Fundación Universidad del Cine Maestría Cine Documental Cátedra: Dirección I Análisis de la película Berlim 10/90, de Robert Kramer por Carolina Berger Hay una palabra que se repite! Los fragmentos de una memoria, de una ruina, de una memoria que busca entender un mundo en lo cual alguien cercano vivió. Kramer vuelve al mundo en que vivió su padre como estudiante de medicina. El cineasta poco sabe de estos años, pero parece tenerlos imaginado, así como imaginó la ciudad donde recorrió su mirada para hacer el documental. Berlín 10/90 es memoria, es lo que Kramer trabaja con magia y maestría. Su pensamiento se vuelve en un sencillo plano secuencia de una hora. Berlín está puesta en escena. La ciudad que vivió dos grandes guerras, dos regímenes políticos, en donde se ubicó una parte del pasado de su padre está mirada y pensada desde el pasado imaginado por el autor, desde el pasado de la historia, desde las memorias que traen los agujeros en sus grandes y monumentales predios. Berlín es para el una “encrucijada de la historia, de los fantasmas de la América” en donde el construye una camino semejante al de quién está en una encrucijada. La cámara, en el plano secuencia, montado en el extraño espacio blanco, hace un recorrido hacia su memoria, sus movimientos por el escenario del plano secuencia son como una búsqueda a los caminos que tomó su pensamiento al ponerse de frente con este fantasma, con la Berlín que significa mucho de lo que es su vida y de lo que es la historia. Vemos un escenario blanco, la voz off (concepto clásico del documental que no parece ser lo que Kramer usa en esta película) de un supuesto personaje y la fotografía parecen indicar una ficción, pero estamos delante de un documental. Todo se pasa mientras la cámara se mueve y no se mueve en el escenario. Las imágenes de Berlín están un una televisión puesta en el baño (“strange white space”). Kramer es el personaje que filmó estas imágenes y ahora transita por este baño explicándolas y interpretándolas. Una hora, tiempo suficiente para que veamos el espacio, las imágenes de Berlín en la tele, partes de una posible entrevista y Kramer hablando para el espectador, para la cámara o mismo para si mismo, en la búsqueda de los fragmentos de su memoria. Un documental moderno, subjetivo y subversivo, pues trata de crear una estructura narrativa que subvierte con varios conceptos de recursos utilizados en el género documental. Tenemos la realidad revelada de otra manera, desde como estructura el relato hasta como construye el tiempo. La voz off vamos que no está en off, hay presencia de quién habla. La entrevista no explica, ilustra. Las imágenes en vivo, son puestas en escenas en una pantalla y muchas veces son solamente referencias a lo que habla la memoria de Kramer y la compaginación está entre varios elementos (des)organizados en el plano secuencia. Analizando de forma más detallada: La voz off no es off ni over. Tenemos el locutor presente, muchas veces presente delante de la cámara, como imágenes tomadas en direct. Es esta voz lo que da la dirección, el camino de la cámara. Estamos en un studio, en una grabación en vivo. Se tiene revelado el concepto de “Studio cinéma de la realité” de Kramer. Esto en el sentido de que la cámara desliza por un escenario de lo real, en un estudio de la realidad construida, puesta en escena. El momento está allá, no hay actores representando el otro. Hay un autor representando si mismo, su película, su pensamiento, su valiosa memoria. Tenemos un studio /escenario montado con su representación del mundo, un mundo en lo cual Kramer vivió algunos días con la cámara en la mano pero que también en el vivó su memoria, en su imaginación antes de conocerlo. Hay dos momentos de puesta en escena, un cuando Kramer registro en la cámara su mirada hacia Berlín, el otro, el prlano secuencia por si mismo, cuando estas imágenes más su presencia cuentan su memoria. La segunda subversión está en el uso de la entrevista. Vemos una entrevista /charla con personas de Berlín. La entrevista no parece ser tomada en partes elegidas como generalmente es usada en relatos documentales y si tomada como un momento que oscila entre estar y no estar representado. Pocas veces son tomadas imágenes de la entrevista, cuando las toma, son imágenes puestas de forma fragmentada, as veces como imagen otras como sonido. Y Kramer las interpreta al mismo momento que las vemos al mismo tiempo en que muchas veces el las olvida, no las mira, de ellas no habla y ni las muestra. Una entrevista que ilustra mucho más que sirve para relatar. Cuanto las imágenes hechas en Berlín, filmadas por Kramer. Ya no son representadas en una pantalla entera, como esperamos. Pocas veces las vemos integralmente, ellas están en la pantalla de la televisión, para Kramer mirarlas y después, cuando resuelva, nos dejar ver. Una subversión en la manera de permitirnos mirar. Desde el punto de vista de la montaje, tenemos un plano secuencia y una montaje interna a el, en los movimientos de cámara, en las elecciones de para donde va la cámara (o la mirada del espectador) y la montaje hecha en la televisión que parece connotar su propia memoria de Berlín, de su propia vida. ¿Cuál es la verdad sobre lo que vemos? Vemos el realizador preguntarse por eso todo el tiempo, buscar verdades, caminos por donde encontrarla, la verdad y su memoria. En una máquina el escribe partes de lo que seria el guión: No hay tiempo que perder Robert. Y después de este raro y perturbador/ revelados recorrido por sus vísceras, su mirada y por su pensamiento el hace con que la cámara vuelva para donde empezó el plano secuencia. Una pileta llena de agua; el lava su rostro, como un gesto de fatiga por tener viajado para tan lejos. Sus frases lo explican todo: el video es una cassette (tape) que corre como un cassette (tape) de la memória.