DiFF-REr,iciAs CULTURALES EN LA ÍNTIERPRETACION DE LOS

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DIFERENCIAS CULTURALES EN LA INTERPRETACION
DE LOS RECURSOS NATURALES
ALEXANDER SPOTTER
(MAN´S ROLE IN CHANGING FACE OF THE EARTH)
UNIVERSITY OF CHICAGO PRESS
Un examen de la interpretación que diferentes pueblos han hecho de los recursos naturales de los
que dependen nos lleva al campo más general de la ecología humana. La relación de cualquier agrupación
humana con sus recursos naturales es sólo parte de un conjunto más amplio de relaciones entre dicha
población y su ambiente natural como totalidad. La “ecología humana", aunque definida en forma variada y
a menudo vaga, como campo disciplinario específico, enfatiza las relaciones con el ambiente y, como dijo
Bates (1953), logra su mayor utilidad como óptica de análisis.
El tema de este ensayo, por lo tanto, es parte de la ecología humana, y las apreciaciones siguientes
reforzarán un punto de vista, más que intentar una síntesis de un cuerpo de literatura científica.
Estoy en deuda con Carl Sauer por haber puntualizado que el concepto de "recursos naturales"
deriva en gran medida del intento incesante de nuestra sociedad por encontrar usos nuevos y más
intensivos de las materias primas de la naturaleza. Es dudoso que muchas otras sociedades, la mayoría de
las cuales están menos inmersas en el desarrollo tecnológico, piensen acerca de los recursos naturales del
mismo modo que nosotros. Es probable que el término en sí mismo, con la sensación que conlleva, es en
primera instancia un producto de nuestra propia civilización industrial. Por esta razón no es posible tomar el
conjunto de los informes etnográficos de diferentes pueblos y obtener una visión clara y precisa sobre que
interpretación exacta han dado de sus recursos naturales las sociedades no-occidentales en distintos
lugares y diferentes épocas. Los informes etnográficos cuyos capítulos tratan sobre dichos pueblos
raramente están desarrollados en este sentido.
En la siguiente reseña fue necesario enlazar una comparación intercultural de la interpretación de
los recursos naturales con varios puntos de referencia un poco arbitrariamente seleccionados. Han sido
considerados tres que serán examinados a continuación: 1) los recursos naturales en relación a la
tecnología; 2) los recursos naturales en relación a la estructura social y 3) los recursos naturales y la
interpretación del hábitat. De estos tres puntos de referencia, el primero es de alcance más reducido. Los
dos restantes comprenden una amplitud de análisis progresivamente mayor.
Recursos naturales y tecnología
Es un axioma que cada sociedad debe adaptarse a su medio ambiente para sobrevivir. Esta
adaptación se efectúa en gran medida a través de la tecnología específica que una determinada sociedad
desarrolla y mantiene. Vista en perspectiva mundial y desde el ventajoso punto de la historia del hombre
sobre la Tierra, la variedad de sistemas técnicos es muy grande, abarcando desde la tecnología simple de
los recolectores de alimentos como los aborígenes australianos o los Indios de la Gran Cuenca del norte de
Estados Unidos hasta la tecnología altamente compleja de la civilización industrial occidental. Se han
desarrollado varias clasificaciones de tecnologías, y no haremos aquí un intento de extendernos en ellas
(Forde, 1934). El punto es más bien que, sea cual fuere el grado de complejidad de una tecnología dada,
cada tecnología está necesariamente basada en un profundo conocimiento de los recursos naturales que
se utilizan a través del trabajo de la tecnología. Una tecnología de recolección de elementos puede ser de
un orden muy simple, pero los hombres que la practican deben por necesidad tener un firme conocimiento
empírico del sector del ambiente natural que provee la comida que buscan.
Esta acotación se hace meramente para enfatizar que los así llamados pueblos "primitivos” no
existen en estado de ignorancia del mundo natural que les concierne. Es verdad que el conocimiento que
poseen es esencialmente empírico y que las características principales de la tecnología popular tienden a
dirigir su interés hacia los recursos naturales particulares de los que dependen. Así las densidades de
población de algunos de los atolones de la Micronesia son tan altas en relación a sus pocas millas
cuadradas de tierra seca que estas comunidades no podrían sobrevivir posiblemente sin los recursos
ictícolas de las lagunas de los atolones. Una gran parte de la tecnología de estos habitantes de los atolones
está conformada por habilidades y técnicas asociadas con la pesca, la construcción de canoas, y la náutica,
que a su vez está relacionada con un conocimiento profundo de las especies ictícolas, los hábitos y
abundancia relativa de las variadas especies, si son o no venenosas y temas similares. Una tecnología
dada, al hacer posible un tipo particular de adaptación tiende a cristalizar el interés y el conocimiento en
torno a ese segmento de los recursos naturales del que depende dicha tecnología.
La literatura antropológica abunda también en ejemplos de distintos pueblos que viven en hábitats
idénticos o muy similares, pero que han hecho uso de áreas diferentes de los recursos de su hábitat. Puede
haber un alto grado de selectividad de los recursos específicos alrededor de los cuales se centra la
tecnología. Se puede dar un ejemplo interesante con Hawaii. En la época en que las islas pertenecían a los
mismos hawaianos, eran pescadores y granjeros. Su economía agrícola se basaba particularmente en el
cultivo del “taro” que crecía principalmente en parcelas irrigadas en las tierras bajas de los valles costeros,
usualmente con abundancia de lluvias. Uno de esos valles, famoso en la historia local, es el de Waipio en la
isla de Hawaii. Se estima que en un tiempo vivían en Waipio de 3 a 4 mil personas. Durante los siglos XIX y
XX la economía de Hawaii cambió completamente. Con el flujo de inmigrantes de América, Europa y Asia,
la economía de la Isla de Hawaii se orientó a la agricultura en gran escala, centrada en la caña de azúcar,
el café y la cría de ganado, para ninguno de los cuales es apto Waipio. La población del valle disminuyó
actualmente a 26 personas y grandes áreas del mismo fueron abandonadas. Los recursos de su suelo
están descuidados, pues la actual tecnología agrícola de gran escala que se usa en la Isla no es apta para
ellos, y han sido dejados de lado.
El ejemplo de Hawaii ilustra nuevamente sobre la idea de que el interés por los recursos naturales
específicos y la utilización de los mismos está condicionado en gran medida por la naturaleza de la
tecnología impuesta sobre dichos recursos. La tecnología es en sí misma parte de la cultura humana y la
interpretación de los recursos específicos no puede ser entendida excepto como una faceta de la cultura
humana. En grado considerable el interés de nuestra propia sociedad por la disponibilidad, renovabilidad y
explotabilidad de los recursos naturales salta de nuestra aptitud singular hacia la invención tecnológica. Es
verdad que la invención tecnológica ha sido una fuerza potente a lo largo de la extensa historia del hombre
en la Tierra. Sin embargo, vista con el marco de fondo de la historia humana, nuestra civilización industrial
del siglo XX se ha desarrollado en breve tiempo. Una de sus características relacionada, por supuesto con
el crecimiento de la ciencia, es su interés por la invención. El antropólogo no encuentra que este interés sea
compartido por todas las sociedades. En muchas, una vez que se han adaptado a un ambiente
determinado por medio de una tecnología particular, la forma de pensamiento inmersa en su cultura puede
militar en contra del proceso inventivo. Uno de los mejores ejemplos es dado por Raymond Firth en su
estudio destacado de la economía de Tikopia, una pequeña isla muy apartada en el Pacífico sudoccidental.
Firth (1939) observa que la cultura material y la tecnología de Tokopia están ajustadas estrechamente a los
recursos del ambiente de la isla. Observa además que los tikopianos no son de ninguna manera contrarios
a aceptar mercaderías en forma de herramientas útiles. Sin embargo, el pueblo polinesio de esta pequeña
isla "no ha formulado ninguna doctrina particular sobre invención técnica”, Su interés está centrado en los
orígenes legendarios de cómo fue el comienzo de ellos mismos más que en los orígenes tecnológicos y en
los procesos técnicos de invención y cambio.
Aunque la variedad de culturas que poseen las sociedades noalfabetas, no-occidentales es tan
grande que la denominación de “primitivas” es en general un error de nominación, es verdad que dichas
sociedades son en su mayoría pequeñas y atadas a un hábitat local. Todo hábitat local impone ciertas
limitaciones en una tecnología puramente local. El pueblo de un atolón del Pacífico debe necesariamente
existir dentro de las limitaciones de un ambiente de atolón. Es verdad que como cultivadores de “taro” los
habitantes de las Islas Marshall han desafiado las limitaciones naturales de su ambiente de atolón
excavando grandes hoyos en las arenas cálcicas de coral de los islotes del atolón y, creando humus, a
través del llenado de estos pozos con materia orgánica en descomposición, pueden cultivar taro. Este es un
ejemplo en pequeña escala de cómo una sociedad ha desafiado con éxito las restricciones del ambiente.
Sin embargo, el contraste es grande cuando se compara con la manera en que la civilización industrial
contemporánea de Occidente se ha liberado de los lazos del ambiente local y a través de su tecnología
tiene un alcance mundial. Chapple y Coon (1942) han señalado que las sociedades tecnológicamente
menos complejas tienden a explotar ámbitos naturales únicos mientras que “nosotros ... vivimos en todos
los ambientes sin explotar ámbitos naturales únicos, en forma separada, sino uniendo y redistribuyendo los
productos de todo tipo de ambientes”. Una diferencia marcada en la interpretación cultural de los recursos
naturales entre distintos pueblos se desprende de este hecho. En las sociedades de pequeña escala
prealfabetas el interés por los recursos naturales tiende a ser local; el nuestro es mundial.
Recursos naturales y estructura social
Hasta ahora hemos tocado la relación de los recursos con la tecnología, que en último análisis
comprende las características del sistema de herramientas de una sociedad para convertir las materias
primas en productos elaborados. Las técnicas disponibles para una sociedad, sin embargo, son sólo una
faceta de su economía total. Esta última comprende también un cuerpo de conceptos generalmente
aceptados en relación al control y uso de los recursos, mercaderías, y procesos productivos -así como esos
conceptos agrupados en los términos “ingresos", “capital" y “renta”- y, además, la forma particular en que
los seres humanos están organizados para llevar a cabo actividades caratuladas generalmente como
económicas. En esta última categoría están las maneras particulares en que los individuos que trabajan en
una fábrica o en una granja están organizados, o la forma en que está organizado el mercado de una
ciudad mejicana. En cada caso, las relaciones interpersonales tienden a caer en cánones definibles en un
sistema de relaciones que tiende a persistir tanto como el fin común -el intercambio de mercaderías- es
perseguido. Esta organización de seres humanos en una actividad económica no es más que una parte de
la estructura social total de una sociedad, la organización económica está relacionada en muchos aspectos
con otros segmentos de la estructura social. Así, la organización de una industria artesanal llevada a cabo
en viviendas individuales está estrechamente relacionada con las características prevalecientes de un
sistema de relaciones entre las tradiciones familiares de los distintos moradores. El sistema de parentescos
de un pueblo es sólo en parte un aspecto de su economía.
Esta situación se debe a que el uso de los recursos naturales es controlado por la naturaleza de la
estructura social unida a un cuerpo de técnicas productivas solamente. No se puede considerar la unión
entre los recursos naturales y el hombre simplemente como un problema de convertir materias primas en
mercaderías a través de una tecnología dada para alojar, alimentar y vestir una cierta cantidad de gente, a
pesar de lo esencial de estos hechos.
Para propósitos de ilustración y contraste, puede ser útil el siguiente ejemplo de una sociedad
tecnológicamente menos compleja.
Para los habitantes del atolón de las Islas Marshall el cocotero, así como los recursos ictícolas del
mar, son un medio principal de vida. Un cuerpo de técnicas relativamente simples que emplean la mano de
obra hace posible el uso del coco como alimento o como producto seco exportable (copra), y para una
variedad de otros productos. Sin embargo, el control del cocotero como un recurso natural, la organización
de la producción con la cual es convertido en mercaderías de uso, y la distribución de la ganancia derivada
de su producción están todas ligadas a la estructura social de las Marshall. Los isleños retienen un sistema
de clases sociales feudal de nobleza y plebeyos. Titular de toda la tierra del atolón es nominalmente el jefe
supremo. Los derechos de usufructo son divididos entre los jefes menores y, a su turno, entre los plebeyos.
La tierra no se vende, y nuestros propios conceptos de posesión de la propiedad real son extraños al
sistema. Los plebeyos cultivan la tierra, y la nobleza recibe tributo en la forma de productos. Hoy en día una
parte del efectivo recibido de la venta de copra se envía al jefe supremo como forma de tributo. Además, los
derechos sobre la tierra son, en la mayoría, poseídos por linajes de familias que establecen la
descendencia por la rama materna. Cada linaje tiene una cabeza que representa al linaje, y la cabecera
como función también es transmitida por línea matriarcal. Los linajes, la organización de clases, y la
tenencia de la tierra son todos elementos interrelacionados de un sistema único. Como resultado, para los
marshalinos, el control y uso de la tierra y sus recursos es realizado a través de las características
particulares de su estructura social.
El significado de los factores culturales en relación con los recursos se puede discernir tal vez más
claramente durante los períodos de cambio rápido. El cambio cultural es un fenómeno complejo, pero no
azaroso. A veces puede seguir un curso definido rígidamente que desde el punto de vista de un biólogo no
es adaptativo, en lo que concierne al uso y conservación de los recursos. Un ejemplo señalado a menudo
se encuentra en los pueblos criadores de ganado del este de África, entre los cuales el ganado es tenido en
tan alta estima y es una base de status tan fundamental en la comunidad que se produjo una enorme
resistencia a la reducción de rebaños entre esta gente, a pesar de un serio deterioro de los recursos (Read,
1938). Un caso algo similar es provisto por los Navajos con su resistencia a la reducción de la cantidad de
ovejas en sus extensiones con exceso de pastoreo.
El propósito de estos ejemplos es simplemente enfatizar que todo grupo “interpreta” sus recursos
naturales dentro del marco de su propia estructura social. El punto en el que esto es probablemente más
claro es en la organización de la producción, por que es en la producción que la manera de control y el uso
de los recursos naturales son más evidentes. El punto inicial en el proceso productivo es la transformación
de materias primas en mercaderías. Las materias primas, derivan de recursos en su estado natural. Si los
recursos son o especialmente limitados, pueden existir derechos restrictivos sobre su uso. Nuestros propios
conceptos de "propiedad” pueden ser vistos como la conjunción de nuestro sistema social particular y
nuestros recursos limitados. Sin embargo las ideas occidentales de propiedad no son en modo alguno
universales y son sólo un ejemplo de cómo un derecho exclusivo puede ser definido culturalmente. Las
islas del Pacífico proveen ejemplos de derechos a los recursos concebidos de manera diferente o donde los
conceptos occidentales de propiedad no son aplicables. Sin embargo, entre estos pueblos, los derechos
que controlan como los recursos, en particular la tierra, deben ser usados y quién tiene derecho a ejercer el
control pueden ser vistos también como la conjunción de la estructura social y del hábitat. Ya se señaló el
caso de los marshalinos. Para un análisis más extenso de otras sociedades isleñas el lector es remitido a
Firth (1929-1939), a Hogbin (1939), y a Herskovits en su reciente trabajo (1952) de revisión general del
problema de la propiedad y de la tenencia de la tierra.
Recursos Naturales y Hábitat
Los recursos naturales son una parte física del hábitat, y el hábitat es sólo un aspecto de ese
complejo de procesos físicos, químicos y biológicos, con sus productos resultantes, que llamamos
“naturaleza". El hombre moderno ha aislado conceptualmente los recursos naturales como ese segmento
del mundo físico que tiene un uso presente o potencial para la supervivencia y bienestar físico del hombre,
a ser desarrollado tanto como sea posible a través de la aplicación del conocimiento científico. Sin embargo
los recursos naturales son todavía parte de la naturaleza.
El título, de este trabajo, con su énfasis en la interpretación de los recursos naturales, implica una
comparación de actitudes sostenidas por diferentes pueblos acerca de los recursos naturales. Pero, para
regresar a una idea anterior, la preocupación por el desarrollo de los "recursos naturales" parece ser una
faceta importante de la civilización moderna. Lo que es necesario es un examen, no simplemente de las
actitudes condicionadas culturalmente hacía los recursos naturales, sino de como varios pueblos han
llegado a ver su relación con sus respectivos hábitats (de los cuales los recursos son una parte) y en
definitiva con todo el universo físico en el que existen. Es en este punto que se puede discernir el contraste
más fundamental entre el mundo occidental industrializado y las sociedades en pequeña escala, a menudo
preliterarias.
Esta materia ha sido explorada y presentada, de una forma mucho más experta de la que yo puedo
ser capaz, por Robert Redfield en su reciente libro, "El mundo primitivo y sus transformaciones” Es un
asunto que los antropólogos han ponderado largamente, aunque pocos con el aliento e interés desplegado
por Redfield. Su presentación es el punto de partida para los siguientes párrafos.
Para el propósito de este ensayo hay dos preguntas que son particularmente relevantes: (1) ¿Cómo
han visto la naturaleza los hombres en diferentes épocas y lugares, y luego los hábitats en los que viven?
(2) ¿Cómo han afectado estas actitudes lo que los hombres sienten que deberían hacer para la
conservación y desarrollo de sus hábitats para el uso humano?
En relación a la primera pregunta, la idea inicial a ver es tomada de Redfield y los escritores a los
que a su vez se refiere. Es que virtualmente todo pueblo mira el universo con la forma de una determinada
cosmología estructurada. El grado en que esta cosmología está sistematizada varía enormemente. Los
puntos de énfasis varían enormemente. Pero en todas partes, y desde los tiempos antiguos, el hombre ha
ponderado su relación con los hechos físicos del universo y ha tratado de ver al hombre, la naturaleza y lo
sobrenatural en algún tipo de relación comprensible. En esto, mi sensación al leer los relatos de etnólogos
es la misma que la de Redfield (1953, pág.105/6) que los pueblos preliterarios, en relación al universo,
"piensan en un sistema ordenado que fue iniciado originalmente por voluntad divina y que exhibe por lo
tanto su orden inmanente". Sí los dioses interfieren o pueden hacerlo en la máquina que han echado a
andar no es pensado o tal vez no informado suficientemente por los etnólogos. Parece más probable que
los pueblos preliterarios tienden a ver al universo como si operase bajo reglas irreversibles, una vez que
éstas han sido puestas en movimiento.
Y ¿cómo es visto el lugar del hombre en este esquema? ¿Hasta qué grado está él también sujeto a
un orden establecido por una sanción sobrenatural? Aquí por lo menos la mayoría de las sociedades
preliterarias ofrecen un contraste con la nuestra. El contraste está bien ejemplificado en el párrafo inicial de
la monografía de Elsdon Best, “Cultura forestal de los maoríes”. El contraste se muestra tanto en el punto
de vista de Best como en el de los maoríes de quienes escribía:
La perspectiva de los maoríes, en conexión con los fenómenos naturales y con la naturaleza
misma, difería a menudo ampliamente de la nuestra; así ellos vetan a los extensos bosques de su hogar
isleño como necesarios para su bienestar, y también como de origen conexo.
Este punto de vista peculiar se basaba en la extraña creencia que el hombre, los pájaros y los
árboles son descendientes de una fuente común; su origen último se remota a la pareja primaria Rangi el
Padre Celestial y Papa la Madre Terrenal aunque en realidad ellos fueron creados por Tane el Fertilizador,
uno de las setenta creaciones de los padres primarios mencionados (Best, 1942).
El hombre, para muchos pueblos no está separado de la naturaleza sino que forma parte de un
orden único, que combina el hombre, la naturaleza y los dioses. Cuando el hombre utiliza los recursos de la
naturaleza, es dentro del marco de este sistema de ideas. Así al escribir sobre la falta de interés en la
invención tecnológica desarrollada por el pueblo isleño de Tikopia, Firth comenta que los tikopianos son
gobernados por su teoría de los recursos naturales, que puede ser descrito brevemente como una teoría
acerca de la utilización humana de los recursos bajo control sobrenatural que gobierna no sólo su fertilidad,
sino también las relaciones sociales y económicas de aquellos que las manejan”.
Dentro de este sistema esencialmente estable, el hombre y la naturaleza no son conceptualmente
opuestos sino que son considerados como parte de una misma cosa, Los ritos totémicos de los Karadjeri,
australianos, donde las especies de plantas y animales con la importancia económica y social se creía que
tenían asegurado su normal desarrollo, reflejaba una forma similar de pensamiento. Cuando Gayton al
escribir acerca de la integración de la cultura y el ambiente resultante a través de la actividad económica,
ceremonias y mitos entre los indios Yokutos establece que “que los hombres y los animales eran
semejantes”, expresa mucho de la misma cosa.
En su consideración acerca de la unión de hombre y naturaleza en el pensamiento de las
sociedades preliterarias y antiguas, Redfield observa que los hombres de estas sociedades no
“confrontaban” a la naturaleza. Para ellos “estando ya en la naturaleza el hombre no puede enfrentarse a
ella”. En realidad sugiere Redfield, la relación es de mutualidad, que existe debajo de un orden moral que
une al hombre, la naturaleza, y los dioses en una unidad.
El mundo moderno occidental ha sobrellevado una gran transformación desde esta orientación. El
hombre ha sido separado conceptualmente de la naturaleza, y Dios de los dos. Al hablar del desarrollo del
pensamiento occidental desde los tiempos clásicos, Redfield afirma (p.109-110):
El desarrollo subsiguiente de una visión mundial en la cual Dios y el hombre están ambos
separados de la naturaleza, y en la cual la explotación de la naturaleza material se transforma en una
actitud primaria, puede ser atribuida a nuestro mundo occidental casi enteramente y así debería ser vista,
como sugirió Sol Tax (Tax, 1944), como una “invención cultural” particular. En el siglo XVII en la filosofía
europea Dios estaba fuera del sistema como un mero relojero. Para el americano primitivo, la naturaleza
era la provisión de Dios para la explotación del hombre... El mundo occidental contemporáneo, ahora
imitado por el oriental, tiende a ver la relación del hombre con la naturaleza como una relación del hombre
con la materia física en la cual la aplicación de la ciencia física al confort material del hombre es la tarea
suprema del mismo en la tierra.
Estas observaciones pueden parecer exageradas para algunos, pero ellas ilustran lo que yo creo es
un contraste fundamental en el pensamiento del mundo occidental, en comparación con pueblos
preliterarios y antiguos. Es un contraste que en sí mismo es por lo menos una respuesta parcial a nuestra
segunda pregunta planteada antes -a saber, ¿Cómo ha afectado esta actitud contrastante lo que los
hombres piensan que deberían hacer en relación con el desarrollo de sus hábitats para el uso humano?
Ciertamente el tenor del pensamiento contemporáneo norteamericano sostiene que el hábitat es algo
separado del hombre y está para ser manipulado en su beneficio. En el mundo actual, con los millones
siempre crecientes de seres humanos para vestir, alimentar, y alojar, esta actitud tiene una importancia muy
inmediata y práctica.
Por otro lado, a pesar de la larga historia del crecimiento de la tecnología, a través de la cual
algunos hombres, en tiempo tan remotos como los períodos primeros de la historia humana, deben haber
estado involucrados con el mejoramiento de las herramientas para desarrollar recursos para el uso
humano, las sociedades preliterarias adolecen de la actitud instrumental penetrante hacia la naturaleza que
es característica generalmente de nosotros. La diferencia probablemente responde al significado de mágico
asociado con la tecnología, que Malinowski planteó hace mucho con los habitantes de las Islas Trobiand.
Entre esta gente, aunque su habilidad completamente tecnológica es transformada en una empresa, como
la jardinería, la pesca, los viajes, el recurso a la magia debe llenar la brecha inevitable entre la aplicación de
la habilidad humana y la seguridad del éxito.
Las actitudes contrastantes del pensamiento occidental y preliterario llevan a otra pregunta. Por
muchas décadas los antropólogos han tratado de observar los cambios que ocurren en pequeña escala,
para las más preliterarias sociedades cuando entran en contacto con la civilización industrial occidental.
¿En lo que respecta a la interpretación de los recursos naturales, no es el contraste recién discutido en las
raíces del cambio que tiene lugar? Sospecho que sí. Para revisar toda la evidencia no alcanza este trabajo,
pero cito a un colega antropólogo, John Gillin, que compara las culturas India y Ladina (cristalizadas fuera
del contacto con España) de Guatemala:
La meta principal y fundamental de las culturas Indias es efectuar un ajuste pacífico o adaptación al
universo. En contraste, la meta principal de la cultura Ladina es efectuar el control del universo por el
hombre. La India quiere llegar a un acuerdo con el universo, la Ladina quiere dominarlo... La actitud India
no es de sumisión servil a las fuerzas naturales y sobrenaturales. Las presunciones básicas de las culturas
Indias sin embargo, sostienen que el hombre está en un mundo que actúa de acuerdo a ciertas leyes o
reglas controladas en última instancia por aquella parte del universo que nosotros llamaríamos lo
sobrenatural o lo desconocido, que este plan general de las cosas es continuo o inmutable, que el hombre
debe aprender ciertas reglas de acción y actitud para estar en conformidad con este esquema de cosas, y
que si él realiza eso recibirá la mínima cantidad de castigo o infortunio y las máximas recompensas de las
que tal esquema es capaz... La Ladina, por otro lado, asume que el universo, incluyendo su parte
sobrenatural, puede ser manipulado por el hombre... (Gillin, 1952).
La adopción gradual de esta actitud podría, creo, ser documentada en relación a otras sociedades
en contacto con el Occidente. Parece ser, por ejemplo, algo concomitante con la extensión de la industria
de la copra a varias Islas del Pacífico durante los siglos XIX y XX. El desarrollo de la industria de compra en
las islas Marshall fue acompañado casi seguramente por un cambio de actitud respecto a la tierra, donde
llegó a ser vista como un recurso a ser controlado y manipulado por el hombre para su mayor beneficio, de
una manera comparable al punto de vista Ladino descripta por Gillin. Hasta qué grado la extensión de esta
actividad sigue a una penetración de una economía monetaria en sociedades como la marshalina, junto con
el crecimiento del intercambio y una ampliación de las necesidades, no está claro.
Si estas actitudes contrastantes hacia la naturaleza, y en consecuencia hacia los recursos
naturales, han oído descriptas correctamente en estos párrafos, me gustaría pasar a algunas ramificaciones
relacionadas con la interpretación de la naturaleza por nuestra propia sociedad.
En relación al grado en que el mundo occidental está compuesto de individuos casi completamente
urbanizados esto no se refiere meramente al hábitat, y en consecuencia a los recursos naturales, como una
entidad que debe ser dominada por el hombre y manipulada, sino que tiende también a relegar todo el
asunto a un puñado de especialistas y, como resultado, a ubicar a la naturaleza fuera de su esfera
inmediata de interés. El hambre urbano ha sido alejado tanto de sus lazos biológicos e inmerso en los
problemas inmediatos de la vida urbana que se ubica como un "hombre egocéntrico dentro de un mundo
homocéntrico”. A pesar de los millones de norteamericanos que visitan anualmente nuestros parques
nacionales cada año, es dudoso que se haya logrado un gran efecto por medio de eso en la actitud urbana
básica. Los principios estéticos que subyacen en los movimientos de conservación norteamericanos
pueden ser vistos mejor como una reacción minoritaria al punto de vista urbano prevaleciente. La
conservación en el sentido de la Liga para Salvar los Bosques Rojos al preservar las sequoias, gigantescas
de California de la extinción es un esfuerzo de proteger al hombre moderno de sí mismo. Tales esfuerzos,
según información, no se encuentran entre los pueblos preliterarios que viven en pequeñas comunidades
en relación cercana y personal con la naturaleza. Entre la mayoría de ellos, aunque no está registrado en
los informes de los etnólogos, creo que la apreciación estética de la naturaleza es una situación común de
la vida diaria. No obstante debería agregar que la mayoría de mi propia experiencia de campo ha sido en
las congeniantes islas del Pacífico.
Si la forma prevaleciente de pensamiento tiende a ver a la naturaleza como una entidad física
separada del hombre, con el corolario de que el deber del hombre es desarrollar y dominar con su mejor
habilidad los recursos de su hábitat, hay sin embargo algunas exposiciones en el pensamiento científico
contemporáneo que no pueden ser ignoradas. Estas oposiciones están bien ejemplificadas por Darwin y
Faraday.
Darwin abrió nuestros ojos al funcionamiento de la naturaleza orgánica, y su forma de pensamiento
llevó al descubrimiento de nuevos hechos y relaciones en el mundo viviente. Darwin se ocupó del lugar del
hombre en la naturaleza y del hombre como parte de un enorme y dinámico biosistema, del cual el hombre
era sólo una pequeña parte, en realidad no muy diferente de las otras partes, y sujeto a los mismos
procesos y regularidades. En su punto de vista sobre la integración del hombre con el mundo natural,
Darwin puede ser considerado cercano a la manera en que los pueblos preliterarios ven a la naturaleza,
excepto por la diferencia fundamental de que el primero desarrolló su punto de vista sobre la base de la
realidad observada; los últimos, recurren a la sanción de leyendas y mitos creados por el hombre. Darwin
dejó a sus sucesores el concepto del hombre como parte de la naturaleza, cualesquiera sean las
cualidades que el hombre posea que lo distingan de otras formas de vida.
Faraday, por otro lado, nos introdujo a las fuerzas inanimadas que podrían ser utilizadas para servir
las necesidades y deseos del hombre. Estimuló la invención de nuevos dispositivos y la formación de una
gran tecnología nueva basada en el uso de fuerzas naturales. También estimuló la creación de un mundo
homocéntrico, un mundo moderno, mecanizado, explotador de hombres cuya contemplación se centra en
gran medida sobre sí mismos y que tratan de planear, arreglar, y administrar en su propio nombre. Visto
que la herencia de Darwin ha provisto la fascinación de la revelación biológica, la de Faraday ha traído la
excitación referida a la perfección y aplicación de las ciencias físicas.
En un mundo moderno donde el hombre se dedica a explotar hasta el límite los recursos naturales
de este planeta -una dedicación que es estimulada por la gran cantidad de hombres en la tierra- el punto de
vista ejemplificado por Faraday es necesariamente más poderoso. Difícilmente podría ser de otra manera.
Sin embargo no se puede olvidar la figura barbada de Darwin mirando tranquilamente desde las sombras.
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