¿ES DIOS EL CULPABLE DEL MAL EN EL MUNDO?

Anuncio
¿ES DIOS EL CULPABLE DEL MAL EN EL MUNDO?
Por DANIEL CABARCOS
Los cristianos nos encontramos a menudo inquiridos por familiares y amigos por un tópico
de pregunta acusatoria: “¿Por qué Dios, el Dios que nosotros proclamamos, permite el
dolor, el sufrimiento y la muerte del inocente? ¿Qué clase de Dios es ese?”
Dentro de los círculos intelectuales se acuña un tópico parecido: “¿Se puede creer en Dios
después de Auschwitz?”
¿Por qué los hombres tienden a responsabilizar a Dios de todo lo malo que ocurre en el mundo? La
respuesta a esta pregunta la encontramos en el Génesis y se conoce en lenguaje
psicoanalítico como mecanismo de transferencia o de proyección el cual consiste en
proyectar o transferir a otro la responsabilidad de los actos propios. Se trata de un mecanismo de
defensa para salvaguardar la integridad del yo. Esto lo podemos ver en Génesis 3:12-13 “Y el
hombre respondió: La mujer que me diste por compañera me dio del árbol, y yo comí. Entonces
Jehová Dios dijo a la mujer: ¿Qué es lo que has hecho? Y dijo la mujer: La serpiente me engañó, y
comí.” “Y vio la mujer que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y árbol
codiciable para alcanzar la sabiduría; y tomó de su fruto, y comió; y dio también a su marido, el cual
comió así como ella.” (Génesis 3:6).
Acerca del tema del sufrimiento y del dolor en el mundo, parece que toda persona se
siente capacitada para opinar y para evadirse de su responsabilidad y contribución
personal al mal en el mundo. Hasta aquí ha hablado el hombre, ahora va a hablar Dios:
Acerca de este problema y de sus responsables, lo primero que nos dice la Biblia es que el pecado
de Satanás introdujo en el mundo un elemento de desorden, de desarmonía, pero él se aparta de
Dios en base a su responsabilidad y libertad personal: “Perfecto eras en todos tus caminos desde el
día que fuiste creado, hasta que se halló en ti maldad. A causa de la multitud de tus contrataciones
fuiste lleno de iniquidad, y pecaste; por lo que yo te eché del monte de Dios, y te arrojé de entre las
piedras del fuego, oh querubín protector. Se enalteció tu corazón a causa de tu hermosura,
corrompiste tu sabiduría a causa de tu esplendor; yo te arrojaré por tierra; delante de los reyes te
pondré para que miren en ti. Con la multitud de tus maldades y con la iniquidad de tus
contrataciones profanaste tu santuario; yo, pues, saqué fuego de en medio de ti, el cual te
consumió, y te puse en ceniza sobre la tierra a los ojos de todos los que te miran.” (Ezequiel 28:1518).
Satanás tentó al hombre y éste, libremente, pecó (Gn.3:6). Estas actitudes trajeron consecuencias
desastrosas para la creación, por tanto el mal en el mundo no emana de Dios, sino de la
libertad de sus criaturas. Dios es tan coherente y respetuoso con sus criaturas que al
crearlas les concedió libertad de decisión, incluso para ponerse en contra de Él y
maldecirle. Si Dios no diese esta libertad a sus criaturas se le acusaría de déspota y totalitario.
Dios creó a sus criaturas para que éstas le alaben y adoren libremente, conmovidos y
convencidos de su grandeza, no a la fuerza.
Hay en la Palabra de Dios una secuencia entre libertad – pecado – sufrimiento y muerte. Escoger el
pecado significa escoger el mal propio: “Los hijos recogen la leña, los padres encienden el fuego, y
las mujeres amasan la masa, para hacer tortas a la reina del cielo y para hacer ofrendas a dioses
ajenos, para provocarme a ira. ¿Me provocarán ellos a ira? dice Jehová. ¿No obran más bien ellos
mismos su propia confusión? Por tanto, así ha dicho Jehová el Señor: He aquí que mi furor y mi ira
se derramarán sobre este lugar, sobre los hombres, sobre los animales, sobre los árboles del campo
y sobre los frutos de la tierra; se encenderán, y no se apagarán.” (Jeremías 7:18-20); “Mas el que
peca contra mí, defrauda su alma; Todos los que me aborrecen aman la muerte.” (Pr.8:36);
“Ni quisieron mi consejo, Y menospreciaron toda reprensión mía, Comerán del fruto de su camino, Y
serán hastiados de sus propios consejos. Porque el desvío de los ignorantes los matará, Y la
prosperidad de los necios los echará a perder;” (Pr.1:30-32).
La imagen de Dios está presente en la esencia humana: “Porque cuando los gentiles que no tienen
ley, hacen por naturaleza lo que es de la ley, éstos, aunque no tengan ley, son ley para sí mismos,
mostrando la obra de la ley escrita en sus corazones, dando testimonio su conciencia, y acusándoles
o defendiéndoles sus razonamientos,” (Romanos 2:14-15). Dios quiere que esta imagen se
desarrolle en nosotros. El pecado anula este desarrollo y como consecuencia nos aleja del
‘ideal’.
La causa del mal en el mundo debemos buscarla, no en Dios, sino en nuestra propia libertad. “Tu
maldad te castigará, y tus rebeldías te condenarán; sabe, pues, y ve cuán malo y amargo es el
haber dejado tú a Jehová tu Dios, y faltar mi temor en ti, dice el Señor, Jehová de los ejércitos.”
(Jeremías 2:19). Adán hizo uso de su libertad, rechazó a Dios, rechazó un bien y como consecuencia
cosechó sufrimiento y dolor: “cuando obedecieres a la voz de Jehová tu Dios, para guardar sus
mandamientos y sus estatutos escritos en este libro de la ley; cuando te convirtieres a Jehová tu
Dios con todo tu corazón y con toda tu alma. Porque este mandamiento que yo te ordeno hoy no es
demasiado difícil para ti, ni está lejos. No está en el cielo, para que digas: ¿Quién subirá por
nosotros al cielo, y nos lo traerá y nos lo hará oír para que lo cumplamos? Ni está al otro lado del
mar, para que digas: ¿Quién pasará por nosotros el mar, para que nos lo traiga y nos lo haga oír, a
fin de que lo cumplamos? Porque muy cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón, para
que la cumplas. Mira, yo he puesto delante de ti hoy la vida y el bien, la muerte y el mal; porque yo
te mando hoy que ames a Jehová tu Dios, que andes en sus caminos, y guardes sus mandamientos,
sus estatutos y sus decretos, para que vivas y seas multiplicado, y Jehová tu Dios te bendiga en la
tierra a la cual entras para tomar posesión de ella. Mas si tu corazón se apartare y no oyeres, y te
dejares extraviar, y te inclinares a dioses ajenos y les sirvieres, yo os protesto hoy que de cierto
pereceréis; no prolongaréis vuestros días sobre la tierra adonde vais, pasando el Jordán, para entrar
en posesión de ella. A los cielos y a la tierra llamo por testigos hoy contra vosotros, que os he
puesto delante la vida y la muerte, la bendición y la maldición; escoge, pues, la vida, para que vivas
tú y tu descendencia; amando a Jehová tu Dios, atendiendo a su voz, y siguiéndole a él; porque él
es vida para ti, y prolongación de tus días; a fin de que habites sobre la tierra que juró Jehová a tus
padres, Abraham, Isaac y Jacob, que les había de dar.” (Deuteronomio 30:10-20); “Dios es juez
justo, y Dios está airado contra el impío todos los días. Si no se arrepiente, él afilará su
espada; Armado tiene ya su arco, y lo ha preparado. Asimismo ha preparado armas de
muerte, Y ha labrado saetas ardientes. He aquí, el impío concibió maldad, Se preñó de
iniquidad, Y dio a luz engaño. Pozo ha cavado, y lo ha ahondado; Y en el hoyo que hizo
caerá. Su iniquidad volverá sobre su cabeza, Y su agravio caerá sobre su propia coronilla.”
(Salmo 7:11-16); “Y si dijereis: No es recto el camino del Señor; oíd ahora, casa de Israel: ¿No es
recto mi camino? ¿no son vuestros caminos torcidos? Apartándose el justo de su justicia, y haciendo
iniquidad, él morirá por ello; por la iniquidad que hizo, morirá. Y apartándose el impío de su
impiedad que hizo, y haciendo según el derecho y la justicia, hará vivir su alma. Porque miró y se
apartó de todas sus transgresiones que había cometido, de cierto vivirá; no morirá. Si aún dijere la
casa de Israel: No es recto el camino del Señor; ¿no son rectos mis caminos, casa de Israel?
Ciertamente, vuestros caminos no son rectos. Por tanto, yo os juzgaré a cada uno según sus
caminos, oh casa de Israel, dice Jehová el Señor. Convertíos, y apartaos de todas vuestras
transgresiones, y no os será la iniquidad causa de ruina. Echad de vosotros todas vuestras
transgresiones con que habéis pecado, y haceos un corazón nuevo y un espíritu nuevo. ¿Por qué
moriréis, casa de Israel? Porque no quiero la muerte del que muere, dice Jehová el Señor;
convertíos, pues, y viviréis.” (Ezequiel 18:25-32).
Rechazando a Dios el hombre rechaza su salvación, su felicidad y su alegría, su plena
realización conforme al modelo, rechaza la vida, rechaza la voluntad de Dios para su vida la
cual es buena, agradable y perfecta (Romanos 12:1-2).
Rechazar a Dios es rechazar el bien propio y el del mundo. Fuera de la voluntad de Dios
hay perdición, confusión y muerte. El mundo hostil que surge después de Adán proviene del
rechazo de la voluntad de Dios por parte del hombre: “Por tanto, como el pecado entró en el mundo
por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos
pecaron.” (Romanos 5:12). Tanto Adán como Eva creyeron que podrían realizarse mejor fuera de los
caminos de la voluntad de Dios: “sino que sabe Dios que el día que comáis de él, serán abiertos
vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal. Y vio la mujer que el árbol era bueno
para comer, y que era agradable a los ojos, y árbol codiciable para alcanzar la sabiduría; y tomó de
su fruto, y comió; y dio también a su marido, el cual comió así como ella.” (Gn.3:5-6) El
sufrimiento y el dolor en el mundo es producto de que el hombre quiso ser Dios: “…y seréis
como Dios…” (Gn.3:5). Quiso buscar su propio camino. Creyó que éste sería mejor que el de
Dios. La maldición y la bendición no son fruto de un Dios caprichoso y psicópata al que le
gusta experimentar y atormentar a sus criaturas, sino que son producto de la libre elección
humana de un camino de corrupción y mal: “He aquí, solamente esto he hallado: que Dios hizo al
hombre recto, pero ellos buscaron muchas perversiones.” (Eclesiastés 7:29). En otras palabras: el
dolor y el sufrimiento en el mundo no son señal de Dios ni su responsabilidad, sino de muchos
pecados encadenados en la genética humana que por generaciones le rechaza e incumple Su
voluntad.
Al contrario, Dios y aquellos seres humanos que hacen Su voluntad, son un atenuante para el
pecado en el mundo, son un testimonio constante de que un mundo mejor es posible si los
hombres trataran de practicar la voluntad de Dios. “Si alguno se cree religioso entre vosotros,
y no refrena su lengua, sino que engaña su corazón, la religión del tal es vana. La religión pura y sin
mácula delante de Dios el Padre es esta: Visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones,
y guardarse sin mancha del mundo.” (Santiago 1:26-27).
La voluntad de Dios es que pongamos rienda a la lengua (CHALINA GOGEO), palabra compuesta de
Chalinos= brida y un verbo AGO= conducir, puesto que la lengua, como nos dice Santiago 3:6,
inflama el curso de la existencia colectiva e individual de la humanidad. Este ‘sujetar la lengua’
contribuye a evitar el mal en el mundo, al igual que el cuidado, o la vigilancia, de los más
presionados por la vida, de los más desfavorecidos. Esto es lo siguiente de esas dos
expresiones del versículo 27 de Santiago 1: VISITAR= EPISKEPTOMAI. Esta expresión está
relacionada con EPISKOPO = Supervisor. Y Aflicción= THLIPSIS (que significa oprimir, presionar,
apretar. De ahí vigilancia y cuidado de las necesidades de los más desfavorecidos en la vida.
El dolor y el sufrimiento se producen por la negligencia humana. Si seguimos la pista al
constante del dolor y el sufrimiento en el mundo, no nos llevan en la dirección de Dios,
sino del hombre. Dios no busca el mal ni el tropiezo de nadie: “Cuando alguno es tentado, no diga
que es tentado de parte de Dios; porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie;
sino que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido.” (Santiago
1:13-14).
El pecado, y por tanto el mal en el mundo se produce cuando nuestra naturaleza pecadora sucumbe
ante la tentación (Stgo.1:14). En Eclesiastés 9:18 se nos dice lo destructivo que puede ser un solo
pecador: “Mejor es la sabiduría que las armas de guerra; pero un pecador destruye mucho bien.”
Imaginémonos millones de hombres luchando por sus fines egocéntricos y destruyendo
todo lo bueno que se hace en el mundo. Si no fuera por la contención de Dios, el hombre
impulsado por Satanás, hace años que se hubiera autodestruido y mucho más desde que tiene
poder nuclear.
El atribuir a Dios el dolor y el sufrimiento en el mundo es producto también de las limitaciones
humanas que le impiden comprender los designios de Dios y si unimos esto a la soberbia y
altanería propia del hombre, y al rechazo de la revelación de Dios, nos encontramos dando
respuestas categóricas acerca de asuntos de los cuales no tenemos ni idea.
Del sufrimiento y del dolor en el mundo todos los humanos somos culpables porque todos pecamos
y por tanto todos contribuimos, en mayor o menor medida, al mal en el mundo. En Juan 9:1-3
Jesús pone de manifiesto que hay áreas del sufrimiento en el mundo que los humanos no
podemos calcular con nuestros burdos cálculos o reglas de tres. Queda claro que no es del
hombre hacer juicios últimos acerca de nada.
“Por cuanto no se ejecuta luego sentencia sobre la mala obra, el corazón de los hijos de
los hombres está en ellos dispuesto para hacer el mal. Aunque el pecador haga mal cien
veces, y prolongue sus días, con todo yo también sé que les irá bien a los que a Dios
temen, los que temen ante su presencia; y que no le irá bien al impío, ni le serán
prolongados los días, que son como sombra; por cuanto no teme delante de la presencia
de Dios. Hay vanidad que se hace sobre la tierra: que hay justos a quienes sucede como si
hicieran obras de impíos, y hay impíos a quienes acontece como si hicieran obras de
justos. Digo que esto también es vanidad.” (Eclesiastés 8:11-14)
Los matemáticos humanos no siempre funcionan. Este texto es un llamamiento a la humildad y a ser
consciente de nuestras limitaciones. El hombre debe asumir su incapacidad. El Eclesiastés
proporciona la actitud correcta a seguir: “En el día del bien goza del bien; y en el día de la
adversidad considera. Dios hizo tanto lo uno como lo otro, a fin de que el hombre nada halle
después de él.” (Eclesiastés 7:14)
De todo esto, la conclusión final a la que llego es que el hombre quiere ser libre pero cuando
su libertad le conduce al desastre (a él y al mundo), le echa la culpa a Dios: “La insensatez
del hombre tuerce su camino, y luego contra Jehová se irrita su corazón.” (Proverbios 19:3). No
acepta su responsabilidad, la transfiere a otro. El hombre sin Dios está perdido y no sabe aún lo que
le conviene ni lo que quiere.
Hay un texto bíblico donde se ejemplifican estas contradicciones humanas de una manera muy
clara: “Mas ¿a qué compararé esta generación? Es semejante a los muchachos que se sientan en las
plazas, y dan voces a sus compañeros, diciendo: Os tocamos flauta, y no bailasteis; os endechamos,
y no lamentasteis. Porque vino Juan, que ni comía ni bebía, y dicen: Demonio tiene. Vino el Hijo del
Hombre, que come y bebe, y dicen: He aquí un hombre comilón, y bebedor de vino, amigo de
publicanos y de pecadores. Pero la sabiduría es justificada por sus hijos.” (Mateo 11:16-19). La
palabra justifica = EDIKAIOTHE, significa correcto, justo. Las obras de Dios son sabias y los
hechos muestran que son correctas, independientemente del capricho humano y de su
cuestionamiento sistemático de Dios y Su obra en el mundo. Nada gana el hombre con esta
actitud, a no ser su desastre. Como le dijo Jesús a Pablo en el camino de Damasco: “Dura cosa te es
dar coces contra el aguijón”. Lo que nos dice la Biblia al respecto es una llamada a la humildad, al
reconocimiento de las limitaciones humanas y lo dice a sus hijos y a los que no lo son, porque todo
el mundo tendrá que reconocer a Dios por las buenas o por las malas: “Por lo cual Dios también le
exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de
Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda
lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre.” (Filipenses 2:9-11).
En Romanos 12:3 Pablo nos da la clave de la búsqueda del equilibrio: “Digo, pues, por la
gracia que me es dada, a cada cual que está entre vosotros, que no tenga más alto concepto de sí
que el que debe tener, sino que piense de sí con cordura, conforme a la medida de fe que Dios
repartió a cada uno.” No ser orgullosos, de mente altiva, sino pensar con cordura. Todo
hombre puede tener esa cordura con una mínima reflexión: “porque lo que de Dios se conoce
les es manifiesto, pues Dios se lo manifestó. Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y
deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de
las cosas hechas, de modo que no tienen excusa.” (Ro. 1:19-20).
Llegados al final tampoco debemos caer en triunfalismos puesto que a la hora de esgrimir estos
razonamientos, alguien puede alegar que la Biblia no es más que un relato mitológico carente de
credibilidad, y mucho menos para ser considerada como “la voz de Dios”. Pero también aquí hay que
llamar a la contención y a la reflexión puesto que la Biblia es un terreno acerca del cual todo el
mundo se considera con derecho y capacidad para opinar sin tener para ello los conocimientos
necesarios. Cualquiera que los posea, se dará cuenta de la cantidad de estudios de creyentes y no
creyentes, elaborados con el mayor rigor científico, que hay acerca del Libro Sagrado. Posiblemente
el Libro del que más se ha escrito y el más sometido al análisis crítico por las diferentes ramas del
saber. Sin hablar del escrupuloso rigor en el proceso de transmisión del texto bíblico por parte de los
cristianos y nuestros hermanos judíos, y de los cientos de millones de personas a lo largo de la
historia, de todas las clases sociales y niveles culturales, que tuvieron la certeza absoluta de ver en
este Libro la Palabra de Dios.
Por lo tanto, la historia y la ciencia llaman al sentido común y a la reflexión puesto que lo que está
en juego es la vida del hombre: “Porque ¿qué aprovechará al hombre, si ganare todo el
mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?” (Mt.16:26)
El hombre debe tomar en serio a Dios puesto que su vida depende de ello (Mt.16:26).
Cuando en Génesis 15:6 la fe es contada por justicia, el verbo que se usa en ese texto es HASAB,
que significa ‘atribuir algo a alguien, contar como, valer de’. Se usa este mismo verbo en Sl.106:31
y Lev.7:18. En Romanos 4:3 se usa esa misma cita: “Porque ¿qué dice la Escritura? Creyó Abraham
a Dios, y le fue contado por justicia.” Y se usa el verbo griego LOGIZOMAI, que significa
calcular, tener en cuenta, estimar, considerar, suponer, y en el griego clásico significa la
acción objetiva de valorar o calcular el valor o el débito en las transacciones comerciales.
Todos nacemos con un saldo negativo en nuestras cuentas. Eso es lo que se deduce de
Colosenses 2:14: “anulando el acta de los decretos que había contra nosotros, que nos era
contraria, quitándola de en medio y clavándola en la cruz,”. Se usa ahí un verbo compuesto de una
partícula (EK=fuera) y el verbo ALEPHO (frotar, ungir), y significa lavar o ungir totalmente y de ahí
el sentido metafórico de cancelar, borrar, anular la DEUDA o el PAGARÉ. CHEIROGRAPHON significa
literalmente ‘escrito a mano, manuscrito, comprobante de deuda escrito de puño y letra’, es un
tecnicismo del derecho para regular la responsabilidad de las deudas. Esta deuda consistía en
decretos contra nosotros que Dios clavó en la cruz pero para ello el hombre debe tomar en
serio a Dios. El que no lo tome en serio no se beneficia: “El que cree en el Hijo tiene vida eterna;
pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él.” (Juan
3:36).
Igual que Abraham tomó en serio a Dios cuando éste le dijo que sería padre de una multitud aunque
su mujer era estéril. Los hombres debemos tomar en serio a Dios para que Él ponga nuestro saldo
en positivo. Esta es la actitud que Dios demanda de los hombres, que lo tomen en serio, Su Palabra
y Su Voluntad expresada a través de Ella.
DANIEL CABARCOS
Descargar