“HOSANA EN LAS ALTURAS” Domingo de Ramos (Procesión) CICLO B - 11, l Cuando se aproximaban a Jerusalén, estando ya al pie del monte de los Olivos, cerca de Betfagé y de Betania, Jesús envió a dos de sus discípulos, - v. 2 diciéndoles: “Vayan al pueblo que está enfrente y al entrar, encontrarán un asno atado, que nadie ha montado todavía. Desátenlo y tráiganlo; - v. 3 y si alguien les pregunta: “¿Qué están haciendo?”, respondan: “El Señor lo necesita y lo va a devolver en seguida”. - v. 4 Ellos fueron y encontraron un asno atado cerca de una puerta, en la calle y lo desataron. - v. 5 Algunos de los que estaban allí les preguntaron: “¿Qué hacen? ¿Por qué desatan ese asno?” - v. 6 Ellos respondieron como Jesús les había dicho y nadie los molestó. - v. 7 Entonces le llevaron el asno, pusieron sus mantos sobre él y Jesús se montó. - v. 8 Muchos extendían sus mantos sobre el camino; otros, lo cubrían con ramas que cortaban en el campo. - v. 9 Los que iban delante y los que seguían a Jesús, gritaban: “¡Hosana! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor!” - v 10 “¡Bendito sea el Reino que ya viene, el Reino de nuestro padre David! ¡Hosana en las alturas!” Mc. 11, 1- 10 Introducción: En este domingo de Ramos, finalizado el tiempo de Cuaresma, se da comienzo a la “Semana Santa” o semana mayor, que es el centro del año litúrgico cristiano. La liturgia para esta festividad, está estructurada en dos partes. En la primera se conmemora la entrada mesiánica de Jesús en Jerusalén, con el rito de la bendición de los ramos y la procesión dedicada a Cristo Rey. En la segunda parte se celebra la Santa Misa donde se proclama el relato de la Pasión del Señor. La primera parte, que entregamos como “Aporte” para este domingo es triunfal y gloriosa. En ella Marcos presenta a Jesús como “el que viene en nombre del Señor”, que entra en Jerusalén como “Hijo de David” y es recibido con una aclamación mesiánica: “¡Hosanna en las alturas!” Aportes para la Lectura: - v. 1 El viaje de Jesús y sus discípulos hacia la Ciudad Santa, llega a su fin y con ello se da comienzo a la última parte, el punto culminante del evangelio. Se aproximan a Jerusalén, están cerca de Betfagé (“casa de los higos verdes”) y de Betania, dos pequeñas aldeas situadas en la ladera oriental del monte de los Olivos. Este “monte”, muy poco mencionado en el Antiguo Testamento, juega un papel importante en los evangelios (Mc 13, 3; 14, 26). Su nombre, que no ha cambiado desde los tiempos de David, se debe a la gran cantidad de árboles de esa especie que crecían en él. Hoy solo quedan pequeños grupos dispersos. El monte está separado de Jerusalén, por el valle o torrente del Cedrón, que es el mismísimo valle de Josafat donde se debía celebrar el juicio final, según la profecía de Joel (Jl 4, 1-2). - v. 2 Allí, Jesús tomando la iniciativa, envía a dos de sus discípulos al pueblo que se encuentra enfrente (Jerusalén) con una orden sorpresiva: traer un asno atado que nunca había sido montado. El asno no tenía en Oriente el sentido rústico que hoy se le atribuye. En la antigüedad era una de las cabalgaduras de personas notables: (Nm 22, 21; 1Rey l, 33). Jesús al elegir esta montura no busca solo la humildad que representaba entre la gente de su país. Busca más que nada, el cumplimiento de una profecía (Zac 9, 9). En ella se menciona la venida de un rey, pero de un rey mucho más espiritual que político. Y esta idea aparece acentuada por la frase de Jesús que alude a que el asno no ha sido montado por nadie, pues los antiguos estimaban que un animal ya empleado en usos profanos, era menos idóneo para usos religiosos. - v. 3 Jesús poniendo de manifiesto su autoridad y soberanía, ordena disponer de un animal ajeno, pero previendo las posibles objeciones de los dueños, manda responder que el “Señor lo necesita” y lo devolverá luego de cumplida su misión. - v. 4-6 Los discípulos fueron al “pueblo de enfrente” y constataron todo lo que Jesús les había dicho, encontraron un burro atado, en el que nadie había montado todavía. Cuando lo iban a desatar, tuvieron que decir a los que allí se encontraban, lo que Jesús les había encomendado y la gente comprendió las exigencias. - v. 7 Cumpliendo con el encargue de Jesús, los discípulos le acercaron el asno. Pusieron sus mantos sobre el lomo del animal para ornamentarlo, como era la costumbre popular para recibir a un personaje importante. Jesús montó en él y comenzó su camino para ingresar a Jerusalén. - v. 8 Cuando la gente vio a Jesús montado sobre un burro, lo asociaron con la entrada festiva de Salomón en la mula de su padre David, después de su unción real (1Rey 1, 38-40). - v. 9 Los que precedían a Jesús en su camino a Jerusalén y los que le seguían, exclamaban jubilosos: “Hosanna, Bendito el que viene en nombre del Señor”. La expresión “Hosanna” empleada por la gente, en un principio tenía un sentido fundamentalmente religioso y se traducía como “Yahvé, ¡Sálvanos!” (Sal 118 (117), 25). Pero en tiempos de Jesús había perdido este sentido, transformándose en un grito de júbilo, equivalente a nuestro “¡Viva!” La aclamación “Bendito el que viene en nombre del Señor”, está tomada del Salmo 118 (117), 26, el último de la colección de seis poemas que la tradición rabínica denomina “Hallel” (Sal 113-118), palabra hebrea vinculada con la exclamación litúrgica “¡Aleluya!” Estos salmos eran cantados en las fiestas religiosas más importantes, sobre todo durante la celebración de la Cena Pascual. (Mc 14, 16). - v. 10 Los que acompañaban a Jesús, bendicen el Reino que se aproxima, el Reino de David, el padre de los judíos nacionalistas. Dios había prometido a David una dinastía y un trono eternos (2Sam 7, 16). La gente esperaba al Mesías, el “Hijo de David” que vendría a dar cumplimiento a esa promesa. Aclaman a Jesús como Rey pero lo asocian al reino terrenal de David y no comprenden que con Él comienza el Reino de Dios y la frase “hosanna en las alturas” es sinónimo de “Gloria a Dios en las alturas” (Lc 2, 14) exclamación de alabanza de los ángeles al anunciar el nacimiento del Salvador. Aportes para la Meditacion: - “…el Señor lo necesita…” Me necesita a mí, nos necesita a nosotros, quiere que participemos en su obra de salvación, que preparemos el camino. ¿Somos generosos en nuestra respuesta? ¿Reconocemos que Jesús es nuestro Salvador, nuestro Señor? Nuestras actitudes, nuestras relaciones, nuestras opciones ¿Muestran, manifiestan que Él es el Rey en nuestra vida? Oración. Sugerimos: - oraciones (de acción de gracias o peticiones) espontáneas en torno a lo reflexionado. - aclamaciones de alabanza a nuestro Rey, como lo hizo el pueblo de Jerusalén. - Cantar “Señor tu eres mi Dios” ó “Den al Señor sus alabanzas” Contemplación/Compromiso: La contemplación, nos invita a recorrer, silenciosamente, en nuestra mente y en nuestro corazón lo que Dios nos ha mostrado durante esta lectio y nos ilumina a realizar un compromiso determinado, el cual debe ser concreto y debe implicar una respuesta a lo que Dios me pide