Entrevista con el sociólogo marxista Erik Olin Wright

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Entrevista con el sociólogo marxista Erik Olin Wright
La clase sigue siendo una de las divisiones centrales en las sociedades
capitalistas contemporáneas
Jorge Sola
Sin Permiso / 07-10-2008
Erik Olin Wright es un reconocido sociólogo norteamericano, cuya aportación
teórica al análisis de clase revitalizó el debate intelectual en los años 80 y
contribuyó a renovar el enfoque marxista en ese campo. Desde 1991 es el
promotor y editor del ambicioso proyecto político-académico “Real Utopias”, que
viene reuniendo a un buen número de científicos sociales en torno a la discusión
de propuestas y modelos concretos para la transformación social. El proyecto
consiste en la organización periódica de encuentros internacionales en los que se
presenta y discute una propuesta detallada de reforma o cambio social,
combinando la discusión rigurosa de los principios normativos con el análisis
pragmático de la viabilidad de los diseños institucionales. Tras cada conferencia,
la propuesta sobre la que ha girado el debate y el resto de aportaciones se reúnen
en un libro, que es publicado por la editorial Verso en la colección Real Utopias
Project Series. Hasta ahora han visto la luz cinco volúmenes: Associations and
Democracy (Joshua Cohen y Joel Rogers, 1995), Equal Shares (John Roemer,
1996), Recasting Egalitarianism (Sam Bowles y Herbert Gintis, 1999), Deepening
Democracy (Archon Fung y Erik O. Wright, 2003) y Redesigning Distribution
(Bruce Ackerman, Anne Alstott y Philippe Van Parijs, 2005). En la actualidad, Erik
O. Wright prepara un libro vinculado a esta empresa intelectual y que lleva por
título Envisioning Real Utopias, donde elabora sistemáticamente las ideas más
importantes del proyecto y propone un marco teórico coherente para pensar las
diversas propuestas presentadas hasta ahora.
J. Sola: La primera pregunta que asalta al lector tiene que ver con el título: “Real
Utopias” parece una contradicción en los términos. ¿Puedes explicar de dónde
proviene el título y cuál es su relación con el contenido del libro?
Erik O. Wright: El título tiene la intención de ser una contradicción en los términos:
las utopías son mundos imaginarios de perfecta armonía, justicia y paz. Los
mundos reales están marcados por déficits inevitables en estos valores. La razón
de ser de esta asociación es orientarnos hacia las posibilidades reales de un
desplazamiento en dirección a estos ideales utópicos: combinar una exploración
seria de los ideales emancipatorios de la “utopía” con la reflexión pragmática
acerca de cómo funcionan las instituciones reales.
J. Sola: En el planteamiento inicial del libro haces referencia a las tareas de la
ciencia social emancipatoria, lo que puede sorprender en un medio ambiente
académico dominado por el rechazo postmoderno a la ciencia. ¿Qué opinas de
esta tendencia y por qué crees que es importante mantener una actitud más
ilustrada ante el conocimiento científico?
Erik O. Wright: Pienso que es necesario creer en la posibilidad de avances
científicos reales en el conocimiento y a la vez ser escéptico ante cualquier
afirmación cognitiva realizada en nombre de la ciencia. No hay garantías ni
certidumbre de llegar a alguna verdad final –de ahí la necesidad del escepticismo–
pero es posible (al menos a veces) decidir entre dos afirmaciones rivales acerca
de cómo funciona el mundo y cuáles son las posibilidades para su transformación.
Sin la capacidad de este tipo de avance –que está en el corazón del método
científico tanto en las ciencias naturales como en las sociales– no hay ningún
modo de aprender de la historia, para evitar los errores del pasado.
J. Sola: El libro comienza con un detallado y argumentado inventario de los
efectos perversos del capitalismo, que es considerado como el blanco de la crítica,
lo que lo distingue de otras perspectivas críticas más centradas en fenómenos
como la ideología del libre mercado o las políticas neoliberales. ¿No crees que la
actitud general de dar el capitalismo por sentado ha penetrado también en la
reflexión crítica?
Erik O. Wright: Esta es una observación interesante –que yo ataco el capitalismo y
no simplemente la teoría y defensa neoliberal del capitalismo. Puedes estar en lo
cierto al decir que la teoría crítica en los últimos años ha tomado más o menos el
capitalismo como algo dado, especialmente al desplazar su atención crítica a
cuestiones de cultura e identidad. Incluso los teóricos críticos centrados en los
asuntos medio-ambientales tienden a acusar al consumismo o la industrialización
más que al capitalismo.
J. Sola :Pese a que tomas el capitalismo como blanco de tu crítica, la perspectiva
tradicional de una transformación revolucionaria aparece como una alternativa
poco viable. Más bien, el programa político que propones responde a un desarrollo
ecléctico y original de la idea gramsciana de una “guerra de posiciones”. ¿Cómo
definirías políticamente tu posición y su relación con las principales tradiciones
políticas heredadas: la socialdemocracia, el comunismo y el anarquismo?
Erik O. Wright: Es crucial distinguir los modelos de alternativas al capitalismo
representados por la socialdemocracia, el comunismo y el anarquismo, de las
teorías de estrategia transformadora encarnadas en cada una de ellas. En
términos de modelos de alternativas, yo abrazo estas tres tradiciones y no las
considero fundamentalmente incompatibles. Yo argumento que debería pensarse
el socialismo como una estructura económica dentro de la cual el poder social
controla la asignación y el uso de los recursos económicos. Éste es un socialismo
del incremento del poder social, o –lo que viene a ser lo mismo– un socialismo
definido como una democracia económica radical. Pero, ¿qué significa realmente
esto? ¿Qué significa democratizar la economía? Yo argumento que hay una
variedad de diferentes “vías” o mecanismos institucionales a través de los cuales
el poder social –el “poder del pueblo”– puede controlar efectivamente las
actividades económicas. Algunos de ellos funcionan a través del Estado; otros lo
hacen a través del control democrático de las grandes corporaciones; y otros
implican el control social directo sobre las actividades económicas. En total yo
identifico seis vías, que tomadas en conjunto definen un modelo de un socialismo
institucionalmente heterogéneo. Los rasgos centrales del anarquismo, la
socialdemocracia y el comunismo están reflejados en esta complejidad
institucional. Donde fallan estas tres tradiciones es en insistir que una única forma
institucional –planificación estatal central, cooperativas de productores
descentralizadas, regulación burocrática– podría realizar efectivamente los ideales
socialistas.
J. Sola: Uno del los problemas que enfatizas del llamado “socialismo realmente
existente” es el papel prominente del Estado, que te hace definirlo como una forma
extrema de estatismo. Como alternativa propones “tomar más en serio lo social del
socialismo”. ¿Podrías explicar brevemente qué significa esto?
Erik O. Wright: Ya he aludido a esto. La idea clave es que los sistemas
económicos pueden diferenciarse en base a la forma central de poder que
gobierna la actividad económica. Tres formas de poder son relevantes aquí: el
poder económico (que proviene de la propiedad de los recursos económicos), el
poder estatal (que proviene de la autoridad para imponer reglas a lo largo del
territorio), y el poder social (que proviene de la capacidad de movilizar a la gente
para la acción colectiva voluntaria). En el capitalismo el poder económico es la
forma dominante de poder; en lo que yo llamo “estatismo”, el poder estatal es la
forma dominante; y en el socialismo lo es el poder social. El problema con la Unión
Soviética no fue tanto que el Estado jugara un papel demasiado prominente en la
actividad económica, sino que el propio Estado no estuviera subordinado
efectivamente al poder social. Si el poder estatal controla directamente la actividad
económica pero está a sí mismo subordinado al poder social –esto es, si el Estado
es verdaderamente democrático–, entonces podemos decir que el poder social
controla la economía a través de la mediación del Estado. Ésta es una de las vías
institucionales para el socialismo. La crítica al “socialismo realmente existente” de
la Unión Soviética es que no era uno de estos casos: el poder estatal controlaba al
poder social y no al contrario. El resultado fue un estatismo autoritario más que un
socialismo estatista.
J. Sola: En lugar de ofrecer “recetas para las cocinas socialistas del futuro”, como
Marx se mofaba de algunas de las propuestas utópicas de su tiempo, en
“Envisioning Real Utopias” tú usas la metáfora de una “brújula socialista” para
explorar diferentes vías de incremento del poder social. Estas vías están ilustradas
con un detallado conjunto de propuestas concretas, tales como la renta básica, el
socialismo de mercado, los fondos sociales de pensiones, el presupuesto
participativo, las asambleas ciudadanas de elección por sorteo, y otras. ¿Podrías
explicar cuáles son esas vías para el incremento del poder social?
Erik O. Wright: El mejor modo de explicar la idea de “vías para el incremento del
poder social” es con una ilustración: En este diagrama las tres formas de poder
desplegadas sobre los procesos económicos están representadas por los óvalos.
En un socialismo definido como una democracia económica radical, el poder social
es la forma dominante de poder sobre la economía. Los diferentes conjuntos de
flechas indican las diferentes vías a través de las que puede conseguirse este
dominio del poder social. Por dar sólo dos ejemplos, la “economía social” es una
vía de incremento del poder social en la que el poder social directamente organiza
la asignación de recursos y el control de la producción, mientras que en el
socialismo estatista, el poder social controla el poder a la que vez que el poder
estatal organiza directamente la actividad económica.
Estas vías proporcionan entonces el mapa conceptual para examinar los casos
empíricos específicos y las propuestas teóricas.
J. Sola: Las cuestiones normativas del libro tienen un alcance global y muchas de
las utopías realizables que propones son viables en los países del Sur (o incluso
han nacido allí, como es el caso del Presupuesto Participativo). Pero, ¿alguna de
ellas está pensada para desafiar o mitigar los mecanismos opresivos entre los
países pobres y ricos?
Erik O. Wright: Una de las vías en el análisis es lo que yo denomino “capitalismo
social”. Gráficamente se parecería a esto: En el capitalismo social, la actividad
económica está directamente controlada por el ejercicio de poder económico (por
el capital), pero el capital está subordinado al poder social. Varios movimientos
sociales que conectan Norte y Sur alrededor de cosas como los estándares
laborales, la protección medioambiental y los modelos de “equal exchange” del
comercio justo serían ejemplos de desplazamiento a lo largo de esta vía. Tales
movimientos sociales constituyen una asociación colectiva que ejerce poder a
través de su capacidad para la movilización y la acción colectiva, y este poder
constriñe el modo en que se ejerce el poder económico. En Madison (Wisconsin)
existe una cooperativa tostadora de café propiedad de los trabajadores llamada
“Café Justo”, que es parte de un consorcio de tostadores que consiguen su grano
de café de cooperativas de trabajadores en América Central y otros lugares, y les
pagan por su grano bastante por encima del precio del mercado internacional.
Esto también es un ejemplo de poder social utilizado para afectar, de un modo
limitado, a la forma en que se ejerce el poder económico dentro de los mercados
globales de café.
J. Sola: Una gran parte de tu trabajo intelectual como científico social ha estado
consagrada al análisis de clase, y más concretamente al estudio de la estructura
de clase del capitalismo avanzado. ¿Crees que la clase sigue siendo uno de los
principales ejes de conflicto en la política contemporánea?
Erik O. Wright:La clase sigue siendo uno de las divisiones centrales en las
sociedades capitalistas contemporáneas, y tal división necesariamente influye en
la política, pero esto no es lo mismo que decir que la propia clase está organizada
como un eje de conflicto políticamente coherente. Las divisiones políticas siempre
están fuertemente mediadas por procesos culturales, ideológicos e institucionales;
jamás son simplemente reflejos de estructuras socio-económicas subyacentes. En
la actualidad en la mayor parte de países, las divisiones de clase se reflejan en la
política, pero los partidos y otras asociaciones políticas no están organizados
principalmente alrededor de esta división de clase.
J. Sola: Otro de tus principales intereses intelectuales, relacionado con el análisis
de clase, ha sido la reconstrucción del marxismo. Primero perteneciste al colectivo
Kapitalstate en los años 70 y más tarde al September Group de marxistas
analíticos. Muchos de los miembros de esos grupos ya no se consideran
marxistas, pero tú todavía permaneces en esta tradición e incluso, si no me
equivoco, compartes un proyecto con Michael Burawoy sobre Marxismo
Sociológico. ¿Por qué crees que es importante mantener tu trabajo anclado en
esta tradición?
Erik O. Wright: Para mi los parámetros definitorios de la “tradición marxista” son
tres: 1) un compromiso normativo con lo que yo llamaría un ideal emancipatorio
democrático e igualitario; 2) un análisis y una crítica del capitalismo centrados en
el análisis de clase; y 3) la búsqueda de una alternativa institucionalmente viable al
capitalismo, tradicionalmente llamada “socialismo”, que encarne aquellos ideales
normativos. En la medida en que mi trabajo cae dentro de estos parámetros,
permanece en la tradición marxista. Así que no es tanto que yo sienta que es
importante anclar mi trabajo a la tradición marxista per se, sino que es importante
anclarlo a estos principios, que lo sitúan efectivamente dentro de aquella tradición.
J. Sola: Las alternativas radicales que presentas en tu libro contrastan con la más
bien conservadora política norteamericana. ¿Cuáles serían en tu opinión las
prioridades para una agenda progresista en los Estados Unidos?
Erik O. Wright: Las prioridades para una agenda progresista en Estados Unidos
son dos: 1) rehabilitar la idea de lo que Joel Rogers llama el “Estado afirmativo”,
que debe jugar un papel activo y central a la hora de resolver problemas, sobre
todo problemas nacionales ligados a la pobreza y la desigualdad, y a la provisión
de una gama de bienes públicos cruciales como la sanidad y un medioambiente
sostenible; 2) restaurar las condiciones para un movimiento obrero más dinámico,
puesto que sólo con un poderoso movimiento obrero es plausible en el futuro que
un movimiento continuado hacia una sociedad más democrática e igualitaria sea
posible.
J. Sola: Tú apuestas por corregir el slogan de Gramsci y hablas del “optimismo de
la inteligencia”. Para terminar, me gustaría saber si también podemos hablar del
“optimismo de la voluntad” en un mundo donde las alternativas al capitalismo
tienen tan poca visibilidad y tan sólo se perciben como posibles algunos cambios
limitados.
Erik O. Wright: Pienso que hay buenos motivos para un optimismo de la voluntad,
así como para un optimismo de la inteligencia. Uno de los rasgos de los
movimientos sociales para una transformación progresista en los últimos años ha
sido la innovación en un amplio abanico de iniciativas de base y transformaciones
locales. Estas iniciativas incluyen desde cosas modestas, como el “Café Justo”
que he mencionado antes, hasta los movimientos sociales por los estándares
laborales en el Tercer Mundo, desde las formas innovadoras de las “comunidades
de aprendizaje” en las escuelas de Barcelona, hasta las transformaciones urbanas
como el presupuesto participativo de Porto Alegre. Después hay innovaciones
completamente inesperadas como la Wikipedia, que es un proyecto de producción
de conocimiento profundamente anticapitalista en sus principios fundamentales de
organización: es gratuito para todo el mundo, es producido por contribuciones
voluntarias de miles de personas que cooperan por el deseo de satisfacer las
necesidades de otras proporcionándoles información, hay muy poca jerarquía…
Wikipedia encarna el aforismo “a cada cual según sus necesidades, de cada cual
según su capacidad”. Es posible que las grandes visiones rupturistas de
transformación macro-institucional desde abajo hayan desaparecido. Tales
visiones eran claramente una parte importante del histórico “optimismo de la
voluntad” de los revolucionarios. Pero existen nuevas visiones de metamorfosis
desde abajo, de transformaciones intersticiales llevadas a cabo por muchas
colectividades. Y al final, éstas pueden resultar más prometedoras para una
transformación profunda y robusta de las condiciones de opresión y desigualdad
que muchas de las visiones apocalípticas del siglo XX.
* Erik Olin Wright, profesor de sociología en la Universidad de Madison-Wisconsin
y un científico social marxista de reputación académica internacional gracias, entre
otras cosas, a sus trabajos empíricos sobre las relaciones de clase en el
capitalismo contemporáneo (Classes, 1984; Interrogating Inequality, 1995; Class
Counts, 1996). Desde 1991 dirige el Real Utopias Project, del que ya han visto la
luz cinco volúmenes en la editorial Verso. Actualmente prepara un libro vinculado
a este proyecto colectivo y que lleva por título Envisioning Real Utopias. Es posible
ver un adelanto de su contenido en el artículo “Los puntos de la brújula: hacia una
alternativa socialista” (New Left Review, nº 41) que, como el resto de sus escritos,
puede encontrarse en su página web
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