"Indignados": Irrupción de un nuevo sujeto social-político

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"Indignados": Irrupción de un nuevo sujeto social-político
Juan Luis Berterretche :: 05/07/2011
Debemos preguntarnos ¿cuál es esa “lógica del movimiento social” que nos impone la división
entre “brazo sindical” y “brazo político” del movimiento del trabajo?
Durante los años 1992-2005 los múltiples sujetos protagonistas de la rebeldía social en Sud América
adoptaron en varias oportunidades un carácter de movimiento social-político extra-parlamentario
alternativo al desautorizado e ineficaz paradigma partidos-sindicatos. Durante ese período fueron
destituidos 11 presidentes sudamericanos y derrotado un golpe imperialista en Venezuela /1. Ni las
centrales sindicales ni los partidos de “izquierda” cumplieron un rol determinante en esas rebeliones
en defensa de los derechos sociales, las libertades democráticas y la soberanía nacional de nuestros
pueblos. Las revueltas populares terminaron por derrotar el ALCA –proyecto imperialista siglo XXI
de pillaje al continente- y cambiar la dinámica social y política latinoamericana /2. Con obvias
diferencias nacionales y culturales las movilizaciones en Grecia, España, e incluso las del Magreb y
otros pueblos árabes han coagulado también en movimientos social-políticos diversos. Sud América
1992-2005 En esos años el continente se caracterizó por una crisis institucional de dominación
política burguesa-imperialista. Las instituciones de dominación estaban deslegitimadas, la
institución presidencial fue vapuleada por revueltas populares en casi todos los países. El sistema de
partidos estaba desprestigiado: la mayoría de los partidos tradicionales lacayos del imperio habían
perdido toda credibilidad. Desde 1992, con la caída de Collor de Mello, el cargo de presidente
sudamericano pasó a ser revocable en cualquier momento, si la movilización de la población
alcanzaba la magnitud necesaria para forzar la destitución. Once presidentes fueron derrocados en
el período 1992-2005. Durante esos años hay un cierto padrón de comportamiento que se inicia con
el presidente brasileño y se reproduce once veces: tres en Ecuador (Bucaram 1997, Mahuad 2000 y
Gutiérrez 2005); dos en Venezuela (Carlos A. Pérez 1993 y Carmona 2002) y Bolivia (Sánchez de
Lozada 2003 y Carlos Mesa 2005). y por una vez en Brasil (Collor 1992), Paraguay (Cubas 1999),
Perú (Fujimori 2000) y Argentina (de la Rúa 2001). En todos los casos se provocaron expulsiones
presidenciales forzadas por el ejercicio de la democracia directa de la población movilizada. La única
variante se da en Venezuela donde Chávez es restituido por la movilización luego de la breve
intentona de golpe patronal auspiciado por EEUU que mantuvo 48 horas a Carmona (“el breve”) en
la presidencia. La crisis institucional permitió, en esos años, que uno de los distintivos del horizonte
democrático de la humanidad que Marx extrajo de la experiencia de la Comuna de Paris, comenzara
a ser conquistado: los representantes deben ser revocables en todo momento, por la sola voluntad de
los representados. La democracia representativa debe estar siempre subordinada a la democracia
directa. En la totalidad de los derrocamientos de presidentes, el escenario económico del proceso
que conduce a la crisis, es un plan neoliberal de acuerdo a la receta del FMI y el Banco Mundial. En
las crisis convergían tanto los factores estructurales de largo plazo como las medidas adoptadas por
los gobiernos sometidos al imperialismo y sus instituciones, que proyectaban los países en el camino
de una re-configuración de los estados, subordinando ingresos y egresos a las necesidades del
capital financiero internacional: privatizaciones de servicios públicos, venta-liquidación de los
recursos naturales (minerales, petróleo, gas, agua, madera) con preferencia a las transnacionales
imperialistas, degradación ambiental, concentración de la propiedad de la tierra,
desindustrialización en algunas regiones, tratados de libre comercio y de “protección a las
inversiones” con EEUU y otros países imperialistas, abertura comercial indiscriminada,
endeudamiento externo e interno, rebaja salarial, aumentos de impuestos a la población a la vez que
se desmantelaba la protección social, flexibilización laboral, desempleo, informalidad, pobreza y
hambre. En el caso de Venezuela, la expulsión de Carmona y la restitución de Chávez fueron en
defensa de un gobierno que intentaba revertir esas medidas y se proponía redistribuir la renta
petrolera favoreciendo los sectores desposeídos. La dirección del vector movilización era la misma.
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El panorama general de la imposición de Planes de Ajuste Estructural (PAEs) era similar al que los
países europeos enfrentan hoy día. Los sujetos de la rebeldía social eran muy diversos: trabajadores
sindicalizados, desempleados, campesinos sin tierra, pueblos indígenas luchando por sus tierras y su
soberanía, pobladores sin techo, operarios de fábricas “recuperadas”, jubilados, cooperativistas,
estudiantes, jóvenes y mujeres de los barrios pobres, pequeños agricultores y comerciantes
arruinados, pequeños ahorristas estafados, etc. El clima de revuelta en las clases bajas explicaba la
inestabilidad institucional sudamericana. Esta diversificación de los componentes del sujeto social,
esta estratificación, responde a la ampliación de la variedad y profundidad de los grados de
explotación. La acumulación flexible (Harvey) creó una multiplicidad de niveles de extracción de
plusvalor. Amplias capas medias fueron absorbidas en distintos grados por la pauperización. Los
jóvenes fueron atacados en todas sus posibilidades futuras. Los indignaba la educación clasista y
mercantilizada, los precios del transporte, las tasas de ingreso universitario, la falta de perspectivas
y su porvenir de exclusión social. El desempleo o subempleo, la privatización, la tercerización, el
deslocamiento, diversificó también los grados de explotación del trabajo industrial tanto material
como “inmaterial”. El aumento del trabajo femenino implicó en el mercado globalizado otra variedad
de niveles de extracción de plusvalía. La feminización del trabajo se expresó en peores condiciones
laborales. Campesinos sin tierra y pueblos indígenas en lucha por su soberanía tuvieron un rol
predominante. Jubilados y pensionistas fueron atacados por las contra-reformas neoliberales o las
estafas de las privatizaciones de los fondos de pensión. Indocumentados, sometidos a trabajo
esclavo, trabajadores infantiles, catadores de materiales reciclable y diversidad de precarizados
(como la mayoría de lo denominado autoempleo o “por cuenta propia”) completan este sujeto de la
rebeldía social latinoamericana. Cooperativistas, pequeños agricultores, pequeños comerciantes y
ahorristas estafados participaron junto a asalariados y jóvenes en los levantamientos populares. Las
grandes revueltas populares en nuestro continente ni tuvieron como protagonista principal a los
trabajadores fabriles, ni estos hegemonizaron con sus centrales y sindicatos a los nuevos
movimientos sociales. Los “piqueteros”, los pobladores de Buenos Aires o los vecinos de
Gualeguaychú y otras ciudades rebeldes en Argentina, los cocaleros del Chapare y los Yungas o los
pobladores de El Alto y de Cochabamba en Bolivia, las poblaciones de los suburbios miserables de
Caracas artífices del “Caracazo” (1989) y de la derrota del golpe imperialista en el 2002, los pueblos
indígenas en Chile, Bolivia, Ecuador y México, los “sin tierra” en Brasil o los jóvenes estudiantes
secundarios de Chile, no se levantaron liderados por las centrales sindicales ni por el proletariado
fabril urbano aunque en algunos casos participaron juntos de las revueltas. Los nuevos movimientos
sociales, agrarios, de desocupados, indígenas, de género, ambientalistas, de derechos humanos,
juveniles o de pobladores de los suburbios pobres, han protagonizado grandes levantamientos
populares en todo el continente sin reconocer la lideranza del proletariado industrial y sus
organizaciones sindicales. Lo mismo acontece respecto a los partidos de la izquierda tradicional o
institucional. Los nuevos protagonistas sociales no se sienten representados ni por las
organizaciones sindicales ni por ningún partido político. Las organizaciones indígenas, los
campesinos y “los sin tierra” no aceptan más un lugar subordinado dentro de las centrales
sindicales, ni se consideran contempladas por la izquierda urbana de clase media. A muchas
organizaciones ambientalistas o de género (en sentido amplio) les pasa lo mismo. Más aún, en
muchos casos deben enfrentarse a los sindicatos o centrales para llevar adelante sus reclamos.
Trabajadores informales, desocupados o sin techo, no están representados -la mayoría de las vecesen las centrales sindicales o no se les facilita la organización en ellas. Todo esto indica que la claseque-vive-del-trabajo /3 de comienzos del nuevo milenio tiene características diferentes que la clase
trabajadora de mediados del siglo pasado. Y esto no sólo se debe a las modificaciones en el mercado
de trabajo implantadas por la acumulación flexible sino también porque nuevos movimientos sociales
que nuclean a partes de esa clase-que-vive-del-trabajo han irrumpido en la escena y su
relacionamiento con el movimiento obrero industrial ya no es de subordinación a su antigua
lideranza. Creemos detectar dos factores que influyen en este nuevo comportamiento: por un lado la
comprobación de los fracasos sistemáticos de las instituciones sindicales de carácter defensivo en
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esta nueva etapa de crisis estructural del sistema. Esa ausencia de las centrales en los derrumbes
institucionales tiene un significado profundo y es una constante en las rebeliones populares del
continente sudamericano en esos años. Acaso debamos buscar la explicación de estos
comportamientos en el signo defensivo de estas instituciones y el carácter de la nueva etapa
histórica que está abierta a una ofensiva por imponer un sistema alternativo al capitalista. Por otro,
la tendencia de esos nuevos movimientos a encarar la lucha social junto a la política, sin la
mediación de los partidos burgueses o de los desactualizados partidos de la izquierda tradicional. En
algunos casos porque dichos partidos subordinados a la institucionalidad burguesa acompañan o
dirigen la aplicación de la política neoliberal, abandonando las necesidades de los movimientos
sociales. En otros, rechazando la vieja práctica de la izquierda de instrumentalizar los movimientos
sociales. La inviabilidad de la división “brazo político” / “brazo sindical” En un primer
momento pudo pensarse que las crisis de las centrales obreras que venían del siglo anterior tenían
que ver con la “acumulación flexible”. Es decir con la aplicación del “neoliberalismo” y la producción
en masa de trabajadores superfluos e informales a partir de los 70. Pero hay razones más profundas.
Nos referimos a la aceptación, desde hace más de un siglo de un paradigma que la historia de los
fracasos del siglo XX ha demostrado inviable. Se trata de la división entre “brazo político” y “brazo
sindical” que inició la socialdemocracia a fines del siglo XIX y que se mantuvo en los partidos
obreros reformistas, sean socialdemócratas, comunistas, del trabajo, etc. István Mészáros al publicar
Beyond Capital, Towards a Theory of Transition, (Merlin Press, Londres, 1995) llamó la atención
sobre la inviabilidad de esta división en una nueva etapa histórica del capital, donde éste estaba
imposibilitado por su crisis estructural, de otorgar beneficios sociales a los trabajadores. Por el
contrario, la acumulación de capital exigía una política agresiva de desmantelar todas las
concesiones otorgadas al trabajo en la anterior época de auge del desarrollo capitalista. “El precio
pagado (por esa división sindicato-partido) fue el fatal debilitamiento estructural de la potencialidad
de lucha del trabajo, causado por la aceptación de las amarras parlamentarias como la única forma
legítima de contestar la dominación del capital. En términos prácticos, significó la división
catastrófica del movimiento en los denominados “brazo político” y “brazo sindical” del trabajo con la
ilusión de que el “brazo político” podría representar, codificando legislativamente, los intereses de la
clase trabajadora organizada en las empresas industriales capitalistas por los sindicatos de cada
rama del “brazo sindical”. Pero, con el pasar del tiempo, todo aconteció exactamente al contrario. El
“brazo político”, a la inversa de hacer valer su mandato político en estrecha colaboración con el
“brazo sindical”, utilizó las reglas de juego parlamentarias con la finalidad de subordinar los
sindicatos a su favor y a las determinaciones políticas finales del capital, impuestas a través del
Parlamento.” /4 “Así, en vez de reforzar políticamente la capacidad de lucha del “brazo sindical” en
sus disputas con las empresas, el “brazo político” –en nombre de su propia exclusividad políticaconfinó los sindicatos a las disputas estrictamente económicas del trabajo. De esa manera, lo que se
suponía ser el “brazo político del trabajo” terminó por desempeñar un papel crucial en la activa
imposición al trabajo –por la fuerza de la legislación parlamentaria de representación- del interés
vital del capital: desterrar la acción sindical políticamente motivada como categóricamente
inadmisible en una sociedad democrática” /5 Las organizaciones revolucionarias no cuestionaron
este paradigma. Criticaban el reformismo sindical y el cretinismo parlamentario sin comprender que
esa división era parte de un triángulo funcional al capital. Esa división educó a los trabajadores
organizados en los sindicatos a no ir más allá de las reivindicaciones que no ponían en cuestión la
dominación del capital y circunscribió la actividad de los partidos obreros reformistas en el
parlamento a una aceptación explícita o implícita del comando del capital. “Los dos pilares de la
acción de clase de los trabajadores en occidente –partidos y sindicatos- están en realidad
inseparablemente unidos a un tercer miembro del conjunto institucional global: el Parlamento, que
forma el círculo de sociedad civil / Estado político y se torna aquel “círculo mágico” paralizante del
cual parece no haber salida. Tratar los sindicatos junto con otras (mucho menos importantes)
organizaciones sectoriales, como si perteneciesen, de alguna manera, apenas a la “sociedad civil” y
que, por tanto, podrían ser usados contra el Estado político para una profunda transformación
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socialista, es un sueño romántico e irreal. Esto es así porque el círculo institucional del capital, en
realidad, es hecho de totalizaciones recíprocas de la sociedad civil y del Estado político, que se
interpenetran profundamente y se apoyan poderosamente uno en otro.” /6 La crisis de las centrales
sindicales y el fracaso de los partidos obreros con influencia de masas en las últimas décadas, es el
hundimiento de esa división. Es el resultado de persistir en el sostén de ese anacronismo histórico
inviable. Los nuevos movimientos sociales que rechazan ceder su representación política a los
partidos de izquierda, expresan la negación a más de un siglo de fracaso de la división entre “brazo
sindical” y “brazo político” que culmina en el Parlamento aceptando la jefatura del capital. Y esto es
así porque: “El capital es la fuerza extraparlamentaria par excellence que no puede ser
políticamente limitada en su poder de control socio-metabólico. Esa es la razón por la cual la única
forma de representación política compatible con el modo de funcionamiento del capital es aquella
que efectivamente niega la posibilidad de contestar su poder material, y, justamente porque es la
fuerza extraparlamentaria par excellence, el capital nada tiene que temer de las reformas
decretadas en el interior de la estructura política parlamentaria” /7. El Parlamento, ese teatro de
sombras chinas Daniel Bensaïd en “Teoremas de la resistencia a los tiempos que corren” nos dice
que hoy estamos “frente a una doble responsabilidad: la transmisión de una tradición amenazada
por el conformismo y la exploración de los contornos inciertos del futuro”/8. De todos los temas que
enumera Bensaïd, nos centraremos en las relaciones partidos-sindicatos-parlamentarismo porque es
allí que encara al sujeto social y su relación con la política. Para Bensaïd: “La lucha política no se
disuelve en la lógica del movimiento social. Entre la lucha social y la lucha política, no hay ni muralla
China ni compartimentos estancos. La política surge y se inventa dentro de lo social, en las
resistencias a la opresión, en el enunciado de nuevos derechos que transforman a las víctimas en
sujetos activos”/9. Lo primero que debemos preguntarnos es ¿cuál es esa “lógica del movimiento
social” que nos impone la división entre “brazo sindical” y “brazo político” del movimiento del
trabajo? Cuando Hegel definió a la libertad como conciencia de necesidad nos estaba diciendo lo
mismo que afirma Bensaïd: que la “política surge y se inventa dentro de lo social” pues es en la
experiencia de la opresión, en las luchas contra la explotación que se formula la “conciencia de
necesidad”, se enuncian nuevas libertades y los sujetos se ponen en movimiento para conquistarlas.
Sigamos el razonamiento de Bensaïd: “Sin embargo, la existencia de un Estado como institución
separada, a la vez encarnación ilusoria del interés general y garante de un espacio público
irreductible al apetito privado, estructura un campo político específico, una relación de fuerzas
particular, un lenguaje propio del conflicto, donde los antagonismos sociales se manifiestan en un
juego de desplazamientos y de condensaciones, de oposiciones y de alianzas. En consecuencia, la
lucha de clases se expresa allí de manera mediada bajo la forma de la lucha política entre
partidos”/10. Es esa “manera mediada bajo la forma de lucha política entre partidos” la que está en
cuestionamiento hoy. ¿Debemos aceptar el escenario “ilusorio” del Estado, que por otra parte ha
dejado de ser “espacio público irreductible al apetito privado”, como el único campo político posible?
¿Debemos aceptar las reglas del juego de la democracia burguesa como la escena privilegiada del
accionar político del trabajo? La acumulación de frustraciones del siglo XX demuestra que el
parlamento es el más inocuo escenario para batallar contra el capital. Así como en Sudamérica, en la
Europa actual las variantes de trascender el espacio específico de lo social, de no aceptar el carácter
de espacios estancos de lo social y lo político comienza a hacerse frecuente. ¿Por qué mantener
como sacrosanto el ámbito político, ese teatro de sombras chinas de los antagonismos sociales? ¿A
quién favorece sino al capital, ese inviolable acuerdo tácito? Cuando los partidos socialdemócratas o
comunistas pusieron lo social al servicio de la política, en realidad engrillaron los sindicatos a los
intereses del capital a través del parlamento. Cuando lo hicieron los partidos de “intención
revolucionaria”, mayoritariamente subordinaron lo social a sus ilusorios proyectos de
autoconstrucción. Tampoco se trata de poner la política al servicio de lo social cayendo en el
corporativismo sino de fundir ambas para que las “articulaciones y conjugaciones” de “las
aspiraciones y expectativas populares” las hagan los mismos protagonistas sociales sin ceder su
representación política. Estamos hablando de un sujeto social-político que toma conciencia de sus
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necesidades y las articula en el plano social y las conjuga en el plano político. De lo que hablamos es
que “adquiere relevancia y urgencia la necesidad de contraponer a la fuerza destructiva
extraparlamentaria del capital la correcta acción extra parlamentaria de un movimiento socialista
radicalmente re-articulado” /11. Ese intento de volver a unir el movimiento de los trabajadores en un
solo brazo extra parlamentario “de un movimiento socialista radicalmente re-articulado”,/12 no se
corporiza en los sindicatos clásicos continentales sino en esos nuevos movimientos sociales. Y esa
dinámica de volver a reunir lo que nunca debió ser separado es un precioso componente
embrionario del nuevo sujeto social que ahora pretende conformarse como un sujeto social-político.
Particularidades del nuevo sujeto social-político En el análisis sudamericano resaltamos la
irrupción de los indígenas luchando por la tierra, sus libertades, su cultura, la soberanía de sus
pueblos y la defensa de los recursos naturales de sus países. Con distintos niveles de organización y
movilización los pueblos originarios ocuparon el escenario en Bolivia, Ecuador, Chile, Colombia,
Venezuela, Brasil, México. Casi exterminados luego de la conquista y aplastadas sus insurrecciones
en el siglo XVIII y las primeras décadas del XIX, fueron siempre el sector más explotado y oprimido
de sus países y fueron usados como masa de maniobra de los partidos burgueses, de los militares, de
la iglesia. En el siglo pasado se los “aceptó” como “campesinos” en algunas centrales sindicales del
continente. Pero en la última década del siglo anterior comenzaron a recuperar su identidad étnica y
hoy son una fuerza imprescindible de la transformación social americana. También destacamos un
sector que tuvo una enorme expansión en las últimas décadas. Las nuevas metrópolis del continente
expulsan hacia su periferia una diversidad de pobladores empobrecidos, hombres, mujeres, jóvenes
y niños que cada día pelean por su sobrevivencia hacinados en viviendas precarias y barrios sin
servicios esenciales. Desde los barrios o en nuevos movimientos multitudinarios los “sin tierra”,
indígenas despojados de sus tierra, “sin techo”, piqueteros, desocupados, catadores de basura,
vendedores ambulantes, trabajadores informales, precarizados, han tenido una presencia destacada
en las rebeliones sudamericanas. En los últimos años estos excluidos, expulsados por el mercado,
considerados superfluos por el sistema, sin derechos ni beneficios sociales, se organizaron en sus
barrios en juntas vecinales o en comités por reclamos específicos y han derrotado un golpe militar
pro imperialista (Venezuela), expulsado presidentes (Bolivia, Ecuador, Argentina) recuperado
recursos naturales saqueados por las transnacionales (Bolivia, Ecuador), expropiando tierras (Brasil)
y defendido la soberanía nacional. Es decir han cumplido un rol esencial en las luchas
latinoamericanas. Los jóvenes, estudiantes o trabajadores, fueron otro de los sectores principales de
las revueltas continentales. Participaron de las expulsiones presidenciales en Paraguay, Argentina,
Ecuador, Bolivia. Dieron enormes batallas por el pase libre en el transporte (Chile, Brasil).
Movilizándose contra la educación clasista y anacrónica del gobierno social-liberal chileno de la
Concertación volvieron a legitimar la movilización de masas en un país donde se había impuesto la
criminalización de cualquier acción social. Tanto en Uruguay como Argentina o Chile los jóvenes
fueron el sector protagónico de la lucha contra las dictaduras, de los “escraches” y en varios países,
integrantes destacados de la defensa de los derechos humanos y de las luchas ambientales. Los
sectores juveniles más dinámicos se movieron por fuera de las organizaciones estudiantiles
tradicionales mayoritariamente burocratizadas e institucionalizadas. Los operarios de la industria,
los empleados o servidores públicos, los bancarios, los trabajadores de los servicios públicos
privatizados, fueron protagonistas de las revueltas populares de los últimos años, recuperaron
fábricas, cumplieron un papel central en la derrota del ALCA, pero en la mayor parte de los casos ni
sus sindicatos ni las viejas centrales que los reunían fueron un sector hegemónico en las rebeliones
continentales. En la mayoría de los derrocamientos presidenciales las centrales y sindicatos o no
participaron o tuvieron un rol secundario. Este es un atributo nuevo del sujeto social actual. El
nuevo sujeto social es una clase más heterogénea, diversificada, fragmentada, más complejizada que
antes. Esto implica divisiones y contradicciones objetivas que se expresan en diferencias,
divergencias y conflictos de intereses, determinados por la mayor división social del trabajo y por las
más variadas tasas diferenciales de explotación. La mayoría de los nuevos movimientos no aceptan
ni la hegemonía ni la dirección de las organizaciones tradicionales de la clase trabajadora.
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Defienden su soberanía e independencia y son críticos de las tradiciones reformistas de sindicatos y
centrales sindicales. Los nuevos movimientos sociales tienden a combinar, las consignas
reivindicativas, junto a las democráticas, antiimperialistas y de transformación de la sociedad. No
separan absolutamente la acción social de la acción política como las organizaciones sindicales del
siglo pasado y –por lo general- no aceptan subordinarse políticamente, ser “representados” o
instrumentalizados por los partidos burgueses o de la “izquierda” institucional. Existe, entonces, una
tendencia a conformarse como sujeto social-político. Estos aspectos nuevos del sujeto social-político
latinoamericano nos indicaron que hay que ser plenamente conscientes de la diversidad de sus
componentes y sus movimientos y no pretender forzar la homogenización de sus integrantes. Puede
haber diferencias o enfrentamientos entre distintos sectores y dificultarse mucho la unidad de un
accionar común. Las pretensiones de hegemonizar a los distintos movimientos sólo pueden promover
la dispersión. Las instancias democráticas directas son la única garantía de encontrar los objetivos
comunes. Las formas organizativas unitarias deben ser lo más amplias, flexibles y dinámicas
posibles. Es decir, permitir la mayor multiplicidad social de intereses de la clase-que-vive-del-trabajo
y sus posibles aliados. La aceptación de la diversidad y de la multiplicidad de dinámicas de los
movimientos deben ser contempladas. Los debates deben encararse de la manera más fraternal y en
frente único, para que aúnen esfuerzos y no los disgreguen. El sectarismo frente a las diferencias y a
los diversos caminos de evolución de los movimientos es el peor peligro. La unificación de la
actividad social y política del movimiento popular -tarea que comenzó a encarar el sujeto socialpolítico en América Latina, es decir, la recuperación de los poderes alienados de decisión política
por los individuos, es un requisito imprescindible para la actividad de alcanzar una alternativa al
capital que actúe en función de las necesidades populares. No creamos que luego de 2005 se
continuó avanzando en Sudamérica con la misma dinámica que en los primeros cinco años del
milenio. El país donde los cambios fueron más profundos fue Bolivia. Allí se desarrolló el
enfrentamiento más extenso y brutal durante dos años: cortes de carreteras, invasión de haciendas
y/o bloqueo de ciudades, asedio a los parlamentos oligárquicos, derrocamiento de dos presidentes
lacayos del imperio, huelgas y piquetes, choques violentos entre la población y el aparato represivo.
Esta decisiva pelea terminó imponiendo por primera vez en 500 años un presidente aymara –Evo
Morales- en un país de población mayoritariamente indígena. Una gran conquista democrática que
se extendió en luchas por el reparto o recuperación de tierras, en defensa de la soberanía sobre los
recursos naturales y contra el imperialismo hegemónico. Fue allí también, que quien apoyaba la
candidatura del presidente indígena –el MAS- era un frente único de organizaciones campesinas y no
un partido, que se constituyó como movimiento social-político /13. El proceso continúa con
debilidades y contradicciones, pero como en Venezuela y Ecuador con una gran batalla antiimperialista. En Venezuela ha primado el caudillismo clásico latinoamericano con sus flaquezas. Y en
el caso de Bolivia el proceso se facilitó por el apoyo de una población indígena con pautas muy
firmes de una organización social y económica contrapuesta a la economía de mercado. Procesos
constituyentes Es en Bolivia, Venezuela y Ecuador que las rebeliones desembocaron en una
Asamblea Constituyente. Éstas, con sus decisiones; impulsaron en esos países el proceso de cambio.
Y en los tres hubo intentonas de golpe imperialista. La experiencia de la Constituyente de 1988 en
Brasil, que sancionó una Carta que se mantiene como la más avanzada en derechos y libertades
democráticas del continente, había alertado a EEUU sobre el peligro de ese organismo democrático
y desde aquel momento la consigna de Asamblea Constituyente se transformó en el amenazante
leviatán incontrolable que a toda costa se debería evitar. El intento de convocar una Constituyente
en Honduras decidió a EEUU que era necesario un golpe en 2009. En tres países de Sudamérica la
población no llegó a asediar la institucionalidad al límite de expulsar presidentes: Colombia, Chile y
Uruguay. En este último país hubo un “proyecto” de movimiento social-político muy activo durante la
lucha contra el gobierno militar: el Plenario Intersindical de Trabajadores (PIT) y la Asociación
Social y Cultural de Estudiantes de la Enseñanza Pública (ASCEEP) que sustituyeron a los aparatos
burocratizados de la central sindical (CNT) y de la federación de estudiantes universitarios (FEUU).
La liberación de los presos y el retorno del exilio restituyeron los viejos “carcamanes” en la dirección
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del movimiento social y anularon la posibilidad de desarrollo de un movimiento social-político
independiente. Sobre todo restituyeron el círculo mágico sindicatos-partidos-parlamento que
subordinó al movimiento social a una transición “democrática” envenenada de neoliberalismo. Luego
el rol cumplido por el Frente Amplio (FA) durante la crisis institucional en el gobierno de Jorge
Batlle (2002) defendiéndolo e impidiendo su derrocamiento, significó una enorme derrota para las
aspiraciones de transformación social en el país. Son los tres países junto a Perú en que, en mayor
medida, la ofensiva neoliberal ha lesionado la soberanía nacional y los derechos de la población.
Colombia, con el presidente Uribe, que entregó siete bases militares a EEUU, se transformó en una
plataforma de intervención del Pentágono en el continente. Chile que es el buque escuela del
neoliberalismo en América, salió de la dictadura de Pinochet bajo la conducción de la Concertación
Democrática (socialistas y democristianos) amparando las recetas económicas de Friedman-Pinochet
y evitando la condena de torturadores y asesinos de la dictadura. Tiene el triste honor de ser el país
con mayor desigualdad de Latinoamérica. En Uruguay la población resistió los sucesivos Planes de
Ajuste Estructural (PAEs) de gobiernos lacayos de EEUU (entre 1985-2005) con campañas
plebiscitarias que impidieron la mayor parte de las privatizaciones de las empresas del estado e
incluso impuso una alteración constitucional –primera en el mundo- que impide la privatización del
agua. El triunfo electoral del FA (2004) significó el definitivo ingreso de la variopinta izquierda
frenteamplista en la institucionalidad burguesa. Y el retroceso no sólo significa mayor dependencia
económica: la mayoría del FA ha impedido el juicio y castigo a los represores de la dictadura,
encerrando a un puñado de verdugos en una cárcel-hotel y promoviendo la “reconciliación” con unas
fuerzas armadas plagada de torturadores y asesinos. Los grandes partidos de izquierda o de los
trabajadores y los más importantes movimientos guerrilleros de Latinoamérica del siglo XX o se
volcaron directamente a ejercer el triste oficio de administradores del capitalismo dependiente o se
micro-fraccionaron en grupos o grupúsculos testimoniales. En Argentina un gobierno burgués
populista cumplió un rol similar de restaurador de la gobernabilidad amparado principalmente en
una política de derechos humanos radical. Allí el juicio a los asesinos y torturadores del gobierno
militar ha tenido la amplitud y profundidad que exigían las víctimas, sus familiares y las
organizaciones de derechos humanos. Los gobiernos de Alfonsín, Menem y de la Rua intentaron
impedir este derecho democrático. El genocidio de treinta mil desaparecidos reclamaba un Juicio y
Castigo ejemplarizante y los luchadores democráticos acabaron imponiéndolo. Como contrapartida
el movimiento peronista logró cooptar y/o aquietar al movimiento social-político de los piqueteros
que reunía y movilizaba a multitudes de trabajadores desocupados. La “izquierda radical” mientras
tanto, continuó con sus proyectos de autoconstrucción, sin ningún resultado. En la actualidad existe
una enorme ebullición de movimientos de derechos humanos, de ambientalistas, de género, etc. en
todo el país y una fuerte lucha de los indígenas y campesinos contra la expropiación de sus tierras y
los mega-proyectos de las mineradoras y empresas forestales. Por la importancia geopolítica y
económica de Brasil, el gobierno Lula (PT) (2002-2010) cumplió y el de Dilma Rousseff (2011-)
continúa cumpliendo el rol central en el restablecimiento de la gobernabilidad burguesa. Fue
también el principal responsable en detener el amplio y duro choque frontal al neoliberalismo que
tensó las fuerzas populares sudamericanas en los años anteriores. Todo el prestigio y autoridad
acumulada por Lula y el PT en las luchas contra la dictadura y en las movilizaciones por demandas
salariales, fue dirigido hacia una re-estabilización del capitalismo en crisis no sólo en Brasil sino en
todo el continente. La enorme desigualdad social de Brasil (sigue siendo uno de los tres países con
mayor desigualdad social de A.L.) fue encarada con la aplicación de las políticas compensatorias
hacia los sectores más pobres dictadas por el Banco Mundial para sortear el descontento y las
protestas, mientras se continúa con una orientación neoliberal y “cierta” independencia de EEUU,
en un proyecto de transformar al país en la China latinoamericana /14. Lula en su segundo gobierno
logró disminuir la toma de tierras por el MST –el gran movimiento social-político brasileño- y
detener la demarcación de territorios indígenas que había tenido un importante avance en los años
anteriores. En Brasil, la reforma agraria, es el punto ineludible de partida de una profunda
transformación social-política en el país. Como contrapartida a los gobiernos liberal-sociales
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administradores del capitalismo y aficionados a someterse al imperialismo, las radicalizaciones
sociales y políticas en Bolivia, Venezuela y Ecuador impusieron medidas contra el dominio político
oligárquico y la expoliación imperialista, impulsando transformaciones y avances de itinerario aún
impreciso y provocando cierto contagio antiimperialista en Centro América. En los tres países hubo
procesos constituyentes y poderosos movimientos social-políticos impulsando las transformaciones
sociales y políticas. Europa en ebullición Los ejemplos que damos sobre la lucha latinoamericana
contra el neoliberalismo y sus planes de ajuste no significa que creamos que el único camino posible
de los europeos sea el de expulsar presidentes o primeros ministros con revueltas populares. Lo que
remarcamos es la estrecha relación que existió en todos los países de Sudamérica entre las
conquistas logradas y el rigor y la extensión de las luchas. Para los europeos, el ejemplo de la
población de Islandia, en el primer plebiscito realizado luego de independizarse de Dinamarca en
1944, es muy educativo. Contra la opinión de un gobierno de coalición conservadorasocialdemócrata más del 90% de la población se negó a transformar el colapso de un banco de
Internet en el país, en deuda pública. Quizá la experiencia de Islandia no será fácil de repetir.
Después del fracaso de la UE al perder los plebiscitos de Francia y Holanda que los obligó a
abandonar el proceso de aprobación de la constitución europea, sus gobiernos, van a impedir de
todas formas cualquier consulta a la población. La derrota neoliberal en los referendos en Italia este
mismo mes reafirma a los gobernantes de Europa que la consulta popular es una amenaza de
fracaso. En Francia la oleada de huelgas de 2010 consiguió ser controlada por las centrales
sindicales y terminó cumpliendo el papel de elemento de presión de la burocracia sindical para la
negociación con Sarkozy. Tanto el Quebra-Quebra de São Paulo de 1982 como el Caracazo de 1989
no deben ser despreciados por su carácter espontaneísta. Fueron anuncios de la rabia y el empuje
de coraje que primaba en sectores populares. También fueron ensayos de futuras acciones
victoriosas como la imposición luego de las “Directas Ya” en Brasil y las movilizaciones que
expulsaron a Collor o la destitución de Carlos Andrés Pérez (1993) y la derrota del golpe contra
Chávez en 2002. Sospecho que la explosión de furia juvenil en las banlieues de Francia en 2005, que
se repitió en menor escala en agosto 2010 y que tiene profundas raíces de indignación por falta de
perspectivas educacionales y de ascenso social, así como rechazo a la prepotencia y crímenes
policiales y al racismo estatal, debe ser sopesada en todas sus implicaciones. Quizá la explosión en
las banlieues sea la primera manifestación de otros tantos estallidos con mayor madurez, de
justificada cólera popular. España ya está en medio de un proceso constituyente. Los “Indignados” el
M-15, las asambleas en los barrios, luego el J-19 han sido etapas de debate democrático de una
nueva carta que transforme la institucionalidad política y la orientación económico-social en el país.
El problema es como imponer ese proceso como algo ineludible e insoslayable. La corrupta clase
política deberá enfrentarse a un movimiento social-político nacional que abarque a la mayoría de la
población y demuestre su férrea decisión de iniciar una reestructuración profunda de la sociedad
hacia un sistema alternativo al capitalismo. En ese proceso es imprescindible el frente único con los
sindicatos y centrales movilizadas. Pero es primordial que el movimiento social-político extraparlamentario de los “Indignados” mantenga su independencia y evite de todas formas ser absorbido
por el triángulo nefasto sindicatos-partidos-parlamentos. Un medio español /15 alertó que el
llamamiento a una Huelga General por la movilización del 19-J sería considerada ilegal por el
gobierno porque una huelga es ilegal “cuando se inicie o sostenga por motivos políticos o con
cualquier otra finalidad ajena al interés de los trabajadores afectados”. Y solo podrían ser
convocadas por las centrales sindicales. Una prueba más de la ansiedad de la institucionalidad por
defender que las motivaciones políticas sean ajenas a los trabajadores organizados y por preservar
el círculo mágico sin salida sindicatos-partidos-parlamento. El movimiento de la Plaza Syntagma en
Grecia tiene similares características al M-15 pero la movilización de los sindicatos ha cumplido un
rol mayor que en España. Las huelgas de funcionarios públicos y trabajadores en general no han
cejado. Un síntoma de la posibilidad de frente único entre sindicatos y movimientos social-políticos.
Los pueblos de Europa tienen la vista puesta en los procesos abiertos en España y Grecia. Y el
desarrollo de la resistencia en el continente a los planes de ajuste del FMI-UE-BCE dependerá de
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cómo sea el desenlace de los enfrentamientos actuales en ambos países. De cualquier forma en toda
Europa es muy difícil la ruptura de la población trabajadora con la dupla sindicatos-partidos
socialdemócratas. Son más de 100 años de continuidad de esa armadilla que la hace considerar
inamovible. Para las rebeliones en el Magreb y otros pueblos árabes movilizados, el imperialismo va
a intentar la misma política aplicada en Latinoamérica durante las salidas de las dictaduras militares
en las décadas del ‘80 y ‘90 del siglo pasado: transiciones democráticas al modelo español /16, con
amnistías a los represores, planes de endeudamiento (FMI-BM), intoxicación neoliberal en los planes
económicos, corrupción de las élites y continuidad de la expoliación imperial. El rechazo de Egipto a
la oferta de préstamos del FMI hace pocos días, indica las dificultades de la estrategia imperial. Para
el sistema capitalista hoy, destrucción, especulación, guerra y lucro son directamente dependientes
y complementarios. Es inútil procurar en el capitalismo las fuerzas que contrarresten su enfermiza
dinámica destructiva en medio de una crisis estructural crónica del sistema. Es una época en que el
sistema se caracteriza por el despilfarro irresponsable de todo tipo de recursos sin medir las
consecuencias presentes y futuras sobre el medio ambiente, la sobrevivencia del planeta y de la
humanidad. Y usando esos recursos para multiplicar la producción de armamentos, y todo tipo de
mercancías destructivas, inservibles o superfluas con total desprecio de las reales necesidades
humanas. A la vez que el uso cada vez más agudo de capital en el proceso de producción destructiva
genera desempleo estructural creciente. El resultado es la producción en masa de “individuos
innecesarios o sobrantes”: desocupados, marginados, habitantes de arrabales y tugurios sin
servicios, o directamente indigentes sin recursos y sin techo. Es decir el peor tipo de desperdicio, el
desperdicio de personas. Por eso cualquier esperanza en un nuevo mapa de ruta de los gobiernos
actuales europeos –sean socialdemócratas o conservadores- que los aparte del saqueo financiero, de
la dinámica guerrerista de la OTAN, de la corrupción en las altas esferas, de la destrucción
ambiental o del empobrecimiento de la población y separe a Europa del ultimátum armamentista y
de la fiesta irresponsable de Wall Street y sus banqueros subordinados europeos, es un espejismo.
Europa no tiene la magnitud de los suburbios miserables de Latinoamérica pero ya cuenta con
ochenta millones de europeos que viven hoy bajo el umbral de la pobreza /17. Con la generalización
de los PAEs, Grecia, Portugal, España, Gran Bretaña, Irlanda, Estonia, Hungría, Polonia, Letonia,
etc. sumarán varias decenas de millones más. El estado benefactor pos II Guerra Mundial no
regresa. En esta nueva época histórica la alternativa sólo puede estar en una nueva sociedad, en
otro mundo con otros valores. Un mundo que gire alrededor de las necesidades humanas y garantice
nuestro deseo de heredarlo con seguridad a nuestros descendientes. 29 de junio 2011. Isla de Santa
Catarina. Brasil
Notas 1/ J.L.Berterretche, Once fugas y un retorno, Tesis sobre la inestabilidad institucional en
Sudamérica, Isla de Santa Catarina, junio 2005. Editado en su primera versión por Correspondencia
de Prensa. Ensayo histórico sobre el padrón de comportamiento en el derrocamiento de presidentes
en Sudamérica (1992-2005) y tesis sobre la inestabilidad institucional. Se tomó como punto de
partida del ensayo, la caracterización continental expuesta en América Latina: Crisis Continental y
Construcción de Alternativas Radicales de Ernesto Herrera y Charles Udry, 2004. 2/ En 2005 con la
colaboración de Tali Feld Gleiser y Raúl Fitipaldi presentamos en la 3ra. Jornadas Bolivarianas del
Instituto de Estudios Latino Americanos (IELA) de la Universidad Federal de Santa Catarina (UFSC)
un ensayo titulado Nuevo Sujeto Social-Político que intentaba encontrar un conjunto de aspectos
comunes de los movimientos protagonistas de la rebeliones sudamericanas en el período 1992-2005.
Este será el primer texto editado por la Biblioteca Virtual de Desacato.info. Si tiene interés en
recibirlo, solicítelo a [email protected] 3/ Tomamos la caracterización de la clase-que-vive-deltrabajo de Ricardo Antunes en Os Sentidos do Trábalho (BOITEMPO Editorial, Sao Paulo, 1999). Una
caracterización más amplia que el estricto proletariado industrial y que abarca a los asalariados en
general, los precarizados y el creciente contingente de desocupados y personas consideradas
superfluas en esta nueva época del capitalismo. 4/ Mészáros, István, Para Além do Capital, Editorial
Boitempo, Sao Paulo, 2002. p. 833-834 5/ Ibid. p. 834 6/ Ibíd. p. 793 7/ Ibíd. p. 856. 8/ Daniel
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Bensaïd “Teoremas de la resistencia a los tiempos que corren” 2004,
http://www.lahaine.org/index.php?p=7863 9/ Ibíd. 10/ Ibíd. 11/ Mészáros, István, Para Além do
Capital, p. 843 12/ Ibíd. p. 843 13/ “El primer componente central del “evismo” es una estrategia de
lucha por El poder fundada en los movimientos sociales. Esto marca una ruptura con las estrategias
previas que ha conocido nuestra historia política y buena parte de la historia política continental y
mundial. Anteriormente, las estrategias de los sectores subalternos estaban construidas a la manera
de una vanguardia política cohesionada que lograba aglutinar en su base social a estos
movimientos.” ... “En otros se trató de una vanguardia política democrática-legal o armada que
lograba arrastrar o empalmarse con movimientos sociales que la catapultaban...” ... ”El “evismo”
modificó ese debate, al plantearse la posibilidad de que el acceso al poder sea obra de los propios
movimientos sociales.” Álvaro García Linera, (vicepresidente boliviano) Los fundamentos del
“evismo”, Revista DEF n 9, p 32 Argentina, mayo del 2006. 14/JLBerterretche, Brasil, La China
latinoamericana, http://www.lahaine.org/index.php?p=47665 - 20 08 2010. 15/ Se trata de El
Confidencial Digital que además remarco que “El secretario de Comunicación de CCOO, Fernando
Lezcano, aseguró que El sindicato no tiene previsto convocar un paro general y se remitió al acto de
delegados sindicales que están preparando para El mes de septiembre. Desde UGT, El secretario de
Acción Sindical, Toni Ferrer, recordó que ya ha habido una huelga general, que desembocó en El
Acuerdo Económico y Social, y afirmó que su organización está centrada en recuperar El diálogo
social.” Es decir, por ahora, ni CCOO ni UGT tienen interes en movilizarse junto a los “Indignados”.
16/ Felipe González ya viajó a Túnez a promover su nefasto “modelo de transición democrática”. 17/
Declaración del presidente de la Comisión Europea, José Manuel Barroso en Bruselas: “Es
totalmente inaceptable que casi 80 millones de europeos vivan hoy bajo el umbral de la pobreza”.
Esto significa el 16 % de la población total de los 27 países que forman la Unión Europea que supera
500 millones de personas. Agenda Radical
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