El contenido social de la Evangelii gaudium (EG)

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El contenido social de la Evangelii gaudium (EG)
Miércoles 12 de Marzo de 2014
Buenas noches y muchas gracias de nuevo por esta invitación. Nos reúne el
comienzo de la Cuaresma de 2014, con la Exhortación Apostólica de Francisco,
Evangelii gaudium en el centro -La Alegría del Evangelio- y el Plan Diocesano de
Evangelización de nuestra Diócesis de Vitoria, al fondo.
Se me ha pedido que presente la ya mentada y ensalzada EG, bajo el título
de “el contenido social de la Evangelii gaudium”. Hace poco y también en nuestra
Diócesis, la misma Exhortación fue presentada por dos veces en el aula Juan XXIII, en
una consideración eclesial y pastoral de ella, dejando a un lado y para este momento lo
que llamamos su “contenido social”. Lo hizo, Luis Mari Goikoetxea. Me consta que
Ángel Mari Navarro prepara un texto sobre la EG, para el ciclo de conferencias que en
Villa-Suso está ofreciendo la Facultad de Teología en colaboración con la Fundación
Catedral Santa María; yo mismo he entregado a la revista Lumen de nuestra Facultad
un artículo que titulo La teología social de Francisco: Evangelii gaudium. Estoy seguro
de que otros profesores, sacerdotes, religiosos y laicos, de uno u otro modo, han
reflexionado sobre el tema y están ofreciendo su punto de vista particular. La Diócesis,
finalmente, preparó unos materiales de trabajo sobre el conjunto de la EG, y ahora
mismo, con ocasión de Cuaresma y Pascua, otros específicamente “sociales”, que
resumen perfectamente el texto y el diálogo pastoral que La Alegría del Evangelio
quiere provocar.
Entrando en materia, y bajo el título que me han sugerido -El contenido
social de la EG- hay cuatro pasos sencillos que podemos dar en ella:
1) Importancia de la dimensión social de la fe para EG y sus motivos o
fundamentos (nn 176-185).
2) Algunos desafíos del mundo actual (nn 52-75), en línea con un
discernimiento evangélico de la realidad, diferente a un análisis social a
secas (nn 51-52).
3) Dos grandes cuestiones sociales que Francisco elige porque
determinarán el futuro de la humanidad (n 185): la inclusión social de lo
pobres y la paz que es fruto del bien común y el diálogo social. En ambas
apela a la justicia social, y ellas constituyen una especie de clave
hermenéutica del resto de los fenómenos sociales que EG destaca y de
toda la pastoral misionera que reclama (nn 186-216).
4) El quehacer social concreto de la fe en EG.
Antes de recorrer el primer paso, una tesis general. La EG no es una
encíclica social. Lo dice Francisco expresamente, “este no es un documento
social” (n 184), en el sentido de reconocerse como parte de la DSI. A ella remito,
viene a decir, y de ella daré cuenta más adelante, en las reflexiones pertinentes
(nn 217-237). Sin embargo me atrevo a adelantar -añado por mi cuenta- que
este es un documento con fortísima condición social en su eclesiología, en su
ética personal y social, y en su propuesta de pastoral misionera –por las razones
que ahora mostraré -, pero por una primera y decisiva: al decir que los pobres
1
pasan al centro de la Iglesia y se sienten como en su casa (n 199) –como
sucede en el corazón de Dios-; al proclamar que los pobres nos evangelizan (n
197) –en todos los sentidos de evangelizar y ser evangelizados-, y al darle al
concepto los pobres un sentido muy histórico y realista, toda la Exhortación
cobra significado social; en su defecto, sin ellos en el centro, la evangelización
peligra (n 199).
No hablo, entonces, de rupturas doctrinales o morales con el pasado,
sino de giro antropológico (los excluidos), teologal (los bienaventurados de
Jesús), teológico (el Dios de la Misericordia) y pastoral (la alegría del
evangelio en las periferias).
I. Importancia de la dimensión social de la fe en EG y sus motivos o
fundamentos
De alguna manera ya he adelantado lo que ahora he de mostrar. Pero la
pregunta es qué dice directamente la EG de la dimensión social de la fe y por qué le
da esa importancia.
En cuanto a qué dice expresamente, es sabido que Francisco casi al final del
texto escribe: he querido, “a partir de algunos temas sociales, importantes en orden
al futuro de la humanidad, explicitar una vez más la ineludible dimensión social del
anuncio del Evangelio, para alentar a todos los cristianos a manifestarla siempre en sus
palabras, actitudes y acciones” (n 258). Con anterioridad, se ha referido a lo mismo y
expresamente en los números 88, 177-178 y 180.
Veamos. “Muchos renuncian al realismo de la dimensión social del
Evangelio” (n 88), prefiriendo el trato on line con el prójimo y sus problemas. Y en el
capítulo cuarto -titula- hablemos de la dimensión social de la evangelización, - y
prosigue-, “si esta dimensión (social) no está debidamente explicitada, siempre se
corre el riesgo de desfigurar el sentido auténtico e integral que tiene la misión
evangelizadora” (n 176). Y a continuación, “el kerigma tiene un contenido
ineludiblemente social… El contenido del primer anuncio del Evangelio tiene una
inmediata repercusión moral cuyo centro es la caridad” (n 178); “su redención (la
de Cristo) tiene un sentido social”… y “desde el corazón del Evangelio, reconocemos
la íntima conexión que existe entre evangelización y promoción humana” (n 178) y
“esta inseparable conexión”, hecha amor fraterno, la avala la Escritura por doquier (n
179).
En las citas recién leídas ya hemos entrado en el porqué. Ordenemos estas
razones que, por lo demás, están en el índice de EG, (cfr., capítulo IV. Apartados I-IV,
nn 177-258).
- “Evangelizar es hacer presente en el mundo el Reino de Dios” (n 176) y
hacerlo, especialmente, como buena noticia de salvación para los pobres, y por
tanto, también como noticia de su inclusión social (nn 48-49); esta es la señal
de Jesucristo (n 186) y es la señal para San Pablo (Gal 2,2); la opción por los
últimos, por aquellos que la sociedad descarta o desecha, no debe faltar nunca
(n 195).
2
- El primer anuncio del Evangelio (n 177) y el contenido sustancial de ese
primer anuncio o proclamación -la Pasión, Muerte y Resurrección del Señorconvoca a vivir como comunidad de caridad o amor (n 178), porque nace
del Amor, crece en el Amor y traslada al Amor.
- La Redención de Cristo tiene un significado social porque la acción salvífica
de Dios en él, alcanza a las personas y las relaciones sociales, alcanza a todas a
todo lo creado y a todas las situaciones (n 178).
- Porque la Encarnación rige como ley de la única Historia Universal de
Salvación y, así, entre evangelización y promoción humana la relación es
intimísima, como lo fue en Jesús.
- Porque fuimos hechos a imagen de Dios, todo Él misericordia y comunión, y
esta es la condición humana (n 178), corresponsabilidad solidaria.
- Porque la caridad y la lucha por la justicia, en unión intrínseca e indisoluble
para la perfección de ambas, es dimensión constitutiva de la misión de la Iglesia
y expresión irrenunciable de su propia esencia1 (n 179).
- Porque esta íntima conexión de la evangelización con el amor fraterno bien
real, la avala la Escritura del mil maneras y en mil lugares (n 179). La
Escritura toda y la Tradición Viva de la Iglesia prueban que la propuesta del
Evangelio es el Reino de Dios (Lc 4, 43) (n 180), y que éste hay que entenderlo
en línea con el “buscad ante todo el Reino de Dios y su Justicia, y todo lo demás
vendrá por añadidura” (Mt 6, 33). ¿Por qué complicar lo simple y para qué
oscurecer lo que está claro? (n 194).
- Porque la DSI –sin dejar de ser objeto de discusión en lo concreto- no puede
dejar de ser concreta para que los grandes principios no queden en
generalidades. Hay que sacar consecuencias prácticas y arriesgar. En absoluto la
religión puede recluirse o ser recluida en el ámbito privado y “espiritualista” (n
182). La lucha por la justicia nos incumbe a todos (n 184), con la debida
conciencia de lo que exige nuestra realidad más próxima (OA 4)2.
Un teólogo diría que EG aporta razones de soteriología, de teología de la
Trinidad, de cristología, de eclesiología, de antropología y de ética, a esa
dimensión social de la evangelización. De ética, en el sentido de que toda la
EG se sostiene en el “mandamiento” de la dignidad humana de los más
pobres y excluidos y, por ella, la de todos.
II. Algunos desafíos del mundo actual (nn 52-75), en línea de un
discernimiento evangélico (nn 51-52)
Antes de hablar de la acción evangelizadora en salida misionera, “conviene
recordar brevemente cuál es el contexto en el cual nos toca vivir y actuar… Lo que
quiero ofrecer va más bien en la línea de un discernimiento evangélico (n 50), (pues) no
es función del Papa ofrecer un análisis detallado y completo sobre la realidad
contemporánea (pero es vital hacerlo bien) ya que algunas realidades del presente, si no
son bien resueltas, pueden desencadenar procesos de deshumanización difíciles de
revertir más adelante” (n 51). De hecho, me fijaré en algunos aspectos de esa
En cita de Benedicto XVI, y referida, una de las pocas veces a “el servicio de la caridad”, sin mentar la
lucha por la justicia. Lo deduzco por mi cuenta.
2
Pablo VI Octogesima adveniens (14 de Mayo de 1971).
1
3
realidad que afectan a la vida y la dignidad de la gente (“a la vida y la dignidad del
Pueblo de Dios) y a los agentes de pastoral (n 51).
2.1. Y aquí EG elige atender, como gran desafío social, a la estructura
económica de la realidad; lo cual me recuerda a algún maestro moral contemporáneo
preguntando qué hay en ese ámbito –la economía- para generar tanto sufrimiento; por su
parte, Francisco sospecha que sus palabras perturbarán a los llamados poderes
fácticos del sistema social capitalista (n 208), y por tanto, veamos, cómo ha descrito
a esos poderes entre los desafíos del mundo actual y explicarnos su sospecha (nn
52-75)3.
1. Parte de la observación de que “la mayoría de los hombres y mujeres de
nuestro tiempo, vive precariamente el día a día, con consecuencias funestas…”, (n 52).
Es un dato o una observación.
2. El dato lo valora de inmediato, “la inequidad es cada vez más patente”, la
“desigualdad es creciente” y “la exclusión se enseñorea del mundo social (n 53):
grandes masas de la población mundial se ven excluidas y marginadas (n 53)
3. En cuanto a esa injusticia social, a esa desigualdad, a esa exclusión, a esa
precariedad, a ese consumismo, ¿qué los causa? ¿Solo una ideología de la libertad de
mercado? No, más concretamente, unas estructuras sociales injustas como son la
efectiva libertad absoluta de los mercados –divinizados-(n 54), y otras como la
corrupción ramificada, la deuda externa (impagable), la evasión fiscal con
dimensiones mundiales, la especulación financiera, los Estados sometidos al dinero
y una ideología liberal que justifica todo esto. Se cierra así un panorama desolador (n
56).
4. Y ¿no hay actitudes de pecado? Sí, lo subrayo por mi parte -las que Juan
Pablo II reconociera en la Sollicitudo rei socialis4 y EG repite a su modo-, “el afán
de ganancia exclusiva y la sed de poder”5, actitudes de pecado social donde las
haya, enquistadas en estructuras sociales capaces de subordinarlo todo por mor
del beneficio privado.
5. En el seno de esa sociedad se genera “una nueva tiranía invisible, a veces
virtual” a favor de la organización económica sobre la política, pues los Estados
mismos son cuestionados en su capacidad y legitimidad de control del proceso social,
6. En este contexto social, las teorías del “derrame”, apelando a que “todo
crecimiento económico, favorecido por la libertad de mercado, logra provocar por sí
3
La síntesis es mía; el texto de EG no es tan lineal en su argumentación, y está lleno de vaivenes
entre lo social y lo personal, lo estructural y lo ético, y, además, va añadiendo nuevos elementos, o
dejando otros, o hablando de algunos sin concretar en cada paso, por ejemplo, en cuanto a las
estructuras de pecado o causas estructurales de los males sociales. (En este sentido defiendo que EG
no es tan clara como se dice. Lo es frase por frase, pero no tiene desde el punto de vista social la
lógica aplastante de ir ordenando, estos son los hechos, estas sus causas, estas la personales y estas
la sociales, a esto llamo estructuras y a esto actitudes, y aquí lo antropológico, aquí lo político y
aquí lo teológico). En realidad, lo mismo, lo va considerando ahora desde las estructuras sociales,
ahora desde las actitudes morales, ahora lo leo en clave religiosa, y ahora en clave social, o cultural,
o política, o antropológica, etc. Esto es muy común en las encíclicas y demás literatura eclesial. Un
texto de profesor sería más lineal. Pero siempre es lo mismo, el sistema social y su inequidad de
raíz, desde varias y nuevas claves de lectura; eso sí, en EG, la social o económica tiene una fuerza
inusitada. La raíz es la inequidad, enquistada en las estructuras sociales, (además de en los corazones).
4
JUAN PABLO II, Sollicitudo rei socialis, 1987, n 37.
5
Rememoradas a su modo en EG n 54, como afán de poder y de tener sin límites.
4
mismo mayor equidad e inclusión social en el mundo” (n 54), representan a las claras
una falacia.
7. En consecuencia, el ser humano aparece sin más como un bien de usar y
tirar; no sirve ni se le necesita en muchos casos ni para ser explotado, solo importa
como consumidor (n 54); en caso contrario, sencillamente sobra; la cultura del
“descarte” está aquí, en medio de la vida cotidiana de todos, y los excluidos son
población sobrante (n 53).Y, ahí, su famoso, sin derechos y trabajo (n 192), esa
economía mata (n 53).
8. Solo “la globalización de la indiferencia” puede hacer que muchos lo demos
por bueno y nos pasen desapercibidos los millones de vidas truncadas; es una forma de
nuevo “paganismo individualista” (n 195); y es una ingenuidad suponer tanta bondad
innata en las personas y mecanismos que rigen tal sistema económico (n 54). Por eso
molesta la palabra sobre las causas de la pobreza (n 283).
9. La crisis financiera y económica que atravesamos representa “en su origen
una profunda crisis antropológica” -leo en EG-, en la que el dinero y el consumo son el
objeto de una nueva idolatría a la que someterlo todo en vidas y vocaciones personales
(n 55).
10. indudablemente –afirma EG-, al fondo de estas actitudes y estructuras de
pecado están “el rechazo de Dios” (n 57), del Dios verdadero que cuestiona de raíz los
absolutos como el mercado y el dinero, las divinidades de la religión economicista que
nos gobierna. Por eso molesta que se hable de Dios (n 57), el único absoluto.
11. ¿Por dónde escaparemos de esta? Una ética “no ideologizada”, es decir, no
sometida al dictado de los intereses de pocos frente a las mayorías, es la única
posibilidad de todos para reconducir la situación de inhumanidad. La ética que la
sustente, vendrá de un cambio de actitud profunda en los dirigentes políticos (n 58) nótese que Francisco está apelando aquí a una solución ética, con apenas incidencia en
la clave estructural de la política, como aparecerá en números sucesivos de EG-, y
vendrá -prosigue la apelación ética en los remedios- de que los ricos ayuden, respeten y
promuevan a los pobres,… de la solidaridad desinteresada y de la vuelta de la economía
y las finanzas a una ética a favor del ser humano” (n 58). La misma salida ética aparece
como esperanza en la revalorización moral de la política y los políticos, de los
financieros y los empresarios, urgidos a una caridad que nace del dolor por el pueblo,
y hasta por la apertura a Dios, como sentido último de la vida (n 205).
(Primera observación). Este planteamiento de corte estricta y exclusivamente
ético en sus propuestas de solución, no es el más común en la exhortación apostólica -y
menos en cuanto a la economía-, y por eso mismo sorprende bastante ese número 58).
12. Y de inmediato, EG, añade en cuanto a cómo saldremos de esta, la clave
estructural: indudablemente esto pasa por cuestionar la libertad de mercados
absoluta, y la posesión privada de los bienes contra los derechos de los pobres (n
57); y pasa por una reforma financiera internacional y por una práctica política
democrática; ahora sí, el Papa piensa en la suma de la clave ética y política. Está
claro, la inequidad6 es (la) raíz de los males sociales” (n 202). La inequidad, “es el
La EG utiliza de continuo este término “inequidad” que por sí mismo requeriría un pequeño estudio.
Conocemos mejor el concepto equidad y epiqueya, que no su contrario, inequidad. Aquí lo traducimos
por injusticia básica. Y nos sirve bien. Primero es más común entre nosotros, y, además, en moral social
cristiana, el concepto justicia ha adquirido un significado muy rico; pues no es solo reconocer y dar a
cada uno lo suyo legal, sino lo suyo como su derecho de persona con dignidad incondicional e igual, y
6
5
mal cristalizado en estructuras sociales injustas, a partir del cual no puede
esperarse un futuro mejor” (n 59). Para concluir así: “el sistema social y
económico es injusto en su raíz” -la inequidad- y hasta esa raíz tiene que llegar el
cambio social (y personal)7 – el cambio de las estructuras en que enquista-. Somos
una sociedad enferma de inequidad desde la raíz (n 202), y por tanto, “mientras no
se resuelvan radicalmente los problemas de los pobres, renunciando a la
autonomía absoluta de los mercados y de la especulación financiera, y atacando las
causas estructurales de la inequidad, no se resolverán los problemas del mundo y
en definitiva ningún problema” (n 202).
13. Y, ¿la violencia social tan fuerte? La inequidad da también lugar a la
violencia; no sólo, pero sí fundamentalmente; por tanto, la violencia en todas sus
formas fundamentales será imposible de erradicar en serio, sin erradicar la
injusticia social. La represión violenta de la lucha por la justicia crea nuevos y peores
conflictos, cuya única salida real es la justicia (n 60). La violencia no procede de la
respuesta popular a la inequidad y la exclusión social -en lo fundamental- sino que
el sistema la lleva en su raíz como hija de la inequidad (n 59). Las dos se
desarrollan “enquistadas en las estructuras sociales básicas” (nn 59-60). En las dos
nos jugamos las cartas a la vez.
14 y última. En suma, la inequidad es (la) raíz de los males sociales, y
también de la violencia, y juntas impregnan a fondo las estructuras básicas del sistema
social y se enquistan en ellas (n 60 y 202). Del cambio de estructuras injustas deriva
la posibilidad cierta de la justicia y la paz social (n 59). Pensar que la solución está en
una educación que acomode a los pueblos y los pobres al sistema social, humilla (n 60)
y se equivoca.
(Segunda observación). Es claro que EG no evita el sentido histórico y
plenamente concreto de su consideración económica. Tanto que para algunos círculos
del catolicismo político y económico ha incurrido en un craso atropello moral de la
economía de mercado libre y de su gestión liberal. Pienso que no es para tanto8; si bien
teniendo muy en cuenta su particular debilidad o necesidad. Es justicia interpersonal y social,
redistributiva e incluyente, material y moral. Este significado, tan alejado del igualitarismo abstracto
neoliberal, lo aproxima mucho a la equidad. En la equidad opera un sentido de la justicia donde se busca
el espíritu mismo de la igualdad real para cada excluido y persona - partiendo de ellos -, por encima de la
propia ley; la razón es clara; en no pocos casos su aplicación estricta provocaría injusticia. Cuidar ese
espíritu de la justicia es vital. Por su parte, la inequidad, puede representar una injusticia social manifiesta
a todos y resultar fácil su denuncia, pero a menudo suele aparecer como cumplimiento normal de la ley
común -dando por recto este proceder personal o social-, favoreciendo así la estructura en que la injusta
desigualdad ha cristalizado. La inequidad y la violencia quedan, de este modo, enquistadas y ocultas en la
estructura socio-económica de los pueblos y con el aval del derecho comparado. Sin tanta sutileza,
seguiremos pensando la inequidad de EG como injusticia personal y social básicas.
7
Pienso que en EG cambia el orden que venía primando en la DSI sobre personas y estructuras; el
acento, las insistencias “sociales” vs. las morales.
8
Sobre cómo interpreto esta cuestión puede haber debate. Creo que en EG hay un populismo político de
base que no confía en el liberalismo económico ni en su forma neoliberal, por supuesto, ni en su forma
“suave” de liberalismo “social”. Pero afirmo que decirlo, no lo dice. Al contrario, dice que no es un
“populista irresponsable” (n 204). Su forma de cuestionar la libertad de mercado y la propiedad privada
siempre es con el añadido de que no sean “absolutas”. Valora el crecimiento económico y al buen
empresario, (nn 203-204), pero hay liberalizaciones del trabajo que son puro veneno (n 204).
Precisamente he leído reflexiones liberales en las que se dice que EG no está en la realidad, porque no
existe ese mercado y propiedad de libertad absoluta. El árbol no les deja ver el bosque.
6
es verdad que el Papa se expresa con dureza extrema sobre la estructura social
capitalista en el punto en que ella existe -y desde una lógica que le pertenece muy
profundamente-, siempre añade el concepto “absoluta” a la libertad de mercado como
condición del mal; y añade a la propiedad, como es lógico, el uso social de los bienes,
con los pobres en el centro; la posesión privada que niegue este destino común de los
bienes -hecha trabajo y vida incluyente de todos- es inaceptable. Ahora bien, sabedor de
que estos detalles serían obviados, Francisco reclama que se reconozca el afecto y buena
intención que conducen sus palabras (n 208), pero a la vez, que todo el mundo sepa que
no puede callarlas porque está en juego la vida de los pobres, la vida de todos (n 58) en
una economía que mata (n 53)9.
2.2. El otro gran hecho social al que atiende la EG con el propósito de situar a
los evangelizadores misioneramente en el mundo de su tiempo, es la conquista de la paz
social como fruto del bien común y el diálogo social. Lo vemos en el apartado
siguiente, pues más que describirlo como “hecho”, lo reflexiona como “concepto o
categoría” moral.
III. Dos grandes cuestiones sociales que EG elige porque determinarán el
futuro de la humanidad (n 185): la inclusión social de lo pobres, y la paz que es fruto
del bien común y del diálogo social
Como he dicho, ambas se sustentan en la justicia social y constituyen una
especie de clave hermenéutica de todos los otros fenómenos sociales y de toda la
pastoral misionera de EG (nn 186-216).
En este significado social de la evangelización, la EG reconoce que el Papa no
puede ni pretende tener esa palabra moral concreta o definitiva en lo social (y personal),
para cada situación y experiencia local, pero Francisco quiere arriesgar más y dice
que hay “dos grandes cuestiones que me parecen fundamentales en este momento,
(y que) considero que determinarán el futuro de la humanidad. Se trata en primer
lugar, de la inclusión social de los pobres y, luego, de la paz y el diálogo social” (n
185). Veamos.
3.1. La inclusión social de los pobres, después de lo dicho hasta aquí, es sin
duda el hilo conductor más decisivo de la EG en su clave social; y yo diría, que en
su sentido general. Es verdad que este tipo de afirmaciones tiene un punto de exceso,
pues no admiten medida ni peso objetivos, pero creo que la recepción de los pobres
como “destinatarios privilegiados del Evangelio” (n 48), (primer) signo del Reino que
Jesús vino a traer, es definitiva para Francisco.
Por eso será necesario afinar en el concepto “los pobres” y comprender que
en EG cobra una diversidad de significados muy rica -y no solo el económico y el
político- pero afirmo que nunca abandona una clave social y bien tangible como
dimensión de referencia. Sí, para la Iglesia los pobres son primero una categoría
teológica antes que cultural, sociológica, política o filosófica, pero eso, “antes que” (n
9
Puede verse un texto tan reciente como interesante, GIRAUD, G., La crisis financiera, Santander, Sal
Terrae, 2013.
7
198). Los pobres y enfermos, los excluidos y marginados, los despreciados y olvidados,
los desesperados y sin sentido en su existencia, las poblaciones de las periferias, los
hambrientos de comida y los hambrientos de Jesús, los más frágiles, los lentos y menos
dotados (n 209), las mujeres excluidas y maltratadas (n 213), los niños por nacer, “que
son los más indefensos e inocentes de todos” (n 213)10, los sin techo, los toxicodependientes, los migrantes, las diversas formas de trata de personas (n 210), los
refugiados, los pueblos indígenas, los ancianos abandonados, las demás criaturas de la
entera creación (n 215)…, las precisiones y matices son incontables -espero que
alguien lea la EG bajo esta simple pauta de los conceptos en que define a los pobres, pero siempre mantiene Francisco un sentido muy concreto y tangible de la
exclusión e inclusión del ser humano11. Aspiro –repetirá-, no solo a asegurar a todos la
comida, sino lo que conviene a una vida digna en educación y salud, en trabajo decente
y salario justo (n 192). Luego “¿para qué complicar lo que es tan simple?” (n 194) concluye-. En medio de la duda y de nuestra propia incoherencia con la belleza del
evangelio, remacha, “hay un signo que no debe faltar jamás: la opción por los últimos,
por aquellos que la sociedad descarta y desecha” (195).
Más claro no puede decirse. El sentido histórico que Francisco da al evangelio
de las pobrezas, es único. Es la ortodoxia de la misericordia con los más pobres y
sencillos del mundo, frente a otras hermenéuticas tan sofisticadas y cautas que
terminan por ocultar el ser del evangelio de Jesús. Este sentido concreto de las
pobrezas y los pobres tiene que operar subjetivamente como estremecimiento de
entrañas ante el dolor ajeno -concluirá-, secreto de la resistencia profética del
cristinismo en todos los tiempos, y germen de una contraculturalidad evangélica de
la evangelización (n 193).
Pero no siempre la EG utiliza el concepto “los pobres”. En otros momentos
del texto, los sujetos de la pobreza injusta por inhumana y no elegida, son “los
pueblos” y “las regiones del propio país” (n 190), y en ello, Francisco se manifiesta
en una tradición muy firme dentro de la moderna doctrina social de la iglesia que
juega con ganas su voluntad de justicia para todas las personas –vivan donde vivany con el sentido de respeto y aprecio muy decidido a los pueblos (n 190) –sabiendo
que el Planeta es único (n 215), y a las naciones que están a la base de los Estados,
cuidando de su solidaridad con todos los pueblos, junto a su identidad y
autonomía12, (n 206-215). Este es un tema social que hay que trabajar más
10
Cfr., sobre el aborto y la respuesta social-eclesial justa, nn 213-214. Hay que poner estos números en
relación con el 65, donde el Papa se queja de cuánto nos cuesta mostrar que en estas cuestiones éticas tan
discutidas somos los mismos que nos empeñamos en la solidaridad de caridad, y apelando “a las mismas
convicciones sobre la dignidad humana y el bien común”.
11
Sólo el número 200 de EG cobra un tenor incoherente con el resto -innecesariamente por otro
lado-, al decir que “la peor discriminación que sufren los pobres es la falta de atención espiritual…
La opción preferencial por los pobres debe traducirse principalmente en una atención religiosa
privilegiada y prioritaria”. Yo puedo interpretar este pasaje sin ruptura con lo anterior, pero con
muy pocas cartas para que se me acepte. No era necesario destacarlo con este trazo tan fuerte y
equívoco.
12
Cfr., por ejemplo, EG 206. A mi juicio, ninguno de los Papas ha vivido la problemática de la
diversidad identitaria (cultural y nacional) en el seno de su país de origen, y esto hace que den una
solución rápida al principio de los derechos de los pueblos. Trabajan con el supuesto de que cada
uno de estos pueblos ha de coincidir con un sola nación y un solo Estado; a lo sumo, los pueblos
pueden padecer una diversidad regional conflictiva, pero sin discusión nacional y estatal a cara de
perro; escriben, entonces, pensando en un posible pluralismo de equilibrio precario, pero en un
Estado que corresponde a ese pueblo y nación. También lo hace EG. Sin embargo, esta es la
8
decididamente en moral cristiana. No lo considero un asunto solamente político ni
resuelto sin más con el reconocimiento del derecho de autodeterminación de los
pueblos, o ahora, “derecho a decidir”. Está bien planteado en la lógica de “llegar a ser
por sí mismos artífices de su destino” y donde cada ser humano pueda desarrollarse en
plenitud, pero el encaje político de estas dos perspectivas, unida a la responsabilidad
con los otros pueblos del propio Estado y con los pueblos proscritos del desarrollo
humano, lo considero lejos de lograrse en la moral social cristiana y la DSI. No es fácil,
lo reconozco. Creo que el concepto y los derechos de la nación-Estado -realizada o
reclamada- pesan demasiado en la DSI frente a los deberes de la comunidad
internacional por la inclusión de los pobres del mundo.
Cierra la EG, finalmente, una tercera manera de referirse a los pobres. La
evangelización con alma -con Espíritu- requiere estar entre la gente, con pasión por
el pueblo, sintiendo con su corazón, “hombres y mujeres de pueblo” (n 271),
entregados a la gente, siendo pueblo, “de tal modo que nuestra identidad no se
entiende sin esta pertenencia” (n 268). Al entregarnos a la gente concreta prosigue-, al misionar en el corazón del pueblo (n 273), “vivimos la intensa
experiencia de ser pueblo, la experiencia de pertenecer a un pueblo” (n 270)13, y,
por el contrario, la perdemos, al separar nuestras dedicaciones y reservarnos el espacio y
tiempo de privacidad como lo otro y distinto que la tarea evangelizadora (n 273). El
amor a la gente, el ser pueblo, es una fuerza espiritual que facilita el encuentro con
Dios para no buscarlo entre tinieblas, y así, permanecer en la muerte y no
conocerlo jamás (1Jn 3, 14) (n 272). Mística de ojos abiertos a la vida de los pobres
para poder ver al Dios de Jesús y ser misioneros, de algo así se trata.
3.2. La otra gran cuestión social a la que atiende la EG con el propósito de
situar a los evangelizadores misioneramente en el mundo de su tiempo, es la conquista
de la paz social como fruto del bien común y el diálogo social. En Moral Social
Cristiana hablar de estos tres grandes conceptos o categorías vertebradoras del discurso
moral conlleva mucho esfuerzo y no poca teoría en su distinción expresa14. La EG no va
a terciar, obviamente, en tal aspecto del diálogo moral sino que se concentra en
presentar la paz social en relación definitiva con la distribución de la renta, la
inclusión social de los pobres y el respeto de los derechos humanos (n 218). No es la
paz, por tanto y sin más, la ausencia de guerra y violencia en la ciudad –dirá el
Papa-, sino el fruto social que nace de un orden social justo, es decir, el que realiza el
bien común de un pueblo y de todos juntos (n 220). Porque cada persona tiene que
trabajar con todos los demás para construir un pueblo en justicia y paz, que es más
que coincidir o estar al lado de otros; es querer integrarse, aprender a hacerlo y
discusión entre nosotros. Del mismo modo, el aprecio de lo nacional propio, el patriotismo del Papa
de turno, le hace estar en un vaivén bastante ingenuo entre la comunidad internacional de los
iguales en derechos y deberes -y de los bienes que nos debemos todos con todos- y la idea de los
derechos fundamentales de la nación-Estado y su soberanía muy rígida. Todo es de todos –viene a
decirse- y más de los excluidos, pero salvada sea la soberanía de cada nación, con lo cual, -opino-,
poco queda para la inclusión de los pueblos más ignorados. En esto la DSI tiene que seguir pensando.
13
Es claro que el concepto “pueblo” tiene aquí el doble sentido de “construir un pueblo justo” y, en este
momento de EG, más directamente, ser hombres y mujeres del pueblo llano y sencillo, y no príncipes en
él. El contexto de n 271 lo aclara.
14
Cfr., Una síntesis sencilla, en mi Moral social samaritana I, Madrid, PPC, 2004, 68 y ss.
9
articular “una cultura del encuentro en una pluriforme armonía” de la sociedad (n
220)15.
Para avanzar “en esta construcción de un pueblo” (n 221) –prosigue
Francisco- “hay cuatro principios relacionados con tensiones bipolares propias de
toda realidad social. Brotan de los grandes postulados de la Doctrina Social de la
Iglesia” (n 221) y orientan la construcción de un pueblo en convivencia justa y en paz.
Me adelanto con honestidad a la relación de esos cuatro principios y digo que es
la parte de la EG que me parece más artificialmente prolija y complicada. Estos
principios adquieren el siguiente tenor. EL TIEMPO ES SUPERIOR AL
ESPACIO16 y ello se traduce en que el bien común de un pueblo requiere de sus
actores tiempo para ir plasmándolo, en vez de competir por ocupar cuanto antes
espacios sociales y mirar por metas cortas y momentáneas; siempre se trata de
crear pueblo en justa y pluriforme armonía -con base en la plenitud humana- pero
el modo es este: frente a la prisa y el rédito político fácil, hacerlo con tiempo,
dedicación y generosidad; el tiempo abre a los pueblos a sus grandes fines y, por
ello, es superior al espacio social ocupado a la ligera y en un momento perecedero
(nn 223-225). LA UNIDAD PREVALECE SOBRE EL CONFLICTO17, tal es el
segundo principio que Francisco propone, y se verifica como la convicción de que
el conflicto por la solidaridad y la paz siempre puede ser trasladado a un plano
social nuevo, donde la confrontación de contrarios cobra la forma de una síntesis
acomodada a lo mejor de todos ellos (n 228). Requiere de personas muy generosas
al sufrir el conflicto, hasta transformarlo en el eslabón de una nueva realidad social
(n 227). Para un cristiano, no ha de ser difícil pensar estas realidades con la clave
de que todo ha sido reconciliado en Cristo (n 229) y sabedores –dice- de que el
Espíritu armoniza todas las diversidades (n 230) y opera en todos los espacios
posibilitando “una diversidad reconciliada” (n 230). LA REALIDAD ES MÁS
IMPORTANTE QUE LA IDEA18, es la expresión del tercer principio y que puede
traducirse así: nunca permitamos que la idea distorsione o encubra la realidad,
hasta hacerla desaparecer como historia y vida de las personas; que lo haga con
sencillez y muy pegada a la vida, porque su destino es encarnarse; la mejor teoría
crece siempre preñada de realidad y para mejorar la realidad social en justicia (nn
231-232). Para el cristiano esto ha de ser fácil de entender, pues la Palabra nace de
la encarnación y encarnarse es su destino (n 233), y, en su defecto, su vida queda
estéril. El cuarto y último principio que EG propone en este momento dice que EL
TODO ES SUPERIOR A LA PARTE19 -una formulación delicada en política y
moral que yo hubiese evitado- y su significado que entre la globalización y la
localización se produce una tensión no pocas veces peligrosa, pero enriquecedora si
acertamos a elevar la mirada y vernos con los otros, en corresponsabilidad justa
15
En EG, Francisco distingue entre ser nación, ser pueblo que sustenta con implicación y pluriforme
armonía esa realidad política, y ser gente. No es que dedique tiempo a estas distinciones, sino que en su
uso se deducen algunos matices que repetirá. Véase nn 268, 270 y 273. Leídos de seguido puede
percibirse la pasión que confiere a la ideas pueblo-gente, Pueblo de Dios y ser gente, justicia y construir
pueblo. No debemos equivocarnos en lo de construir pueblo en EG, con la idea del nacionalismo
emergente de construir nación y pueblo. Siendo legítimos ambos procesos, según y cómo se realicen y
definan, no está hablando de lo mismo.
16
EG, nn 222-225.
17
Ibíd., nn 226-230.
18
Ibíd., nn 231-233.
19
Ibíd., nn 234-237.
10
con todos ellos y con nuestras raíces (nn 234-235). La vida social, en suma, es un
poliedro, donde cada uno conservamos nuestra originalidad –abierta a todos, y a
los pobres en particular-, hasta lograr el bien común, universal y local, como
realidad moral y social que facilita la de cada uno de sus miembros. Está hablando
del concepto bien común en la más reciente DSI, que a mí me parece tan
importante en la definición de una política justa, y que, sin embargo, está muy
denostado en el pensamiento político moderno.
Esta paz que es camino y, sobre todo, fruto del cumplimiento del bien
común, recibe la contribución de valor inapreciable del diálogo social20. En la
perspectiva de la dimensión social de la evangelización, el pasaje aquí citado es
muy interesante, tanto más si participamos de la tesis de que la paz en el mundo
requiere de la paz entre las religiones21. Especial responsabilidad siente la Iglesia
por el fruto social del diálogo ecuménico, como aporte de credibilidad sustantiva
del mensaje de la paz en la familia humana (n 245), y de responsabilidad en “la
custodia de lo creado” (n 257)22. Una mirada muy especial atrae el diálogo con el
Judaísmo y lo que socialmente también ha de se suponer para el justo desarrollo de los
pueblos; y en la misma dirección de la paz justa, el diálogo interreligioso es para EG
definitivamente importante, pues “a pesar de los fundamentalismos por ambas partes…
Este diálogo interreligioso, y particularmente con el Islam (n 253), es una condición
necesaria para la paz en el mundo, y por lo tanto es un deber para los cristianos, así
como para otras comunidades religiosas” (250). La finalidad social de ese diálogo
interreligioso es clara y de mil modos repetida, “servir a la justicia y la paz…, lo cual es
un compromiso ético que crea nuevas condiciones sociales” (n 250). No obstante, el
diálogo con quienes no se reconocen parte de alguna tradición religiosa es igual de
importante para los cristianos, pues somos aliados en la misma tarea irrenunciable
de la dignidad humana, la paz y la custodia de lo creado (n 257).
4. El quehacer social de la fe en concreto en EG
La última vez que nos vimos en este lugar intenté responder a esta cuestión.
Obviamente, no con la EG en mano pues yo no lo conocía. Aquello de constituirnos en
red de nudos solidarios y justos para acompañar y compartir, para ayudar y
promover, para denunciar y luchar, algo ha seguido sonando por ahí.
Ahora habría que leer EG con este prisma y ver qué aporta en concreto en cuanto
al hacer y el talante en el hacer social justo y en misión en salida a las periferias. Invito
a hacerlo. Ahora concluyo así y aquí.
En cuanto a la caridad y el compromiso por la justicia con los pobres, para
Francisco, no hay trampa ni cartón. Los pobres son su obsesión porque lo son para el
20
Ibíd., nn 238-258.
Cfr., Un clásico, KÜNG, H., Proyecto de una ética mundial, Madrid, Trotta, 1990, 93 y ss. TAMAYOACOSTA, J. J., Conflicto y paz en las religiones, en http--www.diegodemedellin.cl-phocadownloaddakarsenegal-conflictoypazenlasreligionestamayo.pd
22
Pronto veremos -según dicen- una encíclica social de Francisco centrada en la sostenibilidad integral de
la vida y la tierra. Entonces hablamos.
21
11
Evangelio de Dios, Jesucristo, y para el sentido moral común. Francisco no admite
espiritualizaciones de la realidad de los pobres que eviten hablar que se trata de
excluidos sociales; ni admite solidaridades que no se traduzcan en ser pueblo-gente
con los más vulnerables y débiles de cada lugar; se trata de vivir con ellos y como
ellos, amarlos con la hondura de Jesús, y empeñarse en su inclusión social contra la
inequidad estructural que los margina y excluye.
La radicalidad de la Exhortación en esta condición social de la evangelización desde, con y para los pobres, enfermos y excluidos- es tan rotunda que representa a las
claras un giro inapelable. Quizá no tanto en el análisis social, pues Juan Pablo II lo
había llevado conceptualmente lejos, cuanto en el peso dado al factor “estructuras
sociales”, a lo enquistado en ellas de la injusticia y la violencia, y a las actitudes
sociales que se reclaman de la Iglesia y sus agentes de pastoral23. En este aspecto tan
fundamental, no me extraña que buena parte del Episcopado -y de la Iglesiaesté/estemos tiritando de vértigo ético y teologal. Excuso contar lo que piensa “la
inteligencia económica neoliberal” de las veleidades de Francisco con la libertad de
mercado y la propiedad privada (absolutas), con la tiranía política del capital y con que
este sistema económico mata. Eso de que la persona en cuanto tal ha desaparecido, los
pobres son excluidos, y pueblos enteros pasan a la situación de sobrantes, es un
sacrilegio para el sistema, pero es así. Y si no abordamos el cambio de las estructuras
de injusticia a la par que la conversión de nuestras conciencias -lo comparto- no
hay salida justa y en paz.
Puede que sus prácticas públicas y eclesiales subsiguientes nos sepan a poco
o parezcan inconcebiblemente lentas. Pero ya no podremos renunciar a este
mandamiento pastoral y moral, “los pobres nos evangelizan”.
Son palabras, es verdad, pero aquí hay una intención de fondo que vamos a
ver si la Iglesia Católica la puede digerir. No se trata solo o primero de cómo vayan a
cambiar algunas normas de la Iglesia -especialmente, en cuanto a la igualdad de la
mujer en la Iglesia y en cuanto a la Comunión Eucarística-, es que la opción evangélica
de fondo va en serio y alguien tiene que ceder y mucho, si esto va a salir adelante.
¿Habrá tiempo? ¿Lo asumirá la Iglesia de hoy y de pasado mañana, cuando
Francisco no esté? ¿Podremos imprimir este “Espíritu” en Roma y en las iglesias
locales? ¿Se echará a un lado mucha gente que en la Iglesia ha pretendido una
noción pastoral y social muy distinta, por no decir contraria? ¿Estamos en
condiciones muchos de nosotros de flexibilizar nuestra mente y hábitos de vida ante
llamadas como ésta? ¿Está la teología más reconocida y académica en condiciones
de dar un vuelco epistemológico a los lugares de la fe, a partir de que los pobres nos
evangelizan? Sigue la vida.
José Ignacio Calleja
Vitoria-Gasteiz
23
Generalizando un tanto, pienso lo que he dicho de la DSI de Juan Pablo II -en su contenido de análisis
social-, como también creo que declina el sentido crítico del análisis en la DSI de Benedicto XVI -aun
considerando el cambio en el ciclo económico, o si se quiere, de época económica-; y lo mismo sucede en
el Compendio de DSI y mucho más en el Catecismo de la Iglesia Católica, mientras que el Pontificio
Consejo Justicia y Paz últimamente ha dado muestras de saltar sobre su sombra, y adivinar el Papa que
llegaba. Hablando en serio, ha considerado sin más que la injusticia de la crisis económica y financiera
requería una palabra moral social más firme y exigente, y lo hizo al final del pontificado de Benedicto
XVI. ¿Con su apoyo? Quizá.
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