SIN FUSIONES Y ADQUISICIONES TRANSFRONTERIZAS NO HABRA MERCADO UNICO NI UNION EUROPEA. La ola actual de fusiones y adquisiciones es el resultado natural de la introducción de las cuatro libertades que están haciendo posible el Mercado Unico europeo, es decir: la libertad de circulación y establecimiento de bienes, servicios, personas y capitales. Los objetivos que en su día se proponían con estas libertades eran crear unas condiciones de mayor competencia y libertad para que se mejorase la asignación de los recursos productivos, se aumentase el tamaño de las empresas explotando plenamente sus economías de escala y alcance, se incrementase su especialización explotando sus ventajas comparativas y todo ello redundase en una mayor eficiencia y competitividad, en unos menores costes de producción y distribucción y, en definitiva, en unos menores precios para los usuarios y consumidores europeos. Hasta ahora, la mayor parte de las fusiones y adquisiciones en Europa han sido nacionales. En parte, porque son más fáciles, ya que las empresas se conocen mejor, tienen la misma cultura y suelen tener mayores reducciones potenciales de costes por estar más solapadas. En parte, por el deseo y presión de los gobiernos de crear "líderes" o "campeones nacionales". Así, entre 1994 y 1998 el 56,1% de las operaciones de fusión y adquisición han sido nacionales, el 16,5% comunitarias y el 27,4% internacionales, de las que un 14% con una empresa europea como vendedora y un 13,4% como compradora. Sin embargo, en los próximos años veremos una tendencia clara de las operaciones nacionales a disminuir (han caído ya desde el 63% del total en 1999 al 50% en 1998) y de las comunitarias e internacionales a aumentar (las primeras han pasado ya del 10,8% en 1994 al 17,1% en 1998 y las segundas del 23% en 1994 al 33,4% en 1998). Es lógico y deseable que así sea. Los quince países miembros han apostado por alcanzar un verdadero Mercado Unico con todas sus consecuencias y, por tanto, hay que evitar dar marcha atrás e introducir trabas políticas a los procesos de concentración y especialización. Hay que dejar que sean las mismas empresas privadas y sus accionistas los que decidan su futuro y limitarse, en primer lugar, a hacer posible que las autoridades de defensa de la competencia en los países miembros y en la Comisión Europea velen porque dichos procesos resulten, realmente, en una mayor eficiencia, unos menores costes y unos menores precios para los consumidores y usuarios y, en segundo lugar, a aprovechar esta nueva ola para sacar una directiva armonizando los procesos de las OPAS en todos los países miembros. El Mercado Unico fue una decisión política pero hoy son las empresas, y no la política, las que están marcando el paso de 1 la integración europea. Si queremos una Europa realmente integrada, necesitamos empresas realmente paneuropeas, si se consieguen seremos perdedores en el proceso de creciente globalización. Guillermo de la Dehesa Copresidente del CEPR (Centre for Economic Policy Research) 1