CAPÍTULO 1. FUNDAMENTACIÓN TEÓRICA. 1. Teoría de la actividad ......................................................................................... 2. Teoría de la plasticidad ....................................................................................... 3. Teoría del afrontamiento .................................................................................... 4. Indefensión aprendida......................................................................................... 5. Dependencia aprendida de Baltes ....................................................................... 6. Teoría del desarrollo psicosocial de Erikson ...................................................... 7. Modelo ecológico-sistémico ............................................................................... 7.1. La persona ............................................................................................... 7.2. Microsistema ........................................................................................... 7.3. Mesosistema ............................................................................................ 7.4. Ecosistema ............................................................................................... 7.5. Macrosistema ........................................................................................... 8. Conclusiones......................................................................................................... CAPÍTULO 1. FUNDAMENTACIÓN TEÓRICA. En este capítulo se pretende, por una parte, describir algunos modelos teóricos existentes en psicología y poner ejemplos de su utilidad en el ámbito de la intervención en personas mayores, para acabar determinando con mayor precisión el modelo ecológico sistémico de Bronfenbrenner (1987), que servirá de base y fundamentación para todo el estudio posterior; además, de manera integrada en el modelo, se definirán con detalle los constructos que van a ser tratados, concretamente “calidad de vida” y “calidad de servicio”. A continuación, sin más preámbulos, se presentan algunos modelos teóricos que pueden servir de base para la intervención en personas mayores, ya porque fueron pensados específicamente para intervenir en esta población o ya porque, aunque son generales, pueden adaptarse a las características concretas de estas personas. 1. Teoría de la actividad. Este modelo defiende que las personas mayores, para estar satisfechas con sus vidas, tienen que percibir que son necesarias a los demás; que la sociedad aún los necesita (Fernández-Ballesteros, Moya, Iñiguez y Zamarrón, 1999). Argumenta que el ejercicio físico continuo, el ajuste social y las actividades productivas que requieran compromiso y responsabilidad, pueden contrarrestar el deterioro que produce el envejecimiento. Esta teoría justifica la ejercitación de aquellas capacidades que no se han perdido para su mantenimiento óptimo: o A nivel cognitivo, lo que fundamentaría los programas de intervención de psicoestimulación (aptos para personas con demencia en fases iniciales) o programas de ejercitación de la memoria, cuyos resultados positivos están demostrados (El País, 6-8-2003). o A nivel físico-conductual, lo que serviría de fundamento a las intervenciones que fomentan el bienestar físico a través de, por ejemplo, el ejercicio y una buena alimentación y aquellas que pretenden optimizar las funciones que aún se poseen, tanto las actividades de la vida diaria básicas como las instrumentales. De este modo, se explicaría la trascendencia del hecho de que se promueva la participación en las actividades cotidianas de las personas mayores dentro de sus posibilidades; que hagan cuanto puedan, lo que esté en sus manos, lo que implicaría la colaboración del personal que les atiende (a pesar de que, en principio, les pueda parecer más cómodo o rápido hacerlo todo ellos mismos). o Además, esta teoría apoya a todos los tipos de programas de atención a las personas mayores que, directa o indirectamente, fomenten las relaciones sociales (Fernández-Ballesteros, Moya, Iñiguez y Zamarrón, 1999). 2. Teoría de la plasticidad. La neuroplasticidad es la respuesta del cerebro para adaptarse a las nuevas situaciones con la finalidad de restablecer el equilibro alterado (Tarraga, 2001). Se trata de una flexibilidad morfológica del sistema nervioso que posibilita que neuronas lesionadas puedan regenerarse y establezcan nuevas conexiones, además de que las neuronas supervivientes a una lesión puedan recuperarse y adaptarse funcionalmente. La neuroplasticidad se da en base a dos tipos de factores: la información genética o factores intrínsecos y las influencias mentales o factores extrínsecos, como puede ser la educación (López-Lozano, 1989). Este hecho sirve perfectamente como fundamento de la realización de talleres de psicoestimulación y de memoria para personas mayores, incluso para aquellos que sufren de demencia (con más razón para éstos si cabe, ya que necesitan la intervención más que los que siguen un envejecimiento normal). De la neuroplasticidad se deriva, por tanto, que las personas mayores conservan la “plasticidad conductual”; así pues, no es cierto que se pierda la capacidad de aprendizaje con la edad. 3. Teoría del afrontamiento. Según Goez (cit. en León, Medina, Cantero, Herrera y Ballesteros, 2002-2003), la satisfacción de las personas depende mucho de las situaciones externas (que no siempre son modificables); sin embargo, el factor personal también tiene gran importancia: una misma situación estresante puede ser afrontada de maneras muy diversas en función de si la persona la ha percibido como amenazadora o como un reto. La llegada a una residencia supone un cambio radical, un momento de ruptura y crisis en la vida de cualquier persona, pues supone salir de su contexto cotidiano, con el peligro de desarraigo que esto conlleva. Esta teoría podría explicar por qué algunos no llegan a adaptarse, otros tardan mucho en adaptarse y otros lo hacen rápidamente. Ayudaría también a facilitar este proceso. 4. Indefensión aprendida. Muy relacionada con la Inutilidad aprendida de Seligman (Verdugo y Gutiérrez-Bermejo, 2000), consistiría en la inmersión de la persona en entornos no contingentes, de tal manera que las diversas conductas realizadas para defenderse de algún estímulo aversivo proveniente del exterior no se relacionan con determinadas consecuencias (Fierro, 1999). Al ver que, actúe como actúe, el entorno no varía, la persona acaba por no actuar, de tal manera que surgen dos déficit: pasividad o déficit motivacional y depresión o déficit emocional. En este sentido, otro tipo de intervención sería la promoción de la toma de decisiones, con lo que se lograría el aumento de la satisfacción en uno mismo: la capacidad de control sobre las propias opciones (autocontrol) acarrea un aumento en la autoeficacia y en la autoestima. Las decisiones a tomar han de abarcar todos los aspectos de la vida de la persona y no sólo los más intrascendentales. 5. Dependencia aprendida de Baltes. Una conducta dependiente es “la aceptación o petición, ya sea de manera activa o pasiva, de la ayuda de otros para satisfacer las necesidades físicas o psicológicas más allá del nivel necesario” (Verdugo y Gutiérrez-Bermejo, 2000). En esta teoría se conciben las consecuencias de la conducta dependiente como una mezcla de ganancias y pérdidas: pérdidas, por la reducción de la autonomía; ganancias porque son conductas instrumentales ya que la persona mayor consigue tener mayor contacto social con las personas que le rodean; por tanto, le sirve para ejercer control social de su entorno. Sin embargo, no se puede decir que sea una técnica activa o primaria, sino pasiva, pues se consigue el control a través de “no hacer” algo, en lugar de “haciendo”. Esta forma de control produce los mismos efectos que el no control: la reducción de actividad física y psicológica conduce a la pérdida de esas funciones que dejaron de hacerse. 6. Teoría del desarrollo psicosocial de Erikson. La vida de una persona se caracteriza por la búsqueda de la propia identidad en cada una de las distintas edades, entendida ésta como algo que pierde el sentido si no se le enmarca en el mundo social. Otros autores, como Freud, entendieron que la identidad se construía únicamente a lo largo de los primeros años de vida (Moreno, 1996); sin embargo, Erikson consideró que en cada etapa de la vida se daba un momento de crisis que habría de superarse, y esta superación suponía la elaboración de la propia identidad. Así, en la fase de senectud (a partir de los 65 años), se daba una lucha entre dos fuerzas encontradas: la integridad contra la desesperanza: se piensa en todo lo pasado, en lo que está por venir (que es desconocido) y en la muerte. Si la persona está satisfecha con su vida, preponderará un sentimiento de integridad que le permitirá disfrutar de lo que ha conseguido a lo largo de los años; si, en cambio, la persona considera que su vida ha sido infructífera e insatisfactoria, preponderará un sentimiento de desesperanza. 7. Modelo ecológico-sistémico. Este modelo será el que se tomará como base para el desarrollo de este estudio. Elaborado por Bronfenbrenner (1987), afirma que para el análisis de la realidad hay que adoptar una visión global, de conjunto, teniendo en cuenta: a la persona en sí; a aquellos que le rodean en los distintos contextos como pueden ser la familia y las personas con las que convive en la residencia (microsistemas); a la relación entre microsistemas (mesosistema); a aquellos contextos en los que se mueven los que se relacionan con la persona en sí (exosistema); al contexto político, social y cultural (macrosistema); y a la interacción de todos ellos. El cambio en uno de los sistemas provocará cambios en todos los demás, ya que muestran una relación interdependiente. Una de las consecuencias más inmediatas y evidentes de trabajar con esta perspectiva de base, es que no se va a intervenir única y exclusivamente en la persona afectada, sino que también se va a tratar de incidir en su ambiente. Se va a estudiar el contexto para comprender la conducta, al igual que se va a intervenir en el contexto cuando se quiera lograr un cambio de conducta. Por ejemplo, según esta perspectiva, si se intentara prevenir la dependencia de una persona mayor, se intentaría hacer la conducta de ésta más activa (es decir, se intervendría en la persona) pero, además, entre otros aspectos, se intentaría que las personas que le rodean no hicieran por ella aquello que pudiera hacer por sí misma con o sin ayuda y se intentaría acabar con todas aquellas barreras físicas y arquitectónicas que impidieran la realización de determinadas conductas, como podría ser el poner un agarre en la ducha si de este modo se posibilita que la persona se duche sin que nadie tenga que sostenerla al entrar y al salir (es decir, se intervendría a nivel de micro y mesosistema también). De este modo, la persona deja de ser la única “culpable” de la situación que vive ya que, si bien es cierto que las capacidades humanas son muy importantes, la actividad individual también está muy influida por el contexto, tanto el más cercano como el más amplio (social e institucional). El desarrollo se define como “un cambio perdurable en el modo en que una persona percibe su ambiente y se relaciona con él” (Bronfenbrenner, 1987). Según esta definición, el desarrollo de una persona no se limita a los primeros años, a la infancia, sino que se da durante toda la vida. Otro aspecto a destacar de la definición, es el hecho de que no sólo da importancia a la persona, sino que también la tiene el contexto en el que vive. Eso es así porque todo desarrollo se da en un ambiente determinado, no en el vacío, concibiéndose el ambiente con las siguientes características: a) subjetivo (el ambiente objetivo carece de importancia; lo trascendental es cómo la persona percibe aquello que le rodea); b) va más allá de la conducta de las personas e incluye sistemas funcionales tanto dentro de un entorno como entre entornos (en la relación); c) no se refiere sólo al entorno social; el material, por ejemplo, también puede adquirir importancia. Un caso en que esto último ocurre podría ser que una persona mayor se aislara en su casa, dejara de salir, ni tan siquiera para hacer compras, debido a que vive en un tercero y su bloque no tiene ascensor. Un concepto interesante es el de rol, que podría definirse como las actividades y relaciones que se esperan de una persona que ocupa una posición determinada en la sociedad, y las que se espera de los demás respecto a ésta. Este papel adquirido o inculcado por la sociedad tiene mucho peso en la conducta de la persona; a veces, incluso más que la propia personalidad. Puede ocurrir así que, tras una caída, una persona mayor se autoatribuya el rol de persona frágil, enferma e incapacitada, y las personas que le rodean puede que “sigan el juego” sobreprotegiéndola, no dejándole que haga nada por sí sola. Puede que, antes de llevarse el susto con la caída, esta persona fuera de personalidad independiente y emprendedora, pero el cambio de rol le ha hecho cambiar de actitud ante la vida. Esta adopción de rol sería menos fuerte si la gente que le rodea lo percibiera de otra forma. Así, una persona que se ve como enferma y necesitada de atención, si no recibe la atención demandada de su entorno, no tendrá otra posibilidad que la de intentar valerse por sí misma. En este respecto, una transición de rol será un cambio en la percepción de la propia situación de una persona, por alguna circunstancia, que provocará un cambio en la conducta, en el entorno en que se ha producido y también en los demás entornos de su vida. Así, por ejemplo, que una mujer se quede viuda implica cambio de conductas en el entorno familiar (así, podría ocurrir que los hijos estuvieran más encima suya desde entonces), pero también en el trabajo (por ejemplo, puede que los compañeros traten de evitar conflictos, para protegerla de situaciones negativas en momentos tan duros). El desarrollo humano se facilita a través de la interacción con personas que ocupan una variedad de roles y a través de la participación en un repertorio de roles que se amplía constantemente; por tanto, las vivencias en distintos contextos enriquecen a las personas. Es por ello que no es conveniente que las personas mayores que son internadas en residencias no reciban más estímulo que el de su entorno más inmediato (la residencia y aquellas personas que la frecuentan). Una forma muy positiva de actuar sería la de integrar a estas personas mayores en el barrio, con lo que su desarrollo sería más rico y su motivación por llevar a cabo actividades variadas, sería mayor. Tras esta breve descripción del modelo, una idea que se pretendía dejar clara es que la persona interactúa con su ambiente y que este ambiente está formado por sistemas que se incluyen unos a otros y que están interrelacionados, de tal manera que no se puede aislar ni a la persona de su contexto, ni a un entorno en particular de los demás, ya que el mínimo cambio conllevará consecuencias en todo el sistema. A pesar de esto, a continuación, se dividirá el contexto en los distintos sistemas existentes por una finalidad pedagógica, con la intención de que la explicación quede más clara; no obstante, cabe señalar que es una división artificial, que en la realidad los distintos elementos no pueden aislarse los unos de los otros. 7.1. La persona. La persona en sí es el elemento central del sistema. Incluyéndola, estarán los sistemas. La persona influirá en los sistemas y los sistemas provocarán cambios en la persona. Así pues, el suceso más mínimo provocará cambios a distintos niveles. En un intento de aislar a la persona de su contexto, podríamos dividir a ésta en tres áreas (que, en realidad, también se encuentran en estrecha relación): - Área física: haría referencia a todo lo relacionado con lo visible, cuyos problemas se solventarían con soluciones médicas. En este área se incluyen factores tanto biológicos como genéticos, muy interrelacionados entre sí, de tal manera que se puede decir que el envejecimiento es un conjunto de procesos biológicos determinados genéticamente (OMS, 2002). A medida que va envejeciendo, la persona va siendo cada vez más proclive a tener enfermedades, porque las defensas van disminuyendo y porque cada vez son más los factores externos a los que es expuesta. Aunque es cierto que la aparición de algunas enfermedades está genéticamente predeterminada, el ambiente tiene un papel importante incluso en éstas, sirviendo como desencadenante. Por ello, es muy importante intervenir en el ambiente como forma de prevenir enfermedades; por ejemplo, se recomienda el ejercicio físico diario en las personas mayores para evitar el anquilosamiento y la inmovilidad. - Área emocional: hace referencia al ánimo de la persona; a su estado subjetivo, que está determinado por características de la propia persona y por los sucesos que les rodean. Aunque pueda parecer fácil de distinguir del área anterior, en realidad no lo es tanto pues, por ejemplo, se sabe que el trastorno depresivo conlleva claros síntomas a nivel emocional (tristeza, apatía, etc.) pero, además, muestra unos niveles deficientes de serotonina, por lo que también acarrea consecuencias físicas, demostrables a nivel médico con un análisis hormonal. - Área cognitiva: hace referencia a todo lo relacionado con el pensamiento y las ideas como, por ejemplo, la inteligencia o la capacidad de resolver problemas. Estas capacidades son potentes predictores de la longevidad y el envejecimiento activo, entendiendo éste como el proceso de las oportunidades de salud, participación y seguridad en orden de mejorar el bienestar y la calidad de vida según se envejece; es decir, a lo largo de todo el ciclo de la vida (OMS, 2002). Aunque es cierto que, durante el envejecimiento normal, algunas de estas capacidades disminuyen de forma natural con la edad, estas pérdidas pueden compensarse con un incremento de la sabiduría, los conocimientos y la experiencia. Una de las causas que desencadenan este declive es el desuso; la falta de práctica. De ahí la importancia de ejercitar la mente. En esta área ocurre lo mismo que con las demás; sus límites no son tan claros como podría parecer. Por ejemplo, se sabe que la persona que trata de interpretar lo que otro le dice no codifica únicamente las palabras, sino que hace un estudio a nivel más emocional, analizando la forma en que lo dice: entonación, posturas corporales, etc. Existen diversos aspectos personales que determinan la posibilidad de que se dé un envejecimiento activo: - Conductuales: que la persona haya llevado un estilo de vida saludable en sus años de juventud y adultez (tomar una dieta sana y equilibrada, hacer ejercicio de manera continuada, etc.) aumenta las probabilidades de que llegue en buen estado a edades avanzadas y que, por tanto, tenga más facilidades de valerse por sí misma, de tener un alto grado de bienestar y una elevada calidad de vida. - Personales: Aspectos biológicos y genéticos tienen gran peso en la posibilidad de que el futuro envejecimiento pueda ser o no activo; por ejemplo, las demencias son hereditarias en un alto porcentaje; sin embargo, no hay que olvidar que factores modificables como puede ser la ejercitación cognitiva puede modular este aspecto. En relación con la persona, un concepto muy extendido hoy día es el de calidad de vida, entendida ésta como la posibilidad de realizar deseos que todos compartimos que, además, son derechos contemplados por la legislación vigente (Fernández, Cabo y García, 1999, a). Esta definición, en principio, puede parecer demasiado general, ambigua y subjetiva. Quizá por ello los autores, de forma más pormenorizada, en un intento de operativizar el concepto, dividieron la calidad de vida en seis áreas y, dentro de cada área, construyeron varios indicadores: - Área 1. Opciones: es la capacidad de las personas para detectar sus necesidades y tomar decisiones, tanto cotidianas como más trascendentales para su vida; por tanto, consiste en que tengan capacidad de elección. Aunque este aspecto parece evidente, la realidad es que, en muchas ocasiones, son otras personas las que toman las decisiones por la persona mayor; por ejemplo, una encuesta realizada en el 2004 por el IMSERSO refleja que casi el 20% de las personas que habitan en residencias no lo hicieron por voluntad propia. Los indicadores concretos para este área son: 1. Las personas identifican sus necesidades, deseos, y lo que les agrada y desagrada. 2. Las personas toman decisiones importantes sobre sus vidas. 3. Las personas toman decisiones sobre cuestiones cotidianas. 4. Las personas desempeñan un papel importante en la elección de los proveedores de sus servicios y apoyos. 5. Los servicios y los apoyos requeridos por una persona cambian a medida que cambian sus deseos, necesidades y preferencias. - Área 2. Relaciones, consistente en poder contar con apoyo, formal y/ o informal y estar integrado en la sociedad. Los indicadores detectados son: 1. Las personas tienen familiares y amistades relevantes. 2. Las personas cuentan con apoyos vecinales que pueden incluir a los familiares, amigos, proveedores de servicios, profesionales y a otros miembros del vecindario. - Área 3. Estilo de vida, que hace referencia a la posibilidad de la persona de ejercer sus costumbres culturales y de ser independiente y productiva, a tener situaciones de vida estables y al estar cómoda en el lugar en el que vive. Los indicadores son: 1. Las personas son parte de la vida vecinal normal y viven, trabajan y se divierten en ambientes integradores. 2. Los estilos de vida de las personas reflejan sus preferencias culturales. 3. Las personas son independientes y productivas. 4. Las personas tienen situaciones de vida estables. 5. Las personas están cómodas en el lugar donde viven. - Área 4. Salud y bienestar, que abarca aspectos como la seguridad, la posibilidad de gozar del mayor nivel de salud posible y el saber qué hacer en situaciones de emergencia. Los indicadores son: 1. Las personas están seguras. 2. Las personas disfrutan de la mejor salud posible. 3. Las personas saben lo que deben hacer en caso de riesgo para su salud, seguridad y bienestar. 4. Las personas tienen acceso a la asistencia sanitaria que necesiten. - Área 5. Derechos: las personas identifican sus deseos y aquello que les gusta y no les gusta; ejercen sus derechos y deberes; no sufren ningún tipo de maltrato; reciben un trato digno; utilizan servicios públicos adecuados y tienen la posibilidad de recibir asesoría legal. Los indicadores son: 1. Las personas ejercen sus derechos y responsabilidades. 2. Las personas no sufren malos tratos, abandono ni explotación. 3. Las personas son tratadas con dignidad y respeto. 4. Las personas utilizan servicios públicos y apoyos adecuados. 5. Las personas tienen asistencia legal y/o acceso a servicios de asesoría legal. - Área 6. Satisfacción: en este área se mide si las personas alcanzan los objetivos que se marcan y si están satisfechas con los servicios que reciben y con sus vidas. Los indicadores son: 1. Las personas alcanzan los objetivos que se marcan. 2. Las personas están satisfechas con los servicios y los apoyos que reciben. 3. Las personas están satisfechas con sus vidas. Cabe mencionar que, a pesar de que se está hablando en todo momento de la persona en concreto, todos los aspectos que se mencionan están relacionados con su entorno. Así, por ejemplo, el indicador 3 del área de derechos dice que “Las personas son tratadas con dignidad y respeto”. Esta acción recae sobre la persona en concreto, pero son los que les rodean quienes realizan la acción. Es por ello que volveremos a estos aspectos cuando nos refiramos al microsistema. Cuando el nivel de calidad de vida no es elevado, la persona mayor puede mostrar deficiencias en todas las áreas ya antes mencionadas (Sanduvete, 2004): - Cognitiva: cuando el contexto no es estimulante, cuando la persona no realiza actividades por sí misma, cuando se le priva de la capacidad de tomar decisiones, de planificar sus acciones, de tener responsabilidades, las capacidades cognitivas (memoria, atención, razonamiento, etc.) se van usando cada vez menos, lo que provoca su pérdida gradual (Fernández-Ballesteros, Moya, Iñiguez y Zamarrón, 1999). - Motivacional y emocional: Cuando la persona carece de apoyo tanto formal como informal (se puede estar rodeado de gente y, sin embargo, tener sentimiento de soledad); cuando no está integrada en la sociedad; cuando está insatisfecha con el trato que recibe; y cuando la persona siente que no tiene control sobre su vida, se produce un descenso de la autoestima y el autoconcepto y se desarrolla un sentimiento de inutilidad y dependencia que puede tener consecuencias muy negativas (op. cit). Según Andrés y Bas (2000), se encuentra un ejemplo de este hecho al comparar el porcentaje de personas mayores con depresión que viven en la comunidad (10%) con el porcentaje encontrado entre los que viven en residencias (entre un 15 y un 35%), contextos tendentes a desarrollar la dependencia en la persona mayor, con la consiguiente sensación de no control e impredecibilidad de los acontecimientos y de percepción de los estímulos externos como amenazadores (negativos e indeseables). Estímulos percibidos con estas características producen estrés y su prolongación en el tiempo lleva a una fase de agotamiento que puede terminar en enfermedad, depresión o incluso la muerte (León, Medina, Cantero, Herrera y Ballesteros, 2002-2003). - Físico: Un caso de maltrato puede llevar a consecuencias nefastas: el maltrato físico puede inducir a graves lesiones o incluso la muerte; la negligencia también. Sin embargo, no hay que llegar a estos extremos para encontrar consecuencias físicas negativas debidas a una baja calidad de vida: el hecho de no practicar las funciones que aún se poseen conlleva el deterioro de éstas, llegando incluso al dolor físico (Godoy y Godoy, 2000). Una forma de intentar evitar todas estas consecuencias negativas que puede provocar el bajo nivel de calidad de vida es a través de la mejora de los programas de atención a personas mayores que se llevan a cabo en la actualidad, de tal manera que se optimice al máximo el servicio que reciben. Para analizar este ambiente y otros, pasamos ya al estudio de los microsistemas. 7.2. Microsistema. El microsistema es el entorno más inmediato. Se define como un “patrón de actividades, roles y relaciones interpersonales que la persona en desarrollo experimenta en un entorno determinado, con características físicas y materiales particulares” (Bronfenbrenner, 1987). La primera característica a destacar de esta definición, es que el microsistema no se considera algo objetivo, sino que se estudia la percepción de los hechos que tiene la persona; no se estudia el entorno en sí, sino las relaciones interpersonales que experimenta la persona (e interesa no las actividades en sí, sino cómo éstas son vivenciadas por las personas). Como se ha comentado anteriormente, se afirma desde esta perspectiva que la conducta de una persona varía en función del entorno. Además, cabe destacar que los hechos ambientales que afectan al desarrollo de una persona con mayor inmediatez y potencia son las actividades en las que participan los demás con esa persona o en su presencia. De ahí lo positivo del hecho de que en los distintos microsistemas de las personas se respire un ambiente de colaboración, pues todo lo que ocurra influirá profundamente en los individuos (no sólo aquello que hace, sino lo que percibe). Sin embargo, no sólo las conductas de los demás afectan a las personas: el ambiente físico meramente también adquiere mucho peso, de tal manera que barreras arquitectónicas se pueden convertir en obstáculos para que una persona mayor pueda disfrutar de un envejecimiento activo. Tal es el caso de, por ejemplo, de la persona que no puede salir de paseo a diario porque, a pesar de que puede andar con bastante fluidez, es incapaz de bajar escaleras, y vive en un cuarto piso sin ascensor. Más afecta a la capacidad de valerse por sí mismo cuando somos conscientes de que este hecho le impide además la posibilidad de ir a hacer las compras diarias él mismo. Los microsistemas en los que las personas mayores de hoy suelen desarrollar sus vidas y que suponen una indudable influencia en su conducta se podrían dividir en dos grupos: ambientes informales y ambientes formales. Ambientes informales: son aquellos en que la persona se encuentra de manera natural. De las personas con las que interactúa en estos microsistemas, obtiene el denominado “apoyo informal”. Algunos ejemplos pueden ser la familia o el grupo de amigos. Ambientes formales: son aquellos en los que las funciones están más definidas y donde la participación está reglada. Un ejemplo de este tipo de microsistemas en los que las personas mayores suelen estar presentes son una residencia, un centro de día, un hospital, etc. El apoyo informal tiene una importancia fundamental en el bienestar de la persona: la soledad, el aislamiento social, aumentan enormemente los riesgos de discapacidad y muerte prematura en las personas mayores (OMS, 2002). El apoyo social inadecuado no sólo se asocia a un aumento de la mortalidad y la angustia psicológica, sino también a una disminución de la salud general global y el bienestar. La interrupción de los vínculos personales, la soledad y las interacciones conflictivas son fuentes importantes de estrés, mientras que los contactos sociales de apoyo y las relaciones íntimas son fuentes vitales de estabilidad emocional. En Japón, por ejemplo, las personas mayores que informaron de la ausencia de contactos sociales tuvieron 1,5 veces más la probabilidad de morir en los tres años siguientes que quienes tuvieron mayor apoyo social (op. cit.). Respecto al ambiente formal, es interesante destacar el concepto de calidad de servicio que, de forma resumida, podría decirse que se da cuando un servicio se preocupa porque sus usuarios tengan un grado óptimo de calidad de vida. Según Fernández, Cabo y García (1999, b), la calidad de servicio implica la concepción de que el bienestar del cliente siempre es el objetivo primordial (otros factores generalmente importantes como podría ser el aspecto económico quedarían relegados a un segundo plano). Un servicio de calidad es aquel que reúne diversas características: a) en él trabajan profesionales competentes, con un alto grado de formación en su campo de actuación; b) son servicios eficaces (que cumplen sus objetivos), efectivos (que, además, consiguen resultados positivos en otros aspectos que no estaban incluidos en los objetivos) y eficientes (consiguen resultados positivos al menor coste posible); c) son servicios accesibles a aquellos que los necesitan y en el momento que se necesita. Al hablar de calidad no sólo se hace referencia al prestar los servicios mínimos para la supervivencia sino que se trata, además, de conceder un alto nivel de bienestar, de satisfacción, de autoestima, fomentando la independencia y el desarrollo personal de la persona mayor; se trata de detectar los intereses personales y usarlos para así motivar a la acción. Por tanto, un servicio de calidad pretende aportar al usuario o cliente un alto nivel de calidad de vida, concepto cuyos indicadores giran alrededor de dos ideas básicas: - Los empleados y empleadas del servicio comparten los deseos de los clientes. Se respetan los derechos de la legislación vigente. A continuación, se exponen algunos conceptos clave para comprender el modelo sistémico y se trata de poner ejemplos para cada uno de los dos ámbitos anteriormente mencionados: En primer lugar, cabe destacar tres características primordiales: - La persona se adapta el medio; no es un ser pasivo que únicamente recibe y procesa información del exterior. Así, por ejemplo, cuando una persona mayor entra en una residencia, ha de adaptarse al nuevo contexto con el que se ha encontrado. Al ser un cambio tan brusco, esta adaptación no siempre es fácil y rápida: en su nueva situación, se encuentra viviendo con muchas más personas, a veces incluso compartiendo cuarto con ellas, y aparecen normas que ha de cumplir, como puede ser los horarios de salidas o de comida; estos aspectos y muchos más suponen demasiados cambios en muy poco tiempo. Otro ejemplo, esta vez en ámbito informal, es cuando la persona mayor se convierte en abuela por primera vez. En esta ocasión, la persona ha de adaptarse a la nueva situación. Imaginemos, por ejemplo, que viva con el hijo; ahora tendrá que hacer menos ruido a determinadas horas para no despertar al bebé y tendrá que quedarse a su cuidado en algunas ocasiones en las que no estén ni padre ni madre. - Existe una reciprocidad persona – ambiente. Esto quiere decir que no sólo la persona se adapta al medio sino que, también, el medio es flexible y se adapta a la persona. Existen ocasiones en las que el medio no tiene mucha capacidad de adaptación, lo que requiere un esfuerzo extra por parte de la persona por conseguir la adaptación. Es lo que ocurre, por ejemplo, con la entrada en una residencia: como las actividades de la vida diaria están fuertemente estructuradas (con formas de actuar concretas, horarios prefijados, etc.), la persona ha de hacer un gran esfuerzo por asimilar esta nueva cotidianeidad, porque el sistema no se va a adaptar a sus costumbres. En el ámbito informal, un ejemplo podría darse cuando la persona mayor se va a vivir con su hijo por incapacidad para realizar todas las actividades de la vida diaria: la persona mayor se tendrá que adaptar a su nuevo entorno como, por ejemplo, su nueva cama que le parece pequeña e incómoda; por otro lado, el entorno sufre variaciones para adaptarse al nuevo habitante como, por ejemplo, que el hijo cocine ahora comidas más bajas en colesterol por haber recibido la persona mayor este consejo del médico. - El ambiente está formado por distintos microsistemas que son estructuras concéntricas en relación e incluidas las unas en las otras. Y aquí se entremezclan el ambiente formal y el informal, de tal manera que la persona mayor está inmersa, por ejemplo, en su familia (con la que convive a diario), el vecindario, etc. y, además, se encuentra dentro del sistema sanitario (a través de su médico de cabecera al que ve al menos una vez al mes; pero familia y médico están en interrelación porque a veces su hijo le acompaña y porque el médico le ha aconsejado que modere la ingestión de alimentos altos en colesterol, lo que ha hecho que el hijo cocine alimentos más ligeros para toda la familia. - La unidad de estudio es la actividad molar, definida ésta como una “conducta progresiva que posee un momento propio y que tiene un significado o una intención para los que participan en el entorno (Bronfenbrenner, 1987). De esta definición podrían destacarse dos hechos importantes: a) esta unidad de estudio es más que un hecho momentáneo, diferenciándose por eso de un acto, que es a nivel molecular; así, por ejemplo, no se estudiaría únicamente el número de veces en que sonríe, sino que se tendría en cuenta la situación en que lo hace y a quién dirige la sonrisa.; b) se da de forma persistente en el tiempo: se resiste a la interrupción porque tiene una intención, un fin, una meta; por ejemplo, en la situación estudiada, el abuelo intenta hacer sonreír a su nieto de cuatro meses y por eso está adoptando esa conducta alegre; otro ejemplo podría ser que la persona mayor tiende a quejarse de dolores todos los días y a la misma hora, coincidiendo precisamente con la llegada del hijo del trabajo, con la intención de conseguir su atención y cuidados. - La relación con otras personas es un hecho muy relevante; en esta teoría, estas interrelaciones son denominadas estructuras interpersonales y se definen como las ocasiones en las que una persona en un entorno presta atención a las actividades de otra o participa en ellas. El tipo más simple de relación es la díada, que se da cuando dos personas prestan atención o participan cada una en las actividades de la otra. Es el componente básico del microsistema. Existen distintas modalidades: o Díada de observación: uno presta atención a la actividad del otro y el otro percibe el interés y responde a éste de alguna manera. Un ejemplo podría ser que la persona mayor se meta en la cocina de la residencia en la que vive y observe cómo el cocinero prepara el menú del día; ante esta situación, el cocinero comienza a decir en voz alta qué está haciendo. o Díada de actividad conjunta: consiste en que dos personas están, en el mismo momento, y en el mismo lugar, realizando dos actividades que, aunque normalmente son distintas, se complementan entre sí. Se caracteriza porque ambas personas están aprendiendo en ese momento concreto la una de la otra y, además, tienen la posibilidad de perfeccionar lo aprendido cuando ya no están juntos. Un ejemplo sería que el cocinero invitara a la persona mayor a participar de la elaboración del guiso o que, de visita de esta persona mayor a casa de su hijo en navidad, practicara lo aprendido aquel día haciendo el guiso que tanto le gustó, para toda su familia. Esta modalidad de díada tiene tres propiedades fundamentales: Reciprocidad: una persona influye en la otra y viceversa. La comunicación es bidireccional y el feedback es muy importante para que la conducta se dé también en otros momentos y otros contextos. Así, por ejemplo, el cocinero ha enseñado a la persona mayor a elaborar el guiso, pero ésta le ha dado un truco para que no se le queden las manos con olor a ajo después de cortarlo. Equilibrio de poderes: aunque no se empieza siempre en igualdad, existe la posibilidad de que se dé una transferencia gradual de poderes; es decir, el que menos sabe va siendo cada vez más competente en la conducta hasta que consigue una independencia total de la persona que le estuvo enseñando. Ocurre, por ejemplo, que la persona mayor acaba consiguiendo hacer el guiso sin tan siquiera la supervisión del cocinero. Relación afectiva: a medida que pasa el tiempo, van surgiendo relaciones afectivas cada vez más intensas y que pueden variar. Las hay positivas; negativas; ambivalentes (las denominadas vulgarmente “relaciones de amor y odio”, en las que hay sentimientos positivos o negativos hacia la otra persona en función del momento); y asimétricas (en las que los sentimientos no son los mismos de uno hacia otro). Los sentimientos positivos fomentarán el aprendizaje de las personas; los negativos, interfieren en el aprendizaje. o Díada primaria: es aquella que existe para los participantes, aunque no estén ya juntos. Una misma díada (dos personas) suele comenzar con la primera modalidad e ir evolucionando hasta la última, con la que se aprende más. - No basta con estudiar las díadas, las interacciones entre dos personas, ya que en el individuo influyen las relaciones con todos los que le rodean. A este estudio más amplio se le denomina efecto de segundo orden. Así, por ejemplo, el cuidador será más eficaz cuando no tenga conflictos en su trabajo o en la familia; y tendrá menos conflictos en estos ámbitos cuando el cuidado de la persona mayor no le suponga una fuente de estrés muy fuerte. Este efecto de segundo orden puede ser facilitador o dificultador del desarrollo de la persona. Un ejemplo de este efecto en su vertiente negativa es que de nada sirve que el cuidador principal de una persona mayor trate de fomentar la independencia de ésta si todos los demás que les rodean hacen todas las tareas por ella. - Los diferentes tipos de entornos dan lugar a patrones diferentes de rol, actividad y relación para las personas que se convierten en participantes de estos entornos. Por ejemplo, una persona mayor puede mostrarse más dependiente en casa de un hijo que en la de otro porque el primero le sobreprotege y le hace la vida excesivamente fácil. Un segundo ejemplo podría ser el hecho de que el porcentaje de personas con depresión es mayor en residencias que en la población de personas mayores en general; esto puede ser debido a que el contexto extraño y coercitivo de algunas instituciones pueden generar en la persona sentimientos de inutilidad, dependencia y estorbo. Un tercer ejemplo puede ser el hecho de que algunas personas muestran más interés y atención a los familiares mayores cuando éstos están en residencias que cuando convivían diariamente con ellos. Como conclusión, se podría incidir en el hecho de que las relaciones que una persona experimenta, incluso las más lejanas o en apariencia menos significativas, influyen en su conducta. Así pues, es necesario estudiar no sólo variables que inciden directamente en la persona, sino también ampliar el campo de visión e incluir otras variables de contexto: - Cuando las señales del contexto cambian (las circunstancias cambian), la conducta de la persona varía. La persona mayor, por ejemplo, no se comporta igual desde el momento en que fue abuelo. - Un entorno nuevo y muy diferente a los anteriormente vividos pueden sumir a la persona en un estado de confusión que le pueda llevar a realizar conductas que jamás habría pensado que podría hacer. Ocurre por ejemplo en la persona mayor que, tras ser ingresada en una residencia en contra de su voluntad, su hasta ahora vida activa se convierte en constantes paseos de la cama al sofá y del sofá a la cama. El análisis del microsistema, que es el contexto inmediato de la persona en estudio, nos lleva a concluir que las situaciones cotidianas en las que está inmiscuida la persona son factores determinantes de su conducta; así pues, si queremos variar la forma de actuar de esta persona, es fundamental intervenir en su contexto inmediato. Pero el microsistema no es el único factor determinante; a continuación, pasamos al estudio del mesosistema. 7.3. Mesosistema. Se entiende como mesosistema los vínculos que se producen entre los entornos en los que participa la persona en estudio activamente. Cuando la relación entre contextos es positivo, la persona sale beneficiada, al igual que una mala relación tendría consecuencias en la conducta de la persona. Así, por ejemplo, es importante que exista una comunicación entre la familia de una persona mayor y el servicio que esté recibiendo, como puede ser una residencia. Un indicador de calidad de vida de la persona mayor en esta situación podría ser que la familia conociera el servicio antes de que la persona entrara en él. Otro ejemplo podría ser que el cuidador principal de una persona mayor, si percibe una red de apoyo a su alrededor (como pueden ser otros familiares o algún vecino), sentirá más seguridad y menos estrés, y esto incidirá directamente en la calidad de vida de la persona mayor. El mesosistema se amplía siempre que la persona en desarrollo entra en un nuevo entorno. Existen diversos tipos de conexiones entre microsistemas: Participación en entornos múltiples: surge cuando la persona interactúa en más de un entorno; por ejemplo, cuando una persona mayor con demencia es cuidada por su esposa durante las mañanas, y las tardes las pasa en un centro de día. En este caso, será un vínculo primario aquél que actúe directamente con la persona en cuestión, como podría ser, en el ejemplo, la esposa o la persona encargada en el centro de día de realizar las actividades con la persona mayor. Los vínculos complementarios serían aquéllos que están dentro de un mismo microsistema pero no actúan directamente con la persona mayor, como podría ser la directora del centro de día. Se daría una díada de vinculación cuando una persona sirve de enlace entre dos entornos, como podría ser la esposa de la persona mayor, que sirve de nexo de unión entre la familia y el servicio, ya que también se encarga de preguntar acerca de los procesos de su marido en el centro de día. Por último, se denomina transición ecológica a la primera vez que una persona se introduce en un entorno nuevo (por ejemplo, la primera vez que la persona mayor fue al centro de día). Más adelante, se estudiarán indicadores que harían que esta transición fuera más sencilla para la persona en desarrollo. Vinculación indirecta: es la conexión de dos entornos a través de un tercero. Así, por ejemplo, un centro de día podría servir de enlace entre la persona mayor y su familia y los servicios sociales. Los miembros de estos dos entornos formarían lo que se denomina una red de segundo orden porque están en contacto, pero no se ven cara a cara, sino que tienen un intermediario. Comunicaciones entre entornos: consiste en la puesta en contacto entre dos o más microsistemas. Esta comunicación puede ser unilateral o bilateral, se puede dar por distintos medios e incluso indirectamente, a través de una red social. Conocimiento entre entornos: se produce cuando unos entornos tienen información sobre otros, que puede haberse obtenido por comunicación entre entornos (por ejemplo, si la mujer hubiera ido al centro de día para verlo y conocer la forma de trabajo del servicio) o a través de fuentes externas (por ejemplo, si esta mujer supiera del servicio únicamente lo leído en el anuncio de un periódico). Por último, cabría destacar como situación crítica la transición de entornos solitarios, que sería la entrada a un nuevo entorno de la persona sola, sin el apoyo que podría recibir de la compañía de otra persona de su entorno cotidiano. Esto se daría, por ejemplo, si la persona mayor es introducida en una camioneta que lo lleva al centro de día, encontrándose allí solo desde el primer día. Cuando la transición se hace de forma dual o múltiple (es decir, cuando la persona va acompañada de una o incluso más personas conocidas, con las que guarda vínculo directo), este cambio de contexto se hace mucho menos duro. En la transición de entornos solitarios únicamente existe un vínculo directo entre microsistemas: la persona en desarrollo (en este caso, la persona mayor), lo que hace que el mesosistema, el vínculo entre microsistemas, sea muy débil. En este sentido, a continuación se presentan algunas hipótesis que pueden servir de guía para que las transiciones sean más fáciles para las personas y para que las relaciones entre entornos influyan positivamente en éstas. El potencial evolutivo de un entorno de un mesosistema se ve incrementado si la persona no realiza sola la transición inicial para entrar al entorno; es decir, si ingresa en el nuevo entorno en compañía de una o más personas con las que ya ha participado en entornos previos. Así, por ejemplo, como ya se ha comentado, el primer día en el centro de día será menos duro para la persona mayor si su mujer, con la que tiene una estrecha relación de a diario, lo acompaña y le apoya en esta nueva situación. El potencial evolutivo de los entornos de un mesosistema se ve incrementado si las demandas de roles de los diferentes entornos son compatibles y si los roles, las actividades y las díadas en las que participa la persona en desarrollo estimula la aparición de la confianza mutua, una orientación positiva, el consenso de metas entre entornos y un creciente equilibrio de poderes a favor de la persona en desarrollo (por ejemplo, no tendría sentido que en el centro de día se promoviera la independencia de la persona mayor, fomentando que ella realizara las actividades de la vida diaria por sí misma, con el mínimo de ayuda externa si, cuando volviera a su casa, su mujer lo aseara, le diera de comer, le vistiera, etc. Lo ideal sería que la persona pudiera practicar en el centro de día lo que suele hacer en su casa y viceversa. El desarrollo de una persona se ve incrementado en función directa del número de entornos con estructuras diferentes, en los que ésta participa en varias actividades conjuntas y díadas primarias con los demás, en especial cuando las otras personas son más experimentadas. Es por esta razón que es muy enriquecedor que la persona participe de distintos entornos como podría ser el hogar del pensionista, el club de ajedrez, los viajes con el IMSERSO, etc., porque toda relación con otras personas le va a aportar satisfacción con su propia vida. No es en absoluto recomendable que una persona permanezca continuamente en su casa, sin relacionarse con los demás; la soledad, junto con la enfermedad, es uno de los factores que más miedo produce en las personas mayores. El potencial evolutivo de un entorno se ve incrementado cuando los vínculos de apoyo comprenden a otras personas con las que la persona en desarrollo ha establecido una díada primaria (por ejemplo, cuando la persona mayor acude al centro de día con su hija) y que participan en díadas primarias y de actividad conjunta con miembros del nuevo entorno (siguiendo con el ejemplo anterior, que la hija se quedara en la sesión de manualidades y que actuara tanto con el monitor como con los demás compañeros de la persona mayor). Cuanto menos experiencia y competencia, cuantas más dificultades, más necesarios son estos vínculos de apoyo. Por ejemplo, cuando la persona mayor que acude al centro de día sufre de la enfermedad de Alzheimer en un grado bastante avanzado, es más necesaria la compañía de un familiar que conozca sus características personales y su manera de relacionarse y comunicarse con los demás; sin embargo, para la gente con un elevado grado de competencia, lo más positivo es que se enfrente solo a las situaciones y, además, que éstas sean variadas y contradictorias a ser posible porque, de este modo, se promoverá la reflexión. Cuanto más fluida sea la comunicación entre microsistemas, más facilitadores del desarrollo serán éstos. Un ejemplo de esto es el hecho de que el personal de las residencias siempre anima a los familiares a que visiten a la persona mayor en cuestión e incluso, para fomentar esto, se organizan actividades en las que personas mayores y familiares interactúan. El potencial de desarrollo de los entornos será mayor cuanto más directo sea el medio de comunicación entre ellos. Así, más positiva será la relación cara a cara que por teléfono, mejor será la relación por teléfono que por e-mail, etc. Es por ello que será mucho más positivo que, por ejemplo, los familiares visiten a la persona mayor en persona en lugar de que lo llamen por teléfono, entre otras razones, porque de esta última manera se pierde mucha información (de cómo se encuentra la persona en la residencia, qué tal se lleva con cuidadores y compañeros, si la persona está contenta en general, etc.). El desarrollo se incrementa en la medida en que, antes de cada entrada de un entorno nuevo y una vez realizada ésta, la persona y los miembros de ambos entornos reciben información, consejos y experiencias. De este modo, es muy positivo que, por ejemplo, si una persona comienza a acudir a un centro de día, ella y la familia conozcan el servicio, y que el servicio conozca algunas características personales de la persona nueva. Por ello, una posible intervención sería la realización de reuniones cada cierto tiempo del personal del servicio y los familiares de las personas mayores, siempre y cuando se promueva la cooperación entre ambos contextos y no la rivalidad o la crítica destructiva. Una vez definido y caracterizado el mesosistema, pasamos al exosistema, que abarca a los anteriores. 7.4. Exosistema. El exosistema se define como los vínculos entre entornos en los que la persona no participa pero en los que se producen hechos que afectan a lo que ocurre en su ambiente inmediato (Bronfenbrenner, 1987). Estos vínculos producen influencias en dos sentidos: de la persona al entorno y del entorno a la persona; es decir, cambios en la persona pueden variar el ambiente y cambios en el ambiente pueden conllevar variaciones en la persona. Así pues, el desarrollo de la persona se ve afectado profundamente por hechos que ocurren en entornos en los que la persona jamás ha estado presente. Un posible ejemplo puede ser que la capacidad de una persona que cuida de un mayor depende de factores ajenos a éste, como la flexibilidad en los horarios de su trabajo o el estrés al que esté sometido en éste. De este modo, la calidad de la atención prestada a esta persona mayor depende estrechamente del trabajo de su cuidador, sistema con en el que la persona mayor nunca ha entrado en contacto directo. Un ejemplo de lo determinantes que pueden llegar a ser las vivencias personales para la estructuración del exosistema es que una persona que dedica la mayor parte del tiempo en cuidar a una persona mayor con Alzheimer avanzado probablemente tendrá muchas menos relaciones externas a la familia (como podría ser el quedar con los compañeros de trabajo a cenar). El ambiente (el exosistema), puede suponer un obstáculo. Cuando esto no se tiene en cuenta, se pueden subestimar las capacidades del individuo. En definitiva, se tiende a menospreciar la posible influencia del entorno no cercano y a sobreestimar las causas centradas en la persona. Así, por ejemplo, se podría observar la disminución paulatina de interacciones de una persona mayor con su familia con la que vive y achacar este cambio a la cada vez mayor introspección de la persona mayor, cuando la verdadera causa puede ser un factor externo como, por ejemplo, que se haya tomado por costumbre el ver la televisión a la hora de comer, con lo que se le presta atención y hay menos comunicación entre personas (la comunicación se vuelve unidireccional con la televisión y paralela entre personas, adquiriendo cada uno de ellos un rol más pasivo). Por último, se comenta en qué consiste el macrosistema, el más alejado al individuo, pero no por ello menos influyente en su conducta. 7.5. Macrosistema. Se entiende por macrosistema las manifestaciones de la ideología y la organización de las instituciones sociales comunes a una cultura o subcultura. A pesar de que el macrosistema pueda parecer lejano a la persona, esta es una percepción errónea puesto que engloba tanto a la persona como a todo lo que le rodea. Es por esta razón que este sistema, a pesar de parecer general y difuso, influye enormemente en la conducta de la persona. Así, por ejemplo, no sería de extrañar que algunas características que tuvieran algunas personas que vivieron la guerra civil española siendo niños fueran, por las circunstancias decadentes en las que crecieron, valorar aquello que tienen y ser capaces de compartir lo poco que se tiene y no únicamente aquello de lo que les sobra. Tal es la influencia del macrosistema que, en este mismo lugar pero hace cien años, por cuestiones demográficas, sociales y económicas, no estaríamos abordando el tema que nos ocupa, ya que la media de esperanza de vida era mucho menor a la actual y, sin embargo, el porcentaje de personas jóvenes era mucho mayor en la población que actualmente. Dentro del macrosistema, existen muchos determinantes que tienen gran peso en la posibilidad de que una persona pueda disfrutar de un envejecimiento activo. Algunos son los siguientes: - Las ideas inculcadas en la sociedad: lo que la inmensa mayoría piense sobre alguna otra persona puede conllevar en ésta la adopción de conductas que responden a las expectativas que se han puesto sobre él. Si en la sociedad prevalece la idea de que las personas mayores son individuos necesitados de los demás para sobrevivir, en cualquier acción se translucirá implícitamente esta forma de pensar y las personas mayores lo detectarán. Muchos de ellos podrían adoptar entonces una actitud pasiva sólo por el mero hecho de que es algo cómodo y que está socialmente aceptado. Sin embargo, si la gente en general percibiera a la persona mayor como un individuo que puede tener ciertas desventajas físicas pero que, aun así, puede valerse por sí misma y esto es un derecho que les pertenece, la persona mayor detectará en lo demás no un servilismo exacerbado o una exclusión por inutilidad, sino un apoyo del que podrán tirar si lo necesitan, con lo que se sentirán seguros de sus capacidades y tranquilos por el hecho de que hay gente que les apoyarían si así fuera preciso. - La economía: querámoslo o no, la sociedad está actualmente establecida de tal manera que aquel que no posee bienes materiales no puede vivir dignamente. Por ello, un pilar básico del bienestar social, aparte de la educación, la salud y los servicios sociales son las pensiones. Hoy en día, algunas personas mayores viven en situaciones precarias por recibir unas mensualidades con las que es difícil llegar a fin de mes holgadamente (véase, por ejemplo, el alto número de mujeres que nunca trabajaron a cambio de remuneración económica y que han de mantenerse hoy día única y exclusivamente con una pensión de viudadedad, la más baja de todos los tipos. Es por ello que un factor fundamental es llegar a la jubilación con una pensión digna, aspecto que en un futuro cercano se ve amenazado porque cada vez son más las personas mayores a mantener por el Estado y menos las personas que, en proporción, están en edad de productividad remunerada. De esta reflexión se deriva la afirmación de que las políticas sociales han de cambiar para mejorar la situación actual y, sobre todo, para prevenir una situación que dentro de algunos años puede ser nefasta ya que, si no se da un cambio, la gente que actualmente tiene treinta años no tiene asegurada una pensión en el futuro. - Los Servicios de Salud: A pesar de que la Seguridad Social de la que disfrutamos en este país recibe numerosas críticas por parte de sus usuarios, hay que tener en cuenta que “menos es nada”. Existen países que se incluyen en los denominados “desarrollados” y que incluso dicen estar en cabeza de este grupo y, sin embargo, tiene un alto porcentaje de habitantes sin ningún tipo de cobertura sanitaria simplemente por ser inmigrantes ilegales o por no tener suficiente dinero para pagar un buen seguro. La situación puede volverse tan extrema que una persona en estas circunstancias puede llegar a no recibir atención médica incluso en una situación de emergencia en la que su vida está en juego. Se ha de luchar por mantener la cobertura total que se dispone en España y mejorar la calidad del sistema ya que la buena salud es un aspecto básico y fundamental para poder disfrutar de un envejecimiento activo y de una alta calidad de vida. - La cultura: no tenemos que viajar al pasado para ver cómo influye el macrosistema en las personas; basta con desplazarnos unos cuantos kilómetros para encontrar una cultura distinta y, con esta, una problemática social totalmente diferente, como puede ser la precariedad de las condiciones de vida en la mayoría de la población. Como ya se ha comentado anteriormente, todos los sistemas están interrelacionados por lo que, a través de los estudios de los demás, se puede llegar a conclusiones acerca del macrosistema. Así, por ejemplo, existen diferencias en los roles familiares y en su estructura en función del país en el que estemos: en aquellos en los que existe poca movilidad, donde las personas suelen vivir toda su vida aproximadamente en la misma zona geográfica, las personas mayores suponen un apoyo muy importante dentro de la familia, quedando muy a menudo al cuidado de los más pequeños; sin embargo, en países que se caracterizan por una elevada migración de sus habitantes, este rol se va perdiendo. Para un estudio óptimo del macrosistema, no basta con examinar diferencias entre micros, sino que hay que introducir variables para ver cómo influyen en la conducta, ya que la mejor manera de comprender algo es intentar cambiarlo. A un nivel muy global, es muy difícil introducir cambios (por ejemplo, sería muy complicado intentar cambiar de la noche a la mañana las actuaciones políticas acerca de las ayudas a las personas mayores a nivel estatal); sin embargo, la introducción de cambios no es imposible porque cualquier novedad a cualquier nivel de sistema va a conllevar cambios en los demás, incluido el macrosistema; por eso, por ejemplo, incidir en el mesosistema y cambiar la organización de una barriada, tiene consecuencias a nivel macro (por ejemplo, habilitando un lugar para que las personas mayores puedan reunirse y hablar o fomentando la participación ciudadana en estas personas para intervenir directamente en pos de la resolución de los problemas que perciben, en cierta medida). Esto sería la consecución de cambios interviniendo directamente en sistemas más pequeños para lograr influir en el macrosistema; sin embargo, se sabe que la influencia es recíproca y cambios a nivel más macro va a conllevar cambios en el ámbito más cercano de cada persona. Así, “los responsables políticos, las organizaciones no gubernamentales, la industria privada y los profesionales sanitarios y sociales pueden ayudar a fomentar redes sociales para las personas que envejecen apoyando las sociedades tradicionales y los grupos comunitarios dirigidos por personas mayores, el voluntariado, la ayuda vecinal, el asesoramiento y las visitas de personas de la misma edad, los cuidadores familiares, los programas intergeneracionales y los servicios de prestaciones sociales” (OMS, 2002). De ahí la importancia de lograr, partiendo de la idea de estado de bienestar (Chacón, Pérez y Holgado, 2001), una política comprometida con los problemas sociales, en las que se intervenga a todos los niveles. Así, para abordar la situación de necesidad que algunas personas mayores viven, no bastaría con intervenir directamente en ellas, sino que habría que fomentar, por ejemplo, la ayuda a la mujer para su incorporación al mundo laboral (de tal forma que los miembros de una familia, tanto femeninos como masculinos, puedan compaginar cuidados a otro miembro familiar con el trabajo fuera de casa) o la igualdad de oportunidades entre sexos desde la educación (con lo que todos saldrían ganando, ya que el hombre dejaría de llevar a sus espaldas la carga de la manutención y sustento de otras personas, y la mujer el peso de los cuidados, sino que se haría un trabajo en equipo en el que las distintas responsabilidades no recaerían en una sola persona, sino que serían compartidas). 8. Conclusiones. A continuación, para facilitar la comparación, se muestra un cuadro resumen de todas las teorías expuestas (ver tabla 1): TEORÍA AUTORES OBJETO DE ESTUDIO VARIABLES DEPENDIENTES USO MÁS FRECUENTE Tª de la actividad Havighurst La persona Conducta, cognición Programas de psicoestimulación, ejercitación de la memoria y fomento de las relaciones sociales, el ejercicio, la buena alimentación y la independencia Tª de la plasticidad Tarraga La persona Cerebro, sistema nervioso, sinapsis neuronales Talleres de psicoestimulación y memoria Tª del afrontamiento Goez Conducta, cognición Facilitación de la adaptación a nuevos contextos Indefensión aprendida Seligman Conducta, cognición Promoción toma de decisiones Dependencia aprendida Tª del desarrollo psicosocial Modelo ecológicosistémico La persona y su contexto La persona y su contexto Baltes La persona y su contexto Erikson La persona a lo largo del tiempo Bronnfenbrenner La persona en sus contextos, tanto inmediatos como los más lejanos Grado de omisión de conducta, recompensas recibidas Emociones, factores sociales influyentes en la construcción de la identidad Visión global de la persona en sus contextos inmediatos y lejanos Fomento de la independencia Aprendizaje a edades avanzadas, causas de la satisfacción o insatisfacción con la vida Fomento de la independencia, intervención en aspectos concretos sobre las circunstancias de las personas a todos los niveles Tabla 1. Resumen de teorías que pueden servir de base para intervenir en personas mayores. De todas las teorías expuestas, se propone intervenir a partir del Modelo Ecológico-Sistémico de Bronfenbrenner, por ser considerado el más completo y el más amplio de miras, ya que propone un posible abordaje de los problemas no a un solo nivel (que normalmente es la persona), sino a distinto grado de amplitud, con lo que se evita la intervención descontextualizada con las posteriores dificultades de generalización a la vida real y con pocos resultados exitosos por “culpar” única y exclusivamente al que es denominado “el paciente”, por ser considerada la persona que tiene el problema. De este modo, se demuestra que es fundamental la intervención en los entornos de una persona para mejorar su situación a nivel individual (lo que no impide que también el cambio a nivel personal ejerza influencia y provoque cambios a nivel de entorno, desde el más inmediato a los más lejanos). Es por esto que adquiere gran relevancia la intervención en los servicios relacionados con las personas mayores y en sus cuidadores informales, para la mejora de la calidad de vida de éstos que, en muchas circunstancias, no son oídos y cuya opinión y sentimientos no se tienen en cuenta cuando se trata de asuntos que les conciernen directamente. Para evitar la realización de intervenciones que no responden a los deseos de las personas mayores y demás implicados, es fundamental llevar a cabo un proceso realista de detección de necesidades, transparente y donde la opinión de todas las personas a quienes afecta la intervención tenga cabida y sea considerada; para ello, sería necesario el fomento de la participación de al menos representación de todos los grupos potenciales participantes (personas mayores, profesionales de la residencia y familiares, por ejemplo), el uso de instrumentos que permitan medir de manera válida las necesidades expresadas por las personas implicadas y el establecimiento a priori de los criterios de toma de decisiones final para evitar posibles sospechas de manipulación en el proceso o en los resultados. La detección de necesidades está en muchas ocasiones sesgada por las personas que sustentan el poder en una organización, que actúan intencionalmente con fines electoralistas. Esto conlleva un patrón de actuación caracterizado por la necesidad de resultados llamativos en poco tiempo, aspecto que no siempre es fácil de conseguir ya que, por ejemplo, una intervención dirigida al cambio de actitudes de las personas de una barriada hacia las personas mayores que en ella habitan ha de ser profunda y precisa de tiempo para que “cale” realmente en los usuarios y éstos interioricen los nuevos valores que se han intentado fomentar. Como ya se ha comentado con anterioridad, lo ideal sería que la priorización de necesidades se efectuara en base a los informes de los técnicos, de manera que se estableciera una graduación en cuanto a importancia de las carencias detectadas, aunque la última palabra la tuvieran los políticos. Ante la fragilidad de las personas mayores en algunos casos, es fundamental ampararles y tener especial cuidado en que se les trate dignamente, con respeto, como personas adultas y con capacidad de tomar sus propias decisiones. Como intento de proponer vías para conseguir esto, a continuación, en el próximo capítulo, se aborda la problemática de los aspectos éticos en la intervención en personas mayores.