[CNT Logroño] Reflexiones sobre la huelga del 29-M y la

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[CNT Logroño] Reflexiones sobre la huelga del 29-M y la
criminalización de la protesta
CNT-Logroño :: 04/04/2012
Tras la tempestad vienen las valoraciones. Reflexiones sobre la huelga del 29-M y la
criminalización de la protesta
Tras la tempestad vienen las valoraciones. Reflexiones sobre la huelga del 29-M y la
criminalización de la protesta “La huelga general ha sido un fracaso, aunque las pérdidas
económicas se cifran en quince millones de euros” (Comunicado de la FER, 29/3/2012) “Alguien
debió de llamar a la policía y al ver los coches dejaron de increparme y pude salir indemne de aquel
trance” (Pablo García Mancha, “El piquete que me acorraló”, La Rioja, 30/3/2012) El 29-M es una
fecha que quedará marcada en el imaginario colectivo de la ciudad. Pocas ocasiones se recuerdan
que una manifestación hubiera concentrado a tal cantidad de población. No vamos a meternos en
una batalla de cifras cuya única utilidad es la de cuestionar el triunfo de la convocatoria; la larga
hora que tuvimos que esperar antes de poder incorporarnos a la cola de la marcha nos parece un
dato más que revelador. Nuestra reflexión parte de la evidencia de que el pueblo logroñés ha
contestado en las calles a la reforma laboral impulsada por el Gobierno central. La huelga,
entendiéndola no como una finalidad en si misma sino como un medio para la concienciación de la
sociedad, ha sido un éxito incuestionable.
No se puede
negar que el paro haya sido desigual dependiendo de los sectores comerciales: fue especialmente
llamativo –y ha sido profusamente difundido- que los comercios abrieran sus puertas durante la
jornada de huelga salvo excepciones como si se tratara de un día más. Pero las expectativas fallaron
al no ser la afluencia de clientes la habitual, como lo ponen de manifiesto las alarmistas cifras que
ofrece la Federación de Empresarios de la Rioja. Quienes optaron por no secundar la protesta
ignoraron la circunstancia de que una huelga general no solo supone una pausa en las actividades
laborales, sino también en el consumo. No quisieron tener en cuenta el hecho de que es preferible
comprar unos días antes para prevenir las posibles molestias. Las pérdidas económicas revelan que
la apuesta por la normalidad, en una situación que nada tiene de normal, era ante todo una consigna
política. Es decir, el parcial fiasco del paro, esa imagen de cotidianidad aparente, solo se pudo
conseguir gracias a un clima de miedo y amenaza.
A pesar de la demonización que desde determinadas instancias y oficiales se hace de los piquetes, lo
cierto fue que estos pasaron la huelga en una constante inseguridad. En Logroño no se llegaron a los
extremos de Torrelavega, donde un empresario acuchilló a una huelguista, pero sí se vivieron
insultos, amenazas y agresiones. La carga policial contra un enemigo formado por jóvenes y
mayores, estudiantes, personas trabajadoras o desempleadas, fue el peligro mayor, aunque efectivos
policiales la calificaron en lugar del suceso como una “mariconada” (sic). Los empresarios
aplaudieron esta actuación elogiando en una nota de prensa el “excelente trabajo de protección al
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derecho al trabajo y al mantenimiento mayoritario de la actividad, industrial, comercial y de
servicios” (30/3/2012). ¿Quién protege el derecho a la huelga? ¿Quién mantiene a los piquetes a
salvo de la campaña hostil que se ha alentado desde determinadas instancias oficiales y medios de
comunicación, animando a que cualquiera haga de reportero aficionado y difunda fotos y vídeos en
una auténtica caza del piquete?
Se nos presenta en
cambio un panorama de víctimas y victimarios, con unos papeles repartidos de forma maniqueísta.
En una rueda de prensa realizada por el delegado del Gobierno se destacaban las identificaciones
realizadas por la policía –ninguna detención- durante la huelga. Aquella “crónica negra de una
huelga blanca” (La Rioja, 31/3/2012) no tenía otro objeto que justificar el dispositivo policial
desplegado en torno a unos piquetes criminalizados, con gastos a cargo del erario público. Todo se
quedó en unos “detalles lamentables” que no incluían los incidentes provocados por esquiroles,
amagos de atropellos incluidos. Tampoco se habla de las coacciones que numerosos jefes realizaron
sobre sus empleados en los días previos a la huelga. Una realidad esta última que se conoce pero
que nunca es citada de forma expresa porque la violencia empresarial es estructural, se vive con
normalidad y porque los redactores dependen de un sueldo. Porque, en definitiva, lo que impera es
el miedo.
Se dice y se repite en bastantes foros que la huelga es un método propio del siglo XIX, pero no se
añade nada nuevo sobre cuáles son las posibles formas de protesta actuales. Probablemente el
significado oculto sea que otros elementos propios de la huelga, es decir, los sindicatos que las
organizan, las luchas que se persiguen y los objetivos que se consiguen forman parte también de un
pasado periclitado. Este mensaje pesimista choca con la convicción de que las huelga y los piquetes
son dos de los escasos medios con que cuentan los trabajadores para emprender la lucha, la única
luz de esperanza entre tanta tiniebla. Esta es la imagen que nos proporciona la marea humana del
29-M y que nos reafirma en nuestras ideas.
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