CONFIGURACIÒNES DEL CAMPO PROFESIONAL EN LA

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CONFIGURACIÒNES DEL CAMPO PROFESIONAL EN LA BUSQUEDA DE
LEGITIMIDAD DE LA FORMACION PROFESIONAL Y LA INTERVENCIÓN
PROFESIONAL
Margarita Rozas Pagaza1
La problematizaciòn sobre la intervención a mi juicio está vinculada a los sentidos que
subyacen sobre la comprensión de lo que es una profesión y una disciplina. En esta
dirección están imbricadas las concepciones que la sustentan y que se dirimen a mi juicio
en dos direcciones: los que provienen del pensamiento crìtico que apuntan a comprender
el desenvolvimiento profesional en el àmbito cotidiano de sus pràcticas y la autonomìa que
puede tener para producir e imponer las normas de su producción. La perspctiva crìtica
intenta generar fundamentos que aporten a la configuración del campo, la otra proviene de
su origen eminentemente pragmático que defiende el caràcter rutinario y puramente
reproductivo de la intervención.
Para esbozar apenas este debate me gustarìa partir por recordar que la
profesionalización y la racionalizaciòn en diversos campos del saber se expandieron en un
nuevo conjunto de relaciones econòmicas, polìticas, sociales y culturales a la que
genèricamente se ha denominado sociedad capitalista. Desde luego que estas relaciones
implican una apropiación privada de los medios de producción como sustentava Marx.
Este sociedad llamada capitalista hoy en su etapa actual ha reconfigurado el mundo con un
nivel de complejidad que es necesario comprenderla para repensar la profesión y /o las
profesiones y redimensionar sus funciones y procesos de autonomìa y las condiciones de
su legitimidad al menos, aquellas que están vinculadas a la cuestión social.
Por otro lado, Max Weber enfatiza los aspectos polìticos, sociales y culturales que
caracterizaron e impulsaron el capitalismo moderno. El atribuye que este impulso se da en
un proceso màs general que tiene que ver con la racionalziaciòn de las pràcticas y de la
vida social en todo sus niveles e instituciones. En este sentido, este autor entiende, que la
extensión del modo de vida capitalista se expresa en un proceso de racionalizaciòn de
todas las pràcticas sociales, al mismo tiempo ello supone una expansión paralela del saber
racional, y el saber tècnico de los medios y segùn este autor este saber moderno va
1
Docente-investigadora de la Escuela Superior de Trabajo Social, UNLP. Directora de la misma Escuela
y Directora de la Maestría en Políticas Sociales de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA
reemplazando al saber empìrico producto de la experiencia no objetivado en forma de
principios, leyes y definiciones. Lo que no dice Weber es que estas leyes constituyen la
invariabilidad de los fenómenos sustentadas en las leyes naturales.
La apariciòn del saber especializado responde a ese proceso de obejtivaciòn que la
sociedad capitalista necesita para su desarrollo. Por otro lado la objetivaciòn del saber es
tambièn producto de la separaciòn que se hace entre el sujeto y su producto, generando una
transformación radical en la reproducción del conocimiento. Esa transformación sigue
producièndose y sigue respondiendo a la necesidad de tecnificar los medios para alcanzar
dichos fines. En este sentido el capitalismo de hoy revierte características que atentan a su
propia reproducción, precarizaciòn de la fuerza de trabajo, altos niveles de desempleo y
sobretodo proceso alta concentración de la riqueza, ampliación de la pobreza, el hambre,
hoy mueren cada dìa cien mil personas en el mundo por hambre. Se debe sumar a esta
situación la complejidad que adquiere el deterioro del medio ambiente, el fenómeno de
inmigraciòn, y el fundamentalismo en todas sus variantes. Problemas que ponen en
cuestión nuestras miradas y los sentidos que se le dan a la pràctica social y a vida
profesional.
En este marco general se desarrollan las profesiones y que son paralelos a la
formalizaciòn y especialización del saber. Cuando los autores como Marilda Iamamoto
plantean que la apariciòn de la profesiòn del trabajo social se da en divisiòn tècnica y
social del trabajo en la sociedad capitalista, se estàn refiriendo a este proceso. Para algunos
concepciones de carácter pragmàtico problematizar sobre estas cuestiones suele ser insulso
y avanzan aùn màs al plantear “que pensar sobre las funciones que se le ha asignado en
esta divisiòn social del trabajo tomado como “la negaciòn de la profesiòn,y casi como la
desaparición de la misma”, Yo creo que debemos avanzar, reconociendo ese origen en
debatir la implicancia de la profesiòn en el marco de un Estado que ha trasnformado sus
funciones en el àmbito de lo social, reconociendo la crisis por las que atraviesan las
instituciones y que no dan respuesta a las problemàticas cruciales de la sociedad. Y es allì
donde cabe detenerse si la profesión debe trabajar en la agudización de los antagonismos.
Si esto es asì los aspectos referidos a las cuestiones sustanciales como la lucha por la
ampliación de los derechos sociales sociales, y, en consecuencia la ampliación de la
democracia parecerían inapropiados. Por otro lado, hay una visiòn restringida de
democracia al homologarla con la doctrina liberal y yo entiendo que la democracia es
luchar por la igualdad y una ciudadanìa plena.
Volviendo al concepto de profesión en la tradición sociològica de occidente se la
considera en general el “domino intelectual sobre un campo que da habilidades para
cumplir todos aquellos servicios especializados de los que depende el constante
funcionamiento de la sociedad moderna ...de allì su definición de profesiòn “como
conjunto de personas que logran practicar una tècnica definida basada en un instrucción
especializada” ( Carr-Sauders y Wilson, citado por Tenti Fanfani, pàg.22)
Esta concepción restringida de profesiòn no habilita para construir la disciplina de
trabajo social en tanto permita pensar la sociedad y sus problemas desde el ejercicio de la
investigaciòn
Por otro lado la configuración del campo profesional implica problematizar respecto a
la legitimidad de la intervención profesional y la formación profesional, sin embargo el
concepto de legitimidad genera una gran inquietud y por otro lado no se puede hablar de
ella, sin interrogarse sobre las condiciones que se requieren para que la intervención de
una profesión sea legitimada, en todo caso quines la legitiman y por qué?. En la ciencia
política, este concepto está vinculado al ejercicio del poder en el ámbito del Estado.
Pero no siempre la legitimidad se refiere a la armonía entre el sistema de creencias y los
fines políticos, también alguien que no esté de acuerdo con los fines políticos puede
tener legitimidad fuera del orden establecido por un gobierno. Para el caso de la
profesión nos referiremos al concepto de legitimidad en términos generales, es decir a
la validez que tiene esta profesión en dos sentidos: por el espacio socio-ocupacional
instituido fundamentalmente en el Estado y por la identidad atribuida explicitada en las
funciones asignadas a este tipo de profesional. Es decir que esta asignación le da el
carácter de utilidad al consenso que un Estado realiza en términos de regulación de los
conflictos sociales.
En esta dirección podemos definir que la legitimidad tiene un punto de encuentro
sustancial con las políticas sociales y ejecuta las acciones que emanan de ella. Esta
descripción que, para nadie es novedosa, es sumamente útil para subrayar que la
legitimidad de la intervención como trayecto vinculado a un servicio público y
socialmente reconocido por la cual se le asigna un salario (condición que le da el
carácter de asalariado) es una legitimidad de base, es decir una legitimidad normativa e
instrumental de la intervención desde el ámbito socio-ocupacional. Que sin duda, es
importante para una profesión pero insuficiente, respecto a la construcción de su campo
profesional definida a partir de los valores y fundamentos que se supone debería tener
esta profesión por su particular relación con la cuestión social.
Para desarrollar esta idea quiero empezar sustentando que la “legitimidad de un
campo profesional” en el sentido de su configuración y horizonte se realiza como
producto de una práctica social especializada, que responde a tres premisas: los
fundamentos que están sustentados por las teorías sociales, en este caso por una teoría
social crítica, entendiéndola como aquella que nos permite desentrañar y aprehender el
funcionamiento de la sociedad capitalista y su traducción en la configuración del mundo
social. La llamada “cuestión social” como eje de dicho análisis para el caso del Trabajo
Social, abarca la dimensión, socio-económica, socio-histórica, socio- cultural y sociopolítica, dimensiones que se entrecruzan en las prácticas sociales de los sujetos y del
entramado institucional en el que opera el trabajo social. Esta premisa no es suficiente
para alcanzar niveles de legitimación, si bien ella argumenta el discurso de la acción.
Junto a ella debe estar presente el operativo-instrumental que se hace necesario para
construir el campo profesional aportando a generar soluciones a las problemáticas
específicas de los sujetos individuales y colectivos y a la construcción de una nueva
institucionalidad social. Por último, la premisa referida a la dimensión ético-política,
(entendida en tanto direccionalidad de un proceso social) es fundamental para orientar
toda intervención pensada en la construcción de los derechos sociales, la ciudadanía y
el fortalecimiento del espacio público-estatal. En esta dirección sostengo la
tesis
siguiente: que en países como los nuestros con más del 50% de su población, por debajo
de la línea de pobreza la, dimensión ético-político de la intervención adquiere relevancia
en términos de la construcción de nuevas legitimidades. Ello en tanto sabemos que el
nivel de desigualdad social alcanzada por ejemplo en nuestro país, lleva a que toda
intervención profesional, pase del registro de la enunciación al registro político en tanto
búsqueda del bien común.
Hasta acá he marcado dos momentos que hacen al proceso de legitimidad del
Trabajo Social, la profesionalización de esta profesión y la otra que se puede llamar de
una nueva legitimidad a partir de las premisas que he analizado. Podemos afirmar hasta
acá, en términos generales que no hay mayores dificultades de consenso respecto a la
configuración del campo profesional, leída como una nueva legitimidad, sin embargo
me parece, que a la hora de hacer la efectiva aparecen diversas posiciones no sólo en el
enfoque, sino en el modo de construir esta legitimidad. Estas diversas posiciones ponen
énfasis y matices de acuerdo a las perspectivas teóricas que la sustentan, a los modos de
entender la relación entre Estado y sociedad y a los cambios estructurales ocurridos a
partir de mediados de la década del 70.
Dichos cambios a los cuales no me voy a referir de manera detallada por estar
ampliamente analizada, teniendo como telón de fondo puntos de vista variados y énfasis
en algunas de las dimensiones de estos cambios pero, si me voy a referir a las
transformaciones generadas en la función social del estado y en consecuencia en las
mudanzas que se han dado a nivel de las políticas sociales. Ello en función de que las
políticas sociales constituyen como dice Rose Serra la materialidad sobre la cual
interviene el trabajo social. Respecto a los cambios en la función social del Estado
podemos definir que ellas responden al cambio del régimen de acumulación capitalista
que exige de los estados ser garante de la acumulación rápida del capital financiero en
desmedro del capitalismo industrial, en consecuencia hay un desmantelamiento
importante del aparato productivo que lleva
a la reducción de la mano de obra
asalariada, mientras esto sucedía los organismos internacionales establecieron los
lineamientos de lo que hoy se denomina políticas sociales cuya característica
fundamental es la asistencialización de las políticas sociales. En este marco se pone en
crisis la legitimidad normativa-instrumental de la intervención profesional y de las
instituciones ejecutoras de servicios sociales, en dos sentidos: se precariza el trabajo
profesional no sólo en relación a su salario sino a las condiciones de ejercicio de la
profesión. Dichas condiciones se ven agravadas por el crecimiento de la demanda social
y la respuesta inmediata que el pueblo despojado busca. El Estado restringe los
servicios sociales se privatizan en algunos casos y se establece un mecanismo de
desplazamiento de la asistencia estatal al ámbito familiar comunitario, el voluntariado y
la filantropía privada.
La crisis de las instituciones respecto a su función social desarticula mecanismos y
dispositivos que respondían antaño a la regulación social, el nivel de demanda que crece
producto del hambre y la miseria hace que las instituciones no respondan más a esas
funciones, esta vulnerabilidad no se resuelve reparando funciones y acudiendo a la
capacidad de entrega de los agentes profesionales, en definitiva la crisis de legitimidad
de las instituciones pone en cuestión la necesidad de instaurar la idea de reconstrucción
sobre la base de nuevas reglas de juego que redefinan el carácter ético de la práctica
política. En este sentido hay un horizonte importante para la profesión respecto a una
nueva legitimidad.
Por otro lado la crisis de esta legitimidad viene acompañado del proceso de
despolitización y naturalización de la complejidad de la cuestión social. En este marco
la menos hay dos lecturas sobre como encaminar la nuevos proceso de legitimidad del
trabajo social profesional. Hay algunos que consideran que respondiendo a las
demandas del mercado laboral más allá inclusive del ámbito estatal que por cierto sigue
siendo el mayor empleador de los trabajadores sociales, es necesario avanzar en la
defensa del campo ocupacional centrado en la eficacia técnica cuya competencia sería el
elemento que le permita dicha defensa. Hay otros que consideran que el Estado
reproduce la dominación y ahora vuelve con fuerza la idea del control social
absolutamente necesario en un país con tanta pobreza por lo tanto, este estado no tiene
condiciones para generar o canalizar respuestas a la gravedad de los problemas sociales.
A partir de esta constatación se considera que el polo que genera legitimidad son los
movimiento sociales. Me parece que ambas posturas son inconsistentes en tanto
reproducen un nivel de polarización que anima un paternalismo conservador desde
algunos sectores del poder y un comunitarismo también conservador impulsadas por
aquellas izquierdas que no terminan de procesar su lugar en el mundo y, por otro lado
de algunos sectores del peronimo más conservadora que confunde lo público con lo
privado, tendencias que no resuelve la fragilidad existente entre Estado y Sociedad.
En este marco se hace necesario pensar la legitimidad profesional teniendo en cuenta
las siguientes premisas:
1. Un premisa de referencia ineludible se refiere al dominio de la realidad en términos
del conocimiento, fundamentalmente a la lectura sobre los cambios generados en la
relación estado, sociedad e individuo. Dichos cambios no sólo se refieren al
crecimiento de la pobreza y la indigencia por un lado y, por otro a la fenomenal
concentración de la riqueza sino a los modos en los cuales se establecen estas
relaciones, a las producciones diferenciadas de ciudadanía. La década de los 90 trae
aparejado el cambio de matriz de una sociedad regulada a partir de la existencia de
una sociedad salarial a una matriz restringida en el acceso a bienes, servicios y
derechos despojados de su carácter universal. El cambio de la matriz de la relación
entre estado y sociedad genera también un cambio en la regulación social del
estado, opera esa regulación tal conocimos en el estado de bienestar para una
sociedad salarial restringida, para los perdedores que son la mayoría establece el
criterio de necesidades básicas insatisfechas, variable que pone límite al despliegue
de los derechos universales. Promueve la autoregulación individual desplazando al
responsabilidad de su situación a las posibilidades de los individuos, a sus
capacidades, es decir a la posibilidad de potenciar su capital social, por otro lado
genero un despliegue de la matriz comunitaria a través de acciones solidarias,
filantrópica y formas diversas de organización. Hay un revivir de las acciones
comunitarias como formas de regulación en territorio donde se multiplican desde
prácticas emancipatorias hasta clientelares crecen los mediadores, políticos
religiosos, ONGS, etc.
En este marco coincide de manera feliz el carácter
focalizador de las políticas sociales con las iniciativas comunitarias. Es importante
que las ciencias sociales y nosotros en particular nos preguntemos si no es una
nueva forma de reproducir la pobreza y las pobrezas. Para repensar nuestra
legitimidad profesional es importante el dominio de esta realidad.
2. A partir de la indagación desde la investigación, desde la actitud investigativa que
hace a la intervención debemos establecer un horizonte estratégico para una nueva
legitimidad. En primer lugar transformar el conocimiento de la cuestión social en
una herramienta política en la intervención. No es posible construir una legitimidad
sin conocimiento y dimensión política de la intervención. Es decir, el grado de
fragmentación social y el retroceso en los derechos sociales hace que todas las
profesiones y no sólo el trabajo social pongan de manifiesto la necesidad de
reconstruir esta sociedad sobre nuevas reglas de juego. Por otro lado, los valores
que motorizan toda acción profesional- en países como los nuestros- son la igualdad
y la justicia social. A través de un pregunta ineludible si es posible la existencia de
una sociedad en la que más de la mitad de su población vive en la pobreza. Estos
valores deben ser movilizados como valores finitos, capaces de ser concretados en
la acción cotidiana pero al mismo tiempo como construcción de la esfera pública
que haga visible
este dilema: está en juego las condiciones de reproducción
biológica y social de los sujetos y en el mismo acto la reproducción de la propia
sociedad.
3. Como trabajadores de la cuestión social en el contexto de una nueva legitimidad es
de fundamental importancia construir con los actores el sentido político de la
cuestión social y su visibilidad en la esfera pública. El vaciamiento del sentido
político de la cuestión social se ha dado y se sigue dando por la administración
técnica de las necesidades y, por otro en la ayuda humanitaria provista por las
instituciones filantrópicas. En este marco se hace necesario problematizar sobre un
eje que a mi juicio es fundamental para la profesión la construcción y
fortalecimiento de la esfera pública. Me parece que es un posicionamiento que
permite aportar al mismo tiempo a una nueva institucionalidad social como
incidencia en nuevas reglas de juego, criterios y recreación de dispositivos para la
atención de la problemática social.
4. La construcción de espacios públicos la entendemos como la circulación de
reinvindicaciones de manera plural a veces discontinuo e informal que aporta al
despliegue de la conciencia y al desarrollo de ciudadanía. En esta perspectiva la
construcción de la legitimidad de la profesión está relación a la autoimagen de la
aspiración de una sociedad basado en los derechos sociales.
5. Por otro lado, es importante que un proceso de legitimación profesional debe
entender la dimensión ética como componente necesario y constitutivo de este proceso
de legitimidad. En la sociedad contemporánea, se da una contraposición de valores,
mientras por un lado se mercantilización las relaciones humanas, producto de un
proceso fenomenal de vaciamiento de valores; por otro, se acentúa el individualismo, el
egoísmo, la ruptura de los sistemas de cooperación, la competencia desleal y el
predominio del abismo entre los que tienen y los que no tiene. Esta perspectiva es
contraria a un sistema de valores fundamentales para la construcción de la sociedad y de
las relaciones humanas. Se ha vaciado el sentido de la capacidad de deliberación sobre
el destino común que toda sociedad debe construir. En este marco una perspectiva ética
como base se un proceso de legitimación no sólo pasa por una formación cualificada y
en consecuencia un ejercicio competente, por el contrario pasa por considerar que
dichos valores deben ser constitutivos de la intervención profesional y de la reflexión
que desmistifica la alienación moral. En tal sentido, el código de ética que rige la vida
profesional, no debería ser un conjunto de normas externas al proceso de formación y
el ejercicio, deberían ser por el contrario, producto de una profunda reflexión crítica de
los valores que orientan no sólo la profesión sino también la imagen de sociedad que
queremos construir.
En definitiva, lo que estamos intentando decir es que la ética, en tanto acto de libertad
y movimiento de la conciencia debe ser constitutiva de la construcción de prácticas
autónomas que resitúen la dimensión social del Ejercicio profesional. Al mismo tiempo, de
las implicancias éticas en la responsabilidad de la producción de conocimiento, la
direccionalidad de ese conocimiento en la perspectiva de una formación competente
respecto a la pertinencia de esos supuestos y las consecuencias éticas que dichos
conocimientos tienen en la Intervención profesional, a partir de considerar que ella es
posible en tanto se den rupturas fundamentales en el carácter conservador de la disciplina,
no sólo reproduciendo prácticas paralizantes desde la pura crítica en el sentido de la
negatividad, sino también aquellas de conformidad y aceptación e indiferencia a la ley de
la cosificación, al hechizo del consumo, a la inversión de los medios y el fin, cuya
consecuencia fundamental es la desprotección del ciudadano,
la exclusión y el
autoritarismo de las instituciones.
Me parece que los tiempos sociales que estamos viviendo demandan no sólo al Trabajo
Social, sino a las otras disciplinas de las ciencias sociales la necesidad de realizar esfuerzos
de ruptura respecto a nuestras concepciones y referentes de análisis que han neutralizado,
paralizado y rutinizado nuestras acciones. Es importante revisar nuestros conceptos y las
formas de Intervención para poder vivir con libertad la posibilidad de emancipar nuestra
conciencia de la saturación que estamos viviendo respecto al movimiento irracional de la
sociedad. En esta perspectiva entendemos que ética es libertad, y la definimos como el
movimiento de la conciencia que nos lleva a decir si o no, así se expresaba Octavio Paz
cuando se refería al signo contradictorio de la naturaleza humana. Si ética es libertad en el
sentido de saber hacer, pensar y saber vivir (como decía Savater), entonces esa ética es la
que debe ser el motor de la interpelación y de la develación, afirmaba uno de los grandes
filósofos: Aristóteles, cuando decía que la "ética se refleja en la gente a partir de la
situación concreta en la que las personas viven”2. Esta frase totalmente vigente y sabia, nos
interpela sobre la situación concreta de la vida nuestra y la de los demás.
En este sentido planteamos que la ética además de ser un permanente motor de
indignación debe aproximarmos a ser coherentes con nuestras acciones y, sobre todo con la
intencionalidad de dichas acciones. Ello a fin de poder incidir en la construcción de nuevas
relaciones humanas y de este repensar un proyecto de sociedad donde es posible aún un
2
Citado por Manfredo Araujo de Olivera en “Servicio y Sociedad No.56”
lugar para la esperanza. La explicitación de la irracionalidad con la que han operado los
medios y el fin hoy más que nunca está totalmente exteriorizando el proyecto de la
modernidad devenido en este sistema capitalista. Está mostrando sus propias
contradicciones, su sobordinación a la razón instrumental, su violencia contenida y su
violencia funcional. Está muy claro el carácter de este sistema en términos de hegemonía
en la regulación del mercado en detrimento de las posibilidades de emancipación. Sin
embargo creo que aún se puede luchar por hacer de la irracionalidad del sistema una forma
más racional de saber vivir.
En este contexto, el sentido de la significación social de la profesión está en la
revalorización de la ética como indignación, de la ética como interpelación y de la ética
como relación con la acción. Es decir que los valores éticos deben estar acompañados de
perspectivas teóricas más sólidas para poder analizar, comprender la realidad, la vida
social con sus múltiples entrecruzamientos. Ello implica romper con la ética idealista y
trascendental vaciada de su contenido histórico social que ha alimentado el voluntarismo
profesional.
En síntesis la legitimidad de la profesión en tanto proyecto profesional implica tener en
cuenta diversos espacios que la resignifiquen y le den reconocimiento social, podemos
citar los siguientes:
-
A nivel universitario, nuestra inserción está en proceso de reconocimiento, debemos
seguir insistiendo en que nuestra inscripción a nivel de los organismos de
investigación, evaluación
y conformación de comisiones científicas sea una
reinvindicación colectiva y una aceptación productiva de los códigos académicos.
-
A nivel del ejercicio profesional es de suma importancia avanzar en la consolidación
de programas de articulación con la academia y las organizaciones sociales. Quienes
reclaman el espacio público, poniendo en el centro de dicho reclamos sus derechos.
Ello implica pasar del registro a la reiteración en la acción, convertir a la política en la
acción como un mecanismo necesario en tanto le da sentido social a la profesión.
-
Vinculación con otras organizaciones profesionales para generar opinión pública sobe
los problemas más urgentes: como el problema del hambre y la pobreza. Convertir la
acción en opinión más autorizada respecto a las manifestaciones de la cuestión social.
Respecto al primer punto me gustarìa decir algunas reflexiones:
. Nuestro origen pragmàtico nos lleva a la separación entre conocimiento e intervención
o, entre investigación y práctica profesional y se basa esta mirada en una matriz
positivista, teniendo como base, la idea que existe respecto a la identidad entre sociedad
y naturaleza, por la cual, el dominio de la vida social, pasa por las leyes naturales que
son invariantes (homogenidad epistemológica), Comte, consideraba que los hechos
sociales son hechos naturales, sometidos a leyes naturales, reconociendo de hecho el
carácter de “cosa”, de dichos fenómenos. Por lo tanto, libre de preconceptos y juicios de
valor. En tal sentido la ciencia positivista establece una exterioridad entre el sujeto que
investiga y el objeto investigado, es decir, “se trata de una fractura ontológica entre la
razón que formaliza y la historia que se le pone como alteridad...asimismo de que la
presunción de que el análisis científico de los fenómenos sociales es una búsqueda de
causalidades y conexiones básicamente inalterables” (Netto; 1992:20). 2
La fractura entre razón e historia, ha llevado a dicotomizar el conocer y el hacer,
y lo que es más grave, la pretensión de asignarle “objetividad” al conocimiento a
partir de la fuerza de los hechos. Ello ha llevado a considerar que el conocimiento es
neutro, desprovisto de los conflictos ideológicos y de las presunciones. La perspectiva
positivista en la producción de conocimiento, considera justamente que ese
conocimiento científico, no puede ser parte del Trabajo Social porque el contacto con la
realidad, construida en términos de “problemas sociales” tiene una cercanía
“emocional” con la práctica y un acceso a ella a través de los sentidos. Por lo tanto, el
rol de la práctica profesional se mueve en el ámbito de la utilidad que ella tiene para
“resolver problemas” y
en
la eficiencia técnica que sustenta dicha solución de
problemas sociales. Al mismo tiempo que dicha eficiencia, es la base
legitimidad como profesión
para tener
es decir una profesiòn que se ocupa de cuestiones
concretas, basadas en la ide profesiòn que racionaliza de manera lineal un saber
especializado.
La solución de los problemas planteados en estos términos implica encubre el
interrogante sobre la naturaleza de los llamados “problemas sociales”, puesto que ello
correspondería a las ciencias sociales. En consecuencia, al Trabajo Social le compete
solamente la aplicabilidad de esos conocimientos “objetivos” producidos en la esfera de
las ciencias sociales. Decimos “objetivos”, en tanto dichos conocimientos, tal como
venimos explicando están libre de interpretaciones y desligados de los contextos de
2
Varios autores, “La investigación en Trabajo Social”, Ed. ALAESTS-CELATS, 1992
explicación.
En tal sentido, la intervención del trabajador social actúa sobre esa
invariabilidad de los hechos, con la diferencia que la relación que establece con los
hechos tiene una implicancia “emocional”, ello impediría, según esta concepción
producir conocimiento en el sentido positivista. Por lo tanto, la orientación de la
intervención desprovista de conocimiento en ese sentido estaría dado por el carácter
utilitario de la funciones asignadas, entendidas dichas funciones, como el rol asignado
para trabajar en las problemáticas que la sociedad asume a partir del supuesto de la
existencia de disfunciones que alteran el funcionamiento regular del cuerpo vivo, que
constituye la sociedad.
2. Desde esta pérspectiva, la dicotomización teoría/realidad, conocimiento/sentimientos,
objetividad/subjetividad,
si
bien no es privativo del Trabajo Social, ello se ha
pontenciado al interior del campo profesional. A tal punto, que en la actualidad se
observa la existencia de un registro de dicotomías, verbalizados en la separación de la
academia y el ejercicio profesional. Por otro lado, al interior del ámbito de la formación
profesional, aparece la dicotomía entre aquellos que les interesa la práctica y aquéllos
que les interesa la investigación. Estas dicotomías, inclusive, me atrevo a decir, exceden
al debate teórico, sean éstas positivistas o neopositivistas que como ya dijimos plantean
la externalidad de la relación entre sujeto-objeto, o aquéllas teorías centradas en la
comprensión subjetiva de los individuos contraponiendo el “dato” por lo sensible.
3. La dicotomíía, conocimiento/intervención, a su vez ha polarizado, en algunos casos,
la centralidad de la práctica, que luego deviene en pragmatismo y empirismo. En tanto
ella aparece enmascarado de un compromiso “emocional” despojado de toda
interpretación, o en todo caso, traducido a la generalización de que ese “compromiso
emocional” con la cercanía del que padece, es la carta de legitimación de un profesional
auténtico lejos de las disquisiciones academicistas. Desde ese lugar el conocimiento de
la realidad, es a través de lo “vivencial”, que presupone la experimentación validada en
sí misma.
Pareciera que esta postura siguiera los supuestos Durkhenianos pero a la
inversa. Es decir, así como se entiende que los hechos sociales y, por ende los objetos
de estudio son “cosas” definidas por las características externas y despojados de valores
ideológicos; opera a la inversa cuando se acentúa la separación de la práctica con la
teoría, en el sentido que la práctica debe tratar
de recrearse en sí misma sin la
contaminación de los análisis teórico, de este modo se protege el carácter de una
práctica utilitaria para los fines de reproducir un supuesto “compromiso con el pueblo”.
En esta dirección Carlos Montaño, dice: “ Es notorio como en los medios
profesionales el asistente social hace una apología del pragmatismo. Comúnmente
éste tiende a rechazar la producción teórica realizada desde la profesión, si ésta no
“parte” de la “práctica profesional”. Se estigamtiza al asistente social que investiga
sin desarrollar una actividad de campo como “teórico puro”. Se cataloga a su
investigación de “abstracción o de conocimiento no orientado para la acción”.
Simultáneamente estos mismos asistentes sociales se encantan con los productos
teóricos elaborados por sociólogos, sicólogos sociales, antropólgos, pedagogos,
economistas.... Así “positivísticamente”, el “espacio”, la “especificidad” del servicio
social a partir de la división de ciencia y técnica, conocimiento y acción, parecería
ser la práctica. Si fuera así, el asistente social que produce teoría y “sólo” eso, no
estaría realizando una actividad profesional “específica” del Servicio Social y no
estaría respetando el “acuerdo” con las cientistas sociales, éstos sí, productores de
teoría. Ahora bien este acuerdo reposa sobre la tesis de una teoría “propia” del
Servicio Social, se percibe así una clara correlación y, hasta identidad entre la
práctica profesional y la actividad de campo” (Montaño, 1998:147-148) 3
4- Ahora bien, conviene aclarar cómo se resuelve esta dicotomía de la que venimos
hablando. Si entiendo que la teoría, no es la interpretación de causalidades en las relaciones
establecidas por simple correlación (Durkhein), La teoría se nutre de los datos de la
realidad, pero no sólo de ellos, en ese sentido la “teoría es una interpretación (fundada)
de la realidad. Es decir un cuerpo coherente de supuestos y conceptos fundamentales
que inspiran observaciones e hipótesis pertinentes a los fenómenos. Simultáneamente la
realidad, es siempre una expresión mediatizada de la misma por esquemas de
percepción e interpretación históricamente construidos. Dicho de otro modo: lo que
afirmamos es que la realidad, es necesariamente aquello que pensamos que es la
realidad, porque no hay realidad accesible para el ser humano, sino por medio de sus
propias construcciones mentales”
(Grassi; 1995:71) 4
Montaño, Carlos, “La naturaleza del Servicio Social”: un estudio sobre su génesis, su especificidad y su
reproducción. Ed. Cortez, 1998, Brasil.
4
En varios, Autores: Grassi Estela: “la investigación en Trabajo Social”, art. En revista Margen, No.3.
1993.Buenos Aires
3
Desde esta perspectiva, la producción de conocimiento viene de un verdadero
diálogo entre le sujeto y la realidad, de la construcción mental sobre el movimiento de
lo real, en tanto tal, la teoría pretende dar intepretaciones que tengan validez respecto de
los fenómenos y los procesos sociales. Por lo tanto trasciende lo inmediato, lo evidente,
de sus formas perceptibles inmediatas. En tal sentido, la teoría es una acción del
pensamiento que se organiza asimismo en relación a la realidad.
Por otro lado toda práctica profesional necesita del conocimiento, que le permita
acceder a la comprensión del problema que intenta encarar, del mismo modo a los
mecanismos técnico operativos que le posibiliten relacionar los procesos mentales que
aparecen como interpretación análisis y reflexión sobre las condiciones de desarrollo de su
práctica. En esta dirección el conocimiento funda la intervención y le da sustento
argumentativo. Si bien es cierto la práctica profesional no produce conocimiento científico,
en tanto no se le exige elementos de universalización y de demostración, sin embargo ella
puede aportar a la base observacional de una investigación; interrogantes que pueden
convertirse en objetos de investigación.
Esta argumentación, nos muestra la relación del pensamiento y la realidad como
necesaria para construir teoría, por ello la dicotomía entre teorí/práctica es una falsa
dicotomía. Asimismo el acceso del sujeto a la realidad, es siempre un acceso mediado por
conceptos, intepretaciones históricamente construidos. Finalmente, según Alexander “ las
teorías no sólo son intentos de explicar el mundo, sino esfuerzos para evaluarlo,
comprender más ampliamente cuestiones de sentido” (1992:22).
La práctica, la experiencia siempre tienen un punto de partida en esquemas de
interpretación de la realidad, aunque fuesen parciales . La experiencia es el modo en que
vivimos la realidad , ella nos da un conocimiento práctico, pero no un conocimiento
teórico. Por ello, la experiencia tiene un valor práctico, porque nos da un saber, para
movermos en la vida cotidiana. En tal sentido la expriencia profesional no puede
considerarse un conocimiento teórico, en tanto ella se vale de un saber instrumental y
saber práctico que le permite desenvolverse en el desarrollo de su intervención. Querer
racionalizar este saber práctico ya sea, a través de la sistematización y del diagnóstico, no
es suficiente para construir un conocimiento teórico.
La mera reflexión sobre lo vivido a través del “saber popular” o el “sentido común”, por
simple hecho de ser una racionalización de la vida cotidiana no implica producción de
conocimiento. Ello sería un reducción mecánica y simplista de la teoría.
La práctica y la teoría no son dimensiones separadas, por lo tanto el conocimiento no
está separada de la acción y, en ese sentido, la existencia de una, implica la existencia de
la otra. En esta dirección, el señalamiento que se hace al respecto, cuando se afirma “la
actividad teórica en su conjunto-como ideología y ciencia-considera también a lo largo
de su desarrollo histórico, sólo existe por y en relación con la práctica ya que en ella
encuentra su fundamento, sus finalidades y un criterio de verdad” (Sánchez Vázquez,
1990:202)
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En tal sentido, la práctica es el fundamento de la teoría, contrario a la consideración
de ser la fuente de teoría para los pragmáticos. La práctica como fundamento de la teoría,
está vinculada a las necesidades del hombre social y, ella es producto de un conjunto de
relaciones sociales, que aparecen difuminadas, fragmentadas, que es necesario
recomponerlas a través del pensamiento y la recreación de conceptos y categorías. Ellas
existen históricamente y como parte de un conocimiento acumulado que es la base que
permite desentrañar el presente a través de la investigación. En este sentido, la práctica
profesional es el campo de expresiones problemáticas que sólo pueden ser analizadas a
partir de un conocimiento anterior y que se recrea en el encuentro con la realidad. Dichos
proceso analítico corresponde a operaciones mentales.
ALGUNAS REFLEXIONES EN LA DIRECCIÒN PLANTEADA.
1.. Ratifico la importancia de los niveles de investigación en Trabajo Social, que desde
hace algún tiempo vengo sosteniendo. Un nivel que está relacionado con la naturaleza de
la disciplina, conocer y avanzar en este conocimiento, es la condición funamental para
hacer visible los fundamentos del trabajo social. Ello permitirá cualificar los contenidos
específicas que deben ser desarrollados en la formación profesional.
Un segundo nivel de investigación, esta relacionado que tiene que ver con
problemáticas relacionadas con la intervención profesional y que dicha relación ha sido
Citado Por: Montaño, Carlos, en “la naruraleza del Servicio Social”:un ensayo sobre su génesis y
especificidad, Ed. Cortez, 1998, BRasil
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histórica, me refiero a las manifestaciones de la cuestión social como la pobreza,
exclusión, situaciones de marginalización y vulnerabilidad. Temáticas que deben ser
problematizadas en relación a las transformaciones de la sociedad actual.
Y, un tercer nivel, vinculada a la necesidad de tener actitud de indagación permanente en
el desarrollo mismo de la intervención. ( este tema está desarrollado en mi trabajo sobre
intervención en Trabajo Social).
ALGUNAS REFLEXIONES GENERALES SOBRE MI PERSPECTIVA DE
INTERVENCIÒN PROFESIONAL EN RELACION A LA INVESTIGACIÒN Y
CONOCIMIENTO.
La Intervención como acción profesional ARGUMENTADA A PARTIR DE SUS
fundamentos como venimos sustentando aporta a la comprensiòn de la complejidad
problemática en relación a la actual "cuestion social". Dicha problemática no se constituye
en sí misma, por esa relación sino por la implicancias que genera la "cuestión social" en la
reproducción y producción de la vida de los sujetos quienes expresan de manera
problemática dicha reproducción. A su vez, este conjunto de problemáticas que
condicionan la reproducción de la vida de estos sujetos constituye el escenario actual de la
intervención profesional.
La captura de ese escenario para nosotros constituye el "campo problemático" en
Trabajo Social es una construcción del pensamiento producto de la relación entre los datos
empíricos y la recreación de conceptos respecto a las diversas problemáticas que se
generan en la relación de los sujetos y la satisfacción de sus necesidades.
Nuestra perspectiva respecto al campo problemático en Trabajo Social parte de la
comprensión de las siguientes dimensiones:
- De la necesidad comprender y explicar los hechos empíricos que problematizan la vida
de los sujetos como expresión de lo social y como producto de la sociedad capitalista.
- De pensar al sujeto como agente estructurador de las relaciones sociales y, de las
articulaciones que establece para considerar que la "cuestión social" aparece como
problema, en tanto marca una conflictividad a nivel de la posibilidad de generar mejores
condiciones de vida que garanticen la producción y reproducción social.
- Incorpora la lectura de lo instituido respecto a lo social como problema y legitimado en el
marco institucional. El límite en esta instancia está marcada por la implicancia política que
adquiere lo social como problemática.
-La definición de la particularidad de la "cuestión social" problematizada debe ser leída en
la marco de los contextos sociales, económicos, políticos y culturales que se expresan en la
vida cotidiana de los sujetos.
En esta dirección consideramos que la intervención entendida como campo
problemático en Trabajo Social debe tener en cuenta las siguientes premisas:
1-Ella se constituye a partir de la comprensión crítica e histórica de la cuestión
social contemporánea cuya particularidad es la expresión agravada de sus
manifestaciones que desde su origen, responden a la relación capital-trabajo
generada en la organización de la sociedad capitalista. El rumbo que tomó la
sociedad constituye una fractura, una aporía o un disloque social que invierte una
lógica y sentido de la sociedad al ponerla al servicio del mercado, argumentado
en un primer momento por el liberalismo clásico y resignificado por
el
neoliberalismo. Podemos decir, que este período denominado globlaización en la
que la integración y la exclusión son inherentes a su dinámica.
2- En esa perspectiva, la particularidad que adquiere la cuestión social debe
ser problematizada y mediada por las condiciones socio-históricas de cada
sociedad. Estas condiciones constituyen el contexto inmediato que permite
reconocer las coordenadas de la cuestión social. Al mismo tiempo dichas
coordenadas se manifiestan en la vida cotidiana de los sujetos que son
operacionalizadas como demandas y constituyen la expresión más específica
de la relación contradictoria sujeto-necesidad, como producto de la lógica
invertida sobre la que emergió la cuestión social.
3- la visibilidad pública que adquirió la cuestión social se fundó sobre el reconocimiento
de las desigualdades sociales existentes a partir de la cual se construyeron los “problemas
sociales” vistos de manera estática y clasificatoria teniendo como base la consideración
de su carácter transitorio. Este carácter transitorio, a su vez, es la forma cómo se
construyeron y entendieron los términos de la cuestión social; en consecuencia ello define
la orientación de las decisiones, las reglas de juego y las prioridades en la definición de la
importancia de los problemas sociales que el Estado debe enfrentar.
4- En esta perspectiva el vaciamiento del lugar del sujeto como constructor de
relaciones sociales lo ha convertido en un consumidor y, lo que es más grave,
sin la mediación del Estado, sometido a la barbarización de su existencia. Por
otro lado, se va debilitando el horizonte
emancipatorio
y su posibilidad de
autonomía al ser sometido a la mera lucha por su subsistencia. En tal sentido la ecuación
consumidor-demanda es absolutamente pertinente dentro los parámetros que establece el
neoliberalismo respecto a las condiciones de reconstitución de la crisis del capitalismo. Los
términos de la integración desigual de estos consumidores al mercado marca un camino
peligroso para el funcionamiento de la sociedad.
5. La comprensión de campo problemático, en tanto, expresión de las manifestaciones de
la cuestión social, establece un conjunto de relaciones entre sujetos, instituciones y saber
profesional. Dichas relaciones establecen miradas diferenciadas sobre la cuestión social; en
tal sentido, debería incorporarse la lectura política de la cuestión social además, de su
comprensión teórica. Por ello, la definición ético- política y teórica es una dimensión
central que atraviesa el campo problemático. Esta perspectiva implica, al menos,
direccionar la intervención hacia la comprensión de la cuestión social en el lugar de la
instancia pública del Estado y la sociedad, aún cuando sabemos que ello no significa la
resolución definitiva de dicha cuestión social. Pero dejar que ello se pulverice en la
refilantropización de las acciones privadas y aisladas, puede ser aún más peligroso para
una gran mayoría de la sociedad.
6- La perspectiva teórica que desarrollamos para la comprensión de la intervención
profesional en tanto campo problemático sienta las bases para entender la particularidad
de la cuestión social como apropiación teórica de la realidad. En tanto tal no existe una
lógica interna que se formalice en una metodología de intervención o en implementación
de modelos de intervención que puedan ser aplicados, su efectividad no depende de la
adecuada aplicación de dichas metodologías. Por lo tanto solamente en la medida que
exista una apropiación fiel de la realidad, se puede establecer procedimientos operativos
que faciliten la intervención profesional. Dicho de otro modo, la preocupación por
racionalizar y normativizar la intervención a través de metodologias formalizadas sin el
contexto de explicación al que venimos haciendo referencia a lo largo de este trabajo, no
aportan a la comprensión del campo problemático. Reconocemos que en los últimos
tiempos recobran importancia los procedimientos formales como indicativos de una lógica
a seguir para hacer eficiente la intervención profesional.
7- Las herramientas operativas de la intervención será eficiente, y desde luego pienso que
es necesario que la sea, en tanto constituya parte una perspectiva teórica que haga a la
comprensión del campo problemático. Es más, el profesional de Trabajo Social, y
cualquier profesional que trabaje en el campo de lo social necesita incorporar instrumentos
operativos; sin embargo la consideración que la intervención se reduce a ellos es una
manera de debilitar el campo disciplinar aún cuando en lo inmediato pueda tener algún
efecto positivo para legitimarse en el espacio socio-ocupasional.
En esta perspectiva la subjetividad es otra dimensión importante a tener en cuenta en la
intervención profesional. Ello porque la significación que los sujetos le dan a su situación
actual, marca para el Trabajador Social un camino importante a recorrer y develar, al
mismo tiempo que implica el reconocimiento de la estructuración de nuevas formas de
enfrentamiento de esta "cuestión social".
Consideramos por ello, que el "campo problemático" para el Trabajo Social es la
explicitación argumentada de los nexos más significativos que se entrecruzan en la llamada
"cuestion social" de hoy, particularmente en la forma cómo se interactúan, se
intercomunican y se significan la relación problematizada entre sujeto-necesidad". En esta
perspectiva repensar la redimensión de la intervención profesional y la identidades es un
imperativo inmediato.
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