Se dice que en algún lejano lugar, desconocido por la mayoría de los hombres, hay un pequeño valle lleno de magia. Este valle, bien llamado ‘El Valle de las Actitudes Afables’, era muy conocido entre los viajeros. Los que llegaban a visitarlo relataban historias fantásticas de riachuelos de chocolate, deliciosas frutas que al morderlas parecían explotar con todos los sabores dulces del mundo y de pequeñas criaturitas con sombreros picudos y mejillas sonrosadas. Estas criaturitas, mis queridos amigos, no son sino los Duendes del Valle de las Actitudes Afables. No deben de ser confundidos con los Duendes del Bosque de los Sentimientos Incómodos. Esta historia en especial nos relatará de las aventuras de uno de ellos: Logi, el Duende de los Regalos. Logi era un joven duende muy especial. Su héroe era Santa Claus y buscaba emularlo de todos los modos posibles, por lo que gustaba de ponerse todos los días una barba falsa y siempre llevaba consigo un saco lleno de regalos. Una fría mañana de invierno, Logi tomaba té con su amigo Vidar. Él era el elegante Duende del Té. -“Te noto algo decaído, Logi.”- Comentó Vidar una vez que terminó de disolver el azúcar en su bebida. –“¿Ocurre algo malo?” -“¡Oh, Vidar!”- Contestó el otro. –“Es solo que estoy algo preocupado por el cómo pasarán la Navidad los niños del pueblo ahora que el Duende de la Navidad desapareció misteriosamente.” -“Entiendo.”- Acomodó su pequeño monóculo. –“¿Gustas otra taza de té?” -“No gracias.”- Respondió amablemente. –“Aún no acabo la primera. Vidar, me gustaría hacer algo por los niños del pueblo. He pensado que puedo repartirles regalos durante la noche.” -“Creí que Santa Claus era el encargado de hacer eso.”- Replicó Vidar, algo sorprendido ante la idea de su amiguito. -“Sí, pero creo que si los niños reciben doble regalo este año podrán compensar la falta de espíritu navideño.” -“No estoy muy seguro de lo que dices, Logi.”- Se levantó de su pequeña sillita y caminó hacia su alacena, sacando de ahí una caja de té. –“Pero te ayudaré dándote un poco de té. Tal vez puedas regalarlo.” Siendo Logi un experto en seleccionar regalos, sabía que ningún niño normal se pondría feliz al recibir té. De todos modos, aceptó el ofrecimiento. No era amable rechazar un regalo. -“Gracias, Vidar.” Después de terminar su tacita de té, Logi decidió buscar la ayuda del resto de sus amigos Duendes. El primero al que decidió visitar fue a Njord, el Duende de los Buenos Consejos. Njord era el duende más joven del Valle pero no por eso era menos sabio. -“¡Saludos, Njord!” -“¡Ah, muy buenas tardes tengas, Logi!”- Respondió Njord mientras pulía algunos cuantos adornos de plata en la entrada de su casa. –“¿Qué te trae por aquí?” -“Quiero darle algunos regalos a los niños del pueblo y me gustaría saber si podrías ayudarme.” -“¡Claro que puedo! ¡Me encanta dar consejos!”- Exclamó feliz. –“Antes de dar cualquier regalo, asegúrate de quitarle todas las etiquetas de los precios.” -“Eh… muchas gracias, Njord.”- Se vio obligado a decir Logi cuando en realidad no estaba muy satisfecho. Él esperaba que le ayudara a repartir regalos, ¡no que le diera un consejo! –“Pero bueno, creo que iré a ver a los otros duendes.”- Sospechando que no lograría más de Njord, Logi siguió adelante. Siguió el sonido del riachuelo de chocolate hasta que llegó a casa de Hel, la Duenda de los Helados. Tocó la puerta tres veces y pronto salió la simpática duenda a recibirlo. -“¡Oh, Logi! ¡Qué bien que llegaste!”- Dijo con una amplia sonrisa en el rostro. –“Acabo de preparar un delicioso helado de mora azul.”- Sin más, le ofreció un gran cucurucho repleto de helado. –“Espero que te guste.”- Sin darle tiempo al otro de contestar, Hel regresó a su cocina a seguir preparando helados. Sin darse por vencido, el pequeño duende siguió con su camino, cuidando de que el helado derretido no manchara su blanca barba. No tardó el llegar a la casa del Duende de la Puntualidad, Irmin. -“¡Irmin, qué bueno que aún te encuentro en casa!” -“Lo siento, amigo. Me temo que ya voy de salida. Tengo cita con el oftalmólogo y no puedo llegar tarde.”- Pronto se perdió en la lejanía. -“¡Vaya!”- Suspiró Logi. –“¡Parece que nadie podrá ayudarme!” Sonrosado, Logi se dio cuenta de cuál era la casa que visitaría a continuación. Se trataba de la de Nanna, la Duenda de la Belleza Natural. Esta Duenda era la más hermosa de todo el Valle y, posiblemente, de todo el mundo. Tenía un hermoso cabello largo y rubio y ojos azules que conquistarían a cualquier criatura mágica. Nervioso, tocó a su puerta. -“¡Logi! ¡Buenas tardes!”- Dijo la bella Nanna una vez que respondió al llamado. -“Bue-buenas tardes, hermosa Nanna.”- Tartamudeó nuestro amigo. -“¿Hay algo que pueda hacer por ti?” Logi pensó en muchas cosas pero sabía que no sería muy caballeroso de su parte pedirlas así que, abochornado, tan solo se despidió de Nanna y siguió con su camino. Para ese entonces, el helado de Hel estaba totalmente derretido. -“¡Oh, vaya!”- Dijo Logi al sentirse solo. –“Parece ser que la siguiente casa es la de Vili y Ve.” Vili y Ve eran duendes gemelos. El primero era el Duende de la Mentira Piadosa mientras que el segundo era el Duende de la Honestidad Brutal. Estos gemelos eran un poco extraños por lo que Logi decidió pasar de largo su casa. Sin embargo, antes de que pudiera escaparse, escuchó que llamaban su nombre. Giró su rostro y no tardó en encontrarse con las caritas sonrientes de Vili y Ve. -“¡Logi! ¡Muy buenas tardes! ¡Es un día hermoso, ¿no te parece?!”- Dijo Vili, el hermano mayor. -“¿Hermoso? Lamento estar en desacuerdo contigo, hermano, pero el día es frío y húmedo. No es precisamente el clima más amable para nosotros los duendes.” -“Lo sé, Ve. Tan solo estaba tratando de ser optimista.” -“Más bien yo diría que estabas siendo un mentiroso.” -“¿Lo crees? Bueno, tal vez suelo modificar un poco la verdad pero ocurre que a veces tú eres muy crítico.” -“No es cierto. ¡Soy un bastardo infeliz bueno para nada que no sabe hacer otra cosa más que señalar errores en los demás!” Sin haberse metido en la discusión, Logi decidió seguir con su camino. Una vez que Vili y Ve comenzaban a discutir tardaban horas en cansarse. Logi comenzó a ponerse nervioso. Si no encontraba ayuda pronto, no podría darles a los niños una feliz Navidad. Pronto, llegó a la pulcra casita de Ymir, el Duende de la Limpieza. -“¿Ymir?”- Le llamó desde el jardín. –“¿Podrías salir un momento?” -“¡No puedo!”- Gritó el otro sin siquiera asomarse por la ventana. –“¡Estoy muy ocupado limpiando la estufa!” Sabiendo que Ymir nunca acababa de limpiar algo cuando ya estaba empezando a limpiar otra cosa, siguió hacia la antepenúltima casita de duendes: la de Bragi, la Duenda de la Sana Convivencia. -“¿Bragi? ¿Estás ahí?” No pudo tocar el timbre pues se encontró un papelito pegado en la puerta. Tomó el papelito y lo leyó en voz alta: ‘Hola, estoy organizando una fiesta de Navidad. He ido al Walmart a comprar refrescos y donas. Si deseas venir a la fiesta es hoy a las 6 de la tarde. ¡Que tengas un buen día!’ Con el amable mensaje aún en mano, Logi siguió adelante. -“La próxima casa es la de Baldur, el Duende de la Buena Leche. ¡Estoy seguro de que él no me defraudará!” No tardó en encontrarse al buen Baldur arreglando las flores de su jardín. -“Buenas tardes, Logi. ¿Cómo te encuentras hoy?” -“Algo preocupado, verás. Necesito que alguien me ayude a darles regalos de Navidad a todos los niños del pueblo.” -“¡Me parece una gran idea, Logi!”- Baldur mostró una enorme sonrisa. –“¡Yo te ayudaré!” -“¿En serio? ¡Muchas gracias, Baldur!” -“Pero antes, deberíamos de buscar a Tyr, el Duende de la Bondad. ¡Seguro que él nos ayudará!” -“¡Tienes razón! Tyr siempre es muy bondadoso con todos.” Así, los dos pequeños y regordetes duendes caminaron hacia la última casita del Valle: la de Tyr. No tardaron mucho en encontrar al bondadoso Tyr enseñándoles a las criaturitas del Valle a tejer bufandas para protegerse del frío. -“Tyr.”- Le llamó Logi. –“Lamento interrumpirte, pero me gustaría saber si podrías ayudarnos a mí y a Baldur a repartirles regalos a los niños del pueblo.” -“¡Oh! ¡Esa me parece una excelente idea, Logi! ¡Por supuesto que les ayudaré!” Se despidió de sus amiguitos, los animalitos, y siguió a los otros dos duendes. Sin embargo, justo cuando se disponían a prepararlo todo para ir al pueblo, el Valle de las Actitudes Afables fue atacado por las huestes de los Duendes del Bosque de los Sentimientos Incómodos. La pelea no duró mucho: los Duendes del Valle no contaban con armas. No quedaron sobrevivientes. Los Duendes del Bosque de los Sentimientos Incómodos festejaron la Navidad comiéndose los restos de sus enemigos y, al terminar con el festín, mataron al resto de las criaturas mágicas que vivían en el Valle. Así termina nuestra alegre historia, amiguitos y recuerden: si eres bueno y noble, una horda de criaturas malignas irá a tu casa, destruyéndote a ti y a todo lo que amas. Fin