RELACION DE DEPENDENCIA. EMPLEO NO REGISTRADO RELACION DE DEPENDENCIA. 1) Contrato de trabajo. Ejecución en país extranjero Salvo estipulación específica, la norma del lugar de ejecución del trabajo es la que rige el negocio jurídico en su desarrollo y extinción, así como en relación a los derechos y obligaciones de las partes y la caracterización del vínculo. Si en el caso concreto el reclamo se sustenta en un estatuto profesional de índole legal (los actores habían ido a construir viviendas en Turkmenistán) no cabe la sustitución por el derecho extranjero si no se invocaron ni siquiera subsidiariamente las normas que se pretende aplicar, lo que desplaza la posibilidad de resolver el conflicto ejerciendo la facultad conferida por el último párrafo del art. 377 del CPCCN. Sala II, 31/5/1999, “Galván, Néstor, y otro v. Altamiranda, Nelson, y Asociados S.A., s./Ley 22250”. 2) Contrato sin relación de trabajo La norma aplicable a la falta de inicio de la relación laboral es el art. 24 de la LCT y no el art. 241 que supone una relación efectivamente cumplida. Sala VI, 24/2/2000, “Ríos Corbo, Julio D. v. Ujihara, Mónica R. s./incumplimiento de contrato” TySS’00-517. El art. 24 de la LCT remite al derecho común sólo “a los efectos del incumplimiento”, de modo que las formas de extinción se rigen por las normas laborales comunes, es decir, en el caso, el art. 241 de la LCT. (del voto en minoría del doctor de la Fuente). Sala VI, 24/2/2000, “Ríos Corbo, Julio D. v. Ujihara, Mónica R. s./incumplimiento de contrato” TySS’00-517. 3) Relación de dependencia. Elementos. Notas características Según el caso, algunos aspectos de la relación de dependencia se manifiestan levemente o resultan casi desapercibidos, mientras que en otros emergen con claridad, lo que equivale a decir que no se puede adoptar un único patrón para decidir el conflicto, sino que deberá estarse a los elementos que en cada situación particular arrimen las partes al juez en apoyo de sus respectivas posturas. Sala I, 20/4/2201, “Castaldi, Jorge S. v. Ursub SA s. despido” TySS ‘01-754 El acuerdo respecto a que los actores podrían “desarrollar sus otras actividades independientes y contratar sus servicios con locatarios no vedadas en el contrato” no mengua el carácter de laboral al contrato, ya que la exclusividad no es nota característica del contrato de trabajo. Jtrab. Y Conciliación Nro.1, La Rioja, 23/11/1999, “Olivero de De Camino, Olga E. v. Asociación de Obras Sociales de la Rioja” 2001-A, 463. La exclusividad no resulta esencial al contrato de trabajo, por lo que la falta de la misma resulta inconducente a los efectos de determinar la existencia de una vinculación de carácter laboral (en el caso, la prestación del médico en la clínica demandada no era exclusiva sino que podía atender pacientes propios en un consultorio externo). Sala I, 29/9/2000, “Contreras, Alvaro L. v. Adep S.A.” 2001-A, 113. El hecho de que el actor facturara sus servicios en concepto de honorarios, que posea número de CUIT y que esté inscripto como contribuyente del impuesto a las ganancias, es irrelevante para determinar la inexistencia de relación laboral cuando se encuentran acreditadas circunstancias que son determinantes y características de la dependencia personal propia del contrato de trabajo, como lo constituye la posibilidad del empleador de dar órdenes y de sustituir en todo momento la voluntad del trabajador por la suya propia en horarios, modalidades, etc. (dependencia jurídica). Sala X, 20/11/2000, “Romanazzi, Pedro M. v. Capacitación y Desarrollo SA y otros”, 2001-A, 809. El hecho de que la demandada estaba facultada para establecer modalidades de prestación, lugar, horario y medios con los cuales cumplir los actos profesionales por parte del actor, etc.; en claro ejercicio de las facultades de organización y dirección acordadas por los arts. 64 y 65 LCT, propias de contratos laborales, denota de modo indubitable la existencia de contrato de trabajo. Jtrab. y Conciliación Nro. 1, La Rioja, 23/11/1999, “Olivero de De Camino, Olga E. v. Asociación de Obras Sociales de La Rioja”, 2001-A, 463. El reconocimiento de la presentación de facturas por los servicios prestados; la falta de legajo como personal dependiente y de registro en el libro de sueldos de la demandada; la emisión de recibos de honorarios para la liquidación, forman un marco al menos indiciario que permite sostener la realización de tareas profesionales de manera independiente, colaborando en funciones de producción, y no en relación subordinada. CNCom. Sala B, 12/4/2000, “A.T.C. s./concurso preventivo s.incidente de verificación por Héctor González” TySS’00-459. No existe relación laboral cuando se prueba que entre ambas partes había de por medio un contrato de sociedad por la cual una de ellas tiene su propia empresa que pone al servicio de otra firma que no ejerce vigilancia ni control ni dirección sobre ésta. C. 2ª Trab. Mendoza, 24/4/1998, “Peschin, José, v. Cristalux S.A. y/o Cristalux S.A.I.C.” (DT 2000-B-2203). La prestación de servicios bajo las órdenes del mismo empleador y en idéntico lapso constituye siempre una relación laboral única sin que el desempeño en distintos lugares y aun en diversas funciones pueda alterar tal concepto. Sala X, 22/2/2000, “Abril, Elsa, v. Instituto Santísima Virgen Niña, s./Despido”. Si se acredita que el actor cumplió durante un período su actividad con estricta sujeción a las directivas impartidas por la institución, implicando la misma actos profesionales de complejidad y responsabilidad crecientes, por la cual recibía a cambio una remuneración mensual, denotando estas circunstancias las notas de subordinación jurídica, económica y técnica, cabe concluir que se trata de una relación de carácter dependiente. Sala VIII, 23/6/1997, “Pettinari, Marcelo G., v. Sociedad Italiana de Beneficencia —Hospital Italiano— y otro” (DT 1998-A-313). La exclusividad no es una nota característica de la relación laboral. Sala VI, 2/4/1992, “Mazzet, Ernesto, v. De Gennaro, Juan”. El contrato de trabajo no es una institución de características definitorias precisas, la relación de dependencia se manifiesta en diversos elementos que, en su conjunto y valorados razonablemente según las circunstancias de cada caso, contribuyen a encuadrar el vínculo en el ámbito laboral. Sala III, 28/5/1993, “Frías, Rosario del C., v. Suárez, Ramón”. Nada quita que el trabajador pueda desempeñarse en dos actividades simultáneamente, pero la exclusividad exigida por una de sus empleadoras no puede serle opuesta por la otra, a fin de evitar sus responsabilidades laborales. Sala III, 30/4/1991, “Roldán, Horacio, v. Bonafide S.A.I.C., s./Despido”. La circunstancia de que el trabajador pueda desempeñarse de manera independiente fuera de su horario de trabajo, no excluye que se haya configurado una relación de dependencia para con la empresa demandada, ya que la exclusividad no constituye una nota esencial del contrato de trabajo. Sala V, 22/3/1994, “Calviño, Jorge, v. Aerolíneas Argentinas, s./Despido”. Inserción en organización económica ajena El ejercicio de una profesión liberal no es obstáculo para que se perfeccione un contrato de trabajo si las tareas tienen habitualidad y continuidad, con incorporación a una organización de trabajo que le es ajena a quien las preste, no siendo la exclusividad un elemento esencial del contrato en relación de dependencia. Sala VII, 21/2/2001, “Parrilla, Luis A. y otros v. Obra Social del Personal Telefónico y otro”. El hecho de que el trabajador no tenga horario de trabajo determinado, no descarta la existencia de una relación laboral, en la medida que haya una incorporación del trabajador a una empresa total o parcialmente ajena y que reciba por sus tareas una suma determinada e indeterminada de dinero. Para la existencia de una relación de carácter dependiente, no es necesario que haya una suma matemática de las notas tipificantes de una relación de trabajo, pues, en el caso en que se preste una actividad eminentemente técnica, la subordinación se da en forma menos rígida que en otros supuestos de vinculación dependiente. Sala I, 31/10/1997, “Castro, Ana L., v. Colegio del Arce S.R.L.” (DT 1998-A-537). Si el actor, para realizar su prestación (en el caso auditor médico), tuvo que incorporarse a una estructura empresarial ajena, invirtiendo su capacidad profesional y tiempo de trabajo en beneficio de esa empresa (arts. 21 y 23, LCT.) es lógico concluir que se está ante una relación laboral, máxime cuando la propia demandada reconoció que a cambio de dicha prestación le pagaba una remuneración mensual. El argumento de que el auditor médico no estaba sujeto al cumplimiento de un horario determinado, no prueba la existencia de una actividad autónoma, por cuanto es entendible que dicho profesional tuviera cierta autonomía funcional. Sala VII, 6/3/1997, “Muhlerberg, Carlos Guillermo, v. Cemes S.A., s./Despido”. Los elementos meramente exteriores de la llamada “dependencia jurídica” son insuficientes como test de la existencia del contrato de trabajo. Ello, por dos órdenes de razones: 1) que existen otros contratos en virtud de los cuales personas físicas se obligan a realizar prestaciones personales que implican una situación de dependencia; y 2) que, no siendo la situación de dependencia elemento esencial, sino consecuencia derivada de la estructura del contrato de trabajo, no basta para caracterizarlo. Lo que define la posición del sujeto trabajador es su condición de medio (personal) de una organización empresaria, ajena. De modo que, en situaciones dudosas, es menester ubicar dónde se encuentra la organización empresaria, quién es el titular (esto es, quién corre con los riesgos de la explotación y se apropia originariamente de los frutos de la actividad) y cuál es el rol que el sedicente trabajador desempeña en el proceso productivo. Sala VI, 31/7/1987, “Macchi, Marcelo, v. Institutos Médicos S.A. y otros” (TySS 1987-917). Subordinación jurídica La dependencia jurídica se desprende no sólo de la facultad sancionatoria del empleador y de la necesidad de rendición de cuentas por parte del dependiente, sino también de la asunción de riesgos por parte de la demandada, de la estipulación del precio de los servicios y de la imposición de un determinado horario, aun cuando se admita cierto grado de elasticidad. Sala X, 20/11/2000, “Romanazzi, Pedro M. v. Capacitación y Desarrollo SA y otros”, 2001-A, 809. La sumisión del actor a una serie de directivas emanadas de la demandada no resulta concluyente para acreditar el vínculo de subordinación toda vez que la existencia de una coordinación de horarios constituye una nota común que puede encontrarse presente tanto en una relación comercial como en un contrato de trabajo, pues corresponden al orden propio de toda organización empresaria. La ausencia de un régimen disciplinario actual ni potencial, profundiza el carácter no laboral de la relación contractual. Sala I, 30/4/1992, “Burone, Carlos, v. Radiodifusora del Plata S.A.”. Trabajador autónomo. Profesionales. A los efectos de demostrar la existencia de relación laboral, cuando de profesionales se trata, no cabe exigir la justificación de las notas tipificantes de la dependencia (técnica, económica y jurídica) con la nitidez que se exige para otras actividades ya que, cuanto menos, aparece atenuada en la medida en que dispone de una independencia que no desaparece aún desempeñándose en relación subordinada puesto que, la que importa, es la disponibilidad del trabajo profesional por parte de un tercero para el cumplimiento de los fines propios de la actividad organizada, la que la pone fuera de los límites del ejercicio de su profesión y la incluye dentro de los términos de un contrato de trabajo (en el caso, la actora trabajaba como médica en la sede de la obra social demandada, atendía sólo pacientes de dicha institución y recibía pagos mensuales como contraprestación por el trabajo realizado). Sala VI, 22/11/2000, “Seoane, María B. v. Obra Social del Personal de Entidades Deportivas y Civiles”. Si los servicios prestados no eran personales o exclusivos ni estaban sujetos a las directivas del demandado, por cuanto los accionantes gozaban de plena libertad para gestionar y asumir riesgos con terceros ajenos a la empresa del demandado, cabe concluir que estas modalidades excluyen la presencia de una relación laboral en subordinación (arts. 386 y 477 Cód. Procesal y 21, 22 y 23 LCT) -en el caso, los actores, ejecutantes musicales, no sólo actuaban por sí sino también en nombre y representación del cantante-. Sala VII, 28/12/2000, “Botta, Gustavo E. y otros v. Costabello, Oscar E.” Cuando, por las características de algunas actividades, es posible que las mismas prestaciones profesionales puedan ser contratadas indiferentemente tanto dentro del régimen de trabajo subordinado como de trabajo autónomo, el modelo normativo que sirve de referencia para distinguir entre unos y otros se presenta inadecuado, por lo que carece de practicidad acudir al concepto jurídico de relación de dependencia. TS Córdoba, Sala Laboral, 29/5/2001, “Sala, Miguel A. v. Soc. de Beneficencia Hospital Italiano s. recurso de casación” TySS ‘01-551 Constituye una presunción en contra de la relación laboral, y coloca el caso en el ámbito del trabajo autónomo, la circunstancia de que durante un prolongado lapso (40 años) el médico accionante no se consideró dependiente del hospital, no exigió recibos de sueldo, vacaciones o aguinaldo, ni efectuó reclamos al respecto. TS Córdoba, Sala Laboral, 29/5/2001, “Sala, Miguel A. v. Soc. de Beneficencia Hospital Italiano s. recurso de casación” TySS ‘01-551 Cuando un juez acoge en la normativa laboral la pretensión de un médico que contrató libremente con sus clientes, y mantuvo la relación de conformidad, sin reservas durante cierto tiempo (14 años en el caso), está desconociendo la buena fe que debe presidir toda relación jurídica, al acordar relevancia y aceptar la evidente contradicción en que incurre el profesional al actuar en contra de su conducta anterior, defraudando así la confianza que había despertado legítimamente en el otro contratante (Del voto en minoría del Dr. de la Fuente). Sala VI, 4/4/2001, “Martín Romero, Margarita v. Hospital Británico de Buenos Aires SA s. despido” TySS ‘01- 758 El profesional que pretenda que la relación jurídica en cuya ejecución presta los servicios propios de las incumbencias de las partes es un contrato de trabajo, debe probar que celebró un contrato de tal naturaleza o que, cualquiera haya sido el ”nomen juris” escogido, ambas se comportaron durante su desenvolvimiento, como típicamente lo harían un trabajador y un empresario. Sala VIII; 20/7/2001, “Brancaforte, Adriana C. v. Obra Social Empleados Textiles y Afines s. despido” TySS ‘01- 775 Si bien cuando se trata de trabajadores con conocimientos específicos del área que les compete, como en el caso de los profesionales, suele faltarle fuerza a la nota de dependencia técnica, presente en otros contratos de trabajo, ello no implica, en modo alguno, que deba descartarse la existencia de una relación laboral. Porque es justamente esa capacidad de desenvolverse con independencia dentro del marco del área específica de sus conocimientos, uno de los extremos tenidos en cuenta por el empleador a la hora de incorporar a su plantel este tipo de profesionales ( en igual sentido Cnat Sala IV SD 70244 del 21/3/94 "Esteve, Marcia C/ Int. Arg. del Riñón y Transplantes s/ despido"; Sala II SD 70294 del 17/7/92 "Fischer, Eduardo c/ Transportes Intercap SA s/ despido"). Lo determinante, en estos casos es la subordinación con la empleadora, la integración a su estructura y la sujeción del profesional a las directivas de sus superiores. Sala X, 26/3/2001, "Porcelli, Mariela v. Inder Instituto Nacional de Reaseguros S.E. s. Despido" No se ve afectada la verdadera naturaleza laboral del contrato suscripto entre las partes, por la cláusula que pretende desvirtuar tal naturaleza, al hacer suscribir al actor la manifestación que revestía el carácter de profesional “independiente” o “liberal” y que su remuneración es exclusivamente honorarios. Jtrab. Y Conciliación Nro. 1, La Rioja, 23/11/1999, “Olivero de De Camino, Olga E. v. Asociación de Obras Sociales de la Rioja” 2001-A, 463. Es la demandada quien debió demostrar que las ventas instrumentadas en formularios de su empresa que había realizado el actor se habían originado en una relación de naturaleza no laboral, no resultando decisivo para calificar el vínculo que quien se dice trabajador dependiente aparezca inscripto como autónomo en los organismos de seguridad social y DGI, pues ese único elemento no es suficiente para calificar de empresario al actor. CApel. Concepción del Uruguay (Entre Ríos), Sala del Trabajo, 29/2/2000, “Gussali, Celia S. v./Maxi Mayorista “Yaguar” y/u otros s./indemnización por despido” TySS, ‘00-930 Cuando de los elementos del juicio se infirió la existencia de una relación de trabajo, el hecho de que la actora (médica que prestaba servicios en la Liga Israelita contra la Tuberculosis) emitiera facturas o percibiera honorarios y estuviera inscrita en autónomos no obsta tal conclusión. Esto es así porque debe regir el principio de “primacía de la realidad” y válidamente puede concluirse que la entrega de dicha documentación así como la mencionada inscripción constituyen exigencias formales de la empleadora para eludir la aplicación de las normas laborales que resultan indisponibles para las partes (art. 12 de la LCT.). Sala III, 14/7/2000, “García, María, v. Liga Israelita Argentina contra la Tuberculosis y de Medicina Preventiva, s./Despido”. La naturaleza jurídica del vínculo existente entre un profesional y el establecimiento asistencial en el que presta servicios depende de las circunstancias fácticas que en cada caso concurran. Tales que, aun permitiendo el tránsito entre una típica relación de dependencia hasta el libre ejercicio profesional, atraviesan zonas intermedias en las que resulta necesario desbrozar y despejar con nitidez los perfiles que definen la configuración del vínculo jurídico existente entre las partes. Por ello, resultan estériles los principios que pudieran desarrollarse en abstracto, correspondiendo en cada caso concreto verificar las circunstancias fácticas que concurran a los fines de la determinación de la eventual existencia de subordinación jurídica, económica y técnica que caracteriza la relación de dependencia laboral. Sala X, 31/7/2000, “Facal, Paula, v. Fecunditas S.R.L. y otros, s./Despido”. Las particularidades que presenta el sistema de contratación de profesionales por parte de una obra social para la atención de sus afiliados requiere un minucioso estudio de la situación planteada a fin de determinar si hubo o no relación de dependencia. En ese marco, no resulta debidamente fundada la sentencia que asignó valor decisivo a las restricciones impuestas a la actividad profesional del actor como producto de la fijación de horarios para la atención de pacientes, sometimiento a un cierto contralor, etc., sin examinar si constituían una genuina manifestación del ejercicio del poder de dirección patronal, o si, en cambio, eran consecuencia necesaria de la organización y funcionamiento del sistema médico asistencial al que el actor se había incorporado en calidad de prestador. Corte Sup., “Amerise, Antonio, v. Obra Social de la Actividad de Seguros, Reaseguros, Capitalización y Ahorro y Préstamo para la Vivienda, s./Recurso de hecho”. Las circunstancias de que el profesional facturara sus servicios en concepto de honorarios es irrelevante para determinar la inexistencia de relación laboral. Sala II, 31/5/1990, “Giulianelli, Daniel Alberto, v. Federal S.A.”. El ejercicio de una profesión liberal llega a constituir un verdadero contrato de trabajo cuando se desarrolla como función de colaboración permanente, con vínculo continuado y evidente jerarquización, obligándose el profesional a acatar y cumplir las órdenes del empleador, aunque no exista dependencia técnica, sin tener relevancia el hecho de calificar de “honorarios” a las periódicas entregas de dinero efectuadas por el principal. Sala VIII, 23/8/1994, “Moncayo, Sandra Marcela, v. F.ES.VI., s./Despido”. La inscripción previsional como trabajador autónomo, si bien en principio no es por sí misma excluyente de una relación de dependencia, adquiere otra significación atendiendo a las características de la tarea desarrollada como administrador del establecimiento propiedad de la demandada. Dicha circunstancia debe ser apreciada en conjunto con otros elementos de juicio que, en el contexto de la relación existente entre las partes, adquieren especial relevancia para la correcta solución del caso (Fallos 312:1831), tales como la escasa frecuencia con que la actora concurría a efectuar sus tareas —una vez por semana-— y el hecho de que no prestara servicios en forma exclusiva para la demandada, siendo que también había adoptado con otros clientes idéntica modalidad remuneratoria (del voto de la mayoría). Corte Sup., 30/6/1999, “Alonso, Jorge, v. Rumdi S.A.”. Médicos. Odontólogos. Son aspectos determinantes para decidir si las guardias pasivas constituyen contrato de trabajo, tanto el grado de control del empleador como la obligatoriedad de quien se califica como trabajador, de cumplir en forma personal la prestación. Sala VI, 4/4/2001, “Martín Romero, Margarita v. Hospital Británico de Buenos Aires SA s. despido” TySS ‘01- 758 Comprobado que el profesional no sólo podía rehusarse a prestar la guardia pasiva sin que fuese pasible de ninguna sanción, sino que podía hacerse reemplazar para concurrir a domicilios, ello impide caracterizar como laboral la vinculación. Sala VI, 4/4/2001, “Martín Romero, Margarita v. Hospital Británico de Buenos Aires SA s. despido” TySS ‘01- 758 Las restricciones impuestas a la actividad profesional de un odontólogo de una obra social no autorizan a concluir que hubiera una relación dependiente sin examinar si constituían una genuina manifestación del ejercicio del poder de dirección patronal o si, en cambio, eran consecuencia necesaria de la organización y funcionamiento del sistema médico-asistencial al que aquél se incorporara como prestador y, por ende, no alteraban la naturaleza autónoma de los servicios. CS, 29/8/2000, “Amerise, Antonio A. v./Obra Social de la Actividad de Seguros, Reaseguros, Capitalización y Ahorro y Préstamo para la Vivienda” TySS, ‘00-970. El sistema de las guardias pasivas, es decir, la permanencia del profesional médico dentro de un radio en el que puede ser localizado por la institución, constituye una cuestión fronteriza que requiere un estudio singular, examinando en cada caso si la relación tiene características laborales. Sala VI, 4/4/2001, “Martín Romero, Margarita v. Hospital Británico de Buenos Aires SA s./ despido”. TySS ‘01- 758 Atendiendo al principio de primacía de la realidad, por encima de las opiniones o de la calificación que las partes le atribuyan a la relación, lo cierto es que en el caso las tareas debían ser prestadas intuitu personae por el médico de cabecera y se hallaban dirigidas técnicamente por el instituto demandado, destacando que, en relación al horario de trabajo de los actores, si bien éste podía ser elegido por el profesional médico debía ser de los fijados en el anexo del contrato y quedaba sujeto a la aprobación del instituto, en tanto que en relación al goce de las licencias la demandada supervisaba la elección del reemplazante que eligiera el médico de cabecera. Circunstancias todas éstas que acreditan que existió entre las partes un contrato de trabajo por cuanto se encuentra probada la subordinación jurídica, entendida ésta como la prestación de la actividad que es propia del trabajador en una organización ajena, sujetándose a quien detenta la función organizadora, directiva e incluso disciplinaria. (Cfr. arts. 21, 22, 25 y 37, LCT.) Sala IX, 27/4/1998, “Conte, Julio, y otros v. PAMI Instituto Nacional de Servicios Sociales para Jubilados y Pensionados, s./Despido”. Quien integra un servicio de guardia en un establecimiento asistencial y para una obra social, origina una relación contractual laboral, porque es obvio que no se trata de un profesional que en dichas circunstancias estaría ejerciendo su trabajo en forma autónoma sino que se encuentra integrado a un servicio cuya actividad depende de emergencias que no le son remuneradas por los pacientes sino por el sanatorio. (Del voto del Dr. Fernández Madrid, en mayoría.) Sala VI, 6/10/1997, “Monastra Varrica, Liliana, v. SEGBA, s./Despido”. Aunque los actores prestaban servicio personal en su propio consultorio y en el domicilio de los pacientes, redundando ello en beneficio de la demandada, al no probarse que cumplían órdenes de trabajo por parte de ésta, con horario asignado o que fueran controlados en cuanto a la cantidad de servicios o sujetos a poder disciplinario alguno, no puede concluirse que entre las partes haya existido un verdadero contrato de trabajo. Sala I, 24/5/1999, “Bourgeois, Oscar, y otro, v. Gas del Estado Residual, s./Despido”. Si la actividad de la demandada consistía en la asistencia médica de emergencia, la profesional médica ligada a ella —que cumplía tareas en forma habitual y a cambio de una remuneración— estaba integrada junto con otros medios personales y materiales a la empresa para el logro de los fines de la misma. De lo contrario no se comprende de qué modo la entidad desarrollaba el cumplimiento de su finalidad esencial mediante empresarios autónomos que, en función de su pretendida “independencia”, podrían concurrir o no a sus tareas asistenciales, atender o no pacientes, etc. Sala X, 6/6/1997, “Calvo, María, v. Amid S.A., s./Despido”. La modalidad de desempeño de los profesionales médicos en las llamadas guardias pasivas no excluye la posibilidad de existencia de relación de dependencia; no obstante, por tratarse de una situación límite, corresponde analizar en cada oportunidad si la relación tiene o no características laborales. Si el accionante, profesional médico que cumplía guardias pasivas estaba a disposición de la demandada en días y horarios prefijados, debiendo atender los pacientes que ésta le ordenaba ubicados en un radio predeterminado y un lapso máximo también predeterminado por la empleadora de dos horas, y ante la ausencia de alguna de estas guardias se le descontaba el plus por presentismo, lo que denota a las claras el ejercicio del poder disciplinario de la demandada (art. 67 de la LCT.), cabe concluir que se encuentra acreditada la relación de dependencia invocada en la demanda. Sala VII, 7/8/1997, “Orlando Guzmán, José A., v. Clinicard S.A.” (DT 1998-A-56). Para determinar la naturaleza jurídica existente entre un profesional médico y el establecimiento asistencial en que presta servicios, es necesario remitirse a las particulares circunstancias fácticas de cada caso. El solo hecho de que el actor sea un profesional en el arte de curar, no lo excluye por esa sola condición de que pueda desempeñarse a órdenes de la demandada. Sala VII, 13/10/1997, “Lumermann, Claudio M., v. Yacimientos Petrolíferos Fiscales S.A.” (DT 1998-A-722). Fleteros. Taxistas. Remiseros. En principio, los acarreadores, fleteros, porteadores, etc., no se encuentran amparados por las disposiciones que rigen las relaciones laborales, pero sí tienen derecho a tales beneficios cuando prueban fehacientemente que, pese a la denominación de tal relación contractual, se encuentran ligados por un verdadero contrato de trabajo. Plenario 31, “Mancarella, Sebastián, y otros v. Viñedos y Bodegas Arizu S.A.”, 26/6/1956. Acreditada la prestación personal de servicios del fletero, es aplicable la presunción del art. 23, LCT., frente a la cual es a la demandada a quien incumbe la carga de acreditar que aquél es titular de una empresa comercial según las reglas del Código de Comercio. Al respecto la condición de tal no cabe ser extraída del hecho de que el fletero sea dueño del vehículo con el que se efectúa el trasporte o que afronte los gastos de éste. El vehículo es el medio necesario para posibilitar el cumplimiento de una actividad remunerada y que beneficia al empresario quien, por dicha vía, obtiene la distribución de la mercadería. Sala VII, 10/3/1997, “Echegaray, Luis Orlando, v. Echlin Argentina S.A., s./Indemnización por fallecimiento”. Cuando en la ley 24653 (art. 4 inc h) se establece que el transportista que presta el servicio por cuenta de otro que actúa como principal (el denominado "fletero") no tiene relación laboral ni dependencia, se refiere, inequívocamente, al "contratante", vale decir a quien requirió sus servicios; dicho en otras palabras se aclara definitivamente que no existe vinculación laboral con el llamado "cargador", según la descripción efectuada en el título V del C. de Comercio. Si se trata de una relación anudada entre una persona física y una sociedad dedicada al transporte de carga, al no contener ninguna definición expresa en la ley citada (ni en ninguna otra) se encuentra sujeta a las disposiciones de los citados arts. 21, 22 y 23 y concs. de la LCT. (Del voto del Dr. Scotti, en mayoría). Sala X, 29/6/2001, "Marote, Juan v. Alpar Service SRL s. Despido" La ley 24653 define al "fletero como el transportista que presta el servicio por cuenta de otro que actúa como principal. En cuyo caso no existe relación laboral ni de dependencia con el contratante" La norma circunscribe la posibilidad de otorgar carácter laboral a la relación entablada exclusivamente entre el fletero y el tercero por cuenta de quién actúa (principal), excluyendo de la misma al tercero contratante (cargador). Ello por cuanto la norma ha sido dictada para reparar situaciones de abuso, en las que se responsabiliza en forma solidaria a quienes contrataban el servicio de carga, quizás en forma esporádica, y cuya actividad ninguna vinculación guardaba con tales tareas. (Del voto del Dr. Corach, en mayoría). Sala X, 29/6/2001, "Marote, Juan v. Alpar Service SRL s. Despido" La naturaleza de una relación como la de los fleteros se debe determinar por el examen de las características que lo conforman y definen en la relación de los hechos (principio de primacía de la realidad) y no por ese tipo de inscripciones formales (ingresos brutos o ganancias) que bien pueden constituir una imposición más del dador de trabajo. Sala VII, 10/3/1997, “Echegaray, Luis Orlando, v. Echlin Argentina S.A., s./Indemnización por fallecimiento”. De conformidad con lo dispuesto por el art. 9º del decreto 132/96 de la Municipalidad de Buenos Aires, el conductor de un automóvil afectado al servicio, puede estar bajo relación de dependencia, tanto del titular como del mandatario, ello porque la particularidad de la actividad del servicio público en cuestión, permite que no sean los titulares de las unidades los responsables del giro empresario, ya que el decreto 132/96 de la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires, al crear el registro único del Servicio Público de Automóviles del Alquiler con Taxímetro prevé la figura del mandatario-administrador del servicio público de taxis, las normas a que debe someterse su inclusión en el régimen y los recaudos que debe reunir en su carácter de responsables de la explotación. Sala II, 21/5/2001, “Caballero Evangelista e/rep. de mi hija C. A. P. v. Broton, Darío”. La empresa de taxis que celebró una serie de contratos con diferentes personas mediante los cuales les otorgaba la disponibilidad de un vehículo registrado como taxi, abonándoles una suma fija y para que los utilizaran en un lapso determinado (en el caso de lunes a viernes de 6 a 18), no puede ampararse en que tal relación constituía un contrato de usufructo. Por el contrario, debe concluirse que entre las partes existió una verdadera relación laboral toda vez que no se cumplía con los requisitos que el Código Civil establece para la existencia de usufructo (arts. 2807 y concs.). Sala IV, 19/7/1996, “Buenos Aires Taxi S.A., v. Obra Social de Peones de Taxis de la Capital Federal, s./Acción declarativa”. La prestación personal realizada por el trabajador que conducía un automóvil taxímetro ajeno, destinado a la actividad lucrativa del trasporte de pasajeros, supone una gestión comercial por parte de su propietario, que hace necesario no admitir la interposición de figuras contractuales a efectos de encubrir, con diversas formalidades, la efectiva existencia de un contrato de trabajo. Sala II, 31/5/1999, “Castro, Miguel, v. Prieto, Nilda, s./Despido”. La modalidad con que se desarrolla la actividad de “remisero”, en la que éste aporta su propio vehículo y tiene a cargo el mantenimiento del mismo, quedándose con el 80 % de los importes recaudados por los viajes efectuados, y sin que esté sometido al poder disciplinario de el o los titulares de las agencias que los nuclean, excluye la existencia de una relación dependiente, por lo que cabe concluir que se trata de un trabajo autónomo. No empece dicha conclusión la circunstancia de que, conforme las ordenanzas vigentes, la actividad desarrollada por el servicio de autos de remises debe ser efectuada a través de “agencias” que obran como “proveedoras de clientes” y representantes de los propietarios de los vehículos para lo cual deba mantener un local con personal que diagrame los viajes y efectúe un contralor del estado de aquéllos, servicios éstos por los que percibe dicha agencia el 20 % de lo recaudado. Sala IV, 30/3/1999, “Blasiyh, Juan, v. Savino, Enrique, prop. Agencia del Italiano, s./Despido”. Changarín. Docentes. Viajantes. Cuidadores de enfermos. Tarjeteros. Inspector de vehículos siniestrados. Guías de turismo. Vendedores ambulantes. La naturaleza del trabajo de changarín por sí sola, no excluye la posibilidad de establecer una relación con vocación de permanencia, desde que la exclusividad y el cumplimiento de labores todos los días no son imprescindibles para tipificar un contrato de trabajo, por lo que si se comprueba que existió una incorporación permanente del trabajador a la empresa, por mínima que sea, alcanzaría para configurar el trabajo eventual caracterizado en la ley de contrato de trabajo. Sala X, 10/8/2000, “Gallico Macadar, Alejandro D. v. Aboud, Elías D y otro”, 2001-A,302. La naturaleza del trabajo de changarín por sí sola, no excluye la posibilidad de establecer una relación con vocación de permanencia, desde que la exclusividad y el cumplimiento de labores todos los días no son notas imprescindibles para tipificar un contrato de trabajo. Sala X, 10/8/2000, “Gallico Macadar, Alejandro D. v. Aboud, Elías D. y otro s./ despido” TySS,’01-247 La figura de la “changa” es ajena a nuestro derecho laboral y, por mínima que sea, alcanzaría a configurar el trabajo eventual caracterizado en la LCT. Sala X, 10/8/2000, “Gallico Macadar, Alejandro D. v. Aboud, Elías D. y otro s./ despido” TySS,’01-247 La fundación de enseñanza universitaria es una empresa, carácter no confinado a los emprendimientos industriales y comerciales ya que se conserva aun cuando los fines de la organización sean benéficos. Los docentes son, en ese contexto medios personales de los que la empresa se vale para la obtención de sus fines y ello define el rol del trabajador dependiente en el sentido del derecho del trabajo. Sala VIII, 23/3/1999, “De la Vega, Mavis H. v.Fundación Universidad de Morón s./despido” TySS ‘00-523. Los profesores regulares y los interinos son, en principio y a falta de estipulación expresa en otro sentido, trabajadores dependientes de la universidad, regidos por normas de derecho del trabajo. Sala VIII, 23/3/1999, “De la Vega, Mavis H. v./Fundación Universidad de Morón s./despido”.TySS, ‘00-523 La especial figura del viajante de comercio requiere un desempeño personal y habitual dentro de la esfera de subordinación, control, dirección y poderes disciplinarios del principal (art. 2, ley 14546 DT 1958-873). C. 2ª Trab. Mendoza, 24/4/1998, “Peschin, José, v. Cristalux S.A. y/o Cristalux S.A.I.C.” (DT 2000-B-2203). El hecho de que el trabajador fuese jubilado no es obstáculo para considerar la existencia de relación laboral dependiente. Sala III, 2/9/1993, “Girasole, José, v. Perú Automotores S.A. y otro”. Si la demandada contrató a la actora para que cuidara a su esposo enfermo no puede afirmarse que entre las partes haya existido un contrato de trabajo. Distinta sería la solución si la primera hubiera explotado una empresa dedicada al cuidado de personas enfermas, con fines de lucro, o —eventualmente— para satisfacer sentimientos altruistas (art. 5 LCT.), caso en el cual el desempeño en “tareas de cuidado de enfermos” podría describir el comportamiento de un trabajador en el sentido del derecho del trabajo. Sala VIII, 14/3/2000, “Gigena, Vilma, v. Guerrero de Martínez, Rosa, s./Despido”. Si la actora se desempeñó durante un lapso prolongado como enfermera particular cuidando a la esposa del demandado en su domicilio, durante tres días hábiles y domingos de por medio, en un horario amplio (de 8 a 20) y recibiendo órdenes de su empleador, así como una remuneración semanal, al no estar encuadrada en las categorías estructuradas por el decreto 7956, reglamentado por el decreto 326/56 que regula el trabajo doméstico, corresponde que dicho trabajo subordinado haga presumir la existencia de un contrato de trabajo (art. 23, LCT.). Especialmente si no se demostraron “circunstancias, relaciones o causas” de entidad suficiente para conformar la excepción prevista en dicha norma. (Del voto del Dr. Capón Filas.) Sala VI, 16/6/2000, “Leguizamón, Ana María, v. Celcer, Tadeo, s./Despido”. Una lectura normativa del régimen de contrato de trabajo concluye que, si bien frecuentemente el empleador es empresario en el sentido funcional del término, en determinadas ocasiones puede no serlo, recibiendo el trabajo ajeno y retribuyéndolo de acuerdo a las normas convencionales colectivas si existieren, o según los parámetros convenidos por los sujetos o las pautas sentadas por el empleador. En tal sentido debe considerarse contrato de trabajo la relación que hubo entre la enfermera profesional que prestó servicios cuidando a la esposa de su empleador en su domicilio, por un lapso prolongado y a cambio de una remuneración (arts. 21, 22 y 23, LCT.) (del voto del Dr. De la Fuente). Sala VI, 16/6/2000, “Leguizamón, Ana María, v. Celcer, Tadeo, s./Despido”. El tarjetero es una figura fundamental en la cadena de servicios de un local nocturno en cuanto de él depende, en gran medida, el acceso de personas razonables y el acercamiento de muchachas jóvenes. De ahí que la función de la persona que reparte tarjetas de invitación al local, en la calle, integre el ritmo empresario y debe ser calificado como trabajador subordinado. Salvo que el empresario demuestre que tal actividad fue realizada en base a otra causa jurídica. Sala VI, 8/4/1998, “Mele, Alejandro, v. Chacon, Fernando, s./Despido”. El hecho de que el inspector de vehículos siniestrados perciba una retribución bajo determinadas formalidades, carezca de horario fijo, se inscriba en la DGI, en la Caja de Autónomos y no tenga exclusividad, no implica una tarea autónoma, cuando ella se efectúa dentro del marco organizativo de una empresa ajena, en una actividad que hace esencialmente a los fines de esa empresa y sin la cual aquella no podría desarrollar su labor de aseguradora. Sala V, 31/10/1997, “Sampogna, Gabriel, v. La Plata S.A. Argentina de Seguros, s./Despido”. Teniendo en cuenta la legislación vigente y los principios generales del derecho del trabajo corresponde concluir que los servicios de una guía de turismo en una empresa de turismo configuran, generalmente, una relación de trabajo subordinada y no una locación de servicios. Dependerá de las características de la prestación, que sea por tiempo indeterminado o tenga la modalidad de eventual de acuerdo a la variabilidad de la demanda según las temporadas y épocas más o menos propicias en la ciudad de Buenos Aires. Sala V, 27/10/1998, “Cobo, Lilia, v. Agaxtur International S.R.L., s./Despido.” En el caso de los vendedores ambulantes que desarrollan las tareas en la calle, debe determinarse la existencia de contrato de trabajo entre éste y la empresa que le provee la mercadería y los elementos para comercializarla. En los casos dudosos corresponde ponderar algunos elementos que prevalecen sobre otros y a tal efecto, uno de los definitorios es la asunción de riesgos. Si se demostró que el actor no tomaba a su cargo ningún riesgo económico, no ponía capital propio para soportar pérdidas y obtener ganancias y únicamente aportaba su trabajo, sería irreal concluir que se trataba de un empresario. Sala X, 30/4/1997, “Benítez, Eduardo, v. Juárez, Carlos, y otro, s./Despido”. 4) Sujetos del contrato de trabajo Trabajador extranjero La ley aplicable al contrato de trabajo de un trabajador extranjero con residencia ilegal es la ley 22439 de migraciones y de fomento de la inmigración sin que pueda tener protección de la LCT., por aplicación de su art. 40. CCiv. Familia y Trab., Marcos Juárez, 17/5/2001, “Bravo Martínez, Jessica C. v. Ahumada, Rodolfo y/u otros” El contrato de trabajo de un trabajador extranjero con residencia ilegal, es nulo de nulidad absoluta con efecto “ex nunc”, de ahí que no puede ser denunciado para provocar el despido y sus consecuencias indemnizatorias, pero sí puede admitirse a su respecto el derecho a una contraprestación por la actividad efectivamente realizada –en el caso, diferencias salariales por incorrecto pago de la remuneración- en virtud de lo dispuesto por el art. 53 de la ley 22439, que rige en la materia. CCiv. Familia y Trab., Marcos Juárez, 17/5/2001, “Bravo Martínez, Jessica C. v. Ahumada, Rodolfo y/u otros” Es procedente el reclamo de diferencias salariales derivadas del sueldo anual complementario respecto de un trabajador extranjero con residencia irregular, pues al tratarse de un rubro integrativo del salario, queda comprendido en las disposiciones del art. 53 de al ley 22439. CCiv. Familia y Trab., Marcos Juárez, 17/5/2001, “Bravo Martínez, Jessica C. v. Ahumada, Rodolfo y/u otros” Es improcedente la indemnización por despido indirecto y falta de preaviso respecto de un trabajador extranjero con residencia irregular pues, al tratarse de una relación laboral nula de nulidad absoluta por violar las ley 22439, tales rubros implican la existencia de un contrato válido que se otorgan a sus disolución. CCiv. Familia y Trab., Marcos Juárez, 17/5/2001, “Bravo Martínez, Jessica C. v. Ahumada, Rodolfo y/u otros” Es improcedente la indemnización por vacaciones no gozadas de un trabajador extranjero cuya relación laboral viola la ley 22439 -en el caso, residencia ilegal-, pues importa un rubro no remunerativo que refleja la existencia de un contrato laboral válido, y no puede ser reclamado por quien no lo tiene a su respecto. CCiv. Familia y Trab., Marcos Juárez, 17/5/2001, “Bravo Martínez, Jessica C. v. Ahumada, Rodolfo y/u otros” Aun cuando se encuadre la relación laboral de un trabajador extranjero con residencia ilegal en el país dentro de las previsiones de la LCT., no configura injuria que justifique el despido indirecto la exigencia patronal de presentar documentos para regularizar la relación clandestina a su respecto, pues de trata de una intimación para el cumplimiento de una conducta impuesta por un imperativa legal. CCiv. Familia y Trab., Marcos Juárez, 17/5/2001, “Bravo Martínez, Jessica C. v. Ahumada, Rodolfo y/u otros” Es improcedente el reclamo por pago del sueldo anual complementario respecto de un trabajador extranjero cuya relación laboral viola la ley 22439 –en el caso, residencia ilegal-, pues al tratarse de un beneficio que integra la remuneración que se subordina a la liquidación final indemnizatoria dentro de la denuncia que puede hacer un trabajador que se adecue a la ley laboral, no puede ser reclamado por quien no tiene un contrato de trabajo válido a su respecto. CCiv. Familia y Trab., Marcos Juárez, 17/5/2001, “Bravo Martínez, Jessica C. v. Ahumada, Rodolfo y/u otros” Sociedades El art 271 de la ley 19550 permite que los directores celebren con la sociedad contratos que sean de la actividad en que ésta opere, siempre que se concierten en las condiciones del mercado. Pero el contrato de trabajo no se halla incluido pues el deber de lealtad prohibe al presidente del directorio intervenir siquiera en su propia contratación, pues, de hacerlo, el acto sería nulo por prohibición de objeto (art. 953 C. Civil) y en el marco del art. 41 LCT merecería la tacha de ilicitud por contrariar las buenas costumbres. Sala VIII, 16/2/2001, "Azar, Miguel v. Saveling S.A. s. Despido" El presidente de una sociedad anónima es el representante legal y no se encuentra tutelado, en principio, por el art. 27 LCT, pues de lo contrario el propio órgano de la persona jurídica estaría subordinado a sí mismo y no es lógico suponer que quien obliga a la sociedad con sus actos, contrate con sí mismo y pueda revestir el doble carácter de empleador y empleado. Ello en nada obsta para que por Asamblea Extraordinaria se disponga el cese de su designación como presidente ya que esta decisión nada tiene que ver con el despido en los términos de un contrato de trabajo. Sala VIII, 30/3/2001, "Palacios Segura, Omar v. Diapfa S.A. s. Despido” En principio, los directores de una sociedad anónima, al investir ese cargo, constituyen el órgano directivo de la sociedad y no pueden, por tanto, encontrarse subordinados jurídicamente al ente societario, vale decir que no se da el presupuesto de recibir órdenes, sino que como integrante del directorio contribuye a la elaboración de ellas y ese vínculo del director con la sociedad queda encuadrado dentro del marco del derecho comercial y no del laboral. Sala III, 31/8/2000, “Etcheverz, Juan, v. Advanced Telemedia International Argentina S.A., y otro, s./Despido”. Si bien es cierto que la ley admite, como uno de los efectos de la personalidad jurídica reconocida a las sociedades, la separación patrimonial de estos sujetos de derecho respecto de sus integrantes y que este principio legal debe mantenerse y respetarse en tanto no se violen reglas superiores del ordenamiento jurídico que hagan aplicable el criterio de funcionalidad sustentado por el art. 2 de la ley 19550, ello no impide que se aplique la doctrina de la penetración de la persona jurídica cuando se advierta la utilización abusiva de tal ficción legal para perjuicio de los trabajadores. Sala I, 17/9/1997, “Ebener, Ricardo, y otros, v. La Perla de Flores S.R.L. y otros, s./Despido”. Cuando una UTE es el empleador, en realidad lo que ello significa es que la relación se da con los integrantes de dicha UTE, quienes responden frente al dependiente en los términos acordados (art. 378, incs. 6 y 8, ley 19550), por lo que no hay solidaridad entre ellos si no está estipulada (art. 381) y, de omitirse toda estipulación al respecto, responderán en partes iguales (arts. 690 y 691, CCiv.). Sala III, 23/9/1997, “Díaz, Francisco, v. Huarte S.A. y otros, s./Accidente”. La normativa legal aplicable (ley 22903 modificatoria de la Ley de Sociedades) determina que las uniones transitorias de empresas no son sujetos de derecho ni configuran sociedades. Por ello, la situación procesal asumida por cada uno de los integrantes de tal instituto sólo genera una relación obligacional contractual individual en orden a cada emprendimiento y con referencia a cada persona jurídica. Sala II, 9/6/1999, “Sánchez Amuchástegui, Gustavo, v. Empresa Diteco S.A. y otros, s./Despido”. Los socios y aquellos que contraten en nombre de una sociedad en formación quedan ilimitada y solidariamente obligados por las operaciones sociales que realicen, asumiendo una responsabilidad personal frente a los terceros. Esto es así porque la sociedad no existe hasta tanto finalice el proceso de constitución (arts. 21 a 26 de la ley 19551), finalización que no tiene eficacia retroactiva. Sala VII, 20/5/1999, “Bermúdez, Raúl, v. Selk S.A. y otros, s./Despido”. Los directores, fundadores, administradores y la propia sociedad en formación responden ilimitada y solidariamente de las obligaciones surgidas de los contratos laborales concertados antes de la inscripción del contrato social salvo que el acto base del reclamo fuera necesario para la constitución de la sociedad o se haya realizado en virtud de una facultad expresa conferida en el acto constitutivo. En tales casos se los considerará actos originariamente cumplidos por la sociedad, y los promotores, fundadores y directores quedan liberados frente a terceros de las obligaciones emergentes de aquéllos (art. 184 de la ley 19550). Sala I, 29/5/1999, “Zorer, Christian, v. Ciotra, Ricardo, y otros, s./Despido”. La simple designación de uno de los socios como director técnico de una farmacia en cumplimiento de la ley 17565, no conlleva necesariamente la existencia de un contrato de trabajo. Sala VIII, 26/2/1999, “Obra Social del Personal de Farmacia v. Gran Ferrari S.C.S., s./Cobro de aportes o contribuciones”. No acreditándose que el socio comanditado se encuentre bajo subordinación particularmente jurídica de los comanditarios o terceros, resulta improcedente considerarlo dependiente, pues es justamente quien tiene por ley las facultades de administración y representación de la sociedad. Sala VIII, 26/2/1999, “Obra Social del Personal de Farmacia, v. Gran Ferrari S.C.S., s./Cobro de aportes o contribuciones”. La condición de accionista que una sociedad pudiera tener respecto de otra que empleó al trabajador no genera per se una extensión de la responsabilidad en un régimen cuyos pilares son la limitación de ella al capital accionario comprometido y la existencia de personalidades jurídicas diferenciadas entre la sociedad y las personas o sociedades que son sus accionistas. Sala VIII, 22/2/1999, “Fassone, Ángela María, v. Cigna International Holdings y otro, s./Diferencias de salarios”. Conjunto económico Si el trabajador inició y mantuvo un contrato de trabajo con una empresa que ha estado bajo la dirección, control o administración de personas que luego han sido integrantes de otra sociedad que se dedica a la misma actividad, ambas empresas constituyen un conjunto económico de sociedades e integrantes, sobre todo si existe concordancia de actividades y las personas que componen ambas sociedades están vinculadas familiarmente. Acreditada una continuidad en el giro empresario, se configura una hipótesis de responsabilidad solidaria de las codemandadas a los fines de las obligaciones contraídas por cada una de ellas con sus trabajadores. Sala X, 16/7/1999, “Alcaraz, Antonio del Valle, v. Carlos León Nuss S.R.L., s./Despido”. Dos o más sociedades conforman un conjunto económico permanente cuando a la comunidad de capitales y directores que hay en las empresas integrantes de aquél, se añade la comunidad de personal, el cual es intercambiable y pasa de una sociedad a otra siguiendo las necesidades del servicio, de modo que queda configurada una sola relación en la que ambas empresas son responsables solidariamente de las obligaciones emergentes de su carácter de empleador. Para que se configure un conjunto económico empresarial en los términos del art. 31, LCT., debe existir unidad económica desde la perspectiva del control de empresas, resultando procedente la condena solidaria de los entes que conforman el grupo sin mediar maniobras fraudulentas o conducción temeraria de modo que hayan perjudicado al trabajador y disminuido la solvencia económica de la demandada. Sala I, 6/6/1997, “Giorgini, Sixto, v. Fuiltrona S.R.G. y otro, s./Despido”. Cuando se trata de dos sociedades (en el caso casi homónimas), dedicadas ambas a la misma actividad (industria de la construcción), que poseen el mismo domicilio societario, con sus registraciones laborales en idéntico lugar y a cargo de la misma persona que utiliza la misma línea telefónica, con personal que se desempeña en las mismas obras y que, abruptamente, dejan de pertenecer a una de ellas e ingresan a la otra y viceversa, que derivan la atención de sus problemas laborales a letrados que actúan de manera tan coordinada que, tanto al contestar demanda como al expresar agravios coinciden prácticamente en forma textual en reiterados párrafos, no resulta irrazonable poner a cargo de las legitimadas pasivas la demostración fehaciente de que no poseen ninguna vinculación entre sí y que no conforman un conjunto económico de carácter permanente. Sala X, 31/3/1997, “Sarmiento, Pablo, v. Sade y otro, s./Despido”. Cuando una persona jurídica, apartándose de los fines para los que fue creada, abusa de su forma para obtener un resultado no querido al otorgársele esa prerrogativa, debe descorrerse el velo de su personalidad para penetrar en la real esencia de su sustracto personal o patrimonial y poner de manifiesto los fines de los miembros cobijados tras su máscara (Sala V, 18/2/1985, “Insfran, v. Arroyo S.R.L. y otro”). En el caso concreto, los elementos de prueba acreditaron que las codemandadas atomizaron su responsabilidad patrimonial (constitución de distintas sociedades para cumplir con su objetivo societario) como un medio de vulnerar derechos laborales. Para más, al momento de absolver posiciones, resultaron representadas por el mismo sujeto físico que se presentó como gerente de relaciones laborales de ambas empresas. Por todo ello, corresponde declarar la responsabilidad solidaria de ambas codemandadas en los términos del art. 31, LCT. Sala V, 28/2/1997, “Saires, Miguel, v. Ramona S.A. y otro, s./Accidente ley 9688”. Cooperativas de trabajo Las personas enviadas por una cooperativa de trabajo a prestar servicios para terceros, se encuentran ligadas a ésta por una relación laboral (art. 27 de la LCT.) y no pueden ser consideradas socios. Se trata de una formalidad sin contenido real, toda vez que no realizan aporte alguno de trabajo a la cooperativa, sino a otra persona jurídica y reciben como contraprestación un pago de carácter salarial por la realización de tareas como trabajadores y no como socios. Sala VII, 27/5/1999, “Peña, Nélida, v. Finexcor S.A. y otro, s./Despido”. La calidad de socio cooperativo no obsta la aplicación de las normas que rigen el contrato de trabajo y también las que regulan el trabajo subordinado, ya que el art. 27 de la ley 20337 no las excluye expresamente, al punto que cada asociado se presenta ante la sociedad en el doble carácter de asociado y trabajador subordinado, sin desmedro de que este principio de carácter general es cuestión de hecho subordinada por consiguiente a la interpretación judicial. Sala VII, 10/6/1999, “Vázquez, Héctor, v. Nestlé S.A. y otro, s./Despido”. Lo que define la figura del trabajador, en el sentido del derecho del trabajo, es su calidad de medio dentro de una organización empresaria ajena (arts. 5, 21, 22, 23, LCT.), y ella podría darse aun en defecto de los signos exteriores mencionados, por ejemplo en los casos de simulación mediante la adopción de una figura contractual, en que regularmente no aparecen ostensibles. El socio de una cooperativa de trabajo se comporta como un trabajador pero no lo es, porque la empresa por cuya cuenta presta los servicios no es ajena, lo que obsta a la aplicación del art. 27, LCT. Sala VI, 19/5/1986, “Sorín, Gregorio, v. Comi Cooperativa de Medicina Integral Ltda.” (T.ySS 1986-1015). En las cooperativas de trabajo son los propios asociados los que democráticamente ejercen el gobierno y la administración de su empresa. Todos los socios gozan de iguales derechos y obligaciones, siendo electos y elegibles en los cargos directivos. No corresponde asimilar por tanto la subordinación que caracteriza al contrato de trabajo, con la obligación del socio cooperativo de acatar las instrucciones necesarias del ordenamiento interno requeridas para el cabal cumplimiento del trabajo conjunto, y de las finalidades económicas de la empresa común, ya que en este último caso la prestación de servicio se hace como acto cooperativo, mientras que en el primero (contrato de trabajo) se configura una relación de empleo. La dación de trabajo es el servicio que la cooperativa presta a sus asociados, y no existe, pues, la posibilidad de considerar el trabajo de éstos como una obligación de terceros, ya que, sin ella, la cooperativa carecería de objeto. Sala VIII, 7/2/1997, “Fernández, Rodolfo, v. Cooperativa de Trabajo Seguridad Integral Ltda., s./Despido”. Estado extranjero. Inmunidad diplomática Las conclusiones del Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto al no reconocer inmunidad diplomática a un ente extranjero se imponen por sobre las vertidas por la propia embajada del país al que aquél pertenece. Sala IX, 26/2/1999, “Reynals, Mercedes Noemí, v. Korea Trade Center, s./Despido”. Es el Poder Ejecutivo nacional quien conduce las relaciones exteriores de la Nación y no cabe duda acerca de que el manejo de dichas relaciones comprende la posibilidad de discernir cuáles son las dependencias u oficinas a las que se reconoce el carácter de representación diplomática de un país extranjero. Sala IX, 26/2/1999, “Reynals, Mercedes Noemí, v. Korea Trade Center, s./Despido”. Por aplicación de lo previsto en el art. 33, 3er. párr., de la Convención de Viena sobre Relaciones Diplomáticas, las representaciones extranjeras deben cumplir con las disposiciones de seguridad social vigentes en el Estado receptor dado su carácter de empleadores. Sala IX, 26/2/1999, “Reynals, Mercedes Noemí, v. Korea Trade Center, s./Despido”. 5) Contrato de empleo público La aplicabilidad de la LCT a un organismo estatal en principio excluido no implica modificar la naturaleza de la relación de empleo público, ya que a través de alguno de los mecanismos del art. 2 de aquélla, sus normas son recibidas por el derecho administrativo. Tampoco implica abrir la competencia del fuero del trabajo, porque la regla del art. 20 de la ley 18345 debe ser entendida en el contexto de la relación jurídica sustancial. Producida la mencionada recepción, las normas de la LCT dejan de ser, en ese preciso ámbito, regulatorias de una relación de derecho privado, convirtiéndose, por adopción, en derecho administrativo. Y, por ser de ese carácter la relación de fondo, son los jueces en lo contenciosos administrativo federal - o locales si se trata de provincias o entes de las administraciones provinciales- los competentes, tal como lo son los jueces federales para entender en cuestiones laborales que se susciten en jurisdicción nacional. Sala VIII, 27/10/2000, "Masnatta, Carlos v. Instituto Nacional de Reaseguros s. Despido" La sola celebración de un contrato con una institución de la Administración pública no convierte al dependiente en un empleado público. Para ello es necesario que su prestación corresponda a las actividades comprendidas en el régimen normal de la función pública y esté sujeto a los requisitos que establece la reglamentación respectiva. Sala VII, 11/2/2000, “Goett, Silvia, v. Inst. Nac. de Obras Sociales para el Personal de la Admin. Púb. Nac., s./Despido”. Las personas que cumplen servicios para la Administración pública (lo que comprende a los organismos autárquicos como el Banco Central de la República Argentina), aun cuando se les otorgue el carácter de agentes dentro del escalafón, no por ello quedan incluidos en la aplicación de la ley laboral que, en principio, los excluye expresamente (art. 2, inc. a, de la LCT.). Toda contratación ad hoc, sin decisión expresa que ubique al contratante en el ámbito específico del derecho del trabajo por parte del ente público que interviene en la relación impone al contrato o contratos que suscriben, la calificación jurídica de “acto administrativo”, sin que sea subsumida dentro del derecho laboral. Y si bien a través de estas contrataciones se marginaría el régimen de estabilidad de los empleados públicos, ello no autoriza a que el remedio se busque fuera del derecho administrativo. Sala I, 16/10/1997, “Loyola, Néstor, v. Banco Central de la República Argentina, s./Despido”. Constituye un uso abusivo y fraudulento del régimen básico de la Administración pública la implementación de contratos que son permanentes (art. 16 de la ley 22140) pero están regidos por las normas previstas en un contrato ad hoc que priva a los agentes de todo derecho a la estabilidad. Esta forma de actuación viola la Constitución nacional cuyo art. 14 bis establece la protección contra el despido arbitrario. Sala VI, 27/2/1998, “Woll, María, v. Instituto Obra Social para el Personal de los Ministerios de Salud y Acción Social y Trabajo y Seg. Soc., s./Despido”. Dentro del concepto de empleo público están comprendidos tanto los supuestos de incorporación permanente a los cuadros de la Administración, como aquellos del personal contratado y temporario (Fallos 311:216), marco éste ajeno al derecho privado —laboral o no laboral— y propio de la normativa administrativa (Fallos 320:74 y sus numerosas citas). (Del dictamen del procurador general de la Nación del 29/4/1999 cuyos fundamentos hacen suyos los ministros Moliné O’Connor, Fayt, Belluscio, Petracchi, Boggiano, López, Vázquez y Bossert). Corte Sup., 5/10/1999, “Casteluccio, Miguel, v. Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires, s./Despido”. Frente a la existencia de un régimen jurídico específico reglamentario de los derechos de los dependientes de un organismo estatal, provincial o municipal, y a la disposición del art. 2, inc. a, de la Ley de Contrato de Trabajo, es inatendible en ausencia del acto de inclusión que exige el precitado art. 2, la pretensión del actor de que su situación se excluya del régimen del derecho público, para regirse por el derecho laboral (del dictamen del Procurador General de la Nación del 29/4/1999 cuyos fundamentos hacen suyos los ministros Moliné O,Connor, Fayt, Belluscio, Petracchi, Boggiano, López, Vázquez y Bossert.) Corte Sup., 5/10/1999, “Casteluccio, Miguel, v. Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires, s./Despido”. El art. 14 del laudo 15/91 debe ser interpretado en el sentido de que luego de decidida la prórroga de un interinato, vencidos los primeros seis meses, el agente “interino” sólo puede cesar cuando la vacante sea cubierta mediante un concurso. Aun cuando la redacción del dispositivo convencional pueda resultar no suficientemente clara al respecto, la situación debe ser zanjada a favor del agente (art. 9, LCT.), toda vez que la convenciones colectivas son una fuente autónoma de derecho y para su interpretación deben aplicarse los mismos principios que las normas laborales y no los que rigen para los contratos de derecho común (Cfr, voto Dr. Scotti en plenario 296, “Cano, Horacio, v. DGI, s./Incumplimiento de bonificación”). Sala X, 27/12/1999, “Waissmann, Guillermo, v. Estado Nacional y otro, s./Nulidad de resolución”. Según lo resuelto por la Corte Suprema en los autos “Leroux de Emere, Patricia, v. Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires” (30/4/1991), el alto tribunal, en composición ampliada, acató el alcance y efectos de su doctrina hasta entonces, pues de ese fallo se desprende que, a juicio de la Corte, no es admisible sostener que la aplicación de las leyes laborales a gran parte de estas “contrataciones” resulte simplemente del acto de celebración del contrato entre la persona física y la Administración si de su texto no resulta la voluntad de ésta de incluir a aquélla en el régimen laboral común, no administrativo. En suma, es indispensable, a fin de que opere dicha consecuencia tipificadora de la relación así entablada, un acto expreso de sometimiento, inserción o de autolimitación de la persona pública estatal a la LCT., como exige el art. 2 de la misma. Para más, tampoco surge de los contratos acompañados en este caso concreto que las partes hubieran ajustado la aplicación de salarios u otras condiciones de labor a las disposiciones emanadas de la ley 12908. Sala V, 6/12/1996, “Moreno, Sergio, y otros, v. Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires, s./Despido”. Si bien el máximo tribunal ha sostenido que hay que atenerse a la intención de las partes en oportunidad de la celebración de los contratos y a que de ellos debe surgir la inclusión del trabajador en el régimen de la LCT. con aplicación del art. 2, inc. c (“Peralta Herrera, Walter, y otros, v. Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires”, 2/3/1993); cuando nos encontramos con una contratación fraudulenta y desprovista de toda legitimidad, tendiente exclusivamente a cercenar derechos al trabajador, en oposición a expresos dictados de la CN., no puede hacerse valer la voluntad expresada por las partes o por un contrato que de por sí carece de toda validez. En tal situación excepcional corresponde aplicar la norma de rango superior que garantiza a todo trabajador, público o privado, un resarcimiento en supuesto de despido arbitrario. Sala VI, 10/9/1996, “Ramonet, Conrado, v. I.S.S.B. Instituto de Servicios Sociales Bancarios, s./Despido”. La Corte Suprema declaró: “no es posible sostener que la relación de empleo se halla regida por la ley laboral común frente a la existencia de un régimen jurídico específico que reglamenta los derechos de los dependientes del organismo estatal y la disposición del art. 2, inc. a, de la LCT., según el cual el régimen no es aplicable a los dependientes de la Administración pública, salvo que por acto expreso se los incluya en éste o en el de las convenciones colectivas de trabajo” (cfr. Corte Sup., causa L, 441-XXII, “Leroux de Emede, v. M.C.B.A.”, 30/4/1991) cuya doctrina fue acogida por el procurador general del trabajo al dictaminar en los autos “Negreyra, Osvaldo, v. Círculo de la Fuerza” y que la sala III al fallar los hizo propios (sent. del 19/8/1991; DT 1991-B1858). En tal sentido, nada obstaba para que la obra social demandada, por acto expreso, sometiera la relación jurídica con la actora a la órbita de la LCT., si ésa hubiera sido su intención. Sala V, 13/8/1996, “Scherman, Emilia, v. Instituto de Obra Social para el Personal de los Ministerios de Salud y Acción Social y de Trabajo y Seguridad Social de la Nación, s./Despido”. 6) Contrato de trabajo entre familiares La relación de trabajo del padre que se desempeñó como cajero con horario reducido –2 a 4 horas nocturnas- de la farmacia en la cual su hijo y nuera eran socios mayoritarios, puede calificarse como de naturaleza familiar y, por ende, ajena a la legislación laboral, máxime cuando sus potenciales prestaciones eran “compensadas” con los ingresos societarios personales de sus familiares. Sala V, 20/2/2001, “Rotemberg, Julio v. Farmacia Cabildo 3673 SCS s./ despido” TySS 01’425 Si bien no puede haber contrato de trabajo entre cónyuges con fundamento en las específicas prohibiciones de celebrar contrato de compraventa que establece el art. 1358 del Código Civil y art. 27 de la Ley de Sociedades, el concubino y la relación laboral no son incompatibles, dependiendo la resolución del caso de la situación fáctica acreditada en la causa. Sala II, 3/6/1999, “Locmanidis, Esteban, v. Suede S.A., s./Despido”. Nada obsta a que exista contrato de trabajo entre personas que tienen una relación familiar, pero a fin de que pueda aseverarse que el trabajo realizado es solamente en virtud de un vínculo familiar deberá acreditar ciertos presupuestos de hecho que lo justifiquen, tales como la convivencia con el empresario, que se trata de una tarea que haga al sostén del grupo familiar o que el trabajo no corresponda al medio de vida de quien lo prestó. Sala III, 30/10/1995, “Maldonado, Juan, v. Bravo, Ana María, s./Despido”. 7) Presunción art. 23, LCT. El mero hecho de las labores causa la presunción de la relación laboral, debiendo el probable empleador demostrar que la vinculación tuvo su origen en otra causa. Dado que el texto legal no distingue, cabe aplicarlo también a los profesionales universitarios. Sala VI, 4/4/2001, “Martín Romero, Margarita v. Hospital Británico de Buenos Aires SA s. despido” TySS ‘01- 758 Si bien la prestación de servicios lleva a presumir la existencia de relación laboral y esta presunción cobra operatividad aun cuando se invoquen figuras no laborales para caracterizar el contrato, ello es así siempre que por las circunstancias del caso no se pueda calificar de empresario a quien presta el servicio. Sala III, 31/8/2000, “Etcheverz, Juan C. v. Advanced Telemedia International Argentina S.A. y otro s. despido” TySS 01-239. El art. 23 de la LCT, no deriva “strictu sensu” en una inversión de la carga de la prueba sino en una presunción a favor del trabajador. CNCom., Sala B, 12/4/2000, “A.T.C. s./concurso preventivo s./incidente de verificación por Héctor gonzález” TySS,’00-459. El expreso reconocimiento por la demandada de la ejecución de las actividades que el actor denuncia en la demanda, lleva a presumir la existencia de un contrato de trabajo, aunque se utilicen figuras no laborales, salvo prueba en contrario, o que se demuestre que quien presta el servicio reviste la calidad de empresario, todo lo cual está a cargo del demandado acreditar, según el art. 23 LCT. CApel. Concepción del Uruguay (Entre Ríos), Sala del Trabajo, 29/2/2000, “Gussali, Celia S. v./Maxi Mayorista “Yaguar” y/u otros s./indemnización por despido” TySS, ‘00-930 La presunción contenida en el art 23 de la LCT no resulta aplicable al Régimen de Pasantías regulado por el decreto 340/92 y el decreto 93/95. Sala II, 8/11/2000, "Zelicovich, Perla v. Empresa Líneas Marítimas Argentinas S.A. s. Despido" No es procedente la interpretación del art. 23, LCT., que restringe la operatividad de la presunción al caso en que se hayan acreditado servicios prestados en relación de dependencia. De ese modo se esterilizaría el propósito de la norma. La relación de dependencia es, precisamente, la piedra de toque de ese concepto, por momentos inasible, que es el contrato de trabajo. Si existe relación de dependencia existe seguramente contrato laboral, hasta tal punto que ambas expresiones suelen usarse como sinónimas en el ámbito de las relaciones jurídicas. En estas condiciones, afirmar que “la prestación de servicios hace presumir la existencia de un contrato de trabajo” tan sólo cuando estamos seguros de que tal prestación se ha cumplido en relación de dependencia equivaldría, en la práctica, a sostener que la presunción del contrato de trabajo requiere previa prueba del mismo contrato. Sala III, 19/8/1997, “Correa, Silvia, v. Argenseg S.A., s./Despido”. No debe presumirse que media relación laboral sino un contrato de alquiler y de locación de obra, cuando la actora reconoce como propios los elementos e instrumental con que trabaja y arregla el precio. Asimismo, la actividad de la actora como manicura, pedicura y depiladora no es esencial o no necesariamente se presta en una peluquería. Sala I, 27/6/1997, “González, Victoria, v. Cartasso, Rubén, s./Despido”. Una institución deportiva es una empresa, en los términos del art. 5, LCT., por lo que la prestación personal de servicios vinculados con el objeto de la explotación genera la presunción de un contrato de trabajo (art. 23, LCT.), salvo prueba en contrario. (En el caso, la demandada intentó una asimilación de la condición de aficionados amateurs del equipo deportivo y la de quien se desempeñaba como entrenador.) Sala VI, 20/6/1997, “Ferreyra, Carlos Rubén, v. Asociación Atlética Argentinos Juniors, s./Despido”. La presunción consagrada en el art. 23 de la LCT. no lo es de un modo absoluto, reconoce excepciones “cuando por las circunstancias, las relaciones o causas que lo motiven se demostrase lo contrario” (primer párrafo), así como sólo incluye el uso de figuras no laborales “en tanto que por las circunstancias no sea dado calificar de empresario a quien presta el servicio”. En tal sentido, si la demandada ha sostenido que la actora prestó servicios en el marco de sucesivos contratos de locación de obra (realizaba la limpieza en un estudio jurídico), la presunción en cuestión determina la inversión de la carga probatoria, de tal forma que quien alega la inexistencia de la relación laboral, debe probar tal extremo. Sala III, 23/8/1996, “Vallejos de Monteyro, Blanca, v. Darritchon, Luis, s./Despido”. Habiéndose negado la existencia de la relación laboral invocada por el actor, pero reconociendo la accionada el hecho de la prestación de servicios, sosteniendo que se trata de un concesionario, hace aplicable al caso la presunción del art. 23 del régimen de contrato de trabajo, por lo que correspondía a la accionada —quien alegó la existencia de una figura no laboral— la prueba en contrario que desvirtúe dicha presunción, pues ha quedado claramente superada e inactual, a partir de la sanción del artículo citado, la jurisprudencia que sostenía que negada la relación laboral, quien debía probar era el actor. Cámara del Trabajo, Córdoba, sala 6, 21/6/1993, “Ferreyra, Carlos A., v. Sancor Coop. Unidas Ltda.” (DT 1993-B-1432). 8) Presunción del art. 57, LCT. Silencio del empleador Si bien es cierto que el art. 57, LCT., se refiere a las intimaciones del trabajador, no existen motivos, en principio, para no aplicarlo a las derivadas de la otra parte de la relación laboral, sobre todo teniendo en cuenta que el fundamento de tal exigencia se encuentra en la razonabilidad y la buena fe. Sala V, 9/12/1992, “Roldán, Norma del Valle, v. Establecimiento Modelo Terrabussi S.A.I.C., s./Despido”. REGISTRACION . EMPLEO NO REGISTRADO 1) Libro del art. 52, LCT El art. 52 de la LCT. obliga a los empleadores a llevar el libro especial, y el art. 55 establece una presunción en favor de las afirmaciones del trabajador sobre las circunstancias que deben constar en esos asientos cuando no existan en los libros o registros. Ni esas normas ni ninguna otra de la LCT. establecen que los libros prueben en favor de la empresa, aunque pueden probar en contra. Sala IV, 30/12/1991, “Miletti, Juan Carlos, v. SADE S.A., s./Dif. de salarios”. El art. 52 de la LCT. no impone la obligación de registrar en el libro especial el horario de trabajo del trabajador, ni menos mediante el sistema de “tarjetas reloj”, que tampoco integran la documentación complementaria a que se refiere el art. 43 del Código de Comercio. Del 18/8/1985, “Constantino, Enrique Raúl, v. Esar S.R.L.”. La falta de inscripción del trabajador en los libros del empleador no constituye prueba contundente respecto de la ausencia de relación laboral; tales libros, aun llevados en legal forma, no hacen plena prueba de su contenido, si existen otros elementos que los contradigan, ya que los datos allí volcados derivan exclusivamente del empleador (cfr. sala I, 31/10/1983, “Maidana, Agustín, v. Andreucci, Orlando”). Sala I, 29/2/1984, “Armocida, Roberto Salvador, v. Crush S.A. y otros”. 2) Presunción del art. 55, LCT. Si el empleador no posee registraciones laborales rige en plenitud la presunción contenida en el art. 55 de la LCT., si la cifra invocada en el inicio no resulta exagerada ni inverosímil, teniendo en cuenta que los parámetros convencionales poseen un carácter mínimo que puede ser superado a favor de los trabajadores. Sala X, 20/9/2000 “Coleur, Sergio D. v. Frigorífico La Nona SRL y otros”, 2001-A, 122 Si la empleadora no llevaba la planilla de horas suplementarias prevista por la ley 11544, cabe resolver que es aplicable la presunción a favor de la cantidad de horas extra denunciadas por el trabajador, en acatamiento de la doctrina vinculante del Superior Tribunal en los autos “Villalba v. Hotelera” (En el caso, el empleador llevaba una minuciosa registración de las mismas en el libro del art. 52 LCT, coincidente con los recibos de haberes y las tarjetas horarias). CApel. Concepción del Uruguay (Entre Ríos), sala del trabajo, 22/2/2000, “Cañete, Oscar L. v. Super S.A. s./horas extra y otros” TySS’00-931 Probado el desempeño por el trabajador durante horas extras corresponde aplicar la presunción del art. 55 LCT. Sala X, 17/7/2001, “Liewiski, Laura S., v. Juncadella S.A. s./ Despido” La realización de trabajo en exceso no puede presumirse a partir de la no presentación por parte de la demandada de las llamadas "tarjetas reloj" o planillas de ingreso y egreso. La presunción contenida en el art. 55 LCT sólo es operativa en caso de falta de presentación de la documentación de los registros laborales de los que habla el art. 52 del mismo cuerpo legal y la pautas para justificar las horas extras no se aparta del régimen general de la prueba aplicable al resto de los hechos litigiosos. Sala II, 11/4/2001, "Kalbermatter, Carola, v. Centro de Asesoramiento Estético S.A. s./ Despido" Dado que las horas extra no constituyen un dato que deba figurar en los registros laborales, no se produce la inversión de la carga de la prueba prevista por el art. 55 LCT. y por tanto no cabe tenerlas por acreditadas en base a la presunción legal. Sala X, 9/5/2001, “Unión del Personal Civil de las Fuerzas Armadas de la República Argentina v. Estado Mayor de la Fuerza Aérea –Círculo de la Fuerza Aérea” T ySS ‘01-582 La falta de exhibición de las planillas horarias no trae aparejada ninguna consecuencia para la empleadora demandada puesto que no existe disposición legal o reglamentaria que obligue a conservarlas ni exhibirlas, ni cabe a su respecto aplicar la presunción emergente del art. 55 de la LCT., que sólo puede proyectarse en relación a las obligaciones impuestas al empleador en el art. 52 de la LCT. (en el caso, se dispuso que recae sobre el accionante la carga procesal de acompañar la prueba de la que intente valerse a los efectos de acreditar la “negativa de tareas” invocadas). Sala I, 30/11/2000, “Puebla, Antonio v. Segubank S.R.L.”. En el mismo sentido, Sala II, 8/9/1994, “Villaboa de Merolla, Alicia Zunilda, v. Argos Cía. Argentina de Seguros Generales S.A., s./Despido”.) No corresponde acoger el reclamo por horas extras si las pruebas aportadas en tal sentido no revisten el carácter riguroso que deben tener para habilitar esta pretensión mientras que la presunción que establece el art. 55 de la LCT. no resulta aquí operante porque la realización de horas extras no es un hecho que deba asentarse en el libro del art. 52 de la LCT.. Sala VI, 25/8/2000, “La Porta, Silvia E. v. Simeone Mario”, 2001-A 118 La falta de exhibición de tarjetas horarias no trae aparejada ninguna consecuencia para la accionada por cuanto no existe disposición legal o reglamentaria que obligue a conservarlas ni tampoco a exhibirlas, por lo que es carga del trabajador la prueba respectiva para acreditar el horario laborado. Sala I, 31/3/1998, “Iglesias, Jorge N. v. Panter S.R.L. y otros” TySS ‘00-739 (96) La presunción del art. 55, LCT., no resulta aplicable en materia de horas extras porque el horario de tareas no es uno de los requisitos que debe constar en el libro que manda llevar el art. 52 de dicha ley. Sala IV, 3/4/1997, “Ortiz, Juana, v. Hogares Stella Maris S.R.L., s./Despido”. Si bien los arts. 55 y 56 de la LCT., 56 de la LO. y 165 del CPCCN. crean una presunción a favor de las afirmaciones del trabajador y facultan, en verdad, a los magistrados a fijar el importe del crédito de que se trata, esto debe hacerse “por decisorio fundado” y “siempre que su existencia esté legalmente comprobada”. Corte Sup., 25/6/1996, “Caamaño, Ernesto, v. Interior Wear S.A.”. La circunstancia de que los datos consignados en los registros laborales de la empleadora no se compadezcan con la realidad lleva a proyectar, respecto de la remuneración denunciada al demandar, la presunción emergente del art. 55 de la LCT., pero cabe remarcar que la Corte Suprema ha calificado como arbitraria la proyección lisa y llana de ese precepto sobre la suma denunciada cuando no se advierte la debida proporción entre esa remuneración y la tarea cumplida en ausencia de elementos que posibiliten desentrañar su justificación en el caso concreto. Corte Sup., “Ortega, Carlos, v. Seven Up Concesiones S.A.I.C. y otro”, 10/7/1986; y “Miller, Beatriz, v. Briet, Joan”, 9/12/1993. Sala II, 25/2/1997, “Orona, Alfredo Daniel, v. Club Atlético Huracán, s./Despido”; Sala II, 31/5/1996, “Nieto, Ricardo, v. LR3 Radio Belgrano, s./Despido”. Sala II, 17/8/1995, “Salinas de Allende, v. Zinger, Bertha, s./Despido”. En materia de prueba de la remuneración no se deben aplicar principios rígidos y las controversias que se planteen deben resolverse en cada caso de acuerdo a sus particularidades. Desde tal perspectiva, la negativa genérica formulada en el responde acerca de la remuneración que percibía el actor, no exime a la demandada de asumir la carga probatoria que resulta del segundo párrafo del art. 377 del CPCCN. Sala I, 16/9/1997, “Romana Choque, Sebastián, v. Castillo, Juan Carlos, s./Despido”. 3) Pago en negro. Violación de la ley y del orden público Pago en negro El dependiente que percibe salarios en forma clandestina no resulta un partícipe en la antijuridicidad de tal conducta sino su víctima, a quien el legislador ha querido compensar “incondicionalmente” las diferencias de los beneficiarios del sistema hasta cubrir el 82 % con relación a lo percibido por los agentes en actividad (del voto del Dr. Morell, en mayoría). Sala V, 15/8/1997, “Malbrán, José, v. Banco de la Nación Argentina, s./Cobro de salarios”. Si bien el pago en negro no puede decirse que encubre la consecución de fines extrasocietarios, sí constituye un recurso para violar la ley, el orden público, la buena fe y para frustrar derechos de terceros. En consecuencia, debe aplicarse al caso lo dispuesto por el art. 54 de la ley 19550, último párrafo agregado por la ley 22903, en cuanto imputa la responsabilidad solidaria de los socios o de los controlantes que hicieron posible la anomalía por los perjuicios causados. Dicha responsabilidad, según la norma citada, es solidaria e ilimitada. Sala III, 15/9/1997, “Español, Ricardo, v. Antonio Capuzzi e Hijos S.A. y otros, s./Despido”. Si la trabajadora percibía parte de su salario en negro, era partícipe de una simulación ilícita ya que por medio de ella se defraudaba a las agencias de seguridad social y eventualmente se eludía el pago de impuestos. Por ello no tendría acción contra su copartícipe, salvo con la finalidad limitada de dejar sin efecto tal situación y en la medida en que no se beneficiara con ella (art. 958 del Código Civil). El trabajador que recibe salarios clandestinos no es un partícipe en la antijuridicidad sino su víctima ya que lo normal (es decir, lo conforme a la norma, lo jurídico) es completamente lo contrario: recibir todo el salario en forma legal. Siendo víctima de un ataque por parte del empleador (ataque que no se legitima por la finalidad, incluso altruista) puede denunciarlo, tal como ha sido establecido en la Ley de Empleo (ley 24013, art. 17) o pretender judicialmente su cobro. Sala VI, 15/9/1993, “Tomasoni, Patricia, v. Vendrell Alda S.A., s./Despido”. El pago de los salarios en negro constituye un acuerdo para perpetrar una simulación ilícita, tanto en la medida que viola las normas que establecen la forma de calcular los aportes y contribuciones, como en la del perjuicio de terceros como el fisco, la seguridad social, las obras sociales, los sindicatos, etc. Por ello, las partes carecen de acción para su reconocimiento, salvo que para obtenerla deje sin efecto el acto simulado, pero no puede aplicarse tal criterio a situaciones donde no aparece en la superficie un acto jurídico concreto del que se predica la simulación, sino una serie de conciertos defraudatorios, renovados en cada período de liquidación de haberes. Sala VI, 9/5/1995, “Lobertini, Ángel, v. Drean S.A., s./Despido”. El pago de salarios clandestinos no resulta de una especie de confabulación entre el empleador y el trabajador o de un acuerdo para perpetrar una simulación ilícita. Al contrario, es causado por la decisión del empleador quien, por razones personales o económicas, genera todas las consecuencias nefastas relacionadas con los aportes y contribuciones. Esta realidad del mundo del trabajo ha sido expresada en la Ley Nacional de Empleo (24013) en la parte pertinente a la clandestinidad. Cabe advertir que la mencionada ley no castiga al trabajador como si fuese cómplice, sino al empleador incumpliente como único responsable. Sala VI, 9/5/1995, “Lobertini, Ángel, v. Drean S.A., s./Despido”. Si la demandada incurría en la práctica de no registrar ni documentar una parte del salario de los trabajadores, práctica comúnmente llamada “pago en negro” y prohibida por el art. 140, LCT., y art. 10 de la LNE., tal conducta constituye un típico fraude laboral y previsional. Aunque no pueda afirmarse que tal pago en negro encubre la consecución de fines extrasocietarios, dicha práctica es un recurso para violar la ley, el orden público laboral, la buena fe y frustra derechos de terceros. En consecuencia, debe aplicarse al caso lo dispuesto por el art. 54 de la ley 19550, en el párrafo agregado por la ley 22903 y hacer responsables a cada uno de los socios en particular en forma solidaria. Sala III, 11/4/1997, “Delgadillo Linares, Adela, v. Shatell S.A. y otros, s./Despido”. La práctica de no registrar ni documentar una parte del salario efectivamente convenido y pagado, práctica comúnmente denominada “pago en negro” y prohibida por el art. 140 de la Ley de Contrato de Trabajo y 10 de la ley 24013, constituye un típico fraude laboral y previsional, ya que tiene normalmente por fin último la evasión al sistema de seguridad social y perjudica al trabajador, que se ve privado de todos los beneficios sociales, al sector pasivo, que es víctima de la evasión, y a la comunidad comercial, en cuanto al disminuir los costos laborales, pone al autor de la maniobra en mejor condición para competir en el mercado que la reservada a otros empleadores respetuosos de la ley (en el caso, el actor no se encontraba registrado, supuesto previsto en el art. 8, LNE.). Sala X, 20/9/2000, “Coleur, Sergio D., v. Frigorífico La Nona S.R.L. y otros” (DT 2001-A-122). 4) Ley de empleo Generalidades No existe incompatibilidad entre la ley 22250 y el art. 8 de la ley 24013. SC Buenos Aires, 26/10/1999, “Juárez, Mario E. v. Artaza, Luis s./despido y cobro” TySS ‘00-119. Si el reclamo en los términos de los arts. 9 y 15 de la ley 24013 se formuló con posterioridad a la fecha de transferencia, devengándose a partir de tales interpelaciones la obligación cuyo cumplimiento intiman, corresponde considerar como único responsable al adquirente del establecimiento en virtud del art. 228 de la LCT por tratarse de una obligación que no existía a la fecha de la transferencia. Sala IX, 20/10/2000, “Jabie, Carlos E. y otros v. Encontel –Empresa Nacional de Correos y Telégrafos S.A. y otro s. despido” TySS ‘01La registración de la relación laboral es debida por el empleador más allá del momento de la extinción del contrato de trabajo, de su causa, y aunque hubiera cesado el vínculo jurídico sin habérsela efectuado, ya que los aportes debidos deben ser abonados en cualquier supuesto. CApel. Laboral Rosario (Santa Fe), Sala III, 25/7/200 “Hernández, Nora v. La Delfa, Antonio s./cobro de pesos” TySS ‘00-935 Los recibos y los instrumentos que prueban el pago de los aportes previsionales integran la documentación laboral (arts. 9 y 10 de la LNE.) y deben ser respaldados por los registros llevados por el empleador (art. 142, LCT.) pudiendo ser perseguidos mediante la intimación del trabajador quien puede afirmar tanto que no existen como que le han sido entregados documentos deficientes. Tal intimación reclamando la entrega de los recibos debidamente configurados o la constancia de aportes previsionales también funciona como antecedente de la indemnización, siempre que sea correcta y funcional, ya que la interpelación desnuda o parcialmente vestida podrá demostrar, por el silencio del empleador luego de un tiempo razonable (art 57, LCT.) la clandestinidad, pero no es antecedente o supuesto de la indemnización. Sala VI, 17/6/1999, “Carrizo, Rodolfo, y otros, v. Ohannessian, Carlos, y otro, s./Despido”. La multa establecida en el art. 10 de la ley 24013 está referida a la falta de registración de remuneraciones, y como los tickets canasta no revisten tal carácter, no hay obligación por parte de la empleadora de registrar su pago. Sala X, 31/5/1999, “Mateu Castro, Carlos, v. Prestaciones Médicas S.A., s./Despido”. Intimación del art. 11 de la ley 24013 A los efectos de considerar cumplidos los recaudos exigidos por el art. 11 de la ley nacional de empleo y art. 3º del dec. 2725/91, es deficiente la intimación que se limita a manifestar “cumpla la ley 24013”, pero no se denuncia falta de regularización o existencia de una regularización parcial o errónea, ni se intima para que en plazo alguno se proceda a su efectiva regularización o se corrija una situación irregular. Sala X, 20/11/2000, “Oyoque, Oscar v. Externalización Global SA y otro” 2001-A-1001 No puede pretenderse del trabajador la enumeración completa de todas y cada una de las remuneraciones impagas con la especificación en cada caso, de la semana, quincena o mes a que corresponden las diferencias, pues además de extender las imposiciones telegráficas o de cartas documentos, esa concepción crearía en cabeza del trabajador una obligación mayor a la contenida en la ley, e importaría a todo evento, el apartamiento, en caso de duda sobre el punto, de las previsiones del art. 9, in fine, del régimen de contrato de trabajo, que impone la interpretación más favorable al trabajador. El contenido de la intimación establecida por el art. 11 de la ley 24013 en cuanto establece la necesidad de indicar “la fecha real de ingreso y las circunstancias verídicas que permitan calificar a la inscripción como defectuosa”, ha de considerarse un requisito formal de ésta y no puede ser suplido por conjeturas o presunciones judiciales que, aunque razonables y plausibles, sean necesariamente posteriores a la constitución del diferendo. Sala III, 20/10/1992, “Benítez, Emilio, v. Decorinter, s./Despido”. La exigencia legal de indicar en la intimación del trabajador (art. 11 de la ley 24013) el importe de las remuneraciones devengadas desde “la fecha de ingreso hasta la fecha falsamente consignada” constituye un recurso necesario sólo cuando se impetra la indemnización prevista en el art. 9 de la ley citada, pero no cuando se solicita la reparación contenida en el art. 10 de dicha norma. En el caso de indemnización del art. 15 de la ley 24013, la intimación carente de requisitos formales en los términos del art. 11 de la referida ley no puede conllevar, por sí sola, la improcedencia de aquella reparación. El citado artículo establece, para el caso de despido injustificado, por parte del empleador, dentro de los dos años de cursada la intimación del art. 11, un agravamiento en el monto indemnizatorio por despido, agregándose la connotación de que la intimación se hubiere cursado “de modo injustificado” y adopta el mismo criterio para el supuesto de despido indirecto, con ciertas salvedades, por lo que debe analizarse cuál habrá de ser la intimación “de modo justificado”. Debiendo entenderse que el legislador introdujo esa expresión dándole un contenido de razonabilidad o de derecho cierto a formular el acto intimatorio, sin atender a su eficacia. Sala III, 20/10/1992, “Benítez, Emilio, v. Decorinter, s./Despido”. La indicación de la real fecha de ingreso así como de la categoría laboral y la remuneración recibida al tiempo de cursarse el emplazamiento satisface las exigencias del art. 11 a la vez que salvaguarda el derecho de defensa del empleador por cuanto no puede soslayarse que la ley 24013 tuvo el claro propósito de promover la regularización de las relaciones laborales, desalentando las prácticas evasoras (art. 2, inc. j, ley 24013), por lo que el cumplimiento de dichos requisitos no puede ser analizado con criterio restrictivo en beneficio del evasor, ya que ello contraría la finalidad del legislador y el principio de interpretación contenido en el art. 9 de la LCT. Sala III, 29/5/1996, “González, Ana Concepción, v. Giménez, Jorge, s./Despido”. La referencia del segundo párrafo del art. 11 de la Ley de Empleo que expresa que deben constar en la intimación “las circunstancias verídicas que permitan calificar la inscripción como defectuosa” no es exigible en los casos de ausencia total de registración, por el simple hecho de no haber inscripción. A su vez, sólo es admisible en los casos en que el trabajador tuviese que pronunciarse al respecto cuando ello le fue requerido por el empleador o que éste le informase que lo ha de inscribir con datos que no son reales. Sala X, 31/5/1999, “Avendaño, Víctor Hugo, v. Reunos S.A. de Ahorro para Fines Determinados, s./Despido”. Multas. Procedencia El art. 8 de la ley 24013 no establece una obligación de tracto sucesivo que pueda ser dividida en períodos, sino una indemnización única que resulta equivalente a "…una cuarta parte de las remuneraciones devengadas desde el comienzo de la vinculación", la cual conforme el art 256 LCT comienza a prescribir a partir de su exigibilidad. (Conf. esta Sala sent. 7509 13/12/99 "Bertolini, Ana C/ Editorial Atlántida SA S/ despido"). Las remuneraciones a tener en cuenta no pueden superar el período de dos años previos a la fecha de entrada en vigencia de la L.N.E. (art. 11, último párrafo de la ley citada). Sala X, 19/3/2001, "Helman, Patricia v. Compañía Euromédica de Salud S.A. s. Despido" El silencio del apelante con respecto al rechazo de la multa del art. 8, LNE, no impide sancionar la falta de registro con arreglo al art. 15, pues están dadas las condiciones que éste exige: la negativa de registro legal es una de las injurias que dan fundamento a la actitud rescisoria y a la consiguiente multa prevista por la norma. Sala V, 23/8/1999, “Ravaschino, Guillermo A. v. Editorial La Razón S.A. s./despido”, TySS ‘00-210. Para la aplicación de la sanción del art. 8º, LE se requiere el agotamiento del plazo de 30 días previsto por la ley, por lo que si el trabajador produjo la ruptura del vínculo antes de su transcurso, no corresponde dicha indemnización. CApel. Laboral Rosario (Santa Fe) Sala III, 25/7/2000, “Hernández, Nora v. La Delfa, Antonio s./cobro de pesos” TySS’00-935 Cuando surge inequívoca la falta de vinculación entre el despido y la intimación al empleador de registro de la relación en los términos del art. 15 LE la duplicación de la indemnización no corresponde. CApel. Laboral Rosario (Santa Fe), Sala III, 25/7/2000 “Hernández, Nora v. La Delfa, Antonio s./cobro de pesos” TySS ‘00-935 Para que sean procedentes las indemnizaciones establecidas por los arts. 8 y 15 de la ley 24013 es necesario que medie el requerimiento previsto por el art. 11 de la misma, con las especificaciones allí establecidas y que trascurra el plazo de 30 días expresado en la última norma, necesario para la configuración de un ilícito susceptible de proyectar sus efectos fuera del ámbito estrictamente administrativo para convertirse en fuente de resarcimiento tarifado a favor del contratante. Sala VI, 27/8/1993, “Sosa, Diego, v. Navelone S.A., s./Despido”. La ley 24013 contempla multas civiles que no pueden acumularse pues el art. 8 contempla la infracción mayor, consistente en la clandestinidad del trabajador, el art. 9 trata sobre la inscripción tardía, y el art. 10 sobre el pago parcial en negro. De tal modo que si se ha aplicado la multa prevista en el art. 8 no pueden sumarse las otras multas. En cambio, corresponde aclarar que no existe óbice alguno para la aplicación de los arts. 8 y 15 de la ley citada, si la intimación que prevé dicha ley se realizó con anterioridad a la ruptura de la relación laboral. Sala VI, 7/4/1997, “Saldívar Velázquez, Clemente, v. Verón, María, s./Despido”. El legislador, al ordenar indemnizaciones agravadas, ya sea las contempladas por los arts. 178, 182 de la LCT., como la prevista por la Ley de Empleo tuvo en miras proteger un determinado bien jurídico, así como también desalentar eventuales conductas del empleador. Para ello, dispuso de mecanismos sancionatorios específicos, los cuales, si bien pueden acumularse, no pueden calcularse sino del modo que prevé la propia norma. Sala III, 16/9/1996, “Bustamante, Silvia, v. Chaufan, Zoila, y otro, s./Despido”. El deber de buena fe impone al empleador la obligación de dar respuesta al reclamo del trabajador ante la intimación que curse para la regularización de los aspectos de la vinculación contemplados en los arts. 8 a 10 de la ley 24013. Mediando silencio, su actitud importa, al trascurrir el mínimo plazo legal, una injuria justificante de la decisión del dependiente de denunciar el contrato, y en modo alguno puede exigirse al trabajador que mantenga la ruptura en suspenso por treinta días para hacerse acreedor a las indemnizaciones de la ley 24013, pues el silencio guardado ante el reclamo importa la clara decisión de no regularizar la relación laboral (arts. 57 y 63 de la LCT.). Sala II, 30/8/1996, “Dutil, Marcelo, v. C.H.R.A. Desing S.R.L., s./Despido”. La Ley de Empleo admite la posibilidad de que el trabajador reclame judicialmente las multas previstas por los arts. 8, 9 y 10, sin necesidad de extinguir la relación laboral, por lo tanto la denuncia del contrato antes de vencido el término de 30 días, invocando como única razón el silencio del principal, resulta injustificada. Sala III, 29/10/1993, “Loto, Raúl, v. Servitax S.A., s./Despido”. Si el actor intimó simultáneamente por la regularización de su vinculación (art. 11 de la ley 24013) y por la negativa de trabajo dispuesta por su empleador, éste debe responder necesariamente, porque su silencio importaría el reconocimiento de tal situación (art. 57, LCT.) y justificaría la decisión del trabajador de denunciar el contrato de trabajo. En tal sentido, no puede exigírsele al dependiente que mantenga en suspenso “durante 30 días” la ruptura del vínculo, para hacerse acreedor a las multas previstas por la ley 24013, pues el silencio guardado por el principal ante el reclamo importa su clara intención de no regularizar la relación laboral. Sala III, 29/10/1993, “Loto, Raúl, v. Servitax S.A., s./Despido”. El art. 11 de la ley 24013 establece que el trabajador debe intimar en forma fehaciente al empleador para que proceda a la inscripción, establezca la real fecha de ingreso o el verdadero monto de las remuneraciones, y el empleador tiene un plazo de 30 días para cumplir con la intimación y evitar el pago de las indemnizaciones. No caben dudas de que el dependiente, para invocar como justa causa de despido el incumplimiento de esta obligación por parte del empresario, debe dejar trascurrir el plazo allí otorgado. Por ello, no habiendo trascurrido dicho lapso, no puede entenderse que el distracto fue causado por el incumplimiento de la demandada y por lo tanto no corresponde condenar al pago de las indemnizaciones reclamadas. Sala III, 8/4/1994, “Cesare, Rosana, v. Fornaro y Franco S.A., s./Despido”. La indemnización prevista en el art. 8 de la ley 24013 está destinada a provocar que el empleador que no tenga una relación registrada, regularice su situación y no simplemente a acordar una indemnización adicional al trabajador que se encuentre en ese supuesto. La norma se complementa con el art. 11: si el empleador regulariza la situación dentro del plazo de 30 días y el trabajador disuelve el contrato antes de cumplirse el plazo, por lo menos en cuanto al reclamo de la indemnización del art. 8, su decisión es intempestiva, porque no respetó el plazo legal que tenía la otra parte. Sala IV, 30/8/1994, “Marco, Nilda, v. Bairos S.A., s./Despido”. Si el actor se dio por despedido y la ruptura del contrato tuvo relación directa con las sumas pagadas en negro por la demandada, es procedente la indemnización establecida por el art. 15 de la ley 24013, para cuya efectivización es necesario esperar el plazo de 30 días, toda vez que en esta hipótesis lo que interesa a la ley es la relación causal entre la cesantía y algunas de las irregularidades que prevén los arts. 8 a 10 de dicha ley. El plazo de gracia de 30 días es para que el empleador reconozca las irregularidades, lo que tiene por efecto borrar las indemnizaciones contempladas en los arts. 8, 9 y 10 de la citada ley. Sala VI, 28/4/1994, “Gresco, Miguel, v. Vertientes S.A., s./Despido”. La intimación establecida por el art. 11 de la LNE., que persigue la registración de la relación laboral, contiene un plazo de 30 días a favor del empleador. El emplazamiento que contenga un plazo menor no satisface ese recaudo. Aun existiendo silencio por parte del demandado, el mismo no puede ser considerado en los términos establecidos por el art. 57, LCT. Ante tal situación, si la trabajadora no esperó el trascurso de los treinta días y se dio por despedida, no resulta acreedora de las indemnizaciones allí establecidas. Sala IX, 29/8/1997, “Wehbi, Norma, v. D’Amico, Adriana, s./Despido”.
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