Eje temático 3. Pertinencia y responsabilidad social La Educación, bien público Los ciudadanos tienen derecho a la educación y al ser un derecho fundamental el Estado debe estar en capacidad de facilitar el acceso. Para América Latina y el Caribe esta ha sido una gran preocupación, pues en los países que conforman la región, los niveles de formación superior aún son muy bajos. José Dias Sobrinho, doctor en Ciencias Humanas de la Universidad de Campinas, realizó para el proyecto Tendencias de la Educación Superior en ALC1 el estudio Calidad, pertinencia y responsabilidad social de la universidad latinoamericana y caribeña, un análisis sobre las inclinaciones de calidad, la responsabilidad social y la acreditación que la educación superior de la región tiene y debe asumir. Su primer planteamiento está relacionado con la masificación de la educación superior, partiendo del derecho que tienen los ciudadanos de acceder a ella. De igual forma involucra los términos de calidad, pertinencia y relevancia social. Para Sobrinho el aspecto más crítico con la masificación de la educación es la calidad, un término que, aunque no tiene una única definición, determina las necesidades y exigencias de la ES, pues obliga a las instituciones a garantizarla. Precisamente las diferentes formas de entenderla, es lo que ha llevado a que en muchos casos desaparezcan las fronteras entre lo comercial y lo académico. Al respecto el autor cita cinco maneras de verla: calidad como perfección o consistencia, como aptitud para el logro de una misión o propósito, como valor agregado y como transformación. Al mismo tiempo refiere la definición dada por el Centro Interamericano de Desarrollo, CINDA, “el concepto de calidad en la educación superior no existe como tal, sino como un término de referencia de carácter comparativo en el cual algo puede ser mejor o peor que otro, dentro de un conjunto de elementos homologables, o en comparación con cierto patrón de referencia – real o utópico – previamente determinado”. Pero el autor concluye que “la calidad de la educación está más asociada a desempeños y rendimientos estudiantiles, capacitación para el trabajo, disminución de costos y ampliación de la matrícula”. Educación vs. Mercantilización Sobrinho afirma que lo importante es “distinguir los conceptos de calidad que tienen su raíz en concepciones empresariales de los que tienen su raíz en las concepciones educacionales, porque el concepto empresarial de calidad se ha transferido a amplios e importantes sectores educacionales”. 1 Proyecto liderado por el Instituto Internacional de la Educación Superior en América Latina y el Caribe, Ieslac, como marco de referencia para la Conferencia Regional de Educación Superior, Cres, que se llevará a cabo en Cartagena de Indias, Colombia, del 2 al 7 de junio de 2008. Pues, “con la creciente atribución de valor económico a la educación, hay un gran auge de la apropiación de la lógica empresarial en la formulación del concepto y en la evaluación de la calidad. Por ello, es bastante común asociar calidad en educación a conceptos como eficiencia, productividad, costobeneficio, rentabilidad, adecuación a la industria, al mundo del trabajo y sus traducciones en expresiones cuantitativas”, expone. La inclinación del tema económico, la misma que ha llevado a los países a hablar de ‘desarrollo económico’ y no de ‘desarrollo humano’, se basa en que “la educación se está tratando como un producto negociable, pues tanto el planeamiento como las lógicas mercantiles y empresariales han adquirido gran importancia en la agenda de los países ricos”, asegura. Esta variación en la percepción del concepto ha afectado directamente la pertinencia, la responsabilidad social y la equidad de la educación. Pues “la educación superior ha ganado gran centralidad e importancia, en razón de que el conocimiento se ha trasformado, dentro de la hegemonía neoliberal, en una fuerza productiva cada vez más comprometida con los intereses mercantiles”, afirma. Pero en los países en vía de desarrollo se han hecho esfuerzos grandes para conservar la pertinencia y la relevancia social como temas de primer orden en las agendas. Un aspecto, que según el autor, tiene grandes resistencias principalmente de los interesados en la llamada modernización, movida por la tendencia de la “globalización y la instrumentación económica de la ES”. Calidad y pertinencia Pero calidad y pertinencia son conceptos que van de la mano. Pertinencia se refiere “al papel y el lugar de la educación superior en la sociedad, como lugar de investigación, enseñanza, aprendizaje, sus compromisos con el mundo laboral, etc.”, explica al autor a relacionar la inclinación que los documentos auspiciados por la UNESCO tienen al respecto. El diccionario de la Real Academia de la Lengua la define como “calidad de pertinente”, que a su vez significa “perteneciente o correspondiente a algo”. Con este contexto, la pertinencia en la ES se define como todo lo que tiene que ver ella, con sus responsabilidades y alcances, por eso Sobrinho afirma que ésta “se consigue efectivamente en la participación de la institución educativa, a través de sus actores, en la vida social, económica y cultural de la sociedad en la cual ella se inserta, en especial con la gente de su entorno”. En esta relación de calidad y pertinencia la UNESCO aclaró en 1998 que “el concepto de calidad tiene como referente el conjunto de dimensiones que constituyen el fenómeno educativo: enseñanza y programas académicos, investigación y becas, personal, estudiantes, edificios, instalaciones, equipamientos y servicios a la comunidad y al mundo universitario, etc.”. De igual manera, planteó que la calidad requiere de una buena selección de personal, de la promoción de planes de estudios adecuados y de programas que faciliten la movilidad de los estudiantes y profesores, así como el uso de las nuevas tecnologías. Todo esto “sin perder de vista la referencia a lo social y al bien común”. Al llegar a este punto asegura que los sentidos de pertinencia remiten inmediatamente a la ES “a lo social, a las culturas y a lo económico, es decir, al desarrollo humano integral y sostenible que permita a todos los hombres y mujeres una vida digna y justa”. Pero para realizar todo lo anterior con calidad y relevancia social, los países deben establecer políticas eficaces que realmente mejoren los sistemas educativos y que contengan medidas que “eleven el valor social de la profesión docente”. Esto exige profesionales capacitados y concientes de su papel en la sociedad. Al ser “la educación un bien público y un derecho de todos, debe estar organizada como un sistema conformado por todos los niveles formales e informales, y debe incluir el conjunto de la ciencia y tecnología”, asegura. Desarrollo y responsabilidad social El término desarrollo está relacionado con el avance económico, social, técnico y científico que tienen los países, y ahora se relaciona con el conocimiento que estos generan. Es en ese campo en donde la ES cumple con un papel importante, de acuerdo a lo expuesto por Sobrinho, porque “según la ideología ampliamente diseminada en estos tiempos, una educación superior de calidad es aquella que genera desarrollo”. Pero, ¿hasta que punto ésta es la única responsabilidad de la ES? El concepto de desarrollo está ligado, de igual manera, con los de calidad y pertinencia, pues corresponde a la ES brindar una ‘educación de calidad’ que sea ‘pertinente’ a las exigencias del mercado laboral. Y es en este contexto, el autor del analiza que “cumplir con los requerimientos de calidad sería ajustarse al mercado y realizar adecuadamente las funciones de la economía, en especial en lo relativo a la capacitación profesional y al fortalecimiento industrial. Pero, si concebimos la educación como bien público cuya misión principal es la realización de los objetivos comunes de cohesión y desarrollo de una nación y expansión de las libertades humanas, tenemos que ir mucho más allá de una visión economicista”. Es por esto, que la misión de la ES no puede la formación de profesionales de calidad. La ES debe asumir un papel protagónico en el análisis y la búsqueda de soluciones reales que resuelvan las necesidades de los países, que permitan construir una “globalización de la justicia y dignidad”. Esta es la responsabilidad social que tendría la educación superior en ALC. Esta responsabilidad no puede ser, en palabras de Sobrinho, “un instrumento de esa globalización que aumenta las desigualdades sociales, produce riquezas materiales e inmateriales para pocos y miseria humana para muchos”. Es por ello que la universidad debe mirarse internamente y reflexionar “sobre sus significados y su papel en la construcción del proceso de civilización en estos nuevos contextos. En efecto, la responsabilidad social de la educación superior también se asocia a los conceptos de pertinencia y relevancia y, por ende, de calidad con valor público”, dice el autor. Además de los anteriores temas, el analista brasilero hace una profunda reflexión en la evaluación, la acreditación y el aseguramiento de calidad de la ES, tomándolos como herramientas con las que cuentan las IES para analizarse y orientar sus decisiones en la definición de políticas que mejoren sus estrategias de formación e intervención en el contexto social de sus países. La evaluación “está casi siempre asociada al mejoramiento de la calidad. Pero estos conceptos se encuentran en disputa, desde perspectivas teóricas y políticas, entre los valores educativos y los más cercanos del campo económico”, afirma. Este término refiere a la acreditación que en países como Argentina, Brasil, Chile, Colombia y México se ha convertido en un indicador de calidad: “los países de la región, con dificultades y resistencias, pero también con notables avances, siguen construyendo la cultura de evaluación y acreditación con objetivos de mejorar y ofrecer alguna garantía pública de la calidad de las instituciones y de los sistemas educativos”, afirma. Con los retos de la ES en el mundo, los países de ALC han planteado la posibilidad de crear un sistema de evaluación que sea común a la región, que facilite la movilidad y comparta indicadores para promover de cierta manera el intercambio de profesionales y, porqué no, de conocimiento. De igual manera, también se ha planteado la alternativa de que estos sistemas sean, no solo para la región, si no para el mundo, de manera que todos los países compartan esa manera de verse para evaluarse. Expone este doctor en Ciencias Humanas, que “hay retos universales, pero también los hay muy distintos según se planteen en países de economías y sociedades más consolidadas o en los que están en vías de desarrollo. Hay valores comunes a la educación superior en todo el mundo: búsqueda de la verdad, ética, respeto a la diversidad, rigor científico, autonomía y libertad de pensamiento, cultura de la paz, autocrítica, etc. Sin embargo, las realidades nacionales deben ser el punto de partida en la constitución de instituciones concientes de su responsabilidad social”. En conclusión, el fortalecimiento de la ES en América Latina y el Caribe requiere una conciencia de la responsabilidad social que implica la calidad, así como la comprensión y la práctica efectiva de la relevancia y la pertinencia. Además “del reconocimiento de la autonomía como condición básica para definir la misión y elegir los medios apropiados al cumplimiento de los compromisos frente a la sociedad”.