GRANDES EXIGENCIAS

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GRANDES EXIGENCIAS
XIII Domingo del tiempo ordinario
Ciclo A
Jesús dijo a sus discípulos:
10,37 El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; y el que ama a su hijo o
a su hija más que a mí, no es digno de mí.
38 El que no toma su cruz y me sigue, no es digno de mí.
39 El que encuentre su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí, la encontrará.
40 El que los recibe a ustedes, me recibe a mí; y el que me recibe, recibe a aquel que me envió.
4l El que recibe a un profeta por ser profeta, tendrá la recompensa de un profeta; y el que recibe a
un justo por ser justo, tendrá la recompensa de un justo.
42 Les aseguro que cualquiera que dé de beber, aunque solo sea un vaso de agua fresca, a uno de
estos pequeños por ser mi discípulo, no quedará sin recompensa.
Mt. 10,37-42
Introducción:
El texto de este domingo nos presenta las palabras de Jesús recogidas por Mateo al final del
discurso "apostólico". En ellas se encuentran dos partes bien diferenciadas: en primer lugar, la
necesidad que tiene, aquel que es enviado, de una adhesión personal con Cristo por encima de todo
y en segundo lugar se menciona la acogida que deben recibir los que son enviados a anunciar la
llegada del Reino.
Aportes para la Lectura:
v.37 Comienza esta parte del Evangelio, con una frase de Jesús, que puede sonar muy dura: "El
que ama a su padre más que a mi...". Entre todas las frases de las Sagradas Escrituras, ésta se
incluye entre las más difíciles de comprender.
Una lectura ligera de sus palabras puede dar la impresión de que Jesús es un enemigo de las
personas que están unidas entre sí por lazos familiares. La condición que establece Jesús para ser
"digno" de Él, no es el "no-amor" a los padres e hijos, sino el amor preferencial por su persona. El
discipulado es un compromiso total que sitúa a Jesús y su misión por encima de los lazos
familiares.
El amor a los padres, parientes o vecinos, no deben prevalecer sobre el amor a Dios.
San
Agustín lo definió, podríamos decir, de esta manera: "Debes amar a quienes te engendraron, pero
más debes amar a quien creó a los que te engendraron".
v. 38 Continúa el relato con la exigencia de Jesús de romper con las propias seguridades,
simbolizada en la actitud de "tomar la cruz y seguirle".
La cruz era un terrible suplicio. Siendo de origen persa, fue usada por los griegos y por los
romanos, era la pena de muerte que estos últimos habían impuesto para los que se revelaran contra
el imperio, siempre que no fueran romanos, con el fin de que sirviera de ejemplo y nadie se
atreviera a encabezar una revolución.
Por medio de esta figura Jesús quiere amigos que lo sigan hasta en los momentos más
difíciles y extremos, para Él será el momento de la cruz. Él no habla de "morir en la cruz", sino de
"tomar la cruz". Muchas veces entendemos el tomar la cruz como si fuera aguantar alguna
dificultad que traiga la vida: enfermedades, situaciones sociales difíciles, etc.
Sin embargo, Jesús utiliza esta figura para que sus discípulos tomen conciencia de la
seriedad del compromiso asumido. Tomar la cruz, es la actitud propia del cristiano, del que sigue a
Cristo, siempre nos acompañará. Allí se entregará la vida, pero también, quien se proponga ir tras
Jesús, debe asumir por anticipado que la sociedad lo rechace, por lo tanto debe estar dispuesto a
sufrir el descrédito, la marginación, la persecución y en caso extremo, la muerte.
v. 39 Jesús invitó a sus discípulos a compartir su cruz, pero no lo hizo para que éstos destruyeran
su vida. Todo lo contrario. Los que se muestren solidarios con El en el momento de su sufrimiento,
Jesús será solidario con ellos en el momento de su gloria.
Querer salvar la vida significa querer apropiársela, tenerla en exclusividad para sí. Un
preferirse a sí mismo, desentendiéndose del proyecto de Jesús y de las necesidades de los demás.
En contraposición a este concepto de vida, la verdadera "muerte" según el libro de la
Sabiduría, no es la destrucción del "cuerpo corruptible", sino la muerte espiritual que es
consecuencia del pecado. Por eso en el libro nunca se habla de la "muerte" del justo, sino de su fin,
de su partida o de su alejamiento de este mundo.
La búsqueda de una vida humana plena era el ideal de los sabios del Antiguo Testamento.
Jesús invita a cambiar esta sabiduría por otra más profunda, consistente en imitar su entrega y
poder alcanzar así la Vida Eterna.
v. 40 Con este versículo comienza la segunda sección en que se divide el texto de este domingo:
el tema de la "acogida". Jesús se dirige a los que prestan ayuda a los misioneros. Les promete el
más grande honor que se pueda imaginar, que es el de recibir juntos al Padre y al Hijo.
Acoger al discípulo no significa solo ofrecerles hospitalidad, sino sobre todo, aceptar la
palabra de la que es portador. La actitud que se adopte para con el enviado será reflejo de la actitud
que se tendrá hacia Jesús.
v. 41 Para los judíos recibir al enviado o mensajero de una persona, era como recibir a esa misma
persona. Rendir honores al rey o a un embajador de un rey era como rendir honores al rey que lo
había enviado. Recibir con respeto y amabilidad al mensajero de un amigo, era como recibir al
amigo en persona.
En ese sentido Jesús expresa que el que recibe a un profeta o a un justo, tendrá la misma
recompensa de un profeta o de un justo. El profeta no es alguien que anuncie el futuro, ni tampoco
alguien que hable de Dios. Hablar de Dios lo puede hacer cualquiera, pero hablar en su nombre lo
podrán hacer aquellos que son llamados especialmente para este ministerio profético. El profeta es
receptor y trasmisor a la vez. Nadie da lo que no tiene y si el profeta comunica un mensaje de Dios
es porque antes lo ha recibido.
Hoy se considera justo al que tiene la virtud de dar a cada uno lo que le corresponde. En la
antigüedad se consideraba justo a aquel que cumplía con la voluntad de Dios y que tenía autoridad.
El término justo (zadick), en el pueblo judío se origina en el lenguaje forense. El justo es el hombre
al que el tribunal encontró no-culpable. Es el judío que trata de cumplir los mandamientos de la ley
con todos los medios a su alcance. El ser justo es el ideal del judío promedio (es decir del hombre
de familia, del ciudadano de la comunidad).
v. 42 Por último, Jesús promete que todo lo que los hombres hagan a favor de sus enviados,
tendrá recompensa. Hasta el mínimo gesto de dar un vaso de agua fresca, constituirá un puente de
unión con El y por El con el Padre. Es posible que Jesús llame "pequeños" a los discípulos porque
consideraba que aún estaban en proceso de maduración, débiles en la fe y podían escandalizarse
con facilidad.
Aportes para la Meditación:
Jesús nos invita a encontrar una nueva sabiduría (en el sentido de saber-vivir) ¿Dónde y cómo
buscamos la felicidad y la vida?
Ante las realidades cotidianas de nuestra vida ¿Vivimos nuestra fe según nuestra conciencia o
aflojamos a presiones familiares o del ambiente?
¿Estamos dispuestos a "tomar la cruz" y seguir a Jesús? ¿De que manera?
¿Cómo recibimos y tratamos a los que cumplen un servicio en la Comunidad? ¿Somos conscientes
de que en ellos recibimos o rechazamos a Jesús?
Modelo de Oración:
En la oración, el diálogo se realiza, en primer lugar, en intimidad personal con el Señor,
luego se pone en común (en el caso de hacerlo comunitariamente). Damos solamente dos ideas
posibles para estos pasos: Una pequeña oración, o un signo en el caso de realizar una celebración.
Señor:
danos la fuerza necesaria para que
a pesar de las posibilidades de rechazo
de nuestra sociedad,
podamos "tomar la cruz" y
seguirte con alegría.
Si el encuentro se desarrolla a nivel comunitario se puede invitar a pensar en la persona que
llegó a nuestra vida y nos proclamó a Jesús. O también, si tenemos alguna tarea pastoral, pensar en
las personas que deben escuchar nuestro mensaje.
Contemplación/Compromiso.
En el último paso de la Lectura Orante nos parece bueno recomendar que dejemos unos
buenos minutos para contemplar todo lo que el Señor nos ha dicho con su Palabra, lo que le hemos
dicho a través de la oración, y sobre todo descubrir a qué nos comprometemos, que acción para
transformar nuestro pequeño mundo realizaremos. Siempre debe ser algo muy concreto y en
coherencia con lo que el Señor nos pide en su Palabra.
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