Aquí todos

Anuncio
Tema 1. El estudio histórico de la opinión pública
1. La complejidad de su historia intelectual
En la actualidad se estudian los problemas que surgen a la hora de hacer una historia intelectual
de la opinión pública. Se plantean las preguntas ahora, en el siglo XXI, pero ya han sido
planteadas antes por otros autores.
Se trata de emprender una labor caracterizada por su complejidad y gran frustración. La
complejidad radica en la dificultad de elegir los autores que figurarán en la historia así como en
definir qué es lo que buscamos exactamente.
El principal problema es establecer la agenda de investigación. Se suele caer en una construcción
mosaico en la que surgen elecciones: conceptos, ejes, grandes ideas... También se tiene en
cuenta la relación de la opinión pública con el poder.
Se dan saltos o vacíos cronológicos, lo que provoca una visión falsa: buscamos una unidad que en
realidad no existe.
Por otro lado, la agenda de investigación puede llegar a reflejar los propios intereses en su
teorización: se hacen revisiones según cambian las modas investigadoras.
La complejidad también se considera en relación con el ritmo y la multiplicidad de las referencias
que se buscan, así como en la determinación de los objetivos del autor y su hipótesis.
En la Edad Moderna (siglo XVI) surge un problema muy importante: la traducción en la historia de
la opinión pública. Las traducciones (de Herodoto al inglés) no expresan exactamente lo que el
autor quiere decir. Entre las lenguas nacionales aparece un problema parecido ya que se dan
diferencias propias en las traducción. Se llega de nuevo al problema de la construcción mosaico y
de una visión falsa.
La historia intelectual de la opinión pública pertenece a la cultura y pensamiento occidental, tiene
un tratamiento histórico del pensamiento europeo de la cultura occidental: hasta el siglo XX es
interpretada como una tradición cultural. Ahora se relaciona más con los medios de comunicación,
fenómeno unido a la sociedad de masas. El centro de los estudios de opinión pública pasa de
Europa a EEUU, lo que representa el inicio de una visión sociológica, psicológica y empírica.
En España se da una visión histórica y los estudios europeos se encuentran en declive.
Es primordial tener en cuenta el concepto de poder: ¿es posible hacer una historia de la opinión
pública al margen del poder? La mayoría duda ante esta cuestión. Se trata de dos ideas muy
relacionadas. El poder siempre ha estado atento a los fenómenos de opinión pública, se trata de un
vínculo muy rastreado a lo largo de la historia. La opinión pública y sus precedentes se encuentran,
pues, unidos a la idea de poder.
2. Los fenómenos de opinión en la Antigüedad y la Edad Media
Grecia
W. Pf. Davidson menciona en la Encyclopaedia Britannica referencias al concepto de opinión
pública en documentos llegados de los pueblos asirio, babilónico, egipcio e israelita. Sin embargo,
las referencias más claras y abundantes vienen de Grecia y Roma. Se suele atribuir a Protágoras
(s V a.c.) la expresión "dogma poleon", interpretable como "parecer de la colectividad". Protágoras
pertenece al grupo de los sofistas, cuyo arte se emparenta con las técnicas modernas de
persuasión. Los sofistas desempeñarán un papel fundamental en el siglo de Pericles actuando
como líderes de opinión y conductores de masas.
Expresiones similares se encuentran en Demóstenes ("la voz pública de la patria") y Tucídides ("el
sentimiento general de los pueblos") Herodoto habla de "la opinión popular" y se refiere a los
sátrapas al servicio de Dario I de Persia. Estos se denominaban "los ojos y los oídos del rey" y le
proporcionaban información sobre lo que el pueblo opinaba de él.
Platón y Arístoteles desarrollarán desde la filosofía y con una perspectiva muy distinta a la de los
líberales el concepto de opinión (doxa). Platón, desde su mentalidad elitista y aristocrática,
distingue en el plano del conocimiento la vía de la opinión (doxa) de la vía de la ciencia (episteme)
como formas de acceder a la realidad. La doxa es un conocimiento parcial e inseguro de la
realidad, propio del vulgo. La episteme, en cambio, está reservada a las minorías que cultivan la
ciencia.
Aristóteles acepta la vía de la opinión como una forma de aproximarse a la verdad, ya que la
entiende como un conocimiento aproximado o probable. Define al hombre como "ser vivo capaz de
hablar", lo que en Atenas significaba tomar parte en la vida pública.
En Grecia, en tiempos de la democracia, debemos presuponer la existencia de una opinión pública
activa, desarrollada en lugares públicos como el ágora, lugar de las reuniones de la Asamblea
popular y finalmente usado como espacio público para la deliberación de los ciudadanos.
Roma
Mas tarde en Roma el foro cumpliría funciones semejantes, como lugar abierto para celebrar
asambleas y tratar negocios públicos. La cultura romana ha legado muchas palabras y referencias
relacionadas con el tema de la opinión pública. Cicerón habla de la fuerza que ejerce sobre cada
uno de nosotros la publicam opinionem, entendiendo opinión como sinónimo de apariencia, buena
o mala imagen. Otra expresión de raíz latina es la de vox populi. Cuando esta encuentre más
adelante las condiciones políticas de libertad, información, discusión y publicidad, se convertirá en
opinión pública (s XVIII). También es importante la distinción entre el ius privatum y el ius publicum,
marcando las diferencias entre una esfera de lo privado y otra de lo público.
Tácito se refiere a la opinión vinculada a comportamientos determinados como la tiranía y la
corrupción. En las "Cartas morales" Séneca afirma que las personas públicas son dignas de
compasión, y que es mejor abandonar este tipo de vida. También se refiere a que la opinión es una
norma insegura y que el hombre debe guiarse por otras más firmes. Habla de la "vox populi2 y de
las diferencias entre los conceptos de fama, gloria y celebridad.
En "Las guerras civiles" Julio Cesar muestra su astucia en el manejo de la opinión pública, con una
gran habilidad para crear en el enemigo una moral de derrota que facilita la victoria de los
invasores.
Edad Media
La Baja Edad Media mantiene muchos de los principios heredados de la Roma clásica y el
cristianismo. Sin embargo, tras la caída del Imperio Romano, la influencia de los pueblos
germánicos traerán nuevas ideas sobre el derecho y el gobierno, arrinconando viejos conceptos
sobre las diferencias entre las dos esferas.
En la Edad Media no encontramos las condiciones político sociales adecuadas para elaborar una
teoría sobre la opinión pública, pero sí algunas referencias relacionadas con la teoría y la práctica
de la misma. Juan de Salisbury, en el Policraticus (1159) afirma que si el rey incumple la ley, pierde
moralmente el derecho a ocupar la dignidad real. Brancton afirma que "el rey no debe estar
sometido a ningún hombre, sino a Dios y a la ley".
Existe un deseo evidente de conseguir el apoyo popular utilizando técnicas de propaganda muy
similares a las actuales. Menéndez Pidal, en su estudio sobre Poesía juglaresca, afirma que "el
juglar ganaba su mayor estima con los señores en cuanto era órgano de publicidad e influía en la
opinión" y que "había juglares que alquilaban sus alabanzas y administraban los encomios y los
metrajes. El canciller de Ricardo Corazón de León, hacia 1190, compraba versos adulativos y llevó
a Inglaterra juglares de Francia que cantasen de él por las plazas, consiguiendo que en todas
partes se dijese que no había nadie mejor que él".
Ullman aporta también datos sobre la existencia de fenómenos incipientes de propaganda y
opinión como las apelaciones de Gregorio VII a las masas para que boicoteasen a los clérigos
casados, o los llamamientos de Papas y Emperadores pidiendo a las gentes que se enrolasen en
las Cruzadas.
Santo Tomás de Aquino afirma que cuando el poder del gobernante deriva del pueblo, este puede
imponerle el cumplimiento de las condiciones con arreglo a las cuales le ha concedido la autoridad.
En Juan de Paris, por otra parte, aflora la influencia secularizadora de la época, defiende la
separación entre la autoridad espiritual y secular y apoya el consenso popular como fundamento
del poder político.
En el "Codex" de Justiniano se afirma que aquello que a todos atañe por todos debe ser aprobado.
Por otro lado, el cuento de "El traje nuevo del emperador" recogido por el Conde Lucanor se
aprecia la influencia que ejerce la opinión de los demás.
3. El Renacimiento y Maquiavelo
El Renacimiento trae aires de renovación y ruptura. Se abren nuevas vías de pensamiento y de
acción: el hombre se constituye en el centro del universo y la razón es la mejor aliada para
comprender y solucionar los problemas. Se marcan las fronteras entre lo sagrado y lo secular,
entre el poder político y el religioso, entre la fe y la razón, entre el principio de autoridad y la vía de
la opinión. De todos los renacentistas, será Nicolás de Maquiavelo quien nos introduzca en la
prehistoria de la opinión pública a través de conceptos como el de Estado, reputación del Príncipe
y comunicación política entre gobernantes y gobernados. Maquiavelo dice abiertamente y sin
disimulo lo que los hombre acostumbran a hacer, no lo que deben hacer.
Maquiavelo acuña el concepto de Estado moderno, plenamente secularizado e indiferente a la
moral. Se preocupa por la opinión y por la imagen del Príncipe. En el cap IX pondera la reputación
o estimación como elemento para adquirir el poder. También afirma que el que llega al principado
con la ayuda de los grandes se mantiene con más dificultad que el que lo hace con la ayuda del
pueblo. Concluye que "para un príncipe es necesario tener al pueblo como amigo; de otro modo no
tendrá remedio en la adversidad". Se trata del esbozo de una teoría de la persuasión para tener el
favor de la opinión popular al servicio de un poder personal absoluto.
En el cap XVIII, después de afirmar que el Príncipe no debe tener inconveniente en ser infiel a sus
promesas, escribe: "Pero es necesario saber encubrir esta naturaleza y ser gran simulador y
disimulador".
Sobre la importancia de la imagen, escribe: "No es necesario que un príncipe posea de hecho
todas las antedichas cualidades, pero es bien necesario que parezca poseerlas [...] Tenerlas y
observarlas siempre es dañoso, mientras que pareciendo que se tienen son útiles". Según
Maquiavelo, "el vulgo siempre se ve cogido por las apariencias y con lo aparente de las cosas".
También es preciso evitar las opiniones desfavorables: los príncipes deben esforzarse en no ser
odiados por la generalidad.
En el cap XXI se refiere a la "propaganda de los hechos": "Ninguna cosa hace estimar tanto a un
príncipe como las grandes empresas", "un príncipe se las debe ingeniar para conseguir con todas
sus acciones fama de hombre grande e ingenio excelente".
La opinión no es valorada, sino despreciada, pero debe ser tenida en cuenta pues es útil para
mantenerse en el poder. La idea de reputación, que Maquiavelo utiliza, tiene mucho que ver con la
moderna opinión pública y puede considerarse un claro precedente de la misma. Con Maquiavelo
queda perfilado el valor político de la opinión y se ponen las bases del "diálogo político". No le
importa la opinión verdadera, sino la opinión a secas, la fama y la gloria, bien o mal fundadas. El
punto de arribada de la sabiduría maquiavélica es la estabilidad, pero no la estabilidad en la virtud,
sino la estabilidad de la doxa, que es la opinión.
Desde el mismo nacimiento del Estado moderno, la opinión se convierte en uno de sus elementos
integrantes, que permanecerá latente pero activo durante la Monarquía absoluta y eclosionará en
el periodo de la Ilustración.
Otro autor destacado en el Renacimiento es Montaigne. Preside la vida pública ejerciendo distintos
cargos, hasta que renuncia a ellos y se recluye en una torre donde escribe sus ensayos basados
en la experiencia y desde un retiro voluntario. En sus ensayos recoge la importancia de la opinión
en el comportamiento. La opinión pública es un componente de la vida pública. La opinión aparece
unida a la importancia de la fama y la reputación. Él mismo confiesa que acude frecuentemente a
los clásicos para ganarse la fama de hombre culto. Montaigne acuña el término "el público" y
desarrolla la opinión como mecanismo de control o reprobación del comportamiento, con un
ensayo donde analiza costumbres morales en sociedades antiguas e indica que se han
abandonado porque la opinión de la comunidad rechazaba esos comportamientos (esta idea
aparece ya en Platón). La reprobación es un mecanismo de control del comportamiento.
Shakespeare también trata estos temas en dos de sus obras: "Enrique IV" y "Julio Cesar". En
"Enrique IV" escribe "la apariencia mantiene mi corona", planteando la llegada al poder y su
mantenimiento mediante la opinión pública. En "Julio Cesar" aparece la opinión entendida como
exageración. Una de sus fuentes de inspiración son "Las vidas paralelas" de Plutarco.
Otro tema presente en ambas obras es la reputación de las amistades. La importancia de la
dimensión de la vida pública aumenta y se va abriendo el análisis e introduciendo elementos
relativos a la opinión. En la Inglaterra de Shakespeare hay un desarrollo en política menos
complejo que en el norte de Italia, por lo que la literatura política está menos desarrollada que la de
Maquiavelo.
Baltasar de Castigliano es otro autor importante en esta etapa, con "El cortesano". La figura del
cortesano es complementaria a la del príncipe. Este le recomienda su comportamiento, ropa... La
tercera gran figura son los cardenales, que tienen una representación del poder difícilmente
contrarrestable por los príncipes. Se trata de una representación simbólica del poder, con una gran
fuerza en escena.
El énfasis que en el Renacimiento se pone en el individuo y su razón darán a los pareceres
individuales un valor que no tuvieron en el universo medieval. Tendrá lugar la Reforma y la
posibilidad del libre examen, la búsqueda autónoma en la Biblia, rechazando todas las
interpretaciones autoritarias. Se anudan así los lazos entre conciencia y opinión que, al precio de
largas y sangrientas luchas religiosas, darán origen a la idea de tolerancia. Sólo se llegarán a
aceptar y respetar las opiniones individuales al precio de muchas luchas. En un primer momento la
tolerancia y el pluralismo se aplican sólo en el ámbito religioso. La Ilustración llevará el enfoque a
sus últimas consecuencias aplicándolo a otras esferas, entre ellas la política. Sólo entonces se
habrá hecho posible la aparición de una opinión pública en sentido propio.
Los cambios ideológicos y psicológicos se convierten en instrumentos del cambio social gracias a
la revolución comunicativa que provoca la aparición de la imprenta. El libro impreso facilita el uso
individual y hace posible la formación de opiniones y criterios individuales. La nueva clase social de
la burguesia se dedica a una actividad intelectual y cultural hasta entonces monopolizada por el
clero. Es en el seno de la nueva burguesía alfabetizada donde aparece la primera opinión pública.
Ante el libro y más tarde la prensa, Estado e Iglesia reaccionan con la censura.
Esta serie de cambios contribuyen a que en los primeros siglos de la Edad Moderna se vayan
creando las condiciones para la existencia de una opinión pública, autónoma resecto del poder
político y crítica del mismo. Los gobernantes son conscientes de que necesitan a la opinión, a la
"reputación", como fundamento de su poder. Durante esta etapa son muy abundantes las
referencias esporádicas a la opinión, y la mayor parte de estas denotan la influencia de Platón. Es
su concepto peyorativo de doxa el que impera en la época: la opinión es un conocimiento inseguro,
propio del vulgo, del que hay que desconfiar.
El desdén por el vulgo se halla atestiguado en los escritores del Renacimiento. En la Celestina se
dice "ninguna cosa es más lejos de la verdad que la vulgar opinión". Erasmo afirma en el
Enquiridión que "el juicio común de la gente nunca jamás fue regla muy cierta ni muy derecha para
regirse los hombres por ella"
.
4. La opinión en el Barroco. El tacitismo político / 5. La dimensión social de la opinión:
Honor, honra y fama
El fenómeno de la opinión pública durante el Barroco se estudia desde varias líneas:
-literatura y pensamiento político
-dimensión social de la opinión
-construcción de la imagen política
Esta multiplicidad de enfoques revela visiones y aspectos distintos de la opinión pública.
Literatura y pensamiento político
Las fuentes en las que buscamos referencias están escritas por los "altos funcionarios"
(embajadores). Estos recogen en sus escritos el fenómeno de la opinión. No hay ningún libro
específico sobre el tema, sino referencias en la correspondencia de los embajadores. En Europa,
durante la Guerra de los treinta años, toda la correspondencia tiene contenido político. Se habla de
elementos como la opinión, sentimientos hacia los gobernantes, imagen...
Durante el Barroco destaca Diego Saavedra Fajardo, experto propagandista formado en la carrera
diplomática. Pertenece a la generación de 1635 y conoce perfectamente el destino que España se
está jugando en la Guerra de Los Treinta Años. Consciente de la política europea y española de su
tiempo, intenta compaginar al mismo tiempo aquello que combate y que defiende. La
compatibilidad brillante que sabe exponer y razonar entre maquiavelismo y antimaquiavelismo es lo
que le ha convertido en el autor español tacitista por excelencia. Este tacitismo, el intento de
compaginar la esfera autónoma de la política y la moral cristiana explica las contradicciones
aparentes en su obra. En la "Empresa" se propone demostrar que la disimulación es el acto de un
hombre que, viviendo en un mundo donde la malicia y la mendacidad son comunes, actúa en
defensa propia.
Sobre política afirma que "no hay monarquía tan poderosa que no la sustente más la opinión que la
verdad, más la estimación que la fuerza". En la Empresa XXXII Saavedra recomienda a su príncipe
que desprecie la fama, pero siempre que pueda la aproveche: "pero siempre que pudiere el
príncipe acomodar sus acciones a la aclamación vulgar, será gran prudencia, porque suele obrar
tan buenos efectos como la verdadera".
Dimensión social de la opinión
La denominada dimensión social de la opinión (el vulgo y su desprecio, la fama, la honra y el
honor) puede estudiarse como "principio discriminador de estratos y compartimentos o como
principio de reconocimiento de privilegios" Los cuatro componentes, sobre todo los tres últimos,
permiten una reflexión en torno a la organización y la estructura social basada en la idea central de
opinión.
El vulgo y sus opiniones, aprecio y desprecio, es tema casi recurrente para alggunos autores de
esta época. Cervantes, en el Quijote, cap I, dice: "Puesto que es mejor ser loado de los pocos
sabios que burlado de los muchos necios, no quiero sujetarme al confuso juicio del desvanecido
vulgo". Inicios parecidos pueden encontrarse en La Galatea, El Licenciado Vidriera o Persiles.
Muchas de estas afirmaciones en contra del juicio del vulgo están inducidas por el ambiente de
desarrollo cultural del Renacimiento.
Baltasar Gracián en 1650 recoge los tientes más negros con que se describe al vulgo y su opinión
en todo el Barroco. El Criticón demuestra el desprecio de Gracián por la opinión política y su
preocupación por la razón: "Porque el vulgo no es otra cosa que una sinagoga de ignorantes
presumidos, que hablan más de las cosas cuanto menos las entienden".
En la literatura de Calderón ("Amor, honor y poder", por ejemplo) la honra aparece como
mecanismo de comportamiento, es la reputación que se obtiene del pueblo. Honor, honra y fama
se obtienen de los demás, por lo que el comportamiento está pendiente de la opinión de los otros.
La opinión es un medio de control social y jerarquiza a la sociedad: quien tiene una reputación en
entredicho baja en la escala.
Otro autor destacado en el Barroco es Quevedo. En su obra "Política de Dios, gobierno de Cristo y
tiranía de Satanás" se refleja como la opinión y la murmuración afectan al poder.
Construcción de la imagen política
Para la construcción de la imagen política se utilizan todos los recursos al alcance de la mano. En
el siglo XVII se trata la imagen y su preparación con los monarcas absolutos. La figura central en
este aspecto es Luis XIV. Este rey construye un escenario (Versalles) y proyecta su imagen. Crea
toda una construcción pensada para el lucimiento de su figura central.
Con expresiones como "El rey Sol" o "El Estado soy yo" se proyecta una imagen política.
Para conseguir que el pueblo le aclamara lo más posible, cuando Luis XIV volvía a París después
de alguna campaña entraba en la ciudad por el lugar más alejado del palacio. Recupera también la
construcción romana de los arcos del triunfo, manda instalar estatuas suyas en todas las plazas,
para estar presente em la vida de sus súbditos. Es pintado por los mejores artistas de la época
visitando hospitales, aunque en realidad no hacía esas visitas. Sin embargo, su imagen debía
transmitir preocupación por la sociedad y comunicarla al pueblo.
Asi mismo, las monedas con su figura, leyenda y fecha en el anverso llevan la imagen del rey a
todos los lugares y personas.
Luis XIV desarrolla algo que había comenzado en la Italia del Renacimiento: la puesta en escena.
Los embajadores que van a visitarle tienen que pasar por una serie de lugares: puertas, escaleras,
salas de espera, hasta llegar al lugar de la recepción. Allí se encuentran rodeados de relieves y
pinturas que muestran los triunfos de Francia y las derrotas inflingidas a otros países. Se manejan
todos los recursos escénicos para obtener un tipo de imagen. El poder absoluto debe saber
construir una imagen y proyectarla, de ahí que use todos los recursos estéticos disponibles. Luis
XIV adopta una actitud de gran visibilidad: organiza fiestas, se viste y desnuda en público... La
literatura también se pone al servicio de estos fines. La gran influencia de esta fuerte proyección
refuerza el poder de los monarcas.
En España también se usa esta puesta en escena, por ejemplo en el Monasterio de El Escorial.
Los monarcas españoles tienen muy asumida la concepción del poder. Felipe II construye un
monasterio para estar más cerca de Dios.
Se usan símbolos con una gran influencia que proyectan una concepción del poder muy fuerte. Es
una manera de hacerse presentes en la vida de los ciudadanos. En este aspecto resulta
fundamental la proyección de la arquitectura, tanto palaciega como religiosa.
Tema 2. La Opinión Pública como invento político. Siglo XVIII
1. Los nuevos ámbitos públicos
En el siglo XVIII tiene lugar un cambio muy importante: cuando se habla de opinión pública es para
elaborar en torno a ella un concepto, para explicar su significado y asignarle unas funciones. En el
periodo posterior a la revolución surge la opinión pública como algo necesario, de ahí la necesidad
de explicarla, de elaborar un concepto y desarrollarlo dándole un contenido y señalando qué
funciones desempeña.
En el proceso de generación de un "ámbito público" juega un papel muy importante el desarrollo de
las ciudades a partir de la Baja Edad Media. Las ciudades y la burguesía son dos fenómenos
estrechamente relacionados. La burguesía se hace en los burgos, al margen de las rigideces
feudales y bajo la protección de los reyes, que ven en los burgos y burgueses una ayuda potencial
en su secular lucha contra la nobleza. Las ciudades son así un ámbito de libertad en el que
aparece la dimensión pública. El mejor símbolo del ámbito público sería la plaza pública, lugar de
encuentro y de diálogo, de intercambio de opiniones, donde se genera la opinión pública. Ámbito
público y opinión pública son conceptos entrelazados.
En las grandes ciudades de Europa aparecen a partir del siglo XVII una serie de nuevos ámbitos
públicos (cafés, salones, jardines...) en los que la burguesía en auge inicia su gran empresa
histórica: poner en marcha una serie de mecanismos de control del poder. La opinión pública es la
pieza maestra de ese sistema que, por primera vez en la historia occidental, supone una efectiva
limitación del poder político. Es por ello lógico que ese nuevo sistema sea denominado régimen de
opinión.
Como condición necesaria para el desarrollo de la opinión pública se ha considerado
tradicionalmente esencial el papel de la prensa, pero también es imprescindible tener en cuenta
otras "instituciones de publicidad" (Habermas) como los cafés, salones o sociedades de lectura.
La mejora de las comunicaciones facilita, por otra parte, la distribución de libros y revistas, de modo
que las noticias y los nuevos modos de ver las cosas se difunden con una rapidez desconocida
hasta el momento. Se dan también argumentos para la crítica del orden establecido. El
establecimiento en Inglaterra en 1637 de servicios postales semanales facilita estos intercambios y
hace posible la circulación de newsletters.
En 1657 se abre en Londres el primer café. Los cafés se convierten en centros de recepción y
difusión de noticias, de debates políticos y de crítica literaria. A principios del siglo XVIII ya hay en
Londres entre 2000 y 3000 cafés, que pasan por incubadoras de agitación política.
Los cafés eran lugares de reunión tanto en Londres como en París a finales del siglo XVII y
principios del XVIII, aunque eran más numerosos en Londres. El predominio de las importaciones
de té supuso su decadencia y fueron sustituidos por las posadas de diligencias y otros nuevos
establecimientos en los que podían consumirse bebidas alcohólicas.
A mediados del siglo XVIII aparecen en Inglaterra los clubs, instituciones reservadas a los varones
de los sectores más ricos de la burguesía. Fueron la primera institución específicamente creada
para la conversación privada.
En estos nuevos ámbitos públicos se desarrolla un tipo de actividad de intercambio intelectual que
en España ha dado origen a la tertulia.
El primer café se abre en París en 1686 (Procope). En vísperas de la Revolución habrá ya 1700.
Algunos de ellos jugaron un destacado papel intelectual y político.
Los cafés actúan como instrumentos de ampliación del alcance de los primeros periódicos. El coste
de estos limitaba su difusión alejándolos de amplios sectores de la sociedad. Sólo eran accesibles
por el procedimiento de la suscripción, y el precio de esta dejaba fuera a los sectores más
populares, a la población rural y a partes muy importantes de las clases urbanas burguesas. Así,
quienes no pueden suscribirse a los periódicos, acuden a los cafés donde se leen y discuten.
El papel que en Inglaterra desempeñan los cafés corresponde en Francia, sobre todo, a los
salones. Estos se convierten en lugares de reunión de los hombres y mujeres intelectualmente
distiguidos, y gobiernan la opinión más efectivamente que la Corte. El centro de todo salón era la
dueña de la casa. Los salones tenían a veces su especialidad, y en algunos no se permitía discutir
de religión o política. Destaca la importancia del salón del barón d'Holbach o el de Madame
Helvetius.
Mientras a los cafés londinenses sólo acudían los hombres, en los salones brillaban las mujeres de
la aristocracia o de la alta burguesía que actuaban como auténticos animadores socio-culturales,
sorprendiendo a sus invitados con la presencia del escritor de moda, la audición de la última obra
musical o la lectura de la más reciente producción literaria.
Junto a la importancia de los salones, destaca la de los jardines. Ciertos grupos se reunían en
lugares fijos, y cada jardín tenía un tema diferente: política interior en el Palacio Real, asuntos
eextranjeros en las Tullerías, literatura en el Luxemburgo. Los parques se convierten en lugar de
encuentro y conversación, en ámbitos para la aparición de una incipiente opinión pública.
Según Maurois, Luis XV era en teoría un monarca absoluto, pero de hecho dependía de una
opinión pública: la de los pequeños grupos que, en París y en Versalles, sin derechos, sin armas,
sin voto, imponían sus ideas a los ministros. Esta creciente importancia de la opinión pública se
debe en gran parte al aumento de la deuda nacional, que proporciona una mayor influencia a los
ciudadanos-acreedores.
Durante el siglo XVIII aparecen otras instituciones como sociedades, clubs y gabinetes de lectura,
bibliotecas circulantes y librerías de segunda mano que potencian la difusión del pensamiento
ilustrado y generan opinión pública. A finales del siglo existe en Europa y en los Estados Unidos
una auténtica red de instituciones de difusión de ideas en cuyo seno se debate, se discute y se
critica, de literatura y de política. Allí se comentan las informaciones leídas en los periódicos y se
somete a la crítica la acción de los gobiernos. Así surge por primera vez, en sentido moderno, el
fenómeno de la opinión pública, dotado ya incluso de una incipiente fuerza política.
2. La opinión pública en el contexto de las revoluciones atlánticas
La revolución americana permite estudiar el papel de la opinión pública unido a la idea de la
libertad de prensa y de expresión.
Existe un conocimiento de los autores e ideas que se estaban dando en Europa. Franklin y
Jefferson viven en París antes de la Revolución, y conocen la situación intelectual. Algunos autores
marcan la importancia de la opinión en esta época, siendo las revoluciones el momento cumbre.
Pero ya antes hay textos y autores que hablan de la opinión dentro del gobierno de la comunidad.
John Locke, tratadista de la revolución inglesa, habla de la opinión pública en el "Ensayo sobre el
entendimiento humano". Afirma la existencia de tres leyes: la divina, la humana y la de la opinión y
la reputación. Esta última también debe tenerse en cuenta en el gobierno de la comunidad. En el
"Ensayo sobre el gobierno civil" se convierte en el teórico de la revolución inglesa, refiriéndose a la
importancia de la opinión de la gente como elemento que hay que considerar en el análisis de la
comunidad. Acepta que la soberanía es popular y que el gobierno debe representar a todos los
ciudadanos, y encuentra en la doctrina de separación de poderes la garantía de limitación del
poder estatal.
David Hume, como empirista, rechaza el principio de causalidad y la idea de contrato social para
afirmar que el fundamento de todo gobierno e institución se encuentra en el hábito. Los hombres
respetan los compromisos y obedecen las leyes por conveniencia y utilidad personal. Se inclina
más por las formas democráticas y el gobierno parlamentario porque éste es el que tiene menor
margen de error. Es un gran ensayista, que sobresale con los "Ensayos políticos"
En el "Tratado de la naturaleza humana" habla de la búsqueda de la fama y de la opinión pública.
En "De los principios del soberano" afirma que quienes gobiernan no pueden apoyarse sino en la
opinión, que es el único fundamento del gobierno.
Hume se ocupa de la libertad de expresión y de prensa, básicas para la formación de opinión.
También introduce la idea de desconfianza como mecanismo de control del poder.
La Revolución Francesa es la revolución liberal por excelencia y con ella triunfa la libertad de
expresión. Pero este espíritu de libertad y su consecuencia inmediata, la opinión pública, ya venía
practicándose años atrás por los ministros fisiocráticos de Luis XVI. Turgot, Malesherbes y sobre
todo Necker estarán entre los primeros exponentes de la opinión pública y en el periodo
prerrevolucionario, a través de los "Cuadernos de Agravios" y de la literatura panfletaria, el público
general también entrará en la discusión pública, generando una auténtica y más amplia opinión
pública. La revolución crea en Francia las instituciones que le faltaban al público capaz de
raciocinio. Surgen los partidos y facciones, se forma una prensa diaria política y los Estamentos
gfenerales dan a la publicidad los debates parlamentarios a través del Journal des Debattes et des
Decrets. Con la Revolución la opinión pública sale de los círculos ilustrados y llega a la calle,
aunque haya que soportar ciertos manipuladores de la opinión, contrarios a la Revolución.
En la Revolución Francesa es necesario un estudio detenido sobre la aparición de la opinión
pública como un nuevo concepto necesario para la nueva organización política. Con el Nuevo
Régimen surge la necesidad de conocer la opinión pública y empieza a elaborarse el concepto de
legitimación a través de la misma en este contexto.
Se trata de un momento clave para el estudio de la opinión pública y puede tomarse como el
comienzo para estudiarla.
En 1765 surge la "Enciclopedia". El término opinión se recoge en la sección de Filosofía como
"aquello que está entre el conocimiento y la ignorancia". En la "Enciclopedia" de 1782 aparece la
sección de Política. Se da un uso nuevo, y en el volumen III se habla de opinión pública.
No esta claro que autor fue el primero en introducir en sus textos el término, pero próximamente a
la Revolución la opinión ya era entendida en un mismo sentido, de ahí su elaboración teórica y el
uso del término cada vez más frecuente.
Entre 1750 y 1780 aún perdura el viejo concepto de opinión entre ignorancia y conocimiento,
vinculado con la fama, el honor y la reputación. A partir de esta fecha se afianza una nueva visión
de la expresión opinión pública que nos acerca al concepto que surge en la Revolución.
En el siglo XIX, con los liberalismos europeos, se trata la opinión pública y la libertad de prensa,
olvidándose el viejo concepto. La opinión pública se sitúa en la sociedad civil (en la esfera de lo
privado) y será en esta privacidad donde deba surgir el raciocinio que, al hacerse público y versar
sobre la cosa pública, convertirá las opiniones en opinión pública. La opinión pública burguesa se
presenta como el único medio de liberar a la razón individual del ofuscamiento de las pasiones y
prejuicios para llegar a alcanzar ese sensus communis que es el que se identifica con la verdad.
Como hombre se pertenece a la sociedad civil y como ciudadano se participa en la vida pública.
Los liberales consideraban que la voz de la opinión pública debía ejercer funciones de control y
crítica frente al poder. La opinión pública se convierte así en la voz de la razón que expresa y
defiende el orden natural y le dice al poder dónde debe estar y cómo debe actuar.
Después de la Revolución el poder es democrático y constitucional, recibe su legitimación de la
opinión pública y ésta se institucionaliza en la ley y el Parlamento. Pero la opinión pública no se
agota sólo en la acción formal, sino que existe una respuesta permanente y espontánea de un
sector de la población que, actuando como público ilustrado, razona como personas privadas sobre
los asuntos de interés público, manteniendo una actitud crítica frente al poder.
El público no es el pueblo, sino que equivale a propietario, burgués e ilustrado. Estas son las
personas que han adquirido el status de ciudadano, pueden votar o ser candidatos al Parlamento,
y forman el público con capacidad crítica para controlar las acciones del gobierno. La opinión
pública no tiene por sujeto al cuerpo de ciudadanos, sino a una parte minoritaria que representa los
intereses de su clase, aunque pretenda representar los de toda la población.
Este público culto demanda del poder público los medios necesarios para hacer oír su voz:
educación, acceso a la información y articulación de la vida política.
El derecho a la información es imprescindible, pues sólo en la publicidad y el raciocinio público
puede la razón alcanzar la verdad. La prensa va creando un periodismo independiente como
“órgano crítico de un pueblo raciocinante”.. A partir de este momento, la opinión pública siempre
encontrará en la información y en los medios de comunicación el mejor vehículo de expresión.
El público burgués pide también la articulación de la vida política, especialmente en la elección de
representantes. La participación política constituye uno de los mecanismos de control del poder. El
derecho al voto será uno de los más reclamados a lo largo del siglo XIX y parte del XX.
Si se cumplen estos supuestos se entra en la dinámica de la comunicación política. Por un lado, y
formalmente, los ciudadanos hacen llegar su demanda al poder en la elección de sus
representantes, pero si este diálogo fuera insuficiente o quedara truncado, queda la opinión pública
informal, que hará llegar su voz al resto de la sociedad, y sobre todo al poder. El sistema político, a
su vez, responderá a los ciudadanos con leyes, comunicados, etc... y será en esta
retroalimentación donde la comunicación política se convierta en una parte fundamental del
sistema democrático y la opinión pública se muestre como una fuerza que vigila al poder.
Como si de un tribunal se tratara, la opinión pública presionará y proyectará su fuerza moral sobre
la sociedad, la cosa pública, el Parlamento y el poder en general, para hacer cumplir su mandato
que no es otro que el de la voz del pueblo y la razón pública.
En este contexto destaca Necker, ministro de finanzas de Luis XVI. Se trata del primer gobernante
que inicia rudimentariamente un “régimen de opinión” en Francia al publicar el famoso “Compte
Rendu” sobre la situación de las finanzas públicas, en 1781. Así, Necker pone las cuentas del rey a
disposición pública, algo muy innovador. Necker definirá la opinión pública como “un poder invisible
que, sin tesoros, sin guardianes, sin ejércitos, da las leyes a la ciudad”. Alude al “tribunal de la
opinión pública, ante el cual todos los hombres susceptibles de atraer la atención están obligados a
comparecer”.. La finalidad de la estrategia de Necker es generar confianza, pues esta era
necesaria para poder reducir el déficit. A partir de esta época la confianza es básica en política y
economía. Empiezan a desarrollarse los mercados de valores o la bolsa, siendo requisito básico
hacer públicas las cotizaciones y demás datos. Los bancos están obligados a hacer publico el
balance anualmente. La idea de confianza se construye a través de la publicidad, que conlleva la
idea de transparencia.
El mundo político también debe crear y transmitir confianza a través de la transparencia, por lo que
Necker es el primero que habla de la importancia de la opinión pública en el gobierno.
El funcionamiento actual de la opinión pública nace de la idea de transparencia y confianza. Es un
concepto que se va elaborando. Esto marca el inicio de una etapa diferente: el invento de la
opinión pública.
Nace en París con la Revolución Francesa y se da también en el resto de Europa en diferentes
momentos (en España en las Cortes de Cádiz). Los liberales parisinos de la época, con sus
“manifiestos a favor de…” hacen referencias y alusiones a las nuevas fuentes de legitimación.
Algunos autores escriben manifiestos para pedir la unión contra Napoleón, introduciendo un
vocabulario e ideas muy nuevas, una retórica incendiaria y conceptos que se van elaborando.
La expansión del movimiento revolucionario por Europa y la aparición de Parlamentos estarán
unidos a esta construcción.
El concepto de opinión pública arraigará en el mundo que sirve de marco al liberalismo. La vieja
sociedad estamental es sustituida por una sociedad individualista y la igualdad de todos ante la ley.
La soberanía pasa del rey a la nación y el poder constituyente capacita al hombre para cambiar la
sociedad, aunque con limitaciones establecidas por niveles de propiedad y cultura, que otorgan el
monopolio del poder a la burguesía.
El poder ilimitado deja paso a un poder limitado y dividido, según la separación de Montesquieu.
Un poder así concebido está obligado a dar cuentas, a responder de sus actos, que están
sometidos a control. Este control se ejerce por instituciones como el Parlamento, pero la opinión
pública será su último resorte.
También es importante la nueva concepción de la vida económica, basada en la libertad de
contratación y de comercio y la supresión de todas las trabas, convirtiéndose el Estado en mero
vigilante. Este esquema encubre la consagración de la burguesía como clase dominante: la
igualdad se limita a una formal igualdad ante la ley, compatible con una desigualdad real y con el
propio régimen electoral censitario que limita la participación a una minoría.
La concepción liberal de la opinión de pública parte de los dos pilares básicos del liberalismo: la
consideración del hombre como esencialmente racional y capaz de discernir la verdad en libre
debate con sus semejantes y la armonía preestablecida a la que necesariamente se llega cuando
se remueven las trabas.
La opinión pública es la resultante del debate público y racional, y sobre una determinada cuestión
o en un determinado momento sólo puede haber una posición racional que suponga el
afloramiento de la armonía preestablecida. El optimismo liberal cree que de la discusión sale la luz.
3. El nuevo hombre público: literatura, periodismo y política
Este proceso de construcción de la opinión pública fue promovido por un nuevo hombre público,
una nueva generación de políticos. Esta irrumpe en la Revolución Francesa, en las Cortes de
Cádiz… Habla un nuevo lenguaje político y expresa ideas nuevas.
La procedencia de este hombre público es lo que Tocqueville denomina “el arribo de los de los
hombres de letras a la política”. El nuevo hombre público, su trabajo, notoriedad, procedencia, llega
de la literatura y el periodismo político que estalla en estos años. Son hombres de letras, lo que
explica por qué triunfa la nueva retórica, por qué hay tanta elaboración.
El mundo del periodismo va haciéndose más amplio y afianzándose. Estos hombres de letras
tienen una nueva forma de hacer política, alejada de la de la del Antiguo Régimen, en la que la
notoriedad va a ser un elemento importante.
Aquel que hace política es un hombre conocido, se busca la notoriedad al acentuarse los
incipientes procesos electorales: si quieren ser elegidos los electores tendrán que conocerles. Esto
obliga a mantener una actividad pública y usar una determinada retórica. Esta búsqueda de
notoriedad explica por qué tantos políticos escriben en periódicos políticos, que proliferan en esta
época y se convierten en un instrumento de acción política. Se avanza una distancia abismal en
poco tiempo.
En España destaca Larra, con una gran influencia política en sus artículos de costumbres, tras ser
cesado por ser demasiado crítico con Mendizábal (apoyado por el periódico). Pasa así de Política
Interior a Espectáculos.
Otros tuvieron más éxito, como Martínez de la Rosa, que desde la literatura llega a la política, o el
Duque de Rivas.
En Francia hay muchos hombres de letras que acaban en política, como Tocqueville, que trata el
tema en “El antiguo régimen y la revolución”. En esta obra cuenta todo el proceso, conectado con
los nuevos ámbitos públicos: tertulias, cafés, restaurantes… o ambientes donde se discute de
política. En estos ámbitos públicos se reúne en mundo de las letras y el periodismo, discutiendo los
temas ya sabidos. Se apela al mundo de las ideas, a una nueva fuente, sirviéndose de la opinión
pública.
No está claro lo que se entiende por opinión pública, pero se produce un cambio. Surge una
información sobre el mundo político: información parlamentaria y sobre el ámbito político.
Es el interés general, por lo que hay muchos periódicos desde los que se ejerce una función de
vigilancia: la prensa con cuarto poder.
Esta situación queda recogida en obras como “Rojo y Negro” de Stendhal. En España Argüelles
escribe “La reforma constitucional”. La correspondencia de los embajadores también es importante
para conocer los hechos históricos de esta época.
Tema 3. La Opinión Pública y la Democracia Liberal. Siglo XIX
1. La publicidad de lo político. El Tribunal de la Opinión Pública, Jeremy Bentham.
El principio de publicidad es un elemento clave del régimen de opinión. La importancia de la
publicidad se concreta en la exigencia de que todos los actos y decisiones políticos sean públicos.
Esto supone, en primer lugar, la publicidad de la actividad parlamentaria para que el Parlamento
cumpla en la realidad el papel de foro público que le asigna la teoría. Sin embargo, hasta finales
del siglo XVIII la prensa inglesa se enfrenta a obstáculos para dar una cumplida información de los
debates parlamentarios, ya que el debate es considerado como privilegio de la aristocracia.
Aparecen, en este contexto, las publicaciones oficiales de los Parlamentos, como el Journal des
Debattes et des Décrets que publica desde agosto de 1789 la Asamblea Nacional francesa.
El valor de la publicidad será también subrayado por Jeremy Bentham, especialmente en el escrito
que publicó dirigido a la Asamblea Constituyente francesa. Para Bentham, la publicidad de los
debates parlamentarios asegura una “supervisión del público” y supone un control del poder que
“está amenazado por una serie de tentaciones”. “En una asamblea elegida por el pueblo y
renovada periódicamente, la publicidad es absolutamente necesaria para proporcionar a los
señores electores la posibilidad de proceder con conocimiento de causa”. Bentham, autor de
“Táctica Parlamentaria” y “Código Constitucional”, inventa la expresión “táctica”. Hacia 1788-1790
está descontento con el funcionamiento del Parlamento inglés. Con la Revolución y Asamblea
francesas, los debates que se producen son objeto de su interés y viaja a París. Después de
elaborar una primera versión del libro, publica “Táctica Parlamentaria”, que tendrá una gran
influencia en el continente a partir de su traducción al inglés.
Sus ideas tienen tanta aceptación porque durante el siglo XIX el Parlamento se está construyendo,
es la pieza básica de toda la arquitectura política. Deben definirse su poder y competencias, y en
este contexto es donde explica las tácticas parlamentarias. Bentham es el gran defensor de la
publicidad de los políticos, para que todo el mundo pueda estar implicado en las discusiones o
debates.
Bentham pretende un Parlamento en el que el voto sea público, ya que se trabajaba a puerta
cerrada. Exigir toda esta publicidad es muy nuevo para la época. Se busca que el Parlamento
trabaje y tome decisiones, que cumpla sus funciones de forma eficaz. Esto estará favorecido por la
publicidad, sin la cual no se puede confiar en el Parlamento.
Bentham habla sobre el Tribunal de la Opinión Pública, elaborando un concepto que en el siglo XX
recuperamos con otro nombre: Ojo Público. Con este tribunal se introduce la opinión pública, que
se encarga de juzgar, aprobar o rechazar los comportamientos. La libertad de prensa que se
reclama y ejercita en una situación de máxima publicidad debe estar en un contexto más amplio,
de ahí el Tribunal de la Opinión Pública que vigila los comportamientos. Es una autoridad nueva en
la sociedad que entiende y está en relación con cualquier materia, de ahí que sea objeto de juicio.
Bentham se plantea la influencia de la opinión pública en los comportamientos morales y civiles,
sociales... así habla de la inspección del gobierno por parte del pueblo, que debe tener un nuevo
papel juzgándolos.
La publicidad que Bentham reclama se constituye como una garantía frente al abuso. Así, se habla
de reconocimiento y peso de la opinión pública en la sociedad: “el gobierno no es por la fuerza de
las armas o la herencia, sino por una nueva fuente de legitimación ante la que hay que responder”.
Una pieza básica es la prensa, de ahí la existencia de periódicos y leyes.
2. El “Régimen de Opinión” como “gobierno de la opinión pública”
El Régimen de Opinión se instaura cuando aparecen los primeros gobiernos liberales a principios
del siglo XIX y se llevan (y fundamentan la desde la ciencia política) a la práctica los ideales
democráticos expuestos por la Ilustración. Ninguna de las constituciones que se van elaborando
desde principios de siglo cita expresamente el término opinión pública, pero todas recogen su
espíritu, significado y referencia. El Régimen de Opinión, dice A. Muñoz Alonso, es “un sistema de
gobierno que se legitima por la opinión pública y que tiene a la opinión pública como criterio y
punto de referencia permanente”.. Desde el momento en que se acepta el origen popular del
poder, las opiniones y deseos de los ciudadanos no podrán estar ausentes del proceso
democrático y, aunque la opinión queda en libertad, no será la voz de la opinión pública, sino la de
la voluntad general la que pase a expresarse en actos formales o a articularse en leyes. La
ambigüedad, vivacidad y versatilidad que se le atribuyen hacen que no entre a formar parte de la
ley, sino del ejercicio de ciertas libertades que posibilitan el diálogo público y la participación de
todos los ciudadanos en los asuntos de interés general. Sin embargo, quienes ocupan el poder
siempre estarán atentos a su voz porque será de esta opinión de donde reciban su legitimidad.
En el Régimen de Opinión funciona el principio de autoridad (unido al de racionalidad y discusión),
pero serán las autoridades democráticas las que posibiliten la discusión pública, primero entre
particulares y después en el Parlamento. El concepto de autoridad debatida se basa en la
esperanza de que la verdad y la justicia surgen de algún modo de la sociedad construida como un
organismo de discusión libre. Los protagonistas de esta discusión serán los individuos, las
asociaciones y partidos y el Parlamento.
El pensamiento político y el desarrollo democrático del siglo XIX serán los encargados de llevar a
la práctica los conceptos que definen la esencia del Régimen de Opinión:
-soberanía
-voluntad general y ley
-limitación y división de poderes
-pluralismo político y parlamentario
-articulación de la vida pública a través del sistema de partidos y sistema electoral y libertades
públicas que hacen posible que funcione el nuevo sistema (destacan la libertad de opinión,
expresión e imprenta y el derecho de los ciudadanos a la información del Parlamento).
Kant, en sus obras póstumas, explica como los sabios, y todos aquellos que pueden actuar como
tal, son los encargados de utilizar la razón pública para llegar a acuerdos sobre asuntos de interés
común. El principio de soberanía popular, la elaboración de leyes, la custodia de los derechos, el
control de la verdad y la moralidad pública se asientan en el uso público de la razón y en el
principio de publicidad. La prohibición de la publicidad impediría, según Kant, el progreso de un
pueblo hacia una situación mejor.
La publicidad parlamentaria es desconocida en las etapas anteriores a las revoluciones. En el siglo
XVIII en Inglaterra hay un régimen de secreto parlamentario, pues el debate es considerado un
privilegio de la aristocracia. Este régimen de secreto va unido al régimen de inmunidades y
privilegios, con el doble objetivo de proteger a los parlamentarios de las posibles venganzas y
arbitrariedades de la monarquía y de evitar las presiones de la población.
La defensa del secreto se lleva a cabo de dos maneras:
-impidiendo que el público y la prensa entren en las sesiones parlamentarias
-prohibiendo la publicación de cualquier noticia relacionada con los debates sin autorización previa
Pero el pueblo inglés insiste en conocer los secretos de la vida política y el mundo de la
información luchará para difundir las discusiones parlamentarias. Aparecen hojas de noticias,
sátiras, y la Cámara de los Comunes publica los Votes and proceedings. A partir de 1860 la prensa
rivalizará con el Parlamento como plataforma de discusión política.
Bentham, en su obra “Essays on political tactics”, defenderá el principio de publicidad
parlamentaria: “Antes de entrar en los detalles sobre la forma de operar la Asamblea, vamos a
colocar a la cabeza de su reglamento la ley más apropiada para asegurar la pública confianza, y
hacer con ello que avance constantemente hacia su finalidad como institución. Se trata de la ley
sobre la publicidad”.
En Francia, una vez iniciado el proceso revolucionario, se practica con claridad y nitidez la
actividad parlamentaria y se defiende la publicidad de sus sesiones. La Constitución de 1791
establece que “las deliberaciones del cuerpo legislativo serán públicas y las actas de sus sesiones
serán impresas”.
Con la publicidad parlamentaria la información se transforma en educación cívica, ayuda a la
participación política y se utiliza como control político de la actividad del parlamento.
El fundamento de la publicidad hay que situarlo en el giro que se produce con las revoluciones
burguesas al entender el Parlamento como un órgano de la sociedad y no cómo un órgano del
Estado. Así, la opinión pública tendrá la misión de racionalizar el mundo de la política y la
sociedad. El mandato representativo que el Parlamento ha recibido de todos los ciudadanos le
obliga a dar publicidad de todo aquello que discute y decide.
El problema que surge es cuántos y quiénes participan en ese gobierno por la opinión pública. Aún
no hay sufragio universal, y el modelo queda para una clase burguesa ascendente, que
electoralmente se corresponde con el sufragio censitario. Participa un sector de la burguesía y
queda fuera otro sector: el pueblo, que no participa en el raciocinio o discusión. También quedan
fuera aquellos que lo rechazan y siguen fieles al antiguo régimen.
Se trata de un sufragio muy restringido, con un nivel de renta mínimo necesario para votar. Esto se
debe a que para entrar en el juego democrático es necesario mostrar que se tienen intereses en
mantener el sistema, aceptar las reglas vigentes.
Poco a poco la presión de quienes están fuera va creciendo y hay que atenuar las restricciones
para el sufragio censitario. Esto hace posible que se vaya incorporando más gente. El sistema no
aguanta esta entrada, pues estaba preparado para ciertos grupos con intereses.
La opinión pública se sitúa entre gobierno y ciudadanos como una especie de filtro (no se puede
hacer algo porque la gente va a protestar). Si la opinión pública tiene mucha fuerza se corre el
riesgo de que el gobierno no sea fuerte, y viceversa.
Al tomar decisiones se contempla un escenario en el que una de las variables es la opinión pública.
En el siglo XX esto cambiará, se concretará en algo más tangible: los porcentajes de las
encuestas.
En el gobierno por la opinión pública interesan varios autores. En “Sobre la libertad”, J. Stuart Mill
enlaza con la mejor tradición inglesa sobre la defensa de la libertad. Esta defensa se refiere,
primero, al dominio interno de la conciencia, a la más absoluta libertad de pensamiento y
sentimiento y la libertad de expresar y publicar las opiniones; en segundo lugar a la libertad en
nuestros gustos y en la determinación de nuestros propios fines, y en tercer lugar, a la libertad de
asociación. La amenaza a la libertad que Mill temía principalmente no era del gobierno, sino de una
mayoría intolerante. Ésta es la idea que aparece cuando usa la expresión “opinión pública”, al
supeditar ésta al poder y tiranía de las mayorías en el nuevo contexto de la sociedad democrática
liberal. Afirma que el poder de las masas gobierna el mundo, y que el pensamiento de estas se
forma para ellas por hombres de su mismo nivel, que se dirigen a ella o hablan en su nombre del
asunto del momento a través de los periódicos. Se trata de una concepción elitista sobre el papel
de las masas en la nueva sociedad, la nostalgia por el papel dirigente de una aristocracia
intelectual y la ambivalencia del concepto de opinión pública. Mill lamenta una situación en la que
la opinión pública no es sino la expresión de las masas y su poder. Esto lo expresa con frases
como “tiranía de la opinión pública”, “yugo de la opinión” o “invasiones de la opinión pública”.
Siente añoranza por aquella opinión pública fruto del juicio y del raciocinio público hecho por los
ilustrados o los representantes del pueblo.
La idea del gobierno por la opinión pública va a estar presente hasta comienzos del siglo XX. El
concepto surge en la prensa de partido. En el siglo XX surge la prensa de masas. Aumenta el
número de habitantes, las condiciones se vuelven totalmente diferentes. La opinión pública se
piensa desde la nueva realidad, con las ciencias sociales que arrancan en ese momento.
La disputa del siglo XX será entre el concepto político de la opinión pública nacido en el siglo XIX y
la visión sociológica que irá abriéndose paso durante el siglo XX.
Durante años se plantea si el concepto de opinión pública sigue siendo útil para las funciones
políticas que se asignan a la opinión pública. Está por ver si estas se cumplen o son sólo retórica.
En el siglo XIX se hablaba en una forma abstracta de la opinión pública y en esta visión el sujeto
de la opinión pública es el pueblo. Es el protagonista, restringido con el sufragio censitario. En la
dimensión no electoral, el pueblo se compone de aquellos con formación e intereses, y fuera de
este público queda la inmensa mayoría de la población. Este periodo se llama sociedad de
públicos. A este público se le reconocen las funciones políticas.
Cuando llegamos al siglo XX, el concepto de gobierno por la opinión languidece, pues pasamos de
una sociedad de públicos a una de masas. Se pierde al público como sujeto político.
En muchos países se ve este agotamiento del público y en muy pocos hay sufragio universal, sino
sólo masculino, con lo que aún se prohíbe la entrada de millones de mujeres a la opinión pública.
Las masas aún no tienen, a principios de siglo, la presencia que tendrán después.
3. Democracia y opinión pública: Alexis de Tocqueville y James Bryce
Según avanza el siglo XIX, a la par que los gobiernos liberales van desarrollando con freno y temor
los principios de igualdad y libertad proclamados en torno a la Revolución, otras ideologías y
fuerzas políticas van reivindicando en nombre del pueblo la ampliación de estos derechos,
trasladando a la esfera pública problemas y conflictos que anteriormente se debatían
exclusivamente en la esfera de la privacidad.. Alexis de Tocqueville se sumará a la corriente que
reivindica mayores derechos y libertades (como la ampliación del sufragio), pero también
manifestará sus temores ante unas masas y una opinión pública dominante que no actúa como
contrapeso del poder desde la sociedad civil, sino como poder coactivo de las masas contra la
inteligencia y la racionalidad. Este autor, junto Stuart Mill, apoyará el desarrollo de derechos y
libertades pero denunciará la coacción moral o el “yugo de la opinión pública” dominada por las
muchedumbres y los mediocres.
Alexis de Tocqueville, especialmente en “La democracia en América” y “El antiguo régimen” hace
una exposición magistral sobre la igualdad y la libertad (y sus peligros) en la nueva sociedad
democrática (cuyo ejemplo más notorio se encuentra en la sociedad norteamericana), desde la
perspectiva sociológica, histórica y moral. Partidario de la descentralización y del pluralismo
político, reclama “la creación de nuevos poderes intermedios para insertar eficazmente la opinión
pública en la división y limitación de los poderes”. Pero la opinión pública en Tocqueville dejará de
ser un instrumento de emancipación para convertirse en una fuerza de opresión.
En la parte dedicada a la influencia de la democracia sobre el movimiento intelectual de los
Estados Unidos de “La democracia en América” Tocqueville resume su punto de vista sobre el
poder de las mayorías, la importancia de las costumbres y las creencias dogmáticas como ideas
comunes, el proceso de nivelación e igualdad y el papel de la opinión pública en las sociedades
democráticas. Afirma que en las épocas igualitarias, a medida que los ciudadanos se nivelan y
asemejan, disminuye la tendencia de cada uno a creer ciegamente en un hombre o en una clase
determinada. Aumenta en cambio la de fiarse a la masa, y su opinión llega a ser la que conduce el
mundo. “No sólo la opinión común es el único maestro que le queda a la razón individual en los
pueblos democráticos, sino que en ellos dicha opinión es infinitamente más poderosa que en los
otros pueblos. En épocas de igualdad ningún hombre fía en otro, a causa de su equivalencia; pero
esta misma equivalencia les da una confianza casi ilimitada en el juicio público, ya que no les
parece verosímil que siendo todos de igual discernimiento, la verdad no se encuentre del lado de la
mayoría”. Es el poder de las mayorías, inimaginable en una sociedad de tipo aristocrático. En las
sociedades democráticas, como es la de Estados Unidos, la omnipotencia política de la mayoría
hace aumentar la influencia de la opinión pública sobre cada uno de los ciudadanos, aunque la
causa principal no haya de buscarse en las instituciones sino en el principio de igualdad. La
relación entre mayorías, igualdad y opinión pública queda perfectamente aclarada en la sentencia
que dicta un poco más adelante: “en las épocas de igualdad cabe prever que la fe en la opinión
será como una religión cuyo profeta vendrá a ser la mayoría”.
Queda claro que en los sistemas democráticos quien manda es la mayoría y que en sociedades
como la americana a Tocqueville lo que más le repugna no es el exceso de libertad, sino la
escasez de garantías que existen contra la tiranía, incluida la de la opinión pública. ¿A quién acudir
entonces?, se pregunta Tocqueville, cuando entiende por opinión pública la opinión opresora de las
mayorías: “Cuando un hombre o un partido es víctima de una injusticia en los Estados Unidos, ¿a
quién queréis que se dirija? ¿A la opinión pública? Es ella la que forma la mayoría”. Y es aquí
cuando nos ofrece uno de los pasajes más bellos sobre la libertad de prensa como libertad de
expresión que deja sentir su poder tanto sobre las opiniones políticas como sobre las opiniones
individuales de los hombres. “En nuestros días, un ciudadano oprimido no tiene más que un medio
de defensa: dirigirse a la nación entera, y si ésta no le escucha, al género humano. Y no hay sino
un medio para hacerlo, que es la prensa. Por ende, la libertar de prensa es infinitamente más
preciosa en las naciones democráticas; ella sola remedia la mayoría de los males que puede
producir la igualdad. La igualdad aisla y debilita a los hombres, pero la prensa pone a su servicio
un arma poderosísima de la que el individuo más aislado y desvalido puede hacer uso. La igualdad
priva a todo individuo del apoyo de sus allegados; pero la prensa le permite llamar en su ayuda a
todos sus ciudadanos, incluso a todos sus semejantes. La imprenta, que ha impulsado los
progresos de la igualdad, constituye uno de sus mejores correctivos. Creo que los ciudadanos de
las aristocracias pueden, si es preciso, pasarse sin la libertad de prensa; pero quienes habitan los
países democráticos no pueden prescindir de ella. Para garantizar su independencia personal no
confío en las grandes asambleas políticas, ni en las prerrogativas parlamentarias ni en la
proclamación de la soberanía del pueblo. Todas estas cosas se concilian, hasta cierto punto, con la
servidumbre individual; pero esta servidumbre no será total si la prensa es libre. La prensa es el
instrumento democrático por excelencia de la libertad”
El británico James Bryce marca el final del siglo XIX con el Gobierno de la opinión pública. Se
ocupará esforzada y sistemáticamente de qué es la opinión pública y cuál es su papel en la
sociedad. Doce capítulos de su obra “The American Commonwealth” están dedicadas
íntegramente a este tema. La obra es una descripción de la sociedad y la vida política de Estados
Unidos, como hiciera Tocqueville cincuenta años antes, pero con método menos especulativo y
más empírico. El tratado sistemático que redacta Bryce tendrá un enorme influencia en el estudio
de la opinión pública. En su obra hace un completo desarrollo de la teoría de la opinión pública.
Estudia su naturaleza y las fases de su formación, el gobierno por la opinión pública, cómo la
opinión pública gobierna América, los órganos de la opinión pública, el papel de la prensa, los
meetings, las elecciones y la “tiranía de la mayoría”, entre otras cuestiones.
Hace una descripción de los Estados Unidos a los que ve como el prototipo del régimen de opinión
(“en ningún sitio es el imperio de la opinión pública tan completo como en América, ni tan directo,
es decir, tan independiente de máquina ordinaria del Gobierno”.
Bryce diferencia a Norteamérica de los países europeos a los que ve bajo el control de una clase
dominante que en su opinión, no existe en Estados Unidos. También atribuye las diferencias entre
la opinión pública americana y europea a la carencia de una “capital política predominante” en los
Estados Unidos. Además, estima que, en conjunto, los americanos son más educados que ningún
otro pueblo (con algunas excepciones), aunque admite que la educación de masas es superficial.
Capta los aspectos no racionales de la opinión y se interesa por los partidos y elecciones, así como
por la prensa.
Después de la Primera Guerra Mundial Bryce presta una especial atención al problema de la
educación de la opinión pública. Se ha desmoronado su optimismo inicial y la guerra, con su
despliegue propagandístico, le ha hecho tomar conciencia de la manipulación de la opinión pública.
Bryce avanza algunas preguntas que se convertirán en obsesión a comienzos del siglo XX: ¿dónde
se concreta la opinión pública?, ¿dónde se la reconoce?, ¿cómo podemos precisarla? Señala que
estas preguntas nos revelan los puntos débiles de la construcción del gobierno por la opinión
pública.
En resumen, Bryce completa toda una tradición o corriente de pensamiento que se había ido
decantando en el siglo XIX. Se ocupa con detenimiento de todos los componentes que considera
que forman parte del gobierno por la opinión pública. Formula un gran reto: el problema de la
opinión pública es precisar donde está, dónde se la encuentra. Las respuestas a sus preguntas
llegarán en los años 30, gracias a las encuestas. Ya no se teorizará, sino que se llevará a cabo una
medición de la opinión pública. El triunfo de las encuestas radica en que se presentan como el
método para dar respuesta a algo que se estaba buscando hacía tiempo.
Después de Bryce, culminación de una época, se pasa a una visión nueva con nuevas respuestas.
La metodología es algo muy importante que se empieza a desarrollar. Se pasa de una visión
subjetiva a una visión fruto de un proceso llamado objetividad, tomando como referencia las
encuestas.
Tema 4. El estudio moderno de la opinión pública
1. El nuevo contexto histórico. Las transformaciones sociales, políticas e informativas
hasta 1939
Nos situamos en un mundo donde ya han surgido las grandes ciudades, las multitudes, las
masas... Están surgiendo los MCM, se está extendiendo el sufragio, aparecen nuevos tipos de
partidos políticos, así como el movimiento sindical y obrero.
En este contexto hay nuevas perspectivas para la opinión pública. En el siglo XX el concepto o
visión de la opinión pública se agota, pues se ve muy lejano y se piensa la opinión pública de forma
distinta.
En las grandes ciudades como Londres, París y Madrid surge la prensa de masas, nuevo
componente en el fenómeno de la opinión pública, que trastoca el análisis realizado en el siglo XIX.
Esta prensa será catalizadora de estados de opinión.
Un fenómeno importante se desarrolla en mayor o menor medida en cada país: la alfabetización,
que impulsa el aumento de número de lectores y la difusión de la prensa.
La prensa que surge es sensacionalista, y trastoca la visión que se tiene de esta, motivando un
nuevo interés por su estudio por parte de universitarios e intelectuales: se reflexiona sobre el papel
e importancia de la prensa desde un punto de vista sociológico.
El mundo del periodismo empieza así a cobrar auge y se vincula de manera nueva con el mundo
de la opinión pública. Se formulan preguntas sobre el papel que debe desempeñar la prensa, sus
problemas... Así se entiende la conexión entre prensa y opinión pública. No es algo ocasional, sino
que se da debido a los efectos de un nuevo tipo de periodismo.
Max Weber es un precedente interesante. En 1910 convoca una reunión sociológica sobre la
prensa, cuyos resultados se publican en 1912. Es una reflexión a favor de la prensa en la sociedad
moderna, planteándola como un medio de control social. Habla del concepto de público, los
clientes de los periódicos, los anunciantes, la relación entre prensa y opinión pública, los
periodistas y el carácter informativo de los periódicos en detrimento de la publicidad y la opinión.
En 1910 se pregunta cuál debe ser la procedencia y formación de los periodistas, los requisitos
que deben cumplir para actuar como tales. Estos son problemas propios del siglo XX. Así deriva la
formación de institutos, seminarios y facultades de periodismo, lo que indica una preocupación
sobre el tema.
Weber plantea el tipo de lectura al que el periódico nos desplaza si el lector se acostumbra al tipo
de lectura propio de este y deja los libros. Si la prensa desplaza a los lectores a los periódicos,
estos lectores empiezan a interpretar la realidad según categorías y lecturas periodísticas.
No obstante, Max Weber valora muy positivamente a la prensa cuando en “Politik als Beruf” dice
que “aunque producida en circunstancias muy distintas una obra periodística realmente ‘buena’
exige al menos tanto espíritu como cualquier otra obra intelectual, sobre todo si se piensa que hay
que realizarla aprisa, por encargo y para que surta efectos inmediatos. Como lo que se recuerda es
naturalmente la obra periodística irresponsable, a causa de sus funestas consecuencias, pocas
gentes saben apreciar que la responsabilidad del periodista es mucho mayor que la del sabio y
que, por término medio, el sentido de responsabilidad del periodista en nada le cede al de
cualquier otro intelectual”.
Por otro lado, en el siglo XX, con el sufragio universal se introduce en la vida política a muchas
personas que son analfabetas y no conocen la situación política, con lo que los rasgos heredados
del siglo XIX ya no son válidos.
Se da una visión sociológica que indica cómo las masas juegan un papel, y señala la influencia de
la prensa de masas, la importancia del componente individual.
Un nuevo concepto es construido a partir de una nueva realidad y se introduce un nuevo
componente: los medios de comunicación de masas (televisión, radio...)
Ha comenzado la era de las multitudes (Le Bon) o de los públicos (Tarde) y el concepto de opinión
pública dará un giro de 180 grados. Si anteriormente era entendida desde el raciocinio público
ejercido por personas privadas, informadas y responsables ante los asuntos públicos, ahora se
explicará desde las masas como racionalización de un impulso colectivo. No es la razón, el diálogo
y el debate quien dirige la opinión pública, sino las necesidades básicas vividas colectivamente y
racionalizadas por un líder. Se ha pasado de la razón a los instintos y de los públicos a las masas.
Si por un lado estas teorías nos descubren una faceta importante para entender la opinión pública
en la sociedad actual, por otro nos inducen a una concepción peyorativa de la misma. La opinión
pública, dirán, no es sino el reflejo de la incultura y la ignorancia de las masas, expuestas
fácilmente al control y a la manipulación de los grupos, las elites y los líderes; en definitiva, de
aquellos que detentan el poder.
Los primeros autores del siglo van a señalar el cambio que se ha producido y los nuevos
problemas que surgen.
Existe un grupo de psicólogos, sociólogos y pensadores sociales que, apoyándose en la teoría de
los instintos, pretenden explicar “en profundidad” el comportamiento del hombre en multitud. Entre
estos destacan Tarde y Le Bon.
Tarde, en “La opinión y la masa” pretende explicar el origen del comportamiento social del hombre
apoyándose en la formación de los contenidos de la mente y en los procesos de comunicación,
acudiendo a conceptos como los de simpatía, sugestión, contagio mental, oposición e imitación.
Cualquier conducta social pasa por la imitación, que hace posible el proceso de socialización.
El segundo objetivo de Tarde es comparar los comportamientos de las multitudes con los de los
públicos, explicando los factores que intervienen en la formación de las opiniones, entre los que
destaca el papel de la conversación.
Afirma que la era actual no es la de las multitudes, sino la de los públicos. Los avances de la
técnica y los cambios en los medios de comunicación han contribuido al surgimiento de los nuevos
públicos y a una nueva forma de entender la opinión pública. Las opiniones tienen su origen en la
tradición y en la razón, pero son los medios de comunicación los encargados de difundir, publicar y
uniformizar las opiniones de una colectividad.
También concede una gran importancia a la conversación, a la que considera el agente más
poderoso de la imitación y, por tanto, de la sociabilidad. La opinión pública encontrará un gran
apoyo en la conversación, que es la que permite dar el salto de la privacidad a la conciencia
colectiva.
Tarde se adelanta casi medio siglo en formular ligeramente la teoría de la comunicación en dos
fases y destacar el papel de los líderes de opinión en el proceso de la comunicación.
Para Gustavo Le Bon, las multitudes son ciegas, compactas, emotivas, amorales, dóciles a los
líderes y con un nivel bajo de inteligencia. En su libro “Psicología de la masa” pueden destacarse
tres temas: la ley de la unidad mental, el papel de las emociones y la inteligencia en las multitudes.
-Ley de la unidad mental: en una multitud, al desvanecerse la personalidad consciente de los
individuos, los sentimientos, las convicciones, los intereses y las acciones se orientan en la misma
dirección.
-Papel de las emociones: las multitudes actúan dominadas por la vida afectiva y sentimental. Sus
emociones son simples, instantáneas, extremas y cambiantes, provocando que la vida intelectual
quede reducida a la mínima expresión.
-La inteligencia en las multitudes: a las multitudes no les une la inteligencia, sino la estupidez.
El sentimiento de poder irresistible que adquieren los miembros de una colectividad, los efectos de
la sugestión y el contagio y la acción exterior de los dirigentes son las principales causas que
contribuyen a crear estas diferencias entre el individuo y la multitud.
Le Bon subraya las dificultades que tienen las multitudes para el razonamiento y la opinión: sus
razonamientos son simples y faltos de lógica, y si manifiestan alguna opinión, éstas tienen su
origen en el exterior. Los agitadores, a través de ciertos mecanismos psicológicos sumados a la
acción de las ideologías hacen posible que las muchedumbres accedan a aquellos lugares
anteriormente reservados a las minorías cultas y dirigentes. Ahora gobierna el Régimen de
Opinión, pero no el de la aristocracia intelectual, sino el de las multitudes incultas y primitivas
expuestas a la acción de los dirigentes (agitadores) y las ideologías de moda.
Una conclusión aparece clara en los psicólogos de las multitudes: lo que llamamos opinión pública
no es consecuencia de un debate razonado y público, sino la expresión de un impulso colectivo. En
las multitudes, la inteligencia queda reducida al mínimo y las opiniones que defienden normalmente
vienen del exterior, a través de los líderes y las élites.
Todas estas ideas son nuevas a principios del siglo XX. En esta época en la que se empiezan a
estudiar los comportamientos colectivos hay grandes urbes donde miles de personas participan en
una misma forma de vida, con lo que surgen nuevos comportamientos. Con el cine, miles de
personas van a ver las mismas películas, imitan a las estrellas... Así, se plantean comportamientos
colectivos.
Estas personas también se pueden unir para ponerse a favor o en contra de algo. Surge con gran
fuerza el fenómeno de la comunicación y propaganda en el sentido moderno.
Todo esto describe un panorama de la opinión pública diferente, que no tiene nada que ver con el
del siglo XIX.
Es muy importante la Guerra Mundial, que supuso una gran experiencia propagandística, una
movilización y experimentación en las técnicas de propaganda.
Se plantean dos grandes preguntas:
-¿Qué materia es competencia de la opinión pública?
-¿Qué grado de influencia tiene la opinión pública?
Se pregunta si el Parlamento de un país puede hacer caso de la opinión pública, de ahí que se
interrogue sobre sus competencias. Se plantea si al legislar debe prestarse atención a la
propaganda, huelgas, etc... o si, por el contrario, se piensa que aquellos que forman la opinión no
están muy enterados y no se debe seguir lo que dice la opinión pública.
Hay que determinar en qué materias es importante la opinión pública. Se desarrolla el referéndum
y se plantea hasta dónde hay que llegar a la hora de plantearlo, duda que continúa en el presente.
Max Scheler, K. Mannheim, Spengler en “La decadencia de occidente” y Ortega y Gasset en “La
rebelión de las masas” describen los nuevos comportamientos del hombre masa, la moda, la
sugestión a distancia...
Ortega y Gasset se centra en la descripción del hombre masa, al que entiende como un ser
mezquino, brutal y vacío de intimidad. Masa, dice Ortega, es el “hombre medio”, aquel que no se
valora a sí mismo, no piensa y se pierde en la inmensa multitud. Es mediocre, insensible a la
cultura, conformista, vulgar, desligado de la tradición, dominado por la masa, autosatisfecho y
primitivo. Las masas viven en rebelión continua contra las minorías, pero su rebelión termina en la
homogeneidad y en la sumisión al Estado.
A comienzos de siglo surge un liberalismo aristocrático y muchos autores van analizando el cambio
de siglo. Analizan cómo la sociedad inglesa del siglo XIX va decayendo por la presión externa de
las masas que lo van cambiando todo, con lo que también hay una renovación de los núcleos de
poder en centros de conocimiento y enseñanza. Hay una visión conservadora y crítica hacia la
llegada de la masa, pues se produce la sustitución de las élites por la masa. La movilización de las
masas se ha constatado también en la Guerra Mundial, al comprobar que se las puede decantar a
favor o en contra de algo.
2. La opinión pública y el sufragio. Abbot L. Lowell
Lowell, en “Public opinion and popular government” plantea la opinión pública y el gobierno a
través del pueblo. Trata temas como la función de los partidos políticos, los métodos de expresión
de la opinión pública y la regulación de las materias a las cuales la opinión pública no puede ser
directamente aplicada. Su libro es uno de los últimos en recoger esa visión clásica: no recoge la
visión sociológica que surge una década más tarde con las encuestas.
Lowell plantea varias preguntas en el ámbito político que años después se plantearán desde el
lado empírico:
-¿Qué papel hay que darle a la opinión pública en el gobierno?
-¿La opinión pública es competente o no sobre todas las cuestiones?
-¿En qué campos o medios escuchamos a la opinión pública por su competencia y en cuales no?
-¿Las masas son competentes para opinar y marcar una dirección en el gobierno de los países?
Abbot Lowell afirma que hay cuestiones en las que la opinión pública es más competente que en
otras. Algunas cuestiones preocupan más a los ciudadanos y otras les son más indiferentes, por lo
que reflexionan menos sobre ellas.
Algunos temas preocupan más que otros a los ciudadanos, de ahí que:
-se adquiera o no información
-se reflexione o no
-se opine o no
En los años 60, con el “boom” de los MCM, la importancia radicará en atraer la atención a materias
que pueden estar lejos de sus intereses, aunque eso no implica estar mejor informados.
En el primer capítulo Lowell habla de los componentes de la opinión pública, pues debe ser opinión
y pública. La opinión tiene un proceso de formación y adquisición, de ahí que se admita la
presencia de los MCM en la formación de la opinión pública. No hay que confundir la opinión con
los prejuicios, creencias o tradiciones, ya que esta es más ligera.
En la opinión no se requiere la unanimidad. La opinión de la mayoría no siempre es igual a la
opinión pública. Hoy en día tendemos a considerar la opinión pública como la de la mayoría, pero
puede ser que haya una minoría más activa, que se hace oír más.
Años más tarde, en la década de los 60, se acuñará la expresión de “mayoría silenciosa”:
opiniones mayoritarias y muy extendidas pero que están como dormidas hasta que despiertan en
un momento dado. Este aspecto es básico en cualquier análisis o diagnóstico de una situación de
opinión pública. Es un error confundir opinión pública con mayoría.
En la opinión pública es necesaria la discrepancia. La opinión pública debía expresarse sin temor,
pero cuando alguien no manifestaba una opinión era porque no se compartía la opinión de quienes
la hacían pública, no por miedo.
Hay una homogeneidad de quienes mantienen la opinión. En esta época, con la llegada de
inmigrantes, se amenaza la homogeneidad del sujeto.
Al hablar de opinión pública y su presencia en el gobierno, Lowell pregunta si es posible gobernar
por leyes o por hombres que tienen una opinión.
3. La opinión pública y la sociología. Ferdinand Tönnies.
Ya desde los primeros años del siglo XX es evidente el interés de los sociólogos por el concepto de
opinión pública. Perdida la “exclusiva” de su tratamiento por la teoría política, son los científicos
sociales en general los que se vuelcan en el análisis del problemático concepto.
Los estudios de Bentley, Laswell y Lippmann, entre otros, se refieren a este tema en Estados
Unidos. Mientras tanto, en Europa sobresale la obra del sociólogo alemán Ferdinand Tónnies
(1885-1936). En “Comunidad y asociación” plantea el estudio de la sociedad y los distintos vínculos
entre comunidad y asociación. En “Crítica de la opinión pública” se centra en la opinión pública,
recoge algunas de las ideas sobre el tema presentadas en su anterior obra y en trabajos
publicados entre ambas.
Se trata de un análisis de las condiciones en las que el fenómeno de la opinión pública aparece y
es posible. También analiza las estructuras que lo hacen posible y sus fundamentos.
La primera parte trata de la historia de la opinión pública y luego pasa al análisis de la opinión
pública en la sociedad moderna.
Tönnies es presidente de la asociación alemana de sociología. Tiene problemas al enfrentarse a
Hitler y es expulsado de la Universidad. Después de la guerra está decadente y llega a
recuperarse. Se plantea su proximidad al nacionalsocialismo.
“Crítica de la opinión pública” aparece un año antes de que se instale la primera emisora de radio
en Alemania. Tönnies dedica una parte del libro al análisis del cambio de Alemania a comienzos de
siglo en lo que se refiere a la alfabetización de la población, el índice de lectores... Habla de un 2%,
cifra baja si se compara con otros países europeos.
Existe el reto de un vocabulario muy complejo y muy exacto, con una terminología muy matizada,
siendo la traducción uno de los problemas. Existen diferencias de matiz que se pierden en la
traducción y generan confusión.
Se recoge la idea de que la opinión pública es entendida como una tradición cultural. La influencia
o herencia definida por Tönnies es la parte histórica que recoge la evolución tal y como se reitera
en las obras de autores posteriores.
Para Tönnies, la formación de la opinión pública implica crítica, racionalidad, abolición o acuerdo
del público. Dichas características le llevan a enfrentarla a la Iglesia católica romana: la opinión
pública se contrapone al dogma católico.
La tensión entre razón e Iglesia (religión) es la crítica de lo racional a los fenómenos religiosos, a
las creencias en una verdad absoluta. La opinión pública va ganando espacio frente a ese dogma o
creencias absolutas.
Algunos autores han analizado esta obra y señalan que esto representa la base de una crítica
racional a la religión. Tönnies señala que religión y opinión pública son ideas opuestas porque
opinión pública implica libertad de pensamiento y juicio.
En la sociedad moderna, la opinión pública va teniendo más peso y presencia frente a la religión.
Tönnies también destaca el aspecto voluntarista de la opinión pública, atribuyendo a esta el
carácter de “voluntad del grupo”, que trata de imponerse a todos los miembros del mismo y que,
por tanto, no puede ser un conglomerado de puntos de vista contradictorios.
4. El estudio de la opinión pública en España. Adolfo Posada.
A finales del siglo XIX había en España una preocupación universitaria por la opinión pública,
convirtiéndose en un objeto de estudio, pero años antes existía ya una profunda reflexión sobre el
tema.
En este contexto se encuentran entre otros Gumersindo de Azcárate y Manuel Salas y Ferre,
primer catedrático español de sociología, en cuyo tratado “Sociología general” se trata el tema de
la opinión pública. Por otro lado, Alberto López Selva publica y lee su discurso doctoral “Sobre la
opinión pública”, en cuyos epígrafes se recogen todos los temas referentes a la misma.
Sin embargo, el autor más interesante es Adolfo Posada. Nacido en Oviedo en 1860, su vida
transcurre entre esta ciudad y Madrid, donde muere en 1944.
Posada, dentro del ámbito jurídico-político, supo introducir y estudiar el fenómeno de la opinión
pública. Las obras en las que trata este tema con más rigor y preocupación son su “Curso de
Derecho Político” y los dos artículos publicados en el Boletín de la Institución en 1909: “Sobre la
opinión pública” y “Naturaleza de la opinión pública”
Posada vive todo el período de la Restauración, así como del krausismo español y de la Institución
Libre de Enseñanza. Tener en cuenta este momento histórico es indispensable para comprender el
interés y entrega de sus palabras.
En 1883, con 23 años, obtiene la Cátedra de Derecho de la Universidad de Oviedo. Es nombrado
bibliotecario y suscribe a su Facultad a varias revistas de sociología, fundando una en 1893 (de la
que sólo saldrán dos números).
También desempeñará una importante labor en el Instituto de Reformas Sociales, ya que durante
veinte años se encargará de la sección de Bibliografía y Legislación del Instituto.
En el “Curso de Derecho Político” (1893) se esfuerza en diferenciar aquellos países en los que
existe un auténtico régimen de opinión. En el capítulo dedicado a la Organización del Estado trata
de la opinión pública: “En rigor, la opinión pública [...] es la que supone el apoyo prestado al
Gobierno por la afección expresa y por la aprobación activa de la masa social”. El Gobierno de
opinión necesita de la representatividad, y los países dónde se acentúa el imperio de la opinión
pública son aquellos donde el Estado es más representativo: Inglaterra, Estados Unidos y Francia.
Sobre España, afirma que “Las estadísticas electorales españolas no expresan los movimientos de
la opinión, a causa de la notoria falsedad de las elecciones, y de todo el vergonzoso sistema de
corruptelas electorales que nos degrada más y más”
En otro capítulo se ocupa de la “Formación y Organización de la opinión pública”. Afirma que “el
gran medio de elaboración y formación de la opinión pública en los estados modernos es la
publicidad”.. La publicidad se convierte también en órgano de expresión de la opinión pública e
implica la constitución de instrumentos particulares para expresar, formar y dirigir la opinión
pública. Estos son el sufragio, los partidos, las revistas, los folletos, la prensa...
Sobre la prensa escribe que su importancia en el estado moderno es excepcional, y que el
periódico contribuye a producir las corrientes determinadas de opinión y procura recogerlas.
Considera además que para la prensa es esencial la libertad.
En 1909 Posada publicó dos artículos en el Boletín de la Institución Libre de Enseñanza en los que
vuelve a plantear dos necesidades: un enfoque interdisciplinar para el estudio de la opinión pública
y el desarrollo de una teoría de la opinión pública. Con “Sobre la opinión pública” y “Sobre la
naturaleza de la opinión pública” Posada saca fuera del Derecho Político a la opinión pública y la
sitúa y proyecta hacia otras ciencias, otros ámbitos y otros nombres.
En “Sobre la opinión pública” se pregunta “¿qué es la opinión pública? ¿una fuerza? ¿el principio
dinámico de la vida colectiva? ¿en qué consiste?” La falta de respuesta satisfactoria a estas
preguntas le lleva a plantear la necesidad de una teoría de la opinión pública. Se trata de una
invitación a reflexionar sobre el tema para todos aquellos que estén interesados en el mismo.
La teoría que solicita es concebida desde distintas disciplinas: Derecho Político, Sociología y
Psicología. La opinión pública, como área interdisciplinar, es reconocida por los puntos de vista
desde los cuales se la considera y por los sectores o ámbitos en los cuales se manifiesta y
desarrolla.
En “Sobre la naturaleza de la opinión pública” recoge los planteamientos de C. H. Cooley en
“Social Organization”, publicado ese mismo año. En este artículo destacan, además de la
introducción de Cooley en España, las definiciones que realiza Posada sobre la opinión pública.
Del conjunto de la obra de Cooley destaca la identificación entre opinión pública y organización.
Las definiciones o intentos de precisión que Posada realiza están efectuados “al pie” de la lectura
de Cooley. Según Posada, la opinión pública es: “ una comunidad de sentir, de pensar, de ser, más
bien, que se produce mediante la comunicación psíquica de gentes en un espíritu común” “La
opinión pública, más que un agregado de juicios individuales, es una organización”
Con ambos artículos Posada traslada el estudio y la preocupación por la opinión pública a otros
ámbitos de investigación y de atención distintos al del Derecho Político y la Teoría del Estado.
La bibliografía que Posada presenta en las ediciones de 1928 y 1935 de su “Curso de Derecho
Político” es lo más relevante para demostrar el alto nivel académico-científico con que escribía en
torno a la opinión pública y percibir el nuevo enfoque socio-psicológico que propone: Tarde, Le
Bon, Cooley, Mill, Azcárate, López Selva... son algunos nombres en la lista, de un sesgo
estrictamente universitario.
En la edición de 1928 escribe: “No es posible desarrollar aquí una teoría de la opinión pública que,
de un modo general, corresponde a la Sociología, ya que la opinión pública es, en todo caso, un
fenómeno sociológico. Por otra parte, el problema político que entraña y plantea la formación y la
acción de la opinión pública, alcanza cada día más importancia y mayor complejidad en los
Estados”.
Para Posada, la opinión pública como manifestación del espíritu social, de la conciencia colectiva,
aparece como muestra de vitalidad. Aparece como la animación y el reflejo del sentir y del palpitar
de la sociedad. La opinión pública es un motor dentro del organismo social. Para evitar que el
espíritu público, que el sentir colectivo, que la conciencia social, que la opinión pública, pudiese ser
suplantada por una interpretación individual de lo colectivo, Posada defiende apasionadamente el
principio de la libertad y de la publicidad en el Estado como garantía frente al irracionalismo. La
libertad de Prensa, las asambleas públicas, el sufragio, el auténtico régimen representativo, el
constitucionalismo, la libertad de conciencia y de opinión... son todas ellas garantías frente la
instalación del irracionalismo en la política.
Tema 5. La americanización de la opinión pública (I)
1. La opinión pública en la sociología norteamericana
A finales del siglo XIX la universidad se fija en la opinión pública como un objeto estudio. Antes
había un interés público pero con el cambio de siglo se introduce la visión desde la universidad.
El siguiente paso consiste en que pasa a ser materia de docencia universitaria, con lo que se pasa
a una investigación sobre la materia para conocer su amplitud.
A comienzos del siglo XX la tradición cultural europea de la opinión pública se agota y surge una
nueva en EEUU. Entra en los autores norteamericanos del siglo XX desde disciplinas distintas y
esto se convierte en una idea básica para comprender lo que ha sido la opinión pública, dándose
una visión sociológica y psicológica. De esta americanización surge el elemento distintivo: su
medición o cuantificación (sondeos y encuestas).
La visión americana empieza a permitir que la opinión pública se estudie más allá de estas
representaciones, algo que antes no podía verse. Se pasa de una reflexión abstracta o percepción
inmediata sobre la opinión pública a una concepción que responde al conocimiento que obtenemos
de ella a través de una metodología.
Se recurre a técnicas de investigación para saber el porcentaje de población que opina algo
determinado. La consistencia con que se defienden estas opiniones es muy importante, pues
puede ocurrir que en un momento se piense una cosa y al poco tiempo se opine otra, por lo que
hay que conocer que opiniones se defienden en el tiempo, usando una nueva herramienta, que es
la opinión pública.
Las encuestas tienen tanto éxito porque indican qué opiniones son las más compartidas, algo que
interesa mucho pues lo que reflejan los periódicos no es la opinión de la mayoría, ya que hay
transformaciones. Por ello, hay que conocer la opinión pública de forma directa, no a través de
algo. Antes de desarrollarse esta metodología la opinión pública se conocía a través de las calles,
manifestaciones... pero al surgir otros instrumentos hay que plantear un papel distinto para la
opinión.
La americanización triunfa en los años 30-40. Después de la Segunda Guerra Mundial y la
posguerra, Europa engancha con esta americanización y así se define lo que es la opinión pública
y sus nuevas funciones dentro de la sociedad. Varios autores se ocupan de cerca de la opinión
pública.
Cooley es uno de los primeros sociólogos que trata la opinión pública desde el punto de vista de la
sociología. Pertenece a la Universidad de Chicago y en 1909 publica “La organización social”.
Para Cooley, la opinión pública no es un agregado de opiniones individuales sino una organización,
un producto cooperativo de la comunicación y de la influencia recíproca.
Esta definición se sigue discutiendo aún hoy. Hay que estudiar la organización de la sociedad, así
como los mecanismos de comunicación que se dan en ella. Muchas opiniones son resultado de
una influencia recíproca. Comunicación, organización e influencia son tres componentes básicos.
El yo social nace en esta época de la mano de la influencia recíproca. El yo espejo se refiere a
cómo la importancia de mis comportamientos en los demás y cómo lo que opinan los demás tiene
una importancia, peso y relevancia destacados: “Yo soy lo que tu piensas que yo soy”.
Se trata del estudio de los comportamientos sociales, idea que llega a los años 30.
La propuesta de Cooley en 1909 es totalmente nueva: estudia la sociedad ofreciendo un
conocimiento nuevo, se desarrolla el concepto de comunicación en sociedad, algo minoritario,
nuevo, propio de los círculos universitarios.
En el ambiente de la sociología incipiente, la opinión pública puede estudiarse desde nuevas
perspectivas. Las influencias recíprocas son un componente importante en la formación de la
opinión pública por la interacción entre unos seres humanos y otros.
La psicología permite estudiar la expresión y la formación de la opinión. Hay que estudiar este
proceso de formación. Es un intento de visión concreta y empírica, lo que constituye un cambio
muy importante.
Se busca saber cómo se forma la opinión. Se explica desde la sociología o la psicología y
posteriormente se dan las herramientas que permiten medir la opinión pública en la sociedad.
Se pretende conocer la extensión de la opinión en el conjunto de toda la sociedad y saber con qué
fuerza se defienden las opiniones. Así surge la necesidad de encontrar una metodología propia de
las ciencias sociales, ya que de lo contrario las preguntas formuladas se responderán con meras
abstracciones. Las respuestas han de llegar a través de datos, por lo que es necesaria una
metodología que se va perfeccionando para obtener estos datos cada vez con más precisión
(consecuencia de la americanización). Estos procesos tardan mucho tiempo en desarrollarse hasta
dar resultados satisfactorios.
Otro autor importante en esta etapa es Park, que se referirá a la interpretación de las noticias. Su
tesis doctoral “Masa y público” (1904) trata la comunicación en relación a la masa y el público.
En su obra “Las noticias como fuente de conocimiento” (1940) estudia las distancias sociales (el
hecho de que unos individuos conocen más que otros). Cuando en años posteriores se estudien
los efectos de las noticias en el conocimiento se recuperará este texto de Park. Al estudiar la
sociedad
trata temas como los problemas de la migración, los suburbios, los homeless, la
prostitución, las bandas, los ghettos, las diferencias entre barrios ricos y pobres, los enfermos
mentales...
En esta nueva sociología los temas se estudian mediante métodos como la observación
participante. En el trabajo sobre los inmigrantes polacos en el ghetto estudia la creación de un
periódico por parte de los mismos. Al hilo del estudio sobre el sentido de pertenencia a una
comunidad dado por la prensa, Park señala que este periódico que les habla de ellos mismos les
da una identidad, un vínculo de pertenencia a la comunidad. Así se conoce el papel de la
comunicación en la sociedad, la prensa como integradora o transmisora, pero estudiándolo de
forma empírica.
Dewey es muy importante en el campo de la pedagogía. En 1927 publica “El público y sus
problemas”, donde trata el papel de la comunicación en la sociedad y la opinión pública,
estudiando el papel del público en la sociedad y la crítica que este hace. Toma al público como
protagonista, siendo un objeto colectivo, mientras que la psicología dice que hay que estudiar al
hombre, no a la sociedad, grupos o públicos.
Así, se da una tensión sobre si se pueden estudiar sujetos colectivos o deben estudiarse sólo
sujetos individuales. La comunicación es el medio para que los miembros de la comunidad
participen. Para que exista la sociedad es básica la comunicación.
La Escuela de Chicago se desvanece hacia los años 30. Se plantea si se puede estudiar la
comunicación de masas con Laswell, Lazarsfeld... o si hay que tener en cuenta a la Escuela de
Chicago como un precedente.
La segunda generación accede al estudio de la comunicación de masas con una metodología
empírica.
2. Floyd Henry Allport y la psicología social. “Hacia una ciencia de la opinión pública” (1937)
Allport es un clásico en la opinión pública, conocido por su obra “Psicología Social” (1924). Se trata
al individuo y a los grupos como protagonistas y agentes del comportamiento social. El autor se
decantará sólo por el individuo y rechazará los gripos. Hay que estudiar al individuo como centro
del análisis, siendo un cambio de 180º en el estudio de la opinión pública. Del individuo se puede
observar, analizar, estudiar su comportamiento, lo que no sucede con el grupo.
Así se aleja de una reflexión abstracta, general, para avanzar en el estudio de lo concreto. Se
estudian los efectos de los medios en un individuo. Para investigarlo hay que olvidar el concepto de
gente, público, y centrarse en el individuo. El individuo es el centro de observación, siendo el único
que revela ideas para conocer cómo se expresa y percibe una opinión. Hay una reflexión muy
general y abstracta sobre estos fenómenos, pues se pasa a una dimensión muy nueva.
El artículo más conocido de Allport en opinión pública es “Hacia una ciencia de la opinión pública”,
publicado en 1937 en la revista Public Opinion. Es un artículo fundacional donde plantea hacia
dónde hay que ir, qué ideas hay que abandonar, cuáles son los caminos a seguir...
Así, habla de abandonar los callejones sin salida y dirigirse hacia el estudio del individuo, línea que
llegará hasta el presente. También habla de una expresión referida a la definición de opinión
pública como colección de opiniones individuales, discutida aún hoy por unos y aceptada por otros.
Señala que la opinión pública son las encuestas, partiendo de una visión empírica que se dirige al
estudio del individuo. El problema surge a la hora de obtener una muestra representativa y lograr
cuestionarios que pudieran recoger la opinión, sin obviedades ni sesgos. Es una concepción
cuantitativa de la opinión pública, se empieza a buscar otra metodología.
En este artículo habla del abandono de los callejones sin salida y descubre las propuestas que no
avanzaban. Va desmontando las piezas que habían servido para construir el concepto anterior de
opinión pública. Debe contestar a las preguntas que ya están presentes en Bryce y Lowell.
El problema principal para Bryce es averiguar dónde se encuentra la opinión, cómo podemos
hallarla, reconocerla o medirla.
Lowell planteaba dos requisitos: que la opinión pública sea opinión y sea pública. Señala que el
hecho de que sea pública no implica que sea mayoritaria.
Las encuestas permiten obtener las opiniones que hay en la sociedad pero que no se manifiestan
públicamente. Así, unas afloran más y otras están más latentes, aunque eso no quiere decir que no
existan, sino tan solo que no se conocen. Así se habla de la impresión de universalidad que se
refiere a la percepción de la opinión de los demás. Se puede caer en el error de la impresión de
universalidad, pero hay que encontrar un método para medir la percepción: ¿qué opinan los
demás? Se puede tomar lo minoritario como si fuera mayoritario, y para evitar esto hay que recurrir
a un instrumento objetivo externo.
Las críticas que se formularán a Allport posteriormente se refieren a la centralidad que da al
individuo, despolitizando el concepto de opinión pública. Se vacía este concepto de un
protagonismo de actor colectivo que tenía hasta entonces.
Según Allport, las ciencias sociales tenían un cierto complejo respecto a las ciencias naturales,
había un deseo de aproximación a su metodología. Se busca un método que permita medir,
observar, cuantificar... Es necesario un cambio de rumbo donde la observación de los hechos
permita hacer cuantificaciones objetivas, un tipo de trabajo con una metodología que se acerque a
ese status de reconocimiento de las ciencias sociales. Una investigación sin datos ni
observaciones no se considera como tal, hay que seguir un método fiable, hallar métodos de
investigación que sean adecuados.
En psicología el centro de estos trabajos es el individuo, al que podemos observar y así obtener
gran cantidad de datos. El método que use un investigador debe ser empleado también por otras
personas en otros lugares.
La opinión pública, con este cambio, se vuelca en los métodos, las encuestas o sondeos. Se trata
de conocer qué opina el individuo y con qué fuerza defiende estas opiniones. La propuesta de
Allport se centra en el individuo, lo que propicia que se niegue a los grupos el papel de actores
sociales. Al negar a este sujeto colectivo se produce un cambio muy importante, que va a afectar a
la manera en que se empieza a ver la opinión pública dentro de la democracia. Esto viene
sustentado por un sujeto colectivo que ahora ya no se da.
Existe un interés por saber quién opina. Se trata de preguntar a hombres y mujeres con “x” edad,
profesión, estudios… Se empieza a saber que hay muchos que dicen que no tienen opinión y no
quieren demostrarla. ¿Qué peso tienen los que opinan y los que dicen que no tienen opinión? Son
grandes retos, pero no se sabrá interpretar su significado. Allport también se pregunta ¿sobre qué
opina la gente? En algunas cuestiones hay opinión y en otras no la hay, o es menor. Hay ciertos
aspectos de la sociedad en los que la gente sí está implicada, pero en otros no. También los datos
deben hablar del grado de acuerdo, de la intensidad de estas opiniones.
3. La medición de las opiniones. Las escalas de actitud.
Al hablar de opinión pública hay que saber con qué intensidad se mantiene y se defiende: puede
haber una opinión muy extendida pero no consolidada y que puede cambiar pronto, dependiendo
de la coyuntura. A este estudio se responde en el campo de las encuestas por las escalas de
actitud. Hay que saber con qué fuerza es defendida una opinión en la sociedad para saber el
tiempo que va a permanecer. Las escalas de actitud surgen en los años 20 y se van a ir
formulando poco a poco: hay que simplificarlas para hacerlas operativas.
Hay distintas intensidades en las preguntas, usando fórmulas del tipo “muy de acuerdo, de
acuerdo, indiferente o en contra”. Así se conoce el respaldo de la opinión en la sociedad.
Las escalas de actitud ayudarán a medir, además de la existencia o no de actitudes, su amplitud,
intensidad y consistencia. Entre las más importantes se encuentran:
-escalas de distancia social, creadas por E. S. Bogardus para medir la intensidad de los prejuicios
nacionales y raciales
-escalas de intervalos aparentemente iguales, de mayor precisión, creadas por Thurstone y Chave
-escalas de calificaciones sumadas, creadas por Likert para medir actitudes hacia el imperialismo,
internacionalismo y los negros
-escalograma, de Guttman
Las escalas numéricas siguen siendo muy utilizadas, así se consigue variedad, pues en todo hay
matices. Cuando buscamos estos matices se complica el desarrollo metodológico.
Todo esto va dando una nueva visión de lo que era la opinión pública, donde la cantidad de datos
da múltiples posibilidades de interpretación. Se habla de quienes opinan, con qué intensidad y
escalonamiento y durante cuánto tiempo se mantienen las opiniones.
Si nos guiamos por la opinión pública, la sorpresa viene cuando se conocen opiniones diferentes o
cuando se sabe que algunos individuos no tienen opinión: esto da lugar a un problema de análisis
mucho más complejo.
Cuando se empiezan a hacer sondeos o encuestas, las prohibiciones llegan desde la prensa, que
las considera como una amenaza. Los periódicos no podían afirmar algo cuando las cifras
indicaban lo contrario.
4. Prensa y opinión pública. Walter Lippmann.
En 1922 se publica uno de los clásicos de la opinión pública, “Public Opinion”, de Walter Lippmann.
Además de introducir el concepto de estereotipo, insiste en la dificultad que experimentan los
ciudadanos para formar su opinión de un modo racional y democrático, en gran medida debido a
que el público está primariamente ocupado con sus propios temas personales, con las
experiencias de su vida cotidiana y le queda poco tiempo para ocuparse de los asuntos políticos.
Lippmann es también uno de los primeros en primeros en plantearse uno de los problemas básicos
de la comunicación política actual: el de las relaciones entre poderes políticos y prensa.
Aunque escribió otras muchas obras, Lipmann es conocido sobre todo por su “Public Opinion”,
donde son visibles las influencias freudianas. Su conocida aportación del concepto de estereotipo
refleja sus dudas sobre la racionalidad del hombre a la hora de tomar decisiones políticas. Esto le
lleva a una posición escéptica respecto de las posibilidades de la democracia. Aún hoy se sigue
estudiando cómo se crean estos estereotipos que activan una opinión, un tipo de juicio.
Lippmann es conocido por el capítulo II de su obra, “La lista de intereses”. Señala que la prensa es
como una linterna que proyecta un haz de luz sobre un determinado segmento de la realidad, pero
no sobre el resto. Hay una focalización sobre unos determinados temas, idea novedosa en 1922.
Cada medio tiene una lista de preferencias sobre las que informar, así se explica cómo se forma la
opinión pública en relación con la prensa. Insiste en la prensa como una empresa más, igual que el
resto. En su obra trata también la libertad de prensa.
Al hablar del valor de la opinión pública no hay que olvidar que el ciudadano medio no tiene interés
ni tiempo para informarse con detenimiento de las cuestiones políticas. Los medios transmiten la
imagen que tenemos en la cabeza (estereotipos). Como no podemos opinar sobre todo, es la
prensa la que nos suministra posiciones sobre varios temas.
Hay que determinar hasta qué punto consideramos estas opiniones, qué importancia le damos a la
opinión de un sujeto que no ha pensado sobre determinados temas hasta que han aparecido en un
medio. En los años 80, con la vuelta del paradigma cognitivo se estudian los procesos de
formación de la opinión, con lo que se recurre a la obra de Lippmann. Se intenta saber cómo se ha
formado la opinión, cuál es la influencia de los medios en ella. ¿Qué valor le damos a este proceso
cognitivo que forma la opinión?
5. La opinión pública como enseñanza universitaria.
En 1923 Bernays escribe “Cristalizando la opinión pública”. Es considerado el padre de las
Relaciones Públicas. Relaciona una actividad de promoción con la percepción de opinión. Si algo
se “vende bien”, habrá una opinión buena. Trabaja para empresas norteamericanas haciendo
campañas de RRPP y conecta el mundo de las RRPP y la Publicidad con la opinión pública. En su
obra habla de la persuasión de la opinión pública: esta puede cambiar en una u otra dirección.
Surge una atención universitaria hacia este fenómeno, se emplea el nombre de opinión pública.
Luego, opinión pública y propaganda, que después se separarán y surgirá la comunicación de
masas o comunication research. Las nuevas denominaciones surgen después de la Segunda
Guerra Mundial.
En 1928 se publica “Lecturas en opinión pública”.. Responde a una inquietud en el mundo
universitario y viene a llenar el hueco que existía.
Pero no basta con hacer un libro reuniendo toda la problemática en torno al tema. Destaca también
Harold Child, que imparte el primer curso de opinión pública en el año 1932-1933 en la Universidad
de Princeton. Bernays le anima a organizar este curso, al que asisten treinta alumnos procedentes
de la admiistración, el gobierno, la economía, la publicidad, el marketing, el periodismo, la
sociología, la psicología... De este curso surge el libro “Guía de referencia para estudiar la opinión
pública”, que resume su proyecto docente. El libro comienza con una introducción de la mano de
Bernays y una presentación escrita por el propio Child. Se trata de un proyecto docente de la
opinión pública, relacionado con la prensa, considerada un instrumento de medida de la opinión
pública. Cuenta con 1500 referencias bibliográficas a lo largo de la totalidad de los capítulos.
Con la aparición de la sociedad de masas comienza a hablarse de comportamiento de masas,
consumo de masas, propaganda de masas... y también de comunicación de masas.
Al comienzo del libro Child explica cómo los análisis están unidos con la actualidad; se encuentra
en el cambio de rumbo que se está produciendo al rechazar la visión intelectual y abstracta. Esta
visión da por supuesto muchas cosas, sin embargo él quiere demostrarlas. Por ello se acerca al
campo de la psicología y la sociología, dónde es posible una demostración. Se acerca así a una
aproximación científica (mediciones, comprobaciones, registros de datos...). Los autores que
lleguen después también podrán usar estos estudios.
El auge del mundo universitario y de las ciencias sociales provocan este aumento de interés en la
medición de la opinión pública. Universidad y ciencia constituyen una identidad, y para entrar en
ese status universitario hay que acercarse a estas ciencias. Es necesario pasar a una dimensión
empírica, para lo que se realiza un gran esfuerzo. Sobresale en este aspecto la importancia de las
encuestas, que consideran la opinión pública como algo que se puede medir, cuantificar... es una
metodología perfecta a diferencia de los métodos del periodismo.
Con esta segunda transformación en los años 40 las ciencias sociales irrumpen con mucha fuerza
en el mundo universitario, teniendo gran importancia el mundo de la comunicación, que había
acumulado muchos estudios.
Lazarsfeld es la síntesis de la metodología empírica en relación con las ciencias de la
comunicación. Hay un tratamiento metodológico que se aproxima más al ámbito universitario.
Tema 6. La americanización de la opinión pública (II)
En los años 30 aparece una importante relación entre la investigación de la opinión pública y el
interés político. Además de este interés político por conocer la opinión, hay un interés comercial
muy importante, que marca el origen de los estudios de mercado referidos a bienes de consumo y
preferencias.
A finales de los años 20 y principios de los 30 ya hay grandes almacenes con una gran
competencia, por lo que se quiere saber por qué se eligen unos productos y no otros. Esto se hará
a través de encuestas, ya que se buscan datos por medio de los estudios de mercado.
La radiodifusión también quiere saber qué es lo que le gusta a la gente, y encarga estos sondeos
para conocer esas preferencias. Existen así tres pilares:
-interés político por tener datos fiables de la opinión
-estudios de mercado
-audiencias de los medios
El interés político por obtener datos por medio de encuestas se refleja en los múltiples trabajos que
se hicieron sobre el desempleo en la crisis del 29. Todo gira en este contexto donde se empieza a
trabajar para obtener datos sobre qué busca la gente. Surge una nueva relación entre gobierno y
opinión distinta a la que se daba antes.
Progresivamente, los métodos van mejorando y satisfaciendo más a quienes los utilizan.
1. Los “votos de paja”
Los precedentes inmediatos de las encuestas de opinión hay que situarlos en el interés por
conocer la intención de voto de los ciudadanos en las primeras experiencias electorales del siglo
XIX. Las revistas Harrisburg Pennsylvanian y Raleight Star, con ocasión de las elecciones
presidenciales americanas de 1824, publicaron por primera vez los resultados de una “votación
particular” (straw votes o votos de paja) y a partir de aquí, con mayor o menor fortuna, la
experiencia se prolongará hasta la aparición de las encuestas de opinión. En 1824 se usan aún
modalidades rústicas, como instalar una urna de madera en la puerta de una casa donde se
depositan las papeletas para ver las preferencias de la gente. También se mide la cantidad de
gente que acude al mitin de un determinado político.
Utilizados especialmente en periodo electoral, los “votos de paja” se recogían en papeletas
impresas en la prensa, que después el lector interesado debía recortar, rellenar y enviar a la
redacción del periódico, o se sacaban de tarjetas enviadas a direcciones conocidas o,
simplemente, de preguntar a los transeúntes. Con estas mediciones se busca saber las
preferencias de la gente, y los datos obtenidos son recogidos después por los medios.
El siguiente paso consiste en que la prensa no se limita sólo a hacerse eco, sino que lleva un
balance de los votos a favor y en contra. La revista Literary Digest convierte los “votos de paja” en
una “institución nacional”.. Hearst pronto se da cuenta de la importancia del tema y hace votos de
paja sobre candidatos a la presidencia, así como sobre los temas más controvertidos del momento,
como la Ley Seca. Envía por correo una papeleta a los suscriptores del periódico para pedirles su
opinión. Envía también estas papeletas a otros dos grupos: los abonados al teléfono y los
propietarios de automóviles. Se busca la acumulación de respuestas y los datos obtenidos se
reflejan en todos los periódicos de su grupo, con lo que adquiere una fuerza política importante. La
fuerza de sus titulares también aumenta gracias a las respuestas obtenidas. No se busca la
precisión, sino la acumulación. La fuerza periodística aparece respaldada con este tipo de
estudios. En 1916 el Literary Digest acierta el candidato ganador a la presidencia.
Los votos de paja tenían también otra utilidad: facilitaban a la gente la sensación de estar
participando en la vida política, y para muchos era la única posibilidad. Las mujeres usaron mucho
los votos de paja antes de obtener el sufragio.
Esta modalidad también animaba la relación prensa-político, ya que obligaba a un tipo de
respuestas de los políticos ante la prensa.
Sin embargo, surge la necesidad de buscar un método más fiable y creíble, más científico. Poco a
poco van llegando las encuestas y sondeos. En las elecciones de 1936 se produce la última gran
experiencia de Hearst. Roosevelt se presenta a la reelección y el Literary Digest manda 10 millones
de cartas. Obtiene 2,5 millones de respuestas, y Hearst anuncia que Roosevelt perderá las
elecciones. Sin embargo, Roosevelt resulta vencedor.
El motivo del fallo es que Hearst mandó las papeletas a abonados a la revista, al teléfono y
propietarios de automóviles, tres grupos de renta muy alta que estaban en contra de la política del
New Deal que Roosevelt estaba siguiendo. De los 10 millones de papeletas que envió sólo le
contestaron los que estaban en contra de la reelección. Los que no votaron (“voto oculto”) eran los
que estaban de acuerdo con el presidente.
Después del fracaso del 36 la modalidad de los “votos de paja” deja de utilizarse. Llega el
conocimiento de los sondeos electorales. En 1938 cerrará la revista Literary Digest, que gustó
mucho en aquella época por permitir la participación. Lo más parecido a los “votos de paja” en la
actualidad son las encuestas en Internet.
2. El nacimiento de los sondeos electorales. 1936-1948.
El nacimiento de los sondeos electorales puede situarse en 1936, el año de las elecciones
presidenciales de Estados Unidos. En estas elecciones se hace por primera vez una prueba a nivel
de todo Estados Unidos de las técnicas de sondeo que se habían practicado en años anteriores.
Durante los años 30 se habían ido realizando experiencias más reducidas con estas técnicas,
aplicadas tanto al mundo comercial como al político (a nivel de senadores, gobernadores...)
El cambio en 1936 radica en la ampliación a todo el país, pasando de un ámbito limitado a otro
mucho más amplio. En esta fecha son tres los encuestadores que van a emplear estas técnicas de
sondeos. Cada uno de ellos hará sus respectivos pronósticos.
Gallup, Roper y Crossley elaborarán cada uno por su cuenta un pronóstico, a través de sus
respectivas empresas. Estas estaban naciendo y vieron en las elecciones presidenciales una gran
oportunidad para probar sus métodos. Cada uno hizo su propio diseño de trabajo, usó sus propias
técnicas y formuló un pronóstico.
Gallup usa distintos métodos (encuestas, papeletas por correo...) mientras que Roper sólo usa
encuestas. Esta divergencia en los métodos se debe a que cada uno de ellos busca cosas
diferentes. Mientras Roper pretende averiguar los porcentajes de votos, Gallup quiere saber quien
ganará las elecciones. En el sistema electoral estadounidense, para conocer esto hay que saber
quien va a ganar en determinados estados que tienen un alto número de compromisarios.
Gallup se dedica a estudiar este aspecto, haciendo pronósticos estado por estado, además de
calcular las tendencias de voto a nivel general. Roper sólo estudió las tendencias de voto a nivel
general y falló en sus pronósticos sólo por un punto. Crossley se sitúa en la línea de Gallup,
estudiando los dos aspectos.
En 1936 los sondeos de Gallup eran publicados por el New York Times, pero este no les daba
demasiada relevancia. Roper publicaba en la revista Fortune.
Al hablar de los sondeos del 36 nos referimos a un periodo de tres o cuatro meses. No es una
encuesta que se publica en un momento determinado, sino varias que se van sucediendo y
publicando a lo largo de este tiempo. Así se iba despertando el interés de los medios por este
tema.
Gallup y Crossley acertarán el resultado general pero con una desviación importante. Gallup se
equivocó en el número de compromisarios, pero como los porcentajes eran muy amplios, acertó el
ganador de todas formas. Esto sucedió porque la victoria de Roosevelt fue arrolladora.
Este sigue siendo el problema de las encuestas actuales: cuando los márgenes son muy estrechos
hay muchas posibilidades de no acertar. Esto depende de la situación electoral. En 1948 la
situación será distinta y las encuestas se equivocarán.
El problema de Gallup radica en la cantidad de trabajo que conlleva hacer pronósticos para cada
estado y seguir los cambios de opinión en todos ellos.
En las elecciones se ve que el Literary Digest ha fallado en sus pronósticos basados en los “votos
de paja” y que los nuevos encuestadores han acertado.
Antes de una semana después de las elecciones algunos políticos y congresistas piden la
prohibición de sondeos. Los periódicos se han dado cuenta del serio competidor que ha nacido. Se
genera desconfianza y desaparece el papel del periódico como intérprete exclusivo de la opinión
pública. Ahora hay que estar atentos a lo que dicen otros profesionales que siguen una serie de
métodos.
Los sondeos prosiguen y van funcionando en otros temas. Esto genera el fenómeno de las
“noticias de opinión”, que hablan de lo que opina la gente. Entra en el periódico la opinión de
colectivos y el periodista empieza a hacerse eco de estas opiniones sobre temas diversos que se
reflejan en los medios con cifras, porcentajes. Los medios de comunicación encuentran en este
método un anclaje para defender sus posturas.
Entre 1936 y 1940 se hacen muchas encuestas de mercado. En el 40 vuelven los sondeos
electorales: vuelve a acertarse la victoria de Roosevelt (seguía habiendo una diferencia muy amplia
entre ambos candidatos).
Las encuestas entre 1935 y 1945 están recogidas en un libro de Cantril publicado en 1950: “Guía
de la opinión pública”. Se trata de 3000 encuestas con cuestionarios, porcentajes... Da una idea de
los temas sobre los que se quería conocer la opinión de la gente.
Durante la década de los 40 las encuestas se van perfeccionando.
3. La discusión sobre democracia y sondeos
En la consolidación de las encuestas destaca el libro “Pulso a la democracia”, que despertó
polémica en el mundo periodístico y académico. Los autores del libro fueron Gallup y Formes Ray.
El libro aparece en 1940 y presenta la idea de la adecuación de los sondeos en el modelo
democrático. Los autores consideran que la democracia está limitada en el sistema representativo,
pero no podemos saber qué es lo que el pueblo quiere. Sin embargo, este vacío puede llenarse en
las encuestas.
La obra está llena de referencias a Bryce, al que a partir de ese momento se considerará el santo
patrón de los encuestadores.
“Pulso a la democracia” suscitó controversia. Otros autores señalan cómo el gobierno no puede
guiarse por la opinión cambiante del pueblo. Otros dicen que el funcionamiento de la democracia
está basado en el sistema representativo. Algunos lo defendían porque no se habían dado aún
fallos sonados en las encuestas electorales. Cuando llega el fracaso de 1948 el libro se ve ya
como algo referido a un momento muy concreto, aunque las ideas fuertes de los sondeos
permanecerán.
A finales de los 40 el mundo político y universitario comienza a normalizarse y aparece la crítica
sobre como se están ejecutando las encuestas y la manera en que transforman la opinión pública.
Se critica el cambio conceptual sobre lo que es la opinión pública, traído por las encuestas.
Durante los años 40 y 50 existe una polémica centrada en la transformación del concepto de
opinión pública. Triunfa la cuantificación y la reflexión teórica se va abandonando.
La idea central es que la opinión se está despolitizando (se le está negando un papel político en la
sociedad). Está dejando de ser protagonista, sujeto político en la sociedad, porque hemos hecho
desaparecer la colección de opiniones individuales sustituyéndolas por las encuestas. Los
ciudadanos como sujeto colectivo han sido sustituidos por la opinión, que representa un
porcentaje.
Tanto Blumer como Mills plantean la situación de las implicaciones políticas que el mundo de los
sondeos trae a la opinión: la utilidad y el uso que se puede dar a los sondeos en la democracia.
Blumer, en su artículo de 1946 “La masa, el público y la opinión”, recupera el concepto de público
como un componente esencial del proceso democrático. Cuenta cómo Allport había negado la
existencia del público. La opinión es entendida como resultado de la interacción y la discusión.
En su artículo de 1948 “La opinión y los sondeos de opinión” plantea que los sondeos son
excesivamente democráticos y que ofrecen una ilusión de participación que en el mundo real no
existe o es muy difícil de encontrar. Blumer sale al paso de quienes justifican la capacidad de los
sondeos para medir la opinión pública alegando su éxito espectacular en la predicción de
resultados electorales. Contra ello replica que el voto es el único acto político estereotipado en que
el ciudadano se comporta como un individuo aislado, siendo exactamente igual el voto de uno que
el de otro. En sentido propio y en sentido de la acción real los votantes constituyen una población
de individuos dispares y desunidos. No es extraño, por tanto, que para esta cuestión los sondeos
puedan lograr una medición bastante aproximada de dicho acto simple y esquemático.
La verificación democrática de la legitimación popular requiere sin duda el acatamiento absoluto de
que cada ciudadano es igual a un voto y que la mitad más uno de los votos obtiene el poder
decisorio. Pero es igual de cierto que la participación y la acción social en una democracia no se
agota en el simple y excepcional acto de la votación. Del mismo modo que la realidad de la opinión
pública no se reduce a su medición empírica coyuntural. Votación y sondeo pueden ser
instrumentos imprescindibles de la constitucionalidad democrática y de la auscultación de
opiniones, respectivamente, pero ninguno de ambos procedimientos puede llegar a suplantar otros
elementos insustituibles y complementarios de aquellos.
Según Pandioleau, en democracia, el acatamiento de la voluntad mayoritaria ha de compaginarse
con el respeto a las minorías y el mantenimiento de un Estado de Derecho que obliga por igual a
mayorías y minorías; así, en el reconocimiento y respeto a la opinión pública hay que considerar
que la opinión legitimadora en la que basar la acción del gobierno no es sólo la mitad más uno de
los consultados en un sondeo, por muy científico que sea este. La mera distribución de opiniones
en tantos por ciento no revela la importancia política real de cada sector de opinión.
Sin embargo, en la actualidad se ha creado una nueva forma de legitimación política: los
resultados de los sondeos se toman y presentan como expresión de las voluntades de la opinión
pública y con la misma capacidad de legitimar la acción política que el resultado de un proceso
electoral constitucional. No obstante, cualquier especialista académico reconoce las limitaciones
del método encuesta para reflejar la auténtica distribución de las opiniones de una sociedad.
La entronización de la opinión-sondeo como instancia suprema en el debate democrático se
convierte en fuente de mercancía política, en medio de hacer presión. De paso, en una sociedad
en que el individuo se siente pasivo y minusvalorado, la técnica del sondeo pretende colmar su
necesidad de participación. Dadas sus similitudes formales con el ejercicio del voto, el sondeo
puede convertirse en un medio de asociar a los ciudadanos a las decisiones colectivas. Tal
situación, según los defensores de los sondeos, puede instaurar un diálogo colectivo enteramente
nuevo. Otros, en cambio, ven en ello un peligroso modo de pseudoparticipación, supresor a la
larga de los mecanismos elementales del sistema parlamentario.
Tema 7. Investigación social y encuestas (1935-1945)
1. Public Opinion Quarterly, 1937
Durante los años de la Segunda Guerra Mundial tiene lugar un gran desarrollo de los métodos de
encuesta, una intensa experimentación. El fin de la guerra supone el fin de una época.
Los métodos de encuesta (desarrollo de la muestra, interpretación de los datos...) y la confianza
que se tiene en ellos arranca en ese período bélico.
Entre 1940 y 1945 se produce toda esa experimentación, es el banco de pruebas para ir
avanzando, para que los profesionales de los sondeos y encuestas adquiriesen la experiencia
necesaria.
En aquella época todavía no había un manual de las encuestas, por ello este período es
importante ya que la mayor parte de los investigadores se forman en estos años. Durante la guerra
se hacen grandes trabajos y arranca el desarrollo posterior de las encuestas. En estos años todas
las investigaciones eran producto o estaban motivadas por el vínculo entre interés político e
investigación, ya que el gobierno Roosevelt necesitaba estudios de encuestas sobre muchas
cuestiones.
Los profesionales de las encuestas se encuentran con mucho trabajo. La Universidad no podía
cubrir las necesidades que requería este vínculo de interés político-investigación. No podía realizar
sondeos por falta de dinero, por ello la mayoría de los estudios de propaganda están hechos fuera
de la Universidad. Hay muchos estudios de propaganda y de los efectos de los medios. De estos
trabajos que se hacen durante la guerra muchos no se publicaron. Después de la guerra muchos
autores los recuperan y hacen una interpretación de los datos y muchas veces los publican en
libros o revistas.
En este contexto surge la “coincidencia generacional” entre los que se dedicaban a las encuestas:
se generan unas relaciones de amistad que explican que haya libros que se publican en conjunto.
En el contexto de la guerra surgen oficinas dentro de la Administración dedicadas al estudio de la
opinión, entre ellas la Oficina de Información de Guerra. En el eje de Washington y Nueva York se
sitúan también todas las grandes emisoras de radio y periódicos.
En 1937 aparece la revista Public Opinion Quarterly en la Universidad de Princeton, donde en esos
años coincidieron Gallup, Cantril, Child, Lazarsfeld... La idea era publicar una revista de una
Universidad importante que diera un impulso científico a una actividad en auge y relacionada con
los negocios y la política, como eran los sondeos.
El Public Opinion Quarterly no se concibe sólo como una revista de carácter universitario, sino que
desde el principio se explica que lo que se pretende es combinar el mundo profesional con el
académico. En el año 40 se introduce una sección fija dedicada a recoger encuestas.
En 1947 la revista tenía muchos problemas económicos y se constituye la “Asociación Americana
de Investigación de la Opinión”.
El desarrollo de las encuestas, la visión empírica, se apoya en estos anclajes. Cuando se
constituye el AAWOR, el Public Opinion Quarterly se convierte en el órgano de asociación, lo que
implica la suscripción de todos sus miembros.
La revista va tomando cuerpo y se convierte en el buque insignia de la opinión pública y de la
comunicación de masas. Es en este espacio donde se habla de todos los trabajos de cierta
relevancia sobre estos temas, ya que las revistas de especialización llegan más tarde.
El papel de buque insignia del Public Opinion Quarterly también se debe a que tanto las personas
que escriben como las el control de contenidos que realizan señalan la importancia de la
comunicación de masas en ese momento.
Lazarsfeld fue el que publicó más artículos en la revista porque fue el que más veces la financió. El
Public Opinion Quarterly tuvo que competir con otras Universidades, sobre todo con la de
Michigan.
2. Las encuestas en tiempos de guerra
En este período de nacimiento de los sondeos, los años de la Segunda Guerra Mundial son un
momento importante. Los pronósticos se aproximaban bastante a lo que sucedía realmente. El
mundo académico iba avanzando, mejorando las encuestas.
Cuando llega la guerra surge un nuevo escenario para el mundo de los sondeos, y se presenta una
gran oportunidad para conocer y avanzar en todos los aspectos de los mismos. Esto se debe a que
los pronósticos, estudios de mercado y audiencia, etc... venían proporcionando una visión empírica
de la realidad que resultaba muy atractiva.
Cuando llega la guerra la Administración americana necesita gran cantidad de información para
diseñar un mapa de situación y su estrategia en el conflicto. En esta necesidad de información
surgen los sondeos como grandes suministradores de datos, debido a la novedad que
representaba su técnica y al reconocimiento con que contaban.
En la guerra de 1914 todo lo referente a la propaganda y contrapropaganda se había hecho sin
conocer la aceptación que tenían en la población. Ahora los sondeos aportan información sobre las
repercusiones de lo que se está haciendo en cada momento, con qué penetración cuenta, etc...
Existe interés por conocer cuál sería el respaldo de la población en este conflicto, siendo la primera
vez que se experimenta con este dato.
Ante la pregunta sobre si Estados Unidos debía intervenir, surgen dos posturas: los aislacionistas y
los intervencionistas.
Al comenzar la guerra se intensifican los sondeos, se pone de relieve una mayor preocupación por
el tema. Cuando Estados Unidos entra en la guerra se evidencia una preocupación aún mayor por
saber hasta que nivel de sacrificio está dispuesto a llegar el pueblo. El propio Gobierno crea una
Oficina de Información de Guerra con departamentos dedicados a las encuestas. Estas son
encargadas por distintos ministerios sobre temas puntuales. Se piden datos nuevos, como: ¿la
gente es partidaria de la censura informal (en imágenes) en tiempos de guerra? A la gente le
afectaban mucho estas imágenes de la guerra, y se plantea la pregunta de hasta dónde es
adecuado llegar a la hora de ofrecerlas.
También es importante conocer hasta dónde la gente estaba dispuesta a comprar deuda pública
con motivo de subvencionar la guerra, así como saber de qué manera iba a venderse, con qué
promoción y recursos publicitarios. Se plantea la duda de si eran efectivos los maratones
radiofónicos que se estaban empleando.
Interesa mucho la persuasión de masas, con fines prácticos para el Gobierno. Merton detecta en
“Mass persuasion” que el mensaje persuasivo está destinado a convencer a la gente para que
compre, pero indica un cambio de rumbo: se pasa a insistir en la persuasión, no en el contenido.
Se llevan a cabo investigaciones a través de encuestas, y se financian muchos estudios debido a
la gran necesidad de datos.
Samuel Stoufer publica “El soldado americano”, obra de cuatro volúmenes, publicada de forma
completa en 1954 y escrita fundamentalmente entre 1942 y 1943. Desarrolla el cuestionario
autoadministrado. Se aplicó a más de medio millón de soldados y en él estudia la influencia de los
medios, la persuasión.
Surge la teoría del grupo de referencia, elaborada por Merton. Se detecta como un tipo de grupo al
preguntar a las tropas: los soldados se organizan en grupos de referencia que marcan
comportamientos, valores, expectativas...
En “El soldado americano” se estudia un problema que preocupaba mucho a la Administración
americana: ¿cómo reintegrar a la sociedad a esos 11 millones de soldados movilizados? ¿Qué
hacer con ellos y según qué criterios?
El estudio va ofreciendo un panorama detallado de los distintos aspectos de este problema. Entre
ellos, el problema de la segregación racial en el ejército y cómo iba a repercutir en el futuro.
Uno de los estudios menos conocidos de los que se hicieron durante la guerra trataba sobre los
bombardeos. En el año 44 se vislumbraba que el desarrollo de la aviación sería fundamental pero
no se tenían datos sobre bombardeos. Se plantean las preguntas: ¿qué es más efectivo, la
amenaza de posible bombardeo o el bombardeo en sí?, ¿cuáles son los efectos psicológicos de
una u otra opción? El estudio se realiza primero en Alemania, luego en Japón (Hiroshima y
Nagasaki). Se intenta averiguar cómo ven los ciudadanos los bombardeos en su vida diaria, y
cómo la posibilidad de que el bombardeo pueda producirse mina la moral de la gente. En Alemania
se descubre que provoca sensación de derrota aunque el bombardeo no llegue a producirse. En el
caso de Hiroshima y Nagasaki se llega a la misma conclusión.
Los autores se limitan a ofrecer los datos, y años más tarde se concluye que no hubieran sido
necesarios tantos bombardeos, sin embargo esto ya lo sabían al finalizar el estudio aunque no lo
publicaran.
En este período tienen lugar muchos avances para las encuestas, se trata de una rampa de
lanzamiento para un desarrollo posterior.
Tema 8. Los sondeos electorales
Situación electoral y situación de influencia
Las encuestas electorales son una fotografía – en un lugar y tiempo determinado – de la intención
de voto de una determinada población. Las encuestas levantan acta del voto decidido e indican, o
deberían indicar, los elementos que permiten proyectar la intención de voto de los cada día más
numerosos votantes indecisos. Las encuestas electorales, en sentido estricto, no predicen
variaciones. Son un corte estático en un proceso dinámico. Como objetivo general, las encuestas
electorales deben servir para clarificar el espacio electoral e ideológico de los votantes, así como
proporcionarles un elemento más de consideración en la construcción de su decisión electoral.
La publicación de encuestas electorales de forma aislada o continuada fuera de períodos
claramente electorales o preelectorales está encaminada a crear un marco de influencia que puede
acabar por imponerse en los procesos de toma de decisiones del mundo político y en parte de sus
comportamientos y comunicados externos. Con la publicación de encuestas fuera de período
electoral, los medios de comunicación juegan a ser “poder”, intentando crear ese marco de
influencia. Controlar o incidir en la formación de dicho marco de influencia se presenta como una
tarea ineludible en la vida estratégica y táctica de cualquier partido político y medio de
comunicación.
Fuera de situación electoral, las encuestas revelan tres comportamientos en el electorado:
a) el voto fiel, estable, el que tiene tomada su decisión
b) un voto que se adscribe en el momento de la entrevista. Es el elector que decide cuando
es preguntado en función de comportamientos anteriores o situaciones coyunturales.
Puede permanecer o cambiar de adscripción de una elección a otra. Este supuesto explica
la fluctuación en la columna de voto directo en los barómetros o series de encuestas.
También puede viajar a la abstención o a la indecisión.
c) Un alto índice de indecisos, demostración de dos cosas:
1- que no se están planteando tomar decisiones electorales, lo cual es normal faltando
años o meses para las elecciones.
2- que son los nuevos votantes independientes que prefieren esperar hasta el final para
tomar su decisión. Son los decididores de última hora. Su abultado número en todos
los países, y el qué decidan al final, convierten a la campaña electoral en pieza clave
de todo el proceso.
Uso político de las encuestas
Los medios de comunicación, como transmisores y agregadores de intereses hacia los partidos
políticos, juegan un papel central en lo que a uso político de las encuestas se refiere. Además, son
el escenario público donde se discute y se intercambia la validez e importancia de las referidas
encuestas.
En la publicación de encuestas aisladas, el medio busca siempre la oportunidad política e
informativa de su publicación. Con ellas los medios utilizan, sobre todo, grandes titulares y grandes
gráficos que destaquen la intencionalidad u oportunidad de la encuesta. Como material informativo,
las encuestas son muy caras y hay que sacarles el máximo provecho.
Con este tipo de encuestas es fundamental comparar las fechas del trabajo de campo, recogida de
datos, con las de publicación. No olvidemos que una encuesta es una “instantánea” en un
momento y lugar precisos.
Las encuestas aisladas son encuestas de coyuntura y suelen realizarse después de
acontecimientos o movimientos políticos importantes. Intentan ser más “predictivas” que otra cosa,
pues un medio de comunicación sabe que adelantar el futuro es mejor que contar el pasado. Los
lectores así lo entienden y así lo prefieren.
Pura intoxicación son las encuestas que aparecen antes de acontecimientos importantes. Pueden
llevar semanas e incluso meses en el cajón. Otras pueden encargarse ex profeso con el decidido
ánimo de crear el marco de influencia antes aludido, o el de introducir un elemento nuevo de
análisis y valoración.
Barómetros: series de encuestas
Existen dos posibilidades:
a) Una misma empresa realiza todas las encuestas. Contrato estable, compromisos por
ambas partes: medio de comunicación y empresa.
b) Distintas empresas realizan las encuestas. Publicación regular pero con distinta fuente. Es
poco usual.
En el primer caso es casi habitual que se realice una encuesta “ómnibus” en la que se contemplan
preguntas políticas. Este aspecto obliga a que los datos, al referirse a cuestiones electorales y no
electorales (consumo, niveles de audiencia, aceptación del medio...) se den sobre el censo de
población, y no sobre el número de electores o censo electoral, que es lo que aquí nos interesa.
Los barómetros de encuestas, mensuales, bimestrales o trimestrales, son los grandes creadores
de marcos de influencia. Estas encuestas tienen que mirarse más detenidamente que ninguna
pues los mecanismos de manipulación o utilización política son más sutiles. Así, por ejemplo, fecha
de publicación fija de cada encuesta de la serie fuera de oportunidades, fecha exacta de recogida
de datos en todas las entregas, idénticas categorías en todas las entregas, mismas casillas,
posibles cambios en las preguntas a lo largo de la serie, tamaño y ámbito de la muestra en todas
las entregas, margen de error.
Es habitual que al darse datos sobre el Censo de Población no se señalen los incrementos
porcentuales de las expectativas de votos – columna de decididos y columna ponderada –
referidas únicamente a número de electores. Los barómetros o series de encuestas permiten a los
medios que los publiquen una incursión directa en el mundo político. Esta incursión exige tener
diseñada una estrategia de respuesta: análisis, valoración, lenguaje común... que impida toda
sensación de sorpresa o indefinición.
Estos usos políticos de las encuestas es lo que permite decir que han pasado de ser aviones de
reconocimiento a ser aviones de bombardeo.
Efecto adhesión y efecto rechazo
Hasta fechas recientes, e incluso todavía hoy, estos dos efectos han polarizado la discusión sobre
la publicación de encuestas electorales. Las prohibiciones sobre publicación en período electoral
se fundamentan en esta discusión.
Como es sabido, el supuesto efecto adhesión nos describe la unión, adhesión, por el partido
ganador, y el efecto rechazo nos describe los refuerzos que segundos o terceros partidos pueden
recibir ante la clara victoria o ventaja del primero.
En campaña electoral, o incluso fuera de ella, más que en estos efectos hay que pensar en la
estrategia del “voto útil”. La existencia de ese alto número de votantes indecisos, en gran parte
decididotes de último momento, está muy vinculado a los resultados que ofrecen las encuestas.
Los titulares que acompañan a las encuestas su aparición en primera página, su tratamiento de
“noticia privilegiada” permiten que sean percibidas, tenidas en cuenta, por la mayoría de los
votantes. Las encuestas permiten argumentar y mostrar el “voto útil” de forma aritmética y
tremendamente sencilla, casi como algo tangible.
Empíricamente todavía no se ha demostrado de forma satisfactoria las proporciones de los
supuestos efectos adhesión y rechazo. Las encuestas postelectorales realizadas en España no
revelan datos significativos al respecto. Sí se advierte, sin embargo, que un número de personas
amplio apenas cuenta con ellas. No olvidemos la implantación y difusión de nuestra prensa,
fuertemente localista, no la distribución por tamaño de municipios de nuestro censo de población.
Tendencia de voto e indecisos
Constituyen los dos usos políticos más importantes. La columna de voto decidido recoge
únicamente las respuestas directas, espontáneas, a la pregunta: ¿A qué partido votaría usted si
mañana...? Expresa el electorado fiel de cada partido más las incorporaciones, coyunturales o no,
que puedan producirse.
Los indecisos
Tanto en España como en el resto de Europa y Estados Unidos, la indecisión se ha convertido en
la respuesta mayoritaria de las entrevistas. Los indecisos muestran dos cosas: su alto índice,
tendencia al alza y su permanencia hasta prácticamente el final de la campaña. Este segundo
aspecto, el más novedoso, es también el de mayor interés para los partidos políticos.
Muy importante es conocer los elementos que utilizan los indecisos a la hora de construir su
decisión electoral. En esta decisión están presentes, junto con las encuestas, gran número de
registros de información que los electores recogen de telediarios y spots publicitarios de los
partidos. Los indecisos pueden decidir las elecciones. La impronta de utilidad que imprimen a su
decisión altera las pautas clásicas del comportamiento político.
Proyecciones
Cada empresa o instituto de encuestas aplica su propia fórmula de proyección que guarda
prácticamente como secreto profesional. Estas proyecciones por el alto número de indecisos son la
clave del acierto o error de las actuales encuestas. En dicha fórmula se mezclan:
a) pregunta sobre recuerdo de voto en pasadas elecciones
b) preferencia política. Escala izquierda-derecha
c) resultados reales de elecciones anteriores
d) religión y práctica religiosa
e) cleavages específicos del momento
f)
temas de agenda
Las proyecciones desvirtúan el auténtico valor de las encuestas electorales. Una encuesta no es
un mecanismo de previsiones electorales sino una “fotografía” en un tiempo y lugar dados. La
columna de voto decidido con un alto grado de indecisos es la auténtica encuesta electoral.
La tendencia de voto a voto ponderado
Es la columna que resulta de sumar el voto decidido más las proyecciones de los indecisos. Sus
resultados pueden venir dados sobre el censo de población o sobre el número de electores. En
muchas encuestas publicadas no se recogen ni los votos blancos, ni nulos, ni, incluso, la
abstención. También es peligrosa la categoría “otros”, pues al desconocer quienes la forman puede
ser objeto de confusiones y malos entendidos.
Fluctuación electoral y encuestas
Un análisis adecuado de las encuestas electorales ha de considerar también la situación concreta
en que se encuentra el sistema de partidos sobre el cual está operando. Por tanto, hemos de tener
en cuenta los siguientes aspectos:
a) Edad del sistema de partidos. Los sistemas de nueva creación pueden tener más
fluctuación que los viejos. El voto no está definitivamente consolidado en ninguna opción y
la indecisión y los cambios durante la campaña son muy habituales en este tipo de
sistemas.
b) Número de partidos. Tanto en el bipartidismo como en el multipartidismo hay fluctuaciones,
pero las consecuencias son distintas. El número de opciones existentes en uno y otro da
un carácter y dimensión distinta a las encuestas electorales. El uso político difiere.
c) Fluctuación entre bloques, ya sea Izquierda-Derecha o dentro de un bloque.
d) Grado de identificación partidista en el electorado. Aparición de “nuevos electores” y de
nuevas pautas de comportamiento. Si los “tipos” de partido cambian, los tipos de electores
también.
Las encuestas preelectorales en España
Las encuestas de opinión que publican los medios están realizadas por empresas que merecen las
mismas garantías científicas que las empresas de aquellos países con mayor experiencia
investigadora en los temas de opinión y/o con mayor tradición democrática. Si a veces las
encuestas no aciertan en su predicción habrá que achacarlo a razones asociadas con el contexto
externo y con la población, como la falta de información e interés político, la ausencia de ofertas
políticas atractivas de los partidos, la desilusión o la apatía política. De todas formas, a las
encuestas preelectorales no se les puede pedir más de lo que pueden dar: una información
aproximada de unos hechos que van a suceder en un futuro próximo y que, por mediar un tiempo y
posiblemente nuevos acontecimientos, harán subir el error muestral. El valor de representatividad
de una muestra respecto de su población sólo es aplicable para el momento en que se realizan las
entrevistas.
Aunque la Ley dice que en una encuesta debe publicarse el número de personas que no contesta
a las cuestiones planteadas, existe la tendencia en la mayor parte de los medios de publicar la
estimación votos y diputados y no tanto la intención de voto declarado o sobre censo. Son muchas
las personas que por diferentes razones no entran en el juego de las encuestas y van a parar a la
casilla de los que “no saben” o “no contestan”. Para subsanar este silencio los técnicos suelen
formular preguntas indirectas para esclarecer, en lo posible, las preferencias políticas ocultas de
los indecisos. Además, el reparto de escaños se hace en función de los votos válidos, razón que
obliga a los comentaristas a prescindir de los que no piensan votar y a estimar el voto en función
del voto declarado y la información que aportan a las preguntas indirectas.
Si esto no se explica suficientemente bien en los medios de comunicación, los lectores sacarán la
impresión de que las encuestas son más un arte de malabarismo que depende de la intuición
adivinatoria del periodista que una técnica de investigación suficientemente probada y fiable.
Existe una regla básica y sistemáticamente violada en nuestro país por la mayoría de los órganos
de expresión escrita: cuando se publican los datos de encuesta se debe hacer siempre constar el
porcentaje total de la muestra para cada categoría de respuesta y de los que no contestan.
En cuanto a la proyección de escaños, sirve sobre todo para el titular que se busca en un
periódico. Cuando la proyección está muy ajustada se usa la expresión “empate técnico”, aunque
esto no existe en el mundo real, sino que sirve para disfrazar que no tenemos instrumentos para
decidir quien va a ganar.
Si en España quisiéramos hacer un sistema electoral de proyección de escaños fiable, tendríamos
que hacer un sondeo por provincias, y para ello hay que manejar unas muestras muy grandes y
sobre todo submuestras en las provincias clave.
El sistema electoral no se guía por la proporción de la población, por lo que para hacer sondeos
electorales de cierto rigor hay que hacer una muestra propia para cada provincia y después una
muestra general de la población para detectar las preferencias del conjunto de los españoles.
Otro aspecto es el que se resume en el artículo 69 de la Ley Electoral, que establece las
condiciones en las que tienen que publicarse los sondeos electorales en período electoral (54 días,
entre la convocatoria de elecciones y su realización).
Se establecen una serie de requisitos que normalmente no se cumplen en los aspectos más
importantes y sí en lo que a la gente no le interesa. Por ejemplo, los medios de comunicación
publican lo que se llama “ficha técnica”, aunque normalmente incompleta. Tampoco suele
publicarse el cuestionario, sólo en ocasiones algunas preguntas. El artículo 69 también prohíbe la
publicación de sondeos cinco días antes de las elecciones.
Tema 9. La espiral del silencio
1. Crítica a la teoría de los efectos limitados
Aunque algunos efectos de esta teoría ya se habían tratado anteriormente al hablar, por ejemplo,
de la “ignorancia pluralista”, la “mayoría silenciosa” o los efectos del “vagón de cola”, será la
socióloga alemana E. Noelle-Neumann la que exponga en diferentes artículos los elementos más
importantes de esta teoría y subraye las implicaciones que conlleva en el campo del estudio de los
efectos y en la formación de la opinión pública.
Noelle-Neumann se sumará a las nuevas corrientes sobre el estudio de los efectos, criticando y
revisando la teoría de los efectos limitados y defendiendo la vuelta a la primitiva idea de la potencia
de los medios. Reconoce también la importancia de los hallazgos en torno a las hipótesis del
refuerzo y de la percepción selectiva.
En primer lugar, afirma que la teoría de los efectos limitados utiliza una metodología inadecuada e
insuficiente para analizar los efectos de los medios y para investigar el fenómeno de la opinión
pública. Intenta medir de un modo “directo y burdo” la acción de los medios como efectos sigulares
y a corto plazo, olvidando que los medios producen efectos más amplios, sutiles e indirectos que
repercuten a largo plazo en el entorno y en el clima de opinión.
En segundo lugar, señala cómo los estudios sobre los efectos quedaron estancados durante
décadas por falta de una teoría que orientara las investigaciones. Apenas se tuvo en cuenta la
importancia de las normas y valores del ambiente o del clima de opinión.
Noelle-Neumann afirma que los medios de comunicación, y en especial la televisión, pueden influir
directamente en los receptores, reflejar y transformar la realidad, influir en el clima de opinión y, a
través de su presencia en el espacio público, hacer creer a la población que la imagen que
difunden es un fiel reflejo de la realidad. Los medios, por tanto, producen un efecto importante
sobre el clima de opinión y si captan la atención del público a través de los temas que forman parte
del espacio público informativo, estarán contribuyendo, de una manera “sutil, indirecta y a largo
plazo” a la formación de la opinión pública. El clima de opinión alude a algo exterior al individuo
que le rodea completa y fatalmente y que, por su naturaleza y variabilidad, influye al máximo en su
interioridad, a pesar de su condición foránea.
En tercer lugar, afirma que los autores de la teoría de los efectos limitados creyeron tener bien
orientados los objetivos de la investigación al centrarse en temas relacionados con el cambio de
opinión o la percepción selectiva, cuando olvidaron aspectos tan importantes como el de la
consonancia, la acumulación y la omnipresencia, resonancia o conciencia de lo público, dado que
los medios forman parte y contribuyen a la creación del espacio público. Además, la atención que
antes se centraba en la prensa y la radio ahora se transfiere a la televisión, que concentrará la
parte más importante de los estudios sobre los medios.
2. Nueva
perspectiva
en
el estudio
de
los efectos:
consonancia,
acumulación,
omnipresencia y clima de opinión
La presencia y expansión de la televisión en los últimos años ha creado una nueva situación en el
proceso comunicativo, que ha llevado a una revisión de la teoría de los efectos y ha multiplicado
los estudios en diferentes campos, especialmente en el de la comunicación política.
En el tema de la percepción selectiva, Noelle-Neumann establece ciertas diferencias entre el medio
impreso y el medio televisivo. El tema de la percepción selectiva sigue teniendo validez, pero si se
logra demostrar que algunos medios, como la televisión, pueden reducir la capacidad selectiva, se
incrementará el efecto de los medios. Es entonces cuando Noelle-Neumann desvía la atención del
estudio de los efectos hacia nuevos temas, como la consonancia, la acumulación y la
omnipresencia. Sitúa sus investigaciones en Alemania y sus conclusiones las extiende a los países
democráticos y pluralistas, con libertad de información. Detalla algunos de los factores que
provocan y consolidan la uniformidad abstracta de las imágenes del público hasta llegar a la
consonancia. Esta serie de criterios profesionales y personales seguidos por los periodistas, unidos
a otros de carácter ideológico son los que harán posible la homogeneidad y concordancia en la
información y, si se demuestra que la consonancia está ampliamente extendida, desaparecerá el
mecanismo protector de la percepción selectiva para dar paso al poder persuasivo y cognitivo de
los medios. La consonancia de los medios y los periodistas eliminará la percepción selectiva de los
receptores.
En las investigaciones llevadas a cabo, las opiniones reales de la población se encontraban mas o
menos equilibradas, pero la presión de los medios sobre el ambiente (espacio público o clima de
opinión) fue tan importante que cambió la percepción a favor de una de las dos alternativas. “Esta
falsa impresión sobre las proporciones reales de fuerza motiva a su vez a otras personas a
asociarse con las primeras y a los partidarios del lado opuesto a replegarse en el silencio. Esto
puede continuar como un proceso en espiral hasta que la prioridad de la primera queda
establecida, lo que denominamos precisamente con la expresión espiral del silencio”
La importancia del clima de opinión, en la dirección que apoyan los medios, se puede ver con
cierta claridad en las campañas electorales de las elecciones alemanas de 1965, 1972 y 1976.
En 1965, por ejemplo, en los nueves meses que dura la campaña, la intención de voto a los dos
partidos mayoritarios no superará nunca el 10% a favor de la CDU/CSU. Sin embargo, a medida
que nos vamos acercando al día electoral, si preguntamos quién cree que va a ser el partido
ganador, los entrevistados suben el porcentaje favorable a los conservadores por encima del 30%.
Algo parecido sucede en 1972, pero, esta vez, a favor del SPD.
En la campaña electoral que conduce a las elecciones de septiembre de 1976 se observa, en
primer lugar, que las coaliciones CDU/CSU y SPD/FPD caminan muy igualadas en la intención de
voto; en segundo, que desde la primavera del mismo año) se produce el mismo efecto sobre el
clima de opinión que en las elecciones anteriores: desde junio a septiembre, la formación
CDU/CSU pasa de un 43 a un 33% y la del SPD/FPD, de un 28 a un 41%, pero “en la última fase
no llegó a producirse un corrimiento hacia los presuntos vencedores”. Esto le permite a la autora
hablar de un doble clima de opinión. Al comienzo de la campaña electoral la mayor parte de la
población pensaba que la formación conservadora sería la ganadora, mientras que entre los
periodistas sólo lo afirmaba un 10%. La presión de los medios de comunicación (favorables a una
victoria del SPD/FPD) creó un nuevo clima de opinión, sin desterrar el primer clima, y
permaneciendo ambos por debajo de la intención de voto.
Finalmente, subrayar que tanto en los interesados por la política como en aquellos que no lo
estaban, a medida que se intensificaba el contacto con los programas políticos de l televisión, la
estimación del clima de opinión se modificaba a favor de la coalición socialista-liberal.
3. El proceso de la espiral del silencio
¿Cuáles son los mecanismos que explican la espiral del silencio? Según McQuail y Windhal, la
espiral del silencio reside en el juego recíproco entre la comunicación colectiva, la comunicación
interpersonal y la percepción que un individuo tiene de su propia opinión frente a otras opiniones,
dentro de la sociedad.
La teoría se apoya en los siguientes elementos:
a) El reconocimiento de la importancia de los medios de comunicación, especialmente la
televisión, en el funcionamiento de la sociedad actual y en la creación del espacio público.
b) Cuando se dan ciertas condiciones, como la consonancia, la acumulación y la
omnipresencia, la percepción selectiva de las audiencias se aminora y los efectos que
producen son mucho más importantes que el efecto de refuerzo. Los medios, se dirá,
producen efectos indirectos, acumulativos y a largo plazo y, en este sentido, se volverá a la
idea primitiva sobre el poder de los medios.
c) Ciertos mecanismos psicológicos explicarían la tendencia generalizada en la mayor parte
de los individuos a evitar la marginación y el aislamiento (entendido aquí como la
capacidad para mantener una opinión frente a la opinión mayoritaria), para sumarse a la
corriente mayoritaria del aprecio, simpatía, popularidad y respeto.
d) Por ello, en la teoría, no sólo se destaca la importancia de los medios en la creación del
espacio público y el clima de opinión, sino la percepción que hacen las personas de ese
mismo ambiente. Según Noelle-Neumann, la información sobre el avance o retroceso de
temas controvertibles se obtiene de dos fuentes: una, de la observación directa del
ambiente y otra, de la observación indirecta del ambiente a través de los medios de
comunicación.
e) Esto lleva a la autora a distinguir entre la “distribución real de la frecuencia de las
opiniones” y la idea que esas personas tienen de la distribución dentro de su entorno.
f)
Cuando el entorno público de los medios presiona en la misma dirección (consonancia)
sobre una idea, persona o acontecimiento, cuando los individuos tienen miedo a
marginarse de la corriente dominante, aquellos que sintonizan con el clima de opinión lo
tienen más fácil para expresar sus puntos de vista. En este sentido, se entenderá por
opinión pública el conjunto de aquellas opiniones que pueden expresarse en la esfera de lo
público sin miedo a aislarse y sin coacción.
g) Por el contrario, aquellas personas que mantienen una posición distinta a la que se cree
dominante, sentirán el peso del aislamiento y la falta de apoyo del espacio público
informativo y se esconderán en el silencio (espiral del silencio).
Esta teoría permite explicar la formación de la opinión pública como un fenómeno social que se
genera al amparo de la comunicación política y como un efecto fuertemente relacionado con los
medios y con aquellos temas que forman parte del clima de opinión.
La opinión pública, aquí, recupera la dimensión política y pública que se le dio en el pasado, dentro
del juego dialéctico de opiniones publicadas y opiniones silenciadas.
Queda superado el concepto reduccionista de la etapa anterior y pasará a ser contemplada como
un fenómeno de la sociedad que entra en juego con los efectos indirectos, acumulativos, sutiles y a
largo plazo de los medios. Noelle-Neumann será una de los que subrayen las dificultades para dar
una definición de la opinión pública, pero con su teoría nos dará un toque de atención sobre la
opinión pública en la sociedad informatizada actual, destacando la influencia de los medios y la
importancia del clima de opinión.
Descargar