ESTUDIO: HOMBRE Y MUJER EN EL PLAN DE DIOS ESTUDIO 2

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ESTUDIO: HOMBRE Y MUJER EN EL PLAN DE DIOS
ESTUDIO 2
LA MUJER EN EL PLAN DE DIOS
Por DAVID F. BURT
2. La manera de la creación de Eva.
Adán fue creado por Dios desde el polvo de la tierra. Eva, en cambio, fue creada “por vía de Adán”,
desde una costilla suya (Gn.2:21-22). La mujer, ciertamente, debe su existencia a Dios, pero
también al hombre. (Por si acaso esto diera aires de superioridad al varón, Pablo puntualiza: “Pero
en el Señor, ni el varón es sin la mujer, ni la mujer sin el varón; porque así como la mujer procede
del varón, también el varón nace de la mujer; pero todo procede de Dios.” (1 Corintios 11:11-12).
Como los hijos humanos proceden de sus padres, más aún, como el Hijo eterno procede del Padre
eterno, así la mujer procede del varón.
El simbolismo de la costilla es elocuente. El hecho de que la mujer salga del varón y sea hueso de
sus huesos y carne de su carne, sugiere nuevamente la profunda igualdad de ambos. Son tan
iguales que la mujer procede del varón y el varón nace de la mujer. Por tanto, cualquier hombre que
trata a la mujer como un ser inferior se desprecia a sí mismo.
También sugiere que fueron creados para la unidad. A partir de la creación de Eva, a Adán le falta
un miembro, por así decirlo, y ya no es completo sin él. De ahí que, en el reencuentro de varón y
hembra, que es el matrimonio, los dos, hasta ahora separados e incompletos, llegan a ser una sola
carne (Gn.2:24). Pero igualmente sugiere que, dentro del énfasis primordial de la unidad y la
igualdad, debemos respetar el orden de la procedencia:
“Esto es ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne; ésta será llamada Varona, porque del
varón fue tomada.”¹
Cuando Adán dice de Eva: Hueso de mis huesos, no sólo indica que los dos participan de la misma
esencia, sino también que hay orden y procedencia en la creación de Dios. Eva es hueso que
procede de los huesos de Adán. Dios podría haber creado a Eva de la misma manera en que creó a
Adán: del polvo de la tierra (Gn.2:7). Podría haberles creado a los dos en el mismo momento. Podría
haber creado a Eva antes que a Adán, y haber formado a Adán desde la costilla de Eva. Pero no hizo
ninguna de esas cosas. En su soberanía, eligió crear a Eva desde Adán.
También aquí el Nuevo testamento ve un claro antecedente que establece la primacía del varón y su
derecho a ser considerado como cabeza de la mujer:
“Porque el varón no procede de la mujer, sino la mujer del varón, y tampoco el varón fue creado por
causa de la mujer, sino la mujer por causa del varón. Por lo cual la mujer debe tener señal de
autoridad sobre su cabeza” (1 Co.11:8-10).
3. El propósito de la creación de Eva.
El texto de Génesis revela que Eva fue creada para Adán, no al revés:
“Y dijo Jehová Dios: No es bueno que el hombre esté solo; le haré ayuda idónea para él.” (Gn.2:18).
Por supuesto, la idea de ser ayuda también significa igualdad en primer lugar. El contexto lo deja
bien claro. Después de pronunciar que no es bueno que el hombre esté solo, y antes de crear a Eva,
Dios trae a todos los animales ante Adán para que él les de nombre (Gn.2:19-20). Al ir
analizándolos, Adán descubre que ninguno de ellos sirve como ayuda idónea para él; porque, si bien
el ser humano puede disfrutar de la compañía de los animales, solo puede tener “comunión” con
ellos si se rebaja a su nivel. Cuando Adán ve finalmente a Eva y exclama: Esto es ahora hueso de
mis huesos…, el ahora tiene la fuerza de por fin. Ha buscado en vano entre las criaturas menores a
alguno que pueda satisfacer su necesidad de compañerismo, pero ahora su búsqueda ha terminado:
Adán reconoce que Eva es como él, capaz de sostener con él una completa compenetración porque
son iguales.
Eva es ayuda idónea porque es igual. Pero su igualdad no quita el hecho de que ella fue creada para
ser ayuda idónea. El varón no fue creado para ser ayuda idónea de la mujer. Una vez más, ésta es
una idea a la que el Nuevo Testamento concede importancia:
“y tampoco el varón fue creado por causa de la mujer, sino la mujer por causa del varón.” (1
Corintios 11:9).
Eva no fue creada para ser la esclava de Adán, sino su compañera. La frase ayuda idónea no debe
emplearse para justificar la servidumbre de la mujer; pero sí que indica que, en cierto sentido y
hasta cierto punto, la mujer fue creada “para el varón”. Por supuesto, ella, como el hombre, tiene la
finalidad de glorificar y servir a Dios y colaborar con el hombre en el señorío sobre el mundo natural.
Pero, por así decirlo, mientras que Adán fue creado con miras a su labor en el huerto y con los
animales y desde el principio estuvo orientado hacia el mundo exterior fuera de su hogar, Eva fue
creada con miras de ser compañera de Adán y desde el principio estuvo orientada hacia él. De ahí
derivan las enseñanzas bíblicas acerca de las obligaciones de la mujer hacia su marido, sus hijos y
su hogar. Por ejemplo:
“que enseñen a las mujeres jóvenes a amar a sus maridos y a sus hijos, a ser prudentes, castas,
cuidadosas de su casa, buenas, sujetas a sus maridos, para que la palabra de Dios no sea
blasfemada.” (Tito 2:4-5).
De ahí también que los castigos pronunciados por Dios a raíz del primer pecado (Gn.3:16-19)
afecten directamente a las esferas de orientación del hombre y de la mujer: el campo y la casa,
respectivamente. Para el varón, cuya mirada se dirige mayormente hacia fuera al mundo natural, el
castigo consiste en que su trabajo en el campo será, en lo sucesivo, duro, ingrato y doloroso. Para la
mujer, cuya mirada se dirige mayormente hacia dentro de casa y se centra en la relación con su
marido y con sus hijos, el castigo consiste en que esas relaciones serán en lo sucesivo motivo de
dolor y angustia. Pero estamos anticipando las cosas. Volvamos al punto principal de lo que estamos
diciendo. Eva fue creada para Adán, para llenar el hueco de su soledad y para ser su compañera. No
se nos dice que Adán fuera creado para Eva.
Eva fue igual a Adán en lo espiritual,… idónea para él. Pero, en otro sentido, no fue igual a él por
cuanto era “su ayuda”. Dios no creó al varón y a la mujer sin diferenciación, y son, precisamente, su
masculinidad y su femineidad las que identifican sus papeles respectivos. El varón, sólo por cuanto
es varón, es llamado a dirigir para la gloria de Dios. La mujer, sólo por cuanto es mujer, es llamada
a ayudar para la gloria de Dios².
4. El orden de la revelación divina.
Muchas de las instrucciones de Dios dadas al ser humano para su buena administración de la tierra
– instrucciones acerca de los árboles y los animales, acerca de la labranza y el mantenimiento del
huerto, y acerca del fruto prohibido – fueron dadas antes de la creación de Eva. Puesto que el texto
bíblico no indica que estas instrucciones fueron repetidas por Dios a Eva, deducimos que ella tuvo
que ser instruida en ella por Adán. Dios fue el Maestro de Adán, pero no el de Eva. Ella recibió su
conocimiento de la voluntad de Dios a través de su marido. Esto también sienta precedente. En las
Escrituras, el patrón normal es que el varón instruya a la mujer en los caminos del Señor, y no al
revés³. La mujer participa en la instrucción de sus hijos porque comparte con su marido la autoridad
sobre ellos (Proverbios 6:20; 2 Timoteo 1:5; 3:15). Las mujeres veteranas de la congregación
adquieren autoridad sobre las mujeres jóvenes en virtud de su mayor experiencia en la vida y su
más profundo conocimiento de Dios, por lo cual es lícito que las enseñen (Tito 2:3-5). Pero, salvo en
situaciones excepcionales, no es apropiado que una mujer enseñe a hombres ni ejerza autoridad
sobre ellos. Es así, no porque sea menos inteligente que el varón ni tenga menores dotes de
comunicación, sino porque desde el principio Dios tuvo a bien constituir al varón como portador de
instrucción divina:
“Porque no permito a la mujer enseñar, ni ejercer dominio sobre el hombre, sino estar en silencio.
Porque Adán fue formado primero, después Eva;” (1 Timoteo 2:12-13).
Digo salvo en situaciones excepcionales, porque Pablo establece aquí una regla general, no una ley
intransigente. Hubo excepciones en tiempos bíblicos. Así Débora ejerció autoridad en Israel, y así
Priscila se unió a su marido para exponer el camino del Señor a Apolos (Hechos 18:26). Pero éstas
son, precisamente, excepciones. Es absurdo si, faltando un varón competente para enseñar y
existiendo mujeres competentes, el pueblo queda sin instrucción a causa de una aplicación legalista
de este principio. Pero el principio es válido por cuanto se remonta al Edén. No es fruto del pecado.
En circunstancias normales, el ministerio docente y el ejercicio de la autoridad en la iglesia y en la
familia pertenecen al varón.
5. El nombramiento de la mujer y de los animales.
En Génesis 2:19-20, antes de la creación de Eva, Adán pone nombres a los animales:
“Jehová Dios formó, pues, de la tierra toda bestia del campo, y toda ave de los cielos, y las trajo a
Adán para que viese cómo las había de llamar; y todo lo que Adán llamó a los animales vivientes,
ese es su nombre. Y puso Adán nombre a toda bestia y ave de los cielos y a todo ganado del
campo;”
Ya hemos dicho que en Génesis 1:28 la mayordomía del hombre sobre el mundo creado es dada
igualmente a varón y mujer. Los dos tienen el derecho y el deber de emplear sus facultades para
investigar, encauzar, ordenar y desarrollar el mundo natural, lo cual abre la puerta a toda clase de
trabajo y vocación: la agricultura, la la ciencia, la tecnología, etc. Pero ahora vemos cierta primacía
del varón dentro de esta labor compartida. Él empieza a ejercer su señorío legítimo sobre la
naturaleza antes de la aparición de Eva (cf. también Gn.2:15).
Lo que es más, cuando finalmente Eva aparece, Adán le nombra a ella. En primer lugar, le da su
nombre genérico:
“Dijo entonces Adán: Esto es ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne; ésta será llamada
Varona, porque del varón fue tomada.” (Gn.2:23).
En segundo lugar, le da su nombre particular:
“Y llamó Adán el nombre de su mujer, Eva, por cuanto ella era madre de todos los vivientes.”
(Gn.3:20).
Eva es nombrada por Adán; pero Adán no es nombrado por Eva. Según la mentalidad de antaño,
nombrar implica conocimiento y cierto grado de autoridad. El niño no nombra a sus padres, sino los
padres al niño. Dios, por conocer a los suyos y por ejercer sobre ellos un poder transformador,
puede cambiarles de nombre (ver, por ejemplo, Génesis 17:5, 15; 32:28; Juan 1:42). Un rey o un
gobernante de aquel entonces podía cambiar el nombre de sus súbditos (por ejemplo Gn.41:45;
Daniel 1:7). Cuando Adán nombra a Eva, pues, ejerce sobre ella un derecho de señorío. Si Eva se
hubiera negado a recibir ese nombre, habría rechazado la autoridad de su marido. Pero, que
sepamos, lo aceptó de buena gana. Era una esposa sumisa. Y podemos suponer que se sometió con
gozo porque, como estamos a punto de ver, detectó en las palabras de Adán la intensidad de su
amor hacia ella. Era un líder aceptable porque era un líder amante.
Un día, cuando la esposa de Cristo se encuentre con su novio celestial, éste dará a todos los fieles
un nombre nuevo, el cual ninguno conoce sino aquel que lo recibe (Apocalipsis 2:17). Lo hará en
señal de su poder transformador y de su autoridad sobre nosotros como esposo. Y nosotros
aceptaremos con gran alegría el nombre nuevo, sometiéndonos de todo corazón a su liderazgo
porque sabemos lo mucho que nos ama.
Adán, pues, nombró a Eva y a los animales; pero Eva no nombro a Adán. Ella, en cambio, sí nombró
a sus hijos (Gn.4:1, 25).
6. Eva como “propiedad” de Adán.
Cuando Adán dice acerca de Eva: Esto es ahora hueso de mi hueso y carne de mi carne, da a
entender varias cosas. En primer lugar, como ya hemos dicho, la absoluta igualdad de naturaleza
que existe entre él y Eva. Eva no ha sido creada desde la nada o desde el polvo, sino desde él. Son
una sola carne. En segundo lugar, indica procedencia (ver punto 2). Eva procede de Adán, pero no
Adán de Eva.
Y, en tercer lugar, pertenencia. Es como si Adán dijera: Ella es una parte mía; me pertenece a mí.
No lo afirma como si Eva fuera una mera posesión suya, ni mucho menos su esclava. Su sentimiento
tiene más que ver con un sentido de responsabilidad que con un sentido de dominio. Pero a lo largo
de los siglos siempre ha sido cierto que este “sentimiento de posesión” ha sido más fuerte en el
varón que en la mujer. Algo surge desde las entrañas del varón diciéndole en cuanto a su esposa:
Ésta es mi mujer; ella me pertenece; tengo la obligación de protegerla, proveer para ella, cuidarla;
es una parte intrínseca mía.
Cierto, estos mismos sentimientos encuentran su resonancia y correspondencia en la mujer, pero
pienso que no de una manera tan fuerte. Ella, en cambio, sí que los tiene fuertes para con sus hijos:
Ellos son carne de mi carne; han salido de mis entrañas; son una parte mía; mi deber es
protegerlos, cuidarlos, etc.
Por eso mismo, en las Escrituras el adulterio es contemplado no sólo como una ofensa contra la
esposa, sino también contra el “hermano”, es decir, el marido de la adúltera. Si un hombre casado
se acuesta con la esposa de otro, ha sido desleal, por supuesto, a su propia esposa; pero también
ha sido desleal al otro marido, tomando como suyo lo que le pertenece al otro.
NOTAS
1. Comenta Raymond C. Ortlund (en Gender, Worth and Equality, 1990, The Council on Biblical
Manhood and Womanhood; Wheaton, Illinois), pag.20.
2. Es de observar que éstas son las primeras palabras pronunciadas por Adán en la narración
bíblica. Tienen forma poética y constituyen un pequeño himno de exaltación a la mujer, himno en el
que el varón entiende que la mujer es “su gloria”, el objeto legítimo de su amor y devoción, el ser al
que debe proteger, amar y cuidar. No es casual que las primeras palabras pronunciadas por el
postrer Adán, después de resucitar como primicias de la nueva creación, hayan sido: Mujer, ¿por
qué lloras? (Juan 20:15). Como Adán se despertó del sueño y se encontró con Eva, Jesús se
despierta de la tumba y se encuentra con María Magdalena, símbolo de aquella novia, la Iglesia, a la
que acababa de redimir de sus pecados al precio de su sangre. Eva debe su existencia a la sangre
de Adán; la iglesia a la sangre de Cristo.
3. Un caso interesante de eso mismo es el de José y María. Mientras María era soltera y estaba a
solas, el ángel del Señor se comunicaba directamente con ella (Lucas 1:26-38). Pero una vez
contraído el compromiso matrimonial con José, éste es quien recibió las comunicaciones celestiales y
María se sujetaba a él (Mateo 2:13-14; 19-22).
DAVID F. BURT
(Publicado en la revista EDIFICACIÓN CRISTIANA, Noviembre – Diciembre 2009. Nº 241. Época X.
Permitida la reproducción total o parcial de esta publicación, siempre que se cite su procedencia y
autor.)
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