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La Seguridad Alimentaria: Educación + Agricultura Sostenible
Laura C. Bezzola , Sandra M. Isely . Facultad de Ciencias Agrarias – UCA
RESUMEN:
Es bien sabido que las prácticas rurales sustentadas por paquetes tecnológicos
destinados a aumentar la productividad agrícola tienen un efecto directo sobre la
seguridad alimentaria. Hay países interesados, sin embargo en desarrollar prácticas
agrícolas ecológicas, tendientes a minimizar riesgos y a favor de un ambiente más
propicio para la vida de sus habitantes. Por otra parte, la idea de salir del monocultivo
para diversificar, ganando en la mejora del medio ambiente va en contra de los
intereses de los que lucran con la llamada “Revolución Verde” que, no tiene respeto
por el medio ambiente, tiende al incremento del monocultivo y destruye la diversidad
que es la garantía de la seguridad alimentaria. Sin seguridad alimentaria, derivada de
la pérdida de tierras productivas, la venta de vientres sin reposición, el no acceso a
recursos fundamentales como la tierra y el agua y su contaminación, asimetría en los
mercados, tecnologías no apropiadas que humanicen el trabajo rural y mejoren los
niveles y calidad de la producción llevan a la existencia de una mayor población con
necesidades básicas insatisfechas : llevan al hambre.
Probablemente sea estratégico pensar de manera diferente en cuanto al “paquete
tecnológico” y comenzar a pensar en generar, rescatar, adaptar y validar tecnologías
apropiadas de acuerdo a cada perfil de productor rural, para lograr un desarrollo
sostenible que permita dinamizar economías regionales ,generar mano de obra,
producir en forma diversificada, resguardar y mantener la variedad de especies nativas
y autóctonas, transmitir de generación en generación prácticas, herramientas,
creencias, valores y saberes que juntos todos contribuyan a la seguridad alimentaria.
En el presente trabajo se buscará reflexionar sobre la importancia que tiene la
educación que incluya valorar la diversidad productiva y cultural para poder garantizar
la seguridad alimentaria.
Palabras claves: Seguridad Alimentaria – Hambre – Agricultura Sustentable – Medio
Ambiente – Educación
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La agricultura convencional busca fundamentalmente incrementar la producción,
dejando de lado las consecuencias que esto tiene sobre el ambiente. El suelo,
deteriorado por las sucesivas labranzas, el monocultivo, el uso de fertilizantes en
forma indiscriminada, unidos a la aplicación de agroquímicos que terminan por
contaminar los acuíferos; son causales del deterioro del ambiente. No se puede negar,
sin embargo que todas estas prácticas han contribuido al crecimiento de la producción,
con las consecuentes ganancias para el que produce, pero, ¿a que precio? Cada
práctica llevada a cabo, en el correr de los años ha contribuido a dañar, a veces en
forma irreversible, los ecosistemas naturales, contribuyendo además a la pérdida de la
biodiversidad; la erosión, el incremento en la salinidad de los suelos, la disminución de
los mantos freáticos o su contaminación y la contaminación del aire son
consecuencias de una agricultura basada en la utilización de recursos tecnológicos
tendientes a lograr un mayor rédito productivo. Todas estas prácticas, a la larga son
factores determinantes de la desertificación de grandes áreas del planeta, lo que
atenta en forma directa contra el medio ambiente, la ecología y por supuesto sobre la
seguridad alimentaria, ya que la falta de productividad de los suelos, lleva a la
restricción en la producción de alimentos y consecuentemente al hambre.
“La Organización de las Naciones Unidas, en un artículo publicado en agosto de 2010
atendiendo a esta problemática ha anunciado el inicio de la Década de los Desiertos y
la Lucha contra la Desertificación (2010-2020) en un proceso que lo que pretende es
generar conciencia para mejorar la protección y la gestión de las tierras secas del
mundo que son el hogar de un tercio de la población mundial y que actualmente
enfrentan serias amenazas económicas y ambientales.”
“La continua degradación de la tierra -ya sea por el cambio climático, la
agricultura no sostenible o la mala gestión de los recursos hídricos- es una
amenaza para la seguridad alimentaria, lo que lleva a la hambruna entre las
comunidades más afectadas y le roba al mundo su tierra productiva”, afirmó el
secretario general de la ONU, Ban Ki-Moon.
A partir de esta reflexión se impone la necesidad de trabajar a nivel mundial tanto para
prevenir como para mitigar los efectos de las grandes sequías en diferentes áreas del
planeta con el fin de ayudar a reducir el hambre y contribuir así a lograr mayor
seguridad alimentaria.
Los costos sociales de la improductividad de la tierra son enormes, grandes desiertos
ya instalados, algunos en vías de desarrollo y la poca disponibilidad de aguas seguras,
implican un gran porcentaje de la población sin sus necesidades primarias satisfechas.
Esto implica una migración de poblaciones hacia áreas con mayores recursos para
poder acceder a cubrir sus necesidades, lo que pone de manifiesto una desintegración
social y un incremento de la pobreza, ya que los grandes conglomerados urbanos,
lejos de satisfacer a los migrantes, los condenan a vivir en condiciones poco humanas
o infrahumanas. Esto trae aparejado un incremento de la promiscuidad y de
enfermedades derivadas de ella.
Luego de estas consideraciones, sería bueno ahondar un poco en el tema de la
alteración de los ambientes ecológicos y puntualmente en la pérdida de la
biodiversidad. Al respecto, el Tercer Informe sobre la diversidad biológica “Global
Biodiversity Outlook” resume los datos más recientes sobre biodiversidad y señala
que “la pérdida de la vida salvaje y hábitat podría dañar las fuentes de alimentos y de
la industria” Además, señala que esta pérdida de biodiversidad impacta sobre la vida
de los humanos; si unimos estas reflexiones a la preocupación de las Naciones Unidas
respecto a la desertificación, el panorama que se nos presenta es por demás
desalentador.
Si trasladamos esto a nuestro país, encontramos que lo que se nos presenta no es
muy diferente de lo que sucede en otras partes. Grandes conglomerados urbanos con
su suburbio lleno de personas con recursos insuficientes y subocupación o
desocupación, que no pueden satisfacer sus necesidades mínimas ni las de sus
familias. La pobreza y la indigencia en aumento son producto de políticas erradas en
cuanto a la distribución de recursos. Por otro lado, el medio rural está cada vez más
despoblado y sin recursos para poder subsistir. Los suelos degradados por el
monocultivo y con pocas posibilidades de recuperación, aún cuando se utilizan mayor
cantidad de fertilizantes y agroquímicos para poder seguir produciendo, lleva un
empobrecimiento mayor del recurso. La ganadería es desplazada hacia las tierras
marginales para favorecer el avance de la agricultura, por tener ésta última una mayor
rentabilidad. Los productores ganaderos, mandando a refugo sus vientres sin
discriminación, lo que los lleva, a la larga, a dejar la producción ganadera para
dedicarse a la agricultura. A su vez, la agricultura subordinada al desarrollo industrial
que fija los precios y las políticas.
Ya en el año 2008, en un artículo de “Le Monde Diplomatique” titulado “Motines del
Hambre” el autor escribe sobre la rebelión de las clases más pobres y comenta que
aún los campesinos no se han rebelado, y que las clases medias no se han sumado a
esta rebelión, Ahora, La pregunta es: ¿Cuánto falta para que suceda esto? El aumento
en el precio de los productos primarios está llevando a que cada vez más personas
vean sus necesidades básicas insatisfechas. Y en nuestro país, ¿Estamos lejos de
esto? Solo basta ver lo que se sucede cuando un tren con grano o carne queda
detenido en un lugar o un camión con alimentos se descompone en la ruta.
En un artículo de Carlos Mora Vanegas presentado en la cumbre mundial sobre la
seguridad alimentaria se puede entrever que la cantidad de población que no dispone
de alimentos suficientes para satisfacer sus necesidades nutricionales básicas va en
incremento en forma acelerada en los últimos decenios. La última edición de “El
Estado de Inseguridad Alimentaria en el Mundo” (SOFI 2004) indica que hay 852
millones de personas en el mundo que padecen hambre crónica. De estos, la mayoría
(815 millones) viven en países en vías de desarrollo y 9 millones en los países más
ricos del mundo. Lo que también indica el informe es que las estrategias
implementadas hasta ahora para reducir a la mitad el hambre del mundo para el año
2015 no están dando resultado.
La FAO complementa las estadísticas del SOFI 2004 comentando que “A escala
mundial, cada año en que el hambre se mantiene en los niveles actuales está
causando muertes y minusvalías que supondrán un costo para la productividad futura
de los países en desarrollo, de un valor actual neto igual o superior a los 500.000
millones de dólares”
Por otro lado, extrayendo datos de estadísticas de los últimos años, encontramos que
en 2004 alrededor de 24.000 personas mueren de hambre o de causas relacionadas
con el hambre. Un 75% de los fallecidos son niños menores de cinco años. La mayoría
de estas muertes se deben a desnutrición crónica, es decir, las familias no consiguen
suficientes alimentos. Aún cuando no sobrevenga la muerte, esta desnutrición crónica
causa diferentes discapacidades, deficiencias en el crecimiento y mayor probabilidad
de sufrir enfermedades.
La población más afectada es la población urbana pobre y de la población rural,
aquellos que no tienen posibilidades de producir sus alimentos.
Paradójicamente, según los cálculos basados en los índices de producción de FAO
(Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación) la
producción agrícola mundial creció un 3.9% en 2008 respecto de 2007 y en 2009 los
países de África, Asia y el Pacífico crecieron entre 2 y 2.5% mientras que los países
industrializados bajaron casi un 2%; Latinoamérica creció más de un 4%. Estas cifras
demuestran que el crecimiento agrícola mundial fue cercano al 2%. Los países
atrasados están haciendo que la economía mundial salga a flote y esto está
ocurriendo en el ámbito agrícola.
En mayo de 2009, los precios de los alimentos básicos, excepto arroz y carne, han
sufrido una merma de un 30% comparando su valor con el máximo alcanzado en junio
de 2008, no obstante, su valor es 70% mayor que en 2000. De todos los alimentos, los
que más incrementaron sus precios fueron los cereales y los aceites vegetales. Los
descensos en los precios durante el último año se deben fundamentalmente a la
merma en el consumo. Esto está ligado a los bajos ingresos de la gente que ya no
tiene capacidad adquisitiva para comprar. Esto último está ligado a un aumento en las
importaciones de estos productos, a la limitación de créditos y a la reducción de la
demanda de materias primas para la producción de biocombustibles.
En nuestro país las cifras no son mejores. Según el Banco Mundial, en 2007 uno de
cada cinco hogares de familias de clase media baja, sufrieron hambre en el año
posterior a la devaluación. La población de menores recursos, se apropia de espacios
urbanos con carencia de toda infraestructura. En Santa Fe, unas 250.000 familias que
hasta el 2003 no estaban dentro de las de menores recursos, sufrieron la falta de
alimentos. Esta es la conclusión a la que llega el Banco Mundial, luego de un estudio
en el que midió a través de una encuesta lo que ocurre el un país, tradicionalmente
exportador de alimentos. De acuerdo con este informe, hay un total de 2.6 millones de
niños, en las áreas urbanas argentinas que sufrieron hambre tras el derrumbe de la
convertibilidad. En Argentina no hay ninguna estadística oficial que mida de manera
directa el hambre sino que este flagelo se monitorea en forma indirecta midiendo la
proporción de población que se encuentra debajo del nivel mínimo de consumo
calórico diario, la proporción de niños menores de 5 años con bajo peso, y otros que
normalmente se encuentran desactualizados.
Si bien no hay estadísticas oficiales que estudien este flagelo en nuestro país,
encontramos que un estudio realizado el Banco Mundial y procesado por M.
Montenegro, quién lo publicó llegaron a las siguientes conclusiones:
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El 17.5% de los hogares sufrió hambre luego de la devaluación; esto equivale
aproximadamente a 1.4 millón de familias.
Entre estas 450.000 hogares soportaron “hambre severa” ( Se repite en forma
frecuente en ese hogar)
Casi la mitad de los hogares que padece o padeció hambre fue clasificado
como indigente (No llegan a suplir las necesidades básicas de alimentos por
falta de poder adquisitivo: no llegan a cubrir la canasta básica)
El 18% del resto son hogares “no pobres”, clase media o clase media baja que
atravesaron en ese periodo, una situación de carestía hasta ese momento
desconocida para ellos. 242 mil familias conocieron el hambre tras la
devaluación.
El 24.7% de los hogares con niños fueron clasificados como hogares donde los
menores sintieron hambre; un 29% de estos hogares con niños menores de 6
años sufrieron hambre.
El porcentaje de hogares con hambre es mayor cuanto mas numerosa es la
familia. En hogares compuestos por más de 4 adultos, llega al 37.6%
Lo que llama la atención es que dentro de las conclusiones encontramos dos que
traducen de cierta forma lo que queremos comunicar hoy:
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Los hogares con jefes de familia que poseen una mayor educación son los que
menos sufrieron hambre. Contrariamente, los hogares con jefes de familia con
pocos estudios (primario incompleto) llegan a un 36.6% de hambre.
Solo el 12% de los hogares donde el jefe de familia completó sus estudios
secundarios sufrió hambre durante ese periodo.
A partir de estos datos, se puede determinar que existe una fuerte relación entre la
pobreza, el hambre y el nivel educativo del jefe de familia. En Argentina, el hambre
está ligada con bajos niveles de educación. La capacidad de transformar ingresos en
alimentos está asociada en particular al nivel educativo del jefe de familia que es
quién, cuanta mayor educación recibió, está mejor capacitado para enfrentar el
problema de la alimentación de su familia.
Formas de recomponer la situación.
En contraste con estas estadísticas aberrantes, sabemos que son pocos los recursos
necesarios para que la gente pueda obtener alimentos básicos y volverse
autosuficiente. Se necesitan herramientas adecuadas, acceso a agua segura y
semillas. Además, mejorar las técnicas de cultivo de la tierra y aprender a almacenar
los alimentos.
En síntesis, todo esto pasa por un tema de educación; educando de la forma correcta
se puede ayudar a reducir el tema del hambre. Con educación apropiada se logra que
la gente salga del círculo de la pobreza y de esta forma pueda ser eficiente en la
producción de sus propios alimentos. Pero, para lograr esto debemos comenzar por la
educación de los niños, que, más que un derecho humano es una de las formas más
eficaces de prevenir el hambre y la malnutrición. La falta de educación básica limita las
posibilidades de salir de la pobreza.
“Un niño sano y con una educación básica se convierte en un adulto sano:
personas que mejoran sus propias vidas, sus comunidades y sus países”.
(Documento UNICEF)
La urbanización, la educación y la seguridad alimentaria son problemáticas que
afectan a todo el planeta y sobre todo a las naciones más pobres; es así que los
países en desarrollo sufren un persistente movimiento migratorio hacia las ciudades.
Según Naciones Unidas, en 1990 el 45% de la población mundial vive en áreas
urbanas y se estima que en 2025 esta cifra ya podría aumentar a 65%. A su vez, el
aumento sostenido de la pobreza urbana transforma a la agricultura urbana en un
factor estratégico.
¿En que educar? Además de programas generales de educación, se debería capacitar
en producción agrícola, manejo y conservación de recursos. Herramientas para la
autogestión personal, entrenamiento para el desarrollo de la resiliencia; creatividad,
emprendimientos etc., que permitan al individuo sobreponerse a situaciones criticas.
Además, educar para una mejor alimentación, en cuanto a conocimiento de
requerimientos, valores nutricionales y manipulación de alimentos, etc. No olvidemos
que, un niño que aprende en la escuela , transmite en su casa dicho aprendizaje, de
manera tal que se convierte en un “ pequeño agente de cambio” dentro de su hogar.
Desde lo productivo, pensar en una agricultura familiar ò en una agricultura urbana o
periurbana , incluyendo todas las posibilidades de asociatividad y cooperativismo
posibles, permitirían a los pequeños productores de subsistencia y a los grupos
humanos del conurbano , muchos de ellos migrados desde el interior del país, superar
condiciones de vida adversas, especialmente en cuanto a seguridad alimentaria se
refiere.
.
Con el paso del tiempo esto permitirá que las escuelas vuelvan a cumplir con su
legitima función, sin necesidad de ofrecer” comida” a sus alumnos para ayudar a las
familias de bajos recursos.
En el otro extremo las instituciones de Educación Superior deben garantizar la
formación de profesionales para un mundo real, gran parte de esto consiste en
preparar a los alumnos, no solo trasmitiéndoles las últimas novedades y tecnologías
sino también para que respeten, escuchen y aprendan de los propios agricultores o
lugareños, incluidas las mujeres. Cuando ellos colaboran unidos y se comunican
pueden aprender muchas cosas los unos de los otros.
Según el documento elaborado y aprobado por los Ministros de Agricultura (FAO
2004) “Lineamientos para una política de seguridad alimentaria regional en la
comunidad andina”, como acciones prioritarias se estableció incorporar el los
programa de estudio formales y no formales, contenidos orientados a mejorar las
prácticas y patrones de alimentación, nutrición, salud e higiene y promover y revalorar
patrones de consumo de alimentos locales con alto valor nutricional.
Quizás no todo sea tan complejo, sino que solo se trate de alimentar mentes
para combatir el hambre
La nueva estrategia debería ser de “doble vía” donde deberían fortalecerse : las
redes de seguridad social, tanto a nivel gubernamental como los nuevos actores que
son las ONGs y al mismo tiempo atacar las causas fundamentales del hambre con
iniciativas destinadas al Fortalecimiento de las escuelas rurales en el saber propio
local ;Fortalecimiento de las escuelas urbanas y peri urbanas , de zonas crìticas, con
alta densidad poblacional, aumentar la capacidad laboral y
la producción de
alimentos en espacios disponibles.
De tal manera que sumar saberes, respetar las identidades, valorar la diversidad
productiva y cultural permita transformar la realidad.
Y así revalidar la expresión Bíblica, hoy mas actual que nunca,
Regala pescado a un hombre y le darás alimento para un día …. Enséñale a
pescar y lo alimentarás para el resto de su vida.
BIBLIOGRAFÍA:
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(2009)
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Agosto de 2010.
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-Documentos de FAO. “SOFA 2006. Estado Mundial de la Agricultura y la
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- X Conferencia Iberoamericana de Ministros de Agricultura. “Educación y Agricultura
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- Entreculturas . ONG Jesuita. www.entreculturas.org.
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- UNICEF. Objetivos del Desarrollo del Milenio: 1) “El objetivo: erradicar la pobreza
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