltiple de nuestros impulsos, energías y de nuestra fuerza, en suma, la única nietzscheano, incluso en el individuo. De hecho, este último es ya una multiplicidad y lucha de partes, pues la voluntad de poder es múltiple y diversa. 117 “ «Multiplicidad» en todo caso, pero la «unidad» no se encuentra de ningún modo en la naturaleza del devenir” (VP 710). 80 realidad posible es la multiplicidad de la voluntad de poder que guía todas las acciones y movimientos del mundo. Con esto, se desquebraja la idea tanto de sujeto unitario como de sustancia inmutable. Si sólo son los impulsos y la fuerza las que comandan la acción, el sujeto termina por deshacerse. Como comenta John Whitmire en su artículo The Many and the One: the ontological multiplicity and functional Unity of the person in the later Nietzsche, para Nietzsche el yo pienso o el yo quiero no nos dan un acceso inmediato ni unitario del yo, pues en la idea misma del yo hay ya una multiplicidad. “Nietzsche argumenta que las afirmaciones ‘yo pienso’ (Descartes) o ‘yo quiero’ (Schopenhauer) no y no nos pueden dar algún acceso inmediato a una realidad unitaria del ‘yo’. Más bien, el fenómeno de nuestros impulsos, tal como lo experimentamos, es una multiplicidad; y la supuesta ‘unidad’ del pensar (MBM 16) y de la voluntad (MBM 19) también nos son dadas como complejas si nosotros las examinamos con seriedad” (Whitmire, John 2009: 3-4). El sujeto y el yo, en tanto sustancia, en tanto sí mismo, no es posible en la idea de voluntad de poder en Nietzsche, sí, en cambio, es posible en tanto multiplicidad irreducible. El sujeto es una multiplicidad, porque las fuerzas e impulsos que lo componen son múltiples y diversos. Por ello es que la idea de unidad estable, absolutamente dada y cerrada sobre sí misma es puesta en crisis por Nietzsche y su idea de voluntad de poder.118 La voluntad de poder, como fuerza múltiple y sometida siempre a una lucha, no logra conformar ninguna unidad estable, salvo una provisoria en tanto organización parcial. Ahora bien, es necesario establecer cómo esta puesta en crisis de la idea de unidad (en tanto agente, sustancia y sí mismo del ser vivo) pone en crisis, también, la manera tradicional-aristotélica de entender la vida y cómo, al mismo tiempo, se 118 En este punto es interesante mencionar la lectura que Paul Katsafanas realiza sobre el concepto de agencia unificada en Nietzsche, en su artículo The concept of unified agency in Nietzsche, Plato, and Schiller. En este artículo, Katsafanas sostiene que puede haber un agente unificado en Nietzsche, que no es sólo compuesto por la lucha de fuerzas e impulsos, sino que esto último enlazado con el pensamiento reflexivo (Katsafanas, Paul 2011: 109-111). Tanto la lucha de fuerzas e impulsos con el pensamiento reflexivo forman, para Katsafanas, una unidad armoniosa y estable en el pensamiento nietzscheano. Sin embargo, Katsafanas olvida que Nietzsche sostiene en más de una ocasión que toda unidad es siempre provisoria, y sólo en cuanto centro de organización. Esta unidad, en tanto centro de organización, durará hasta que otro centro de organización desestabilice el orden antes impuesto, y así ad infinitum (VP 650). Por ello, no puede haber unidad en el pensamiento de Nietzsche, ni mucho menos unidad en su concepto de agente. Pues el único agente posible para Nietzsche es la voluntad de poder, y ella misma es múltiple. 81 desapropia el sí mismo del ser vivo en la idea de voluntad de poder como irreduciblemente múltiple. 3.5.- Desapropiación del autos en el ser vivo en la idea de vida como voluntad de poder El pensamiento nietzscheano de la voluntad de poder pone en crisis la idea de una unidad estable e inmutable, pues toda unidad es provisoria o en tanto ilusión, ya que la única realidad posible en el devenir es la de la multiplicidad e incansable cambio. Por lo tanto, sostener la idea de un sujeto unitario, así como la de un sí mismo unificado y estable en el ser vivo, se pone en cuestión con la idea de vida como voluntad de poder.119 Para Nietzsche, la vida es una expresión de la voluntad de poder y, en tanto tal, quiere expandirse y crecer siempre más. Del mismo modo, al ser vivo le es imperativa la pulsión de crecimiento, de expansión. Como explica Nietzsche: “Es inherente al concepto de un ser vivo su crecimiento, el ensanchamiento de su esfera de poder, para lo cual tiene que valerse de fuerzas extrañas” (VP 724). El ser vivo, comandado por la voluntad de poder, quiere expandirse, quiere crecer más y para ello se sirve de fuerzas extrañas a él para lograr dicha expansión.120 En esta idea subyace, entonces, una consideración de la vida –y del ser vivo- que no consiste en un querer conservarse, sino en un querer expandirse, en un crecimiento constante. La representación madura-tardía nietzscheana con respecto a la vida consiste en este querer crecer, pues la voluntad de poder llama a la expansión sin límites tanto de la vida como del ser vivo. En palabras de Nietzsche: “Se desprende una voluntad de poder en el proceso orgánico, en virtud del cual fuerzas dominantes, plasmantes, imperiosas, aumentan constantemente el campo de su poder y, dentro de los límites de aquel, 119 Como comenta Whitmire: “Tenemos, entonces (en una primera instancia), un ‘sí mismo’ que ha sido ‘liberado’ de la categoría de unidad y disuelto dentro de la multiplicidad de impulsos y centros de fuerza” (Whitmire, John 2009: 5). 120 Como se explicó en la cuarta sección del segundo capítulo, la vida, entendida como voluntad de poder, quiere expandirse y acumular cada vez más exterior. A diferencia de la teoría darwinista, un ser vivo –impulsado por la voluntad de poder- no sólo se adapta al medio en el cual se desenvuelve, sino que se sirve de ese medio, trata de acumularlo, de dominarlo, con el fin de expandirse y crecer. Como sostiene Nietzsche: “La vida no es una adaptación de condiciones internas o externas, sino voluntad de poder, que, partiendo del interior, se somete y se incorpora siempre mayor cantidad de exterior” (VP 674). 82 simplifican siempre de nuevo: el imperativo «creciente»” (VP 637). Esta cita nos indica la identificación que realiza Nietzsche entre la vida y la idea de voluntad de poder y, a su vez, entre la idea de voluntad de poder con la expansión constante. Este imperativo creciente mencionado en la cita hace alusión al crecimiento como motor de la voluntad de poder. Crecer-más, aumentar el poder, expansión: todo ello remite a una afirmación de la fuerza, cuya consecuencia produce una interrupción del sí mismo del organismo que vive. Esto se debe a que en la voluntad de poder opera una multiplicidad de fuerzas que luchan entre sí y que no logran conformarse nunca como una unidad cerrada e idéntica a sí misma. Del mismo modo, esta expansión y desborde constante provoca una interrupción del impulso de auto-conservación, pues lo que impera dentro de la voluntad de poder es el crecimiento incesante, aun a costa de la preservación del ser vivo en donde ejerce su influencia. Si la apropiación del sí mismo del ser vivo consiste en la autopreservación del viviente, en donde éste adquiere las condiciones necesarias para mantener su vida, la desapropiación del sí mismo consiste en la autoexpansión, en el crecimiento desbordante comandado por la voluntad de poder. La voluntad de poder no afirma la apropiación de un sí mismo en el ser vivo, sino que afirma la expansión de la fuerza y el crecimiento. El sí mismo del viviente está identificado sólo con el sentimiento de poder, con el impulso de crecimiento y con la afirmación de la fuerza. La auto-conservación, en tanto apropiación del sí mismo, no juega un rol preponderante en la idea de vida como voluntad de poder, pues es la pulsión de crecimiento y expansión la que impera en la idea de vida como voluntad de poder. Como sostiene Nietzsche: “En todo viviente es sumamente claro mostrar que lo hace todo para no conservarse, sino para llegar a ser más” (NF: KSA 1888, 14 [121]). Nietzsche critica fuertemente el impulso de conservación, pues ve en ello el triunfo de individuos débiles por sobre los fuertes. La vida como voluntad de poder manifiesta una pulsión de expansión constante, que provoca, a veces, que el organismo vivo se disgregue, se descomponga. La voluntad de poder es contraria a la voluntad de auto-conservación, pues la preservación del ser vivo es sólo un efecto secundario de la expansión de la fuerza. Nietzsche ve en el instinto de la auto-conservación, por un lado, un fuerte presupuesto teleológico 83 y, por el otro, una palanca que interrumpiría el libre despliegue expansivo de la voluntad de poder. Para Nietzsche, la vida como voluntad de poder está constituida por el riesgo constante que implica el crecimiento de la fuerza. La auto-conservación no sólo frena la pulsión de crecimiento, sino que también le quita a la vida aquello que le es más propio, a saber: el riesgo.121 Para Nietzsche, los individuos más fuertes son, precisamente, aquellos que caminan junto al riesgo, mientras que los débiles son los que se valen de la utilidad para auto-conservarse, para lograr la duración.122 A la vida, en tanto riesgo, le es indiferente la preservación, por ello es una vida que no es apropiante, que interrumpe constantemente la constitución de un sí mismo tendiente a lograr la auto-conservación. Es a partir de este rechazo a la vida entendida como auto-preservación que se puede sostener un cierto contraste ente Nietzsche y Aristóteles, a saber: la diferencia y la indiferencia entre la vida y la muerte. La diferencia radical entre la vida y la muerte123 es una distinción que se hace preponderante en la manera de entender la vida presente en De Anima, pues la vida se construye, precisamente, a partir de su diferencia con la muerte. Lo que distingue a un ser vivo de un ente inerte es el vivir. Como expone Aristóteles en De Anima: “decimos que lo animado se distingue de lo inanimado por vivir” (DA 413a 20). Vivir se constituye a partir de su desmarque absoluto con la muerte, con lo muerto, con lo sin vida. Esta diferencia inapelable entre la vida y la muerte como hecho del vivir, es de suma importancia para contrastarla con la idea nietzscheana de la vida como voluntad de poder. Si en Aristóteles hay una diferencia radical entre lo vivo y lo no-vivo, entre la vida y la muerte, entre lo animado y lo inanimado, en Nietzsche esta diferencia se diluye con la idea de la vida como voluntad de poder. La voluntad de poder quiere crecer y 121 Como se vio en el segundo capítulo de esta tesis, la vida más fecunda para Nietzsche es aquella construida sobre el riesgo, dejando en un segundo plano –y en contraposición- a la auto-preservación. 122 Como sostiene Nietzsche en La voluntad de poder: “Resumiendo: el poder creciente de una especie se encuentra menos garantizado por los favoritos de la fortuna, por los fuertes, que por la preponderancia de los tipos medios e ínfimos… en los últimos se encuentra la gran fecundidad, la duración; con los primeros crece el peligro, la rápida destrucción, la rápida disminución del número” (VP 678). 123 Diferencia que se vio más cabalmente en el primer capítulo de esta tesis. 84 expandirse de tal modo que incluso le es indiferente la muerte del organismo vivo donde ésta ejerce su fuerza. Como sostiene Nietzsche: No se puede derivar la actividad más básica y originaria del protoplasma a partir de una voluntad de autoconservación: pues éste absorbe de una manera absurda más de lo que le exigiría su autoconservación: y sobre todo no «se conserva» al hacerlo, sino que se descompone… la pulsión que aquí impera ha de explicar precisamente este no-querer-conservar-se. (NF: KSA 1887, 11 [121]) El protoplasma, así como cualquier ser viviente movido por la voluntad de poder, no quiere conservarse, sino crecer. El vivir que está defendiendo aquí Nietzsche dista bastante del vivir constituido a partir del desmarque con la muerte. Vivir, para Nietzsche, es querer crecer, querer aumentar la fuerza, querer expandirse. Por ello es que en la idea de vida nietzscheana se disuelve la consideración de la vida a partir de su diferenciación con la muerte, pues el ser vivo –comandado por la voluntad de poder- no está abocado únicamente a la conservación de su vida y a conseguir las condiciones necesarias para poder auto-preservarse y así distanciarse de la muerte que le es inminente, sino que está concentrado en expandirse cada vez más. Como sostiene Aydin en su comentario: “La lucha es necesaria para aumentar más el poder, pero esto contiene, al mismo tiempo, el peligro de decadencia. Mientras más grande es la lucha, más difícil es organizarse y mayor es el riesgo de decaer” (Aydin, Ciano 2007: 41). Sin embargo, pese al riesgo de decaer o de desintegrarse en pos del crecimiento, la voluntad de poder busca expandirse pues en ello se va su impulso. Es en este punto donde Nietzsche sostiene que incluso la separación entre lo orgánico y lo inorgánico –entre lo vivo y lo inerte- es un prejuicio, pues tanto en lo animado como en lo inanimado impera el mismo impulso de crecimiento, de expansión. Como explica Nietzsche: Cuanto más fuerte es el estímulo de unidad, tanto más es de suponer que existe una debilidad; cuanto mayor es el impulso de variedad, de diferencia, de disgregación interna, tanto mayor fuerza existe. El instinto de aproximación y el instinto de rechazar algo son el vínculo en el mundo orgánico y en el inorgánico. La separación completa es un prejuicio. (VP 648) 85 La lucha por más poder, la lucha por lograr expandirse más allá de sí mismo, es compartida por estos dos reinos naturales. Por esto es que Nietzsche no sostiene una separación absoluta entre lo animado y lo inanimado, pues en ambos existe la voluntad de poder como único impulso operante. De esta manera, se puede establecer en Aristóteles –como uno de los fundadores de la conceptualización tradicional sobre la vida- una afirmación de la diferencia radical entre la vida y la muerte, mientras que en Nietzsche opera, más que nada, una indiferencia con respecto a esta distinción, pues lo que impera es el crecimiento desbordante. De esta manera, es posible sostener que esta indiferencia entre la vida y la muerte en Nietzsche está dada, en gran parte, porque el criterio de la autoconservación misma es indiferente en la idea de vida como voluntad de poder. El ser vivo que está impulsado por la voluntad de poder quiere expandirse y crecer, por ello le es indiferente tanto la auto-conservación como la apropiación de su sí mismo. De hecho, Nietzsche rechaza cualquier apropiación o afirmación de un sí mismo si esto implica el triunfo de la pulsión de autopreservación. Como comenta Aydin: “La declaración de que toda vida busca su auto-preservación presupone que hay un sí mismo sustancial que quiere preservarse a sí mismo. Nietzsche rechaza que haya tal sí mismo” (Aydin, Ciano 2007: 26). Como se vio en la sección anterior, Nietzsche rechaza la idea de una entidad unitaria y estable, ya sea como ente, como sujeto o sí mismo. El sí mismo es, para Nietzsche, irreduciblemente múltiple, está traspasado por impulsos y fuerzas que interrumpen constantemente la estabilidad de un sí mismo sustancial. Como sostiene Alfred Tauber en su libro The immune Self, Theory or Metaphor?, el sí mismo que construye Nietzsche es “un sí mismo multidimensional. El perspectivismo construye un sí mismo dinámico, pluralista y siempre cambiante” (Tauber, Alfred 1996: 234)124. El sí mismo que se constituye en la idea de vida como voluntad de poder nunca puede ser exhibido en su totalidad, siempre se exterioriza de manera múltiple. Es un sí mismo que 124 O como sostiene más adelante Tauber: “El sí mismo (…) está siempre envolviéndose, siempre deviniendo –nunca está dado como una entidad, definido y completo” (Tauber, Alfred 1996: 269). Es decir, el sí mismo nietzscheano está siempre en devenir, está siempre incompleto y desarrollándose a sí mismo. Por esta razón, no es un sí mismo que se ha apropiado de sí, sino que está envuelto en un desarrollo y expansión constante. 86 está siempre construyéndose a sí mismo, está siempre en desarrollo, no está acabado ni completo en sí mismo, pues la pulsión de expansión interrumpe constantemente su plena constitución y apropiación de sí. La pulsión de crecimiento que la voluntad de poder ejerce sobre el viviente es incluso a riesgo de descomponer –o disgregar- al ser vivo, pues el imperativo de expansión no se contiene en los límites del viviente, sino que lo sobrepasa constantemente. Como la voluntad de poder busca crecer y expandirse, como acumula cada vez más exterior en este proceso, hay veces en que no es capaz de organizar todo aquello que su crecimiento aglutina y termina disgregándose en una multiplicidad de voluntades de poder. Lo mismo ocurre con el ser vivo que está impulsado por la voluntad de poder en tanto fuerza vital. Como señala Nietzsche: “Cuando esta incorporación [de exterior y más fuerza] no se consigue, la criatura se disgrega: y la duplicidad aparece como consecuencia de la voluntad de poder; para no dejar escapar lo conquistado, la voluntad de poder se escinde en dos voluntades” (VP 649). Habría que agregar que la voluntad de poder puede escindirse en múltiples voluntades, incluso infinitas, porque la expansión misma es, a su vez, infinita. La voluntad de poder puede escindir, descomponer, disgregar al organismo vivo sobre el cual ésta ejerce su influencia, pues su crecimiento depende, justamente, de sobrepasar los límites que el ser vivo –o el cuerpo vivo- le imponen. La auto-expansión de la fuerza de la voluntad de poder interrumpe, de este modo, la constitución de un sí mismo ocupado en las tareas de la preservación de la vida. Si la vida es entendida como voluntad de poder, entonces se tiene que asumir el riesgo de descomponerse por la auto-expansión. El crecimiento desbordante e infinito de la voluntad de poder se da junto al riesgo de perecer, o de degradar al ser vivo sobre el cual ésta se despliega. Por ello es que la auto-preservación no es una forma de vida que Nietzsche asuma como la más digna de ser vivida, pues la vida que es digna de vivirse es la de la expansión constante de la fuerza. Como señala Nietzsche: 87 Resumiendo: el poder creciente de una especie se encuentra menos garantizado por los favoritos de la fortuna, por los fuertes, que por la preponderancia de los tipos medios e ínfimos… en los últimos se encuentra la gran fecundidad, la duración; con los primeros crece el peligro, la rápida destrucción, la rápida disminución del número. (VP 678) Los tipos medios e ínfimos son aquellos seres vivos que han podido constituirse como un sí mismo que lo impulsa a su preservación, a la duración de su vida. Esos individuos hacen de la vida un constante proceso de apropiación del sí mismo en pos de lograr la auto-preservación. Sin embargo, este tipo de vida, como auto-apropiación y auto-conservación, es una negación de las formas de vida más fecundas que Nietzsche estima, a saber: la vida como voluntad de poder y auto-expansión. Los individuos más fecundos, aquellos en donde crece constantemente el peligro, son aquellos que la voluntad de poder los impela a crecer más y más, que interrumpe la constitución de su sí mismo entendido como mera conservación, para así afirmar esa vida entendida como constante expansión del crecimiento de la fuerza. 88 CONCLUSIÓN En todo viviente es sumamente claro mostrar que lo hace todo para no conservarse, sino para llegar a ser más (NF: KSA 1888, 14 [121]) El epígrafe que da inicio a las últimas líneas de este trabajo muestra la consideración que Nietzsche tiene sobre la vida como un constante sobrepasarse y como un movimiento de auto-expansión más que de autoconservación. En todo ser viviente, así como lo indica el epígrafe, impera el impulso de llegar a ser más, de expandirse y de crecer, puesto que en todo ser viviente está la voluntad de poder impulsando el movimiento vital. Una lectura a la idea de vida en Nietzsche es inconcebible sin echar una mirada a la noción de voluntad de poder, pues ésta es la clave para entender el discurso madurotardío nietzscheano en torno a la vida y al ser vivo. La vida es voluntad de poder, en toda vida la dimensión más básica –y, a su vez, la más compleja y elevada- es la voluntad de poder. Como sostiene Nietzsche: “la vida, como caso particular, tiende a un sentimiento máximo de poder; el esfuerzo no es otra cosa que un esfuerzo hacia el poder; esta voluntad es la más íntima y la más inferior” (VP 682). La voluntad de poder es lo que está a la base de todo proceso orgánico, pues el ser vivo está comandado por esta voluntad, que lo impele a crecer y a ensanchar la esfera de su poder y fuerza. Sin embargo, en el epígrafe aparece otra idea clave para desentrañar el significado que la vida tiene en tanto voluntad de poder para Nietzsche, a saber: la suspensión del impulso de conservación. La vida como voluntad de poder no quiere conservarse, no desea auto-conservarse, sino expandir cada vez más la esfera de su fuerza. La voluntad de poder consiste, justamente, en activar la pulsión de crecimiento y auto-expansión en el organismo vivo. Este impulso provoca, asimismo, una interrupción en el instinto de auto-preservación del viviente, pues la voluntad de poder lo llama a sobrepasarse, a crecer. Esta idea del crecimiento y expansión incesante conlleva a otro aspecto central en la concepción de vida nietzscheana en tanto voluntad de poder: el 89 riesgo. La vida como voluntad de poder llama al riesgo, porque es en el riesgo donde se pueden engendrar las formas de vida más fecundas125. Para Nietzsche, el riesgo y el peligro son dos componentes indispensables para la vida en tanto voluntad de poder, pues el crecimiento y la expansión no pueden desarrollarse sin el ámbito de la lucha, la cual no es una mera disposición victoriosa ante los otros, sino una disposición al peligro y al riesgo. En la lucha se puede tanto ganar como perder, por ello el peligro forma una parte indispensable en la idea de vida como voluntad de poder, pues es a través del riesgo de la lucha que el viviente puede crecer más y auto-expandirse. Esta idea del peligro contrasta claramente con la vida entendida como autopreservación, en tanto búsqueda de los criterios de utilidad para la vida y de despejar aquello que se pueda mostrar riesgoso para el mantenimiento de ésta. Como menciona Nietzsche: La más modesta y primordial actividad del protoplasma no puede derivarse de una voluntad de autoconservación, porque aquel absorbe en sí, de modo insensato, más de cuanto puede condicionar la conservación, y, sobre todo, no se conserva con ello, sino que se disgrega. El instinto que en este caso domina debe precisamente explicar esta voluntad de no conservarse. (VP 644) Es decir, la vida como voluntad de poder llama al viviente al crecimiento, a la expansión y a la lucha, pues es su único modo de exteriorizarse. Sin embargo, este llamado va siempre aparejado del peligro: riesgo de perecer, riesgo de disgregarse, riesgo de descomponerse. El peligro que conlleva la idea de vida en tanto voluntad de poder aparece, precisamente, al interrumpirse la apropiación del sí mismo del viviente, sí mismo preocupado de la duración y el mantenimiento de la vida, mediante la auto-conservación. El instinto que predomina en la voluntad de poder es el impulso de crecimiento, de autosuperación, de expansión. Por esto, la vida como voluntad de poder es una fuerza desapropiante del impulso de auto-preservación, pues en este impulso no se pueden gestar las formas de vidas más fecundas y elevadas. 125 Como sostiene Nietzsche en la Gaya Ciencia : “Pues, ¡Creedme!, el secreto para cosechar la mayor fecundidad y la mayor fruición de la existencia es éste: ¡vivir peligrosamente!” (GS 283). 90 El ser vivo quiere sólo indirectamente conservarse (NF: KSA 1887, 9 [98]), pues lo que prevalece en él es el querer sobre-pasarse o autodesplegarse. La vida como voluntad de poder no constituye a la autoconservación como el instinto cardinal de los seres vivos, sino que instituye a la auto-expansión, en tanto libre despliegue y crecimiento de la fuerza, como motor del movimiento vital. De esta manera, no se produce una constitución ni afirmación de un sí mismo en el viviente que lo impulse de manera irremisible a su auto-preservación, sino que la voluntad de poder irrumpe en ese impulso de conservación para afirmar la fuerza expansiva del organismo vivo. Como comenta Aydin en su artículo Nietzsche on reality as Will to Power: toward an ‘ognanization-struggle’ model: “El poder debe ser entendido como una lucha necesaria para expandirse a sí mismo” (Aydin, Ciano 2007: 26). Es decir, es el crecimiento y la auto-expansión los que predominan en la idea de voluntad de poder y de la vida en tanto voluntad de poder. De este modo, el crecimiento incesante junto con la pulsión de auto-superación parece deconstruir la idea de vida entendida como auto-preservación, pues lo que emerge es la voluntad de poder como fuerza afirmativa de la expansión y del crecimiento. El sí mismo que se constituye en la idea de vida como voluntad de poder es uno inacabado, incompleto, siempre en desarrollo. Es un sí mismo que está constantemente construyéndose a sí mismo en un movimiento de autoexpansión y auto-superación. Una constitución plena del sí mismo del viviente haría de éste una mera afirmación de la auto-preservación. Mientras que la incompletud del sí mismo inicia en el ser vivo un movimiento de autoexpansión, de crecimiento de la fuerza y de afirmación de una vida en constante peligro y desapropiación, pero, por lo mismo, más fecunda y digna de ser vivida. 91 BIBLIOGRAFÍA 1.- Bibliografía de Nietzsche - Nietzsche, Friedrich (1994): Aurora. Traducción, introducción y notas: Andrés Sánchez Pascual. Madrid: Alianza. - Nietzsche, Friedrich (2003): Así habló Zaratustra. Traducción, introducción y notas: Andrés Sánchez Pascual. Madrid: Alianza. - Nietzsche, Friedrich (2010a): Crepúsculo de los ídolos. O cómo se filosofa con el martillo. Traducción, introducción y notas: Andrés Sánchez Pascual. Madrid: Alianza. - Nietzsche, Friedrich (1999): Consideraciones intempestivas II. Sobre la utilidad y el perjuicio de la historia para la vida. Traducción: Germán Cano. Madrid: Biblioteca Nueva. - Nietzsche, Friedrich (1998): Ecce Homo. Cómo se llega a ser lo que se es. Traducción, introducción y notas: Andrés Sánchez Pascual. Madrid: Alianza. - Nietzsche, Friedrich (2008a): El Anticristo. Traducción, introducción y notas: Andrés Sánchez Pascual. Madrid: Alianza. - Nietzsche, Friedrich (1952): El Origen de la Tragedia. Traducción: Eduardo Ovejero. Introducción: Carlos García Gual. Buenos Aires: Espasa Calpe (Austral). - Nietzsche, Friedrich (2008b): Fragmentos póstumos volumen (18851889) Volumen IV. Traducción, introducción y notas: Juan Luis Vermal y Joan B. Llinares. Madrid: Tecnos. - Nietzsche, Friedrich (2010b): Humano, demasiado humano. Traducción: Carlos Vergara. Prólogo: Dolores Castrillo Mirat. Madrid: Edaf. - Nietzsche, Friedrich (2008c): La genealogía de la moral. Traducción , introducción y notas: Andrés Sánchez Pascual. Madrid: Alianza. - Nietzsche, Friedrich (2002): La Gaya Ciencia. Traducción: José Mardomingo Sierra. Prólogo: Agustín Izquierdo. Madrid: Edaf. 92 - Nietzsche, Friedrich (2010c): La voluntad de poder. Traducción: Aníbal Froufe. Prólogo: Dolores Castrillo Mirat. Madrid: Edaf. - Nietzsche, Friedrich (1988): Más allá del bien y el mal. Traducción, introducción y notas: Andrés Sánchez Pascual. Madrid: Alianza. 2.- Bibliografía sobre Nietzsche - Ansell Pearson, Keith (2009): Viroid Life. Perspectives on Nietzsche and the Transhuman condition. Nueva York: Routledge. - Aydin, Ciano (2007): Nietzsche on reality as Will to Power: toward an ‘ognanization-struggle’ mode. En: The Journal of Nietzsche Studies, vol. 33 (2007) : 25-48. - Babich, Babette (2008): «Un problema con cuernos... el problema de la ciencia misma». La crítica de Nietzsche a la razón científica. En: Cuervós, Luis Enrique de Santiago editor (2008): Nietzsche y la Ciencia. Madrid: Estudios Nietzsche SEDEN e Editorial Trotta. - Babich, Babette (2004): Nietzsche’s Critique of Scientific Reason and Scientific Culture: On ‘Science as a Problem’ and Nature as Caos. En: Moore, Gregory y Brobjer, Thomas editores (2004): Nietzsche and Science. Hampshire: Ashgate. - Babich, Babette (1994): Nietzsche’s philosophy of science. Reflecting Science on the Grounf of Art and Life. Nueva York: SUNY. - Brobjer, Thomas (2004): Nietzsche’s Reading and Knowledge of Natural Science: An Overview. En: Moore, Gregory y Brobjer, Thomas editores (2004): Nietzsche and Science. Hampshire: Ashgate. - Brown, Richard (2004): Nietzsche: “The Profound Physiologist”. En: Moore, Gregory y Brobjer, Thomas editores (2004): Nietzsche and Science. Hampshire: Ashgate. - Cooke, Alexander (2005): Eternal Return and the Problem of the Constitution of Identity. En: The Journal of Nietzsche Studies, vol. 29 (2005): 16-34. - Cordua, Carla (2010): Nietzsche sobre la vida. En: Cordua, Carla (2010): Once ensayos filosóficos. Santiago: Ediciones Diego Portales. 93 - Cox, Christoph (1997): The ‘Subject’ of Nietzsche’s Perspectivism. En: Journal of the History of Philosophy, vol. 35 (1997): 269-291. - Davis Acampora, Christa (2004): Between Mechanism and Teleology: Will to Power and Nietzsche´s Gay ‘Science’. En: Moore, Gregory y Brobjer, Thomas editores (2004): Nietzsche and Science. Hampshire: Ashgate. - Deleuze, Gilles (2008): Nietzsche y la filosofía. Barcelona: Anagrama. - Diéguez, Antonio (2008): ¿Usó Nietzsche el peor argumento del mundo? Una indagación sobre las bases evolucionistas del antirrealismo nietzscheano. En: Cuervós, Luis Enrique de Santiago editor (2008): Nietzsche y la Ciencia. Madrid: Estudios Nietzsche SEDEN e Editorial Trotta. - Emden, Christian (2004): Metaphor, Perception and Consciousness: Nietzsche on Rhetoric and Neurophysiology. En: Moore, Gregory y Brobjer, Thomas editores (2004): Nietzsche and Science. Hampshire: Ashgate. - Fornari, María Cristina (2008): Nietzsche y el darwinismo. En: Cuervós, Luis Enrique de Santiago editor (2008): Nietzsche y la Ciencia. Madrid: Estudios Nietzsche SEDEN e Editorial Trotta. - Foucault, Michel (2004): Nietzsche, la genealogía y la historia. Valencia: Pre-Textos. - François, Arnaud (2007): Life and Will in Nietzsche and Bergson. En: SubStance, vol. 36 (2007): 100-114. - Heidegger, Martin (2000): Nietzsche (Vol. I y II). Barcelona: Ediciones Destino. - Jara, José (1998): Nietzsche, un pensador póstumo. El cuerpo como centro de gravedad. Barcelona: Anthropos . - Katsafanas, Paul (2011): The Concept of Unified Agency in Nietzsche, Plato, and Schiller. En : Journal of the History of Philosophy, vol. 49 (2011) : 87-113. - Lemm, Vanessa (2009): Nietzsche’s Animal Philosophy. Culture, Politics, and the Animality of the Human Being. Nueva York: Fordham University Press. 94 - Menke, Christoph (2010): Force: Towards an Aesthetic Concepto of Life. En: MLN, vol. 125 (2010): 552-570. - Moore, Gregory (2004): Introduction to Nietzsche and Science. En: Moore, Gregory y Brobjer, Thomas editores (2004): Nietzsche and Science. Hampshire: Ashgate. - Moore, Gregory (2002): Nietzsche, Biology, and Metaphor. Cambridge: Cambridge University Press. - Moore, Gregory (2004): Nietzsche, Medicine and Meteorology. En: Moore, Gregory y Brobjer, Thomas editores (2004): Nietzsche and Science. Hampshire: Ashgate. - Moore, Gregory (2002): Nietzsche, Spencer, and the Ethics of Evolution. En: The Journal of Nietzsche Studies, vol. 23 (2002): 1-20. - Müller-Lauter, Wolfgang (1999): Nietzsche: His Philosophy of Contradictions and the Contradictions of His Philosophy. Nueva York: University of Illinois Press. - Stiegler, Barbara (2008): El joven Nietzsche y la ciencia: el caso de Demócrito. En: Cuervós, Luis Enrique de Santiago editor (2008): Nietzsche y la Ciencia. Madrid: Estudios Nietzsche SEDEN e Editorial Trotta. - Strong, Tracy (2004): Wonder, Science and the Voice of Philosophy. En: Moore, Gregory y Brobjer, Thomas editores (2004): Nietzsche and Science. Hampshire: Ashgate. - Whitmire, John (2009): The Many and the One: the ontological multiplicity and functional Unity of the person in the later Nietzsche. En: The Pluralist, vol. 4 (2009): 1-14. 3.- Bibliografía de Aristóteles y sobre Aristóteles - Aristóteles (2010): Acerca del Alma (De Anima). Traducción, prólogo, introducción y notas: Marcelo Boeri. Buenos Aires: Colihue. - Aristóteles (2010): Acerca del Alma (De Anima). Traducción y presentación: Tomás Calvo Martínez. Madrid: Gredos. 95 - Annas, Julia (1992): Aristotle on memory and the self. En: Nussbaum, Martha y Oksenberg, Amélie editoras (1992): Essays on Aristotle’s De Anima. Oxford: Clarendon Press. - Bolton, Robert (1978): Aristotle`s definitions of the soul: De Anima II, 1-3. Phronesis XXIII, vol. 3: 258-278. - Code, Alan, Moravcsik, Julius (1992): Explaining Various Forms of Living. En: Nussbaum, Martha y Oksenberg, Amélie editoras (1992): Essays on Aristotle’s De Anima. Oxford: Clarendon Press. - Frede, Michael (1992): On Aristotle’s Conception of the Soul. En: Nussbaum, Martha y Oksenberg, Amélie editoras (1992): Essays on Aristotle’s De Anima. Oxford: Clarendon Press. - Furley, David (1994): Self-Movers. En: Gill, Marie Louise, Lennox, James editors (1994): Self-Motion: From Aristotle to Newton. Princeton: Princeton University Press. - Matthews, Gareth (1992): De Anima 2. 2-4 and the meaning of life. En: Nussbaum, Martha y Oksenberg, Amélie editoras (1992): Essays on Aristotle’s De Anima. Oxford: Clarendon Press. - Nussbaum, Martha (1992): Introduction: the Text of Aristotle’s De Anima. En: Nussbaum, Martha y Oksenberg, Amélie editoras (1992): Essays on Aristotle’s De Anima. Oxford: Clarendon Press. - Richardson, Henry (1992): Desire and the good in De Anima. En: Nussbaum, Martha y Oksenberg, Amélie editoras (1992): Essays on Aristotle’s De Anima. Oxford: Clarendon Press. - Skemp, J.B. (1978): Orexis in De Anima III 10. En: Aristotle on Mind and the Senses. Proceeding of Seventh Symposium Aristotelicum (1978), Cambridge University Press. - Sorabji, Richard (1992): Intentionality and physiological processes: Aristotles`s theory of Sense-Perception. En: Nussbaum, Martha y Oksenberg, Amélie editoras (1992): Essays on Aristotle’s De Anima. Oxford: Clarendon Press. - Whiting, Jennifer (1992): Living Bodies. En: Nussbaum, Martha y Oksenberg, Amélie editoras (1992): Essays on Aristotle’s De Anima. Oxford: Clarendon Press. 96 - Witt, Charlotte (1992): Dialectic, motion, and perception: De Anima book. En: Nussbaum, Martha y Oksenberg, Amélie editoras (1992): Essays on Aristotle’s De Anima. Oxford: Clarendon Press. 4.- Otra bibliografía - Darwin, Charles (2008): El origen de las especies. Ciudad de México: Universidad Veracruzana. - Descombes, Vincent (1988): Lo mismo y lo otro. Cuarenta y cinco años de filosofía francesa (1933-1978). Madrid: Cátedra. - Frede, Michael (1987): Essays in Ancient Philosophy. Minnesota: Minnesota University Press. - Garrido, Juan Manuel (2012): On Time, Being, and Hunger. Challenging the Traditional Way of Thinking Life. Nueva York: Fordham University Press. - Tauber, Alfred (1996): The immune Self: Theory or Metaphor?. Cambridge: Cambridge University Press. 97 98