Artículo Elias 2015

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Estudios
Protección del Agua en Periodo de Conflicto Armado
Lic. Guillermina Elias
“Eau, tu n'as ni goût, ni couleur, ni arôme, on ne peut pas te définir, on te goûte, sans te connaître. Tu
n'es pas nécessaire à la vie: tu es la vie”. Antoine de Saint-Exupéry, Terre des hommes-1939.1
Abstract
En conflictos armados o en otras situaciones de violencia, organismos humanitarios
como el Comité Internacional de la Cruz Roja inmediatamente toman medidas de urgencia e
inician proyectos de rehabilitación para brindar los servicios esenciales para la supervivencia
de la población: acceso al agua potable, saneamiento y atención médica.
Este organismo de protección civil realiza actividades en cuestiones clave vinculadas al
agua y al saneamiento en países que sufren conflicto armado, mediante distintos programas.
La finalidad de la acción del CICR es, ante todo, mejorar las condiciones de vida y la dignidad
de las víctimas.
El agua es un recurso indispensable para la supervivencia de la población y, por ello, el
Derecho Internacional Humanitario le confiere una protección específica. Las partes beligerantes a veces dirigen los ataques contra la infraestructura de abastecimiento de agua o de electricidad, o interrumpen deliberadamente el suministro de esos bienes con fines militares o
políticos. Atacar las instalaciones de suministro de agua o de electricidad y así, impedir el
acceso al agua como táctica de guerra, son violaciones del derecho de los conflictos armados,
además de actos muy nocivos para la vulnerable población civil.
1
“Agua, tú no tienes gusto, ni color, ni aroma, no se te puede definir, te prueban sin conocerte, tú no eres
necesaria para la vida, tú eres la vida misma”. Antoine de Saint-Exupéry, Terre des hommes-1939.
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El presente artículo introduce a las actividades del Movimiento Internacional de la Cruz
Roja y de la Media Luna Roja en tiempo de conflicto armado, especialmente en materia de
acceso al agua potable y al saneamiento.
Introducción
En 2050, la población mundial, que hoy se calcula en 6,8 mil millones de personas, se
habrá duplicado. Además del agotamiento de los recursos naturales mundiales que se prevé,
la urbanización, las migraciones, las nuevas formas de uso de los suelos, la crisis económica
mundial y los cambios climáticos tendrán efectos considerables en los recursos acuíferos. Es
indispensable una correcta gestión de esos recursos tanto para el desarrollo económico como
para la producción agrícola e industrial (CICR, 2009).
Más de la mitad de la población mundial vive en ciudades y en aglomeraciones urbanas. El fenómeno de la urbanización, en particular la migración no planificada de las poblaciones rurales hacia las ciudades, va extendiéndose, al tiempo que numerosos Estados carecen
de la capacidad de ampliar sus servicios. La sobrecarga de la infraestructura, que en muchos
casos es vetusta y no logra satisfacer la demanda de agua, saneamiento y electricidad, origina muchas tensiones en la comunidad y, a veces, fenómenos de violencia armada. Esa tendencia persistente dificulta aún más la realización de los Objetivos de Desarrollo del Milenio
de las Naciones Unidas (ODM) relativos al agua y al saneamiento.
La mayor frecuencia e intensidad de las catástrofes naturales (sequía en el Cuerno de
África y en Oriente Medio, ciclones e inundaciones en el sudeste asiático y en el Caribe, por
ejemplo) afectan a todo el planeta, pero sus efectos en las personas vulnerables son particularmente graves. Estas personas necesitan una ayuda acorde a sus necesidades para superar
los efectos combinados de los conflictos armados y las catástrofes naturales (como el maremoto en Sri Lanka e Indonesia).
En general, el agua da lugar a una relación de cooperación entre países que comparten
recursos más allá de las fronteras, pero también puede ser la causa de tensiones, incluso de
conflictos, entre comunidades; la falta de agua puede exacerbar tensiones existentes y obligar a la población a migrar. En esas circunstancias, un proyecto de abastecimiento de agua
puede ayudar a aliviar las tensiones. Así lo demuestran numerosos proyectos realizados por el
Movimiento Internacional de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja2 en Darfur, Yemen y Somalia, entre otros lugares del mundo, como organismo de protección civil.
Desde el 11 de septiembre de 2001, la naturaleza de los conflictos armados ha cambiado mucho, y el número de grupos armados ha aumentado considerablemente. Incluso en
el punto álgido de los enfrentamientos, el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) puede
contar con sus redes y con los contactos que mantiene con todas las partes para prestar ayuda a las personas más vulnerables, lo que ha podido comprobarse en el terreno en las graves
crisis que se produjeron en Afganistán en 2001, en Irak en 2003 y en Líbano en 2006, en Sri
Lanka, Filipinas, Yemen y Pakistán (2008-2009), los Territorios Palestinos Ocupados (20132
El Movimiento Internacional de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja es la red humanitaria más grande del
mundo, cuya misión es prevenir y aliviar, en todas las circunstancias, el sufrimiento humano; proteger la vida
y la salud, y hacer respetar a la persona humana, en particular en tiempo de conflicto armado y en otras
situaciones de urgencia. Está presente en todos los países y lo apoyan millones de voluntarios. Más información en: https://www.icrc.org/es/quienes-somos/movimiento
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2014). La acción del CICR es más eficaz en colaboración con las comunidades beneficiarias
y/o las autoridades pertinentes.
En 2008, unos quince millones de personas en más de 40 países afectados por la guerra se beneficiaron de los programas de Agua y Hábitat del CICR, que conducen más de 400
ingenieros y técnicos que a veces trabajan en condiciones sumamente difíciles. En conflictos
armados o en otras situaciones de violencia, esos programas apuntan a reducir los riesgos
sanitarios que corren las comunidades, como las enfermedades causadas por el agua. El CICR
inmediatamente toma medidas de urgencia y luego inicia proyectos de rehabilitación para
brindar los servicios esenciales: acceso al agua potable, saneamiento y atención
médica.
Este organismo de protección civil realiza actividades en cuestiones claves vinculadas al
agua y al saneamiento en países propensos a sufrir un conflicto armado. La finalidad de la
acción del CICR es, ante todo, mejorar las condiciones de vida y la dignidad de las víctimas de
los conflictos armados. El CICR, a través de sus actividades, continúa respondiendo a las necesidades más acuciantes de los hombres, las mujeres y los niños afectados por los conflictos
armados, preocupándose también por el medio ambiente. Al aplicar soluciones innovadoras y
sostenibles, la institución procura reducir
las emisiones de carbono, sin por ello
comprometer la eficacia de los proyectos
en el terreno. El CICR está decidido a elaborar nuevas modalidades de trabajo y a
velar por que sus proyectos continúen
prestando una asistencia eficaz a las víctimas de los conflictos armados, sin perder
su aptitud de adaptarse a los cambios que
se producen a nivel mundial (CICR, 2009).
Niños toman agua de una fuente instalada por el CICR en Kenia. CICR
El Derecho Humano al Agua y al Saneamiento
"Los niños y niñas que no tienen agua limpia para
beber, las mujeres que temen por su seguridad, los jóvenes que no tienen la posibilidad de recibir una educación
decente tienen derecho a algo mejor y nosotros tenemos
la responsabilidad de hacerlo mejor. Todas las personas
tienen derecho a un agua segura para beber, a saneamiento, a refugio y a servicios básicos" Ban Ki-moon,
Secretario General de las Naciones Unidas (ONU, 2014b).
El 28 de julio de 2010, a través de la Resolución
64/292, la Asamblea General de las Naciones Unidas
reconoció explícitamente el derecho humano al agua y al
saneamiento, reafirmando que un agua potable limpia y
el saneamiento son esenciales para la realización de todos
los derechos humanos. La Resolución exhorta a los Esta-
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dos y organizaciones internacionales a proporcionar recursos financieros, a propiciar la capacitación y la transferencia de tecnología para ayudar a los países, en particular a los países en
vías de desarrollo, a proporcionar un suministro de agua potable y saneamiento saludable,
limpio, accesible y asequible para todos.
En noviembre de 2002, el Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales
adoptó la Observación General Nº 15 sobre el derecho al agua. El artículo I.1 establece que
"El derecho humano al agua es indispensable para una vida humana digna". La Observación
Nº 15 también define el derecho al agua como el derecho de cada uno a disponer de agua
suficiente, saludable, aceptable, físicamente accesible y asequible para su uso personal y
doméstico.
El derecho humano al agua y al saneamiento implica que el agua debe ser:
Suficiente: El abastecimiento de agua por persona debe ser suficiente y continuo para
el uso personal y doméstico. Estos usos incluyen de forma general el agua de beber, el saneamiento personal, el agua para realizar la colada, la preparación de alimentos, la limpieza
del hogar y la higiene personal. De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS),
son necesarios entre 50 y 100 litros de agua por persona y día para garantizar que se cubren
las necesidades más básicas y surgen pocas preocupaciones en materia de salud.
Saludable: El agua necesaria, tanto para el uso personal como doméstico, debe ser
saludable; es decir, libre de microorganismos, sustancias químicas y peligros radiológicos que
constituyan una amenaza para la salud humana. Las medidas de seguridad del agua potable
vienen normalmente definidas por estándares nacionales y/o locales de calidad del agua de
boca. Las Guías para la calidad del agua potable de la Organización Mundial de la Salud
(OMS) proporcionan la bases para el desarrollo de estándares nacionales que, implementadas
adecuadamente, garantizarán la salubridad del agua potable.
Aceptable: El agua ha de presentar un color, olor y sabor aceptables para ambos
usos, personal y doméstico. Todas las instalaciones y servicios de agua deben
ser culturalmente apropiados y sensibles al género, al ciclo de la vida y a las exigencias
de privacidad.
Físicamente accesible: Todo el mundo tiene derecho a unos servicios de agua y saneamiento accesibles físicamente dentro o situados en la inmediata cercanía del hogar, de las
instituciones académicas, en el lugar de trabajo o las instituciones de salud. De acuerdo con
la OMS, la fuente de agua debe encontrarse a menos de 1.000 metros del hogar y el tiempo
de desplazamiento para la recogida no debería superar los 30 minutos.
Asequible: El agua y los servicios e instalaciones de acceso al agua deben ser asequibles para todos. El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) sugiere que el
coste del agua no debería superar el 3% de los ingresos del hogar (ONU, 2014b).
Reconocer formalmente un derecho humano al agua y expresar la voluntad de dar contenido y hacer efectivo dicho derecho, puede ser una manera de estimular a la comunidad
internacional y a los gobiernos para que redoblen sus esfuerzos para satisfacer las necesidades humanas básicas y para la consecución de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ONU,
2014a).
Ligado al Objetivo 7 de "Garantizar la sostenibilidad del medio ambiente", la Meta 7.C
plantea "Reducir a la mitad, para el año 2015, el porcentaje de personas sin acceso sostenible
al agua potable y a servicios básicos de saneamiento".
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O
NU
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Según el Informe Objetivos de Desarrollo del Milenio 2014 de ONU (ONU, 2014a), desde 1990, el acceso a una fuente mejorada de agua potable se ha convertido en realidad para
2.300 millones de personas. En 2012, el 89% de la población mundial estaba usando fuentes
mejoradas de agua potable. De ese total, 1.600 millones de personas lograron el acceso mediante el suministro de agua potable por cañería hasta su propio hogar, lo cual es el nivel más
alto de servicio y a la vez redunda en beneficio para la salud. En Asia oriental, Asia meridional
y Asia sudoriental se registraron los mayores aumentos en la proporción de la población con
acceso a una fuente mejorada de agua potable. En África subsahariana, donde la cobertura
inicial había sido baja, entre 1990 y 2012 la proporción de población con acceso a una fuente
mejorada de agua potable aumentó en 16 puntos porcentuales, a pesar del crecimiento considerable de la población.
En 2012 había 748 millones de personas que todavía utilizaban fuentes de agua no apta para el consumo; de ellas, 173 millones obtenían el agua para beber directamente de ríos,
arroyos o lagunas. El resto de la población utilizaba pozos abiertos y sin protección, o manantiales naturales escasamente protegidos. En todo el mundo hay 45 países que probablemente
no podrán cumplir con la meta del Objetivo 7 relativa al agua potable. Además, aunque ciertas poblaciones utilizan una fuente mejorada de agua para beber, ello no quiere decir que esa
agua sea segura. Es muy frecuente que las fuentes mejoradas estén microbiológicamente
contaminadas. Más aún, una gran cantidad de familias no tiene un acceso fácil al agua, especialmente en África subsahariana.
Entre 1990 y 2012, casi 2.000 millones de personas más pudieron acceder a instalaciones sanitarias mejoradas (instalaciones en las que las personas
están separadas higiénicamente de
las heces). A pesar del gran aumento de la cobertura de saneamiento,
que pasó del 49% en 1990 al 64%
en 2012, parece poco probable que
para 2015 pueda alcanzarse la meta
de lograr una cobertura del 75%.
En 2012, 2,5 miles de millones de personas no contaban con
instalaciones sanitarias mejoradas.
En los próximos años se necesitarán
un esfuerzo y una inversión mucho
mayores para dar solución a las
prácticas sanitarias inadecuadas. En
2012 todavía había 1.000 millones
de personas que tenían que defecar
al aire libre, algo a lo que debe
ponerse remedio, por el gran riesgo
que representa para las comunidades obligadas a ello, que a menudo
son además pobres y vulnerables.
La defecación al aire libre es más
común en Asia meridional, Oceanía
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ONU, 2014a.
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y África subsahariana. La mayoría (82%) de las personas que tiene que defecar al aire libre
vive en países muy poblados y con ingresos medios, como la India y Nigeria. Los habitantes
de áreas rurales, los sectores pobres y las minorías tienen menos acceso a fuentes mejoradas
de agua y al saneamiento La falta de fuentes mejoradas de agua y de instalaciones sanitarias
es predominantemente un fenómeno rural y relacionado con la pobreza. Siete de cada diez
personas sin acceso a instalaciones sanitarias mejoradas vive en áreas rurales (ONU, 2014a).
ElTrabajo de laUnidad AguayHábitat del Comité Internacional de la Cruz Roja
Los conflictos armados afectan a millones de seres humanos año tras año. Los programas de Agua y Hábitat del Comité Internacional de la Cruz Roja tienen la finalidad de asegurar el acceso al agua en zonas de conflicto y establecer o preservar un medio ambiente sustentable. Su objetivo fundamental es contribuir a la reducción de la mortalidad y el sufrimiento provocados por el daño o la destrucción de los hábitats y los sistemas de abastecimiento
de agua.
La preservación de los sistemas de abastecimiento de agua y los servicios de saneamiento en las zonas de conflicto se cuenta entre las prioridades del CICR desde la creación de
la Unidad de Agua y Hábitat en 1983. Con frecuencia, las poblaciones carecen de protección,
asistencia médica y acceso al agua potable por el daño y la destrucción de las fuentes de
suministro. Por ello, al trauma de la guerra se suman los riesgos sanitarios.
En situaciones de crisis aguda, cuando se interrumpe el suministro de agua (a veces
deliberadamente) y se pone en riesgo la vida de las personas, que deben buscar fuentes alternativas de agua en entornos hostiles, se brinda la asistencia necesaria para asegurar el
acceso a este recurso y a los servicios de salud en situaciones de emergencia, y para preservar las instalaciones que no hayan sido destruidas. En situaciones de crisis emergente o
crónica o situaciones de poscrisis, el objetivo del CICR, en estos aspectos, consiste en asegurar la continuidad de la prestación de los servicios básicos, preservando y restaurando las
estructuras existentes.
Las cinco principales actividades de la esta Unidad son: abastecimiento, almacenamiento y distribución de agua, tratamiento de desechos y aguas residuales y protección del medio
ambiente, restablecimiento y administración de la distribución de energía, renovación y construcción de estructuras y restablecimiento de la seguridad en esas estructuras, y construcción
de estructuras temporarias.
Estas actividades se llevan a cabo en el seno de las comunidades, por lo cual el trabajo
coordinado con las autoridades locales es fundamental para lograr la sustentabilidad. El
propósito en estas circunstancias consiste en definir e implementar soluciones respetuosas de
la cultura y la capacidad tecnológica locales. Los resultados esperados trascienden las meras
actividades prácticas en respuesta a las necesidades urgentes, pues se pretende mejorar las
infraestructuras permanentes de las comunidades afectadas (CICR, 2010).
A) Agua
La disponibilidad de agua, elemento esencial para la vida, es un asunto muy importante
para el mundo actual y lo será cada vez más en el futuro. En materia de agua, el CICR lleva a
la práctica programas para garantizar el acceso por parte de los grupos más vulnerables de la
población en situaciones de crisis emergente, aguda, crónica o en situaciones poscrisis.
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Durante los conflictos armados y los desastres naturales suele haber necesidades urgentes de agua, a veces como consecuencia de desplazamientos masivos de población. Actuar rápidamente es prioritario, en particular para asegurar el acceso al agua en cantidad y
calidad suficientes. En situaciones de emergencia, y como último recurso, el agua se transporta hacia el lugar donde se la requiere hasta que se encuentre una solución permanente. En la
mayoría de los casos, proporcionar instalaciones de almacenamiento para la comunidad y los
hogares es clave para la implementación de soluciones definitivas pues, entre otras cuestiones, reduce el riesgo de contraer enfermedades. La asistencia proporcionada por el CICR en
este aspecto es amplia: comprende desde la solución de problemas de infraestructura en
grandes ciudades hasta el acceso al agua en poblaciones rurales remotas.
En situaciones de crisis crónica, el CICR procede a evaluar las necesidades con el fin de
que las expectativas de todas las partes se definan y acuerden con claridad. Es importante
considerar la ubicación, la producción y la calidad, y evaluar cuestiones relativas a la construcción, explotación y mantenimiento de las fuentes de abastecimiento de agua (que no
necesariamente serán las que estén operativas al momento de realizar las evaluaciones).
Si bien son de fácil acceso y obtención, las aguas superficiales (ríos, lagos o embalses)
pueden estar contaminadas. En este sentido, en los sitios donde se pueda acceder a ella, es
preferible el agua subterránea, puesto que se purifica gracias a la acción de filtrado que realiza el suelo por el que discurre. No obstante, el agua subterránea puede estar contaminada
por fluir a través de depósitos de hierro, manganeso o sales, en cuyo caso es inevitable el
empleo de aguas superficiales. El agua de lluvia es una alternativa posible, que depende del
régimen pluvial, los materiales utilizados en los techados, la disponibilidad y costo del almacenamiento y la contaminación atmosférica, entre otros factores.
El CICR presta asistencia en la rehabilitación o la construcción de todo tipo de sistemas
de abastecimiento de agua de distintos tamaños y diversas características técnicas. Entre las
tareas de asistencia se encuentran la extracción, el tratamiento, el almacenamiento en grandes o pequeñas cantidades y la distribución de agua. En zonas rurales, las actividades comprenden desde la reparación de pozos de extracción manual hasta la instalación de bombas
hidráulicas.
Asimismo, el Comité interviene facilitando del acceso al agua y mejorando las condiciones básicas de higiene en situaciones de conflicto, donde la superpoblación en centros de
detención supone una amenaza para la salud pública.
B) Saneamiento e Higiene
La superpoblación en los campamentos de refugiados o los centros de detención conduce irremediablemente a la propagación de enfermedades. Así, resulta imprescindible la
provisión de servicios de saneamiento, esenciales para la prevención de enfermedades.
Las excreciones y desechos humanos y animales son causantes de riesgos sanitarios. El
Comité proporciona soluciones viables y sustentables, que abarcan desde la construcción o
reparación de letrinas y sistemas de tratamiento de aguas residuales hasta la recolección,
evacuación, tratamiento y transporte de desechos, incluidos los hospitalarios.
La propagación de enfermedades contagiosas relacionadas con la falta de higiene a
través de ratones, ratas e insectos es habitual en zonas de superpoblación y confinamiento
donde hay escasez de alimentos y agua y donde la asistencia médica, la protección y las condiciones de salubridad son insuficientes. Las estrategias de control de vectores transmisores
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de enfermedades que se utiliza incluyen la sensibilización de la población, la gestión sanitaria,
el abastecimiento de agua, la provisión de elementos de protección personal (repelentes,
mosquiteros, etc.) y la distribución de insecticidas.
El CICR también promueve campañas informativas sobre enfermedades asociadas a la
carencia de agua limpia y de servicios sanitarios.
C) Construcción
La necesidad de refugios o centros de alojamiento temporario que surge tras un desastre natural o durante un conflicto armado varía según el clima, la cultura y el tiempo estimado
de uso, entre otros factores.
Con frecuencia, la solución más rápida en muchas situaciones de emergencia es la instalación de techos de plástico o tiendas de campaña. También pueden ofrecerse refugios
temporarios en escuelas, mezquitas, iglesias y casas de familia, entre otras opciones. Cada
situación de emergencia tiene sus necesidades particulares, que deben ser evaluadas de inmediato para optimizar la asistencia.
La provisión de refugios de emergencia forma parte del programa de Agua y Hábitat,
pero siempre dentro de un marco más amplio en el que se contemplan la elección de la ubicación, el acceso a los servicios básicos, la seguridad y la administración del campamento,
junto con otros servicios humanitarios.
El CICR se ocupa asimismo de la reparación o la reconstrucción de instalaciones sanitarias y escuelas después de una crisis, la rehabilitación de prisiones u otros centros de detención, la construcción de campamentos para alojar a las personas desplazadas de su lugar de
residencia y el suministro de ayuda material (vivienda, calefacción y refrigeración, agua, electricidad, etc.) a las familias que retornan a sus comunidades.
D) Medio Ambiente y Energía
En la actualidad, las organizaciones humanitarias deben lidiar con nuevas cuestiones
ambientales, que tendrán cada vez más incidencia en la gestión de situaciones de emergencia. La planificación deficiente del traslado de personas puede tener un impacto negativo en
el medio ambiente y causar inconvenientes a las comunidades locales. El CICR intenta evitar
este tipo de situaciones en todos los proyectos de reubicación de personas desplazadas en los
que interviene, asegurando el suministro de energía a instalaciones clave tales como hospitales y plantas purificadoras o redes de distribución de agua mediante la reparación de redes de
distribución, generadores y plantas hidroeléctricas (CICR, 2010).
E) Casos de Estudio
a) Contaminación del agua potable
El 5 de mayo de 2008, el ciclón Nargis devastó el delta del Irrawaddy, en Myanmar.
Provocó la muerte o la desaparición de más de 100.000 personas y afectó a más de 2,4 millones. Los reservorios de agua potable fueron contaminados por esqueletos de animales en
descomposición, cadáveres humanos, agua salada y escombros. Un programa de urgencia
permitió aliviar las consecuencias de la catástrofe en los lugares a los que fue posible acceder.
Inmediatamente después del ciclón, la Cruz Roja de Myanmar realizó operaciones de
urgencia y envió equipos de evaluación a las regiones devastadas, con la ayuda logística del
CICR.
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La primera semana, un avión de carga fletado por el CICR aterrizó en Yangon con 35
toneladas de equipos y materiales necesarios para atención médica, abastecimiento de agua
potable y retiro de los cuerpos. Luego, por vía terrestre y aérea y con el apoyo de todos los
componentes del Movimiento, se distribuyeron 2.500 toneladas de material (alimentos, bidones, etc.) para afrontar la urgencia.
A fin de realizar las actividades de abastecimiento de agua y saneamiento, el CICR empleó a técnicos e ingenieros locales que le ayudaron a capacitar a voluntarios de la Cruz Roja
de Myanmar en el funcionamiento y el mantenimiento de estaciones móviles de tratamiento
de las aguas, así como en la evacuación y la limpieza de los reservorios tradicionales contaminados. Otros equipos, integrados por voluntarios de la Cruz Roja de Myanmar y por funcionarios del Ministerio de Salud, evaluaron las regiones donde miles de personas se refugiaron,
regiones afectadas o no por el ciclón (CICR, 2009).
Producción de agua potable
en Dedaye para las víctimas del ciclón Nargis.CICR.
b) Gestión deficiente de las aguas residuales y los desechos
La inestabilidad política, las restricciones a la importación, los daños que sufrió la central eléctrica de Gaza, las interrupciones del abastecimiento de combustible y los retrasos en
los pagos impiden el funcionamiento de las instalaciones de distribución de agua y de evacuación de las aguas residuales de Gaza. En marzo de 2007, en Beit Lahia, se rompieron los muros de un reservorio que contenía centenares de miles de litros de aguas residuales. La masa
de agua inundó una aldea beduina, provocó la muerte de cinco personas, hirió a otras dieciséis y destruyó las viviendas de miles de habitantes. El reservorio no podía absorber el volumen creciente de aguas residuales.
Si las aguas residuales hubieran alcanzado la napa freática, la pérdida habría amenazado la principal fuente de agua potable de la región, lo que habría tenido consecuencias catastróficas para la salud pública en el norte de Gaza.
Tras la ruptura del reservorio de aguas residuales en Beit Lahia, Gaza, el CICR efectuó
reparaciones de urgencia: bombeo del reservorio principal y desvío de los desagües de las
casas aledañas. Se logró resolver así los problemas inmediatos. La situación en la Franja de
Gaza no permitió que el CICR luego realizara un proyecto de renovación sostenible.
En 2008, un reservorio que contenía 50.000 m3 de aguas residuales sin tratar amenazaba con inundar las calles y las viviendas de Jan Yunis, una ciudad de más de 180.000 habitantes. Alertado por la compañía costera de aguas y la municipalidad de Jan Yunis, el CICR,
gracias al apoyo financiero de la Media Luna Roja de Qatar, construyó dos nuevos reservorios
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a unos kilómetros del reservorio actual para retener las aguas residuales y evitar que éstas
inundaran la ciudad y contaminaran las fuentes de agua potable (CICR, 2009).
Sistema de bombeo de urgencia en Beit Lahia
instalado para evitar una ruptura de los muros
del reservorio que recoge las aguas residuales.
CICR.
c) Urbanización rápida y no planificada
Construido originalmente para alojar a varios miles de trabajadores, el barrio marginal
de Cité Soleil, Haití, hoy aloja más de 200.000 personas. En 2005-2006, la inseguridad obligó
a los servicios públicos a abandonar el lugar, lo que dejó a la población sin agua ni atención
médica primaria. Los habitantes debían recorrer largos trayectos para abastecerse de agua y
de ese modo quedaban más expuestos a la violencia.
La imposibilidad de mantener la infraestructura y de cubrir los gastos se tradujo en la
interrupción total de todos los servicios.
Activo desde 2005 en Cité Soleil, el CICR en un primer momento apoyó el retorno de
los servicios estatales a fin de restaurar un abastecimiento mínimo en algunos lugares clave.
Luego colaboró con las autoridades y diversos socios locales para reparar 36 fuentes públicas
que abastecen a todo el barrio. Se dio apoyo, además, a dos estaciones de bombeo que alimentan la red.
El programa de rehabilitación de las fuentes públicas permitió multiplicar los puntos de
distribución de agua cercanos a las viviendas. No sólo mejoró la cantidad y la calidad del agua
disponible, sino que también aumentó la seguridad de las mujeres y de los niños, al reducirse
las distancias que éstos deben recorrer y, por ende, los peligros a los que quedaban expuestos (violencia armada, violencia sexual, etc.).
El retorno de las instituciones estatales al barrio era esencial para la perennidad del sistema. Al asociarse con la CAMEP (servicio de abastecimiento de agua), el CICR le permitió
trabajar sin sufrir ataques. Luego, los demás servicios pudieron retomar sus actividades.
El objetivo de ese proyecto era favorecer una concertación de todas las partes para
permitir la creación de una estructura de distribución de agua que pudiera existir sin la presencia del CICR. En el futuro, el CICR continuará su trabajo con los diferentes socios con miras a consolidar los logros: reforzar el sistema, en particular la parte técnica del bombeo a la
distribución, y mejorar la gestión instalando una estructura comunitaria para intentar cubrir
los gastos (CICR, 2009).
d) Crítica escasez de agua en Medio Oriente
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Un nuevo informe elaborado por el CICR (marzo 2015) indica que los recursos y los
desgastados sistemas de distribución de agua de la región están llegando a un punto crítico
en Medio Oriente, mientras los intensos enfrentamientos siguen causando estragos en Siria e
Irak, y numerosas comunidades continúan recuperándose de los conflictos en Líbano, Israel y
Territorios Palestinos Ocupados.
Además del efecto devastador que han tenido las recientes sequías y los continuos conflictos, numerosos Estados de Medio Oriente y del Golfo están luchando para responder a las
necesidades básicas en materia de agua de una población urbana en crecimiento, sumados
los millones de refugiados en países vecinos, y de la creciente demanda para la producción de
alimentos.
Considerando que cerca de
7,6 millones de personas se han
desplazado en el interior de Siria y
otros 3,8 millones han buscado
seguridad en los países vecinos,
junto con otros 2,5 millones de
personas desplazadas a raíz de los
enfrentamientos en Irak, la situación se vuelve más crítica aún
(CICR, 2015).
Una niña desplazada carga agua de un camión cisterna del CICR en Homs, Siria. CICR.
En un marco altamente conflictivo, el control del agua se ha convertido en un arma
táctica del grupo terrorista insurgente Estado Islámico (EI). Ríos, canales, presas, y plantas
de desalación son objetos militares en la región semiárida que experimenta regularmente una
extrema escasez de agua, y una de las sequías más largas y severas en 50 años.
El agua se ha convertido en el principal objetivo estratégico en Irak. A mediados de
2014, los rebeldes del EI tomaron control de la mayor parte del curso superior clave de los
ríos Tigris y Éufrates, de los que todo Irak y gran parte de Siria dependen para alimentos,
agua e industria, amenazando el suministro de agua, el saneamiento y la salud de ambos
países. En Siria, los rebeldes islámicos recurrieron a las tácticas de control del agua para dominar la ciudad de Aleppo, capturando en noviembre de 2012 la presa de Tishrin en el Éufrates (The Guardian, 2014).
Según el Comité Internacional de la Cruz Roja, los sistemas de agua de la región están
muy exigidos. Las fuentes de agua se están agotando rápidamente, y la infraestructura de
distribución está muy dañada en zonas donde las autoridades locales ya tenían considerables
dificultades para satisfacer las necesidades de una población en crecimiento. Los desplazamientos a gran escala que han provocado los conflictos agravan el problema. La presión sobre los recursos hídricos se siente en toda la región, incluyendo en Jordania, que ha visto un
aumento de su población en un 10% en cuatro años, y Líbano, donde la población se ha disparado un 25% también en este periodo, debido a la afluencia de refugiados.
A raíz de un nivel de precipitaciones inusualmente bajo en la región, la disminución de
los acuíferos, el uso excesivo de recursos escasos y los efectos devastadores de los conflictos,
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se ha vuelto cada vez más difícil acceder al agua salubre. Y lo que es aún peor, las partes
beligerantes a veces dirigen los ataques contra la infraestructura de abastecimiento de agua o
de electricidad, o interrumpen deliberadamente el suministro de esos bienes con fines militares o políticos. Usar el acceso al agua como una táctica o como un arma durante un
conflicto, o atacar las instalaciones de suministro de agua o de electricidad son
violaciones del derecho de los conflictos armados, además de actos muy dañinos para
la vida de personas extremadamente vulnerables.
Tanto en los países árabes como en cualquier lugar que sufra un conflicto armado, los
ataques son particularmente severos porque el suministro de agua, electricidad, energía y los
sistemas de saneamiento son muy interdependientes. Un ataque contra una planta eléctrica
podría tener un efecto muy grave en el tratamiento de las aguas residuales, la disponibilidad
y la calidad del agua, o el funcionamiento de las instalaciones de salud. La comunidad humanitaria no tiene la capacidad de satisfacer las necesidades de la población mediante la sustitución permanente de los servicios o reparaciones rápidas. Se calcula que en Siria, en 2014, se
perdió el 60% del agua bombeada a raíz de pérdidas en la red debidas a daños causados por
el conflicto.
Si bien los problemas que sufre la región en relación con el agua son graves, el CICR,
en labor con las Sociedades Nacionales de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja, así como con
las autoridades locales en los ámbitos de agua y energía, ha podido mantener en funcionamiento los servicios vitales en la región. Incluso en medio de intensos enfrentamientos, se ha
logrado prestar ayuda mediante la provisión de agua salubre muy necesaria para millones de
personas en los países afectados. Entre las actividades de la Cruz Roja y la Media Luna Roja
en Medio Oriente durante 2014, destaca: 9,5 millones de personas recibieron agua a través
de reparaciones de emergencia o de la rehabilitación de sistemas de abastecimiento de agua;
600.000 personas recibieron agua distribuida a través de camiones cisterna o en botellas; y
1,1 millón de personas se beneficiaron de mejoras en las instalaciones de almacenamiento y
distribución de agua (CICR, 2015).
La Protección del Agua por el Derecho Internacional Humanitario
La protección de medio ambiente en los conflictos armados
Además de sufrimiento, desplazamiento de población y daños en infraestructura, la
guerra causa considerable destrucción y degradación del medio ambiente y, en algunos casos, daños irreparables para los ecosistemas en sí mismos y el patrimonio cultural mundial.
Los conflictos armados provocan daños directos e indirectos al medio ambiente que pueden
poner en peligro la salud, los medios de vida y la seguridad de las personas. Los efectos persisten aún mucho después de la finalización del conflicto (Elias, 2013). Estas repercusiones
sobre el medio ambiente, y sobre las víctimas de guerra, van de la mano, la mayoría de las
veces, con la problemática de disponibilidad de agua y destrucción de las reservas de agua e
infraestructuras civiles durante los conflictos armados.
Entre los retos actuales del Derecho Internacional Humanitario (DIH) figura la protección del medio ambiente natural en los conflictos armados. El DIH, al lado de las
prohibiciones clásicas de causar males superfluos, y sufrimientos innecesarios o daños indiscriminados en la conducción de las hostilidades, establece hoy un nuevo principio: el criterio
ecológico. En su conocido estudio, A. Bouvier (1991) parte de la normas del Derecho Interna-
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Departamento de Medio Ambiente y Desarrollo/ Página13
cional del medio ambiente, que se basan en dos principios fundamentales: a) los Estados
tienen la obligación de no causar daños al medio ambiente situado fuera de su jurisdicción
territorial, y b) se establece la obligación de respetar el medio ambiente en general. Ahora
bien, en caso de conflicto armado, resulta casi imposible excluir completamente los daños al
medio ambiente, por lo que se trata de limitarlos sólo en lo posible (Rodríguez-Villasante y
Prieto).
El Protocolo Adicional a los Convenios de Ginebra del 12 de agosto de 1949 relativo a la
protección de las víctimas de los conflictos armados internacionales, del 8 de junio de 1977
(en adelante, Protocolo I) establece en su artículo 35.3 la prohibición general de emplear
“métodos o medios de hacer la guerra que hayan sido concebidos para causar, o de los que
quepa prever que causen, daños extensos, duraderos y graves al medio ambiente natural”.
El artículo 55 del mismo Protocolo, dentro de la protección de la población civil (bienes
de carácter civil), dispone que: “1. En la realización de la guerra se velará por la protección
del medio ambiente natural contra daños extensos, duraderos y graves. Esta protección incluye la prohibición de emplear métodos o medios de hacer la guerra que hayan sido concebidos
para causar o de los que quepa prever que causen tales daños al medio ambiente natural,
comprometiendo así la salud o la supervivencia de la población. 2. Quedan prohibidos los
ataques contra el medio ambiente natural como represalias”.
Se refieren también a esta protección otros artículos del citado Protocolo, por ejemplo,
el artículo 54 (protección de los bienes indispensables para la supervivencia de la población
civil) y el artículo 56 (protección de las obras e instalaciones que contienen fuerzas peligrosas).
La protección del agua como bien indispensable para la supervivencia de la
población civil
A) Consideraciones generales
La humanidad ha tratado siempre de regular el uso del agua, fuente de vida, pero
también de riesgos y de conflictos armados (Zemmali, 1995), mediante normas jurídicas cuya
abundancia en tiempo de paz contrasta con la escasez de instrumentos jurídicos (internacionales y nacionales) en caso de conflicto armado. No solamente existen pocas disposiciones
expresas, sino que aparecen tardíamente en el ámbito del DIH.
La experiencia del CICR le hizo mantener siempre la preocupación por la incidencia de
los conflictos armados en la disponibilidad de agua y, particularmente, en la posible destrucción de las reservas de agua e infraestructuras civiles, en el acceso al agua como causa de
conflicto, en la producción de daños deliberados para obtener una ventaja militar y en la gran
incidencia del agua (o de su escasez) para la salud. Teniendo en cuenta que, en circunstancias de normalidad, el agua es indispensable para toda actividad humana, pueden calcularse
los nefastos efectos de su falta o escasez para la población civil (y su supervivencia) en situaciones de conflicto armado, lo que convierte su manipulación en la más mortífera de las armas (Rodríguez-Villasante y Prieto).
Anuario en Relaciones Internacionales 2015
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B) Protección del agua por el Derecho Internacional Humanitario
El estudio de la evolución de los conflictos armados proporciona numerosos ejemplos
de la utilización del agua con fines militares (ofensivos o defensivos) como antigua estrategia
o técnica en los asedios o sitios de las ciudades (Rodríguez-Villasante y Prieto).
El DIH se limita a proteger a las personas y bienes civiles y no contiene una regulación
general del agua para los casos de conflictos armados. No obstante, el Movimiento Internacional de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja ha sido sensible a estos problemas y ha incluido medidas protectoras en los Planes de Acción aprobados en la XXVI y XXX Conferencias
Internacionales de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja celebradas en Ginebra en 1995 y
2007. El DIH prohíbe algunas operaciones bélicas que pueden alterar el agua y producir sufrimientos humanos a gran escala, y protege convencionalmente (Convenios de Ginebra y sus
Protocolos Adicionales) las instalaciones y reservas de agua potable y obras de riego indispensables para la supervivencia de la población civil (Rodríguez-Villasante y Prieto).
De acuerdo con la sistemática de A. Zemmali (1995), se estudian tres aspectos concretos del DIH relacionados con la protección del agua en los conflictos armados: 1) La prohibición de determinadas armas o métodos de conducción de la acción hostil. 2) La protección del
agua por el DIH, como bien indispensable para las personas protegidas. 3) La protección de
los protectores y la función de los órganos de protección civil en los conflictos amados.
Respecto a la prohibición de determinadas armas o métodos de conducción de la acción hostil, los conflictos armados provocan la degradación o destrucción de partes del medio
ambiente natural, en particular de los sistemas de abastecimiento de agua y ecosistemas
enteros. El agua es, en principio, un bien civil y un elemento indisociable (Zemmali, 1995) del
medio ambiente natural, que aporta normas de protección indirecta a las que se suman la
protección directa que proporcionan las reglas convencionales o consuetudinarias del DIH
(Rodríguez-Villasante y Prieto).
Referente a este primer aspecto de estudio, resultan ser prohibiciones concretas, fundamentales y directas: la proscripción del veneno o armas envenenadas, la prohibición de
destruir la propiedad privada de la parte adversa o los bienes indispensables para la supervivencia de la población civil, así como la de atacar las obras o instalaciones que contienen
fuerzas peligrosas y la de emplear armas incendiarias.
La prohibición convencional por el Derecho Internacional Humanitario acerca de destruir los bienes indispensables para la supervivencia de la población civil, se encuentra expresada en el artículo 54.2 del Protocolo I de 1977, aplicable en los conflictos armados internacionales. Se trata de la norma de DIH que protege de forma más directa y explícita el agua
en los conflictos armados:
“Protección de los bienes indispensables para la supervivencia de la población civil: 2.
Se prohíbe atacar, destruir, sustraer o inutilizar los bienes indispensables para la supervivencia de la población civil, tales como los artículos alimenticios y las zonas agrícolas que los
producen, las cosechas, el ganado, las instalaciones y reservas de agua potable y las
obras de riego, con la intención deliberada de privar de esos bienes, por su valor como
medios para asegurar la subsistencia, a la población civil o a la Parte adversa, sea cual fuere
el motivo, ya sea para hacer padecer hambre a las personas civiles, para provocar su desplazamiento, o con cualquier otro propósito”.
Anuario en Relaciones Internacionales 2015
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El artículo 54 del Protocolo I expone dos excepciones a la prohibición general3. Conforme a la primera excepción convencional, es posible atacar a los bienes indispensables para la
supervivencia de la población civil, si se convierten en objetivo militar, como es el caso de los
bienes utilizados únicamente como medio de subsistencia para los combatientes o en apoyo
directo a una acción militar. Sin embargo, esta excepción tiene, a su vez, la limitación de que
se prohíbe con carácter general hacer pasar hambre (y sed) a la población civil (MacalisterSmith, 1991) y ello comporta que está vetado el ataque a los referidos bienes si cabe esperar
que la consecuencia del ataque sea que la población civil resulte afectada por la hambruna.
También tiene base convencional la segunda excepción (artículo 54.5 del mencionado Protocolo I), que hace referencia a la práctica o política de “tierra arrasada”, que se ha aplicado
tradicionalmente en el territorio nacional ante una invasión extranjera. Así, el citado precepto
dispone esta excepción, habida cuenta de las exigencias vitales que para toda Parte en conflicto supone la defensa de su territorio nacional contra la invasión, siempre que lo exija una
necesidad militar imperiosa (Rodríguez-Villasante y Prieto):
Artículo 54: “Protección de los bienes indispensables para la supervivencia de la población civil: 3. Las prohibiciones establecidas en el párrafo 2 no se aplicarán a los bienes en él
mencionados cuando una Parte adversa: a) utilice tales bienes exclusivamente como medio
de subsistencia para los miembros de sus fuerzas armadas; o b) los utilice en apoyo directo
de una acción militar, a condición, no obstante, de que en ningún caso se tomen contra tales
bienes medidas cuyo resultado previsible sea dejar tan desprovista de víveres o de agua a la
población civil que ésta se vea reducida a padecer hambre u obligada a desplazarse.
4. Estos bienes no serán objeto de represalias.
5. Habida cuenta de las exigencias vitales que para toda Parte en conflicto supone la
defensa de su territorio nacional contra la invasión, una Parte en conflicto podrá dejar de
observar las prohibiciones señaladas en el párrafo 2 dentro de ese territorio que se encuentre
bajo su control cuando lo exija una necesidad militar imperiosa”.
En el ámbito de los conflictos armados sin carácter internacional es aplicable el artículo 14 del Protocolo II de 1977 (Protocolo Adicional a los Convenios de Ginebra del 12 de
agosto de 1949 relativo a la protección de las víctimas de los conflictos armados sin carácter
internacional, del 8 de junio de 1977), que protege igualmente las instalaciones y reservas de
agua potable así como las obras de riego:
“Protección de los bienes indispensables para la supervivencia de la población civil:
Queda prohibido, como método de combate, hacer padecer hambre a las personas civiles. En
consecuencia, se prohíbe atacar, destruir, sustraer o inutilizar con ese fin los bienes indispensables para la supervivencia de la población civil, tales como los artículos alimenticios y las
zonas agrícolas que los producen, las cosechas, el ganado, las instalaciones y reservas de
agua potable y las obras de riego”.
El artículo 54.2 del Protocolo I de 1977, así como el artículo 14 del Protocolo II, señalan ejemplos bien ilustrativos de los bienes que se consideran indispensables para la supervivencia de la población civil: los artículos alimenticios, las zonas agrícolas, las cosechas, el
ganado, las instalaciones y reservas de agua potable y las obras de riego.
3
El Protocolo II guarda silencio sobre esta cuestión (Rodríguez-Villasante y Prieto).
Anuario en Relaciones Internacionales 2015
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Vale también mencionar el artículo 5 del Protocolo II respecto de bienes indispensables
para personas privadas de libertad: “1. Además de las disposiciones del artículo 4, se respetarán, como mínimo, en lo que se refiere a las personas privadas de libertad por motivos relacionados con el conflicto armado, ya estén internadas o detenidas, las siguientes disposiciones: (…) b) las personas a que se refiere el presente párrafo recibirán, en la misma medida
que la población local, alimentos y agua potable y disfrutarán de garantías de salubridad e
higiene y de protección contra los rigores del clima y los peligros del conflicto armado”.
Respecto a la protección de las obras e instalaciones que contienen fuerzas peligrosas,
el Protocolo I de 1977 (art. 56) y el Protocolo II (art. 15) establecen la prohibición de atacar
obras o instalaciones que contienen fuerzas peligrosas y esta limitación persiste, aunque se
trate de objetivos militares, si tales ataques pueden producir la liberación de fuerzas peligrosas y causar pérdidas importantes en la población civil. La norma convencional se refiere a las
presas, diques y centrales nucleares de energía eléctrica y el fundamento es el peligro que su
destrucción puede causar a la población civil (Boutruche, 2000).
Como último aspecto propuesto por Zemmali (1995) para el estudio del DIH relacionado con la protección del agua en los conflictos armados, son de relevancia los servicios de
protección civil en los conflictos armados.
A pesar de su importancia en la Segunda Guerra Mundial, los Convenios de Ginebra de
1949 regularon escasos aspectos de la protección civil en los conflictos armados (personas
encargadas de la supervivencia de la población civil en territorio ocupado) (RodríguezVillasante y Prieto, 1997). El DIH contiene las normas que determinan el estatuto de los Servicios de Protección Civil en caso de conflicto armado, establecidas en los artículos 61 a 67
del Protocolo I de 1997.
El artículo 61 i) del citado Protocolo define la protección civil como el cumplimiento de
las tareas humanitarias que menciona, destinadas a proteger a la población civil contra los
peligros de las hostilidades y de las catástrofes y ayudarla a recuperarse de sus efectos inmediatos, así como a facilitar las condiciones necesarias para su supervivencia. El ejemplo más
claro es el suministro y distribución de agua potable, así como la reparación de las infraestructuras de agua dañadas, como bienes esenciales para la supervivencia (Boutruche, 2000).
Las normas humanitarias establecen la protección de los protectores, es decir: el personal
sanitario y religioso, así como los propios miembros de los organismos o servicios de protección civil, los que podrían ser llamados “protectores circunstanciales” (personas civiles que se
unen al llamamiento de las autoridades para realizar tareas de protección civil), e inclusive
miembros de las fuerzas armadas asignados a protección civil (art. 67) (Rodríguez-Villasante
y Prieto).
Conclusiones
El agua es un elemento indispensable para la vida, y en especial para la población civil
que sufre los horrores de los conflictos armados. También es fundamental la concepción del
agua como un derecho humano, y así el acceso universal al agua potable y al saneamiento
básico.
Como afirma el CICR, en tiempo de conflicto, el acceso al agua potable es fundamental
para prevenir las enfermedades y las epidemias (CICR, 2009). El Derecho Internacional
Humanitario busca garantizar las condiciones mínimas de una vida normal a las personas que
debe proteger. Y el trato humano está integrado, sin duda, por la satisfacción de las necesiAnuario en Relaciones Internacionales 2015
Departamento de Medio Ambiente y Desarrollo/ Página17
dades elementales del ser humano, como lo es el agua. Sin el empleo del agua no se puede
concebir el socorro y la asistencia sanitaria a los heridos, enfermos y náufragos, como así
también la protección al personal y medios sanitarios. Sin duda el personal médico y demás
personal sanitario necesitan agua para desempeñar su labor asistencial y para sus propias
necesidades en tiempo de conflicto armado. En cuanto a los equipos e instalaciones sanitarias
(hospitales), el suministro de agua es vital para la atención de los pacientes, el mantenimiento de los equipos y las necesidades de higiene.
Así como la norma convencional confiere especial protección al medio ambiente natural, de igual modo e indisociablemente, las instalaciones de agua potable y las obras de riego
no pueden ser objeto de represalias, tanto en conflictos armados internacionales como internos.
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