Educar en la interculturalidad* Juan Ansión* Es un lugar común hablar de la diversidad cultural del país. Durante mucho tiempo, el debate sobre el tema se centró en la relación entre la cultura heredada de los antiguos andinos y la proveniente de las tradiciones occidentales. De algún modo, se ponía el énfasis en la necesidad de reconocer que el Perú contemporáneo seguía siendo heredero de la subordinación de indios por españoles o criollos durante el periodo colonial. En el afán de asumir la defensa de una antigua cultura oprimida, se caía fácilmente en una visión idealizada de la cultura. Esto se criticó como esencialización desde la insistencia en el carácter histórico de la cultura, llegándose a veces, por contraposición, a considerar que la cultura andina no existía, que ella era pura invención de la antropología. Los estudios sobre la realidad cultural y étnica se fueron encasillando de tal modo que era difícil salir de esta contraposición bipolar entre quienes supuesta o realmente defendían la vigencia de “lo andino” y peleaban por su “rescate” y quienes sólo veían un proceso social complejo en el que la gente iba accediendo a la modernidad desde el desarrollo de sus variados intereses. El tema en torno a la “utopía andina” fue uno de los puntos altos de ese debate que, en mi opinión, estuvo en general mal planteado, no condujo a mayores avances y terminó agotándose en sí mismo. Aun cuando cada uno de los participantes en el debate sacara sus propias conclusiones, éstas fueron tal vez más la prolongación de las propias opiniones iniciales que el resultado de la maduración de un debate serio y empíricamente bien fundado. En realidad, más que una resolución del debate, se produjo un abandono de la discusión. ........................................................................................................... *Publicado en PÁGINAS 165 , Vol. XXV, Págs 40 a 47 /octubre 2000 *Juan Ansión , socioantropólogo. Profesor principal de la PUC. PÁGINAS (165) 40 Paralelamente, diversos proyectos habían venido experimentando alternativas de educación bilingüe en zonas rurales del país. Desde estas experiencias educativas puntuales fue gestándose una corriente de pensamiento que recalcaba que la educación bilingüe no debía considerar solamente el punto de vista lingüístico, sino que debía abarcar lo cultural y por tanto debía ser también intercultural. Un segundo paso se dio cuando la interculturalidad se propuso como un principio orientador de toda la educación en general en el país. En la actualidad, existe bastante consenso entre los educadores peruanos en torno a la idea de la necesidad de desarrollar una educación intercultural. Esta experiencia proveniente del campo de la educación podría ayudarnos a retomar el debate en términos más interesantes, más sólidos y también más útiles para la acción y la propuesta de alternativas para el país. Con el riesgo de simplificar demasiado, podríamos decir que el enfoque anterior miraba la realidad del país en términos de contraposición (entre cultura andina y occidental, o entre tradición y modernidad), la misma que, en términos académicos, se vivía como polémica y confrontación. La experiencia educativa conjuntamente con la urgencia política de encontrar salidas viables para la convivencia en un país diverso nos orienta en cambio a poner el énfasis en la relación intercultural y se interesa por ello en el establecimiento de puentes entre quienes son o se creen diferentes. BASES DE UNA EDUCACIÓN CULTURAL Presentaré ahora las ideas centrales que sustentan, en mi opinión, la propuesta de una educación intercultural para el país. Se reconoce, para empezar, que la diversidad cultural no significa la simple yuxtaposición de culturas. Individuos nacidos dentro de un grupo humano determinado no son impermeables a influencias culturales que provienen de otros grupos. Parece más bien que esta permeabilidad, esa flexibilidad para incorporar nuevas formas de vivir en el mundo, es propia de todo ser humano. Cuando grupos pertenecientes a ámbitos culturales diferentes se encuentran en contacto permanente e intensivo, es inevitable que se produzcan influencias recíprocas aun cuando éstas sean negadas. PÁGINAS (165) 41 Una cosa es la identidad, como autoadscripción consciente a un grupo cultural determinado, y otra el conglomerado de influencias culturales que han contribuido a formar nuestra manera de relacionarnos con el mundo. El tener presente esta distinción sencilla entre identidad consciente y herencia cultural real ayudaría mucho a desarrollar el debate sobre el tema. Que haya permeabilidad no quiere decir desde luego que, como resultado del proceso de intercambios mutuos, terminemos todos sintiendo y pensando del mismo modo. En efecto, vamos construyendo y reformulando nuestras maneras de percibir y de vivir en el mundo sobre la base de nuestras experiencias anteriores de socialización. Cuando aprendemos de niños a movernos en el mundo, aprendemos, simultáneamente, qué tipos de elementos nuevos incorporar y cómo hacerlo, y éste es uno de los aspectos distintivos de cada cultura que cobra particular importancia en el tema que nos ocupa, pues no toca solamente a los componentes de contenido de las culturas (que pueden o no ser incorporados desde otra historia cultural, como, por ejemplo, los fideos chinos por los italianos o la papa andina por los europeos). Las influencias mutuas entre grupos humanos no se dan en una suerte de vacío etéreo, sino todo lo contrario. Se producen con ocasión de relaciones sociales muy concretas, son parte de un proceso histórico y, como tales, se dan normalmente en medio de grandes tensiones y conflictos. El reconocer las influencias culturales mutuas supone reconocer esta dimensión histórica, que incluye muchas veces relaciones de dominación, de explotación, de injusticia. En el Perú, el reconocer que el encuentro de culturas se produjo mediante un proceso violento que significó injusticia, explotación y un gran sufrimiento para los pueblos dominados, no debe impedirnos mirar que aun en medio de un proceso tan duro se produjeron intercambios culturales que hicieron cambiar a unos y otros. El trabajar desde una perspectiva intercultural supone por ello trabajar con la gente para que reconozcan las múltiples influencias que han forjado su forma de ser, incluyendo aquellas influencias que nos les gustan mucho o sobre las cuales mantienen ambigüedades. Desde ya queda claro que este problema nos concierne a todos y no es exclusivo de los pueblos y grupos humanos que hablan un idioma ancestral, pues ellos más bien, por la fuerza de la realidad social, están obligados a reconocer y trabajar su pertenencia a dos vertientes culturales o más. PÁGINAS (165) 42 Resulta muy difícil rastrear el origen de muchas de nuestras formas de actuar, de sentir o de pensar. ¿Hasta qué punto, por ejemplo, el culto de los santos y, en general las representaciones religiosas, en el Perú tienen bases andinas o bases occidentales? Se pueden dar argumentos en uno u otro sentido y no me parece evidente que al final la investigación arqueológica o etnohistórica pueda resolver el asunto. Para lo que nos interesa aquí, en todo caso, lo importante es aprender a reconocer dentro de nosotros mismos las influencias múltiples y, para ello, no limitarnos a los elementos más cercanos a los valores y forma de ver de la cultura de mayor prestigio social, sino examinar con especial interés lo que proviene, en nuestra socialización, de las vertientes culturales menos valoradas. Una manera de hacerlo es centrándonos en lo que tenemos en común con personas que, a primera vista, nos parecen muy diferentes. De esta manera, una educación intercultural apunta a establecer y ensanchar puentes entre personas y grupos que se consideran diferentes, no sólo desde una actitud de valoración de las diferencias, sino también desde la constatación de lo que tenemos en común, en especial en los aspectos menos reconocidos socialmente. De situación de hecho, la interculturalidad se convierte entonces en principio orientador, en esfuerzo positivo por trabajar la relación, lo que supone también trabajar por crear las condiciones sociales para que este proceso se dé en un contexto que permita un verdadero respeto mutuo. La apuesta no es nada sencilla, pues supone ubicar el reto pedagógico de la educación intercultural dentro de una perspectiva que abarca desde los aspectos políticos y sociales hasta el desarrollo de una actitud mental que toma en serio las formas culturales marginadas. Esto significa desarrollar la disposición para aprender de expresiones culturales distintas, en contra de la tendencia a reducirlas a una mercancía que se ofrece como espectáculo u objeto artesanal1 . En breve, la base del trabajo en educación cultural es una actitud de respeto orientada a escuchar al otro y aprender de él, con la disposición de encontrar dentro de uno mismo elementos de empatía y puntos de convergencia, de cotejar nuestras maneras de ver con las de otros, en la perspectiva de construir juntos formas de interpretación y propuestas de acción más ricas y complejas. Vista así, la diversidad cultural deja de ser considerada como desventaja para valorarse su enorme potencial. Y de la simple constatación de los multiculturalidad se pasa a la perspectiva de la interculturalidad. Lo que en el Perú alguna vez pareció un estorbo, se convierte ahora en nuestra mayor riqueza, más aun cuando nuestras tradiciones culturales valoraban y aprovechaban la diversidad. PÁGINAS (165) 43 UNA EDUCACIÓN INTERCULTURAL EN SERIO Así, la perspectiva intercultural no se limita a valorar la diversidad cultural ni a respetar el derecho de cada uno a mantener su propia identidad. Busca activamente construir relaciones y desarrollar una unidad más compleja. Implica una disposición a aprender y a cambiar en el contacto con el otro. No coloca el fortalecimiento de identidades como condición para el diálogo, sino asume que las identidades se construyen en la propia tensión dinámica del encuentro que es también, desde luego, un encuentro muchas veces conflictivo, pero que se reconoce como fuente de desarrollo para todos. Es exactamente lo contrario de lo que el escritor Amin Maalouf, desde la experiencia libanesa, llama las “identidades que matan”, en crítica a una concepción que “reduce la identidad a una sola pertenencia, que instala a los hombres en una actitud parcializada, sectaria, intolerante, dominadora, a veces suicidaria, y los transforma muchas veces en homicidas o en partidarios de los homicidas”2. La educación intercultural toma en serio la necesidad de desarrollar las bases de la intercomprensión desde los principios profundos de cada cultura. El reto es abrir la cultura a los demás, hacer el esfuerzo de traducción cultural que permita el intercambio, lograr hacerla accesible, de algún modo, por quienes no han nacido en ella y también para los jóvenes de hoy en día que eventualmente la rechazan por considerarla signo de atraso. El reto es incorporar las diversas culturas en el diálogo planetario moderno, en una universalidad que no se identifica con el dominio de la razón triunfante, sino con un esfuerzo de convivencia humana. En un país de profundas raíces andinas como el Perú, esto supone, entre otras cosas, estudiar de qué manera las sociedades andinas han sabido enfrentar el reto de la diversidad. La civilización moderna occidental se ha desarrollado sobre la base de la uniformización de los productos de su industria. A diferencia de la producción artesanal, la homogeneización industrial ha permitido una producción en gran escala, con alto nivel de calidad. Ahora bien, desde ese plano material exitoso, se pasa fácilmente a la idea de que, en general, es bueno uniformizar. Y la universalidad ha sido concebida, entonces, como uniformización sobre la base del modelo creado en Occidente. Así, los métodos utilizados con éxito en la industria, fueron trasladados a la agricultura. Los movimientos ecologistas que, es bueno destacarlo, también utilizan los aportes de la ciencia occidental vienen llamando la atención desde hace tiempo sobre los peligros de una PÁGINAS (165) 44 agricultura centrada en unas pocas especies. El tema de la clonación ha llamado la atención sobre todo por los temores de su posible aplicación a la especie humana. Hay, sin embargo, otra pregunta que debería inquietarnos con más fuerza aún. ¿Por qué ese afán obsesivo por reproducir masivamente los individuos considerados dignos de ello? Hay un sesgo obvio, pero no dicho, en los criterios de selección o de transformación de plantas y animales que están vinculados directamente a las necesidades de un mercado homogeneizado en el que la rentabilidad se mide básicamente en términos de cantidades, esto es, en peso o en tamaño. En contraposición, me viene a la mente la sabiduría del campesino andino que, en su agricultura tradicional, coloca en el mismo hoyo papas de diversas características, de suerte que, si el año es bueno, la papa de mayor rentabilidad, menos resistente a la helada o a las enfermedades, podrá desarrollarse, aunque menos que si hubiera estado sola, pues compite con otras especies menos rentables; pero si el año es malo, no se perderá todo, sino sobrevivirá aquella papa más resistente a la helada aunque de menor crecimiento. Recuerdo también aquella práctica del campesino andino que, al ingresar al mercado para el que produce una papa “aguachenta y desabrida pero que crece y pesa mucho”, sigue manteniendo para su autoconsumo una papa más pequeña y fea que “no es rentable”, pero que le gusta a su mujer. Con este último ejemplo encontramos, de paso, una aplicación directa del modo como en los Andes se trabaja la diversidad creando espacios complementarios. APRENDER DEL USO ANDINO DE LA DIVERSIDAD Ante la crisis de una civilización que tiende a arrasar sin piedad todo lo que no considera útil de acuerdo a los criterios del momento, y que, en ese camino, viene destruyendo el planeta mismo, hace falta tensar las fuerzas para construir una modernidad diferente sustentada en una unidad compleja de diferencias. En ese camino, el Perú tiene algo importante que aportar al mundo y buena falta hace recordarlo a los jóvenes que buscan sentirse parte de algo grande. El manejo de la diversidad por los pueblos andinos constituye una herencia que no es una cuestión oratoria para recordar un pasado grandioso, sino debe ser fuente para construir las alternativas del futuro, recordando que, aunque en condiciones históricas muy diferentes, las sociedades de los Andes supieron convertir en ventaja la realidad de una enorme diversidad natural y humana, reto que es también el de la humanidad actual. PÁGINAS (165) 45 El manejo adecuado de la diferencia es un antiguo arte andino, tanto en lo productivo como en lo social3. Los andinos desarrollaron su agricultura sobre la base de la diversidad. Comparando con los demás centros de desarrollo de grandes civilizaciones, las condiciones de gran diversidad de climas y nichos ecológicos de los Andes no parecerían a priori nada favorables. Sin embargo, las sociedades andinas supieron sacar provecho de la posible desventaja, logrando un tipo de desarrollo de la agricultura muy original, distinto al de los demás centros de desarrollo de civilizaciones agrícolas. La estrategia básica de producción no fue el monocultivo como en otros lugares, sino la opción mucho más compleja del policultivo: más de ciento cincuenta especies vegetales domesticadas fue el resultado de una acción milenaria de aprovechamiento de la diversidad con tecnologías que en muchos casos recién los científicos están volviendo a descubrir. El maíz, la papa, los frijoles, el pallar, el camote, el pepino, el tomate, el algodón son sólo algunos productos de ese desarrollo agrícola, entre los más conocidos. No es caer en idealizaciones el constatar que recién nuestra ciencia está conociendo ahora un poco mejor los extraordinarios logros alcanzados por los andinos desde el punto de vista de la genética moderna4 o de la cibernética5. La producción andina no recurrió a herramientas sofisticadas. Su mejor artefacto fue la organización social misma. Y sus mayores logros en organización fueron probablemente los relacionados con la capacidad de lograr la convivencia y el intercambio entre grupos muy distintos. Al buscar controlar la mayor diversidad de pisos ecológicos, un grupo de parentesco se dispersa verticalmente y se encuentra con la necesidad de mantener relaciones de buena vecindad con otros grupos que tienen la misma estrategia. A su vez, al no poder ocupar todos los pisos, el grupo busca intercambiar de manera sistemática con quienes ocupan pisos complementarios. De esta manera se entretejen relaciones muy complejas que suponen identidades fuertes y métodos para regular los conflictos con quienes compiten y con quienes son complementarios. Probablemente las expresiones festivas más hermosas, en danzas y música, se originan como expresión del esfuerzo por encauzar simbólicamente los múltiples conflictos potenciales entre grupos. Verónica Cereceda6 mostró convincentemente que lo bello en la concepción andina es aquello que permite juntar armónicamente los opuestos sin mezclarlos. Por ello se asocia también con la seducción y el peligro. PÁGINAS (165) 46 Las sociedades andinas han dado así una importancia preponderante a los métodos de utilización de la diversidad y de unión de los opuestos: en lo social y en lo productivo. Naturalmente no estamos hablando de métodos modernos que supondrían individuos actuando en forma autónoma y libre. Aquí, como en todas las sociedades tradicionales, la unidad sigue siendo el grupo de parentesco u otro grupo corporativo con base en el parentesco. Dentro del grupo y entre los grupos rigen los principios de status y de jerarquía, más que los principios democráticos. Sin embargo, los principios mismos de manejo de la diversidad para crear una unidad superior, y de manejo racional del conflicto, están tan enraizados en la cultura que pueden dar lugar, como de hecho lo hacen, a reinterpretaciones y muy interesantes recreaciones en los nuevos contextos urbanos e incluso rurales incorporados al mercado. Otra faceta de la realidad cultural de los Andes o de la Amazonía es la fuerza de la relación con la naturaleza, percibida como madre de la vida. La concepción positivista de la ciencia nos ha llevado generalmente a descalificar fácilmente como mágicas muchas prácticas rituales vinculadas con la producción o con la curación. En la actualidad, antiguas prácticas de origen oriental empiezan a ser reconocidas como válidas en el mundo occidental. Las ciencias físicas y biológicas están abriendo nuevos caminos que renuevan la necesidad de diálogo con la naturaleza y abren nuevas pistas que nos muestran la profundidad del misterio de la materia y de la vida7. En torno a términos como “energías” o “vibraciones” se viene abriendo paso a una extraña y nueva convergencia, balbuceante aún, entre teorías provenientes de la astrofísica más avanzada y corrientes espirituales producto del gran encuentro intercultural planetario. Es tiempo, pues, de volver a mirar, desde esta ampliación de horizontes, las antiguas prácticas rituales y, tal vez, aprender de ellas la profunda relación entre el cuerpo y el alma, entre ciencia y espiritualidad. Con ello, no propongo un imposible “retorno” a antiguas raíces culturales, un hacer revivir el pasado. Por su propia característica, la educación intercultural está, además, muy atenta a mantenerse abierta, a estar lo más alejada posible de las “identidades que matan”. No invita a elegir entre una perspectiva cultural u otra. Busca reconciliar nuestras diversas partes, construir otras nuevas, generar mayor complejidad. La apertura al otro no es renuncia de lo propio, sino al contrario, afirmación y transformación en el encuentro. Educar en la interculturalidad es enseñar esta apertura, esta disposición a reformular incluso nuestra manera de aprender, de acercarnos al otro, de incorporar lo nuevo. PÁGINAS (165) 47 Notas: 1 Desde luego, el espectáculo o el objeto artesanal pueden ser un excelente canal para el ingreso a una comunicación intercultural. Lo que aquí se critica es la reducción de toda la cultura a ese proceso mercantil. 2 MAALOUF, Amin, Les identités meurtrières, Paris, Grasset, 1998, p. 43. 3 Los siguientes tres párrafos han sido extraídos de ANSIÓN, Juan, “El diálogo intercultural, clave del desarrollo planetario”, en Revista Sintesis, N° 26, Madrid, 1996. 4 Véase, por ejemplo, BLANCO, Óscar, “Tecnología andina. Un caso: fundamentos científicos de la tecnología agrícola”, en DOUROJEANNI, Marc, et al., Tecnología y desarrollo en el Perú, Comisión de Coordinación de Tecnología Andina (CCTA), Lima, 1988. 5 Véase en especial EARLS, John, Planificación agrícola andina. Bases para un mane-jo cibernético de sistemas de andenes, Universidad del Pacífico (Centro de investiga-ción) Ediciones COFIDE, Lima, 1989. 6 CERECEDA, Verónica, “Aproximaciones a una estética andina: de la belleza al tinku”, en BOUYSSE-CASSAGNE, Thérèse, et al., Tres reflexiones sobre el pensamiento andino, Hisbol, La Paz, 1987. 7 Véase, por ejemplo, THUAN, Trinh Xuan, Le chaos et l’harmonie. La fabrication du réel, París, Fayard, 1998. PÁGINAS 165, REFLEXIÓN/ EDUCAR EN LA INTERCULTURALIDAD, Juan Ansión, Págs 40 a 47. PÁGINAS (165) 48