Siria recurre a la voluntad popular

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Siria recurre a la voluntad popular
Thierry Meyssan :: 11/01/2013
Al llamar al pueblo sirio a pronunciarse a través de un referéndum, el presidente al-Assad
reafirma la soberanía que los occidentales negaban a ese pueblo
Francia y las monarquías del Golfo se empeñan en presentar a Bachar al-Assad como un tirano
sanguinario y en hacerlo responsable de las 60 000 muertes que contabiliza el Alto Comisariado para
los Derechos Humanos. Este 6 de enero de 2013, el presidente al-Assad invirtió esa retórica en su
discurso a la nación. Se reafirmó como líder de un país que está enfrentando una agresión
proveniente del exterior y rindió homenaje a la memoria de los 60 000 mártires. Como símbolo de
ese homenaje, a sus espaldas podía verse, durante su discurso, una bandera siria conformada con los
rostros de las víctimas. El objetivo de su discurso fue aportar precisiones concretas sobre la
aplicación del plan de paz negociado entre la Casa Blanca y el Kremlin con vistas a una delimitación
del Medio Oriente. Aunque el comunicado emitido en Ginebra el 30 de junio de 2012 y los
numerosos contactos posteriores ya definen la estructura general de dicho plan, quedan aún
numerosos detalles por negociar. Todas las partes, con excepción de Francia y de las monarquías del
Golfo, han aceptado la idea de un gobierno de transición presidido por el propio Bachar al-Assad,
gobierno que incluiría a numerosos líderes de la oposición. París, Riad y Doha siguen interpretando
la «transición» como el paso de una Siria presidida por Bachar al-Assad a una Siria sin al-Assad.
Washington, Moscú y Damasco, por el contrario, consideran la «transición» como un proceso de
pacificación y reconciliación. El acuerdo de Ginebra plantea en principio la creación de un gobierno
de unión nacional durante el periodo de transición. Pero la actual Constitución siria, dado su
carácter presidencialista, no permite tal cosa ya que el presidente tiene entre sus prerrogativas la de
revocar a cualquier ministro en cualquier momento, al igual que el presidente de los Estados Unidos.
La creación de un gobierno sirio de unión nacional exige, por lo tanto, una reforma constitucional
destinada a ofrecer garantías a la oposición. En su discurso, el presidente Bachar al-Assad invitó la
oposición a participar en la elaboración
de una «carta nacional» que
enmendaría temporalmente la
Constitución para establecer los
objetivos y el modo de funcionamiento
del gobierno durante el periodo de
transición. Y anunció, adelantándose
así a los europeos y al enviado especial
de los secretarios generales de la ONU
y de la Liga Árabe Lakdhar Brahimi,
que ese texto sería sometido a un
referéndum. Dicho de otra manera, que
habrá que respetar la voluntad
soberana del pueblo sirio. No se tratará
un arreglo entre grandes potencias,
como aquel que el propio señor Brahimi orquestó en Taif al final de la guerra civil libanesa, y que
dejó al país del cedro bajo una tutela extranjera que se mantiene hoy en día. Una segunda
interrogante se plantea en cuanto a la identificación de la oposición. Estados Unidos creó una
Coalición Nacional conformada con personalidades sirias del exterior y que numerosos Estados
consideran como representante del pueblo sirio. Pero esa Coalición Nacional no goza de ningún
respaldo dentro del país y se ha visto rechazada incluso por el Ejército Sirio Libre (ESL). Desde el
punto de vista de Damasco y de Moscú, la Coalición Nacional, tanto por estar financiada desde el
extranjero como por haber pedido a los occidentales que bombardearan Siria, no puede participar
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en un gobierno de unión nacional. Y desde el punto de vista de Washington, la Coalición cometió una
falta imperdonable al condenar la inscripción del Frente al-Nusra (rama de al-Qaeda en el Levante)
en la lista estadounidense de organizaciones terroristas. O sea, la Coalición se puso del lado de los
terroristas, desacreditándose así definitivamente. El presidente al-Assad indicó por lo tanto que el
gobierno de unión nacional incluiría a todos los partidos políticos que han defendido el país a largo
de esta guerra de agresión. Es en ese punto, claro está, que las palabras del presidente al-Assad son
incompatibles con la retórica del Departamento de Estado. Para Damasco, la nación siria está siendo
atacada por fuerzas extranjeras que se autoproclaman «yihadistas». Para Washington, lo que hay en
Siria es una «guerra civil» con interferencia de combatientes extranjeros. Sin embargo, ambos
puntos de vista se van acercando poco a poco. Al incluir el Frente al-Nusra en su lista de
organizaciones terroristas, Washington de hecho abandonó políticamente al Ejército Sirio Libre. Si
bien parte de los políticos estadounidenses establecen diferencias entre el ESL y al-Qaeda, los
principales tanques pensantes –como el Council on Foreign Relations (Consejo de Relaciones
Exteriores o CFR)– señalan, por el contrario, que el Frente al-Nusra es el principal componente del
Ejército Sirio Libre, además de ser el único de importancia operativa. Es por eso que en Estados
Unidos se ha hecho frecuente oír últimamente que la «revolución ha sido secuestrada» o «desviada
por los yihadistas». Así que Washington puede muy fácilmente acomodarse a la posición de
Damasco. La retórica de los derechos humanos, que anteriormente exigía la destitución de al-Assad,
hoy exige que se le ayude a mantenerse para luchar contra el terrorismo. Por supuesto, todo eso
denota la más increíble hipocresía. Es que en la nueva coyuntura energética Estados Unidos ya no
necesita apoderarse del gas sirio, el triple veto de Rusia y China impidió que la OTAN pudiera
lanzarse a la destrucción de Siria y el Ejército Árabe Sirio hizo fracasar la estrategia
desestabilizadora concebida por el general David Petraeus. Así que Washington está en busca de
una puerta de salida honorable para esta guerra fracasada. Bachar al-Assad toma nota de ello y
presenta sus condiciones. Al llamar al pueblo sirio a pronunciarse a través de un referéndum, el
presidente al-Assad cumple simultáneamente con tres objetivos: reafirma la soberanía que los
occidentales y las monarquías del Golfo negaban al pueblo sirio, recuerda implícitamente que es el
único líder ya legitimado por la vía de las urnas y acelera la agenda. Consciente de que no faltarán
Estados que pongan en duda la limpieza de la nueva consulta popular, Bachar al-Assad utilizará esas
dudas para acelerar el despliegue de una fuerza de la ONU encargada de supervisar la realización
del referéndum y de poner fin a la violencia lo más rápidamente posible. El presidente sirio se
abstuvo de mencionar un calendario para la redacción de la carta nacional y la realización del
referéndum, con la esperanza de que el Consejo de Seguridad le proponga uno, lo más acelerado
posible. Red Voltaire
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