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El control judicial del cumplimiento de la constitución y la ley.
1. El cumplimiento de la constitución y la ley como bien colectivo digno de
tutela.
En el año 1998, la Corte Suprema dio un fuerte golpe al sistema de
representación judicial colectiva de los usuarios y consumidores al rechazar la
legitimación a una organización que había iniciado una causa judicial contra la
intervención de la Comisión Nacional de Telecomunicaciones.1
En el año 2006, la Sala IV de la cámara de apelaciones en lo contencioso
administrativo federal, en una decisión de similares características, rechazó la
legitimación para accionar a un ciudadano que había iniciado una acción judicial contra
la omisión legislativa de crear la Comisión Bicameral Permanente prevista en el art.
99 inc. 3 de la Constitución Nacional, sancionada doce años antes de iniciado el caso.
Cuatro años más tarde, en 2010, la misma sala, revocó una decisión de
primera instancia y negó legitimación de una Asociación de defensa de consumidores
que había iniciado una acción tendiente a que se ordenara cumplir con el
procedimiento establecido en el ordenamiento jurídico vigente para la designación de
los cinco miembros del Directorio del Ente Nacional Regulador del Gas (ENARGAS).
Cuatro designaciones habían sido realizadas en contradicción a las normas legales y
reglamentarias que establecen el procedimiento de convocatoria abierta y selección de
candidatos a ocupar los cargos directivos, y un cargo se encontraba vacante.
Las decisiones se apoyan en la doctrina de la CSJN que sostiene que, como
regla, se requiere un daño diferenciado para accionar judicialmente. Esta doctrina
entiende que un daño es abstracto –y no puede ser judicializado- cuando el
demandante no puede expresar un agravio diferenciado respecto de la situación en
que se hallan los demás ciudadanos. Por las mismas razones, tampoco puede
fundar su legitimación para accionar en el interés general en que se cumplan la
Constitución y las leyes.2
De esta forma, se establece que la vulneración de la legalidad, en sí misma, no
implica afectación de derechos, y por lo tanto, no alcanza para habilitar la instancia
judicial. Para ello, se requiere que exista una “causa” o “controversia” que, solo se
verifica cuando, además de la ilegalidad, se puede probar que existe un derecho
vulnerado.
1
El primer caso: Consumidores Libres Cooperativa Limitada de Provisión de Servicios de Acción Comunitaria s/
amparo; El segundo: Cámara Nacional de Apelaciones en lo Contenciosoadministrativo Federal, sala IV
(CNFedContenciosoadministrativo)(SalaIV) ~ 2006/09/05 ~ Lonigro, Félix Vicente c. EN-Congreso de la Nación; el
tercero: ACIJ c/EN –Ley 24076 s/Proceso de Conocimiento, Sala IV CNCAF 15/4/2010.
2
Fallos 321:1352; 323:1261; 327:2512; 331:2287
Sobre esta misma base, se rechazaron muchas acciones que tienden a la
defensa de lo que los tribunales denominan la “mera legalidad”. Se sostuvo, por
ejemplo, que no puede analizarse judicialmente el hecho de que una ley haya sido
dictada sin existir quórum en la cámara de representantes3, [citar otros casos]
El fundamento central que sostiene esta doctrina es que si los jueces
intervienen en casos en los cuales lo que esta en juego es la protección de la mera
legalidad, se afectaría la división de poderes dando excesiva ingerencia al poder
judicial por sobre los poderes democráticamente elegidos, y se produciría una
excesiva carga de casos sobre el poder judicial.
Esta acepción del concepto de causa o controversia, lleva a que situaciones
como las que originan los casos descriptos, en los cuales existe un acto abiertamente
ilegal, no puedan ser controladas por el poder judicial.
El punto que intento destacar en este trabajo es que cuando se incumplen los
mandatos constitucionales o legales, se afectan derechos –necesariamente-. En base
a ello, no se debería rechazar la legitimación, basándose en un argumento de escisión
–artificial- entre la “ilegalidad” y vulneración de derechos4.
En un contexto de profunda anomia, el bloqueo de la intervención del poder
judicial bajo el argumento que sostiene que este no puede actuar en defensa de la
legalidad implica no solo negar la gravedad institucional de la violación de la legalidad,
sino también soslayar el necesario perjuicio a los derechos que genera la constante
omisión de cumplir con los mandatos procedimentales establecidos en las leyes o la
constitución. El respeto de estos procedimientos constituye precondición necesaria
para impedir el avasallamiento de los derechos por parte de los actores más
poderosos de nuestra sociedad.
Por otra parte, no debería entenderse el concepto de “causa o controversia”
hoy vigente como inmutable; su construcción jurisprudencial proviene de la Corte
Suprema Norteamericana, y fue desarrollada en contextos muy diferentes al actual con
relación al cumplimiento de la constitución y las leyes. En nuestro medio, se consolidó
con anterioridad a la reforma constitucional de 1994, y resulta aconsejable reevaluar el
concepto a la luz de los cambios sistémicos que produjo dicha reforma;
3
Caso de Mendoza rechazo legitimación para accionar contra una lesión del procedimiento constitucional para la
formación y sanción de las leyes, objetando el mínimo del quorum para una ley que supone la privatización de dos
bancos estatales, la afectación en garantía de bienes y de los recursos provenientes del sistema de coparticipación,
pero no ha acreditado mínimamente el interés ni la lesión o la amenaza del daño a un derecho o garantía protegido por
la Constitución. “
4
Aquí tal vez quepa una distinción entre los actos de que se trate. Probablemente tenga que distinguir entre un DNU
dictado sin que se verifiquen los requisitos constitucionales, pero cuyo objeto es agregar un feriado, y un acto con
mayor impacto en otros derechos –la intervención de un ente de control-
En primer término, existe una nueva tipología de derechos reconocidos
constitucionalmente: los derechos de incidencia colectiva. Además, se ha realzado el
rol que le cabe al poder judicial como garante de la protección de la integridad de
bienes públicos fundamentales (el medio ambiente, los mercados no distorsionados, la
no discriminación, la salud pública, el patrimonio natural y cultural, entre otros).
En la misma línea del reconocimiento de estos bienes públicos protegidos
constitucionalmente debería inscribirse, de alguna forma, la protección del
cumplimiento de los mandatos y procedimientos legales y constitucionales. Estos
funcionan como límites al ejercicio del poder (político o económico), y preservación es
la garantía que tienen los ciudadanos de que sus derechos no se verán vulnerados.
La propuesta es que deberíamos, progresivamente, concebir como posible que
ante un hecho u omisión abiertamente ilegal o inconstitucional los jueces reconozcan
que existe legitimación para accionar judicialmente y ejerzan su rol de control del
accionar de los otros poderes del estado.
El respeto de la legalidad, así como de los mandatos y procedimientos
diseñados para limitar el poder y preservar los derechos, deberían ser considerados
como un bienes públicos protegidos constitucionalmente -como los son los detallados
en los arts. 41/43 de la Constitución-, y tratados como “derechos de incidencia
colectiva en general”. La propia constitución identifica el respeto a sus prescripciones
como un bien jurídico colectivo y tutelable, por lo que el reconocimiento propuesto no
sería extraño a aquel.5
En los dos apartados que siguen propongo reevaluar el concepto de “causa o
controversia” hoy vigente a la luz del contexto de profunda anomia en que vivimos, y
de la reforma constitucional de 1994.
2. El contexto de profunda anomia.
Mi deseo para nuestra práctica constitucional de 2020 es que no se necesite la
constante intervención judicial para controlar el cumplimiento de las leyes y la
constitución por parte de nuestros representantes. Las objeciones a la “judicialización
de la política”, y los problemas que identifica la teoría constitucional con relación a las
dificultades contra mayoritarias de la intervención judicial son claras y no pretendo
soslayarlas. Sin embargo, el problema que persiste, es qué hacer frente a un
contexto
en
el
cual
quienes
nos
gobiernan
ignoran
los
mandatos
constitucionales en forma sistemática y persistente.
5
Los arts. 5, 31 y 36 de la CN son ejemplos de cómo la Constitución instaura mecanismos para la defensa de su
respeto y supremacía. La cláusula constitucional abierta del art. 43 (“derechos de incidencia colectiva en general”) y el
reconocimiento a derechos implícitos (art. 33 CN), serían argumentos adicionales en apoyo de la postura.
Resulta llamativo que convivamos naturalmente con la idea de que el poder
judicial se abstenga de intervenir en los casos en los que se procura defender la “mera
legalidad” o el “cumplimiento de la constitución o las leyes”. También resulta llamativa
la disociación -sin matices- que establece el poder judicial entre la “ilegalidad” y la
vulneración de derechos. Así, la “mera legalidad” se concibe como un bien trivial,
marginal, que no justifica la intervención del poder judicial. A su vez, implica asumir
que la violación de la constitución y las leyes puede tener consecuencias neutras en
los derechos de los ciudadanos.
Como ha sido intensamente discutido, el profundo desprecio por el
cumplimiento de las normas, constituye un problema dramático en nuestro país. La
expansión de esta actitud anómica a todos los sectores de nuestra sociedad, produce
efectos muy negativos, que se palpan en forma manifiesta cuando el desprecio por las
previsiones legales proviene de quienes ejercen poder, y se manifiesta en especial en
aquellas áreas en las cuales las normas tienen carácter protectorio (ya sea de grupos
vulnerables, de procedimientos establecidos para evitar abusos, de creación de
instancias de control, de mantenimiento de equilibrios de poder, etc.)
En distintos ámbitos, puede observarse una afectación a toda la ciudadanía
como resultado directo de incumplimientos a pautas legales o constitucionales;
En el ámbito del mercado desregulado, por ejemplo, convivimos con empresas
que se abusan de sus usuarios cobrando cargos excesivos, prestando servicios
deficientes, aprovechándose de su necesidad y desinformación; asimismo somos
testigos de declaraciones de ministros de gobierno que admiten la existencia de
mercados oligopólicos ó empresas cartelizadas formadoras de precios, sin que se
tomen medidas al respecto6. Esta situación co existe con el incumplimiento del
expreso mandato legal de una ley dictada hace diez años, que exige la creación de un
tribunal independiente dedicado a proteger la defensa de la competencia7. Este
tribunal jamás se creó, y se concentran las funciones de control en una comisión de
defensa de la competencia dependiente del poder político de turno, que impide
cualquier esperanza de funcionamiento de control sobre un mercado anárquico, donde
prima el abuso.
En el ámbito de los mercados regulados –especialmente servicios públicos- la
constitución prescribe la existencia de organismos de control a fin de proteger los
En 2005, el entonces ministro de economía Roberto Lavagna sostuve que “Hay un cierto grado de cartelización entre
las empresas que construyen las obras públicas que hace el Estado, con los sobrecostos que ello implica"
http://www.clarin.com/diario/2005/11/23/elpais/p-00301.htm
6
Ley 25156, art. 17 ”Créase el Tribunal Nacional de Defensa de la Competencia como organismo autárquico en el
ámbito del Ministerio de Economía y Obras y Servicios Públicos de la Nación con el fin de aplicar y controlar el
cumplimiento de esta ley.”
7
derechos de los usuarios. Dos de esos entes (electricidad y gas) fueron creados por
ley y concebidos como autárquicos y dirigidos por directorios designados en base a
idoneidad técnica. Sin embargo, se encuentran intervenidos desde hace xx años. Las
intervenciones se renuevan a cada vencimiento, se nombran directores sin evaluar sus
antecedentes, y se crea una dependencia absoluta del poder ejecutivo, lo que vacía de
sentido la función originaria protectoria de estos entes de control.
En el ámbito de las instituciones políticas, también presenciamos afrentas
abiertas a los mandatos constitucionales. Por ejemplo, hasta el año 2006 no se había
conformado la comisión de seguimiento de los Decretos de Necesidad y Urgencia
previsto por la Constitución 12 años antes, impidiendo así el contralor a la conducta
del Poder ejecutivo. [incluir otros ejemplos: demora en la designación defensor del
pueblo, omisión de crear la comisión prevista en la ley de ética pública, demora de un
año en designar juez de la corte suprema.8]
Las razones del incumplimiento de la constitución y las leyes, pueden ser
varias. En algunos casos la causa puede ser el desinterés, incapacidad de gestión,
falta de recursos o exceso de trabajo por parte de los responsables del cumplimiento.
En otras, la presión ejercida sobre los funcionarios por quienes se verían perjudicados
por la implementación de los mecanismos constitucionales, y, directamente vinculado
con esta, la corrupción.
En este contexto, y ante la negligencia, impotencia o falta de voluntad del poder
político para dar respuestas concretas a los requerimientos constitucionales o legales,
las opciones que se presentan son pocas. O se admite la posibilidad de un control
externo sobre los actores responsables de estas conductas, o se cierra la puerta a
dicho control tolerando el estado de cosas y sus consecuencias necesarias:
persistencia de la ilegalidad, una extendida sensación de impunidad, un desgastante
efecto simbólico de tolerancia a las conductas ilegales, y sobre todo, la creación de un
terreno fértil para la vulneración de derechos.
En muchos casos, especialmente cuando las mayorías parlamentarias están
alineadas con el poder ejecutivo, sólo el poder judicial podría romper el círculo de
ilegalidad y negación de las disposiciones constitucionales o legales, ya que ninguno
de los actores involucrados cuentan con incentivos para honrar los compromisos
constitucionales de mayor control de su propio poder.
8
Ley 25.188, de Ética de la Función Pública art. 23. - Créase en el ámbito del Congreso de la Nación, la Comisión
Nacional de Ética Pública que funcionará como órgano independiente y actuará con autonomía funcional, en garantía
del cumplimiento de lo normado en la presente ley”
3. Los cambios constitucionales de 1994. Los jueces y la protección de
bienes públicos.
El reconocimiento constitucional de derechos de incidencia colectiva, como el
medio ambiente, el patrimonio cultural, los mercados competitivos, y los derechos de
incidencia colectiva en general, abren una nueva dimensión en la actuación de los
jueces. A partir de la reforma, se les permite intervenir en la protección de derechos
colectivos. Esto altera el escenario preexistente que exigía para la actuación del poder
judicial, la vulneración de derechos subjetivos.
La estructura de la reforma reconoce, además de la existencia de derechos de
incidencia colectiva, legitimación procesal a ciertos actores institucionales a los que les
atribuye representatividad para defender estos derechos. Esta atribución de
representatividad permite que ciertos actores que tienen como finalidad principal la
defensa de derechos de incidencia colectiva, actúen judicialmente aun sin que sus
representados tengan conocimiento actual de dicha actuación.
La razón de este reconocimiento, radica en tres factores (i) la dificultad de la
defensa individual de los derechos de incidencia colectiva, (ii) el interés constitucional
de que no permanezcan indefensas las afectaciones a bienes públicos (de ahí el
nacimiento de los derechos colectivos), (iii) la concepción de un poder judicial capaz
de custodiar la integridad de dichos bienes públicos.
En el caso de los derechos colectivos, la dificultad de la defensa radica en que
ningún sujeto es el titular exclusivo del derecho lo que implica que ninguno recogerá
en exclusiva los beneficios de la acción y que todos se beneficiarán de la acción
iniciada por un tercero, lo que reduce los incentivos para actuar. A esto se añade la
complejidad técnica y el alto costo que implica su defensa, lo que disminuye la
posibilidad de que algún individuo esté dispuesto a encararla en forma individual,
resultando previsible que todos opten por esperar a que la defensa la encare un
tercero. En el caso de los derechos individuales homogéneos, se presentan casos en
los que las violaciones al derecho son de pequeña magnitud consideradas en forma
individual, por lo que a los individuos les resulta muy costoso iniciar acciones judiciales
ante su vulneración, toda vez que aun en caso de ganar la acción, el beneficio será
inferior al costo.
Al habilitar la defensa de estos bienes por parte de actores especializados, el
sistema parece estar mas enfocado en activar la judicialización y protección la
integridad del bien publico en juego, que la de reparar el perjuicio que
individualmente pueda haber sufrido cada uno de los integrantes del grupo
representado. Tanto es así que hasta se puede presentar la situación de que el juez
otorgue razón al accionante en su sentencia y disponga un remedio que solo
indirectamente beneficie a los afectados directos.9 De esta forma, aunque la afectación
individual pueda no ser reparada, se logra imponer límites a quienes afectan derechos
colectivos y bienes públicos10.
En todos los casos, la finalidad buscada es que existan actores que tengan un
auto interés en promover acciones tendientes a preservar bienes públicos, y que
activen la intervención del poder judicial en esa dirección. Esto crea un sistema que
asegura una mayor detección de ilegalidades, habilita su control y sanción, y suma la
actividad judicial a la regulación y control administrativos.
Este
control
descentralizado
impulsado
por
defensorías
del
pueblo,
organizaciones de la sociedad civil y ciudadanos activistas, eleva los costos del
incumplimiento y del abuso. A su vez complementa y robustece el control que lleva
adelante el estado mediante sus dependencias administrativas, que pueden encontrar
límites en el exceso de trabajo, la falta de información, el bajo presupuesto, la
necesaria asignación de prioridades, etc.
La racionalidad de este esquema radica en que un mejor control en la
preservación de bienes públicos, (si los actores del mercado actúan menos
abusivamente, si las industrias cuidan más el medio ambiente, si se cumplen los
procedimientos de control diseñados en la arena política) redunda en una mayor
protección de los derechos que la constitución reconoce.
Este sistema constitucional de mayor control judicial esta en plena
construcción. Están en plena discusión sus alcances e implicancias. Sin embargo, la
Corte ha trazado un claro rumbo hacia la ampliación del acceso a la justicia y el control
del poder judicial sobre temas antes excluidos. Tanto en los casos “Verbitsky” y
“Mendoza”, en las cuales interpreta cabalmente su nuevo rol constitucional, como en
“Halabi” donde avanza la conceptualización de los derechos de incidencia colectiva y
delinea los trazos centrales de las acciones colectivas, la Corte da cuenta de un nuevo
rol para el poder judicial.
9
Ej. Reparar una vulneración a derechos de consumidores, mediante la creación de un fondo de reparación que no
necesariamente se destina a los mismos individuos que padecieron la afectación.
10
En el ámbito de la protección de consumidores por ejemplo, se ha dejado de lado la idea de que ante la generación
de un perjuicio a los usuarios, la respuesta única del sistema institucional fuera reparar el perjuicio ocasionado,
volviendo al afectado al estado anterior a su creación. La nueva ley de defensa de consumidores, incorporó los daños
punitivos como una sanción o multa que se impone a los proveedores de servicios, más allá de la reparación del
perjuicio ocasionada. La función de esta multa civil no es indemnizatoria (para eso esta la reparación integral del daño
que existe desde que se creo nuestro código civil), sino punitiva, disuasiva, y también generadora de incentivos para
iniciar casos judiciales contra ciertas conductas abusivas. Así, quien sufra perjuicios pequeños y habitualmente desista
de litigar por el cálculo de costo beneficio, puede alterar su ecuación si computa la posibilidad de obtener cuantiosos
daños punitivos.
4. La legalidad y el cumplimiento de la constitución (el debido proceso)
como derecho de incidencia colectiva.
Ante la persistente vulneración de las normas constitucionales y legales por
parte de los actores políticos, y en virtud del rol de protector de bienes públicos con
que se dotó al poder judicial tras la reforma de 1994, considero que el poder judicial no
puede cerrar sus puertas ante planteos de vulneración a la legalidad y el cumplimiento
de los mandatos constitucionales.
La vulneración de las prescripciones legales y constitucionales, deberían ser
tratados como vulneraciones a derechos de incidencia colectiva en sí misma. La
doctrina de la “causa o controversia” hoy vigente debería flexibilizarse a fin de permitir
el tratamiento de casos en los que se intente preservar la legalidad y el cumplimiento
de la constitución como bienes jurídicos públicos ó colectivos. La integridad de estos
bienes debería ser custodiada por el poder judicial, como lo son otros bienes públicos
reconocidos constitucionalmente (art. 41, 42 y 43 de la CN)11.
Considero que la exigencia de constituir entes reguladores de los servicios
públicos independientes del poder de turno, integrados por miembros calificados y
elegidos por su competencia técnica constituye un ejemplo de esto en el ámbito de el
ámbito de los mercados regulados. También lo es la exigencia de un tribunal
independiente
del
poder
político
para
analizar
las
conductas
abusivas
y
anticompetitivas en el mercado desregulado. De igual manera, constituyen garantías
de control de poder, y en consecuencia de la vigencia de una democracia republicana,
la existencia de comisiones parlamentarias que controlen los decretos de necesidad y
urgencia –cuya inexistencia originó el caso descripto al comienzo de este trabajo-, ó el
respeto a las reglas de quórum previstas para sesionar en las Cámaras de
representantes.
En todos los casos mencionados, se presentan acciones u omisiones ilegales
que afectan a la ciudadanía en general, pero que, probablemente, no pasarían el filtro
de legitimación procesal que impone la doctrina clásica de la “causa o controversia”. Al
menos no serían admitidas acciones basadas en estas ilegalidades, si se exige la
presencia de un derecho vulnerado en la forma en que lo vienen haciendo los
tribunales.
11
Mediante la acción de cumplimiento se le otorga a toda persona, natural o jurídica, e incluso a los servidores
públicos, la posibilidad de acudir ante la autoridad judicial "para exigir la realización o el cumplimiento del deber que
surge de la ley o del acto administrativo que es omitido por la autoridad, o el particular cuando asume este carácter".
carácter". De esta manera, dicha acción "se encamina a procurar la vigencia y efectividad material de las leyes – en
sentido formal o material – y de los actos administrativos, lo cual conlleva la concreción de principios medulares del
Estado Social de Derecho, que tienden a asegurar la vigencia de un orden jurídico, social y económico justo".
Sin embargo, la solución de rechazo de legitimación, sólo contribuye a la
persistencia de la ilegalidad y el deterioro del valor de nuestra constitución. Sobran las
muestras de casos que el sistema político no resuelve. Así las cosas, si bien es cierto
que judicializar la política no es deseable, debemos asumir que el rechazo sistemático
–y sin matices- de estos reclamos nos deja en un escenario que tampoco lo es; el de
un tolerado abuso de poder, y un degradado estado de derecho.
La falta de entes de control independiente, facilitará una deficiente prestación
de los servicios públicos regulados, dificultará la imposición de multas a quienes
incumplan los contratos de concesión, etc. La ausencia de un tribunal de defensa de la
competencia independiente, impedirá una política adecuada de control de los
monopolios y carteles y facilitará la connivencia entre empresas, o el uso desviado de
las herramientas que provee la legislación de defensa de la competencia. De igual
forma, la falta de conformación de comisiones de control de los DNU, o la violación de
las reglas de quórum para sesionar en las cámaras de representantes, permitirán
abusos de poder por parte del poder ejecutivo, o la vulneración de los derechos
políticos de quienes han elegido ciertos representantes para tomar decisiones en el
congreso. Adicionalmente, en cada caso, se profundiza un fuerte efecto simbólico
sobre el valor que le asignamos como comunidad al respeto a las normas.
Por estas razones, considero que el respeto por la legalidad y la constitución
deberían ser tratados como un bien público cuya integridad el poder judicial debe
contribuir a preservar12. En esta línea, sería deseable que en los próximos años,
comenzaran a delinearse los contornos del debido proceso (o el cumplimiento
de los mandatos constitucionales o legales) como uno de los derechos de
incidencia colectiva reconocidos en el artículo 43 de la Constitución.
Este entendimiento está en línea con las consideraciones que ha efectuado
nuestra CSJN en casos recientes en los que se comprometió fuertemente con la
protección de derechos colectivos. En tal sentido, sostuvo que le corresponde al Poder
Judicial de la Nación buscar los caminos que permitan garantizar la eficacia de los
derechos, y evitar que estos sean vulnerados, como objetivo fundamental y rector a la
hora de administrar justicia.
En nuestro medio ya existe algún antecedente jurisprudencial –aunque aisladoque ha comenzado a recorrer el camino propuesto13. En Colombia se reconoce una
acción judicial de cumplimiento de la ley sin exigir la demostración de la vulneración de
un derecho, reconociendo su valor para la vigencia del estado de derecho. Este mismo
12
Insisto en que la propia constitución establece mecanismos para la protección de su plena vigencia (entre otros art.
5, 31, 36 CN)
13
Sala V CNCAF, 11/9/2010, ACIJ c/EN s/Proceso de conocimiento
sistema reconoce la “moralidad administrativa” como derecho colectivo que puede
protegerse por vía de la acción popular [ajustar]14
Ampliar el catalogo de los derechos de incidencia colectiva, y en consecuencia
los supuestos de legitimación procesal no implica ni vulnerar el principio de división de
poderes, ni habilitar la inundación de los tribunales con casos.
El control de la actuación del poder ejecutivo y legislativo, así como el de
actores privados en protección de derechos constitucionales constituye la misión
central del poder judicial, y esta ha sido ejercida en casos estructurales, sin que por
ello se hubiere vulnerado la división de poderes15.
Si nuestra práctica constitucional exige una mayor actividad del poder judicial,
deberíamos pensar en adecuar los recursos presupuestarios para dar respuesta a esta
necesidad, -y establecer los mecanismos procesales necesarios para evitar abusos-,
antes que reducir su intervención mediante restricción de la legitimación procesal.
Constitución Política de la República de Colombia “Art. 87 Toda persona podrá acudir ante la autoridad judicial para
hacer efectivo el cumplimiento de una ley o un acto administrativo. En caso de prosperar la acción, la sentencia
ordenará a la autoridad renuente el cumplimiento del deber omitido… Art. 88. La ley regulará las acciones populares
para la protección de los derechos e intereses colectivos, relacionados con el patrimonio, el espacio, la seguridad y la
salubridad públicos, la moral administrativa, el ambiente, la libre competencia económica y otros de similar naturaleza
que se definen en ella…Art.89 Además de los consagrados en los artículos anteriores, la ley establecerá los demás
recursos, las acciones, y los procedimientos necesarios para que puedan propugnar por la integridad del orden
jurídico, y por la protección de sus derechos individuales, de grupo o colectivos, frente a la acción u omisión de las
autoridades públicas”. [Corte Constitucional de Colombia: Sentencia C-1194-01, Noviembre 15]: Mediante la
acción de cumplimiento se le otorga a toda persona, natural o jurídica, e incluso a los servidores públicos, la posibilidad
de acudir ante la autoridad judicial "para exigir la realización o el cumplimiento del deber que surge de la ley o del acto
administrativo que es omitido por la autoridad, o el particular cuando asume este carácter". carácter". De esta manera,
dicha acción "se encamina a procurar la vigencia y efectividad material de las leyes – en sentido formal o material – y
de los actos administrativos, lo cual conlleva la concreción de principios medulares del Estado Social de Derecho, que
tienden a asegurar la vigencia de un orden jurídico, social y económico justo”
15
Verbitsky, Mendoza
14
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