DÉFICIT EXTERIOR RECORD EN LA ECONOMÍA ESPAÑOLA

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gdeladehesa 13 Sep 2016 17:59 1/3
DÉFICIT EXTERIOR RECORD EN LA ECONOMÍA ESPAÑOLA
Guillermo de la Dehesa, Presidente del CEPR, Centre for Economic Policy Research, Londres
En los últimos 160 años el saldo de la balanza comercial española con el
exterior ha mostrado solamente equilibrio o superávit en 16 ocasiones, coincidiendo todas ellas
con acontecimientos excepcionales como las dos guerras mundiales. El déficit comercial ha
sido, por lo tanto, uno de los rasgos estructurales de la economía española. Es más, desde que
España ha ido liberalizando su comercio exterior y aumentando su tasa de apertura, que hoy es
una de las más altas de la Unión Europea, el déficit comercial ha ido creciendo salvo en los
años en que la economía española estaba en recesión.
Dos recientes estadísticas muestran el nivel de gravedad del déficit externo español en
2004. Por un lado, la estadística del saldo de la balanza del comercio de bienes que acaba de
publicar Aduanas que muestra que el déficit comercial de bienes ha alcanzado 60.700 millones
de euros (medidas las importaciones por sus precios CIF y las exportaciones por sus precios
FOB), es decir el 7,6 por ciento del PIB cifra record en la historia española, ya que ha pasado
de 6.800 millones de euros en 1986 a 60.700 en 2004. Por otro lado, las estadísticas de
contabilidad nacional trimestral que acaba de publicar el Instituto Nacional de Estadística como
cierre provisional del año, muestran que el déficit de la balanza de bienes y servicios (medidos
los valores de las importaciones y exportaciones por sus precios FOB) ha sido de 29.600
millones de euros, el 3,7 por ciento del PIB, y que el déficit por cuenta corriente de la balanza
de pagos ha alcanzado el 5,7 por ciento del PIB, otro record histórico, ya que lo sitúa como el
segundo en tamaño relativo después del de EEUU considerando sólo los primeros 20 países
del mundo. Esto ha hecho que el 2,7 por ciento de crecimiento del PIB español sea el resultado
de una aportación de la demanda interna del 4,4 por ciento (en la que destaca el consumo
público que ha aportado el 0,9 por ciento) y de una aportación negativa al crecimiento del
sector exterior del 1,7 por ciento ya que las exportaciones han crecido casi la mitad que las
importaciones.
Es interesante comparar el desequilibrio externo español con el de EEUU que ha
alcanzado un por cuenta corriente del 5,9 por ciento de su PIB, ante el cual el resto del mundo
está gravemente preocupado por sus consecuencias sobre el valor del dólar y sobre los tipos
de interés mundiales. Sin embargo las causas de ambos desequilibrios son similares ya que
ambas economías han vivido por encima de sus posibilidades. EEUU ha acumulado dicho
déficit por dos razones, por un lado porque ha crecido en los últimos diez años, 1995-2004, a
una media del 3,4 por ciento, cuando su tasa de crecimiento potencial se ha situado sitúa en el
3 por ciento. Por otro lado, porque la tasa promedio de crecimiento de su demanda interna, en
el mismo período ha sido del 4 por ciento, más del doble de la media de la OCDE, lo que ha
hecho que sus importaciones hayan pasado, en dicha década, del 10 por ciento al 15 por ciento
del PIB, cinco puntos porcentuales, y sus exportaciones se hayan estabilizado en el 10 por
ciento del PIB.
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España, por su parte, ha alcanzado un déficit corriente del 5,7 por ciento porque ha
crecido en estos últimos diez años a una media del 3,3 por ciento, también por encima de su
crecimiento potencial del período que ha sido del 2,9 por ciento. La demanda interna española
ha crecido a una media del 3,7 por ciento en el mismo período y sus importaciones han
aumentado desde el 22,8 por ciento al 31 por ciento del PIB, nueve puntos porcentuales,
mientras que sus exportaciones han aumentado desde el 22,6 por ciento al 27 por ciento del
PIB, en 4,4 puntos porcentuales. La diferencia principal entre los dos desequilibrios es que la
demanda interna pública americana ha aportado más crecimiento del PIB que la española que
ha estado basada en mayor medida en el consumo privado, hasta este último año en que el
consumo público ha aumentado un 4,9 por ciento.
La apertura exterior de España ha sido muy importante, sobre todo si se piensa que ha
sido tradicionalmente una economía bastante cerrada. La suma de exportaciones e
importaciones de bienes y servicios en porcentaje del PIB alcanza ya el 58 por ciento,
ligeramente más que Francia y que Italia, pero menos que Alemania, debido más a que España
importa relativamente más que ellos. Ahora bien, nuestro comercio exterior de bienes y
servicios se desarrolla fundamentalmente dentro de la Unión Europea a la que exportamos
aproximadamente del 20 por ciento del PIB (casi el 13 por ciento sólo en bienes) y de la que
importamos aproximadamente el 20 por ciento del PIB (el 15 por ciento sólo en bienes) es decir
sólo exportamos el 7 por ciento de nuestro PIB al resto del mundo e importamos el 11 por
ciento de nuestro PIB al resto del mundo cuando la población de la UE es de 383 millones y la
del resto del mundo es de casi 5.800 millones. Esta distinción es muy importante ya que se dice
que la Unión Europea es la número uno en el mundo en términos de comercio de bienes y
servicios en porcentaje de su PIB, que es del 69 por ciento, mientras que en EEUU sólo
representan el 25 por ciento de su PIB. Pero realmente es EEUU el número uno. La razón es
muy sencilla, en la UE calculamos su apertura externa sobre PIB considerando como
exportaciones e importaciones las realizadas entre sus países miembros (aunque en la
definición del Mercado Único Europeo se consideran ventas y compras interiores y no
exportaciones e importaciones). Si también incluyésemos en EEUU el comercio entre sus
Estados federados, este país tiene un comercio total ligeramente mayor en porcentaje de su
PIB que el de la UE.
La primera pregunta obvia ante el creciente desequilibrio externo de la economía
española es saber si España está realmente perdiendo competitividad. Esta se puede medir de
varias maneras, aunque ninguna es totalmente adecuada ya que miden competitividad en
términos de precio solamente y no por mayor diferenciación del producto o por su calidad,
innovación e I+D. La manera más usual es la que utiliza el Ministerio de Industria a través del
índice de tendencia de la competitividad (ITC) de la Secretaría de Estado de Comercio y
Turismo, que mide la competitividad de los precios del comercio de mercancías a través de la
evolución del índice de tipo de cambio efectivo real ponderado por el comercio exterior con las
distintas áreas geográficas. Así, se pierde competitividad si aumenta la inflación española más
que la de los países con los que comerciamos y si se aprecia el tipo de cambio nominal del
euro frente al de las divisas de nuestros competidores, salvo a los que están en el Área Euro.
Este índice muestra que, desde 1999, España ha ido perdiendo competitividad tanto respecto
al conjunto de los países de la OCDE, un 12 por ciento, como frente a los países del Área Euro,
un 10 por ciento.
El problema de este índice es que utiliza la tasa de inflación al consumo, que ha estado
empujada al alza por la demanda interna, prueba de ello es que la inflación ha aumentado en
un 4 por ciento en 2003 y en un 4,4 por ciento en 2004, y que además incluye los impuestos
indirectos, pero que tiene la ventaja de que se realiza mensualmente y que su calidad es buena
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y no por el diferencial de los precios de las exportaciones e importaciones españolas, índice
que está en preparación en dicha Secretaría de Estado. Tampoco este índice sería perfecto, ya
que los exportadores pueden estar perdiendo competitividad pero no se refleja en sus precios,
porque la están absorbiendo reduciendo sus márgenes.
Otra forma de medir la competitividad es a través de los costes laborales unitarios
relativos que recogen la evolución de los costes salariales y de la productividad. Esta es la
mejor forma de medir la competitividad en la Zona Euro. Dentro de esta, aunque no hay
diferencia alguna en el tipo de cambio nominal, ya que existe sólo una moneda, el euro, si
existen diferencias en la evolución del tipo de cambio real, ya que la inflación y por tanto los
salarios, ha aumentado más en unos países miembros que en otros. De acuerdo con los
cálculos de la Comisión Europea, los costes laborales unitarios de España han aumentado
desde 1999 en un 10 por ciento, otro 9 por ciento en Italia y en Irlanda y un 2 por ciento en
Francia, mientras que los de Alemania han caído en otro diez por ciento, con lo que ahora,
Alemania es mucho más competitiva dentro de la Zona Euro y sus niveles de costes laborales
unitarios son ya inferiores a los italianos y franceses y muy cercanos a los españoles.
Asimismo y lógicamente, la competitividad de los países de la Zona Euro respecto a su
comercio con el área dólar también ha caído, pero no tanto como la apreciación del euro. El
euro se ha apreciado nominalmente, desde su punto más bajo en 2002, en cerca de un 50 por
ciento, pero el tipo de cambio real del euro ponderado por el comercio bilateral y basado en los
costes laborales unitarios con los países del área dólar se ha apreciado sólo en un 18 por
ciento. Pero las diferencias son importantes entre los distintos países de la Zona Euro. El tipo
de cambio real efectivo de Alemania se ha apreciado solamente un 4 por ciento, el de Francia
en un 9 por ciento, el de Italia e Irlanda en un 17 por ciento y el de España en un 18 por ciento.
Esto hace que Alemania sea el único país del Área Euro que ha aumentado su cuota de
mercado en las exportaciones mundiales en los últimos cinco años. España, ha logrado
mantener la cuota que tenía desde 1998 que es aproximadamente del 2,20 por ciento, según la
OMC y del 2,43 por ciento según el FMI, lo que es un buen resultado.
La segunda pregunta obvia es que hubiera pasado si España, con un déficit por cuenta
corriente de la balanza de pagos del 5,7 por ciento no fuese un país miembro de la Unión
Europea y de la Zona Euro. La respuesta es relativamente fácil. Nos encontraríamos con
nuestra moneda, la peseta, fuertemente devaluada, con una tasa de inflación de más del doble
que la actual, con unos tipos de interés a corto y largo plazo tres veces superiores a los
actuales, con un déficit presupuestario muy elevado y una deuda sobre PIB cercana al 100 por
ciento. Probablemente estaríamos haciendo un fuerte ajuste de la demanda interna que nos
habría producido una recesión ya que los elevados precios del petróleo con la peseta
devaluada tanto o más que el dólar y con la fuerte dependencia que tenemos de él nos habría
producido un déficit comercial de proporciones gigantescas que habría que pagar generando
euros y dólares a través de nuestras exportaciones lo que sería prácticamente imposible sin
aumentar nuestra deuda externa. Y luego dicen algunos que los asuntos europeos no son
importantes para España y que hay que votar no o abstenerse en el referéndum del Tratado
Constitucional o no darle importancia a las elecciones al Parlamento Europeo.
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