¿PORQUÉ EL FMI CRITICA LA POLÍTICA FISCAL DE LOS ESTADOS... Guillermo de la Dehesa, Presidente del CEPR, Centre for Economic...

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gdeladehesa 13 Sep 2016 17:58 1/3
¿PORQUÉ EL FMI CRITICA LA POLÍTICA FISCAL DE LOS ESTADOS UNIDOS?
Guillermo de la Dehesa, Presidente del CEPR, Centre for Economic Policy Research
Cada año el FMI suele enviar una misión de consulta a cada uno de los principales
países del mundo para hacer una evaluación de la situación económica de dicho país y de la
idoneidad de su política económica, de acuerdo con lo establecido en el artículo IV de sus
estatutos. El informe emitido recientemente por la última misión del FMI a EEUU ha
sorprendido a algunos analistas y al público en general, por las críticas que realiza a la política
fiscal de dicho país. Algunos se han preguntado ingenuamente ¿cómo es que el FMI se atreve
a criticar a EEUU, la mayor potencia económica mundial y la que mayor peso tiene en el
Consejo Ejecutivo de dicha institución?
Dicha pregunta no tiene sentido ya que, es bien conocido, que dichos informes son
redactados por economistas del FMI, con total independencia de criterio, y que las reuniones
de consulta que, finalmente, tienen las autoridades del FMI y las del país en cuestión (en este
caso, las que tuvieron el Director y Subdirector Gerente, el Jefe del Hemisferio Oeste y el
Economista Jefe del FMI con el Secretario del Tesoro y el Presidente del Consejo de la
Reserva Federal) y el Consejo Ejecutivo del FMI, una vez que se ha escrito el borrador del
informe, tienen muy poco margen para cambiar su contenido básico si, como suele ser el caso,
está perfectamente documentado y avalado por economistas de muy elevada reputación, como
en esta ocasión, la de Kenneth Rogoff, su entonces economista jefe.
El informe hace un repaso de las perspectivas de la economía norteamericana
señalando que, tras una ligera recesión en 2001, y una recuperación del crecimiento del 2,4%
en 2002, va a crecer este año a una tasa del 2,25% y, el año que viene, del 3,5% alcanzando,
de nuevo, su tasa de crecimiento potencial y que, además, que este último va a poder seguir
manteniéndose a largo plazo. Conviene aquí recordar que la Zona Euro ha crecido solamente
el 0,8% en 2002, y de acuerdo con el consenso actual, se espera que crezca el 0,6% en 2003 y
el 1,7% en 2004, es decir, va a mejorar su crecimiento pasando desde sólo un tercio del de
EEUU, en 2002 y 2003, a la mitad en 2004.
Asimismo, señala que, a pesar de ello, el crecimiento de 2003 va a ser 0,75 puntos
porcentuales menor que el estimado en el presupuesto. Que mientras se siga creciendo por
debajo del crecimiento potencial, el crecimiento de los precios tenderá a seguir cayendo
(aunque estima que el peligro de deflación es pequeño), que el crecimiento del empleo va a
seguir estancado y que la inversión de las empresas no se va a recuperar, debido a que la
recuperación de los beneficios es todavía incierta y la utilización de la capacidad productiva es
aún de sólo el 75%, y ello a pesar de que el consumo privado se va a seguir manteniendo con
el apoyo de las reducciones de los tipos de interés y los recortes de impuestos. Que la
debilidad del dólar está asociada a la caída en las entradas de inversión privada extranjera
directa y de cartera, pero que las compras de dólares por los bancos centrales extranjeros y las
menores inversiones de EEUU en el extranjero han permitido seguir financiando, de momento,
su déficit por cuenta corriente. Aun así, la posición neta externa (pasivos externos totales
menos activos externos totales) de EEUU es negativa en un 23% del PIB cuando era menor del
5% en los años 90.
La principal crítica que realiza el FMI es sobre la sostenibilidad de su política fiscal a
medio y largo plazo. Estima que las proyecciones que se han realizado sobre el aumento de los
ingresos futuros y la contención de los gastos públicos, especialmente los de defensa y
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seguridad interna, son demasiado optimistas y que el reciente paquete de recorte de impuestos
no sólo ha introducido una mayor incertidumbre sobre el futuro del presupuesto sino que
también tiene una escasa probabilidad de que tenga un impacto positivo sobre el PIB si sus
efectos negativos sobre la sostenibilidad fiscal no se corrigen a medio plazo. Asimismo,
advierte que la jubilación de la generación del “baby boom” va a introducir una presión
creciente sobre la Seguridad Social y el sistema público de salud (Medicare), por lo que hay
que introducir cuanto antes algunas reformas, tales como reducir sus formulas de indexación,
aumentar la edad de jubilación y aumentar las contribuciones actuales.
Finalmente, advierte que la transparencia que tradicionalmente ha dominado las cifras
presupuestarias, se ha reducido considerablemente a través del rápido incremento de los
gastos discrecionales en los últimos años y la utilización de instrumentos que oscurecen y
subestiman los costes futuros de los recortes de impuestos, con lo que se está erosionando la
disciplina fiscal. Las reglas de disciplina establecidas en la Ley General Presupuestaria (Budget
Enforcement Act) se han soslayado repetidamente en los últimos años y se han dejado expirar
en 2002. Además, la Administración ha optado por dejar de publicar sus tradicionales
proyecciones presupuestarias a diez años.
Como consecuencia de todo ello estima que las proyecciones presupuestarias de la
Oficina de la Gestión del Presupuesto (OMB), publicadas en Febrero 2003, son demasiado
optimistas, tanto por sus supuestos macroeconómicos, por la importancia del nuevo paquete de
recortes impositivos y mayores gastos de defensa introducido en Mayo 2003, y por el carácter
de permanentes de los dos recortes de impuestos, como por un mayor impacto negativo del
impuesto mínimo alternativo (AMT) del originalmente previsto y el mayor crecimiento del
presupuestado del gasto en salud, según las previsiones de la Comisión de Presupuesto del
Congreso (CBO) Así, el FMI proyecta un déficit presupuestario unificado del 4% del PIB en
2003 y 2004, 2,5 puntos porcentuales más que el previsto en Febrero de 2003, un déficit del
1,75% del PIB en 2008, 2,25 puntos más altos del previsto, y un porcentaje de deuda en
relación con el PIB de 15 puntos porcentuales más que el previsto alcanzar en 2012. Si no se
incluye la Seguridad Social, el déficit presupuestario alcanzaría el 5,5% del PIB en 2003 y 2004.
Estas previsiones de déficit podrían empeorar un 1,5%, más en 2008, en el caso de que otros
supuestos optimistas dejen de cumplirse.
Estas advertencias y proyecciones presupuestarias a largo plazo han estado
precedidas de un debate académico muy duro entre diversos economistas de diferentes
institutos de investigación económica. El primero en originarlo ha sido Michael Boskin, de la
Hoover Institution, que calculaba que el mayor gasto público que provocará la jubilación de la
generación del baby-boom, de unos 401.000 millones de dólares, va a ser mucho más que
compensado por los activos ocultos que tiene el sector público sin contabilizar, tales como sus
derechos sobre sus activos inmobiliarios y mineros o como el aumento del ahorro derivado de
los programas de ahorro con impuestos diferidos que, a valor presente, suponen 12 billones
(europeos) de dólares. Posteriormente, ante el ataque de Alan Auerbach, de la Universidad de
Berkeley y Peter Orszag y William Gale, de la Brookings Institution, Boskin ha reconocido que
había incurrido en una previsión equivocada ya que, al jubilarse dicha generación y cobrar sus
pensiones, se reduciría el ahorro nacional así como la inversión de las empresas, sus
beneficios y, por lo tanto, los ingresos fiscales.
Más sorprendente son los resultados del reciente artículo de Jagadeesh Gokhale y
Kent Smetters, del American Enterprise Institute, que analizan dos formas de medir la
sostenibilidad futura del presupuesto de EEUU. La primera, a la que llaman “desequilibrio fiscal”,
mide cual sería la diferencia entre el valor presente de los futuros gastos y de los futuros
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ingresos, si no cambia la actual política presupuestaria. En este caso, la sostenibilidad fiscal
sólo se consigue si la diferencia entre las dos magnitudes es cero. Sin embargo, estiman que
esta forma de medirla no es correcta, ya que podría alcanzarse un desequilibrio cero
aumentando el gasto ahora, de forma desproporcionada, y compensándolo por un aumento,
también desproporcionado, de los impuestos a los ciudadanos que nazcan a partir del año que
viene. Lógicamente, ese desequilibrio, a pesar de ser cero, no sería sostenible, ya que los
futuros contribuyentes se rebelarían contra una medida tan injusta y no se obtendrían los
ingresos futuros necesarios.
Por ello, ambos autores prefieren utilizar otra medida, a la que llaman “desequilibrio
generacional”, que mide la diferencia entre el valor presente de los gastos que se están
haciendo en beneficio de las actuales generaciones y el valor presente de los ingresos
impositivos que estas van a poder aportar. El número resultante representa la factura que los
que viven hoy van a pasar a las generaciones que no han nacido para que la paguen. El
resultado de dicho cálculo muestra que la diferencia entre lo que el gobierno ha prometido
gastar y lo que espera ingresar es de 44 billones (europeos) de dólares, es decir, una suma
veinte veces superior a la del conjunto del actual presupuesto, que representa la cantidad que
las generaciones futuras tendrán que transferir a las presentes. Además, si no de hacen
cambios urgentes y drásticos para reducir los gastos presupuestados y aumentar los ingresos,
los actuales 44 billones de dólares se convertirían en 54 en 2008.
En definitiva, hay que reconocer que las autoridades económicas de EEUU han actuado
con rapidez y destreza para evitar la recesión (y quizá la deflación) y seguir siendo la
locomotora de la economía mundial, hecho del que la UE se está beneficiando en un período
de muy bajo crecimiento de su economía. Ahora bien, los recortes fiscales, que sin duda se han
llevado a cabo cuando eran más necesarios para aumentar la renta disponible de los
consumidores, a parte de ser discutibles por su impacto en su ya desigual distribución de la
renta de EEUU, no pueden ser permanentes, como quiere el actual gobierno, a menos que se
puedan compensar, a medio plazo, con aumentos de otros impuestos, lo que es más que
dudoso. La recesión es un fenómeno temporal, de uno o dos años, y no dura toda la vida de
una generación y, por lo tanto, hay que combatirla con medidas monetarias y fiscales de corta
duración. El informe del FMI hace muy bien en señalar las consecuencias negativas que, para
EEUU y para la economía mundial, puede tener un desequilibrio fiscal creciente de tal magnitud
y es de desear que continúe presionando para que se reduzca lo más rápidamente posible.
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