Obama II: la purga y el pacto

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Obama II: la purga y el pacto
Thierry Meyssan :: 11/12/2012
Signos que atestiguan una encarnizada lucha dentro de las diferentes facciones que componen
la esencia del poder dentro del aparato político de EEUU
Ya fortalecido en su legitimidad por la reciente reelección, el presidente Barack Obama se prepara
para iniciar una nueva política exterior. Después de sacar las conclusiones que le impone el relativo
debilitamiento económico de Estados Unidos, Obama renuncia a gobernar el mundo él solo. Sus
fuerzas armadas prosiguen su salida de Europa y su retirada parcial del Medio Oriente para
posicionarse alrededor de China. En función de esa perspectiva, el presidente estadounidense quiere
al mismo tiempo debilitar la naciente alianza ruso-china y compartir con Rusia la carga que
representa el Medio Oriente. Está por lo tanto dispuesto a poner en aplicación el acuerdo sobre
Siria, concluido en Ginebra el 30 de junio –que implica el despliegue de una fuerza de paz de la ONU
conformada principalmente con tropas de los países de la Organización del Tratado de Seguridad
Colectiva (OTSC) y aceptar que Bachar al-Assad se mantenga en el poder si su pueblo lo plebiscita.
Esta nueva política exterior enfrenta una fuerte resistencia en Washington. En julio pasado, la
filtración organizada de ciertas informaciones a la prensa saboteó el acuerdo de Ginebra y provocó
la renuncia de Kofi Annan como enviado especial de la ONU y de la Liga Árabe. Aquel sabotaje
parece haber sido obra de un grupo de oficiales superiores estadounidenses que no admiten el fin de
su sueño de instaurar un imperio global. Esa problemática nunca se mencionó durante la campaña
electoral presidencial, ya que los dos principales candidatos estaban de acuerdo en la
implementación del mismo viraje político y se diferenciaban únicamente en la manera de
presentarlo. Barack Obama esperó además hasta la noche de su victoria electoral para emprender
una purga discretamente preparada desde hace meses. Ampliamente reflejada por los medios, la
renuncia del general David Petraeus a sus funciones como director general de la CIA no pasaba de
ser un aperitivo y no tardarán en rodar las cabezas de otros oficiales superiores. La purga afecta, en
primer lugar, al almirante James G. Stravidis, Comandante Supremo de la OTAN y comandante del
EuCom [United States European Command] quien llega al fin de sus funciones y al general John R.
Allen, quien debía reemplazarlo. Vienen después el general William E. Ward, ex comandante del
AfriCom [United States Africa Command], el general Carter F. Ham que lo reemplazó en ese cargo
hace un año, así como otros oficiales superiores que ocupan cargos menos importantes. En cada
caso, los oficiales superiores incluidos en la purga son acusados de dudosa moralidad o de
malversación de fondos. Actualmente, la prensa estadounidense, extasiada con los detalles más
sórdidos del triángulo amoroso entre Petraeus, Allen y Paula Broadwell, la biógrafa de Petraeus, ni
siquiera menciona sin embargo que esa señora es teniente coronel de la inteligencia militar. Todo
parece indicar que en realidad fue infiltrada en el entorno de los dos generales para hacerlos caer
en una trampa. Antes de la purga que actualmente se desarrolla en Washington, ya se había
producido en julio la eliminación física de varios responsables extranjeros que se oponían a la nueva
política y que habían estado implicados en la batalla de Damasco. Todo sucedió como si Obama
hubiese decidido permitir una “limpieza de verano”. Así se produjeron la muerte prematura del
general egipcio Omar Suleiman, mientras se hallaba en Estados Unidos para someterse a una serie
de exámenes médicos, y –7 días después– el atentado contra el príncipe Bandar ben Sultán de Arabia
Saudita. Lo que ahora le queda por hacer a Barack Obama es conformar su nuevo gabinete con
hombres y mujeres capaces de lograr la aceptación de su nueva política. Para ello cuenta sobre todo
con el ex candidato demócrata a la elección presidencial y actual presidente de la Comisión de
Relaciones Exteriores del Senado John Kerry. Moscú ya hizo saber que la nominación de Kerry sería
bienvenida. El senador es conocido por ser «un admirador de Bachar al-Assad» ('The Washington
lahaine.org :: 1
Post')conquienhasostenidoinclusofrecuentesdesdehaceaños[1].
John Kerry y su esposa en un almuerzo
privado con el al-Assad y su esposa en
un restaurante damasceno, en 2009.
Queda por saber si los demócratas
pueden darse el lujo de perder un
asiento en el Senado y si Kerry estaría
a la cabeza del Departamento de
Estado y del Departamento de Defensa.
De asumir Kerry la dirección del
Departamento de Estado, el
Departamento de Defensa quedaría
bajo la dirección de Michele Flournoy o
de Ashton Carter, cuya misión sería
proseguir las restricciones
presupuestarias ya emprendidas en ese
sector. Si Kerry tomara la dirección del Departamento de Defensa, el Departamento de Estado
quedaría entonces en manos de Susan Rice, lo cual puede plantear ciertos problemas en la medida
en que Rice no se ha mostrado precisamente cortés ante los últimos vetos rusos y chinos en el
Consejo de Seguridad de la ONU y parece carecer de la sangre fría que exigiría el puesto. En todo
caso, los republicanos ya están movilizándose para cerrarle el camino. John Brennan, célebre por sus
métodos particularmente sucios y brutales, podría convertirse en el próximo director de la CIA. Su
misión consistiría en pasar la página de la era Bush liquidando a los yihadistas que anteriormente
trabajaron para la Agencia y desmantelando Arabia Saudita, que ha perdido toda utilidad. Otro
candidato para esa misión pudiera ser Michael Vickers. Pero tampoco hay que olvidar a Michael
Morell, el hombre de la sombra que estuvo junto a George W. Bush un cierto 11 de septiembre para
decirle lo que tenía que hacer. El muy sionista, pero también muy realista, Anthony Blinken podría,
por su parte, convertirse en consejero de Seguridad Nacional, lo que permitiría retomar el plan que
el propio Blinken había elaborado en 1999, en Shepherdstown, para el entonces presidente Bill
Clinton, plan que consistía en implementar la paz en el Medio Oriente apoyándose en… la familia
Assad. Incluso antes de la nominación del nuevo gabinete, el viraje político ya empezó a concretarse
con la reanudación de las negociaciones secretas con Teherán. En efecto, el nuevo contexto impone
a Washington el abandono de la política de aislamiento aplicada contra Irán y reconocer finalmente
que la República Islámica es una potencia regional. Primera consecuencia: ya se reanudó la
construcción del gasoducto que conectará South Pars –el mayor campo gasífero del mundo– con
Damasco, y posteriormente con el Mediterráneo, para extenderse finalmente hasta Europa; una
inversión de 10,000 millones de dólares cuya rentabilización exige una paz duradera en la región. La
nueva política exterior de Obama II modificará el Medio Oriente en 2013, pero será en el sentido
opuesto a lo que habían anunciado los medios de prensa occidentales y los del Golfo.
Nota: [1] «For besieged Syrian dictator Assad, only exit may be body bag», por Joby Warrick y Anne
Gearan, The Washington Post, 1º de agosto de 2012. Léase además la poco convincente precisión de
Jodi B. Seth, portavoz del senador Kerry: «Why John Kerry tested engagement with Syria», The
Washington Post, 5 de agosto de 2012. Red Voltaire
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