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Estimado(a) lector(a):
Ruth Casa Editorial pone en sus manos este fragmento promocional del libro De
acero y nube. Biografía de Viengsay Valdés, también disponible para sus amigos en Ruth
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Usted puede acceder al ebook completo en Ruth Tienda (www.ruthtienda.com),
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La edición impresa de este libro será presentada en los meses finales de 2014, y sus
opiniones, sugerencias y aportes a partir de esta primera lectura, serán agradecidos
por el autor y nuestro equipo editorial.
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A mis padres, quienes cultivaron en mi hermana
y en mí el amor por la música y el ballet clásicos.
A Clara, y a la memoria de nuestro querido Roberto.
Obediente a las reglas, pero creativa,Viengsay
es un ave que atraviesa el paisaje con la fuerza
de una ráfaga. Ella encarna lo más elevado de
la naturaleza femenina, su alimento corporal
más decantado, la exaltación del movimiento
perpetuo como metáfora de la divinidad.
A veces nos preguntamos por quién doblan las
campanas y no tenemos respuesta. Esta vez,
sabemos que doblan porViengsayValdés.
Miguel Barnet
Índice
9Agradecimientos
11 A los lectores
15 A propósito de este libro
Primer a parte
Los cimientos
22 En el principio
22 Un nombre, una predicción: Viengsay-Victoria
Retrospectiva al matrimonio Valdés-Herrera
24 Primera etapa de la infancia
Laos y Seychelles
31 Retorno a Cuba. Cambio de vida
33 En busca de unas alas
33 La gimnasia rítmica
39 El ballet
Una elección de rigor
44 En el camino
44 Escuela Elemental de Ballet Alejo Carpentier
Un revés, una convicción
53 Escuela Nacional de Arte (ENA)
Trabajo de Repertorio. Primer pas de deux
Otras piezas del mundo de Viengsay
69 El éxito de la constancia
72 En imágenes. Los cimientos
De acero y de nube
6
Segunda parte
El alma de r aíz
84 Itinerario de un sueño
84 Las puntas del reto
92 Planear sobre la lava
Coyuntura
Las categorías
Primera bailarina del público cubano
Una coraza para salvar el sueño
103 El cuerpo físico. Una puerta se cierra
Decisión insólita
110 El cuerpo físico. Una puerta se abre
El fisioterapeuta Miguel Capote Rodríguez
119 Cumpliendo el sueño
124 El renacer
124Confirmación
133 Una misión que cumplir
136 Los forjadores
136 «Esa es la Maestra». De la discípula
a la maestra Alicia Alonso
139 «A los pies del creador» . De la discípula
al maestro Fernando Alonso
144 Apuntes sobre Alberto Alonso
144 El legado de otras grandes maestras de la escuela cubana de ballet
146 Alicia Alonso. De la maestra a su discípula
147 Fernando Alonso. Del maestro a su discípula
149 Otras grandes maestras de la escuela cubana de ballet sobre su discípula
De Loipa Araújo
De Ramona de Sáa
De Mirtha Hermida
7
Biografía de Viengsay Valdés
De Svetlana Ballester
157 En imágenes. El alma de raíz
Tercer a parte
Con luz propia
180 Los pasadizos de la creación
180 La asunción consciente del arte
182 Los personajes
Giselle
Carmen
Kitri
Odette-Odile
190 Un estilo propio
194El partenaire cubano
202 Momentos trascendentes
202 Mover el mundo
…Y consiguió mover el mundo
219 Pruebas de fuego
Bailar con la vida
222 Una marca indeleble
225 Otra joya del ballet cubano
225 Reseña de los contrastes
230 «La primera de Cuba»
236 En imágenes. Con luz propia
261 Repertorio (1994-2013)
261 Ballet y Personajes interpretados
269 Repertorio de estrenos
276 Premios y distinciones
De acero y de nube
8
AGR ADECIMIENTOS
Como en todos mis libros, soy deudor de
muchas personas. Viengsay Valdés en primer lugar, su colaboración fue crucial para
este propósito; Roberto Valdés, padre de Viengsay y los entrañables maestros Fernando
Alonso y Mirtha Hermida, quienes ya no están entre nosotros. Clara Herrera, madre
de Viengsay, su experiencia y su poder de organización constituyeron una ayuda en cotejar las informaciones que obtenía. Otros familiares de la primera bailarina: Amparo
Rivero (abuela materna), Robertico Valdés (hermano), Nancy y Hortensia Herrera
(tías maternas); y su compañero y esposo, Carlos Herrero Franco, compartieron sus
vivencias y recuerdos en un ámbito de amor y franca hospitalidad.
No puedo dejar de mencionar a Miguel Capote Rodríguez, excelente profesional y
ser humano, que con su sabia y paciente colaboración arrojó claridad sobre momentos
que marcaron la vida de Viengsay. Luisa Feitó, Ocilia Pedrera, José Edilio Rodríguez
y Alberto Acosta; Deisy del Toro y Pablo Llanes Morales; Ana Yolanda Correa Cruz;
Mirtha Muñiz, Enrique Ávila y Rogelio Riverón también aportaron a la investigación
que realicé.
Las entrevistas concedidas por las maestras Ramona de Sáa, Loipa Araújo y Svetlana
Ballester, así como los textos enviados al autor por la maestra Valentina Fernández
y la prima ballerina assoluta, directora del BNC, Alicia Alonso, constituyen preciados
puntales de esta obra.
Los diálogos sostenidos con Miguel Cabrera, Pedro Simón, Ismael Albelo, Ahmed
Piñeiro y José Ramón Neyra, me permitieron confrontar puntos de vista y arribar a la
comprensión de aspectos esenciales.
Fundamental fue la colaboración de los bailarines Carlos Acosta, Joel Carreño, José
Manuel Carreño, Carlos Gilí, Bethina Ojeda, Javier Torres, José Martín, Moisés Martín
Fincas, Begoña Cao, Pedro Lapetra, Tamara Rojo y Tatiana Piché, quienes me aportaron diversos puntos de vista sobre la personalidad de Viengsay y el mundo del ballet.
9
Biografía de Viengsay Valdés
Mi esposa y compañera Laura Pujol, mis hijos Johanna y Abel, y mi yerno Eugenio
Martínez (Pochi), leyeron el primer manuscrito que decidí someter a la opinión de
terceras personas, y me realizaron valiosas críticas y recomendaciones a lo largo de la
elaboración del libro. Mi hijita María Laura leyó los primeros capítulos y con los nueve
años que tenía en aquel momento, me dio la certeza de que los estudiantes de ballet de
nuestras escuelas y de otros países, podrían leerlo con soltura e interés.
Mi libro hubiera sido otro sin la labor de mi editora Bárbara Rodríguez Rivero, su cultura y sensibilidad coadyuvaron a una permanente relación de intercambio y discusión
de cada idea, a ella va mi agradecimiento más profundo. A Liliette Mompelier, Martha
Sánchez —por su ayuda en la etapa final en la selección de las fotografías y en precisar algunas fechas y datos—; Denise Ocampo, Lilia Díaz, Guadalupe Pérez (Lupe),
Marianela González, Enrique García, Caridad Rodríguez, todos ellos colaboradores
de RUTH. Enrique (Keke), realizó un sinnúmero de tareas diversas, sin las cuales
tampoco el libro hubiera llegado a buen puerto. A todos, muchas gracias.
Salvador de Bahía, 03 de febrero 2014.
De acero y de nube
10
A los
lectores
La solidez de la presencia femenina ha sido
uno de los rasgos característicos del ballet cubano desde sus tiempos iniciales. La excepcionalidad de una figura como Alicia Alonso, su indiscutible misión fundadora y las
legendarias cualidades artísticas y técnicas que marcaron su carrera, la convirtieron en
una suerte de musa para las diferentes generaciones de bailarinas cubanas surgidas en
estos sesenta y cinco años de gloriosa brega. Pero, como ciertamente afirmara en 1988
la inminente crítico norteamericana Olga Maynard en su ensayo «El legado de Alicia
Alonso»: «debemos maravillarnos de que, de esa Alonso fuerte y omnipotente, hayan
surgido primeras bailarinas de individualidad única». Una década antes de aparecer
ese texto, el entonces decano de la crítica mundial de ballet, el inglés Arnold Haskell,
había definido también el fenómeno, al proclamar, sin duda alguna que «en el ballet
cubano no hay Alicias de imitación. Ella respeta y desarrolla la personalidad de cada
una de sus bailarinas».
En las décadas que mediaron entre 1960 y el año 2000 ello se hizo evidente, de manera muy especial, en las llamadas Cuatro Joyas (Loipa Araújo, Aurora Bosch, Mirta Plá
y Josefina Méndez), en el dueto integrado por María Elena Llorente y Marta García;
en las denominadas Tres Gracias (Amparo Brito, Ofelia González y Rosario Suárez)
y en toda una ilustre generación posterior, que llega hasta nuestros días, aclamada
tanto nacional como internacionalmente por los públicos más exigentes y la crítica
especializada.
Las Escuelas Elementales y de nivel medio, florecidas a lo largo y ancho de la nación,
han sido las encargadas de descubrir y formar ese talento femenino que durante muchos años han entregado a las compañías profesionales para que alcanzaran allí las más
11
Biografía de Viengsay Valdés
altas cotas de profesionalismo y pulimento artístico. Durante una larga etapa esa labor
pareció ajustarse a los patrones de los «talleres gineceos» de la antigua Grecia, para
mostrar principalmente los dones femeninos del ballet cubano, hasta que, posteriormente, se lograra el justo y necesario equilibrio con las huestes masculinas.
En 1994, llegó al Ballet Nacional de Cuba uno de esos jóvenes talentos al que aguardaba un futuro luminoso y un destacado sitial en la historia del ballet cubano. Era
Viengsay Valdés, una chica de exótico nombre y honroso pedigree, pues venía graduada
con Título de Oro y poseedora de altos galardones, obtenidos en eventos competitivos
de alto fuste en Cuba e Italia. A partir de entonces su innato talento y sus promisorias
facultades enrumbaron hacia el alto vuelo al que estaba destinada. Un disciplinado
quehacer, bajo la guía de la Alonso y los más prestigiosos maîtres y profesores de la
compañía, la enfrentó a incesantes y crecientes retos. Tuve el privilegio de ser testigo
cercano de esa forja, con una total entrega para domeñar los grandes retos estilísticos
exigidos por el legado romántico-clásico del siglo xix y las creaciones más audaces de
la contemporaneidad.
De esa batalla emergió, desde 2001, una primera bailarina de acerada técnica y amplio
diapasón estilístico, cuya solidez ha sido ampliamente reconocida en las numerosas
giras, que ha realizado como primera figura del Ballet Nacional de Cuba por los cinco
continentes, y durante sus actuaciones como estrella invitada de las más prestigiosas compañías de ballet del mundo, entre ellas el Ballet del Teatro Mariinsky de San
Petersburgo, el Ballet Bolshoi de Moscú, el Real Ballet Danés y el Real Ballet de
Londres, así como en galas y festivales en un periplo que abarca desde Beijing, Japón
y Laos, hasta Nueva York y México, pasando por Turquía y Buenos Aires. En ella se han
revalidado, para los amantes del ballet de nuestro tiempo, las virtudes que en el pasado sentaron el prestigio de las grandes bailarinas cubanas. ¿Y qué significado tiene ese
logro en la historia actual del ballet cubano? Desentrañarlo exige un minucioso análisis
de las peculiaridades que ha tenido la evolución artística de Viengsay, no solamente en
el período en que emergió del conjunto, sino también en esta última docena de años
en que ha tenido que ratificar, en cada aparición escénica, su categoría de primera figura. Esa es la única clave para entender por qué ella es hoy lo que es y el por qué del
sitio particular que ocupa.
Su sólida formación académica, su disciplinado quehacer cotidiano y ese carisma de
que es poseedora, le impidieron ser una más en las casi siempre anónimas filas del
estatus, internacionalmente conocido como, «corps de ballet». Se supo de inmediato que ella no estaba destinada a los compartimentos estancos, ni al lugar común, y
pronto pudo comprobarse que habitaba en ella una «solista» destinada a ascender y
De acero y de nube
12
a iluminar con luz propia. Siete años después, luego de haber transitado exitosamente los diferentes estadíos jerárquicos del elenco, llegó lo impostergable: su ascenso
al máximo peldaño artístico, el de Primera Bailarina. Pero, ¿qué sucedió entonces?
Debió compartir un cetro pentárquico con otras valiosísimas bailarinas, también de
fuertes personalidades y sólido dominio técnico-estilístico, cada una capaz de aportar
sus dones peculiares y de enfrentar el reto de continuar una tradición generacional
lamentablemente truncada a destiempo. En ese momento el público, la crítica y el
resto de los especialistas que observaban ese crucial momento de nuestra escuela balletística, tuvieron ante sí el dilema de la sumatoria para establecer una verdadera
definición de cada una de ellas, que incluía valorar la hermosa línea de una, los bellos
pies y brazos de la otra, el poderío técnico y la capacidad del resto para la ductilidad
estilística y también ese «extra», imposible de medir con patrones numéricos y que
universalmente es conocido como «ángel escénico».
Viengsay sopesó todas esas exigencias y se dio a la tarea de conquistarlas, sin enquistarse o acomodarse en sus virtudes intrínsecas, ni esgrimirlas como armas de combate
contra sus colegas. Logros suyos de esa etapa consolidatoria fueron el mejoramiento
de su en dehors clásico, el pulimento de su arsenal técnico (los saltos, las baterías, las
sutilezas y los encadenamientos en los dúos y adagios, la dinámica y el ataque en los
allegros de las variaciones y las codas, el trabajo con las extensiones de sus piernas, la
versatilidad interpretativa) y, muy especialmente, dos aspectos en que ha brillado de
manera particular, la verticalidad de los giros, sin desplazamientos, tanto en los lentos
como en los rápidos; y el rescate de los balances o equilibrios, detalles considerados,
desde décadas atrás, como rasgos definitorios de la escuela cubana de ballet, bastante
debilitados por entonces. Fue una altísima meta y Viengsay la conquistó.
Por disímiles razones, durante un largo período ella fue quedando como la estrella
solitaria de su generación, al abandonar la compañía la mayoría de sus iguales en jerarquía, pero no se volvió fatua ni egocéntrica, sino que contrariamente a lo que podía
esperarse, compartió experiencias con las nuevas co-estrellas, y muy especialmente,
con una pléyade de jóvenes partenaires a los que con modestia y altura humana, no
vaciló en colocar en la ruta de sus éxitos. Quizás el hecho de ser la bailarina cubana
con mayor presencia individual en galas y festivales en las cuatro esquinas del mundo,
sin apartarse de su Alma Mater, el Ballet Nacional de Cuba, haya hecho el resto. Sin
privilegios divulgativos, Viengsay Valdés ha logrado, solo a base de talento y trabajo,
conquistar algo muy difícil: ser famosa y ser popular, que por cierto no son categorías
idénticas. En el ámbito internacional su singularidad es altamente reconocida y en su
13
Biografía de Viengsay Valdés
patio insular no hay nadie, iniciado o ignaro, que desconozca su nombre o no lo asocie
a esa escasa categoría llamada excelencia.
Y habría que añadir, con supremo orgullo, que todo esto lo ha hecho subrayando su
cubanía, su pertenencia a la tierra que la vio nacer, aunque su órbita ya sea totalmente
cosmopolita. Enaltece comprobar que ella sabe, y así lo demuestra, que el Arte no
tiene Patria, pero los artistas sí.
Ahora, para regocijo de todos, el Doctor Carlos Tablada nos hace el regalo de este
valioso libro, en el que nos entrega un vívido retrato de esta excepcional mujer, tanto
en su condición de artista como de ser humano. En estas páginas, pulcras y exactas,
no se limita a trazar una órbita estelar, sino que nos muestra, con aguda pupila, cuánto
hay de esfuerzo, de entrega sostenida y de sacrificio para lograr la altura del vuelo que
la Valdés ha alcanzado. El autor, gracias a su fina sensibilidad, probada eticidad y sólida
cultura filosófica, sociológica y artística, no nos agobia —peligro tan frecuente— con
vocablos y adjetivaciones rebuscadas o hiperbólicas, con frases doctas sobre pasos y
poses balletísticas, que solo servirían para alejarnos de la verdad perseguida, o simplemente para complacer a una limitada legión de balletómanos superficiales. Enjundioso
trabajo de investigación, de rigurosos cotejos documentales, de asimilación testimonial de especialistas y testigos cercanos de la trayectoria artística de Viengsay Valdés,
hacen de este imprescindible libro un tesoro, útil para todos aquellos que sienten y
aman el arte y se enorgullecen de la mundialmente reconocida escuela cubana de ballet.
Dr. Miguel Cabrera
Historiador del Ballet Nacional de Cuba
La Habana, 2013.
De acero y de nube
14
A propósito
de este libro
Este libro nace de mi admiración por la
primera bailarina Viengsay Valdés, en quien reconocí, mucho antes de alcanzar el sitial
que hoy merecidamente ocupa, la fibra del verdadero artista, la excepcionalidad que
solo irradia un gran talento. Lo que hay de mí en este libro, mis puntos de vista, mis
interrogaciones, mis reflexiones, sin duda están marcados por esa percepción.
Cada línea de estas páginas ha sido escrita con la mayor fidelidad y son resultado de un
trabajo intenso de varios años con una vasta y diversa información, no solo de fuentes
documentales y audiovisuales, sino también de testimonios obtenidos en largas sesiones de entrevistas realizadas personalmente a Viengsay y a un considerable número de
personas. Entre ellas están nombres insignes de la escuela cubana de ballet —maestros
que han tenido una participación invaluable en su formación profesional—, críticos de
arte, periodistas, funcionarios, bailarines, trabajadores del Ballet Nacional de Cuba,
médicos, y familiares de la primera bailarina. Todos, de cierta manera son coautores
de esta obra que va dirigida no solo a los especialistas del ballet sino a todos aquellas
personas que se interesan por este arte y por Viengsay; pero también, y sobre todo, va
para aquellos que aún en el contexto actual —proclive a la dispersión de la inteligencia y del talento— no han renunciado a su sueño. La vida de Viengsay es eso: una expresión suprema de amor, de fe, de entrega total a la vocación y una lección ejemplar
del poder de la voluntad humana.
Desde niño, yo tuve la suerte de que mis padres me llevaran asiduamente a las presentaciones de la Sinfónica, la orquesta de música clásica cubana, y al ballet; íbamos a
las funciones de Fernando Alonso, de Alicia Alonso —hablo de los años cincuenta del
siglo xx. Desde entonces hasta la fecha he asistido regularmente al ballet. Mi padre
siempre me hacía hincapié en la cuestión humana, por eso sentía especial admiración
por Liszt. Yo me preguntaba, ¿por qué? Están: Chopin, Tchaikovsky, Mozart, Bach,
15
Biografía de Viengsay Valdés
Beethoven, otros, ¿por qué él? Mi padre me contaba que mucha de la música clásica se
salvó por Liszt, que sacrificó mucho tiempo de su vida para transcribir y salvar partituras de otros músicos, lo cual le restó tiempo para escribir su propia música. Mi padre
le otorgaba un valor muy especial por su altruismo, por su sensibilidad. En ese sentido
nuestra familia se ha educado. Tal vez por eso les temo a las personas muy profesionales pero espiritualmente muy frías, muy vacías. En el ballet eso se percibe enseguida.
Vi bailar por primera vez a Viengsay en los años noventa del pasado siglo y me impactó
su gran capacidad técnica, su dominio de la escuela clásica y el hecho de que su baile
tenía sello propio, tenía personalidad. Al día siguiente, veía en ese mismo ballet a otra
bailarina, su ejecución era irreprochable, pero yo sentía le faltaba algo. La danza de
Viengsay tiene ángel, tiene alma.
No es solo mi vivencia, con una visión y una concepción estéticas creadas a partir de
una formación cultural, de un desarrollo intelectual. Mi hija María, de nueve años de
edad hoy, es capaz de percibirlo. Desde pequeñita la llevamos al ballet y cuando tenía
solo dos años se sintió tocada, se levantaba de mis piernas para seguir cada paso de
Viengsay hasta su punto culminante. Viengsay logra eso.
He visto ballets en teatros europeos y videos de famosas bailarinas que han alcanzado
la gloria, en La Scala de Milán, en el Bolshoi; pero no consiguen en mí esa comunicación mágica de la que Viengsay es capaz. Esa espiritualidad es la clave, el hilo conductor que la ha mantenido, y una de sus esencias. Esa espiritualidad, me lanzó en el 2001
a proponerle a Viengsay escribir un libro sobre su vida.
Vi, como la nombran sus amigos, es una artista en el amplio sentido del término. Ella
puede transmitir un arte muy refinado, muy puro. La escuela clásica de ballet —y en
especial la escuela cubana de ballet—, la dota de ese arte; pero su alta calidad histriónica —histrionismo que usa de pilastra para entregarse en toda su dimensión—, lo
completa. Cuando la ves bailar ya no eres el mismo. No es solo su dominio y proeza
técnica, son también sus cualidades interpretativas. Cuando Viengsay danza no está
ejecutando una coreografía, no está interpretando un personaje; ella pone a danzar al
personaje, y consigue que uno sienta eso, padezca su tristeza, su debilidad o sus delirios, se contamine de su alegría, de su fuerza, o se espante de sus miedos. Infundirle
vida a lo ficticio en cualquier manifestación artística es difícil, pero en el ballet lo es
más, porque es un arte que prescinde de importantes recursos del discurso narrativo;
el bailarín debe suplir con movimientos corporales la fuerza de la palabra, las tonalidades expresivas de la voz, los efectos de un primer plano en la pantalla… Viengsay lo
logra con maestría, naturalidad y espontaneidad.
De acero y de nube
16
Pero no es solo eso, no es esa fusión de destreza técnica y calidad interpretativa —lo
cual sería suficiente para calificar de magnífica la actuación de una bailarina— hay
algo más, algo indefinible tal vez, que parte de esa conjunción y la trasciende. Me
refiero a su capacidad de sugerir, de evocar, de inspirar, a través de la re-creación de
un gesto, de la re-creación de un paso, de una secuencia de gestos, de una secuencia
de movimientos que en el trayecto de esa historia contada con el cuerpo y con el
sentimiento van dejando una estela de imágenes perdurables, una impresión sublime
en nuestra memoria, en nuestro espíritu. Es la belleza que solo consigue el ingenio de
un gran artista, es la impronta de un creador.
Un personaje me marcó en la adolescencia: Brindis de Salas. Cuando leí la historia del
violinista cubano me impactó su grandeza. Ese hombre humilde de esta islita perdida
en el mapa del mundo, llegó a brillar en las cortes europeas sin dejar de ser él, sin
afectar su personalidad y sin perder su identidad. Viengsay es otro ejemplo de que la
sencillez, la cubanía, no están reñidas con la profundidad y con la riqueza de espíritu.
Es la expresión genuina de que un artista puede elevarse a los niveles más altos de la
creación humana y arribar a lo divino, sin menoscabo de sus raíces ni de sus orígenes.
Ella se ha desarrollado en un medio muy difícil, se ha formado en un ámbito muy
competitivo, desde pequeña incluso, estando lejos de sus padres. A lo largo de su realización como bailarina se distingue por esa fortaleza de carácter, una voluntad a toda
prueba y una férrea disciplina de trabajo. Cuando arriba a la adultez, ya en su condición de bailarina profesional empieza a destacarse por una técnica muy fuerte, una
personalidad avasalladora; aspectos que se hacen muy notables en el escenario, y sobre
los cuales la crítica en general siempre ha enfatizado. Toda esta fortaleza no impide ver
la delicadeza espiritual de quien, es digno señalarlo, no ha sacrificado en el altar del
triunfo y de la competencia, su humanidad, sus afectos, su sensibilidad femenina, su
espiritualidad, ni sus valores. Todo eso se trasluce en su arte.
Viengsay es resultado de la Escuela Alejo Carpentier, de la Escuela Nacional de Arte,
del Ballet Nacional de Cuba, en suma, de la gran escuela cubana de ballet. No se puede
pensar en un buen profesional sin pensar en sus preceptores. No se puede hablar de
una escuela de ballet sin hablar de sus maestros, son los pilares. Viengsay reconoce siempre el papel fundamental de ellos en el éxito de su carrera, no lo olvida, constantemente expresa su gratitud y el privilegio que significa para su generación haber podido
recibir las enseñanzas de maestros de la talla de Josefina Méndez, Loipa Araújo, Marta
García, María Elena Llorente, Jorge Vega, Orlando Salgado y Rolando Candia. De todos aprendió ella, se nutrió de esa experiencia, de esa sabiduría que vino a completar
17
Biografía de Viengsay Valdés
la obra de otros grandes de la danza que también jugaron un papel imponderable en su
formación académica, como Ramona de Sáa, Adria Velázquez, Mirtha Hermida, María
Elena de Frade, Valentina Fernández y Pablo Moré, entre otros.
La discípula aún buscó más. Buscó a los maestros de maestros, Alicia Alonso y Fernando
Alonso. Ella tuvo la lucidez de no desechar la oportunidad de aprender con esos maestros fundadores, sabía que era un privilegio para su generación coincidir en el tiempo
con esos artistas extraordinarios, signos y paradigmas de la escuela cubana de ballet y de
nuestra cultura.
Y como era de esperarse, ellos fueron cardinales en la formación de la joven bailarina.
Con la Prima Ballerina Assoluta aprendió sutilezas de la interpretación dramatúrgica y
cómo llegar a la esencia de los personajes, experiencia que alcanzó su significación
más alta cuando la gran maestra le desmenuzó hebra por hebra «la locura de Giselle»
—¡la propia Giselle descorriendo cortinas a su mundo interior!—; nunca podrían las
palabras ilustrar en su justa magnitud esta vivencia.
A Fernando Alonso, ella tuvo la osadía, y la inteligencia, de buscarlo, con humildad, y
decirle: «Maestro, yo quiero aprender con usted».Y aprendió mucho de él. Viengsay ha
sido y es consciente de que ella le debe mucho no solamente en el arte del ballet, en su
técnica, sino en su ética personal, en su ser, a ese hombre maravilloso que es Fernando
Alonso.
Pero como uno de los principales méritos de Viengsay ha sido no conformarse nunca,
no dejar pasar las oportunidades que puedan aportarle a su crecimiento personal, profesional, ella persiguió cada coyuntura, toda coincidencia para trabajar con otras figuras
que también marcaron épocas de esplendor del ballet clásico en nuestro país, aunque ya
no formaban parte del Ballet Nacional de Cuba, como Aurora Bosch, Mirta Plá y Ofelia
González. Con ellas logró tomar ensayos y perfilar detalles en momentos importantes
de su carrera.
Viengsay no solo se limitó a asimilar conocimientos de los grandes maestros y ponerlos
en práctica. De los fundadores aprehendió algo fundamental: la necesidad de buscar en
sí misma; porque ellos nunca fueron «copias» de sus predecesores, ellos han sido auténticos artistas, que tomaron de todas las escuelas pero escribieron su libro propio, crearon la
escuela propia; tomaron clases de maestros eminentes y llegaron a diferenciarse de todos
ellos con un arte, que los llevaba en su sangre, pero tenía una identidad nueva, distinta.
Desde esa certitud Viengsay fue creciendo como artista. Creó su método de trabajo y
buscó sus propias experiencias donde poder darle cauce a sus emociones, a sus visiones,
De acero y de nube
18
y llegar a ser ella, lograr su sello personal sin romper con los cánones del ballet clásico y
de esa escuela cubana de ballet. El resultado es esa luz propia que la distingue. Ahí no solamente está lo que aprendió, lo que bebió de sus profesores, ahí está su experimentación,
su preparación intelectual, su espiritualidad, sus valores éticos y su concepción estética,
ahí está el trabajo creativo de un artista.
Transmitir el itinerario de ese sueño, develar las interioridades de esa búsqueda, es uno
de los fines de este libro.
A mi juicio, la biografía de una personalidad debe ser escrita para reforzar el mito,
nunca para disminuirlo; todos somos imperfectos. No me agradan las biografías en
que el autor quiere tomar distancia del biografiado, se recrea en insubstanciales pormenores cotidianos, e incluso, en hurgar llagas para demostrar su imparcialidad.
Creo que el espectador, el lector, espera que el autor le muestre al artista, que lo
aproxime a su personalidad, que le permita asomarse a esos matices que a veces pasan
inadvertidos, especialmente cuando se trata de una profesional de este difícil y fascinante arte.Y puedo asegurarles que en esa dirección he orientado mi trabajo, arduo y
no exento de riesgos, pero especialmente vivificante.
En el caso de Viengsay, es tan transparente que no es necesario desechar material; no
hay pasaje de su vida del que ella reniegue, no hay tramo del camino al que ella rehúse
volver sobre sus pasos, reencontrarse; Viengsay es capaz de re-vivir con tal pureza cada
momento de su vida, y no digo simplemente rememorar, hablo de una visitación mágica a los recónditos parajes del corazón de la Viengsay niña, hija, adolescente, mujer,
bailarina…; hablo de colocarse en ese tiempo y espacio pasados y desde allí disponer
el alma para volver a vivirlos intensamente, con su carga de aciertos y errores, con
su carga de impresiones: ríe donde alegrías hubo, llora donde grandes emociones, sin
echar velos, sin artificio. Así aconteció en los sucesivos encuentros que sostuviéramos
a propósito de este libro, y en los cuales se produjo desde el primer momento una
empatía, una comunión que hizo posible dialogar con su vida pasada y reciente, plena
de matices, sin pre-juicios de una parte ni la otra y sin necesidad de recurrir a métodos
preconcebidos. De esa confluencia espiritual, emotiva, estuvo impregnado nuestro
intercambio, desde nuestros respectivos roles, pudimos abordar las distintas etapas de
su vida con absoluta franqueza, aún las referentes a temas muy sensibles y polémicos.
Hoy la primera bailarina cuenta con un merecido reconocimiento mundial, y no creo
fortuito que los mayores críticos la ubiquen entre las mejores bailarinas del mundo.
Al referirse a ello el maestro Fernando Alonso ha expresado: «Estoy de acuerdo, estoy
de acuerdo totalmente, es una de las grandes bailarinas hoy en día; que sabe decirle al
19
Biografía de Viengsay Valdés
pueblo cubano, decirle al pueblo vietnamita, decirle al pueblo parisino, al inglés, a cualquier pueblo; lo que ella dice es para todos, porque es un mundo de arte, un mundo de
sensaciones, de profundas sensaciones».
En ese sentido, me atrevería a asegurar que se está cumpliendo el vaticinio de una de
las Cuatro Joyas del ballet cubano, Loipa Araújo, cuando en 2004 afirmó en entrevista
publicada en Balletin Dance de Argentina: «Viengsay va a durar los suficientes años
como para crear un punto de referencia como tuvimos todas nosotras».
De acero y de nube
20
Primer a parte
Los cimientos
… las cualidades esenciales del carácter, lo original y
enérgico de cada hombre, se deja ver desde la infancia en
un acto, en una idea, en una mirada.
José M artí
En el principio
Un nombre, una
predicción:
Viengsay-Victoria
El 10 de noviembre de 1976, en el hospital
Ramón González Coro, en el céntrico barrio habanero del Vedado, tuvo lugar el nacimiento de una hermosa niña a quien sus padres llamaron Viengsay,1 por sugerencia del
dirigente de la República de Laos, Phoumi Vongvichit, como símbolo de amistad entre
nuestros pueblos y un modo de perpetuar el nombre de la primera zona liberada en
aquel país.2
La recién nacida asombró a todos por su talla, era una «muchacha» muy grande; en
especial, sus manos de dedos largos y finos provocaban admiración: «¡tiene manos de
pianista!» —auguraban—.
Al calor de su madre y rodeada del amor filial, transcurrieron en Cuba los primeros
tres meses de su existencia.
Retrospectiva al matrimonio
Valdés-Herrera
Viengsay venía a completar la dicha del
matrimonio Valdés-Herrera consumado legalmente el 9 de mayo de 1975 en la capital
cubana con la unión de Clara Herrera Rivero, entonces de 30 años de edad, natural
de La Habana, y René Roberto Valdés Muñoz, de 40 años, natural de Remedios, Las
En una entrevista concedida en 2006 a la agencia Associated Press (AP), Viengsay refiere que su
nombre «es poco común, muy original y me gusta porque significa “Victoria” en laosiano».
2
Entrevista concedida al autor por Clara Herrera Rivero, madre de Viengsay, el 5 de febrero de 2011
en La Habana.
1
De acero y de nube
22
Primera parte
Villas,3 ambos de nacionalidad cubana, titulados en Ciencias Políticas y diplomáticos
de profesión.
La joven pareja había decidido contraer nupcias antes de partir a la misión que se les
había encomendado y la boda se celebró en la sede del Comité de Solidaridad con
Vietnam, Laos y Camboya, al cual pertenecían. Se hizo una gran fiesta con todos los
miembros de la asociación. «Fue muy lindo, ellos eran los primeros compañeros de
Solidaridad que se casaban en el Comité».4
Salieron de Cuba rumbo a Vietnam, allí permanecieron unos días y después partieron
hacia Vientiane, la capital laosiana, donde el Sr. Valdés había sido nombrado embajador
de Cuba; y Clara, encargada de asuntos culturales. Era la primera representación de la
nación antillana en el país asiático. Valdés se despedía de sus padres Roberto y Felicia,
quienes por esa fecha ya residían en La Habana, pero también de un hijo nacido de
su primer matrimonio con Dulce Pérez. Por su parte, Clara dejaba atrás a su madre,
Amparo, a Antonio, su padre, y a sus cinco hermanos (cuatro hembras y un varón).
Los diplomáticos tenían una agenda de trabajo amplia y prometedora en el entonces
estado monárquico constitucional de Laos. Debían profundizar en el conocimiento de
aquel país, de su pueblo, ya que «en Cuba se sabía mucho de Vietnam pero de Laos se
sabía muy poco. En este sentido, el trabajo que Roberto y Clara hicieron allí fue muy
hermoso. Ellos lograron a través de su labor que crecieran los puntos de contacto y
lazos de amistad entre cubanos y laosianos»,5 a pesar del contexto histórico, marcado por un clima de profundas tensiones políticas en la región. En Laos, una larga y
devastadora contienda civil contra el orden monárquico y sus fuerzas aliadas habían
provocado la destrucción de prácticamente todas las ciudades. Los diplomáticos de la
nación caribeña fueron testigos de los momentos cúspides de aquella conflagración
en que finalmente las fuerzas progresistas dieron al traste con la monarquía; y participaron de la Fiesta de la Victoria el 2 de diciembre de 1975, fecha que marcaría el
nacimiento de la República Democrática Popular de Laos.
Pocos meses después de aquel suceso, la pareja de funcionarios cubanos tenía un
nuevo motivo de celebración, esta vez de índole personal: Clara estaba embarazada,
Provincia del centro de Cuba que pasó a llamarse Villa Clara, nombre que conserva en la actualidad,
a partir de la división político administrativa puesta en vigor en julio de 1976.
4
Entrevista concedida al autor por la diplomática cubana Mirtha Muñiz, el 15 de junio de 2011 en
La Habana. En 1975 la Sra. Muñiz se encontraba al frente del Comité de Solidaridad con Vietnam,
Laos y Camboya, del cual ocupaba el cargo de vicepresidenta cuando tuvo lugar la entrevista citada.
5
Mirtha Muñiz en entrevista citada.
3
23
Biografía de Viengsay Valdés
Los cimientos
esperaban el primer hijo de su matrimonio. Al cumplir los seis meses de embarazo
decidieron que ella viajara a La Habana para terminar el periodo de gestación y dar a
luz en Cuba, junto a su familia —lo cual explica el nacimiento de Viengsay en la isla
caribeña y no en Laos—.6 Mientras tanto, Roberto continuaba su trabajo al frente de
la embajada.
Primera etapa
de la infancia
En la casa materna, ubicada en el reparto
Pastorita, en La Habana del Este, la recién nacida recibió los cuidados de sus seres
queridos, hasta que a principios de 1977, Clara viaja de retorno a Laos para reincorporarse a sus funciones; esta vez, con su bebita en brazos y acompañada de su madre,
quien durante los ocho meses subsiguientes asumirá la guarda y cuidado de la nieta en
una actitud de apoyo incondicional a la pareja.
A su arribo a Vientiane junto a dirigentes laosianos y miembros del cuerpo diplomático de Cuba las esperaba Roberto, ansioso por abrazar a su esposa y conocer a su hija.
Laos y Seychelles7
En el paisaje asiático experimentó
Viengsay su despertar al mundo; en el confort de una mansión diplomática, con
las atenciones de sus padres, su abuela Amparo, y el personal empleado —laosiano
primero y seychellense después—. En Laos pronunció sus primeras palabras y dio
sus primeros pasos. Pero más tarde, a mediados de 1979, su padre fue destinado
como embajador a la República de las islas Seychelles, y allí, en la ciudad capitalina
de Victoria, ubicada en la isla Mahé, la niña cumplió los cinco años de edad.
De ese ámbito también formaron parte amigos de la familia, lugareños de los respectivos países sedes de la representación diplomática, otros funcionarios cubanos y
El hecho de que sus padres fueran los representantes de Cuba en Laos en el momento de su nacimiento,
así como el haber sido inscrita con un nombre laosiano y haber vivido en aquel país parte de su primera
infancia, ha provocado una gran confusión sobre la nacionalidad de Viengsay Valdés. En múltiples ocasiones
a lo largo de su carrera ella se ha visto precisada a aclarar: «Yo nací en La Habana y a los tres meses de
nacida mis padres me llevaron a Laos. Hay una gran confusión porque siempre piensan que soy laosiana, y
no, yo soy cubana, nacida en Cuba».
7
La República de las Seychelles está conformada por un archipiélago en el océano Índico, al noreste
de Madagascar, compuesto por más de ciento cincuenta islas, de las cuales solo 33 están habitadas.
6
De acero y de nube
24
Primera parte
extranjeros, y todo un universo de relaciones vinculado al desempeño del embajador de Cuba en las referidas naciones.
Esa etapa quedó vívida en la memoria de Viengsay adulta. Al evocarla rememora:
«En Laos viví hasta los tres años y medio. Compartía mi infancia con los niños de
la aldea y por supuesto, como hija de los embajadores me relacionaba con los hijos
de los otros cubanos que trabajaban en ese país, de las delegaciones cubanas, de los
médicos. Me hacían los cumpleaños allí, me los organizaban con ellos».8
De Seychelles recuerda, entre otras vivencias, a «un señor encargado de cuidar la
casa, nativo de allí»; con él aprendió algo de creole, incluso los números, y su mamá
se quedaba asombrada, le preguntaba: «¿pero cómo es que lo has aprendido?». Es
que Viengsay le hablaba en español al hombre seychellense, él se lo decía en creole
y ella lo memorizaba.
Fue en el microcosmos de esos hogares con visos provisorios pero de bases sólidas,
en el ambiente acogedor de la intimidad, entre los brazos amorosos de sus padres y
su abuela, y con la atención del personal empleado, donde comenzó a desarrollarse la
personalidad de Viengsay.
Llegados a este punto, intentemos un esbozo caracterológico de las personas responsables de su educación que nos permita observar, al menos en sus líneas más significativas, el rol que desempeñaron en el contexto de esta primera etapa de su infancia.
Roberto y Clara provienen de típicas familias cubanas, de modestos recursos económicos y firmes preceptos éticos, donde primaba el respeto al orden establecido en el
hogar y donde el trabajo duro, la austeridad, la necesidad de forjarse sobre la base del
esfuerzo individual, fueron principios bases en la formación de los hijos.
En particular, Roberto, desciende de una familia de pueblo, muy humilde, Viengsay
no conoció a su abuelo paterno porque murió recién nacida ella, pero con su abuela
Felicia —Yeya le llamaban todos— llegó incluso a convivir; sobre ella ha expresado:
«era una mujer muy tímida, sumisa, de esas señoras hechas para el hogar, para el hombre, de tener todo listo para cuando el hombre regresa a casa» y «tenía un concepto
muy estricto de la educación, del recato».
Entrevistas concedidas al autor por la primera bailarina del Ballet Nacional de Cuba, Viengsay
Valdés Herrera, desde el verano de 2011 y a lo largo de los años 2012 y 2013, en La Habana. En lo
adelante, las citas a Viengsay solo serán referidas en nota al pie cuando se considere exclusivamente
necesario. [N. del E.]
8
25
Biografía de Viengsay Valdés
Los cimientos
Roberto es el resultado de esa educación en el hogar materno, en el entorno de un
pueblo del interior donde los cánones tradicionales por los que se rige la inserción del
individuo en la sociedad adquieren mayor connotación. Aunque su infancia tuvo lugar
en un contexto difícil donde a muy temprana edad debió asumir responsabilidades
que contribuyeran a la economía familiar, «era un niño muy aplicado y que venía con
las mejores notas a la casa, de tanto que estudió, que se esforzó, llegó a aprobar sus
exámenes, logró ser alguien en la vida, entró a Relaciones Exteriores, fue embajador,
y tenía ahí (Viengsay) el ejemplo, tenía ahí el ejemplo vivo».9 Quienes llegaron a conocer a Roberto lo describen como «un hombre con una ética impecable, un hombre
cabal»,10 respetuoso, sereno, cándido, que se distinguía por su modestia, bondad y
austeridad.
A diferencia de él, Clara nació en La Habana, un escenario citadino, más agitado, de
mayores oportunidades, menos prejuiciado, donde predomina una concepción más
libre y moderna de las relaciones interpersonales y sociales. Ello influyó de alguna
manera en que Clara fuera de espíritu más liberal, de carácter extrovertido, temperamental, de juicios menos apegados a las ideas convencionales. Pero aunque ese modo
de vida en que tuvo lugar su formación dista de aquel en que se educó su esposo, la
ética familiar era semejante; y unidos en la vida, las particularidades debieron cohabitar en una retroalimentación constante, complementándose, con armonía.
A la educación de ambos en el seno familiar habría que añadir la propia naturaleza de
la profesión que eligieron, requerida de un juicio estricto de la responsabilidad, de un
espíritu de trabajo, de abnegación, y que les exigía además una capacidad de discernimiento, paciencia, sentido de la oportunidad y justeza. Por otra parte, el ejercicio
de sus funciones diplomáticas les permitió moverse en un campo de amplias posibilidades, manifiestas no solo en la perspectiva de mejores condiciones materiales, sino
también, y sobre todo, en la accesibilidad a un espacio más extenso y diverso del conocimiento que atañe tanto a las concepciones éticas como a las estéticas.
La educación de Viengsay tuvo la impronta de ese conocimiento y visión abarcadores
que concernían a la vida práctica y espiritual. En su condición de padres, Roberto
y Clara actuaron con carácter recio pero justo, activo pero paciente, exigente pero
flexible.
Viengsay Valdés. Entrevista concedida al autor.
Entrevista concedida al autor por la periodista Martha Sánchez, el 2 de septiembre de 2011 en La
Habana.
9
10
De acero y de nube
26
Primera parte
Varias décadas después, al repasar su infancia, Viengsay afirma: «no fui nunca consentida, no fui de esas niñas malcriadas que se ponen a patalear: “¡yo quiero…!”. No.
Cuando yo quería algo, mis padres lo condicionaban, o sea, trataron de ser consecuentes, de que fuera una niña que tuviera esa paciencia que es tan necesaria en la vida».Y
al referirse al padre, señala:
Fue un hombre que pasó mucho trabajo para lograr ser la persona que era, para
llegar a ser un profesional. Mi padre vino a La Habana para estudiar en la universidad y aquí pasó hambre para poder costearse los estudios, incluso, tenía que viajar
en tren cuando sus escasos recursos le permitían ir a Villa Clara, pero nunca se
dejó vencer por las circunstancias, porque él tenía una fuerza interior tremenda.
Me hacía anécdotas de su pasado, de lo que él estudiaba, de cómo siempre fue muy
aplicado en los estudios, esas conversaciones que ya van formándote la percepción
de cómo tú debes comportarte, era una educación que me fue dando, que yo luego
solo tuve que seguirlo, algo que me sirvió muchísimo en todos los aspectos. Y fue
un padre excelente. Era muy recto pero nunca me pegó por algo que considerara
mal hecho; podía suceder que se enojara conmigo, eso sí. Recuerdo que un día
corrí por toda la casa, me escondí en la terraza para que no me vieran porque había
hecho algo malo, muy malo, y mi padre entró en cólera, pero aún en esa ocasión su
reacción no fue levantarme la mano para pegarme; alzó la voz, me regañó fuerte
pero controlado. Esa fue la única vez en mi vida que vi a mi padre fuera de sus
casillas, porque a él era muy difícil sacarlo de sus cabales, no te lo podías imaginar
en esa situación.
Aunque los padres estaban inmersos en el trabajo, al que debían dedicarle un tiempo
inestimable de sus vidas, ello no les impidió estar presentes en momentos irrepetibles,
cuando la hija consiguió articular las primeras sílabas o dar el primer paso sola. Desde
ese momento y para siempre estuvieron entregados a su formación, y es perceptible
su huella en la personalidad de Viengsay, en esa educación que solo es posible lograr
cuando la instrucción comienza en la cuna. Signos distintivos en la mujer que es hoy
aquella niña, desde su forma de expresarse hasta el modo de conducirse por la vida,
de afrontar las situaciones, incluso sus preferencias, nos sugieren la influencia que
ejercieron los padres en su formación. Ellos constituyeron el «ejemplo vivo».
En el mismo escenario, entregada a la crianza de la pequeña tenemos a la abuela materna, con la sabiduría de quien ha tenido la responsabilidad de preparar para la vida a
seis hijos y contribuir a la de varios nietos; una señora carismática, de espíritu alegre
y optimista, que a sus 57 años gozaba de perfecta salud y fortaleza física, en buena
27
Biografía de Viengsay Valdés
Los cimientos
medida heredadas de su ascendencia, mezcla de cubanos e isleños,11 con la destreza
suficiente para organizar las tareas cotidianas del hogar, garantizar el orden, y hacerse
cargo del cuidado de la nieta.
Ella fue siempre el motor impulsor de la familia, la que encontraba solución a los
problemas sin dejarse abrumar,12 sin decaer; los brazos que estuvieron ahí para sostener a Viengsay, para controlar su llanto, velar por los hábitos de higiene, las horas del
sustento y las del sueño, guiarla en sus progresos, infundirle seguridad.
Y esa complicidad que mana de la convivencia íntima le permitió conocer a la niña en
los detalles mínimos: qué le placía o le desagradaba, qué señales, aún las menos perceptibles, indicaban malestar y cuáles satisfacción.
Los relatos de la abuela sobre su nieta nos hablan de esa confabulación, ella cuenta:
«De niña Viengsayita comía bien, tuvo buen apetito siempre.Y la leche que yo le hacía,
¡la madre que no se la hiciera porque no se la tomaba! (¡malcriados que son!), pero es
que la madre no le echaba sal a la leche y yo tenía ese secretico, echarle un tin de sal
para que le diera sabor, así era como a ella le gustaba».13
Amparo, quien en julio de 2013 cumplió 94 años y es capaz de afirmar con lucidez
sorprendente que la risa de los labios suyos no se va, transmitió a Viengsay su gusto
por la vida, y la enseñó a «defenderse sin lastimar a nadie» porque «la vida todos los
días es una cosa distinta y hay que ser muy inteligente, y tener la chispa encendida».14
Al parecer, la máxima de la abuela tenía donde calar hondo pues desde que despuntó
la niña demostró con creces la fuerza, inteligencia y «chispa» de su naturaleza.
Los juegos convencionales no le llamaban la atención. Tenía una muñeca grande que
casi duplicaba su tamaño, pero no era su entretenimiento darle al juguete el papel de
«bebé», asumir ella el de «mamá», no era niña de jugar a «las casitas» como suele hacer
el común de las infantas. Su entretenimiento consistía en arrastrar a la muñeca por doquier, o armada de creyones y plumas, pintarle el rostro a su antojo hasta dejarla desprovista de su estática belleza; y para entonces, ya era hora de inventarse otro juego.
El padre de Amparo Rivero era natural de las Islas Canarias.
«Mi madre emana energía positiva, muchas veces, en momentos difíciles que hemos vivido, nos ha
transmitido esa energía y mucho optimismo porque ella siempre tiene unas soluciones increíbles para
los problemas». [Palabras de Clara Herrera, madre de Viengsay en entrevista al autor].
13
Amparo Rivero, abuela de Viengsay, en entrevista concedida al autor el 5 de febrero de 2011 en
La Habana.
14
Ídem.
11
12
De acero y de nube
28
Primera parte
Sigilosamente entraba a la habitación de la madre, abría una gaveta de la cómoda, se
abastecía de artículos cosméticos, se «maquillaba» y ¡a bailar!
Bailar era lo que más disfrutaba. Su madre nos ha revelado que «siempre tuvo buen
oído para la música, le gustaba escuchar y bailaba al compás del ritmo, ella se movía
con cualquier cosa y le gustaba que tocaran para ella».15 De hecho, a los tres años, en
Laos, sucedió su «primera actuación para el público». En una actividad de homenaje
a José Martí, que celebraba la embajada de Cuba en Vientiane, se subió a una tarima
a bailar lambón, baile tradicional laosiano, «una danza que se ejecuta en círculos con
diseños, muy pausada, con una música típica asiática, y en el que se estila sobre todo el
movimiento de las manos».16 De pronto la niña se escabulló entre los adultos, se subió
al escenario, e incorporándose a la coreografía comenzó a bailar entre los danzantes
para los espectadores.
La pequeña vivaz e ingeniosa tenía una sensibilidad que no pasaba inadvertida. En
ocasión de una visita a Laos del Comité Cubano de Solidaridad, la diplomática Mirtha
Muñiz, amiga de la familia Valdés-Herrera, convivió unos días con ellos, y de su estancia recuerda esta anécdota:
Viengsay estaba solita jugando en el patio, de pronto apareció una serpiente —de
las que llaman «Tres pasos», por el breve tiempo que concede a su víctima el veneno que secreta—y ella se quedó detenida frente al reptil; por suerte, un sirviente
laosiano que había allí, sacó un machete y la mató, entonces sucedió que Viengsay
comenzó a llorar por el animalito, ¡no lo veía como un bicho que podía lastimarla,
sino como un animalito al que le habían hecho daño!17
Ya en Seychelles —a donde pasaron a residir después de unas breves vacaciones en La
Habana—, la casa tenía un patio inmenso y los padres pensaron que una forma sana y
segura de mantenerla ocupada era encomendarle la crianza de un animalito. Así que
pusieron en sus manos un pollito dándole la tarea de cuidarlo, y a tal menester se entregó la niña con absoluta dedicación: nombró a la avecilla «Poulet» (el término delata
la inocencia de su edad pues significa «pollo» en francés) y todo el tiempo cargaba
con él; logró domesticarlo, lo crió, lo vio crecer, y fue tal el apego, que cuando el ave
Clara Herrera Rivero, madre de Viengsay, en entrevista concedida al autor el 5 de febrero de 2011
en La Habana.
16
Viengsay Valdés. Entrevista concedida al autor.
17
Las valoraciones vertidas en este libro tienen como base las entrevistas realizadas por el autor. En
lo adelante, para todos los casos, solo se aclarará en la primera ocasión, salvo que se refiera a otra
fuente o no sea clara la autoría de las declaraciones. [N. del E.]
15
29
Biografía de Viengsay Valdés
Los cimientos
arribó a la adultez puso el primer huevo en su cama y el segundo en la cama de sus
padres.Todavía hoy el recuerdo de Poulet permanece intacto en su memoria y es capaz
de emocionarla al revivirlo.
Pero Poulet no fue su único entretenimiento; también se escapaba de su casa para
jugar con unos jimaguas que vivían al lado. A diario, como un rito, cuando todos la
creían en su cama durmiendo la siesta, se escabullía silenciosamente hasta la casona
de sus vecinos, y luego volvía antes de que notaran su ausencia. Lo simpático era
que a su edad le era imposible guardar las apariencias pues regresaba a la casa con las
piernas llenas de tierra por el recorrido de ida y vuelta, que era todo una aventura.
Para llegar a la residencia de los amiguitos se dejaba caer por las ramas que colgaban
de unos arbustos, finalmente quebradas por lo recurrente de la práctica, de modo que
muchas veces tuvo que deslizarse por la tierra hasta alcanzar la meta. Allí se divertía
a sus anchas con los anfitriones que tenían velocípedos, piscina; pero en medio de la
distracción se mantenía pendiente del tiempo —más o menos tenía una noción— y
en un determinado momento se decía «ya tengo que regresar», y se marchaba. Otras
veces no lo conseguía, se le iba el tiempo y sus padres se preocupaban, no sabían dónde
estaba, hasta que se presentaban en la casa del vecino y allí encontraban a la traviesa.
Ya cuando cumplió los cuatro años las escapadas se hicieron menos frecuentes porque
fue inscrita en un centro insertado al sistema de educación nacional seychellense. Sus
padres, tomando en cuenta que pronto arribaría a la edad escolar y no tendrían la opción de una escuela internacional —esta solo cubría la etapa preescolar—, prefirieron
adaptarla al ambiente desprovisto de privilegios de una escuela pública. Ello le permitió a Viengsay vincularse al mundo cotidiano de los niños seychellenses, aprender de
su cultura, sus costumbres. Todavía ella recuerda las tostadas con mantequilla de las
meriendas escolares, los juegos que aprendió con sus compañeritos de grupo, e incluso algunos elementos básicos de la lengua creole de aquel país que fue adquiriendo en
su relación con ellos.
Por entonces también conoció las bellas playas de Seychelles y el mar se convirtió
en una de sus grandes aficiones, una atracción cuyo influjo ha perdurado a lo largo
de su vida.
En aquel entorno vivió Viengsay hasta mediados del año 1981, cuando sus padres tomaron una de las decisiones más duras de sus vidas: separarse de ella. Estaban convencidos de que era el momento justo para iniciarla en el proceso de adaptación a su país
y asegurar su formación en el sistema educacional cubano.
De acero y de nube
30
Primera parte
Retorno a Cuba
Cambio de vida
Una vez en la isla antillana,Viengsay se despide de sus padres por un largo tiempo y Amparo queda totalmente responsable de la
niña. Mientras, aquellos reanudan las funciones propias de su cargo en la República de
las Seychelles.
La abuela vivía en La Habana del Este, en un edificio próximo a la costa, desde donde
se podía ver el mar. Convivían en el apartamento de tres habitaciones, Amparo; su hijo
varón, Antonio, al que todos le decían «Papito», quien era el más joven de la prole,
soltero; sus hijas Hortensia y Regla, con sus respectivos descendientes: Ivey y Marjori
—esta última, la más pequeña de los nietos, aún no había cumplido los tres años—.
El retorno al suelo natal iniciaba una nueva etapa en la vida de Viengsay, un cambio
que implicaba la ausencia de sus padres, la adaptación a otro hogar y el despunte de
síntomas alérgicos provocados por la humedad del clima caribeño que progresivamente dieron lugar a una afección respiratoria de mayor envergadura. Este último asunto
—de entre los mencionados factores, cada uno con su fajo de probables efectos negativos— fue algo que desde el principio preocupó mucho a la familia, porque Roberto
era asmático, al igual que su padre, y se temía la probabilidad de que la niña hubiera
heredado ese padecimiento, temor que no era infundado, pues todavía dolía en la memoria familiar la muerte del abuelo paterno a causa de una crisis de asma.
Sin embargo, nada de ello le impidió a Viengsay tener una infancia plena. Estaba con
su abuela Amparo, ese ser maravilloso a quien amaba, y a cuyo abrigo había permanecido en diferentes períodos de sus primeros años, tanto en Laos como en Seychelles;
y también tenía a sus tíos que la llenaban de atenciones, y a sus primos para compartir
juegos y travesuras. A pesar del cambio y de la distancia que la separaba de sus padres
todo favorecía su inserción en la órbita de esta familia grande, unida y laboriosa donde
el hogar cobraba calidez, y proporcionaba a los niños esa sensación de amor y seguridad, vital para su sano desarrollo.
Algunos pormenores de esa época Viengsay no los olvidó nunca. Su abuelita le hacía
«un café con leche maravilloso, unos buñuelos y unas torrejas memorables»; cuando
le lavaba la cabeza, le dividía la espesa cabellera a la mitad para desenredársela, y aunque ese era un momento terrible para ella porque tenía el pelo muy rizado, Amparo
tenía una paciencia infinita para desenmarañarle suavemente aquella madeja y después hacerle un peinado. «Me llenaba la cabeza de bucles —rememora Viengsay— y
31
Biografía de Viengsay Valdés
Los cimientos
entonces, ya bien peinada, con el pelo todavía húmedo, bajaba a jugar con mi primo y
los niños del vecindario».
Ivey y ella formaban un equipo fabuloso. «Éramos niños muy alegres que jugábamos
en el barrio siempre. Con él aprendí a montar chivichana,18 él mismo las fabricaba.
Nos tirábamos por las lomas y nos divertíamos mucho».Ya cuando era más grandecita
y vivía con sus padres en la calle Serrano, municipio Diez de Octubre, intentó lanzarse
en una chivichana ella sola, pero —nos relata sin poder contener la risa— la acera estaba en tan mal estado que se quedaba varada a unos pocos metros del punto de arranque, «¡en el primer hueco la chivichana se trababa, no podía correr, no lo lograba!».
Por aquel tiempo estuvo también muy cerca de la niña su hermano por parte de padre,
Robertico, 14 años mayor que ella —tendría por entonces 20 años de edad—, quien
le dedicaba una buena parte de su tiempo libre los fines de semana a la hermanita, con
la que no había tenido oportunidad de intimar antes. Los domingos, iba a buscarla para
llevarla «a dar una vuelta», a pesar de la distancia, porque él vivía muy lejos de ella,
en la Víbora, y tenía que trasladarse hasta el paradero de Cojímar en un ómnibus cuyo
recorrido era tortuoso. Pero «“Tico” asumía prácticamente como una obligación de
hermano mayor» el ir a verla y llevarla a pasear. Ella esperaba con ansias el día de su
visita. Con él llegó a conocer varios sitios de la ciudad; con él comió camarones por
primera vez en su vida, en el restaurante Sofía, en La Rampa, un lugar que llegaron
a frecuentar durante sus paseos; y con él conoció los carnavales de La Habana. Esas
salidas fueron estrechando el lazo entre Viengsay y su hermano, creando una relación
entrañable:
Prácticamente teníamos una relación de padre e hija, porque mi hermana nació
cuando yo tenía alrededor de quince años, y desde que ella era chiquita estuvimos
muy cerca. Yo la trataba como si fuera una hija mía. Me encargaba de buscarla al
Círculo infantil, y también de llevarla a pasear porque nuestro padre y Clara no
estaban aquí. Para salir el fin de semana nos poníamos de acuerdo; por ejemplo si
yo tenía libres sábado y domingo, le daba a escoger a ella uno de los dos días para
estar juntos, y entonces poder contar con un tiempo para mí, para compartir con
mis amistades, porque la diferencia de edad no me permitía llevarla a los lugares
que yo podía frecuentar. Entonces yo siempre buscaba la forma de poder complacerla, llevarla a los lugares que le gustaban, como al zoológico, o a comer lo que le
Chivichana: Vehículo rústico compuesto de una tabla de madera a la que se insertan cuatro
rodamientos de bolas de automotor y un mecanismo de dirección. La diversión consiste en emplazar
la tabla rodante en una parte alta de la acera, sentarse sobre ella con las piernas dobladas y dejarse
caer por la pendiente. Era una práctica común entre los chicos de cualquier barrio de La Habana.
18
De acero y de nube
32
Primera parte
gustaba; recuerdo por ejemplo que la llevé varias veces al Pío-Pío porque a ella le
encantaba el pollo, y la llevaba a los restaurantes, y a los sitios propios de su edad.
Conmigo ella siempre fue bastante comunicativa, y cuando fue creciendo también
fue más grande su confianza en mí, me contaba todo, a veces incluso, lo que no le
contaba a nadie más.19
En ese período los vínculos afectivos tenían un peso mayor que de ordinario en la
estabilidad emocional de una niña que sufría la falta de sus padres. Y es evidente que
todos en el círculo familiar habían tomado conciencia de esa realidad. Eran escasas las
veces que Viengsay podía conversar con sus padres, escuchar sus voces, porque entre
otros inconvenientes la casa de Amparo no contaba con instalación telefónica. Clara
y Roberto sabían de su hija la mayoría de las veces a través de los funcionarios del
Ministerio de Relaciones Exteriores que se mantenían al corriente de su estado de
salud y de su desarrollo escolar.
Pero la situación se tornaba cada día más desesperante para los padres que no conformes con el hecho de solo poder hablarle a su pequeña muy esporádicamente, pasaban
horas haciéndole grabaciones a dos voces para enviárselas vía valija diplomática. Ese
mecanismo, de algún modo los acercaba a su hija y les permitía actuar en su formación, haciéndole llegar sus cariños, inspirándole confianza de que a pesar de la distancia ellos estaban incondicionalmente con ella.
Y en verdad cumplieron su cometido. Cuando llegaban los casetes era un día de fiesta
para Viengsay; emocionada se sentaba frente a la grabadora y por unos instantes sentía
que sus padres estaban allí, junto a ella, hablándole: Hija, pórtate bien, hazle caso a tu
abuelita, esfuérzate, sé buena niña…, pronto estaremos juntos de nuevo, te extrañamos mucho...
Por años, aquellas grabaciones de Roberto y Clara consiguieron burlar la distancia y
ocupar un espacio que hubiera sido imposible suplir en el corazón de su hija.
En busca
de unas alas
La gimnasia rítmica
Transcurría el verano de 1981 y ya estaba
próxima la fecha en que Viengsay iniciaría su vida escolar en Cuba. Durante los meses
19
Roberto Valdés (hijo). Entrevista concedida al autor el 18 de junio de 2013 en La Habana.
33
Biografía de Viengsay Valdés
Los cimientos
transcurridos desde su llegada a La Habana, la tía Hortensia había apreciado en ella
además de su carácter intranquilo y desenvuelto, una especial inclinación por la música y el baile: «tenía un carisma y audición de ritmo extraordinarios con relación a sus
primitas».20
Tales consideraciones no eran meros halagos mediados por el amor que Hortensia
sentía por su sobrina, era el punto de vista de una entrenadora de gimnasia rítmica,
avalado por su experiencia en esa profesión. Por entonces, trabajaba en la pre-EIDE
(Escuela de Iniciación Deportiva) Alfredo Sosa en el municipio del Cerro, e intuyó
que este deporte podía ser el cauce propicio para el talento que mostraba la pequeña
Viengsay, ya que «en la preparatoria, la enseñanza de la gimnasia rítmica estaba estrechamente vinculada con la danza, el ballet, la acrobacia, y la música, que en sus inicios
era a piano pero que muy pronto, por aprobación internacional, incluyó el uso de
diversos instrumentos musicales».21
Tomando en cuenta esos elementos, expuso a la familia su idea de matricular a Viengsay
en la escuela de deportes, en la especialidad de gimnasia rítmica. Pero antes, probó
las aptitudes de la pequeña: «Le hice unas pruebas sencillas de flexibilidad, y quedé
sorprendida con su flexibilidad de espalda, continué con el resto de sus extremidades
y, con relación a su edad, sus condiciones eran perfectas para entrar a la preparatoria
de gimnasia».
Los argumentos utilizados por Hortensia resultaron convincentes y, con la aprobación
de los padres, en septiembre de ese año Viengsay ingresa a la referida escuela de preparación deportiva en el grupo de gimnasia rítmica, luego de haber pasado satisfactoriamente las pruebas de idoneidad.
A partir de este momento la niña se iniciará en un modo de vida radicalmente diferente, no solo por las particularidades de la enseñanza, sino también por los inconvenientes que deberá afrontar y la rigurosa disciplina a la que tendrá que someterse para dar
cumplimiento a sus tareas cotidianas.
La escuela, ubicada en el municipio capitalino del Cerro comenzaba sus actividades a
las 7:00 AM. Para poder trasladarse desde La Habana del Este hasta el centro estudiantil era necesario tomar dos autobuses, el segundo de ellos en su recorrido completo.
La puntualidad constituía un sacrificio para la pequeña porque tenía que levantarse a
las cinco de la mañana. Cuenta Viengsay que al principio, cuando su tía la despertaba al
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21
Testimonio escrito por Hortensia Herrera Rivero, tía materna de Viengsay.
Ídem.
De acero y de nube
34
Primera parte
amanecer ella «pensaba “¡No puede ser! ¡No puede ser!”, era algo insoportable», pero
se levantaba. No podía perder tiempo; la ceremonia del aseo y el arreglo personales
debió adquirir paso maratónico; la parte más difícil era el peinado, ese momento era
una prueba de resistencia, porque Hortensia, a diferencia de su abuela, le halaba mucho el cabello, al punto que Viengsay cree es ahí donde está el origen de las entradas
tan amplias que la caracterizaron y la alopecia que padeció más tarde. Sin embargo,
el recuerdo de tales episodios no le impide reconocer con profundo sentimiento de
amor y gratitud que la «tía Hoty» fue determinante en su educación:
Era ella la que tomaba dos autobuses para llevarme a la escuela cada día, y la que
me halaba los pelos; y en la gimnasia me trataba como a una alumna más, sin indulgencia, al contrario, me hacía los estiramientos más duros que a las demás, ¡al
punto de las lágrimas!…Suena como una madrastra mala, pero gracias a ella supe
lo que significaba la palabra «voluntad».
Ajustado el último lazo del peinado salían de la casa a enfrentar una especie de odisea:
tomar a tiempo el primer autobús que les cruzaba el túnel de La Habana, para una vez
allí poder acceder al segundo, este último hasta el paradero de Palatino, a unas cuadras
del centro donde estudiaba. Viengsay recuerda que muchas veces viajaba dormida en
el ómnibus:
Iba babeándome encima de mi primo [se refiere a Ivey, el hijo de Hortensia, mayor que ella, quien también estudiaba en el Cerro]. El levantarme de esa camita
al amanecer y tener que tomar dos autobuses para ir a la escuela era un esfuerzo
tremendo, me venía a reanimar cuando cambiaba de un autobús para el otro, y en
ese último generalmente no alcanzaba asiento, debía viajar de pie todavía muerta
de sueño. Pero ya después el esfuerzo se fue convirtiendo en un rito y el cuerpo se
levantaba, y el cuerpo trabajaba.
Vencida la etapa preescolar, y con ella el nivel inicial de gimnasia rítmica, Viengsay
comienza el primer grado de la enseñanza primaria. Un mes después de inaugurado
el curso escolar, el 6 de octubre de 1982 recibe la pañoleta azul, entrando a formar
parte de la Organización de Pioneros Moncadistas, hecho que implica un compromiso
mayor por el cúmulo de actividades que ello añade a las propias de la docencia. El
esfuerzo deberá multiplicarse, pues además de continuar la práctica de la gimnasia en
una fase de complejidad superior, tendrá que aprender a leer y a escribir en un lapso
relativamente breve, como establece el programa nacional de enseñanza.
En consecuencia, este nuevo régimen fue transformando aún más el universo de
Viengsay. Compartir con los niños del vecindario se hizo cada vez menos frecuente
35
Biografía de Viengsay Valdés
Los cimientos
porque ellos asistían a la escuela más próxima de la localidad, por tanto, los horarios
de salida para la escuela y de regreso al final de la jornada no eran coincidentes con
los de ella que salía cuando todos dormían y regresaba a la casa muy tarde cuando los
demás niños ya se habían recogido en sus hogares. A esa hora, Viengsay debía afrontar
el cansancio del día, ponerse a estudiar y realizar sus tareas escolares. Muchas veces
se quedaba dormida sobre el libro pero, a pesar de su corta edad, tenía tal sentido
escrupuloso del orden —cualidad que ya se había hecho notable en el ámbito del hogar— que no le era difícil en su condición de estudiante organizar el tiempo y estar a
la altura de las nuevas exigencias.
De forma progresiva fue logrando realizar sus metas con resultados satisfactorios, no
solo en la parte académica, donde obtuvo magníficos promedios, sino también en su
preparación deportiva.
«En la EIDE se destacó bastante», recuerda su tía Hortensia. Como gimnasta, intervino en eventos deportivos correspondientes a su categoría en diferentes niveles,
incluidas competencias nacionales:
Viengsay tenía un don de ritmo excelente, lo cual aprovechaba. Y cuando la ponía
a trabajar en equipo con los implementos deportivos que requería esta disciplina,
su manejo y control en el trabajo de grupo eran espectaculares. Incluso, hubo una
ocasión en que la llevaron a competir y resultó una de las más destacadas tanto por
su desempeño individual como por su trabajo en el equipo.22
La gimnasia rítmica es una modalidad singular, porque si bien es cierto que el alto
rendimiento, la fortaleza y destreza físicas son temas preponderantes en su campo
—como en prácticamente todo tipo de deportes—; su técnica combina el uso de los
diversos implementos que le son inherentes —cuerda, aro, pelota, mazas y cintas—
con elementos de música, acrobacia, danza; lo cual requiere sentido del ritmo, musicalidad, y una capacidad creadora.
Intuitivamente, la gimnasia había adquirido para Viengsay una connotación más amplia
y estimulante. Su talento natural había encontrado en la práctica de este deporte un
canal de realización: la posibilidad de bailar, asumir roles, crear; que eran en suma, el
hacer que más le complacía.
Desde su inicio en la primaria y en el trayecto de esta formación vocacional, participó en numerosas actividades extraescolares representando lo mismo a su centro de
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Testimonio escrito por Hortensia Herrera Rivero, tía materna de Viengsay.
De acero y de nube
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Primera parte
enseñanza que a la Casa de Cultura del Cerro y fue premiada en el concurso «Que
siempre brille el sol», de la Televisión Cubana. De dichas presentaciones, ella recuerda
«una coreografía con la canción Sandunguera, de la orquesta los Van Van, un baile popular, salsa, con movimientos de rumba, que bailábamos con unas guaracheras grandes»;
y otra que bailaron en los carnavales de La Habana: «simbolizábamos cañitas de azúcar,
las mismas madres nos confeccionaron el vestuario; pero además participábamos en
concursos, vestidas con los típicos trajecitos de gimnasia, las sayitas rumberas con los
colores de la bandera cubana y las clavas; y con esos atuendos hacíamos las “Tablas”,
una especie de coreografías particularmente rítmicas».
También había tenido oportunidad de asumir roles en coreografías infantiles que presentaban en un pequeño teatro emplazado en la calle Infanta. En una de esas funciones
ella representaba al Sol. Para la ocasión su tía le «confeccionó una careta con confetis
dorados, tiñó de amarillo un pedazo de mosquitero, y le colgó más lentejuelas ahí».
Viengsay «estaba absolutamente convencida de que era el Sol». Desde ese momento
probablemente estuviera ejecutando pasos de ballet aún sin tener conocimientos de
esa disciplina, porque a ella la música la incitaba a realizar pasos, gestos, sin saber aún
que hay un nombre para cada uno.
Esto, unido a las competiciones deportivas le dio a la pequeña gimnasta mucha vida,
mucha diversidad. Para un espíritu de energía e imaginación desbordantes como el
suyo, con una aptitud y sensibilidad artísticas que la gimnasia rítmica no solo presupone sino que contribuye a desarrollar, la práctica de este deporte constituía una fuente
de inspiración. Ello le permitió mantenerse firme donde otras niñas se mostraron
vacilantes, y asumir con reciedumbre los embates que después sobrevinieron.
Durante el tercer y cuarto años ya no daba clases de gimnasia con su tía Hortensia, con
ella había trabajado hasta un nivel pero ahora entraba en uno superior, que implicaba
cambio de instructores y un nuevo centro de entrenamiento.
A los ocho años de edad, debía viajar sola desde la escuela «Alfredo Sosa», en el Cerro,
hasta el Paseo del Prado, en La Habana Vieja, donde estaba emplazada la Escuela de
Gimnasia y Esgrima, que —dato curioso— más tarde se convirtió en la sede de la
Escuela Nacional de Ballet. Diariamente, al concluir las clases de escolaridad, tomaba
un ómnibus para ir a la escuela de gimnasia. Pero no se trataba solo de un nuevo entorno físico, sino también de un salto considerable en el nivel de exigencia.
Los profesores —entre quienes se destacaba por su carácter severo la maestra Gisolina,
«¡le llamábamos “gasolina” por su carácter explosivo!», confiesa Viengsay al recordarla— llevaban a cabo la preparación de sus pequeños discípulos con puño de hierro,
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Biografía de Viengsay Valdés
Los cimientos
lograr de los atletas un alto rendimiento era el propósito.Y muy pronto tuvo Viengsay
su primera experiencia demostrativa de que la condescendencia ante el error no estaba contemplada en los planes de sus instructores.
Ese día trabajaban con el balón, aprendían cómo realizar una espiral. Durante el desarrollo de los ejercicios la gimnasta no debía perder el contacto con el implemento. Una vez que el entrenador dio las indicaciones técnicas necesarias para lograrlo,
llegó el momento de proceder a su ejecución. El sinuoso movimiento en que debía
mantenerse rodando la pelota sobre el cuerpo de la gimnasta exigía concentración y
pericia porque un gesto inexacto podía comprometer el equilibrio del balón y, como
era la primera vez que realizaban el ejercicio, cabía por supuesto esa probabilidad. La
perfección vendría con el tiempo y mucha práctica —pensaban las alumnas—. Pero
estaban totalmente equivocadas al respecto. Lo supieron cuando una leve imprecisión
de Viengsay en un movimiento de mano provocó la caída de su pelota y ello trajo como
consecuencia la aplicación de medidas drásticas: «¡Arriba!, ¡Diez escaleras!» —tronó
en el recinto la voz del entrenador—. El error le había costado caro, tendría que
subir y bajar una decena de veces los 94 escalones del interior del inmueble. ¡Y qué
escalones!
Aunque sorprendida por la severidad del «castigo», Viengsay no se amilanó. Ella era
incapaz de quejarse, de rendirse, decir «no, no lo voy a hacer» era algo incongruente
con su naturaleza, consideraba esa actitud una malcriadez y ella nunca se condujo de
ese modo. Impertérrita, subió y bajó diez veces la monumental escalera. Cuando terminó, ya todas las chicas se iban a descansar, había concluido para ellas el entrenamiento que tenía lugar al final de cada clase técnica. Pero para Viengsay estaba por iniciarse
el suyo con sus respectivas tandas de abdominales y ejercicios de fuerza de cuádriceps,
de brazos, entre otros no menos exigentes.
Al recrear la experiencia de aquel día, Viengsay nos relata: «Me dijeron: “¡Arriba!,
¡Diez escaleras!”, y de la manera en que lo decían era como una orden, decididamente
eso era una orden, y yo la acataba, o sea, no me ponía a protestar; lo daba por un hecho, porque pensaba: “eso es para que yo sea mejor”. Así que hacía mis diez escaleras,
después me empataba con el entrenamiento y al día siguiente me esforzaba más para
que esa pelota no se cayera; aprendía del error para no repetirlo».
Con la práctica llegó el perfeccionamiento, y el grupo de gimnasia estuvo listo para
participar junto al equipo nacional de Cuba en una gira a Camagüey. Allí se alzó con
la Copa de Oro en la modalidad por equipos, e individualmente Viengsay ganaría lo
que ella califica como una «medallita», pero que es la evidencia de que «el esfuerzo no
De acero y de nube
38
Primera parte
fue en vano», de que tuvo sus logros en la gimnasia. «Los profesores fueron implacables» —afirma— «pero eso me formó a mí de acero. Les debo a ellos ese temple, me
hicieron fortalecerme».
Tras esa apreciación subyace el significado más profundo de la formación de Viengsay
en la gimnasia. Lo importante no fueron sus resultados concretos en esa disciplina sino
la parte de esta en la fragua de su personalidad, su aporte al proceso de transmutación
que requiere el ser como entidad para poder revelarse en su esencia. La gimnasia le
dio la fuerza física, le moldeó el carácter, y simultáneamente le abrió una compuerta
a través de la cual podía romper los diques interpuestos por lo terrenal mundano a las
necesidades expresivas de su mundo interior: un sitio recóndito e intangible, permanentemente agitado por la necesidad de crecer y ávido de alas con las que emprender
el vuelo.
El ballet
El momento reclamaba la decisión de un
nuevo paso, valorar qué sería lo próximo. Por una parte, la gimnasia rítmica exige un
máximo de rendimiento para un período de realización profesional muy corto; por
otra, Viengsay parecía haber bebido de aquella fuente no para echar raíces, sino lo necesario para continuar camino.
Quienes la conocieron en esa época convienen en el criterio de que era una niña de espíritu muy dinámico y que el baile era su mayor atracción. Disfrutaba bailar, quería hacerlo todo el tiempo y bailaba en cualquier coyuntura. Los adultos recuerdan que por
entonces era de admirar la gracia con que imitaba los pasos coreográficos de Michael
Jackson o los del llamado break dance. Su abuela Amparo quien habla de Viengsay con
mucha propiedad porque como ella misma afirma con orgullo es hija de Clara pero de
ella también, al rememorar aquellos tiempos exclama con una sonrisa pícara:
¡Esa «Viengsayita»... tenía una sangre en el cuerpo tremenda! Era una niña, para
empezar, muy inteligente, inteligentísima…, en la escuela era muy aplicada, traía
muy buenas notas siempre, estudiaba, era muy puntual, muy seria en sus estudios.
Pero también era muy traviesa, muy intranquila, despierta. Le gustaba la televisión, la radio, todo, y ¡principalmente el baile!... ¡el baile! 23
23
Amparo Rivero. Entrevista concedida al autor.
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Biografía de Viengsay Valdés
Los cimientos
Cuando eventualmente los padres tenían que llevar a la niña a sus reuniones, ella se
convertía en el centro de atención: «De pronto se ponía a bailar ella sola, entonces las
personas presentes le hacían un círculo y se ponían a celebrarla, “ah, pero la niña baila
de todo” —exclamaban— y la incitaban: “¡ahora guaguancó!” y bailaba guaguancó, se
lucía, lo mismo bailaba break dance, que guaguancó, salsa, todo. Lo de ella era moverse».24 Ya en la etapa preescolar los maestros «montaban pequeñas coreografías con
los niños, y ella bailaba Empinando el papalote, hay una foto de ella ejecutando ese baile
junto a su amiguito Pacheco. Desde esa edad les iban creando el oído musical, enseñándoles las formas de baile, y eso a ella le encantaba».25 Causaba sensación su forma
de moverse, su salero, y su ingenio para crear pasos y componer movimientos siempre al compás de la música. Sin embargo, su inclinación por el baile fue algo natural,
personal, donde no hubo una influencia externa. Al respecto, ella nos ha comentado:
Todo lo que era música me llamaba la atención, pero en mi familia no tuve a nadie
que me guiara en ese sentido y me dijera: «mira niña, se hace así»…, mi papá era
patón,26 mi mamá nada de nada, mi hermano tampoco, o sea, nadie me enseñó.
Si en algún programa televisivo pasaban un ballet, Viengsay se quedaba extasiada mirándolo. Luego, revolvía la casa en busca de trapos, pulseras, pañuelos, cualquier tipo
de accesorios para disfrazarse, y con una de sus amiguitas ella misma montaba una
especie de coreografía con el primer tema que se le ocurriera e iba mostrándole a la
otra chica cómo hacerlo: «tú te pones aquí y haces esto»…, y entonces se ponían a
improvisar, todo en función de la danza y la imaginación.
Así, surgió el ballet como una opción en la que podría explotar lo que había aprendido
en la gimnasia, cultivar su gusto por el baile y desarrollar sus cualidades artísticas. De
modo que el tema se impuso en la conversación familiar y nuevamente Hortensia fue
clave, llevó la iniciativa. «Analizando su potencia» ella llegó a la conclusión de que
Viengsay «podía llegar a ser una buena bailarina»,27 le gustaba la música, le encantaba bailar y tenía condiciones físicas, ya las tenía formadas. Entonces, propuso que
la llevaran a realizar las pruebas de ballet, y Amparo, tomándole la palabra, dijo con
resolución: «Bueno, pues yo la llevo».
Clara Herrera. Entrevista concedida al autor.
Ídem.
26
Patón (a): En el argot popular cubano se usa en referencia a una persona que no sabe bailar y al
intentarlo se mueve fuera de ritmo y con torpeza.
27
Testimonio escrito por Hortensia Herrera Rivero, tía materna de Viengsay.
24
25
De acero y de nube
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Primera parte
Había llegado el momento de demostrar si reunía las condiciones idóneas para iniciarse en el aprendizaje de ese difícil arte. Subrayamos que aunque en el lenguaje corriente suele estrecharse el término aptitud a las condiciones exclusivamente físicas,
o exclusivamente intelectuales, en dependencia del tema al que se haga referencia, en
el caso del ballet, no solo cuentan las características físicas innatas y la capacidad de
control corporal, sino también la de poder dominar mentalmente el espacio físico, las
habilidades musicales, las respuestas emocionales y la personalidad.
El día señalado, a la hora dispuesta se presentó Viengsay acompañada de su abuela materna en la escuela Alejo Carpentier ubicada en L y 19, Vedado, lugar donde radicaba
la Escuela Elemental de Ballet, para realizar las pruebas de aptitud. Su sorpresa al
constatar la numerosa cantidad de aspirantes la desconcertó por unos minutos, pero
pronto Amparo se ocupó de recordarle sus cualidades e insuflarle aliento, logrando
que la confianza deviniera armadura.
Las pruebas comprendían una serie de ejercicios donde se sometían a consideración
las condiciones físicas —características del empeine en particular y las zonas musculares en general, la elasticidad, la postura y la capacidad de coordinación de movimientos—, ejecución a ritmo, con palmadas, y la capacidad creativa. Viengsay contaba con
una destreza física extraordinaria adquirida en la práctica de la gimnasia. No obstante,
el nivel de competencia era muy fuerte, tanto por el número de candidatas como por
el calibre de estas, quienes presentaban, en su mayoría, características físicas ideales.
Las demostraciones requeridas fueron creciendo en complejidad. Ejecutadas las primeras instrucciones se les pidió a las chicas reunirse en el salón 1 de la escuela y una
vez allí se les indicó: «Ahora vayan hacia el centro y cuando escuchen la música del
piano interpreten lo que sientan con esa música». Comenzó la ejecutante a tocar la
pieza y la melodía invadió el recinto repleto de niñas —eran tantas que debían cuidarse de no chocar unas con otras—. Pero demostrar su talento en esta prueba no
sería difícil para Viengsay; aquel ejercicio no le resultaba totalmente ajeno. En breve,
iniciaría su danza y con ella iría perdiendo de vista a los presentes —competidores y
miembros del jurado—; únicamente ella sobre el mármol gris que de a poco también
se iría extinguiendo para dejarla discurrir libre, plena, total, sobre la infinitud de otros
espacios que hasta entonces ella solo había entrevisto: «este es mi mundo», reconoció
al instante mientras ejecutaba los movimientos que le sugería la música, con tal emoción, con tanto brillo, que los miembros del jurado no solo la escogieron, sino que le
otorgaron la mejor calificación.
41
Biografía de Viengsay Valdés
Los cimientos
Pero este resultado no se supo hasta más adelante, cuando ya la comisión de profesores
que integraban el jurado había tenido el tiempo suficiente para deliberar e intercambiar opiniones sobre el desempeño de cada uno de los niños.
Ese día, de nuevo Amparo llevó a su nieta hasta la escuela de Ballet para conocer las
evaluaciones. Estaban muy nerviosas, Viengsay no la dejaba tranquila: «Ay abuelita, a
ver si aprobamos, a ver si aprobamos…». Y cuando llegaron, al momento de leer las
listas de los seleccionados, ocurrió algo muy simpático: como las relaciones de nombres ocupaban varias bandas de papel y Viengsay empezó a leer por la lista del medio,
no encontraba su nombre; seguía para arriba, a otra lista, tampoco, y exclamaba: «¡Yo
no me veo, ay, no me veo!», hasta que finalmente llegó a la primera lista, y al primer
nombre de esa: Viengsay Valdés Herrera. Entonces su abuelita y ella se rieron a carcajadas, y salieron de allí felices a celebrarlo tomando helado en «Coppélia».28
Al regreso, hablaron por teléfono con los padres de Viengsay para darles la noticia.
Desde el recinto diplomático en Seychelles, Clara y Roberto compartieron emocionados la dicha de su pequeña hija y prometieron apoyarla en su elección a pesar de las
reservas que tenían por la complejidad de esa carrera.
Una elección de rigor
El ballet es una elección de rigor como lo
son también, en mayor o menor medida, otras carreras vocacionales que deben iniciarse
a muy temprana edad; entre otras cosas porque exige al niño renunciar a una buena parte
de las diversiones, y predilecciones propias de la infancia, así como duplicar esfuerzos
para vencer paralelamente sus grados de escolaridad correspondientes a la enseñanza general y avanzar en la especializada, cuyo aprendizaje incluye, además de la técnica, otras
materias de carácter teórico.
Desde el inicio en el nivel elemental, a la edad de ocho o nueve años, los niños deberán
adaptarse a un régimen de entrenamiento físico diario que presupone una vocación a
toda prueba porque quien aspira a ser un profesional del ballet no puede dejar de ejercitarse un solo día. Ello precisa de resistencia, dedicación, concentración, y paciencia para
no dar espacio al tedio que pudiera provocar a esas edades la repetición cotidiana de una
misma secuencia de actividades.
Heladería emblemática ubicada en la calle 23 esquina a L en el reparto habanero del Vedado,
cuyo nombre «Coppélia» —ballet homónimo del compositor francés Léo Delibes—, fue sugerido
por Alicia Alonso a Fidel Castro en respuesta a la consulta que este le hiciera a propósito de su
inauguración en 1963.
28
De acero y de nube
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Primera parte
El rito que tiene lugar durante cada sesión comienza en la barra con ejercicios de
posición y ejercicios ligeros de calentamiento desde los pies hasta las caderas, a los
que siguen movimientos complejos de flexibilidad, coordinación muscular y ritmo.
Después, viene el centro que se divide en adagio y allegro: en el primero, los movimientos son lentos y vienen de la estructura de la barra, y en el final se ejecutan los
grandes saltos, los giros y los desplazamientos.29
En este día a día de los estudiantes de ballet, la actitud de los padres es fundamental,
ellos no solo deberán ajustar sus vidas al estricto cronograma de sus hijos que además
de las clases incluirá con frecuencia ensayos, presentaciones en horarios nocturnos y
fuera de la escuela, sino que también deberán garantizar el cumplimiento riguroso de
la dieta, todo ello en medio de una situación económica que afecta la estabilidad del
transporte urbano e incide en la carestía de los alimentos.
Se pacta con una entrega total en aras de un aprendizaje que puede rendir los frutos
deseados o no, porque después sucede que muchos de esos niños no logran el pase de
nivel y terminan su carrera al concluir los cinco años de nivel elemental:
No vamos a decir que en esos casos, la abnegación de esos niños y de sus padres resulta en vano, porque en esa etapa pudieron adquirir conocimientos maravillosos;
y el conocimiento, aún cuando no se pueda materializar en una profesión, todavía
podemos disfrutarlo, nunca es inútil lo aprendido. Pero si al final no resulta en la
realización profesional a que aspiramos, puede ser frustrante, es frustrante. Y en
los casos en que llegan, que logran su pase de nivel, que se encaminan, tienen que
vencer tres años más para completar los ocho que dura la formación de un bailarín
profesional. Tres años también de muchísimo sacrificio, de un ritmo aún mayor de
actividades, para ver si logran llegar a formar parte de la compañía, que en apariencia es el sueño, la meta, pero si tienen éxito y lo consiguen, entonces empieza
una etapa que requiere de mucho esfuerzo para llegar a imponerse, a destacarse
como profesional.30
En suma, el ballet es una carrera difícil, en la cual los grados de exigencia no merman
con los niveles vencidos, ni las categorías alcanzadas, y que por las edades tempranas
que marcan su arranque, involucra a los padres de manera directa y constante en la
actividad de los hijos. Elegirla significa elegir toda una vida de dedicación y entrega absolutas; pero evidentemente —abundan los ejemplos— a ello están dispuestos niñas
Ismael Albelo. Entrevista concedida al autor.
Consideraciones de la esposa del maestro Fernando Alonso, en entrevistas concedidas al autor
durante el mes de agosto de 2011.
29
30
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Biografía de Viengsay Valdés
Los cimientos
y niños que cuentan con el talento, la vocación, y el soporte de la familia en el camino
a la realización personal.
En el
camino
Escuela Elemental
de Ballet
Alejo Carpentier
En septiembre de 1986, a los 9 años de
edad, ingresó Viengsay a la Escuela Elemental de Ballet Alejo Carpentier ubicada en L
y 19, en el Vedado, donde estudiaría hasta 1991; o sea, el lustro correspondiente a la
enseñanza elemental de ballet, que en los niveles de escolaridad abarca desde el quinto
grado de la educación primaria hasta el noveno grado de la Secundaria Básica.
Para entonces ya vivía con sus padres en su casa de la calle Serrano, en Santos Suárez,
pues ellos habían concluido su misión en las Seychelles.Y sí, fue una tarea ardua cumplir con los rigores de la escuela. Tenía que levantarse muy temprano y varias veces no
pudo evitar llegar tarde. Con la ayuda de sus padres tuvo que buscar combinaciones
de rutas para ir al Vedado. La ruta 14 doblaba justo a una esquina de su casa y más
adelante podía tomar la 37, o la 15, pero esos ruteros aplicaban en aquella época el
mecanismo de que subía la misma cantidad de personas que bajaba en la parada, y en
muchas ocasiones solo bajaba un pasajero, así que solo uno tenía la oportunidad de
subirse al ómnibus.
Del regreso, por lo general, se encargaban los padres cuando terminaban la jornada
laboral, pero ellos tenían mucho contenido de trabajo y frecuentemente terminaban muy tarde sus actividades, por lo que Viengsay debía esperar durante horas a que
pasaran a recogerla. Incluso, hubo días que debió irse a casa de Anissa Curbelo, una
amiguita del aula que vivía cerca del centro de estudios, cuyos padres —también diplomáticos de profesión— eran muy amigos de los suyos, y permanecer allí hasta que
fueran a buscarla.
Algunas veces se quedaba dormida esperándolos, pero otras hacía de las suyas; los días
que llovía, se escapaba a darse un baño de aguacero en la azotea del edificio, y después
tenía que borrar las huellas del «delito» porque su madre se lo tenía prohibido, pues
De acero y de nube
44
Primera parte
ya Viengsay había comenzado a padecer de bronquitis asmática. Muchas veces Clara
tendría que correr con ella al hospital por causa de la alergia y fiebres altas asociadas a
una crisis asmática. Un reconocido médico del Hospital Infantil William Soler, el doctor Rodríguez Gavaldá, le había explicado desde la primera vez que atendió a Viengsay
que la causa principal de su padecimiento podía ser el alto grado de humedad del clima
nuestro.
Sin embargo, ni los problemas del transporte, ni las crisis de asma, ni los inconvenientes de la ocupación de los padres hicieron que Viengsay cejara en su empeño. Había
encontrado su lugar. Había encontrado sus alas.
Sus padres la apoyaron todo el tiempo, en su agenda del día estaba cuándo Viengsay
tenía un ensayo, la hora de recogerla en la escuela, la hora de una clase determinada,
y en esa tarea también contaban con la ayuda de Robertico, el hermano paterno de
la niña. Ellos estuvieron a su lado, incondicionales, siempre que podían la iban a buscar los padres, los dos juntos, pero si no, uno de ellos estaba allí sin falta, o estaba el
hermano, que se mantenía pendiente de ella, atento si necesitaban de él, a veces terminaba su trabajo e iba él a buscarla a la escuela, «me daban las 8 y las 9 de la noche
esperándola».31
En L y 19 recibían clases de Educación Musical, Repertorio, Composición —que era
a lo que llamaban «improvisación» en el argot interno—, Preparación Física, Danzas
de carácter, de Folklore internacional, Lengua francesa, y la técnica del ballet clásico
propiamente. Justo en el curso en que entró Viengsay eliminaron del plan docente las
clases de piano, hecho que ella lamenta hasta el día de hoy, porque el piano es de los
instrumentos que adora, además del violín. A ella le decían que tenía manos de pianista porque heredó las manos grandes de su padre, la gente comentaba que podía
haber tocado un piano maravilloso.Y sí, aprender piano le hubiera encantado, pero no
fue posible porque el aprendizaje de este instrumento se impartía solo en los niveles
siguientes, correspondientes a las generaciones que desde el principio lo habían recibido y tenían que completarlo.
Viengsay empezó muy bien en el ballet; venía con excelentes condiciones físicas de la
gimnasia, donde había desarrollado una gran elasticidad y fortaleza de músculos. Sin
embargo, pronto se hizo evidente que su fisionomía no respondía exactamente a ese
ideal de cuerpo filiforme, en especial, las piernas largas y finas de altas extensiones
predominantes en la concepción de una bailarina clásica. Así, tuvo que aprender a
31
Roberto Valdés (hijo). Entrevista concedida al autor.
45
Biografía de Viengsay Valdés
Los cimientos
trabajar duramente en las posiciones de ballet, sobre todo en la posición de los pies
en dehors (hacia afuera), que por sus características corporales le resultaba más difícil
buscar esa forma, esa abertura.
Con este factor en contra era crucial para Viengsay recibir una atención personalizada,
pero en esa etapa los profesores se alternaban constantemente los grupos y esos cambios frecuentes dificultaban que tuviera un seguimiento de acuerdo con sus particularidades, porque cuando un maestro tenía formado un criterio sobre ella, sobre cómo
explotar sus cualidades físicas y trabajar sus puntos débiles, sucedía que venía otro que
lo pasaba por alto y no la atendía en sus defectos o no le dedicaba el tiempo y la atención
que requerían. Esa falta de constancia, que sin duda influye en el ritmo de aprendizaje
del alumno, más aún en este arte que requiere estar encima de los defectos, repetir y
repetir las correcciones para que el niño las incorpore, afectó directamente a Viengsay
quien llegó a sentirse preterida por no ser de las niñas que poseían esas condiciones
físicas innatas que propician la enseñanza del ballet, y fue perdiendo el incentivo.
No pasaría mucho tiempo para que esta situación diera al traste con la calidad de
su preparación, pues a la par que mermaban sus ánimos iba disminuyendo también su esfuerzo en el entrenamiento individual y, en consecuencia, aquella elasticidad maravillosa que tenía y la fortaleza muscular desarrollada en la gimnasia.
La evidencia más palpable de esa cadena de efectos negativos fue el resultado de
Viengsay en la prueba de Ballet a finales del segundo año.
Un revés, una convicción
El día antes del examen Viengsay pretendió
salvar las desventajas con un esfuerzo colosal. En su casa había un espejo al fondo del
comedor que llegaba hasta el piso, y para su entrenamiento le venía perfecto, frente a
él se agarraba de una silla y se ponía sola a practicar, a trabajar en las posiciones.Y ese
día realizó los ejercicios hasta el agotamiento, se esforzó como no lo había hecho en
todo un curso.
Pero como no era posible lograr en solitario superar limitaciones que demandaban
la atención personalizada y sistemática de un maestro, y como tampoco es posible
en un día de trabajo por intenso que este sea conseguir lo que requiere tiempo y una
disciplina inquebrantable por parte del alumno, la consecuencia fue que obtuvo una
calificación de 83 puntos sobre cien, una nota mediocre para una estudiante con su
talento. De quince niñas que había en su grupo esa nota la situaba entre el octavo y el
décimo lugar, o sea entre las cinco o siete últimas.
De acero y de nube
46
Primera parte
De regreso a su casa iban en el Lada azul de su padre, él, al volante, Clara al lado
suyo, y ella en la parte trasera, llorando. Durante una buena parte del trayecto los
padres permanecieron callados dejando que la niña desahogara su desconcierto, pero
ya subiendo por la calle donde vivían, su mamá se volteó en el asiento y le preguntó: «Viengsay, ¿de verdad te gusta esta carrera?» y ella, sin parar de sollozar le respondió: «Sí, mami, a mí me gusta, a mí me gusta esto, sí, a mí me gusta…» Entonces,
Clara, comprensiva pero enérgica, le dijo: «Bueno, mi vida, tienes que esforzarte,
tienes que esforzarte porque esta es una carrera muy sacrificada, si de verdad tú
quieres llegar, por favor, esfuérzate para ser una de las mejores; no te conformes con
ser una más». Esas palabras de la madre sacudieron a Viengsay, al extremo de que
cambiaron su vida totalmente. En ese momento reaccionó, y se dijo: Ya. Está bien; y
enjugó sus lágrimas. «Fue como un despertar».32
El próximo curso empezó su tercer año del nivel elemental con un empuje, una
fuerza y una dedicación impresionantes. Desde el principio algo en ella había
llamado la atención de sus maestros. «No era una niña con mucho en dehors, pero
tenía lo necesario como para avanzar, ponía tanto empeño en hacer las cosas, en
bailar bien, con mucha concentración desde esa edad tan pequeña», que a pesar
de esta deficiencia ya había dentro del profesorado quienes afirmaban «no tiene tantas extensiones, pero va a bailar porque le gusta, tiene corazón y es muy
inteligente».33
Y trabajaba sin descanso, sacaba fuerzas precisamente de la voluntad, de la constancia,
de esa disciplina que le creó a ella la gimnasia, y que también formaba parte de los
valores de conducta que le inculcaron sus padres.
Ya por entonces cursaba la Secundaria Básica. Las clases de Ballet eran por la mañana en
L y 19 y las clases de escolaridad por la tarde en la escuela Raúl Gómez García en 23 y C
—donde estudiaban también los alumnos de Artes Plásticas y Música—; se trasladaban
de una escuela a otra caminando (unas 11 cuadras) pero llegaban todavía frescos, vitales
como la generalidad de los chicos a esa edad y si les quedaba un tiempo libre antes de
entrar, entonces compartían, se ponían a jugar disco en el parque Mariana Grajales, un
gran parque ubicado frente a la escuela, allí se dispersaban por toda el área, abrían una
Viengsay Valdés. Entrevista concedida al autor.
Dra. Ramona de Sáa Bello, ex primera bailarina y profesora, fundadora de la Escuela Nacional de
Ballet y a cargo de su dirección desde 1967, en entrevista concedida al autor el 20 de junio de 2011
en La Habana.
32
33
47
Biografía de Viengsay Valdés
Los cimientos
especie de círculo bien grande y se lanzaban el disco de un lado a otro, llegaban al aula
agitados, transpirando, y así empezaban las clases.
El programa académico escolar comprendía, entre otras asignaturas: Química,
Matemática, Lengua española, Literatura, Historia, Física, incluyendo Idioma inglés
que se impartió durante un año.
Viengsay era una estudiante aplicada. Aparte de sus progresos en el ballet, en la escolaridad sus notas eran de cien puntos. Cumplía con todas las tareas que le correspondían,
y en ambas modalidades de enseñanza mostraba ser una adolescente responsable. En
cuanto a sus amistades, que en esta etapa de la vida adquieren una importancia mayor
que en ninguna otra, sus padres no tenían motivo de preocupación, ella demostraba
ser muy selectiva con el tipo de personas con que intimaba. Su mejor amiga era Janet
Pomares, una magnífica estudiante y excelente persona. La afinidad de caracteres e
intereses que las conectó siendo prácticamente niñas llegó a crear un lazo de amistad
que ha perdurado hasta el día de hoy; ella sigue a Viengsay, y siempre que sus obligaciones profesionales se lo permiten acude a verla bailar.34
La relación entre las adolescentes era de tal complicidad que llegaron al punto de
inventar un abecedario de códigos secretos para que nadie pudiera inmiscuirse en sus
asuntos, y «sus cosas» fueran del dominio de ellas dos exclusivamente: la A era un
palito con una rayita; la B se correspondía con otros trazos caligráficos… y lo mismo
hicieron con todas las letras. Janet era de la misma ralea que Viengsay, dedicada al estudio y cuidadosa de sus responsabilidades; las dos se sentaban en la parte delantera del
aula para estar cerca de la maestra y concentrarse en las lecciones. Cuando terminaban
las clases, si les quedaba tiempo se ponían a hacer la tarea del día siguiente y entonces
se iban para la casa, despejadas, con menos deberes pendientes. «Janet era más perfeccionista, era capaz de revalorizar una asignatura para superar una nota de 98 puntos,
aunque ello implicara un mes más de estudio».35 Viengsay no, un 98 para ella estaba
bien, tampoco era tan exagerada, pero sí obtenía buenas notas y su promedio general
era muy bueno.
Tanto a Viengsay como a su amiga era difícil persuadirlas para actuar en contra de las
reglas. Si el resto del grupo decidía aprovecharse de una coyuntura para irse antes de
tiempo, faltar a un turno de clases, «escaparse», tenían que empezar por ver cómo
Janet Pomares continuó sus estudios en el Instituto Preuniversitario Vocacional Vladimir Ilich
Lenin. Es graduada de Ingeniería Automática y Máster en Sistemas Digitales. Actualmente se
desempeña como investigadora.
35
Viengsay Valdés. Entrevista concedida al autor.
34
De acero y de nube
48
Primera parte
convencerlas a ellas, porque tenían la conciencia, esa voz interior que les advertía:
«¡No!». Sentían vergüenza de que pudieran llamarles la atención. En el último año,
por ejemplo, habían programados turnos en el horario vespertino y a veces la profesora tardaba en llegar o no se presentaba; y a las tres y media ya todo el mundo estaba
inquieto; «realmente se hacía muy pesado quedarse hasta las cinco y treinta, se tornaba
una necesidad el hacer algo, el irse de allí y poner fin a la espera». Pero a Janet y a ella
les costaba tomar esa decisión, se quedaban hasta el final en el aula. Sus compañeros
de grupo se quejaban de esa actitud: «¡Ay, qué conscientes son ustedes!» les decían.
Cuando todo el grupo planeaba: «Vámonos para el bosque de La Habana», constituía
un problema contar con la aprobación de ellas. No obstante, algunas veces insistieron
y lograron que también las dos amigas corrieran el riesgo; salían de la escuela a hurtadillas, iban para el Bosque de La Habana, y allí, echados sobre la hierba, conversaban,
reían, compartían las horas que restaban. Luego,Viengsay llegaba a su casa con ramitas
adheridas a las medias y tenía que salvar el escrutinio de su madre que, sorprendida
por su aspecto, la interrogaba: «¿Qué tú estuviste haciendo hoy?» Es que no era común
este tipo de comportamiento en ella; pero claro, anécdotas como esta formaron parte
también de sus vivencias durante la etapa estudiantil.
Lo que más ansiaba Viengsay era el día y la hora que empezaba la clase de Ballet, y
especialmente la clase de Repertorio que era algo ya más profesional, donde los instructores les montaban un ballet a media punta y ellas ejecutaban la coreografía.
En Composición siempre obtenía notas de cien porque tenía una imaginación tremenda. Si les proponían, por ejemplo, ser un pañuelo en el piso, inmediatamente ella
se transmutaba en pañuelo y representaba las formas que tal sensación le sugería: si
abierto completamente sobre la superficie, se tiraba en el piso con los brazos extendidos. Entonces, a partir de ahí, como podían improvisar, su imaginación se recreaba en
levantar una esquinita de la pieza, otra esquinita, otra, ir subiendo por el centro… el
pañuelo empezaba a moverse, a elevarse, a volar… Ella tenía ese ingenio.
Y así había sido desde antes en aquellas asignaturas que requerían de vuelo creativo,
como en el caso de Lengua española. Si se le orientaba redactar un texto de tres párrafos, de acuerdo con la forma narrativa tradicional de «introducción, nudo y desenlace», ella no escribía tres párrafos, sino cinco, y más, comenzaba a fabular y no
paraba, escribía copiosamente con una imaginación desbordante. Por eso le gustaban
esas asignaturas, y Composición era una de sus favoritas. Ello le dio otra visión, otra
forma de ver el mundo.
49
Biografía de Viengsay Valdés
Los cimientos
Luego, la dedicación, el esfuerzo diario, sin consentimientos al ocio ni a la pereza,
comenzó a rendir los primeros frutos y cuando empezaron las clases de puntas, superaba a aquellas estudiantes que se habían destacado en los cursos precedentes. Ahora,
donde ellas obtenían 95 puntos ya Viengsay lograba una calificación de 98; en puntas
era mejor que en las clases de media punta. Incluso, cuando la directora de la escuela,
Silvia Rodríguez, una profesora que ocupó ese cargo durante muchos años en L y 19,
hacía inspecciones por los grupos para evaluar la calidad de las clases, la ponía a ella
de ejemplo ante las demás muchachitas. En cierta ocasión la directora llegó al salón,
se sentó, con esa forma y esa mirada peculiares que suelen adoptar los profesores,
y de pronto dijo: «Pero a ver, ¿ustedes se fijan cómo lo está haciendo Viengsay?, ¿su
manera a la hora de girar? Ella no mueve el brazo para atrás para coger impulso, ella
se impulsa sola; así lo tienen que hacer todas porque de esa otra forma no es estético,
no es la técnica».
Y de acuerdo con esas consideraciones, Viengsay argumenta: «Es que el ballet empieza
así, de modo que parezca que desde la nada, sin esfuerzo alguno, se produce un paso,
un giro, un salto, y “vuelas”».
El hecho de que la pusieran a ella de ejemplo ya le iba dando un poco más de autoestima, de orgullo; empezó a pensar «lo estoy haciendo bien».Y no paró, no paró; se decía
«sí, esto es lo que quiero».
Tener un sueño es siempre posible, y hasta simple. Creer en él es más complejo.
Defenderlo es lo difícil, pero es la única expresión real de que efectivamente el sueño
se corresponde con la vocación. Es el momento en que el sueño deja de ser materia
volátil para transformarse en propósito consciente, y más que en propósito, causa de
nuestra existencia. A los doce años de edad Viengsay tuvo de verdad esa convicción «y
fue una convicción total, estaba segura de lo que quería».36
Por esa fecha se celebraban concursos de ballet en la escuela y, a propósito de uno de
ellos, ella tuvo su primera incursión en la coreografía. La competencia era a nivel de
plantel y estaba dividida en dos categorías: una que agrupaba a los más pequeños, o
sea, lo alumnos de entre 10 y 12 años que cursaban los tres primeros años de enseñanza; y una segunda categoría donde concursaban los más grandes —13 y 14 años de
edad—, que eran estudiantes de cuarto y quinto año. A los niños que tuvieran la inclinación por hacer una coreografía, se les daba la oportunidad y se les asignaba un profesor para que les ensayara la composición elaborada, puliera los detalles y garantizara
36
Viengsay Valdés. Entrevista concedida al autor.
De acero y de nube
50
Primera parte
la disciplina en el salón, de manera que los concursantes pudieran llegar a realizar la
idea concebida. Viengsay fue, entre los estudiantes de la primera categoría, una de las
que logró una creación propia.
Llamó a su ballet La estatua. Lo diseñó con ocho parejas de cuerpo de baile y dos solistas. Ella era la protagonista, o sea, la estatua, y el chico solista, el personaje de quien
se fijaba realmente en ella lo interpretaba Amílcar Moré, hijo de la primera bailarina
Ofelia González y del bailarín principal Pablo Moré, ambos del Ballet Nacional de
Cuba; él estaba en su curso y sí tenía formación de bailarin.
La historia se desarrollaba en un pueblo muy alegre, sus habitantes se desenvolvían
muy bien durante el día, pero al caer la noche ya todos se iban alejando hacia sus
propias casas, sus villas, entonces se quedaba sola la plaza donde había una estatua en
su pedestal. En aquel momento, un muchacho que deambulaba por allí se quedaba
dormido a los pies de la efigie y soñaba que bailaba con ella. En la representación
coreográfica del sueño, la estatua cobraba vida en la noche, danzaba con el muchacho
hasta el alba y después volvía nuevamente a ocupar su sitio.
La música para la coreografía la grabó Viengsay de Radio Enciclopedia un día que estando sola en su dormitorio había sintonizado esa emisora como de costumbre porque
ella amaba la música clásica. Cuando escuchó la pieza la primera vez solo alcanzó a
grabar un fragmento pero con paciencia consiguió grabarla después completa y esa fue
la melodía que utilizó para bailar la historia que había imaginado.
La creación del ballet La estatua y el montaje de la coreografía fue una experiencia
realmente gratificante que asumió con rigor, se sintió muy responsable a pesar de su
corta edad, y con ese trabajo ganó el segundo lugar de entre los niños de 10 a 12 años
en el concurso; aún conserva el diploma que le entregaran en reconocimiento a su
labor creativa.
En lo adelante tomó parte en otros ballets en la escuela, en Sueño de marinos, por
ejemplo, y en Alicia en el país de las maravillas, donde interpretaba las carticas. No tuvo
un rol principal en ese ballet, pero sí en La muñeca negra donde le asignaron el papel
protagónico. Ella recuerda que para interpretar el personaje de la muñeca se tenía que
pintar la cara «con un maquillaje de pasta muy difícil de quitar, horrible, pero nada
importaba comparado con la satisfacción de interpretar el personaje».
Ya para entonces Viengsay sobresalía entre las estudiantes de su grupo. Maestros que
le impartieron clases en esa época así nos lo han confirmado. De sus apreciaciones, las
51
Biografía de Viengsay Valdés
Los cimientos
que hiciera Valentina Fernández, su profesora de Danzas de carácter durante el 4to.
y 5to. años de enseñanza elemental, resultan especialmente reveladoras:
La clase de Carácter es difícil por los cambios de ritmos, de estilos y requiere mucha concentración y cualidades físicas excepcionales. En este grupo lógicamente
destacaba Viengsay, que desde pequeña fue muy versátil, cada estilo lo abordaba y
lograba dominar las exigencias de cada uno de ellos. En el «Ruso Lento»: delicadeza, en el «Rápido»: fuerza y precisión en el taconeo. Elegancia en la «Czarda».
Rapidez en la «Napolitana» y así en todos los estilos estudiados en cuarto y quinto
años de la carrera de Ballet. Como profesora puedo decir que Viengsay además de
condiciones físicas, tiene otras características que por suerte desde niña las tuvo
y son: su capacidad de trabajo, sus ganas de aprender y su disposición de interpretar diferentes personajes. Hoy es una bailarina que en escena puede dominar
cualquier estilo, que trasmite seguridad técnica e interpretativa, y lo ha logrado
gracias a una disciplina de trabajo, a su constancia y su fuerza.37
La vocación, en su significación real no convive con la duda. Las consideraciones referidas nos dan la medida de la vocación de Viengsay; fue la fuerza de esa convicción lo
que le permitió disponer el alma a franquear los límites.Y logró traspasarlos, con una
voluntad de acero y una disciplina sin auto-concesiones. En menos de tres años, y en
los albores de la adolescencia, había conseguido dar una lección de vida que requiere
años de experiencia con su carga de yerros y fracasos. «Viengsay es un ejemplo de que
se puede cuando se quiere, e incluso que muchas veces no se tiene necesariamente
que nacer con las condiciones plenas para algo»,38 si se tienen el talento y la voluntad,
por supuesto. «Los resultados de Viengsay son la prueba de esto, y tienen más mérito
todavía».39
No obstante, cuando ya estaba en la recta final del nivel elemental, sus padres
la previnieron de la necesidad de trazar un plan B dado el caso que no lograra
entrar a la Escuela Nacional de Arte (ENA); querían que si por alguna razón no
era seleccionada estuviera preparada para empezar en una buena escuela. Fue así
que optó por el Preuniversitario de Ciencias Exactas Vladimir Ilich Lenin e hizo
las pruebas por Biología, aunque se preparó también para Química.
Texto de la maestra Valentina Fernández enviado al autor con fecha 17 de septiembre de 2011.
Palabras del primer bailarín Carlos Acosta, en entrevista concedida al autor el 14 de septiembre
de 2011, en La Habana.
39
Ídem.
37
38
De acero y de nube
52
Primera parte
Pero la opción de la Lenin quedó atrás porque al término de los cinco años de nivel
elemental, Viengsay «hizo un buen examen para pasar a la escuela media profesional».40 De su grupo en la Carpentier integrado por 15 estudiantes lograron el pase a la
Escuela Nacional de Arte solo seis o siete muchachas, entre las cuales se econtraban
Anissa Curbelo, Keila Fernández, Darelia Fernández, Marbelis Zamora y una chica
matancera —el alumnado procedía de diferentes provincias del país—; las demás fueron eliminadas.
Así, en 1991, con 14 años de edad, se gradúa Viengsay del nivel elemental y en esas
vacaciones viaja a la provincia de Matanzas junto a su amiga Darelia41 para participar
en el programa de Cuballet, un curso práctico de carácter internacional que se efectúa
dos veces al año (enero y agosto), a cargo del Centro Pro Danza que dirige la maître Laura Alonso. En su contexto se imparten clases prácticas y paralelamente se va
montando un gran ballet con todos los participantes, cuya puesta en escena culmina
el curso.
Escuela Nacional
de Arte (ENA)
Ya después de esas vacaciones, recién graduada de la Escuela Elemental Alejo Carpentier y vencido el noveno grado con notas
excelentes, Viengsay se incorpora a la Escuela Nacional de Arte.
Sus inicios en este nivel se correspondieron con el llamado Período Especial, una etapa
de profunda crisis económica que sobrevino súbitamente en Cuba a raíz del derrumbe
del campo socialista en la geografía europea, y la consiguiente intensificación del bloqueo económico impuesto por Estados Unidos a la Mayor de las Antillas. Los recursos
para las instituciones culturales del país disminuyeron sensiblemente, ya que problemas como el alimentario y la carencia de combustible, con sus graves derivaciones,
constituían asuntos de primer orden. Si la vida cultural no sufrió un colapso total y
absoluto fue por fuerza y virtud del potencial humano con que cuenta la nación cubana
en todos los niveles, consecuente con la firme decisión gubernamental de preservar la
enseñanza e instrucción cultural a toda costa, con menos recursos, pero sin renunciar
a formar y desarrollar talentos de las artes cubanas.
40
41
Ramona de Sáa. Entrevista concedida al autor.
Darelia Fernández actualmente vive en Alemania.
53
Biografía de Viengsay Valdés
Los cimientos
La Escuela Nacional de Arte no contaba con una sede, las clases se impartían en salones improvisados al efecto en el Gran Teatro de La Habana, y la escolaridad en un
aula emergente, y hasta en escaleras y pasillos. El inmueble estaba en condiciones
calamitosas, los salones no tenían linóleo que es fundamental para la protección de
las zapatillas de puntas y las piernas de los bailarines, los pisos eran de planchas de
plywood y estaban carcomidos por los efectos del comején y por el uso, pues desde
entonces tenía su sede allí el Ballet Español de Cuba. Todo era muy precario, muy
elemental, no había pianos suficientes, ni pianistas, y surgieron muchas dificultades
con los materiales, especialmente con las zapatillas de puntas. Sin embargo,Viengsay,
al referirse a ello, con profundo sentido de pertenencia ha afirmado: «pero fueron
mis salones, fueron los salones en los que me preparé. A mí no me importaban las
dificultades que tuviera que afrontar, se trataba de mi crecimiento personal, de mi
realización, y era muy consciente de eso».
La insuficiencia alimentaria adquirió dimensiones alarmantes. En el caso de los bailarines, la dieta rica en nutrientes y baja en calorías con que debían mantener las condiciones físicas requeridas era imposible. De hecho, Viengsay, que por esos tiempos
se había impuesto una dieta extrema, sufrió una intoxicación alimentaria por comer
demasiado huevo y por supuesto, su mamá se alarmó: «Tienes que comer variado» le
decía, pero sabía que eso era una quimera en aquel contexto.
Simultáneamente, se agravó el problema del transporte por la falta de combustible.
Este factor actuaba como enemigo número uno de los estudiantes que residían en
municipios de la capital distantes de la institución; cumplir con el riguroso horario
del programa académico ya no dependía de su voluntad ni del grado de interés que
ellos pusieran en lograrlo. Por esa razón, muchos, entre ellos Viengsay, tuvieron que
internarse en la Casona de 7ma. y 22, en Miramar, la beca de la ENA, porque allí tenían garantizado el transporte: un pequeño autobús los trasladaba hasta el teatro, en el
Paseo del Prado en La Habana Vieja, y al concluir las clases los regresaba a la residencia
estudiantil. Se trataba de una casa adaptada para tal propósito donde las habitaciones
estaban dispuestas con literas para los dormitorios de los estudiantes: «Había un comedorcito, la comida era pésima pero estaba asegurada, un televisor, y un reglamento
interno, por supuesto, se regía por un horario, a determinada hora todo el mundo tenía que ir a la cama, como en cualquier otro centro de este tipo».42 Allí estuvo Viengsay
durante seis meses —de enero a julio de 1991—.
42
Viengsay Valdés. Entrevista concedida al autor.
De acero y de nube
54
Primera parte
Los que se forjaron en esa época sin amilanarse, sin deponer sus aspiraciones, saben
lo que significa el poder de la voluntad en circunstancias realmente adversas. Viengsay
es un ejemplo. Nunca dejó de bailar en puntas a pesar de la insuficiencia de zapatillas.
En el almacén no había su medida, no tenían la de su pie, solo contaban con el número
tres que era la medida más común entre las niñas, ya las del número cinco se habían
agotado; ese fue uno de los problemas que tuvo que afrontar cuando llegó a la escuela.
Pero este inconveniente no iba a impedir que ella bailara en puntas. Para resolverlo,
pedía un par de zapatillas del número tres, les cortaba la parte final de los talones y las
empataba a los talones de otras zapatillas previamente cortadas para este fin, las cosía
ella misma hasta hacerlas a su medida, o sea, las extendía hasta lograr un número cinco
pero con la punta de un tres. Claro, esta innovación estaba lejos de ser perfecta, sucedía que la suela no llegaba hasta el final, siempre salía con una costra sucia en el medio
del talón porque era la parte del pie que le quedaba expuesta. Pero ya tenía zapatillas
de puntas, ensayaba con ellas y bailaba con ellas.
Ese motivo la llevó a frecuentar los recintos del Ballet Nacional de Cuba (BNC) para
procurar alguna zapatilla que sobrara. Y en ese ir y venir en busca de ayuda la fueron conociendo los trabajadores de la institución y entabló relaciones con ellos, en
particular con los del taller de zapatillas, algunos de los cuales todavía laboran allí.43
Tal resolución la hizo popular en la escuela. Todavía hoy la reconocida catedrática
Ramona de Sáa, fundadora y directora de la Escuela Nacional de Ballet, la pone de
ejemplo a sus estudiantes.44
La fama se debió al ahínco, la demostración de que a ella no la iba a detener el hecho
de que no hubiera zapatillas para su pie, ella se iba a parar en lo que fuera, en un cajón
si era preciso, pero se iba a parar en unas puntas, si no podían dárselas se las fabricaba
con tal de no perder un ensayo, ni una clase, ni una función. Para sostenerlo tendría
que ingeniárselas porque el entrenamiento a base de unas zapatillas producidas de este
modo rudimentario la obligaba a reponerlas en un período relativamente corto y el
Sobre el panorama del taller de zapatillas del BNC durante el Período Especial abundó el Licenciado
José Edilio Rodríguez Delgado, uno de sus trabajadores, en entrevista concedida al autor el 28 de
junio de 2012 en La Habana: «Ya las zapatillas que provenían del extranjero, marcas como la Capezio,
la Freed, incluso, las Chacott plásticas se estaban agotando y se decidió fabricarlas aquí sustituyendo
la dextrina (almidón de la papa) que es el engrudo que se utiliza en otros países de temperatura
fría, por un preparado a base de poliespuma [nombre con que se conoce en Cuba el poliestireno
expandido], gasolina y disolvente, y así se hizo el famoso Dispotol. Aplicando este pegamento a tres
triángulos de lienzo —o saco o lona— hicimos los famosos casquillos de las zapatillas cubanas».
44
Ver en el acápite «Los forjadores» de la Segunda parte de este libro, una ampliación de este criterio.
43
55
Biografía de Viengsay Valdés
Los cimientos
próximo par no iba a aparecer por arte de magia, tendría que volver a «fabricarlo», y
mientras, tenía que ir buscando otras vías para mejorar su situación.
En la ENA, además de Ballet, se impartían otras materias como Danzas históricas,
Danza española, Historia de la danza, Maquillaje, Idioma francés y, simultáneamente,
los estudiantes cursaban el preuniversitario.
Su primera maestra de Ballet en este nivel fue Marina Villanueva, que en ese tiempo era
bailarina del Ballet Nacional de Cuba. Viengsay se esforzó diariamente en demostrar
que tenía calidad. Era de las muchachas más trabajadoras, y eso no pasaba inadvertido.
Aunque en este nivel también se evidenciaba la preferencia de algunos profesores por
trabajar con aquellas alumnas en las que apreciaban el físico ideal de la bailarina clásica, lo cual no colocaba a Viengsay entre las favorecidas, esta vez hubo maestras que
desde el principio confiaron en su talento y en que ella podía ser mejor bailarina si se
le daba atención. Ellas fueron Adria Velázquez, quien impartía Danzas de carácter y la
profesora de Ballet Mirtha Hermida, dos profesionales de altos quilates, que a partir
de entonces jugaron un papel fundamental en su formación.
Trabajo de Repertorio.
Primer pas de deux
Esa tenacidad que fue distinguiendo a
Viengsay, coadyuvada por una educación que desde muy pequeña le había creado el
sentido de la responsabilidad, de la disciplina y facilitada por un temperamento audaz,
propenso a la actividad constante, la situó en el lugar y momento propicios de lo que
sería una gran oportunidad para demostrar su valía.
Estaban ensayando el pas de deux La Llama de París con una estudiante de segundo año
de la ENA y Viengsay para no estar ociosa, a lo mejor sentada en una esquina, se iba
para el salón durante los ensayos y se situaba en la parte de atrás, sola, a practicar un
poquito lo que la otra bailarina estaba haciendo en la coreografía, observaba los pasos,
pensaba «¡ay, mira!, ¡me lo quiero aprender!», y lo hacía. Sucedió entonces que uno
de esos días el ensayo había tenido que interrumpirse varias veces porque la chica asignada para el pas de deux se quejaba de que no le salía bien, que tenía un problema con
la punta, etc.; hasta que de pronto la situación pareció llegar a un punto límite, y la
maestra, Adria Velázquez —muy fuerte de carácter— decidió no continuar el ensayo
con la chica y probar a Viengsay; le dijo: «A ver tú, ¿te lo sabes?...Hazlo». Entonces
Viengsay empezó a hacer lo que podía, más o menos, pero fue suficiente. La maestra
De acero y de nube
56
Primera parte
continuó el ensayo con ella, porque había visto que tenía posibilidades, que tenía potencial, y decidió explotarlo un poco, darle la oportunidad.
En ese contexto la conoció la maestra Mirtha Hermida,45 mientras ensayaba el ballet
con Adria; y cuando se puso a observarla comentó: «Qué bien, qué gusto por bailar,
cómo se mueve». Le llamó la atención que «siendo tan jovencita ya se apreciaba en ella
cierta madurez, cierto gusto».46
En la disciplina específica de Ballet, Hermida no era maestra de muchachas, sino de
varones, pero cada cierto tiempo, cuando empezaban alumnos nuevos se lo asignaban
a un maestro en el trabajo de Repertorio que abarca pas de deux o variaciones, tanto femeninas como masculinas. Así que teniendo en cuenta sus observaciones sobre
Viengsay, le dijeron: «Tómala», para que ella la entrenara.
Fue por esta vía que la maestra Mirtha Hermida empezó a preparar a «Vansey», como
le llamaba, pues según confiesa, desde hace muchos años les cambia los nombres a
sus alumnos; inmersa en sus personalidades y sus formas de bailar, no consigue fijar algunos nombres. De su experiencia con Viengsay en el trabajo de Repertorio ha
expresado:
Siempre hubo muy buena relación entre las dos. Viengsay es una muchacha muy
interesada; no era una muchacha superdotada físicamente, o sea, no contaba con
grandes extensiones ni con un pie excelente, sin embargo, sí tenía mucho afán
de hacer, y hacer bien. Además, desde el punto de vista artístico se proyectaba
con mucho gusto, con muchas formas de moverse muy de ella, muy específicas
de ella, y eso es algo que no siempre se siente cuando un alumno entra; generalmente hay que decirles: «la pestaña aquí», «el brazo allá», «mira», «gira»; y en el
caso de Viengsay, ella ya tenía eso, a pesar de su corta edad.
El hecho de que la experimentada maestra reconociera en la adolescente ese destello especial que irradia el talento artístico, confiara en sus capacidades, y trabajara
pertinazmente con ella, fue lo que permitió a Viengsay dar el salto, porque «es el
entrenamiento, la constancia, lo que realmente hace al bailarín. Es la repetición de
un movimiento lo que obliga al cerebro a incorporarlo, de modo que tenga ya ese
La extraordinaria pedagoga Mirtha Hermida falleció en julio de 2012, cuando este libro se
encontraba en proceso de edición.
46
Entrevista concedida al autor por la profesora de Ballet Mirtha Hermida el 20 de junio de 2011.
45
57
Biografía de Viengsay Valdés
Los cimientos
movimiento condicionado, que el reflejo ya esté completamente incorporado y puedas memorizarlo, hacerlo la próxima vez mejor».47
Luego del intensivo con Mirtha Hermida hizo su primer pas de deux, a los 15 años de
edad, en La Llama de París junto a Joan Boada, un año de edad mayor que ella. Lo bailó en la pequeña sala Alejo Carpentier del Gran Teatro de La Habana, en uno de los
concursos nacionales de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) que en
aquel tiempo abarcaba presentaciones de danza, ballet, folklore, y variedades, o sea,
eran cuatro ramas las que concursaban, y en la categoría de ballet estaban Viengsay y
Joan —actualmente primer bailarín del San Francisco Ballet, EE.UU.—, su primer
partenaire. Fue la primera de muchas otras veces que participó en este certamen. En
esa ocasión le otorgaron una mención, pero su actuación llamó la atención de los especialistas. De aquel suceso, el crítico de arte y profesor Ahmed Piñeiro, nos ha referido
su vivencia:
Recuerdo perfectamente la primera vez que vi a Viengsay Valdés. En una calurosa
sala Alejo Carpentier del Gran Teatro de La Habana donde tenía lugar un concurso nacional para estudiantes de Ballet, anuncian el nombre, un nombre raro
que anoté en una libreta y debo haberlo hecho con faltas de ortografía porque
nunca antes había oído ese nombre. Después supe que Viengsay es un nombre de
origen laosiano que significa Victoria. Así, cuando la presenté en La danza eterna,
en entrevista que yo le hiciera en ese programa en el 2005 me atreví a decir que
sus padres habían sido proféticos al ponerle ese nombre, porque realmente ella ha
sido una victoria en su carrera, y una victoria del Ballet cubano. Pero volvamos a
principios de los años 90 en la sala Carpentier con un calor muy fuerte, anuncian
a una muchacha de un nombre raro en el ballet de La Llama de París. Era una muchacha de apenas quince años, era una estudiante todavía, y a mí me sorprendió la
osadía, la fuerza, el ímpetu con que aquella muchachita salió a defender el ballet
de La Llama…48
Por su parte, la maestra Ramona de Sáa evoca aquella interpretación de Viengsay en
los siguientes términos:
Viengsay Valdés. Entrevista concedida al autor.
Palabras del profesor y crítico de arte Ahmed Piñeiro, especialista del Ballet Nacional de Cuba
(BNC) y redactor de la revista Cuba en el Ballet, quien es, además, guionista, conductor, y realizador
del programa televisivo La Danza eterna, e investigador del Museo Nacional de la Danza; en entrevista
concedida al autor el 17 de junio de 2011.
47
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De acero y de nube
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Primera parte
Recuerdo La Llama de París que hizo Viengsay en el primer año de nivel medio,
cuando aún no había cumplido los 15 años. Hizo un papel extraordinario, en puntas todo el tiempo de La Llama…, con aquella caracterización que hasta el maestro
Fernando Alonso se quedó sorprendido. Viengsay no tuvo nunca miedo a la escena, eso es algo que considero fundamental para un artista; y para un estudiante es
donde va ganando esa seguridad tan necesaria.
Ya luego de verla en el escenario, de constatar que había dado un resultado haciendo
un pas de deux en el que había probado sus condiciones empezaron a prepararla para El
corsario, junto al bailarín Jaime Roque.Y a partir de ahí, le asignaron más roles.
Se presentó de nuevo al concurso de la UNEAC, en el pas de deux El corsario, en otro
ballet moderno, y en Don Quijote, un clásico que le gustaba mucho y que soñaba llegar
a interpretar algún día con Carlos Acosta, quien por entonces cursaba el último año en
la escuela y ya era un modelo de buen bailarín para los estudiantes. Esta fue la primera
vez que interpretó el pas de deux de la referida obra, a la edad de 16 años, y fue en el
concurso como acompañante de Reyneris Reyes.
El jurado reparó en que ya estaba haciendo otras cosas, la vio en El corsario, en Don
Quijote, la había visto antes en La Llama de París y la distinguió con el primer lugar.
Su actuación causó admiración entre los entendidos en la materia: «A esta muchachita
hay que seguirla porque va a llegar, y va a triunfar» —le comentó el profesor Ahmed
Piñeiro a un colega durante la presentación de Viengsay—. «Sencillamente había que
seguirla, porque siendo todavía una estudiante ella tenía un dominio de su cuerpo,
sobre todo en lo que se refiere a giros y equilibrios en puntas, lo que vulgarmente
denominamos balance, que llamaba poderosamente la atención».49
Pero no todos los especialistas demostraron el mismo entusiasmo. El Dr. Miguel
Cabrera, Historiador del Ballet Nacional de Cuba, cuya fructífera existencia le ha
dado el privilegio de testificar la historia de esa institución desde sus bases iniciadoras
e interactuar con generaciones enteras de bailarines, y que además no tiene reparos en
afirmar: «Para mí hablar de Viengsay además de un placer es un honor, porque ella es
una de las bailarinas cubanas que más yo respeto y que más admiro»,50 recuerda que
él no puso mucho interés cuando en esa época escuchaba hablar de su virtuosismo:
Ahmed Piñeiro. Entrevista concedida al autor.
Miguel Cabrera: Doctor en Ciencias sobre el Arte. Desde 1970 Historiador y Jefe del Centro de
Documentación e Investigaciones Históricas del BNC. Entrevista concedida al autor el 8 de agosto
de 2012 en La Habana.
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59
Biografía de Viengsay Valdés
Los cimientos
Yo empecé a oír de Viengsay cuando comenzó ya la etapa final de su formación
en la Escuela Nacional, pues todo el mundo me hablaba sobre una muchachita que
era muy disciplinada, muy trabajadora, y que era una bailarina virtuosa en los
giros, y era ella. Por supuesto, la primera curiosidad vino por el nombre, como
somos el país de los inventos de nombres extraños, me preguntaba: «y ¿el nombre
de esta niña de dónde vino?», y primero me decían que ella no era cubana, unos
afirmaban que había nacido en Viet Nam, otros que en Laos… hasta que después
se aclaró que ella fue concebida en Laos y que su nombre es Victoria en laosiano.
La empecé a ver ahí —era pequeñita, me parece que la estoy mirando ahora— y
sí, era una bailarina que tenía ese virtuosismo para el giro, tenía esa facultad. Los
amantes del ballet siempre han visto en nuestra escuela el virtuosismo de los giros;
los giros —tanto las mujeres primero, como los hombres después— y los balances
o equilibrios son dos de las muchas peculiaridades que conforman nuestra escuela,
y son de las atracciones máximas que tienen los amantes del ballet, las que más
gravitan y más impactan en el público. Pero a mí, con tantos años dentro de la
compañía, no es el giro, la cantidad de vueltas lo que me impresiona en una bailarina. Ya había visto —y he seguido viendo—, a muchas bailarinas dar vueltas y
no llegar a nada.
Sus dudas tuvo también el maestro Ismael Albelo, especialista durante más de veinte
años del departamento de Danza en el Ministerio de Cultura, además de maestro,
investigador y crítico de este arte, labores que le han permitido seguir de cerca la
carrera de todas las grandes figuras del BNC: «Viengsay, en un principio, como todos
los bailarines jóvenes se preocupaba mucho por la parte técnica» —afirma—, y en su
opinión «el aspecto interpretativo quedaba en un segundo plano». Pero más adelante,
señala:
Con el paso del tiempo, muy rápidamente, ella se dio cuenta de que tenía que llevar las dos cosas porque en la escuela cubana de ballet la que es dramática tiene que
hacer papeles cómicos y la que es cómica tiene que hacer papeles líricos y la que es
lírica tiene que hacer papeles de bravura, o sea, que tienen que bailarlo todo, esa es
una propiedad de la escuela cubana de ballet. En el mundo hay bailarinas que se hacen
con dos ballets o tres ballets, pero en Cuba tienen que bailarlo todo.51
Mucho se ha hablado en los últimos tiempos sobre la tendencia de los jóvenes bailarines a darle prioridad al aspecto técnico y que en la búsqueda de la proeza técnica con
frecuencia descuidan algo tan medular como la parte interpretativa, o aún más, llegan
Ismael Santiago Albelo Oti: Investigador, profesor, editor, crítico de ballet, y gestor cultural.
Entrevista concedida al autor los días 4 y 21 de agosto de 2012.
51
De acero y de nube
60
Primera parte
a convertir el virtuosismo técnico en la meta de su realización, despojándolo así de
su condición de herramienta, de medio para la creación artística; y no son infundadas
tales preocupaciones, en esa dirección muchos talentos se malogran.
En el caso de Viengsay, por supuesto que influía su juventud y la preocupación de que
la aprobaran por su técnica, pero un análisis a fondo nos permite constatar que en ese
tramo del camino se halla el brasero de un estilo y una personalidad auténticos. Esos
giros y equilibrios asombrosos no son producto exclusivo de los bríos de la edad ni del
pláceme que obtiene del público, antes bien, ambos factores son parte de un trabajo
seriamente interiorizado porque lo realmente sorprendente es que ya en esa etapa de
su formación —plena adolescencia— había una búsqueda por encontrarse, por definirse y realizarse en un arte que, no podemos obviarlo, se rige por un concepto ideal
del físico que no era el suyo precisamente.
No solo eso: Viengsay se encargó de confirmar con su talento y la solidez de su trabajo
que no era de aquellas bailarinas que se había visto «dar vueltas y no llegar a nada» y
que era capaz no solo de «bailarlo todo», sino de bailarlo con calidad interpretativa,
desde dentro, y con espíritu creador.
Hay algo que a veces se pierde en la mirada de los expertos a la hora de valorar a
Viengsay: es de dentro y no de fuera de donde le viene el aliento al artista. Como todo
artista Viengsay vive y actúa movida por una fuerza interior y una sensibilidad que
no se atienen a limitación alguna y que van a buscar siempre su modo de expresión
más elevado. Es el talento que busca expresarse a toda costa —y no el cálculo y la
astucia— lo que la lleva a extraer de sus fuentes, en este caso de su cuerpo que es la
materia fundamental con que cuenta para expresarse en su arte, todo su potencial y
lograr de él la posibilidad más grande.
Luego, a tal razonamiento, sumemos el carácter tozudo y el temperamento proclive
siempre a la audacia que desde muy pequeña la caracterizó. La Viengsay que conocemos, la que hemos seguido desde su nacimiento hasta aquí nos anuncia que ella va a
desafiarse a sí y va a desafiar los límites, perennemente, es su naturaleza. Entonces,
no es difícil comprender que a la bailarina, ni menos extensiones, ni empeines menos
fuertes podrían limitarla en el dominio de su arte, ni podrían impedirle buscar el virtuosismo técnico que, como se ha dicho, es una de las características distintivas de la
escuela cubana de ballet, en cuyo lienzo buscaban enhebrarse ese talento y ese espíritu
audaz.
Sus cualidades para el balance y para el giro lógicamente no las iba a desaprovechar,
pero el propósito no era simple, su aspiración era lograr el equilibrio perfecto y con
61
Biografía de Viengsay Valdés
Los cimientos
ese fin comenzó a investigar sus entresijos: la combinación entre la exacta colocación
de la espalda en simetría con las caderas, la proporción hacia el suelo por la gravedad,
cómo lograr esa sensación de verticalidad, el eje, el dominio muscular de cómo apretar los músculos, los cuádriceps, los gemelos, los aductores, o sea, cómo lograr esa
combinación perfecta que al conjugarla con el espíritu de una música es lo que hace
posible llegar a ese clímax que es el balance.52
En ese sentido se iba imponiendo pequeñas metas, pero paralelamente trabajaba muchísimo en aras de la meta más grande, que era realizarse como artista. Sus características físicas y su temperamento encontraron un cauce ideal en el poder expresivo
de la técnica, y ello, unido a una sensibilidad que le demanda las formas de expresión
más bellas la condujo a la búsqueda incesante del virtuosismo técnico, y en ese aspecto comenzó a destacarse, y en consecuencia a destacar en la interpretación de personajes fuertes, personajes de carácter. Esto demuestra lo que ya es capaz de hacer, a
dónde ha llegado. No podemos cerrar los ojos al hecho de que en esta etapa Viengsay
es una estudiante de nivel medio. Es una artista en ciernes, en el principio de un largo
camino que recién comienza a explorar.
En la ENA empezó como cuerpo de baile y no había tenido oportunidad de destacarse hasta su primer pas de deux, pero después participó en los concursos con buenos
resultados, se aprendió todo el repertorio que había de la escuela, coreografías nuevas, modernas, contemporáneas, todo lo clásico que les enseñaban. Mirtha Hermida,
que nunca había dudado de sus aptitudes, continuaba los ensayos con ella, cada vez
con mayor intensidad.Y cuando algunas personas en la escuela le decían que Viengsay
no iba a poder hacer Coppélia por sus extensiones, ella les respondía que sí iba a hacer
Coppélia, y lo hacía: «las piernas le subían sin problemas —afirma la maestra— porque ella de verdad era una persona muy inteligente y muy dedicada, con una gran
pasión, un gran amor a su trabajo».
El repertorio se iba ampliando. Bailaba Coppélia, bailaba El corsario, bailaba un ballet
que le encantaba: Baile de graduados, donde asumía el rol de Trencitas al que ella le
daba un toque especial —tal vez porque fue un papel con el que se identificó, le encontraba puntos de contacto con su personalidad—. Anissa Curbelo hacía su contraparte en el papel de la amiguita de escuela, una chica romántica, enamorada, tímida,
Tomado de: Entrevista concedida por Viengsay Valdés a la periodista Martha Sánchez, de la
Agencia de Información Prensa Latina en el Gran Teatro de La Habana el 6 de diciembre de 2009,
transmitida a los clientes de Prensa Latina Televisión, y además por el Canal Habana. [Transcrito del
material audiovisual por la editora].
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De acero y de nube
62
Primera parte
a diferencia de Trencitas que era pícara y mucho más atrevida. Viengsay le insufló
mucho de sí a ese personaje y también por esa interpretación se hizo conocida en la
escuela.
Cuando en 1994 se celebró de nuevo el encuentro de la UNEAC ella cursaba ya el
último año de la ENA, y volvió a bailar pas de deux Don Quijote, pero esta vez, además,
bailó el rol de Esmeralda.
De las cinco modalidades concursantes en el evento seleccionaban a dos artistas: el
Grand Prix femenino y el Grand Prix masculino; este último lo mereció un chico de
Danza contemporánea, cuya pareja en su presentación era Pacheco, aquel compañerito de baile de Viengsay en las actividades del Círculo Infantil. Y el Grand Prix femenino lo ganó Viengsay con una actuación de lujo que sedujo a la crítica especializada
y le dio motivo de orgullo a los maestros que intervinieron en su preparación, especialmente a Mirtha Hermida, quien al referirse a sus condiciones histriónicas nos ha
expresado: «Viengsay superaba siempre mis expectativas cuando se paraba en escena.
Cuando ella se paraba en escena se transformaba, no era la niña, era ya la casi adulta
que salía y se retaba, se retaba en su baile, se retaba en sus asignaciones técnicas y se
retaba a hacer más y mejor».
Al volver la vista sobre esa etapa de su formación y los resultados alcanzados en plena
adolescencia, Viengsay afirma con gratitud que si logró ser mejor fue gracias a que
la maestra Mirtha Hermida confió en su capacidad desde el principio, confió en que
podía ser mejor bailarina de lo que era, mucho mejor, y le dedicó tiempo y energía
a su entrenamiento:
Porque al bailarín que no se le da un fogueo, como le llamamos nosotros, por
mucho que trabaje conscientemente es un bailarín que se queda limitado pues le
falta el ojo observador, el ojo crítico. El ballet es de dos, como dice el maestro
Fernando Alonso, el que ejecuta los pasos y el que le mira: el profesor. Gracias
a que ese profesor corrige las posiciones es que el bailarín logra perfeccionarlas.
Evidentemente requiere de la participación de los dos porque aún cuando el bailarín pueda verse en una grabación, analizar en detalle lo que está haciendo, no
es lo mismo que la presencia física en tiempo real de un guía que le haga el señalamiento oportuno, le corrija, lo aleccione.
A la acertada reflexión de Viengsay, es justo añadir que el alcance del trabajo de un
maestro con su alumno depende en gran medida del interés, la disposición y la constancia de este último. Si no se cumple esa premisa el esfuerzo del profesor resulta
inútil. Se trata de un proceso de retroalimentación constante, solo posible si el alumno
63
Biografía de Viengsay Valdés
Los cimientos
es consciente de su responsabilidad, de la convergencia de intereses que demanda
esa relación; es «el trabajo de dos» que miran en una misma dirección y actúan en
consecuencia.
De ahí que la labor de esa excelente maestra con Viengsay durante los tres años del nivel medio haya tenido como corolario la cosecha de unos frutos admirables. La mano
experta labró en terreno fecundo: fue realizable la obra.
Otras piezas del mundo
de Viengsay
Viengsay vivía con sus padres. Constituían
una pequeña familia muy unida, una familia feliz en todo su esplendor. Roberto trabajaba en varios proyectos de investigación histórica en ese momento, pero estaba
siempre pendiente de su hija, preocupado por buscarla al ballet a la hora que terminaran los ensayos, que no llegara tarde a sus compromisos, recogerla si era preciso el día
que Viengsay salía con unas amigas, constantemente al tanto de su bienestar, de que
estuviera bien protegida.
Sus padres siempre la influyeron, conversaban mucho con ella, y enfatizaban la importancia de que fuera estudiosa, que fuera aplicada; y Viengsay sabía que ellos constituían
un modelo de lo que predicaban, ella conocía la historia de sus vidas. Cuando se reunían a cenar, o simplemente a compartir los días que coincidían en su tiempo libre,
los padres aprovechaban aquellas horas para intercambiar impresiones con su hija,
y entonces le hablaban de su pasado, de su juventud. Él le contaba de Remedios, su
ciudad natal, de su aspiración infantil de convertirse en pelotero; o de cuando estaba
en la Universidad de La Habana, las revueltas estudiantiles en que estuvo involucrado,
y los trabajos que él pasaba en la capital porque para conseguir alojamiento tenía que
ejercer un oficio ayudando a la persona que se lo proporcionaba.Y por su parte, Clara
le relataba anécdotas de cuando ella y una de sus hermanas, prácticamente niñas, se
fueron a alfabetizar a las familias campesinas, y de lo hermoso de aquella labor a pesar
de lo arriesgada; o le contaba de aquellos tiempos cuando estaba becada en el Instituto
Pablo Lafargue estudiando alemán, o de su participación en las recogidas de café, y de
sus tareas junto al Che en el Ministerio de Industria.
También con frecuencia aquellos encuentros familiares giraban en torno a la historia
o la literatura universales, porque tanto Roberto como Clara tenían una vasta formación cultural y leían mucho. Historia de Cuba era la materia predilecta del padre,
mientras la madre se inclinaba por obras literarias de temática diversa, comentaba el
De acero y de nube
64
Primera parte
libro recién leído e incitaba a su hija a la experiencia. Estimulada por ella leyó Viengsay
varios libros que fueron ampliando su universo, desarrollando una avidez intelectual
que ya no cesaría nunca; de esas lecturas derivó su pasión por las artes plásticas y especialmente por el arte cinematográfico.
En esa etapa leyó obras que marcaron su adolescencia. El señor de los anillos, por ejemplo, con todos esos personajes que ella «disfrutaba de una manera intensa» y que más
tarde, cuando vio el filme constituyeron una revelación: «me impresionó muchísimo
—nos ha dicho con un brillo de fascinación en los ojos— fue muy lindo ver después
físicamente a Gollum, a los hobbits, los elfos, a todos aquellos personajes ficticios tal
como habían tomado forma antes en mi imaginación, en mi mundo de fantasía».
A los 16 años ya se había convertido en una lectora voraz. Había leído Fausto y todas
las obras contenidas en el programa de Literatura de la escuela, pero le escamoteaba
más horas al descanso para leer todo cuanto podía:
La casa de los espíritus, de Isabel Allende, me encantó, y la versión cinematográfica
con Meryl Streep me aportó muchísimo. Con la obra Como agua para chocolate de
Laura Esquivel me sucedió algo similar, la leí y luego cuando vi la película me quedé asombrada, fue una delicia de película, superó mis expectativas con respecto
al libro. El amor en los tiempos del cólera, de García Márquez, una historia singular,
inolvidable; Sinhué el egipcio, una bellísima novela histórica de Mika Waltari; y hay
uno en especial: El corazón de piedra verde, un libraco sobre la conquista del Nuevo
Mundo que mi mamá me recomendó, donde su autor, Salvador de Madariaga, desarrolla el tema de los antiguos aztecas; es un libro muy hermoso que caló hondo
en mí, las descripciones eran tan detalladas que dejaban mi imaginación volar.
Todos los libros que leía me transmitían algo, un sentimiento, una manera de reaccionar, porque los personajes de ficción también te inducen a reflexionar sobre
ti, a interrogarte sobre cómo tú te sentirías en su misma situación, cómo tú actuarías. Y todos me enseñaron, todos me aportaron algo valioso, me fueron guiando,
despertando pasiones.
En toda dimensión las tertulias familiares le fueron dando pautas a Viengsay de cómo
conducirse por la vida, admiraba a sus padres, por su forma de ser, su sencillez, por su
fortaleza, y en su interior crecía el anhelo de ser como ellos y no defraudarlos nunca.
Los padres a su vez se sentían orgullosos de su hija y no dejaban de expresarle su satisfacción. Razones tenían.
En esa época no solo le gustaba leer, su mayor afición era escribir, escribía un Diario,
redactaba composiciones, decía que iba a hacer un libro, y abría puertas a la fantasía.
65
Biografía de Viengsay Valdés
Los cimientos
Escribía sobre cualquier tema, cosas que se le ocurrían; ideaba historias, las llevaba
al papel y a medida que escribía se figuraba nuevos personajes, cambiaba el relato,
construía varios finales, se se abandonaba al placer de la creación. Fue muy linda la
experiencia, desplegaba su imaginación, lo disfrutaba.
Como es característico en la adolescencia le complacía mucho el ámbito privado
de su habitación, la intimidad de su pequeño mundo. Tenía su propio dormitorio
con unos pocos muñecos —no era niña de tener muchos peluches ni cosas por el
estilo—, tenía un espejo, una cómoda, sus pertenencias, todo muy organizado, su
habitación siempre estaba impecable. Pero también hacía lugar para compartir con
sus padres, o jugar con su mascota.
Su gusto por los animales no mermó con el tiempo. Después de Poulet, su singular
mascota de la primera infancia, tuvo una perrita a la que llamó Kathy pero era muy
pequeñita y durante un mal tiempo no resistió el frío de la terraza de su casa, la
llevaron de inmediato al veterinario pero no hubo solución. Viengsay lloró mucho
su pérdida, hasta que entonces le trajeron otra a la que dio el mismo nombre para
perpetuar la memoria de aquella primera. Kathy 2, que «era toda negrita con una
corbata blanca», duró mucho tiempo con la familia y Viengsay disfrutaba muchísimo
la compañía de aquella perrita juguetona de la que conserva varias fotografías. A la
muerte de esta, se abstuvo de tener perros por un tiempo, porque además era difícil,
vivían en una casa en altos y había que bajarlos. Hasta que mucho más tarde, llegó
Brandy al seno familiar, este ya vino a formar parte de aquel mundo en una época de
realización profesional, de celebración por los triunfos de la artista.
Durante las vacaciones destinaba unas semanas, a veces un tiempo más, para pasarla
con su abuela materna, que ahora vivía en Alamar. Allí jugaba con sus primas, especialmente con Marjori que era solo dos años menor que ella, y como Viengsay no era
niña de entretenerse con los juegos clásicos, compartían otros pasatiempos: veían
juntas la programación infantil, iban caminando hasta la playa de Bacuranao donde
además de bañarse en el mar, también practicaban bádminton —un deporte que a
Viengsay le gustaba muchísimo—.
Su abuela Amparo afirma que «sí, le gustaba mucho el mar, ir a la playa, pero lo que
más le encantaba eran las mariposas. No la flor Mariposa —aclara— sino las que volaban, eso era el encanto de ella, cazar mariposas era su entretenimiento preferido».
Buscaba algo que pudiera servirle para tal propósito, probaba con el viejo colador de
De acero y de nube
66
Primera parte
café carretero,53 pero le quedaba muy corto; entonces recurría a la abuela, y esta, al
pedal de una antiquísima máquina Singer improvisaba el jamo insertando un poco
de malla al aro, «¡es ideal, abuelita!», le agradecía la nieta, y se entregaba a la gran
aventura.
Entre edificio y edificio había unos céspedes donde revoloteaban los fascinantes insectos diurnos. Viengsay se extasiaba recolectándolos:
Yo le dedicaba mucho tiempo a las mariposas, era como una ilusión. Y no era fácil, para cazarlas tenía que poner todo el jamo aplastando las hierbas, introducir
la mano de abajo para arriba porque si no ellas se escabullían entre las plantas;
entonces tenía que tomarlas con mucho cuidado para depositarlas en el pomo;
llevaba tiempo, tardaba horas. Las que más me atraían eran las amarillitas con
ojitos plateados que eran las más comunes en esa área de allí, a veces encontraba
una grandotota, todavía conservo una —ya disecada por el tiempo— pero esas
no me gustaban mucho. Tampoco disecarlas era mi diversión, yo disfrutaba recolectarlas, mirarlas revoloteando en el recipiente, y luego soltarlas, nunca las
dejaba morir, no era ese mi entretenimiento. A veces lograba atrapar alguna con
los dedos, era tan cautelosa que la tomaba con las puntas de los dedos, y entonces
sentía el polvillo que desprendía, eso constituía para mí lo más emocionante:
conseguir asirla en el momento justo en que la mariposa cerraba las alitas y que
ella se moviera dejando una estela de polvillo en mis dedos era algo que me producía fascinación.54
Al cabo de las horas, regresaba con un pomo lleno de mariposas y su abuela se asombraba: «¡Cazar mariposas es lo único que has hecho en todo el día!». Así era, las mariposas le provocaban tal estado de éxtasis, que el bullicio del mundo se apagaba a su
alrededor y perdía la noción del tiempo.
Cierta vez, fue con sus padres a Varadero acompañados de unos amigos italianos.
«¿Qué quiere la niña?», preguntaron ellos. «Vamos a comprarle algo aquí»; y entraron a una tienda en busca de un obsequio para ella. Poco después ya habían decidido
regalarle una muñeca, pero Viengsay, que mientras tanto se había puesto a explorar,
de pronto descubrió un cuadro de mariposas superpuestas y quedó hechizada. «El
Se le llama café carretero a una forma de elaboración elemental que consiste en poner al fuego un
recipiente con el polvo de café, agua y azúcar hasta que comience a bullir para entonces pasarlo por
un colador de tela.
54
Viengsay Valdés. Entrevista concedida al autor.
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67
Biografía de Viengsay Valdés
Los cimientos
cuadro valía 44 dólares ¡en aquella época significaba mucho dinero!»,55 pero los amigos se lo regalaron.
Ya después, la afición de Viengsay por las mariposas se fue convirtiendo en tema recurrente, siempre que se hablaba de ella se hacía la referencia como dato curioso, era
algo que a todos les resultaba interesante y a lo cual intentaban dar un significado.
Esto lo fue alimentando especialmente el hecho de que la niña que cazaba mariposas
se hizo mujer, se hizo profesional con una vida pública, cuestión que hace notables los
detalles que en otros pasan inadvertidos. Así, aquel cuadro con mariposas que le regalaron de niña fue el inicio de muchos otros obsequios de ese tipo que han llegado a
conformar una colección. «No se trata de una intención personal»,56 han sido personas amigas o admiradores que le han colaborado. Le han regalado de Brasil; de Costa
Rica tiene muchas; entre lo más preciado tiene tres mariposas de Swarovski, una
que es un prendedor rosa, inmenso, se lo regaló Milena, una amiga suya en Estados
Unidos, y los otros dos los recibió durante unas galas en Praga cuyos obsequios fueron precisamente maripositas de Swarovski.
Llegó incluso a ser invitada al programa Coleccionando que emitía la televisión cubana,
para que hablara de sus mariposas, de lo que tenía en su «pequeña y humilde colección»: prendedores de nácar, uno de plata, muy antiguo, con un trabajo de enrejillado
maravilloso, y muchas otras bellezas.
Pero la bailarina rechaza la idea de que este tema se convierta en punto de referencia
a su personalidad y que todo el que conozca de esta afición de la infancia considere
regalarle mariposas, «no ha sido nunca mi intención» —afirma—. Ella siente que
«todo eso» la envuelve en un «halo infantil, angelical».
En realidad, creo que el gusto de Viengsay por las mariposas tiene esa connotación
infantil, angelical, pero no a partir de una interpretación de la superficie, que nos
llevaría a establecer una relación simplista. Por otra parte debemos cuidarnos de
una visión fragmentaria porque su personalidad se ha forjado al fuego vivo, y en un
medio verdaderamente complejo, donde invariablemente ha probado su intrepidez,
ese carácter voluntarioso y esa regia autodisciplina que la caracterizan, y ello también
puede hacernos caer en una falsa percepción, proponernos una imagen de fortaleza
que impida ver su delicadeza espiritual. Es necesario retirar la corteza, mirar en lo
profundo de su ser, porque Viengsay es un alma de gran sensibilidad —es de acero
55
56
Ídem
Ibídem.
De acero y de nube
68
Primera parte
pero también de nube—, un ser muy delicado que tiene, sin duda, mucha semejanza
con la mariposa. El acto de irse a cazar mariposas, atraparlas y soltarlas después, es
reflejo de su bellísima espiritualidad. Y es eso precisamente lo que le ha permitido
sostenerse: no haber dejado por el camino la niña que siempre fue, no haber sacrificado en los fragores de la competencia ni en el esplendor del éxito a esa niña delicada,
su delicadeza femenina. Lo admirable es que ha habido un balance que ella ha logrado
mantener en cada etapa de su vida, un balance en el cual siempre su espiritualidad
ha estado presente y ha dado a su personalidad el equilibrio necesario, exactamente
como el puntico de sal que daba su abuela al café con leche, como ese ingrediente que
en la medida justa trocaba la sustancia en delicia.
El éxito
de la constancia
El curso 1993-1994 marcaba su último
año en el nivel medio. Unos meses antes de la graduación, participa en las funciones
del Joven Ballet de Francia, y también por esa época baila en el evento «La Huella de
España», que bajo la dirección artística de Hugo Oslé se celebra en el teatro habanero El sótano, y cumple con su programa en las funciones matinales que realizaba
la ENA en la sala Alejo Carpentier del Gran Teatro de La Habana donde bastaba que
apareciera su nombre en la programación para que se llenara el recinto. Reconocidas
eran ya por esos tiempos sus interpretaciones en obras como Majísimo, Don Quijote y
El corsario.
El punto culminante de este periodo lo constituye su graduación del nivel medio en
julio de 1994 con una actuación inolvidable en el pas de deux Esmeralda. De su interpretación ese día y las que le sucedieron recién graduada, reflexiona el especialista
José Ramón Neyra:
Desde su graduación en el año 1994, en la que bailó el pas de deux Esmeralda fue
absolutamente brillante, me impresionó mucho, muchísimo. Después, todavía
recién graduada, hubo un concurso de estudiantes acá en el Ballet, y tanto en el
Ballet como en el salón de la segunda planta, todo el mundo estaba ya pendiente
a lo que hacía Viengsay. Es una bailarina que tiene una gran personalidad. Eso es
muy importante en el ballet, porque se puede atrapar al espectador con el desempeño a lo largo de toda una presentación pero, independientemente de lo que se
haga en escena, la salida al escenario es fundamental, ahí se atrapa al espectador
o no; y ella es de las artistas que cuando sale está diciendo: «Aquí estoy yo, tienen
69
Biografía de Viengsay Valdés
Los cimientos
que atenderme, todo lo que yo haga va a ser importante, y se lo voy a dar a ustedes». Viengsay tiene una gran proyección escénica.57
Graduada con Título de Oro como «Bailarín de Ballet-Profesor» en la Educación
Técnica Profesional, Viengsay asegura su entrada al Ballet Nacional de Cuba (BNC).
Durante la ceremonia de despedida de la Escuela Nacional de Ballet, su maestra
Mirtha Hermida le dio una tarjeta en cuya dedicatoria podía leerse: «El éxito consiste
en la constancia de los propósitos». La estudiante lo había demostrado con creces,
pero deberá tenerlo muy presente al incorporarse a la vida profesional. Los ocho
años de tránsito por los niveles preparatorios no son más que cimientos para crecer.
Ese mismo verano, los recién graduados viajaron a la ciudad de Mazatlán (estado de
Sinaloa, México), por un convenio entre las academias cubana y mazatleca. Mirtha
Hermida se encontraba allá desde el mes de marzo haciendo una asesoría técnica, y
con su gestión eficaz había logrado que el grupo de egresados, entre ellos, Viengsay,
fueran a hacer el curso de verano y la fiesta de fin de curso en aquella localidad
considerada una de las «perlas del Pacífico». Sus alumnos fueron, participaron en el
Festival de la Escuela Municipal de Ballet de Mazatlán, y bailaron muy bien.
La maestra aún conserva recortes de periódicos, tiene un álbum con información
abundante sobre los cursos de verano en Mazatlán, que en lo adelante comenzarían a
realizarse de forma periódica. Al evocar aquella primera experiencia con la graduación de 1994, señala:
Viengsay era la estrella, la prensa escrita así lo reflejó, el público se paraba, era
admirable su cachondez a la hora de hacer Esmeralda. Fue un triunfo aquel grupo
que fue esa primera vez a Mazatlán. Era un grupo que se llevaba muy bien, ahí
había otras muchachas también muy talentosas, estaba Anissa Curbelo, por ejemplo. Entre todos se llevaban bien, tenían una relación muy positiva, de ayuda, de
querer hacer siempre.58
Fueron meses intensos. Después de Mazatlán, en agosto de ese mismo año participó
en el concurso «Vignale Danza», en Italia, donde obtuvo Medalla de Oro.
La generación de bailarines a la que Viengsay pertenece había sido formada al igual que
sus antecesoras en los preceptos de la misma institución, en los mismos postulados
José Ramón Neyra, Jefe de redacción de la revista Cuba en el Ballet, en entrevista concedida al autor
el 17 de junio de 2011 en La Habana.
58
Ver otras valoraciones de Mirtha Hermida sobre Viengsay en el acápite «Los forjadores» de la
Segunda parte de este libro.
57
De acero y de nube
70
Primera parte
de una escuela —célebre por formar profesionales de un alto nivel técnico y artístico—, bajo la directriz de un claustro de maestros experimentados, e incluso, de
varios pedagogos fundadores. Sin embargo, no perdamos de vista algo peculiar que
diferencia a esta generación de las que la precedieron: el temple, la resistencia y la
robustez de espíritu adquiridos a fuerza de sobreponerse a la profunda crisis económica que les tocó vivir, donde cada día la vocación debió imponerse.
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Biografía de Viengsay Valdés
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Los cimientos
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Viengsay al mes de nacida.
Viengsay con 1 año de edad.
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Viengsay y sus primas Berthica, Marjori y Yanet.
Entre su amada perrita Kathy y su elefantica Fany.
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Grupo de gimnasia artística. Actividad cultural efectuada
en el A nfiteatro de la H abana en 1986.
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Viengsay elige la danza como medio de expresión.
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Viengsay interpreta a una mariposa
en actividad cultural de la Escuela Elemental de Ballet.
Actuación en Festival de Ballet Provincial, en la obra La estatua,
coreografía de Viengsay. 6 de mayo de 1989.
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Viengsay toma clase en la Escuela Nacional de Ballet.
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Junto a su grupo de viaje en Mazatlán, México,
dirigidos por la profesora Mirta Hermida,
segunda de derecha a izquierda.
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Con su abuelita Amparo.
Junto a sus padres en septiembre
de 2005.
Foto: Martha Sánchez.
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Los años fortalecieron la admiración entre la alumna
y su maestra de la Escuela Mirtha Hermida.
Foto: Maiuly Sánchez.
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Con amigas de la etapa de la Escuela de nivel elemental
celebran reencuentro en 2009.
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