Ascenso del fascismo y la resistencia popular: 19-20 y 21... agosto de 1971

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Ascenso del fascismo y la resistencia popular: 19-20 y 21 de
agosto de 1971
Comisión de víctimas de la violencia política :: 28/08/2010
Los cobardes francotiradores fascistas e ?izquierdistas nacionales?, aprovechando la enorme
confusión que reinaba en la ciudad, se dedicaban metódicamente al crimen
LA PAZ – BOLIVIA (A 39 años del golpe fascista) La noche del 21 de agosto de 1971, tragaba con sus
sombras todas las esperanzas de uno de los pueblos más valientes del planeta. 1. El golpe derechista
y reaccionario había comenzado el 19 de agosto con una asonada en Santa Cruz de la Sierra, donde
grupos falangistas y movimientistas lograron agrupar mujeres y lumpen para situarlos frente al
recinto policiario en el que se encontraba preso Hugo Bánzer Suárez. Los sectores revolucionarios
sorprendidos y desorganizados no atinaron a planear una defensa coherente y se limitaron a
reunirse en sus locales. En efecto, fabriles y universitarios se parapetaron en sus respectivos
edificios prestos a la defensa. Esta situación no podía derivar más que en una pequeña escaramuza
en la que seguramente habrían vencido los revolucionarios; sin embargo el plan montado comenzó a
funcionar, la inmediata intervención del Regimiento "Rangers" comandado por Andrés Selich Shop
(uno de los asesinos del Che), determinó que la ciudad cayera en poder de los sublevados. Dueños de
enormes cantidades de armamento, los fascistas y los rangers atacaron los puntos de resistencia
popular sometiendo con rapidez los mismos. Comenzaron entonces los asesinatos más repugnantes
de que se tenga recuerdo en Santa Cruz. Oficiales al mando de Selich, falangistas dirigidos por
Carlos Valverde Barberí y movimientistas encabezados por los hermanos Flores, penetraron en el
recinto universitario y en la Federación Fabril con metralletas en las manos y barrieron con los
prisioneros. Cochabamba, Oruro, Sucre, Tarija y otras ciudades del interior del país, cayeron
rápidamente en poder de los fascistas, con el simple pronunciamiento de sus guarniciones militares
en favor del golpe reaccionario. 2. EL ENFRENTAMIENTO ARMADO Las acciones bélicas se
iniciaron en La Paz, más o menos al medio día del sábado 21 de agosto de 1.971, cuando el Comando
de la Asamblea Popular llamaba al pueblo a concentrarse en la Plaza del Estadio, a fin de recibir
armamento para oponerse al levantamiento subversivo del fascismo Unos momentos antes, el Mayor
Rubén Sánchez había enviado una vanguardia para atacar desde Villa Armonía el Gran Cuartel de
Míraflores reducto principal del Regimiento "Castrillo" el primero en anunciar su apoyo a los
golpistas de Santa Cruz. Esa unidad del Regimiento "Colorados de Bolivia" tomó, en efecto,
posiciones frente al gran Cuartel e inició un fuego de hostigamiento con armas livianas con la
esperanza de sofocar rápidamente la sedición. La movilización del verdadero pueblo en La Paz, la
tarde del 21 de agosto fue realmente impresionante. Cerca de cinco mil personas se agolpaban en la
plaza reclamando a gritos las armas prometidas para conquistar, por primera vez, el poder para el
pueblo y no así para defender al régimen torrista. Los viejos fusiles máuser, compañeros
inseparables de trabajadores mineros y fabriles bolivianos, aparecieron por doquier. Apenas pudo
dotarse a esa masa combatiente de CINCO CARTUCHOS... para luchar toda la tarde. Se podía
contar con los dedos de una mano las armas automáticas que poseían algunos revolucionarios.
¿Dónde se encontraba el armamento que muchos revolucionarios exhibían en calles y plazas durante
el gobierno torrista? Algunos dirigentes se movían lejos, muy lejos de los combates y entonces sus
armas automáticas, en lugar de servir a la lucha se convertían en simples artículos de exhibición.
Muchas veces hemos afirmado que el pueblo boliviano es uno de los pueblos más valientes de la
tierra. Esta afirmación no es caprichosa y tiene una explicación. No conocemos otro pueblo que
responda con tanta prontitud, con mayor decisión y coraje a los llamamientos de sus dirigentes a la
lucha armada. Otros pueblos han sido organizados, dirigidos y llevaron adelante sus luchas armadas
de liberación hasta la victoria. En nuestro caso se da el fenómeno de que basta un comunicado
radial, una resolución de la Central Obrera, para tener multitudes dispuestas al combate. Y así fue el
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21 de agosto. Cinco o seis mil hombres, mujeres, ancianos y hasta niños de 14 años pedían armas y
municiones para la batalla que ya había comenzado. 3. LA BATALLA DE LAIKAKOTA. A las dos de la
tarde en la plaza de los monolitos, reinaba la más completa confusión. Esto era evidente para todos,
unos informaban que el ejército subía del Gran Cuartel hacia el centro de la ciudad y que había que
levantar barricadas, algunos grupos dando fe a la noticia se ponían a organizar parapetos en todas
las boca-calles. Lo que ocurría en esos momentos era una hábil maniobra de los alzados de
Miraflores. Una escuadra del Regimiento abandonó el Cuartel y rápidamente ocupó las alturas de la
serranía de Laikakota provocando confusión entre los grupos desorganizados de combatientes
revolucionarios. Las informaciones que circulaban entre la gente eran de las más diversas: "en tal
lugar están repartiendo armas", "en tal lugar se pueden conseguir armamentos", etc., etc., muchas
de estas "informaciones" llegaron a ser fatales como veremos después. La promesa de los dirigentes
de la Asamblea Popular se cumplió muy limitadamente, pues los escasos fusiles que se repartieron
no pedían significar mucho. Al mismo tiempo y en toda clase de movilidades, también caminando
seguían afluyendo, desde todas direcciones, más y más revolucionarios dispuestos a plegarse a la
lucha con cualquier arma. Lamentablemente no existía el armamento indispensable, por ello la
muchedumbre tenía que resignarse a esperar la oportunidad de capturar o recibir un arma. De
cuando en cuando llegaban las movilidades del Ministerio del Interior y algunos policías trayendo
consigo escaso armamento que inmediatamente se agotaba dada la alta demanda de pertrechos
bélicos, La fracción del "Castrillo" apostada en el cerro de Laikakota, ganaba posiciones poco a poco
y prácticamente tenía ya a las tres de la tarde, más o menos, tomada toda la colina. Varios disparos
de mortero hicieron blanco en la elevación al otro lado del corte de la Avenida del Ejército. Los
soldados envalentonados se disponían a avanzar sobre la plaza del estadio. En aquellos momentos se
produjo la acción más heroica de pequeños grupos sin dirección y por propia iniciativa que
determinó no solamente la paralización del avance militar sino la pérdida de la mitad de la colina a
manos de esos grupos revolucionarios. Es muy posible que la fracción del "Castrillo" hubiera tenido
la misión de probar la capacidad combativa de los efectivos revolucionarios concentrados en el
estadio. La lucha se trabó en forma violenta por la posesión de la colina. Los grupos revolucionarios
con su ejemplo infundieron valor a la multitud que atacó victoriosamente consiguiendo el repliegue
de los soldados. Estos se hicieron fuertes en la mitad sur de la colina, mientras eran atacados desde
todas las direcciones y sectores. La batalla principal se desarrolló entonces en la cima del cerro,
separados los frentes por cerca de 20 metros. La fracción del "Castrillo" se atrincheró fuertemente
en una pequeña caseta y un arco de cemento que existía en la cima y desde allí impedía los avances
que intentaban los diversos grupos de combatientes. El tiroteo era muy nutrido y las bajas crecían
en ambos bandos 4. LOS COMBATES EN VILLA ARMONIA. Mientras se sucedían los combates en
Laikakota, la lucha en Villa Armonía continuaba con sus propias características; las posiciones de
ambos bandos no variaban sustancialmente, los fascistas apostados en el cuartel y los
revolucionarios en la falda del cerro vecino separados por una profunda quebrada (el río
Orkojawira), cuyas laderas abruptas hacían inútiles los esfuerzos de los revolucionarios para
acercarse a los muros del Cuartel. Sin embargo se sabe con evidencia que los defensores del Gran
Cuartel pasaban, en horas de la tarde alrededor de las 4, una situación desesperada y se hallaban a
punto de rendirse, más que por la presión de los atacantes de Villa Armonía, por la perspectiva de
verse sitiados por el pueblo en armas que sólo anhelaba en esos momentos capturar ese cuartel en
busca de municiones y armamento. La perspectiva del "Castrillo" era negra, pues hasta entonces
ninguna otra fracción del ejército en La Paz había respaldado el golpe, y la posibilidad de una
retractación de los comprometidos aparecía como una pesadilla. Luís Reque Terán, un otro gorila
oportunista, a la pesca de la Presidencia de la República, se había estado moviendo desde la mañana
a fin de lograr el acuerdo de todas las unidades militares en torno al golpe, parlamentaba con Torres
y le ofrecía su apoyo, buscaba a los golpistas e igualmente les prometía su adhesión. En esos trajines
reaccionarios fue detenido por un grupo de universitarios armados que, cometiendo un error, lo
liberó graciosamente, cuando lo correcto habría sido retenerle como prisionero del pueblo lo mismo
que a Bánzer que por entonces era prisionero del Ministro del Interior Jorge Gallardo. Reque Terán
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ingresó al promediar la tarde en el Gran Cuartel y prometiéndoles ayuda, les pidió, les rogó, que
resistieran y no capitularan. La intervención de este general salvó al Gran Cuartel de caer en manos
populares, lo cual hubiera constituido un triunfo sensacional que bien podía ocasionar el colapso de
todo el andamiaje golpista y consecuentemente derivado en una insurrección triunfante. En Villa
Armonía combatían conjuntamente los efectivos del Regimiento "Colorados" y un grupo del ELN, lo
mismo que revolucionarios dispersos. En las inmediaciones del Cuartel se movían asimismo grupos
de jóvenes revolucionarios que cooperaban en diversas formas a los combatientes populares. En las
primeras horas de la noche, patrullas del ejército comenzaron a salir del cuartel en forma sigilosa
para sorprender a los atacantes. Una de esas patrullas logró apresar algunos niños que distribuían
municiones entre los revolucionarios. El grupo de muchachos fue introducido al cuartel y comenzó el
martirio de los jóvenes. Fueron obligados a marchar de cuclillas y después de ser golpeados
salvajemente fueron asesinados a sangre fría y con disparos a quemarropa. Solamente hemos podido
recoger el nombre de uno de ellos: Vladimiro Reynaga Barriga, hijo y camarada de lu-cha de un
consecuente revolucionario que persiste en la lucha. 5. LA TOMA DE LA INTENDENCIA DE
GUERRA. La Intendencia de Guerra ocupa un viejo edificio que se encuentra situado a unos
cincuenta metros de la Plaza del estadio. Ninguna disposición expresa había sido tomada por el
comando revolucionario para ocupar dicho cuartel y capturar las armas allí existentes. El grupo
universitario-estudiantil, al margen de cualquier disposición, asaltó el edificio reduciendo a la
guarnición, luego de una corta pero tensa acción. Inmediatamente se procedió, por órdenes de
quienes hacíamos las veces de dirigentes, a la requisa completa de todas las instalaciones y
dependencias de la Intendencia, lo cual dio como resultado el hallazgo de varios centenares de
fusiles máuser que estaban siendo sustituidos en el ejército por armas automáticas y
semiautomáticas. El armamento capturado fue eficientemente utilizado por los trabajadores y
estudiantes que tienen familiarización con esas armas. Muchos fusiles estaban casi inservibles y
algunos otros carecían de manivelas, en fin, otros se llegaban a romper en los forcejeos de quienes
pretendían armarse porque tenían el maderamen podrido: Empero aún así, la acción fue altamente
positiva pues se encontraron cantidades apreciables de munición calibre 30 para carabinas, 9 mm
para pistam, granadas de mano (piñas), cananas, cascos de guerra y otros implementos que
sirvieron para continuar la lucha y sobre todo para vencer en Laikakota. 6. SIGUE LA LUCHA EN
LAIKAKOTA. Por otro lado, la aviación o el grupo aéreo de combate, tampoco se había pronunciado
claramente. Así, más o menos a las 4 y media de la tarde, dos cazas mustang, comenzaron a
sobrevolar Miraflores con claras intenciones agresivas y hostiles al pueblo y con el visible propósito
de amedrentarlo. A la segunda pasada a nadie le quedaba duda a cerca de la posición de la aviación,
pues los cazas ametrallaron las faldas de la colina en la que se encontraban parapetados los
revolucionarios. La acción no era totalmente clara porque naturalmente los aviadores no tenían
informaciones precisas sobre la ubicación de los combatientes, tenemos sabido que la colina estaba
ocupada por ambos bandos, entonces cualquier acción aérea devastadora podía alcanzar también al
otro bando. Esta posibilidad fue considerada por los combatientes de Laikakota que decidimos
enviar un emisario a consultar con el Comando sobre la posición de la aviación. Efectivamente, el
emisario cumplió velozmente su cometido y conversó con Lechín. Instalado el viejo dirigente sindical
en un jeep de la policía en la calle Casimiro Corral, expresó que el Grupo Aéreo de Combate se
encontraba firmemente al lado del Gral. Torres y que se darían las instrucciones para que los
aviones bombardeen la colina de Laikakota para desalojar a los sublevados. Naturalmente tal
disposición era incorrecta por la proximidad de los bandos en pugna. El emisario pacientemente
explicó a Lechín que deberían darse precisas instrucciones para el ataque a la zona sur de la colina y
de ningún modo al sector norte que se encontraba en manos populares. Lechín agradeció
infinitamente la información y dio inmediatas instrucciones para comunicarse con el Alto.
Instantáneamente comenzaron a funcionar los "intercomunicadores". Con esas buenas noticias
retornó el emisario a la colina disponiéndose inmediatamente el repliegue de los puestos avanzados
populares que podían ser alcanzados por los impactos aéreos. (Existe una foto conocida que muestra
el momento en que los combatientes bajaban de la Colina). La espera del anunciado ataque aéreo
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duró aproximadamente una hora, los cazas no volvieron a aparecer y, con la certidumbre de que la
información de Lechín no era verdadera, se procedió a re-ocupar las antiguas posiciones en la cima
de la colina. El atardecer caía rápidamente.... Las primeras sombras de la noche encontraron a los
combatientes revolucionarios en la tarea fija de ocupar la colina y luego lanzar un ataque al Gran
Cuartel siguiendo la avenida Saavedra. Los combates eran cada vez más encarnizados y por
momentos se percibía claramente la posibilidad de rendición de los efectivos sitiados del "Castrillo".
Algunas radios portátiles en manos de los combatientes informaron que el Regimiento "Tarapacá", la
pieza maestra de Torres instalada en la ciudad de El Alto para controlar la ciudad y la zona de
Viacha, se había plegado a la subversión y que dislocaba sus equipos mecanizados hacia la ciudad
partiendo de la Ceja de El Alto. Un largo y sinuoso recorrido esperaba a estos blindados desde su
cuartel hasta el Cuartel General de Miraflores. El pueblo en los barrios populares, por los cuales
debía necesariamente pasar la columna, en forma desesperada y tenazmente trataba de impedir el
paso de los carros de asalto y tanques. En muchos casos los oficiales al mando de la columna
recurrieron a la infame mentira y repugnante ardid de simular adhesión a Torres para lograr
progresar en su avance hacia el centro de la ciudad. La verdad es que esos mecanizados bajaban a
consolidar la tambaleante situación de la subversión al promediar la tarde. El pueblo, en otros sitios,
se sentía inerme ante la arremetida de los monstruos de acero que ante el fuego nutrido de armas
livianas levantaban densas columnas de polvo, piedras y acero con sus impactos secos y mortíferos.
El pueblo de las zonas populares tiene experiencia de combate, sabe derrotar regimientos de gorilas
alzados, sin embargo ésta vez fue engañado por los gorilas que si tienen gran habilidad para la
mentira. Cualquiera de los puentes que dan acceso a la ciudad pudo ser volado y paralizado el
avance de los carros de asalto, si naturalmente, hubiese habido dirigentes que orienten la acción e
informen al pueblo sobre las verdaderas intenciones de los regimientos que convergían hacia el
centro de la ciudad. Nada de esto ocurrió porque los encargados de cumplir esas tareas se
pavoneaban con sus modernos armamentos allá donde no había peligro, pero podían ser
fotografiados y admirados por su "heroísmo". (Militantes del MIR que habían recibido armas
automáticas de parte del Ministro Gallardo, efectivamente mostraban sus armas muy lejos de los
combates) 7. LA VICTORIA DE LAIKAKOTA. Alrededor de las 8 de la noche, los combatientes de
Laikakota lanzaron el asalto final a la caseta controlada por la fracción del "Castrillo" en la cima de
la colina. Al grito rebelde y revolucionario de: ¡Victoria o Muerte!, los grupos combatientes del
pueblo pasaron al ataque capturando rápidamente toda la colina y desarmando a los efectivos
sobrevivientes que se rendían con lágrimas en los ojos, echando la culpa de la terrible sangría a sus
jefes que cobardemente los abandonaron en sus posiciones dándose a la fuga. Algunos
imprudentemente propusieron el fusilamiento de todos los sobrevivientes, pero inmediatamente se
impuso el criterio correcto de ponerlos en libertad, toda vez que ellos, los soldados, eran parte del
pueblo y habían sido obligados a levantar las armas y disparar contra él. La lucha en la colina había
cesado. El triunfo correspondió al pueblo armado. Un profundo silencio se apoderó de toda la ciudad
que rodea la elevación de Laikakota. Se tenía la sensación de que todo había terminado. Con intensa
emoción, entre lágrimas y abrazos, el único verdadero héroe: el pueblo simple y valeroso, vencedor
permanente de gorilas y fascistas, entonó con un nudo en la garganta la Canción Nacional. ¡¡Qué
vivo y sangrante resultaba aquel "morir antes que esclavos vivir" proclamado y cantado por
centenares de voces enronquecidas por la sed y la fatiga!! Quienes vivimos aquellos inenarrables
momentos de triunfo popular y revolucionario, compren-demos que al escribir estas líneas, al
describir pálidamente lo grandioso de aquel instante de la historia nacional, no se puede contener
las lágrimas que humedecen nuestros ojos, ni la intensa angustia que atenaza nuestro espíritu al
pensar que estábamos muy equivocados creyendo que esa victoria conduciría al triunfo final.
Muchas victorias al estilo Laikakota condujeron a la consecución del triunfo nacional de abril, pero
en agosto-71 sólo fue un episodio, grandioso, heroico y al mismo tiempo aislado y solitario. Alguien,
cualquiera, propuso encender una hoguera que comunicara al pueblo todo, el triunfo de las "manos
vacías" frente al fascismo criminal, el triunfo de las palomas sobre las escopetas. Muchos heridos
eran transportados por los propios revolucionarios y atendidos en la caseta que se había convertido
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en el último reducto de los soldados donde se amontonaban cadáveres, heridos y también ilesos que
fingiéndose muertos esperaban evitar lo que ellos suponían iba a ser una venganza de los
vencedores. 8. LOS TANQUES LLEGAN A MIRAFLORES Entretanto los vehículos del "Tarapacá"
habían llegado ya a la Plaza Murillo y sus efectivos tomaron sin lucha alguna el Palacio de Gobierno.
Juan José Torres que momentos antes juró luchar hasta la muerte, precipitó el desbande general
asilándose en la Embajada peruana. Los tanques y carros de asalto, después de ocupar el Palacio
Quemado siguieron su marcha en dirección a Miraflores con objeto de auxiliar al Gran Cuartel
levantando el sitio que realizaba el pueblo. Los combatientes que minutos antes habían capturado
Laikakota bajaban de la colina, súbitamente fueron sorprendidos por voces presas de pánico:
"Vienen los tanques". Evidentemente a escasos cincuenta metros de la plaza del estadio surgió la
sombra de un carro de asalto, sin oruga, con un potente reflector que alumbraba directamente a los
últimos grupos que permanecían en la plaza. Un altavoz que lúgubremente repetía: "....diez minutos
para alejarse de la plaza.... cinco minutos para dispersarse....", " tres minutos para despejar las
calles....", recordaba los tanques nazis aplastando poblaciones y ciudades. Un pequeño grupo
armado de fusiles garante, máuser y metralletas, intentó detener el avance pretendiendo destruir un
tanque y desde corta distancia dispararon nutridamente todos a la vez con la esperanza de tocar
algún punto vulnerable del mecanizado, pero los impactos no parecieron conmover al monstruo de
acero que respondió con una andanada ciega y cuyo reflector comenzó a otear la oscuridad
vanamente pues los combatientes se encontraban bien parapetados y cubiertos por las sombras.
Escuchando las transmisiones de Radio Illimaní, muchísimas personas dejaban centenares y millares
de botellas vacías que pudieron ser utilizadas perfectamente como "cócteles Molotov", sin embargo
no existía ni gasolina ni otro combustible para el preparado y los tanques y carros de asalto, después
de despejar la plaza, pasaron de largo haciendo ulular sus sirenas que interpretan la única melodía
digna del fascismo, hacia el cuartel General de Miraflores sellando de este modo la victoria militar
fascista. Radio Illimani, capturada intacta por los amotinados reinició casi inmediatamente sus
transmisiones con los típicos slogans patrioteros, demagógicos y anti-populares del fascismo. Lechín
se retiraba más o menos a las 11 de la noche por la plaza Uyuni y decía: "....otra vez será... .hay que
empezar de nuevo.... hay que deponer las armas y pasar a la clandestinidad.." No obstante todos sus
defectos y errores, Lechín "el viejo", supo mostrar la cara, asumir las responsabilidades ante la
subversión y en esta forma salvar gran parte de su responsabilidad personal. Nuestra versión
coincide con la que presta Lupe Cajías en su conocida obra “Historia de una Leyenda” en la que
señala: «Al pasar por la Plaza Uyuni vimos a Coco Echazú que seguía resistiendo con su grupo... Ya
se escuchaban gritos de viva el MNR, viva Falange...» (*) ¡DEPONER LAS ARMAS! ¿Qué significa
deponer las armas ante el fascismo? A veces parece lógico, humano y razonable, deponer las armas
y volver al cauce político de la lucha social. Sin embargo nuestra actual lucha se libra contra fuerzas
que no representan los intereses ni sentimientos de sector alguno del género humano: el fascismo
encarna los instintos primarios de bestias con apariencia humana que, paradójicamente, aún
subsisten a más de un millón de años de que el hombre irguió su columna vertebral. Jamás el pueblo
deberá "deponer las armas" cuando lucha contra el fascismo. ¡¡Que sirva como lección!!, no
solamente al pueblo boliviano sino también a todos los pueblos del mundo. Desarmarse ante el
fascismo significa tomar el camino de los judíos. El fascismo convertirá a quien se le rinda en
guiñapo, le quitará su condición de ser humano, por eso mismo los revolucionarios, ante el fascismo,
debemos gritar bien alto y muy fuerte: “¡¡VICTORIA O MUERTE !!” Aisladamente y en diferentes
lugares de la ciudad, se produjeron también, el 21 de agosto, infinidad de enfrentamientos limitados
y asesinatos de parte de grupículos fascio-movimientistas que disparaban cobardemente y por la
espalda a los combatientes revolucionarios que habían ganado las calles. Estas despreciables
alimañas se encontraban las más de las veces bien protegidos en las ventanas de sus domicilios o
parapetadas en los tejados. Un ejemplo de la ruindad militar-fascista fue el episodio que
protagonizaron los fascistas en el Ministerio de Defensa: Radio Illimani, engañada, propaló la
información de que en aquel Ministerio se distribuían armas al pueblo para la lucha antifascista,
presurosos y entusiastas llegaron hasta allí diversos grupos de estudiantes y obreros mineros.
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Criminalmente apostados esperaban los asesinos en el interior del edificio, dejaron que la multitud
se aproximara y minutos más tarde el traqueteo tartamudo de las ametralladoras pesadas era el
único testimonio de la vileza fascista, mientras los cuerpos sin vida de jóvenes y trabajadores eran
retirados a duras penas por sus compañeros sobrevivientes. ¡¡Acciones execrables de esta magnitud
protagonizaron los "defensores del mundo libre" en su afán de oponerse a los cambios!! En
Sopocachi, el humanitario sacerdote Mauricio Lefebre sería cruelmente asesinado, privado de
auxilio para ser rescatado y curar sus heridas y finalmente rematado, cuando cumplía sacrificada
tarea cristiana de auxiliar a heridos. Los cobardes francotiradores fascistas e “izquierdistas
nacionales”, aprovechando la enorme confusión que reinaba en la ciudad, se dedicaban
metódicamente al crimen. En cualquier plaza, calle o lugar de la ciudad se oía un disparo y entre la
multitud alguien caía muerto o herido y nadie sabía quien había disparado. Incontables bajas se
produjeron de este modo. La batalla de La Paz había concluido, el triste camino de la retirada, del
exilio, de la clandestinidad, de la soledad había comenzado. La noche era muy negra y muy densa.
«Terminaba aquella jornada trágica y heroica de agosto de 1.971…» (**)
(*) CAJÍAS, Guadalupe (Lupe). “Historia de una leyenda”. Pág. 314. (**) ECHAZU ALVARADO, Jorge.
“El militarismo boliviano”. Obra de consulta. La Paz, 16 de agosto de 2010 POR LA COMISION
Mario Calderón Mendieta, Modesto Reynaga Gordillo, José Tirado Cruz, Julio Llanos Rojas, René
Lazarte Balderrama, Victoria López, Víctor L. Reinaga Caballero, Jorge Echazu Alvarado, Nieves
Emilse Escobar Ch. Email: [email protected]
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http://www.lahaine.org/mundo.php/este_viernes_en_latido_de_libertad_radio
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