Igualdad de oportunidades para la mujer en el acceso al empleo.

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CONSEJO ECONOMICO Y SOCIAL (ECOSOC)
Tema: Igualdad de oportunidad en el acceso al empleo
para la mujer.
Igualdad de género y la Organización Internacional del Trabajo
La evolución de la legislación con respecto a la mujer trabajadora puede
ser catalogada en tres fases. En todas estas etapas, la Organización
Internacional del Trabajo (OIT) y la normativa internacional han desempeñado
un accionar colaborativo.
En la primera fase, el empeño de la actividad normativa de la OIT estuvo
colocado en dos aspectos. En primer término, en la protección de las mujeres
contra condiciones de trabajo malsanas o demasiado penosas, en especial con
relación a su función reproductora (embarazo, parto y lactancia), que podrían
ser amenazada por esas condiciones. En segundo término, asegurarles
condiciones de trabajo que les permitieran hacer frente a sus responsabilidades
familiares. Esto denotaba, por un lado, la imagen de una “debilidad relativa” de
la mujer, y por otro lado, la noción de que las responsabilidades familiares eran
su tarea primordial.
En la Primera Conferencia Internacional del Trabajo, momento
fundacional de la OIT, fueron contemplados, con tal propósito, tres
instrumentos de protección para las mujeres trabajadoras: el Convenio número
3, de Protección a la maternidad (1919), el Convenio número 4, de Prohibición
del trabajo nocturno para las mujeres (1919) y la Recomendación número 4, de
Protección de las mujeres y niños contra el saturnismo (1919).
Con la misma intensión fueron incluidas en la posterioridad, diversas
disposiciones relativas a la protección de la maternidad. Se hizo especial
hincapié en la protección de la salud de la mujer embarazada y lactante y de su
hijo/a y la protección de su empleo y la garantía de sus ingresos. Ejemplos de
lo expuesto son el Convenio número 110 (Trabajo en plantaciones, 1958) y el
Convenio número 102 (Seguridad social, norma mínima, 1952)
La segunda fase ubicada temporalmente en los 50’ se caracterizó por un
nuevo enfoque que, complementario al anterior, procuró “la búsqueda de la
igualdad de oportunidades y trato para las mujeres”. Se trató básicamente de
suprimir las disposiciones discriminatorias existentes en las legislaciones
nacionales. En esta etapa, el objeto de la actividad normativa de la OIT se
traslado a la promoción del empleo de las mujeres y al fomento de la igualdad
entre hombres y mujeres en el empleo y la ocupación, en función del principio
de la no discriminación. Reflejaron esta preocupación:
a) El Convenio número 100 “Igualdad de remuneración”, 1951 y la
Recomendación 90, que determinó la igualdad de remuneración entre la mano
de obra femenina y la masculina por un trabajo de igual valor. Dicho convenio
ha sido hasta el presente ratificado por 143 Estados Miembros de la OIT
b) El Convenio número 111 “Discriminación: empleo y ocupación”, 1958 y la
Recomendación 111. Las mismas establecieron que los Estados-miembros
debían adoptar una política nacional que promoviera la igualdad de
oportunidades, con el fin de erradicar toda forma de discriminación en el
empleo y la ocupación (por razones de raza, color, sexo, religión, opinión
política, ascendencia nacional y origen social). El Convenio antedicho ha sido
ratificado hasta el momento por 140 países.
Se entiende por “principio de no discriminación” a cualquier distinción,
exclusión o preferencia por motivos de raza, color, sexo, religión, opinión
política, ascendencia nacional u origen social que tenga por resultado anular la
igualdad de oportunidades o de trato en el empleo y la ocupación, o hacerla
más difícil de aplicar. Debe ser comprendido con referencia a varias
dimensiones de la situación del trabajo, entre ellas, el acceso al empleo y las
diversas ocupaciones, el acceso a la formación profesional y a las condiciones
de trabajo (ascenso, seguridad en el empleo, igualdad de remuneración por un
trabajo de igual valor, iguales condiciones de trabajo, etc.)
La tercera fase de la actividad normativa de la OIT tuvo sus comienzos a
mediados de la década de los 70’ y cobró importancia con la adopción por la
Asamblea General de Naciones Unidas (1979), de la “Convención sobre la
eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer”. El propósito
de esta etapa radicó en remover los obstáculos que dificultasen alcanzar una
igualdad efectiva, no solo formal (Ulshoefer, 1994; Binstock, 1997).
La actividad normativa de la OIT orientada a la promoción de la equidad
de género en el ámbito laboral se consolidó entonces sobre la concepción de
que la mejoría de la situación de las mujeres en el mundo del trabajo (y en la
sociedad en general), dependía también del cambio que se produjese en la
situación de los hombres, así como en las relaciones entre hombres y mujeres.
Con esta meta se aprobó inicialmente el Convenio 123, que trata de la
protección y no discriminación de las mujeres con responsabilidades familiares.
La necesidad de normar ese aspecto de las relaciones laborales nació de la
constatación de que la condición actual, futura o posible de la mujer como
madre o a cargo de una familia está en el origen de una serie de problemas y
formas de discriminación que ésta enfrenta en su trabajo.
En 1981 el Convenio 123 fue reevaluado, puesto que se entendió que
formulado de ese modo se estaba consolidando la idea de que las
responsabilidades familiares eran tarea exclusiva de las mujeres. Desde esa
óptica, la norma no respondía a los cambios importantes que se estaban
sucediendo en la sociedad y en el mundo laboral, en especial con la entrada
masiva de mujeres en la fuerza de trabajo (sobre todo en el sector terciario).
Tampoco daba respuesta a una demanda que comenzaba a manifestarse entre
los hombres respecto de una mayor participación en la crianza y en el cuidado
de los hijos (en especial en los países desarrollados).
Con el objetivo de responder a las demandas, fue aprobado el Convenio
número 156 (Trabajadores con responsabilidades familiares, 1981) y la
Recomendación número 165. Tanto uno como el otro hacían alusión a
los trabajadores de ambos sexos con responsabilidades familiares. El objetivo
del Convenio comprendía la instauración de la igualdad efectiva de
oportunidades y de trato con respecto a trabajadores de uno y otro sexo que
tengan responsabilidades familiares.
Empero su importancia, el Convenio 156 ha sido ratificado hasta el momento
por sólo 29 países, entre los cuales hay 8 latinoamericanos (Argentina, Belice,
Bolivia, Chile, Guatemala, Perú, Uruguay y Venezuela).
Conferencias de las Naciones Unidas sobre la Mujer
Las cuatro conferencias mundiales sobre la mujer convocadas por las Naciones
Unidas en el último cuarto del siglo pasado han contribuido a situar la causa de
la igualdad entre los géneros en el mismo epicentro de la agenda mundial.
I Conferencia Mundial sobre la Condición Jurídica y Social de la Mujer
celebrada en México en 1975.
La Conferencia, conjuntamente con el Decenio de las Naciones Unidas
para la Mujer (1976-1985) proclamado por la Asamblea General cinco meses
después a instancias de la Conferencia, sirvió como punto de inflexión para una
nueva era de esfuerzos a escala mundial con el fin de promover el avance de
las mujeres.
Se concertaron tres objetivos que se constituirían como base para la labor
de las Naciones Unidas en beneficio de las mujeres:
· La igualdad plena de género y la eliminación de la discriminación por motivos
de género;
· La integración y plena participación de las mujeres en el desarrollo;
· Una contribución cada vez mayor de las mujeres al fortalecimiento de la paz
mundial.
La Conferencia aprobó un Plan de Acción mundial en el que se estipulaban
directrices a seguir por los gobiernos y la comunidad internacional en los diez
años siguientes para concretar los objetivos fundamentales establecidos por la
Asamblea General.
En el Plan de Acción se determinó un mínimo de metas, para alcanzarlas
en 1980, que giraban en torno a garantizar el acceso equitativo de la mujer a
los recursos como la educación, las oportunidades de empleo, la participación
política, los servicios de salud, la vivienda, la nutrición y la planificación de la
familia.
Un factor importante de la reunión en México D.F. fue el hecho de que las
propias mujeres libraran un papel fundamental en la orientación de los
debates.
De las 133 delegaciones de Estados Miembros reunidas allí, 113 estaban
encabezadas por mujeres.
II Conferencia Mundial sobre la Condición Jurídica y Social de la Mujer;
Copenhague 1980.
En esta Conferencia se replanteó la igualdad no sólo en términos de
igualdad jurídica, sino también en términos de igualdad de derechos,
responsabilidades y oportunidades para la participación de las mujeres en el
desarrollo, como beneficiarias y como agentes activos, ya que a comienzos del
Decenio en 1975, las perspectivas de desarrollo eran optimistas.
La Conferencia de Copenhague de 1980 admitió que estaban
comenzando a manifestarse señales de disparidad entre los derechos
garantizados y la capacidad de la mujer para ejercer esos derechos.
Para abordar dicha preocupación, la Conferencia estableció tres ejes en
los que eran imprescindibles adoptar medidas concretas y objetivos puntuales
para alcanzar las más amplias metas de igualdad, desarrollo y paz, por la
Conferencia de México D.F estipulada.
Los tres ejes temáticos comprendieron:
· La igualdad de acceso a la educación,
· Las oportunidades de empleo y,
· Los servicios adecuados de atención de la salud.
La Conferencia finalizó con la adopción de un programa de acción que
enumeraba una variedad de factores que ponían de manifiesto la discrepancia
entre los derechos jurídicos y la capacidad de las mujeres para ejercer esos
derechos, entre los que se acentuaban la falta de participación de los hombres
en el mejoramiento de la situación de las mujeres, la voluntad política
insuficiente, la escasez de mujeres en puestos de decisión, entre otros.
III Conferencia Internacional sobre la Condición Jurídica y Social de la Mujer,
Nairobi 1985
La III Conferencia Mundial sobre la Mujer, tuvo por objeto el examen y la
evaluación de los logros del Decenio de las Naciones Unidas para la Mujer:
Igualdad, Desarrollo y Paz, en 1985.
De los datos revelados por las Naciones Unidas se traducía que las
mejoras en la situación jurídica y social de las mujeres y los esfuerzos para
reducir la discriminación habían beneficiado únicamente a una pequeña
minoría de mujeres.
Los objetivos propuestos del Decenio “igualdad, desarrollo y paz”, no se
habían materializado. En consecuencia la Conferencia de Nairobi recibió el
mandato de buscar nuevas formas de sortear los obstáculos.
Se admitía que la igualdad de las mujeres, lejos de ser una cuestión
aislada en el plano social, comprendía toda la esfera de la actividad humana.
En esa dirección se promovieron medidas encaminadas a lograr la
igualdad a escala nacional que incluían una amplia gama de tópicos - el
empleo, la salud, la educación y los servicios sociales, la industria, la ciencia,
las comunicaciones y el medio ambiente- junto con recomendaciones para la
adopción.
IV Conferencia Mundial Sobre la Condición Jurídica y Social de la Mujer;
Beijing 1995
Con la IV Conferencia mundial en Beijing se cobró conciencia de que el
cambio en la situación de las mujeres afectaba a la sociedad en su conjunto.
En función a ello se acordó por primera vez que su tratamiento no podía ser
sectorial sino que debía integrarse en el conjunto de políticas nacionales como
una problemática más, con el justo merecimiento que ello implica.
La Conferencia certificó por unanimidad la “Declaración y la Plataforma
de Acción de Beijing”, que en esencia era un programa para la potenciación del
papel de la mujer en el siglo XXI.
En la Plataforma de Acción se identificaban doce esferas de vital
preocupación. Las mismas representaban los principales obstáculos al
adelanto de la mujer y reivindicaban la adopción de medidas concretas por
parte de los gobiernos y la sociedad civil.
Las 12 esferas eran las siguientes:
1. La pobreza que pesa sobre la mujer.
2. El acceso desigual a la educación y la insuficiencia de las oportunidades
educacionales.
3. La mujer y la salud.
4. La violencia contra la mujer.
5. Los efectos de los conflictos armados en la mujer.
6. La desigualdad en la participación de la mujer en la definición en las
estructuras y políticas económicas y en el proceso de producción.
7. La desigualdad en el ejercicio del poder y en la adopción de decisiones.
8. La falta de mecanismos suficientes para promover el adelanto de la
mujer.
9. La falta de conciencia de los derechos humanos de la mujer
internacional y nacionalmente reconocidos y de dedicación a dichos
derechos.
10. La movilización insuficiente de los medios de información para promover
la contribución de la mujer a la sociedad.
11. La falta de reconocimiento suficiente y de apoyo al aporte de la mujer a
la gestión de los recursos naturales y a la protección del medio
ambiente.
12. La niña.
La conferencia de Pekín destacó el concepto de género y la necesidad de
incluir la igualdad entre el hombre y la mujer en todas las instituciones, políticas
y acciones de los Estados miembros de las Naciones Unidas.
En una sesión extraordinaria de las Naciones Unidas, celebrada en el 2000
bajo el título «Mujeres 2000: Igualdad de género, desarrollo y paz para el siglo
XXI», se hizo un seguimiento de la Cuarta conferencia mundial sobre la mujer.
Esta sesión especial se realizó en Nueva York del 5 al 9 de junio de 2000 y
se concentró en los ejemplos relativos a las prácticas aconsejables, las
medidas positivas, la experiencia adquirida, y los obstáculos y principales
problemas que aún persisten.
Los gobiernos asistentes se comprometieron a nuevas iniciativas como el
fortalecimiento de la legislación contra todas las formas de violencia doméstica
y la sanción de leyes y la adopción de políticas para erradicar las prácticas
nocivas tales como el matrimonio temprano y forzado y la mutilación genital
femenina. Además se precisaron objetivos para garantizar la educación
primaria obligatoria para niñas y niños y para mejorar la salud de las mujeres
por medio de la ampliación del acceso a la atención médica a programas
preventivos.
La Asamblea adoptó una "Declaración Política" y las "Nuevas medidas e
iniciativas para la aplicación de la “Declaración y la Plataforma de Acción de
Beijing".
En la actualidad
Existen normas internacionales, incluidos los convenios de la Organización
Internacional del Trabajo (OIT) y la Convención sobre la eliminación de todas
las formas de discriminación contra la mujer, que establecen la igualdad de
género en cuanto al acceso al empleo, el derecho a recibir igual remuneración,
y la prohibición del hostigamiento sexual, entre otras cosas.
Algunos Estados, en sus esfuerzos para corregir tradiciones y prácticas
consuetudinarias que favorecen el patrimonio territorial del hombre, han
aprobado leyes que reconocen la igualdad de derechos de la mujer a la
propiedad de la tierra.
Desde la Conferencia de Beijing, varios países han adoptado legislaciones
para prevenir el comportamiento abusivo en contra de las mujeres y asegurar la
igualdad entre los hombres y las mujeres en el lugar de trabajo.
Cada vez se reconoce más la necesidad de promulgar leyes específicas y
elaborar políticas para reforzar las aptitudes ejecutivas y profesionales de las
mujeres, en particular para ayudarlas a dirigir sus propias empresas. Con ese
fin, los gobiernos han elaborado políticas y proyectos que utilizan redes locales,
nacionales e internacionales para facilitar información, tecnología, créditos y
capacitación a las empresarias, así como programas encaminados a mejorar la
educación de las mujeres.
La función reproductora de las mujeres ha seguido siendo percibida como
un estigma en el mercado laboral. En un esfuerzo para promover un cambio de
actitud, algunos gobiernos han adoptado políticas para armonizar las
responsabilidades laborales y familiares en pugna.
En algunos países se han realizado estudios para determinar las trabas que
se oponen a la potenciación económica de las mujeres. Los gobiernos, entre
otras cosas, han financiado proyectos de investigación, han recopilado datos
desglosados por sexo y se han publicado informes sobre la situación
económica de las mujeres.
Sin embargo, la persistente deficiencia en la aplicación de todas esas
normas y la falta de medios para hacerlas cumplir las ha vuelto ineficaces.
Es de vital importancia lograr un consenso general que permita poner a
disposición de todos los medios necesarios para controlar y garantizar el
cumplimiento de dichas leyes.
Es real también tener en consideración que más allá de contar con algunos
sistemas legislativos protectores, el concepto social de las mujeres sigue
arraigado al rol familiar que durante siglos se mantuvo inamovible.
Diversas posturas con argumentos viables han surgido a lo largo de las
pasadas décadas con respecto al trato laboral recibido por las mujeres. Los
beneficios que estas recibieren en su lucha por la incorporación a las fuerzas
del trabajo fueron objeto de disputa cuando se habla de igualdad. Si no hay
diferenciación entre los sexos, uno de ellos no debería contar con beneficios. Y
si efectivamente sí la hay, ¿tiene sentido un reclamo de igualdad, cuando en
realidad no es lo que se busca?
Estas y muchas más cuestiones surgen de un rápido análisis de la situación
general global. Lo que no deja de ser cierto es que es un asunto actual y
perentorio del que ninguna de las sociedades puede desentenderse. Llegada la
segunda década del nuevo milenio es imperioso reconocer la necesidad de
avanzar socialmente, dejando atrás concepciones anticuadas y asumir que
todos los cambios tecnológicos, políticos y económicos tienen un efecto directo
en la disposición de la sociedad y cómo ésta se concibe a sí misma.
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