EL SER DE LAS COSAS. LOS ÚLTIMOS AÑOS CONFERENCIA del DR. JOSÉ LUIS DE IMAZ Como aquí estarnos reunidos gentes de distintas generaciones, podríamos parodiar a Ortega, cuando decía: "Somos contemporáneos pero no coetáneos". Y estamos reunidos contemporáneos de este mismo acto, de esta mismo Asamblea, de esta misma Reflexión- pero cargamos sobre nuestras espaldas distintas experiencias: o sobre nuestro futuro, diferentes magnitudes de proyección. De ahí que no me atreva a incurrir en ninguna reflexión asertórica. Mi expectativa es la de convertirme simplemente en un guía para una reflexión personal, para que hagamos examen de conciencia. Este examen de conciencia que va a ser genuinamente universitario -o espero que sea genuinamente universitario- lo voy a centrar en cuatro puntos. Son aquellos que se me han ocurrido traer a colación y que ojalá motiven algún debate, alguna discusión en las Comisiones. Acabo de terminar de leer un libro estupendo: el ultimo de Félix Luna, que se llama "Encuentros". Félix Luna, capítulo por capítulo, pasa revista a su encuentro con sus raíces riojanas, con la música, con la política, con la historia y con su profesión. Al leerlo, me hacía acordar -en algún punto- a un estupendo texto que a mí me marcó mucho, que fue el libro del Padre Jalics: "El encuentro con Dios", donde Jalics comienza su reflexión sobre la naturaleza excepcional del encuentro humano. En una segunda lectura del libro de Félix Luna, me quedé pensando en cómo puede hablar del encuentro con Ariel Ramírez; del encuentro con algunos historiadores; con José Luis Romero; con algún hombre público. Pero no puede citar ningún "maestro", en su vida. Y esto me dejó preocupado, porque Félix Luna fue ex alumno del Colegio del Salvador. El Padre Furlong, que pudo haber sido su maestro, fue su profesor de Inglés, y no su profesor de Historia... He aquí como no se produjo un encuentro. Ese encuentro se produjo en Inglés, cuando tendría que haber sido en Historia. ¿Cuál es nuestro deber personal? Nuestro deber personal está vinculado a esa expectativa de ser "maestros"; docentes no, maestros. El libro de Félix Luna me dio pie para reflexionar sobre mi pasado. Y cuando reflexiono sobre mi pasado encuentro dos maestros: uno que me formó en mi profesión, y con el cual no coincidí en casi nada; pero me formó totalmente en una disciplina, en la inducción y en un modo de acceder a los datos. Y el otro es un maestro que afectó, determinó, marcó, le dio su signo a una parte de nuestra generación, por lo menos a muchos de los que estamos acá presentes: fue el Padre Manuel Moledo. Y el Padre Manuel Moledo entre tantas cosas nos enseñó a auscultar la conciencia. Nos decía, "escucha tu conciencia: ella te va a decir lo límites de las cosas. Abrite a la conciencia, con toda tranquilidad". Y nos anticipó ideas que después harían su camino, pero que él fue abriendo en personas muy estructuradas que le debemos a Moledo el activo, ya que el pasivo es totalmente nuestro; pero el activo nos lo dio él. Él se apoyaba en John Cardinal Newman, que era -a su vez- su mentor intelectual. Y Moledo citaba este ejemplo: cuando a Newman le ofrecieron el cardenalato tras un largo exilio intelectual en un Oratorio, cuando le ofrecieron el cardenalato al autor de aquella "Apologética", al recibir a los dos Cardenales en el puerto de Genova, les dijo: "Permitidme que antes de cualquier otra cosa, haga como un buen inglés, un "toast", un brindis por lo principal. Brindo -dijo Newman- por mi conciencia. He sido siempre fiel a la luz. Nunca he pecado contra la luz". Esto viene a cuento, señores, de nuestro deber de ser "maestros" potenciales. Porque pienso que en mi pasado solo tuve dos maestros; el otro fue el que me formó profesionalmente en la Universidad de Buenos Aires. Y cada uno de nosotros sabe a quién lleva en sus alforjas; quiénes le han dado una orientación, le insuflaron un espíritu, lo impulsaron para algo. Cada cual sabe las marcas positivas de su vida. Y los "pasajes" conscientes o inconscientes que recibió. Iba caminando un día por la calle de Alcalá, es innecesario decir que en Madrid, y frente al Edificio del Ministerio de Educación. Me acompañaba el Subsecretario de Educación. Y, este hombre tan rico en saberes y tan rico en humanidad me espetó: Fíjate tú: tú crees que eres docente porque has modificado los Planes Educativos de España; porque has aprobado las transformaciones que hacen en las Autonomías; porque has hecho la Modificación Curricular. ¡Todo eso no tiene ninguna importancia, todo eso no tiene ninguna relevancia! ¡Nada, nada! ¡Es hojarasca! ¡Es papel! Lo único que importa es que se te acerque un tío por la calle y te diga: "Oye Antonio: ¿te acuerdas cuando tú dijiste tal cosa?. Y ya no te acuerdas. Lo que verdaderamente importa es que tu palabra anidó en el corazón de aquel hombre; que dijiste la palabra 'justa', que el corazón de aquel hombre necesitaba". Ahí radica todo el acto docente: haber dicho la "palabra justa". Y como eso no sabemos cuándo lo haremos ni cómo le haremos, yo creo que no nos quedan más que dos posibilidades: una, en confiarnos ante el Sagrario y decirle: "Señor, pon en mi boca esas palabras que son Tuyas, a través de mi intermediación". Y segundo: "Ayúdame para que no me vuelva demasiado orgulloso después si alguien me rotula de 'maestro'. Para que haya maestros, tiene que haber -como se recordó hoy a la mañana y ayerdedicación y entrega, generosidad. Y tiene que haber financiamiento para que la gente esté en la Universidad. Las Universidades nacionales tienen un porcentaje de profesores bastante importantes, de dedicación exclusiva, de dedicación semi-exclusiva. Hay algunas Universidades como las de San Juan, San Luis y la de Río Cuarto, que tienen más del tercio de su personal docente con dedicación exclusiva. Otras van en vías. Los incentivos para investigación que se están otorgando a las personas que "estén" en la Universidad. Porque si queremos ser maestros y ofrecer ejemplaridad, y brindar tiempo, nos tienen que retribuir para sustentarnos con tranquilidad. En las Universidades Nacionales ya se puede. Las universidades privadas han sopesado entre ladrillos y profesores de dedicación exclusiva. Tuvieron que hacer su opción. Pero en la medida en que se convenzan que es indispensable que haya docentes de dedicación exclusiva, aumentará la posibilidad de que también haya personas a las cuales se las reconozca después como "maestros". Dote, vocación y medios. Si a ese trípode le falta una pata, ni siquiera cojea. Esta mañana Monseñor Saraíva nos recordó a Jean Guitton. Jean Guitton pertenece a esa pléyade de escritores franceses que a lo largo de los años 40, 50 y 60 conciliaron al mundo intelectual con el pensamiento cristiano: Lubac, Stanislas Fumet, Maritain, Daniélou, Congar, Cesbron, tras las huellas de Claudel y Mauriac. Ese grupo excepcional de hombres que en Francia pensaron y crearon un pensamiento tan sólido, provenía de una formación universitaria en consonancia. Jean Guitton, cuando cumplió 90 años concluyó un diálogo entre él -filósofo- y un grupo de físicos teóricos adscriptos a la Física Cuántica. Lo excepcional, es que alguien que haya llegado a los 90 años esté en "disponibilidad de espíritu" para pegar ese salto y entrar en el terreno de los otros. Está bien que la Física cuántica, por su nivel de abstracción, corra de alguna manera apareada con el ejercicio intelectual de la Filosofía. Pero esta "actitud", esta "disponibilidad universitaria" para entrar en un terreno intelectual antes no transitado, responde a nuestro primer deber, que es el de la CURIOSIDAD. Si no somos "curiosos", no somos universitarios. Tal vez seremos buenos profesionales, pero no genuinos universitarios. La curiosidad, en nuestro caso, escinde la paja del trigo. Esto viene a cuento de que hablamos mucho de la articulación de la Fe, con la Ciencia y la Cultura. Pero para eso primero tenemos que ser -los que quieran serlocientíficos, y científicos plenamente. Sin que en medio de los investigadores científicos, nadie pueda cuestionar la calidad de científico de fulano de tal. Después vendrá la articulación. Desde la genuinidad de una vocación. Y una vocación que tiene por presupuesto metodológico avanzar desde la duda sistemática. Eddinton fue un excelente, un excepcional físico inglés, profundamente creyente. Articuló una cosa con otra: nadie dudó que éste Presidente de la Academia de Ciencias de Gran Bretaña no fuera primero un físico genuino. Pasteur fue un biólogo genuino. Alexis Carrel, el autor de "La incógnita del hombre", era médico y era un biólogo reconocidísimo. Se convirtió en Lourdes, cuando asistió como médico -agnóstico como era- a dos o tres curaciones para las que no encontraba explicación profesional. Lo argumentó en su Universidad, la de Lyon. Se le hizo juicio académico y lo separaron como profesor titular de la Facultad de Medicina de la Universidad de Lyon, por decir que: "En el estado actual de la Ciencia médica, yo no puedo explicar lo que ha ocurrido delante de mis ojos". Carrel, a raíz de su expulsión iría a los estados Unidos donde recibió fondos de las fundaciones norteamericanas para trabajar en investigación. Alexis Carrel es autor, entre otras cosas, de un bellísimo libro que se llama "La priere", "La oración", unión perfecta entre su formación de médico y de biólogo, con su percepción y sensibilidad mística. Esto viene a cuento de que decimos: "Tenemos que articular ciencia y fe, vamos a hacerlo". Pero nuestro deber es: allí donde estemos, en la profesión que tengamos, en la disciplina que practiquemos, debemos hacerlo a la perfección. García Hoz, ese gran pedagogo español, centra toda la educación en "la tarea bien hecha". Nuestra tarea bien hecha, es la que va a determinar que podemos realizar este "ensemble", esta unificación que no es volitiva, sino que es una consecuencia, una consecuencia de ser indiscutible y cabalmente "tal cosa", lo que diga el membrete que nos hemos puesto y no identifica. Y de expresar a viva voz nuestra fe, esa que solo Dios y nuestra conciencia conocen. En su discurso de ingreso a la Academia de Ciencias, hará 10 años, Víctor Massuh nos explicó cómo la Ciencia Física actual, desde el neutrino hasta el big-bang, se ve impelida a dar el salto cualitativo; y ese salto cualitativo se entronca con la "Filosofía peremnis" y la reflexión metafísica. Esto lo ha dicho Massuh en su discurso inaugural, a partir de su condición de filósofo, pero tan preocupado por lo que hoy ocurre en Ciencia, que se convirtió en interlocutor válido de Prigoyine y los autores de la Teoría del Caos, a partir de una expectativa de ese entronque, no nominalmente citado, sino vivido en cabalidad. El del genuino filósofo que se acerca a dialogar con la Teoría Biológica y la Teoría Cosmológica, sin apearse de su disciplina, pero con el mismo nivel de abstracción. Nosotros, señores, tuvimos hace 40 años los Cursos de Cultura Católica. Los Cursos de Cultura Católica fueron eso: entronque de disciplinas y articulación de un pensamiento coherente. Vivíamos la influencia de grandes autores, sobre todo ingleses, pero también franceses, que incidieron en esta actitud. Los Cursos de Cultura Católica hicieron su ciclo y dieron paso a las universidades católicas y a otras, que después nacieron como consecuencia. Pero ahora no hemos recreado un "Centro de reflexión" al más alto nivel intelectual, como sería nuestro deber, sin "concordatismo", con búsqueda. Porque ello surge sólo desde el accionar de la Ciencia. Como lo recordó el Papa en su estupendo discurso de Colonia a los científicos alemanes. El encuentro pues, desde la especificidad. Seamos universitarios curiosos y arribaremos a la fe. Mi tercera reflexión se centrará en nuestro "estilo expresivo". El estilo expresivo que utilizamos es declaratorio: "declaramos" las cosas, y después no pensamos cómo se implementan. Nuestro estilo es "programático", no implementado. Si parodiara a Leonardo Castellaní, diría: "Lo escribimos, nos sentamos"... Y acá está nuestra dificultad porque nuestra dificultad no está en el "para qué". Lo tenemos clarito, la causa final es causa final. Nuestra dificultad esté en el "cómo", porque nuestro acto reflexivo comienza con el "para qué". Y esto es fundamental en una sociedad como la actual, donde la gente vive de la negociación. Ratificamos los valores, ratificamos los objetivos en el pasaje al "cómo", en la bajada a los medios, a los instrumentos, a las vías. Ejemplo: hemos dejado que la Universidad sea pasto de disputas partidarias. Y que las elecciones, los grupos, las votaciones en los Consejos, se resuelvan en función de criterios de partido. ¿Dónde está la presencia de las gentes que, con genuina vocación universitaria, quieren decir: "la Universidad primero" y no "el partido primero"? Hemos abandonado el campo, no estamos presentes, somos ausentes sin aviso. Hace 25 ó 30 años, teníamos los Ateneos: yo formé parte del Ateneo en la Facultad de Ciencias Políticas de Rosario. Hubo un Ateneo muy importante en la Universidad de Córdoba y otro en Santa Fe. Nacieron luego otros movimientos que invocaban los principios evangélicos. Había humanistas, había integralistas, sobre todo acá en la Universidad de Córdoba. No anunciaban el Evangelio, se inspiraban en el Evangelio. Y hoy ¿qué? Este es el pecado de omisión, nuestro irremplazable pecado de omisión, cuando los eslogans, las fracciones, están dadas por pertenencias a banderías y a partidos políticos: ¿no es culpa nuestra? Y no me estoy refiriendo a la Iglesia-Poder: porque no puede haber nada más bastardo y anticristiano que la Iglesia-Poder. Pero sí me estoy refiriendo a la responsabilidad de la Iglesia Docente, porque es IRRENUNCIABLE. La primera es EXECRABLE, y la segunda IRRENUNCIABLE. Hemos cometido todos los pecados de omisión. Porque no se trata de levantar una bandería "católica" sino otra genuinamente al servicio y búsqueda de la verdad. La cuarta reflexión será sobre llovido mojado, una vez más la presencia y ausencia en los grandes temas: los grandes temas que comprometen nuestra responsabilidad intelectual. Cuando concluía el Gobierno de Pinochet, en Chile, un grupo de universitarios estableció en un documento, cómo concebían la universidad chilena futura. Ese documento lo firmaron unas 15 personas. Puedo recordar a Igor Saavedra, físico y presidente de la Academia de Ciencias de Chile: a Salvador Nehme, un gran biólogo, médico, miembro del Consejo Vaticano de Ciencias; a Croxato, en la misma dirección: a Ivan Lavados, presidente de la Corporación Universitaria de Chile y hoy Rector de la Universidad de Chile y a Joaquín Bruner, nombres relevantes en la vida intelectual chilena, que al margen de banderías, dijeron: "Queremos que la Universidad nueva sea: autónoma, pluralista, abierta, responsable, eficaz, con equidad social y que produzca algo de exquisita calidad que no venga a saturar el Mercado, sino a interrelacionarse con las expectativas del Mercado. Vamos a hacer una Universidad apartidista, en la medida de lo posible, para reivindicar la primacía de la Universidad, de "lo universitario" por sobre todo tipo de banderías", renunciando a las propias banderías. He contado este ejemplo chileno, porque en la Argentina no hemos hecho nada equivalente. Se han formulado proyectos, ha habido sugerencias, pero hemos ido dejando las cosas al socaire de los vientos y del debate parlamentario: y lo que surgiera, surgiera, y como surgiera... No ha habido un pensamiento sólido en torno a objetivos universitarios que pudieran generar un consenso; y que ese consenso determinara los métodos, las vías y las formas. Hemos estado ausentes. Voy a citar un ejemplo donde ocurre lo contrario. Si hay un tema en el cual los cristianos comprometidos han cumplido con su cometido intelectual, es el de la "bioética". Algunos de los autores de ese trabajo comparten hoy con nosotros en Huerta Grande, el pan y la palabra. En el tema de la fertilidad asistida, en el del origen de la vida. en esta marcha que culmina con una declaración de la Academia de medicina respecto al momento inicial de la gestación de la vida, se ha satisfecho nuestra responsabilidad universitaria. Se lo estudió universitariamente. Se lo ha cubierto acabadamente, EJEMPLARIFICADORAMENTE. ¿Y en los otros? Todos sabemos de nuestras omisiones y nuestros silencios. La Iglesia, lo ha reconocido, formuló su autocrítica. El Papa, en Santo Domingo, pidió primero perdón por los excesos cometidos en nombre de la Cruz. No sé si en cambio los intelectuales y los universitarios nos hemos colocado a la misma altura en que la Iglesia hizo su examen de conciencia y su acto de atrición. Hay muchos otros temas en los cuales hemos estado ausentes. Cuando se gestionaba algo que podía ser la paz del Beagle, yo no sé si los profesores, los intelectuales, los universitarios, los científicos, hemos dicho una palabra. Creo que ahí estuvimos ausentes. Y la disyuntiva era "paz o guerra". En estos últimos años, supeditados al imperialismo del Mercado, donde pareciera que todo es motivo de negociación, fruto de la transacción, que no hay verdades sustentantes, que la verdad es una relativización ¿cómo y dónde hemos estado los Economistas, Administradores de Empresas, Sociólogos?; ¿dónde para establecer límites, decir: "hasta aquí sí, esto no"? Lo acaba de decir el Dr. Carlos Moyano Llerena en su libro estupendo. Este antiguo Director del Departamento Económico y Social de la Acción Católica Argentina, en "El Capitalismo en el Siglo XXI", nos acaba de recordar que la economía no es una disciplina ajena a los valores, sino a la inversa, pendiente de los valores, explícitos o implícitos. Pero aparte él, ¿a dónde hemos estado los demás? No quiero dejar el interrogante más que en puntos suspensivos. En estos días, aparte de la desaparición de las asignaciones familiares, se proyecta legalmente nada menos que la eliminación de los $ 2.000 destinados a las familias que adoptan a una criatura. Y tengo la impresión que, en cuanto cristianos comprometidos, no hemos dicho ninguna palabra. Porque aunque no es mucho, es un estímulo; y si ese estímulo se retira, da pie a la "compra de vientres", y a hacer mercadeo de lo que no debe ser mercadeo. Los Sociólogos, los Demógrafos, los Sanitaristas, ¿hemos dicho, acaso, una palabra? ¿Hemos salido al ruedo, para denunciar lo inaceptable? Señores: en un lapso relativamente breve los profesores de las escuelas secundarias, y la formación del magisterio va a tener nivel universitario. La formación de los futuros docentes para la escuela polimodal y la educación básica, será compartida por las Universidades, los Institutos Terciarios de Formación y los Colegios Universitarios. Con lo que tendrá otra actualización científica la formación del personal docente. Esa es la dirección. Pero hasta ahora, la mayoría de los centros dedicados a la formación de docentes, no tiene "carácter": enseñan técnicas, pero tienen pánico de hablar de valores, y de establecer la inevitable gradación de valores, los que deben pesar más -en desmérito de otros- en la formación de los futuros alumnos. Esas escuelas capacitan en técnicas, pero ignoran lo teleológico, el "hacia dónde". Estamos, creo, ante una situación inédita, los universitarios presentes: ¿Asumiremos esta vez nuestra responsabilidad de la formación de los futuros docentes, o lo dejaremos -una vez más- como una tarea incumplida dentro de las varias tareas incumplidas, en orden a nuestra responsabilidad INTRANSFERIBLE de cristianos?