A Nieves le gustaba escuchar música, vestir a sus muñecas y leer cuentos de princesas y brujas. También le gustaban otras cosas que no podía hacer. Nieves padecía una de esas enfermedades con un nombre raro y muy largo, que le impedía hacer esfuerzos y moverse con facilidad. Disfrutaba viendo cómo su hermana, Nerea, corría por el parque o bailaba al ritmo de los sones más modernos. Nerea siempre decía: No te preocupes, yo seré tus pies para correr. Un día la maestra de Nerea, Soraya, les hablo del reciclaje y de lo importante que era para salvar nuestro planeta de la destrucción. Puso en el aula tres cubos: amarillo, verde y azul para que, a partir de ese momento, todos pudieran reciclar. Carlos y David fueron los primeros en tirar papeles al contenedor azul. Todos les aplaudieron: ¡Queda inaugurado el club del reciclaje! Gritó Eloy ilusionado. A Nerea le parecía imposible salvar el mundo ella sola con su clase, pero si la profe lo decía, sería por algo. Luego pensó que si reciclando se podía salvar el planeta, a lo mejor también se podía hacer algo para ayudar a Nieves. Tras mucho pensar decidió compartir sus dudas con sus padres. Ante tal dilema, papá sonrió, pero mamá negó con la cabeza: Es una locura, nunca lo conseguiríamos... Papá le explicó que recogiendo y reciclando tapones podrían recaudar dinero para una operación y tratamiento experimental para Nieves. Nerea habló de esto a la profe y ella, entusiasmada, les contó que los tapones está hechos de un plástico de muy buena calidad y que no son tóxicos, lo que facilita su reciclado. Los tapones se transforman en granza que sirve para hacer otros productos de plástico. Nerea Le preguntó si podían poner otro contenedor en clase para recoger tapones y ella accedió sin dudarlo: ¿De qué color? Rojo, el color del amor. 1 Al principio hubo un montoncito de tapones, luego varias bolsas se agolparon alrededor, pero el rojo amor del cubo brillaba con fuerza a través de ellas. Alba y Kevin repartieron más contenedores rojos por el colegio. Marcos y Sandelis pegaron carteles en sus barrios. El padre de Paula les cedió su almacén de trabajo para acumular más tapones y las madres de Laura y Rubén cargaban sus coches todas las semanas para transportarlos. Más pronto de lo esperado hubo toneladas de tapones. Con el dinero de su venta Nieves podría operarse. La doctora Eva preguntó a Nieves si sabía qué iba a pasar. Nieves contestó: Si, voy a tener un corazón de tapón. Pues cierra los ojos y cuenta hasta 10. 1-2-3-4... ¡Mira! A la doctora le están creciendo alas... no puede ser... 5- 6... ay, sí, ¡está volando!¡es una doctorhada! La doctorhada sobrevolaba un camino hecho de tapones de colores que a Nieves le pareció muy bonito y decidió seguirlo. Al final del mismo había una escalera, también de tapones. Se sintió con fuerzas y decidió subir y en lo alto le esperaba el mago Adrián con su gato Nicolás. ¡Pídeme un deseo y mi gato te lo concederá! Desde la cima, Nieves contemplaba el colegio y los niños jugando en el patio: ¡Quiero unirme a sus juegos! El gato Nicolás puso sus bigotes a trabajar ¡Púpul- pupupul, que bajar puedas tú! Un ruido ensordecedor enmudeció al gato, que de un salto se escondió dentro del sombrero del mago. Una gran globo blanco, azul y verde se elevó sobre sus cabezas impulsado por una gran llamarada de fuego. La cesta, un tapón 2 gigantesco, quedó suspendida al lado de Nieves. Dentro la doctorhada, extendía su mano invitándola a unirse a ella. Creo que es hora de marchar le dijo el mago. ¡Gracias, gracias! Contestó Nieves Mientras descendían suavemente sobre el camino de tapones observó que dentro de cada uno de ellos había una carita sonriente. Alguna era conocida, pero otras no. Las había más guapas, más feas, viejas, jóvenes, claras, oscuras, gordas, flacas...pero todas compartían ese gesto de generosidad y grandeza. Nieves saludaba a todas y les tiraba besos y en su pecho brillaba un gran corazón rojo de tapón. Era grande, muy grande ¡y estaba lleno de amor! Nieves despertó en una habitación blanca, junto al aliento cariñoso de mamá, que se acurrucaba en una silla al lado de su cama. Mamá abrió los ojos llenos de estrellas y agua de mar y sonrió con su boca de nana y besos. A su lado, en un sofá, dormía Nerea abrazada a una caja roja de plástico en forma de corazón. ¡Buenos días! gritó Nieves Nerea se desperezó y le dio, llena de emoción, la caja a su hermana. Dentro, un papelito: Juntas salvaremos el mundo, Nieves, corazón de Tapón 3