PRUEBAS Y TENTACIONES (SANTIAGO 1:12-27) Por DANIEL CABARCOS “Bienaventurado el varón que soporta la tentación; porque cuando haya resistido la prueba, recibirá la corona de vida, que Dios ha prometido a los que le aman.” (Santiago 1:12) BIENAVENTURADO (MAKARIOS) bienaventurado, dichoso. Es la misma palabra que aparece en las bienaventuranzas. SOPORTA o PERSEVERA (UPOMENÔ), es la misma palabra que aparece en Stgo.1:4 y se traduce por paciencia, perseverancia. Es una palabra compuesta por Hupo (bajo) y Meno (permanecer, morar) y significa quedar en un lugar en lugar de abandonarlo, soportar algo con valentía, soportar una pesada carga bajo sufrimiento, de ahí la traducción por soportar, perseverar, lo mismo que leemos en Romanos 2:7. La idea aquí es una actitud ante la vida teniendo la meta siempre presente, dando ésta fuerzas para perseverar (He.12:2). PRUEBA (PEIRASMOS), hace referencia a lo mismo que hemos estudiado en Santiago 1:2 (ver Estudio “Las Pruebas”. APROBADO (DOKIMOS), este adjetivo, ‘aprobado’ se usa en los LXX en Gn.23:16 y Zac.11:13, traduce como acreditado, reconocido, auténtico (Stgo.1:3). El soportar con valentía las pruebas, los estados de sufrimiento y tensión que conllevan, el permanecer en el mismo lugar sin abandonar el barco, proporciona dicha y satisfacción por haber sido fiel a Dios y por poder comprobar que nuestra fidelidad a Dios no es solo de palabra. También porque esta actitud nos garantiza la corona de la vida o nos pone de manifiesto que la vida eterna está en nosotros. Quizá sea ésta la mejor interpretación. Aquí la corona es la vida misma. “Recibirá el premio de la vida”, traduce la nueva Biblia española. Dios hizo esta promesa a los que le aman y, como dice Jesús, éstos son los que acatan su voluntad (Jn.14:15, 21, 23; Ex.20:6). Vemos aquí una correspondencia directa entre amor y obediencia. Sin obediencia no hay verdadero amor. La obediencia es prueba de amor a Dios. El resto son palabras (‘amor platónico’). PROMETIÓ (EPAGELLO), que significa prometer, hacer profesión de; es un término legal, una citación. Proviene de EPI (sobre) y ANGELO (anunciar). Significa también un compromiso a hacer o a dar algo. En las epístolas pastorales se asocia muchas veces a vida y así lo usa Pablo en 1 Ti.4:8, refiriéndose a la vida presente y futura y también se asocia aquí a piedad, término que significa hacer la voluntad de Dios, lo que a Él le agrada. Dios ha prometido vida aquí y en el más allá a los que le aman, a los que hacen Su voluntad, a los que le obedecen, por eso cuando resistimos la prueba, debemos estar dichosos porque estamos haciendo Su voluntad, estamos demostrando que amamos a Dios y que la Vida está en nosotros y nos capacita para resistir. “Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios; porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie;” (Santiago 1:13) “QUE NADIE DIGA”, presente de imperativo que indica prohibición de hacer tal cosa. La expresión “tentación” es la misma que en el versículo anterior, pero aquí se usa en el mal sentido: tentación, no prueba. Ambas pueden confundirse, pero la forma de distinguirlas es viendo el fin que persiguen. La prueba busca ejercitar, entrenar; la tentación busca destruir, derrotar, descalificar, poner tropiezo y Dios nunca busca esto porque esa actitud es ajena a su carácter (Deut.32:4). El ama a todos los hombres y quiere que todos los hombres lo conozcan. Mat.4:1 y Gn.22:2 son claros ejemplos de la diferencia entre tentar y probar. Abram salió aprobado, resistió la adversidad. Él amaba a Dios y por eso le obedeció. Dios no necesita probar al hombre para conocerlo, Él ya lo conoce. Las pruebas de Dios son para que el hombre se conozca a sí mismo, para que seamos conscientes de nuestra verdadera esencia. Ellas nos ponen de manifiesto si de verdad creemos lo que decimos creer, si de verdad amamos a Dios. Él busca a través de ellas nuestra edificación, nuestro progreso, no nuestra destrucción. Dios no tienta a nadie. Es nuestra propia insensatez lo que nos pervierte y nos hace caer. No debemos acusar a Dios de las consecuencias de nuestra insensatez (Pr.19:3). Por otro lado, a Dios no se le puede tentar, no hay en Él ninguna debilidad o flaqueza donde la tentación pueda aferrarse. Su naturaleza Santa es sin fisuras y al contrario de la naturaleza humana, donde hay áreas compatibles con el pecado, áreas donde echa su lazo la tentación, la naturaleza de Dios repele el pecado y todo mal y es en base a esto que Él no tienta a nadie puesto que si lo hiciera, dejaría de ser lo que es (Sl.97:2). Por tanto quien dice que es tentado por Dios, no lo conoce y además evade su responsabilidad como hemos visto en Pr.19:3. “sino que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido.” (Santiago.1:14) CONCUPISCENCIA (EPITHUMIA), se trata de la misma palabra que aparece en Stgo.4:2 que allí se traduce ‘codiciáis’ y se usa como verbo. Aquí se usa como nombre denotando deseo, anhelo muy vivo de cualquier tipo, “fijar el deseo sobre algo”, en el mismo sentido que 2 Ti.2:22 y Tito 2:12, donde podemos ver una idea del significado de esta expresión. Es en estos deseos interiores donde la tentación echa su ancla y encuentra allí terreno abonado, afín, compatible, “que habla un mismo lenguaje”. Estos deseos interiores son como una “embajada” del pecado y la tentación dentro del hombre y es esta pasión interior, esta concupiscencia lo que nos ARRASTRA (EXELCO), palabra que significa “atraer afuera”, igual que cuando un animal es atraído por una trampa con cebo fuera de su guarida. La pasión, la concupiscencia, arrastra al hombre fuera de las áreas del autocontrol, lo arrastra y lo… SEDUCE (DELEAZÔ), palabra que originalmente significa “atrapar con cebo”. La raíz de esta palabra es CEBO con el mismo significado que aparece en 2 Pedro 2:14 y 18 donde está hablando de los falsos profetas y maestros. Estas dos expresiones ilustran de modo muy elocuente como actúa la tentación en el hombre al igual que un cazador con su presa, usando de un instinto básico como es el hambre, para atraerla a la trampa y privarla así de su libertad; es de esa misma forma que la tentación usa nuestra naturaleza pecadora. “Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte.” (Santiago 1:15) La pasión sigue el orden natural de propagación de la vida: primero CONCIBE (SULLAMBANÔ), palabra ésta compuesta de SUN (con) y LAMBANO (tomar, recibir) y se usa aquí metafóricamente. Es la misma palabra que aparece en Lc.1:24 donde habla del embarazo de Elisabet, la madre de Juan el bautista. Primero concibe y luego ENGENDRA (TIKTÔ) (dar a luz) y es la misma palabra que se usa en Lc.1:31 en donde habla del nacimiento de Jesús. Estas dos expresiones son usadas en el A.T. de la misma forma, por ejemplo en Salmos 7:14 y en Isaías 59:4. La pasión interna del hombre (su naturaleza pecadora), es seducida por la tentación y luego concibe y da a luz a la criatura que solo puede ser el pecado, dados los genes de sus progenitores, la rebelión contra la voluntad de Dios. La tentación busca contactar con su homólogo en el interior del hombre, para engendrar y transmitir su descendencia: el pecado, y el pecado la rebelión contra Dios tras ser CONSUMADO (APOTELEÔ), palabra que significa ‘llevar a cabo’ y que solo se usa aquí y en Lc.13:32 donde habla de Jesús sobre que lleva a cabo milagros y curaciones. Se trata de una palabra compuesta de APO (fuera, a distancia), y TELEÔ (llevar a fin). Esto quiere decir que el pecado cuando nace está perfectamente equipado para llegar a su plenitud que es dar a luz la muerte. DAR A LUZ (APOKUEÔ). (El término que se usa en el principio de este versículo es un término literario y éste es un término médico: parir, el acto de parir). El hijo de la concupiscencia y de la tentación, es el pecado, y el del pecado, la muerte, por tanto, la concupiscencia, esa parte interior del hombre que es una embajada del pecado y tiende hacia él, hacia su homólogo, lleva en sí la capacidad de arrastrar al hombre a la muerte. En Col.3:5 vemos como se exhorta a los cristianos a evitar que se engendre esta “criatura”. Literalmente dice: “Dad muerte (o haced morir), a los miembros sobre la tierra”. La concupiscencia engendra el pecado y una vez formado éste por medio de la gestación, da a luz la muerte. En el texto de Colosenses se exhorta al aborto de esta criatura de muerte. Así que vemos en estos versículos cómo se explica un proceso espiritual por medio de una analogía física, cotidiana y conocida por todos. Esto es el estilo habitual de Santiago para que todo el mundo entienda. Queda claro en estos versículos que el causante del pecado y de sus consecuencias en el hombre nunca es Dios, por eso la prohibición de atribuir la tentación a Dios pues significaría que es Dios el instigador del pecado en el mundo cuando que el pecado es una responsabilidad del hombre. “Amados hermanos míos, no erréis.” (Santiago 1:16) NO ERREIS (PLANAÔ). Presente de imperativo, orden, mandato y significa ‘extraviarse’. Esta es la orden que nos da Santiago, que nadie se deje extraviar. Nada malo viene de Dios, la tentación no es de Dios, es totalmente ajena a Él. La naturaleza de Dios no posee esa embajada que es la concupiscencia, ese homólogo de la tentación. “Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación.” (Stgo.1:17) En este versículo se explica con más detalle la conclusión anterior. “Toda buena dádiva”, literalmente DONACIÓN (DOSIS), “y todo don perfecto”, literalmente REGALO PERFECTO (DÔREMA TELEION). Ambos sustantivos proceden del verbo (DIDOMI), el cual denota primeramente el acto de dar y luego la cosa dada. Y todo esto “desciende de lo alto”, literalmente “de arriba es”, DESCENDIENDO (KATABAINO), “del Padre de las luces”, posiblemente haciendo referencia a Dios como Creador de los astros (Salmo 136:7-9; 1 Juan 1:5-7). Por el contexto siguiente parece que el texto de los Salmos es la opción más correcta como luego veremos, aunque ambas opciones no son excluyentes desde mi punto de vista. Este Padre de las luces “en el cual no hay mudanza” (cambio), o VARIACIÓN (PARALLAGÊ), (significa cambio, mudanza). Esta misma palabra la tenemos hoy en nuestros diccionarios como PARALAJE, que en astronomía se refiere a la diferencia entra las posiciones aparentes que en la bóveda celeste tiene un astro según el punto de vista desde donde sea observado. Esta expresión procede del verbo (PARALLASO), (hacer cosas alternas). Dios no cambia dependiendo de donde se le mire (Malaquías 3:6; Números 23:19). Él es siempre el mismo y Sus palabras fieles. Él es la referencia de todo, el punto de partida y el final de todo. Lacueva traduce “en Él no hay cambio de posición o eclipse (por el cambio, o sombra, por la variación). VARIACIÓN (TRÔPES) es una expresión empleada generalmente en el giro de los cuerpos celestes. Procede del verbo (TREPO) (girar) y la expresión SOMBRA (APOSKIASMA), cuyo significado es ‘arrojar sombra sobre algo’ o ‘sombrear por encima’, en unión con GIRO da el sentido de ‘sombreamiento’, de mutabilidad, como dando cambios alternos de luz y sombra o como la sombra de un objeto arrojada sobre otro como en los eclipses. Por eso Lacueva lo traduce así. Aunque este texto ofrece dificultades para la interpretación, la mejor parece ser la de que solo a lo terreno, a lo humano, va unido la “sombra de mutabilidad”, la variación, porque en Dios no hay alternancias de sombra y luz como en los eclipses de los astros. Dios no varía por las circunstancias puesto que al ser el Origen de todo, está por encima de todo. Creo que el texto de Números 23:19 interpreta mejor que nada este versículo que estamos estudiando de Santiago. La persona de Dios es imposible de comprender por el hombre, por eso Dios, para darse a conocer, usa de lenguaje humano y de metáforas conocidas por nosotros. También por eso se autodefine como luz en 1 Juan 1:5. En Juan 1:9 se presenta a Jesús como la luz verdadera igual que en el capítulo 8, verso 12, en este caso asociado a la vida. Dios, como luz, se está definiendo a sí mismo como verdad y vida eterna, como liberador del hombre para sacarlo de su ignorancia y oscuridad en la que vive sin Él. Los creyentes somos la luz del mundo en cuanto que hemos aceptado la luz verdadera y se nos capacita para comunicar a otros el Camino de la luz. Por lo tanto, cuando Dios dice que es luz, es una forma de comunicarnos quien es Él y lo que trata de decirnos en este texto por medio de esta metáfora astronómica, es que Él no es como los astros, que, aunque grandes, sufren variaciones, igual que los hombres que sufrimos alternancias en nuestro carácter y pensamiento. En Dios no hay estados alternos, Él es inmutable y fiel a todo lo dicho en Su Palabra. Por lo tanto si dice que todo lo bueno viene de Él, eso es verdad absoluta porque Él no varía. Igualmente Dios no tienta a nadie porque es ajeno a su carácter. “El, de su voluntad, nos hizo nacer por la palabra de verdad, para que seamos primicias de sus criaturas.” (Santiago 1:18) Lacueva traduce así: “Dios, en el ejercicio de Su Voluntad, habiéndoselo propuesto o resuelto, (BOULOMAI). La expresión voluntad aquí designa el desear, el querer libremente, indicando una predisposición que actúa a través de la deliberada voluntad (como en 2 Cor.1:15 y 17). Así que, por esta determinación libre de Su Voluntad, nos hizo nacer, literalmente “nos dio a luz”, utilizándose aquí el mismo verbo que el v.15, un mismo símil de nacimiento pero en este caso al contrario. La palabra de verdad es el medio usado por Dios para el nuevo nacimiento (1 Pe.1:3, 23-25) y este nuevo nacimiento, esta concepción y parto es espiritual (Jn.3:5-6). El nuevo nacimiento de estos creyentes constituye las PRIMICIAS (APARCHE), (expresión que designa la ofrenda de los primeros frutos), Sus primeras criaturas de una nueva creación (ver Ro.16:5 donde se habla de Epeneto que fue de las primicias para Cristo en Asia). Resumen de Santiago 1:12-18 Veamos un resumen de las ideas principales de este pasaje: Debemos sentirnos dichosos al permanecer firmes en las pruebas puesto que es sinónimo de obedecer y a amar a Dios. El amor en la Biblia está más relacionado con la voluntad que con las emociones. Dios no tienta a nadie, es ajeno a su carácter; en Él no hay pecado y por lo tanto no puede pecar. La tentación es producto de la insensatez humana; pone cebo, seduce y arrastra a nuestras pasiones, a nuestra naturaleza pecadora, la cual es una embajada del pecado en nuestro interior; es el enemigo en casa. Un enemigo que nos conoce bien por eso trata de reunirnos con su homólogo, el pecado y busca que desobedezcamos a Dios. Todo esto se ilustra con un ejemplo cotidiano y conocido de todos como es la procreación humana: La tentación nos seduce, luego concibe, engendra y da a luz el pecado y la muerte. Es un buen ejemplo para que nadie pueda alegar ignorancia (Stgo.1:23-24). Todo cuanto procede de Dios es bueno; Él no nos pone lazo y esto se produce en base a que en Él no hay variaciones ni mutabilidad, Él es fiel y Verdadero; Su deseo es nuestra restauración como hijos santos. “Por esto, mis amados hermanos, todo hombre sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para airarse;” (Santiago 1:19) Sabed esto: todo el discurso anterior sobre cómo se engendra el pecado y la muerte y cómo hemos sido engendrados nosotros, es necesario SABERLO (OIDA); se trata del mismo verbo que en Stgo. 3:1 y 4:4 y significa ‘haber visto, percibido’ (de ahí ‘tener conocimiento’ por observación y experiencia); es necesario estar convencido de lo hasta aquí expuesto para poder obrar de acuerdo a esa convicción. Por eso tanto ejemplo y tanta explicación para que por medio de algo tan conocido y natural como es la concepción y el parto, podamos entender cómo funciona nuestra naturaleza humana y así obrar en consecuencia. Estos textos tratan de prevenirnos contra nosotros mismos, contra esa parte de nosotros que se entiende perfectamente con el pecado y la tentación; y el primer mandato al respecto es buena disposición para oír y reticencias para hablar y para la ira, para dejarse arrastrar por las emociones muy vivas. Dice el texto literalmente ‘veloz para oír’. VELOZ (TACHUS), adjetivo que se traduce por veloz, pronto, rápido, sin demora; y lento para hablar: LENTO (BRADUS). Esta demanda es por el bien individual y colectivo y tiene mucho que ver con el tema de la lengua; Stgo.3:6; Pr.10:19; 17:27-28, nos dan ejemplo claro de esta disposición ‘rápida para oír’ y lentitud para hablar. La lengua, el hablar, su mal uso crea problemas y los problemas, cuando se enquistan, llevan a la ira, por eso se nos pide “lentitud para la IRA” (ORGE); su significado original es sobre “índole impulsiva” y está relacionada con la pasión, los afectos y las emociones. Pr.16:32 nos muestra como el dominio sobre la ira es poder e impide la precipitación. Ecle.7:9 dice que la rapidez para la ira es sinónimo de necedad; cualquier decisión o cualquier acto tomado bajo el dominio de esta emoción tan viva, lleva irremediablemente a la precipitación y a la injusticia, por eso Dios prohíbe la venganza, porque esta reclamación de justicia, va acompañada de gran emoción y lleva, generalmente, a aplicar una justicia desproporcionada al daño causado y todo por causa de la ira. El v.20 (“porque la ira del hombre no obra la justicia de Dios”), es, desde mi punto de vista, el más importante para valorar y determinar la ira. Esta emoción tan viva no produce la justicia de Dios. PRODUCE (ERGAZOMAI), significa trabajar, obrar, poner en práctica y se usa generalmente para negocios o algo relacionado con el empleo. La ira del hombre no trabaja, no produce, no se ocupa en los negocios, no tiene como prioridad la justicia de Dios, sino el desahogar la pasión humana y como consecuencia produce, obra, todo lo contrario: Injusticia (Mt.5:22). Hay muy poco espacio para la ira en la vida de los cristianos. Esta emoción nos lleva al filo de la navaja y es muy difícil caminar sobre ella. En Efesios 4:26 vemos que el límite de la ira es el no cometer pecado. Desde mi punto de vista es un límite muy amplio. Me gustaría aquí abrir un paréntesis para explicar, a grandes rasgos, los mecanismos biológicos y neurológicos de la ira. Los textos que tratan sobre la ira han sido interpretados de diferentes maneras a lo largo de los años, insatisfactoriamente, desde mi puno de vista, puesto que han querido interpretar partiendo únicamente de premisas teológicas y a veces, éstas necesitan ayuda de los avances científicos. Cuando dichas interpretaciones no son satisfactorias o son muy forzadas, la ira es una emoción y hoy en día hay campos de la ciencia que estudian las emociones desde distintos ángulos que pueden ayudar en la interpretación. Lo primero que debemos saber es que la ira es una emoción que nos sirve para adaptarnos al medio para sobrevivir, visto desde el punto de vista biológico y lo segundo es que el hombre no solo es un animal, es también racional y social y aparte de sobrevivir, tiene también que convivir de manera que la capacidad racional y la cultura le permiten adaptar un mecanismo biológico como la ira al interés social, a la convivencia, que es también otra forma de sobrevivir. El detonante universal de la ira es el sentirse amenazado, y no solo físicamente, sino también cualquier amenaza para nuestro yo: menosprecio, injusticia, frustración, etc. Esta percepción de la realidad, sea equivocada o no, hace que nuestro cerebro segregue unas hormonas llamadas catecolaminas que cumplen la función de generar un acceso puntual y rápido de energía para emprender una acción enérgica. Esta descarga hormonal puede permanecer horas o incluso días. De hecho, en el Nuevo Testamento hay dos palabras para denominar la ira y una se refiere al ataque, al acceso de ira y la otra al estado posterior de la ira mantenida. Esta ira mantenida en el tiempo tiene a nuestro cerebro emocional predispuesto a la excitación y esto provoca predisposición al enfado, a percibir la realidad de forma agresora. Experimentos han demostrado que el grado de intensidad, la falta de piedad en la venganza, es directamente proporcional al grado de excitación. El enfado producido por la ira, parece ser el estado de ánimo más persistente a nivel neurofisiológico y el más difícil de controlar, de hecho, es la más seductora de las emociones negativas porque el monólogo interno que la alimenta proporciona argumentos convincentes para descargarla sobre alguien; a diferencia de la melancolía, el enfado es energizante, euforizante, casi como un estado de drogadicción, solo que en este caso la droga la produce nuestro cuerpo, motivado por las ideas de nuestra mente. Esta información pretende dos cosas: ayudar a sacar conclusiones y prevenir los efectos de la ira porque una vez embarcados en ella es imposible controlarla. Es como la lengua, indomable, por eso la Palabra de Dios trata de educarnos. Él sabe que es muy difícil para el hombre educar su biología innata y dado que la ira tiene ese componente innato de ayuda a la supervivencia, a veces se produce de forma inconsciente, sin saber muy bien lo que la provoca. Dios trata de enseñarnos a interponer “una evaluación” entre los objetos que causan la emoción y la respuesta automática de la emoción y ese paso evaluativo la Biblia lo llama “sofrosine” (hecho pensar), dominio propio y consiste en la capacidad de afrontar los contratiempos emocionales de la vida y que nos ayuda poco a poco, a librarnos de la esclavitud a la que nos someten las emociones negativas. La ‘sofrosine’, la templanza bíblica, es la virtud que permite la contención del exceso emocional. Su objetivo es ayudar al cristiano a albergar la emoción adecuada y proporcional a cada situación. El hecho de mantener a raya las emociones negativas es fuente de salud para el cristiano. No es de extrañar pues que Dios, conociendo bien todo esto, dedique gran parte de Su palabra a educarnos sobre este respecto. La ira surge de la evaluación que hacemos ante un acto de agresión, y es, como dijimos, un mecanismo innato y automático y Dios quiere que hagamos otra evaluación intermedia a esa reacción automática, no para la supervivencia, no tanto instintiva y biológica, sino racional, espiritual y que tiene como fin la convivencia armónica. Dios quiere que aprendamos a moldear nuestros instintos naturales, que son buenos para unos fines y malos para otros y que lo hagamos en función de fines superiores, espirituales. Él sabe que esto nos resulta muy difícil y por eso dice que no se ponga el sol sobre nuestro enojo, presuponiendo que en muchas ocasiones, no vamos a poder controlar nuestras emociones negativas. En Efesios 4:26 hay un imperativo de permisividad; desde mi punto de vista, pretende dejar claro que la ira es humana y natural; es humana y natural la indignación ante la injusticia, o ante la opresión, o ante el desprecio, pero llama inmediatamente al control: “no pequéis”. Al tratarse de una emoción que puede dar lugar a efectos desastrosos, hay muy poco margen para ella y los cristianos nunca debemos dejarnos arrastrar por ella y el pre-control sobre la ira ha de ser racional y espiritual, y digo pre-control puesto que para no caer en ella, es necesario tener una visión equilibrada del mundo y de nosotros mismos. Dios es el que conoce las intenciones de los corazones y cualquier reacción humana excesiva ante un suceso, puede albergar el desconocimiento de factores determinantes. Debemos tener presente esto. Efesios 4:26-27 dice que no se ponga el sol sobre vuestro enojo, como una forma de restaurar el daño del exceso, una forma de parar el círculo vicioso antes descrito, de la ira; de no abandonarse a ella, es como si Dios nos dijese: “sé que es muy difícil controlar las emociones, pero os pido que controléis sus consecuencias, y en su defecto, reparar el daño causado. Entiendo que se llama aquí a la reconciliación con la persona u objeto causante de la ira, lo antes posible. La palabra ENOJO (PARORGISMÔ), sobre la que no debe ponerse el sol, señala especialmente aquello que provoca la ira y, sigue diciendo el texto “ni deis lugar (o sitio en vuestras vidas) al diablo”. Como hemos visto, queda claro que la ira es una emoción que el diablo puede usar muy fácilmente para inducirnos al pecado. Toda emoción intensa nos mueve sin control, debemos, pues, controlar la ira y, sabiendo que esto es difícil, reparar rápidamente en sus consecuencias para no dar lugar a que sus efectos perjudiquen a la iglesia de Dios y a nosotros mismos (Stgo.4:7). En 1 Corintios 13:5 se nos habla del amor como opuesto y como antídoto para la ira. El amor no se irrita, no entra en cólera, y conociendo mejor los mecanismos de la ira, debemos estar dispuestos al perdón cuando somos víctimas de ella, sabiendo que en cualquier momento, con nuestra ira, podemos actuar como verdugos. Mi opinión es que si algún espacio queda para la ira en la vida del creyente, es en el sentido de mecanismo de adaptación al medio, de reacción en el sentido de movernos a la acción. No obstante, la ira es una emoción (como ya hemos comentado), y este término procede del latín E-MOVERE, lo que nos mueve, nos induce a la acción enérgica ante la injusticia, la opresión (propia o ajena), en el sentido de no ser o permanecer indiferente ente el sufrimiento (u opresión) humano. Es en algún tipo de esas situaciones ‘injustas’ que reaccionamos como si se tratase de un mecanismo automático que nos mueve a emprender una acción enérgica de resistencia o compromiso, pero su límite, como hemos visto, ha de ser el de no incumplir la voluntad de Dios y, visto los peligros que encierra esta emoción, su uso ha de ser con precisión quirúrgica o, como dicen los manuales de farmacología con respecto a los venenos, “los no facultativos, absténgase del uso”; como dijo el filósofo Epiteto: “Ni la reprimas, ni te dejes arrastrar por ella”. Usarla como un vehículo que nos impulsa pero siempre teniendo las manos del control y esto requiere mucha pericia porque el diablo está siempre a tento a usar nuestra ira para debilitar al creyente y a la iglesia (Efe.4:31-32). Resumen sobre el tema de la IRA El tratar de conciliar Efe.4:26 con Stgo.1:20 nos lleva a intentar conocer todo lo posible acerca de la ira con el fin de buscar una interpretación armónica. La ira es un mecanismo innato para la supervivencia. Como hijos de Dios que debemos convivir en Su Iglesia, no debemos dejarnos arrastrar por ella, dado su peligro. Debemos asumirla como lo que es, un mecanismo natural, pero no dejarse dominar ni esclavizar por ella. En Efe.4:26, el imperativo de permisividad nos habla de que debemos usarla en el sentido de no permanecer apáticos ante la opresión y la injustica, que estas cosas no nos sean indiferentes, pero sin pecar. La templanza bíblica y el amor son antídotos contra el exceso de emoción negativa. La enseñanza principal es que la Biblia trata de enseñarnos a educar nuestros instintos y ponerlos así al servicio de Causas Superiores (espirituales) y a tratar de evitar una ira que pueda poner en peligro la armonía y la concordia en la Iglesia y, sabiendo Dios que esto es difícil de reparar rápidamente los daños causados, repararlos en el día es la única forma de parar el círculo vicioso que la ira genera. Debemos estar dispuestos al perdón cuando somos víctimas de la ira, puesto que también nuestra ira puede ser verdugo (Efe.4:31-32). “Por lo cual, desechando toda inmundicia y abundancia de malicia, recibid con mansedumbre la palabra implantada, la cual puede salvar vuestras almas.” (Stgo.1:21) Por lo cual o en base a esto, o a causa de esto, DESECHANDO (APOTITHEMI), que significa poner a un lado, dejar de lado, desechar, sacar de uno mismo (Ro.13:12), dad de lado, despojarse de toda INMUNDICIA (RUPARIAN), palabra que denota suciedad y aquí se usa metafóricamente para ‘suciedad moral’; se usa también en Stgo.2:2 para describir la ropa sucia. Sigue el texto: “… de toda abundancia de malicia…”. ABUNDANCIA (PERISSEIA), que significa ‘medida sobreabundante’, algo por encima de lo ordinario y se traduce como resto externo de malicia (KAKON), que significa malo, perverso; se usa también en Stgo.4:3 donde se usa para pedís malamente, de forma perversa para satisfacer la Hedone. Hasta aquí nos dice lo que debemos desechar y ahora pasa a decir lo que debemos recibir y como lo debemos recibir: Con MANSEDUMBRE (HUMILDAD) (PRAUTES). Esta virtud no es solo un comportamiento externo, ni tampoco una disposición natural del hombre, más bien es una obra efectuada en el alma, es la disposición del Espíritu en la que aceptamos sus frutos para con nosotros como buenos, sin discutirlos ni resistirlos. Podríamos decir estar en sintonía con el Espíritu Santo para no entorpecer su obra en nosotros (Gá.6:1). Esta mansedumbre (o humildad) es necesaria para recibir la palabra IMPLANTADA (EMPHUÔ). La raíz de esta expresión es brotar, hacer crecer, y se usa aquí metafóricamente de la Palabra de Dios cuya propiedad natural o genética es similar a una semilla, de ahí lo de arraigar, germinar y crecer dentro del corazón humano, de arraigar en la intimidad del hombre. Esta palabra es poderosa, tiene PODER (DUNAMAI); esta expresión denota la capacidad inherente para llevar cualquier cosa a cabo, ser capaz, tener poder en base a los recursos propios. Esta palabra que pretende germinar y crecer en nosotros, tiene poder y recursos propios para llevar la obra de Dios a cabo en nosotros, tiene poder para salvar nuestras almas, por eso ha de RECIBIRSE (DECHOMAI); esta palabra significa recibir de forma deliberada y bien dispuesta, como, por ejemplo, en Efesios 1:13. La buena disposición a recibir esta palabra, no solo salva nuestras almas en el futuro, sino que esa salvación se muestra ya en el presente (Stgo.2:17-18). “Pero sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos.” (Stgo.1:22) “Llegad a ser hacedores”, traduce Lacueva. Esto, posiblemente, debe interpretarse a la luz del v.25 y de Ro.2:13 y también en base al versículo anterior – desechando lo malo y lo sucio, lo que se opone a la voluntad de Dios -, no impidiendo así que la semilla de la Palabra de Dios se haga árbol en nosotros, llevándonos a la meta de la salvación escatológica de una forma sana y adecuada, como hemos visto en los vs. 12 y 25. HACEDORES (POIEÔ); su significado es ‘hacer’ en el sentido de expresar con actos los pensamientos y los sentimientos (practicar), y también hacer en el sentido de fabricar, manufacturar, crear. Se emplea cuando se habla de los actos creadores de Dios. Esta debe ser nuestra actitud hacia la palabra de Dios, no solo limitarse a oírla, puesto que los que así hacen se ENGAÑAN (PARALOGIZOMAI); esta palabra significa primeramente contar mal, echar mal las cuentas. El que es solo “oidor” y no “hacedor”, echa mal las cuentas, o sea, se engaña con falsos razonamientos acerca de lo que dice la Palabra, usa de toda su inventiva para convencerse a sí mismo para no poner en práctica la palabra de Dios (ej.Stgo.2:15-17). El “oidor y no hacedor” busca excusas, sofismos, para auto engañarse y así tener coartada para impedir que la Palabra de Dios crezca en su interior. Los vs. 23 y 24 ponen un ejemplo cotidiano para expresar esta idea y que todo el mundo la entienda. “Porque si alguno es oidor de la palabra pero no hacedor de ella, éste es semejante al hombre que considera en un espejo su rostro natural.” (Stgo.1:23) CONSIDERA (KATANOEÔ), percibir con claridad, discernir claramente. Es una palabra compuesta de una partícula intensiva kata y el verbo noeô, percibir con la mente, pensar, considerar. No se está aquí hablando de echar un vistazo al espejo sino de una consideración en detalle como sugiere el mismo verbo en Mateo 7:3. Literalmente dice: “Considera el rostro de su nacimiento.” El oidor de la Palabra, después de oírla detenidamente, entiende sus demandas pero las olvida, se engaña a sí mismo con falsos razonamientos, con excusas para no ponerla en práctica, echa mal las cuentas contra si mismo puesto que la palabra de Dios es como un ‘espejo’ que nos muestra nuestra naturaleza pecaminosa. Esta parece ser la idea que hay detrás de la “expresión del rostro de nuestro nacimiento”. La Palabra de Dios nos confronta con nuestra naturaleza caída a causa del pecado y nos muestra la naturaleza con la que nacimos (Heb.4:12-13). El que pasa esto por alto está abocado al fracaso vital y a la confusión. “Porque él se considera a sí mismo, y se va, y luego olvida cómo era.” (Stgo.1:24) INMEDIATAMENTE (EUTHEOS). Esta palabra denota prontitud, inmediatez, sin vacilaciones, al momento, de ahí que cuanto más considera, más difícil le es olvidar lo que la Palabra de Dios le pone de manifiesto. El autoengaño ha de ser rápido, al momento, sino, cuanto más tiempo pasa, más difícil es conseguirlo. OLVIDA (EPILANTHANOMAI), verbo compuesto de la palabra EPI (sobre) y el verbo LANTHANO (significa escapar a la detención), de ahí lo de olvidarse. Los que oyen la Palabra de Dios y no la ponen en práctica, escapan a la detención que la propia Palabra hace en ellos sobre su actitud y naturaleza y eso no les interesa puesto que les obliga a rectificar y a conformarlos de acuerdo a la voluntad de Dios, lo cual causa esfuerzo y sacrificio por lo que resulta más fácil hacer lo que a uno le apetece, de ahí el autoengaño y el echar mal las cuentas con el fin de convencerse a uno mismo con falsos argumentos como el pensar que lo que hacemos no está tan mal y que lo que oímos en la Palabra es muy radical. Estas personas no son conscientes de que las áreas de nuestra vida que Dios quiere corregir es por nuestro bien y para evitarnos sufrimientos mayores. Estas personas perciben en la voluntad de Dios una restricción de su libertad, perciben censura y opresión y se trata de todo lo contrario porque la voluntad de Dios para nuestras vidas es fuente de libertad y progreso (Ro.12:1-2). La voluntad de Dios es buena, agradable y hace perfectos a los que la practican. La Palabra, como vimos en Heb.4:12-13, nos muestra nuestra propia realidad personal, nuestros fallos, aquello en lo que somos defectuosos, para que lo corrijamos y consideremos así los beneficios que nos produce la práctica de la voluntad de Dios. Hay gente que se gasta fortunas en psicoanalistas para que les muestren las anomalías de su personalidad. Los creyentes tenemos la Palabra de Dios con este fin. Muchos problemas en las vidas de los creyentes pueden estar motivados por olvidar nuestro rostro, el rostro de nuestro nacimiento, que nos muestra la Palabra de Dios. “Mas el que mira atentamente en la perfecta ley, la de la libertad, y persevera en ella, no siendo oidor olvidadizo, sino hacedor de la obra, éste será bienaventurado en lo que hace.” (Stgo.1:25) Por el contrario, el que atentamente MIRA (PARAKUPTÔ): esta palabra significa primeramente ‘agacharse de lado’ en el sentido de agacharse para mirar. El que se agacha para mirar es porque tiene interés en ver o en saber y conocer la perfecta ley de la libertad (Jn.8:32; 2 Co.3:16-17); estos versículos nos dan una idea de esto: el estar atento, el agacharse para mirar la Palabra de Dios ayuda a perfeccionarnos, a librarnos de nuestras miserias. Estos conceptos engloban toda la perfección y libertad que pueden proporcionarnos el conocimiento y la práctica de la voluntad de Dios. El que se guía por Ella y no actúa como oidor olvidadizo, PERMANECE (PARAMENÔ): se trata de un verbo compuesto de PARA (al lado) y MENO (permanecer, posar), de ahí lo de quedarse al lado, cerca, continuando, perseverando en cualquier cosa, en este caso, perseverando en la práctica de la Palabra de Dios. Literalmente podemos leer: “El que persevera no como oidor olvidadizo, sino como hacedor de la obra, BIENAVENTURADO (feliz), (MAKARIOS) en el obrar; será en la acción, en lo que haga o emprenda puesto que el que es hacedor de la voluntad de Dios, en su propia voluntad esta coincidiendo con la del Padre (Jn.13:14, 17; Stgo.1:12). “Si alguno se cree religioso entre vosotros, y no refrena su lengua, sino que engaña su corazón, la religión del tal es vana.” (Stgo.1:26) Si alguno PIENSA (DOKEÔ); significa pensar, suponer, formarse una opinión y se usa aquí a modo de advertencia, de llamada de atención para que no nos formemos opiniones equivocadas. Si alguno se ha formado la opinión de que es RELIGIOSO (THRESKOS); esta palabra se aplica aquí en el sentido “externo” del servicio divino (ritos externos) y se usa aquí en contraste con la verdadera religión que tiene más que ver con la acción que con actitudes ritualistas, así que si alguno se ha formado la opinión de que es religioso porque cumple con el ritual, está equivocado (Is.29:13; Eze.33:30-32, son ejemplos de esa actitud, de religiosidad aparente). Todo este teatro no vale de nada. El criterio de práctica de la verdadera religión es REFRENAR (CHALINAGÔGEÔ), que significa tener a raya, llevar las riendas; aparece también en Stgo.3:2 donde el tema de refrenar la lengua se pone aquí como criterio de vida piadosa, de vida de agrado a la voluntad de Dios. El verbo CHALINAGÔGEÔ está compuesto de CHALINOS (brida) y AGO (conducir). Los que se montan su propio criterio de religiosidad basado en una actitud hipócrita y aparente, se engañan a sí mismos: ENGAÑA (APATÔN), que significa engañar, seducir, aquello que da una falsa impresión, inducir a error (se emplea también en Efe.5:6). Esta palabra se usa aquí en referencia a la práctica de una religiosidad ritual externa que va asociada a palabras y actos hirientes y faltos de amor y respeto. Eso es crear un propio sentido de la justicia, una justicia y una religión a la carta (2 Ti.3:5). Santiago dice que esta religiosidad es VANA (MATAIOS), palabra que significa carente de resultados positivos, que no produce nada de provecho; se utiliza también en Tito 1:10, hablando de vanas palabrerías cuyo resultado es muy negativo y sin provecho. “La religión pura y sin mácula delante de Dios el Padre es esta: Visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones, y guardarse sin mancha del mundo.” (Stgo.1:27) La religión pura e incontaminada (AMIANTOS), (misma expresión que en Heb.13:4 y 1 Pe.1:4). La verdadera religión delante de Dios, la que da frutos provechosos, es VISITAR (EPISKEPTOMAI), expresión que está relacionada con EPISKOPO (supervisor, mirar sobre, cuidarse de), se usa aquí en la supervisión, la vigilancia de las necesidades de los más desfavorecidos que están presionados por su situación. Contribuir a aliviar esa presión, dar apoyo, mostrar solidaridad en situaciones donde la vida oprime; ese es el significado básico de esta expresión. AFLICCIÓN (THLIPSIS), significa oprimir, apretar, presionar, de ahí la angustia, la aflicción. La verdadera religión es imitar el comportamiento de Dios (Sl.68:4-5). Ésta es la verdadera religión, la que produce provecho puesto que contribuye a mejorar el mundo y a aliviar el sufrimiento, al mismo tiempo que genera esperanza ya que estas actitudes nos muestran que un mundo mejor es posible. Obedecer a Dios, ésta es la verdadera religión, y también GUARDARSE (TEREÔ) sin mancha del mundo. Esta expresión significa aquí vigilar sobre, preservar, guardar, en referencia a la responsabilidad del que quiere practicar la verdadera religión, de la vigilancia que debe ejercer sobre sí mismo, guiado con la información del espejo que es la Palabra de Dios, para que el sistema de pecado del mundo no lo manche, no lo ENSUCIE (SPILOÔ). Dos textos nos dan el significado de esta palabra: Efe.5:27 y 1 Jn.2:15-17. Aquí se explica muy bien lo que es guardarse del mundo. En este último texto podemos ver como se cumple lo que la Palabra dice de sí misma (Heb.4:12-13). Este texto de Santiago es muy revelador de nuestra realidad humana. Ahora solo nos queda ser hacedores y no solo oidores (Stgo.1:22-24). RESUMEN DE SANTIAGO 1:21-27 Debemos desechar todo lo que estorbe que la Palabra de Dios se implante en nosotros. Hemos visto que la raíz en esta expresión es hacer crecer, bortar. Para ello debemos recibir la Palabra con mansedumbre, de forma bien dispuesta. Esta mansedumbre consiste en aceptar como buenos los tratos del Espíritu Santo sin resistirse ni oponerse. La Palabra de Dios es como un espejo que nos muestra nuestra naturaleza pecadora con el fin de enmendarnos y lo hace por nuestro bien, por eso debemos de ser hacedores y no solo oidores, para no echar mal las cuentas. Si equivocadamente percibimos en la Palabra, en sus demandas, agresión o restricciones, echamos mal las cuentas porque sus demandas son por nuestro bien, para evitarnos sufrimientos. Nuestra felicidad y libertad dependen de mirar atentamente a este espejo que es la Palabra de Dios, y ponerla por obra para nuestro bien. Hemos visto el contraste entre la religión de los hombres y la verdadera, cuya práctica consiste en actos de solidaridad hacia el prójimo y evitar el contacto con todo lo que no es conveniente. Ésta religión verdadera contribuye a mejorar el mundo y mostrar que un mundo mejor sería posible si el hombre acatara la voluntad de Dios. DANIEL CABARCOS