Las estancias de Augusto en Cantabria

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Los primeros Cantabros
Los escritos clásicos de la Antigüedad y la historiografía moderna nos han
transmitido una imagen confusa y en ocasiones, equivoca sobre los cantabros y su
territorio, tanto del momento anterior a la conquista como una vez integrados con
Roma. Esta inconcreción geográfica e histórica de Cantabria en la Edad Antigua se ha
visto favorecida por la escasez, brevedad y carácter fragmentario de los textos literarios
de los autores grecolatinos y por la polémica suscitada en la Edad Moderna entre los
“vascocantabristas” que situaba la Cantabria Romana en el territorio actual de Esuskadi,
en base a la resistencia y supuesta invencibilidad de los cántabros ante los romanos, y
los "cantabristas", defensores, con ciertos matices, de la equivalencia de la Cantabria
romana con la actual Comunidad Autónoma de Cantabria.
Es significativo, y en parte facilita la confusión geográfica en torno al tema de la
territorialidad, que los cántabros nunca formaron una unidad administrativa, pues
después de la conquista pasaron a integrarse en el sistema impuesto por Roma dentro
del convento jurídico Cluniense en la provincia Hispania Citerior Ta-rraconense. Sin
embargo los escritores romanos tardíos y visigodos retomaron la denominación
prerromana de cántabros cuando ésta había perdido su uso en la mayoría de los pueblos
peninsulares. La causa hemos de verla en la escasa asimilación de las formas romanas,
conservando una personalidad que se manifestó en su insumisión a los reyes visigodos,
pese al desplazamiento geográfico del término Cantabria a diversas regiones próximas
como La Rioja o el valle medio del río Esla en León.
Un aspecto clave a considerar y prueba evidente de esa inconcreción que
presentan las fuentes literarias clásicas consiste en la interpretación de la territorialidad
de Cantabria con un doble sentido, concreto o genérico. Este último es el resultado de la
difusión de los cántabros como los más conocidos por los romanos en razón a su
especial oposición a la conquista dentro del conjunto de los pueblos prerromanos del
norte de la Península Ibérica, adquiriendo una equivalencia con los pueblos que se
extienden por ambas vertientes de la Cordillera Cantábrica, lo cual fue más habitual en
las referencias de los autores clásicos anteriores al desarrollo de la Guerras Cántabras.
La Historiografía moderna, especialmente a raíz del racionalismo de la obra de
Flórez, ha tendido hacia la búsqueda de la verdad histórica en las fuentes tanto literarias
como arqueológicas, rompiendo con mitos, leyendas y lugares comunes de todo tipo. Al
abordar el problema de la situación y extensión de la Cantabria antigua, el padre
agustino, frente a equivalencias del territorio de los cántabros con los pueblos que viven
en el entorno de la Cordillera Cantábrica, con un enfoque amplio e impreciso, defiende
un concepto de Cantabria en sentido restringido en un intento de concretar y reducir el
territorio de los cántabros en la Antigüedad a la actual región de Cantabria, al
expresarse: "Digo pues, que según los geógrafos antiguos, era Cantabria las montañas
de Burgos, peñas al Mar y peñas a Castilla, incluyendo en lo mediterráneo hasta las
cordilleras de peñas sobre León, por Aguilar de Campoo, y valle de Sedaño hasta Frías,
dejando dentro los nacimientos de los ríos Ebro, Carrión y Pisuerga: y por la costa,
desde cerca de San Vicente de la Barquera hasta cerca de Somorrostro" (Flórez, 1981:
50).
En todo caso debe de quedar clara la existencia de una diferencia territorial de
excepción entre la Cantabria romana en sentido restringido y el espacio geográfico de la
actual Comunidad Autónoma de Cantabria, objeto de nuestra atención. En efecto la
Cantabria romana, dentro de la inconcreción de los autores clásicos, presenta un
desplazamiento hacia el oeste pues su territorio llegaba a las riberas occidentales de los
ríos Sella y alto Esla. A su vez se extendía por la submeseta del Duero hasta las tierras
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altas de las actuales provincias de Palencia y Burgos y en el este es obvio que excluía
Flaviobriga (Castro Urdiales) que formaba parte del territorio de los autrigones.
Esta región de los cántabros abarcaba dos ecosistemas o ambientes paisajísticos
claramente diferenciados en su geografía física por la Cordillera Cantábrica, al igual que
el resto de los pueblos del norte de la Península Ibérica. La Cantabria transmontana o
vertiente septentrional está significada por un poblamiento disperso en los valles medios
y zonas del litoral; opuesta a la anterior, la Cantabria cismontana o meridional, con un
poblamiento más concentrado, presenta un mayor contacto con las áreas meseteñas. Las
fuentes literarias clásicas hacen una mayor alusión a esta última, al estar ubicada en el
escenario donde se dilucidaron las Guerras Cántabras.
Las fuentes literarias grecolatinas nos presentan a los cántabros prerromanos con
unas formas de vida arcaicas dentro de una cierta homogeneidad en relación a los
restantes pueblos del norte de la Península Ibérica. Aparecen caracterizados por
determinados factores ecológicos y evolucionan por los aportes exteriores de la cultura
celtibérica, que se expande y penetra siguiendo el curso ascendente del río Ebro y se
evidencia en los materiales arqueológicos de Celada Marlantes (García Guinea y
Rincón, 1970: 34-36); si bien estos registros culturales celtibéricos parece que no
tuvieron un alcance generalizado en la población, sino más bien restringido por su
desproporción con el resto de materiales de la vida económica del poblado (Rincón
Vila, 1985: 195-196). Esto confirma la existencia de un arcaísmo económico de
subsistencia que enlaza con las peculiaridades sociales de sus mores, según el geógrafo
griego Estrabón, si bien la información de este autor pudo estar condicionada por su
cultura griega en menosprecio de estos pueblos prerromanos y su hábitat, lo que le lleva
a insistir en “el modo de vida pobre y apartado de su salvaje país”.
El régimen económico preferencial debía de ser el agropecuario que nos citan
los documentos y nos confirma la arqueología a través de los restos paleoeconómicos,
con productos como cebada, alguna variedad de trigo y lino, y animales domésticos
como bóvidos, équidos, y cápridos junto a actividades depredatorias, como la
recolección de frutos silvestres y la práctica de la caza. Esta se vería facilitada por el
carácter semiselvático del ecosistema y la orografía, de cérvidos y suidos, especie esta
última que también debían de tener domesticada. En consecuencia, los cántabros
prerromanos poseían una economía precaria que justifica la adopción genérica de otras
medidas o alternativas para paliar su situación. Las soluciones parece que se dirigieron
hacia la práctica de la guerra, hasta el punto de participar como mercenarios por la
compensación del botín o a la rapiña de las cosechas cerealísticas de la Tierra de
Campos en tiempos de paz y de recolección.
Vida y Costumbres de los pueblos del norte según Estrabón
La descripción más interesante que tenemos de ellos, la cual engloba a todos los
pueblos montañeses del noroeste de la Península, se la debemos a la obra Geographiká
de Estrabón, que nos dice:
Todos los montañeses son sobrios, beben agua, duermen en el suelo y dejan sus
cabellos largos y sueltos según la costumbre de las mujeres, aunque cuando combaten
se ciñen la frente con una banda. Comen principalmente carne de ganado cabrío; y
sacrifican a Ares machos cabríos, prisioneros y caballos; suelen hacer hecatombes de
cada especie de víctima, al uso griego, tal como dice Píndaro: “de todo sacrifican en
número de cien”. Realizan concursos de tipo gimnástico, para los soldados de
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infantería y para los de caballería por medio de luchas y carreras, tanto en grupos de
guerrillas como en formación cerrada.
Los montañeses se alimentan con bellotas dos partes del año, dejándolas secar y
triturándolas; luego las muelen y hacen pan con ellas para conservarlo largo tiempo.
También beben cerveza "zythos". El vino, sin embargo, es escaso y, cuando lo
consiguen, lo consumen enseguida en fiestas familiares. En lugar de aceite usan
mantequilla. Comen sentados en poyetes, construidos alrededor de las paredes,
teniendo cada uno un lugar reservado de acuerdo con la honra, la edad y la posición
social. La comida se sirve alrededor y mientras beben, bailan al son de la flauta y
trompeta en corro y también saltando y poniéndose en cuclillas alternativamente. En
Bastetania las mujeres bailan mezcladas con los hombres acogiéndose las manos.
Todos visten en general de negro con túnicas, con las que también se acuestan sobre
camas de paja. Utilizan vasos de madera como los celtas. Las mujeres llevan capas y
vestidos bordados de flores bordadas.
En lugar de moneda, los que viven en los rincones más apartados se valen del trueque
de mercancías o dan láminas de plata cortadas.
Despeñan a los condenados a la pena de muerte y lapidan a los parricidas más allá
de las montañas o de los ríos de su territorio. Se casan como los griegos. A los
enfermos, tal como hacían los egipcios en la antigüedad, los sacan a los caminos para
que soliciten consejo de los que han padecido los mismos síntomas.
Utilizaban barcos de cuero hasta la época de Bruto a través de los espacios ganados
en la pleamar y aguas poco profundas, todavía son raros los hechos de un solo tronco
de árbol. La sal tiene tono rojizo, aunque machacadas se vuelven blancas.
Así es la vida de los montañeses, como he dicho; me refiero a los que están situados en
el lado septentrional de la Iberia, los galaicos, astures y cántabros hasta los vascones
y el Pirineo, ya que es semejante el género de vida de todos ellos.
Las Guerras Cántabras constituyen en la actualidad un tema abierto, con
interpretaciones múltiples y hasta contradictorias sobre el cuándo y el cómo se
desarrollaron los hechos, pero las incógnitas perviven igualmente en el porqué y para
qué se efectuaron las operaciones militares.
Las razones de tales interrogantes hemos de verlas en la información
fragmentaria e imprecisa que nos han transmitido Dión Casio en griego, con una
descripción analítica, y Floro y Orosio en latín, con una descripción temática casi
idéntica que nos lleva a sospechar que utilizaran una fuente común hoy perdida,
probablemente la obra de Tito Livio, historiador oficial de Augusto. Los restantes
autores clásicos tan sólo han aportado alusiones anecdóticas en su mayoría muy breves
y carentes de contenido. Pero no sólo es escasa la información sobre la conquista del
territorio de Cantabria por Roma. De hecho la aportación de los autores clásicos está
polarizada en la valoración de los acontecimientos por el vencedor y falta una
descripción con la interpretación de los acontecimientos por parte de los cántabros como
pueblo conquistado por Roma. Descripción, por otra parte, que muy probablemente no
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poseamos nunca, pues carecemos por el momento de documento alguno que nos plasme
la lengua que escribían los autóctonos, si es que éstos realmente conocieron la escritura.
Por todo ello las interpretaciones de la Historiografía moderna difieren en gran
medida, pues mientras unos mantienen el concepto de Cantabria en sentido amplio y
entienden una conquista global del norte de la Península Ibérica (Magie, 1920;
Schulten, 1943; Schmitthenner, 1962; Brancatti, 1963; Rodríguez Colmenero, 1979);
otros, por el contrario, consideran que los acontecimientos se limitaron al territorio
cantabroastur o incluso exclusivamente cántabro (Syme, 1934 y 1970; González
Echegaray, 1966; Solana Sainz, 1981; Martino, 1979, 1982, 1987 y 1989). Así, en
ambos casos con el apoyo de la filología han llegado a interpretaciones toponímicas
muy dispares. A su vez, entre estos historiadores modernos, unos abogan por la
simultaneidad cronológica de los distintos frentes militares y enfrentamientos de tropas
y otros estiman que la conquista fue escalonada en el tiempo y en su avance geográfico.
Por ello en la actualidad el tema está abierto a la investigación. La aportación de
otras fuentes, como la Arqueología, la Epigrafía y la Numismática, con nuevos
hallazgos ha de facilitgar la determinación de la Arqueotopografía de los
acontecimientos y el alcance real de las operaciones militares, de las que han
transcurriod mas de dos mil años
LAS GUERRAS CÁNTABRAS
La Cantabria del padre Flórez va a representar en el siglo XVIII el golpe definitivo
que declinará de forma definitiva y lógica la balanza hacia la Cantabria actual de lo
que fueron las gestas de los antiguos cántabros, y dando finalmente al traste con las
tesis vascocantabristas. A pesar de ello no tendría continuación el desarrollo de este
periodo de la Historia de Cantabria en ningún investigador del siglo XIX, y tenemos
que esperar al siglo XX para que llegue desde el exterior el profesor alemán Adolf
Schulten, que encontró en la Hispania romana terreno virgen para sus concepciones
históricas.
Los motivos de las guerras
En la Roma del emperador Augusto ya se habían hecho famosas la belicosidad y el
amor a la independencia de los cántabros, y los intentos de sometimiento hasta el
momento habían sido un fracaso. Ya experimentaron el ardor de los cántabros los
Esxcipiones en el siglo II a.C., Pompeyo, Julio César, amén de haber participado
contra Augusto como mercenarios en la Guerra Civil.
Augusto estaba convencido de que una expedición bien planeada y con muchos
hombres sobre los cántabros no debía repercutir una dificultad especial para ni
tampoco un coste excesivo. Además era una oportunidad de aumentar su prestigio
militar.
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Hay más razones. El suelo del país de los cántabros no era muy apto para la
agricultura, y se dedicaban como actividad económica al pastoreo, lo que hacía que
para ellos fuese una tentación muy grande hacer incursiones sobre los pueblos de la
meseta para saquearlos, pueblos que estaban bajo el control romano. Como
consecuencia de esto se desprenden otro motivo, y era el hecho de que la actitud
cántabra fuera tomada por ejemplo por los pueblos vecinos, lo que los romanos
vieron como un peligro de contagio. Ello iba aumentando el cerco sobre los
cántabros y acortando su estado de libertad e independencia.
Finalmente hay que añadir que en el norte de Hispania había grandes recursos
mineros, y su explotación atrajo siempre el interés de Roma. De hecho explotaban las
minas de estaño y oro de Galicia y las de Las Médulas en León. La insumisión
cántabra hacía que la zona no gozase de la tranquilidad suficiente, y así de un golpe
se quitaría un problema al tiempo que tendría rentabilidad económica.
Augusto viene a Hispania
En el año 27 a.C. Hispania estaba todavía sin pacificar completamente, pues se
resistían obstinadamente los pueblos del Norte que miran al atlántico: cántabros,
astures y en menor medida galaicos.
Augusto siempre tuvo la suerte de contar con grandes estrategas y duros militares,
como Marco Vipsanio Agrippa, y fue en cambio Augusto quien explotó la gloria de
las victorias.
Había una vieja tradición que decía que el templo de Jano no podía cerrarse mientras
Roma estuviese en guerra. En el año 31 a.C., tras la victoria sobre Marco Antonio,
Augusto ordenó cerrarlo. Al abrirlo 4 años después Augusto quiso poner de
manifiesto que los feroces cántabros habían roto esta paz recién estrenada.
Augusto vino a Hispania y debió pasar el invierno del año 27 a.C. en Tarragona,
capital de la recién creada por él provincia Citerior. La guerra resultaría mucho más
dura y larga de lo que se había imaginado.
El Bellum Cantabricum
Los romanos desplegaron dos ejércitos compuestos por siete legiones. Estableció su
cuartel general den Segisama, al norte de la actual provincia de Burgos, en el límite
sur del territorio poblado por los cántabros.
El que fuese Augusto quien dirigiese las operaciones contra los cántabros da idea de
cómo los romanos consideraban al enemigo como poderoso.
Desde Segisama el ejército penetró en territorio cántabro en tres columnas,
seguramente formada cada una por una legión. Este ataque estuvo combinado por el
ataque por mar de una flota que vino desde Aquitania y que hizo de tenaza a los
cántabros al tiempo que suministraba víveres y refuerzos.
La penetración de la columna principal de las tropas romanas debió producirse
siguiendo el paso natural que forman el Pisuerga hasta Aguilar de Campoo, que es la
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zona donde La arqueología ha localizado la mayor parte de los castros cántabros,
como son: Amaya, Cildá, Bernorio, Celada Marlantes.
Los cántabros no plantearon batalla campal sino que se limitaron a hostigar a las
tropas romanas y se replegaban a medida que aquellos destruían sus recintos
fortificados.
Ni las arqueología ni los estudios de toponimia han podido localizar todavía este
lugar que la historiografía mantiene como símbolo de resistencia del pueblo cántabro
contra roma al estilo de Numancia entre los celtíberos, Alesia entre los galos o
Masada entre los judíos.
Las fuentes afirman que los cántabros lograron sobrevivir a la penetración romana, y
a la destrucción de Aracillum se retiraron en busca de refugio a un monte que
denominan Vindius, cuya raíz celta vind significa blanco. El hecho es que los
cántabros allí refugiados fueron sitiados .Esto debió suceder a finales del año 26 a.C.
El Bellum Asturicum
Augusto estaba enfermo y afectado por el duro clima de las tierras altas de Cantabria
y optó por retirarse a la soleada Tarragona, sus legados Antistio y Caristio quedaron
al frente de las legiones. El otro escenario de la guerra se situó al occidente cántabro
con el fin de someter a los astures o impedir su apoyo a los cántabros. La base de
operaciones se estableció en Asturica Augusta (Astorga), y la resistencia indígena
más importante en la ciudad o castro de Bergida de la que debe derivar El Bierzo. Los
supervivientes se refugiaron en las montañas asturianas y desde ellas atacaron en el
25 a.C.
Refugiados en el castro de Lancia, actual Villasabariego (León), fueron sitiados y
vencidos por las tropas de Carisio. Esta primera guerra cántabro-astur ocupó los años
26 y 25 a.C. y abarcó un área geográfica muy extensa que iba desde Galicia a
Cantabria. La guerra terminó con una victoria total de las tropas romanas que
impidieron a los astures volver a ocupar sus castros en lugares elevados. Se trataba de
evitar futuros levantamientos. Una parte de los veteranos de estas legiones fueron
licenciados y el legado Carisio procedió a instalarlos en una colonia de nueva
fundación llamada Emerita Augusta, en el corazón de Lusitania.
Las estancias de Augusto en Cantabria
El historiador Dión Casio tiene un pasaje en donde quiere poner de relieve la
desazón que experimentó Augusto recién llegados a Cantabria por la táctica militar
que usaban los cántabros. Seguramente el emperador esperaba alcanzar una victoria
en combate abierto que le diese motivo para un gran desfile militar en Roma.
Augusto no había elegido el mejor escenario ni el mejor enemigo para alcanzar la
gloria militar. Se hizo acompañar de dos jóvenes investidos con el rango de “tribuno
militar” con que los senadores se iniciaban en la milicia. Uno era su sobrino Marcelo
y otro su hijastro Tiberio, futuro emperador.
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Suetonio nos dice que Augusto estuvo a punto de morir de frío, y además una noche
fue víctima de un rayo que le cayó tan tan cerca que mató a un esclavo que llevaba
una antorcha. De hecho consagró un templo a Júpiter Tonante por haberle librado
del rayo de Cantabria y los cogió miedo. Suetonio dice que “los relámpagos y el
trueno le causaban pánico rayando en lo enfermizo. Al menos amago de tormenta
corría a refugiarse en un escondite abovedado”. También Tiberio le cogió un miedo
excesivo al trueno, poniéndose durante toda su vida una corona de laurel cuando
había tormenta por creer que estas hojas defendían contra el rayo.
Quizás el hecho más importante durante la estancia de Augusto en Cantabria fue el
encuentro con Corocotta. Se irritó tanto con él que puso precio a su cabeza por
200.000 sestercios y de forma espontánea el propio Corocotta se presentó en su
tienda, quedando Augusto tan impresionado que no le echó su guardia encima y le
regaló la suma de dinero.
El hecho de que los cántabros careciesen de más héroes y que el protagonista de la
guerra fuese el Pueblo encaja muy bien con la teoría del desarrollo del “ espíritu del
Pueblo” de origen germánico que inspiró la obra de Schulten.
Una paz precaria. Los cantabros entran en la leyenda.
Augusto decidió volver a cerrar el templo de Jano que había hecho abrir antes de su
partida. Orosio dice: “concedió César este honor a la victoria sobre los cántabros... y
así, la 2ª vez por César y la cuarta desde la fundación de la ciudad, se cerró el templo
de Jano”.
Poco después hizo acuñar monedas de plata y la representación de los estandartes
militares romanos que él había recuperado de los cántabros, hecho que recordará
también en sus Res Gestae.
Del año que siguió al final de las guerras son las Odas o Carmina de Horacio en que
realza en poemas de calidad insuperable la fiereza e insumisión del pueblo cántabro.
Tras la sumisión se dice que el cántabro ha dejado de ser enemigo.
Pero el optimismo de Roma por su victoria sobre los cántabros se demostró que era
precipitado. La política de Augusto y sus legados fue la de no acabar físicamente con
los vencidos, sino imponerles deportaciones masivas. Los cántabros que
sobrevivieron a la guerra aprovecharon el relajamiento de dominio romano para
intentar sacudírselo. El primer intento parece que se produjo en el año 24 a.C.
Cántabros y astures tramaron una encerrona contra un destacamento de soldados
romanos a los que dieron muerte. Los romanos reaccionaron duramente quemando
campos y cortando las manos a los que capturaron.
Hubo un nuevo levantamiento en el 22 a.C. estando el legado Cayo Furnio. En esta
ocasión la iniciativa partió de los astures que estaban hartos de los abusos de Carisio.
Los cántabros les apoyaron pero fueron todos derrotados. A partir de este momento
los astures desaparecen definitivamente del escenario bélico, pero no asó los
cántabros.
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La segunda guerra o guerra de Agrippa
Es la Guerra del 19 a.C. que tuvo como únicos protagonistas a los cántabros. Lo
sabemos a través de Dión Casio. Se trató de cántabros que habían sido esclavizados y
deportados a la Galia. Asesinaron a sus dueños y volvieron a sus casas. Esto proodujo
una gran alarma en Roma por parecerles una revuelta de esclavos que les suponía
una alarma permanente y que no vivían desde época de Espartaco. Además podía
cundir el ejemplo entre pueblos de la misma Galia. Augusto decidió actuar con
contundencia y envió a su general más experto y su hombre de confianza; su yerno
Marco Vipsanio Agrippa. Éste fue enviado al norte de Hispania con legionarios de
refresco. Tuvo que restablecer la disciplina de las legiones acampadas que estaban
desmoralizadas ante un enemigo que ya les parecía invencible.
En los primeros enfrentamientos los cántabros llevaron la mejor parte y Agrippa
volvió a actuar con dureza contra sus soldados. Nada se sabe de los escenarios.
Agrippa debió perder a muchos soldados según dice Dión Casio, tras lo cual fue cruel
con los cántabros a los que exterminó. El heroísmo de los vencidos y la crueldad de
los vencedores impresionó a los contemporáneos como Estrabón, que recogió
anécdotas escalofriantes.
Después de la guerra: la Pax romana
La enorme dureza de la Guerra del 19 a.C. y la represión inhumana al pueblo
cántabro debió causar impresión entre los romanos. Agrippa a su vuelta a Roma se
negó a celebrar el triunfo que Augusto y el senado le ofrecieron.
Las fuerzas legionarias que allí quedaron desplegadas vigilaron los territorios recién
sometidos. En total fueron tres las legiones, unos 15.000 hombres en total.
Al sur del territorio cántabro se fijó el campamento de la Legio IIII Macedónica que
estaba situado en la actual Herrera de Pisuerga.
La sumisión final de los cántabros tras la guerra del 19 a.C. no debe crear la falsa
ilusión de un dominio del territorio, sino que se trató más bien de un control militar
del sur de la Cordillera cántabra y de los principales pasos de montaña entre la
Meseta y los valles costeros.
Roma impuso su pax a los cántabros pero fue la paz de los cementerios pues su
población más activa, los hombres capaces de llevar armas, habían sido aniquilados.
El hecho es que los cántabros vencidos y sometidos desaparecieron de la historia.
Antes de morir Augusto, no olvidó señalar en sus Res Gestae entre los hechos más
sobresalientes de su largo reinado sus campañas militares contra los cántabros.
Tres siglos después, cuando Eusebio de Cesarea escribió su Crónica Universal, señaló
el año 19 a.C. como el año en que los cántabros fueron vencidos.
ROMA EN EL PAÍS DE LOS CÁNTABROS.
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La anexión global del Mar Cantábrico por Roma trajo el establecimiento de las bases
políticas y administrativas para el control de esta parte occidental del Imperio
Romano.
Hubo casi cinco siglos de dominación romana. Las claves determinantes de la
evolución histórica de este periodo están marcadas por el contacto de dos culturas: la
cántabra y la romana.
Interacción hombre y el medio natural.
Comienza Catón, en lo que supone la entrada de Cantabria en la historia escrita,
relacionando a cántabros con el Iber o Ebro. La relación entre Cantabria y el Ebro es
comentada por Plinio el Viejo en su Historia Natural de finales del siglo I d.C.,
cuando dice: “el río Ebro, rico por su comercio naval, que ha nacido entrelos
cántabros no lejos de la población de Iuliobriga, cuyo curso mide 260.000 pasos
desde la población de Varea, por el cual los griegos llamaron Iberia a toda la
Hispania”.
En las Guerras Cántabras ya se alude a las abruptas características del paisaje donde
ocurren los acontecimientos. Floro menciona las murallas de Bergida, el mons
Vindium y el castro Aracelium en relación a las dificultades naturales del medio.
Acerca de los ríos y montañas nos informa Estrabón relacionando accidentes
geográficos con costumbres de sus pobladores.
A raíz de la conquista los romanos se dedicaron a valorar los recursos potenciales del
territorio con el fin de explotar los recursos del suelo.
Existe una pluralidad del paisaje ecológico de la Cantabria antigua que la divide en
dos; la Cantabria Cismontana y la Trasmontana. Ambas “Cantabrias” presentan, en el
momento de la conquista romana, amplísimas extensiones de bosque, propio de
dedicación silvopastoril, con la presencia de distintas especies arbóreas caducifolias
que fueron sometidas a un proceso de desforestación sistemático.
La flora y la fauna están condicionadas por la acción humana, y ambas nos ponen en
contacto con la dieta alimenticia de los cántabrorromanos.
La regio Cantabrorum
Augusto había hecho una primera división administrativa de la península ibérica en
tres provincias: Baetica (senatorial), Lusitania y Tarraconensis (ambas imperiales).
Los cántabros y astures fueron incluidos en las provincias Tarraconense y Lusitania
respectivamente. Así Cantabria se ve inmersa en la provincia romana Tarraconense,
que se organiza en tres diócesis con un legado pretoriano al frente para el control
militar. En cantabria esta función pacificadora la ejercía la Legio IIII Macedonica
ubicada en Herrera de Pisuerga.
El espacio geográfico de la Cantabria romana se inserta en el Conventus Cluniensis
(actual prov.Burgos). el territorio ocupado por los cántabros en época romana
desbordaba los límites de la actual Comunidad Autónoma de Cantabria en su parte
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meridional y occidental si bien en oriente existía un pequeño espacio geográfico
ocupado por otro pueblo prerromano como era el autrigón.
La concesión del Ius Latii hizo que la concesión de la ciudadanía latina se expandiera
en el panorama urbano del norte peninsular.
El emperador Caracalla realizó una nueva y efímera organización provincial en el
norte de Hispania, pero ésta no afectó a Cantabria ni al conventus Cluniensis.
Finalmente Diocleciano hace una nueva organización: las praefecturae que se
dividían en diócesis. La antigua provincia Citerior Tarraconensis fue fragmentada en
tres provincias: Tarraconensis, Gallaecia y Carthaginensis. El antiguo conventus
Cluniensis en su parte astur se inserta en la provincia de Gallaecia y la parte de
Cantabria del mismo conventus en la provincia Tarraconensis.
Ejército como instrumento de poder romano en Cantabria
Tras la Guerra del 19 a.C. el territorio queda conquistado para la explotación del
suelo y la minería, pero no completamente pacificado a pesar de haberse declarado la
pax romana. La ubicación del campamento de la Legio IIII Macedonica ha sido
objeto de polémicas, pero tras los hallazgos arqueológicos de tégulas firmadas por
fliginarius o alfarero de la Legio IIII, dicho campamento se sitúa en Herrera de
Pisuerga.
También se han encontrado 18 términos augustales que separaban los prados de la
legión del territorio de Iuliobriga. Estos mojones hallados en Valdeolea y Valdeprado
del Río reflejan la organización territorial de la conquista, delimitando los prados
militares de la legión (exentos de impuestos) y el territorio civil de Iulobriga. Era una
administración civil al norte y militar al sur.
La Legio IIII Macedonica permanece en Cantabria desde los últimos años de las
Guerras Cántabras hasta el año 39 d.C. con Claudio, en que se trasladan a Germania
Superior.
La articulación del territorio
La integración del territorio de los cántabros en el conventus Cluniensis no impidió
que su espacio geográfico mantuviera connotaciones de la antropología social del
período anterior a la conquista romana.
Los límites del territorio cántabro con los astures llegaba hasta la cuenca fluvial del
río Sella como documentan las estelas vadinienses. También nos conforman las
estelas la inclusión hasta el río Esla y Cistierna (actual prov. León). Por el sur el
espacio que separaba a cántabros de vacceos y turmogos llegaba hasta Amaya, y por
el Este la divisoria estaba entre las cuencas fluviales del Asón y del Agüera.
La epigrafía de los términos augustales nos ha facilitado el amplio territorio
perteneciente a la ciudad de Vadinia, cuya ubicación exacta se desconoce, pero que
estaría cerca del medio y alto Sella, en el nordeste de ña provincia de León. Ello
también permite aproximar el trazado de las vías romanas y la cronología por medio
de lo miliarios.
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Las ciudades
Los autores clásicos han sido escuetos sobre los datos de las ciudades en Cantabria.
Pomponio Mela enumera una serie de ríos y pueblos en un relato denominado como
el texto corrupto de Mela.
Ptolomeo en su obra Geografía escrita en griego, nos menciona las poleis de los
cántabros ya en época romana con coordenadas y todo, que son: Konkana,
Ottaviolka; Argenosmeskon, Vadinia, Vellika, Kamarika, Iuliobriga y Moreka, y en
la costa Noega Ukesia. Ptolomeo nos alerta en torno a la presencia de una cierta
continuidad de las antiguas unidades étnicas, que se refleja en la sinonimia entre
populi y civitates. Konkana podemos ponerla en relación con los Concani.
La epigrafía romana nos ofrece seis testimonios de orgenomescos y cuarenta de
vadinienses. Algunos de los epígrafes presentan términos de ciudadanos o ciudad de
la persona a la que están dedicados. La dispersión de los epígrafes de los
orgenomescos puede ser indicio de la existencia de un hábitat disperso. En los
territorios de las ciudades citadas se impuso la civitas en su sentido político y
administrativo.
Iulobriga
Ciudad fundada ex novo en un lugar estratégico de paso natural entre la meseta y el
litoral, y consecuencia directa del final de las Guerras Cántabras. El topónimo
ensalza la memoria de Julio César, padre adoptivo de Augusto.
Es un instrumento de romanización para introducir las formas de vida romanas, pues
el objetivo militar ya lo cumplía la Legio IIII Macedonica acampada al sur. La
combinación entre civil y militar realizada a raíz de la conquista se ve en el
testimonio que suponen los 18 términos augustales hallados unos 10 kms al sur de
Iuliobroga.
Se desconoce con certeza la extensión de Julióbriga por el norte. En el interior de su
territorio debieron existir varias villae romanas. Este proceso conlleva una
transformación del medio ambiente a través de una sistemática desforestación
sustituyendo el arbolado por los pastizales.
La funcionalidad estratégica de Julióbriga es clara, pues está a más de 900 metros de
altitud, controlando la cabecera del Ebro, la comarca campurriana y los castros del
entorno.
La fundación de la ciudad se sitúa en época augústea. Posiblemente se trataba de una
civitas stipendiaria que tributaba a Roma.
En la primera mitad del siglo II d.C. se ve a través de la epigrafía la presencia de
ciudadanos originarios de Iuliobriga que ocupan cargos públicos. En el siglo I y II
d.C. se produce un proceso de aculturación progresiva de los pobladores de
Iuliobriga. Una última información histórica es la de la Notitia Dignitatum del siglo
IV d.C. que nos informa del traslado de la cohors I Celtiberorum desde Brigantium
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hasta el territorio de Iuliobriga para defenderse de la invasión de los pueblos
germanos.
La identificación de las ruinas de Iuliobriga en Retortillo se la debemos al padre
Flórez en su obra La Cantabria de 1768.
El urbanismo de la ciudad se centra en el subsuelo y entorno de la iglesia románica
donde se encuentra el foro romano que data de época flavia.
Hay una clara diferenciación en la técnica constructiva entre los edificios públicos y
los privados. En Iulobriga coexisten dos tipos de viviendas; por un lado las casas de
planta helenístico-pompeyana con patio central de las que destaca la de “los
Mosaicos”, y de otro lado las viviendas disociadas que carecen de patio interior. La
remodelación del urbanismo de Julióbriga se produce en el último cuarto del siglo I
d.C.
La vida de la ciudad terminaría con un incendio a la mitad del siglo III d.C. A partir
de este momento se produce el final de la cultura romana en el casco urbano de la
ciudad y sólo hay una pervivencia de lo indígena en los siglos siguientes junto a
elementos visigodos.
Las relaciones con el exterior se manifiestan a través de la cerámica común romana
de cocina. El intercambio de bienes se hace más evidente en la cerámica sigillata. El
numerario hallado abraca desde las cecas ibéricas del siglo I a.C. hasta el siglo III d.C.
Hay otros objetos manufacturados como vidrios (botellas, vasos, camafeos), y objetos
metálicos de adorno personal, que denotan que la ciudad tuvo una relación activa a
través de un comercio con el exterior. También la presencia de crisoles de fundición
nos habla de una actividad metalúrgica y la aparición de objetos de hierro.
Flaviobriga
No se trata de una fundación ex novo pues ya nos indicaba Plinio que el enclave
coincide con el Portus Amanum. Plinio era un conocedor de la geografía peninsular
pues desempeñó el cargo de procurator de la provincia Hispania Citerior
Tarraconensis.
La instalación de un establecimiento portuario en este lugar debió ser prioritaria para
Roma con vistas a la conquista de los cántabros.
El Portus Amanum, situado en territorio de los autrigones que eran aliados de Roma,
jugó un papel importante como lugar de desembarco de tropas y víveres.
El lugar está documentado a partir de Tiberio como ruta terrestre para comunicar la
costa cantábrica con Pisoraca y el valle del Ebro a través de Las Encartaciones y el
valle de Mena, de la que hay varios miliarios.
La fundación de la colonia de Flavióbriga es el resultado de la conjunción de los
distintos factores de la actividad portuaria. El comercio se hace patente en la
cerámica sigilata sudgálica de Montans. Esta actividad lleva a su evolución de portus
a civitas con estatuto jurídico de colonia romana. La colonia de Flaviobriga es la
única ciudad del litoral de Cantabria con la categoría de colonia romana conseguida
en tiempos de Vespasiano a partir del 74 d.C. Así pues estamos ante un cambio de
estatuto de la población preexistente.
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La arqueología de Flaviobriga presenta muchas dificultades por ubicarse en el
subsuelo del casco histórico de Castro Urdiales, lo que impide una excavación
arqueológica en extensión para saber el urbanismo de la colonia.
A parte de los hallazgos de los miliarios de la vía Pisoraca-Flaviobriga, también se
localizó en el siglo XVIII una pieza excepcional: una pátera votiva de plata con
incrustaciones de oro dedicada a Salus Umeritana. La otra pieza importante es el
llamado “Neptuno Cántabro” de bronce.
Los puertos
Los autores clásicos aúnan el concepto de puerto con la existencia de unas
condiciones topográficas naturales favorables para la permanencia de las naves. Así
pues, diferencian entre portus; lugar a refugio de los vientos donde las naves están
mucho tiempo, y el angiportus; fondeadero donde las naves hacen una escala breve.
Vitruvio, en su Arquitectura, ya se hacía eco de ambos conceptos.
Plinio el Viejo, al describirnos el litoral de Cantabria, lo hace con tal minuciosidad
que nos demuestra tener un conocimiento que es testimonio de la existencia de una
activa navegación de cabotaje.
Un ejemplo de población estable lo constituye el Portus Amanum. El nombre del
puerto de la cita pliniana hay que relacionarlo con una posible grafía (S) amanum que
ha perdurado en el tiempo a través del hidrónimo y topónimo Sámano.
Siguiendo la relación de Plinio hacia occidente el siguiente puerto es el Portus
Victoriae Iuliobrigensium, identificado con Santander. Éste hay que ponerlo en
relación con la explotación de minas de hierro de Cabárceno que nos menciona el
propio Plinio: “...hay un monte muy alto, ¡increíble resulta decirlo! Todo de este
metal...”. el monte que cita es Peña Cabarga. La ubicación concreta del antiguo
Portus Victoriae hay que situarla próximo a la actual catedral.
La arqueología ha proporcionado materiales de una cronología que abarca los siglos I
al IV d.C. en las excavaciones de la cripta de la catedral de Santander. También hay
restos arqueológicos en el entorno de la bahía de Santander, como la península y el
istmo de la Magdalena y el cementerio de Maliaño en Parayas, que pueden
interpretarse como el efecto de un poblamiento romano disperso con distintos
fondeaderos para el atraque de las naves.
Portus Blendium debe corresponder con Suances, relacionado con el punto final del
Itinerario del Barro que nos menciona la placa I del mismo. Alude al pueblo
prerromano de los blendios.
Plinio alude al Portus Vereasueca perteneciente a los cántabros orgenomescos que se
suele hacer coincidir con San Vicente de la Barquera. Los hallazgos arqueológicos
son escasos y las condiciones topográficas son semejantes en las rías de Tina Menos y
Tina Mayor y en la ría de la Rabia.
Otros asentamientos romanos
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Hay algunos asentamientos menores en Cantabria. Hay que referirse a las villas
romanas de Camesa-Rebolledo (Valdeolea) y Santa María de Hito (Valderredible).
Al norte de la cordillera cantábrica hay un gran vacío arqueológico en los valles
medios, pero hay hallazgos en el litoral, restos de material probablemente de una
villa marítimas se han hallado en Suances cerca de la iglesia parroquial.
Igualmente, hay que mencionar los posibles fondeaderos para carga ocasional y como
lugar de refugio de las naves ante los temporales. Es más que probable la existencia
en el extremo meridional de la bahía de Santander de un lugar para la carga de
mineral de hierro de las minas de Cabárceno y Navajeda. La ensenada de la ría de la
Rabia pudo jugar un papel similar respecto a las minas romanas de Ruiseñada y
Udías, en donde hay restos romanos. También Santoña reúne las características
topográficas ideales como puerto.
Las vías de comunicación
La red viaria romana de Cantabria se inicia a raíz de la pacificación de Augusto, y es
un complemento de las vías de Hispania que se dirigían hacia el miliarium aureum o
punto cero de las carreteras del Imperio romano situado en el foro de Roma.
La navegabilidad del río Ebro, desde la desembocadura hasta La Rioja, según la cita
de Plinio, se complementaba con una tortuosa vía terrestre de tradición prerromana.
La incorporación del territorio de Cantabria necesitaba de la comunicación terrestre
en sentido sur-norte. Esta labor fue acometida por Augusto y los soldados de la Legio
IIII Macedonica una vez concluido el Bellum Cantabricum. Esta atención a la red
viaria fue seguida por Tiberio. Asi se justifica la creación de la vía Pisoraca-IulobrigaCosta Cantábrica y de otras vías secundarias en torno a ella, como la variante del
Collado de Somahoz y la vía Pisoraca-Flaviobriga y Portus Amanum, que tenía su
variante por Iuliobriga.
La fecha de comienzo es observable a través de los miliarios. La vía PisoracaIulobriga-Costa Cantábrica en el año 12 d.C. a través dle miliario en honor de
Augusto, así como la utilización de la vía Pisoraca-Postus Amanum en el año 33 d.C.
La vía Pisoraca-Iuliobriga evidencia su continuidad por los miliarios hallados en
Otañes en los años 61-62 d.C., a Carino en 282-285 d.C., a Numeriano 282-285 d.C. y
a Galerio 293-305 d.C.
La red viaria de la Cantabria romana tiene una continuidad histórica de forma
ininterrumpida, en guías de caminos en los viajes de reyes y cortesanos de los siglos
XVI y XVII.
La sociedad cantabra bajo la dominación romana y su integración en la
administración y el ejército.
El sometimiento de los cántabros no conlleva cambios profundos en la organización
social y se mantienen las estructuras sociales prerromanas de los cántabros al igual
que en astures y galaicos. La Cantabria Cismontana asimiló más los elementos
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culturales romanos que la Cantabria Trasmontana, aislada por el medio natural y
conservadora de sus costumbres.
Los romanos imponen su lengua pero los elementos culturales arraigan escasamente
especialmente en el área trasmontana. La administración romana facilitaba la
integración de los cántabros en la sociedad romana con la participación en las
instituciones y el ejército. Descendientes de segunda o tercera generación de los
cántabros participan en las instituciones ocupando cargos relevantes fuera de
Cantabria.
Resulta significativa la inscripción dedicada a Petinia Paterna en Tarraco por tratarse
de una mujer con participación institucional. Aparece en Tarraco y expresa su origen
cántabro.
La promoción militar se inicia a raíz de la conquista romana. Los ciudadanos podían
servir en las legiones y los libre no ciudadanos en las auxilia o tropas auxiliares. La
compensación, aparte de una paga, era la concesión de la ciudadanía romana.
Las fuentes literarias, especialmente las epigráficas, nos informan de la prestación de
servicios por cántabros en legiones y tropas auxiliares en diversos lugares del
imperio, alejados de Cantabria. Es el caso de Caius Stabilius Maternus, nacido en
Iuliobriga, que formó parte como soldado de la Legio VII Gemina que estuvo en
Numidia a comienzos del siglo II. Otro caso es el de la estela de Mainz, en Germania,
que nos menciona a un cantaber hijo de Virotus.
La tradición guerra debió determinar alistamientos en masa. La epigrafía nos
documenta la existencia de dos cohortes de cántabros: la cohors I cantabrorum y
cohors II Cantabrorum. La cohors I está documentada epigráficamente en Prahovo,
actual Belgrado, y se cita a Crispus como soldado.
Otro bronce fechado el día 13 de mayo del 86 d.C., en época de Vespasiano, de Türe,
Dacia, está dedicado a los soldados de la cohors II cantabrorum que había estado en
Judea.
Todos los ejemplos epigráficos y el testimonio de Estrabón documentan la paulatina
integración de los cántabros a través del ejército.
Economía y comercio
La consecuencia más lógica de la pacificación es el aprovechamiento de los recursos
del suelo para cubrir las necesidades del Imperio.
Estrabón, Horacio (Odas), Virgilio (Eneida), Silio Itálico (Guerras púnicas), se
refieren a la presencia de caballos y su relación con ritos atávicos de tradición
indígena. Tras la conquista romana los pobladores de Cantabria siguieron
practicando la ganadería, la caza y la pesca.
Siempre hubo un interés por las explotaciones auríferas y por la galena argentífera
para obtener plata y plomo y su uso en aleación para la acuñación de monedas,
tuberías, etc. Plinio alude al plomo blanco de Gallaecia y el negro de Cantabria. El
hecho es que en zona de los vadinienses ya existían en época prerromana
explotaciones mineras de cobre, como en la mina de El Milagro, en Cangas de Onís.
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Hay zonas del litoral que corresponden con zonas de extracción minera, como en
Udías y las proximidades de Comillas donde se han hallado lucernas, monedas y
útiles romanos cuyo lugar de carga debió ser la ría de La Rabia. Extracción de
mineral de hierro lo había en Peña Cabarga y Navajeda. Santoña podía recibir los
productos de las explotaciones de Rasines con las que podemos poner en relación el
hallazgo de un ara romana.
La explotación de los recursos mineros fue puesta en marcha por Augusto pero
realmente no se implantaron las técnicas por completo hasta época flavia. El periodo
de máxima actividad minera fue hacia mitad del siglo II d.C.
El fin del Imperio no impide la perduración del comercio marítimo en el Cantábrico
y continúa en el siglo IV d.C., pues hay constatada cerámica sigillata gálica.
Los hallazgos numismáticos junto a la sigillata y las ánforas plantean hipótesis sobre
el comercio de retorno y la circulación monetaria de Cantabria. La circulación
monetaria evidencia la inclusión de Cantabria en la economía imperial desde la
conquista hasta el siglo V d.C., habiéndo dispersión por todo el país pero con mayor
número en Iuliobriga y Flaviobriga.
Se importaban productos alimenticios especialmente vino y aceite a la Bética, a
través de la ruta de circunnavegación peninsular.
Desde el emporion de Burdigala se canalizaba un comercio de importación por vía
marítima hacia el norte a Armorica y Britannia y hacia el sur al Mar Cantábrico. Se
importaban productos manufacturados en metal, vidrio y cerámica.
Religion
La religión en la Cantabria romana presenta un substrato prerromano muy arraigado.
La epigrafía votiva nos proporciona datos acerca de la religión de los cántabros a raíz
de la conquista romana.
Los caballos representados reiteradamente en las estelas vadinienses tenían un
significado religioso entre los cántabros, caso de los concanos, como el acto de beber
sangre de los caballos que nos transmiten Horacio y Silio Itálico.
Hay un ara dedicada posiblemente a Epona con la grafía Epane de carácter ecuestre.
La continuidad de las creencias prerromanas se evidencia en la epigrafía votiva con
dedicatorias a los dioses Cabuniaegino en Monte Cildá y Erudino en Pico Dobra:
ambos teónimos corresponden con un culto más o menos local.
La superioridad de los dioses romanos se reconoce por la presencia de aras de culto
dedicadas a Júpiter halladas en Monte Cildá.
El sincretismo religioso de lo indígena y lo romano se observa también en Monte
Cildá en otra ara a Iovi Candamo.
Especial significado tiene el ara dedicada “a los dioses y diosas de la asamblea de los
dioses” hallada en el altar de la iglesia de San Miguel de Olea. Este culto es frecuente
en el ejército.
Se poseen indicios de culto a las manantiales de las aguas en época romana en las
Caldas de Besaya y en Ontaneda. Este culto se halla citado por Plinio en las
maravillosas Fontes Tamarici, probablemente en Velilla de Guardo (Palencia). En
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Cantabria las fuentes Tamaricas se consideran agoreras; para quienes desean
contemplarlas resulta terrible que no manen.
La victoria es objeto de culto y en ese sentido hemos de justificar la denominación
Portus Victoriae. Hay una permisividad de Roma hacia las creencias de los
pobladores de la antigua Cantabria.
Cantabria en la antigüedad tardía
La crisis del siglo III afectó a la relación de los habitantes de Cantabria. Se observa
una menor actividad comercial como resultado de la crisis económica, palpable en el
descenso de la circulación monetaria en Cantabria.
Se produce la evolución hacia una economía autosuficiente como efecto de una
ruralización.
Se produce una nueva estructura social de honestiores y humiliores, de ricos y
pobres, las formas sociales gentilicias de la etapa prerromana y un nuevo impulso de
los elementos culturales autóctonos. Aumenta la desconexión de la Cantabria
Cismontana y la Trasmontana. Hay una vuelta a la fragmentación tribal prerromana
con la falta de un poder central y el desplome de las ciudades determinó la nueva
distribución de tropas en el siglo IV d.C. con el traslado de Iuliobriga de la cohors I
Celtiberorum. En el siglo V Cantabria, con su aislamiento, era terreno abonado para
las invasiones de los pueblos germánicos.
LA ORGANIZACIÓN SOCIAL INDÍGENA ENTRE LOS CÁNTABROS
La organización social de los cántabros en la época anterior a la conquista es la de ser
una sociedad jerarquizada.
Estrabón debe ser considerado como una fuente insustituible para el conocimiento
de la forma de los cántabros en época prerromana.
La calificación de la sociedad indígena cántabra como jerárquica se deduce de lo que
nos narra Estrabón sobre los hábitos alimenticios de los montañeses; comen sentados
en bancos construidos contra el muro y se sientan en orden de edad y rango. Si
tenemos en cuenta el protocolo al sentarse podemos pensar que los banquetes
descritos son festines en los que sólo participan aquellos miembros que poseen
honor, dignidad o rango, virilidad o plenitud y fuerza física. Estos méritos nos llevan
a un sector concreto de la población cántabra, a los hombres cuya edad biológica les
permite realizar actos que aseguran la defensa y la victoria de la comunidad tal y
como ocurría con los hombres del mundo homérico.
Estrabón describe una práctica similar en el mundo griego y germano; el consumo de
vino era para los hombres más destacados, considerados como representantes de las
distintas comunidades.
Se puede deducir que en las reuniones se discutirían los asuntos importantes para
todos, la elección de los jefes, de la paz y la guerra.
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En época prerromana y en una sociedad como la cántabra tales festines eran una
celebraciones que reflejaban las diferencias sociales existentes. Los banquetes
descritos por Estrabón habrían tenido una función política.
Por otro lado, la información transmitida por Estrabón y por todos los autores
clásicos resalta el ardor guerrero de este pueblo que lo lleva en ocasiones al suicidio.
Todas las costumbres bárbaras y feroces son propias de sociedades en las que la
guerra adquiere un significado especial y en las que la vida sin armas es para los
hombres inútil, de ahí el suicidio de los prisioneros de guerra que relató Estrabón.
Ello debe ser entendido como un acto que responde al código de honor. Entre los
hombres cántabros verse privados de sus armas era una especie de muerte parcial.
Así mismo, la guerra entre los cántabros aparece asociada de forma permanente al
bandidaje y las razzias contra sus vecinos vacceos, lo que según Floro es casus belli de
las guerras cántabro-astures. Estas acciones son prácticamente endémicas.
La importancia que la práctica del sauqeo tenía entre los cántabros hace sospechar
que Corocotta, a quién Dión Cassio califica de bandido, sea considerado
tradicionalmente cántabro, aunque no haya ningún dato que nos lo permita afirmar.
Pero sea o no cántabro el bandido Corocotta lo que sí se observa es que la forma de
combatir de los cántabros es calificada de táctica de guerrilla. Esta forma de lucha
provocaba un continuo hostigamiento y desgaste al enemigo.
Los cántabros también debían ser hábiles jinetes pues no en vano una de sus
maniobras tácticas, cantabricus impetus y circulus, será adoptada por el ejército
romano. Para ser hábiles debían ejercitarse en periodo de paz.
Muy probablemente todos los cántabros en edad de combatir serían los miembros
más destacados de la élite cántabra. La consideración y el valor especial que el
caballo tuvo en Cantabria es indudable, como muestra la estela discoidea de Zurita
con representaciones esquemáticas de caballos, o la de San Vicente de Toranzo.
Existía una división del trabajo por sexos. Estrabón dice que “las mujeres cántabras
“trabajan la tierra y cuando dan a luz sirven a sus maridos acostándolos a ellos...
incluso dan a luz en tierras de labor...”, y continúa diciendo: “cosas como éstas
podrían servir como ejemplo de cierta rudeza en las costumbres, pero otras no son
sin embargo salvajes, como el hecho de que los cántabros entreguen dotes a sus
mujeres”.
Las mujeres se encargan de las labores agrícolas y de la recolección de bellotas de las
que se alimentaban los pueblos del norte dos terceras partes del año así como de su
trituración, del pan y de la cerveza.
El papel desempeñado por la mujer explica que sean las hijas las que heredan la
tierra. Sin embargo son los hombres los que proporcionan la dote a las mujeres. La
dote tenía que estar constituida por algunos objetos a los que los hombres tenían
acceso; como en el caso de los germanos: “...regalos que no tienen como fin el deleite
femenino, sino consistente en bueyes, caballo embriado, escudo y espada” (Tácito,
Germania 18), pero Estrabón no lo especifica. De la misma manera no se sabe la
residencia del futuro matrimonio cuál sería, si era matri o patrilocal. Sí sabemos que
las hermanas eran las que dan mujer a sus hermanos.
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En resumen, las mujeres cántabras desempeñan un papel clave en el sistema
matrimonial cuyas particularidades no debemos generalizar a todos los montañeses
del norte.
Por todo lo visto se puede singularizar la sociedad indígena de los cántabros como
matrilineal. La existencia de matrilinealismo no equivale a decir que la mujer ostente
la autoridad entre los cántabros. En el seno del grupo familiar es el hermano de la
madre o avunculus el que ejerce la autoridad.
La presencia y la labor de Roma hará que poco a poco vayan cambiando estos hábitos
de la sociedad primigenia cántabra. De hecho algunos miembros de la élite indígena
cántabra serán utilizados por Roma como interlocutores, que serán los que ostenten
el título de princeps. Éste se desprende de un texto epigráfico que dice: “ Doiderus
Amparami f(ilius) princeps Cantabrorum”. Doiderus es, por lo tanto, el primer
miembro seguro de la élite indígena y el primer princeps cántabro totalmente
seguro.
ORGENOMESCOS Y SALAENOS EN EL OCCIDENTE DE LA CANTABRIA
ANTIGUA.
El territorio de los cántabros de época prerromana y romana no se corresponde con
el de la Cantabria actual, ya que Asturias actual acogía varias agrupaciones tribales
como parte de los orgenomescos, salaenos y vadinienses.
La realidad de estas poblaciones cántabras prerromanas, asentadas en el oriente de la
a actual Asturias, no se puede comprender, desde el punto de vista étnico, como un
mundo aparte, sino como una fracción del conjunto que les rodeaba.
La frontera separadora entre cántabros y astures aparece recogida con cierta
precisión. Estrabón nos dice: “A través de los astures discurre el río Melsos (Nalón), y
más alejada se encuentra la ciudad de Noega, desde donde un estuario del Océano
separa a los astures de los cántabros”.
Su descripción se ajusta al entorno de la ría del Sella en Ribadesella.
También nos habla el autor Pomponio Mela en su descripción de la península
Ibérica. Nos dice que en la zona costera de los astures se haya la ciudad de Noega, y
que “a través de los mismos salaenos discurre el Sella; por entre los avariginios y
orgenomescos desciende el Nansa...”.
Por último contamos con Plinio el Viejo, que enumera lugares y tras mencionar el
Portus Blendium dice que “seguidamente están los orgenomescos pertenecientes a
los cántabros, con el Portus Vereasueca, correspondientes a los mismos, y más
adelante la región de los astures y el oppidum de Noega”.
Los salaenos serían los ribereños del Salia, que es el Sella actual. Es posible que su
nombre correspondiese sólo a motivos geográficos y los salenos fuesen una fracción o
subtribu de los orgenomescos, o quizás no, y fueran una tribu independiente.
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